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EL SISTEMA RESPIRATORIO HUMANO

Introducción

La energía que necesitan tanto animales como plantas para realizar sus incontables actividades es
obtenida a partir de las reacciones de oxidación biológica, las que tienen como característica básica
la transferencia de átomos de hidrógeno. El elemento que funciona como aceptor químico en
nuestros cuerpos y en los de muchos otros organismos es el oxígeno, el que se convierte en agua al
unirse a dos átomos de hidrógeno. Debido a que nuestro cuerpo sólo puede almacenar el oxígeno
en pequeñas cantidades (como oxihemoglobina en la sangre u oximioglobina en los músculos), su
funcionamiento metabólico se condiciona a un suministro incesante de este elemento a todas las
células que lo componen. Muchas de estas células mueren rápidamente al no contar con oxígeno;
de entre ellas especialmente sensibles son las cerebrales en el caso de los mamíferos y el ser
humano, hasta el punto de sufrir lesiones irreparables si son privadas de este elemento por unos
minutos. A esta deficiencia de oxígeno en la sangre se le llama hipoxia.

Actualmente el concepto de respiración se utiliza para hacer referencia a los procesos a través de
los que células animales y vegetales utilizan el oxígeno, producen dióxido de carbono y convierten
la energía en formas útiles biológicamente, como es el caso de la generación de ATP producto del
proceso de respiración celular en el cuerpo humano. Sin embargo, históricamente en biología el
término respiración se ha interpretado con tres diferentes significados. En una primera instancia se
consideró sinónimo de los movimientos inspiratorio y espiratorio, los que pueden ser forzados como
en la llamada ‘respiración artificial’. Luego, al ser evidente que la función básica era el intercambio
de gases entre la célula y su ambiente, se denominó respiración a este fenómeno. Por último, luego
de conocerse más detalles de la complejidad del metabolismo celular, se utilizó el término
respiración para hacer referencia al conjunto de reacciones celulares enzimáticas de las que
depende la utilización del oxígeno (Villee, 1988).

En el caso del ser humano, la respiración está a cargo del sistema respiratorio y sus estructuras, de
entre ellas una fundamental es el pulmón. Este órgano, además de cumplir con la vital función de la
respiración también desempeña ciertas funciones metabólicas como la extracción de serotonina de
la sangre, o la eliminación de coágulos pequeños que puedan encontrarse en la circulación venosa,
antes de que puedan producir daños en el resto de la circulación arterial.
Desarrollo

Clasificación del sistema respiratorio

El aparato respiratorio puede definirse de forma general como un conjunto anatómico en el que
participan los pulmones, las vías aéreas, partes del sistema nervioso central, los músculos
respiratorios y la caja torácica. La principal función que cumple es realizar el intercambio gaseoso,
pero además contribuye al mantenimiento homeostático ácido-base, la fonación, la defensa frente
a agentes dañinos del aire ambiental, entre otras diversas funciones metabólicas y culturales. El
diseño de las estructuras del aparato respiratorio se encuentra perfectamente adecuado a las
funciones que desempeña cada una. Para una mejor comprensión del aparato respiratorio es
posible estructurarlo en base a dos subconjuntos funcionales: la vía aérea y la unidad respiratoria
terminal, que trabajan en conjunto a los vasos pulmonares y la inervación pulmonar.

Es también posible clasificar las vías aéreas en una zona de conducción y una zona respiratoria. La
función de la zona de conducción es llevar el aire al interior y hacia el exterior de la zona respiratoria;
mientras que, en esta última, que se encuentra cubierta de alvéolos, es donde se realiza el
intercambio de gases. Las vías aéreas de conducción están cubiertas por células secretoras de moco
y ciliadas que funcionan eliminando las partículas más pequeñas que han llegado a esta zona, dado
que las partículas más grandes suelen filtrarse en un momento previo, en la nariz (Constanzo, 2011).

La vía aérea

La vía aérea corresponde a la unión entre el ambiente, es decir el mundo exterior, y las unidades
respiratorias. Se subdivide en dos porciones: una superior y una inferior. La primera comprende a
la nariz, la nasofaringe y la faringe; la segunda porción está constituida por la laringe, la tráquea y el
árbol bronquial (ver Figura 1).

