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El pajarito
Uno de los platillos predilectos del presidente francés François Miterrand era un
pajarito de nombre bruant ortolan, cuya traducción al español podría ser “escribano
hortelano”. El pajarito se come completo y de un solo bocado, con alas, patas, pico
y crujientes huesecillos, y además hay que comerlo ceremoniosamente, como lo
hacían los emperadores romanos, cubriéndose el rostro con una servilleta blanca.
Que el pajarito se coma de un solo bocado es un procedimiento ligado a sus
dimensiones pero también, me parece, a la forma tumultuosa de su nombre: al
pronunciar bruant ortolan se experimenta la sensación de que ya se tiene este
delicado manjar en la boca. La cocina francesa se ha distinguido siempre por la
forma en que saquea el cuerpo de los animales, todo aquello que antes palpitaba
va a dar a los platillos, no queda un órgano sin pasar por el horno o la sartén.
Precisamente la grandiosidad de la cocina francesa está basada en que esa
rapacidad con que se aprovecha al animal da como resultado un platillo sumamente
delicado. Porque hacer platillos delicados con una pechuga de pollo o con una
mezcla de yerbabuena, almizcle y tomillo, tiene menos mérito que hacerlo con el
cartílago de la pezuña del puerco o con uno de sus testículos. Pero no obstante la
rapacidad de los cocineros franceses, por cierto muy conocida y celebrada, hay
ahora una discusión nacional alrededor del escribano hortelano, ese pajarito del
tamaño de un canario que el presidente Miterrand tenía entre sus manjares
predilectos. El ecologismo francés está en pie de guerra porque el escribano
hortelano, a diferencia de los pollos, los patos y las codornices, es un ave canora,
un pajarito cantor y, de acuerdo con el canon del depredador occidental, matar
pajaritos que canten es un acto criminal porque además del pájaro se mata al artista
que canta. El tema es discutible, pero lo cierto es que en Francia está prohibido
cazar escribanos hortelanos desde 1999, y se le considera especie protegida desde
1979. ¿Por qué si este pajarito es especie protegida desde 1979 tardaron veinte
años en prohibir, y penalizar, su cacería? Echando un rápido vistazo a la biografía
de François Miterrand podemos tener una idea aproximada de la razón que paralizó
durante tantos años la prohibición: Miterrand fue presidente de Francia de 1981 a
1995. De todas formas es curioso que los pájaros comestibles sean solo los mudos,
o más bien los desentonados que, en lugar de cantar melodías, dicen pío pío o cuá
cuá. También influye, en el caso del escribano hortelano, que según los datos que
aportan los ecologistas se trata de un ave en proceso de extinción, aunque los
entusiastas del sofisticado platillo aseguran que, de acuerdo con un estudio que
hicieron científicos canadienses, quedan millones de escribanos y su especie está
muy lejos de la extinción. Se trata de un ave migratoria que viaja todos los años del
norte de Europa a África y que, desde la época del Imperio Romano, hace una
escala imprudente en el sur de Francia donde, a pesar de la prohibición vigente
desde 1999, siguen cazándolo para comerlo en familia, de manera doméstica pero
siempre respetando el ritual de cubrirse la cara con una servilleta blanca. La forma
de cazarlo es de caricatura, se pone una trampa en el suelo, unas migajas de pan
a la sombra de una caja sostenida por un palito del que, por medio de un hilo, tira el
cazador en cuanto el escribano hortelano se mete debajo de la caja. Cazarlo con
rifle de postas, o de diábolos, pondría en riesgo la dentadura del comensal. Esto
sucede en Las landas, una zona en el sur de Francia, del lado del Atlántico, que
está cubierta por un curioso bosque cuyos pinos están ordenados simétricamente,
en filas uno tras otro, según el orden que dispusieron, en su tiempo, los ingenieros
agrónomos de Napoleón. En ese bosque se sigue cazando el preciado pajarito y es
probable que pronto al restaurante Les prés d’Eugénie, que tiene tres estrellas
Michelin, le concedan el permiso de incluir, un día al año, al escribano hortelano en
su menú. Hoy un pajarito de estos, cazado furtivamente, vale alrededor de 150
Euros (2,600 Pesos). El chef de este restaurante, Michel Guérard, sostiene que
permitir que desaparezca este platillo es un atentado contra el ADN de la cocina
francesa. Dice Guérard del pajarito: “Es un ave absolutamente deliciosa. Está
envuelto en grasa y tiene un sutil sabor a avellana. Comerse la carne, la grasa y los
huesecillos calientes de un solo bocado es como viajar a otra dimensión”. Una vez
atrapado en la caja se le encierra 21 días en una jaula oscura, se le alimenta con
grandes cantidades de mijo y uva y, cuando ha logrado triplicar su nivel de grasa,
se ahoga en un vaso de armagnac y luego se asa. El pajarito se come al final de la
comida, como un bombón, con la cara cubierta con la servilleta blanca para disfrutar
plenamente de sus aromas, aunque los ecologistas dicen que se cubren la cara
para esconder, a los ojos de Dios, ese vicio inmundo.
