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La reencarnación según el judaísmo 1

por Rav Pinjas Winston


Explorando los fundamentos místicos
de este malentendido concepto.

El tema de la reencarnación genera muchas preguntas y fuertes reacciones entre


la gente. A veces la pregunta es simplemente: ¿La reencarnación es un concepto
judío?

Para muchos, la reencarnación pareciera ser una idea que pertenece a otras
religiones, particularmente a las de oriente, y no al judaísmo.

Una razón de esto es porque la idea de la reencarnación no aparece en muchos


de los textos fundamentales de la Torá, como el Jumash, la Mishná o el Talmud.
Uno pensaría que si la reencarnación fuera un concepto tan popular en el
judaísmo, habría entonces al menos algunas referencias a ella en esas fuentes y
en otras similares.

Pero a diferencia de otras religiones, el judaísmo prefiere no mezclar los temas


cotidianos con sus elementos más místicos. A pesar de que la cábala es tan
central como las otras áreas del judaísmo (1), e incluso el Talmud hace alusión a
ella (Jaguigá 14b), introducir cábala en el estudio diario de Torá es tan útil como
discutir detalles de la Teoría Cuántica con estudiantes de segundo año de
secundaria.

Sin embargo, quien se haya graduado en Jumash, Mishná y Talmud, y haya


llegado al Zóhar (2), encontrará —entre otros incontables temas— una discusión
muy detallada sobre la reencarnación, particularmente en el comentario del Zóhar
sobre la parashá Mishpatim, en donde se explica qué es la reencarnación, cómo
funciona y por qué es necesaria.

Para clarificar las enseñanzas del Zóhar, la persona puede dirigirse al libro Sháar
haguilgulim (El portal de las reencarnaciones) o al Séfer haguilgulim (El libro de las
reencarnaciones). Ambas obras son las enseñanzas del cabalista más grande de
los últimos 500 años, Rabí Itzjak Luria, más conocido por su acrónimo, Arizal,
cuyas enseñanzas son consideradas autoritativas.

Entonces sí, la reencarnación es una idea judía que tiene una extensa tradición.
Pero, ¿por qué este tema le resulta tan fascinante a la gente?

Algunas personas parecieran fascinarse porque les brinda la posibilidad de


mantenerse en contacto, al menos emocionalmente, con los seres queridos que ya
no están con ellas. Las personas quieren saber que dónde sea que estén, están
bien, y que quizás incluso vuelvan en otra vida. Quieren saber que si bien han
dejado este mundo, su vida continúa, quizás en otro lugar. La idea de la
reencarnación los reconforta en ese aspecto.
A otros les fascina entender las inexplicables tendencias personales o las curiosas
naturalezas de los distintos miembros de la familia o amigos. En ocasiones, las
experiencias de la vida no consiguen explicar eventos inusuales o anomalías
personales. La reencarnación puede explicar mucho de ello, como veremos en el
ensayo siguiente.

Y para otros no se trata sino de una fascinación general con los temas místicos,
categoría a la que seguramente pertenece la reencarnación. ¿Quién no quiere
creer que la vida es más que lo que podemos ver o sentir? ¿Quién no quiere creer
que podemos tener una segunda oportunidad —y quizás más de una— para
enmendar los errores pasados?

¿Por qué existe la reencarnación?

¿Por qué existe la reencarnación? La vida no es diferente a la educación, en


donde uno avanza de nivel en nivel a medida que va madurando y se va volviendo
más inteligente. El proceso educacional que la mayoría transita en la vida tiene el
objetivo de enseñarle a la persona a funcionar en el mundo, ayudarla a aprovechar
su vida al máximo y explicarle lo importante que es ser un miembro responsable
de la sociedad.

De la misma forma, a medida que la persona va creciendo, su capacidad espiritual


también va aumentando y madurando. Pero esto no ocurre de manera automática.
Al igual que mientras más uno invierte en educación más se beneficia de la
misma, cuanto más uno invierta en el crecimiento espiritual más poderosa se
volverá la persona en el plano espiritual.

¿Cómo funciona esto en la práctica?

Lo primero que necesita saber una persona es que el judaísmo enseña que si bien
todos tenemos un alma única, cada alma está compuesta por cinco partes
(3): néfesh, rúaj, neshamá, jaiá y iejidá, cuyas traducciones burdas
serían respiro, espíritu, aliento, vida y unidad, nombres que no expresan mucho si
uno no los entiende bien. Lo que nos importa por ahora es saber que estas partes
representan el camino a la completitud espiritual, porque cada nivel provee
incrementalmente un mayor acceso a niveles superiores de capacidad espiritual.

