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C U A D E R N O S DE C U L T U R A L A T IN O A M E R IC A N A
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JOSE MARIA SAMPER
ENSAYO SOBRE LAS
REVOLUCIONES POLITICAS
C O O R D IN A C IO N D E H U M A N ID A D E S
C E N T R O D E E S T U D IO S L A T IN O A M E R IC A N O S /
Facultad de Filosofía y Letras
U N IO N D E U N IV E R S ID A D E S
D E A M E R IC A L A T IN A UNAM
JOSE MARIA SAMPER
ENSAYO SOBRE LAS
REVOLUCIONES POLITICAS
U N IV E R S ID A D N A C IO N A L A U T Ó N O M A D E M É X IC O
C O O R D IN A C IÓ N D E H U M A N ID A D E S
C E N T R O D E ESTU D IO S L A T IN O A M E R IC A N O S
U N IÓ N D E U N IV E R S ID A D E S D E A M É R IC A L A T IN A
JO SE M A R IA SA M P E R (1828-1888), pensador colom biano
influido por el positivism o, escribe el Ensayo sobre las revolu
ciones políticas y la condición social de las repúblicas colombia
nas, en el que se hace un agudo análisis de las sociedades lati
noam ericanas. Explica la revolución de independencia com o
un hecho social inevitable, lógico y por ello, previsible por ine
vitable. Por ser necesaria esta revolución ello tendría que re
d undar en beneficio de los pueblos que la hicieron. En este
sentido se enfrenta al pesim ism o con que este hecho social ve
nía siendo visto. C om o m uchos o tro s investigadores de la his
toria y realidad latinoam ericana, Sam per pone el acento en el
pasado colonial. P asado frente al que los pueblos de esta A m é
rica tenían que reaccionar hasta su elim inación. Hace dura crí
tica a la organización colonial heredada. España m ism a no h a
bía podido sobrevivir a su propio pasado por lo que fue aven
tajada por los pueblos que acabaron m arginándola. En un lu
gar de este ensayo dice, “ Si España, el noble país de nuestros
progenitores hubiera co nquistado su libertad en 1812, se ha
bría elevado al rango de gran potencia europea, y la práctica
de las constituciones libres le habrían inspirado un sentim ien
to de inteligente benevolencia, aceptando desde tem prano
nuestra em ancipación com o un hecho irrevocable y fecundo,
del cual podía sacar un p artid o inm enso.”
A quí publicam os dos capítulos de este im p o rtan te e intere
sante libro. C om o se verá al h ablar de repúblicas colom bianas
se refiere a las diversas repúblicas que han surgido del que fue
ra dom inio español en A m érica. La G ran C olom bia en hom e
naje a su descubridor a la que las am biciones caudillistas fue
ron reduciendo, prim ero a las naciones de las que p artiera la
epopeya liberad o ra de Bolívar: Venezuela, C olom bia, E cua
dor, para term in ar en la R epública de C olom bia. A quí se hace
un am plio análisis de las relaciones de los pueblos colom bia
nos con E uropa y otros pueblos.
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E N SA Y O SO B R E LAS R E V O L U C IO N E S PO L IT IC A S
N ada es m as co n trad icto rio que los juicios form ados en las di
versas regiones del m undo respecto de las causas que han m o ti
vado las revueltas crónicas de H ispano-C olom bia, —revueltas
que hacen fuerte con traste con la paz y prosperidad fabulosa de
los Estados U nidos, hasta 1860, y la estabilidad del im perio del
Brasil. N o hay sofism a que no se haya puesto en jueg o p ara ap o
yar apreciaciones erróneas absolutas, contrad icto rias, y que no
solo pecan por su prescindencia del estudio com p arativ o de los
hechos, sino tam bién por el grave defecto de confundir bajo re
glas com unes y sistem áticas las situaciones m as divergentes.
Conviene desvanecer esos errores con la sim ple co m paración de
los rasgos característicos de la colonización y la revolución de la
independencia, en cada una de las tres grandes regiones que en el
N uevo M undo representan las tendencias y tradiciones del ge
nio anglosajo n, el español y el portugués. N ad a nuevo podem os
decir, sin duda; pero n osotros no buscam os la novedad, sino la
verdad, que suele ser tan vieja com o nueva, y p ara el caso la ver
d ad consiste solo en distinguir los hechos confundidos.
Al juzgar la situación de C olom bia, los absolutistas de todos
los estilos han em itido opiniones inconciliables. U nos han di
cho: H ispanoC olom bia no ha tenido estabilidad p o rq u e la raza
latina es inadecuada p ara el ejercicio del gobierno p ropio. Se les
ha objetado que el Brasil p rospera con ese régim en, y los siste
m áticos replican: Es p orque los brasileros tuvieron el buen ju i
cio de a d o p ta r la form a m onárquica. Si se arguye con el ejem plo
de los E stados U nidos, los im p erturbables am igos de sistem as
responden: Es p orque allí está la raza anglosajona, única que en
tiende la dem ocracia, por virtud de sus tradiciones y hábitos de
individualism o y obediencia a la ley.
O tros, dejando a un lado los sofism as de raza y sistem a de go
bierno, apelan al de la religión y dicen: Los Estados U nidos han
prosperado a virtud del protestan tism o , y las repúblicas españo
las son incapaces de progreso y libertad porque sus pueblos son
católicos. En fin, no faltan espíritus singulares (y en los E stados
m eridionales d e Am érica la opinión es unánim e) que im putan a
la abolición heroica de la esclavitud los m ales que sufre
H ispano-C olom bia.
Y todavía, en el terren o puram en te político, las contradiccio
nes sistem áticas se han abierto cam po. U nos han dicho que la
ruina p ara tales Estados proviene de la federación; o tros que la
de cuales es obra del régim en unitario. A quí se clam a co ntra el
m ilitarism o republicano; allá co n tra la ausencia de una fuerte
organización m ilitar a estilo francés. Estos aconsejan la unión
de varias repúblicas en un solo cuerpo, com o el rem edio específi
co y suficiente; aquellos se pro n u n cian con tra tales agr u pam ien
tos, alegando la im posibilidad de que tan inm ensos y desiertos
territorio s sean bien gobernados. A lgunos políticos de co rta vis
ta, desesperando del porvenir, o tom an d o el efecto por la causa,
han llegado hasta indicar la necesidad p ara nuestras repúblicas
de renunciar a la independencia y entregarse a los A m ericanos, o
bien a discreción de algunas potencias europeas.
T odas esas opiniones nos parecen inaceptables p o r su absolu
tism o, m as o m enos erróneas o im propias de una discusión seria.