La vía aérea superior cumple una función fundamental al evitar la entrada de materiales extraños
en el árbol traqueobronquial, además de contribuir a las funciones de fonación y olfacción.

En la nariz, el aire inspirado es filtrado, humidificado y calentado; se pueden diferenciar dos


porciones, la fosa nasal anterior y la vía nasal principal. La primera comprende desde la zona ubicada
entre los orificios externos de la nariz y los cornetes, zona en que se encuentra un conjunto de
folículos pilosos llamados vibrisas, que cumplen la función de filtrar el aire que ingresa. Luego el aire
llega a la vía nasal principal, que se extiende desde el inicio de los cornetes hasta el final del tabique
nasal; los cornetes son tres protuberancias óseas ubicadas en las paredes laterales de la cavidad
nasal, los que conforman una región de trayecto contorneado, con una amplia superficie de mucosa
que contribuye el calentamiento y la humidificación del aire inspirado. Bajo los cornetes superior y
medio se encuentran los orificios que comunican con los senos paranasales, que son cavidades
huecas de los huesos del cráneo cuya función es proporcionar moco a la cavidad nasal y también
actuar de cámara de resonancia en la producción de sonidos. En detalle puede observarse en la
Figura 2.
Figura 1. Esquema de las regiones que constituyen (a) la vía aérea superior y (b) la inferior (Editado de
Tresguerres 2005, pp. 587-588).

Figura 2. Detalle de la nariz y los cornetes o conchas nasales, comienzo de la vía aérea de conducción (Netter, 2007,
Lámina 36).

La faringe se divide en tres partes: la epifaringe o nasofaringe, la mesofaringe u orofaringe, y la


hipofaringe o laringofaringe. La nasofaringe se ubica posteriormente a la cavidad nasal y por sobre
el paladar blando, está conectada al oído a través de las trompas de Eustaquio. La orofaringe se
dispone entre el paladar blando y la base de la lengua, lugar donde se encuentra la cavidad nasal
con la cavidad oral. La comunicación entre ambas cavidades puede bloquearse mediante el
desplazamiento del paladar blando, acción que se desencadena de forma refleja durante
determinadas maniobras como la salivación, la succión y la producción de sonidos velares (por
ejemplo la g, la k, la x). Finalmente, la laringofaringe corresponde al espacio existente entre la base
de la lengua y la entrada del esófago.

La vía aérea inferior comienza en la laringe, ubicada entre la base de la lengua y el extremo superior
de la tráquea. Corresponde al principal órgano de fonación y también desempeña un rol
fundamental en la protección frente a la aspiración de sólidos y líquidos. La constituye la unión de
nueve cartílagos: tres de ellos únicos (el tiroides, el cricoides y la epiglotis) y otros tres de carácter
doble (los aritenoides, los corniculados y los cuneiformes). Una función de la epiglotis es prevenir la
aspiración durante la deglución desplazándose hacia atrás y hacia abajo, aunque no ocluye
totalmente la entrada de la laringe, sino que desvía lateralmente el bolo alimentario.

El interior de la laringe está tapizado por una membrana mucosa en la que se encuentran dos pares
de pliegues, denominados cuerdas vocales falsas y verdaderas respectivamente. Las cuerdas se
abren durante la inspiración profunda y tienden a cerrarse en la espiración, aunque persiste cierta
abertura. La laringe también tiene un papel destacado en la ejecución de la tos.

El aire continúa luego a través del árbol traqueobronquial, que consiste en un conjunto de vías
ramificadas que conducen el aire inspirado hasta las unidades respiratorias terminales. La zona de
conducción está formada por vías aéreas cartilaginosas (la tráquea, los bronquios principales) y vías
aéreas no cartilaginosas (bronquiolos y bronquiolos terminales).

La tráquea es un cilindro ubicado luego del cartílago cricoides, constituido por entre 15 a 20 anillos
cartilaginosos en forma de herradura y abiertos en su parte posterior, que se encuentra cerrada por
el músculo traqueal; se bifurca luego en los dos bronquios principales, desde donde el aire discurre
por un complejo sistema de ramificaciones. La tráquea es la principal vía aérea de conducción. La
vía aérea se ramifica por dicotomía irregular a partir de la tráquea, es decir, cada rama se divide en
otras dos, que pueden variar en diámetro y/o longitud. Cada ramificación constituye una generación
de la vía aérea; los dos bronquios principales forman la primera generación, los lobares la segunda,
los segmentarios la tercera, y así sucesivamente, como se muestra en la Figura 1 (b).

