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9. La prueba.
Art. 73.- La persona a quien se le imputare la comisión de un delito por el que se está
instruyendo causa tiene derecho, aun cuando no hubiere sido indagada, a presentarse al
tribunal, personalmente con su abogado defensor, aclarando los hechos e indicando las
pruebas que, a su juicio, puedan ser útiles.
Cuando se aclara "aun cuando no hubiere sido indagada", se reafirma que el imputado
puede comparecer espontáneamente a dar explicaciones desde un primer momento, antes
que el tribunal lo haya convocado por encontrarse en la situación del art. 294..
Asistencia letrada. Aunque de la lectura del art. 73 sólo surge como posible la
presentación personal del imputado "con su abogado defensor", estoy persuadido de que
puede presentar escrito sin asistencia letrada. Es que, aunque lo aconsejable sea contar con un
abogado, hay situaciones que pueden resultar muy claras, no bien se brinden explicaciones,
que el imputado quizá prefiere manejar sin incurrir en gastos, como seguramente tendrá si
contrata un letrado.
Se acepta el acceso del imputado a las actuaciones antes del llamado a indagatoria, con la
sola limitación del secreto sumarial (CCC, Sala IV, ED del 29.7.99), ya que, de lo contrario, se
tornaría letra muerta los derechos aquí consagrados, ya que resultaría imposible aclarar los
hechos e indicar pruebas, si se ignorase los elementos que conforman la imputación que se
efectúa (CCC, Sala I, LL del 4.2.2000, reseña N° 42.262).
9.2. Pedidos de producción de prueba del fiscal, el querellante y el defensor (Arts. 199 y 348
CPP).
Art. 206.- No regirán en la instrucción las limitaciones establecidas por las leyes civiles
respecto de la prueba, con excepción de las relativas al estado civil de las personas
Al establecer que no regirán en la instrucción las limitaciones establecidas por las leyes
civiles respecto de la prueba, la norma consagra el principio de libertad probatoria en el
proceso penal, en virtud del cual se puede probar y por cualquier medio.
Pero este principio no es absoluto. En primer lugar, el propio texto de la norma consagra
como excepción las limitaciones establecidas en las leyes civiles relativas al estado civil de las
personas.
Por otro lado, los medios con los que se intenta probar deben ser legítimos, es decir,
adquiridos e introducidos legalmente en el proceso, y no deben estar prohibidos por la ley.
1.1. D'Albora (Código... T°I, p. 440) entiende que se trata de un precepto de dudosa
constitucionalidad. En tal sentido invoca jurisprudencia de la CS, según la cual la facultad de
las provincias para legislar en materia procesal debe ser entendida sin perjuicio de las normas
de ese carácter que puede dictar el Congreso, con el fin de asegurar la efectividad del ejercicio
de los derechos consagrados en la legislación de fondo CS, Fallos 136:154; 295:606). Tal lo que
ocurre con el art. 1017 del Código Civil que impide acreditar la falta de veracidad del
documento -abuso de firma en blanco-mediante la prueba testimonial.
Al respecto cabe citar un fallo de la CSJN, que declaró válida la limitación probatoria
establecida en la ley civil -art. 1017 CC-, entendiendo que “la naturaleza del juicio oral no es
motivo para apartarse de dicho temperamento, ya que la libre convicción del juzgador,
referida a la apreciación de la prueba, no autoriza en forma alguna la admisión de lo que está
expresamente vedado por el Congreso en ejercicio correcto de sus facultades”. Se entendió
que la interpretación dada por el Tribunal de la provincia de Buenos Aires en sentido adverso
-que el art. 1017 CC no podría prevalecer sobre disposiciones disímiles del código procesal
local- era violatoria de los arts. 31, 67 in. 11° y 108 de la CN. (CSJN, Fallos 211:410,
“Tamborín, J.”, del 25.6.48)
D'Albora alude a la naturaleza de las diferentes leyes dictadas por el Congreso; cuando
se trata de procesales, aún de la órbita federal, el Alto Tribunal las coloca en el mismo nivel
que las leyes procesales locales, y claro está que una norma de tal índole no puede pugnar
con la legislación común. A su vez ésta última -los llamados códigos de fondo- contiene
diversos aspectos procesales con el fin de asegurar la efectividad de los derechos consagrados
por la legislación sustancial.
1.2. Por su parte, Abalos (Código..., p. 493/5) el art. 204 no es de inferior jerarquía que
la legislación de fondo. Por el contrario, sostiene que forma parte del grupo de normas
reglamentarias de garantías constitucionales, contenidas en los códigos procesales, y como
tales, son normas de carácter sustancial y de igual jerarquía que las normas reglamentadas -es
decir, la CN-, ya que lo reglamentario pertenece a lo principal.
