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COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAL REVIEW, Volume 15,

Nº 4, Fall 2006, pp. 377-418

El rosto local de la Monarquía Hispánica: justicia y


equipamiento político del territorio al sureste de Charcas,
siglos XVI y XVII
Darío Barriera

Tras invadir las Américas, los europeos emprendieron la


conquista de sociedades cuyas formaciones sociales y políticas no
solamente eran distintas de las occidentales, sino muy diversas entre sí.
Esa misma diversidad animó numerosos debates en tomo al tipo más
conveniente de organización política y sobre la adecuación de los
universos normativos castellanos o "hispánicos" a las realidades que los
coetáneos denominaban "indianas." Las tierras—expresión que aludía
por entonces a la comunidad de hombres y los vínculos de éstos con el
suelo en el que habitaban—caribeñas, mesoamericanas, andinas o
rioplatenses plantearon, entonces, retos disímiles.1 En consecuencia, las
formas en que se resolvió la construcción política de las nuevas
repúblicas cristianas siguieron patrones generales pero fueron
regionalmente diferentes.
Para poder contrastar estas diferencias sería deseable contar
con una similar producción historiográfica sobre el tema para las
distintas áreas. Probablemente por cómo se desarrollaron las
historiografías nacionales latinoamericanas o por cómo los
profesionales europeos y norteamericanos abordaron la historia colonial
de los dominios hispánicos en América durante el siglo XX, los
estudios que enfocan las características de la dinámica política y
jurídica local de los territorios americanos de la Monarquía arrojan un
panorama con vacíos importantes. A este déficit de interés general debe
agregarse que el renglón "historia política" de la historiografía colonial
rioplatense en particular no alcanza la media—al menos no en
cantidad—si se lo compara con los estudios que pertenecen a las

1 Sobre la concepción de tierra y de tierra nueva, véase José María Mariluz Urquijo,
"El concepto de tierra nueva en la fundamentación de la peculiaridad indiana," en
Memoria del IV Congreso Internacional de Historia del Derecho Indiano (México:
Universidad Nacional Autónoma de México, 1976), 389-402.
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tradiciones historiográficas que se ocuparon del tema para las áreas


mexicanas y peruanas.2
En este trabajo se propone un análisis de la arquitectura del
proceso de equipamiento político de un territorio de la Monarquía
Hispánica que no gozó de tanta atención historiográfica como otros: la
Gobernación del Río de la Plata. Dicho proceso será expuesto y
analizado a partir de la reconstrucción de configuraciones donde los
dispositivos de gobierno de la Monarquía Hispánica aparecen tramados
localmente y adquiriendo sentidos particulares según los términos de
las contiendas y la densidad de las relaciones sociales tejidas en el
territorio con el propósito de facilitar futuras comparaciones.
Disputándose recursos materiales y simbólicos, los agentes que
tuvieron parte en el gobierno de las provincias americanas de la
Monarquía manejaron amplios márgenes de maniobra para su agencia y
dejaron su impronta en el proceso de organización territorial de las
mismas. También los que quisieron tener parte pero no lo consiguieron,
o los que no la tuvieron pero incidieron en la toma de decisiones,
debieron hacerlo según unas reglas de juego. El desarrollo del
equipamiento político del territorio es, al mismo tiempo, proceso y
resultado.3 * Es efecto, consecuencia y renovado punto de partida de la

2 "Rioplatense" involucra aquí a la historiografía colonial paraguaya y tucumana.

Para una exposición extensa de este diagnóstico y la propuesta de algunas


explicaciones, véase Darío Barriera, "La historia del poder político sobre el período
temprano colonial rioplatense: razones de una ausencia, propuestas para una agenda,"
Penélope: Revista de Historia y Ciencias Sociais 29 (2006): 133-59. Desde la historia
del derecho, una mirada reciente y de conjunto se encuentra en Víctor Tau Anzoátcgui,
"La Monarquía: poder central y poderes locales" y "Órdenes normativos y prácticas
socio-jurídicas: la justicia," ambos en Período Español: 1600-1810, tomo 2 de Nueva
historia de la nación argentina, ed. Academia Nacional de la Historia (Buenos Aires:
Planeta, 1999). Desde la perspectiva socioeconómica, véase Zacarías Moutoukias,
"Gobierno y sociedad en el Tucumán y el Río de la Plata, 1550-1800," en La sociedad
colonial, ed. Enrique Tandeter. tomo 2 de Nueva historia argentina (Buenos Aires:
Editorial Sudamericana, 2000), 355-411.
3 El concepto de "equipamiento del territorio" es una adaptación del "ordenamiento

territorial" propuesto por la geografía francesa. Véase Rogcr Brunet, L'aménagement


du territoire en France (París: La Documentation Franjóse, 1997). El concepto ha sido
utilizado en su primer estado por las escuelas de gubemamentabilidad socialdemócratas
y preeminentemente para señalar discontinuidades o inequidades localizables con el
propósito de cartografiarlas para formular estrategias que permitan corregirlas. Dado
que en geografía el concepto designaba originalmente tanto el proceso como el
resultado y se orientaba a relacionar la acción política con las modificaciones impresas
en el territorio, aquí se ha recuperado su característica recursiva para analizar el
proceso por el cual la Monarquía Hispánica instaló en los territorios que conquistaba
las relaciones sociales, jurisdiccionales y judiciales—expresadas institucionalmente— (sigue)
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interacción permanente donde concurre el quehacer de distintos agentes


de la comunidad política que, fabricando, recreando y haciendo suyos
unos dispositivos de gobierno, organiza jurisdiccional, institucional y
simbólicamente un territorio, convirtiéndolo así en un espacio político.4
Aquí se sostiene que la producción normativa y la delegación
de amplios márgenes de acción para los agentes locales de la
Monarquía Hispánica posibilitó el éxito (primero) y favoreció el
fortalecimiento (después) de la Monarquía agregativa, compuesta y
policentrada como una compleja forma institucionalizada de poder
político capaz de hacer funcionar la dirección del flujo de la potestas y
de la renta hacia el centro.5 La confección de esta muestra se realizará
considerando cuatro escenarios: el establecimiento de las grandes
jurisdicciones en el subcontinente sudamericano, la observación de
procesos de control de funcionarios (en rigor, oficiales) de la
Monarquía, el análisis del uso localizado de elementos normativos
castellanos y, por último, el de las jurisdicciones sobreimpresas en el
nivel local de la administración de justicia, examinando designaciones
de "justicias" en una ciudad rioplatense.6

que desde el punto de vista del europeo organizaban la extensión en territorio (lo
convertían en un espacio político). Por ello el concepto de equipamiento político de un
territorio designa al proceso que incluye acciones de diversos agentes y de distinto
tipo que tienden a conseguir un resultado orientado por esta voluntad de
ordenamiento—y las expresiones simbólicas o físicas que este accionar va imprimiendo
tanto en el terreno como en la concepción de su relación con las instituciones políticas.
4 Se utiliza el concepto de espacio político inspirado en el sentido que le diera

António Manuel Hespanha en distintos momentos de su obra, Vísperas del levíatán:


instituciones y poder político. Portugal, siglo XVII (Madrid: Taurus Humanidades,
1989). En esta obra, el autor utiliza la expresión "espacio 'equipado' desde el punto de
vista político y administrativo" (p. 83).
5 Modernamente, potestas es el reconocimiento social del poder. En el Derecho