Los apostadores
Las casas de apuestas son uno de esos negocios que, desde que hay internet, han
experimentado una revolución. La costumbre de apostar se ha vuelto una actividad,
digamos, transparente; ya no hay que esconderse bajo un sombrero y una
gabardina para ir, a un sórdido ventanuco, a apostar por un caballo, por un boxeador
o por un equipo de futbol. Ahora la apuesta se hace en la pantalla de la computadora
y, aunque sigue habiendo dinero de por medio, la actividad ha perdido su aura
nefasta y ha ganado respetabilidad social. Hace unos años apostaban los
malvivientes (que luego son los que mejor viven), en unos tugurios que estaban
invariablemente al lado de un bar, apostaba la gente que buscaba enriquecerse de
golpe sin dar golpe. Pero hoy apostar, en el terreno de las apariencias, es una
actividad tan inocente como hacer sudokus o jugar al FIFA. Las casas de apuestas
que operan on-line no solo han limpiado su aspecto, también empiezan a convertirse
en el barómetro de la sociedad. Voy a poner un ejemplo de esto que es, sin duda,
un preview del mundo que viene: una semana antes de que se celebrara el
referéndum para averiguar si los escoceses querían, o no, independizarse, una casa
de apuestas inglesa puso entre sus opciones, entre los partidos de futbol y los de
cricket, la de apostar sobre el resultado del referéndum. La respuesta de los
apostadores fue masiva, tanto, declaró el director del negocio, como si se tratara de
las apuestas que suele haber alrededor de un partido importante de la Champions
League. Esto ya es un descubrimiento que nos ofrecen las casas de apuestas: que
a lo hora de jugarse el dinero, vale tanto el futbol como una justa política, en este
caso el referéndum. La votación de los escoceses fue un jueves, el día anterior
todas las empresas que hacen encuestas en Inglaterra publicaron sus conclusiones:
la votación se inclina ligeramente hacia el “no a la independencia”, pero puede pasar
cualquier cosa, anunciaron ese miércoles, en la víspera de la votación. Sin embargo,
la casa de apuestas que incluyó el referéndum entre sus productos, tenía datos
firmes de que ganaría el “no a la independencia”, con un margen tan claro que desde
el martes, dos días antes de la votación, ya pagaba dinero a quienes habían
apostado por el “no”. Ese día las casas de apuestas invadieron el terreno de las
empresas que hacen encuestas, y demostraron que una cosa es lo le dice una
persona a un encuestador que le pregunta por algo específico (¿quiere que Escocia
sea un país independiente?), y otra la que dice cuando invierte su dinero.
Imaginemos lo que este instrumento, que ha aparecido de pronto, va a significar
para los políticos, la repercusión que puede tener en unas elecciones. A esto me
refería con aquello del preview del mundo que viene. Las encuestas a pie de urna,
el famoso exit poll, parece ya una herramienta inocente si se le compara con el
resultado que proveen los apostadores, que se conoce cuarenta y ocho horas antes
de que se abran las urnas. En esa misma línea de llevar las apuestas hacia cualquier
territorio, la casa Ladbrokes invita a sus clientes a apostar, por ejemplo, por quién
se llevará este año el Premio Nobel de literatura. Desde luego que se trata de un
caso distinto, el referéndum escocés era una votación popular y por el premio Nobel
vota un cenáculo de académicos, es decir, que las preferencias del pueblo no
influyen en el resultado. De acuerdo con las preferencias del público lector en
general, el ganador del Premio Nobel este año será Haruki Murakami (cosa que no
entiendo) seguido muy de cerca por Ngugi Wa Thiog’o (escritor al que no he leído).
Más abajo (voy a concentrarme en los que un lector occidental, más o menos
enterado, pueda identificar) vienen Joyce Carol Oates, Milan Kundera, Philip Roth,
Thomas Pynchon, Umberto Eco, Margaret Atwood, Don DeLillo, Amos Oz, Antonio
Lobo Antunes, Richard Ford, Salman Rushdie, Cormac McCarthy, Javier Marías,
Bob Dylan y Peter Handke. Los momios para Murakami están 5/1 y para Handke
50/1. Pero también puede apostarse por “La persona del año”, que va a elegir este
2014 la revista Time; esta lista la encabeza Putin, con unos momios de 3/1, y lo
siguen Angela Merkel y Angelina Joli, y hay rarezas bastante bien posicionadas
como “la copa del mundo”, “la selección de futbol de Estados Unidos” y “Twitter y
los tuiteros”. Para los Oscars la lista la encabeza la película Boyhood, seguida por
Birdman y por Gone Girl; como mejor actor está, en el primer lugar, Michael Keaton
(Birdman), y Julianne Moore como mejor actriz. Se antoja pensar que los
productores de cine atienden las tendencias de las apuestas y que, probablemente,
deben tener un departamento dedicado a monitorearlas y que, a lo mejor, hasta
invierten apostando por sus propias películas para que queden en un mejor lugar.
Así como se antoja vaticinar que, después de la experiencia escocesa, los políticos
que pujan por gobernar, tendrán un gabinete de apuestas que les señale el camino.