Los hechos valen mas que los sistem as, y es solo en la investiga
ción com p arativ a de aquellos que se pueden en co n trar la base de
una ju sta apreciación de la política c o lo m b ia n a . C om encem os
por los E stados U nidos, siguiendo el orden cronológico, y vere
mos que los pueblos hispano-colom bianos son m ucho menos
responsables de lo que parece, de su situación desordenada.
D esde luego, las trece colonias anglo-sajonas que sirven de
base a la gran C onfederación am ericana o nacieron de la con-
quis ta a rm a d a . fueron el resultado de una em igración individual
y espontánea y de una colonización conducida bajo reglas abso
lutam ente distintas y aun opuestas a las de la colonización espa
ñola. Los puritanos que fun d aro n esas colonias no fueron los
instrum entos de un gobierno c o d ic io s o , d estru cto r y arm ado
contra las hordas am ericanas. Ellos llevaban consigo el senti
m iento de lib ertad y personalidad, excitado en lo m as vivo y caro
para el hom bre - l a creencia religiosa —, y al em prender la colo
nización no iban al N uevo M undo en solicitud de oro y com o
aventureros m ilitares, sino en busca de una p atria, resueltos a
fundar una sociedad fija y perm anente, y anim ados por las virtu
des de la vida civil. A dem as, la colonización que ellos em prendie
ron, verificándose de 1606 (colonia de V irginia) hasta 1732 (co
lonia de G eorgia) en cuanto a los trece E stados prim itivos, pudo
contar con los m uy notables progresos que la civilización había
hecho después de la época de las conquistas españolas; y de ese
m odo la obra de la colonización en esa A m érica, esencialm ente
civil y social, se encontró libre de los vicios p rofundam ente en
gendrados en las colonias españolas desde el principio del siglo
XVI.
La n aturaleza y form a de la colonización en el N orte, condu
cida po r los ciudadanos m ism os, hizo que la intervención del go
bierno británico se lim itase a la concesión de cartas o patentes, y
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mas tarde a la protección de las colonias, conform e a reglas que
respetaban la au to n o m ía de cada establecim iento. D e ese m odo
cada sección tuvo su vida p ro p ia y su libre desarrollo, y la em ula
ción com enzó desde tem prano a p ro d u cir sus benéficos efectos.
La libertad religiosa, la libertad de explotación y la au tonom ía
fueron la base fundam entales de la organización social. C ada in
dividuo se h ab itu ó desde tem p ran o a cuidar de sus p ropios inte
reses y a intervenir en cierta m edida en los colectivos. El acceso
de todas las profesiones fue fácil p ara to d o el m undo, y el interés
po r los negocios públicos hizo p arte de la vida del colono. C ada
colonia tuvo su legislatura, sus instituciones locales, sus condi
ciones propias; el clero no fue una institución dom in an te ni ofi
cial; la religión quedó fuera del resorte del gobierno, la milicia
fué civil y p o p u lar, y no tuvo o tro destino q u e el de la defensa res
pecto de las tribus indígenas; y el m onopolio no vició las fuentes
de la riqueza y los resortes de la actividad.
Así, c u a n d o en 1753 lo s franceses p a s a ro n e l O hio, am enazan
do a las colonias, tod as tenían u n a posición d eterm inada, com o
entidades libres, bajo una dependencia respecto de la m adre p a
tria que casi era nom inal ó se reducía a poca cosa; y al celebrar su
célebre convención de A lbany, en ju n io de 1754, les fue muy fácil
organizar, o p o r lo m enos iniciar, una especie de liga o confede
ración colonial, —ta n to mas cu an to que el rey de In g laterra las
invitó esp o ntáneam ente a un sem ejante, com o m edio de defensa
contra los franceses.
N o es nuestro ánim o seguir el m ovim iento de independencia
de esos pueblos en todos sus porm enores. Baste reco rd ar que la
lucha, m otivada por cuestiones de a u to rid ad respecto de los im
puestos coloniales, com enzó en realidad desde 1754; se m an tu
vo ardiente y tenaz, p o r la energía de los pueblos y las legislatu
ras, y no se convirtió en revolución definitiva, levantando la
bandera de la independencia, sino en 1775, cuando fueron in ú ti
les las peticiones y m anifestaciones del prim er congreso colonial
de Filadelfia. Por ta n to , la revolución de las ideas y de los intere
ses se elaboró activa y librem ente d u ran te 21 años, antes de que
estallase la revolución armada y radical. El pueblo anglo
am ericano h ab ía tenido, pues, el tiem po y la libertad bastantes
para form ar sus convicciones y p rep ararse a la lucha.
En cuanto a la guerra de la independencia, hubo circunstan
cias muy felices que no deben olvidarse. D esde luego, la obra se
facilitó inm ensam ente con la existencia de las colonias, real
m ente constituidas en Estados o entidades activas, y esto perm i
tió desde el prim er m om ento regularizar el gobierno y darle uni
dad a la lucha bajo la suprem a dirección de W ashington. Los
anglo-am ericanos co n taro n adem ás con el apoyo eficaz y deci
dido de una potencia tan respetable com o Francia, y tuvieron la
gran ventaja de poderse p ro cu rar p o r sí m ism os elem entos de
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guerra, gracias a su avanzada industria, y la no m enos conside
rable de poseer de antem an o un sistem a de m ilicias que debía no
solo facilitar el triunfo sino tam bién con ju rar los m ales del régi
men m ilitar.
L a guerra, p o r otra parte, fue relativam ente floja y m uy poco
desastrosa, sobre to d o si se la co m para con la de H ispano-
C olom bia; apenas duró ocho años (m ientras que la colom biana
fue de quince), y los angloam ericanos tuvieron la ventaja de lu
char con sus flancos protegidos del lado de L uisiana y F lorida y
del C an ad á, d o nde F rancia y E spaña tenían establecim ientos:
ventaja que no tuvo H ispano-C olom bia, abierta por todas p a r
tes a la hostilidad de la m etrópoli. P o r últim o (y esto es de capital
im portancia) los Estados U nidos tuvieron la gran fortuna de ser
reconocidos com o potencia soberan a, aun antes de que se ajus
tase la paz con Inglaterra, p o r dos potencias de prim er orden, e
inm ediatam ente después p o r las dem as de E u ro p a 1. Esto sim pli-
ficó inm ensam ente la o b ra de la constitución definitiva de 1787-
88, puesto que conjuró peligros y com plicaciones, abrió al co
m ercio del m undo los E stados U nidos y les perm itió consagrar
se con tran q u ilid ad a elab o rar su porvenir.