Señala que el fin del proceso penal es la verdad real -por oposición a la verdad formal,
que campea en el proceso civil- para un fin superior: aplicar correctamente la ley sustantiva,
condenando al culpable y absolviendo al inocente.
Art. 234.- Siempre que lo considere para la comprobación del delito el juez podrá
ordenar, mediante auto fundado, la interceptación y el secuestro de la correspondencia postal
o telegráfica o de todo otro efecto remitido por el imputado o destinado a éste, aunque sea
bajo nombre supuesto.
Al igual que el art. 224 respecto de la inviolabilidad del domicilio, este artículo es la ley
que reglamenta la garantía de la inviolabilidad de la correspondencia epistolar y de los
papeles privados consagrada también en el art. 18 CN, aunque su tutela se remonte a
nuestros orígenes patrios (Estatuto Provisional del 5 de mayo de 1815).
Se encuentra también amparada por los arts. 11.2 CADH y 17.1 PIDCP (“nadie puede ser
objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de su familia, en su
domicilio o en su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra o reputación”).
Alcance del concepto correspondencia: “todo otro efecto remitido por el imputado o
destinado a éste”.
Se distinguen dos momentos: por un lado, la apertura, mientras que, por el otro, el
examen y lectura.
El primer momento debe realizarlo el juez en presencia del secretario, circunstancia que
deberá constar en el acta correspondiente.
Sin embargo, se ha aceptado en casos urgentes que el magistrado delegue dicho examen
en la prevención (CNCP, Sala I, "Balsas, D.", del 23.3.-95, en JA del 18.9.96).
Conforme la opinión de D'Albora, aun en ausencia de disposiciones expresas, los arts. 355
y 356 del Código anterior -Ley 2372- constituyen pautas razonables que pueden ser utilizadas.
Por ende, las cartas de particulares sustraídas del Correo o de cualquier portador particular, no
serán admitidas en juicio; a su vez, las que no fueron sustraídas, sólo podrán ser presentadas
en juicio por terceros, con el consentimiento de sus dueños o en virtud de mandato judicial.
Participa de la posición que el consentimiento no deba presumirse por la mera tenencia, ya
que correría grandes riesgos la garantía constitucional.
(Agregado según Ley 25760) Bajo las mismas condiciones, el Juez podrá ordenar también la
obtención de los registros que hubiere de las comunicaciones del imputado o de quienes se
comunicaran con él.
En las causas en que se investigue alguno de los delitos previstos en los artículos 142 bis y
170 del Código Penal de la Nación, o que tramiten en forma conexa con aquéllas, cuando
existiese peligro en la demora, debidamente justificado, dichas facultades podrán ser ejercidas
por el representante del Ministerio Público Fiscal, mediante auto fundado, con inmediata
comunicación al Juez, quien deberá convalidarla en el término improrrogable de veinticuatro
horas, bajo pena de nulidad del acto y consecuente ineficacia de la prueba introducida a partir
de él.
El juez podrá ordenar, mediante auto fundado, la intervención de comunicaciones
telefónicas o cualquier otro medio de comunicación del imputado para impedirlas o
conocerlas.
Lleva razón al fallo -señala D'Albora- del TOC n°9 cuando descarta que las escuchas sean
pericias en el sentido del art. 263. Si el juez recibe sin mediación el diálogo, la tarea asume la
impronta de la inspección judicial -art. 216-, pues se trata de una percepción cumplida por el
magistrado a través del sentido del oído. Empero la incorporación al proceso reclama -como
única forma de facilitar el control ulterior y la contradicción- se registre el contenido a través
de acta -art. 138-. Si, en vez, por alguna circunstancia se perdió el documento magnetofónico y
sólo se cuenta con su registro en un instrumento que objetive la conversación lícitamente, la
labor se acerca a la pericia informativa autorizada por el art. 476 del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación. Por ende, también sería éste un medio apropiado para meritarla de
acuerdo al régimen de la libre convicción (Código... T°I, p. 510, citando fallo del TOC n° 9, en LL
del 22.8.97, f. 95.808).
Asimismo, señala D'Albora que puede ordenarse la transcripción verbal del contenido de
las comunicaciones objeto de las escuchas: Para dar fe del contenido del registro sonoro, no
hay otra forma admisible que actuar a través de la regla general del art. 138. esta facultad no
hace factible proceder de cualquier forma, sino conforme a las reglas generales de la
instrucción y por reglas especiales análogas. Si el juez escucha directamente el contenido de la
comunicación, su actividad reviste las características de la inspección judicial, y para ser
incorporadas al proceso debe procederse por acta -arts. 216 in fine, 138, 200 y 392-. Si el
contenido de las conversaciones se registra en aparatos para conservarlas, las cintas deberán
recogerse para asegurar su identificación e inmutabilidad; por ende, deberá labrarse un acta
donde conste modo, tiempo y lugar del registro y medio de comunicación inspeccionado -
conforme art. 233- (Código... T°I, p. 508/9).
