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Implicaciones Jurídico – Políticas del Daño Colateral en Colombia

Johanna Ibeth Quintero Pava

Universidad Católica de Colombia

Facultad de Derecho

Maestría en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario

Bogotá, D. C.

2017
Resumen

Una de las figuras jurídicas que se ha venido desarrollando en el Derecho Internacional Humanitario ha sido

el daño colateral en el marco de operaciones militares, la cual ha constituido un factor determinante en pro de la

protección a los civiles y bienes civiles. Figura, que en la legislación colombiana aún no ha tenido el desarrollo

legislativo ni jurisprudencial pertinente; razón por la cual el presente artículo tiene como fin determinar las

implicaciones jurídico – políticas del daño colateral en Colombia, a través de la revisión doctrinaria y normativa que

exista en la materia, en el marco del conflicto armado que vive el país desde hace más de 60 años y en cuyo escenario

las acciones militares en el ejercicio de sus funciones han dejado una serie de daños que han emergido de

comportamientos arbitrarios ocasionando afectar la población civil.

Para tal fin, el artículo se desarrolla a través de un diseño metodológico hermenéutico – descriptivo, por

medio de una revisión documental que permitieron dar respuesta a la pregunta de investigación y los objetivos

propuestos.

Palabras clave: Daño Colateral, Conflicto Armado Interno, Derecho Internacional Humanitario, Población

Civil, Combatiente.

Abstrac

One of the legal concepts that has been developing in International Humanitarian Law has been the collateral

damage in military operations, which has been a determining factor in the matter of reparation. Figure that in the

Colombian legislation has not yet had the legislative development nor relevant jurisprudence. The purpose of this

article is to determine the legal - political implications of collateral damage in Colombia, through the doctrinal and

normative revision that exists in the matter, within the framework of the armed conflict that has been living for more

than 60 years and in whose scenario military actions in the exercise of their functions have left a series of damages

that have emerged from arbitrary behavior causing affect the civilian population.

For this purpose, the article developed through a hermeneutical - descriptive methodological design, through

a documentary review that allowed answering the research question and the proposed objectives.

Keywords: Collateral Damage, Internal Armed Conflict, International Humanitarian Law, Civilian

Population, Combatant
Contenido

pág.

Resumen 2

Introducción 6

Capítulo 1. 14

1. Un breve estado del arte sobre el daño colateral y las operaciones militares en

Colombia 14

Capítulo 2. 18

2. El daño colateral en el contexto de los Derechos Humanos y el Derecho

Internacional Humanitario 18

2.1. La figura del daño en el contexto general 18

2.2. Consideraciones preliminares sobre el DIH 20

2.2.1 Una aproximación conceptual sobre el DIH 20

2.2.2 Las autoridades públicas y su posición frente al DIH. 23

Capítulo 3 33

3. Pro y contra de la aplicación del Derecho Internacional Humanitario en Colombia,

con relación al daño colateral y la afectación a la población civil. 33

3.1. El marco jurídico Nacional 33

3.2. Precedentes del Derecho Internacional Humanitario en la Constitución 34


3.3. Pros y Contras de la Aplicación del DIH en Colombia para el Gobierno y la

Población Civil 36

3.4. Implicaciones jurídicas – políticas del daño colateral en Colombia 38

Conclusiones 40

Referencias 432

.
Introducción

Las actuaciones del Estado frente a las situaciones de conflicto armado que afectan a la población

civil, deben integrar un marco jurídico sólido y determinante que permita evitar o prever aquellas acciones

militares que atenten contra ésta y que deje como consecuencias víctimas ajenas al conflicto, generando

con ello, lo que se ha conocido como daño colateral; es decir “daño no intencional o daño accidental que

afecta personas, construcciones, etc., de civiles u organizaciones neutrales, e incluso, de fuerzas amigas,

como resultado de acciones militares dirigidas contra blancos enemigos”. (Monsalve, 2012, párr, 3)

Significa, que Colombia por ser un Estado que ha vivido desde hace más de 60 años un conflicto

armado interno, está en la obligación de contar con un marco jurídico que albergue todas las situaciones

que puedan emerger de las acciones bélicas tanto de sus instituciones como de las organizaciones ilegales,

con el único fin de blindar a quienes no hacen parte del conflicto y de esta forma evitar el resquebrajamiento

de la sociedad.

Lo anterior, teniendo en cuenta que la guerra ha sido parte fundamental de la historia de

Colombia, la cual se ha originado por contextos políticos, religiosos, económicos e ideológicos,

como lo refiere el informe presentado por el Centro Nacional de Memoria Histórica (2015):

La letalidad de la violencia del conflicto armado no ha sido homogénea ni constante. De

una tendencia decreciente entre 1958 y 1964, marcada por la transición de la violencia

bipartidista a la subversiva, se pasó a una violencia baja y estable entre 1965 y 1981. Esta

violencia estuvo marcada por la irrupción de las guerrillas y su confrontación con el Estado.

Posteriormente, entre 1982 y 1995, continuó una violencia creciente marcada por la

expansión de las guerrillas, la irrupción de los grupos paramilitares, la propagación del

narcotráfico, las reformas democráticas y la crisis del Estado. Seguidamente se dio una

tendencia explosiva entre 1996 y 2002 en la que el conflicto armado alcanzó su nivel más

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crítico como consecuencia del fortalecimiento militar de las guerrillas, la expansión

nacional de los grupos paramilitares, la crisis del Estado, la crisis económica, la

reconfiguración del narcotráfico y su reacomodamiento dentro de las coordenadas del

conflicto armado. Esta tendencia fue sucedida por una etapa decreciente que va desde el

año 2003 hasta hoy, y ha estado marcada por la recuperación de la iniciativa militar del

Estado, el repliegue de la guerrilla y la desmovilización parcial de los grupos paramilitares.

Este periodo, sin embargo, plantea nuevas amenazas por el reacomodamiento militar de las

guerrillas, el rearme paramilitar y el desgaste de la prolongación de la ofensiva militar del

Estado, que no ha podido dar fin al conflicto. (Centro Nacional de Memoria Histórica,

2015, p. 33)

Pero ha sido el Estado quien ha promovido los efectos colaterales endilgados a las Fuerzas

Armadas, acción que ha ejercido a través del poder legislativo, ejemplo de esto, el artículo 121 de

la Constitución de 1886, que permitió al Estado gobernar bajo medidas legales de excepción desde

1949 hasta 1990, quedando la seguridad y la restitución del orden público en cabeza de las Fuerzas

Armadas, conforme sucedió con el Estatuto de Seguridad Nacional, según el Decreto 1923 del 6

de septiembre de 1978, esta norma permitió excesos y violaciones a los Derechos Humanos de la

población civil, las cuales fueron conocidas por el Estado; estas medidas adoptadas por los

gobiernos para repeler las guerrillas y las protestas, trajeron consigo efectos colaterales en contra

de los civiles “en Colombia, la deformación en la aplicación de este estatuto excepcional, puede

decirse que empezó a partir de 1944, luego de la reforma del artículo 121, cuando la motivación

de su declaración se convirtió en el reflejo de la apreciación subjetiva del presidente”. (Nizkor-

Human Rights, 2015, párr. 2)

Con la Constitución de 1991, a pesar que se buscó limitar la institucionalidad de los estados

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de excepción, el estado de sitio solamente cambio su nombre por Estado de Conmoción Interior,

supuestamente el Estado de Conmoción Interior buscaba garantizar y proteger los Derechos

Humanos. Sin embargo, durante los gobiernos de Cesar Gaviria y Ernesto Samper se utilizó en

varias ocasiones los estados de conmoción interior, el gobierno de Pastrana no utilizó esta

herramienta porque bajo su gobierno se dio una negociación de paz, lo cual hizo que no fuera

necesario implementarla.

