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Ideología y

conductismo
Alejandro Dorna
Hernán Méndez

IDEOLOGÍA
Y
CONDUCTISMO

Breviarios de
Conducta humana/ n.° 10
colección dirigida por
RAMÓN BAYES
JUAN MASANA
JOSÉ TORO Barcelona, 1979
Toda innovación fundamental en el interior
de una especialidad científica transforma
inevitablemente las ciencias vecinas y len-
tamente el mundo del filósofo y del hombre
culto.
T. S. KUHN

© Alejandro Dorna y Hernán Méndez


© de la presente edición
EDITORIAL FONTANELLA, S. A.
Escorial, 50. Barcelona (24). 1979.
Primera edición: mayo 1979
Prinied in Spain—Impreso en España
por Alfonso Impresores, S. A.
Carreras Candi, 12-14.
Barcelona.
Depósito legal 8. 17.848-1979
ISBN 84-244-04645
INTRODUCCIÓN

Este no es un libro de tesis, sino de coyuntura: hablar


de conductismo tiene para nosotros una raíz más profun-
da que la simple pretensión intelectual de trasladar al
papel un cierto número de reflexiones académicas.
Nuestra experiencia personal nos ha lanzado a una vo-
rágine cuyas últimas repercusiones se nos escapan. Desde
los primeros contactos con la psicología en nuestros años
de estudio de la carrera en el recientemente -formado
Dpto. de Psicología de la Universidad de Chile, hasta nues-
tra vivencia de exilio (en Francia y España), pasando por
uno de los períodos más dramáticos y subyugantes de la
historia social de nuestro país, hemos ido entretejiendo
observaciones y lecturas, experimentaciones en un sentido
amplio y reflexiones.
Catalputados por los acontecimientos aciagos del 11 de
septiembre de 1973, a Europa, hemos tomado lentamente
alguna distancia de los hechos y nos hemos volcado a
analizar uno de los aspectos que, durante bastante tiem-
po, la urgencia de las tareas inmediatas nos hacía escamo-
tear: la relación entre nuestra ideología personal, y las
herramientas profesionales que nos estaba suministrando
nuestra disciplina en plena evolución.
Desde él momento en que nos encontramos con el
conductismo, gracias a la actividad pionera de Sergio Yu-
lis, Mario Herrera y otros colegas, y los primeros pasos
en su utilización, dentro de un contexto social e indus-
trial en la mina de cobre «El teniente», hasta nuestro cho- un trabajo en situación, como diría Sartre. Un intento
que «paradigmático» con las corrientes en voga en Fran- de ir al encuentro de otros esfuerzos que comienzan a
cia, las contingencias del medio han modelado nuestro pen- desplegarse, un poco desordenadamente, en torno a estas
samiento. interrogantes.
Hubiéramos seguido por el camino de la reflexión ais- Pretendemos que nuestro público sea amplio. Nos diri-
lada, que dan las conversaciones calurosas con algunos es- gimos indistintamente a esos estudiantes inquietos —como
píritus sensibles a los cambios, de no mediar el impulso creemos haberlo sido en otros tiempos— que desean ir
y el aliento de nuestro amigo Pro/. Ramón Bayés. más allá de las meras aplicaciones asépticas que pululan
En julio de 1976 nos sentamos en torno a una mesa al- en la bibliografía conductual; a nuestros colegas psico-
gunos colegas conductistas iberoamericanos: Ardua, Ba- lógicos, conductistas o no, que son sensibles a la hora que
yés, Figueroa, Ribes, Speller y otros cuyos nombres no vivimos y que no renuncian a ver en su propia disciplina
pudimos retener en medio de la agitación del congreso una palanca que pueda contribuir en cierta medida a un
Internacional de Psicología que tenía lugar en París. cambio social cuyas perspectivas converjan hacia una so-
Fragmentos de dichas conversaciones nos hicieron ver ciedad pluralista, abierta y experimental; a aquellos que
que ^muchas de nuestras inquietudes e incluso experiencias ven en la praxis política (sean políticos o no) una solu-
vitales se asemejaban y eran compartidas: una sensación ción a los problemas concretos de la realidad concreta,
de que el enfoque conductista hispanoparlante sobrepasa- como diría Marx, y que son conscientes de las dificultades
ba lo estrictamente académico se nos impuso como una del «cómo hacer».
realidad. La impresión de que las nuevas generaciones de En fin, pensamos que otros pasos podrán acompañar
psicólogos, especialmente los latinoamericanos, desentra- al nuestro, y así posibilitar un diálogo que corre el riesgo
ñaban del conductismo algo más que una simple herra- de asemejarse a las caravanas del desierto cuyos extre-
mienta de trabajo, se nos transformó en evidencia. La mos se ven cada vez menos, se hablan cada vez menos, se
dimensión ideológica y epistemológica del conductismo interesan recíprocamente cada vez menos.
cobraba una importancia aún mayor de la que nosotros Pero esa necesidad de diálogo, aunque reconocida y
mismos sopechábamos. apetecida por los más, seguirá siendo precaria mientras
Desde este momento -fuimos ensamblando un conjun- los interlocutores se ubiquen en universos que no se to-
to de notas, recogiendo en primer lugar el vendaval de las can. Ya que las «deformaciones profesionales» del cientí-
críticas anti-conductistas, en las cuales la inteligencia fran- fico analista de la conducta harán que desconozca —por
cesa es tan pródiga, especialmente cuando se trata de ata- método— las consideraciones de orden moral; mientras
car la versión skinneriana. Más de un sinsabor y dificultad que los críticos, también ellos comprometidos en su pro-
de exilio redujo la pretensión de formular un cuerpo de pia «deformación profesional», tenderán a menospreciar
proposiciones teóricas precisas. La complejidad de la tarea y recelar del quehacer científico y de los productos tec-
y la modestia con la cual hay que enfrentarla, nos ha nológicos.
decidido a presentar a los lectores de lengua castellana El silencio de la gran mayoría de los conductistas ante
una primera aproximación al problema. la lluvia de juicios negativos y acusaciones, se ha inter-
Por esto, se trata de un pequeño libro de coyuntura, pretado como una prueba de la debilidad de sus posicio-
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«es. Frente a esta actitud, que es francamente lamentable, dable, el cual no era realmente una revisión de mi obra,
hay razones diversas, que no son sino una consecuencia sino más bien de lo que Chomsky equivocadamente, toma-
de la impermeabilidad de los mundos estancos en los ba por mi posición. Además, habría tenido que ponerme
cuales se mantiene el debate. a estudiar gramática, lo cual escapaba a mi compe-
Después de todo, difícil es responder al vendaval ideó- tencia...»
logico-crítico cuando éste se expresa en términos tan alta- En estas frases se reflejan bastante bien las dificulta-
mente contradictorios como lo demuestra el hecho de que des del diálogo: los mundos que se entrecruzan y no se
al conductismo lo atacan: el creyente, por ser «ateo»; el tocan.
político-ideólogo, por «reaccionario»; el moralista, por su En consecuencia, nos hemos esforzado por «compren-
«esencia deshumanizante»; el racionalista, por su «empiris- der» el sentido más general y profundo de las denuncias
mo»; el psicoanalista, por su «simplismo mecánico»; el y objeciones formuladas. Luego, hemos tratado de ensam-
europeo chauvinista —nunca confeso— lo estigmatizará blar las piezas más relevantes de este abigarrado rompe-
como ejemplo de la «cultura americana», etc, cabezas-crítico, respetando, esperamos con fidelidad, la
Al mismo tiempo, preciso es recordar que el término argumentación original, sin entrar a analizar directamen-
de «conductistas» se utiliza para designar a un conjunto te las múltiples contradicciones internas ni tampoco aque-
muy heterogéneo de autores, muchos de los cuales, al no llas que existen entre los diversos críticos,
considerarse ellos mismos «conductistas», en un sentido No obstante, nuestra exposición no será neutra, pues
estricto, poco interés tienen en salir en defensa de algo abordaremos algunos aspectos que van más allá de esta
que consideran no les incumbe. Del mismo modo, otros polémica; nos pronunciaremos sobre problemas que nos
muchos han llegado a la conclusión de que lanzarse a un desgarran y nos sumergen en un cierto «compromiso»
débate sin reglas definidas y compartidas previamente que somos los primeros en reconocer y que esperamos
por los polemistas no es más que una empresa estéril.
profundizar en un próximo trabajo.
Un ingrediente explicativo del silencio de los princi- La ciencia y la tecnología, en particular las ciencias
pales animadores del oonductismo actual lo ofrece anec- de la conducta, afirmamos, pueden ayudarnos a resolver
dóticamente Skinner (1975) en una conferencia dictada a los problemas de la puesta en marcha y realización de
poetas neoyorkinos. En dicha oportunidad, Skinner hace
un proyecto de sociedad.
referencia a su actitud frente a las reiteradas críticas El conocimiento de las leyes que rigen la conducta hu-
formuladas por Chomsky a sus trabajos y a su pensa-
miento. mana puede permitir una mejor utilización de los recur-
sos humanos, y al mismo tiempo comprender mejor aque-
«Leí una docena de páginas, comenta Skinner refirién- llos eventos que limitan su desarrollo. Dejar al azar los
dose a la recensión hecha por Chomsky a su libro Verbal cambios de sociedad ha tenido consecuencias más bien
Behavior, y vi que pasaba al lado del problema y que
negativas que positivas. En la actualidad nos enfrentamos
no iba muy lejos... ¿Por qué no respondí a Chomsky? con una situación similar a la de un arquitecto cuando
Me temo que mis razones muestren más bien una debi- debe concebir el proyecto de una casa o un edificio: su
lidad de carácter. Primero, tendría que haber leído todo creatividad e imaginación deben siempre tener en cuenta
el articulo, que me pareció escrito en un tono desagra- las leyes físicas que impiden su realización real y esfor-
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zarse en emplear de una manera inteligente aquéllas que feras más formidables de la actividad humana: el poder.
faciliten el logro de tales objetivos. Y aunque jamás se exprese de manera categórica, no deja
Una «ingeniería social» podría, entregar las herramien- de ser evidente que constituye un replanteo del problema
tas técnicas para la ejecución de un proyecto social, mien- del poder —control y contracontrol— a partir de una
tras que las ciencias de la conducta ofrecerían un cono- dimensión hasta la fecha poco explorada: las leyes em-
cimiento acumulado de los mecanismos y de las leyes que píricas que rigen la conducta de los hombres y cuyo fruto
controlan el comportamiento del hombre, previendo los es hacer historia; en lugar de hacerlo a partir de las leyes
obstáculos «legales» (en un sentido de ley científica) que que rigen la historia de los hombres.
se presentan en los procesos de cambio. Entonces, escribir sobre «Ideología y conductismo»,
Un problema de enorme importancia gravita por sobre más que una tentativa de sistematizar un debate de es-
estas consideraciones generales: quienes orientarán, deci- cuelas psicológicas, reviste para nosotros una forma de
dirán y sancionarán un proyecto de sociedad de ese tipo. participar, en el escenario, de lo que algunos han deno-
¿Quiénes y sobre quiénes se ejercerá un control? minado la gran crisis de valores de nuestra civilización.
He aquí, en carne viva, la substancia misma de los in- Quisiéramos terminar esta introducción agradeciendo
terrogantes que alimentan el debate sobre las implicacio- a quienes de alguna manera se han visto asociados a este
nes del conductismo: el problema^del control de la con- pequeño trabajo: a Fanny Muldman, quien contribuyó con
ducta. valiosas sugerencias y que, distrayendo un tiempo impor-
La preocupación en torno a esta problemática se re- tante de sus propias actividades, nos ayudó a revisar el
monta a tiempos lejanos en la historia y la evolución del manuscrito. Igualmente a H. Hormazabal, por las nume-
pensamiento occidental. Aparentemente, nada nuevo se ha rosas y largas conversaciones en las cuales su conocimien-
descubierto. Ideas asombrosas -fueron expresadas en la to sociológico nos brindó aliento. A María Inés Guajardo,
Antigüedad, tanto es así que muchos creen ver en los filó- quien en más de una oportunidad ha tenido que descifrar
sofos griegos nuestros contemporáneos. Lo sorprendente nuestros manuscritos para su publicación. Y a nuestros
no es esto, sino la porfiada ineficacia de las soluciones amigos del Centro Ciencia y Política (París), en cuyo seno
por ellos propuestas. La inquietud surge cuando se pro- hemos tenido oportunidad de exponer algunos de los plan-
ponen nuevas alternativas y cuando se abre una perspec- teamientos que recoge este libro.
tiva que implica un corte radical con las tradiciones y el
pensamiento clásico. París, octubre 1978.
El conductismo asume el rótulo de herejía, no sólo en
las disputas tan propias de las querellas interescuelas
que constituyen parte del «encanto» de la psicología, sino
también en el conjunto del pensamiento «humanista» con-
temporáneo.
La irreverencia conductista constituye una contraco-
rriente, pues la pregunta que formula a través de sus
éxitos tecnológicos afecta directamente a una de las es-

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1. EL QUEHACER CONDUCTISTA

La práctica conductista podrá ser mejor aquilatada si


nos disponemos desde un inicio a despejar algunas de las
fuentes de equívoco que desfiguran su fisonomía. Reten-
drán nuestra atención, por el momento, dos de los malen-
tendidos que cobijan en gran medida la confusión en
torno al conductismo. En primer lugar, comúnmente se
hace referencia a «conductismo» como un sinónimo de
«ciencia de la conducta». Aunque la distinción pueda pa-
recer superflua para los iniciados, ella nos parece perti-
nente para quienes tienen un conocimiento algo menor;
Skinner (1971) escribe: «El conductismo no es la ciencia
de la conducta, sino su filosofía.» En otras palabras, cons-
tituye una epistemología que sienta las bases o principios
fundamentales a partir de los cuales se puede hacer cien-
cia. El conductismo, en tanto que filosofía de la ciencia
de la conducta, no hace referencia obligatoriamente a re-
sultados específicos ni a las aplicaciones que dichos resul-
tados puedan permitir llevar a la práctica. En segundo
lugar, otra fuente de distorsiones, en cierta medida con-
secuencia directa de lo anterior, consiste en creer que
existe un cuerpo de conocimientos absolutamente estruc-
turados y aceptados «disciplinadamente» por toda la co-
munidad científica denominada «los conductistas».
La realidad se aleja bastante de tales imágenes. Lo

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que efectivamente existe por el momento es una tenden- a través de la introducción de nuevas perspectivas epis-
cia importante y en crecimiento, representada por algu- temológicas, las cuales constituyeron una Verdadera re-
nos autores, en el seno de la psicología contemporánea, volución copernicana (Ardua, 1971; Fraisse, 1963) en el
quienes se adhieren, con menor o mayor énfasis, a un seno de la psicología de comienzos de siglo.
conjunto de postulados epistemológicos y ciertas reglas El desarrollo de la ciencia de la conducta ha conducido
metodológicas para el estudio de la conducta de los orga- a una concepción un tanto diferente de los problemas
nismos. abordados originalmente por su fundador. Nuevas inter-
Las proyecciones de estas distinciones previas nos lia- pretaciones harán que el tronco conductista se ramifique
rán reconsiderarlas en los siguientes capítulos. Por el mo- en varias direcciones dando nacimiento a un neoconduc-
mento, nos han permitido justificar la necesidad de pre- tismo multifacético.
sentar una síntesis apretada de los elementos esenciales El neoconductismo se cristaliza alrededor de los años
que, a nuestro juicio, estructuran el quehacer conductista treinta en torno a dos ejes principales:
(sin pretender, evidentemente, interpretar a «todos» los a) Una tendencia denominada «neoconductismo me-
conductistas) en su práctica profesional. todológico» que se abocará principalmente a la elaboración
La actividad conductista asume una variedad de tec- de teoría psicológica y «constructos» de explicación. Las
nologías y campos concretos de aplicación. Por esa razón, figuras más representativas de esta corriente son: C, L.
la literatura especializada hace uso de diversos apelativos Hull y E. C. Tolman. Ambos autores se alejan sensible-
para describir dicho quehacer: terapia de la conducta, mente de la línea epistemológica defendida por Watson,
análisis experimental de la conducta, ingeniería de la con- pues introducen el empleo de variables «intermediarias»
ducta, tecnología del condicionamiento, ingeniería de la con el fin de explicar la relación S-R (estímulo-respuesta).
conducta, y otros. b) Otra tendencia está constituida por el llamado
En la medida que las diferentes aplicaciones del enfo- «neoconductismo radical», el cual bajo cierta óptica re-
que conductista no difieren demasiado desde un punto de presenta una reacción contra los sistemas globalizantes de
vista metodológico, adoptaremos el término «Análisis fun- interpretación en psicología y la utilización de nociones
cional de la conducta» para denominar al conjunto de téc- hipotético-deductivas del neoconductismo metodológico.
nicas y procedimientos que son aplicados a diversas ma- Uno de los autores más influyentes de esta orientación
nifestaciones del comportamiento de los organismos vivos es, sin lugar a dudas, B. F. Skinner, quien, permaneciendo
y cuyos fundamentos están basados en los mecanismos de fiel a las premisas epistemológicas del conductismo, logra
aprendizaje, descritos y demostrados por la psicología ex- impulsar el desarrollo de una tecnología de la conducta.
perimental. Al interior de estas tendencias neoconductistas se si-
túan una verdadera legión de investigadores y profesiona-
les psicólogos, dando así origen a una pluralidad de enfo-
1.1. ANTECEDENTES DEL ENFOQUE ques difícilmente clasificables. Entre éstos se encuentra
H. J. Eysenck, quien ha orientado sus trabajos hacia la
La obra teórica y experimental de J. Watson aportó construcción de un modelo de la personalidad, cuyas ba-
las bases del Análisis Funcional de la Conducta (AFC) ses estructurales están ancladas en lo biológico, sin desco-

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nocer, por tanto, la influencia de las variables ambien- rales, en un sentido estricto, tienen la obligación de de-
tales. Otro representante «independiente» es A, Bandura, terminar la relación precisa que existe entre un fenómeno
cuyas investigaciones en torno del aprendizaje social lo natural dado y la respuesta a tal fenómeno.» Y agrega en
han conducido a postular otro tipo de mecanismos de otro pasaje, entreabriendo la futura base conductual de
génesis y cambio de la conducta humana: el llamado reflexión: «Toda actividad del organismo es respuesta
condicionamiento vicario. En el terreno de la práctica —regulada por leyes— a la acción de un agente determi-
clínica, uno de los conductistas sui generis es, sin duda, nado del mundo exterior.»
J. Wolpe. Su principio de la «inhibición recíproca» hace c) El condicionamiento operante, cuya influencia será
de puente entre una perspectiva personologista y neo- determinante en el desarrollo y constitución de la mo-
conductista. Sin embargo, su aporte fundamental ha sido derna tecnología de la conducta. Según Skinner (1970-75),
la elaboración de algunas de las más ingeniosas herra- para modificar un comportamiento es preciso cambiar las
mientas de la clínica conductista. contingencias del medio ambiente. El principio general del
A pesar de las divergencias existentes en el seno de condicionamiento operante puede expresarse así: las con-
los partidarios del conductismo, todos ellos reconocen que secuencias que siguen inmediatamente a la emisión de
entre las fuentes que más han contribuido a la evolución una conducta tendrán una alta probabilidad de controlar
del análisis funcional de la conducta, se encuentran: la futura emisión de dicha conducta. Se afirma, además,
a) Las teorías del aprendizaje, especialmente las lla- que una conducta se mantendrá si es reforzable y se
madas conexionistas, aunque en estos últimos tiempos se extinguirá en ausencia de refuerzo, en intervalos de tiem-
advierte una renovada preocupación por aquellas desig- po que dependerán directamente del tipo de programa
nadas como cognitivistas. Las primeras, por mucho que de refuerzo que se haya aplicado.
discrepen entre sí, concuerdan en considerar al aprendi- d) El condicionamiento vicario, cuyas informaciones
zaje como un problema de conexiones entre estímulos y sobre el aprendizaje social por observación han permi-
respuestas y muestran un marcado interés por las formas tido la incorporación al arsenal técnico del conductista
en que la experiencia modifica tales relaciones. Las segun- de valiosas herramientas. Los procesos vicarios pueden
das, según Hill (1966), se preocupan del estudio de las explicar una serie de comportamientos que son aprendi-
cogniciones o representaciones (conocimientos, creencias, dos a partir de la observación de la conducta de otros
actitudes, etc.) que hace el individuo acerca de su medio individuos. Robert (1972) escribe: «Cuando dos o más in-
y de sí mismo, de las formas en que ellas influyen sobre dividuos son puestos en presencia de otros, ciertas carac-
la conducta y de sus variaciones producto del aprendizaje. terísticas de naturaleza social ejercen un impacto deter-
b) El condicionamiento clásico, de cuya influencia di- minante en las pautas de conducta existente; la posibi-
recta en los inicios de la postura conductista han dado lidad para un organismo dado de observar la conducta
testimonio los propios trabajos de su fundador y sus más de un segundo organismo constituye una de tales carac-
cercanos colaboradores (Jones, 1924; Watson y Raíner, terísticas.» El estudio de la conducta vicaria nos sugiere
1920), La obra de Pavlov aporta las bases experimentales que numerosos fenómenos analizados por el condiciona-
del actual A.F.C. y señala una ruta definida al quehacer miento clásico y operante, pueden tener lugar a través
concreto del psicólogo conductista: «Las ciencias natu- de la observación. Así, algunas respuestas emocionales

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pueden ser condicionadas por simple observación al igual cación de los fenómenos conductuales, los conceptos uti-
que conductas de miedo o evitación pueden ser extingui- lizados sean formulados de tal manera que sean suscep-
das en forma vicaria. tibles de ser verificados experimentalmente.
e) La práctica clínica conductista ha tenido un lugar f) Precisa que mientras no se tenga acceso directo
destacado en el progreso alcanzado por la tecnología con- a los fenómenos que se expresan a través de las nociones
ductual, pues ha permitido la aplicación de los principios (variables) intermediarias, sólo podrá tenérselas en cuen-
del laboratorio a situaciones concretas y la elaboración ta a condición de definirlas operacionalmente como varia-
de una gran cantidad de procedimientos, métodos y téc- bles: ambientales, fisiológicas o conductuales.
nicas que actualmente son aplicados con éxito en otras g) Constituye un enfoque de tipo funcional, en la
áreas,
medida que intenta establecer relaciones causales entre
f) La sociología de la conducta se incorpora progre- variables; siendo la conducta la variable dependiente y
sivamente al A.F.C. (Burgess y Bushell, 1969), aportando el ambiente la variable independiente.
una cierta cantidad de trabajos y conceptualizaciones de h) Considera innecesaria la utilización de analogías
diversas realidades sociales. para explicar la conducta, so pena de hacer una lectura
simbólica de los comportamientos: aquello que se obser-
va es el cambio de la conducta de los seres humanos,
1.2. ELEMENTOS CARACTERÍSTICOS DEL ENFOQUE no el cambio de los seres humanos en sí mismos.
i) Se inscribe en un modelo epistemológico abierto
En nuestra opinión, pueden considerarse los siguientes: y sensible a los cambios que el progreso de la ciencia de
a) Se trata de un enfoque fundamentalmente tecno- la conducta haga necesarios.
lógico centrado sobre un aspecto particular de los orga- j) Se identifica con una actividad de tecnología apli-
nismos vivos: la conducta. cada a los problemas conductuales, a través de la cual
b) Corresponde a una manera de plantearse el pro- se pueden plantear nuevos interrogantes a la investiga-
blema de la investigación y la práctica profesional. ción y la formulación de sugerencias a los marcos teóri-
c) Representa un intento de acumular aquellos cono- cos que la sustentan.
cimientos concernientes a la conducta, especialmente hu- Los propios conductistas han reconocido —a pesar de
mana, y expresarlos bajo la forma de leyes empíricas y sus éxitos incuestionables— los límites del A.F.C. No obs-
mecanismos de aprendizaje, capaces de explicar el «cómo» tante, han señalado igualmente que los progresos alcan-
y el «porqué» de la adquisición, el mantenimiento y el zados permiten prever —a despecho de los malos augu-
cambio de la conducta. rios pronunciados por sus detractores— que sobre la base
d) Implica abordar la conducta a través de un pro- de los actuales conocimientos experimentales es posible ir
cedimiento analítico, es decir, descomponer un todo (en más allá del ateoricismo y constituir un cuerpo teórico
este caso la conducta) en sus partes, para cuyo efecto satisfactorio.
se utilizan parámetros físicos 'tales como: frecuencia, du- El A.F.C. considera las observaciones sistemáticas y
ración, latencia, intensidad, etc. las descripciones operacionales, las leyes empíricas y los
e) Exige que tanto en la descripción como en la expli- mecanismos de aprendizaje, sólo como los primeros pa-
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sos en la larga marcha en pro del conocimiento y la ela-
boración de teorías científicas en psicología. En tal senti- eventos que anteceden y siguen a la emisión del compor-
do, los universos descriptivos de otras disciplinas (socio- tamiento.
logía, antropología, etc.) pueden constituir una valiosa c) Facilita apreciar las secuencias dinámicas que con-
ayuda, pues la característica esencial del A.F.C. es la de trolan la respuesta.
ser un enfoque flexible. Igualmente útiles podrán serle Trataremos a continuación de suministrar algunos an-
las observaciones procedentes del campo de la clínica tecedentes sobre cada uno de los elementos incluidos en
psicológica, como lo demuestra la propia evolución y en- la ecuación, pues para el lector menos familiarizado
trecruzamientos de influencias que han determinado su con la literatura del A.F.C. puede resultar un comple-
estado actual. mento de información que le ayude a calibrar mejor las
críticas y réplicas que serán expuestas más adelante.

