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Universidad Autónoma de Yucatán

Cuestiones de poética

Esaú Cituk Andueza

Acercamiento al paralelismo místico entre Teresa y Alejandra

Probablemente no tienen nada en común la España del siglo XVI con la Argentina del siglo

XX; probablemente vislumbrar un puente imaginario entre ambos países, entre ambas

épocas, entre ambos tiempos es arriesgarse a edificar una construcción con piedras

vacilantes de la imaginación, de la poesía, del lenguaje. Acaso toda edificación literaria es

un riesgo y únicamente al momento de efectuarla se puede tener la experiencia de

sobrevivirla o de arruinarse en sus escombros.

No obstante, al acercar ambos elementos entre sí pueden encontrarse coincidencias,

similitudes, incluso paralelismos. Se pueden encontrar, por ejemplo, a dos personajes cuyas

vidas se volcaron a una tarea parecida: encontrarse, expresarse, manifestarse. Desde aquí ya

pueden hilarse las coincidencias que entre estos personajes se descubren. En primera

instancia, estos dos personajes son mujeres, y ambas padecieron, muy a su manera, su ser

femenino en sus distintas épocas. Estas mujeres son Teresa de Ávila y Alejandra Pizarnik.

Tal vez hiciera falta realizar un paralelismo biográfico para entrever que hay

muchas más similitudes entre ellas de lo que en apariencia puede notarse; un detalle

sencillo puede ser el simple hecho de que ambas cambiaron sus nombres, como si

cambiaran de personalidad. Pero es dentro de su labor literaria donde hay más encuentros

entre estas dos figuras.

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Intencionadamente o no, ambas dejaron un legado escrito, ahora es posible llamarlo

literario, dentro del cual, las búsquedas y preocupaciones, las palabras y las obsesiones, los

miedos y las alegrías se entraman en un tejido del lenguaje tan personalísimo, y a la vez tan

parecido, que sus puntos de encuentro entre sí van más allá de un sentido literario. Podría

arriesgarse a afirmar que hay un sentido místico, haciendo a un lado la religión y el apetito

sexual, equilibrando de cierta forma a ambas figuras, así como a las obras escritas, y

centrando la atención en el aspecto literario. Para poder descubrir este aspecto con mayor

detalle, hay que afilar una mirada minuciosa sobre ambas obras, sobre ciertos aspectos,

varias expresiones que significan mucho más de lo que dicen, logrando extender una

especie de telaraña de sentidos y significados que permiten abordar, con todo y riesgo, el

castillo y el jardín literario de ambas escritoras.

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I

Establecer los puntos específicos de encuentros y paralelismo requiere un exhaustivo y

amplio trabajo de análisis y confrontación, así como una minuciosa descripción de la vasta

obra, tanto de Teresa de Ávila como de Alejandra Pizarnik. En un primer acercamiento, se

pueden considerar dos aspectos significativos de convergencias literarias: el lenguaje y el

entendimiento. Es en la obra en prosa donde pueden apreciarse con mayor detenimiento las

declaraciones que hacen las autoras sobre estos dos aspectos.

Al hacer uso del lenguaje como forma de expresión, necesariamente se llega a una

reflexión sobre esta herramienta y sobre su uso. En este punto ambas escritoras concuerdan

en una cosa: el lenguaje es ineficaz para poder expresar la totalidad de sus ideas, de su

sentir de cada una.

En algunos de los Relatos de Pizarnik, que pudieran considerarse como viñetas

poéticas en prosa, se pueden encontrar declaraciones sobre el lenguaje, sobre la voz,

entendida esta como una manifestación del lenguaje al ser necesariamente escrita. De este

modo, en “Tangible ausencia”, dice que “el lenguaje es vacuo y ningún objeto parece haber

sido tocado por manos humanas” (Pizarnik 2002, 52). Es en este mismo relato donde

declara “Hablo con la voz que está detrás de la voz y con los mágicos sonidos del lenguaje

de la endechadora.” (2002, 52). Es así como el lenguaje resulta ser un pretexto que esconde