La colonización del Brasil difirió muy notablem ente de la de
H ispanoC olom bia. T uvieron m ucho de com ún o análogo, es
verdad, pues en el Brasil figuraron en prim era línea los donata
rios o 12 grandes concesionarios nobles de tierra costaneras
(equivalentes a los encomenderos españoles), los privilegios de
todo género, el riguroso m onopolio com ercial, el secuestro del
país respecto del extranjero, la centralización absoluta, la inqui
sición, la opresión de los indios, la esclavitud y el tráfico de ne
gros, los im puestos ruinosos, la depresión social de los criollos,
la negación del principio m unicipal, etc. Pero hubo en favor del
Brasil circunstancias favorables que crearon pro fu n d as diferen
cias.
En prim er lugar, la conquista no tuvo carácter m ilitar, ni el
oro fue la tentación. Se com enzó por una exploración casual (la
de Pedro A lvarez de C abral) enviada en dirección a las Indias
O rientales, extendida luego a m ayores proporciones por Ameri-
go Vespucci; y el gobierno portugués le dió al principio muy
poca im p o rtan cia al Brasil, ab an d o n án d o lo a la explotación
privada de los negociantes que solicitaban el palo Brasil. La co
lonización com enzó, pues, p o r la explotación agrícola, la mas
fecunda de todas, y aunque m ás tard e el Brasil vino a ser un país
bastan te m inero, no tuvo la desgracia de ser co ndenado a una
form a de trab ajo artificial, o principalm ente minero sino que
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son casi perm anentes, o al m enos frecuentes y periódicas, y en
todo caso desastrosas. Y sin em bargo, no vacilam os es decir, a
riesgo de excitar sonrisas, que el porvenir social de las repúblicas
españolas ofrece, bajo ciertos aspectos, mas garantías de salud.
En efecto, al través de sus borrascas, H ispano-C olom bia ha
resuelto tres grandes problem as que el régimen colonial dejó
plantead o com o terribles dificultades: La cuestión del trabajo, la
cuestión de razas y la cuestión com ercial o económ ica. La escla
vitud ha sido abolida en todas partes, sin peligro ninguno, sin
que los brazos de los negros faltasen a la producción ni se volvie
sen co n tra la sociedad; y el trab ajo ha quedado basado en el prin-
cipio de la libertad. La guerra de la independencia, las revueltas
posteriores, la com unidad del sufragio, la práctica de la igual
dad dem ocrática (en casi todas las repúblicas, y hasta la coexis
tencia de las zonas clim atéricas, han ad elantado m ucho y casi
com pletado la fusión política, social y económ ica de las razas y
castas; conjurando asi a la civilización. Por últim o, el principio
del libre cam bio, con exclusión d e lo s errores proteccionistas, ha
penetrado en to d a la C olom bia continental española, y es la
base de la organización económ ica en su m ayor parte.
Los E stados de A m érica y el Brasil, que han hecho tan asom
brosos progresos en lo intelectual y m aterial, se hallan sin em
bargo en presencia de esos grandes problem as resueltos en
H ispano-C olom bia, si bien los prim eros tienen la enorm e venta
ja de haber asegurado la com pleta libertad religiosa. La esclavi
tud está en el corazón de Sur-Am érica com o una am enaza form i
dable de disolución social, en pos de la escisión política que ha
provocado. El antagonism o entre la raza blanca y los hom bres
de color es un obstáculo inm enso p ara el progreso cristiano y la
verdadera dem ocracia, que p roducirá, lo tenem os m ucho, las
mas terribles calam idades no muy tarde. El espíritu invasor que
los am ericanos han desplegado, ha sido p ara ellos una causa de
debilidad presente y futura, y los llevará a la ruina de su gran
deza política, porque la conquista y la república dem ocrática se
excluyen m utuam ente. Por últim o, el régimen m onstruosa
m ente p rotector, que subsiste en los Estados U nidos, agra
vándose a m edida que el de la libertad avanza en E uropa, es
un germ en de muy graves com plicaciones que no poco ha influi
do en el rom pim iento que hoy se deplora. N o hay que hacerse
ilusiones: cualquiera que sea el resultado político de la lucha, la
unión am ericana tendrá que pasar por todas las consecuencias
que se derivan forzosam ente de la esclavitud, del antagonism o
de razas, del antagonism o entre la protección y el libre cam bio,
del espíritu invasor, y acaso tam bién del antagonism o religioso
que suscitarán tard e o tem p ran o los m orm ones.
En cuanto al Brasil, la estabilidad actual nos parece m as ap a
rente que real. Allí no se ha form alizado todavía la revolución
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social, y la política ha sido incom pleta y viciosa. La u na tiene que
venir un d ía, por la fuerza de la s c o sa s, y la o tr a q u e desarrollarse
y com pletarse. La m onarquía, p o r m uchos m otivos, es poco m e
nos que im posible en C olom bia, donde la sociedad es esencial
m ente m estiza qde castas inferiores y criollas, y el Brasil tarde ó
tem prano h ab rá de aceptar la ley general del N uevo M undo. La
esclavitud subsiste com o un cáncer, aunque se haya suprim ido
la tra ta , y el rem edio buscando en las inm igraciones de colíes a u
m enta los em barazos de la fusión de castas y razas. Es posible
que to d o s los peligros se conjuren, aun q u e m uy laboriosam ente,
po r m edio de instituciones am pliam ente dem ocráticas y g ra n
des m edidas; pero estas m ism as reform as ¿no com prom eterían
seriam ente la subsistencia de la organización m onárquica? Si en
los E stados U nidos se ha visto que la sola elección co n stitucio
nal de un presidente abolicionista ha servido de pretexto para
elevar el antagonism o crónico á las proporciones de un gran
rom pim iento ¿no se deberá tem er que un día la guerra política y
social estalle en el Brasil, m otivada po r la esclavitud, las diferen
cias de razas y las aspiraciones republicanas?