1.3. LA ECUACIÓN DEL ANÁLISIS FUNCIONAL DE a) Los ESTÍMULOS (E)


LA CONDUCTA
Los elementos «E» hacen referencia a las condiciones
Tradicionalmente se han descrito sólo dos elementos ambientales específicas que se encuentran en relación con
para un análisis conductual: estímulo y respuesta. Sin la conducta.
embargo, algunos autores (Herrera, 1974; Kanfer y Phil- Conviene subrayar que, para un conductista, cuando
lips, 1970; Kanfer y Saslow, 1965) han insistido en la con- efectúa un análisis funcional, sólo serán pertinentes aque-
veniencia de describir e incorporar otros elementos, dan- llos estímulos que afectan a alguna propiedad determina-
do origen a una nueva ecuación conductual: da del comportamiento a estudiar, pues la constelación
de estímulos que están en relación con un organismo
puede llegar a ser inabordable. Un problema empírico de
primer orden es el de determinar cuál o cuáles son los
estímulos que están controlando la conducta dada.
Tener presente esta fórmula en el estudio de la con- Una conducta es generalmente emitida en presencia
ducta, nos parece altamente recomendable, pues el es- de numerosos eventos, algunos de los cuales pueden ad-
quema «S-R» ha inducido a muchos errores, en la inter- quirir una resonancia particular, transformándose en una
pretación de la manera como un conductista aborda el especie de «señal». Eventos de tal tipo han sido denomi-
análisis del comportamiento humano. nados «estímulos discriminativos» (Sd). Los «Sd», no ne-
Utilizar la ecuación de análisis de la conducta encierra cesariamente deben tener una presencia «física», ya que
algunas ventajas, entre las cuales podemos mencionar: pueden permanecer incorporados al repertorio conductual
a) Exige describir en forma precisa los diversos as- del sujeto bajo la forma de «guías», ejerciendo de este
pectos que están explícitamente ligados a la conducta modo un control indirecto sobre el comportamiento.
observada. Las normas sociales ejercen corrientemente un papel
b) Permite sistematizar ía información en torno a los de «Sd» en las comunidades humanas; incluso una norma
puede —en el momento de ser adquirida— transformarse
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en tal, a partir de una «señal» presente en la situación
estímulo. Por ejemplo: es probable que un niño pida a te responsables de algunos trastornos conductuales (Ba-
yes, 1977; Shapiro, 1970).
su madre que le compre golosinas, en una tienda, cuando
percibe que está de buen humor, y deje de hacerlo cuan- La ecuación de la conducta nos permite entonces dar
do la vea enfadada. cuenta tanto de aquellos elementos biológicos, permanen-
tes o transitorios, como, asimismo, de las modificaciones
La llamada conducta social «adaptada» —empleamos
que ellos introducen en el comportamiento.
este término pensando exclusivamente en aquella conduc-
ta que produce los resultados deseados— corresponde en-
C) LA RESPUESTA (R)
tonces, en cierta manera, a la capacidad del individuo de
«discriminar» las señales del medio, justamente a partir
de los «Sd» adquiridos por aprendizaje, La mayor parte de los autores tienden a clasificar las
respuestas en dos grandes categorías: respondientes y
b) EL ORGANISMO (O) operantes. Las primeras corresponden a aquellas que se
producen por condicionamiento clásico, mientras que las
La literatura conductista, antigua y moderna, hace nu- segundas se originan por condicionamiento operante.
merosas referencias ai organismo como un mediador en- La respuesta ha sido definida por los con duelistas, ge-
tre los estímulos y la respuesta. Algunos autores, entre neralmente, en forma bastante limitada: reacción ante un
los cuales se sitúa Eysenck (1967, han formulado teorías estímulo. Sin embargo, su significado parece ser bastante
sobre la estructura de la personalidad y sus relaciones más amplio, integrando una gama enorme de manifesta-
con el organismo. No obstante, la mayoría de los conduc- ciones. En tal sentido las respuestas sociales y verbales
tistas entienden por organismo el estado biológico del son descritas y analizadas, sin evocar en la interpretación
individuo, cuyo estudio es fundamental en tanto que ele- supuestos estados interiores o procesos mentales.
mento que influye en la conducta. En suma, la objetividad y la precisión en la utiliza-
No discutiremos ni el status epistemológico de la no- ción del término «respuesta» exige acuerdos metodológi-
ción de organismo en psicología, ni la legitimidad o con- cos sobre el control de las variables que la determinan.
veniencia de utilizar variables intermediarias (Le Ny,
d) LA RELACIÓN DE CONTINGENCIA (K)
1968); dejaremos tan sólo constancia de que, dentro del
quehacer práctico del conductista, la pertinencia de los
factores genéticos en el control del comportamiento es La comprensión de la importancia que juegan las con-
innegable. La colaboración entre psicólogos analistas expe- secuencias en el control de la conducta está estrecha-
rimentales de la conducta y otras disciplinas biológicas mente ligada a la noción de «contingencia de refuerzo», la
lo demuestra. No parece contradictorio estudiar las varia- cual corresponde a la relación temporal que existe entre
bles «organísmicas», pues dentro de un A.F.C. pueden te- los estímulos (situación), la respuesta propiamente tal;
ner un status adecuado como variables independientes. y los eventos que la siguen. Es conveniente hacer notar
Así, por ejemplo, el efecto de las drogas, una malforma- que en el ambiente natural, la mayor parte de las con-
ción somática, un tumor cerebral pueden ser efectivamen- ductas van a producir y a ser seguidas por eventos espe-
cíficos. En otras palabras, el ambiente es relativamente
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consistente en la forma de relacionarse con la conducta
Las relaciones de contingencia han sido puestas en una visión estática y superficial. El conductismo no se
evidencia a través de la elaboración de los llamados «pro- representa la realidad de esa manera. Por el contrario, se
gramas de refuerzo» (Ferster y Skinner, 1957), los cuales valoran e incorporan cada día a su cuerpo conceptual nue-
consisten en determinar la forma cómo se administrará vas nociones que tienden a dar cuenta de la conducta
la entrega de los refuerzos para modificar una conducta dentro de contextos que sufren evoluciones.
dada. Existe un gran número de tales programas entre Por otra parte, se dan oportunidades en las cuales una
los cuales los más conocidos son: los programas dé razón conducta se mantiene a pesar de ser seguida de conse«i
y los de intervalo. cuencias desagradables o haber cesado de ser reforzada.
Las experiencias de laboratorio han demostrado por Un análisis detenido de los diversos programas de re-
otra parte, que la resistencia a la extinción de una con- fuerzo a los cuales se está sometiendo la conducta podrá
ducta esta estrechamente vinculada al tipo de programa proporcionarnos luces que nos orienten en la determina-
de refuerzo por el cual fue adquirida. Por ejemplo las ción concreta del problema.
conductas aprendidas bajo programas de intervalo varia-
ble son más resistentes a la extinción que aquellas adqui-
ridas bajo programas de razón fija. 1.4. TECNOLOGÍA DE LA CONDUCTA
*.
e) LA CONSECUENCIA (C) El A.F.C. corresponde a una vocación práctica, razón
por la cual su desarrollo tiene características francamente
Todas las peorías modernas del aprendizaje reconocen tecnológicas.
la importancia de los eventos consecuentes a la emisión Ulrich (1967) ha introducido la noción de «ingeniería
de una respuesta (refuerzo y castigo) en el aumento o dis- de la conducta» para enfatizar los aspectos tecnológicos
minución de las probabilidades de nuevas emisiones de e incluso definir los alcances del A.F.C.: «es el manejo
la misma. del medio ambiente para obtener una conducta deter-
Determinar qué es un refuerzo constituye un proble- minada».
ma eminentemente empírico y vital en la planificación de La presencia de leyes empíricas de la conducta hace
las intervenciones del psicólogo conductista para estable- concebible una aproximación tecnológica a los problemas
cer las estrategias de cambio del comportamiento: no po- humanos. Plantear que el cambio del comportamiento
demos hablar —salvo raras excepciones— de la existencia puede ser realizado por cambios en el entorno, permite
de refuerzos verdaderamente universales. Por tanto cuan la intervención de numerosas personas —además del «in-
do se analiza una conducta específica, es preciso'aislar geniero conductista»—- en el proceso de la modificación
el tipo de refuerzo que la controla. de la conducta de un tercero: padres, enfermeras, profe-
En resumen, la ecuación de la conducta puede inducir sores, alumnos y cualquier persona que forme parte del
a error: parece como si desconociera las interacciones ambiente en el cual se mueve el individuo (Ayllon y
dinámicas y la complejidad de los elementos que la com Azrin, 1968; Ayllon y Michael, 1972; Homme y col., 1974).
ponen. Sin embargo, en nuestra opinión, no se trata de Bien entendido, se hace indispensable sistematizar y ma-
nejar de manera adecuada los procedimientos técnicos
28
29
que, poco a poco, han sido puestos en marcha en los
últimos años. La aparente simplicidad de las reglas que surgen de
las investigaciones sobre el condicionamiento operante y
La ingeniería de la conducta combina dos tipos de tec-
nologías: la manipulación de las contingencias de refuer- al administración de las contingencias de refuerzo no
debe hacer olvidar —sobre todo a nivel práctico— sus
zos y el control de los estímulos. Establece relaciones
empíricas entre los comportamientos que se desea modi- dificultades metodológicas.
ficar (conducta-objetivo), las variables que controlan la Los ingenieros de la conducta realizan, previa aplica-
conducta y los refuerzos disponibles. ción de los principios y reglas prácticas derivadas de las
Las relaciones entre los elementos que componen las leyes de la conducta, un examen cuidadoso de la influen-
bases del enfoque podríamos esquematizarlas de la ma- cia de los factores antecedentes y consecuentes sobre la
nera siguiente: conducta que estudian, como trataremos de esbozarlo a
continuación.
Tecnología del control
Estúnuíos discri
«ejpsestímulos 'núnativos (Sdl
(ingeniería de~ 1.5. ANÁLISIS Y EVALUACIÓN DE LA CONDUCTA
[la Conducta
* [respuesta (R)~
tecnología de la Previa a toda intervención y elaboración de una es-
pulación de contingen- ^Tn^ trategia de modificación de la conducta de un sujeto, se
ci%,s í""gen- —^{Refuerzos hace preciso establecer un análisis detenido de la con-
ducta problema. Para ello, la ecuación conductual que
La tecnología del control de los estímulos se especia- hemos comentado anteriormente sirve de telón de fondo
liza en programar los estímulos de tal manera que pue- a un cierto número de pautas que guían la búsqueda de
dan ejercer un control adecuado sobre la conducta que las informaciones útiles. El análisis de la conducta deter-
se pretenda modificar. La eficacia de este procedimiento minará el tipo de técnicas a utilizar y los objetivos a
descansa sobre la evidencia empírica: la presencia o alcanzar.
ausencia de estímulos determinados puede controlar la Los sistemas tradicionales de análisis y evaluación de
probabilidad de emisión de una respuesta. Por su parte, la conducta, inspirados, en gran parte, en teorías psico-
la tecnología que se desprende de la manipulación de las lógicas mentalistas, han insistido en el diagnóstico y la
contingencias, consiste en la administración de los re- clasificación. La justificación de tal posición se expresa
fuerzos. Las leyes empíricas del análisis conductual per- en términos de mecanismos internos responsables del
miten desglosar algunas reglas simples: cuando un evento comportamiento; la conducta no sería sino un subproduc-
es administrado en forma contingente a una conducta, la to del psiquismo o la mente. Las implicaciones metafí-
probabilidad de emisión futura de dicha conducta aumen- sicas del mentalismo y las objeciones formuladas al mis-
ta, y, a la inversa, el retiro del evento reforzante hace que mo han provocado que los psicólogos conductistas opon-
la probabilidad de emisión de la conducta disminuya. gan a la noción de diagnóstico la de un análisis opera-
Tn cional del propio comportamiento.
30
31
En el análisis y evaluación de la conducta se deben
considerar algunas premisas: En otras palabras, en qué medida se debe aumentar o
a) La relación dinámica entre el saber científico apor- disminuir la frecuencia de ocurrencia de la conducta a
tado por el psicólogo conductista, y la información su- modificar. Preciso es conocer el repertorio habitual de la
ministrada al sujeto que se somete a una intervención persona frente a diversas situaciones, pues de la fiel des-
conductual, constituye una herramienta metodológica de cripción de la conducta dependerá la adecuada progra-
primer orden. mación de la intervención conductista. El desfase entre
En otras palabras, el papel de la persona aquejada dicho repertorio y las exigencias del medio implica iden-
por uno o varios trastornos (incluidos los de la «perso- tificar aquellas conductas que provocan trastornos por
nalidad») es radicalmente diferente al que se le asigna «exceso» (ejemplo, «agresividad») o por «déficit» (ejemplo,
en los enfoques psicológicos clásicos, particularmente en «timidez»).
toda la gama de las llamadas psicoterapias. En la óptica La descripción de la conducta «problema» requiere
conductista, el saber del psicólogo corresponde fundamen- ser realizada en términos objetivos y operacionales, a fin
talmente a un conocimiento (transmisible) de los prin- que nos permita tanto identificar los parámetros físicos
cipios y las leyes que controlan la conducta, ofreciendo significativos que nos servirán de criterios de evaluación
al cliente un conjunto de herramientas técnico-metodoló- (frecuencia, intensidad, duración, etc.) como escoger la
gicas que serán discutidas y aplicadas de común acuerdo, técnica o técnicas que podrán ser utilizadas durante el
b) El A.F.C. jamás utilizará las etiquetas de «norma- programa de modificación.
lidad» o «patología» al referirse a los trastornos eonduc- d) La identificación de la conducta a modificar exige
tuales, pues una conducta «normal» o «patológica» hará una definición precisa y operacional, no sólo del compor-
siempre referencia a las normas existentes dentro de un tamiento mismo, sino igualmente del entorno. En otras
cierto contexto socio-cultural en un momento dado. Las palabras, se necesita una información, también objetiva
clasificaciones «diagnósticas», especialmente en psiquia- y operacional, de la situación que está ligada a la con-
tría, no hacen sino reproducir los juicios de valoración ducta, estableciéndose un análisis de las condiciones bajo
que emanan de ciertos conglomerados sociales. Nos pare- las cuales se produce(n) la(s) conducta(s) problema.
ce útil recordar (Dorna, 1977; Costello, 1972) que las taxo- e) Preocupación especial del A.F.C. constituye esta-
nomías psiquiátricas fueron definidas por «votación de la blecer, desde el principio, un registro (línea de base) de
mayoría» de dichas asociaciones profesionales, en lugar la conducta que se espera modificar. Registro que se pro-
de haberse establecido sobre la base de investigaciones seguirá durante la intervención, permitiendo, de esta for-
científicas. ma, medir el progreso y evaluar el cambio.
El estudio científico de la conducta humana nos en- f) Gran importancia se asigna dentro del análisis de
seña que las mismas leyes empíricas de la conducta son la conducta al estudio de las condiciones antecedentes y
aplicables tanto a las llamadas conductas «patológicas» consecuentes de la conducta problema. Entre estas va-
como a las «normales». riables se cuentan aquellas referentes al estado biológico
c) Quizás el primer paso del conductista consiste en de la persona, las normas socio-culturales, las interaccio-
identificar la conducta o conductas que requieren cambio. nes con otros individuos y el medio ambiente físico. Un
capítulo aparte corresponde al análisis de los refuerzos
32
33
que se encuentran en juego entre la conducta y el entorno,
en la medida en que los refuerzos poseen un carácter experimental que consiste, precisamente, en aplicar el pro-
generalmente específico para cada ser humano, pues exis- grama de modificación diseñado a partir de las pautas
te una combinación abigarrada de eventos, personas y de investigación ya comentadas. Una vez la conducta mo-
objetos que pueden reforzar la conducta. dificada —en la medida de lo posible, pues en sus apli-
En tal sentido, se trata de precisar los diferentes as- caciones al hombre resulta francamente difícil—, una
pectos que podrían tener una influencia favorable o des- comprobación directa del control que ejerce el medio am-
favorable sobre el comportamiento del sujeto. Mientras, biente consiste en restaurar las condiciones originales y
por otra parte, se trata de evaluar las posibilidades y los observar la reaparición de la conducta en cuestión, para
límites del cambio deseado. luego reintroducir los procedimientos de modificación y
g) Toda estrategia de cambio de conducta reclama obtener la conducta deseada.
establecer objetivos bien definidos, jamás enunciados en Los criterios que hemos señalado no pretenden ni ser
términos hipotéticos; es decir, una condición necesaria los únicos, ni agotar las múltiples posibilidades de explo-
será determinar los objetivos de manera operacional y ración y descripción que puede ofrecer al científico de
a través de nociones conductuales. Conviene recalcar que la conducta, ni mucho menos que la simple acumulación
la fijación de las metas no corresponderá a los deseos del de los hechos nos brinda las mejores explicaciones de los
modificador de la conducta ni a una imposición; por el trastornos de la conducta. No obstante, la evaluación y
contrario, por regla general, es el sujeto mismo quien el análisis empírico de la conducta ha demostrado ser
debe establecer los objetivos, mientras el psicólogo con- la base del desarrollo de la tecnología humana.
ductista proporcionará las herramientas técnico-metodo-
lógicas y ayudará a alcanzarlos.
h) El análisis de los diversos aspectos que intervienen 1.6. CAMPOS DE APLICACIÓN DEL A.F.C.
en la relación conducta-ambiente permitirá, no solamen-
te una mejor comprensión de la problemática, sino tam- El enfoque conductista alcanza en los años sesenta su
bién la formulación de un programa coherente de acción, mayor divulgación en los países de habla inglesa, tras un
destinado a modificar las contingencias del medio, en tal largo intervalo desde la década del treinta, en la cual
forma que se obtenga la conducta deseada. había marcado fuertemente la psicología de su época.
El A.F.C. insiste, como lo hemos bosquejado anterior- Pero se trata de un conductismo renovado, cuyos pilares
mente, en la responsabilidad del ambiente en el control son un conjunto de herramientas metodológicas y técni-
de la conducta humana; por tanto, la aplicación de la cas que comienzan a extenderse hasta los más diversos
tecnología conductista estará centrada en la manipula- campos de aplicación.
ción, justamente de las variables del medio, y no —como No cabe lugar a dudas de que una de las razones in-
argumentan muchos de sus opositores— en la «manipu- trínsecas del desarrollo vertiginoso de la tecnología de
lación del individuo». la conducta corresponde a la unidad metodológica que
i) En suma, tras el desarrollo de los pasos descritos, el enfoque entrega a todas y cada una de sus ramas de
el analista de la conducta precisa de una demostración aplicación.
La amplitud de los logros alcanzados por el conduc-
34
\
35
i
I
2, LAS CRITICAS ANTICONDUCTISTAS

a ^rvr¿HE^'?~ - ^
y Ribes, 1973; R¡mp y ^ ip^'^ "76- KeHer
1974; etc) ' ' ülnch y col-> 1972,

" Las críticas contra el conduetismo están compuestas


«ramas eco.dg
por una amalgama de puntos de vista» venidos de hori-
zontes diversos. Sin embargo, los recursos arguméntales
son curiosamente similares. Así es como el arsenal crítico
se revela siempre totalizante y por ende será en bloque.
Paradójicamente, no existe un «tratado» anticonductista
sino un «collage» fragmentario y parcial. Todo pasa como
si los críticos, cogidos en falta (con respecto a su propia
metodología globalizante), se vieran en la obligación de
justificar sus propias teorías para luego incrustar las crí-
ticas puntuales. En suma, se trata de un proceso de se-
lección, en el cual la mayor preocupación consiste en
edificar una muralla inexpugnable y una lógica coherente
que impidan —tal vez por siemple presencia— el avance
de un peligroso enemigo.
Hemos leído ciertos comentarios críticos sin poder de-
jar de admirar —especialmente en los escritores france-
ses— esa especie de majestuosa elegancia» esos estilos
aristocráticos en los cuales las palabras cobran vida in-
dependientemente del contexto, y esa desdeñosa manera
de tratar las referencias al desarrollar las ideas. Aunque
en el mismo momento en que se intenta dejar de lado
la prosa, para averiguar lo que se dice y solicitar una
precisión en las pruebas al margen de lo metalingüístico»
nos encontramos ante un espectáculo en el cual no basta
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la fineza gramatical para inferir la validez del conoci-
miento. Lo singular es que la falacia argumentativa no se esta actitud, consecuencia directa del cientificismo» habría
revela «consciente», pues todos dan la honesta impresión un rechazo a comprender la complejidad del hombre: por
de estar íntimamente convencidos de lo que afirman. Es lo tanto, sus explicaciones son insuficientes.
curioso que muchos de quienes pensamos que esa mane- El enfoque conductista nos induce a adoptar ciega-
ra de abordar los problemas es inadecuada, podamos mente los métodos de las ciencias naturales, en especial
aún ser seducidos por los atractivos del simple oficio los de la física y la biología, sin considerar las diferencias
lingüístico. cualitativas que existen entre los fenómenos materiales y
Nos hemos visto, entonces en la obligación de inten- los humanos. El resultado «es un enfoque reduccionista
tar una cierta sistematización del material desordenado —escribe Oleron (1971)—, estrecho y limitante, y sin posi-
que nos entrega la crítica, tratando de agrupar (tal vez bilidades de comprender, aunque quisiera, la realidad del
arbitrariamente) los contenidos de la misma. psiquismo y de la esencia del ser humano».
Por otra parte, la tendencia a «quedarse en los he-
2.1. LAS CRITICAS EPISTEMOLÓGICAS chos» (inspiración empírico-positivista) impediría a los
conductistas ver al hombre como un sujeto capaz de
actuar dentro del devenir histórico.
a) El conductismo tiene una apariencia de cientifici-
dad. Su carácter científico está dado sólo por aspectos El operacionalismo conductista, según Marcuse (1968),
meramente formales: definiciones operacionales, control implica una posición positivista cuyos efectos son los de
de variables, medición y cuantíficación de resultados, etc. rechazar aquellos conceptos que no puedan ser ligados
Su valor experimental es presuntuoso, pues no va más allá a observaciones u operaciones. De esta manera la doctri-
de un exitoso —ya conocido— adiestramiento de animales. na conductista contribuye a desarrollar el pensamiento
«unidimensional».
Andreski (1975), refiriéndose a Skinner, dice: «En con-
traste a tal pretensión (hacer ciencia) la más grande rea- b) Un axioma conductista (Delcourt, 1976) establece
lización de Skinner, en el dominio de la tecnología de que el hombre es idéntico a su comportamiento, es de-
la conducta, ha sido la de amaestrar a dos palomas para cir, que se reduce a meros actos o reacciones estímulo-
que lanzasen una pelota de ping-pong hacia adelante y ha- respuesta.
cia atrás. Este logro exige, probablemente, mucha perse- El modelo conductista concibe la vida como un simple
verancia e imaginación, pero justifica apenas su preten- juego mecánico entre los estímulos del medio y las res-
sión de ser tomado en serio como experto de la civili- puestas. Lo que, en otras palabras, relega a la mente a
zación y la política. El inventor de la célebre caja de una «caja negra» en la cual nociones tales como perso-
Skinner merece sin duda ser conocido como amaestrador nalidad, conciencia, intuición, yo, sentimientos, etc., no
de animales, aunque no sea evidente a simple vista que tienen cabida ni tampoco interés práctico.
vaya más allá de los logros de los amaestradores de circo.» En suma, el conductismo tiene una lógica mecanicista
Pero eso no es todo. El • conductismo, en su afán de dentro de la cual se le niega al hombre toda autonomía,
hacer calzar los hechos con la realidad, es incapaz de toda capacidad de generar sus propias conductas y toda
captar los fenómenos profundos de la vida mental. En posibilidad de darle un sentido a su acción.
c) Dentro de las tendencias conductistas, en particu-
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39
lar las representadas por Skinner y sus seguidores, se
observa una marcada sobrevaloración de las influencias El prurito experimental lleva a la mayoría de los con*
del medio ambiente y una subestimación del papel de duelistas a una posición «ateórica» extrema, la cual, apa-
los instintos y otros factores genéticos en la génesis de rentemente, olvida que no porque su enfoque sea fructí-
la conducta humana. El descuido del patrimonio bioló- fero, los otros serán necesariamente estériles, y que, al
gico, la estructura y la memoria filogenética conduce al mismo tiempo, la física y la biología no se han limitado
desconocimiento de lo esencial del ser humano y de las solamente al estudio de los fenómenos observables: ¿tra-
particularidades de cada especie. bajó Einstein con una cuarta dimensión perceptible em-
Esta actitud parcial no tiene en cuenta los trabajos píricamente?, ¿observó Mendeleyev todos los elementos
realizados por los etólogos (Lorenz, 1966), los psicolin- químicos? (Wolman, 1965).
güistas (Chomsky, 1965; Meehler, 1969) y algunos neuro-
fisiólogos (Delgado, 1972).
Fallo epistemológico, por una parte, y fallo metodo- 2.2. LAS CRITICAS TÉCNICO-METODOLÓGICAS
lógico, por otra, pues la consecuencia lógica nos hace re-
troceder a las tesis de Rousseau: El hombre es una «tabla a) La historia de las diversas disciplinas científicas
rasa» en la cual se inscriben en el curso de la Yida las ha mostrado como improcedente y aventurado intentar
influencias del medio, únicas responsables, en último tér- extrapolar los resultados de las investigaciones realizadas
mino, de sus conductas. con animales (ratas y palomas) al ser humano. No obs-
Argumentos todos que permiten probar (al crítico) el tante, los conductistas, trabajando con respuestas sim-
carácter parcelario aportado por los conductístas, quienes ples (rata apretando una palanca), se han permitido in-
no dan cuenta sino (en el mejor de los casos) de una tentar explicar comportamientos extremadamente comple-
parte (tal vez la menos significativa) de la problemática jos, tales como: creación artística, concepto de sociedad,
humana. lenguaje, etc.
d) En la práctica, los conductístas (salvo Hull y Tol- Al parecer, los conductistas olvidan que identificar la
man, quienes son considerados como casos aparte) se conducta del hombre con la del animal contradice la evi-
limitan a acumular hechos fragmentarios sin ser capaces dencia respecto a las diferencias cualitativas entre las
de estructurar un cuerpo teórico global, coherente y con- especies, en particular las características propias al hom-
vincente de los fenómenos parciales que investigan. bre: conciencia, voluntad, sentimientos, pensamiento, mo-
El conductista sólo se preocupa de recolectar datos ral, lenguaje, etc.
y realizar experimentaciones parciales, confiando en que, * b) La utilización de los modelos de laboratorio para
como fruto de la cantidad y de una cierta dosis de azar, explicar los procesos de la vida real, que se desarrollan
se obtendrán explicaciones más generales. Esta actitud y agitan más allá de las cuatro paredes de las salas de
corresponde a una tradición empírico-pragmática-induc- investigación, constituye una pretensión abusiva.
tivísta. Esta crítica se expresa textualmente por Nevé (1977)
En suma, el conductismo, en su versión más radical cuando escribe: «El modelo del condicionamiento operan-
(Skinner), concibe la ciencia de una manera regresiva. te de laboratorio pretende ser una miniaturización de la
organización de la sociedad... estableciéndose un puente
40
41
imaginario entre las investigaciones ^ i u
aprehensión de lo social./ laboratorio y una 2,3. LAS CRITICAS ETICAS
c) Un aspecto fuertemente crití^^ i
tadores de la conducta es ef redS ° ^ * ?perime»- a) El conductismo se presenta fundamentalmente bajo
r
que utilizan en las experiencias Pat ^ ° ^ SUJetos un ropaje amoral, con un telón de fondo teñido por una
raímente ájanos al quehae^™ °S CrítÍCOS gran indiferencia a la integridad del hombre,
eebible, e ¿cluso üSSSeTST^' conduc ^ De manera reiterada los conductistas tienden a des-
ia Utilizacíófl del «caso único!' ln ™ ^ta a truir la noción de «naturaleza humana», reduciéndola a
des muestras represen^r^n S £ un conjunto de mecanismos que no hacen sino asemejarla
mentemente, generalizar los resultado^ a una máquina o a los animales. Consideran, además, que
las actividades propias del ser humano, es decir, justa-
W^^'SS^'*?* Por diversos mente aquellas que lo diferencian del animal (virtud, crea-
e inconsecuencias de Tos conf ^ 1&S co^adicciones tividad, altruismo, imaginación, amor, etc.) son meras re-
enunciados Programáticos en ín f ^ r6SpeCt0 de ^ laciones entre estímulos y respuestas, sin valor intrínseco
alguno.
Esta actitud presupone varios alcances éticos: por un
^ ^ —p-^^ lado, el hombre pasa a ser objeto de experimentación con
a el cual se podría intentar todo tipo de manipulaciones,
den mucho ds su rigor mímn ««"íucta y, por otro, se legitimiza la utilización de métodos de
05 m el
diario d, la e ^ control social, como el condicionamiento, los cuales se
escriben traducen en tentativas abiertas o veladas de «amaestra-
ampliamente ¿atado, «el emcleo ri.
respuesta s«m sélo
Un artíc
ul<>
estímul
M miento» y «adaptación del hombre» a un contexto social
° dado. En otras palabras, predispone a que la práctica de
la psicología pueda fácilmente transformarse en un anti-
tales humanismo.
b) Para el conductismo, en último término, el hom-
son manipulados como bre no es responsable de sus actos, pues la actividad
de las publicaciones humana, al no ser más que un amasijo de reflejos condi-
cionados fuertemente moldeados por su entorno, no obe-
o - dece sino a fuerzas que escapan a su poder de elección
1970; Dorna, 1977 a, 1977 b T e cr'í UCÜStaS (C°SteII°' y de decisión (Perelman, 1973).
«terapeutas corductistas» hagan uso rTL^ I<>S propios En tal sentido, la posición conductista suprime las
SO) de manera
«píícita e implícita, de la nome^i 7 ' bases mismas de la moral, abriendo las compuertas a las
? b tax nomía
Psiquiátrica (terapia c¿¿6s^o^ ± at to f
° fuerzas más primitivas (egoísmo y crueldad) y permitien-
sesiones, etc.) centro deTaSs^ f^
pura tradl
' °Was, ob- do la restauración de la ley de la selva, además de cons-
logia médica. «ón de la ana, tituir una excelente coartada para la pereza y la falta de
creatividad.
42
43
La concepción del hombre que se desprende de los
escritos conductistas, tendería a menospreciar los méri- Para los terapeutas conductistas, los criterios que in-
tos y menoscabar el valor de los individuos honestos, al- fluyen en la elección de las técnicas de modificación, están
truistas, esforzados, generosos, valientes, sensibles, crea- planteados en ausencia o independientemente de conside-
dores, virtuosos, etc., que han forjado los pilares de nues- ciones éticas; sólo son función de los objetivos deseados.
tra cultura y civilización» La aplicación de las técnicas conductistas en las áreas
c) El «triste saber» conductista (Querzola, 1976) no de la educación nos proporciona evidencia complementa-
puede servir como herramienta de liberación del hombre ria. Su empleo repercute en un envilecimiento de las re-
sino, por el contrario, está condenado a ser utilizado como laciones humanas (especialmente grave en la formación
instrumento represivo. La lógica de sus planteamientos de los niños), pues se basa en prácticas de tipo mercanti-
suministra, al decir de Nevé (1977), argumentos justifica- lista. Por la vía del ejemplo, argumentan los críticos, el
dores a la dominación del hombre por el hombre, y una hecho de dar un dulce o asignar puntos por la ejecución
tecnología refinada capaz de realizarla. de una cierta conducta, no hace sino instaurar un siste-
d) Las críticas anteriormente bosquejadas están con- ma de «soborno», cuyas desastrosas consecuencias en el
firmadas por él uso de la tecnología conductista en sus futuro son previsibles.
diversos campos de aplicación. Por otra parte, los modificadores de la conducta utili-
La «terapia de la conducta» nos*muestra los extremos zan, en la mayoría de los casos, como sujetos de experi-
que se pueden alcanzar con una visión amoral del hom- mentación a individuos que por diversas razones (niños,
bre. Fiel eco de esta postura, los terapeutas de la con- psicóticos, presos) se encuentran privados de la posibili-
ducta incurren en flagrantes violaciones de la dignidad dad de ejercer sus derechos y capacidad de autonomía.
y la libertad de sus pacientes, En suma, el «amoralismo» conductista nos arrastra ine*
Las relaciones que se establecen en dichas prácticas vitablemente a negar la dignidad humana: en la medida
terapéuticas implican sumisión y dependencia. El terapeu- en que rechazan la ética, todo está permitido, y la divisa
ta asume deliberadamente un papel «directivo» (léase, au- maquiavélica (el fin justifica los medios) puede tener en
toritario) y se centra exclusivamente en los «síntomas» la práctica conductista su mejor exponente.
de trastornos psicológicos profundos, desinteresándose
abiertamente de los otros problemas que el paciente pue-
de presentar en la esfera de su psiquismo. La afectividad 2.4, LAS CRITICAS IDEGLQGICQ-POLITICAS
queda relegaba a un segundo plano (reprimida y ausente)
en la práctica psícoterapéutica: lo importante es lo que a) El conductismo no es más que una mercancía de
el paciente hace, no lo que «siente». Las «vivencias» son consumo que, como cualquier otra, sigue las mismas leyes
sistemáticamente soslayadas. Del mismo modo, según los e intereses del mercado y de los empresarios.
designios del terapeuta conductista, la psicoterapia no Querzola (1976), joven economista francés, se expresa
corresponde sino a una programación de «premios o cas- en tales términos y dice textualmente: «Las tecnologías
tigos», los cuales pueden ser extremadamente brutales: del control se enfrentan en el mercado. En cada mercado
eléctricas, ingestión de sustancias vomitivas, etc. responden a necesidades específicas. En ciertos sectores
suelen cooperar entre ellas, pero más frecuentemente —en
44
45
amplías zonas— se encuentran en competencia directa (...)
Como cualquier tecnología (producción, transporte, co- un sistema explicativo al estado-tecnocrático moderno. Su
municación, salud), una tecnología de control impone un verdadero y profundo significado consiste, entonces, en
cierto modo de consumo de sus servicios y cambia la vida enmascarar las verdaderas razones y la naturaleza misma
de la gente. Pero quizás habría que decir: más que nin- de los problemas humanos y sociales, en la medida que
guna otra tecnología. Para los marxistas, digamos, que no hace mención (ignora) la lucha de clases y los fenó-
es una fuerza, productiva de orden. Característica: es casi menos de toma de conciencia.
siempre nacionalizada. Se sabe que el Estado, en general, Para algunos autores (Franck, 1973), el conductismo re-
es el principal productor de orden» (subrayado por no-
sotros). presenta uno de los extremos del continuo ideológico den-
tro del cual se sitúan las diversas corrientes de la psico-
El corolario de estas afirmaciones no puede ser otro logía. La «ideología psicológica» asumiría un papel de
que la globalizaeión del problema y su interpretación a compensación, cuando los sistemas de control y los argu-
nivel del sistema capitalista: las tecnologías —especial- mentos que utiliza el poder se revelaran insuficientes.
mente la conductista—, en la medida que son generadas Todas las orientaciones en psicología se han transformado
por un Estado cuyos intereses de «orden» son resguardar en un complemento, sutilmente policíaco, del orden esta-
un cierto modelo de sociedad (norteamericano), se trans- blecido.
forman en su instrumento.
La complicidad de la tecnología, obedece a la dinámica
En la misma línea, aunque con mayor énfasis, Nevé misma del modo de producción capitalista. Nevé (1977)
(1977), joven psicosocióloga francesa, finaliza su artículo enfatiza: «Los problemas de conciencia, intersubjetivos,
con las siguientes palabras: «Si hemos puesto el acento ligados a la ideología moral (de pequefio-propietario), es-
en el modelo de Skinner, es porque sus aplicaciones prác- tán siendo sustituidos cada vez más por los problemas de
ticas, realizadas sobre todo en Estados Unidos, se apoyan la organización de las áreas económicas y los sistemas
en ese «modelo teórico». Ahora bien, estas prácticas, por (trust) de "management", dando paso a una ideología tec-
eficaces que pudiesen ser, encuentran en el modelo no su nocrática». Y agrega: «Apoyándose en la biología y en la
fuente sino su justificación-transposición-analógica, a par- física, el conductismo de Skinner anuncia la aparición
tir del marco prestigiado del laboratorio. No hay, por lo de una "nueva psicología". El argumento biológico per-
tanto, demostración teórica, sino una ideología justifica- mite reducir lo social a lo animal, y hacer abstracción de
dora al servicio de los poderes políticos establecidos».
la historia y de sus relaciones sociales».
Para estos críticos no hay duda posible: el conductis- c) La noción de «control de la conducta» suscita las
mo es una ideología condenada al servicio del poder. No
más vivas reacciones. Ella encarna una justificación ideo-
podría ser de otra manera, pues la ciencia es ideología,
lógica y la producción de nuevas y más perfeccionadas
b) A lo anterior se agrega un matiz: el conductismo
con su aparente ropaje de neutralidad científica esconde, herramientas de represión.
en forma sutil, la ideología dominante. El poder precisa de formas eficaces de manipulación:
Esencia ideológica y papel ideológico, función ideoló- una tecnología que permite predecir y modificar el com-
gica y objetivos ideológicos: el conductismo proporciona portamiento humano, no puede sino brindarle un exce-
lente servicio. La «normalización» y la «integración so-
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cial» tienen en el control de la conducta humana una de las conductas tendrían en dicho instrumento su mejor
justificación científica.
aliado.
Poco importa que todos vivamos en una sociedad con- Moscovíci (1973), psícosociólogo de gran audiencia en-
trolada, pues nada, por sí mismo, justifica la implantación tre la intelectualidad francesa, se expresa en términos
de otros tipos de manipulaciones. El control» sea del tajantes: «Este pensamiento (el skinneriano) invita a con-
color que sea, siempre será control. La liberación real de solidar el orden, entregando una respuesta a las críticas
los individuos sólo puede imaginarse en términos de una formuladas contra la cultura y la sociedad. Propone el
abolición completa de todo control. control a fin de asegurar la supervivencia, por tanto, la
Incluso en el caso de que el control sea independiente reproducción de lo existente. En perspectiva, la libertad
de la voluntad de las personas, el problema se mantiene: y la dignidad (ideas fuerza de los extremistas) son pompas
¿quién controlará el comportamiento de los nuevos con- de jabón del pasado, apoyadas por teorías precientíficas.
troladores?
En suma, la América de los señores Nixon y Agnew debe
Que los controladores provengan de la izquierda o de tomar en sus manos su propia salvación, tener el coraje
la derecha, en nada cambia la esencia del control: impe- de castigar y recompensar donde haga falta y cuando sea
dir las manifestaciones auténticas y espontáneas de los in- precisóse
dividuos y, fundamentalmente, de su autonomía. No cabe ninguna duda: no es posible creer en la buena
En suma, en la medida que el estado tecnocrátíco ac- fe de la ciencia. Los detractores del conductismo denun-
tual encarna el control, una tecnología de la conducta no cian que la investigación es financiada y seleccionada por
podrá escapar a su influencia, transformándose en su guar- el poder dominante. La institución científica participa en
dián ideológico y en su instrumento práctico de manipu- la lucha de los que están por, o contra, la sociedad vi-
lación. gente. La maraña de los intereses políticos y económicos
d) La posición conduetista, en un plano social am- inunda todo el quehacer tecnológico y científico. Los víncu-
plio, constituye un sólido pilar del «stablishment». Toda los entre el saber académico y el poder se perciben a tra-
actividad encaminada a «reparar» los efectos negativos de vés de los contratos y convenios entre: Universidades y
las disfunciones sociales y a «mitigar» la lucha de clases, Fundaciones privadas, Universidades y empresas, y Uni-
no puede sino servir a los sectores conservadores. Los versidades y programas del Gobierno.
conductistas omiten (¿deliberadamente?) la estructura y La ciencia ha sucumbido a los requerimientos de la
los objetivos de la sociedad, sociedad capitalista y a su secuela mercantilista, eficien-
Los analistas experimentales de la conducta son presa tista, utilitarista y rentabilista.
fácil de la ideología dominante. En sus trabajos rara vez e) Las ciencias sociales, y el conductismo en particu-
se hace alusión a los interrogantes de tipo político o eco- lar, constituyen en la actualidad el caballo de Troya de
nómico. la sociedad de consumo y de la represión velada.
Frenar el cambio social y las manifestaciones de auto- Los críticos nos advierten de los posibles usos perver-
sos que pueden extraerse de una tecnología conductual
nomía sería la tarea asignada por el poder a la tecnolo-
gía social conductísta. El conformismo y la masíficacíón en el terreno represivo (policía y ejército) y en el de la
influencia social (publicidad). La complicidad y colabora-
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ción de algunos científicos y técnicos en las instituciones conductismo: «Consideremos un campo de concentración
encargadas de ejercer control sobre los ciudadanos cons- bien organizado, en el que los detenidos se espían mutua-
tituye una consecuencia inevitable de la orientación que mente, con sus humeantes cámaras de gas como telón de
la ciencia ha tomado en las últimas décadas. Una tecnolo- fondo y eventualmente una alusión verbal para recordar
gía de la conducta no podrá escapar a este sino trágico, a el significado de ese refuerzo. El conjunto aparecería como
pesar de los esfuerzos y las buenas intenciones que algu- un mundo casi perfecto. En el sistema de Skinner no
nos investigadores realizan por reencauzar sus trabajos,
existe objeción para este orden social. Al contrario, pa-
f) Las pretensiones proféticas del conductismo —re- rece encontrarse próximo al ideal».
presentadas particularmente por Skinner— en torno a la
Paradójicamente, un compatriota de Chomsky, vice-
planificación de la cultura, no escapan a una visión tecno- presidente de los Estados Unidos, Agnew (1971), también
crática y totalitaria de la sociedad: en última instancia
toma partido contra el conductismo, y especialmente con-
constituyen un buen espejo de la «american way of life»,
tra Skinner, en términos no menos agresivos: «América,
Negley y Patríck (1952), al referirse a la novela utópica en tanto que sociedad, fue fundada en el respeto al indivi-
de Skinner (1948) titulada Walden dos, escriben: «De to-
duo, con una fe inquebrantable en su valor y dignidad...
das las dictaduras defendidas por los utopistas, ésta es
Skinner ataca las premisas mismas sobre las cuales nues-
la más profunda y los dictadores .en ciernes posiblemente
encontrarán en ella un manual de práctica política». tra sociedad reposa, afirmando que la vida, la libertad y
la búsqueda de felicidad fueron objetivos válidos hace
La proyección social de las proposiciones conductisías mucho tiempo, pero que no tienen ya ningún significado
puede adquirir un carácter aún más grave, como se des-
en la América del siglo veinte, ni en la creación de la nue-
prende de las palabras de Andreski (1975): «La obra de
Skinner, si tuviese un impacto serio en el mercado de los va cultura por él propiciada».
La utopía de Skinner se traduciría en una sociedad
éxitos, podría ser tan inquietante como Mi lucha de Hitler,
«planificada» por una élite, que resumiría en sí misma el
salvo que este último libro es más inteligente e instruc-
tivo». saber científico y el control. El conductista, verdadero
aprendiz de brujo, elevado a la categoría de «ingeniero so-
Lejos de constituir un fenómeno académico, Lance-
lot (1974) aporta su grano de arena a la denuncia genera- cial», tendría la posibilidad de realizar con toda comodidad
lizada: «Olvídese al hombre, considérese sólo al animal, las ficciones-científicas que han sido descritas por algunos
analícense sus condicionamientos actuando sobre el am- autores: El mundo feliz, 1984, La naranja mecánica, etc.
biente, encuéntrense los más eficaces y apliqúense. Skin-
ner llama a esto "condicionamiento operante". Hay otra
palabra para dicho proceso: nazismo».
Creemos no haber agotado la cantera crítica. Sólo he-
El ataque es virulento —la crítica quedó atrás—. Con
mos intentado reproducir aquellas que nos han parecido
entusiasmo y fe de cruzado, algunos académicos llaman
al combate. más representativas del estado de ánimo anti-conductista,
Nos ha resultado un poco difícil dejar de ironizar en tor-
Chomsky (1972), verdadero líder de esta reacción vis-
no a algunas de las objeciones; por tanto, rogamos al
ceral, no vacila en tomar la pluma para estigmatizar al
lector que disculpe esta mengua de objetividad, la cual,
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felizmente, tampoco pensamos encarnar. No está por de- 3. INTERPRETACIÓN DE LA CONDUCTA
más señalar que algunas de las críticas mencionadas en- ANTICONDUCT1STA
cuentran un cierto eco en nosotros mismos, y en un nú-
mero creciente de conductistas,
En los próximos capítulos trataremos de analizar tan-
to el contenido como el contexto de algunas de las argu-
mentaciones propuestas por los anti-conductistas.