Comunicaciones telefónicas comprende no sólo las efectuadas por dicho medio, sino
todas aquellas conversaciones privadas entre dos personas a través de las modernas formas de
interconexión, por ejemplo, micrófonos que permiten registrar el diálogo.
El art. 19 prescribe que la autorización judicial será requerida… por ante el juez federal
penal con competencia jurisdiccional, a cuyo fin se tendrá en consideración el domicilio de las
personas físicas o jurídicas cuyas comunicaciones van a ser interceptadas o la sede desde
donde se realizaren si se tratare de comunicaciones móviles o satelitales… La resolución
denegatoria será apelable ante la Cámara Federal correspondiente, caso en el cual el recurso
interpuesto deberá ser resuelto por la Sala interviniente dentro de un plazo perentorio de 72
horas…La autorización será concedida por un plazo no mayor de 60 días que caducará
automáticamente, salvo que mediare pedido formal… y fuera otorgada nuevamente por el
Juez interviniente, o la Cámara respectiva en caso de denegatoria en primera instancia. En este
caso se podrá extender el plazo por otros 60 días como máximo cuando ello fuera
imprescindible para completar la investigación en curso. Las actuaciones serán reservadas en
todas las instancias.
Los plazos procesales en primera instancia, tanto para las partes como para los tribunales
intervinientes, serán de veinticuatro horas.
Vencidos los plazos establecidos en el artículo precedente, el juez ordenará la iniciación
de la causa correspondiente o en caso contrario ordenará, la destrucción o borrado de los
soportes de las grabaciones, las copias de las intervenciones postales, cablegráficas, de facsímil
o cualquier otro elemento que permita acreditar el resultado de aquéllas -art. 20-.
Asimismo, el art. 22 establece que “las órdenes judiciales para la interceptación de las
comunicaciones telefónicas serán remitidas a la Dirección de Observaciones Judiciales (DOJ)
mediante oficio firmado por el juez, con instrucciones precisas y detalladas para orientar dicha
tarea. El juez deberá remitir otro oficio sintético, indicando exclusivamente los números a ser
intervenidos, para que la DOJ lo adjunte al pedido que remitirá a la empresa de servicios
telefónicos responsable de ejecutar la derivación de la comunicación. Cabe señalar que el
régimen aprobado por la ley 25.520 altera, en buena medida, la modalidad de tarea
perquisitiva establecida en el CPP, ya que, por un lado, habilita recurrir a la denegatoria de la
prueba y, por el otro, fija un plazo de caducidad, a cuyo vencimiento el juez tiene que disponer
el borrado de las pruebas, si no las estima pertinentes o útiles”.
En los casos urgentes esta necesidad cede en su estrictez. de allí que, al igual que en los
casos de allanamientos previstos por el art. 227 y con inmediata noticia al juez, pueden
cumplirse por la autoridad preventora -confrontar art. 184 incs. 4° y 5°- o por el agente fiscal -
art. 212-. Una vez que el juez adquirió noticia de la interceptación dispuesta, decidirá si se
mantiene o si debe cesar. Para su incorporación debe procederse de la misma forma que en el
caso del art. 234, sobre todo porque se está adquiriendo dentro del proceso pena y no fuera
(conforme D'Albora “Código...” T°I, p. 503).
En procesos por delitos del art. 142 bis y 170 CP -en los que, conforme la ley 25.760, la
investigación está a cargo del MP “ministerio legis”-, ha de estarse a lo dispuesto por el tercer
párrafo de este art. 236, incorporado por aquella ley y comentado más adelante.
Sivo trata este punto con prolijidad en un comentario a un fallo del TOCFed. de Mar del
Plata (“Garantías, de regreso a casa”, en LL del 13.3.96, nota al fallo 94.080). En cuanto a la
procedencia señala: 1) que las comunicaciones sean del imputado; aunque opina que no hace
falta la suficiente identificación y procede, en los primeros momentos de la pesquisa, aun ante
la carencia de identificación (CNCP, Sala I, DJ 2000-2-808., f. 15.713). Debe evitarse sustentar la
orden en un llamado anónimo o en endebles fisgoneos policiales, como lo hace la CNCP, Sala
III (en ED del 7.7.2000). 2) que la orden emane del juez, y 3) que dicho auto sea fundado, a fin
de evitar que “primero se escucha, luego se inculpa”.
