Professional Documents
Culture Documents
R ugg ie r o R o m a no J>
— para citar Federico Chabod4 — : «la idea de nación es, antes de todo,
para el hombre moderno, un hecho espiritual; la nación es, antes de to
do, alma, espríritu y muy secundariamente materia corpórea; y mucho
más individualidad espiritual, antes que ser entidad política, Estado a la
Machiavelli, y mucho menos entidad geográfico-climático-etnográfica».
Precisamente donde la idea de nación durante el siglo X V I se había
fijado, sobretodo alrededor de criterios geográficos, climatológicos y et
nográficos a v a n t la le ttre ,
según el cual los olandeses son activos porque
su suelo es pobre, mientras los italianos son perezosos porque el clima
de la península donde viven es idílico, a partir del siglo X V III la situa
ción cambia. Y si se quiere buscar un lugar y una fecha de nacimiento de
esta nueva manera de entender la Nación habrá que recurrir a Beat Lud-
wig von M urait, patricio de Berna, que en 1725 publica sus L e ttre s sur
les A ng la is e t les Français.
Aquí, las consideraciones para discriminar,
dividir, los caracteres nacionales tienen una naturaleza nueva. Así, por
ejemplo, los ingleses son feroces, violentos pero su país «goza de una li
bertad que eleva el espíritu», mientras los franceses son felices de servir.
La discriminante, ahora, es el hecho de la libertad.
Aunque en la obra de von M urait podemos todavía encontrar trazas
del viejo modo de pensar, lo que es cierto es que ahora él identifica las
naciones (mejor dicho: los «divers génies des nations») sobre la base del
espríritu, de su carácter. Ciertamente también esta nueva investigación
— más fina, más penetrante — de los caracteres originales de las varias
naciones, no impedirá los estereotipos, los lugares comunes: los volvere
mos a encontrar otra vez, numerosos también, por la pluma de un gran
escritor de la fuerza de Voltaire en su E ssai s u r les m o e u r s e t l ’e s p r it des
N a tion s(1756).
El verdadero cambio se realizará con Rousseau (El Rousseau de la
L e ttre s u r les spectacles
(1758) que llegará de hecho a una verdadera y
propia identificación entre nación y libertad (libertad entendida como
independencia).
Von M urait, Rousseau, pero también Bedmar y Albert von Haller
(D ie A lp e n 1729 ).
un ginevrino, dos berneses, un zurigués... Es de Suiza
que llega este nuevo aire5.
Libertad, entonces. «Así la libertad se vuelve la característica esen
cial del proprio pasado nacional; ella no es solamente un ideal futuro si
no es su misma historia»6.
Todo este vasto movimiento del siglo X V III encontró su punto de
coagulación en la Revolución Francesa: aquí, «la Nation/Peuple» afian
zará su originalidad más fuerte. Ella fue acogida con entusiasmo por parte
de hombres como Kant, Fichte, Klopstock (para no hablar que de la sola
4
Me parece que este discurso pueda servir para disipar las dudas acer
ca del pretendido caracter impresionístico de las definiciones que he da
do: historiografía satisfecha e historiografía frustrada. Pero un vez di
cho esto es necesario insistir nuevamente sobre un punto. La historio
7
te impresionístico!
Quisiera, en cambio, proceder según otras dos pistas.
La primera nos lleva a plantearnos un problema fundamental.
¿Qué significa un discurso constitucional europeo sobre las relacio
nes entre mayoría y minoría étnicas, encajado sobre la realidad america
na del siglo X IX ? En el Perú de los años ’30 del siglo X IX , ¿Cuál habría
debido ser el idioma oficial? ¿El castellano? <,Y por qué? Los criollos son,
ellos, una minoría étnica. Discurso no diferente para Bolivia, Paraguay,
Ecuador, México, Guatemala ,..17. Aun más: ¿Cuáles fronteras? ¿Las
naturales? Aunque se quiera creer, ¿Dónde están? Quién me pueda ex
plicar la «naturalidad» de la frontera entre Perú y Brasil tendrá derecho
a mi eterna gratitud. Igualmente a quienes me sabrán indicar la «natura
lidad» de la frontera entre México y Guatemala (y podría seguir). (Lo
sé: existe la excepción de la frontera andina entre Chile y Argentina; pe
ro incluso entre estos dos países no han faltado hasta hoy pleitos). Que
daban entonces las delimitaciones administrativas del período colonial
que tenían, ciertamente, un sentido suyo, pero que no podían responder
a la realidad de las nuevas situaciones «nacionales». Lo sé, también aquí
hubieron excepciones.