En total son aproximadamente 23 generaciones o divisiones, las primeras 16 constituyen la


denominada zona de conducción y abarcan desde la tráquea hasta los bronquios terminales; el
diámetro de las vías aéreas disminuye de forma notoria hasta esta generación, a partir de la 17°
generación, los diámetros varían muy poco con cada división. A partir de los bronquios terminales
comienza la zona respiratoria, en la que se produce el intercambio pulmonar de gases. El número
total de generaciones de esta zona no se conoce con certeza, aunque se distinguen los bronquiolos
respiratorios, los conductos alveolares y los sacos alveolares, en estos últimos ya no existen más
divisiones.
Figura 3. Unidad respiratoria terminal. BR: Bronquiolos Respiratorios; CA: Conductos Alveolares; A: Alvéolos
(Tresguerres, 2005, p. 590).

Unidad respiratoria terminal

Cada unidad respiratoria terminal está constituida por los bronquiolos respiratorios, conductos
alveolares, alvéolos, entre otras estructuras como se muestra en la Figura 3. Los elementos básicos
de la unidad respiratoria son los alvéolos, de los que en cada pulmón humano existen alrededor de
300 millones. El diámetro promedio de un alvéolo es de 270 µm y la superficie alveolar total se
estima de entre 100 a 140 m2.

Los alvéolos están cubiertos por una red de capilares pulmonares, de forma que cada alvéolo se
encuentra rodeado por unos dos mil segmentos capilares, que se comparten por dos alvéolos
adyacentes y entre los cuales existen comunicaciones anatómicas denominadas poros de Köhn.
Estos poros permiten que pueda existir una circulación accesoria del aire alveolar entre unidades
adyacentes, a lo que se denomina ventilación colateral. Este proceso es de suma importancia, dado
que permite la llegada de aire a unidades alveolares en las que los bronquiolos que las suplen se
encuentran obstruidos. Los poros de Köhn pueden observarse en la Figura 4.
Figura 4. Esquema de las vías intrapulmonares y los Poros de Köhn (Netter, 2007, Lámina 204).

Los alvéolos están cubiertos por dos tipos de células epiteliales. Las células epiteliales tipo I
conforman más del 90% de la superficie y su estructura permite la función de difusión del gas a
través de la membrana alvéolo-capilar. También poseen células epiteliales tipo II, que son cúbicas y
segregan surfactante pulmonar -también llamada sustancia tensoactiva, una lipoproteína que cubre
el interior de los alvéolos con una capa delgada (Netter, Mulroney y Myers, 2011). Su síntesis es
continua en las células alveolares pero que también puede ser inducida mediante estímulos
químicos como fármacos y físicos, como por ejemplo mediante la hiperventilación. La principal
función de esta sustancia es mantener la estabilidad alveolar, permitiendo que los alvéolos se
expandan de manera uniforme en todo el volumen que cubren. Según West (2005), el pulmón
puede ser considerado como un conjunto de 300 millones de burbujas cuya estructura es muy
inestable debido a la existencia de fuerzas relativamente importantes que derivan de su tensión
superficial, de modo que si no contaran con esta sustancia tensoactiva, los alvéolos tenderían a
colapsar.

Figura 5. Dirección del flujo sanguíneo a través de los vasos pulmonares (Tresguerres, 2005, p. 592).

Vasos pulmonares e inervación pulmonar

Como se ve en la Figura 5, la dirección del flujo sanguíneo transcurre desde las arterias a las
arteriolas para llegar a los capilares y luego desde vénulas a venas. Las arterias tienen un diámetro
de entre 100 y 1000 µm, mientras que las arteriolas poseen un diámetro menor a 100 µm y se
insertan en la red capilar de las unidades terminales, red cuyos capilares poseen un diámetro de 10
µm aproximadamente (West, 2005).