En cuanto al último punto expresa que “no hay forma de sostener que el art. 236 cumple
con los preceptos de la Carta Suprema; al menos faltarían la probable y concreta utilidad de
esas llamadas para la comprobación del delito, y la escucha o selección por parte del juez en
presencia de un secretario que lo haga constar en acta”. debe evitarse la interceptación de
comunicaciones de quien no es imputado; mucho más “… que se arman los hechos conforme a
los resultados de la intervención”.
Apunta D'Albora que si bien todas las medidas para investigar un hipotético hecho
delictivo encierran riesgo, por la eventual lesión que pueden provocar a las garantías
constitucionales, la prevista en el art. 236 debe ser la más propensa a afectarlas. Por de
pronto, quien practica la pesquisa puede olvidar el apotecma del proceso penal inherente a un
Estado de Derecho: es válido investigar hechos para determinar quiénes son los responsables;
en vez, resulta írrito proceder a la inversa, e investigar a un particular para cerciorarse si
incurrió en algún episodio reprensible . Así se trastoca el único método aceptable para
perquerir, al tolerarse verdaderas inquisiciones a partir de un dato (Código... T°I, p. 509).
1) estar destinadas a delitos sumamente graves, por cuanto toda interceptación conlleva la
lesión de un bien constitucionalmente protegido;
7) deben ser ordenadas por escrito y debidamente fundadas por el juez competente, al igual
que sus prórrogas, excepto en casos excepcionales e urgencia, a los cuales la ley se referirá,
con el correspondiente informe al juez en breve tiempo;
8) respetar la minimización, es decir, se debe escuchar sólo aquello que tenga relación con el
caso investigado;
10) una vez concluida la operación, notificar a la defensa, a fin que presente las objeciones que
considere necesarias (Montoya, “Informantes y técnicas de investigación encubiertas como
iniciativa para combatir el crimen organizado”, en LL -Actualidad- del 9.3.99).
Sáez Capel recuerda que “en los EE.UU fue menester dictar la “Omnibus Crime Control
Act” de 1968, establecendo un régimen de autorizaciones judiciales previo a la adopción de
dichas medidas, sujetas éstas a la demostración de que se haya perpetrado un delito, a la
especificación de las medidas de control a las que deberán ajustarse en cada caso, debiendo la
orden judicial especificar el contenido y duración de la medida de escucha, grabación o
filmación, quedando facultado el ciudadano a negarse a declarar, cuando la citación se funde
en ua intervención de este tipo (“El derecho a la intimidad y las intervenciones telefónicas”, JA
1998-III-643).
Un fallo de la CCCFed., Sala II, citado por Tapia, desestimó la nulidad de la interceptación
de conversaciones entre abogado y defendido por no haberse anoticiado de la diligencia al
Colegio Público de Abogados; empero advierte que la CCC, en acuerdo general del 11.3.98,
resolvió recomendar a los juzgados tal advertencia, con el propósito de resguardar el derecho
de los clientes y de la debida garantía de la defensa en juicio; en sentido contrario se
pronunció la CNPE, Sala A, el 2.7.99 (Revista del CPA, n°40, p. 10/11).
Abalos señala que “lo extraño del artículo -236- es que en todo el sistema de la ley
procesal se mantenga un amplio criterio respecto de la comunicación entre el imputado y su
defensor; sin embargo este texto parece no exceptuar la aplicación del mismo en dicho
supuesto”. Pero a pesar que la ley no consagra dicha excepción, cree que las comunicaciones
entre defensor e imputado no pueden ser intervenidas, supuesto que de producirse acarrearía
nulidad absoluta. No encuentra diferencia entre quien consulta a su defensor telefónicamente
respecto de qué debe hacer cuando ha cometido un delito, a cuando lo hace en el estudio del
letrado personalmente. Cita en sentido contrario la opinión de Clariá Olmedo (“Derecho
Procesal Penal”, T°V, p. 431) quien sostiene que “… por lo tanto, no se exceptúan las
comunicaciones que pueda mantener el imputado con su defensor para el desempeñote su
cargo. Esto se explica si se tiene en cuenta que los teléfonos, telégrafos y transmisiones
radiales no tutelan en modo alguno la reserva individual o privada de las comunicaciones. No
podría serlo si se advierte que el despacho sometido a ese medio carece del resguardo
suficiente para que el legislador pueda presumir la intención de reserva. Quien intenta utilizar
esos medios sabe de antemano que no está protegido” (Abalos “Código...”, p. 566).