Al hablar de los tres grandes grupos continentales del N uevo
M undo, n atu ralm en te ocurre esta cuestión: ¿cuál será el porve
nir de la p arte insular y colonial? Basta una simple reflexión para
persuadirse de que no muy tard e el C an ad á form ará un Estado
independiente, sea com o república, sea bajo el cetro de un p rin
cipe de Inglaterra, sea tal vez e n tran d o en la C onfederación del
N orte, por vía directa. Tal es el destino de las colonias sabiam en
te form adas en la escuela del gobierno propio por la política m o
derna de Inglaterra. T am bién es fácil im aginar que, tard e o tem
prano, por la fuerza de las cosas, el vasto archipiélago de las A n
tillas form ará una confederación independiente, p rep arad a por
la acción m ism a de los gobiernos que hoy dom inan esas colo
nias. En cu an to a las tres colonias continentales llam adas G u -
yanas, aun q u e su desarrollo será lento y laborioso, su suerte no
puede ser o tra que la que ten d rá el C an ad á, bastan te m as tarde
sin d uda, pero n ecesariam ente. El N uevo M undo ha sido en otro
tiem po un elem ento de colonización p ara todas las potencias
m arítim as, pero tam bién está destinado p o r la n atu raleza de las
cosas a ser un enjam bre de E stados independientes, donde todas
las razas tengan representación y to d as las ideas nuevas su cam
po de experim entación y acción e fic a z . Así lo exige el equilibrio
de la civilización. La época de las colonias tienen que acabar un
día para d arle cabida a la del perfeccionam iento de la civiliza
ción. La E u ro p a ha civilizado, colonizado, y el N uevo M undo
debe com pletar la o b ra fu n d an d o E stados libres e independien
tes.
Pero, volviendo a H ispano-C olom bia, ¿hay m otivos fu nda
dos para esperar un porvenir de estabilidad, progreso y verdade
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ra libertad en las quince repúblicas que la com ponen? In d u d a
blem ente. La situación actual, tan deplorable com o es en casi to
das esas repúblicas, a ju zg ar por los hechos m ateriales y ap aren
tes, es, aunque parezca p arad o x al la expresión, la m ejor g a ra n
tía de aquella esperanza. Al través de todas las agitaciones y las
luchas sangrientas, la instrucción pública ha hecho sólidos p ro
gresos, en todos sus ram os y escalas. E sta es una verdad que no se
palpa sino observando m uy de cerca el juego intelectual y políti
co de esas sociedades. Basta considerar los inm ensos progresos
q u e h a n h e ch o a llí la p ren sa p erió d ica, l a lite ra tu ra en to d o s sus ra-
mos, la legislación (en la sustancia y en la form a), el arte de adm i
nistrar, las asociaciones privadas (políticas, literarias y científi
cas), el conocim iento de las lenguas extranjeras m as im p o rtan
tes, el servicio del foro y de la diplom acia, el lenguaje parlam en
tario y oficial, la práctica del régim en m unicipal, las ideas eco
nóm icas, y cu an d o puede ser un signo del desarrollo intelectual
de un país.
La libertad religiosa, ó por lo m enos la tolerancia, gana terre
no día p o r día, y en algunos E stados ha hecho conquista de m u
cho valor. El espíritu de hospitalidad, noble distintivo de la raza
española, se ha desarrollado con el roce del m undo, las inm igra
ciones y la práctica, aunque muy defectuosa, de las instituciones
republicanas. C olom bia, com o todos los pueblos jóvenes y que
ocupan un suelo vasto, exuberante y virgen, tiene un poder m a
ravilloso de elasticidad que le perm ite reponer en poco tiem po
los bienes que las revueltas hacen perder. U na revolución en E u
ropa es una crisis espantosa, cualesquiera que sean sus tenden
cias; en H ispano-C olom bia es una evolución del progreso, que
trasto rn a , com o ios purgantes, pero en definitiva depura, vigo
riza ciertas fuerzas y desem baraza el cam ino de la civilización.
Esto, p a ra los que m iran de lejos, es una paradoxa; p ara los
hispano-colom bianos es una verdad evidente. De ahí viene que,
a pesar de tan tas conm ociones, de la agravación de deudas, la de
bilidad del crédito, la falta de capitales y brazos de la incerti
dum bre, to d o el m undo se ha hab itu ad o a especular a sabiendas
del riesgo y tra b a ja r y pro d u cir en m edio de las b o rrascas, y que
la riqueza pública ha hecho muy notables progresos. La simple
com paración entre la estadística hispano-colom biana de 1810,
en todos sus ram os y de la 1860, dejaría asom brados a los que de
buena fe se espantan de las revueltas de aquellos países.
En m uchos objetos se m anifiesta un progreso sensible y con
solador, que la paz elevará a grandes proporciones. Pero hay he
cho sobre to d o en que se m anifiesta con evidencia el progreso
m oral y político: hablam os del carácter m ismo de las luchas civi
les. En los prim eros tiem pos de la república, las luchas no eran
en realidad sino de caudillos, am bición y pasiones de bandería,
aunqu e en el fondo de ellas se veía asom ar el antagonism o de las
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ideas. Las insurrecciones salían entonces de los cuarteles y con
ducían derecho a la dictad u ra, si vencían, o al cadalso o la pros
cripción, si eran vencidas. Hoy no se hacen insurrecciones sino
revoluciones; los caudillos quedan detras de los pueblos; las
ideas dom inan la lucha y le im prim en su sello; las situaciones se
legalizan ante la opinión por m edios constitucionales; el ca
dalso político está abolido ya en casi to d a H ispano-C olom bia, y
los gobiernos o partidos que triu n fan , en vez de castigar o ven
garse con crueldad, van aprendiendo a p erdonar.
La situación general es penosa, grave, algunas veces a larm an
tes; los vicios arraigados todav ía, son profundos; las costum
bres están m uy lejos de haberse d epurado y suavizado; las insti
tuciones son contrad icto rias, en general; se vierte con frecuencia
una sangre generosa; los rem edios son muy com plejos exigen
una fuerte v o lu n tad de aplicación. T o d o eso es verdad. Pero so
bran los elem entos de progreso; nuestras sociedades son jó v e
nes, varoniles, generosas y accesibles: la dem ocracia contiene en
sí m ism a los resortes de fuerza y los correctivos de m uchos vi
cios; y to d o lo que se ha logrado, al través de mil dificultades, au
toriza p a ra abrigar las m as validas esperanzas.