Romano, la potestas estaba ligada originalmente a las figuras que administraban la


justicia. En las sociedades de antiguo régimen con fuerte incidencia del Derecho
Romano, como la que aqui se analiza, su delegación implicaba transferir capacidades
jurisdiccionales, judiciales y de gobierno con carácter legítimo, que debían ser
efectivizadas en un territorio conocido o por conocer.
6 El término "funcionario," en su actual sentido (el de funcionario público) no fue

registrado por la Real Academia Española hasta la edición de 1869. En cambio, en la


primera edición del diccionario, oficiales "en la República son los que tienen cargo de
gobierno de ella: como Alcaldes, Regidores, &c. Lat. República Ministri." Real
Academia Española, Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el
verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de
hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua
[Diccionario de Autoridades] (Madrid: Imprenta de Francisco del Hierro, 1737), 5:21.
En cuanto al vocablo "funcionario," que se ha impuesto por el uso, no es
completamente incorrecto si se considera que hace referencia a quien ejercita una (sigue)
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Las grandes jurisdicciones que acabaron por designarse el


territorio rioplatense fueron diseñadas entre las primeras exploraciones
del área y 1617. Los primeros escarceos de flotas hispánicas por las
costas del Atlántico sur tuvieron lugar antes de que las huestes de
Hernán Cortés llegaran a México o las de Francisco Pizarro al Perú. En
la segunda década del siglo XVI, el río de Solís parecía ser la vía de
entrada al país de los metales, por lo que luego se lo llamó "de la
Plata." La expresión "Río de la Plata" todavía es utilizada
ordinariamente como una sinécdoque para nombrar a la Argentina
entera e incluso al Paraguay ("la cuenca del Plata").7 De ese modo,
recupera su uso antiguo; para los conquistadores del siglo XVI, el
estuario platense designaba un territorio enorme que incluía las tierras
bañadas por los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay, que desaguan en el
Río de la Plata.8 La imponencia de este complejo hídrico fue temprana
y magníficamente retratada en 1562 por Diego Gutiérrez, cartógrafo de
la Casa de Contratación entre 1554 y 1569.9
Hasta el último cuarto del siglo XVI, esta cuenca presentó a los
conquistadores europeos grandes dificultades. Tras los intentos de Juan
de Solís en la década de 1510, las prolongadas expediciones de
Sebastián Cabot y Diego García entre 1526 y 1530 y la experiencia del
Adelantado Pedro de Mendoza emplazando el fuerte de Buenos Aires

función de gobierno o de justicia. Véase al respecto Ricardo Zorraquín Becú, La


función de justicia en el Derecho Indiano (Buenos Aires: Instituto de Historia del
Derecho, 1948), 26-27.
7 Juan José Saer, El rio sin orillas: tratado imaginario (Buenos Aires: Alianza,

1991), 34.
8 Los cronistas debatían sobre el punto. Gonzalo Fernández de Oviedo afirmaba que

Rio de la Plata era la denominación cristiana del que, en voz indígena, se llamaba
Paraná. Cabe recordar que no estuvo jamás en el Rio de la Plata y se basó en gran
medida en el Islario de Alonso de Santa Cruz y en otros testimonios. Gonzalo
Fernández de Oviedo y Valdés. Historia general y natural de las Indias, islas y tierra-
firme del mar océano (Madrid: Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1852),
2:114 y 165. El fragmento inferior izquierdo de una carta atlántica datada a finales del
siglo XVII y atribuida a Joao Teixeira Albernaz representa al Rio de la Plata como un
grueso brazo de agua que se abre en dos hacia el norte y se fibrila en numerosos
afluentes menores hacia el este y el oeste, subrayando la continuidad que existía
todavía para algunos entre el estuario del mar dulce y el Río Paraná. Suzanne Daveau,
Lugares e regioes em mapas antigos (Lisboa: Comissao Nacional para as
Comemoracoes dos Descobrimentos Portugueses, 1997), 48.
9 El mapa de Gutiérrez, que se conserva bajo el número 1303 en la Rosenwald

Collection de la Library of Congress, Washington, fue titulado Americae sive


qvartae orbis partís nova et exactissima descríptio y fue grabado por Hieronymus
Cock. Una descripción del mismo aparece en The Quarterly Journal of the Library of
Congress 6:3 (1949): 18-20.
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en 1536, los europeos consiguieron instalar un asentamiento estable en


la cuenca solo en 1537. Un desprendimiento de la expedición de Pedro
de Mendoza remontó el río Paraná y estableció el pueblo y puerto de
Asunción, muy lejos de la boca del ancho río que propiciara el uso del
oxímoron "mar dulce."
Desde mediados de la década de 1540, la superficie de un
enorme triángulo imaginario cuyos vértices lo conformaban las
ciudades de La Plata (1538) en la región de los Charcas, Asunción
(1537) en el Paraguay y la arrasada Buenos Aires de Mendoza (1536-
1541) en la boca del Río de la Plata, constituyó para los europeos un
vasto ruedo donde confrontaban con los pueblos indígenas, con la
naturaleza y con sus limitaciones. Las necesidades de comunicación y
de descompresión de las élites limeñas y charqueñas, necesitadas de
terrenos y de indígenas para nutrir encomiendas que otorgar como
premios por servicios militares, motivaron avances hacia el sureste.
Entre 1540 y 1570, la extensión que conformaba el mencionado
triángulo fue un inmenso botín, una válvula de escape y un terreno de
ensayos, tanto para quienes provenían de la Península Ibérica como
para los capitanes "descargados" desde el Paraguay y sobre todo desde
el Perú, que fundaban ciudades y establecían nuevas jurisdicciones.10
El 21 de marzo de 1534, Pedro de Mendoza firmó una
capitulación con la Corona, en la cual ésta le concedía la titularidad de
la gobernación de los pueblos del Río de la Plata. Su gobernación
(también llamada de Mendoza, ya que era de uso en la época llamar a
las provincias por el apellido de su titular) coexistía con las
gobernaciones de Nueva Toledo (Gobernación de Almagro), de Nueva
Castilla (Gobernación de Pizarro), la Provincia del Estrecho y la
Provincia de Chile de la Nueva Extremadura.11 Los titulares de estas
primeras gobernaciones eran adelantados que contrataban con la
Corona.12

10 Miguel Alberto Guérin, "La organización inicial del espacio rioplatense," en

Tandeter, La sociedad colonial, 40.


11 Oscar R. Nocetti y Lucio B. Mir, La dispula por la tierra: Tucumán, Rio de Ia

Plata y Chile. 1531-1822 (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1997), 23-31.


12 Francisco Pizarro había recibido los títulos de adelantado, gobernador, alguacil

mayor y capitán general de la Nueva Castilla (Capitulación de Toledo, 1529), y Diego


de Almagro, a través de una rectificación de la misma capitulación en 1534, los títulos
de adelantado y gobernador de la Nueva Toledo. Véase la transcripción de la
capitulación en Manuel Josef Quintana, Vidas de españoles célebres (París: Baudry,
Librería Europea, 1845), 176-80.
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En 1540, las gobernaciones de Francisco Pizarro y Diego de