Cubre esta exigencia decidir esta medida ante el requerimiento de la policía, si se efectuó
una clara alusión y referencia precisa al contenido de la nota presentada por la autoridad
preventora; no se trata de una remisión genérica a las constancias de autos como razón
determinante de lo resuelto, ni la referencia se produce de un modo general, vago e inexacto
(CNCP, Sala III, “Tellos, E.”, del 24.3.94, c. 65, r. 99, en SJP de LL del 22.3.5, f. 92.988).
Pretender la nulidad de lo actuado por la omisión del juzgador de fundar el auto que
autorizaba intervenciones telefónicas, resulta un formalismo absoluto, puesto que existen
motivaciones que fueran valoradas por el instructor en las oportunidades en que fue
consultado, justificando así debidamente las exigencias legales requeridas para las
autorizaciones de dichas intervenciones (CCCFed., Sala II, “Mazzeo y Nasio”, del
26.11.96, causa n° 17.729, reg. n° 13.755 J.5 - S.10)
El juez no puede fundar su decisión en la certeza moral de que el sujeto está incurriendo
en delito, sino en un cúmulo de circunstancias que demuestren, en grado de probabilidad
compatible con el inicio de la pesquisa, que el hecho se está por cometer o que se halla en
curso de ejecución (CNCP, Sala I, DJ 2001-1-899, f. 16.591).
Este Tribunal ha sostenido en diversos fallos que las intervenciones telefónicas carecen
de valor probatorio autónomo para atribuir conductas delictivas. Y aun cuando en su momento
las escuchas hayan sido consideradas suficientes para iniciar la investigación respecto de un
hecho, este no puede considerarse comprobado por este medio, análisis al que debe agregarse
el resultado negativo del allanamiento practicado en su domicilio (CCCFed., Sala I, del 29.1.98,
"Tust, L.”, causa n° 28.705, reg. n° 17 J.7 - S.13; ídem, Sala II, del 20.5.97 "Cabrera, W.”, causa
n° 13.230, reg. n° 14.208 J.10 - S.19)
Bajo ningún concepto puede atribuirse a las escuchas telefónicas el valor de prueba
autónoma, pues se trata de una medida instrumental que puede resultar de gran interés o
utilidad para la obtención de pautas que, analizadas en conjunto con el resto de los elementos
con que se cuente, permita robustecer o justificar la existencia de un hecho y la
responsabilidad que por él pueda corresponder a su autor (CCCFed, Sala II, “Requena, A.”, del
26.11.96, causa n° 12.647, reg. n° 13.753 J.5 - S.10).
Sin perjuicio de remitir al comentario del art. 206 -en cuanto al principio de libertad
probatoria-, cabe recordar que, en cuanto a la validez de las grabaciones y filmaciones furtivas
por parte de uno de los interlocutores, se presentan posiciones encontradas.
La exclusión como prueba de toda grabación furtiva de una conversación, sin atender a
las particularidades del caso concreto, comporta una demasía en la inteligencia que cabe
asignar a normas de grado constitucional a la vez que resulta incompatible con una razonable
aplicación de los principios de la Carta Magna y de las leyes que gobiernan la prueba (CCCFed.,
Sala II, reg. 15.010, c. n° 13.928 “Cingolani del 19.12.97; CNCP, Sala IV, “Wowe, C.”, LL 1999-B-
308, f. 98.515).
Es necesario atender a las particularidades del caso para excluir como prueba toda
grabación furtiva de una conversación, en atención al principio de libertad probatoria, siempre
que el dato resulte pertinente y no medie prohibición legal; extremar los recaudos incumbe,
en todo caso, a los magistrados (CNCP, Sala IV, en LL del 26.3.99, f. 98.515).
Lo que protege el art. 19 de la CN son aquellos actos que, privados por una parte o
semipúblicos, de ninguna manera afecten a terceros. La llamada deja de ser algo privado
cuando es a los efectos de cometer un hecho típico, esto es, amenazar para conseguir dinero.
Es que sin perjuicio que se pueda discutir si el Estado puede acudir a la legítima defensa a los
efectos de legitimar la prueba, lo que no está en duda es que el particular sí lo puede hacer y
que el acto es por ende jurídico, a los efectos de evitar el daño inminente que se cierne sobre
él. De allí que no se pueda hablar ni remotamente de una prueba ilegal, porque la legalizó,
para el particular, la agresión anterior del procesado (CCC, Sala I, voto del Dr. Donna en
"Vázquez", causa 42.902, rta. el 23.11.93).
Sin embargo, algunos tribunales descalifican la prueba obtenida por el uso de medios
ocultos no advertidos por el sospechado de la comisión de un delito, sosteniendo que se
vulnera la garantía contenida en el art. 18 CN y en los pactos internacionales.