El maremágnum crítico puede conducirnos a regiones


inhóspitas e insondables. Todo pasa como si al atacar al
conductismo, sus detractores se enfrentaran a un de-
miurgo maniqueísta. Nada permite permanecer sereno o
indirefente. Tras las frases más simples, se esconden
las trampas más tenebrosas. El lenguaje se ha enrare-
cido. Mitad víctimas y mitad culpables, una fuerza irre-
sistible nos empuja hacia juicios drásticos. La crítica se
esgrime como un arma de combate.
Aquí y allá los argumentos se cruzan sin tocarse.
Nada más difícil que analizar la dialéctica de la críti-
ca y el pragmatismo de la contracrítica, sin verse arras-
trado a las fronteras mismas del conocimiento.
Prisioneros de una cultura y de un lenguaje, tanto de-
tractores como defensores se ven sometidos a las tensio-
nes del psicologismo ontológico y del sociologismo ideo-
lógico.
Toda una tradición cultural parece chocar contra sí
misma.
Pensar en tales términos proporciona una pista sin-
gular: la búsqueda de una esencia y su representación in-
telectual no sería más que dos instantes de las oscila-
ciones del péndulo de la razón crítica.
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Para examinar los orígenes de ¡as objeciones, es de- la búsqueda de nuevas formas de comprender la proble-
cir, sus condiciones antecedentes y consecuentes, pode-
mática en la cual se juega la suerte de la humanidad.
mos considerar dos fuentes de interpretación: una, aque-
La crítica al conductismo, entonces, cobra real sentido
lla que se sitúa en el interior mismo de la psicología y, en
dentro de una perspectiva y una visión global que abraza»
ese sentido, hablaremos de un «choque preparadigmátí-
en una mirada envolvente, tanto el individuo como a la
co»; otra, aquella que está constituida por los reparos
sociedad, pero que pretende sobrepasar ambas nociones
que provienen desde fuera de la disciplina, y, en este caso,
haremos alusión al «trasfondo socio-cultural» donde se en una síntesis dialéctica y universal.
desarrollan y alimentan las críticas. Los peligros que nos acechan son múltiples: vivimos
en el vértice de una de las crisis más profundas por las
cuales ha transitado el hombre.
Sábato (1973) escribe conmocionado: «Esta crisis, no
3.1. EL TRASFONDO SOCIO-CULTURAL DE LAS sólo es la crisis del sistema capitalista: es el fin de toda
CRITICAS una concepción de la vida y del hombre que surgió en
Occidente con el Renacimiento».
El proceso abierto contra el conductismo por un sec- En cierta forma, el Apocalipsis está presente, larvado,
tor de la Intelligentzia, se podría* comprender mejor si desarrollándose todos los días un poco más.
lo ubicamos en un escenario mayor: la crisis de la socie- Aquí, la hecatombe ecológica y sus repercusiones futu-
dad tecnológica industrial. ras. Allá, los conflictos bélicos que nos acercan al filo de
La crisis se arrastra, extiende e instala de manera per- la catástrofe termo-nuclear. Más acá, la explosión demo-
manente desde hace años. Para algunos, será una lucha gráfica con su secuela de miseria y de muerte. En lonta-
entre opuestos dialécticos, entre lo viejo y lo nuevo, en- nanza, la indiferencia sobre el destino de la humanidad.
tre lo que está por nacer y aquello que aún no muere; Los intelectuales humanistas han descubierto, primero
mientras que, para otros, consiste en una mutación paula- con estupor y luego con pesimismo, en la industrializa-
tina de los valores morales. ción y en la tecnología, la fuente de la mayoría de nues-
El toque de alarma es general: se trata de identificar y tros males y de la creciente infelicidad.
de auscultar el proceso de alumbramiento o de degenera- Para Sábato (1973), «la mecanización de Occidente es
ción en todas sus particularidades y desentrañar sus sen- la más vasta, espectacular y siniestra tentativa de exter-
tidos. minio de la raza humana».
La vocación crítica descubre en este cometido su jus- En Pasolini (Duflot, 1970), quizás uno de los intelec-
tificación universal: se trata de separar, de desmenuzar» tuales contemporáneos que con mayor sentido trágico han
de descomponer, y de volver a pasar por un cedazo inte- vivido su época, encontramos una penetrante percepción
lectualmente fino cada elemento de la realidad, especial- de las ambigüedades: «Hoy la historia se orienta hacia
mente la producción intelectual. un objetivo único: la industrialización de todo el planeta.
Preciso es pensar más allá de los hechos; por lo tanto» Es posible comprobar, a posteriori, que los diferentes gru-
toda actitud de atenerse a ellos toma partido por o contra pos, las situaciones sectoriales, los particularismos geo-
políticas o los modos de actividad, diversifican esa histo-
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ria,,. Pero la humanidad, a ojo de pájaro, tiende unifor- ser, como una situación ontológica; para mí está allí,
memente a esa industrialización total, hacia la creación existe tal y como es. Su valor más seguro es existir. Esta
del reino de la tecnología sobre la Tierra». es su primera justificación».
Las constataciones se multiplican, y la crisis adquiere El mundo de las doctrinas se suma a la incertidumbre
nuevos hábitos, la metamorfosis se agiliza, la alienación y se convulsiona en un callejón sin salida, especialmente
se instaura, lentamente, como un mal menor. el cristianismo, aunque provoca sobresaltos cuando se tra-
La realidad supera la ficción: se vuelve surrealista. ta del marxismo.
La inestabilidad política de grandes sectores del globo, La voz de Pasolini llega hasta nosotros con sordina:
la proliferación de los golpes militares, las escenas dan- «Hace algunos años yo pensaba que los valores nuevos sur-
tescas de las nuevas formas de represión que surgen en girían de la lucha de clases, que la clase obrera llevaría a
contextos tan distintos (Sudamérica, África del Sur, Unión cabo una revolución y que esta revolución engendraría
Soviética, etc.), la sensación contidiana -—hora tras hora— valores humanos, la justicia, la felicidad... Pero las revo-
de! deterioro de las relaciones ínterpersonales, las tensio- luciones rusa, china y posteriormente la cubana, me devol-
nes económicas del mundo capitalista y la manipulación vieron a la realidad. Todo optimismo beato, incondicio-
creciente del estado político por el poder invisible de las nal, me fue prohibido a partir de entonces. Además, en
empresas multinacionales, el resurgimiento de las ideolo- la hora actual el neocapitalismo parece seguir un camino
gías fascistoides, la inoperancía de los organismos interna- que coincide con las aspiraciones de las "masas". Hasta
cionales, la permanencia de antiguos problemas de mino- tal punto, que desaparece la última esperanza de una re-
rías oprimidas y especialmente del racismo: ¿podría al- volución comunista. Esta esperanza, al menos para mí,
guien no sentirse implicado en, por lo menos, alguno de se ha convertido en utopía».
estos problemas?; ¿cómo podríamos negar el uso de las
Para un intelectual que hasta el momento mismo de
armas de la crítica?
El peso de nuestra tradición lógico-racionalista no pue- su muerte no dejó de autodefinirse como marxista, son
de por menos de sentirse incómoda y envuelta en una sed declaraciones que revelan un desgarramiento emocional,
de explicación universal, Una búsqueda de respuesta a la que no puede sólo atribuirse a una problemática personal.
gigantesca problemática actual no puede menos que pre- La situación aunque paradójica en muchas sentidos,
guntarse el porqué de todas las cosas, ¿Podría ser de otra pesa enormemente en el estado de ánimo de la intelectua-
manera? lidad, particularmente sensible a la vorágine planetaria,
Pasolini comenta; «Marxistas o no, todos estamos im- dentro de la cual todos tienden a percibir un peligro en
plicados en ese fin del mundo. Ni la sociedad ni Edipo el propio conocimiento que la humanidad ha adquirido
han resuelto el misterio de la existencia (...) yo contem- en el último siglo: «Y mientras más importante es la
plo la cara sombreada de la realidad, pues la otra todavía torre del conocimiento, escribe Sábalo (1973), y más te-
no existe». rrible el poder allí encerrado, más insignificante es el
La crítica y la contestación radical cumplen entonces hombre de la calle, más incierta su soledad».
una función inalienable, como dirá el mismo autor, un La especulación, a través de un metadiscurso, cada vez
deber en sí mismo: «Se me presenta como una forma de más desbordante, parece cobrar su revancha frente a las

