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Para muchos, la reencarnación pareciera ser una idea que pertenece a otras
religiones, particularmente a las de oriente, y no al judaísmo.
Para clarificar las enseñanzas del Zóhar, la persona puede dirigirse al libro Sháar
haguilgulim (El portal de las reencarnaciones) o al Séfer haguilgulim (El libro de las
reencarnaciones). Ambas obras son las enseñanzas del cabalista más grande de
los últimos 500 años, Rabí Itzjak Luria, más conocido por su acrónimo, Arizal,
cuyas enseñanzas son consideradas autoritativas.
Entonces sí, la reencarnación es una idea judía que tiene una extensa tradición.
Pero, ¿por qué este tema le resulta tan fascinante a la gente?
Y para otros no se trata sino de una fascinación general con los temas místicos,
categoría a la que seguramente pertenece la reencarnación. ¿Quién no quiere
creer que la vida es más que lo que podemos ver o sentir? ¿Quién no quiere creer
que podemos tener una segunda oportunidad —y quizás más de una— para
enmendar los errores pasados?
Lo primero que necesita saber una persona es que el judaísmo enseña que si bien
todos tenemos un alma única, cada alma está compuesta por cinco partes
(3): néfesh, rúaj, neshamá, jaiá y iejidá, cuyas traducciones burdas
serían respiro, espíritu, aliento, vida y unidad, nombres que no expresan mucho si
uno no los entiende bien. Lo que nos importa por ahora es saber que estas partes
representan el camino a la completitud espiritual, porque cada nivel provee
incrementalmente un mayor acceso a niveles superiores de capacidad espiritual.
De esta forma el usuario puede ver lo que le falta y tentarse a pagar por el resto
del programa. Una vez que lo hace y registra el programa, recibe permiso para
utilizar el resto de sus funciones.
Al nacer, todo individuo tiene los cinco niveles del alma. Debemos tenerlos si
vamos a estar recibiendo continuamente luz divina para seguir funcionando, ya
que los cinco niveles del alma nos conectan con la luz de Dios, la cual alimenta
nuestra alma y mantiene vivo a nuestro cuerpo (4). Si faltara un nivel del alma
significaría que se rompió la conexión entre la persona y su Fuente de Vida.
Incluso el Talmud declara que antes del nacimiento de un niño un ángel le enseña
toda la Torá; el único problema es que inmediatamente antes del nacimiento el
ángel hace que el niño olvide todo lo aprendido (Nidá 30b). Esto pareciera no
tener sentido, ¿verdad?
La verdad es que no. Hay una gran diferencia entre aprender algo nuevo y
recordar algo que ya hemos aprendido en el pasado. El Talmud nos dice que la
educación —al menos en lo referente a la Torá— es un proceso de traer a la
conciencia lo que ya existe en nuestra mente en un nivel subconsciente. El estudio
de Torá le da a una persona acceso a niveles más altos de entendimiento y, como
veremos más adelante, a niveles más altos del alma.
Al comienzo, para continuar con vida y funcionar, la persona sólo necesita el nivel
más bajo del alma (el néfesh). Un bebé necesita hacer muy poco fuera de comer y
beber, y para eso el néfesh es suficiente. De hecho, una persona podría, como
muchas hacen, vivir el resto de su vida sólo en el nivel del néfesh, a pesar de que
al hacerlo no experimentará mucha espiritualidad.
Dios no hizo al hombre a Su imagen sin tener un objetivo para ello (5). Lo hizo
para permitirle alcanzar grandes logros espirituales, para que se convierta en el
mejor ser humano que pueda ser y para que logre la realización máxima, tanto en
este mundo como en el venidero.
La vida es para lograr exactamente eso, e idealmente para terminar la tarea en
una sola vida.
Lo importante es la travesía
Sin embargo eso no duró mucho. Como resultado del pecado, El iétzer hará fue
absorbido por el hombre y se convirtió en parte de sí mismo, causando un
resultado que la Torá expresa sucintamente de la siguiente manera:
El deseo del corazón del hombre es malvado desde su juventud (Génesis 8:21).
Sin dudas fue un evento que cambió la realidad. Pareciera que ahora el iétzer
hará tiene sus propios objetivos, y está más interesado en obtener disfrute
material que en perfeccionarse espiritualmente. El iétzer haráno cree en la idea del
desarrollo espiritual y pareciera querer sabotear todo intento para lograrlo.