Desde mediados de la década de los ochenta y sobre todo desde la Constitución de 1991,

estas prerrogativas fueron drásticamente limitadas. No obstante, la violencia y la

desprotección de los derechos se agravaron. Esto se debió, por lo menos en parte, al hecho

de que las reformas democráticas introducidas, así como los procesos de paz, fueron

percibidas por algunos militares y por funcionarios del Estado, como un obstáculo para

ganar la guerra y, por ese motivo, prefirieron abandonar el manejo legal del orden público,

con todas las implicaciones en materia de violaciones a los Derechos Humanos que de allí

se derivan. De la cultura de la excepción se saltó a la cultura de la guerra sucia. (Villegas,

2008, párr, 7)

Es durante el periodo presidencial de Álvaro Uribe, donde se decreta el Estado de

conmoción interior, tiempo durante el cual se vivió una situación como la de los estados de sitio

consagradas en la Carta de 1886, trayendo consigo violaciones de Derechos Humanos, la no

aplicación del Derecho Internacional Humanitario – en adelante DIH – y como consecuencia daños

colaterales en el actuar de las Fuerzas Militares, promovidos por el Estado en su constate afán de

producir bajas a los grupos armados al margen de la ley, buscando el sometimiento de dichos

grupos y el poderío del Estado.

Como se puede observar Colombia previó en el ordenamiento constitucional decretar los

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Estados de excepción como respuesta a los enfrentamientos bélicos que ha vivido el país, con

ocasión del conflicto armado, el narcotráfico y demás situaciones que han generado un contexto

crítico para el país.

Pues bien, los Estados de excepción o de emergencia regulados en la Constitución han sido

y serán una figura excepcional de gran importancia en un país democrático como Colombia y que

les brinda a los gobernantes, la facultad de ejercer su poder coercitivo en pro de hacer valer su

función de administración y por ende de responsabilidad frente a la ciudadanía. (Villa, 1994, p.

33)

De modo que, en el contexto de los Estados de excepción y de la dinámica que el país ha

vivido al margen de éstos, en torno al conflicto, se originan una serie de acciones, como respuesta

a las necesidades de restablecer la seguridad, las cuales son ejercidas por quienes tienen la

responsabilidad para llevarlas acabó; de ahí, la importancia de las Fuerzas Militares de Colombia

que, dentro de sus funciones, tienen las de restablecer el orden y la legalidad de estas actuaciones

consagradas en la Constitución Nacional. (Arteaga, 2003, p. 113)

Aspecto que en muchas circunstancias se ha desbordado, dando como resultado el llamado

daño colateral, que son las muertes indiscriminadas de civiles, sus bienes o cualquier otro tipo de

daño como consecuencia de acciones militares realizadas de manera irresponsable, sin previsión

del resultado, reflejando la inconsciencia y falta de moral en las actuaciones operacionales

adelantadas en contra del enemigo.

Contexto que muestra una problemática para el país en materia jurídico – política; toda vez,

que sí por vía constitucional ha consagrado los estados de excepción o que al margen de estos el

país se sigue debatiendo en un conflicto armado, se debe por la misma vía jurídico – normativa

consagrar el daño colateral, ya que éste emerge como consecuencia de las imprudencias militares

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en acciones de combate.

Lo planteado hasta ahora, lleva a formular la siguiente pregunta de investigación: ¿Cuáles

son las implicaciones jurídico – políticas del Estado colombiano, frente al DIH referente al daño

colateral?

Planteamiento, que se aborda partiendo del hecho que sí bien, las acciones ejercidas por las

Fuerzas Militares de Colombia, obedecen al carácter político que tiene el país, en cuanto, a tener

el poder y control sobre los ciudadanos en pro de brindar una sana convivencia; también ésta la

premisa que tales acciones deben estar enmarcadas en el acatamiento al DIH. Sin embargo, en este

escenario “las fuerzas militares enfrentan al enemigo utilizando todos los medios bélicos a su

alcance para garantizar la subsistencia del ente estatal”. (Palau, 1993, pág. 31)

Subsistencia que no implica de ninguna manera aquellos actos que den como resultado un

daño colateral sobre la población, “como forma de expresión de la violencia y las afectaciones

producidas en distintos grupos poblacionales que se encuentran en medio del conflicto”. (El

Universal, 2013, párr, 19)

Se puede afirmar entonces, que siendo Colombia un Estado de derecho ha sido el mismo

Estado el que ha dejado sin derecho a tanta gente, bajo el entendido de enfrentar la guerra o el

conflicto armado que vive el país, y que bajo ese amparo la “guerra” los daños colaterales no han

hecho incursión alguna en el marco político – jurídico del Estado colombiano, pese a que éste

ejerce como Estado parte en protocolos, convenios, acuerdos de protección de los Derechos

Humanos y la aplicación del DIH. (Torres, 2007, p. 109)

Aspectos que llevan a plantear el siguiente objetivo general: determinar las implicaciones

jurídico – políticas del daño colateral en Colombia, el cual se desarrolla, a partir de los siguientes

objetivos específicos: revisar el daño colateral y las operaciones militares en Colombia, a través

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de un estado del arte; abordar lo concerniente al daño colateral en el contexto de los Derechos

Humanos y el Derecho Internacional Humanitario y analizar los pro y contra de la aplicación del

Derecho Internacional Humanitario en Colombia, con relación al daño colateral.

Los objetivos planteados llevan a comprender la incidencia del Derecho Internacional

Humanitario en el contexto del daño colateral con ocasión de las operaciones militares ejercidas

por las fuerzas militares en combate. Así las cosas, el Estado debería ser el responsable, en estas

condiciones, de las actuaciones de sus miembros de las Fuerzas Militares, de conformidad con lo

señalado en el artículo 3 del Convenio de la Haya No. IV y el artículo 91 del Protocolo I, cuando

dice: “El Estado será responsable de todos los actos cometidos por las personas que formen parte

de sus fuerzas armadas”.

En este sentido el Comité Internacional de la Cruz Roja ha señalado que la responsabilidad

de los actos cometidos por los miembros de las Fuerzas Armadas, están justificadas por el hecho

que los soldados forman parte del “Estado, que no actúan como personas privadas, sino que por el

contrario, estos miembros siempre operan conforme las necesidades del servicio, pues, como

personas privadas no habrían actuado en el conflicto, ni hubiesen entrado en contacto con la parte

disidente” (Sassòli, 2002, párr, 12). Esto demuestra que el actuar de los miembros de las Fuerzas

Militares, siempre está bajo el mando del Estado y son promovidas por éste.

Lo señalado lleva a generar la siguiente hipótesis de trabajo, Sí, el daño colateral ha sido

estudiado por el Derecho Internacional Humanitario, del cual Colombia ha acogido sus preceptos,

acogiéndose a la aplicación del DIH, entonces, por qué no ha tenido en cuenta lo reglado, con

relación a las acciones ejercidas por las fuerzas militares en el marco del conflicto armado,

generando con ello unas implicaciones jurídico – políticas, que ponen en entredicho el compromiso

que tiene Colombia frente a la normatividad internacional. (Arteaga, 2003, p. 113)

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Se tiene entonces, que en Colombia no existe seguridad jurídica en la correcta aplicación

del daño colateral en las actuaciones del personal de las Fuerzas Militares y de Policía;

demostrándose el desinterés que tiene el país frente a los compromisos adquiridos con el DIH,

acompañado de la falta de reconocimiento del conflicto armado interno por el gobierno, haciendo

que las actuaciones de las Fuerzas Militares no tengan un control que evidencien aquellos hechos

que afectan a la población civil u otras instancias que no hacen parte del conflicto. (Torres, 2007,

p. 109)

Todo lo expuesto, se desarrolla a través de una propuesta metodológica que parte de una

investigación hermenéutico – descriptivo, siendo la primera aquella que permite la interpretación

del objeto de estudio y así descubrir el sentido de los postulados teóricos, haciendo que su

comprensión sea factible y evitar erradas interpretaciones, favoreciendo su adecuada función

normativa y la segunda, es la que permite “describir de forma sistemática las características del

objeto de estudio, a partir del planteamiento de una hipótesis, llegando a obtener resultados que

contribuyan al conocimiento” (Hernández, Fernández, y Baptista, 2006, pág. 125). Lo anterior, a

partir de un método documental que permite el análisis y depuración del material escogido para la

realización del artículo.