Sin embargo, cabe destacar que el fallo “Stanislawsky, J.”, fue casado por la CNCP,
destacando que la regla de exclusión, tal como ha sido entendida por la CS, no ha de
entenderse como de aplicación automática e irracional, quedando a cargo de los jueces de la
causa valorar las particularidades desde cada caso en concreto, y de acuerdo a los principios
de la lógica y de la experiencia social determinar si un elemento probatorio ha sido obtenido
como consecuencia directa y necesaria de una conducta inconstitucional. Sin embargo, al
aplicar este principio en el caso, entienden que "no se trata en propiedad de una interferencia
clandestina de una comunicación telefónica realizada por terceros, sino que configura un acto
de aporte probatorio por quien se dice compelido a entregar una suma dineraria en los
términos del art. 268 del Cód. Penal 'supuesto en que corresponde privilegiar la situación de
quien se dice víctima de un delito', sin perjuicio de la entidad probatoria que en el transcurso
de la investigación pudiera asignársele.
En su disidencia en el caso “Casanovas, A.”, el Dr. Escobar sostuvo que a prueba obtenida
por particulares sin control jurisdiccional no es idónea para dar basamento a prueba cargosa
que autorice a atribuir responsabilidades penales en comportamientos presuntamente
delictuosos. Resulta evidente que la prueba respaldatoria de la denuncia fue adquirida sin
decisión del juez o fiscal competente, sino además con total desconocimiento de éstos, desde
que fue obtenida por la actividad del propio interesado por lo que, de aceptarla en esas
condiciones, se generaría un serio riesgo institucional dado que permitiría sustituir las
actividades de investigación, promoción y persecución de los delitos de las que por imperativo
legal resultan naturalmente competentes esos órganos, por las que pudieran realizar los
particulares u otros sujetos de derecho distintos de aquéllos. En consecuencia, opino que
corresponde hacer lugar a la nulidad articulada (c. 10.587, “Casanovas, A.”, rta. 4.5.99.).
Si se desconocen y no han sido autorizadas por el juez, podrían implicar violación a la garantía
del art. 18 CN, siempre que el interrogatorio estuviera destinado a lograr la incriminación (CCC,
Sala VI, en LL del 26.3.99, f. 98.522).
Se confirmó el auto de procesamiento sustentado, entre otras cosas, por un video que
exponía al imputado relatando su participación en hechos delictivos. El video había sido
tomado en un lugar público y con la asistencia técnica de un canal de televisión. Se afirmó que
"el riesgo de ser oído o de la delación por parte del interlocutor al que el imputado confió
información, era una posibilidad que asumió, sin que el interlocutor simulara, por otra parte,
calidad ficticia alguna, más que gozar de la confianza del recurrente, quien debió prever la
eventualidad que luego se concretó. 'Se trata de un riesgo que necesariamente concurre
cuando se habla, máxime en el caso cuando se lo hace en un lugar público, como un bar, a la
vista de terceros” (CCCFed., Sala I, "Gallo", reg. 245, rta. el 29.4.94).
En igual sentido se pronunció la misma Sala I, pero esta vez respecto de una conversación
llevada a cabo en el domicilio del imputado. Se sostuvo que no es nula la filmación realizada
por el equipo de producción periodística de un noticiero televisivo en la que se deja constancia
de la conversación que tuviera lugar en el domicilio del imputado entre él, otro imputado y un
integrante del equipo. Ello así en tanto no se cuestiona la actuación de un agente del Estado,
sino de un simple particular, al que no cabe tildar de “agente provocador”, ya que no ha
inducido a cometer el delito que se investiga sino, en todo caso, a relatar la participación
tenida en los hechos que se endilgan. Los simples particulares no se encuentran comprendidos
por los límites formales establecidos por la ley procesal penal, y no parece razonable exigirle al
periodismo la obtención de una orden judicial para llevar a cabo una investigación ni la
imposición de sus derechos al interlocutor antes de conversar con él. Se ha señalado que el
riesgo de una delación por parte del interlocutor es una posibilidad que se asume al hablar, y
que uno resigna sus razonables expectativas de intimidad al conversar con otro, máxime como
en el caso en el que se refiere una falta de conocimiento previo con el sujeto que, a la postre,
se revelara como integrante de un equipo de investigación periodística . Se entendió, además,
que medio consentimiento expreso del imputado para que el periodista ingresara a su
domicilio (CCCFed, Sala I, “Raña, R.”, del 20.4.99, en LL del 31.8.99, f. 99.223 o DL 1999-3-333,
f. 14.638; se citó Corwin, E., “La Constitución de los Estados Unidos y su Significado Actual”, Ed.
Fraterna, Buenos Aires, p. 463 y CS, “Fernández, V.” del 11.12.90).