Pero no se podrá negar que lo que he expuesto sea el esquema gene
ral: un esquema que encuentra su confirmación más clamorosa en el fra
caso del proyecto de crear una confederación en América Central18.
Luego: todas las constituciones europeas garantizaban — desde los
primeros artículos — el derecho de propiedad privada como se había ido
constituyendo desde el tiempo de la legislación romana y hasta la codifi
cación napoleónica. ¿C óm o podía tener un sentido y un valor este dere
cho de propiedad, en relación a pueblos que — en su mayoría étnica —
tenían un sentido de propiedad completamente diferente?
Los entusiasmos bolivarianos (y no únicamente bolivarianos) para la
abolición de la propiedad común se resolvieron en el fracaso que todos
conocemos. El hecho es que Debo recordarlo? el concepto de propie
dad no es nunca estable en el tiempo y en el espacio.
Ciertamente no he acabado con la serie. Y volveré sobre ello. La otra
pista es más compleja (y más ambigüa). El m undo político (expresión no
muy clara: pero no encuentro otra) europeo suponía que los integrantes
de la nación (los ciudadanos) fueran iguales ante la ley, ante el Estado:
era falso, lo sé, y por esto he dicho «suponía». El mundo político ameri
cano se encuentra ante una situación diferente; muy a menudo minorita
rio, insisto, étnicamente, se propone no solo construir la N ación, hacer
funcionar el estado y asegurar la libertad, sino también «de civilizar».
Sostiene que la población india íque es la mayoría), amorfa, inculta,
10
duelo entre el Sr. Porras y el Sr. Del Cam po, que así era come se apelli
daba el inesperado ocupante de la banca. El duelo terminó con la absur
da muerte de Guillermo Porras. N o fue el único caso».
He dicho antes que las rupturas llegan más o menos tarde. Pero ahora
tenemos que regresar, aunque brevemente, a Europa. También aquí, aho
ra, Nación, Estado, Libertad reciben fuertes sacudidas de las que se nota
los signos más claros en la primera guerra mundial, en que la Nación abre
definitivamente el paso a los nacionalismos más salvajes, a los más crudos
chovinismos. El fin de la guerra dará lugar despues — de Hungría a Por
tugal, de Italia a Alemania — al nacimiento de nuevos nacionalismos de
tipo fascista, a nuevas concepciones absolutísticas del Estado.
Para complicar las cosas se agrega el hecho que ahora en casi todos
los lugares (también en el interno de las dictaduras de tipo fascista), apa
rece con fuerza la dimensión popular obrera (o por lo menos obrerista).
E interviene un hecho extraordinario. Esta vez es Europa (o por lo
menos, buena parte de Europa) la que recupera modelos de América
Central y Meridional: así, por ejemplo, se asiste a la fascistización (so
bretodo en Italia y Alemania, pero también en Francia) de Bolívar. O
más bien, el libro de Laureano Vallenilla Lanz, C e sa rism o D e m o c rá tic a
se traduce en italiano27 con una introducción de un tal Paolo Nicolai
que le cambia completamente el sentido. Y este problema se complicaba
aún más con la Revolución rusa de 1917. En la inmensa Rusia zarista el
problema de las naciones, de las nacionalidades, era enorme. Sraiin, en
el ensayo escrito entre 1912 y 191328 conocido como E l m a r x i s m o y la
c u e s tión n a c ion a l
pero que en la edición original llevaba otro titulo: La
c u e s tión n a c ion a l y la so c ia ld e m o c ra c ia ,
indicaba la complejidad del
problema y ofrecía soluciones. En el papel ellas tenían un cierto interés.
Pero siempre en el papel, ellas presentan una neta evolución negativa en
los diversos ensayos que escribió sucesivamente hasta llegar a Las d e
sv ia c ion e s en el c a m po d e la c u e s tión n a c ion a l
(intervención en el campo
de la cuestión nacional: de la relación del X V I Congreso del Partido Co
munista — bolchevique — de la Urss, 27 de junio 1930), donde si bien
se condena el chovinismo gran-ruso, se condena también — y con vio
lencia sin par — las desviaciones «hacia el nacionalismo local». El hecho
verdadero es que el aporte de Marx al problema de la N ación29 ha sido
conceptualmente escaso. Y el de sus epígonos — sin hablar de las conse
cuencias etnocidarias de las soluciones nacionales de Stalin en el plano
de los hechos — todavía mucho más. Pero desgraciadamente esta esca
sez de ideas ha sido vehículada por otros aspectos del marxismo que
contienen méritos indiscutibles. Quiero decir que las notables ideas (en
el contexto europeo) de Karl Marx a propósito, por ejemplo, de los mo
14
dos de producción, han funcionado como vehículo para las débiles ideas
sobre la Nación (y esto vale también por lo que hace referencia a la con
cepción marxiana y marxista del Estado).