o disfraza la voz, una segunda voz que ya quisiera decir lo que en verdad se pretende; es

como si hubiera algo más qué decir, pero por obstáculo del lenguaje no se alcanza a

expresar. Es decir, se encuentra una segunda intención al hablar, algo que no proviene de sí

mismo. Teresa de Ávila lo asocia directamente a Dios: “mas si el espíritu falta, no hay más

concertar este lenguaje que si fuese algarabía (…) porque veo claro que no soy yo quien lo
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dice…” (Teresa 1948, 82); se refiere a que ella misma no posee las palabras, ni la

capacidad, y menos el lenguaje para expresar lo que le piden decir, de modo que su

habilidad para hacerlo le viene de “el Señor”, siendo así, que si le faltara esta presencia no

podría decir nada.

Continuando con Pizarnik, ella misma llega a dotar de cualidades negativas el

lenguaje, por su misma ineficacia: “Lenguaje visceral constatador de los fantasmas de las

apariencias” (Pizarnik 2002,61); pero puede verse que se mantiene la idea de que el

lenguaje es evidencia de que hay un segundo plano imposible de decir, o apenas decible,

por medio del lenguaje, ya que “ya no es eficaz para mí el lenguaje que heredé de unos

extraños” (2002, 61). Así mismo, anuncia el irreductible final del lenguaje: “algún día me

leerá con fervor por haber logrado, yo, decir que no puedo decir nada.” (2002, 61) Es está

última constatación el final del lenguaje: no puede decir nada. De una manera semejante,

Teresa se rinde a las “mercedes” que Dios le hace: “Yo no sé otros términos cómo decirlo,

ni como declararlo, ni entonces sabe el alma qué hacer; porque ni sabe si hable, ni si calle,

ni si ría, ni si llore.” (Teresa 1948, 89), de esta forma su lenguaje va buscando rendirse

también en el silencio u otras expresiones.

Si bien ambas autoras reconoces que su lenguaje es ineficaz, hay sin embargo un

punto de diferencia entre ambos. Ya se ha visto que para ninguna el lenguaje es suficiente,

para una porque no proviene de ella, o porque son demasiado elevadas las cosas que quiere

declarar, y para la otra porque simplemente el lenguaje es “un pretexto para el silencio”. No

obstante, los efectos de este ineficaz lenguaje son distintos. Es decir, llegaron a una misma

conclusión, pero obtuvieron diferentes resultados.

En Teresa el lenguaje es fructífero, produce resultados positivos, lleva a cabo un

acontecer, aunque no proviene de ella misma, sino de Dios, pues de él son las palabras que
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utiliza, de él le viene el lenguaje, por eso afirma que “parece quiere el Señor se entienda

que es poderoso y que sus palabras son obras” (1948,131). Con esto explicaba que hay una

gran diferencia entre el decir de las personas y el de Dios; pues cuando Él habla, ya cumple

lo que dice, es decir, sus palabras ya causan el efecto que prometen, y así palabra y acción

son uno al mismo tiempo. En cambio, en Pizarnik hay una ruptura: “no/ las palabras/ no

hacen el amor/ hacen la ausencia/ si digo agua ¿beberé?/ si digo pan ¿comeré?” (Pizarnik

1972). Las palabras no cumplen lo que prometen, al contrario, constatan una necesidad sin

remediar. De este modo puede verse, cómo ambas tienen experiencias semejantes con el

lenguaje, su ineficacia, pero con resoluciones que apuntan hacia diferentes destinos: para

Teresa la palabra cumple su acción; para Pizarnik el lenguaje no puede expresar la realidad.

II

En la teología mística se consideran tres potencias del espíritu: memoria, entendimiento y

voluntad. Habría que hacer un tratado específico para tratar sobre ellas, tanto en obra de

Teresa de Ávila como en la de Alejandra Pizarnik, y seguramente se encuentran abundantes

confrontaciones, coincidencias, convergencias. Sin embargo, en este caso, únicamente se

hablará brevemente de la segunda: el entendimiento, y con alto riesgo de cometer una

discordancia entre lo que se dice y el asunto del que se habla, es decir, que lo que se está

diciendo, no se entienda.