Una buena analogía para entender cómo funciona esto es un programa de


computación. Muchas veces una persona puede adquirir un programa para su
computadora por poco dinero o incluso de forma gratuita. Pero hay una trampa: al
abrir el programa recién instalado y usarlo por primera vez, la persona se dará
cuenta de que algunas de las opciones publicitadas están en gris, indicando que
aún no están disponibles. Para acceder a estas funciones tiene que pagar la
versión completa.

Si la persona elige dar el salto económico e invertir más dinero en el programa,


recibirá por lo general una clave alfanumérica para completar el registro. Después
de tipearla, las funciones en gris casi mágicamente se volverán negras, haciendo
instantáneamente que el programa se vuelva más poderoso.

¿Cómo una simple serie de caracteres alfanuméricos logra entregarle tantas


funciones más al usuario?

La verdad es que no se debe a la serie de caracteres. Lo que ocurre en realidad


es que todas las funciones —las accesibles y las inaccesibles— se almacenan en
la computadora durante la primera descarga. Sin embargo, el programa fue escrito
de forma tal que sólo otorga acceso a una cantidad limitada de funciones hasta
que el usuario pague para recibir una clave.

De esta forma el usuario puede ver lo que le falta y tentarse a pagar por el resto
del programa. Una vez que lo hace y registra el programa, recibe permiso para
utilizar el resto de sus funciones.

Al nacer, todo individuo tiene los cinco niveles del alma. Debemos tenerlos si
vamos a estar recibiendo continuamente luz divina para seguir funcionando, ya
que los cinco niveles del alma nos conectan con la luz de Dios, la cual alimenta
nuestra alma y mantiene vivo a nuestro cuerpo (4). Si faltara un nivel del alma
significaría que se rompió la conexión entre la persona y su Fuente de Vida.

Incluso el Talmud declara que antes del nacimiento de un niño un ángel le enseña
toda la Torá; el único problema es que inmediatamente antes del nacimiento el
ángel hace que el niño olvide todo lo aprendido (Nidá 30b). Esto pareciera no
tener sentido, ¿verdad?

La verdad es que no. Hay una gran diferencia entre aprender algo nuevo y
recordar algo que ya hemos aprendido en el pasado. El Talmud nos dice que la
educación —al menos en lo referente a la Torá— es un proceso de traer a la
conciencia lo que ya existe en nuestra mente en un nivel subconsciente. El estudio
de Torá le da a una persona acceso a niveles más altos de entendimiento y, como
veremos más adelante, a niveles más altos del alma.

Al comienzo, para continuar con vida y funcionar, la persona sólo necesita el nivel
más bajo del alma (el néfesh). Un bebé necesita hacer muy poco fuera de comer y
beber, y para eso el néfesh es suficiente. De hecho, una persona podría, como
muchas hacen, vivir el resto de su vida sólo en el nivel del néfesh, a pesar de que
al hacerlo no experimentará mucha espiritualidad.

Dios no hizo al hombre a Su imagen sin tener un objetivo para ello (5). Lo hizo
para permitirle alcanzar grandes logros espirituales, para que se convierta en el
mejor ser humano que pueda ser y para que logre la realización máxima, tanto en
este mundo como en el venidero.
La vida es para lograr exactamente eso, e idealmente para terminar la tarea en
una sola vida.

Lo importante es la travesía

La humanidad es capaz de lograr grandes proezas espirituales, pero la vida no


siempre apoya sus esfuerzos para lograrlos y, en muchas ocasiones, se opone
con gran vehemencia a ellos.

¿Quién es el culpable? Es lo que en hebreo llamamos iétzer hará, la inclinación


hacia el mal. En el Jardín del Edén, el iétzer hará estaba personificado por la
serpiente que, en contra de la voluntad de Dios, convenció a Eva para que
comiese del Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal. Hasta ese momento los
seres humanos no tenían una inclinación hacia el mal y permanecían
perfectamente balanceados entre el bien y el mal (6).

Sin embargo eso no duró mucho. Como resultado del pecado, El iétzer hará fue
absorbido por el hombre y se convirtió en parte de sí mismo, causando un
resultado que la Torá expresa sucintamente de la siguiente manera:

El deseo del corazón del hombre es malvado desde su juventud (Génesis 8:21).