El fichaje
Rodrigo Grau, empresario catalán dedicado a vender latas de conservas, había
intentado varias veces, sin éxito, invertir en la Liga española de futbol. Primero había
querido poner el logotipo de su empresa en la camiseta de un equipo, y cuando ya
tenía apalabrado el precio con la junta directiva, el proyecto se filtro a la prensa
deportiva y los aficionados de aquel club montaron un escándalo, de tales
dimensiones, que la junta tuvo que cancelarlo, y quedarse con la marca de cerveza
que hasta entonces lo patrocinaba, aunque cobraran la mitad de lo que ofrecía el
dueño de las conservas. Lo mismo pasó con otro equipo que iba a llevar el logotipo
en la cara posterior de los shorts, un lugar que no hacía feliz al señor Grau pero que
significaba, de manera inequívoca, el ingreso de su negocio a la liga de futbol, que
era su máxima ambición. “¿Para qué quiero tanto dinero si no puedo invertirlo en lo
que de verdad me apasiona?”, decía a sus amigos cada vez que salían a la
conversación esos proyectos fallidos. Quería invertir en la liga y, aunque era
barcelonista de toda la vida, le daba lo mismo el equipo que aceptara su dinero, a
cambio de ponerse el logotipo de su empresa en la camiseta. Su empresa se
llamaba entonces El capitán (hoy se llama Conservas Grau), y el logotipo era un
capitán de barco, de gorra, barba y pipa, diseñado con gruesos, y estilizados, trazos
azules. Era la marca de conservas más famosa de la península, Grau se jactaba de
que en cada hogar español había siempre una o varias latas de su empresa, y tenía
razón porque su negocio distribuía masivamente en supermercados y tiendas de
barrio, latas de atún, de almejas, de anchoas y berberechos, de calamares,
mejillones y navajas, de pulpo, sardinas, sardinillas y zamburiñas, de todo lo que
podía enlatarse vendía mucho el señor Grau.
El yo
Hace unos días, en una hermosa playa californiana, me detuve a contemplar la
puesta de sol. El espectáculo era fastuoso. El sol desaparecía detrás de una
montaña envuelto en un estridente resplandor rojo y anaranjado. Conmovido por
aquel espectáculo, busqué la complicidad de mis congéneres, de las personas que
compartían conmigo, de manera estrictamente accidental, aquel momento glorioso
que nos regalaba la naturaleza, y lo que vi me dejó helado: todos, sin excepción, le
daban la espalda al sol, lo veían en la pantalla de sus teléfonos mientras se hacían
un selfie. Había quien se hacía la foto en solitario, o el selfie de pareja: las dos caras
y al fondo la puesta de sol. Pero también había selfies grupales de cuatro o cinco
caras en los que la puesta de sol, que era presumiblemente el motivo de la
fotografía, ya ni se veía. El fenómeno era bochornoso pero sumamente ilustrativo:
una vez hecho el selfie, la gente en esa playa seguía de espaldas al sol,
comprobando en la pantalla de sus teléfonos la calidad del autorretrato que
acababan de hacerse, y subiéndolo inmediatamente a Instagram, o a Twitter o a
Facebook. Lo importante ya no es registrar el momento en una foto, como se hacía
en el siglo XX, sino quedar registrados como la parte estelar de ese momento,
decirle al grupo que nos sigue en la red social: estoy aquí. O para ser más precisos:
estoy aquí, y tu no. Frente a este panorama el hombre, casi siempre japonés, que
no paraba de hacer fotografías en los sitios turísticos y que tanta gracia nos hacía,
queda como un verdadero romántico. Queda como un ingenuo que se creía que las
fotos servían para fijar un recuerdo, y no para exaltar, con descaro y a mansalva, el
yo.
El penalti
Cuando era un niño vivía en un edificio donde también vivían tres futbolistas, que
fueron muy famosos en su época y que hoy, como el futbol es un deporte cuyas
estrellas se renuevan continuamente y a gran velocidad, ya no recuerda ni Google.
La obra de los futbolistas queda en la memoria de quienes los vieron hacer un gesto
inolvidable o, desde finales del siglo XX, en Youtube, de manera que, esos tres
futbolistas que eran mis vecinos, por haber jugado en una era en la que no había
internet, sobreviven exclusivamente en la memoria de quienes los vimos jugar. Uno
era Dante Juárez, el “morocho”, un crack argentino que jugó en el Necaxa a finales
de los años cincuenta y principios de los sesenta, según mis cálculos pues, como
he dicho, no ha quedado rastro suyo en internet, aunque si queda el de su hijo, que
se llama igual y que jugó en la Universidad de Nuevo León, y además fue mi
compañero de gamberradas infantiles durante aquellos años. El morocho contaba
con la medalla de haber derrotado 4 a 3, al Santos de Pelé, en 1961, y este resultado
glorioso produjo una fotografía que los Juárez habían ampliado al tamaño de un
poster y colgado en un lugar prominente de la sala. En esa fotografía, que a mí me
parecía el no va más del prestigio, aparecían, en plano rigurosamente americano,
abrazados y muy sonrientes, Dante Juárez y el rey Pelé. El otro futbolista era Juan
Rodríguez Vega, un astro de la selección chilena que había llegado a México,
fichado por el Atlético Español, y se había instalado a vivir, por pura mímesis
futbolística, en el edificio donde vivía su colega Dante Juárez. Juan Rodríguez tenía
una esposa que se llamaba Gina, y dos hijos, Juanito que era nuestro amigo y
Claudia, su hermana, que estaba como un tren. Juan tenía también un automóvil
Camaro azul cobalto que nos arrancaba tantos suspiros como su hija Claudia. Así
vivíamos, suspirando entre Claudia y el Camaro azul. Después de Juan Rodríguez
llegó otro seleccionado chileno, el defensa central Alberto Quintano, que hizo
durante seis años una efectiva mancuerna con el Kalimán Guzmán, en el equipo
Cruz Azul. Los tres futbolistas que había en el edificio, dos en activo y una leyenda
retirada, ejercían un importante magnetismo sobre otros futbolistas. Cada vez que
Gina, la mujer de Rodríguez Vega, organizaba una cena con los colegas de su
marido, nos avisaba quién venía y nos permitía un momento de fisgoneo. Así vimos
a Carlos Reinoso, otro crack chileno, en el momento en que presentaba a sus
amigos a Verónica Castro, su nueva novia, y también vimos al Rey Pelé, por fin en
persona después de contemplarlo tanto tiempo en la foto de los Juárez, comiendo
unos canelones que había preparado Gina para la cena.