Almagro fueron reunidas bajo el gobierno del Licenciado D. Cristóbal
Vaca de Castro hasta 1542, cuando se dictaminó la creación del
Virreinato del Perú. En 1544 se instaló efectivamente la Audiencia de
Lima (creada dos años antes). Años después de la muerte de Mendoza,
en 1547 la Corona capituló parte del territorio paraguayo y rioplatense
con Juan de Sanabria—motivo por el cual la gobernación también fue
denominada "de Sanabria."13
En la cartografía de la Monarquía, hasta 1547 el Virreinato del
Perú presentaba una distribución jurisdiccional en gobernaciones que
recortaban latitudinalmente el territorio, enmarcadas por la línea de
Tordesillas al este y el Pacífico al oeste. La salida al sur del Atlántico
se ofrecía por las costas rioplatenses, y la Provincia de Nueva
Extremadura (Chile) comprendía aproximadamente desde los 19° a los
34° de latitud sur y desde la Cordillera al Pacífico (mar del Sur),
obliterando la salida a ese océano para la Gobernación de Sanabria.14
Sin embargo, a finales de la década de 1540 algunos funcionarios no
visualizaban el territorio con este "mapa" de la Corona. Planteaban, por
ejemplo, una diferenciación jurisdiccional entre el Paraguay y el Río de
la Plata y percibían que las jurisdicciones debían organizarse según los
conflictos de intereses y las necesidades de las autoridades locales.15
Por esto, desde la práctica, las jurisdicciones se veían contraídas,
ensanchadas y hasta atravesadas por la creación de otras, promovidas
por agentes como el Licenciado Pedro de La Gasca o, más tarde, la
Real Audiencia de Charcas.16
El caso de la gobernación de Diego de Centeno ilustra bien esta
diferente percepción tanto como el margen de acción de los agentes y la

15 Sanabria falleció antes de llegar y el adelantazgo recayó en su hijo Diego, una

gobernación que incluía Asunción, el Guayrá y el litoral pero no, por ejemplo, la actual
Provincia de Buenos Aires. La gobernación llegaba hasta el Pacífico, pero estaba
recortada por la capitanía de Valdivia, conservando salida al océano por el norte de
ésta. Nocetti y Mir. La disputa por la tierra, 49-51.
14 Nocetti y Mir, La disputa por la tierra, 51.
15 Es el caso de Domingo Martínez de Irala, Nuflo de Chávez y del mismo

Licenciado La Gasca, presidente de la Audiencia de Lima. Roberto Levillier, Nueva


crónica de la conquista del Tucumán (Madrid: Sucesores de Rivadeneyra, 1926),
1:158.
16 La Real Audiencia de Charcas fue creada por Real Cédula del Rey Felipe 11 el 18

de septiembre de 1559, y sus límites fueron fijados por Real Cédula del 29 de agosto de
1563. Luego ésta se modificó por un conflicto suscitado en Cuzco con la Audiencia de
Lima. Recopilación de las Leyes de los Reinos de las Indias [1680], quinta edición
(Madrid: Roix Editor, 1845) Ley 9, Título IX, Libro 2, Tomo I.
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relación entre las jurisdicciones y el impacto de su realización en el


territorio, En 1547, en su calidad de presidente de la Audiencia de
I una, La Gasea premió a Centeno—capitán de su bando en la lucha
contra los pizarristas—con una gobernación que llevaba su nombre y
que ignoraba los acuerdos emanados de las capitulaciones entre la
( orona y Pedro de Mendoza, Alvar Núñez Cabeza de Vaca o Juan de
Sanabria (esta última rubricada el mismo año, 1547). Así, las
gobernaciones de Pizarro y Almagro, reunidas como se dijo en 1540,
tanto como la del Río de la Plata sufrían una fuerte amputación:
Asunción, todo el Chaco paraguayo, la región de los bajos valles
calchuquíes (luego tucumana), Charcas, Cuzco y Potosí, quedaban bajo
la nueva jurisdicción creada por el Licenciado La Gasea.
Ln Asunción tenía sede el Adelantado Domingo Martínez Irala,
titular de una gobernación que comprendía buena parte de estos
territorios.17 18 19 20 Pero la entrada física de Centeno al Paraguay nunca se
realizó y los asunceños descartaron la posibilidad de continuar hacia el
Perú. La Gobernación de Paraguay y Río de la Plata quedó en manos
ile Irala hasta su fallecimiento en 1557, cuando fue traspasada por
testamento a su yerno, Gonzalo de Mendoza.1 ’ Hasta 1592 su gobierno
estuvo en manos de adelantados que capitulaban directamente con la
('orona. '0 Las gobernaciones y las jurisdicciones que, como las de
('entono, no llegaron a concretarse territorialmente, demuestran que
existían instrumentos legítimos para crear jurisdicciones que no
coincidían con las imaginadas por la Corona pero también que una

17 Nocetti y Mir, La disputa por la tierra, 57-60.

18 En su idea de "pacificar" el Perú, La Gasca incluía el intento de contener la carga


de los asunceños sobre la rica región altoperuana, "...bajo pena de vida...." Según el
cronista Ulrich Schmidel, el tema se zanjó negociando, ya que "...el dicho gobernador
[del Perú, Pedro de La Gasca] hizo un convenio con nuestro capitán y le hizo un buen
regalo, de modo que éste quedó bien contento y se aseguró que salvaba la vida...."
Ulrich Schmidel, "Relación del viaje al Río de la Plata," en Alemanes en América, ed.
Lorenzo E. López (Madrid: Historia 16, 1985), 210. Otras versiones (la del Padre
Lozano, la de V. F. López y la de Levillier) descreen de ese testimonio, e indican que
Irala se retiró del Perú desconfiado por la demora en la falta de noticias y que Centeno
no realizó la "jomada" al Paraguay porque jamás recibió el apoyo prometido.
19 Muerto Gonzalo de Mendoza también prematuramente, un cabildo abierto nombró

como gobernador a Francisco Ortíz de Vergara, otro de los yernos de Irala, quien de
todos modos debió esperar confirmación de la Real Audiencia. Félix de Azara,
Descripción e historia del Paraguay y del Rio de la Plata (Buenos Aires: Bajel, 1943),
117.
20Cayetano Bruno, Gobernantes beneméritos en la evangelización en el Rio de la
Plata: época española (Rosario: Didascalia, 1993), 71.
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jurisdicción no podía efcctivizarse sin la presencia física de su titular en


una ciudad designada como cabecera.21
Sin embargo, el sur debía ser poblado y ese poblamiento debía
acompañarse necesariamente con un equipamiento jurisdiccional y
político. La Gasca estimulaba asentamientos al sur de Charcas "por la
gran necesidad que hay de sacar gente de los Charcas que tan
demasiadamente está cargada della en esta provincia," ya que después
de las guerras civiles sobraban capitanes y faltaban premios.22 La Gasca
veía con recelo la llegada de cualquier tipo de gente (incluso de la
península) y tenía gran claridad sobre la conveniencia política de
"derramar gente hacia bajo."23 Las fundaciones en el área tucumana,
como se desprende de la carta citada precedentemente, fueron
planificadas y ejecutadas con el consenso de las más altas autoridades
de Charcas "al efecto de sacar gente del distrito y premiar en alguna
forma la que aguardaba recompensas por haber combatido contra
Gonzalo Pizarro."24
Idéntica lectura realizaban algunos vecinos de las ciudades
nuevas así como Francisco de Aguirre, quien consideró prioritaria "...la
extensión de la conquista hacia el Sur, siendo su propósito fundar
pueblos en Córdoba en el Paraná y en el Río de la Plata, para dar salida
al Tucumán sobre el mar y unir con centros de una situación
estratégica, geográfica y económica feliz, el Atlántico al Pacífico."25 El
Oidor Juan de Matienzo pensaba en la reconstrucción de Buenos Aires
como el camino hacia un sistema de circulación que suplantaría el de
Portobelo-Panamá, y entre 1565 y 1566 lanzó una firme campaña para
poblar el sur charqueño.26 Desde 1569, el Virrey Francisco de Toledo
continuó con la expansión hacia el sur bajo la premisa de que asentando

21 Nocetti y Mir, La disputa por la tierra, 57-60.


22 "Carla del Licenciado La Gasca al consejo de Indias sobre diversos asuntos de
gobierno," Los Reyes, 17 de julio de 1549, en Roberto Leviliier, Gobernantes del Perú:
cartas y papeles, siglo XVI (Madrid: Sucesores de Rivadaneyra S.A., 1921), 1:205.
23 "Carta del Licenciado La Gasca," Los Reyes, 17 de julio de 1549, en Leviliier,

Gobernantes del Perú, 1:205.