II
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discordancias. Todavía rigen allí, mas o menos, las Siete Parti
das, la Recopilación Castellana, las Reales células y las Orde
nanzas m ilitares de España, y; aún en materia de comercio y
minería y de negocios civiles tienen aplicación frecuentemente
las viejas Ordenanzas de Bilbao, el código español de minas de
la época colonial y el código de las Leyes de Indias; sin perjui
cio de las leyes canónicas que se refieren a lo temporal. El có
digo penal francés, traducido y aclimatado sin gran discerni
miento, rige en muchas de nuestras repúblicas; y en negocios
de hacienda, administración e instrucción pública, se ha segui
do por lo com ún la servil m anía de imitar las instituciones de
Francia y España, inadecuadas cuando no defectuosas. Es ur
gente que cada república em prenda la completa codificación
de sus leyes, tanto mas cuanto que al caos de la legislación co
lonial se ha agregado el de la legislación intemperante y desor
denada del período republicano. Esa obra será fecunda en be
neficios, puesto que, por una parte, facilitará las relaciones ex
teriores, permitiéndole al extranjero adquirir el conocimiento
de nuestras instituciones, para que las respete y tome por guía
en sus transacciones con nuestras repúblicas, —y por otra, fa
vorecerá la educación política y civil de nuestros pueblos, sim
plificará la tarea de los gobiernos y obrará en pro de la estabi
lidad.
¿Cuál es la política internacional que les conviene a las repú
blicas hispano-colombianas? Desde luego que ha de ser la de
la libertad, la más amplia hospitalidad y la justicia; evitando la
guerra a todo trance, buscando la fuerza en la unión y el p ro
greso, estrechando los vínculos no solo de la gran familia espa
ñola, mucho más considerable aún y destinada a pesar fuerte
mente en la balanza del m undo. Indiquemos rápidam ente lo
que nos parece deben hacer nuestras repúblicas, ya en su polí
tica puram ente colombiana y sus principios de derecho publi
cado, ya en lo que afecta al servicio diplomático y consular, a
la legislación comercial y a las relaciones extra-oficiales con el
m undo exterior.
Dígase lo que se quiera, en E uro pa ó en Colombia, respecto
de las confederaciones, es evidente que esta organización es la
que mejor conviene a las repúblicas, por punto general (puesto
que la federación no es mas que la deducción lógica del princi
pio democrático), y muy particularm ente á las de Hispano-
Colom bia, por la naturaleza de su suelo y de sus razas y castas.
Por otra parte, la experiencia ha dem ostrado la debilidad ó
impotencia de las tres repúblicas en que se dividió Colombia,
de las cinco en que se descompuso la nación centro-
colombiana, de las que surgieron del virreinato del Perú, y de las
tres ó cuatro en que ha estado fraccionada la región vastísima
del Plata. Es claro que su fuerza no podrá venir sino de su
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unión, mas o m enos íntim a, y que estando h ab itu ad o cada una
de las quince repúblicas que com ponen a H ispano-C olom bia a
la au to n o m ía superior de la nacionalidad, solo un sistem a de
confederaciones voluntarias, pacífica y lealm ente elaborado,
podrá satisfacer las legítim as exigencias de cada E stado y esta
blecer el equilibrio entre todas. En presencia de la p reponde
rancia del Brasil en S ur-C olom bia, tem ible por diversos m oti
vos, y del espíritu invasor de la familia anglo-sajona, en el
N orte y el C en tro , las repúblicas españolas necesitan hacerse
fuertes, refundiéndose en grupos respetables y hom ogéneos.
Y bien: ¿qué es lo que indican la geografía, la historia y la et
nología de H ispano-C olom bia? Indican la n atu ral com posi
ción de cinco herm osas confederaciones, fuertem ente cim en
tadas por un derecho público inteligente y un conjunto de ins
tituciones liberales, tolerantes y lógicas; tales deben ser: la
C o n f ed
reación m ejicana, la de las cinco repúblicas de “ C entro-
A m érica” , la de Colom bia, con sus antiguos elem entos; la del
Pacífico, com puesta del Perú, Bolivia y Chile1 ; y la del Plata,
que reúna en un cuerpo á la C o n fed eración A rgentina, el P ara
guay y el U ruguay.
Sin pretender pasar por profetas, no vacilam os en repetir
que en nuestro concepto el porvenir h ará surgir mas tarde o
mas tem p ran o una confederación de todas las A ntillas, el día
que esos países ad quieran la independencia á que los conducen
la fuerza n atu ral de las cosas. Pero entre tan to , las confedera
ciones continentales están indicadas por las necesidades actu a
les, y sus advenim iento no ta rd a rá . La C onfederación Colombia
na será la p rim era lo esperam os con p rofunda fe); después ven
drá la de C entro-C olom bia; y estas determ inarán la aparición
de las dos más m eridionales.
Sin em bargo de que esto nos parece inevitable y necesario,
im porta desde luego que las repúblicas españolas entren re
sueltam ente en una vía de fusión ó solidaridad, que les será fe
liz en todo caso, aún cuando quisiera evitar las confederacio
nes definitivas. A este p ro p ó sito es urgente que aquellas repú
blicas funden de una vez, en com ún, el derecho público colom
biano, y que m ism o tiem po m ancom unen sus esfuerzos por
grupos, según la dem arcación indicada, en lo relativo á su di
plom acia, su política com ercial y consular y sus m anifestacio
nes en el exterior que se relacionen con la prensa. U n congreso
hispano-colom biano, de tendencias m ucho mas prácticas y
vastas que las que concibió Bolívar al suscitar el C ongreso de
Panam á (que fué tan estéril) debe fundar, por m edio de un
pacto com ún y perm anente, las bases del derecho público de la
dem ocracia en el N uevo M undo. ¿Cuáles deberían ser los pun-
1 A c a so habría m uy graves d ific u lta d es to p o g rá fica s para la un ión con
C hile, cu y o territo rio parece d e stin a d o al a isla m ie n to terrestre.
15
tos capitales de la negación? He aquí los que nos parecen de
mas urgente necesidad:
1o. Prohibir form alm ente la guerra entre todos los Estados
co ntratan tes, en cuanto no sea un recurso absolutam ente im
posible de evitar, im poniéndose el deber de som eter todas las
cuestiones que ocu rran entre E stados españoles al a rb itra m en
to de o tro ú otros análogos.
2o. Proscribir para siem pre el corso, los bloques, los co rd o
nes sanitarios y las cuarentenas, y reconocer que en caso de
guerra m arítim a la propiedad privada será siem pre inocente y
libre, bajo cualquier pabellón y sea cual fuere la nacionalidad
del propietario, en tan to que tal propiedad no sea justam ente
calificable com o co n trab an d o de guerra; y que en caso de gue
rra terrestre ninguna localidad que no sea exclusivam ente pla
za fuerte p o d rá ser atacad a y o cupada sin previa intim ación á
los habitantes, en obsequio de los indefensos.
3o. A lianza p erpetua y eficaz de to d a la C olom bia española
contra invasiones de filibusteros.
4o. C om prom iso form al de no ceder o enajenar jam as nin
guna porción de territo rio a potencias m onárquicas.