(Publicado en Milenio)
(Publicado en Milenio)
Más adelante el poeta Gorchakov conversa consigo mismo, y por momentos con
una niña, dentro de una casa en ruinas que presenta una severa inundación. La
nostalgia de Rusia, y de su mujer y su hija que lo invade, lo lleva a paliar ese humor
triste con el remedio ruso por excelencia: beberse una botella de vodka.
Llegados a este punto, con el poeta bebiéndose en solitario una botella de vodka,
hay que recurrir al libro Limónov (Anagrama, 2013), del escritor francés Emmanuel
Carrère, donde se nos ilustra, mientras se nos cuenta la biografía del escritor que
da título al libro, sobre la manera que tiene el alma rusa de abordar el Vodka.
Limónov es un escritor, y activista ruso, autor de una famosa novela, de éxito
contundente en Francia, titulada El poeta ruso prefiere a los negrazos.
“Todos los hombres de valía rusos beben como esponjas”, sostenía el poeta
Vénichka Yeroféiev, que es el autor del gran poema de las borracheras rusas
titulado Moscú-Petushkí (que en francés se tradujo como Moscou-sur-Vodka), que
es la ruta que cubre mientras va bebiendo alcohol a mansalva, en una suerte muy
rusa que se denomina zapói. Resulta que, de acuerdo con este poeta, y con
Limónov y Carrère, la forma de beber que tenemos los occidentales es de una
tibieza atroz porque el zapói, esa modalidad que el buen ruso practica con
frecuencia, consiste en beber hasta perder la conciencia y más allá, es decir, hasta
aparecer en un sitio, a decenas de kilómetros de donde se destapó la primera
botella, y no saber dónde está uno ni cómo ha llegado hasta ahí. El zapói, como
puede verse, es una borrachera extrema que, desde luego, no puede obtenerse
solo con vodka, pues necesita de mezclas y añadidos que diluyan, de verdad, la
conciencia. El poeta Yeroféiv consigna en su poema Moscú-Petushkí, una de las
bebidas que preparó para disfrutar de un zapói de buen nivel; un coctel, por llamarlo
de algún modo, de nombre “lágrima de Komsomol: cerveza, white spirit (un solvente
industrial), gaseosa y desodorante para los pies.
(Publicado en Milenio)
This entry was posted in Uncategorized on June 12, 2014.
l tiempo de calidad
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El tiempo de calidad es un concepto muy cómodo para la gente que está siempre
ocupada en la oficina, o mirando compulsivamente la pantalla de su teléfono, o
jugando Angry birds en su tableta. El adulto con hijos se enfrenta a la disyuntiva de
elegir entre atender sus múltiples ocupaciones o hacer caso a los niños que
reclaman su atención. Valen más cuarenta minutos de completa entrega a tus hijos,
que varias horas de convivencia parcial; tal es la teoría del tiempo de calidad, que
resulta muy conveniente para paliar la culpabilidad que aguijonea a los padres
ocupados.
Desde luego que hay padres con empleos tiránicos que apenas pueden estar con
sus hijos, pero hay que aceptar que la mayoría de los que optan por la calidad, bien
podrían ofrecer cantidad, que es lo que de verdad importa.
La calidad puede proveerla una buena canguro, pero para saber de dónde viene,
quién es y qué es lo que le espera cuando sea mayor, el niño necesita estar una
buena cantidad de tiempo con sus padres, tiene que verlos de buen talante o
malhumorados, contemplarlos desnudos, en chándal o en frac y mirar cómo se
llevan la comida a la boca, cómo hacen el tonto y cómo se carcajean, porque todo
ese repertorio que despliegan los padres a lo largo de los años, es el guión de la
obra que el niño representará cuando sea mayor, y si no ha observado a sus padres
una buena cantidad de tiempo ¿cómo va a saber de dónde le viene ese ruidoso
cloqueo cuando se ríe, o esa manía de rascarse el sobaco izquierdo cuando se pone
nervioso?
@jsolerescritor
(Publicado en El país)
Daniel Sada murió hace dos años y dejó una de las obras más importantes de la
literatura en español. Basta asomarse a las páginas de “Porque parece mentira la
verdad nunca se sabe” (Tusquets, 1999), esa novela espesa y asombrosa, para
percibir la fuerza arrebatadora de su escritura, su inconcebible oído que producía
novelas dodecafónicas. Pero ese mismo oído lo aplicaba a su poesía que, siguiendo
con la idea de lo dodecafónico, era también atonal y, por tanto, distinta, rara,
siempre sugerente. Quiero decir que en cada poema, que se nos presenta como un
pentagrama sin jerarquías, a lo Schönberg, aparece un ramalazo que nos dispara
la imaginación en múltiples direcciones. De su fastuoso poemario Aquí (FCE, 2007),
he elegido estos severos ramalazos, que debería uno apuntarse en la palma de la
mano para tenerlos siempre presentes: “La verdad es redonda, pero está muy
distante”. “Querrá observar el rumbo del tornado ¿sí o no?: su contoneo burlón, su
orla marimoña”. Al parecer citando a un rey de Armenia, Sada propone: “el secreto
para obtener las cosas es despreciarlas”. “Flores como ideas. Darlas. Olvidarlas”.