'4 Leviliier, Nueva crónica, 1:164.
25 Según una probanza levantada entre vecinos de Santiago del Estero a poco de

fundada la ciudad, la ecuación inversa entre inflación de capitanes y escasez de premios


como situación posterior a las guerras civiles era evidente. Leviliier, Nueva crónica,
1:168 y 3:4. Véase también Carta de Alanís y otros papeles de 1565, Biblioteca
Nacional, Buenos Aires (en adelante citado como BNBA), Colección Gaspar García
Viñas, Tomo 95, BN 1489.
Ana María Presta, "Cuando la clave es juntar lo disperso: fuentes para el estudio
de la villa y los tiempos del Adelantado Juan Ortiz de Zárate," Anuario del Archivo y
Biblioteca Nacionales de Bolivia I (1994/1995):38.
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ciudades se solucionarían los inconvenientes de circulación económica


en esa parte del virreinato, atribuidas a la acción de los grupos
indígenas. Su proyecto consideraba imprescindible mantener la
comunicación con las tierras del sur y contaba con vecinos que lo
harían a su costo. El precio era, desde luego, asignar a estos hombres
los más altos oficios de las nuevas jurisdicciones.
La "descarga" tenía como consigna fortalecer lo existente y
fundar en el intermedio. En el mismo orden de cosas, desde el Paraguay
se intentaba todavía encontrar el mejor camino posible de
comunicación con el Perú coexistiendo con planteos que priorizaban
poblar río abajo para mejorar la comunicación con la metrópoli.2 Las
tierras comprendidas en la cuenca del Rio de la Plata y el litoral
paranaense, entonces, eran alcanzadas por las iniciativas alimentadas
desde la península, entrando por el Río de la Plata, por los españoles
"peruanos" que se expandían sobre el área tucumana y, desde 1570, por
los capitanes asunceños que buscaban la salida al Atlántico.
Felipe II había otorgado significativos márgenes de acción al
Virrey Toledo pero no había resignado los propios: le había concedido
el derecho de designar los gobernadores del Tucumán pero siguió
haciéndolo él mismo. Al momento de la segunda prisión de Aguirre en
1570, por la Real Cédula del 29 de noviembre de 1570, Felipe II acordó
a Gonzalo de Abreu la gobernación vacante. Enterado el Virrey Toledo,
y apoyándose en sus facultades, otorgó—casi un año después—el
mismo cargo a Jerónimo Luis de Cabrera. Tras un recurso interpuesto
por Abreu, un Real Decreto de fines de marzo de 1573 confirmó a
Cabrera en sus funciones.28
El rey y el virrey no eran los únicos con capacidad para proveer
exenciones, privilegios u oficios, lo que trajo complicaciones que
derivaron en conflictos concretos, a veces llevados a la justicia y otras
veces resueltos por la fuerza. Hasta 1592 los territorios de la cuenca
platense estaban adjudicados a los adelantados del Río de la Plata, que
tuvieron grado de gobernadores. La subordinación en 1565 de todos
estos territorios (los del Tucumán, del Paraguay y Río de la Plata) en lo
judicial al extensísimo distrito de la Real Audiencia de Charcas no hizo
más que terminar de complicar el de por sí ya enmarañado panorama.29

27 Guerín, "La organización inicial del espado rioplatense." especialmente 46-48.


28 Levillier, Nueva crónica, 3:13.
29 "Rey, Virreyes, Audiencias y aún Cabildos—como se vio en el intríngulis

provocado en Chile por la sucesión de Valdivia—chocaban en sus designaciones, con


lo cual desprestigiaban las autoridades menores, introducían desconciertos, infundían a
los gobernantes y gobernados inseguridad acerca de la duración de los jefes en el poder,
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La historia del hacer jurisdicciones—del ejercicio de la


jurisdicción—muestra a los agentes en conflicto y las marcas que ellos
dejan en el terreno. El proyecto de la Corona no siempre presentó en
los territorios reales las formas diseñadas sobre el plano, pero las
diferencias entre la cartografía administrativa y el real ejercicio de las
jurisdicciones no atentaban contra su organización. En todo caso
definían las siluetas de la territorialidad en función de los alcances de la
potestad, lo que casi siempre daba una forma diferente a la prevista.
Hacia mediados del siglo, el diseño latitudinal de las gobernaciones
trazadas sobre el mapa por Carlos V en 1534 ya estaba hecho añicos.
En la última década del siglo XVI, las divisiones jurisdiccionales que
presentaba el Virreinato del Perú cartografiaban el peso local de
adelantados (su ascenso y también su caída), gobernadores y
audiencias, así como el resultado de la presión desde el Alto Perú sobre
el Tucumán con el propósito de llegar hasta el Río de la Plata.
La fundación de una ciudad sobre el río Paraná con el propósito
de conectar Asunción con el Perú por tierra, deseada por los
expedicionarios que entraron por el Río de la Plata y por la Corona
desde 1540, no se concretó hasta 1573. Finalmente fue emplazada
sobre un río menor pero de buen cauce, unos kilómetros al oeste del
Paraná, el Quiloazas (hoy rio San Javier); allí se fundó la ciudad de
Santa Fe.* 30 En el ínterin, los pertinaces exploradores fueron derrotados
por la falta de estímulos, las tribus originarias, los microbios, el clima o
sus propias incapacidades, pero también estimulados por la presión de
los conquistadores que venían desde el Alto Perú, vía el área tucumana.
Santa Fe había sido proyectada desde Asunción como un paso
indispensable para "abrir puertas a la tierra" (pasar desde el litoral al
Perú por un camino seguro) y para asentar otra ciudad portuaria allá
donde había estado el real de Buenos Aires en 1536. Ambos objetivos
fueron alcanzados, el último por el mismo fundador de Santa Fe, el
vizcaíno Juan de Garay, en 1580.31 El encuentro físico entre las dos

suscitaban odio entre las posibles víctimas de la confusión y conducían a querellas que
perturbaban la paz de una provincia." Levillier, Nueva crónica, 3:13.
30 Entre 1650 y 1660 esta ciudad fue trasladada al sitio que actualmente ocupa, a

orillas del Río Salado, y su nombre completo fue desde entonces Santa Fe de la Vera
Cruz. Por este motivo, el sitio arqueológico de la ciudad de Santa Fe (cerca de la
localidad de Cayastá. en el departamento San Javier), es conocido también como "Santa
Fe la Vieja.”
31 Agustín Zapata Gollán, "Fundaciones de Santa Fe y Buenos Aires," en Obra

Completa (Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral, 1989), 2:269-94. González
Lebrero ha señalado las múltiples implicaciones de esta fundación de Buenos Aires en
1580, constituyendo hasta el momento el análisis más denso para el período de la
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corrientes de colonización de estos territorios se produjo al sur de Santa


