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Wn cacy ee Aer SRM oa eros Swear yest Una ciudad moderna construida en ocho anos. La fiesta de Francia se celebra en Belencito como en Paris. Golpes de terquedad. Siete mil hombres alrededor de un horno, 500 toneladas de hierro en un dia. La Calle Francesa. Del buey a la locomotora. Puede decirse, con absoluta seguridad, que en ninguna ciudad del pais se esta trabajando actualmente con la intensidad, la fiebre y la desespe- raci6n con la que se trabaja en Belencito, una ciudad moderna, de rui- doso y confuso cosmopolitismo, situada a siete kil6metros de Sogamoso, en el recodo de una extensa Ilanura agricola. Hace ocho arios la ciudad \ no existia. A todo lo ancho del Valle no habia otra edificacién que una larga casa colonial Ilena de ventanas, que hasta hace un siglo era un con- vento de agustinos, y una capilla de cal con una sola torre, un solo ven- tanuco y una sola campana. “Belencito” se lamaba el lugar que a nadie més interesaba que a los promeseros que lo visitaban una vez al aiio, y iltimamente a los historiadores porque se habia dicho que alli reposa- ban los restos del general Rook, el irlandés que murié en la Batalla del Pantano de Vargas después de haberse guardado la cercenada mano en el bolsillo, para seguir luchando con la otra, y que “fue enterrado en un convento cercano”. Los arboles nacen de pie & En torno al convento ha crecido la ciudad, que segtin los calculos estaria concluida a principios del aio entrante y que por una disposicién im- prevista debe estar terminada, lista y a la medida, dentro de cinco dias. Belencito se ha formado mas rapidamente que cualquier otra ciudad en el pais. Pero tal vez en ninguna parte del mundo se han hecho tantas cosas con tanta rapidez, con el ritmo vertiginoso con que alli se han hecho en los tiltimos dias. Lo habitual es que los arboles de una ciudad empiccen por ser drboles pequeiios. Los hermosos drboles que bordean las aceras de Belencito fueron pequesios alguna vez, pero a mucho kil6- metros de alli, en Suba, en donde los cultiva un agronomo japonés. Y como si fueran mercanefa japonesa estan Iegando a la nueva ciudad, en grandes camiones amarillos, arboles envueltos en papel, amarrados con alambre, arboles que sembrados en las aceras con envoltura y todo. Con la misma celeridad, pero con igual eficacia se estan los toques finales a la nueva ciudad de Belencito, que tiene al mismo ticmpo algo de gigan- tesca proeza humana y algo de magia negra. Paris siempre Paris En laactualidad, Belencito tiene, a las horas de trabajo, dos mil habitan- tes. Durante las horas de ocio tiene cinco mil. Ochocientos vehiculos —enormes camiones de carga, autobuses, modernos automéviles- movili- zan a los tres mil hombres flotantes que trabajan en los alrededores: colombianos, mexicanos y franceses. Pero especialmente franceses, desde los mas costosos ingenicros especializados, hasta los fornidos y elementales obreros de la planta generadora de fuerza. Desde cuando le Banque de Paris et des Pays Bas concedié un emprésti- to de 25 millones de délares a la empresa Paz de Rio, empezaron a llegar al sitio de Belencito. Practicamente, ellos iniciaron la ciudad y ellos han puesto ese sello ex6tico al sector que ocupan en la actualidad, y que es casi la mitad del perimetro urbano. Alli no se oye una palabra de caste- Ilano. Alli hay un restaurante francés en el que por dos pesos se consu- men buenos platos franceses, y en el cual puede leerse, en francés, un aviso que dice, para que lo sepan nacionales y extranjeros: “las personas encargadas del servicio hacen todo lo posible por complacer a la mayo- ria. Aqui las obligaciones de los clientes son las mismas que en cualquier restaurante de Francia”. Los franceses de Belencito no han retrocedido con el cambio ni un mili- metro en su personalidad. Han aprendido espaiiol, para entenderse con los colombianos que no sc han tomado la molestia de aprender francés, pero dentro de su barrio viven enteramente como vivirian en Francia. Toman vino y Icen, junto al hogar crepitante, periddico de Paris con informaciones y comentarios de