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construcción de la identidad
En el campo del diseño, los artistas que regresaron a sus países de origen después
de desarrollarse profesionalmente una temporada en Europa, fueron los primeros
promotores del modernismo en Latinoamérica. No fue tanto la influencia directa,
trasplantada de las vanguardias europeas lo que causó la ola modernizadora en
Latinoamérica, sino las dudas sobre la hibridación de sus conocimientos y la cultura
local. (Canclini, 1990)
Fue en la década del 80 que la moda se instauro como un campo del saber dentro
del desarrollo de disciplinas en Argentina. Mediante la creación de escuelas y
universidades, este gran cambio social se volvió más palpable. La perspectiva de
quienes producían moda dejo de ser referente únicamente de la moda como
indumentaria, sino como imágenes visuales. (Saulquin, 2006)
El paso del sistema de moda centenaria a lo que se conoce hoy en día como moda
abierta se dio para acompañar las transformaciones propias de la sociedad
posmoderna. Este sistema arranca con los mismos pilares que se desarrollaron en
el sistema anterior, que en la actualidad van perdiendo relevancia; la producción
burocrática exclusivamente por creadores expertos, producción industrial masiva,
colecciones por temporada y el uso de modelos con fines publicitarios. (Lipovetsky,
1996)
Existen varios caracteres que signan el cuerpo y construyen identidad. Uno de los
de más fácil perceptibilidad es la imagen visual y los modos de vestir. La relación
entre el cuerpo y la vestimenta, se percibe como el espacio en donde se replican las
luchas simbólicas de sentido por la conformación y construcción de identidades.
(Zambrini, 2008)
Sobre las representaciones estilísticas, Canclini (1990) indica que “Hay quienes se
resisten a que las implicaciones extra-estéticas ocupen el lugar principal, pero aún
así dicen que esos recursos complementarios son indispensables” (p.92). El estilo
ya no es la representación del proceso de creación sino un accesorio para
garantizar credibilidad de la experiencia artística en el momento del consumo.
La industria cultural genera necesidades, para luego producir los objetos que las
satisfacen. Estos objetos cuentan con capital simbólico, el cual puede ganar
relevancia al ser percibido y aceptado por agentes sociales (Bourdieu, 2010). En el
caso de las prendas de indumentaria hay que tener en cuenta sus funcionalidades;
una siendo la de ser utilizada y otra la de ser poseída, ya que estos objetos
responden también a intereses subjetivos de los individuos que los consumen. La
necesidad objetiva que responde a la funcionalidad de la prenda y la subjetiva que
intenta emular la imagen que la prenda pretende proyectar y de este modo formar
su identidad. Noriega (2012) propone tres planos de la identidad: la social, la
personal y la del yo. Indica que el plano social estructural impone códigos al plano
de las interacciones y a su vez esta los impone al plano de la personalidad de cada
individuo. Del mismo modo, mediante la presentación del yo, los individuos se
involucran en la interacción en la formación de la identidad personal y por ultimo la
objetivación mediante la comunicación entre individuos y la formación de la
identidad social.
Fue con la revolución industrial, que las casas de moda se vieron forzadas a
cambiar su modelo de negocios. La alta costura quedó casi exclusivamente
destinada a la producción de imágenes en medios de comunicación –y en este caso,
comercializándose únicamente entre la élite– y para mantener la reputación de las
mismas casas que la producen. El prêt-à-porter, acuñado por Weill en 1949 según
Lipovetsky (1996), se posiciona como vestimenta de producción industrial, por
ende masiva, pero sin
dejar de ser moda e
inspirado por las
tendencias vigentes. La
figura 1 es un ejemplo
evidente de una casa de
moda que en la actualidad
distribuye los tres tipos de
Barthes (1978) define al junior como un género de vestimenta con un alto grado de
complejidad por sus características femenino/masculino. Indica que tiende a lo
andrógino, pero que sus particularidades sexuales no son lo más trascendente, sino
sus características mas bien relacionadas con la edad; hace referencia a la etapa en
que las diferencias entre lo masculino y femenino son casi imperceptibles.