Sin dudas fue un evento que cambió la realidad. Pareciera que ahora el iétzer
hará tiene sus propios objetivos, y está más interesado en obtener disfrute
material que en perfeccionarse espiritualmente. El iétzer haráno cree en la idea del
desarrollo espiritual y pareciera querer sabotear todo intento para lograrlo.

Si bien esta realidad puede ser espiritualmente problemática y agobiante, no es


accidental. Así tiene que ser, porque de esta manera, se asegura que todo
crecimiento espiritual que logremos sea resultado de nuestras propias elecciones
y no de algo automático o accidental. Se nos dio el regalo del libre albedrío y
estamos aquí para usarlo con sabiduría, siendo esa la base del crecimiento
espiritual.

El problema es que el iétzer hará puede interferir con nuestra capacidad para subir
la escalera del alma, desde el néfesh al rúaj, a la neshamá, etc., y puede interferir
tanto como para que se nos acabe el tiempo en esta vida antes de haber
terminado nuestra tarea. En algunos casos la gente podría permanecer varada en
los niveles inferiores del alma por décadas, e incluso durante toda una vida (7).

¿Qué ocurre en ese caso? La reencarnación. En la mayoría de los casos


volvemos para terminar lo que habíamos comenzado en otra vida, incluso si no
sabemos quiénes fuimos o dónde estuvimos. La buena noticia es que al hacerlo
no comenzamos desde cero, porque si lo hiciéramos nunca lograríamos nada sino
que repetiríamos muchos de los errores que cometimos en las vidas pasadas.
En la siguiente entrega hablaremos sobre cómo descifrar lo que has venido a
arreglar.

1. Pardés, sháar eser velo teisha, Cap. 9; Drushei olam hatohu, Jélek 1, Drush 5, Simán 7, Os 8.

2. Una de las fuentes principales y originales de pensamiento de cábala, basada en las


enseñanzas de Rabí Shimón Bar Iojai, circa 70 EC.

3. Sháar haguilgulim, primera introducción.

4. Séfer haklalim, Klal 18, Anaf 8, Os 10.

5. Bereshit 1:26.

6. Dérej Hashem 1:3:7:8.

7. Sháar haguilgulim, primera introducción.

La reencarnación según el judaísmo, parte 2


por Rav Pinjas Winston
Después de morir, los ángeles te preguntarán:
¿Cuál es tu segundo nombre? Así es como debes responder.

El gran cabalista conocido como el Arizal enseñó que después de que la persona
muere, es enterrada y de que todos quienes asistieron al entierro vuelven a sus
casas, entonces, recibe nuevos visitantes. Esta vez no son del tipo corpóreo, sino
que se trata de ángeles, y la razón de su visita no es precisamente para rendirle
homenaje al difunto (ver Sháar haguilgulim, cap. 23).

La razón de su visita es hacerle al alma una pregunta cuya respuesta vale mucho
más que el pozo acumulado de la lotería. ¿De qué pregunta se trata?

"¿Cuál es tu nombre?".

¿Cuál es mi nombre? ¿Los ángeles van a bajar desde el cielo hasta mi tumba sólo
para hacerme esa pregunta? ¿Qué podría ser más fácil de responder que eso?

Muchas cosas. Porque resulta que desde nuestro nacimiento tenemos en realidad
dos nombres: uno con el que estamos familiarizados, porque es el que todos
usaron para referirse a nosotros, y otro que muchas personas pasan la vida sin
escuchar jamás. Y adivina cuál es el que quieren escuchar los ángeles…

Nuestra debilidad espiritual


Nuestros nombres regulares vienen de nuestros padres, y cuando ellos los eligen
suelen tener otras cosas en su cabeza además de nosotros, como por ejemplo un
pariente que ha fallecido. ¿Cuál es nuestro otro nombre? ¿Quién nos lo da y por
qué lo necesitamos?

Nuestro otro nombre es el nombre de la debilidad espiritual que nos fue dada para
que trabajemos sobre ella y la arreglemos, y necesitamos ese nombre para que
nos ayude a saber qué es lo que debemos lograr en este mundo. Si la gente se
dedica al perfeccionamiento personal, a convertirse en la mejor persona que
pueden ser, entonces sin dudas confrontarán su debilidad espiritual durante su
vida y se verán forzados a trabajar en ella.

Quienes se dedican al perfeccionamiento espiritual ven sus debilidades


espirituales como desafíos a superar y no como algo que debe ser ignorado o ante
lo cual deberían rendirse. Ellos encontrarán cómo utilizar sus fortalezas para
rectificar sus debilidades, lo cual a su vez hará que sus vidas sean más
significativas. Mientras quienes los rodean aceptan la mediocridad personal, ellos
crecen y logran llegar a vivir a imagen y semejanza de su Creador.