El tronco arterial pulmonar se origina en el ventrículo derecho y recibe la sangre venosa bombeada
por este. Se divide en las arterias pulmonares derecha e izquierda, las que al ingresar a los pulmones
como arteriolas se ramifican de forma paralela a la vía aérea y los bronquios, pero con un mayor
número de ramificaciones. Cada unidad respiratoria terminal está perfundida por una única arteria,
pero es drenada a través de distintas venas que a su vez drenan sangre de distintas unidades. El
sistema venoso pulmonar drena la sangre arterializada que procede de las unidades respiratorias
en los capilares pulmonares, convergiendo finalmente en dos grandes troncos venosos en cada
pulmón que drenan la sangre directamente en la aurícula izquierda. Se debe considerar también
que el pulmón posee un sistema sanguíneo adicional, la circulación bronquial, que irriga las vías
aéreas de conducción hasta cerca de los bronquiolos terminales.

La inervación de los pulmones es compleja y depende tanto del sistema simpático como del sistema
parasimpático, lo que les permite, por ejemplo, coordinar distintos tipos de respuestas a partir de
la relajación o constricción de la musculatura bronquial y la musculatura arterial.
Intercambio gaseoso

Una vez que el aire llega a los alvéolos, se produce el movimiento de estos gases respiratorios por
un mecanismo de simple difusión: debido a que la concentración de oxígeno es mayor en los
alvéolos que en los capilares sanguíneos, este gas se difunde a la sangre. Por su parte, el dióxido de
carbono se encuentra más concentrado en los eritrocitos que en los alvéolos, y por lo tanto se
difunde desde la sangre hacia el espacio alveolar. El proceso se esquematiza en la Figura 6.

Figura 6. Intercambio gaseoso entre un alvéolo y un eritrocito o glóbulo rojo (Faller y Schünke, 2006, p. 382).

Según la ley de difusión de Fick, el intercambio eficaz de difusión se favorece por dos condiciones:
una gran superficie de intercambio y un pequeño trayecto de difusión. En los pulmones, como ya se
ha detallado en cuanto a su estructura, se cumplen ambas funciones de manera ideal. Sin embargo,
existen ciertos trastornos patológicos que afectan la difusión, como es el caso del edema pulmonar
o la fibrosis pulmonar, que causan una prolongación del trayecto que debe recorrerse por difusión;
también puede afectarse la superficie de intercambio por enfermedades como el enfisema o la
atelectasia, que causan la atrofia o colapso de los alvéolos respectivamente (Constanzo, 2011;
Thews, Mutschler y Vaupel, 1983).
Principales estructuras anatómicas

Caja torácica y mecánica respiratoria

La acción muscular que se desencadena durante el proceso es compleja e involucra tanto al sistema
nervioso como a diversos músculos. Como músculos accesorios de la respiración se puede
mencionar (Tabla 1):

Músculo Acción e inervación


Tira el esternón y las costillas hacia arriba. Facilita la
Pectoral mayor espiración forzada.
- Nervios pectorales lateral y medial.
Eleva las costillas, desde la 3° a la 5°.
Pectoral menor
- Nervios pectorales lateral y medial.
Elevan las costillas.
Elevadores de las costillas
- Nervios intercostales.
Eleva la costilla a la que está fijado.
Serrato posterior superior
- Nervios espinales torácicos superiores.
Eleva las costillas superiores.
Serrato anterior o serrato mayor
- Nervio torácico largo.
Estabiliza y desciende la cintura escapular.
Subclavio
- Nervio subclavio.
Eleva el esternón y, por lo tanto, las costillas.
Esternocleidomastoideo
- Nervio espinal accesorio.
Inclinación posterior y lateral de la cabeza, rotación
de la escápula, elevación y depresión de los
Trapecio
hombros. Sostiene la espalda en la respiración.
- Nervio espinal accesorio.
Tabla 1. Músculos accesorios, su acción e inervación (McFarland, 2008).

La respiración consta de una fase de inspiración y otra de espiración, como se presenta en la Figura
7. Una respiración activa requiere la actividad de músculos adicionales y supone un consumo de
energía tanto en la inspiración como en la espiración; en la respiración normal relajada el diafragma
cumple un rol fundamental y la espiración se debe a la retracción elástica pasiva del pulmón (Netter,
Mulroney y Myers, 2011).

Las personas que padecen de una obstrucción crónica de las vías aéreas, por ejemplo, un asma grave
o una enfermedad pulmonar obstructiva crónica, utilizan su musculatura respiratorio auxiliar, que
incluye los músculos esternocleidomastoideo, pectorales, escalenos y abdominales anteriores. Los
signos de esta situación comprenden el tiraje intercostal y supraesternal, el fruncimiento de los
labios en la espiración y la contracción del esternocleidomastoideo y del platisma.