Fe, cuando las huestes de Jerónimo Luis de Cabrera y las de Juan de
Garay se encontraron en las inmediaciones de Coronda.32 Cabrera
acababa de fundar el puerto de San Luis muy cerca de allí, en la
confluencia del Carcarañá con el Paraná, ya que pretendía extender la
jurisdicción del Tucumán hasta conseguir una salida sobre "el mar del
Norte," como se llamaba entonces al océano Atlántico.
El segundo escenario analizado está compuesto por cierto tipo
de dispositivos que la Monarquía Hispánica ponía en marcha para
vigilar el desempeño de sus agentes. Se considerará brevemente sus
características para mostrar luego las oportunidades que su aplicación
abría para muy diversos actores, propiciando así la ampliación de la
base de sustento favorable a la conservación de la institución política.
La extendida y compleja red de instituciones y jurisdicciones
que los Habsburgo instalaban trabajosamente en sus provincias
americanas—cabildos, corregimientos, gobernaciones, audiencias,
virreinatos, entre otros— constituía una tecnología político-
administrativa que requería de algún control sobre quienes estaban a
cargo de las mismas, así como de unos instrumentos más o menos
reglados para implementarlo. Entre éstos se destacaron las pesquisas,
las visitas y muy particularmente el juicio de residencia. Como la visita
general, el juicio de residencia generaba gruesos expedientes a partir de
los cuales el oficial saliente era juzgado pero, a diferencia de ella,
estaba previsto, era una práctica regular, alcanzaba a una gran cantidad
de oficiales y era preparado y ejecutado casi siempre dentro de los
plazos fijados por la normativa. Es decir, era llevado a cabo dentro de
los sesenta días de comenzado, a partir de la apertura del período de
presentación de las denuncias. * 33

conquista en el área bonaerense. Rodolfo González Lebrero, La pequeña aldea:


sociedad y economía en Buenos Aires. 1580-1640 (Buenos Aires: Biblos, 2002).
32 Zapata Gollán, "Fundaciones de Santa Fe y Buenos Aires," 2:242-50.
33 La media para el área y el periodo era de 60 a 90 días. Mireille Peytavin encuentra

lo mismo para la península y sus provincias mediterráneas. Véase Mireille Peytavin,


"Visites Générales du Royanme de Naples. XVIéme ct XVIIéme siécles: pratiques
judiciaires," en Fallstudien zur spanischen und portugiesische Justiz 15 bis 20.
Jahrhundert, por Johannes-Michael Scholz (Frankfurt am Main: Vittorio Klostermann,
1994), 8:321-22. A lo largo del siglo XVII, en algunas jurisdicciones la visita se tomó
más temible que una residencia (que, en casos como Quito o el mismo Río de la Plata,
se habían vuelto previsibles y negociables). Tamar Herzog, La administración como un
fenómeno social: la justicia penal de la ciudad de Quito, 1650-1750 (Madrid: Centro
de Estudios Constitucionales, 1995), 352; y Oscar Trujillo, "Fieles y leales vasallos:
agentes subalternos y poder en los juicios de residencia. Buenos Aires, mediados del
388 COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAL REVIEW FALL 2006

De cualquier modo, no se trataba de un dispositivo novedoso y


no constituye un rasgo de "modernidad." Varias formas de control
semejantes al juicio de residencia se encuentran presentes ya en el
Derecho Romano justinianeo y fueron recogidas en algunos capítulos
de las Partidas de Alfonso X.34 35 La tradición de la Monarquía católica se
nutrió en este rubro de elementos poco modernos. Francisco de
Quevedo ilustró la antigüedad de la tradición del juicio y escarmiento
público de los ministros del príncipe como elemento de la cultura
política católica.35 Estos instrumentos sufrieron modificaciones en un
proceso que alcanzó su cénit bajo la dinastía borbónica, cuando
ganaron en precisión, diversificación y especificidad administrativa.36 37

En la residencia, los súbditos, hasta entonces bajo la


administración del oficial juzgado, eran invitados a exponer
formalmente sus quejas.37 Se revisaban las cuentas y se investigaban
todas las cuestiones referidas al buen gobierno y al cuidado de los
asuntos de Su Majestad, entre los cuales la administración de la justicia
ocupaba un lugar central (buen gobierno y justicia rectamente
administrada componían una ecuación estrecha). Era un instrumento
aplicable a oidores, gobernadores, corregidores, a los regidores que
hubieran sido fieles ejecutores en la ciudad donde hubiera audiencia
asentada, a los visitadores de indios, jueces repartidores de obrajes y
grana, tasadores de tributo, ensayadores, marcadores, oficiales de

siglo XVII," en Justicias y fronteras: estudios sobre historia de la justicia en el Rio de


la Plata, ed. Darío Barriera (Murcia: Editum, 2009), 51-64. Sobre los juicios de
residencia, véase José María Mariluz Urquijo, Ensayo sobre los juicios de residencia
indianos (Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1952).
34 El Rey Sabio lo retomó del Derecho Romano, que contemplaba juicios solemnes y

públicos contra sus funcionarios. Todas las personas que se habían visto perjudicadas
por un funcionario podían presentar formalmente sus quejas ante un juez de comisión
encargado de levantar las actuaciones para elaborar los cargos que se imputarían al
oficial saliente. Sobre el particular, véase Benjamín González Alonso, "El juicio de
residencia en Castilla," Anuario de Historia del Derecho Español 40 (1978): 193-247.
35 Francisco de Quevedo, Política de Dios, gobierno de Cristo, ed. Germán

Arciniegas (Buenos Aires: Jackson, 1948), especialmente capítulos IX y X.


36 Véanse las reales provisiones, cédulas y ordenanzas contenidas en el libro cuarto

de los Sumarios. Rodrigo Aguiar y Acuña y Juan Francisco Montemayor y Córdoba de


Cuenca, Sumarios de la Recopilación GeneraI de Leyes de las Indias Occidentales, ed.
José Luis Sobcranes Fernández et al., facsímile de la edición de 1628 (México: Fondo
de Cultura Económica, 1994); y Michcl Bertrand, Grandeur et misére de l'office: les
officiers de finances de Nouvelle-Espagne. XVIIe-XVIIle siécles (París: Publications de
la Sorbonne, 1999), 282-83.
37 Peytavin, "Visites Générales," 8:321-22.
DARIO BARRIERA 389

hacienda, justicia, alcaldes y oficiales de casas de moneda, alcaldes


ordinarios y de la hermandad.38
El hecho que desde la primera mitad del siglo XVI la
Monarquía tendiera a estrechar y ajustar estos instrumentos para el
contralor de los hombres que realizaban el gobierno de "las Indias"38 39
llevó a algunos autores a sostener, por convicción o por repetición de
afirmaciones que devinieron fragmentos de veracidad que no exigen
demostración, que estos mecanismos son la prueba inequívoca de la
existencia de una centralización del poder político y de un estado
fuerte.40 Otros, entre ellos Santiago Gerardo Suárez, propusieron que
las residencias y visitas formaban parte de un "doble sistema para
asegurar que los funcionarios cumplieran bien sus deberes.”41 Esto, que
no ha sido siempre bien interpretado, está, sin embargo, claramente
dicho: la Monarquía no apuntaba a controlar el territorio (tal y como se
lo plantearon los Estados durante el siglo XIX) sino a sus agentes,
encargados de conservarlo en orden, "quieto," según una expresión de
la época. Muy al contrario, para conservar el territorio, era
imprescindible que estos agentes estuvieran vigilados pero no
asfixiados y que conservaran su capacidad de acción. Como se verá, la
rigidez de algunas leyes era hipotética. Se echaba mano de ellas en
cuanto su observación cumplía alguna utilidad específica, pero existía
una enorme cantidad de normas que permitían seleccionar modos
legales de hacer cosas completamente opuestas.
El juicio de residencia, por ejemplo, debía ser realizado por un
hombre comisionado a tal efecto por la Real Audiencia que

38 Aguiar y Acuña y Montemayor y Córdoba de Cuenca, Sumarios de la

Recopilación General, Libro cuarto, Título octavo.