Cuando los ángeles visitan a esas personas después de la muerte y les


preguntan: "¿Cuál es tu nombre"?, ellos entienden la pregunta y saben qué
responder. Dado que pasaron toda la vida corrigiendo sus debilidades espirituales,
las conocen tan bien como conocen a los padres que se las dieron.

¿Qué le ocurre a la persona que no puede responder correctamente a los


ángeles? Dios pone su alma en un proceso de rectificación para compensar
después de la muerte lo que no fue logrado durante su vida. Los ángeles les
enseñan al alma su otro nombre en preparación para la fase de auto-rectificación
que deberá atravesar una vez que sea reencarnada.

En resumen, tenemos los siguientes puntos:

1. Estamos en este mundo para perfeccionarnos espiritualmente.


2. Para hacer esto debemos descubrir cuáles son nuestras debilidades
espirituales, lo cual podemos lograr mediante el estudio de Torá.
3. Nuestro objetivo en la vida es volvernos más fuertes en el plano espiritual y
superar nuestras debilidades.

A algunas personas, su debilidad espiritual puede causarles egoísmo y ser


incapaces de entender a los demás y de ser simpáticas con ellos. A otras, su
debilidad espiritual puede generarles una obsesión con el placer físico, haciendo
que tiendan a sacrificar valores más elevados en beneficio de otros más bajos.
Las posibilidades son infinitas.

Una nueva forma de ver los desafíos


Esta perspectiva de vida representa un enfoque completamente distinto de los
desafíos. Una vez que una persona entiende que sus debilidades y desafíos
espirituales son su oportunidad para crecer y perfeccionarse, la estrategia para
lidiar con ellos se torna más constructiva. Por ejemplo, cuando los integrantes de
una pareja tienen problemas para llevarse bien, esto puede ser un indicio de que
sus debilidades espirituales están interfiriendo con su capacidad para unirse.
Rectificar sus debilidades puede rectificar el matrimonio.

La siguiente es una historia del Talmud:

La esposa de Rabí Jiya acostumbraba hacerlo sufrir. Sin embargo, cuando él


encontraba algo (que a ella le gustaba), él lo envolvía con su turbante y se lo
llevaba. Rav le preguntó: "¿Por qué haces esto? ¡Ella te hace sufrir!".

Él le respondió: "¡Es suficiente para nosotros que nuestras esposas críen a


nuestros hijos y nos salven del pecado!" (Yevamot 63a).

Hay dos formas de explicar esta historia: O Rabí Jiya era masoquista (que
probablemente no era el caso) o, al ser alguien que se abocaba al ideal de la Torá
de perfeccionarse a sí mismo, veía su matrimonio como una oportunidad para
mejorar, lo cual le dio la capacidad para hacerle frente a las dificultades que le
traía.

Otro ejemplo podría ser el tener hijos "difíciles". Ellos podrían representar una
oportunidad para confrontar nuestros defectos y, en el proceso, aprender a
resolver los problemas de los niños. Otro ejemplo podría ser el tener un jefe o un
compañero de trabajo difícil; básicamente es siempre la misma idea.

Obviamente, esto no significa que debas someterte a toda persona que conozcas.
La Torá reconoce que el divorcio es necesario en algunas ocasiones ya que hay
veces en las que abandonar una "mala situación" es más inteligente que lidiar con
ella. Hay veces en que alejarse de las situaciones comprometedoras posibilita un
crecimiento mayor que enfrentarlas.

Pero sí significa que antes de darle la espalda a las situaciones que nos presentan
un desafío espiritual, debemos analizar cuidadosamente por qué deberíamos
hacerlo y por qué queremos hacerlo. La tasa de divorcio se disparó a las nubes
porque muchas personas eligieron eliminar una pareja difícil, a menudo a costa de
la familia y de otras personas, en lugar de enfrentar sus debilidades espirituales,
perdiendo lo que podría haber sido una oportunidad excelente para el crecimiento
personal.

Hay un dicho: "Puedes pagar hoy o puedes pagar mañana". En nuestro contexto,
podemos decir que "puedes pagar en esta reencarnación o en la próxima".
Debemos vivir una vida larga y significativa, pero también debemos asegurarnos
de que cuando esos ángeles vengan a llamarnos, podamos responder a su
pregunta, de forma que no tengamos que volver nuevamente a este mundo a
completar la misión.

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