Finalmente, el artículo se estructura en tres capítulos el primero concerniente al estado del

arte que condensa los aspectos más relevantes del daño colateral en la voz de diferentes autores;

el segundo abarca lo concerniente al daño colateral en el contexto de los Derechos Humanos y el

Derecho Internacional Humanitario y el tercero integra los aspectos relacionados con los pros y

contra de la aplicación del Derecho Internacional Humanitario en Colombia, partiendo del marco

normativo colombiano como una muestra clara de la inexistencia de ésta en la regulación interna,

hasta llegar a establecer la necesidad de introducirlo en el marco jurídico como una muestra de

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representación política en pro de promover la aplicación del DIH en el país, en el marco del

conflicto armado, a través de unas Fuerzas Militares conscientes de emprender acciones con

responsabilidad, evitando al máximo pérdidas humanas. Por último, las conclusiones.

13
Capítulo 1.

1. Un breve estado del arte sobre el daño colateral y las operaciones militares en

Colombia

En el presente capítulo se hace referencia a aquellas investigaciones que contienen lo

relacionado a operaciones militares, el DIH y el daño colateral, las cuales muestran las diversas

formas como el tema ha sido analizado, cuyo criterio de búsqueda se hizo de forma cronológica,

del año más reciente al más lejano.

De esta forma, el artículo de Borja (2015) la historiografía de la guerra en Colombia

durante el siglo XIX, establece que uno de los principales temas e intereses en la política es la

guerra. “Llama la atención sobre los vínculos entre guerra y política en el siglo XIX, en donde la

guerra se comporta como fundadora del derecho, del orden jurídico-político de una nueva

institucionalidad, y no como fuente de anarquía” (Borja, 2015, p. 178), dejando de un lado sus

implicaciones y efectos en la población civil.

En el plano internacional autores como Cohen, Kramitzer, Plesner y Bajar (2014),

publicaron un artículo titulado un Estado democrático al terror ¿qué se puede hacer y que no se

puede hacer desde el punto de vista legal?, han respondido al problema de la operación militar y

el derecho bélico con el objetivo de dar a conocer brevemente los principios y las reglas relevantes

del derecho bélico pertinente a lo que está permitido y lo que no está permitido y lo que se debe

considerar en el proceso de la toma de decisiones. Concluyen estos autores que las acciones de

Israel durante la Operación Margen Protector están sujetas a las normas del Derecho Internacional

relativo a las leyes de la guerra. Dan a conocer, además, que es mejor que así sea, tanto para que

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Israel mantenga la ventaja jurídica y moral contra las organizaciones terroristas y para asegurar

que la legitimidad internacional hacia las acciones del país, sea esencial. El hecho que pueda

utilizarse, y de hecho se hace, abuso de la ley internacional, no invita a ignorar las mismas y sus

reglas.

Por su parte, la tesis de grado de Hernández y Cardona (2013) El DIH, las operaciones

militares y su repercusión política, tuvo por objetivo analizar en qué medida las “operaciones

militares que fueron desarrolladas por el Ejército de Colombia durante el periodo comprendido

entre el año 2002 y el 2010, respetaron o no la normatividad internacional del Derecho

Humanitario y cuáles fueron las repercusiones políticas que de ahí se han producido” (Hernández

y Cardona, 2013, p. 32). Pudiendo evidenciar estos autores que la nación colombiana tiene un

conocimiento impreciso de los efectos políticos, sociales y económicos de la aplicación del

Derecho Internacional Humanitario, si bien que, durante las últimas seis décadas, se libró en el

país un conflicto armado. Esta confrontación bélica ha estructurado una espiral de violencia, que

se ha extendido de manera gradual impactando a casi todos los estamentos y actividades de la

sociedad colombiana.

Por otro lado, Arauz (2013) en la tesis doctoral guerra asimétrica y proporcionalidad.

Retos para el derecho internacional humanitario, investiga los retos que presentan la guerra

asimétrica y la implementación del Principio de Proporcionalidad para el DIH. Aquí su autor de

manera práctica examina la explotación de daños colaterales excesivos por los contendores, y la

crisis de incumplimiento con el DIH. El análisis parte de la premisa siguiente: si el contendor más

débil se escuda entre la población civil inocente para atacar a su opositor más fuerte, colapsando

el Principio de Distinción, y el más fuerte contraataca a su opositor difuso, pues en esta turbulencia

la población civil recibe la carga negativa del más fuerte.

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En este sentido, argumenta que es muy difícil librar una guerra asimétrica sin poner en

peligro a la población civil, o incurrir en daños colaterales desproporcionados. Este tipo de

conflicto expande los blancos ‘legítimos’ de ataques, si con ello se alcanza la ventaja militar, y se

desacreditan las operaciones militares del opositor. Como consecuencia de esta dinámica, donde

existen pocos “blancos militares legítimos de ser alcanzados y atacados, y donde los daños

colaterales excesivos son explotados por ambos contendores, la cuestión normativa de

trascendencia es preguntarse sobre qué se puede hacer frente a la crisis de incumplimiento con la

norma” (Arauz, 2013, p. 10).

Muestra así mismo que, con relación a cargos penales, existe confusión ya que al actor

estatal se le imputan cargos de daños colaterales excesivos como crimen de guerra, y al actor no

estatal cargos de terrorismo, aun cuando las acciones de ambos actores sean estratégicamente las

mismas. Finalmente, defiende que los actores no estatales no tienen motivación para actuar dentro

de las proscripciones normativas del sistema legal internacional.

En el documento de la Cruz Roja escrito por Guisández (2011) el principio de la

proporcionalidad y de lo daños colaterales desde un punto de vista práctico, se habla sobre la

necesidad de descifrar si las “operaciones militares adelantadas se encontraban dentro de un

escenario de paz o si por el contrario se está frente a la presencia de un conflicto armado interno,

para lo cual sus consecuencias son completamente distintas dentro del ámbito militar y judicial”.

(Guisández, 2011, p. 6) Pero no solamente el desconocimiento del conflicto armado interno en las

políticas del gobierno desestabilizaba las Fuerzas Militares y el aparato judicial, sino que

legitimaba el actuar de los grupos armados ilegales.

El artículo de Mejía (2011) el dilema del soldado, todo está por hacer en derecho

internacional humanitario, establece que “otro problema que se presenta es la falta de aplicación

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de este principio por parte de los operadores jurídicos, que ocasionalmente no reconocen la

legitimidad de los daños colaterales”, afirmando la tesis de que los operadores judiciales

desconocen el actuar de las Fuerzas Militares, dentro del cual es aplicable el Derecho Internacional

Humanitario y por el contrario dentro de sus decisiones judiciales aplican lo concerniente a

Derechos Humanos.

El comunicado de prensa del Alto Comisionado de la Organización de las Naciones Unidas

para Derechos Humanos (2003) sobre la importancia del principio humanitario de distinción en

el conflicto armado interno, señala que desconocer la existencia de tal conflicto podría dar lugar a

que los integrantes de los grupos ilegales se creyeran equivocadamente, liberados de cualquier

deber jurídico con respecto a la observancia de los principios internacionales de distinción,

limitación y proporcionalidad, y ajenos a cualquier exigencia internacional sobre el cumplimiento

de los mismos.

El último documento, escrito por Franco (2001) guerra irregular: entre la política y el

imperativo moral, indica que a pesar que las Fuerzas Militares juegan un papel importante dentro

del conflicto, toda vez son sujetos principales dentro del mismo, su importancia aminora frente a

las organizaciones políticas, teniendo en cuenta que sus actuaciones operacionales son el efecto de

decisiones netamente políticas las cuales determinan el resultado de la guerra.

Como punto final se tiene que el Estado y sus políticas deseosas de ganar la guerra, han

errado en el correcto ejercicio de sus instituciones, encontrando un desequilibrado obrar de las

Fuerzas Militares y una inseguridad jurídica por parte de los operadores judiciales, pues sus efectos

estuvieron ligados a una indecisión del marco aplicable al conflicto vivido en Colombia. Es así,

como los documentos revisados, ofrecen diferentes miradas que permiten evidenciar la interacción

entre la política, la guerra, el accionar de las Fuerzas Militares y el daño colateral.

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Capítulo 2.