5o. M edidas generales que conduzcan a estrechar y consoli
dar las relaciones de las repúblicas con la nación española, so
bre la base de la libertad, la igualdad y el sistema de arbi-
rt am entos.
6o. Establecer un m odo de arb itraje colom biano que facili
te el arreglo inm ediato y am igable de las cuestiones de límites
en C olom bia, y la consiguiente dem arcación precisa y peren
toria de tod as las fronteras.
7o. E stipular principios generales que aseguren entre los
E stados colom bianos la libertad com ercial, la libre y fraternal
navegación de los ríos y el libre trán sito al través de los istmos;
reconociendo la inviolabilidad absoluta de la correspondencia
internacional.
8o. C onvenir en que la correspondencia internacional (car
tas e im presos) sea franqueada siem pre en el país de la proce
dencia, y circulen sin ningún recargo de portes por los dem ás
Estados, hasta el lugar de su destino.
9o. A co rd ar la ap titu d á los ciudadanos de cada E stado co
lom biano p ara ejercer la ciu d ad an ía en cualquiera de los de
más, en caso de residencia, y declaración form al del interesado,
sin necesidad de naturalizarse y sin que tal ejercicio apareje la
pérdida de la nacionalidad prim itiva.
10o. E stipular solem nem ente la absoluta libertad religiosa,
y la perpetua proscripción de la esclavitud bajo cualquiera for
ma.
11o. Establecer reglas sobre la colonización de territorios
fronterizos
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12o. E stablecer la com unidad oficial com pleta en el sistem a
de m onedas, pesos y m edidas, de conform idad en todo con el
sistem a decim al francés.
13o. E stipular la libre cotización o circulación, en la Bolsa
de las diversas repúblicas, de los bonos de dudas y acciones y
obligaciones de em presas, de las naciones colom bianas, y per
m itir la circulación de los billetes de Banco de igual natu rale
za, sin lim itación alguna p ara las transacciones privadas.
Es evidente que el conjunto de estipulaciones hem os indica
do estrechará poderosam ente las relaciones políticas y sociales
de los pueblos hispano-colom bianos d esa rro lla d a notable
m ente su p rosperidad, y les evitaría una m ultitud de dificulta
des y conflictos que hasta ah o ra les han sido fatales; sin que
por eso sufriese m enoscabo la dignidad y soberanía de ningu
no de los E stados, cuya causa es incuestionablem ente solida
ria. La civilización gan aría m ucho con ese noble pacto colom
biano, y las repúblicas que lo firm asen verían en breve sólida
m ente establecida su reputación en E uropa.
Pero la política internacional de H ispano-C olom bia tiene
otra faz. Pensar en una Confederación hispano colom biana es
una quim era. Eso ni es posible ni sería ventajoso p ara la civili
zación. En realidad los pueblos de H ispano-C olom bia son tan
hom ogéneos que form an un solo pueblo político, ocupando
todo un contiene, la distancia es inm ensa. Lo que allí puede
haber, y conviene que haya y h ab rá, es un conjunto de C onfe
deraciones análogas, es decir todas dem ocráticas, libres y hos
pitalarias.
¿Com o llegar á esa situación, fortificando entre tan to á las
quince repúblicas desunidas? Es necesario p reparar esa gran
evolución p o r m edio de un sistem a de asociaciones am igables,
de Z o llvereins colom bianos, que regularicen los esfuerzos rela
tivos a las relaciones exteriores. N ad a nos parece m as natural
ni m as fácil que la constitución provisoria de los cu atro grupos
que hem os propuesto: el de la antigua C olom bia, el de
“ C entro -A m érica” , el del Pacífico y el del Plata. N os co n trae
rem os por ejem plo, al segundo, advirtiendo que nuestras o b
servaciones son enteram ente aplicables á los dem ás.
¿Cuál es la situación actual? Las cinco repúblicas (G u ate
m ala, H ond u ras, San Salvador, N icaragua y C osta Rica) ocu
pan un adm irable istm o, d o tad o p o r la n aturaleza de mil teso
ros y ventajas, y al través del cual, com o del istm o de Panam á,
tiene que buscar su vía el m undo com ercial. Pero cada uno de
esos E stados (aún G u atem ala que es el mas fuerte) carece de
los recursos necesarios p ara sostener p o r sí solo un tren com
pleto que le asegure un buen servicio diplom ático, consular,
ad u anero y de publicidad y defensa tipográfica en el exterior.
Estas repúblicas, o no tienen representación, ó están -m uy mal
17
representadas (no hablamos de personal, p or su puesto, sino
del núm ero y la respetabilidad de las legaciones y los consula
dos, por razón de su dotación; y el hecho es que los hombres
más honorables hacen en E uro pa un tristísimo papel como re
presentantes de H ispano Colombia, ya porque representan á
Estados moralmente microscópicos, ya porque no cuentan
con los medios necesarios p a ra inquirir las cosas, adquirir in
fluencias y respetabilidad, hacerse oír y servir con eficacia a
sus com patriotas y comitentes(1).
La prensa europea desacredita y calumnia im punem ente a
los pueblos y gobiernos colombianos, sea por preocupación
interesada, sea por ignorancia ó mala inteligencia de los he
chos. Y lo peor es (cómo lo hemos experimentado en París en
diversas ocasiones, personalmente) que la voz del Colombia
que quiere defender el h onor de su patria, ó explicar una n oti
cia inexacta, ó revelar hechos importantes, se siente ahogada
por las influencias y prácticas de la prensa europea, puesto que
los periódicos no son en general (como en Colombia) órganos
verdaderos de opiniones, sino instrum entos de pu ra especula
ción, mas o menos sujetos a influencias oficiales; y que en Eu
ropa es imposible hacerse leer cuando no se tiene un nom bre
conocido y célebre. El hecho es que en Europa, donde todo go
bierno tiene sus defensores asalariados, no hay prensa que
haga oír la voz de H ispano-Colom bia y defienda sus intereses;
por la sencilla razón de que ningún colom biano (diplomático,
cónsul o particular) tiene disponible los medios necesarios
para organizar un sistema de publicidad perm anente y hábil.
Por último, los cinco Estados de que venimos hablando, se
ven forzados, por sus fraccionamientos, á multiplicar sus
aduanas, hacerlas muy costosas, sufrir el mal del c o n tra b a n
do, carecer de suficiente servicio consular o comercial, restrin
gir en mucho el desarrollo interior, por escasez de recursos. Y,
lo que es peor, esos Estados se hallan en un deplorable an ta g o
nismo de vías inter-oceánicas, cuando su verdadero interés
consiste en m ancom unar sus esfuerzos respecto del asunto.