“Lo pazguato que esconde verdades implacables”. “Mi vida habrá de ser desecho
pertinaz”. “Enorme casa en ruinas, el punto de partida”. “Tiene el hartazgo un
desnivel, que apuntala y trastoca a la necesidad”. “Nada está por demás y todo es
mucho menos”. “Será caos que se anegue a mis espaldas”. Y esta última que he
elegido para empezar estas líneas: “A veces finges ser conchuda y guitarrona”, título
de un poema que más abajo, en uno de sus versos, abre la siguiente puerta: “se
finge guitarrona, conchuda como concha que nadie abre”. Ahí está ese misterio que
nunca podremos revelar del todo, en la perla que oculta esa concha, y en el brumoso
significado del calificativo guitarrona, que podría aplicarse, grosso modo, a una
mujer cuyas formas recuerden una guitarra, o cuya actitud, pasiva mientras no se le
toque, recuerde a la inmovilidad de las guitarras, o más bien guitarronas, que han
de ser más toscas o más anchas, o más hoscas, que las guitarras normales.
(Publicado en Milenio)
Antes de estudiar el mapa de la ciudad en la que estoy, me doy una vuelta por el
cuadrante, incluso cuando no entiendo la lengua que se habla en el país, como me
ha pasado en Alemania, en Bulgaria, en Israel o en la parte flamenca de Bélgica,
sitios en los que, a pesar de no entender ni una palabra de lo que dicen los locutores,
me queda una idea muy precisa de la forma en que ese país suena. A través de la
radio puede uno conectarse a la ciudad en la que está, su diversidad de estaciones
es como una red por la que puede uno desplazarse, de un lado a otro y de arriba
abajo, tantas veces como sea necesario.
Cuando era niño tenía un radio que escuchaba todo el día, oía música y series
dramatizadas como La garra de acero, La tremenda corte o Porfirio Cadena; pero
lo que más me gustaba era oírla en la madrugada, en la frecuencia de Onda Corta,
porque a esas horas llegaban, como por arte de magia hasta mi cama en el DF,
programas de Inglaterra, de Rusia y de Italia, o de algún pueblo de Estados Unidos.
Supongo que por culpa de aquellos viajes nocturnos de mi infancia, es que la radio
me sirve de brújula cada vez que duermo en una ciudad que no es la mía.
Oír una sola estación equivale a no salir de tu barrio, hay que recorrer el cuadrante
cuando menos una vez al día para palpar la pluralidad de la ciudad en que uno vive,
porque de otra forma se experimenta una realidad editada a la medida de nuestro
gusto y eso es siempre una limitación. Por ejemplo en Barcelona, la ciudad en la
que vivo, mis hijos oyen tres estaciones de radio (Flaix FM, Flaixback y RAC 105),
las tres son de música pop contemporánea y los locutores de las tres hablan en
catalán. La Barcelona de mis hijos, y la de la mayoría de sus amigos, suena a pop
y a catalán; pero si se da esa vuelta por el cuadrante que recomiendo, se descubrirá
una Barcelona tremendamente mestiza, con estaciones de salsa y de flamenco, de
tertulias políticas y de economía, y de predicadores cristianos y de folklore verbal
latinoamericano.
Este panorama muy completo que nos ofrece la radio de una ciudad, ha venido a
ensancharse con las posibilidades que, en este territorio, tenemos en la Red.
Digamos que el proceso se ha vuelto redondo, ahora podemos viajar, como
siempre, con un radio para descubrir cómo suena una ciudad, y también descubrir
el sonido de otras ciudades del mundo sin salir de nuestro cuarto. El proceso es
distinto, desde luego, en el radio te deslizas de estación en estación y en internet
has de hacerlo a brincos, brincas de una estación de los Ángeles a otra de
Ámsterdam.
A estas alturas debo decir que en internet prefiero las estaciones de radio que
emiten desde una ciudad y que además montan su frecuencia en la red, porque en
estas se transparenta la trama urbana que las sostiene, cosa que no suele pasar
con esas que solo transmiten por internet, que emiten directamente al ciberespacio
sin contubernios con la materia terrestre. Después de mucho brincar por la Red, me
he quedado con unas cuantas estaciones que oigo, en distintas proporciones, todos
los días. En la mañana muy temprano, mientras hago café, oigo FIP, una estación
ecléctica, típicamente parisina, donde absolutamente todo vale, es una mezcla
deliciosa de todos los géneros musicales, con un noticiario breve y universal que
pasa cada hora. Después voy oyendo Jazz FM91, que transmite desde Toronto una
competente programación nocturna que yo, por la diferencia horaria, oigo sobre la
diez de la mañana. O KCRW, desde Santa Mónica, California, con su sabrosa
selección de rock alternativo e independiente, que a veces adquiere una intensidad
tal que me obliga a brincar a Radio Ibero, que a esas horas suele estar
transmitiendo, desde la Ciudad de México, un nutritivo plasma de música nocturna,
que yo atravieso mientras me bebo el cuarto o quinto café. A la hora de la comida
establezco una franja irlandesa, oigo 2FM, una estación de rock con magníficos
locutores, y Na Gaeltachta, que transmite en Gaélico, esa hermosa lengua
autóctona de la que entiendo muy pocas palabras. En la tarde me reparto entre la
Nacional Clásica de Buenos Aires y la estupenda iCat, que transmite desde
Barcelona y que yo oía, hasta hace unos meses, por la radio normal, pero que ahora
ha sido confinada, por la crisis española, a Internet.