2. El daño colateral en el contexto de los Derechos Humanos y el Derecho

Internacional Humanitario

2.1. La figura del daño en el contexto general

El “daño es todo detrimento, molestia o dolor que por causa de otro sufre un individuo en

sus bienes o persona, sea ésta física, moral, intelectual o afectiva” (Henao, 1998, p. 38). Para que

exista daño no es necesario que se lesione un derecho; basta que se prive a la víctima de una ventaja

o beneficio lícito. “Esta conclusión se desprende del sentido natural y obvio de la palabra daño,

sentido al que hay que atenerse en vista de que el legislador no ha dado otro especial ni restringido

el concepto a la lesión de un derecho” (Alessandri y Somarriva, 1988, p. 872).

Para que la responsabilidad delictual esté comprometida, preciso es que el daño se haya

causado y que este daño sea cierto. Si no se ha causado un daño, puede haber culpa o dolo, pero

no un delito o cuasidelito: sin interés no hay acción. Para que el daño dé lugar a indemnización,

debe ser cierto, o sea, existir positivamente:

Un perjuicio puramente eventual o hipotético no se considera. Pero no es menester que el

daño sea actual; da lugar a indemnización también el daño futuro, esto es el que aún no se

ha producido pero que se realizará, como consecuencia del desarrollo de una situación

desde ya existente o como producto de las circunstancias que lo hacen inevitable

(Alessandri y Somarriva, 1988, p. 873).

18
El daño trae intrínseco una relación de causalidad entre el dolo o la culpa. Así, el legislador

determinó que para que haya responsabilidad no basta la existencia de un acto culposo o doloso y

un daño. Es preciso, además, que éste sea la resultante o consecuencia de aquél. Entonces, la

sanción “es una consecuencia inmediata de la violación de un derecho dentro del orden social, y

que dicha violación puede considerarse de dos maneras: “perturbando directamente el orden

público, lo cual conlleva a la aplicación de una pena o lesionando los derechos privados

individuales, caso en el cual el damnificado tiene acción para exigir la reparación del perjuicio

causado” (Gómez y Troncoso, 2010, p. 14).

Para tal fin, las condiciones que debe llenar el daño, son las siguientes: (Gómez y

Troncoso, 2010, p. 16):

 Que sea cierto,

 Que la certidumbre pueda contemplarse, ya sea en relación al vínculo de causalidad que

lo liga con el hecho ilícito o en su naturaleza y extensión.

 Capacidad de obrar, que a su vez integra: que el acto se haya cumplido al ejercitar un

derecho simplemente y que el acto se haya cumplido para defender la agresión de la que ha sido

objeto.

Lo expuesto, permite deducir que la relación de causalidad integra toda especie de

responsabilidad. La subjetiva – que requiere el dolo o la culpa del autor – y la objetiva, en la cual

importa el simple hecho generador del riesgo y el daño causado a la víctima. “También debe existir

la relación de causalidad en la responsabilidad delictual simple o por el hecho propio y en la

responsabilidad delictual compleja o por el hecho ajeno o de las cosas” (Alessandri y Somarriva,

1988, p. 880).

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De modo que, la relación de causalidad ha de incurrir también en los casos de

responsabilidad legal: el daño causado a la víctima debe ser consecuencia de la infracción de la

obligación impuesta por la ley, como aquella que predica del DIH con relación a las acciones

ejercidas por las Fuerzas Militares, de las que se desprenden el daño colateral, sobre cual en

Colombia no se ha incursionado mucho.

2.2. Consideraciones preliminares sobre el DIH

2.2.1 Una aproximación conceptual sobre el DIH

Genéricamente el Derecho Internacional Humanitario se define como un conjunto de

normas jurídicas internacionales convencionales y consuetudinarias que comprende el

Derecho de la Haya, el Derecho de Ginebra y del Derecho de New York con el propósito

de limitar el uso de la fuerza en conflictos armados internacionales y no-internacionales,

proteger las víctimas de la guerra y regular la conducción de las hostilidades (Franco, 2001,

p. 38).'

También el Derecho Internacional Humanitario se ha entendido como el conjunto de

normas que en tiempo de guerra protege a las personas que no participan o que ya no participan

en las hostilidades e imponen límites a los métodos y medios de combate, es aplicable tanto en

caso de conflicto armado de carácter internacional como nacional; este conjunto de normas trata

de mitigar los efectos de los conflictos armados limitando los medios y métodos de hacer la guerra;

este derecho suele llamarse también derecho de “la guerra y derecho de los conflictos armados,

hace parte del derecho internacional que regula las relaciones entre los Estados, se encuentra

20
integrado por acuerdos firmados entre los países denominados tratados o convenios por el derecho

consuetudinario internacional y los principios generales del derecho”. (Comité Internacional de la

Cruz Roja, 2010, p. 2)

Así mismo, busca la solución de los problemas que se derivan directamente de los

conflictos armados y protegen a las personas o bienes que pueden verse afectados por el conflicto,

estas normas pretenden evitar y eliminar el sufrimiento humano en tiempos de conflictos armados

y son de obligatorio cumplimiento, tanto por los gobiernos como por los ejércitos participantes en

el conflicto y por los distintos grupos armados de oposición o cualquier parte participante en el

mismo. (Villalobos, 2008, p. 157)

En cuanto el Derecho de Ginebra o Derecho Humanitario propiamente dicho, tiene un

objetivo principal: proteger a las personas que no participan o han dejado de participar en las

hostilidades, es decir a la población civil y a los combatientes puestos fuera de combate.

(Swinarski, 1984, párr, 20)

El derecho de La Haya o derecho de la guerra, es el que determina los derechos y las

obligaciones de los beligerantes en la conducción de las operaciones militares y donde se limita la

elección de los medios para perjudicar al enemigo. Es decir, el conjunto de normas relativas a la

conducción de las hostilidades. (Salmón, 2004, p. 132)

Por su parte, en el Comité Internacional de Socorro a los Militares Heridos, el futuro

Comité Internacional de la Cruz Roja; su objetivo era que se prestara protección a los heridos y al

personal sanitario de los ejércitos en el campo de batalla y propició la aprobación, el 22 de agosto

de 1864, del Primer Convenio de Ginebra para el mejoramiento de la suerte de los militares heridos

en los ejércitos en campaña. (Bugnion, 2001, párr, 5)

A su vez, los convenios son instrumentos que forman parte del Derecho Internacional

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Humanitario para la protección de las víctimas de los conflictos, especialmente en los conflictos

no internacionales, con mira a encarar posibles lagunas o debilidades en el actual derecho

convencional y en el derecho consuetudinario, conforme lo establece el Comité Internacional de

la Cruz Roja, que actualmente las preocupaciones surgen en los siguientes puntos:

La protección de las personas privadas de la libertad, especialmente en conflictos armados

no internacionales. (…)

Los mecanismos de control del respeto del Derecho Internacional Humanitario y las

reparaciones para las víctimas de infracciones. (…)

La protección de las personas internamente desplazadas. (…)

La protección del medio ambiente. (Comité Internacional de la Cruz Roja, 2010, p. 2)

La falta de respeto de las normas aplicables es la causa principal del sufrimiento durante

los conflictos armados, diversos tratados imponen a los estados la obligación de armonizar tanto

su marco jurídico nacional como sus prácticas con el Derecho Internacional Humanitario, pueden

hacerlo adoptando una amplia gama de medidas de aplicación nacional, entre las que figuran la

admisión de medidas legislativas y administrativas y la elaboración de manuales militares y

programas de instrucción militar adecuados para el ámbito de las fuerzas armadas y de seguridad.

(Comité Internacional de la Cruz Roja, 2010a)

Los protocolos son el complemento de los convenios, estos fueron adoptados por los

Estados para que el DIH fuera más completo y universal, y se adaptara mejor a los conflictos

modernos.

22
2.2.2 Las autoridades públicas y su posición frente al DIH.

Los ciudadanos en general tienen la obligación de respetar los derechos de las demás

personas, recordar que los propios van hasta donde no incidan en la vida o propiedad de otros

ciudadanos. Pero a quienes les toca actuar en responsabilidad y con el fin de cuidar a sus

gobernados, es a las autoridades, en quienes la sociedad en general deposita toda su confianza para

que velen por sus intereses a través de las diferentes instituciones que han sido creadas con el fin

de responder por la estabilidad de un país, como es el caso de Colombia donde deben atender el

cumplimiento de los derechos Fundamentales amparados por la Constitución Política.

