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Fue un investigador, médico y poeta. Uno de sus logros fue la creación de la vacuna
antivariólica, cuyo uso fue decisivo contra la viruela. Dicha enfermedad se había extendido
por varios continentes, siendo toda una epidemia.
Otra faceta de su vida fue la de poeta. Teniendo gran predilección por escribir y acuñar sus
sentimientos a través de la vía literaria. Además sentía una fascinación por la música y la
naturaleza.
Por más que hubo buenos resultados con sus experimentos, los científicos y demás
autoridades de su tiempo se pusieron en contra del tratamiento de Jenner, aseverando que
quien se someta a su inoculación llegaría a parecerse a un vacuno.
Sin embargo, en 1805, luego de mucho tiempo de rechazo a su trabajo, fue Napoleón que
autoriza en vacunar a todas sus huestes. De igual manera la Condesa de Berkeley y Lady
Duce también vacunaron a sus hijos. De tal modo que se reconoció sus logros científicos.
Tras las observaciones de que las mujeres que ordeñaban vacas en los establos
padecían una especie de viruela benigna y que estas no enfermaban de la viruela
humana cuando se producía una epidemia, Jenner inoculó el líquido que extrajo de
una pústula de una ordeñadora a un niño de 8 años. El niño manifestó síntomas
leves, pero no contrajo la viruela cuando Jenner lo inoculó posteriormente con los
gérmenes de la viruela humana.