Cada vez que sintonizo con Toronto, París o Dublín, la Ciudad de México, Buenos
Aires o Santa Mónica, vuelvo a experimentar la misma ilusión que sentía de niño,
cuando viajaba por las estaciones que transmitían en Onda Corta, con el planeta
entero a mi disposición, que entraba por el radio que tenía pegado a la oreja.
@jsolerescritor
(Publicado en Milenio)
Contra la imagen del filósofo que promovió Platón, la del hombre austero y riguroso
que a favor de las ideas se deshace de las pulsiones del cuerpo, está la del filósofo
hedonista, como Aristipo, que hurga en la materia, en su cuerpo y en todas las
manifestaciones de la carnalidad, para fundamentar ahí su pensamiento. Aristipo
era un filósofo que vivía con barraganas, pindongas, pájaras y suripantas, y que
arrojaba en mitad de la taberna discursos de gran calado filosófico, y es justamente
aquí, en el momento en que la inteligencia de un hombre ha sido iluminada por el
alcohol, cuando pensé en los personajes de John Ford: Dutton Peabody, un
periodista permanentemente alcoholizado que interpreta Edmon O´Brian (The man
who shot Liberty Valance, 1962) y el Doctor Boone, un médico borrachín
interpretado por Thomas Mitchell (Stagecoach,1939). Estas películas son dos obras
capitales del Western pero, sobre todo, son obras maestras de la narrativa
cinematográfica, o mejor: son obras maestras y punto. Tanto Peabody, el periodista,
como el doctor Boone, pasan toda la película, cada uno en la suya, buscando una
barra donde les sirvan un trago, o echando mano de un botellín. “El valor puede
comprarse en la taberna”, dice Peabody, mientras el doctor Boone roba muestras
del maletín de un vendedor de Whiskey que va con él en la diligencia. Estos dos
bebedores, que desde luego se meten en algún lío cuando se les pasan las copas,
son personajes llenos de valores, son leales, inteligentes, serviciales, íntegros y
sumamente apreciados por su entorno, a pesar de que andan siempre con media
estocada. Si John Ford hubiera rodado estas películas hoy, en esta época platónica,
tan poco afecta a la sabiduría carnal de Aristipo de Cirene, hubiera tenido que poner
al médico y al periodista a beber agua con gas, para que siguieran siendo
personajes ejemplares, porque de haberlos presentado hoy con ese desenfrenado
amor por la bebida, él y su guionista, para ir de acuerdo con la moral de esta época,
hubieran tenido que condenarlos al infierno del bebedor contemporáneo, donde el
alcohol no puede ir asociado ni a la lucidez ni a la inteligencia, ni a la lealtad ni a la
integridad, ni desde luego al final feliz, sino a la ruina física, familiar, social,
económica, y moral; a la debacle, al hundimiento y al desastre. Madre mía, voy a
servirme una copa.
@jsolerescritor
(Publicado en Reforma)
Los gobiernos de los países europeos tratan al inmigrante con una crueldad de la
que un día, por obra de ese escalofriante círculo mencionado más arriba, van a
arrepentirse. ¿Por qué se les trata de esa forma?, ¿porque no son de aquí? Si usted,
europeo de pura cepa, se pone a revisar a fondo su árbol genealógico, descubrirá
que sus parientes fundacionales eran una pareja de africanos.
@jsolerescritor
(Publicado en El país)
(Publicado en El país)
This entry was posted in Uncategorized on November 19, 2013.
SINDROME DE BETSABE
El Síndrome de Betsabé: La falla ética de líderes exitosos
Por el Dr. Sergio G. Matviuk
No somos ajenos a los casos de falla ética de los líderes. Los vemos en el liderazgo
gubernamental, en el liderazgo empresarial, en organizaciones sociales sin fines de
lucro y aún en organizaciones eclesiásticas. Algunos casos son tan burdos que nos
hacen preguntar, ¿en qué estaba pensando ese líder cuando cometió esa falla
ética?; ¿Será que el líder no se dio cuenta de lo que estaba haciendo, ó pensó que
nunca lo descubrirían o simplemente no le importó y dio rienda suelta a sus
deseos?; ¿Cuál es la razón de la falla ética en el liderazgo? O dicho en términos
más concretos: ¿Cuál es la razón de la falla ética que el líder comete a sabiendas?
Estas son algunas de las preguntas que quiero discutir en éste artículo. En el marco
de ésta discusión, definimos como falla ética a todas aquellas acciones que van
contra los preceptos bíblicos tales como el mentir, robar, encubrir, engañar, los
pecados de índole sexual y el abuso de poder, entre otros.