Con la protección de estos Derechos Fundamentales, es que se salvaguarda el respeto a una

vida digna de los ciudadanos a nivel nacional; es por esto que los funcionarios del Estado trabajan

incansablemente en la creación de una sociedad donde se obre en justicia y equidad, ponderando

el Derecho a la Igualdad, para que se conserve el respeto y cada uno pueda vivir sin presiones, en

paz y con el firme propósito de preservar su país para las generaciones futuras.

Dando cumplimiento de esta manera a lo establecido en el artículo 1 de la Constitución

Política, que a la letra dice “Colombia es un Estado Social de derecho, … fundado en el respeto

de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la

prevalencia del interés general”. (Gómez, 2006, p. 85)

Además, en su artículo 2 la Constitución da a conocer la misión institucional de las

autoridades en Colombia:

Son fines esenciales del Estado: servir a la comunidad, promover la prosperidad general y

garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la

Constitución; facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la

23
vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación; defender la independencia

nacional, mantener la integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia

de un orden justo.

Las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las personas

residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades,

y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares.

(Gobernación de Casanare, 2014, párr. 4-5)

Entonces, de acuerdo con lo establecido en la Constitución, los primeros llamados a

cumplir y hacer cumplir los Derechos Humanos, son las autoridades civiles y militares; con esto

no están dando cumplimiento a la ideología política de la cual hagan parte, simplemente estarán

haciendo lo requerido por la Carta Magna, que reconoce los derechos fundamentales como algo

inviolable, e igualitario para toda la población, sin importar las diferencias existentes. (Villalba,

2015, p. 117)

En lo que hace referencia a las normas del Derecho Internacional Humanitario, se encuentra

que al igual que en la Constitución Política, existen diferencias entre lo que cada individuo puede

hacer y lo que no. Las primeras, se sancionan por la Comunidad Internacional de Estados por

medio de los mecanismos propios del Derecho Internacional Público, y se controlan internamente

por los órganos políticos y judiciales de los Estados. Los segundos deben ser sancionados penal y

administrativamente por los propios Estados Partes en los instrumentos del Derecho Internacional

Humanitario.

Es así que el Estado debe tener en cuenta que es responsable ante sí mismo por ser persona

jurídica y ante quienes se encuentran a su servicio. En consecuencia, es responsable el Estado

políticamente ante sus gobernados y ante la Comunidad Internacional, con quien puede ver

24
afectadas sus relaciones diplomáticas y comerciales, lo que repercute en la economía del país y en

su desarrollo, viéndose entonces en la necesidad de cubrir mediante subsidios los problemas que

tengan los productores por las indemnizaciones impuestas. (Cançado, 1993, p. 277)

Entonces es responsabilidad del Estado apersonarse de sus situaciones políticas y

administrativas y por ende entender que ante el conflicto armado colombiano debía garantizarse

la aplicación del artículo 3 común a los convenios de Ginebra de 1949, los cuales fueron aprobados

por Colombia a través de la Ley 5 de 1960, el Protocolo Adicional II a los convenios aprobados

con la Ley 171 de 1994 y como no mencionar el derecho consuetudinario, creado por el uso

repetido de una costumbre la cual ha sido reconocida y aplicada por la comunidad internacional.

(Colombia, Oficina de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos,

2003, p. 15)

La no aplicación del Derecho Internacional Humanitario y el no haber reconocido el

carácter de conflicto armado interno por el cual pasaba el país, deslegitimó los derechos de la

población civil y los actores del conflicto. Entonces ¿cómo se adelantaron las investigaciones

judiciales?, ¿cómo se juzgó el comportamiento y acciones de los militares?, si la política del Estado

se enmarcaba en la aplicación de los Derechos Humanos, cuando en realidad las acciones estaban

contempladas en el DIH. (Bermejo, 2003, p. 34)

Acosta (2010), señaló que:

El Derecho Internacional Humanitario y en especial sus principios fundamentales de

distinción y proporcionalidad, no solo ha sido acogido por el ordenamiento interno

colombiano, sino que su aplicación es de carácter imperativo, es decir en forma inmediata

y adecuada a los estándares internacionales, para lo cual el Estado debe valerse de

instrumentos que le permitieron garantizar ese compromiso individual. (p. 3)

25
Por tanto, estaba el Estado colombiano en la obligación de acatar y hacer cumplir las

normas que rigen el Derecho Internacional Humanitario en tiempos de conflicto armado interno;

sin embargo y pese a su aprobación por Colombia ante la justicia internacional se ha desconocido

esta obligación.

Y es que la duda surge en las normas específicas relativas a la conducción de las

hostilidades, para lo cual el mantenimiento del orden público de un Estado se puede regir

principalmente por normas de Derechos Humanos, pero en un marco de conflicto armado interno,

el Derecho Internacional Humanitario puede prevalecer sobre la interpretación de las normas e

incluso influir en éstas. (Siegrist y Geiss, 2011, p. 32)

Esto obedece a que es el Derecho Internacional Humanitario el que tiene como objetivo

principal limitar, en la medida de lo posible, las víctimas civiles y los daños a bienes civiles, sin

prescribir un límite absoluto en relación con los daños colaterales. (Siegrist y Geiss, 2011, p. 32)

Siendo entonces, el Daño Colateral la interacción entre tres principios del DIH, porque el Principio

de Proporcionalidad prohíbe que se utilice la ventaja militar para hacer uso de armas y métodos

que le causen daño a los civiles y sus bienes; el Principio de Distinción pide que la población civil

y sus propiedades no se vea involucrada en los ataques contra los combatientes y el Principio de

Necesidad Militar establece un equilibrio entre las necesidades de la guerra y los

condicionamientos humanitarios (optar por el mal menor contra el adversario). (Cruz Roja

Española, 2008, p. 13)

Pero y si bien el fin primordial del Derecho Internacional Humanitario es limitar en cierta

medida, la afectación a las víctimas civiles y los daños en bienes civiles, cierto es que tampoco

propone un límite absoluto con relación a los daños colaterales, la Corte Internacional de Justicia

así lo manifestó, cuando sentenció que “la ventaja militar debe relacionarse con la supervivencia

26
misma de un Estado o con el hecho de evitar causar extensos y graves sufrimientos a la propia

población y sin que se disponga de ningún otro método para eliminar un objetivo militar”.

(Higgins, 1996, párr. 27)

Asimismo, no se puede evitar en el desarrollo de un conflicto armado posibles Daños

Colaterales, pero la situación jurídica se agrava frente a estos hechos, en cuanto el Estado a través

de sus Fuerzas Militares repelen una batalla en contra de los rebeldes, pero así mismo deben

proteger la población civil, entonces ¿qué pasa cuando los rebeldes se esconden en la población

civil y los utiliza como escudos para repeler los ataques de las fuerzas militares? (Jakobs, 2013, p.

17)

Aquí se da la relación entre Daño Colateral y Principio de Distinción encontrándose que

este principio ha sido uno de los más violados en los conflictos internos por parte de los actores

armados, al utilizar como medios el engaño y encubrimiento como elementos importantes de la

estrategia en el combate para ganar al adversario; y estas prácticas no solo son esgrimidas por los

grupos ilegales, sino que ha sido una práctica a la cual recurrieron también los miembros de la

Fuerza Pública, cuando aparentaban ser civiles para evadirse o recurrían al camuflaje dentro del

conflicto. (Solís, 1990, p. 99)

Pero ¿cómo es posible evitar daños colaterales que afecten a la población civil cuando se

dificulta su distinción?, existen casos en los cuales resulta casi imposible alcanzar la división entre

civil y combatiente así los sostienen Geiss y Siegrist (2011) cuando señalan que:

La oposición armada procura evitar el campo de batalla clásico llevando las hostilidades

de un lugar a otro, a menudo en las proximidades de las personas civiles, difuminando de

este modo las líneas de distinción entre los combatientes y las personas que no participan

activamente en las hostilidades. (p. 24)

27
Y es que una vez comparado lo mencionado con la realidad dentro del conflicto, se

encuentra que es evidente que los grupos insurgentes prefieren reposar cerca a la población civil

para ganar seguridad, situación que no ha sido ajena al Estado cuando en su posición de garantes

instala guarniciones militares cerca a civiles y a sus bienes.