39 La preocupación puede verificarse tanto en la copiosa prescriptiva al respecto en
los títulos octavo y noveno del libro X de los Sumarios como en la correspondencia de
funcionarios y virreyes. El Licenciado Aguiar y Acuña, del Consejo de Indias, advertía
discretamente a Felipe IV acerca de la necesidad del ordenamiento jurídico para el
gobierno de las Indias, donde había servido nueve años. "Al Rey, Nuestro Sor Don
Felipe Qvarto, en su Real, y Supremo Consejo de las Indias," en Aguiar y Acuña y
Montemayor y Córdoba de Cuenca, Sumarios de la Recopilación General, fols. 3-8.
Véase también la "Carta del Virrey Don Francisco de Toledo a S.M. sobre distintas
materias de gobierno, justicia, hacienda y guerra, desde Los Reyes, a 12 de diciembre
de 1577" en Roberto Levillier, El Virrey Francisco de Toledo, 1577-1580, tomo 6 de
Gobernantes del Perú (Madrid: Imprenta de Juan Pueyo, 1924), 5-21.
40 El ejemplo paradigmático de estas posturas es Horst Pietchsmann, El estado y su
evolución al principio de la colonización española en América, trad. Angélica Scherp
(México Fondo de Cultura Económica, 1989).
41 Santiago Gerardo Suárez, Las reales audiencias indianas: fuentes y bibliografía

(Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1989), 1:242.


COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAL REVIEW FALL 2006

correspondiera jurisdiccionalmente. Los corregidores y repartidores


novohispanos podían ser residenciados por sus sucesores, pero en el
caso de los gobernadores debía designarse un juez de comisión que
podía ser un oidor. En 1625, Felipe IV expresó la preferencia de que las
residencias fueran realizadas por letrados; sin embargo, la ley permitía
varias cosas. Algunas reales cédulas de Felipe II excusaban a las
audiencias de despachar jueces de comisión más allá de las cinco
leguas.42 Las dimensiones americanas hacían que esta exención afectara
a casi todos los casos, lo cual dejaba amplios márgenes de decisión en
manos de los gobernadores o corregidores, quienes hacían ejecutar la
residencia del antecesor al que iban a reemplazar por alguien que ellos
mismos designaban o, inclusive, se les permitía hacerlo por sí mismos.
Además, en los asuntos considerados de gobierno, los virreyes tenían la
facultad de despachar directamente al juez de residencia. Que un nuevo
gobernador y su escribano fueran los ejecutores de la residencia de un
gobernador saliente no contravenía ninguna norma.
Si algunas reales cédulas decían que debía nombrarse un juez
de comisión desde el más alto Tribunal de Justicia—en este caso, la
Real Audiencia de Charcas—otras y los hechos mismos indican que el
comisionado era elegido por el propio gobernador entrante o bien ni
siquiera era designado. Lo primero ocurrió en el caso de la residencia
de Gonzalo de Abreu a Jerónimo Luis de Cabrera por la Gobernación
de Tucumán en 1574; lo segundo en la residencia de Abreu, que fue
tomada por su sucesor, Hernando de Lerma, en 1580.43
Entonces, que los agentes coincidieran con la voluntad del
proyecto político expresado en esos instrumentos de control
monárquico era posible, ya que estos elementos, ubicados en un juego
de relaciones de intereses, les resultaban muy útiles. Así, las
residencias—consideradas por algunos como un instrumento de control
nodal y como síntoma inequívoco de una tendencia absolutista en los
análisis del proceso de centralización—facilitaron alineaciones,
reequilibrios y "ajustes de cuentas" locales.44 En los bordes—

42 Aguiar y Acuña y Montemayor y Córdoba de Cuenca, Sumarios de Ia

Recopilación General, Libro cuarto, Titulo nono, Ley 1.


43 Darío Barriera, "Conjura de mancebos. Justicia, equipamiento político del
territorio e identidades. Santa Fe del Rio de la Plata, 1580,” en Justicias y fronteras:
estudios sobre historia de la justicia en el Rio de la Plata, ed. Darío Barriera (Murcia:
Editrnn, 2009), 11-50.
44 El mismo Toledo se manifestaba como un "desengañado" del funcionamiento de

las residencias y de la justicia en general, justamente apuntando hacia este


funcionamiento faccioso y localista. Véanse las cartas enviadas al rey desde Lima a 8
DARIO BARRIERA 391

geográficos y doctrinarios de la Monarquía, las instancias de control


previstas y diseñadas por el centro permitían la articulación de intereses
locales con los de las jurisdicciones inmediatamente superiores. Los
bordes también eran Monarquía.
Los Reyes Católicos (últimos de la dinastía Trastámara), así
como los primeros Habsburgo, tomaron una serie de medidas que
tendían a evitar la incardinación de oficios, servicio real e intereses
locales. Intentaron mantener algún tipo de control sobre virreyes,
oidores, gobernadores, corregidores y hasta sobre la designación de
oficios municipales.45 Sin embargo, el uso de las normas que expresan
esa voluntad muestra que las exigencias reales frecuentemente fueron
consideradas una mera formalidad. Otras veces, la letra de esas mismas
leyes que una audiencia o un cabildo habían ignorado por años fue
llevada hasta sus últimas consecuencias con un ardor inusual. Por este
motivo, la celosa aplicación de algunas normas que durante años se
habían hecho dormir con indolencia en el fondo de un polvoriento cofre
llama la atención. La consideración de casos concretos permitirá
observar cómo los agentes transformaban la normativa en un recurso
legítimo para gestionar la satisfacción de sus intereses localmente.
Dos juicios de residencia realizados a sendos gobernadores del
Tucumán durante la década de 1570 enfrentaron a tres hombres y a sus
acólitos. En el Alto Perú, pertenecían al brazo político del mismo
proyecto: Jerónimo Luis de Cabrera, Gonzalo de Abreu y Hernando de
Lerma conformaron parte del entorno inmediato del Virrey Toledo y
respondían a su tutela.46 Tenían en común el no haber accedido a

de marzo de 1578 y a 27 de noviembre de 1579, en Levillier, El Virrey Francisco de


Toledo, 6:28 y 202.
45 Felipe II, hacia 1569, insistía en que no se proveyera cargo de gobernador o
corregidor a nadie en la ciudad en que estuviere avecindado. Aguiar y Acuña y
Montemayor y Córdoba de Cuenca, Sumarios de la Recopilación GeneraI, Libro
cuarto, Titulo segundo, Ley 25. También pretendía excluir de la posesión de oficios a
mercaderes (Ley 24 del mismo título), encomenderos (Ley 26) y a parientes hasta el
cuarto grado, criados, familiares o allegados de virreyes, presidentes de audiencia,
oidores, gobernadores, corregidores, fiscales o alcaldes del crimen (Ley 28).
46 Toledo había propuesto a Pedro de Arana como gobernador del Tucumán, pero

tomaba nota de que "un licenciado" (Lerma) venía con el título expedido por Felipe II.
"Carta a S.M. del Virrey Don Francisco de Toledo dando noticia de la entrada de
corsarios ingleses en el Callao y las que había de Chile, Tucumán y la Plata, desde Los
Reyes, a 21 de marzo de 1579," en Levillier, El Virrey Francisco de Toledo, 6:106.
Hernando de Lerma quedaba mejor ubicado por llegar nombrado por Real Provisión,
"Carta del Virrey Don Francisco de Toledo a S.M. sobre negocios que tocan a la
justicia y gobierno. Refiérese al juicio contra Torres de Vera y Aragón, y al despacho
392 COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAL REVIEW FALL 2006