la politica francesa. La paz de Indochi- na fue recibida en Belencito lo mismo que en cualquier poblado de la provincia francesa. El 14 de julio, desde hace cinco aiios, se celebra en las calles de esa ciudad colombiana como en las calles de cualquier ciudad de Francia. “Como catélicos son ejemplares”, dice el Padre Abella, cl alto, moreno y vigoroso cura parroquial que se ha visto preci- sado a ¢jercitar su francés para entenderse adecuadamente con sus nucvos ¢ insdlitos feligreses. Igual cosa ha hecho el maestro de la escuc- la, un cordial boyacense que dicta clases en su idioma a un turbulento grupo de chiquillos franceses. gEsto es Colombia? a Por lo inesperada, por su tremenda actividad, por la manera de estar po- niendo en practica un pensamiento en grande que sdlo fue posible rea- lizar por terquedad, Belencito no parece una ciudad colombiana. No Francia en Boyaca hay alli nada comun a las otras ciudades nuestras, salvo los invariables letreros en los cuartos sanitarios: “Abajo los godos”, “Abajo los bandole- ros liberales”, Por lo demas -en una ciudad donde no hay tiempo para hablar de politica- Belencito parece una poblacién extranjera, con ese casino automatico donde se sirven mil almuerzos en dos horas, con estricta eficiencia, y ese monstruoso alto horno que dentro de cinco dias empezara a producir 120.000 toneladas de hierro y acero. Todo esto empezé en 1942 cuando el ingeniero Olimpo Gallo se pre- senté al Instituto de Fomento Industrial con la noticia, vieja pero sdlo entonces perfectamente comprobada, de que en Paz de Rio a todo lo largo y ancho de la desmesurada hacienda de los Archilas en Boyaca, habia yacimientos de hierro lo suficientemente ricos como para montar una de las plantas sidertirgicas mas importantes del mundo. Antes, en 1988, la Asamblea de Boyacé lo habia dicho, sin que se le prestara mucha atenci6n: aparte “el Gobierno procedera a realizar, a la mayor brevedad, por conducto de una comisién de ingenieros especializados en el ramo de minas, la localizacién, estudios geolégicos y petrograficos y demas trabajos de orden técnico de las minas de hierro y sus derivados, cuyo filén principal arranca en la quebrada de Cosgua, en el municipio de Betéitiva, sigue por las veredas de Colacote, Soabaga, Salitre, Dibaria y Chitacogo, en el municipio de Paz de Rio, y va a morir en jurisdiccion de Sativasur, en este departamento”. Sélo en 1945 el gobierno del doctor Alberto Lleras Camargo tom6é una medida efectiva: autoriz6 la emisi6n de bonos nacionales por valor de 10 millones de pesos destina- dos a los estudios preparatorios de Paz de Rio. A golpes de terquedad Sin embargo, durante los anos siguientes se hablé con frecuencia de la empresa sidertirgica de Paz de Rio como de una hermosa locura. Todo el mundo pensaba mas en la politica que en Ja industria. El primer comité de financiacién, nombrado por el primer gerente de la empresa —que sigue siéndolo en la actualidad- doctor Alberto Jaramillo Ferro, present6 al Gobierno un plan definitivo que el congreso no pudo apro- bar, sencillamente, porque el congreso fue clausurado. Hubo que apro- bar el plan por medio de un decreto ejecutivo, y el doctor Jaramillo Ferro, que no estaba esperando otra cosa, calculé que el proyecto tarda- ria 40 aiios en realizarse sino se tomaba una medida heroica. “Esto no hay que pensarlo dos veces”, dijo, con una frase habitual en él, y con base en el plan aprobado consiguié una financiacién externa para cons- truir en cuatro anos una planta sidertirgica que parecia un cuento chino. Y un cuento chino de nunca acabar. Desde entonces el simpatico y fabulosamente activo gerente de Paz de Rio no ha tenido ni un minuto de vacaciones. En las tiltimas semanas ha volado hasta tres veces al dia de Bogota a Belencito, en el nuevo y confortable DC-3, de propiedad de la empresa, que hace viajes de 300 kilémetros en 45 minutos y, sin embar- go, por la manera de estar siempre a disposicién del doctor Jaramillo Ferro, parece su automévil particular. 