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fuerzas de la técnica y la ciencia que otrora la despojaron
de su poder. a) Que el conductismo marcha a contracorriente de
Y en medio de este clima emocional, las ciencias de la la historia y de las necesidades reales del hombre.
conducta y su desarrollo tecnológico no pueden menos b) Que el conductismo tiene un carácter amoral, y
que infundir credibilidad a la imagen de un nuevo Fran- que, por lo tanto, representa una tecnología mercenaria.
kenstein tentacular que amenaza devorar a sus propios c) Que el conductismo implica un instrumento marca-
creadores, do por criterios ideológicos reaccionarios, sustentados por
La paradoja se impone: la realidad se disfraza. Resur- la creencia en la neutralidad de la ciencia.
ge renovado un cierto misticismo, una revitalización de d) Que el conductismo deshumaniza y simplifica la
las tendencias metafísicas irracionalistas que como ave problemática del hombre.
Fénix proclaman un «retorno a los orígenes» y al mito del
«buen salvaje».
Vivimos inmersos en una nueva escalada de pérdida 3.2. EL CHOQUE PREPARADIGMATICO
de la fe en el porvenir, en las ideas de progreso y en las
capacidades de la ciencia para resolver los problemas hu-
manos; agravada por el desencanto de la sociedad de con- No es extraño que los ecos y los ruidos de la calle
sumo y de las alternativas actuales1! he aquí, el trasfondo inunden (algunas veces de manera irreverente) las aulas
del cual los críticos del conductismo se están nutriendo. de las Facultades de Psicología y los laboratorios de in-
Una psicología de la conducta, quiérase o no, se en- vestigación. Nada más sensible que la psicología a los
cuentra enclavada en la encrucijada de esa gran polémi- replanteamientos teóricos. Su tradición filosófica y su re-
ca. La enorme masa de eventos que hemos tratado de per- ciente vocación la hacen permeable a los debates doctri-
filar convergen en torno a dos ejes principales: narios que abundan en las llamadas ciencias humanas.
— Por una parte, el cuestíonamiento al conductismo Hasta la fecha, gran parte del encanto de la psicología
no representa sino un aspecto de la crítica a la cual se ha sido este ir y venir de escuelas y modas de pensa-
somete al enfoque científico tecnológico en general, cuya miento. Sin embargo, en la medida en que los criterios
función se visualiza como un apéndice del poder político científicos han comenzado a primar sobre los especulati-
y económico que domina las diversas sociedades. vos, los debates se han trasformado sensiblemente. Una
— Por otra parte, utilizar marcos de referencia cien- verdadera sociología del quehacer en psicología podría
tíficos para estudiar la conducta humana, se sitúa en pug- desprenderse de los principales polos de influencia que la
na con todas aquellas tendencias que abogan por un res- caracterizan en la actualidad.
cate y recuperación de los valores intrínsicos del huma- El problema que nos parece pertinente retener en este
nismo y denuncian las nociones de manipulación y auto- momento es el siguiente: la psicología atraviesa un pe-
ridad. ríodo en el cual se entrecruzan y susperponen diferentes
De estas premisas se podría deducir entonces que el niveles de análisis. Un verdadera lucha de tendencias, en
trasfondo socio-cultural de la crítica anticonductista tien- la cual intervienen en forma desigual las consideraciones
de a considerar: metafísicas, los datos empíricos, los juicios de valor y los
aspectos técnicos. Este enjambre de elementos correspon-
II
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dería a un proceso «preparadigrnático» según la termino-
logía introducida por Kuhn (1972). cuya dinámica distinguiría Igualmente dos períodos dife-
No causa sorpresa, entonces, descubrir que» en gran renciables: el representado por la llamada «ciencia nor-
medida, las argumentaciones utilizadas por los críticos mal» y el denominado «ciencia extraordinaria». En el
corresponden en mucha mayor medida a prejuicios que primero encontramos un progreso científico armonioso, cla-
a un real problema científico de fondo. Razón suficiente ramente acumulativo, en el cual la ciencia se orienta hacia
—aunque innecesaria— para que se dé cabida en los de- la profundización de las teorías y los problemas plantea-
bates a un desfile carnavalesco y contradictorio de epíte- dos por el modelo o «paradigma», que ha logrado im-
tos e insultos, más propios de los enfrentamientos que ponerse (capacidad explicativa y predictiva) en la comu-
oponen a sectas religiosas o políticas, que a la idea que nidad científica de una disciplina, en un momento deter-
tenemos de una discusión científica. minado. En esta etapa, la preocupación fundamental del
El proceso dinámico que ha seguido la polémica anti- quehacer científico se dedica a desentrañar los hechos
conductista nos alerta sobre sus implicaciones y carácter. significativos y examinar la concordancia con el cuerpo
Un conflicto de tendencias que aún no logran alcanzar un teórico-paradigmático, con objeto de perfeccionar y de-
status científico, constituye un choque «preparadigmático» sarrollar dicho conocimiento. En otras palabras, los cien-
siguiendo, en sus grandes líneas, las^ proposiciones presen- tíficos, durante el período de «ciencia normal», no se preo-
tadas por Kuhn para interpretar fenómenos similares en cupan mayormente de intentar descubrir nuevas formas
las ciencias físicas. de explicación, sino de realizar una actividad que Kuhn de-
El progreso científico se ha llevado a cabo a través de nomina: resolución de enigmas (puzzle solving). La fun-
un camino en el cual los conocimientos se acumulan y dan ción de un paradigma es globalizante. Más allá de un sim-
origen a modelos, cuya capacidad explicativa y predictiva ple enunciado a verificar, un paradigma designa (Mata-
se imponen al conjunto de la comunidad científica. Esta lón, 1972) un conjunto de postulados, métodos, creencias,
forma de hacer ciencia fue considerada durante años como o dogmas —como señala el autor de una manera provo-
un andar lento, coherente, homogéneo y sin grandes con- cadora— que comparten todos los investigadores de una
tradicciones. Sin embargo, diversos epistemólogos (Bache- misma disciplina y que funden la unidad de una comuni-
dad científica.
lard, 1971; Kuhn, 1972-1973) han cuestionado esta versión
idílica de la evolución del saber científico, introduciendo La «ciencia extraordinaria» corresponde a un período
la noción de «ruptura epistemológica» para aquellos mo- de crisis. Un paradigma comienza a ser cuestionado cuan-
mentos en que se producen saltos radicales en las posi- do el número de problemas que no es capaz de ex-
ciones o teorías sustentadas. Incluso se hablará de «re- plicar se multiplica dejando paso a un clima de dudas
voluciones científicas» para denominar la suplantación de que generalmente conduce a la repetición de las experien-
una teoría por otra. cias y a largos años de incertidumbre. Este interregno
La perspectiva trazada por Kuhn ha tenido un enorme permitirá la irrupción de la «ciencia extraordinaria», mo-
Impacto y difusión en los medios académicos de la psico- mento en el cual nuevas teorías entran en competencia
logía. Kuhn concibe que el conocimiento científico avan- para explicar aquello que el paradigma de la «ciencia
za impulsado por una suerte de motor de dos marchas, normal» no es capaz de hacer. Este período es fundamen-
talmente transitorio, pues constituye el preámbulo de pre-
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paración de un nuevo paradigma, existiendo una super- Entre los enfoques más representativos tenemos:
posición entre los problemas que pueden ser resueltos a) El psicoanálisis: fragmentado en múltiples tenden-
por el antiguo paradigma y aquellos que están tratando cias, ha logrado mantener su hegemonía en diversos paí-
de ser resueltos —competitivamente— por las nuevas teo- ses, especialmente en las comunidades de psicólogos fran-
rías, las cuales abrirán la ruta al nuevo paradigma, instau-
rando un nuevo período de «ciencia normal». ceses y argentinos.
b) La fenomenología: diversas corrientes, incluso cier-
En este punto dejaremos la síntesis de las proposicio- tas variantes del cognitivisrno americano, reclaman para
nes de Kuhn. Su aplicación a la problemática que vive la sí este enfoque, particularmente en el terreno terapéutico.
psicología actual y al papel que le cabe al conductismo en c) La socio-psicología marxista: aunque nunca estruc-
particular, sólo puede hacerse en términos generales y turada de manera sistemática y como escuela aparte, ha
analógicos, y todos sabemos los inconvenientes que acarrea dejado su huella a través de numerosos autores, quienes
la utilización de las analogías en contextos diferentes. han tratado de transformar las tesis del materialismo dia-
Significativamente y sin discusión posible, la psicolo- léctico e histórico en un marco epistemológico del que-
gía contemporánea se encuentra en plena ebullición. Nada
hacer en psicología.
más cercano a lo descrito por Kuhn a propósito del perío- d) El estracturalismo: tendencia multifacética e in-
do de la ciencia extraordinaria» Sin embargo» tal paralelo
terdisciplinaria, constituye un enfoque fuertemente repre-
implicaría la existencia de un paradigma anterior. La evi-
sentado en los campos de la psicología evolutiva y social.
dencia nos informa que no existe ni ha existido un para- e) El organicismo: grandes sectores de psico-fisiólo-
digma aceptado por la comunidad científica en psicología; gos se han adherido a las tesis organicistas, profunda-
por el contrario, tan sólo podemos enumerar una cierta
cantidad de enfoques que se disputan la supremacía. mente teñidas por los modelos médicos.
Por tanto, nos parece sugestivo reiterar que la psicolo-
gía atraviesa más bien un período de luchas y querellas
«preparadígmático». No obstante, dos elementos nos per- Escapa a nuestras intenciones actuales profundizar en
miten entrever que dicho debate adquiere un carácter cua- las posiciones anteriormente señaladas y en sus divergen-
litativamente distinto: cias con la posición conductista. Sin embargo, hemos que-
— La consolidación de una posición epistemológica: el rido indicar su presencia, pues sus adeptos se expresan a
conductismo. menudo contra el enfoque propiciado por los analistas
— El desarrollo vertiginoso de una tecnología propia: funcionales de la conducta, creando ese cuadro un tanto
el análisis funcional de la conducta. confuso, que hemos denominado «choque preparadigmá-
tico», en el cual los fuegos entrecruzados hacen difícil
Los grandes temas o escuelas de la psicología moder- discernir las verdaderas posiciones que se defienden o
na han tendido a encerrarse en si* mismos, sin proyectarse atacan.
con nuevos aportes tecnológicos, permaneciendo relativa-
mente estacionarios y encontrándose fuertemente marca-
dos por la tradición metafísica.
6.2
63
En suma, la agudeza de los problemas que se formu-
lan a través del trasfondo de crisis que vive nuestra socie- depósito de las acciones, testigo del pasado, ejemplo y avi-
dad y las implicaciones del choque preparadigmátieo, nos so del presente, advertencia de lo por venir».
permiten constatar que: Los críticos han logrado imponer un status ideológico
a) El lento proceso de construcción de la psicología a la reflexión en psicología. Poca importancia parece re-
científica ha entrado en una nueva etapa, mucho más ace- vestir que los juicios emitidos carezcan de fundamentos
lerada» pero siempre conservando sus rasgos de guerra empíricos. Ninguna inquietud suscita que tanto los razo-
fría —epistemológicamente hablando— entre los diversos namientos como el tipo de razonamiento empleado adquie-
enfoques que se disputan tanto la supremacía dentro de ran un sentido tautológico.
la comunidad científica como los favores del público en La opinión pública, e incluso buena parte de la comu-
general. nidad emparentada con la psicología, recibe cotidianamen-
b) Es interesante constatar que las diversas tenden- te el mensaje crítico. Impresionados por los peligros que
cias que rivalizan con el conductismo tienen un sello en la crítica descubre en el trabajo científico, pocos parecen
común: todas intentan dar una cierta visión cosmológica exigir pruebas más tangibles sobre la perversidad de una
del hombre y de sus relaciones con el universo. ciencia y tecnología de la conducta.
c) El problema de la implantación de un paradigma Algunas preguntas nos parecen pertinentes para me-
científico en psicología constituye*una meta deseable que jor comprender la situación y el papel de los críticos:
depende en gran medida del progreso de la investigación. ¿Quiénes son los críticos?
d) El contexto descrito no hace sino favorecer el de- ¿Cuál es su status?
sarrollo de las críticas anticonductístas. Las resistencias ¿Qué representan?
emocionales frente a los hallazgos empíricos alentarán una ¿Qué mensaje vehiculizan?
actitud hostil, proyectándose una imagen popular, confusa ¿Qué intencionalidad tiene la crítica?
y equívoca. incontestablemente un sector importante de los crí-
e) En la mayoría de los casos, los detractores del ticos pertenecen a la intelectualidad universitaria, mili-
conductismo y de la ciencia en general, cumplen un papel tantes o simpatizantes con las ideas de izquierda. Sin em-
ideológico significativo. bargo, dentro de esta «inteligentzia» podríamos —quizás
arbitrariamente— distinguir dos grandes tendencias. A una
la denominaremos «humanista contestataria», pues la dis-
3.3. UNA INTERPRETACIÓN DEL PAPEL DE LOS cusión parecen centrarla en los aspectos deshumanizado-
CRÍTICOS ANTICONDUCTÍSTAS res y en el freno que el conductismo puede representar
para el cambio social. A la otra, el término que hemos
Investidos por un comportamiento militante, la gran escogido para identificarla será: «humanista conformis-
mayoría de los críticos anticonductístas esgrimen, como ta», en la medida en que su preocupación central gira
bandera de combate, una cierta verdad humanista uni- en torno a los valores eternos del hombre y su puesto
versal. Aquella «verdad», como dijera Cervantes en El en la naturaleza.
Quijote: «cuya madre es la historia, émula del tiempo,
64
65
a) LOS CRÍTICOS DEL HUMANISMO CONTESTATARIO concepción del mundo, servirá de base al quehacer críti-
co, cuya herramienta favorita será el análisis metadiscur-
Verdadera subcultura, representa un cúmulo de re- sivo y la argumentación retórica.
presentaciones y prácticas sociales, de sistemas de pensa- Particularmente entusiastas en la denuncia de las ar-
miento —en muchos casos heterogéneos— y estrategias bitrariedades lógico-argumentativas e ideológicas de los
de cambio. Heredera de una tradición especulativa, pre- demás, raramente demuestran una preocupación igual-
tende constituir una síntesis del conocimiento. Interpre- mente entusiasta por la verificación empírica de sus pro-
tación global de la sociedad, tiene en una famosa senten- pias premisas. Su divorcio con los procedimientos expe-
cia de Sartre (1964) su expresión más provocativa: «El rimentales es completo. En efecto, el tipo de trabajo que
marxismo es el horizonte insuperable de nuestro tiempo», realizan y la forma como lo abordan se ubica preferen-
A riesgo de generalizaciones apresuradas —estamos pre- temente en las antípodas del quehacer científico. Desde
parados para admitirlo—, los miembros de esta comuni- un punto de vista teórico-lógico, han aceptado los fenó-
dad crítica se caracterizan por un tipo de socialización menos como indisociables (el peso de la tradición filosófica
moldeada por las tradiciones académicas. Tributarios de totalizante es enorme), aunque en la práctica se ven for-
un legado racionalista y científico, han incorporado a su zados a insinuar un análisis, a través de las nociones es-
bagaje argumental muchas de las concepciones marxistas, peculativas de estructura o función.
sin que por ello se solidaricen forzosamente con su prác- Otro rasgo distintivo proviene de la propia actividad
tica política. Igualmente han experimentado la influencia que realizan (profesores universitarios, escritores, ideólo-
de las ideas sobre la conducta: en -una gran cantidad de gos, etc.), cuyo contacto con la realidad se encuentra ge-
trabajos de los hunmanistas contestatarios, se descubre, neralmente mediatizado por consideraciones intelectuales.
sin tener que escarbar mucho, que la práctica es apre- Mucho menos expuestos a las presiones de tareas urgentes
ciada, más como producto del saber que como fuente que otros profesionales, logran tener acceso a un status
del mismo.
relativamente privilegiado para la selección de los temas a
Consecuentes con su formación heterogénea, los detrac- tratar, la manera de estudiarlos y la determinación de los
tores tenderán a representarse los problemas concretos plazos de realización. Marginales a la maquinaria produc-
como la expresión superficial de fenómenos más profun- tiva del sistema social en el cual viven, logran una zona
dos y esenciales. La búsqueda de las fuentes trascen- de autonomía considerable que les permite escapar a
dentes del pensamiento marcarán insensiblemente un cier- los mecanismos de control a los que se encuentran someti-
to menosprecio por las cosas pragmáticas. Responderán dos, por ejemplo, los obreros, técnicos y directivos de una
mejor a las necesidades de «autorrealización», según la organización industrial.
expresión de Maslow, que a aquellas de orden más prima- El conjunto de eventos descritos —en caso de revelar-
rio. Buena parte de su producción intelectual corresponde se empíricamente ciertos— nos permitirían afirmar que
a un axioma lógico: la solución de los pequeños proble- constituyen contingencias de refuerzo suficientes para ex-
mas sólo será real en la medida en que seamos capaces plicar la génesis y mantenimiento de la conducta crítica
de desentrañar las razones profundas que, en última ins- que caracteriza la subcultura «humanista-contestataria».
tancia, los determinan. Axioma que empapado de una cierta Conducta que es funcional a las tareas que se ha asigna-
66
67
do.' producir pensamiento crítico. Forman en gran medida Marx: «Un sistema de ideas que no tiene ninguna función
una suerte de «conciencia vigilante», cuya labor funda- científica» forjada por la clase dominante con la finalidad
mental corresponde, como diría Descartes, al discerni- de ocultar las contradicciones del sistema capitalista».
miento entre lo verdadero y lo falso, lo legítimo y lo ile- Unidos indirectamente al poder vigente (lazos familia-
gítimo, lo cierto y lo incierto. Claro está, que en términos res o económicos), cumplen plenamente un rol de con-
puramente lógicos. La dimensión experimental, para ve- ciencia vigilante. Atisban, desentrañan y advierten de los
rificar las proposiciones, se les escapa completamente. La peligros que amenazan a su sociedad, aunque enmascaran-
ausencia de criterios objetivos de validación, parece no do generalmente los problemas reales, a través de una
incomodar a los manipuladores del cedazo lógico-racional- defensa ardorosa de los valores espirituales y culturales
crítico. que han servido de base al sistema social actual.
Productores de ideología (¿acaso no es todo ideología? Las tesis del dualismo cartesiano, en lugar de causar
como postulan algunos de sus maestros), se yerguen como picazones epistemológicas —como a sus colegas contesta-
defensores de un hombre nuevo (abstracto) que estaría tarios—, son plenamente aceptadas y utilizadas con aris-
amenazado por la tecnología conductual. tocrática propiedad. Constituyen los mejores exponentes
Los destinatarios de la argumentación anti-conductis- del nientalismo y el idealismo filosófico, reaccionando con
ta (humanista-contestataria) sería una *opinión pública sen- repugnancia, cortésmente contenida, ante la superficiali-
sibilizada a los peligros de la ciencia, y, especialmente, to- dad, el pragmatismo, el materialismo, etc.
dos aquellos que se proyectan más allá de la sociedad Nada muestra mejor esta actitud que la denuncia en-
vigente. carnizada que realizan (sobre bases teológicas) de los sub-
productos tecnológicos y de la experimentación animal y
b) LOS CRÍTICOS BEL HUMANISMO-CONFORMISTA humana.
La ciencia, sinónimo de ateísmo y materialismo, tiene
La diferencia más radical entre los críticos contesta- para los humanistas conformistas un significado perver-
tarios y los conformistas reside, fundamentalmente, en la so. Las fuerzas atroces desatadas por la ciencia y la tec-
importancia asignada al problema político y a la voluntad nología son producto directo de una actitud deshumani-
de cambio social. Sin embargo, comparten en gran medida zante que ha despreciado sistemáticamente los valores
las características socio-culturales y económicas con las humanos, convirtiendo al espíritu en una función del
cuales hemos perfilado a los detractores contestatarios. cuerpo y del medio.
Minoría culta y refinada, cuyos abolengos son disimu- La antigua polémica entre materialistas e idealistas rea-
lados, con elegancia, tras ese encanto discreto de la bur- parece en forma vigorosa. Todo el «discurso» humanista
guesía tradicional, dispensan un lugar insignificante en sus conformista retendrá como argumento supremo el horror
argumentos a la problemática social. Transmisores de una que les provoca la formulación de explicaciones que des-
ideología consolidada y poderosa, tenderán a rodearse de tronan al hombre como centro del universo y que exclu-
un manto de agnosticismo de libre pensadores. Verdade- yen, la esencia divina del mismo.
ros mentores espirituales de la sociedad, corresponden En sus alegatos en pro-del-hombre descalificarán al con-
bastante bien a la noción de ideología propuesta por ductismo, porque, en términos concretos» representa la
68 69
pérdida absoluta de su tutela sobre la psicología, último Soldados de una causa, los críticos han declarado la
reducto sólido de las tesis del idealismo filosófico. guerra a todo un mundo, y a todo aquello que visualizan
¿Qué puede tener entonces de extraño el encono y la como relacionado con aquél. Esta actitud, especialmente
violencia de los ataques contra una tendencia que parece en el caso de los críticos contestatarios, nos parece par-
propiciar la «ausencia de Dios»? ticularmente negativa, puesto que paradójicamente se tra-
ta de la causa de todos, incluso de muchos conductistas
3.4. LAS REPERCUSIONES DE LAS IMÁGENES (entre los cuales creemos contarnos); difícilmente es po-
ANTICONDUCTISTAS sible aceptarla en términos de una guerra, en la cual
Forjadores de imágenes, los representantes de ambas nosotros mismos nos sentimos o podemos llegar a sen-
tendencias críticas han logrado hacer del conductismo un tirnos identificados, al menos afectivamente.
monstruo sin rostro ni alma: una especie de anti«Cristo Porque muy pocos se atreverán a negar que la socie-
diabólico o un anti-Marx mecánico. dad, tal como está estructurada, tiene objetivamente se-
Caso singular, en el cual los detractores han resultado rios defectos y sufre de agudas contradicciones. No se
ser mejores manipuladores de la conducta que los propios necesita ser marxista para reconocer que hay situaciones
conductistas, elaborando a partir de tantos y tan dispares cada vez más chocantes. Ni tampoco ser cristiano para
argumentos una posición lógica, ooherente y en cierta intuir que la crisis de valores es algo tangible y real.
forma defendible, sin más pruebas que la fuerza de jui- Los críticos —¡homenaje a la función!— captan y son
cios de valor y la explotación fina de las creencias y capaces de expresar en cierta manera un estado de ánimo
temores de los neófitos. colectivo. Terriblemente sensibles al refuerzo social, tie-
Con porfía, los hechos nos están demostrando que el nen en el eco del público su mejor recompensa. La proba-
prestigio de la crítica —aunque las cazas de brujas ya bilidad de emisión de tales conductas nos indica —apli-
no se vean acompañadas de las purificaderas hogueras— cando el ABC del enfoque operante— que, a no mediar
conserva aún su poder de persuasión, y la palabra escrita un cambio en las variables del medio ambiente, estas
su magia inestimable. conductas se mantendrán en función de la aceptación
Como un Saint Beuve ayer, un Chomsky hoy, logran tácita de un público que no posee otra fuente de infor-
ser conocidos mundialmente por su labor crítica más que mación y desconoce efectivamente las implicaciones del
por el valor intrínseco de sus propios trabajos. problema.
Entonces: ¿qué hace que esta conducta crítica se man- No está por demás recordar que estos vigías sociales
tenga? se encuentran marginados del poder político y económico.
En nuestra opinión, al margen de las variables mencio- Barrera que puede ser una gran fuente de refuerzo y que
nadas anteriormente, existe un evento reforzante espe- además nos objetiviza otro aspecto del disfuncionamiento
cial: su carácter militante. Resulta curioso que los tér- social moderno. Fenómeno brillantemente descrito por
minos «militar» y «militante» provengan de la misma raíz Wright Mills (1977), quien nos entrega una radiografía del
latina «Miles» que significa: «soldado». Sería menos cu- intelectual y la crítica.
rioso, quizá, si nos detenemos a observar y describir las Tampoco es casual que la imagen del conductismo di-
conductas críticas. fundida por esta verdadera legión extranjera de la Intelli-

70 71
gentzia europea, o europeizante, haya sido asimilada por conocidas por el público en general, e incluso por buena
una gruesa capa de los sectores intelectuales, que viven parte de los profesionales y técnicos que manipulan sus
atentos a las modas culturales. La heterogeneidad de las hallazgos. A lo cual se suma el gran retardo que existe
mismas críticas brinda suficientes matices como para que entre el momento en que se descubren nuevas leyes y téc-
cada cual encuentre su medida. Esto obedece, paralela- nicas, y las posteriores correcciones y modificaciones que
mente, a otros factores. Todo un aprendizaje cultural ha permanentemente se introducen. La divulgación realmente
posibilitado que se asigne más fácilmente crédito a las científica es generalmente tardía. El caso del conductis-
figuras de autoridad (políticas o académicas), entre cuyas mo es particularmente ilustrativo. La actitud retraída, e
actividades habituales la crítica juega un papel desta- incluso la «debilidad de carácter» de los propios con-
cado. Por otra parte, otros dos elementos se entremez- ductistas, han facilitado una rápida difusión de imágenes
clan para dar plausibilidad y autonomía tanto a las fuen- equivocadas ideológicas, al margen de la evidencia em-
tes emisoras como a la calidad de los contenidos difun- pírica.
didos: En suma, pensamos que los términos del debate ideo-
— La actividad crítica (ideológica) no precisa respon- logía y conductisnio han sido mal planteados, ya que las
sabilizarse de las consecuencias que la misma tendrá so- construcciones argumentativas anticonductistas tienen la
bre los demás. Su rasgo esencial egtá dado por su prin- lógica y la coherencia de los sofismas. Su correspondencia
cipio de «tomar o dejar». El crítico elabora su pensa- con la realidad es incierta, intuitiva, simplemente enrai-
miento en una forma perfectamente individual, y dice en zada en juicios de valor.
voz alta lo que piensa. Que su crítica tenga consecuencias Entendámonos bien, a nuestro juicio, la crítica ideo-
no es su responsabilidad, pues su papel es denunciar, no lógica es un instrumento útil y necesario, a condición de
hacer «justicia». tomarla como reflexiones, jamás como verdades indiscu-
— La dialéctica crítica no pasa de ser una modalidad tibles.
retórica, la cual constituye una gimnasia argumentativo- En acuerdo con Bernard (1966), «si encontramos un
lógica, no precisa ni se siente obligada a presentar pro- hecho en oposición a la teoría dominante, debemos acep-
posiciones alternativas a las tesis criticadas. Así es como tar el hecho y abandonar la teoría, incluso en el caso que
la crítica ideológica estará siempre próxima de la esté- esta teoría esté apoyada por grandes nombres y sea am-
tica: no se sustenta en sí misma, sino en aquello que es pliamente aceptada».
capaz de evocar en el lector o en el espectador. Por lo tanto, invitamos al lector a replantearse, pero
La fuerza de los contenidos críticos meramente ideoló- esta vez buscando criterios fácticos, algunas de las in-
gicos radica en la falta de informaciones objetivas del terrogantes de la crítica anticonductista: ¿El conductismo
público para poder por sí mismo evaluar la veracidad de es un enemigo del hombre? ¿Está realmente al servicio
los mensajes. Las conductas realmente implantadas en del poder? ¿Debe, irremisiblemente, estarlo? ¿Habría oca-
el público son exactamente las opuestas. siones en que podría no estarlo? ¿Puede ser empleado
La enorme especialización del trabajo científico mo- con otras perspectivas? ¿Es una ideología? ¿Puede ser
derno ha impuesto que su quehacer y sus implicaciones una ayuda en la tarea de cambiar la sociedad? ¿Explica
epistemológicas y metodológicas sean cada vez menos las conductas humanas?
72 73
4. ACERCA DEL PROBLEMA EPISTEMOLÓGICO

Los fundamentos epistemológicos de una disciplina


permiten identificar tanto su objeto de estudio como los
criterios metodológicos a través de los cuales se pretende
dar cuenta de una realidad.
El desafío lanzado por los primeros conductistas con-
sistió, justamente, en sentar las bases epistemológicas de
una ciencia de la conducta y desentrañar algunas de las
múltiples interrogantes que plantea una posición cientí-
fica en psicología (Rodríguez, 1974; Yulis, 1975).
El A.F.C. se reclama continuador y solidario con la
ruta epistemológica trazada por Watson a comienzos de
siglo. Sin embargo, el propio progreso de la ciencia de la
conducta ha permitido corregir algunos errores concep-
tuales y afinar ciertas nociones que se prestaban a malas
interpretaciones.
A la inversa, la gran mayoría de las críticas a los fun-
damentos de la práctica del analista de la conducta se
mantienen aferradas a las imágenes tradicionales que los
propios detractores han divulgado del conductismo.
El fondo del problema tiende a emerger en forma ní-
tida cuando los críticos más consecuentes del humanis-
mo-conformista se escandalizan ante el hecho que la Psi-
cología de la Conducta sólo se plantea la problemática de
«cómo se comportan los organismos», en lugar de respon-

75
der al problema de «qué es el hombre». He aquí la mé- solo instante, en la evolución que los propios conductis-
dula de un debate que afecta directamente al tipo de acti- tas prevén para su disciplina. Preciso es someter el ra-
tud frente al objeto de estudio de la psicología, y, para- zonamiento a ciertas reglas; en caso contrario, el pensa-
lelamente, la necesaria demarcación entre ciencia y me- miento será presa fácil de la especulación y el mentalismo.
tafísica.
Skinner (1970) escribe: «La ciencia es algo más que
Trataremos de abordar grosso modo algunas de las una simple descripción de hechos. Ella constituye una
premisas epistemológicas que alimentan la práctica con- tentativa de descubrir un orden, de mostrar que algunos
ductista, especialmente aquellas que sirven de blanco pre-
hechos tienen una relación válida con otros hechos (...),
dilecto a sus detractores. Pasaremos por alto muchas de pero el orden no es solamente un posible resultado final,
las diferencias entre las propias tendencias conductistas es una hipótesis de trabajo que se adopta desde el co-
modernas, a fin de delimitar las cuestiones que, a nuestro mienzo. No podemos aplicar métodos científicos a un su-
juicio, inciden directamente en la aprehensión inadecuada
del conductismo. jeto que va de un lado para otro caprichosamente.»
Insistir en que los hechos constituyen un punto de
partida compartido por todas las disciplinas científicas
corresponde a una exigencia básica de objetividad para
4.1, CIERTAS PREMISAS EPISTEMOLÓGICAS
DEL A.F.C. la validación de los sistemas explicativos. En ese sentido,
«un hecho es algo que está ahí, independientemente de
que alguien lo piense o no» (Russell, 1947).
El conductismo implica una elección epistemológica, es Bajo esta perspectiva (Bayés, 1974; McGuigan, 1972),
decir, un planteamiento sobre la forma de aprehender y
el A.F.C. se impone como tarea llenar dos requisitos fun-
conocer la realidad. Por esta razón, «el conductismo no
damentales del quehacer científico:
es el estudio científico de la conducta sino su filosofía, la
a) Abordar los fenómenos psicológicos de una mane-
cual comprende la materia y los métodos de la psicología» ra experimental, es decir, que el grado de falsedad o de
(Skinner, 1971). Y agrega: «El problema fundamental no
verdad de una proposición estará dado por sus posibi-
consiste en saber de qué materia está constituido el mun-
lidades de verificación empírica.
do, ni de reconocer sí se trata de una o dos sustancias,
b) Considerar que los objetivos de la psicología cien-
sino de saber cuáles son las dimensiones que la psicología
tífica consisten en buscar explicaciones legales y estable-
estudia, y cuáles son los métodos más convenientes para
analizarlas», cer criterios de predicción de los fenómenos observables.
Una consecuencia importante de estas premisas con-
Dar énfasis a la conducta representa entonces un pun-
siste en caracterizar el papel del psicólogo como un inves-
to de partida, una manera de enfrentar el quehacer psico-
tigador experimental, cuya búsqueda tiene relación con
lógico, sin pretender erigirse en un modelo teórico global.
los mecanismos de adquisición, mantenimiento y cambio
Paradójicamente, los críticos objetan justamente su ten-
de la conducta,
dencia a permanecer próximos a los hechos, única forma
Los psicólogos tradicionales han reaccionado violenta-
de evitar la «formalización». Sin embargo, «limitarse a los
mente contra estas nociones, pretextando un supuesto
hechos* (antiguo «pecado» positivista) corresponde a un
reduccionismo «fisicalista» de los fenómenos psicológicos
76
77
(no físicos); sin embargo, los conductístas no renuncian ción de modelos particulares de explicación (provisorios).
a estudiarlos. El problema es simplemente otro, pues el Un sistema científico, dice Skinner (1970), se concibe
analista de la conducta se plantea: cómo estudiarlos de para facilitarnos la manipulación de algo con eficiencia,
manera consecuente a la luz de los postulados del mé- Una concepción científica no es un conocimiento pasivo,
todo científico.
Una vez puestas en evidencia las leyes que rigen una parte
El análisis de los hechos, su descripción y objetiva- de nuestro universo, podemos abordarlo adecuadamente.
ción, está siempre en la base de todo proceso acumula- Predecir un evento nos permite prepararnos mejor para
tivo del conocimiento. El método científico representa el momento en que se presentará. Pero de la predicción
una disposición para abordar la realidad, independiente- podemos también extraer la posibilidad de producir otros
mente de que los resultados se opongan a nuestras creen- eventos que estimemos convenientes. Además, las reglas
cias o deseos. No cabe duda de que dicha actitud choca o leyes del conocimiento engendran nuevos métodos de
con antiguas tradiciones, especialmente en psicología. La análisis e intervención para estudiar los eventos aislados,
herejía epistemológica de los conductístas consiste pre- las cuales, una vez experimentadas, vendrán a alimentar
cisamente en denunciar los prejuicios y tabúes que, doc- nuevas proposiciones.
trinariamente, han impedido hacer de la psicología una El conductista considera que el estudio de la conducta
ciencia. Aun en nuestros días, residía difícil aceptar en es un fenómeno complejo pero abordable. La conducta
los medios psicológicos que las ideas tienen poca impor- no es estática, sino dinámica y cambiante. Esto repre-
tancia por sí solas si no van acompañadas de una veri- senta sin duda una dificultad enorme, pero no insoluble.
ficación y de la descripción de los procedimientos que El A.F.C. no puede asimilarse a un modelo teórico, sino
han permitido ponerlas en evidencia. La reproducción de más bien a un premodelo, fundamentalmente descriptivo.
las experiencias constituye una condición indispensable Pero, en ningún caso, «antiteórico». Los conceptos que
del quehacer científico. Los conductístas no hacen sino utiliza corresponden generalmente a definiciones opera-
establecer proposiciones y métodos consonantes con esos cionales de observaciones. No se plantea, por tanto, un
principios.
sistema de «hipótesis». El analista de la conducta des-
Las premisas de la ciencia han encontrado un eco fiel cribe lo que ve, y busca experimentalmente las relaciones
en la práctica conductista. En tanto que se ha planteado funcionales entre los eventos que configuran la ecuación
hacer de la psicología una ciencia, precisa concebir un de la conducta, a la cual hemos hecho alusión en el pri-
camino particular a seguir: una manera de realizar la in- mer capítulo. Los términos clásicos de «causa y efecto»
vestigación, con el fin de que los resultados y la manera son utilizados como relaciones entre variables: la «causa»
como éstos fueron obtenidos puedan ser demostrados, representa una variable independiente {V.I.), mientras el
comunicados y reproducidos.
«efecto» corresponde a un cambio en la variable depen-
En otras palabras, el conductismo ha hecho suyas las diente (V.D.). Estas nociones no indican «por qué» una
principales etapas del método científico adaptándolas a causa da lugar a un efecto, simplemente señalan que algu-
su objeto de estudio: la observación de comportamientos nos eventos tienden a producirse con una cierta proba-
específicos, su posible relación con otros eventos, el esta- bilidad y en un cierto orden. En la óptica conductista, la
blecimiento de reglas o leyes sistemáticas y la elabora- variable dependiente fundamental es la conducta; en cam-
78
bio, la variable independiente está constituida por una. ma (el mundo «público o físico»), mientras dejará la otra
amplía gama de eventos ambientales. En otras palabras, mitad (el mundo «privado o psíquico») a otro tipo de
la conducta será función del medio ambiente, Goldia- investigadores, quienes no tendrán por qué tener en cuen-
mond (1965) lo expresa en términos de fórmula: ta los principios del método científico.
En otras palabras, el agnosticismo operacionalista res-
C=f (x1,x2jx3,etc.) tablece implícitamente el status de la psicología como
tributaria de alguna disciplina fronteriza: de un lado, la
I"
metafísica, y del otro, las ciencias físicas y biológicas.
j En suma, el A.F.C. se interesa por el método cíentí- El conductismo sMnneriano, rechazando tanto el re-
Lfico con un criterio esencialmente pragmático, como una duccionismo metodológico como el teórico y las versiones
herramienta que permite resolver problemas. Ayllon y modernas del dualismo cartesiano, permite restablecer un
Azrin (1968) lo expresan en forma similar: «el criterio cierto equilibrio: no se insiste en una verdad por con-
último, en caso de adoptar un punto de vista funcional, senso, ni se niegan los fenómenos que se manifiestan en
consiste en elegir el método más útil para establecer ge- el mundo «privado»; tampoco se postula que tales even-
neralizaciones prácticas». tos sean inobservables. Se cuestiona, simplemente, la na-
Para algunos autores (Wolman, 1965) esta actitud del turaleza «subjetiva» del hecho observado y la validez de
conductismo es asimilable al operacionalismo. No obs- tales observaciones.
tante, tales propósitos han sido fuertemente impugnados Para Skinner (1975): «Lo que se siente u observa sub-
por el propio Skinner (1945), quien considera que si bien jetivamente, no forma parte de una naturaleza no-física
el operacionalismo ha efectuado una contribución impor- (conciencia, psiquismo, etc.), sino del cuerpo del mismo
tante en el desarrollo de las ciencias de la conducta, no observador».
es menos cierto que sus límites son enormes. En otras palabras, aquello que se observa introspecti-
Las implicaciones epistemológicas del operacionalismo vamente es un subproducto de la historia genética y am-
conducen a aceptar —reinjertar—, a través del conductis- biental de cada individuo.
mo metodológico, una noción dualista: el paralelismo psi-
cofísico. Una manera de conservar las viejas concepcio-
nes, pero de manera vergonzante, una especie de «eppur 4.2. CONDUSTISMO Y ALGUNAS REFLEXIONES
si muove» a la inversa. La reflexión de Skinner (1945) MARXISTAS
respecto a tales proposiciones es tajante: lo que le falta
(al operacionalismo y conductismo metodológico) es la Las bases deterministas del enfoque conductista han
hipótesis audaz y estimulante que exprese la unidad del permitido a algunos autores establecer ciertos paralelos
hecho psicológico, es decir, que aquello que se observa entre las tesis del materialismo dialéctico y del conduc-
y se habla corresponde siempre al mundo físico y real. tismo. La enorme influencia de los trabajos de Pavlov
Una disciplina científica que acepte trabajar con la en Unión Soviética han facilitado este proceso, el cual
hipótesis del paralelismo psícofísico, está reconociendo de conoce actualmente en el medio latinoamericano un re-
manera explícita que sólo abordará la mitad del proble- novado interés.
80 81
6.
A nuestro juicio, cualquier aproximación entre ambos Durante muchos años, el puente entre el marxismo y
enfoques sólo puede aceptarse con una gran prudencia. el conductismo se mantuvo bloqueado. En la actualidad
Dilucidar efectivamente este problema exige un trabajo algunos trabajos recientes nos hacen pensar que asistire-
que escapa absolutamente a las intenciones de los auto- mos a una reactualización de esa problemática. Pese al
res. Sin embargo, creemos interesante aportar al debate carácter asistemático y la escasez de reflexiones sobre
algunas reflexiones extraídas de ciertos estudiosos de la dicho tema, algunos autores (Luzoro, 1977; Kvale, 1977)
problemática entre la psicología y el marxismo. creen ver en el materialismo dialéctico la verdadera epis-
Un verdadero pionero fue Politzer (1963), quien luego temología, a partir de la cual sería posible reorientar la
de romper completamente con sus concepciones psico- tecnología de la conducta incorporándola a una visión
analíticas, intenta elaborar las bases de una psicología más completa e histórica del mundo.
«concreta» sobre la base del materialismo dialéctico e Una argumentación similar fue expresada por Naville
histórico, asimilando muchas de las proposiciones del (1948) en los siguientes términos: «Ellos han aportado
conductismo watsoniano. (Marx y Engels) muchos elementos metodológicos —que
En uno de sus libros (Politzer, 1963) escribe: «En la fundan su propio materialismo—, los cuales pueden con-
práctica, no ha habido más que una sola tentativa sin- siderarse, legítimamente, como principios fundamentales
cera de psicología objetiva: "d conductismo. Aquel que de la ciencia de la conducta del presente. Estos principios
ha surgido de las ideas fundamentales de Watson. Han son los siguientes: 1, Principio del comportamiento: el
sido necesarios cincuenta años, y los fracasos sucesivos de hombre es lo que hace, por lo tanto el concepto de pro-
Wundt, Bechterev y otros, revelando el carácter mitoló- ducción es fundamental. 2, Principio de la unidad de la
gico de la psicología fisiológica (que apenas sobrepasa la conducta: el hombre no se compone de un espíritu y un
fisiología de las sensaciones), para que del estudio de cuerpo, sino de un organismo único, cuyas manifestacio-
la conducta animal emerja finalmente una concepción nes se explican, a diversos niveles, por su realidad y sus
positiva, en el sentido más riguroso del término.» efectos materiales. 3, Principio de la objetividad de la
Y en otro pasaje agrega: «El gran mérito de Watson... conducta: el hombre no existe ni actúa por sí solo; en
es haber finalmente comprendido que el ideal de la psico- cambio actúa y existe en función de otras personas, es
logía, ciencia natural, implicaba renunciar absolutamente decir en sociedad.»
y sin condiciones a la vida interior. Hasta esos momen- La adopción del materialismo dialéctico como episte-
tos, las psicologías objetivas no eran tales sino en los mología del A.F.C. podría ser cuestionada, curiosamente,
prólogos, mientras que habitualmente tenían el hábito de a través de las palabras de un marxista y psicólogo bas-
reintroducir, con mayor o menor ingenuidad, las nocio- tante conocido (Zazzo, 1975): «Las hermosas declaracio-
nes introspectivas en el texto. Watson comprendió que nes no resuelven nada: la ciencia no se deduce del marxis-
la actitud sinceramente científica exigía hacer tabla rasa mo, más bien es el marxismo quien deduce sus principios
de todo lo que sea introspección o animismo, logrando de la ciencia, la cual está haciéndose, y de las acciones
aquello que había escapado a los grandes campeones de en las cuales el hombre se compromete» (subrayado por
la psicología objetiva: llevar hasta sus límites la exigen- nosotros).
cia de la objetividad en psicología.» En este sentido, nos resulta difícil aceptar una relación