T ambién haremos otra observación muy im portante. N in
guno de esos Estados es capaz de resistir á un bloqueo, no di
remos de una gran potencia marítima, pero ni aun de alguna
de tercer orden Así, cuando ocurre un conflicto internacional,
el comercio de cualquiera de esos Estados queda inm ediata
mente anulado, y con él la renta de aduanas, por virtud de un
ridículo bloqueo sostenido por una ó dos corbetas. ¿Hay algún
medio de evitar este mal, equilibrando la su perio rid ad maríti
ma del enemigo? Si lo hay, y lo indicaremos aquí.
1 Pueden citarse r a tísim a s e x ce p c io n es, qu e en nada in valid an la regla g e
neral, p orq u e p ro v ien en ó de ventajas pu ra m en te p erso n a les, ó de ciertos in
tereses de rivalidad in tern a cio n a l.
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S upongam os que los cinco E stados de C entro-C olom bia
form en una cuádruple liga: ad u an era y com ercial, diplom áti
ca, consular y de publicidad extranjera. Los p u ertos y las
aduanas serán com unes a to d a la C olom bia central; la tarifa,
uniform e y liberal; las ad u an as interiores quedarán abolidas;
los produ cto s de las exteriores se dividirán á p ro ra ta entre los
cinco E stados. Estos fo rm arán un fondo com ún p ara sus gas
tos de representación, y con este elem ento pod rán m antener
con dignidad una buena legación en los Estados U nidos, en
Inglaterra, en F rancia, en E spaña, en A lem ania y en Italia, y
un vasto servicio consular, que representa tam bién a to d a la
Unión, en to d o s los puertos y plazas com erciales del m undo
donde ella tenga intereses im portantes. En fin, los m ism os Es
tados form arán un fondo destinado a costear en E uropa publi
caciones respetables, sea en la form a de libros y folletos, sea
fundando un órgano especial en In glaterra o Bélgica, sea sub
vencionando a ciertos periódicos p ara obtener su apoyo per
m anente. C u alquiera que sea el m edio, C entro-C olom bia ten
drá voz en E uropa; p o d rá p atro cin ar sus em préstitos y em pre
sas, defenderse de todo ataque, explicar los hechos, hacer co
nocer las riquezas y ventajas de su suelo, fom entar inm igracio
nes, publicar estudios que revelen su V erdadera condición so
cial, inspirar en E uropa un se nt im iento de benevolencia y con
sideración, ap o y ar la acción d e su diplom acia, etc.
T odo s esos bienes los p o d rá obtener C entro-C olom bia a
poca costa relativam ente, si com bina su acción en el exterior;
sin perjuicio de que cada una de las cinco repúblicas m antenga
su com pleta personalidad internacional y política. C ada m i
nistro diplom ático, cónsul o agente fiscal ó com ercial, sería
cinco veces representante, recibiendo cinco credenciales; pero
establecida la arm onía entre los cinco gobiernos, la acción se
ría una sola en realidad, los recursos com unes, la respetabili
dad com ún y el beneficio tam bién.
Supongam os el caso de un rom pim iento con alguno de los
cinco E stados. C om o ellos serían siem pre independientes y so
beranos, el rom pim iento sería parcial, refiriéndose solo al Es
tado particularm ente interesado, y las consecuencias no pesa
rían sobre ninguno. Supóngase, p o r ejemplo, que Inglaterra
ordena el bloqueo de los p uertos de C osta-R ica y les expide
p asaportes a sus representantes: estos no dejarán de ser repre
sentantes de las otras cuatro repúblicas en paz, y el servicio
co ntinu ará en el hecho; y el com ercio no podrá ser in terru m p i
do respecto de las dem ás repúblicas que no son beligerantes, lo
que hará ilusorio el bloqueo respecto de C osta-R ica, al m enos
en sus efectos mas im portantes. ¿Se dirá que este sistem a no se
ría perfectam ente honorable? Las repúblicas colom bianas han
sido hasta ah o ra im punem ente hum illadas e insultadas, a cau-
19
sa de su debilidad. Ellas tienen el derecho de defenderse y ale
ja r los peligros y males de la guerra. La unión es la fuerza de
los débiles; y nada mas h o n o rab le que oponer a la ley del ca
ñón rayad o la habilidad y la inteligencia. El día que los
hispano-colom bianos adopten ese sistem a, b u rlarán la colera
de las fuertes potencias, que se m uestran tan tolerantes y pru
dentes potencias, que se m uestran tan tolerantes y prudentes
con las de su clase, y tan quisquillosas y altivas con las débi-
les(1). Si el incidente del capitán M acdonald, u otro sem ejante,
hubiese o currido en un E stado h ispano-C olom biano, los pu er
tos de este habrían sido b o m b ard ead o s o bloqueados, a fin de
obtener satisfacción del honor e indemnización de perjuicios. De
eso estam os perfectam ente convencidos, ju zg an d o por hecho
muy frecuentes.
Si, pues, querem os ser fuertes, sin necesidad de m antener es
cuadras y fortalezas, u n ám onos con inteligencia y habilidad;
hagám onos respetar por nuestros progresos, nuestra dignidad
y nuestros liberalism o. F orm em os cuan to antes las cuatro li
gas indicadas, y esos cu atro grupos, o b ran d o en arm onía con
el de M éjico, le darán im p o rtan cia a la dem ocracia de
H ispano-C olom bia. M ientras vivam os en el aislam iento y la
discordancia que nos han debilitado, nada ó muy poco valdre
mos, y el derecho público de las grandes naciones será letra
m uerta en su aplicación a nuestros pueblos.
Pero si las repúblicas de ese continente tienen tan gran inte
rés en ad o p ta r esa política, no es m enos grave el deber que la
civilización y la justicia les im ponen a los gobiernos europeos
y de A m érica respecto de aquellos Estados. H asta ah o ra se nos
ha tra ta d o con dureza y desdén, sin tener en cuenta las debili
dades consiguientes a nuestro origen, nuestra viciosa educa
ción, las grandes dificultades de la transform ación y de la n a
turaleza, y la inexperiencia de pueblos tan atrasados, pero de
la índole mas accesible. Es necesario que la E uro p a com pren
da que, p ara obligarnos a tener juicio, lo prim ero que debe
hace es inspirarnos la conciencia de nuestra dignidad, respe
tándonos y tratán d o n o s bajo el pie de la igualdad internacio
nal, - l a igualdad delante del derecho. Es preciso que la E uro
pa y los E stados U nidos (ó lo que de ellos salga) se hagan re
presentar en H ispano-C olom bia por m edio de hom bres hono-
20
rabies, prudentes, sinceros, tolerantes y respetables, y no por
medio de “ em brollones, ” enviados com o estorbos, de usure
ros y especuladores, de intrigantes que van a hacer fortuna con
sus credenciales, en vez de ir a conciliar intereses legítimos,
que es la m isión de la diplom acia.