Los profesores Ludwig y Longenecker han discutido el tema de la falla ética de los
líderes exitosos analizando la falla moral del rey David descrita en 2 Samuel del
11:1 a 12:25. Esta porción del Antiguo Testamento narra el adulterio del David con
Betsabé, el embarazo resultante de la relación ilícita y el y el subsecuente asesinato
del Urías, esposo de Betsabé, para ocultar la culpa y la identidad del padre del niño
que ella llevaba en su vientre. Cabe destacar que aunque la falla ética de David tuvo
que ver con la inmoralidad sexual, el análisis de los profesores Ludwig y
Longenecker se aplica a todos los tipos de falla ética que mencioné en la
introducción de éste artículo.
En esta historia de la falla ética de David, fue el profeta Natán, quién basado en una
revelación divina, descubre el pecado. 2 Samuel 12:1-4 describe la conversación de
Natán con David. El profeta le presenta una parábola al rey y le pregunta que haría
él con un hombre rico que teniendo mucho ganado, quita la única corderita que tenía
un hombre pobre para darle de comer a un acompañante que venía con él, en vez
de tomar del mucho ganado que el hombre rico poseía. Como reacción a la historia
de Natán, David se enoja mucho por la injusticia narrada en la parábola y describe
el castigo que el hombre rico merecía. Natán entonces le dice a David que él era el
hombre rico de la parábola.
Ésta reacción de David, nos sugiere que: 1) Que el era capaz de discernir entre lo
bueno y lo malo, y 2) que David entendía que una acción injusta o ilegítima tendría
como consecuencia un castigo. Los profesores Ludwig y Longenecker concluyen
entonces que la falla ética de David no se debió a la falta principios o a ignorancia
sobre las consecuencias de sus acciones. Estos autores dicen que lo que la falla
moral de David se debió a la posición privilegiada de líder exitoso que él gozaba y
llaman a éste fenómeno el “Síndrome de Betsabé”. Ludwig y Longenecker agregan
que Síndrome de Betsabé es la razón de de la falla ética de muchos de los líderes
de hoy en día.
Un análisis del caso de falla ética de David nos ayuda a entender mejor el Síndrome
de Betsabé:
1- El éxito hizo que David perdiera el enfoque: David había logrado un éxito sin
precedentes en su liderazgo. Había ganado batallas y asegurando su reino.
Aparentemente, ese éxito lo llevó a dormirse en los laureles, a desenfocarse y
despreocuparse por su liderazgo. 2 Samuel 11:1 dice que el tiempo en que los reyes
salían a la guerra, David se quedó en Jerusalén en vez de esta con sus tropas. El
hecho de abandonar sus responsabilidades es lo que lo lleva, en un momento de
ocio y quizás aburrimiento, a pasear por el tejado y es allí cuando ve a Betsabé con
quién luego cae en adulterio (versículo 2).
El problema no fue que David delegó en el general Joab el comando de los ejércitos,
sino que ignoró lo que estaba pasando en el campo de batalla y abandonó sus
responsabilidades de liderazgo. La caída de David comenzó cuando el dejó de
hacer lo que como líder se suponía debía hacer. David se sintió satisfecho por sus
logros y se desenfocó.
El éxito puede llevar al líder a una posición de comodidad y a pensar que ya todo
está hecho y que ahora otros deben preocuparse por el trabajo y los resultados.
Cuando esto sucede, el éxito se convierte en el principio del fracaso del líder.
La caída de David nos enseña varios aspectos que hay que tener en cuenta en el
liderazgo para evitar ser presa del Síndrome de Betsabé:
1- El éxito en el liderazgo puede aislar al líder y hacerlo sentir que es superior a los
demás. Para evitar este problema, el líder debe asegurarse que, sin importar cuál
lejos haya llegado en su liderazgo, siempre debe haber alguien a quién dar cuentas
y él líder debe estar dispuesto a escuchar consejo y corrección si fuera necesario.
Un líder que no está sujeto a nadie, está siempre en riesgo de resbalar y fallar
éticamente.
2- No importa el nivel de éxito alcanzado o la habilidad para delegar que se tenga,
el líder sigue siendo el responsable último de la tarea y de su llamado, debe
mantenerse ocupado en sus tareas y no debe distraerse con otros asuntos. El
abandonar la responsabilidad puede resultar en la pérdida del enfoque apropiado
para cumplir con la misión. Perder de vista las responsabilidades lleva al líder a
ocupar su mente en otras cosas que a la larga lo pueden debilitarlo y alejarlo de
Dios quién lo llamó.
3- El acceso a los lugares de privilegio es una bendición que el líder debe usar para
hacer mejor la tarea y no para beneficio o entretenimiento propio. Estar en un lugar
privilegiado no significa que el líder puede olvidarse de Dios quién lo ha puesto en
ese lugar y no puede olvidarse del servicio, respeto y amor al prójimo que es el fin
último del liderazgo cristiano. La falla ética y moral se evita teniendo siempre
presente que el mandamiento más importante dice “Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande
mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
(Mateo 22:37-39). En un corazón, un alma y una mente devotos a Dios no hay lugar
para pensamientos inapropiados o malos.
4- El éxito en el liderazgo es fruto de la bendición de Dios, pero no es garantía de
comunión con Dios. Hay un riesgo muy grande cuando el líder se siente satisfecho
y orgulloso por los logros obtenidos y piensa que los resultados son por esfuerzo
propio en vez producto de la bendición de Dios. “Antes del quebrantamiento es la
soberbia, Y antes de la caída la altivez de espíritu”dice Proverbios 16:18. Por lo
tanto el líder cristiano debe buscar cultivar la humildad y dar reconocimiento a Dios
en todos sus caminos para evitar el orgullo, el cual abre la puerta a la falla ética.