El modo de proceder del entendimiento en Teresa, queda declarado en múltiples

ocasiones, sirva de ejemplo cuando dice: “El entendimiento, si entiende, no se entiende

cómo entiende; al menos, no puede comprender nada de lo que entiende. A mí no me

parece que entiende; porque, como digo, no se entiende: yo no acabo de entender esto.”
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(Teresa 1948, 99). Sin embargo el entendimiento llega a su objetivo: unirse con Dios de

manera mística. Aunque no entienda cómo, ni entienda el qué, llega a entender que debe

abandonarse para poder lograr esa unión. De manera inversa Pizarnik entiende de otra

forma, pero semejante: “ella se desnuda en el paraíso/ de su memoria/ ella desconoce el

feroz destino/ de sus visiones/ ella tiene miedo de no saber nombrar/ lo que no existe”.

Pizarnik entiende que no entiende, que no puede llegar a entender, y mucho menos usando

el lenguaje, y por eso mismo, se rinde, ya no permite que opere más el entendimiento.

Probablemente sean dos formas de entender, de manejar el entendimiento, pero sus

procedimientos son similares y redundar en ellos crea más dificultades de las que parece

solucionar. Es inevitable notar la coincidencia del entendimiento, ya por intención o por

accidente, pero reconocer que no se puede usar del todo el entendimiento, cumple, de

alguna manera con el proceder de la mística, sin necesidad de una religión, (o la palabra

misma, la poesía, la literatura misma es la religión); es decir, que a través de los

procedimientos, que usan tanto el lenguaje como el entendimiento, si se llega al punto que

llegaron Teresa y Pizarnik, debe reconocerse que existe una mística; y el mayor punto de

convergencia entre ellas, al que las llevó su obra y su vida es el silencio.

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No se concluye un tema con el simple hecho de poner punto final; un tema no se agota a

pesar de realizar infinitos análisis o investigaciones. Decir que se ha concluido con la

propuesta de un paralelismo místico entre Alejandra y Teresa es obviar una mentira. Pero

ha de admitirse que hace falta un trabajo más exhaustivo, más preciso, más amplio donde

puedan exponerse las características de la mística en la obra de ambas autoras. No hace

falta nombrarlas, ni reconocer a ambas como místicas, sus obras hablan por sí mismas. En

cambio sí hace falta mencionar que los procesos de la mística en cada una de ellas, aunque

con procedimientos semejantes, llevan rumbos diferentes, tanto en la obra como en la vida

particular de cada una. Teresa buscaba la unión con Dios, el abandono de sí misma para

llegar a una realización plena de su fe, y eso como objetivo sublime de un caminar que le

exigía la propia renuncia de sí misma. Por su parte, Alejandra no sabía lo que buscaba; tal

vez reconocerse, descubrirse a ella misma, y al vislumbrarse fue tanto el asombro que

prefirió destruirse, su caminar la llevó a hundirse cada vez más en la oscuridad, en la

depresión, en el suicidio; se abandonó a sí misma, para aniquilar lo que era, lo que

pretendía ser, o para no llegar a ser nada. Y a fin de cuentas la mística es un camino desde

la nada hacia la nada, pero puede llevar hacia la luz o hacia la oscuridad; puede involucrar a

escritoras de diferentes épocas, de diferentes entornos; puede hacer coincidir a una monja

enclaustrada ya una drogadicta trotamundos, y puede manifestarse tanto en la soledad de un

monasterio como en la soledad de un sanatorio, que acaso vienen a ser lo mismo.

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Referencias

De Jesús, santa Teresa. 1948. “Vida de santa Teresa de Jesús”, en Obras Completas.

Madrid: Aguilar.

Pizarnik, Alejandra. 2002. “Relatos”, en Prosa completa. Barcelona: Lumen.

Pizarnik, Alejandra.1972. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, México, Nueva


Época, n° 19.

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