Las necesidades del vestir actualizan sus cánones. La moda ya no trata de emular
una diferenciación entre clases reflejando una superioridad social, sino mas bien de
sorprender, confundir y lucir joven. El anticonformismo, la ilusión y la ambición de
llamar la atención siempre ha tenido fanáticos sobretodo en las clases sociales con
mayor poder adquisitivo. (Lipovetsky, 1996)
Lo aniñado y lúdico ya no esta prohibido a los hombres. El código joven da igualdad
de condiciones entre los sexos. Los hombres comienzan a fijarse en su imagen, se
vuelven susceptibles a los cambios de la moda y de este modo entran en el ciclo
narcisista, antes acreditado exclusivamente como femenino. Las grandes casas de
moda lanzan campañas publicitarias con productos cosméticos masculinos
constantemente; después de toda esta travesía, se incluye nuevamente al hombre
al sistema consumista de la moda. (Lipovetsky, 1996)
Barreiro (2004) indica que Mary Douglas señala la existencia de dos cuerpos, el
físico y el social, siendo este último el que restringe el modo en que se percibe al
primero. Es decir, el cuerpo como medio de expresión, se encuentra altamente
restringido por la sociedad en la que se desarrolla el individuo. Las situaciones
delimitan la forma de actuar de los cuerpos y los oprimen a simular ciertos
comportamientos ya establecidos.
También se puede apreciar como el cuerpo, y cómo es vestido, ha sido punto focal
de muchísimas disciplinas que lo han convertido en una mercancía. Sus practicas y
saberes han determinado códigos de uso de los mismos. Barreiro (2004) enumera
cuatro razones que considera explican el surgimiento del cuerpo. El pensamiento
feminista ha cuestionado la manera en que se determina el cuerpo sexuado y la
manera en que se discrimina en términos de género; se ha repensado al cuerpo de
la mujer como objeto de represión y explotación. También que con el aceleramiento
de la cultura consumista, el cuerpo se vuelve en mercancía. El fuerte cambio
demográfico y el desarrollo tecnológico en el campo de la salud ha hecho que se
repiense lo que se conocía como bienestar, vida y muerte; esto ha influenciado lo
que se menciona previamente en esta monografía, sobre los deseos utópicos de
una juventud eterna en el nuevo sistema de la moda. Y por ultimo, el auge de
valores post-materiales, como lo son la libertad, el individualismo y el rechazo a la
disciplina.
Foucault en su obra Vigilar y Castigar (2002) también hace énfasis en que el cuerpo
se encuentra politizado, ya que en un juego de poderes, se lo disciplina mediante la
inculcación de protocolos y exigencia de signos. Barreiro (2004) señala que existen
algunas actividades que la sociedad permite a los individuos, a cambio de la
represión de otras más bien relacionadas a los instintos y la naturaleza sexual de
los humanos. El erotismo y el exhibicionismo son algunas de las satisfacciones
sustitutas que nombra. Se puede apreciar como se ejercen estas actividades
mediante el uso de la indumentaria y las practicas del vestir como herramienta de
expresión.
Otro importante punto que se debe tener en cuenta es que también se puede
dividir al cuerpo en cuerpo objeto como la representación que hace el individuo de
si mismo y el cuerpo vivido, que se refiere a como se manifiesta la corporalidad en
el ámbito social y relaciones humanas. El yo se encuentra ubicado en el cuerpo,
que está a su vez ubicado en el tiempo y el espacio. El individuo está consciente de
que su cuerpo en algunas situaciones se convierte en objeto de contemplación y
por eso mismo se arregla, rechazando lo natural. Las mujeres tienen mayor
conciencia de ellas mismas como un ser corpóreo que los hombres, principalmente
por haber sido históricamente objetivizadas y haberse convertido parte de la norma
hasta el auge del pensamiento feminista en la contemporaneidad.
El vestir como practica corporal contextuada forma parte de un orden que rige a los
individuos en la mayoría de actividades sociales. Es casi imperceptible en la
mayoría de sus casos, por lo que es mas difícil de definir en el día a día por lo
normalizado que se encuentra. Sin embargo, es muy notorio en ocasiones más
formales que conllevan un código de vestimenta mucho mas exigente. No es lo
mismo vestirse para ir a comprar a un supermercado que vestirse para ir a un
casamiento o un velorio.
Editorial Paidós.
Editores.
U.N.L.P