Así lo señala Semana (2011) cuando trae en su presentación el comunicado expedido por

el Comando Conjunto de las Farc-EP, “posterior a los ataques de Toribio Cauca, señalando como

únicas responsables de los daños colaterales que fueron ocasionados al Estado Colombiano, y

fundaban su posición en que el Estado colombiano mantuvo personal e infraestructura militar en

medio de la población civil”. (párr. 2)

Esta interacción entre grupos insurgentes con población civil, o en su defecto Fuerza

Pública con civiles, genera el conflicto entre las partes donde se señala a la población civil de quien

no esté con alguno de los bandos, está en contra de éste; condicionando la protección de los mismos

al bando al cual pertenezcan o favorezcan. (Olave, 2011, p. 517); pero, ¿qué pasa cuando este civil

deja actuar bajo la influencia de alguno de los bandos y decide voluntariamente cruzar la línea

divisoria entre civiles obligados a hacer parte del conflicto y decide participar en el conflicto, sea

que tome las armas o favorezca a alguna de las partes’, ¿se podría hablar de una perdida de

inmunidad de ataques como población civil?

Al respecto Franco (2001) ha indicado que:

La línea de batalla no está tan claramente establecida, como tampoco los parámetros del

combate o los de la distinción entre combatientes y población civil. Ello conduce, por

consiguiente, a una problematización de la inmunidad, que se expresa finalmente en la

tensión entre la demanda moral, la necesidad militar difícilmente resoluble. (p. 54)

El problema radica en que el Derecho Internacional Humanitario solo reconoce como

28
actores a los combatientes, pero qué pasa cuando hablamos de los civiles que han abandonado su

posición y protección para pasar al plano de colaboradores. Se podría decir que estos civiles que

coadyuvan a la guerra son cómplices y por tal motivo pueden ser considerados como objetivos

militares, o en el caso de dirigentes políticos o ideólogos que con su actuar e incidencia en la vida

pública pueden fracturar a una de las partes, que posición tomarían dentro del conflicto. (Franco,

2001, p. 57)

Conforme lo ha expuesto Mejía (2011) “no son daños colaterales los ocasionados a

personas que participan directamente en las hostilidades, o los bienes con doble uso, con fines

civiles y militares”( p. 516), esto de conformidad con el conflicto armado en Afganistan que ha

afectado las normas relativas a la conducción de las hostilidades, en lo que señala el principio de

proporcionalidad en cumplimiento del Derecho Internacional; la calidad de civil es para aquellas

personas que son inocentes frente a conflictos armados, pero cuando son personas que

aprovechándose de su calidad de civil protegido brindan una ayuda o simpatizan con una de las

partes en conflicto, reflejando su actuar en una ventaja para la contraparte, la afectación que puedan

recibir no haría parte del Daño Colateral. (Arauz, 2013, p. 27)

Así lo refuerza Dinstein (2008) cuando manifiesta que:

In conclusion, this article should show that, although the protection of civilians is a basic

tenet of the international law of armed conflict, a civilian cannot take that protection for

granted. There are many ways in which civilian protection will not render practical

assistance, and a civilian become a victim of war inadvertently (due to collateral damage).

But, above all, civilian protection can be lost if the person who purports to benefit from it

crosses a red line by directly participating in hostilities. He may then be targeted, and this

need not be done in an anonymous fashion. (p. 195)

29
Para poder entender que la calidad de civil se pierde frente a los posibles daños colaterales

ocasionados durante un conflicto armado, cuando el civil participa directamente en las hostilidades

o cuando voluntariamente toma partido por alguna de las dos partes, incidiendo con su actuar frente

a la ventaja militar.

Entonces el problema jurídico en el Daño Colateral como lo enmarcan Siegrist y Geiss

(2011), radica en:

 Distinción entre la aplicación y la suficiencia de las respectivas normas humanitarias.

 Evitar la confrontación militar directa, no trasladando las hostilidades a los centros

urbanos y civiles, pue esta circunstancia amenaza la distinción entre combatientes y civiles

protegidos.

 Identificar los objetivos militares legítimos y la correcta aplicación del Principio de

Proporcionalidad.

Pero otra gran desventaja es la falta de aplicación del Principio de Proporcionalidad por

parte de los operadores jurídicos, quienes aquí en Colombia ocasionalmente no reconocen la

legitimidad de los daños colaterales Mejía (2011); asimismo, como se señaló en el extracto del

plan OPLAN 30302 (2010) “en situaciones de defensa propia, no es obligatorio aplicar la

metodología formal de la estimación de daños colaterales, pero si se requiere observar los

Principios de Proporcionalidad y Necesidad”. (p. 126)

De ahí parte la premisa que el Principio de Proporcionalidad no trae consigo asuntos éticos

solamente, pues en todo conflicto armado siempre habrá víctimas, sino más bien jurídicamente, si

la ventaja militar directa y concreta alcanzada es proporcional en relación con la pérdida de vidas

inocentes y daños a los bienes civiles (Arauz, 2013, p. 66), entonces se debe ponderar hasta dónde

puede contemplarse dentro de una operación militar la viabilidad de ocasionar un Daño Colateral.

30
Mejía (2011) manifestó que para determinar que efectivamente la ventaja militar concreta

y directa esperada, es superior a los daños colaterales se pueden utilizar los siguientes parámetros

de valoración:

 La importancia del objetivo militar para el enemigo.

 La importancia del objetivo militar para el atacante.

 La capacidad de amortiguamiento.

 Reservas existentes de la misma naturaleza.

 Distancia del objetivo desde el punto inicial.

 Facilidad para su identificación.

Son estos factores los que ponderados permitirán establecer el equilibrio entre los

principios de Proporcionalidad, Ventaja Militar y Distinción, resaltando que cuando el daño que

se ocasione en la población civil sea más grande que la victoria militar que se espera, no debe

adelantarse la operación militar.

Cárdenas y Sokolowicz (2006) traen como ejemplo el caso de Salah Shehada, la muerte

del ex líder de Hamas en julio de 2002, el cual se causó con misiles que fueron disparados desde

un avión caza israelí F-16 contra un edificio ubicado en Gaza, donde murieron 15 personas más,

13 civiles y 9 de ellos menores; haciendo la siguiente reflexión: “Para algunos inaceptable, para

otros el nivel de peligrosidad del personaje, pudo evitar posibles futuros ataques que hubieran

podido generar un mayor número de víctimas posibles”. (p. 60)

La Procuraduría General de la Nación (2004) en el pronunciamiento que realizó dentro del

Caso Jordania señaló:

Para este Despacho es claro que el cumplimiento de la delicada misión institucionalmente

confiada a las Fuerzas Armadas, entraña lamentablemente, un alto riesgo para la comunidad, como
31
quiera que implica el uso de armas de fuego cuyo uso constituye una clara actividad peligrosa, ,

no solo para las personas que participan en las hostilidades sino para los miembros de la comunidad

que son ajenos al enfrentamiento armado que hoy padece el Estado Colombiano, esto es lo que en

la jerga castrense se denomina Daño Colateral. (Acosta, 2010, p. 24)

En el que deja entrever que la actuación de los militares que adelantaron la operación no

obedeció a dolo o culpa en el resultado del ataque.

Aquí es donde juega el papel más importante el Derecho Penal, en cuanto lo reprochable

debe estar enmarcado al conocimiento, expectativas o actitudes que los combatientes posean con

relación al daño que el ataque al ejecutarse pueda causar, la ponderación entre el dolo y la culpa,

sobre el daño excedido, así lo enmarca Crawford (2013): “The focus on the specific intentions of

individual actors – as more important tan unintended and foreseeable consequences, and as a moral

allwance – helps determine whether civilian killing in colateral damage or a crime.” (p. 179)

32
Capítulo 3

3. Pro y contra de la aplicación del Derecho Internacional Humanitario en Colombia,

con relación al daño colateral y la afectación a la población civil.