La E u ro p a no debe olvidar que es ella la que ha llevado la ci
vilización al N uevo M undo y creado los elem entos sociales
que allí existen, responsabilidad que le im pone el deber de fa
vorecer, en vez de co n trariar, el desarrollo de los pueblos naci
dos de tales elem entos y destinados a la dem ocracia por la na
turaleza de las cosas. N o debe olvidar que la actual prosperi
dad del m undo europeo no ha venido sino después de m uchos
siglos de p ruebas terribles, horrores y miserias; p o r lo cual no
es ju sto exigir que los hispano-colom bianos hagan prodigios
de im proviso. N o debe olvidar que, a su tu rn o , la E uropa le
d e b e in m e n s o s b e n e fic io s a la re v o lu c ió n h is p a n o -
colom biana, puesto que ella, produciendo la independencia,
no sola ha m odificado p ro fu n d am en te la situación industrial y
com ercial del m undo, acrecentando la actividad y ensanchan
do m ucho la esfera de la civilización, sino que ha contribuido
en parte, y co n trib u irá m ucho m as aún, a descargar a las socie
dades europeas del exceso de su población, b rin d ando a las
em igraciones el bienestar en cam bio de miserias ab ru m ad o ras
y am enazantes. N o debe olvidar, en fin, que su p ropia digni
dad y su civilización están interesadas en la dignidad y civiliza
ción de H ispano-C olom bia; y que no es posible m antener bue
nas y útiles relaciones con los am igos, cuando no se com ienza
por atestiguarles estim ación y respeto, que son los m ejores es
tim ulantes para el que tiene inteligencia y corazón generoso.
Q ue la E u ro p a y la A m érica llenen, pues, sus deberes respec
to de H ispanoC olom bia, y se verá que el orgullo y la vanidad
de nuestros pueblos se convierten en cualidades fecundas, y
que la civilización no se en g añ ará en las esperanzas fincadas
en el p ro g re so del N u ev o M u n d o . Q ue los h isp an o -
colom bianos por su parte se consagren con resolución a reali
zar un p ro g ram a sem ejante al que hem os indicado, - s i n desa
nim arse por ningún o b s tá c u lo tran sito rio —y la revolución de
1810 se h ab rá com pletado dignam ente, según su espíritu sus
necesidades y su lógica. E ntonces se verá cuan m aravillosos
son los resultados que la libertad y la justicia pueden producir;
la dem ocracia dejará de ser antip ática en Europa; H ispano-
C olom bia ten d rá un porvenir de prosperidad y gloria incalcu
lables; y la nobleza raza española, fuerte y respetable en am
bos m undos, será uno de los mas poderosos in strum entos de la
civilización.
21
S ie n d o d ir e c to r g e n e r a l d e P u b lic a c io n e s J o s é D á v a lo s
se te r m in ó d e im p r im ir e n lo s ta lle r e s d e I m p r e n ta M a d e r o , S . A .,
A v e n a 10 2 , M é x ic o 13, D . F . e n s e p tie m b r e d e 1 9 7 9 .
S e tir a r o n 1 0 , 0 0 0 e je m p la r e s.
TOMO VI:
51. George Robert Coulthard, P A R A LELISM O Y D IVER G EN CIA S ENTRE INDIG E
N A S Y NEGRITUD. 52. Benito Juárez, CARTAS. 53. Germán Arciniegas, N U E S
TRA A M E R IC A E S UN ENSAYO. 5 4 . Aimé Cesaire, D ISC U R SO SO BRE EL COLO
N IA L ISM O (fragmento). 55. José María Arguedas, EL IN D IG EN ISM O EN EL PE
RU. 56. Justo Arosemena, PROYECTO DE TRATADO PA R A FU N DAR U N A LIGA
SU D A M ERIC A N A . 57. Samuel Silva Gotay, TEOLOGIA DE LA LIBERACION LATI
NO AM ERICAN A: CAM ILO TORRES. 58. Servando Teresa de Mier, Q U EJA S DE
LOS A M ERIC A N O S. 59. Benjamín Carrión, RAIZ E ITINERARIO DE LA CULTURA
LATINOAMERICANA. 60. Ernesto Che Guevara, LATINOAMERICA: LA REVOLU
CION N EC ESA RIA .
TOMO VII:
61 Luis Villoro, DE LA FUNCION SIM B O L IC A DEL M U N D O INDIGENA. 62. Au
gusto César Sandino presentado por Jorge Mario García Laguardia, REALIZACION
DEL SU EÑ O DE BOLIVAR. 63. Arturo Uslar-Pietri, A N D R E S BELLO EL D ESTE
RRADO. 64. Frantz Fanon, ANTILLA N O S Y AFRICANOS. 65. Víctor Raúl Haya de
la Torre, EL LENGUAJE POLITICO DE INDO AM ERICA. 66. José Victorino Lasta-
rria, LA A M E R IC A (fragmentos). 67. José Antonio Portuondo, LITERATURA Y S O
CIED AD EN H ISPA N O A M ER ICA . 68. Domingo F. Sarmiento, SA N M ARTIN Y BO
LIVAR. 69. Gilberto Freyre, RA IC ES EU RO PEAS DE LA H ISTO RIA BRASILEÑA.
RECTOR
Dr. Guillermo Soberón Acevedo
SECR ETA R IO GEN ERA L ACA D EM ICO
Dr. Fernando Pérez Correa
SECR ETAR IO GEN ERA L AD M INISTRATIVO
Ing. Gerardo Ferrando Bravo
DIRECTO R FACULTAD DE FILO SO FIA Y LETRAS
Dr. Abelardo Villegas
CENTRO DE ESTU D IO S LATIN OAM ERICAN OS
Dr. Leopoldo Zea.
CO O RDINADOR DE HU M ANIDADES
Dr, Leonel Pereznieto Castro
CENTRO DE ESTU D IO S SOBRE LA U NIVERSIDAD
Lic. Elena Jeannetti Dávila
UNION DE U N IVER SID A D ES DE AM ER ICA LATINA
Dr. Efrén C. del Pozo.