A continuación se exponen los principales músculos que intervienen durante el proceso de


respiración, diferenciándose si la acción se realiza de forma tranquila o forzada (Ameerally, 1998):
Inspiración tranquila: El principal músculo utilizado es el diafragma, que se contrae para
aumentar el diámetro vertical de la caja torácica. El aumento de los diámetros
anteroposterior y transversal se logran mediante el ascenso de las costillas a nivel de sus
extremos esternales, arrastrando el esternón hacia adelante; se consigue mediante la
contracción del músculo escaleno que fija la primera costilla, y la contracción de la
musculatura intercostal, que eleva todas las costillas hacia la primera.

Inspiración forzada: La musculatura escalénica y el esternocleidomastoideo elevan las


costillas, desplazando la articulación manubrioesternal; la musculatura intercostal se
contrae más enérgicamente, elevando las costillas; el cuadrado lumbar fija la duodécima
costilla, permitiendo un descenso más forzado del diafragma: al aumentar más la
inspiración, la espalda se arquea por la contracción de los músculos erectores de la columna,
y la cintura escapular se estabiliza en conjunto a la acción de los músculos pectorales, que
colaboran en la elevación de las costillas.

Espiración tranquila: Movimiento pasivo realizado por el retroceso elástico de los pulmones.

Espiración forzada: La contracción de la musculatura que conforma la pared abdominal


anterior empuja hacia arriba el diafragma y desciende las costillas.

Figura 7. Músculos respiratorios, tanto en inspiración como en espiración (Netter, Mulroney y Myers, 2011, Figura 14-1).
Figura 8. Pulmones rodeados por pleura viscera en la caja torácica (Netter, 2007, Lámina 198).

En la Figura 8 se pueden observar de manera general las distintas estructuras que conforman la caja
torácica y algunos de los músculos y nervios mencionados.

Pulmones

Los pulmones son dos masas de tejido no muscular, compuesto de dos lóbulos el de la izquierda y
tres el de la derecha, que ocupan la mayor parte de la cavidad torácica y están rodeados por la
pleura visceral. Entre el pulmón izquierdo y el pulmón derecho hay un espacio que se llama
mediastino, donde se encuentra el corazón. Cada uno cuenta con un bronquio principal, una arteria
pulmonar y dos venas pulmonares, todas estructuras que presentan subdivisiones dentro del
pulmón, y se acompañan por vasos sanguíneos, nervios y conductos linfáticos. Los volúmenes y
capacidades pulmonares se pueden determinar mediante un espirómetro, a excepción de aquellos
que incluyen el volumen residual, volumen que queda en los pulmones luego de una espiración
forzada máxima y que es de aproximadamente 1.200 mL (Constanzo, 2011). A continuación se
expone una visión anterior de la segmentación de los pulmones (Figura 7).

Figura 7. Visión anterior de los pulmones y su segmentación (Netter, 2007, Lámina 200).

Durante la vida los pulmones son ligeros, esponjosos y elásticos. Los cambios en el aspecto de su
superficie, desde un color rosa en el momento de nacer hasta un tono más oscuro y moteado en los
últimos años de la vida se deben al depósito de partículas de carbón procedentes de la
contaminación atmosférica. Este hecho es más acusado en la población urbana y entre los
fumadores.

Para cumplir con la función de intercambio gaseoso entre los alvéolos y la sangre, es un requisito la
ventilación pulmonar. La alternancia rítmica entre inspiración y espiración permite la llegada de aire
fresco, cargado de oxígeno, a los alvéolos, y luego la expulsión hacia el entorno del aire de los
alvéolos, pero ya pobre en oxígeno y rico en dióxido de carbono. Para poder realizar este proceso,
las fuerzas impulsoras son los movimientos de la caja torácica y del diafragma, que producen la
dilatación y el estrechamiento del tórax.
Diafragma

El diafragma es el músculo más importante de la respiración (Constanzo, 2011); al contraerse, el


contenido del abdomen es empujado hacia abajo y las costillas adquieren una postura más
horizontal, hacia arriba y hacia fuera. Este cambio produce el aumento del volumen dentro del tórax,
lo que disminuye la presión intratorácica e inicia el flujo de aire al interior de los pulmones. La Figura
8 representa una visión inferior del diafragma, en la que se pueden ver las múltiples inserciones del
músculo al interior de la caja torácica.