En Colombia a partir de la Constitución Política de 1991, se le dio un realce a la protección

de los Derechos Humanos de los ciudadanos por parte del Estado, estableciendo la obligación del

gobierno y sus instituciones de salvaguardar a sus connacionales, pero el Estado colombiano no

ha respondido de manera integral a ese mandato, puesto que en largos períodos de enfrentamientos

internos que ha vivido el país, el ciudadano que no tiene injerencia directa con el conflicto se ha

visto involucrado y se le han vulnerado sus derechos.

Lo señalado, se refleja en el desarrollo del presente capítulo, que parte del marco normativo

colombiano, como una forma de evidenciar lo antes expresado, seguido del DIH como una forma

de mostrar las diferencias entre una y otra normatividad y, además, las falencias que Colombia

tiene al respecto, como Estado parte de tratados, convenios, acuerdos que hacen parte del DIH.

Finalmente, el capítulo condensa lo concerniente al análisis de los pro y contra e

implicaciones jurídico – políticas del daño colateral en Colombia.

3.1. El marco jurídico Nacional

Colombia cuenta con una amplia normatividad para la garantía y el respeto del Derecho

Internacional Humanitario, algunas de ellas se encuentran consagradas en la Constitución Política

de 1991, Ley 599 Código penal, Ley 906 Código de procedimiento Penal, Ley 1407 del 2010

33
Código Penal Militar, Ley 522 de 1999 Código de Procedimiento Penal Militar, Ley 734 de 2002

Código Único Disciplinario, Ley 836 de 2003 Régimen Disciplinario Para Las Fuerzas Militares

y de Policía, entre otras. (Mejia, López y Sánchez, 2008, p. 320)

En 1996 por medio del Decreto 1863, se creó la Comisión Gubernamental para la

Humanización del Conflicto Armado y la aplicación del Decreto Internacional Humanitario, con

carácter de órgano consultor y coordinador permanente del gobierno, adscrita a la Presidencia de

la República. (Pontificia Universidad Javeriana, 2002, p. 5)

Por medio de la Ley 282 de 1996, se dictaron medidas tendientes a erradicar algunos delitos

contra la libertad personal, especialmente el secuestro y la extorsión, en ella se atribuyó al director

del Programa Presidencial para la Defensa de la Libertad Personal, la función de velar por el

adecuado respeto del Derecho Internacional Humanitario (DIH); por medio de la Ley 387 de 1997,

se adoptaron medidas para la prevención del desplazamiento forzado, la atención, protección,

consolidación y estabilización socio económica de los desplazados; en 1998 se promulgó el

Decreto 860 a través del cual se reglamentó lo relativo a la protección y el uso que debe darse al

nombre y al emblema de la Cruz Roja, se protegen sus actividades y se facilita la prestación de los

servicios en el territorio Nacional. (Pontificia Universidad Javeriana, 2002, p. 5)

3.2. Precedentes del Derecho Internacional Humanitario en la Constitución

No hubo en la Constitución de 1886, ni en las anteriores, disposición alguna que definiera

la posición del ordenamiento interno colombiano respecto del Derecho Internacional general o del

Derecho Internacional convencional. (Uprimny, 2006, párr, 13)

En síntesis, conforme al artículo 121 de la Constitución del 86 durante la guerra exterior o

34
la conmoción interior el Presidente debía respetar los parámetros y restricciones a la conducción

de hostilidades que tanto el Derecho de La Haya como el Derecho de Ginebra imponen en aras de

la protección de la persona, de la población civil, de los no combatientes y de las víctimas de los

conflictos armados. (Mejia, López y Sánchez, A, 2008, p. 59)

Esta protección especial fue reforzada por la aprobación de los cuatro Convenios de

Ginebra de 1949 mediante la Ley 5 de 1960 y la posterior ratificación de los mismos.

En cuanto a la Constitución de 1991, en el amplio desarrollo del texto constitucional se

encuentran las llamadas tres generaciones de Derechos Humanos, es una prueba evidente de la

voluntad del constituyente de hacer de esta materia la piedra angular del ordenamiento jurídico-

político. (Fix-Zamudio, 2004, p. 147)

La Asamblea Nacional Constituyente no se contentó con señalar una amplia y generosa

lista de derechos respaldados por variados mecanismos de protección, sino que hizo referencia a

la necesidad de respetar en toda circunstancia valores y principios fundamentales de la persona

humana y del régimen político, con independencia de su consagración expresa. Así se deduce de

los artículos 93 y 94 de la Constitución Política actualmente en vigor. (Rey, 2006, p. 321)

En el primero de ellos, el Constituyente consagró la primacía del Derecho Internacional

convencional relativo a los Derechos Humanos, al establecer la prevalencia de los tratados y

convenios ratificados por Colombia y la obligación de interpretar la Carta de derechos de

conformidad con dichos convenios y tratados. (Fix-Zamudio, 2004, p. 149)

En el artículo 94 estableció la posibilidad de aplicar derechos no consagrados en el texto

constitucional o incluso en los convenios y tratados ratificados por Colombia, cuando se trate de

derechos inherentes a la persona humana. De acuerdo con este texto constitucional, el valor

inherente o fundamental no depende de la consagración expresa: es, pues, un valor normativo

35
independiente de toda consagración en el ordenamiento positivo, tal como lo entendía el clásico

derecho natural racionalista. (Rey, 2006, p. 321)

Por otra parte, en el artículo 214, numeral 2o. de la Carta se consagró el valor

supraconstitucional del Derecho Internacional Humanitario cuando, al regular los parámetros a

que se sujetan las atribuciones presidenciales durante los estados de excepción, dispuso que "en

todo caso se respetarán las reglas del DIH.

No se exige, en tales condiciones, ratificación o adhesión al convenio o al tratado. En otros

términos, con la incorporación de este principio los constituyentes quisieron ante todo proteger los

valores humanitarios reconocidos universalmente por la comunidad internacional, abstracción

hecha del derecho que los consagra. (Brewer, 2006, p. 14)

En consecuencia, se acogió la fórmula de la incorporación automática del Derecho

Internacional Humanitario al ordenamiento interno nacional, lo cual, por lo demás, es lo

congruente con el carácter imperativo que, según ya fue explicado, caracteriza a los principios

axiológicos que hacen que este cuerpo normativo integre el ius cogens.

Como es bien sabido, a la adopción de convenios generales en conferencias de codificación

se les atribuye importantes efectos en relación con la consolidación del Derecho Internacional

consuetudinario. (Ramelli, 2004, p. 159)

3.3. Pros y Contras de la Aplicación del DIH en Colombia para el Gobierno y la

Población Civil

Es necesario exponer los pros o beneficios que tiene para el gobierno nacional el

cumplimiento a cabalidad del Protocolo II, con esto gana respeto y respaldo frente a la falta de

credibilidad de los ciudadanos colombianos quienes a pesar de todos los inconvenientes que se
36
tiene para un proceso de paz, lo desean y ponen las esperanzas en que esto ocurra, gracias a los

beneficios que traería para la economía del país, luego de más de 60 años de lucha armada y de

una vida en continua zozobra.

El gobierno tendría una oportunidad para mostrar a nivel internacional un país más

confiable, que se acoge a la normatividad del Protocolo II, demostrando compromiso ante la

preservación del Derecho Internacional Humanitario, garantizando la tranquilidad para otros

estados que no se encuentran involucrados en este conflicto y haciendo que exista una confianza

entre quienes visiten el país, porque se garantizan los derechos de propios y extraños.

En cuanto a los contras que puedan existir para Colombia no debe preocuparse por esto,

porque no puede existir ninguna desventaja que le lleve a no aplicar el Derecho Internacional

Humanitario, esta es su obligación y a ello se ha comprometido al aceptarlo; además, el

cumplimiento de su normatividad le permite contar con la ayuda internacional en cuanto a recursos

económicos y apoyo en el desarrollo de programas que beneficien a la población en general, o en

la capacitación de sus Fuerzas Armadas para una correcta implementación del DIH.

Si bien es cierto que las fuerzas armadas son las encargadas de proteger a la población civil

al momento de los enfrentamientos contra los grupos alzados en armas, también es cierto que

necesitan capacitación especial sobre la forma cómo deberían actuar para enfrentar a los grupos

de insurgentes y evitar de esta manera la violación de los tratados y pactos internacionales que han

sido aprobados en Colombia, en cumplimiento del DIH.