En conclusión podemos decir que el “Síndrome de Betsabe” describe el problema
de la falla ética del liderazgo como un fenómeno de aislamiento, orgullo y separación
de Dios que sufren algunos líderes debido al éxito que han obtenido. La forma de
contrarrestar este peligro es entender que el liderazgo tiene que ver con el servicio
y no con el privilegio o el poder; y que el objetivo último del líder cristiano es amar y
servir a Dios y amar y servir al prójimo. No existe antídoto mas poderoso en contra
de la falla ética que el sericio a los dem’as y la humildad y el temor a Dios, quién es
la fuente del verdadero éxito del liderazgo cristiano.
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IGUALDAD
¿Qué Estados en México permiten que el apellido materno vaya antes que el
paterno?
Sólo tres Estados ofrecen la opción explícitamente en sus leyes, pero todos estarían
obligados a aceptar un cambio si los padres lo solicitan
En nuestra vida adulta tenemos que llenar tantas formas y formularios que ni
siquiera pensamos en el orden de nuestros apellidos. Primero el paterno y luego el
materno, así ha sido siempre, al menos en países como México en los que se
utilizan ambos. En los últimos años esta tradición se ha desafiado en algunos
Estados del país.
El más reciente sucedió a principios de julio pasado cuando una juez en Puebla falló
a favor de una madre soltera para que su hija llevara su apellido antes que el del
padre. “Esta decisión sienta un precedente para que otros padres puedan cambiar
el orden de los apellidos de sus hijos en otros Estados”, dice a Verne Vanessa
Roldán, abogada familiar del despacho Soluciones Jurídicas en la Ciudad de
México.
Las reglas de cómo debe registrarse una persona al nacer están en los códigos
civiles o familiares de cada Estado. El mapa de arriba muestra qué establece cada
uno sobre el orden de los apellidos.
Solo tres Estados le ofrecen a los padres una elección. En 2013, Yucatán se
convirtió en el primer Estado en reformar su código civil para establecer esta opción.
De acuerdo con un artículo del diario Milenio, el Registro Civil yucateco tomó la
decisión para cumplir con los acuerdos internacionales de México sobre equidad de
género. Para finales de mayo de este año, unos 17 niños habían sido registrados
con el apellido materno como el primero, informó el esa oficina a Milenio. Estado de
México aprobó una reforma similar en 2015 y Morelos lo hizo este año. Aunque el
código civil de Guanajuato impone el paterno como el primero, este autoriza una
variación en casos extraordinarios o cuando ambos padres son extranjeros.
Los códigos civiles o familiares en cinco Estados establecen que el primer apellido
deber ser el paterno. El resto tiene reglas más ambiguas: en los códigos de 10
Estados y la Ciudad de México no se especifica un orden, pero se menciona primero
el apellido paterno y luego el materno. “El orden de mención se interpreta como una
regla implícita que indica que el primer apellido debe ser el paterno”, comenta
Roldán. Todos los Estados incluyen excepciones para hijos nacidos de madres
solteras o que no son registrados por sus padres biológicos.
Todas estas restricciones, sin embargo, pueden ser desafiadas en los tribunales,
explica Roldán. “México ha firmado muchos tratados internacionales sobre
derechos humanos, que incluyen la igualdad de género, por lo que ninguna ley
puede establecer una imposición que vaya en contra de ellos”, dice. “La razón por
las que estos artículos han persistido es porque hay una aceptación tácita o una
costumbre de anteponer el apellido paterno. Si alguien solicita un orden distinto, los
Estados deben permitirlo porque ninguna ley está por encima de los tratados
internacionales, pero alguien debe solicitarlo, así es como suceden las reformas”.
América Aguilar, diputada local del Partido del Trabajo en Chihuahua, es uno de las
impulsoras de la iniciativa para aprobar una reforma similar a la de Yucatán y el
Estado de México en su Estado. “La finalidad es darle los mismos derechos a la
mujer como ciudadana que el hombre. Un orden como el que establece el código
civil actual violenta las garantías de igualdad”, comenta la congresista a Verne vía
telefónica.
La iniciativa fue presentada a finales del 2014, pero no ha avanzado en el Congreso
estatal. “Creo que mis compañeros no están listos para aprobar una iniciativa así”,
agrega Aguilar. “Las ideas conservadoras aún persisten en Chihuahua, pero espero
que conforme más personas soliciten este cambio, haya un cambio a nivel nacional”.
Esto también significaría un avance para los derechos de las parejas homosexuales,
dice Antonio Medina, escritor y Secretario de Diversidad Sexual del Partido de la
Revolución Democrática. Él y su esposo Jorge Cerpa adoptaron a su hijo Mateo en
2011. “Nuestra situación fue extraordinaria, después de que se desahogó todo lo
legal del proceso de adopción, el juez nos dio la opción de elegir el orden de
apellidos. En ese sentido, se podría decir que tuvimos una ventaja sobre las parejas
heterosexuales”, comenta a Verne vía telefónica. “Jorge y yo hicimos
combinaciones y elegimos la que sonaba mejor. Es algo muy bonito porque es una
decisión compartida”.