Respecto a este pronunciamiento, D'Albora afirma que parece osado tolerar la abrupta
intrusión de los llamados medios de comunicación en la pesquisa de delitos y concluir en su
licitud. Sorprende que se tolere a cualquiera lo que no se acepta para las fuerzas de seguridad.
El texto de la ley 19.798 garantiza la inviolabilidad de las comunicaciones telefónicas “o
cualquier otro medio de comunicación del imputado”. Ignora si la jurisprudencia
norteamericana citada permite tal desborde (Código... T°I, p. 512/3). No obstante admite que
“siempre que responda a directivas del juez la grabación es válida, aún si fue efectuada por un
particular. No empece la falta de consentimiento de quien resulta involucrado, pues no se
contraviene norma constitucional o procesal alguna, sin perjuicio de su valor probatorio
(CCCFed., Sala I, ED 174:464, f. 48.230).
Se señaló que "hay que ser especialmente cuidadoso en el hallazgo de las claves que
permitan comprender el mensaje para hacer de la conversación un hecho incriminante",
añadiendo que "no se puede incriminar a los sujetos por hablar de manera 'críptica', sin dar a
conocer a la par las reglas o claves que permitan la comprensión del mensaje por terceros..."
(TOCFed. Mar del Plata, "Goytino, N.", en LL del 13.3.96, f. 94.080, con glosa de Sivo).
En un caso en el cual la prueba consistía en un video con declaraciones del imputado que
había sido obtenido sin su consentimiento, se entendió que no se trataba de grabaciones
efectuadas por terceros o asimilables en relación a lo que dispone el art. 236 del CPP,
realizadas en un proceso penal. Se afirmó que laconstitucionalidad y la validez probatoria de la
filmación encubierta por quien pudiera resultar víctima del hecho ilícito constituye una prueba
arrimada al proceso por quien declaró ser víctima del delito de extorsión... “debiendo
privilegiarse su situación”, sin perjuicio de valor probatorio que en el transcurso de la
investigación pudiera asignársele… La obtención de esos documentos ha sido realizada por
medios "no regulados" pero, atento a que no existe en el ordenamiento procesal "taxatividad"
respecto de los medios de prueba, se desprende su directa admisión como elementos en
búsqueda de la verdad conforme a los principios de justicia que deben primer en todo
procedimiento judicial (CNCP, Sala IV, c. n° 1390. del 7.9.99, con nota de Bertoni “Cámaras
ocultas y grabaciones subrepticias: su validez como prueba en el proceso penal”, LL 2000-D-
259).
Lo cierto es que este precepto no prevé la transcripción de las conversaciones (CNCP, Sala
V, DJ 2000-1-417, f. 15.009).
El art. 236 es reglamentación legal suficiente de la garantía tutelada por el art. 18 CN; al
extremo de que no se debe dar intervención a las partes al transcribir el contenido si es
resultado de una orden judicial, pues siempre podrían discutirlo en el momento fijado por el
art. 354 (CNCP, Sala II, DJ 1999-3-235, f. 14.607 o en LL del 31.8.99. f. 99.221). Señala D'Albora
que esta decisión no encuentra amparo ni a través del art. 202, ya que, por su naturaleza, debe
estimarse un acto irreproducible. Cita como una resolución “más prolija” aquella que invoca el
carácter reservado de la actividad -art. 204- y reclama habérseles hecho conocer a los
imputados en ocasión del art. 294 (CNCP, Sala I, DJ 1999-2-1106, f. 14.466).
Dado que el sujeto activo del acto es el órgano judicial, debe ser quien las escuche,
aunque luego de registradas en una cinta magnetofónica por la policía. Esto no significa que el
magistrado no pueda autorizar a la prevención a que las escuche directamente. Si así ocurre la
medida deberá tener por objeto grabar o bien grabar y escuchar, como único modo de ejercer
la función de contralor que le incumbe -fiscalizar la actuación de quienes la ejecutan y
determinar la necesidad de su mantenimiento- y convertir los datos obtenidos en objeto de un
medio de prueba. a diferencia de lo que ocurre con la correspondencia -arts. 234 y 235- en que
resulta posible sólo al juez enterarse de su contenido, en este caso la técnica impone que en su
interceptación actúen personas distintas, quienes, inevitablemente, pueden tomar
conocimiento del contenido de las conversaciones al cumplir sus funciones; de ahí que la ley
de telecomunicaciones 19.798 imponga el secreto para quienes se desempeñen en empresas
prestadoras del servicio. on todo resulta imposible construir una regla abstracta; ésta debe
establecerse, caso por caso, si el procedimiento impide a la defensa probar en contrario
(CNCP, Sala I, DJ 1998-1-332, f. 12.568 o LL del 26.12.97, f. 96.538).