Resumiendo, hacia los años ’20 de nuestro siglo el modelo europeo se
encuentra completamente descompuesto, en lo que se refiere a la Nación y
al Estado, y tanto en la vertiente democrático occidental, como en la ver
tiente del socialismo real (para no hablar de las concepciones fascistas).
Ciertamente no es un caso si en muchas partes se denuncia la «crisis»
de la democracia, de! Estado, de los «valores» y se discuta para saber si
la «crisis» se encuentra en
el sistema o es sistema. del
Creo que esta imposibilidad de hacer referencia ahora a un modelo
europeo (o también norteamericano) se pueda encontrar, en el contexto
americano, en un fenómeno al que no se ha prestado la debida atención
que él merece: entre 1927 y 1950 todo un grupo de intelectuales, desde
Mariátegui a Paz, pasando por Freyre, Ortiz, Subercaseaux, Leopoldo
Benites ... (pero no se tendría que olvidar de agregar, en otro modo, Wal-
do Franck) se iba poniendo el problema de la propia identidad nacional27.
Extraordinaria concentración en el tiempo, cuyo equivalente es el grande
florecimiento de las «historias nacionales» europeas entre 1830 y 1860.
¿A qué atiene esta inquietud; este plantearse el mismo problema:
«¿Quienes somos?» Porque de hecho, lo s 7 e n s a y o s ,
como L a b e r in t o de
S o le d e d a d,
como Chile, un a loca g e og r a fía ,
como R a d iog ra fía d e la
P am pa , como el C on tr a pun te o c ub a no d e l a z ú c a r y d e l ta b a c o
, como
E c u a do r: d r a m a y p a r a do ja ,
constituyen tentativos de respuesta justa
mente a esta pregunta: «¿Quienes somos?».
Creo que ello corresponda sobretodo a por lo menos tres factores:
a) al hecho de sentirse reducidos a una etiqueta: «América Latina»,
pegada artificialmente en sus espaldas;
b) al hecho que — por lo menos en algunos países: sobretodo Ar
gentina, Uruguay, Brasil y Venezuela — la oleada inmigratoria europea
había descompuesto completamente la imagen (aunque pálida) de una
supuesta nacionalidad;
c) al hecho, en fin, de que las comunicaciones siempre más fáciles
entre el viejo y el nuevo m undo se resolvían en una dependencia cultural
(en el sentido ampio de la palabra) siempre más grande.
Permítanmne examinar estos tres aspectos separadamente:
A m é r ic a L a tin a
: Creo que no se había llevado a cabo un acto de colonia
lismo más brutal, que aquél de imponer a un continente entero una eti
queta con la qual él no tenía nada que ver. Vale la pena recordar breve
mente la historia28.
La explosión del viejo imperio español planteó problemas internos
15
NOTAS
C/5 ;<
££
9 h
H
•idUJ
V) u
w a
p :£
c;
E S ç i
< j
to </! :
W ç I
a
g 2 I
- I
AMERICA LATINA
DALLO STATO COLONIALE
ALLO STATO NAZIONE
América Latina: dei estado coloniaI
al estado nación
America Latina: do estado colonial
ao estado nagao
(1750-1940)
a cura di
Antonio Annino, Marcello Carmagnani,
Gabriella Chiaramonti, Alberto Filippi,
Flavio Fiorani, Alberto Gallo,
e Giovanni Marchetti
VOLUME I
FRA N C O A N G E LI
Copyright © 1987 by Franco Angeli Libri s.r.t., M ilano, Italy
I lettori che desiderano essere regolarmente inform ati sulle novità pubblicate datla nostra
Casa Editrice possono scrivere, m andando il loro indirizzo, alla “ Franco Angeli, Viale
M onza 106, 20127 M ila n o ” , ordinando poi i volum i direttamente alla loro Libreria.
CONTENIDO
Introducción p. IX