Refuerza lo anterior el hecho de que si se hubiera capacitado en debida forma al personal

militar, se habría dado el cumplimiento de los principios de proporcionalidad, distinción y

necesidad militar; mediante los cuales se comprende la importancia de amparar a la población,

disminuyendo el uso de armas, planeando los ataques e implementando otros métodos utilizados

37
en la guerra y sirven para proteger a los civiles y a sus bienes, los cuales evidentemente jamás se

cumplieron en las actuaciones militares.

Al ser el Estado el encargado de proteger a los ciudadanos, y no haber dado cumplimiento

a este mandato, se ha visto obligado a tener que reparar a las víctimas para subsanar en algo las

pérdidas de vidas y bienes materiales, que incluso, los han llevado a desplazarse de sus lugares de

origen para evitar que se cumplan las amenazas por cualquiera de las partes involucradas en el

conflicto.

El Estado Colombiano cuenta en la actualidad con suficiente normatividad mediante la cual

se puede regir en el cumplimiento de los operativos y además, se implementó el cargo de los

Asesores Jurídicos Operacionales que orientan a las Fuerzas Armadas al momento de realizar

operativos contra los insurgentes, para que se prevea y eviten situaciones donde se presente daño

colateral por desconocimiento del debido actuar y se siga victimizando a civiles que no están

involucrados directamente en el conflicto.

3.4. Implicaciones jurídicas – políticas del daño colateral en Colombia:

 El conflicto armado interno vivido en Colombia, fue desconocido por los gobiernos de

turno, adicional este conflicto estuvo sujeto a las políticas de gobierno de quien para la fecha

estuviera en el poder y de su forma de ver o vivir la guerra, el conflicto no fue atacado bajo las

normas de derecho internacional acogidas por Colombia; la falta de este reconocimiento no

permitió tomar las medidas necesarias para afrontarlo sin causar daño a la población civil, por el

contrario, presionó a las Fuerzas Militares en cuanto a resultados, sin importar si esto implicaba

vulnerar los derechos de la población civil, llevando a que el país fuera visto a nivel nacional e

internacional como un Estado con un mayor número de infracciones a las normas del Derecho
38
Internacional Humanitario. El Estado no ha cumplido con el deber de capacitar en materia de

Derecho Internacional Humanitario al personal de las Fuerzas Militares y Policía Nacional, en

cuanto a la correcta prevención y forma en que debían ejecutar sus acciones y operaciones contra

el enemigo, en cuanto a que, si el daño que se llegará a causar era superior al logro militar que se

obtuviera, no debería ejecutarse la operación militar.

 La diferenciación entre la responsabilidad de aquellos que ostentan el cargo de

servidores públicos y la contraparte, a quienes se les llegó a dar trato de terroristas, actores que

plenamente tienen una diferencia legal y un trato desigual en los criterios penales y

administrativos; sin embargo, estas diferencias no fueron suficientes para proteger a las Fuerzas

Armadas, que en su momento se encontraban cumpliendo con las funciones que les eran asignadas,

para que a nivel internacional las catalogaran como contraventoras del Derecho Internacional

Humanitario, por las acciones que dejaban a su paso de uno y otro lado sin pensar en ningún

momento en buscar la unión o el respeto mutuo, como aconseja Walser (2005) para quien: “Nunca,

nunca jamás deben los países o los hombres que buscan la paz menospreciarse unos a otro, sino

sentir la necesidad y el deseo y en cierto modo también la obligación de respetarse”. ( p. 33).

Como consecuencia de lo anterior, es el Estado quien debe asumir la total responsabilidad

por los daños colaterales ocasionados por las Fuerzas Militares en cumplimiento a las políticas de

éste, puesto que los militares deben acatar y cumplir órdenes y exigencias de su primer jefe, el

Presidente de la República. Esto lleva a que los militares tengan que presentar resultados,

demostrados en bajas, resultados que presentan bajo presión psicológica, lo que como es obvio

afecta el desarrollo de las labores de cualquier individuo; tal como se demostró en gobiernos

pasados.

39
Conclusiones

Si bien es cierto en Colombia a partir de la Constitución de 1991, se brindó un realce a la

protección de los Derechos Humanos de sus ciudadanos por parte del Estado, estableciendo la

obligación del gobierno a través de sus instituciones de salvaguardar a sus nacionales, es evidente

que el Estado colombiano no ha respondido de manera integral a este compromiso, en cuanto no

se ha promovido un correcto conocimiento y aplicación en las políticas de gobierno sobre los

Derechos Humanos y peor aún no se han aplicado en la normatividad colombiana las reglas sobre

el Derecho Internacional Humanitario.

Ahora, Colombia en donde se ha desarrollado un conflicto armado interno, desconociendo

este marco bélico, dentro del actuar militar no se capacitó y mucho menos se implementó las reglas

que se deben aplicar por parte de los combatientes en un conflicto, hecho que genero una constante

desprotección de la población civil y sus bienes, y una flagrante violación a los tratados y pactos

internacionales asumidos por Colombia, pero no aplicados en el ordenamiento interno.

Refuerza lo enunciado, el hecho que si en Colombia se hubiera dado una correcta aplicación

a la normatividad del Derecho Internacional Humanitario en tiempos de conflicto armado, en el

desarrollo de los combates se hubiese desarrollado una política en el que las fuerzas insurgentes

habían sido atacadas bajo los principios de Proporcionalidad, Ventaja, Distinción y Necesidad

Militar, de esta manera hubiera cobrado importancia amparar a la población civil, disminuyendo

el uso indiscriminado de la fuerza, planeando ataques e implementado métodos de guerra, que

evidentemente jamás de cumplieron por parte de los actores del conflicto.

Es por esto que el artículo desarrollado permite establecer las siguientes conclusiones:

 Colombia como Estado parte de diferentes Acuerdos, Convenios y Tratados

40
internacionales debe acogerse y dar correcta aplicación a estos, con el único fin de brindar una

seguridad jurídica que requieren las personas ajenas al conflicto, y así evitar los daños colaterales,

gracias a la existencia y puesta en marcha de una normatividad que en la actualidad se está

desconociendo.

 Razón por la cual se hace necesario fortalecer la preparación de las Fuerzas Armadas, en

cuanto, a las acciones que emprendan para enfrentar a las fuerzas subversivas, en cuyo aprendizaje

se debe hacer énfasis en la necesidad de evitar aquellas acciones que integren civiles o bienes

civiles que no hacen parte del conflicto.

 Para ello, se debe adelantar una política criminal basada en estudios que integren doctrina

y jurisprudencia, que permita establecer claramente que se entiende por daño colateral, quienes

serían víctimas por daño colateral y cuál sería la forma correcta de integrar los principios de ventaja

militar, proporcionalidad, distinción y necesidad.

 Se hace indispensable la declaratoria del conflicto que vive Colombia, esto permitiría que

se adelantará una sólida estrategia en la normativa nacional dentro del marco del DIH y no

continuar siendo manejado por políticas de gobierno, en cuyo escenario los estados de excepción

legitimen a las Fuerzas Militares y sus acciones como la mejor estrategia que el país ha tenido,

pero que constituye un derrotero para fortalecer la política del país frente al escenario

internacional.

 Otro factor determinante, es que se puede observar que las Fuerzas Militares no tienen

contemplado el daño colateral dentro de sus operaciones, debido a que en la doctrina militar no se

incluyó, y aunque en el ordenamiento jurídico se hace una breve alusión al concepto de daño

colateral, no ha sido objeto de discusión y razonamiento en las altas cortes, en donde se siente

jurisprudencia sobre las incidencias del daño colateral en Colombia.

41
En suma, Colombia como un Estado en conflicto, esta tarde en consolidar una verdadera

normatividad en materia de daño colateral, y una postura que permita establecer unos lineamientos

para las futuras acciones militares; en donde, se blinde a las personas ajenas del conflicto, y no

sigan haciendo parte de la justicia penal ordinaria, ahondando más la problemática que tiene el

país en materia de congestión e impunidad.

42
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