ningún premio importante en el área peruana, y esta circunstancia los


volvió rivales frente a las escasas oportunidades que se presentaban,
por ejemplo, en el frente tucumano. Cabrera fue gobernador del
Tucumán hasta 1574 y fue residenciado por Abreu, su sucesor. Éste, a
su vez, sufrió la residencia de Lerma en 1580. Como se ha mencionado
anteriormente, la normativa previa que los gobernadores pudieran ser
residenciados por su sucesor. De este modo, las quejas presentadas
contra el gobernador saliente, bien atendidas, podían propiciar la
formación instantánea de una potencial clientela para el recién
llegado.47
En 1574, Gonzalo de Abreu residenció a Jerónimo Luis de
Cabrera y limpió el terreno.48 Cambió alcaldes, regidores y torció
pleitos no sólo en Santiago del Estero, sede de la Gobernación del
Tucumán, sino también en Córdoba y San Miguel de Tucumán, donde
ubicó a sus allegados más confiables. En los escasos cargos importantes
a escala local, dispuso a quienes bajaron consigo o bien a antiguos
enemigos de Cabrera dispuestos a aliarse con el gobernador entrante a
cambio de una mejora en su situación personal. Sus hombres más
cercanos no recibieron solamente oficios. Los cargos no constituían el
único premio con el cual un poderoso podía procurarse la lealtad de
algunos hombres, y Abreu también distribuyó favores materiales,
negoció fallos de justicia y hasta repartió mujeres indígenas.
Un pleito sostenido por Luis Gómez, vecino de Santiago del
Estero que entorpecía los márgenes de acción del alcalde, Sebastián
Pérez, terminó con una intervención de Abreu como justicia mayor:
condenó a muerte a Luis Gómez y ejecutó la sentencia durante el
período de apelación.49 Invadiendo la jurisdicción eclesiástica, mandó
apresar a indias por hechiceras; tomó a algunas como sus concubinas y
a otras las repartió como premio entre los soldados que iban con él a las
jomadas militares. Quienes habían esgrimido algún tipo de oposición
contra el nuevo gobernador sufrieron persecuciones y decomiso de
bienes cuando no siguieron la misma fortuna que el residenciado,

del Gobernador Lerma a Tucumán, desde Los Reyes, a 27 de noviembre de 1579," en


Levillier, El Virrey Francisco de Toledo, 6:210.
47 Barriera, "Conjura de mancebos," 27.
48 Juicio de Residencia de Gonzalo de Abreu, gobernador que fue de Tucumán, e

instrucción sumaria incoada a los culpables del motín de Santa Fe, BNBA, Colección
Gaspar García Viñas, Tomo 121, BN 2117.
49 Sentencia de Hernando de Lerma en el juicio de residencia practicado a Gonzalo

de Abreu, Santiago del Estero, 3 de septiembre de 1580, BNBA, Colección Gaspar


García Viñas, Tomo 121, BN 2112.
DARÍO BARRIERA 393

ejecutado durante el mismo proceso. Así construyó Abreu sus


relaciones en el Tucumán, montando los andamios de su centro de
gravitación entre 1574 y 1580. Además, decomisó los bienes del
Gobemador saliente, a quien puede afirmarse que asesinó, puesto que
Cabrera falleció durante el interrogatorio a causa de las heridas
infligidas por tortura.50
Para alcanzar la escala provincial, la construcción de los
vínculos que sostenían el campo de acción, el gobernador asentado en
Santiago del Estero necesitaba de brazos en las otras ciudades. Gracias
a la correspondencia que Abreu sostuvo con su teniente de gobernador
en la ciudad de Córdoba, Diego de Rubira, puede verse perfectamente
cómo éste ofició de ejecutor del proyecto del primero en la ciudad de
Córdoba. Rubira se expresaba y actuaba como incondicional de su
patrón y mentor político. Resignó puntos de vista propios, haciendo
suyos los del gobernador.51
El epistolario entre estos hombres deja percibir que la lealtad
de Rubira estaba alimentada por el miedo que le inspiraba su poderoso
patrón. El teniente aseguraba que haría los favores requeridos por
Abreu por temor de lo que éste podía disponer contra sus amigos.
Escribía, "no tengo mas amigos que solos los que entiendo lo son de
vuestra señoría" e intentaba hacerle saber a su patrón que contaba con
su protección para los suyos.52 Ambos señalaban quiénes eran sus
hombres, aunque estaba muy claro quién podía imponer condiciones.
Rubira contaba con la venia de Abreu para hacer en Córdoba lo que
quisiera, pero el gobernador le pasaba el costo de ese margen de
operatividad, indicándole el circuito que debían seguir los favores que
debía hacer en su nombre. Abreu exigió a Rubira que satisficiera al
Bachiller García, a Tristán de Tejeda y a Francisco Velásquez, quienes
oran sus acreedores, correos o le auxiliaban con hospedajes, caballos y

50 La documentación correspondiente a esta residencia, de donde surge la

información vertida, se encuentra en Juicio de residencia de Gonzalo de Abreu, BNBA,


Colección Gaspar García Viñas, Tomo 121 y Tomo 122.
51 Aspecto ejemplificado en los párrafos que Rubira consagró en sus cartas al

Bachiller García. Éste era un deudo de Gonzalo de Abreu, que tenía inconvenientes en
Córdoba, y Rubira debía tratar de resolvérselos por pedido de su jefe. Carta de Diego
Rubira a Gonzalo de Abreu, Córdoba, 9 de junio de 1580, BNBA, Colección Gaspar
Garda Viñas, Tomo 121, BN 2090. Véase también el pedido de Abreu en Carta de
Gonzalo de Abreu a Diego Rubira, Santiago del Estero, 15 de mayo de 1580, BNBA,
Colección Gaspar García Viñas, Tomo 121, BN 2102.
52 Carta de Diego Rubira a Gonzalo de Abreu, Córdoba, 9 de junio de 1580, BNBA,

Colección Gaspar García Viñas, Tomo 121, BN 2090.


394 COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAL REVIEW EALL 2006

avíos para sus hombres.53 Hacia el final de su periodo de gobierno,


Abreu probó la fidelidad y disposición de Rubira en las "tareas de
inteligencia" realizadas durante 1579, junto a otros cuatro hombres,
vigilando la llegada del nuevo gobernador, Hernando de Lerma, por el
Camino Real. El contenido de este epistolario está estrechamente
ligado a la literatura política de la Monarquía.54 Rubira fue el brazo
ejecutor del trazado partidario diseñado por Abreu y fue también su
criatura política.
El conflicto desatado en 1580 entre Abreu y el gobernador
entrante, Hernando de Lerma, era un secreto a voces, e involucraba al
Virrey Toledo, a Abreu, a Pedro de Arana y el cruce de designaciones
como gobernador de Tucumán realizados por el Virrey Toledo y Felipe
II. A punto tal estaba avisado Abreu de su suerte que había dispuesto
hombres en dos o tres sitios estratégicos del Camino Real, e incluso
utilizó a algunas indígenas como "cazadoras" de información entre
españoles, que no le eran completamente fiables, para organizar su
resistencia llegado el momento.55 A pesar de todas estas prevenciones,
la llegada de Lerma aconteció y con ella el juicio de residencia que
terminó con la vida civil y física de Gonzalo de Abreu.56 La dinámica
se repetía: los partidarios de su otrora rival, Jerónimo Luis de Cabrera,
encontraron en el juicio de residencia iniciado por Hernando de Lerma
la posibilidad de solicitar resarcimientos por vía de derecho.
Durante la instrucción, se levantaron contra Abreu graves
cargos. Se recogieron denuncias que indicaban que había sido parcial
en pleitos, que había impedido declaraciones de algunos testigos y

53 Carta de Abreu a Rubira, Santiago del Estero, 3 de junio de 1580, BNBA,

Colección Gaspar García Viñas, Tomo 121, BN 2103; Carta de Abreu a Rubira,
Santiago del Estero, 27 de marzo de 1580, BNBA, Colección Gaspar García Viñas,
Tomo 121, BN 2094; y Carta de Abreu a Rubira, Santiago del Estero, 28 de marzo de
1580, BNBA, Colección Gaspar García Viñas, Tomo 121. BN 2095.
54 Es interesante compararla, por ejemplo, con algunas cartas de Olivares, que

pueden consultarse en Copia de papeles que ha dado a Su Majestad el Conde Duque,


gran canciller, sobre diferentes materias de gobierno de España, conocido como Gran
Memorial del Conde Duque de Olivares, en John Elliott y José F. de la Peña, Política
interior, 1621 a 1627, volumen 1 de Memoriales y cartas del Conde Duque de Olivares
(Madrid: Alfaguara, 1978), 35-100.
55 Sentencia de Hernando de Lerma, Santiago del Estero, 3 de septiembre de 1580,

BNBA, Colección Gaspar García Viñas, Tomo 121, BN 2112.