82 83
conductismo-marxismo en términos de subordinación, mu- tadas e insondables del espíritu, de la vida interior, de
cho menos cuando aún no se han sopesado con absoluta lo sobrenatural y de lo abstracto.
y descarnada objetividad los espacios que el «ideologis- Implica, además, rechazar la noción de unidad de la
mo» ocupa tanto dentro del pensamiento marxista (clá- naturaleza, extrayendo de la misma al hombre, aunque
sico o moderno) como dentro del conductismo contem- atribuyéndole otra especial; la naturaleza humana. Desde
poráneo. tiempos remotos, esta noción ha reinado sin contrapeso
entre las grandes doctrinas filosóficas, pasando completa-
mente al lenguaje de la psicología.
El mentalismo en psicología puede fácilmente resumir-
4,3. TEMAS EPISTEMOLÓGICOS ABORDADOS
se en su metáfora más utilizada: el hombre interno, esa
POR LOS CRÍTICOS
especie de hombrecillo tiránico que gobierna de manera
autónoma sobre nuestra vida mental.
La diversidad de elementos epistemológicos esgrimi- Las concepciones clásicas de la psicología consideran
dos por los detractores del conductismo nos impide tra- que en el pensamiento (actividad mental, facultad inte-
tar de dar cuenta de todos y cada uno de ellos. Por esta lectual, razón, mente, etc.) existen una serie de eventos
razón, nos limitaremos a bosquejar* algunos temas epis- interiores que son capaces de poner en juego el con-
temológicos defendidos por el conductismo y que han sido junto de las llamadas actividades mentales, las cuales
objeto preferencial de las críticas, se traducen en actos objetivos. Lamentablemente, los nu-
merosos estudios realizados sobre los mecanismos men-
a) EL RECHAZO CONDÜCTISTA AL MENTALISMO tales, poco o nada concluyente establecen a propósito de
la noción de mente.
Al definir el objeto de estudio de la psicología, Wat- Los progresos de la electrónica y las computadoras
son (1913) se expresa así: «El conductismo afirma que el han suministrado, curiosamente, nuevas y más sofistica-
objeto de la psicología humana es la conducta del ser das argumentaciones a los partidarios del mentalismo.
humano, y que la conciencia no es un concepto definido Algunos autores consideran que una de las propiedades
ni un concepto utilizable.» de la mente es su capacidad de procesamiento y alma-
He aquí, sin ambages, un cuestíonamiento radical a cenamiento de la información. Las nociones de «entrada»
una de las formas más sutiles del mentalismo de comien- (input) y «salida (output) mostrarían que entre ambas
zos de siglo: la conciencia. El conductista y el experimen- existiría un espacio real que probaría la existencia de la
tador que era Watson se revelan contra la creencia de mente,
su época sobre la existencia de la conciencia como algo No cabe duda de que la imagen más popular y célebre
objetivo; para él, se trata de un retorno a la superstición del mentalismo ha sido aportada por el psicoanálisis con
y la magia, su concepción tridimensional del aparato psíquico, cuyas
La aceptación de un dualismo cuerpo-alma, caracterís- fuerzas, en combate permanente, determinan la conducta
tica del mentalismo, conlleva, en un plano teórico situar humana.
las causas de la conducta humana en las regiones ilimi- La visión mentalista de los problemas psicológicos ha

84 85
conducido en gran parte a la noción de patología mental El ambiente juega un papel determinante: la conducta,
y a la medicalización del estudio y del tratamiento de las una vez emitida, pasa a ser controlada por las variables
llamadas enfermedades mentales. El A.F.C. ha logrado del ambiente, el cual» a su vez, las selecciona. Para SMn-
no sólo desmantelar la tautología mentalista, sino propo- ner, se trata de una prolongación de las leyes de la teoría
ner alternativas concretas a la utilización de los mode- darwiniana de la evolución. En múltiples oportunidades
los mentalistas y médicos en dicho campo de aplicación ha desarrollado una especie de paralelismo, aunque no
de la psicología (Dorna, 1977). cabe duda que la escala de tiempo es bastante diferente.
Invocar nociones mentales internas como origen de la La teoría de la selección natural provocó en una época
conducta no resuelve en absoluto el problema causal, pues una de las polémicas más espectaculares de la historia
dichas facultades mentales precisan, a su vez, ser expli- de la ciencia. No es insólito, por tanto, que muchos de
cadas. los ecos de aquellos debates sean actualmente esgrimidos
contra el conductismo.
b) EL PAPEL DEL MEDIO AMBIENTE
Un célebre biólogo (Huxley, 1967), difícilmente asimila-
ble a la comente sMnneriana, acoge plenamente el para-
El ambiente es uno de los aspectos más sobresalientes lelismo de las leyes biológicas de selección con las leyes
de la posición conductista clásica y. moderna. Consiste de la conducta, en los términos siguientes: «En la evolu-
en una manera particular de interpretar el fenómeno psi- ción humana, el mecanismo principal lo constituye la se-
cológico sobre la base de la teoría de la evolución, lección psico-social, cuya acción se ejerce a través de las
Watson fue el primero en dar tanta importancia al presiones culturales; ella actúa con mayor rapidez que
factor ambiental en la adquisición y cambio de conducta las precedentes y a una velocidad creciente. El resultado
de los organismos vivos. La conducta es un proceso son los seres humanos en sociedad, con sus concepciones
activo de aprendizaje: aprendemos y desaprendemos. La y creencias, sus modos de organización económica y polí-
manera de cambiar los hábitos resulta de un cambio del tica, sus leyes y religiones.»
ambiente. Mientras más cambien las condiciones externas, La traducción tecnológica de esta perspectiva ha pues-
más modificaciones se observarán en la conducta. A pesar to en evidencia, como lo señalan acertadamente Serón y
de compartir tales afirmaciones, los conductistas actuales, col, (1977), dos elementos importantes: por una parte, el
especialmente Skinner, se alejan de la posición watso- organismo puede ser reforzado en función de las conduc-
niana que convierte el proceso conductual en una simple tas que emite, pero igualmente puede adquirir respuestas
cadena estímulo-respuesta (E-R), en la cual el organismo completamente nuevas a partir de las emitidas a través
reacciona frente a un estímulo. de aproximaciones sucesivas; por otra, el organismo será
Skinner (1971) guarda una distancia considerable res- controlado por sus consecuencias a condición que dichos
pecto a la tradición E-R, pues, en su opinión, encierra una eventos tengan un carácter reforzador. La complejidad
omisión grave: «Ninguna descripción de la interacción técnica y metodológica del refuerzo reside, fundamental-
entre el organismo y el ambiente es completa, si no in- mente, en su carácter idiosincrático, es decir, en el hecho
cluye la acción del ambiente sobre el organismo luego de que los organismos poseen una sensibilidad diferen-
que una respuesta es emitida.» cial a las contingencias de refuerzo.
86 87
1
Richeíle (1974) analiza algunas de las críticas respecto
corresponden a las teorías de la representación y a las
a la acción seleccionadora del ambiente, y subraya el
hecho de que, pese a las dificultades de aplicación de los teorías de la descripción.
El «cajanegrísmo» entra directamente en las llamadas
principios de la teoría de la evolución a los fenómenos
teorías de tipo descriptivas. Este enfoque ha sido utili-
intelectuales, verbales y creativos del hombre, sería ina-
zado en sus inicios por muchas teorías que actualmente
decuado dejarlos de lado sin haber agotado la investiga-
gozan de un status prestigioso, justamente por su buen
ción en ese sector del conocimiento, pues una sensibilidad
desarrollo teórico: la óptica geométrica, la termodinámi-
diferencial a las contingencias de refuerzo puede remitir
ca, la cinética química, las teorías de los circuitos elec-
el problema a la historia ontogenética y filogenética del
organismo, en cuyo caso el papel del medio recupera to^o trónicos, la de la información, etc.
su poder de explicación. Un error bastante habitual, especialmente en el caso
de los críticos del conductismo, es asimilar la noción de
C) EL PROBLEMA DE LA «CAJA NEGRA»
caja negra a una negación completa de los fenómenos
de estructura. La práctica demuestra que las teorías des-
criptivas no son más que un dispositivo de análisis super-
El modelo clásico E-R recurre con éxito a un concepto ficial de un fenómeno. En efecto, conscientes de que, en
utilizado por diversas disciplinas en diferentes momentos
de su desarrollo: la noción de caja negra. el caso del conductismo inicial y en su moderna versión
skinneriana, se insiste en evitar toda mención a hipótesis
Nos detendremos un instante en este punto, pues cons- mediacíonales que hagan referencia a procesos internos,
tituye uno de los argumentos favoritos de los detractores se olvida con facilidad que dichos procesos intentan es-
del conductismo para descalificarlo. Resulta útil señalar
tudiarse justamente sobrepasando el esquema de caja
que el «cajanegrísmo» de ninguna manera corresponde a negra E-R. En ese sentido, pensamos que el problema
un «deseo ideológico» de los conductístas de «vaciar "al no es teórico, sino fundamentalmente experimental. En
sujeto de estudio, en este caso humano, de sus conte-
nidos». último término las teorías conductístas E-R han mostrado
su eficacia, dando origen a nuevas corrientes (por ejem-
La introducción de este concepto responde a un pro- plo, conductismo metodológico) que aceptan trabajar con
blema metodológico y epistemológico. Una tentativa seria variables intermedias, a condición de someterse a las re-
para construir una teoría empírica exige escoger un cierto
glas de la verificación experimental.
tipo de modelo sobre el cual organizar y estructurar los El propio Skinner, en múltiples oportunidades (Skin-
datos que proporciona la investigación. Las interrogantes ner, 1971), ha reiterado que su posición nada tiene que
son múltiples y afectan directamente la esfera epistemo- ver con un modelo de caja negra, por la simple razón que
lógica: ¿cómo debe ser el modelo? ¿Debe ser un cuadro el peso de sus experiencias está centrado en los fenó-
fiel de la realidad? ¿Un instrumento eficaz para describir menos consecuentes a la respuesta, en. lugar de hacerlo
las observaciones? ¿Debe poseer una gran capacidad pre- sobre los antecedentes como fue propuesto por Watson
dictiva? ¿Debe ser metodológicamente simple?
siguiendo las proposiciones del condicionamiento clásico.
Entre las diversas orientaciones epistemológicas, exis- En suma: la utilización del modelo de caja negra co-
ten dos grandes tendencias, las cuales, según Bunge (1972), rresponde simplemente al estado de progreso que puede
89
alcanzar una disciplina en un momento dado, sin que, por neuronas, sinapsis u otros elementos de la economía in-
eso se piense que dicho modelo deba imperar indefinida- terna del organismo, Hablar del sistema nervioso no hace
mente. Afirmarlo equivaldría a obstaculizar el propio de- sino rendir homenaje al peso de una tradición médica que
sarrollo de una ciencia de la conducta. Sin embargo, la insiste en tratar de trasladar dicho modelo a una proble-
cuestión principal se mantiene: establecer una ciencia de mática que no lo precisa.
la conducta exige que se aborden variables conductuales Reemplazar las especulaciones mentalistas por hipó-
y que los conceptos utilizados no se tomen prestados de tesis neuro-fisiológicas, no menos especulativas, parece in-
otro universo discursivo, por muy científico que éste pa- justificado.
rezca, o efectivamente sea. ¿Vamos a renunciar a las bases biológicas de la con-
ducta?
d) EL A.F.C, Y LA FISIOLOGÍA Poner el acento en lo conductual no significa renunciar
a los aportes de la biología y en particular de la fisiolo-
Los párrafos anteriores nos permiten entrar rápida- gía, sino reconocer que la psicología es una ciencia inde-
mente a examinar, grosso modo, las relaciones entre un pendiente, con su propio objeto de estudio, pese a formar
análisis conductual y la fisiología. Una opinión bastante parte de las ciencias naturales. Posición que deja las puer-
difundida imputa al conductismo una posición dogmá- tas abiertas a una colaboración interdisciplinaria. Actitud
tica antifisiológica. Al igual que otras muchas críticas, sensata que gana cada día más adeptos y permite desarro-
ésta tiene su origen en una incomprensión de las propo- llar trabajos que indican que la comunicación es posible,
siciones conductistas. siempre y cuando se establezca un lenguaje científico co-
Wolman (1965) recuerda, con justicia, que, para mu- mún, para establecer las relaciones funcionales entre los
chos especialistas de las «ciencias biológicas», les es di- eventos conductuales y los fisiológicos.
fícil aceptar que «la psicología debe recorrer su propio Freixa (1978), en un interesante artículo, concluye que
camino, aun cuando en definitiva se pueda creer que todo la utilización de un enfoque conductista o fisiológico (o
está ligado a la biología». ambos) dependerá principalmente de aquello que nos in-
La autonomía de la psicología como ciencia, más que teresa estudiar y de lo que queramos hacer en un mo-
un problema científico, tiene connotaciones sociológicas. mento determinado.
La tradición médica tiene gran parte de responsabilidad Un análisis funcional de la conducta no es excluyante
en la forma como el problema ha sido planteado. con el estudio de las determinantes genéticas. Parece evi-
La tendencia a reducir la psicología a lo biológico dente que en la vida de un organismo, como señala Ri-
tuvo su razón de ser y su importancia en el momento en chelle (1974), «la sola presencia del ambiente no es sufi-
que los psicólogos intentaban liberarse de la tradición, ciente para explicar la conducta; numerosas variables nos
filosófica y hacer de la psicología una disciplina cientí- remiten a la historia de la especie. (...) pero las estruc-
fica. En la actualidad, dicha actitud se justifica cada vez turas que el medio ha seleccionado no se traducen en
menos. Skinner (1971, 1975) ha escrito páginas plenas de conductas que estén fuera del ambiente, cuya acción se
lucidez al respecto. Al observar la conducta como un ejerce en términos de leyes conductuales».
hecho objetivo, no se espera, evidentemente» encontrar Decir que la adquisición de una conducta puede estar

91
preprogramada genéticamente, nos informa muy poco «o- por morir. No porque sea un fracaso, sino porque es un
bre el mecanismo de adquisición; por ello, los estudio» éxito. En tanto que filosofía crítica de la ciencia, cambiará
genéticos no nos dispensan de la tarea de intentar expli- necesariamente con la evolución de la ciencia de la con-
carlo. ducta, y los problemas actuales que definen al conductis-
Parece inadecuado revivir las antiguas polémicas • mo serán resueltos enteramente algún día.»
propósito de lo innato y lo adquirido (Netchine y !N«?t* El debate epistemológico estará siempre abierto, pues
chine, 1971), términos que han apuntado a la existemit es un excelente antídoto frente al dogmatismo.
de «esencias» distintas en la búsqueda de explicaciontei La desaparición de un modelo o una teoría científica
a la conducta humana. El problema, a juicio del conxluc* es un hecho saludable; su fracaso, en lugar de sellar el
tista, es simplemente otro: identificar con rigor ctsáiii destino de la investigación, la hace avanzar en la búsque-
son las variables que controlan el comportamiento» crt da de otro modelo o teoría que sea capaz de dar cuenta
un momento dado. Expresado de esta forma, un probletf» de los problemas que la anterior dejó sin resolver.
tradicionalmente «teórico» puede transformarse en pro-
posiciones solubles experimentalmente.
La historia genética, al menos en estos momentos» so
nos escapa; en cambio, existe un cúmulo importante es
conocimientos sobre la acción del ambiente. Independien*
temente de la convicción de muchos que consideran a Ift
psicología como una rama de la biología» no es precian*
mente en ella donde descubrimos, en este momento», tai
explicaciones más eficaces. Fraisse (1967) nos lo protpone
en frases lapidarias: «No obstante los considerables pro-
gresos... es imposible explicar un solo comportamiient»!
molar a través de la fisiología.»

4.4. PERSPECTIVAS ABIERTAS

El postulado dialéctico que dice: la materia se ttrons»


forma, puede aplicarse perfectamente al quehacer coiv
ductista. Los problemas epistemológicos abordados y/ pro-
bablemente muchos otros que se presentarán en el futturu,
tenderán a ser resueltos en la .medida que la ciencia ckt
la conducta gane en estatura y progrese.
Skinner (1971) se expresa en términos similares;: «lil
conductismo, tal como nosotros lo conocemos, termínftrá

92 93
5. ACERCA DE LO ETICO

Nada más delicado que discernir sobre problemas éti-


cos: sus límites son difusos y sus fundamentos contro-
vertidos. La moral evoluciona, retrocede, avanza, se escon-
de y retoma rumbo al interior de un universo valoneo.
«Todo está permitido» parece ser un límite. «Nada está
permitido» sería otro. Entre ambos, un continuo difícil-
mente externo a situaciones concretas. Los puntos de refe-
rencia tienen tanto una connotación teológica (códigos éti-
cos milenarios) como una razón ontológica (la supervi-
vencia).
La inaprehensibilidad de la noción ética nos hace
pensar que poco lograremos buceando en ese mundo in-
sondable, mientras que nuestro propósito es mucho más
modesto: esbozar algunas reflexiones sobre la posición
conductista y las denuncias de sus detractores sobre la
amoralidad de los analistas del comportamiento.
Difícil tarea sería tratar de probar que los conductis-
tas son menos «humamstas» que otros profesionales, si
el ser humanista constituye contribuir al desarrollo y el
bienestar del ser humano. Incluso se podría argumentar
que el A.F.C. es un verdadero campeón de tales princi-
pios, dado que ofrece procedimientos exitosos, económi-
cos, rápidos y verificados para aliviar o resolver un sin-
número de trastornos y problemas que aquejan al indi-
viduo.
Tampoco parece Inabordable dar respuesta a los de- que un conductista asigna a la noción de «ética», nada
tractores del conductismo cuando lo acusan de meeaní- mejor que recordar lo que ya Skinner expresaba a Ro-
cista, simplista, superficial o totalitario. En efecto, tales gers en el famoso diálogo; ¿«Etica no es más que otra
juicios de valor no tienen bases objetivas sólidas, salvo en forma de control ... los miembros de un grupo social se
la expresión verbal de reacciones emocionales que se en- controlan recíprocamente a través de una técnica que
mascaran tras una tradición metafísica idealista que antro- se llama, de manera inapropiada, ética.»
pomorfiza cierta concepción de Dios, terreno en el cual La ética, según el mismo autor (Skinner, 1971), no es
es obvio que una petición de principio de objetividad más que un conjunto de recomendaciones sobre lo bueno
tiene poco sentido. y lo malo. Juicios de valor que, en último término, son
Las objeciones éticas anticonductistas nos parecen un producto de la historia de las contingencias de refuerzo
subproducto de una imaginación aterrorizada, cuyo tras- presentes en un momento dado.
fondo hemos intentado describir en el capítulo tercero, Las normas éticas pueden ser analizadas en función
de quienes han confundido la realidad con la ciencia- de las contingencias socio-culturales, siendo las discre-
ficcíón. pancias éticas la expresión de los conflictos entre ciertas
No obstante, las críticas éticas no hacen sino abordar contingencias de refuerzo. En tal sentido se pronuncia
un aspecto de la polémica ideológica, la cual merece sin Stolz (1976), pues opina que las posiciones divergentes
duda un examen detallado. Trataremos de examinar, en entre los analistas de la conducta y otras personas, a
este capítulo, algunas consideraciones sobre la actitud propósito de la aplicación de la tecnología conductual,
«ética» de los propios conductistas, para analizar las aris- podrían ser interpretadas como producto de situaciones
tas Ideológicas del debate en el próximo. diferentes, de las cuales la conducta (pro-o-contra) sería
función.
Begelman (1975), pese a aceptar plenamente la impor-
5,1. LA CONDUCTA ETICA DE LOS CONDUCTISTAS tancia explicativa del refuerzo, no está de acuerdo con
Al revés de la creencia difundida por sus detractores, reducir la ética a un simple problema experimental. A su
los conductistas muestran una preocupación particular- juicio, este argumento no constituye una herramienta su-
mente vigilante en torno a las implicaciones éticas de sus ficiente para resolver un problema de tipo ético. En di-
acciones. concepción, los asuntos éticos tienen mucho de dile-
El célebre debate entre Rogers y Skinner (1956) marcó ma, es decir, estamos forzados a elegir.
una etapa importante en la evolución y comprensión del La reflexión sobre las relaciones entre el A.F.C, y la
problema, Posteriormetne, numerosos autores se han su- ética ha impulsado a los propíos conductistas a plan-
mado al diálogo: Bayés (1976), Begelman (1973), Brown tearse el problema deontológico a través de varios interro-
(1975), Carpenter (1974), Bavlson y'Stuart (1975), Holland gantes, los cuales permanecen abiertos a la discusión,
(1975), Mabry (1974), Krapfl y Vargas (1977), Ribes (1975), aunque se trata de resolver empíricamente algunas de sus
Richelle (1974), Serón y col. (1977), Stolz (1976), Yulis consecuencias. Entre las preguntas más importantes te-
(1975) y muchos otros. nemos;
Para mejor comprender el significado y la importancia — ¿Se puede controlar la conducta humana?