Bajo las mismas condiciones, el Juez podrá ordenar también la obtención de los
registros que hubiere de las comunicaciones del imputado o de quienes se comunicaran con
él.
En las causas en que se investigue alguno de los delitos previstos en los artículos 142
bis y 170 del Código Penal de la Nación, o que tramiten en forma conexa con aquéllas,
cuando existiese peligro en la demora, debidamente justificado, dichas facultades podrán ser
ejercidas por el representante del Ministerio Público Fiscal (3), mediante auto fundado, con
inmediata comunicación al Juez, quien deberá convalidarla en el término improrrogable de
veinticuatro horas, bajo pena de nulidad del acto y consecuente ineficacia de la prueba
introducida a partir de él
Este último párrafo, incorporado por a ley 25.760 -del 7.8.03.-, asigna al MP la facultad
de ordenar, mediante auto fundado, la intervención de comunicaciones telefónicas,
limitándola a los casos en que se investigan los delitos de los arts. 142 bis CP - privación
ilegítima de la libertad como medio de coacción- y 170 CP -privación ilegítima de la libertad
extorsiva para sacar rescate-, o en las causas que tramiten en forma conexa con aquéllas.
Cabe recordar que el art. 196 bis, último párrafo, establece un supuesto de instrucción fiscal
obligatoria, aun en caso de existir autores individualizados, cuando se investigue alguno de
aquellos delitos.
En caso que, conforme a este art. 236, el representante del MP ejerza las facultades de
intervención acordadas, deberá proceder a la inmediata comunicación al juez, a quien se le fija
un plazo improrrogable de 24 horas para convalidar la medida, bajo pena de nulidad.
Art. 237.- No podrán secuestrarse las cartas o documentos que se envíen o entreguen a
defensores para el desempeño de su cargo
Las cartas y documentos que se envíen entre imputado y defensor quedan excluidos del
secuestro, incluso cuando pretendiese realizarse por orden judicial. El artículo revela como la
función del defensor y su comunicación con el imputado es objeto de protección especial por
parte de la ley; de allí la aclaración que se trata de documentos que se envíen o se entreguen
al defensor “para el desempeño de su cargo”
Se trata aquí de un supuesto semejante al del art. 244, en cuanto establece el deber de
abstención cuando el dato se adquirió a través del ejercicio profesional. El secreto profesional
debe ampararse cuando media este tipo de comunicaciones, ya que ilustran al defensor y
determinan la posición a sostener en el proceso.
Es que tal como expone Manzini, la prohibición del secuestro no rige respecto de los
papeles y documentos que formen parte del cuerpo del delito. Si el defensor tiene cosas
pertenecientes al delito cometido por su cliente, carece del derecho a pedir la protección
(“Tratado de derecho procesal penal”, EJEA, T°III, p.716/7), porque su envío o entrega al
defensor no atiende al desempeño de su cargo, sino a la ocultación del delito o de su prueba
(conforme Núñez, “Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba”, p. 210).
Abalos no cree que sea exactamente así, por cuanto el envío de un documento al
defensor que sea elemento de cargo puede obedecer a la estrategia utilizada por la defensa, a
efectos de hacerlo valer en determinada oportunidad del proceso, y de ninguna manera
significa “ocultación del delito o de su prueba”. debe recordarse que la prueba que obra en
poder del imputado o de su defensor, puede ser utilizada cuando se crea más conveniente. Sin
embargo, si la autoridad judicial entiende que se rata de un ocultamiento de prueba, puede
ordenar su secuestro, y será una cuestión a resolver si se trata de un encubrimiento o de una
estrategia procesal defensiva (Código..., p. 568/9)
Debe apoyarse en base seria y suficiente para justificar la medida. Con sustento en la
garantía de defensa en juicio, las leyes procesales contienen preceptos que declaran
inadmisibles, absolutamente, la interceptación de las comunicaciones, escritas y orales, entre
el imputado y su defensor, o el secuestro de los escritos que las contienen, incluyéndose allí
comunicaciones o documentos a los cuales se extiende el derecho o el deber de abstenerse a
declarar testimonialmente. Resulta de nulidad absoluta si, al momento de ordenar la
diligencia, existía una frágil hipótesis delictiva, no se contaba con una imputación seria sobre la
presunta participación del letrado en ella, no existía peligro por el retraso y habían diligencias
en trámite que podrían haber aportado los datos que el juez procuraba, lo que demuestra
objetivamente la innecesariedad del allanamiento; en consecuencia, la invalidez se extiende a
todos los efectos secuestrados.. por aplicación de la regla de exclusión (CCCFed., Sala I, DJ
2001-1-690, f. 16.521).