26, paso de conga Al mismo ritmo con que trabaja el gerente se ha construido la planta sidertirgica que dentro de cinco dias sera inaugurada por el presidente de la reptblica, con asistencia de 2000 invitados. Instalaciones que debian de construirse en 40 afos, han sido construidas en ocho. Y una ciudad como Belencito, que normalmente habria tardado 50 anos en formarse, esta siendo terminada a la carrera por pintores de brocha gorda, armados de las brochas mas gordas que puedan imaginarse; gigantescos hisopos de cerda humedecidos en gigantescos toneles de pintura, con los cuales se pinta en dos dias un edificio de 50 metros de altura. En mediodia se pavimenta una calle, se construye una valla de cemento y crece un Arbol a dos metros de altura. Es el ritmo natural de una ciudad que producird 500 toneladas de hierro todos los dias. Los rastros de la desesperacion Hasta ahora, con 300 millones de pesos invertidos, Paz de Rio no ha pro- ducido un alfiler. Apenas est4 culminando el proceso de montaje. Con la cantidad de madera que hay tirada en los alrededores, y que son los restos de cajas en que los equipos han yenido de Francia, aleanzarfa para construir una ciudad tan grande como Belencito. La alucinante veloci- dad con que se ha trabajado, el volumen de los equipos movilizados, han dejado una engafiosa huella que no parece el resultado de una enorme construccién, sino que los destrozos de una catastrofe. Alli apenas si ha alcanzado el tiempo para montar esa planta de fuerza que gencra 25.000 kilovatios y que meticron dentro de un monstruoso edifi- cio de ladrillos con ventanas de 20 metros de altura, 200 expertos mexi- canos que después del trabajo cantan en Belencito canciones de Jorge Negrete y comen salsa picante pura, como si fuera agua aromiatica. __ El gran gigante Cualquicra se pregunta qué hacen 7000 personas, dos ferrocarriles, ochocientos vehiculos y un gerente que tal vez es la persona que mayor cantidad veces viaja en avi6n durante el dia, en torno a una cosa fabulo- samente grande y compleja que, sin embargo, vista en Belencito, dentro de la complicada organizacion de la ciudad, resulta pequeiia y simple: el alto horno. En dos palabras, un alto horno no es otra cosa que una com- pleja caldera de la cual pueden salir diariamente 500 toneladas de hierro. Tanto se ha hablado de ella, que lo tinico que falta es que se le BeoribatintsosmasDentrotdesl bdlineteescaremcsttettencate este tictetrcasy fotografiado del pais. Porque hasta ahora, lo mas importante que se ve en Belencito —por encima de la desesperada actividad, por encima de los fantasticos yacimientos de Paz de Rio- es el alto horno, que parece una interplanetaria catedral de acero y que, sin embargo, tiene nombre de mujer: “Elena”. Ese es el nombre de la bella y cordial esposa del gerente de Paz de Rio, en homenaje a quien se ha bautizado el primer alto horno montado en el pais. Del buey a la locomotora El monstruo mas costoso y apreciable de la gigantesca instalacion, sera acaso lo menos visible en el futuro. Hace cuatro dias fue encendido por primera vez y posiblemente no vuelva a apagarse en los préximos cin- itantes se acostumbraran a ver en él, simplemente, una tremenda edificaci6n metalica con una temperatura infernal, dentro de una ciudad que tiene un clima ideal de 15 grados. Pero sera la fuente de toda clase de artefactos férreos que viajaran por todo el pais, por todo el mundo, tal vez en camiones amarillos —como los que ahora circulan apresuradamente por las calles de Belencito- con un sello estampado: “Empresa Sidertirgica de Paz de Rio S.A.”. cuenta anos. Los Antes de producir un clavo, ya la actividad de esa empresa ha empezado a influir en la economia. En Sogamoso, que es la poblacién mas cerca a Belencito, una habitacion para una sola persona, que hace pocos aiios valia sicte pesos mensuales, cuesta cincuenta en la actualidad. En esa proporcién esta subiendo el costo de la vida en Sogamoso, en cuya plaza principal se ha vendido siempre ganado Ilanero y productos agricolas y acaso sea, dentro de pocos afios, un gran mercado de cosas de hierro y acero, desde alfileres hasta locomotoras. Gabriel Garcia Marquez, 1954 Tomado de El Espectador. PazdelRio

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