96 97
7.
— ¿Es conveniente proseguir las investigaciones en recogido en ellas algunas referencias a la modificación de
ese dominio? l;i conducta»
— ¿Se pueden controlar los efectos de las investiga- Una abundante literatura sobre esta materia ilustra la
ciones? proocupación que existe sobre las implicaciones éticas de
Cuando un analista de la conducta es llamado a abor- la práctica profesional del analista de la conducta: Brown
dar un problema (terapia, sala de clases, taller industrial, y col. (1975), Friedman (1975), Martin (1975), Kassirer
etcétera), no cabe duda de que la cuestión ética asume (1974), Stolz (1976), Wexler (1973). Informaciones especí-
una extrema ambigüedad: ¿con qué derecho se interven- ítcas pueden encontrarse en la revista Journal of psy-
drá? ¿A qué intereses beneficia la intervención? ¿Existe chiuíry and law.
una participación real de las personas concernidas? ¿Es El Instituto de Higiene Mental del estado de Minnes-
voluntaria dicha participación? ¿Qué consecuencias tiene sota (USA) ha propuesto, y posteriormente adoptado (Lu-
no intervenir? cero y col., 1968), algunos criterios sobre la práctica de
Bandura (1969) ha tratado de delimitar la discusión: la modificación de la conducta:
«El problema ético no es que la conducta del hombre esté — Prohibición de utilizar contingencias aversivas en
sometida a control, sino más bien: por quién, por qué los programas aplicados a grupos de pacientes.
medios y con qué fines.» « — Abstenerse de emplear técnicas de privación.
La respuesta a este tipo de preguntas es siempre par- — La única técnica de refuerzo recomendada es la del
cial, aunque tenemos el sentimiento de que, actualmente, refuerzo positivo.
se hacen redoblados esfuerzos por encontrar soluciones Los trabajos del «grupo Minnessota» desencadenaron
cada vez más completas y convincentes. una viva polémica en torno a la dimensión ética y la tec-
nología conductista (Bragg y col., 1968; Cahoon, 1968;
Lucero y Vial, 1968; Mirón, 1968, 1970).
5,2, LAS ALTERNATIVAS PROPUESTAS Recientemente, la Sociedad Interamericana de Psico-
logía introdujo una cláusula sobre la práctica psicológica
La actitud de los conductistas sobre el problema ético y los derechos humanos, la cual constituye una ratifica-
se perfila a través de dos niveles que llamaremos provi- ción de la resolución sobre Etica Profesional aprobados
sionalmente: la vía pasiva y la vía activa. por la Asamblea de la Unión Internacional de Psicología
a) La vía pasiva se expresa por la elaboración de un en. julio de 1976. En ambas resoluciones se rechaza tanto
conjunto de reglas o códigos éticos, con sus correspon- oí uso de la información como el empleo de técnicas psi-
dientes sanciones, que tienden a regular las actividades cológicas con criterios coercitivos. Se hace, además, men-
de la comunidad psicológica. ción especial a su utilización en la tortura de presos
Los colegios profesionales y las asociaciones de psicó- políticos, y se condena enérgicamente la participación de
logos, especialmente en U.S.A., han establecido numerosas psicólogos en tales actividades.
disposiciones legales con el fin de evitar los atentados b) La vía activa constituye una forma bastante origi-
a la dignidad y libertad de los sujetos sometidos a tra- nal de enfrentarnos con mayor eficacia con los posibles
tamiento psicológico. En estas últimas décadas se han abusos de los conocimientos de la ciencia de la conducta.
98 99
Cabe destacar que, desde hace algunos años, se observan, i t m t a r i a al aprendizaje ideológico-ético. Por tanto, encon-
por una parte» una mayor sensibilidad social y un gran traremos tantas posiciones ideológico-éticas como en otras
interés por el papel y la responsabilidad que le incumbe profesiones, aun cuando pensamos que los conductistas
al profesional psicólogo, tanto en la investigación como tienen mejores elementos de análisis como para detectar
en la aplicación de nuevas técnicas de trabajo; y, por las contingencias de refuerzo que están controlando sus
otra, se vislumbran algunas modalidades que permiten «•onductas. Volveremos sobre este aspecto en el próximo
un control democrático de sus hallazgos. tiipílulo, cuando entremos a considerar las alternativas
A nadie puede escapar que las publicaciones conductis- fronte al control,
tas ponen mucho énfasis en sus éxitos y en la eficacia Nos detendremos a recoger algunos juicios autocríti-
de sus procedimientos, y poco o nada se escribe sobre cos que ilustran el período de reflexión profunda por el
las implicaciones concretas que tales técnicas han podido «mi atraviesa el conductismo en estos últimos años,
tener o tienen en un terreno ético. Pese a ello, un nú- Escuchemos a dos de los maestros del conductismo
mero creciente de conductistas comienzan a expresarlo, americano,
en la medida que se sienten afectados —directa o indi- ilolland (1975) dice: «Tal vez nosotros, los que desea-
rectamente— por la problemática social. mos formar una sociedad mejor, podamos hallarle otros
Algunos autores (Holland^ 1975; Ulrich, 1975) se han usos a nuestra ciencia, pero esto probablemente no será
expresado en términos autocríticos bastante duros sobre távil.»
la utilización de algunas técnicas. Han llamado la aten- iil mismo autor, en un artículo (1973) cuyo solo título
ción en especial sobre la aplicación de la «economía de i\s iodo un programa («Las técnicas conductistas ¿pueden
fichas» en las instituciones carcelarias en USA y otro tan- ayudar a los revolucionarios?»), escribe: «Si queremos
to sobre la utilización de las técnicas aversivas ee pro- qntí una ciencia de la conducta esté al servicio de una
blemas de homosexualidad y alcoholismo. ¡nieva sociedad igualitaria, debemos introducir cambios
Esta actitud vigilante, señala con claridad que la utili- importantes en nuestra forma de trabajar.»
zación de la tecnología conductual no es una consecuen- Ulrich (1975), de manera todavía más explícita, reflexio-
cia obligada ni de los principios ni de las mismas técni- na: «Considero que durante mucho tiempo me ocupé de
cas, sino que dimana de un hecho simple: la ciencia decirle a los demás como debían comportarse. Fui un Inge-
no existe sin científicos. Como cualquier persona, los cien- niero de la conducta de otras personas. Advertí proble-
tíficos de la conducta están inmersos en una sociedad mas en el mundo, pero éstos estaban en los demás y no
determinada y sufren los efectos de diversas contingen- en mí.»
cias de refuerzo del medio en que se desenvuelven, y, ¿Estamos frente a una reconversión de los conductis-
lógicamente, tendrán juicios, valores, creencias y preferen- tas? No, y, sinembargo, tales expresiones en la boca de
cias de diversos tipos. dos de los más representativos exponentes del conductis-
Aunque para toda ciencia es indispensable rechazar los mo skinneriano, ponen de manifiesto que los problemas
tabúes y las zonas prohibidas, si nos ceñimos a los he- ¡dcológico-éticos están ocupando un lugar importante en
chos, la comunidad llamada «conductista» no puede ser un sector destacado de los analistas de la conducta, en
considerada al margen de las presiones sociales ni re- la medida que toda tecnología exitosa y eficaz conlleva la
100
101
obligación moral para sus inventores de plantearse la res- reúne las condiciones necesarias para facilitar a la comu-
ponsabilidad social de sus actos. nidad las informaciones y herramientas necesarias para
Mirar la verdad de frente tiene siempre la ventaja de mejor desentrañar las contingencias socio-culturales que
buscar alternativas reales, en lugar de refugiarse en lo mantienen las relaciones humanas y de producción en la
imaginario. La variable ética debe ser considerada en to- forma actual. Igualmente» los fundamentos epistemológi-
das y en cada una de las situaciones en las que el ana- cos del analista de la conducta hacen posible una refor-
lista de la conducta interviene. mulación de las metas a alcanzar en términos de evolu-
Una actitud razonable consistiría en reconocer, como ción social, pero esta vez las definiciones de las variables
lo indicábamos anteriormente, el carácter de control que en juego y los objetivos conductuales podrán ser mejor
asume la variable éticat Para establecer sus implicacio- precisados traduciendo los simples deseos en términos
nes, nada mejor que un análisis descriptivo de la situación upuracionales. La misma tecnología de la conducta es
y una definición operacional del problema. ;Üna actitud posible que pueda convertir en realidad un antiguo sueño
consecuente con los principios experimentales nos per- democrático: reelaborar las pautas culturales para hacer
mite evitar caer en las ciénagas del «libre albedrío» y del factible la eliminación de las intervenciones de los espe-
mentalismo, cialislas. En efecto, en la medida en que la comunidad
La historia de las grandes corrientes de pensamiento humana conozca y maneje las leyes que determinan la
muestra la polarización en torno a la problemática ética: conducta de sus propios miembros, perderán su justifica-
un polo tiende insensiblemente a emitir sus juicios en ción la gran mayoría de los agentes (externos) de control;
términos autoritarios, mientras el otro fustiga toda rigi- publicistas, terapeutas, sacerdotes, policías, etc.
dez y dogmatismo. Que la aplicación de las técnicas naci-
das de la experimentación puedan inclinarse hacia uno
u otro polo, es decir, que puedan servir como instrumen-
tos de «adaptación» o «liberación», responde fundamen- Los críticos anticonductistas tienden a olvidar que sus
talmente al contexto dentro del cual se ubicará la prác- I >rapios juicios de valor son producto tanto de una evo-
tica. Pero este hecho no puede considerarse como una lución histórica como de un aprendizaje social, e, igual-
fatalidad irreversible. Por tanto, nos parece importante mente, que la «toma de conciencia» de un valor que nace
reconocer el sentido potencialmente dual de la tecnología, se hace siempre en detrimento de un valor anterior,
a fin de prever las circunstancias que exigirán tomar una Al comienzo, decíamos que dirimir un problema ético
decisión al respecto, en consonancia con los valores per-
?.<: revela una tarea ardua y compleja. Además, difícil-
sonales y la práctica que se desea impulsar.
mt'tite podemos separar las nociones éticas y las ideoló-
En ese sentido, el analista de la conducta posee una gicas. Hacerlo nos condena a un ejercicio de lógica for-
formación metodológica que felizmente le puede permitir mal, cuya coherencia abstracta permanece refractaria a
escapar al sino trágico de la tecnología: estar al servicio
las contingencias históricas. La esterilidad de las polé-
del régimen imperante. Debido a su vocación científica
micas morales se caracteriza por desvelar, en última ins-
en la búsqueda de las leyes naturales que controlan la
tancia, algunos conflictos de poder. Y en ese caso, el
conducta, el enfoque conductista —más que ningún otro—
cunductismo, al menos en su versión skinneriana, ofrece
102
103
una moralidad basada en la sobrevivencia de la cultura. virtud de los límites impuestos por la naturaleza del uni-
vn-so o la naturaleza humana; sin embargo» el esfuerzo
El problema del bien o del mal corresponde a una cues-
tión experimental, pues del conocimiento experimental de M> ha hecho.»
Fausto debe enfrentarse a Mefistófeles, sin que deba
los mecanismos que rigen la conducta humana se po-
MT necesariamente vencido, a condición de romper las
drán extraer las herramientas que nos permitan corregir,
ícelas supersticiosas que se le pretenden imponer.
mejorar o cambiar las pautas culturales.
Skinner (1976) señala: «Pienso que las culturas se de-
sarrollan en diferentes direcciones, y finalmente algunas
son más eficaces que otras para resolver los problemas.
Hemos probado, hasta cierto punto, nuestra eficacia, pero
nadie está verdaderamente contento de lo que es nuestra
cultura en la actualidad.»
La noción de planificación de la cultura cobra enton-
ces toda su fuerza argumentativa: un intento de com-
prender los problemas de la época, buscando una solu-
ción no apocalíptica. *
¿Imposición de ciertos valores sobre otros? En térmi-
nos sólo relativos: «Una cultura debe ser razonablemente
estable, pero debe también cambiar, y sin duda será más
fuerte a condición de evitar, por una parte, un excesivo
respeto por las tradiciones y el temor a lo nuevo, y, por
otra, los cambios demasiado rápidos» (Skinner, 1972).
¿Una cultura uniformizada? Nada más lejos del pen-
samiento skinneriano: «La diversidad es extremadamente
importante. ... Sería un grave error imaginar una cultura
en la cual fuéramos todos similares. Sería un error fatal.
Es la supervivencia de la misma cultura la que está en
juego» (Skinner, 1976).
Los temores de la -utilización peligrosa de los conoci-
mientos científicos justifican una ética, pero una ética
capaz de no huir frente a los hechos objetivos, refugián-
dose en la abstracción, el mito o la ignorancia. En otras
palabras, como diría el novelista y científico Asimov (1972):
«Los cuchillos están provistos de mangos a fin de poder
manipularlos sin peligro, los cables eléctricos están recu-
biertos, etc. Algunas veces la seguridad es insuficiente en
105
104
6. ACERCA DE LO POLÍTICO Y LO
IDEOLÓGICO

Las diversas disciplinas científicas se plantean, cada


«Mii más» las implicaciones de la utilización de sus hallaz-
r.os. La tísica se ha visto obligada a someterse a un «exa-
iwn de conciencia», luego de la aplicación indiscrimanada
y destructora de muchos de sus más grandes descubri-
mientos. La bomba atómica se ha convertido en un sím-
l»ulu fatídico y en fuente de inspiración para muchos de
Jos ataques contra la tecnología moderna.
Lii ciencia nunca ha sido un mundo al abrigo de las
toniradicciones y las tensiones de la sociedad. De forma
tl^stfamulora, los propios científicos se muestran temero-
nos y vacilantes. El «discurso científico» sobre la neutrali-
itml de la ciencia es severamente cuestionado en términos
ideológicos y políticos.
Para muchas personas, las soluciones que la ciencia
«porta a los problemas de nuestra época parecen estar
¡urhictablemente condenadas al fracaso. Mientras que otras
o)unan que la idea de progreso inherente al esfuerzo tec-
nológico corresponde a una representación del mundo
tjnc ha dejado de dar cuenta de los alcances de la crisis
routcmporánea.
Ambas proposiciones alcanzan, en la actualidad, am-
plias resonancias entre las capas intelectuales, y no cesan

107
de ganar nuevos adeptos y despertar las simpatías de iideeuada. Los argumentos adoptan las características de
vastos sectores de la población. U'Vt's «todo o nada»: la ciencia contra el humanismo, el
El poder de la ciencia y el desarrollo de la tecnología tU'fermmismo contra el libre albedrío, el control contra
genera un temor difuso pero real. La reacción más ge- >« libertad, la sumisión contra la dignidad, lo objetivo con-
neralizada se traduce en un gran desaliento. Salomón tra lo subjetivo, la ética contra la perversión, etc.
(1977), con énfasis alarmista, se expresa, al respecto, en Inexorablemente, nuestra representación del mundo
los términos siguientes: «La escalada es sin fin, no hay ni pierde en objetividad. El pensamiento pierde su elastíci-
habrá jamás solución»,
flnd y las palabras se crispan invadidas de fuertes y con-
Pasar por alto estas opiniones nos parece una actitud
tradictorias emociones. Una marea ideológica sacude re-
inadecuada, pues somos testigos de su proliferación —gús-
tenos o no— entre personas que tienen cierta autoridad en pulidamente los archipiélagos del conocimiento científico.
nuestra propia disciplina. La discusión ideológica toma su revancha. La ruta es
Oleron (1971) escribe: «No sería improbable que den- l ort uosa y resbaladiza y la comunicación difícil, pues nos
tro de un futuro tal vez próximo, renunciemos a la cien- imconlramos ante tantos ideólogos como ideologías.
cia (o a parte de ella) como a sus aplicaciones técnicas Los autores que nos conducen porfiadamente al borde
(o algunas de ellas), sea porgue sus efectos alienantes pa- do los acantilados ideológicos para «E dialogar» hace abs-
recen destruir la libertad que creíamos que nos aporta- truccion del papel francamente obscurantista que ha ju-
rían, sea porque es incapaz de imponer restricciones a la giMlo Hi ideología en la historia del conocimiento humano.
violencia de la cual el hombre —como todo animal— no Engels, en carta a Marx (1973), señalaba la necesaria
sabría "privarse» (sic). demarcación entre lo ideológico y lo científico: «En lo
Un clima «ideológico» tan ambiguo no puede menos concierne ahora a los dominios ideológicos, que aún
que generar una desconfianza abierta a las tentativas de ^tunean tan alto en los cielos: la religión, la filosofía, etc.
elaboración de un enfoque tecnológico en psicología. f ( l . ) representan restos de la prehistoria, que el período
Las aprehensiones generales que hemos comentado en ttistckiüG ha encontrado y hecho suyos, y que, actualmen-
capítulos anteriores, a pesar de expresarse en un lenguaje te llamamos tonterías (...). La historia de la ciencia es la
sofisticado y contradictorio, se ven fortalecidas por el «Hjuinaeión progresiva de esas tonterías, o de su reem-
maridaje «ciencia-poder», que se establece progresivamen- por una nueva tontería, pero cada vez menos ab-
te entre los laboratorios de investigación y diversas ins-
tituciones (estatales o privadas) y, en otros casos, por la U» voluntad de abandono de la metafísica y la acepta-
ingerencia de organismos tales como las fundaciones y las vtóu de la ciencia se encuentran claramente expuestas por
empresas multinacionales, cuya filantropía muestra ribe- tM mismo autor (Engels. 1975), en una obra clásica del
tes demasiado trágicos (fenómeno que nos toca muy de marxismo, cuando escribe: «Los sabios que todavía recu-
cerca como chilenos) para ignorar su importancia. m*n ti los desperdicios de la vieja metafísica, otorgan aún
Sin embargo, las hostilidades frente a los enfoques ít la filosofía un remedo de vida. Solamente cuando la
científicos adquieren actualmente un tinte maniqueísta que ciencia de la naturaleza y la ciencia de la historia se hayan
dista mucho de ayudarnos en la búsqueda de una solución asimilado a la dialéctica, todo ese fárrago filosófico (fuera
108 109
de la pura teoría del pensamiento) será superfluo, y la fi- está controlada por su historia genética y ambien-
losofía desaparecerá con la ciencia positiva». f»K tiene, aproximadamente, el mismo significado que
Los ideólogos del humanismo-contestatario podrán siem- tlrfir «la conducta de una persona está determinada por
pre ejercitarse en descubrir contracitas, sin embargo, di- w historia genética y ambiental».
fícilmente podrán rebatir el hecho de que todas las ideas Obviamente, escribe el mismo Skinner (1975), «no po-
innovadoras que han revolucionado una buena parte de • loiiíus probar que todas las conductas sean completamente
nuestros conocimientos y creencias, siempre se han es- < < MI troludas; esta proposición parece ser cada vez más plau-
trellado contra una oposición encarnizada. La resistencia Ml»lr, a medida que los hechos se acumulan, y creo que ha
frente a los descubrimientos de Galileo, Copérnico, o Dar- ilt'H.tdo el momento de extraer de este hecho todas sus
win no hacen sino ilustrar una lista de personajes y situa- lh MI ilinaciones».
ciones que jalonan la historia de la ciencia, la cual re- 1,,» insistencia de introducir la noción de control, no
fleja bastante bien los fenómenos de «resistencia ai cam- • i!i*-tlixv entonces sino a la preocupación de los conductis-
bio», puestos en evidencia por los sociólogos y psicólo- IIIN por dejar constancia del carácter experimental con el
gos experimentales. rtml mialixan la conducta humana.
Un «»(ras palabras, cuando los conductistas utilizan la
MI ir toí i «le «control de la conducta humana», no asignan a
6.1. El PROBLEMA DEL CONTROL Y DEL CONTRA- frase otra intención que la de expresar una relación
CONTROL titin tonal entre una conducta y ciertos eventos del medio
itniiíirule en una situación determinada.
La palabra «control» se ha convertido en una de las l'.o !n medida en que la palabra control corresponde a
piedras de toque de la controversia en torno al conduc- ttn postulado epistemológico, compartido por todas las
tismo. La tradición político-ideológica, especialmente en iims científicas, nos parece demasiado aventurado e
Europa, hace sinónimos control y represión. La identifica- inadecuado, alimentar las críticas sobre la base de
ción del control como una privación de libertad constituye UM malentendido terminológico.
uno de los equívocos más lamentables de la polémica. Error No cabe duda de que las bases del conductismo han
de interpretación, pero también error de pura y simple tra- jítrttiN'rtdí» de una manera brutal (en un mundo como la
ducción. Mientras los conductistas hacen uso del término f«i»í-»tlof»fa dónele abundan los espíritus sensibles) la ma-
para caracterizar una situación experimental, los anti-con- tt*-Mi Ue entender el estudio científico del «hombre»: la
ductistas recogen su acepción popular. En el lenguaje tiuiitiK'ln de un organismo (incluido el ser humano) puede
científico, la noción de control hace referencia a una pre- tltnít'uír un objeto de estudio científico, analizando las
misa de orden estrictamente epistemológico, es decir, evo- iftiirmncs existentes entre dicha conducta y ciertos even-
ca la aceptación del principio determinista. En dicho con- (variables) del ambiente. El control que ejercen tales
texto, el vocablo control expresa un hecho empírico: la -en caso de verificarse— nos permitirá extraer al-
relación funcional entre los eventos naturales, entre ios fftiiwt leyes explicativas que nos permitan prever su in-
cuales la conducta del hombre debe ser incluida. i iilrin i;t futura.
La afirmación de Skinner, «la conducta de una per- l'm'iso es, claro está, reconocer una distinción capi-
110 111
tal entre los conceptos de control de la conducta y mani- i ¡u t liento ha impedido plantearse con claridad la utiliza-
pulación de la conducta. El primero corresponde, como ¡ ¡un desmesurada que hace la sociedad de los procedi-
hemos insistido, a una noción epistemológica y a un me- mtt'Mtns de castigo y las posibilidades que se abren a tra-
canismo natura!, independiente de nuestra voluntad y cuya vos ild refuerzo positivo. Aceptar la evidencia del control
realidad es puesta en evidencia por la experimentación; * tr l;i conducta, no sólo permite reflexionar sobre el pro-
mientras que el segundo (manipulación) hace alusión a la hirma, sino igualmente tener criterios objetivos para to-
modificación del ambiente o la conducta con la pretensión mar decisiones. Es en ese momento, que cobran real valí-
deliberada de sancionar o posesionarse de la persona sin »!«*/. muchos de los interrogantes que hacen los críticos:
su consentimiento. , <)ué tipo de control se empleará? ¿Bajo qué condiciones?
La contaminación de un concepto por otro se ha visto ,-Umrn debe decidir su utilización? ¿Conviene dejar al
reforzada por el desarrollo tecnológico moderno que hace ü / a r c! control?
verosímil la idea de manipulación velada u oculta. Los luí nuestra opinión, no serán los juicios de valor ni los
hechos parecerían confirmar estas aprensiones. Sin em- mi'.muL'ntos de autoridad los que nos permitan responder
bargo, nos parece inadecuado mantener la idea de control ,» r.slos interrogantes y encontrar nuevas formas de solu-
como sinónimo de manipulación, sin tener en cuenta que • tonar los problemas humanos. En cambio, la experimenta-
aceptar que la conducta hjimana está controlada (deter- i ion, precisamente la experimentación sobre los mecanis-
minada) por su medio ambiente, no significa avalar ningún mos U e control, puede hacernos conocer tanto los alcan-
criterio moral ni adscribirse a una teoría perversa sobre i «":( como los límites de los procedimientos utilizados.
la naturaleza del hombre. ,lmplica lo anterior que el psicólogo conductista aban-
Al parecer, Rogers (1956) ha comprendido plenamente ili»iM oí humanista? ¿Qué es menos humanista que otro
el significado real del término control, pese a sostener t it'ijtifico? Pensamos que los problemas éticos —como lo
puntos dg vista opuestos a los de Skinner. En el famoso lii-uio-s tratado de bosquejar anteriormente— tienen mu-
diálogo entre ambos autores, Rogers dice: «Estoy seguro i lio que ver con la idea de control, pues la ética consiste
que estamos de acuerdo (con Skinner) en el hecho de que j»t»vt.samente en un conjunto de criterios de control, ge-
los hombres, individualmente o en grupo, se han esforzado neralmente «interiorizados», a partir de los cuales se to-
por comprender, predecir e influir para controlar la con- man decisiones. Pero nos parece improcedente postular la
ducta propia y la ajena». «Tita como algo inmutable, un legado del pasado, o una
Insistir en uña dicotomía «control-libertad», no hace '^prranza futura. En tal sentido, el humanismo —una
sino nutrir una discusión puramente metafísica, dejando (orina de ética—, para evitar caer en un seudo-humanismo,
de lado un examen concreto de las proposiciones que la «h'ho basarse en un conocimiento real y concreto del ser
sustentan. La tarea del analista de la conducta consiste humano, es decir, hablamos entonces, de un humanismo
en poner en evidencia las leyes que explican el comporta- ••rtnpírico» según la expresión de Molina, Por otra parte,
miento en ciertas situaciones, con el fin de proponer pro- uwftindir la «decisión» de utilizar la tecnología con los
cedimientos y técnicas que permitan resolver problemas -procedimientos» necesarios para verificar una proposi-
concretos que estén ligados a la conducta. i ion no hace más que añadir un elemento de confusión.
Ignorar o negar la existencia del control del compor- La cuestión clave de quién toma las decisiones y por
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113
qué, aunque capital, no puede pertenecer exclusivamente < silo o fracaso que tales alternativas tienen ante la ti-
al dominio del analista del comportamiento, quien, en el » ,»nia,
mejor de los casos, podrá aportar hechos a la discusión, í'ottocer los mecanismos y los tipos de control cons-
pero en ningún caso dirimir por sí y ante sí un problema i t f t w un demento fundamental para el desarrollo con
que nos proyecta directamente en la esfera social, al aná- «"ulu de las prácticas de contracontrol.
lisis sociológico, a los modelos sociales en vigencia y a luí la literatura conductista, principalmente en las úl-
los proyectos de sociedad que se están elaborando. timas obras de Skinner, descubrimos interesantes reflexio-
Sin embargo, nos parece deseable que los juicios emi- urs sobre la forma como las instituciones ejercen control
tidos por la comunidad sirvan como fundamento legítimo MÍÍHV la conducta de los individuos que viven en socie-
a las decisiones concernientes a la utilización, o no, de «l«n i; gobierno, religión, economía, educación, psicotera-
una técnica determinada, siempre y cuando ellos no se pia, He, Un análisis funcional de las relaciones entre estos
esgriman como pretexto para una nueva era de obscuran- loivanisinos y la conducta de los hombres permite identi-
tismo. ftc.ir el carácter, fundamentalmente coercitivo, que jue-
La actitud de negar, temerosa o despreciativamente, r,.u«, ni la actualidad, tales instancias de poder. Frente a
la existencia de un control de la conducta humana y jus- . .tas contingencias aversivas de control, los sujetos ten-
tificar sólo en términos metafísicas el rechazo a una tec- »f» r.tn a asumir, principalmente, dos formas de contra-
nología conductual, nos parece tanto o más peligrosa e « « M H i o l : una, que se expresa en términos de evitación, y
irresponsable que aquella otra posición que consiste en «•ira, a través de los mil matices de la agresión. Ambas
menospreciar las consecuencias de su aplicación indiscri- < • inducías aparecen en relación directa a la intensidad
minada sin plantearse los problemas del poder que la uti- mu kt cual los individuos sufren ese tipo de control. Al
liza. m;uf*ea de los efectos emocionales desastrosos que sub-
Discutir en torno al control requiere también una re- vai cu en los procedimientos de control por castigo, con-
flexión profunda, no sólo sobre sus mecanismos, sino igual- viene insistir en que las conductas de contracontrol tien-
mente sobre las características que asume su antítesis: «li't» a reforzar la conducta de quienes sustentan precisa-
el contracontrol. He ahí otro aspecto vital para una justa mente el poder, favoreciendo de esta manera la elabora-
interpretación de los aportes y el valor del conductismo * ion tic nuevas y más depuradas contingencias de control
y la tecnología.
Tanto el control como el contra-control, pueden expli- Skinner muestra cómo no es preciso estar en contra
carse en función de las mismas leyes; sin embargo, sus tic los modelos de la sociedad actual para comprobar que
manifestaciones antagónicas tienen un gran interés prác- nuestra sociedad mantiene, cambia y socializa las con-
tico. Un contracontrol surgirá siempre como consecuencia ducías de sus miembros, preferentemente, bajo control
de las formas nocivas del control. La historia muestra l»t i tuitivo. Evidentemente, en algunos momentos se llega
como, frente a las tiranías, los pueblos desarrollan múlti- a situaciones de equilibrio, pero, desgraciadamente, esto
nunca ha representado soluciones realmente duraderas.
ples alternativas para contrarrestar sus efectos. El proble-
lin suma, el conductismo, al poner de relieve el pro-
ma práctico no se sitúa en la esfera ontológica, sino en el
blema del control, no ha inventado ni favorecido sus
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115
consecuencias; tan sólo ha mostrado los mecanismos que ilonios adentrarnos de lleno en la problemática cultural y
explican la existencia de dicho fenómeno. sentirnos al borde de la utopía social.
No es extraño que la mayoría de sus detractores hayan El trasfondo ideológico del proyecto skinneríano no
sido incapaces de retener los diferentes tipos de control i-M-apa ciertamente al propio Skinner, aunque, preciso es
que han sido puestos en evidencia por los analistas expe- . .ruciarlo, en sus trabajos no encontramos más que algu-
rimentales del comportamiento. Mucho más cómodo re- nas pistas de análisis y ciertas sutiles reflexiones socio-
sulta rechazar la idea de control como un todo maligno, l«»fjcas.
invocando las ideas-fuerza de libertad y dignidad. Los enor- VA gran debate aún se encuentra en sus inicios.
mes esfuerzos, sacrificios y luchas han permitido que una Una pregunta sobresale por sobre los murmullos de la
racionalidad abstracta las hagas suyas, pese al escamoteo polémica: ¿Quién controlará la conducta de los planifica-
permanente de alternativas y la ineficacia de sus princi- dores de la cultura? ¿Propone Skinner una dictadura po-
pios. La difusión masiva de los programas y argumentos, ní i i va (o dictablanda) administrada por los analistas con-
que pueden agrupar bajo el rótulo de «literatura de la li- «Itu'tiiales?
bertad y la dignidad» (Skinner, 1971), destinada a que I,as respuestas son tajantes:
las gentes «tomen conciencia» del control que se ejerce a) Es preciso «controlar el control», inclusive sus for-
sobre ellas y facilite la génesis de conductas de contra- man positivas. En una comparecencia frente al Senado
control, arroja un saldo un tanto desalentador en térmi- norteamericano (Skinner, 1976), este autor comenta: «Una
nos concretos. pt-rstma sometida a un refuerzo positivo se siente libre. Se
El carácter verdaderamente revolucionario de los tra- I»- pide que haga aquello que le gusta o quiere, pero mu-
bajos experimentales de Skinner, los principios conduc- diíis de sus ventajas alarman. El peligro se esconde tras
tistas y la tecnología conductual, se sitúan en este punto; l\ irresístibilidad misma del control positivo. El castigo
no se trata de rechazar el significado de las nociones de time, al menos, el mérito de engendrar un contra-control.
dignidad y libertad, en tanto que conceptualizaciones de I-'I controlador punitivo corre el riesgo de tener algunos
un contracontrol frente a la coerción, sino revelar sus problemas, pero el controlador positivo puede establecer
límites y entregar conocimientos sólidos que permitan u na nueva y espantosa forma de despotismo. Estas son»
descubrir medios más eficaces para cambiar las contin- MU duda alguna, consecuencias que deben estudiarse se-
gencias de control por castigo. iiaitiente» Todo tipo de conocimiento científico puede ser
Hacer del contra-control una tarea concreta, requiere nial utilizado, y aquel del cual depende el control de la
tanto reconocer la existencia del control de la conducta, conducta humana es bastante amenazador. El controla-
como responder a la pregunta sobre el tipo de control que ¡fur precisa ser, a su vez, controlado».
podemos oponer a la punición. Y dar cuenta de este in- b) En un trabajo anterior (Skinner, 1972), se avanza
terrogante nos acerca al embrión de un modelo de so- tina concepción fundamental, para quien desee retener
ciedad capaz de superar las prácticas habituales de cas- la reflexión skinneriana: «El primer procedimiento de de-
tigo y en cuyo seno una tecnología social, basada en los lensa contra la tiranía, es una definición, lo más completa
principios del refuerzo, puede jugar un papel profunda- posible, de las técnicas de control».
mente humanísta. En la búsqueda de nuevos caminos po- En tal sentido, resulta inadecuado conformarse con la