Figura 8. Cara abdominal del diafragma, vista desde abajo (Netter, 2007, Lámina 192).
Resumen o conclusión

Se propone la siguiente tabla de resumen que incluye las principales estructuras que componen el
sistema respiratorio y sus respectivas funciones principales (Tabla 2). Es un sistema complejo, con
múltiples estructuras anatómicas involucradas, mas aún, no puede desligarse su funcionamiento del
resto de los sistemas corporales, como lo son el sistema circulatorio u el digestivo, dado que actúan
en conjunto, en forma de unidad como cuerpo humano.

Cavidad nasal y senos paranasales Contienen el aire y tienen la función de calentarlo y


limpiarlo
Fosa nasal Permite la entrada del aire, el cual se humedece, filtra y
calienta a una determinada temperatura
Cavidad oral Actúa en tres funciones principales, las cuales tienen que
ver con la digestión, la respiración y el habla
Faringe Ayuda a respirar, por ella pasan tanto el aire como los
alimentos
Laringe Evita la entrada de cualquier cosa, excepto aire, al
pulmón
Carina de la tráquea Separa las aberturas derecha e izquierda de los bronquios
principales
Tráquea Brinda una vía abierta al aire inhalado y exhalado
Pulmón Realiza el intercambio gaseoso con la sangre
Bronquio Permite que el aire pase desde la tráquea a los
bronquiolos
Bronquiolos Conduce el aire hasta los alvéolos y participa en el
metabolismo de hormonas
Pleura Recubre todo el pulmón y toda la cavidad torácica por
dentro
Alvéolos Produce el paso de oxígeno desde el aire a la sangre y el
paso de dióxido de carbono desde la sangre al aire
Diafragma Al inhalar, este músculo se contrae y se achata
aumentando la capacidad torácica y creando un vacío
que atrae mayor cantidad de aire a los pulmones. En la
exhalación se relaja y recupera su forma de cúpula a
medida que los pulmones expulsan el aire
Tabla 2. Principales estructuras del sistema respiratorio y sus respectivas funciones.

Como se comentó previamente, evitar las situaciones de hipoxia es de especial importancia para no
alterar el correcto funcionamiento de nuestro sistema respiratorio. Cuando se instaura una
situación aguda de hipoxia, como puede ser en alta montaña, el organismo responde con un
aumento de la ventilación pulmonar (para proveer un flujo más importante de aire a los pulmones),
con un aumento repentino de los glóbulos rojos circulantes o poliglobulia, y finalmente con la
producción de difosfoglicerato, una sustancia que reduce la afinidad de la hemoglobina por el
oxígeno, favoreciendo así la liberación del oxígeno en los tejidos. Estos procesos de adaptación son
transitorios y reversibles a partir de la homeostasis fisiológica y finalizan cuando cesa el estrés
hipóxico; se definen más bien como una aclimatación del cuerpo.

Es interesante mencionar que, sin embargo, determinados grupos humanos han habitado distintos
cordones montañosos por miles de años, enfrentándose de manera constante a un ambiente de
carencia de oxígeno y por lo tanto han desarrollado ciertos procesos adaptativos; por un lado los
estudios demuestran un mayor volumen pulmonar y una mayor capacidad respiratoria, además de
un aumento en la concentración de los glóbulos rojos (Facchini, 2005).

La realidad que vive gran parte de la población actualmente es muy diferente. El sistema respiratorio
se ve afectado por nuestros hábitos, como es el caso del tabaquismo y también por factores ligados
a la contaminación ambiental. En la actualidad, los lugares de trabajo en oficina tienden a descuidar
la calidad del aire, además de promover un modo de vida sedentario. La contaminación en las
ciudades es también un factor considerable, llegando a acumularse gran cantidad de partículas
nocivas en el aire que se respira en las urbes. Es por lo tanto, necesario resguardar el sistema
respiratorio, dado que cumple una función vital constante; para esto puede optarse por habituarse
a hábitos de vida saludables, respirando aire puro, realizando ejercicio y sin descuidar la salud en
general.
Bibliografía

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