El problema es que el iétzer hará puede interferir con nuestra capacidad para subir
la escalera del alma, desde el néfesh al rúaj, a la neshamá, etc., y puede interferir
tanto como para que se nos acabe el tiempo en esta vida antes de haber
terminado nuestra tarea. En algunos casos la gente podría permanecer varada en
los niveles inferiores del alma por décadas, e incluso durante toda una vida (7).
1. Pardés, sháar eser velo teisha, Cap. 9; Drushei olam hatohu, Jélek 1, Drush 5, Simán 7, Os 8.
5. Bereshit 1:26.
El gran cabalista conocido como el Arizal enseñó que después de que la persona
muere, es enterrada y de que todos quienes asistieron al entierro vuelven a sus
casas, entonces, recibe nuevos visitantes. Esta vez no son del tipo corpóreo, sino
que se trata de ángeles, y la razón de su visita no es precisamente para rendirle
homenaje al difunto (ver Sháar haguilgulim, cap. 23).
La razón de su visita es hacerle al alma una pregunta cuya respuesta vale mucho
más que el pozo acumulado de la lotería. ¿De qué pregunta se trata?
"¿Cuál es tu nombre?".
¿Cuál es mi nombre? ¿Los ángeles van a bajar desde el cielo hasta mi tumba sólo
para hacerme esa pregunta? ¿Qué podría ser más fácil de responder que eso?
Muchas cosas. Porque resulta que desde nuestro nacimiento tenemos en realidad
dos nombres: uno con el que estamos familiarizados, porque es el que todos
usaron para referirse a nosotros, y otro que muchas personas pasan la vida sin
escuchar jamás. Y adivina cuál es el que quieren escuchar los ángeles…
Nuestro otro nombre es el nombre de la debilidad espiritual que nos fue dada para
que trabajemos sobre ella y la arreglemos, y necesitamos ese nombre para que
nos ayude a saber qué es lo que debemos lograr en este mundo. Si la gente se
dedica al perfeccionamiento personal, a convertirse en la mejor persona que
pueden ser, entonces sin dudas confrontarán su debilidad espiritual durante su
vida y se verán forzados a trabajar en ella.
Hay dos formas de explicar esta historia: O Rabí Jiya era masoquista (que
probablemente no era el caso) o, al ser alguien que se abocaba al ideal de la Torá
de perfeccionarse a sí mismo, veía su matrimonio como una oportunidad para
mejorar, lo cual le dio la capacidad para hacerle frente a las dificultades que le
traía.
Otro ejemplo podría ser el tener hijos "difíciles". Ellos podrían representar una
oportunidad para confrontar nuestros defectos y, en el proceso, aprender a
resolver los problemas de los niños. Otro ejemplo podría ser el tener un jefe o un
compañero de trabajo difícil; básicamente es siempre la misma idea.
Obviamente, esto no significa que debas someterte a toda persona que conozcas.
La Torá reconoce que el divorcio es necesario en algunas ocasiones ya que hay
veces en las que abandonar una "mala situación" es más inteligente que lidiar con
ella. Hay veces en que alejarse de las situaciones comprometedoras posibilita un
crecimiento mayor que enfrentarlas.
Pero sí significa que antes de darle la espalda a las situaciones que nos presentan
un desafío espiritual, debemos analizar cuidadosamente por qué deberíamos
hacerlo y por qué queremos hacerlo. La tasa de divorcio se disparó a las nubes
porque muchas personas eligieron eliminar una pareja difícil, a menudo a costa de
la familia y de otras personas, en lugar de enfrentar sus debilidades espirituales,
perdiendo lo que podría haber sido una oportunidad excelente para el crecimiento
personal.
Hay un dicho: "Puedes pagar hoy o puedes pagar mañana". En nuestro contexto,
podemos decir que "puedes pagar en esta reencarnación o en la próxima".
Debemos vivir una vida larga y significativa, pero también debemos asegurarnos
de que cuando esos ángeles vengan a llamarnos, podamos responder a su
pregunta, de forma que no tengamos que volver nuevamente a este mundo a
completar la misión.