llo 117
idea abstracta de la honestidad del planificador, y tampoco « > f » t t ' i o calificado. Los dirigentes comuneros, sin hacer uso
puede considerarse resuelto el problema en términos de «tmcoptual de una herramienta metodológica como la no-
sanciones recíprocas. Además, no se trata de enjuiciar la i M M I de control por las consecuencias, al tomar dicha de-
buena o mala voluntad, los propósitos ocultos, las carac- <• IMÓH, se colocaban directamente bajo el control de la
terísticas personales, etc., de quienes puedan situarse en tlMMIUt.
posiciones de poder.
I,a ineficacia de los procedimientos propuestos de con-
El problema, desde una perspectiva conductista» se 11,u «u I rol reside, entre otras cosas, en el hecho de que los
plantea de manera diferente. La clave se descubre en tér- i|iir detentan el poder (cualquiera que éste sea) no se en-
minos metodológicos, en lugar de remontarse a la ontolo- « t t m l r n n sometidos a las consecuencias de las decisiones
gía. Más que un problema teórico, se trata eminentemente qm* ellos mismos toman. El poder permanece siempre por
de un problema empírico. El análisis de la conducta des- mriuw cíe las contingencias que el mismo general. En polí-
pótica debe centrarse en las contingencias del medio am- t i i ;i. los modelos burocráticos de los partidos hacen que el
biente: ¿qué tipo de refuerzo permite a una persona ejer- prinripio piramidal en la toma de decisiones imposibilite
cer poder sobre otra? ¿qué tipo de contingencias cultura- un ronírol del controlador: la autoridad se revela, gene-
les revisten tales características? ¿bajo qué circunstancias , por encima de toda sospecha y sutilmente irres-
los hombres se convierten ^en dictadores? ¿cuáles son las (Dorna, 1969).
consecuencias que siguen a la conducta tiránica? El A.F.C. Lrjos de creer que la solución última de los problemas
nos brinda un arsenal formidable de conocimientos y he- »lr la autoridad y el poder correspondan a un mero trata-
ramientas para efectuar un examen objetivo de tales even- intniío técnico, pensamos, sin embargo, que un análisis
tualidades. Claro está que aún estamos lejos de poder ^ }rntíiico de la conducta puede permitirnos dar un gran
extrapolar con comodidad y eficacia los conocimientos í.ulto irn la comprensión de los mecanismos que obstacu-
verificados en el laboratorio a la esfera macro-social. Sin \\fn\\ los caminos de la transformación social y en la utili-
embargo, un esfuerzo en tal sentido, en lugar de generar de aquellos que la facilitan,
los peligros temidos, puede asegurarnos una respuesta
eficaz al problema planteado.
Una de las soluciones esbozadas —la cual requiere, f»J, UNA REFLEXIÓN ESTRATÉGICA
evidentemente, de una ingeniería de la conducta— con-
siste en colocar al controlador y/o planificador (como a Pretender ocultar el sol con una mano demuestra ser
cualquier otro miembro de la sociedad) bajo el control un:» práctica tan insuficiente como la de pretender mo-
de las consecuencias de sus propias decisiones. (Serón et « I t l u a r la sociedad interpretándola, o rearientar el que-
al., 1977.)
fimTr científico hablando en su contra.
La Comuna de París de 1871 nos brinda un excelente Sin ánimo de minimizar los efectos deplorables a los
ejemplo de cómo los revolucionarios, de una forma em- M»u* la tecnología moderna —guiada por intereses creados—
pírica, pretendían introducir este tipo de control a tra- uníale conducirnos, y en la línea de Holland (1973), uno
vés de algunas de sus reivindicaciones, especialmente cuan- <!«• los maestros del conductismo norteamericano, pensa-
do proponían que el salario más elevado sería el de un tnu.s que se vislumbran tres alternativas:
118
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a) Cerrar los laboratorios de experimentación y prohi- Ln posibilidad de analizar y desmontar los mecanismos
bir la investigación, tal como en otros tiempos se prohi- tle control que se ejercen socialmente, tiene, en los prin-
bió la hechicería. ' 4'lpíus del condicionamiento operante, una base sólida. Re-
b) Aceptar el statii-quo haciendo abstracción de sus i liwair los instrumentos que nos brinda el desarrollo cien-
implicaciones sociales, esgrimiendo la neutralidad de la tífico de la psicología moderna, y ver en el conductismo
ciencia. , mi enemigo acérrimo, constituye simplemente un rasgo
c) Continuar las investigaciones, pero tratando de in-| tlr torpeza y miopía política. Peor aún, corresponde a la
fluir al menos en dos planos: sus finalidades y sus apli-j Ignorancia orgullosa de la escolástica ideológica.
cadones. Enfrentar los peligros de la utilización pervertida de
la tecnología de la conducta, sólo puede expresarse efi-
Desde dicha perspectiva, Holland aboga porque se pro- iwmente a través de una política que sepa extraer su
siga la investigación —en el área de la tecnología de la propia dinámica de un examen de la realidad concreta, y
conducta—, pero puesta al servicio de quienes están a otorgue al método científico el lugar que le corresponde.
favor de un cambio de sociedad. El control del poder real de la ciencia y la tecnología
Así lo expresa nítidamente cuando señala: «Para co- tlwpende en gran medida de la difusión y divulgación de-
menzar, es preciso interrumpir todo trabajo que pudiera rnncrática de los verdaderos conocimientos (y sus igno-
estar al servicio de la riqueza y del poder. Luego, debe- tttneiíis actuales) que encierra la ciencia.
mos adaptar nuestro trabajo a las necesidades directas Gurdner (1974) avanza algunas proposiciones respecto
de quienes luchan por liberarse de la explotación de los ü ím ciencias dé la conducta:
detentores del poder, Esto conlleva, por una parte, al aná- it) Desarrolhir algunos procedimientos y técnicas que
lisis de las formas de control que son utilizadas en la permitan estudiar experimentalmente todos los as-
sociedad; por otra, al desarrollo de formas de contracon- piK'tos sociológicos y éticos relacionados con el control
trol, capaces de ser eficazmente usadas por los individuos dtel comportamiento.
que no tienen muchos recursos. Finalmente, debemos ex- b) Enfatizar la necesidad de entregar al mayor núme-
plorar los tipos de modificación de la conducta que sean rti posible de personas la información suficiente sobre
compatibles con un sistema igualitario —ni elitista ni ma- . las descubrimieíitos y las aplicaciones del enfoque con-
terialista, pero sí constructivo— al menos en lo que con- ; ilycíísta.
cierne a los medios para obtener un cambio revoluciona El mismo autor dice textualmente: «La psicología debe
rio del hombre». jMinerse en contacto con el público, en lugar de dejar esta
Para muchos, este tipo de reflexiones puede parecer importante labor en manos de vulgarizadores, quienes sue-
insólito, especialmente en boca de un científico norteame- km dar un carácter sensacionalista a los descubrimientos».
ricano. Sin embargo, se comienzan a escuchar propósitos Dentro de und óptica mucho más general, Fourez (1974),
similares en el interior de las posiciones neoconductistas. rdiríéndose a la ciencia en su conjunto, llega a conclusio-
Un proceso de clarificación ideológica está en curso, a nes similares: «J-a divulgación no será una relación unila-
partir precisamente de una desmitificación de los conte- teral en la cual los científicos entreguen algo a los neófi-
nidos ideológicos clásicos. íos; será una entrega recíproca, en la cual los científicos
120 121
delegarán parte de su poder en el público, para que pue- ift'tn sociedad sin clases. Esto no significa, evidentemente,
dan comenzar a tomar decisiones respecto al porvenir de las relaciones de producción carezcan de importancia
la sociedad». Jos comportamientos concretos observables en am-
Sin embargo, en nuestra opinión, una información cien-< bos tipos de sociedades tengan que ser similares. Los dos
tífica entregada en los términos señalados, nos parece rtivfles de análisis —el skinneriano y el marxista— no son
insuficiente. Un paso importante consistiría en incluir den- funtíigómcos, sino diferentes y pueden, o no, ser comple-
tro de la difusión del conocimiento científico un retratoi f unitarios. De igual manera, los hombres de la sociedad
fiel de los límites del mismo. sin clases también se encontrarán sometidos a la misma
El principio, propuesto por los mismos conductistasj tey de la gravedad que los actuales inquilínos de Wall
de «controlar el control», tiene un canal de expresión a? fttreet, y que sepamos, ningún marxista se escandaliza por
través de una desmitificación sistemática de su propio s <íllo. Más todavía, en cierto sentido, la concepción de
ber. Bien entendido, la desmitificación será eficaz, a con- tikfnner es, a nuestro juicio, dialéctica».
dición de realizarla en términos objetivos y no en función He ahí, en suma, una argumentación que —pensamos—
de criterios puramente especulativos. «w permite despejar un gran número de apriorismos teó-
rí«» ideológicos. No ocurre lo mismo en un plano prácti-
ft», F.l criterio de las «relaciones de producción» no per-
6.3. EL A.F.C. Y EL CAMBIO SOCIAL fftlfa identificar con tanta claridad el sentido que se le
podrá dar a la aplicación de las técnicas de modificación
Los críticos del humanismo contestatario han lanzado • Kiticluctual. Sin embargo, la posibilidad real, de que una
una objeción tajante contra la tecnología de la conducta: «Intervención conductista» pueda detener la «locomotora
su utilización constituye un obstáculo para el cambio so- iit* J« historia», constituye una sobreestimación casi má-
cial, t del poder real de la tecnología social, y, paradójica-
Recogemos esta crítica en particular, pese a tener la tt»ftk% una subestimación de los principios defendidos por
impresión que hemos dado cuenta de ela a lo largo de las Ir» mismos críticos. Este tipo de razonamiento nos mues-
reflexiones anteriores. Sin embargo, el problema merece ¡ tfa hasta qué punto la ingenuidad corre paralela a la ig-
ser abordado, a riesgo de caer en redundancias. itorttncia.
La incompatibilidad entre el desarrollo de una tecnolo^ No obstante, en lugar de insistir sobre este punto, pen-
gía social y el cambio social, nos parece mal planteado,! tttmos que el punto de vista exactamente contrario con-
tanto en el terreno teórico como en el práctico. ilerw*, en términos objetivos, un margen mayor de plausi-
Bayés (1976), al escribir en torno al problema, nos'5 hilidad: una tecnología de la conducta puede representar
entrega una reflexión bastante lúcida: «En la medida que i Htm ayuda para el cambio sociaL
las leyes del comportamiento puestas de relieve en el la-i Es cierto que los intentos de poner al servicio del cam-
boratorio por Pavloy, y principalmente por Skinner, sean í hlí> social las herramientas del A.F.C. aún se encuentran
genuinas leyes naturales aplicables al hombre, las mismas j (\v manera esporádica en la literatura científica, aunque
se aplicarán, tanto a los hombres que formen parte de Iiwslii nuestros oídos llegan las voces de hombres que tra-
una sociedad clasista, como a aquellos que compongan bajan y multiplican los esfuerzos por establecer proposi-
122 123
cienes conceptuales y técnicas que puedan ir en tal sentí
do. América Latina ofrece un panorama de gran inte ül conductismo, al reafirmar un a-psicologismo en la
para agudizar el ingenio y la reflexión. Algunos trabaj luición de las conductas sociales, suministra un com-
apuntan firmemente en esta línea y, al parecer, un cier pliMMonto metodológico poderoso a quienes intentan echar
número de psicólogos conductistas se incorpora a di __. }»m Imses científicas de la transformación de la sociedad,
tarea. (Dorna, 1975, 1977, 1978; Dorna y Zagmut, 1972; E, Httmtadonos tanto del fardo metafísico como de las ex-
cala y Sánchez, 1977; González de Alba, 1975; Ribes, 1974 |»U< liciones unívocas del puro determinismo económico.
1975; Rodríguez, 1974, y Romeu, 1976.) QuUas estamos traspasando el umbral de la ruta que nos
El conductismo, al menos en su versión skinneri _ _ t «rtduzca a poner en evidencia las relaciones funcionales
se aproxima nítidamente a una variante político-cultw _ Mdrc: las «condiciones materiales de existencia» (el am-
social que se desarrolla en Europa bajo el término de «cch¡ fitoilc) y «el ser social» (la conducta), permitiéndonos al
rriente autogestianaria» (Rosanwallon, 1975). tufwno tiempo predecir, científicamente, los efectos que
Serón et al., (1977) no vacilan en expresarlo de una ma-1 }H»tlrá tener sobre la conducta (variable dependiente) la
ñera abierta: «...si es realmente necesario clasificar a Skin^S trttulilíeación del entorno (variable independiente).
ner en el seno de una familia ideológica, nosotros lo enro*f Al respecto, nos parece de gran interés considerar las
laríamos de buena gana al lado de los anarquistas, o para| ^flexiones siguientes:
evitar las implicaciones peyorativas injustamente asocia-*? — «Los hombres actúan sobre el mundo, lo transfor-
das a ese término, lo inscribiríamos en la corriente auto* man y a su vez son transformados por las consecuencias
gestionaría». <1o sus acciones» (Skinner, 1957).
En otras palabras, actualmente parece cada vez menosi- - - «Si queremos construir un hombre nuevo, debemos
insólito sustentar una posición favorable al cambio social t «mbiar la sociedad, y esta sociedad, una vez cambiada,
y adscribirse a las tesis conductistas. «Aleccionará las conductas del hombre del mañana. Este
Ninguna novedad contiene un acercamiento entre enfo»; t'wnbio podrá ser realizado con mayor eficacia si eonoce-
ques psicológicos y políticos. El «freudomarxismo», a titfíx y tenemos en cuenta las leyes naturales que rigen la
vés de diversas tendencias, constituye, actualmente, una ma* conducta» (Bayés, 1976).
ñera de entender dicha problemática. Los trabajos de Mer- — «Pensamos que una concepción fundada en los apor-
leau Ponty y Sartre, pese a sus diferencias, constituyen un tes de la psicología experimental, que se exprese en tér-
ejemplo de dicha tradición. Sin embargo, el significado de, minos de aprendizaje y de experiencias individuales, se
las proposiciones conductistas va más allá de la pretensión MI líenla mucho mejor con las realidades sociales» (Le Ny,
de llenar una laguna (la dimensión individual) de los pro-
yectos político-sociales. El conductismo ofrece una posi- Entendámonos bien. Un error sería adscribir a nuestra
ción epistemológica abierta a otras visiones de la proble- propia visión del problema una tentativa simplificadora
mática social, pero esta vez sobre bases experimentales extrema. La problemática social testimonia de una comple-
cuyos hallazgos pueden permitirnos sobrepasar las no- jidad y dinamismo que escapa a una explicación científi-
ciones especulativas sobre la «naturaleza del hombre» y at integradora. La búsqueda de la explicación última de
los errores del voluntarismo historicista. todas las cosas que justifica, aun en el presente, la ela-
boración de teorías cosmológicas u holísticas (Popper,
124
125
1956) nos parece inadecuada. Sin embargo, tampoco ere I* UNA REFLEXIÓN DE COYUNTURA SOBRE
mos que se trate de extraer recetas mágicas de un arsen LA IRREVERENCIA CONDUCTISTA
tecnológico ni cruzarse de brazos resignadamente ante
azar. Pensamos que un proyecto de cambio social gana.,
enormemente en credibilidad, por una parte, y en fac,
bilidad, por otra, si fuera capaz de incorporar al anális
de la realidad concreta las evidencias empíricas que c
trega el enfoque experimental de la conducta. No habj
hombre nuevo si no definimos operacionalmente qué e:
tendemos por tal, si no fijamos objetivos conductualfe
precisos, si no evaluamos progresivamente los cambios
si no estimamos realmente los instrumentos de que se dis-
pone para lograrlo. Es lamentable —en nuestra opinión Toda crítica emerge de una elección. Quienes hacen
que la gran mayoría de los dirigentes políticos, respald til» Ja crítica un método, establecen una estrategia argu-
dos por sus maquiavelismos ideológicos, sigan proponie«* tuental basada en la afirmación por negación. En muchos
do, majaderamente, que la énica forma de cambiar la socie- ese algo negado no constituye más que un simple
dad pasa por «despertar» o «crear» conciencia. Felizmente»! pretexto para extraer implícitamente lo opuesto.
en la actualidad, comienza a ser aceptado que la transfor-| A nuestro juicio, la crítica tiene una función y un pa-
mación de la sociedad pasa por un cambio de las estruc-i |H*I necesario y deseable. Implica una cierta capacidad de
turas socioculturales y económicas. Y, sobre todo, qu^ tlit ir ¡No!, hecho que puede constituir para algunos —en-
se trata de una condición necesaria, pero no suficiente. Las; tre los cuales nos incluimos— una cierta virtud, cuando
leyes que rigen la conducta humana pueden ofrecernos;; I» contingencias sociales tienden a mantener la conducta
algunas pistas operacionales. Pero, afirmar lo anterior^ íld nyes-man».
no tiene por qué ser interpretado como una defensa in-| Un una sociedad abierta, en la cual la experimentación,
condicional del conductismo, ni que los autores sueñan! Iti planificación y la autocorrección puedan ser parte in-
despiertos con un mundo utópico a lo «Walden Two». Lo I tegrante y dinámica de su propio desarrollo, la actitud crí-
cierto es que, a nuestro juicio, aceptar o rechazar ciega*! tlcii asumirá un papel aún más relevante, pues permitirá
mente este enfoque corre el riesgo de «arrojar el bebe-f enriquecer las pautas de evaluación del proceso social.
junto con el agua sucia del baño». Pese a nuestras simpatías por la actividad intelectual
4! ti tica, pensamos que habría que distinguir dos aspectos
ile la misma. Uno, cuando la crítica no pasa de ser un
* imple diletantismo negativista construido sobre bases
puramente especulativas. Otro, cuando la crítica deja de
ser una afirmación en sí misma, y es capaz de entregar
criterios de verificación independientes de la propia fuen-
te de emisión.
126 127
Entre las críticas del primer tipo nos permitimos si de poner en tela de juicio las interpretaciones his-
tuar al arsenal argumentativo anti-coeductista, que mues HH-irKias de la conducta social.
tra su incapacidad para proyectar una alternativa viable i ) Ksbozar en términos preposicionales un «utopis-
a la representación apocalíptica del mundo y cuyo tras* !tt«» tt'jtli/able», como alternativa a la crisis apocalíptica
fondo desgarrador hemos tratado de bosquejar en el ter- flt- nuestro tiempo.
cer capítulo. Los detractores del conductismo, como diría I ;i descortés irreverencia ante las tradiciones intelec-
Ponge (1965), han trasfigurado el poder de comunicación lttrflt'% que encarna aquello que sus detractores denominan
en una manera de ser, en un medio de vida, en una forma j»t-yara i ¡vamente el «empirismo behaviorista», posee una
de probarse la propia existencia, y, en cierta medida, en Muirle de virtud renovadora, capaz de trastocar positiva-
un modo de realizarse. t ü r n f i ' las creencias que han pretendido explicar la con-
La metamorfosis de la actitud crítica abstracta con- »l»u U» humana y que tienen, aun actualmente, mucho más
duce, paulatinamente, a una cierta irresponsabilidad in»; «U* rsi'olástica medieval que de reflexión científica.
telectual. Los detractores jamás se sentirán inquietos por; I1'11 f a l sentido, y a pesar de las reacciones emocionales
la falta de alternativa que sus argumentos introducen en «jtir ha provocado la formulación y el desarrollo del con-
sus auditores o lectores, pretextando que la labor esen*] tlftiitsino, pensamos que sus proposiciones deberían salu-
cial del crítico es desentonar las perversiones del objetos ilnp,»' como algo altamente beneficioso.
criticado. Faltos de solidaridad con sus propias conclusio- LÍIS conjeturas que muchos nos hacemos sobre el por-
nes, deambulan a la búsqueda de las nuevas modas inte- v'*<uir (sensibles a las grandes interrogantes y al trasfondo
lectuales que les suministrarán fuentes de refuerzo. * iilini al de nuestro tiempo) pueden encontrar nuevas fuen-
Que el pensamiento se baste a sí mismo y nos con- t»-»4 tle reflexión, precisamente a partir de esa epistemolo-
duzca a la contemplación, siempre ha sido una forma uia practica que constituye el conductismo. Sin pretender
sutil (ideológica) de conservar el statu-quo, pues como rtJtnnar que todas nuestras interrogantes encontrarán allí
escribe Lichtemberg: «No son las mentiras sino los co- Hiniestas adecuadas ni tampoco que este enfoque resu-
mentarios sutiles los que retardan la depuración de la mr en sí mismo todo el saber científico de la psicología
verdad». •MUÍ torna.
El frondoso bosque de la retórica se ha encargado du- Claro está que las bondades de este enfoque sólo serán
rante milenios de ocultar los árboles de la realidad con- t.ilff,, en la medida en que los propios conductistas sean
creta. i a paces de ampliar le horizonte de su pensamiento, y pa-
Entre las críticas del segundo tipo, nos atrevemos a *.ir tic una psicología individual de la conducta a una es-
ubicar los principios conductistas, ya que su ruptura ini- ptvhí de sociología conductista. No es menos necesario
cial está fuertemente marcada por una actividad crítica , < I tu» la propia comunidad social esté dispuesta a enfrentar
constructiva frente a la psicología metafísica de su época.; •ai,s problemas de una manera radicalmente diferente.
Lo que se ha traducido en tres grandes irreverencias: Numerosos obstáculos habrá que franquear, algunos de
a) Destronar la «mente» y el «libre albedrío» de su Im cuales implican profundizar más aún en las irreveren-
poder explicativo de la conducta humana. «•¡as conductistas a las que hacíamos alusión anterior-
b) Entregar herramientas de análisis y una tecnología »ncnte; incluso plantearse (quizá quijotescamente) la tarea
128 129
f,
de llevar a la práctica un reaprendizaje cultural vía exj lio político, a través de «la más elevada profundidad» eo-
rimentación social. Problemática que precisa de un mai lito ífrlíníera él mismo su sistema filosófico.
teórico —al menos provisional— y de datos empírk l*ct v al historicismo no es historia, sino una filosofía
nuevos y abundantes.
fjtjt? ni ocasiones pretende servir de base a una epistemo-
social, cuyo método fundamental consiste en exami-
liitr las «facultades latentes» (léase esencias históricas) de
7.1. HISTORIA Y CONDUCTA
ti» estructuras sociales, a través de las instituciones, la
«kvouoinfa o las ideas.
El historicismo juega en sociología un papel bastant lista actitud para enfrentarse con la conducta social
semejante» mutatis mutandis, al representado por el mei tlt'iic» al decir de Aron (1970), un innegable doble atrac-
talismo en psicología. Desde Platón, se ha concebido tivo: «es equívoca e inagotable». Equívoca, porque las
conducta social de los hombres como el resultado de fuen fittlttbras se prestan a innumerables interpretaciones: en-
zas, tensiones y, en último término, de leyes de la historial tn* lii noción de «determinación» —difícilmente demos-
Dichas leyes, en lugar de ser una interpretación que lo fttíbk 1 "— y aquella otra de «influencia» —imposible de re-
hombres hacen de su historia, se ha transformado en fuei fulíit - se descubre una tierra de nadie donde pululan
te de explicación de la ndsma.
l«i* Itorinigas laboriosas de la especulación social. Inago-
La historia, con el correr del tiempo y auxiliada poi table, porque habrá tantos historicismos como historicis-
las modas filosóficas, ha logrado cobrar vida propia y coi ÍHÍ»: hegelianos auténticos, marxistas (mil matices), saint-
vertirse en una fuente autónoma de explicación de la coi Mntonianos, existencialistas, estructuralistas, etc.
ducta humana.
Un una entrevista (Duflot, 1970), el cineasta y nove-
Las diferentes comentes de pensamiento, que hacen Pasolini define su propio historicismo: «Soy Msto-
la conducta una función de las leyes de la historia, h j rlrhla, comprendo que la historia es una evolución, una
pasado a formar parte activa del acervo sociológico modei superación continua de las situaciones, pero también sé
no. Estas teorías «historicistas», en la terminología intr tjiH> esas situaciones no se destruyen jamás, son perma-
ducida por Poper (1956, 1967), postulan que la comprensiói nentes. Quizá sea irracional, pero es así.»
de los fenómenos sociales tiene en el estudio de las gr¡ lil conductismo rompe con esta tradición explicativa.
des gestas y líderes, de las ideas y las clases que comí fj» irreverencia «behaviorista» consiste precisamente en
guran el escenario histórico, una fuente fundamental di tintarse en un plano radicalmente distinto: la conducta
explicación. Se trata, entonces, de expurgar las esencia nodal deja de ser función de las supuestas leyes histori-
de las apariencias, en busca del sentido de la historií an?» para pasar a serlo de las relaciones de contingencia
con el fin de establecer las leyes del proceso historie t-ntre el medio ambiente y el comportamiento. La historia
social, fórmula que nos permitiría enunciar criterios ciertamente útil, pero no a título de explicación, sino
evolución de la sociedad, s
t.fc crónica de las condiciones bajo las cuales la conducta
Hegel logra empapar el pensamiento social del siglo xzx|i luí sido emitida.
influyendo, tanto hacia la derecha (Pareto, Heidegger, etc.» Entendámonos bien, no se trata de un burdo «anti-
como hacia la izquierda (Feurbach, Marx, etc.) del espeoif histericismo», sino más bien de un incrédulo a-hístoricis-
130
131
restablecer el divorcio entre ciencias físicas y ciencias hu-
mo, que cuestiona la pretensión científica de dicho enf i na ñas y aceptar nuevamente las tesis del mentalismo.
que, señalando su incongruencia metodológica: el hist
La sociología historicista se ha visto siempre obligada
ricismo viola uno de los principios centrales de la expli tt leintroducir el psicologismo en la esfera de la explica-
cación científica, la verificación empírica.
de lo social. El reduccionismo psicologista de la es-
Bayés (1974) aborda el problema de la relación entr cuda de Mili —como lo demuestra Popper (1967)— nos
Historia y Psicología de una manera notable: «La imp
brinda un excelente ejemplo.
sibilidad de reconstruir cualquier situación históri La crítica al psicologismo encontró en Marx un bri-
para verificar si los resultados concuerdan con la pr llante expositor, quien, sobrepasando su herencia hege-
dicción del historiador, supone una limitación consid liana, anticipó una de las piedras angulares del conduc-
rabie. Debido a este hecho es posible que la interpretado ... skinneriano, al afirmar: «No es la conciencia
de la historia tienda insensiblemente a apoyarse más
íld hombre la que determina su modo de existencia, sino
la autoridad o intuición del historiador brillante que e; más bien la vida social la que genera su conciencia so-
los hechos —muchos de los cuales son desconocidos
cial.»
deficientemente conocidos— y en la medida que esto su En suma: los postulados epistemológicos del eoaduc-
ceda abandona su posibilidad científica.»
ilsnio —en colaboración con otros, entre las cuales des-
Un análisis científico fle la conducta se planteará el Uica la obra de Marx— permiten crear un puente viable
problema de la conducta social a partir de una reflexió vmtre los hechos históricos y la ciencia de la conducta, a
epistemológica diferente:
condición de utilizar un enfoque experimental y profun-
a) La historia tendría el mismo objeto de estudio tUzar la crítica respecto al mentalismo y el historicismo.
la psicología, es decir, la conducta, y
Esto nos conduce a valorar en toda su importancia la
b) Un análisis científico de la conducta es la formal necesidad de elaborar un marco de referencia epistemoló-
adecuada y capaz de poner en evidencia ciertas leyeá gico de la conducta social.
(conductuales), las cuales puedan ser efectivamente veril Contar con una epistemología adecuada al objeto de
ficadas,
estudio» permite sobrepasar una gran cantidad de esco-
El estudio de la conducta social e histórica tendría! ilos que han sido bosquejados por Bunge (1968).
entonces nuevos parámetros (esta vez objetivos), a partii La presencia de un marco epistemológico facilita enor-
de los cuales establecer proposiciones explicativas. En 1 memente, entre otras cosas:
medida que la ciencia de la conducta verifique las ley a) Poder corregir, sistematizar y enriquecer nuestras
que rigen la conducta humana, estaremos en mejo concepciones del mundo.
condiciones de proponer que las mismas han controlad* b) Precisar los términos que utilizamos para evitar
también la conducta en el pasado. La misión de la hi el peligro de confundir aquello que se postula con
toria sería explicar el pasado en función de esas ley aquello que simplemente se deduce.
empíricas, en lugar-de elevar a la categoría de tales c) Evitar tergiversar las meras convenciones verba-
meras conjeturas especulativas. La historia no tendríáj les con los datos empíricos» la verdad con sus
pues, por qué «descubrir» leyes propias.
cualidades, la cosa con sus cualidades, y las prae-
Insistir en el razonamiento Mstoricista nos condena
133
132
bas lógico-matemáticas con la verificación experi^
mental, y dudar —aunque respetuosamente— de las terías
d) Evaluar permanentemente los soportes empírico^ consagradas.
de las teorías. I ni) .Permanecer consistentes con el criterio de rprobar
e) Habituarse a explicitar los supuestos y las MpóJ y volver a probar.
tesis, a fin de reconocer aquello que es precisOf
corregir cuando la teoría no concuerda satísfaof M J?nTJlT í dementos ^e' *>'*»n' «adida, repre-
tunamente con los hechos, j . «Han la reflexión epistemológica será .altamente prove-
f) Ordenar sistemáticamente los datos, sometiendo^ cta^ pues nos permite tratar con los hechos, en lugar
los a pruebas y reflexión crítica. . ite tolo con lo que alguien -por,prestigioso que se*-
g) Adoptar estrategias de investigación consecuentes! t«t dicho sobre los mismos. '
con una planificación rigurosa, una definición preJ Esta actitud nos parece particularmente feliz frente a
cisa de las hipótesis y una estimación de las con-J «maabansmos retóricos y especulativos que esgrime
secuencias, tonto el mentahsmo como el Mstoricismo. DÍcha aStud
h) Considerar que ninguna teoría, por láctica que m'lT0 cm»ca^-<*«*™rx analizarlos heclos
sea, dará cuenta completamente del problema es-; M cual se nos presentan a nuestros sentidos, a pesar
tudiado. ;*ie puedan ponerse a nuestras creencias o ..«¿seos! "
*
i) Estimular la exploración de nuevos territorios, des-,1-i Una Jeccion jamás suficientemente asimilada nos la
plazando alternativamente el interés por los resul-l litrece la historia de las teotías científicas: -euNtomat
tados al problema mismo, de las recetas a la expli-| «p^ble-dar respuestas parcial^S^
cacíón del fenómeno, de las leyes empíricas a las It darlas, cuando no existe .evidencia empírica -adecuad
teóricas. PU6de COnStitaír
™ ««te de
j) Ampliar las perspectivas de investigación y de re-J ti- lefrenar ciertas proposiciones cuando la *
í*1!-^ <« * 1 «?* *^l «. —. . , * í -I f 1 ~ ' '

flexión, enriqueciendo las fuentes de relaciones lo-J la elaboración de un marco


gicas y las modalidades de interpretación,
i;) Reconocer que la marcha de la ciencia es un pro-1 , EJ conductismo ha sido consecuente con lo primero
ceso en el cual cada solución plantea nuevos pro-1 ::iHDípe corre seriamente el riesgo -a nuestro ^1
blemas. Y además, que cada problema tiene varios | I « breve plazo, de subestimar lo seguildo, La ^m^
niveles de solución. la petición y el rigo? experim^.^
1) Identificar el proceso acumulativo de la ciencia en 1 «liles ha 1 legado la ciencia de la conducta parece solici-
términos no puramente aditivos, sino complejos y J d a más, nuevas fórmulas de aplicLicSVtorI
cambiantes, en cuyo seno puede ocurrir que anti- \ «tes explicativos más extendidos .que L conííiL^
guas hipótesis desechadas en un momento, puedan '• el presente. El sensible dteandamSTS
recobrar interés en otros, i t« experimentalistas y prácticos podría hacerlf^dlr
11) Extremar las exigencias de verificación empírica i •ii fuerza inicial, en la cual Se entrelazaban amSS
especialmente cuando se explore un nuevo terreno, Jti«te lo uno y lo otro, justamente en el moment
mo™o en
pe se vislumbran sus frutos sociales. o en
134

135
La reflexión epispistemológica impulsada por el conduc- a traducirse en una búsqueda de perspectivas experi-
tismo puede asummir, en forma beneficiosa, las dimensio- mentales de cambio social (Attali y Guillaume, 1975; Ro-
nes ideológicas, socbciales e históricas, planteadas en torno •Mnwallon y Viveret, 1977). El tema de la experimentación
al gran debate del <L diseño de culturas. *<«H¡U! se abre lentamente camino. Camino poco frecuen-
Un conductismo.o sensible a la problemática social pasa uulo, ciertamente, pero cuyos antecedentes, paradójica-
por la interpretacióión operacional de la conducta histórica tiu-nte y en forma desdibujada, se remontan al pensa-
del hombre. Un payaso audaz en ese sentido ha sido dado tuirnto llamado «utopista».
por Skinner y algurmos de sus seguidores, pese a que otros F,l utopismo nunca significó un impacto serio, Por de-
conductistas lo juzízguen aún prematuro. finid ón, las utopías son construcciones racionales de ciu-
1 1, u les o comunidades perfectas e irrealizables. En ge-
Mfiul, los utopistas del renacimiento (Moro) han descrito
7.2. UTOPIA Y SOOCIEDAD EXPERIMENTAL ftiicrosociedades enteramente cerradas en sí mismas,
»HI túrquicas y aisladas del contexto macrosocial. Una fa-
Las ideologías n modernas se encuentran en una crisis * Ha diferente de la corriente utópica se perfila a través
bastante espectacuklar. Un filósofo marxista, particular- • ir los «socialistas utópicos» (Fourier, Owen y otros),
mente ortodoxo CODmo Althusser, reconoce en forma reite- mino los denominó un tanto peyorativamente Marx. En
rada y pública, quue su doctrina está en crisis. Diversos Huios ellos se advierte una voluntad de cambio social. Una
proyectos de socieedad inspirados en dicha ideología no toitutiva de hacer real la «utopía», con una sutil intui-
paran de estrellarsse contra «la falta de conciencia» y la i ion de las posibilidades que brindaban la ciencia y la
«inmutabilidad de lia naturaleza humana». El eclecticismo fée nica de la época, como lo testimonian algunas reali-
reinante puede faciilítar en cierta medida una reapertura /;«,- iones destinadas a mejorar concretamente las condi-
seria del debate scobre las características y los alcances ( mués de vida y trabajo de la clase obrera.
de una nueva socieedad. Los socialistas utópicos, proponiendo la «regeneración
En lugar de penbsar en un fenómeno de decadencia de (Id tejido social», como lo expresa Buber (1967), alentaron
nuestra civilización!, nos inclinamos más a creer que la t u la práctica una suerte de ingeniería social embrio-
problemática actuad corresponde más a un cierto «mu- naria,
tantismo» científico} e ideológico. El marasmo ha sometido a una dura crítica los pro-
Las esperanzas (de ayer no cuadran con los hechos de vclos de los socialistas utópicos. La objeción capital gira
hoy. Y los hechos die hoy aún no permiten bosquejar con «•n torno al carácter poco científico de tales plantearnien-
claridad los objetivaos de mañana. los; es decir, a la falta de un análisis objetivo de la
Los proyectos die sociedad se revelan huérfanos de he- iralidad económica de la sociedad capitalista y a una in-
rramientas y eritemos metodológicos, pues un impulso comprensión del significado de la lucha de clases (En-
«ideológico» parece: ser menos que suficiente para crear r.Hs, 1977).
las condiciones que sus diseñadores se plantean en el mo- La evolución del proceso social, el auge formidable de
mento de su concepción. !;<s fuer/as productivas y la adopción generalizada de las
Aquí y allá se acumulan acontecimientos que comien- u\sis marxistas por el movimiento obrero, condujeron a
136 137
un período en el cual los planteamientos utopistas fuero del aprendizaje, y en la respuesta metodológica
paulatinamente olvidados. Sin embargo, las tendencí al «e cómo hacer», a fin de crear un nuevo reper-
utópicas nunca dejaron de manifestarse con sordina. R iorío eonductual. Nada más lejos de las nociones abs-
eientemente, la crisis ideológica y el desencantamien trac tas que caracterizan la conducta de ese «hombre
progresivo que experimentan grandes sectores social wirvo» tan esperado como indefinido que abunda en la
ante la encrucijada actual, han revitalizado la reforma literatura y en los pensadores del cambio social. En cam-
lación y el interés por las concepciones utópicas. tilo, se aprecia la fina implementación de una ingeniería
El conductismo skinneriano (1948) parece contribuir, tic? la conducta» capaz de aplicarse a la resolución de los
de forma paradójica, a reemprender el debate, pero es problemas concretos —también definidos operacionalmen-
vez desde una perspectiva cualitativamente diferente, tc--• que afectan a la comunidad.
«utopía» propuesta por Skinner en su novela Waldett Terriblemente lúcida, la posición de Skinner desen-
Dos corresponde a una comunidad regida sobre la bas 11 mía los equívocos y la ineficacia de toda una legión de
de las leyes experimentales de la conducta en lugar d pensadores que, atrincherados tras las nociones de liber-
inspirarse en las proposiciones, teóricamente razonables ten! y dignidad, sólo les han rendido un homenaje abstrac-
de un innovador social. to sin dar cuenta real de los problemas que obstaculizan
Richelle (1977) sintetiza ej. significado y el sentido del su realización e impiden su mantenimiento. Quizá sea
«utopismo skinneriano» de la forma siguiente: Waldem precisamente la forma descarnada con que el autor abor-
Dos no es la encarnación de un régimen, sino de una] ctn este tema, y su énfasis en la «ilusión de la libertad»,
cultura experimental, en la cual la satisfacción del indi- Uts razones que más han contribuido a irritar a sus de-
viduo es el fundamento del equilibrio social, y en el cual? itactores. La divisa skinneriana tiene un cariz un tanto
la diversidad es la mejor garantía de vitalidad.» brutal para los espíritus sensibles: la conducta humana
Las reflexiones sociales aportadas por Skinner engar- no es libre (en el sentido propiciado por el «libre albe-
zan perfectamente con sus planteamientos sobre el men-j ilrfo»), sino que se encuentra sometida al control del am-
talismo, las posibilidades de construir una tecnología de.j biente,
la conducta y la aplicabilidad de las leyes de la conducta. Abrir un paréntesis nos parece indispensable.
Las proposiciones de transformación social, en la obra Hace más de dos siglos, Lichtenberg nos alertaba con-
de Skinner, contienen numerosos aspectos de interés que,! tra los obstáculos que dificultan el abandono de la creen-
renuevan tanto la terminología como la temática misma j cia mítica en la noción de libertad: «Que una hipótesis
de las concepciones existentes a propósito del cambio! «rada sea muchas veces preferible a una hipótesis exac-
social. ta: la doctrina de la libertad nos entrega una prueba. El
La lectura de Waíden Dos permite apreciar una elabo- hombre ciertamente no es libre (...) la libertad es la con-
ración y un diseño concreto de una experiencia social; cepción más cómoda y seguirá siéndolo en el futuro,
en tal sentido, más que una crítica severa a las tentati- ¡ mientras las apariencias le sean favorables.»
vas anteriores, se percibe una nueva forma de plantearse El problema planteado por Skinner no significa vitu-
el problema del cambio. Lejos de un «deber ser» aprio- perar a los partidarios de la libertad y la dignidad, sino
rístico, la acción se funda en la aplicación de los meca- bien la posibilidad de hacerla efectivamente factible,
138 139
dentro de los límites que nos impone la naturaleza; tan* li« I tírales, es decir, a un cierto grado de control, implica
poco pretende legitimizar el control (si por ello se si posición realista desprovista de un juicio moral que
entendiendo «represión») del hombre, sino, por el co de la coerción su patrimonio.
trario, analizar y modificar las condiciones del «control; La ignorancia nunca ha sido un argumento válido ni
punitivo. lililí prueba de la bondad de nuestras intenciones, mien-
La ambigüedad del significado del término «libertad que buscar una explicación sobre el funcionamiento
no escapó a otros precursores. Engels (1975) se exprés y ios mecanismos que norman la naturaleza (de la cual
en términos bastante similares a los expuestos por el hombre forma parte) siempre ha prestado un servicio
conductismo radical: «La libertad no consiste realmen ti la humanidad, ayudándola a transformar sus condicio-
en la independencia de las leyes naturales, sino en nes de vida y trabajo.
conocimiento de esas leyes, que permite hacerlas act Acusar al conductismo de querer «condicionar» al
sistemáticamente para conseguir ciertos fines déte: hombre, se revela tan absurdo como atribuir a la física la
dos (...). La libertad consiste, por tanto, en esa soberaní pretensión de «aprisionar» al individuo, al poner en evi-
sobre nosotros mismos y sobre el mundo exterior, fun< dencia la ley de la gravedad y la caída de los cuerpos,
dada en el conocimiento de las leyes de la naturaleza. o juzgar que la biología «animaliza» al hombre cuando
Las interesadas fantasías con que el pensamiento Ufo invoca las leyes de la evolución de las especies. Claro
ral de los siglos xvm y xix rodeó el concepto de libe que la historia de las ciencias nos informa de las
tad, fueron un arma ideológica —en cierto sentido, unaá dificultades que muchos pensadores y científicos tuvieron
forma de contracontrol— frente al despotismo, la bruta-| enfrentar al exponer sus ideas y descubrimientos. La
lidad y el oscurantismo del clero y la nobleza; posterior*! era de la tortura y la hoguera ante las herejías, aparen-
mente, fue esgrimida como coartada por la misma bur-| temente ha quedado atrás; sin embargo, la actitud inqui-
guesía triunfante para reprimir aquellos sectores que se iítorial persiste a través del carácter semirreligioso que
oponían a sus dictados, y nuevamente resurge como una| los críticos han dado a su lucha contra el conductismo.
práctica de autocontrol de todos aquellos que son vícti-J En muchos sentidos, las llamadas ciencias sociales
mas de la represión de los regímenes modernos autori- constituyen el último bastión importante del animismo
tarios. y la escolástica. Y mientras la psicología se mantenga
Por tanto, toda la literatura sobre la libertad y la dig- como un rehén, las ideas innovadoras en ese dominio cho-
nidad posee esa ambigüedad oportunista (en un sentido carán sistemáticamente contra el ardor mesiánico de sus
no peyorativo) que caracteriza las argumentaciones ideo-f defensores.
lógicas. Reconocer que el conocimiento y la utilización Cerrado este largo paréntesis, volveremos a tomar el
de las leyes naturales nos entrega un grado mayor y más hilo central de nuestra exposición: utopía y sociedad expe-
sólido de libertad, puede constituir un paso fundamental rimental,
para una nueva apreciación de los caminos y los métodos 1 A nuestro juicio, se puede estar de acuerdo o en de-
hasta el presente empleados en la búsqueda de una so*| sacuerdo con la interpretación propuesta por los analis-
ciedad más justa y menos represiva. Reconocer, igual-'' tas del comportamiento sobre la problemática social. In-
mente, que la conducta humana está sometida a leyes cluso desconfiar de su factibilidad, o temer una utiliza-
140 141
ciótf-; tendenciosa;^'la tecnología• •eondüctuál.' Sin un galardón sólo atribuible al conductismo.
pj/eonstituye "lita-^cfitud necia''y miope''«exoomiMgyi lili embargo, el conductismo aporta una nueva forma de
porque choca cernirá'-nuestras' creencias'm'ás- fní'rcntar el problema: no será en la mente de los hom-
sentíetes.--' --.-'•'----."--"- : -- . ?/.- -:,. . - . •.. •• •-< • ••
donde se podrán construir las mejores defensas para
' 'Los • pasos-" —franeamente ' revolucionarios*— .-dados !i |>a7, sino en la modificación de las contingencias de re-
S'k!nn:éí: y :algunes de--sus' -discípulos, -al proponer bajo las cuales los hombres hacen la guerra.
«utopía. realizable», • -constituyen" -efectivamente- ' un .gi Cambiar nuestro medio ambiente será la respuesta del
saltó, en relación con la'propia 'base- científica - que-;i tHnwluctismo radical. La herramienta más directa y sim-
sustenta. Base-'-científica"-que,-'-'-sin-embargo, se hace.-CÍE fflf nos la proporciona una ingeniería social basada en el
día más sólida y -cuyos éxitos parciales-'nos. superen .« ronocímiento y manejo de las contingencias de refuerzo.
tar que enjuiciemos--como'-utópico-:--algo---con respecté" Entonces, parece menos descabellado —en nuestra opi-
lo -cual, simplemente, - aún : no -hemos ;
- puesto - a'. proel n tén— plantearse la tarea de «cómo» transformar las con-
nuestra energía.-" - • ' - . • • • •
ttidones materiales de existencia bajo las cuales se entre-
Ir'más--allá de una sociedad 'de castigo, -como-prop It'jtín las relaciones de poder y las pautas culturales.
Skinner, --sigue --siendo"ana «utopía» compartida -por-.gr¡ El desarrollo de los diversos modelos culturales (co-
des - sectores - de -la hüma»idad>: 'Ün : deseo-- reiterado -q nocimiento, lenguaje, moral, mitos, técnicas, organizacio-
se-expresa-a-través de una literatura libertaria replega iK-s, etc.) se encuentra profundamente marcado por una
sobre sí misma y falte -de -comuníeaeióii. - coa el de azar —hay quienes hablarán de destino— uni-
científico moderno. El espanto ante las -múltiples - wrsal Sin embargo, las evidencias muestran que ese azar
que -asume el castigo con e! fia de modelar las roí responde a un cierto procedimiento seleccionados El
sociales, en lugar."de traducirse-éa-.una-búsqueda ¡MI peí de selección ejercido por el ambiente en la forma-
de soluciones eficaces, se -ha 'traducido sólo- en- un t'ién de las normas y patrones culturales fue durante mu-
tar generalizado y -en.-.un. profundo cuestionamíente t!lio tiempo relegado a un nebuloso segundo plano.
lógico. (He ahí una de las manifestaciones -más evidente! El conocimiento de las leyes de la conducta humana
de los subproductos de- los programas punitivos), :La parece abrir una posibilidad real de intervención frente
geneia de toda clase de hipótesis que sitúan el «nial» dl| H los diversos agentes seleccionadores del ambiente, per-
la sociedad en los conflictos interiores del psíquismo, n|| miliéndonos entrever, en términos operacionales, la plani-
hace sino reforzar dicha creencia. Sf Uradón no solamente de las relaciones económicas de la
Esta actitud puede ilustrarse perfectamente a travilj ftocicdad, sino de la cultura en su conjunto.
de uno de los párrafos de la declaración de constitiff El terror que puede despertar una intervención deli-
ción de la UNESCO: «Puesto que la guerra comienza bmida en el «destino» de la humanidad podría ser ate-
la mente de los hombres, es en la mente de los hombre^ nuado e incluso transformarse en un consenso entusiasta,
donde se deben construir las defensas de la paz» (siej§ » condición de sobrepasar las actitudes críticas puramen-
La voluntad de superar las consecuescias que te emocionales, y dejar paso a una noción audaz: favore-
las diversas formas de castigo, entre las cuales la cer una concepción experimental de las transformaciones
es uno de los flagelos más persistentes, ciertamente siji nocíales.
142 "
143
La tesis que propone Skinner, a nuestro juicio, tmi
tiene en sí de perversa ni de totalitaria, cuando despoj , nos parece más útil —y consecuente— -una-actitud
HIQS al término experimental de sus connotaciones fr¡
kesteinianas. Entender la experimentación como una for
de interrogación metódica de los fenómenos naturales
revela mucho más sólida y dinámica que la simple y d
confiada impresión de manipulación. La experimentad
es un camino para la investigación y el conocimiento <
É
l|||j;S?"::.' '
lita a los cambios, y a las experiencias,^ desprovista
futuras -idílicas y .abstractas,,del .paraíso .-sobre
Un camino experimental difícilmente podría ser
desprovisto de conflictos y contradicciones. De-
"*• **

y resolverlos, evaluarlos progresivamente y re-


íos procedimientos,, nos parece una-Jttmnera.de
los hechos. Un puente de comunicación entre quien del impasse que nos condena a apartit cada vez.
participan en la experiencia. Una manera de forjar
conocimiento acumulativo, sin que por ello deba ser est ?;;,-- La cultura -que se puede propiciar dentro de un-diseño-
tico, liberado de los avalares de la «intuición sensible se traduce en la formación de una actitud -'ciéntí-
En suma: la experimentación social presupone la r frente a. lo social, -a fin-, de proponer los criterios,
plicabilídad de las experiencias, la crítica vía experime: - y. medidas sociales (jurídicas, económicas,-.
tación, la oporacionalidad de las definiciones (única fon jdministrativas, educacionales) con .un carácter experimen-.
de estructurar un lenguaje comunicable) y sobre todo En otras palabras., las consecuencias de dicha .actitud
exposición pública de los hallazgos. í
-una apreciación -algo -'distinta y matizada -de «la
Trasladar estas premisas epistemológicas y metodoló^; " pues su valor estará siempre sometido a verifi-
gícas al escenario social nos parece deseable —juicio de ' empírica, en lugar de ser producto' de- la autoridad...
valor que asumimos como tal—, nías aún cuando pensa- Los cambios no tendrán por qué ser vivenciados como
mos que en la base de esta tarea se encuentra una con* insólito o vergonzoso, temido-'o disparatado,.--en. ía
cepción pluralista y abierta de sociedad.
que -estarán basados en -juicios fácticos.- - :
Quizá nos alejamos bastante, en estos momentos, de Se trata, en suma, de --un reaprendizaje .cultural.. .Hasta-
los planteamientos de Skinner, pero nuestro propósito la fecha, la mayoría de los enfoques de transformación
—en este capítulo— no ha sido tanto exponer sus ideas han seguido las huellas del «fetichismo.conceptual»,
(para ello están sus numerosos trabajos), sino extraer al- la feliz expresión de W.. Mills (1977).,-engendrado
gunas conclusiones tangenciales de las mismas. por las «teorías supremas», en cuyas galeras intelectuales
Una utopía social nos parece cada vez menos utópica, los remeros bogan sin tener referencias empíricas del
y, en cambio, mucho más social, ambiental. Ella podría viento ni del estado del mar, a la espera '.de los .capí-
fundarse en los principios de la experimentación y hacer- :
. del saber desentrañen las reglas - de -navegación,
se posible a través de una «ingeniería social» capaz de sin sospechar que la ruta se ha- trazado .sin- reglas
someter los «proyectos de sociedad» a una permanente precisas y en algunos casos en ausencia absoluta de las
«puesta a punto», consonante con la utilización de cri- mismas. La ignorancia tiende a justificar ideológicamente
terios de corrección y de reajuste, en la medida que se la autoridad.
efectúen evaluaciones continuas y objetivas del proceso. Un reaprendizaje cultural implica cuestionar tales imá-
En lugar de insistir sobre las ideas finalistas del cam genes y abandonar las prácticas retóricas, con objeto de
144 sobrepasar las arenas movedizas de las puras creencias

145
BIBLIOGRAFÍA

Los diversos aspectos que hemos abordado a lo largo


de este trabajo se lian revelado —obviamente— mucho
más ideológicos que científicos en un sentido estricto.
Como toda polémica, ha sido materia de argumentación, |
es decir, de un cierto tipo de discurso de influencia, en í
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Cervantes, M., 64. Goldiamond, I., 80, 150.
Copérníco, 110, González de Alba, L., 124, 150.
CosteUo, G.C., 32, 42, 149. Graighead. W.E., 36, 150.
156 Cbomsky, N., 12, 13, 40, 50, 51. Guajardo, L, 15.
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157
Ileidegger, M., 130, Millensom, J,R.» 152.
Herrera, M., 9, 24, 150. Mills, C.W., 71, 145, 155. Sábalo. E., 55, 57, 154. Ulrich, R., 29, 36, 100, 101, 148,
Hersen, M., 36, 150. Mirón, B.N., 99, 152. Salomón, J.J., 108, 154. 155.
Hilgard, E.R., 150. Molina, J., 113, 152. Sánchez, C.J., 124, 149.
Híll, W.F., 20, 150. Moro, T., 137. .Sartre, J.P., 11, 66, 124, 154. Vaíl, D.J., 152.
Hítler, A., 50. Moscovia, S., 49, 152. vSaslow, G., 24, 151. Van der Linden, M., 154.
Holland, J.G,, 96, 100, 101, 119, Muldman, F., 15. Stímb, G., 36, 153. Viverct, P., 137, 154.
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Homaie, L., 29, 151. Naville, P., 83, 152. ' ¡hnpiro, Á.K., 27, 154. Watson, J.B., 18, 19, 20, 75, 82,
Honig, W.K., 15L Negley, G., 50, 152. Skinner, B.F., 12, 17, 19, 21, 28, 84, 86, 89, 155.
Hormazabaí, H., 15. Netehine, G., 92, 152. *8f 40, 46, 47, 50, 51, 76, 77, Wheeler H., 155.
HulI, C.L., 19, 40. Netchine, S., 92, 152. 79, 80, 81, 86, 87, 89, 90, 92, Wexler, D.B., 99, 155.
Huxley, J., 87, 151. Nevé, P., 41, 44, 46, 47, 153. 96, 97, 104, 110, 111, 112, 115, Wolmann, B., 41, 80, 90, 155.
Mxon, R., 49. 116, 117, 122, 123, 125, 136, ¥/olpe, J., 20.
Jones, M.C., 20» 151, 138, 139, 142, 144, 149, 153, Wundt, W., 82.
Oleron, P., 39, 108, 153. 154.
Kanker, F,, 24, 151, Owen, R., 137. Speller, P., 10.
Kassirer, L.B., 99, 151. Stachnik, T., 148, Yates, A., 155.
Keller, F.S., 36, 150. Sfolz, B.S., 96, 97, 99,154. Yulis, S., 9, 75, 96, 155.
Fareto, V., 130.
Kuhn, T.S., 7, 60, 62, 146» 161. Pasolini, P.P., 55, 56, 57, 131. Sluart, BJt, 96, 149.
Kvale, S., 83, 151. Patrick, J.M., 50, 152. Zagmut, A., 124, 149.
Pavlov, I.P.,20, 81, 122, 153. ToJman, E.C., 19, 40. Zazzo, R., 83, 155.
Lambert, J.L., 154. Perelman, C., 43, 153.
Lancelot, M., 50.151. Phillips, J.f 24, 151.
Leitenberg, H., 36, 151. Platón, 130.
Le Ny, J.F., 26, 125, 151. Politzer, G, 82, 153.
Ljchtemberg, G.C., 128, 139. Ponge, F., 128, 153.
Lorenz, K,, 40, 151. Pc-nty, M., 124.
Lucero, RJ., 99, 151. Popper, K., 125, 130, 133, 153.
Luzoro, J., 83,152.
Ouerzola, J., 44, 45, 153,
Mabry, J., 96, 148, 152.
Marcuse, H., 39,152. Raíner, P., 20, 155.
Marquis, D.G., 150. Ramp, E.A., 36, 153.
Martin, R., 99, 152, Pibes, E., 10, 36, 96, 124, 150,
Marx, K., 11, 69, 70, 83, 109, 153.
130, 133, 137, 152. RicheUe, M., 88, 91, 96, 138,
Matalón, B., 61, 152. 147, 153.
McGaugh, J.L., 42, 148. Pobert, M., 21, 153.
McGuigan, F.J., 77, 152. Rodríguez, E., 75, 124, 153.
Meehler, J., 40, 152. Rogers, C., 96, 97, 112, 153.
Mendeleyev, D.I., 41. Romeu, J. V., 124, 154.
Merbaum, M., 36, 150. Rosanwallon, P., 124, 137, 154.
Michael, J., 29, 147. Rousseau, J.J., 40.
Mili, J.S., 133. Ru&sell, B.f 77, 154.
158 159
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN .

1. EL QUEHACER CONDUCTISTA . . . . . 17

1.1 Antecedentes del enfoque 18


1.2 Elementos característicos del enfoque . . 22
1.3 La ecuación del Análisis Funcional de la
Conducta . 24
1.4 Tecnología de la conducta 29
1.5 Análisis y evaluación de la conducta . , 31
1.6 Campos de aplicación del A.F.C, . . . 35

2. LAS CRITICAS ANTICONDUCTISTAS 37

2.1 Las críticas epistemológicas . 38


2.2 Las críticas técnico-metodológicas 41
2.3 L a s críticas éticas . . . . 43
2.4 Las críticas ideológico-políticas . 45

3. INTERPRETACIÓN DE LA CONDUCTA ANTI-


CONDUCTISTA . 53

3.1 El trasfondo socio-cultural de las críticas . 54


3.2 El choque preparadigmático . . . . . 59
3.3 Una interpretación del papel de los críticos
anticonductistas 64

11.
34
' ^*t;^ Títulos publicados en esta colección

4. ACERCA DEL PROBLEMA EPISTEMOLÓGICO.

4.1 Ciertas premisas epistemológicas del A.F.C.


4.2 Conduetismo y algunas reflexiones marxistas 81
4.3 Temas epistemológicos abordados por los • DESVIACIONES DE LA CONDUCTA SEXUAL
CrítiCOS
Á A' ' • • • 8*« John Bancroft
4 . 4 Perspectivas abiertas . . . . . . .

,. .«„«« • ' •••'« INTRODUCCIÓN EVOLUCIONISTA A LA PSICOLOGÍA


5. ACERCA D E L O ETICO . . . . . . .
A. fi. Luria
5.1 La conducta ética de los conductistas .
5.2 Las alternativas propuestas . . . . . . MODIFICACIÓN DE CONDUCTA EN LA INFANCIA
:
Í || ¥ol. 1. Problemas menores de 4a conducta infantil
A Ashen G>
6. ACERCA DE LO POLÍTICO Y LO IDEOLÓGICO 107 • ^^ ' * ^^ *""
« il^i
•p-
6.1 El problema del control y del contracontrol 110 | p ¿CHQMSKY O SKINNER? ¡LA GÉNESIS DEL LENGUAJE
6.2 Una reflexión estratégica . . . . MacCorquodale, Premack, Wchelte
6.3 El A.F.C. y el cambio social . . . . . 122 'II •

11 ENSEÑANZA ESPECIAL PREESCOLAR


?
" ^^S^°N DE COYUNTURA SOBRE LA '§ Cari Bereiter, Slegfried Engelmann
IRREVERENCIA GGNDUCTISTA

7.1 Historia y conducta . . . . . . . 130 .«I SENSACIÓN Y PERCEPCIÓN


7.2 Utopía y sociedad experimental . . . . A. R. Luria

BIBLIOGRAFÍA 1^1 m MODIFICACIÓN DE CONDUCTA EN LA INFANCIA


* * * * * * * ' * * 1 4 7
|¡|i Vol. 2, Trastornos emocionales
lip Beatrice A. Ashen y Ernest G. Poser
ÍNDICE ONOMÁSTICO . . . *
.
* *
157
Jb+J f
•'^lilfei
LOS REFLEJOS CEREBRALES
Ivan M. Sechenov
Prólogo y notas de A. Colodrón

LOS ORÍGENES DEL COMPORTAMIENTO HUMANO


Rubén Ardua

IDEOLOGÍA Y CONDUCTISMO
Alejandro Dorna y Hernán Méndez

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