56 Véase la querella presentada por su hijo, Juan de Abreu, relatando los tormentos

inflingidos por Lerma que le llevaron a una "muerte natural" [sic]. Causa Criminal de
Juan de Abrego y Figueroa contra el Juez de Residencia y de Antonio de Miraval sobre
la muerte de Gonzalo Abrego, 18 de mayo de 1589, Archivo General de Indias (en
adelante citado como AGI), Escribanía de Cámara, 873, Pieza 1, fols. 14-79.
DARÍO BARRIERA 395

tergiversado los testimonios de otros. También se le acusó de haber


maltratado de palabra a personas que fueron a pedirle justicia—
incluidos algunos regidores y el procurador de la ciudad—que había
tenido "proceder apasionado" como juez de residencia contra su
predecesor, que había provocado la burla del alcalde ordinario de la
ciudad y hasta por codicia desordenada.57
Abreu también fue imputado de haber impedido la libre
realización de elecciones en los cabildos de su gobernación y de haber
confiado cargos de importancia a personas que no tenían el suficiente
mérito. Si bien estas acusaciones aparecen en casi todas las residencias
del siglo XVT—en el Paraguay las recibió Diego de Mendieta— de
todos modos puede leerse en ellas el posicionamiento de los agentes. El
hecho de que se le endilgue el "...aver dado oficioS y cargos de justicia
a ombres baxos y muy humildes..." muestra de qué manera los vecinos
"viejos" de Santiago del Estero, que se habían visto desplazados por
esta nueva camada de hombres a los que consideraban de calidad
inferior, prepararon su posicionamiento frente al nuevo gobernador,
haciendo un retrato social de estos arribistas. Descalificaron a los
partidarios de Abreu con adjetivos tales como "baxos," "muy humildes"
y "delincuentes y malechores."58
La coincidencia en una sola figura de la máxima autoridad en lo
gubernativo, lo militar y lo judicial—el gobernador y, en su
ausencia, el teniente de gobernador, concentraban en una cabeza de
provincia las cualidades de titulares máximos del poder político, de
capitán general "a guerra" y de "justicia mayor"—ampliaba la
disponibilidad de dispositivos con los cuales destruir a los opositores y
satisfacer a los propios. Pero esto, y aquí lo esencial, no se hacía fuera
de la ley; en estos juicios de residencia coincidían una aplicación
posible de la normativa, la satisfacción del propósito de la Corona y la
de los intereses del funcionario entrante. Para algunos autores, la
residencia era "...solamente una formalidad, conducida por un sucesor
que se proponía continuar con los mismos tipos de abusos

57 Sentencia de Hernando de Lerma, Santiago del Estero, 3 de septiembre de 1580,


BNBA, Colección Gaspar García Viñas, Tomo 121, BN 2112.
58 Sentencia de Hernando de Lerma, Santiago del Estero, 3 de septiembre de 1580,

BNBA, Colección Gaspar García Viñas, Tomo 121, BN 2112, sentencia al cargo 45.
Cabe destacar que, en las Leyes de Indias, las personas "baxas" no podían ser
acreedoras de oficios importantes. Aguiar y Acuña y Montcmayor y Córdoba de
Cuenca. Sumarios de la Recopilación General, Libro cuarto. Título segundo, Ley 27.
396 COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAI. REVIEW FALL 2006

que el funcionario que dejaba el puesto.59 Sin embargo, en una dinámica


local, la ausencia de jueces de comisión de una audiencia lejana proveía
en la presencia de un juez que se radicaría como gobernador la
posibilidad de anticipar, en un plazo no muy largo, una nueva
oportunidad para torcer el equilibrio de fuerzas.60 Una autoridad recién
llegada, incluso si era un gobernador, abordaba el camino desde el Alto
Perú al Tucumán con muy poca gente, pero contaba con el tácito apoyo
que le sería brindado en el sitio de destino por quienes habían sido
perjudicados por el administrador anterior. Estos, a su vez, contaban
con la implícita pero segura posibilidad de aliarse con aquél, lo que, si
no significaba una restitución de la situación anterior, sí permitía
movimientos en una dirección positiva.
El fenómeno del uso normativo que los agentes hacían con
mayor o menor celo, so color del contexto, puede examinarse a escala
de la ciudad. Santa Fe del Río de la Plata —como muchas ciudades
hispanoamericanas— fue el escenario de conflictos entre su cabildo y
los distintos tenientes que enviaba a ella su gobernador.
Resumidamente, la existencia misma de estos conflictos advierte acerca
de las dificultades que los gobernadores tenían para imponer
sencillamente su voluntad a los cabildos y sobre el proceso de
fortalecimiento de la ciudad como cuerpo político, lo que sucedió a lo
largo y a lo ancho de todos los territorios de la Monarquía Hispánica.
En la península y en los virreinatos americanos, la tendencia hacia un
fortalecimiento de la Monarquía como forma de poder político durante
la primera mitad del siglo XVII coincidió con el robustecimiento de la
posición de las ciudades, lo cual—como se demostrará—antes que
paradójico, es coherente.
La ciudad de Santa Fe recibió a muchos de los tenientes de
gobernador que presidieron su cabildo sin conflictos. Hasta 1617
dependió de su cabecera en Asunción y los tenientes fueron casi
siempre hombres de la ciudad o muy relacionados con familias locales.
Hernando Arias de Saavedra (en adelante Hemandarias59 60 61), yerno del
fundador de la ciudad, gobernó en varias ocasiones hasta ese año en
que la gran Gobernación del Paraguay y Río de la Plata se dividió en
dos. Fue desplazado inmediatamente de la gobernación rioplatense y

59 John Parry, La Audiencia de Nueva Galicia en el siglo XVI: estudio sobre el

gobierno colonial español, trans. Rafael Diego Fernández y Eduardo Williams


(Zamora: El Colegio de Michoacán, 1993), 123.
60 Aguiar y Acuña y Montemayor y Córdoba de Cuenca, Sumarios de la

Recopilación General, Libro cuarto, Títulos octavo y noveno.


61 Así firmaba y así lo llamaban sus coetáneos.
DARÍO BARRIERA 397

enjuiciado en 1618 y permaneció al frente de la del Paraguay hasta


1620. Es interesante marcar aunque en este trabajo no se trata este
aspecto del proceso— que desde ese año también operó la división de la
provincia diocesana, comenzando a funcionar el Obispado de Buenos
Aires de manera independiente del de Asunción, replicando la
organización eclesiástica el movimiento producido en la civil con pocos
meses de diferencia.62
Durante la década de 1620, la llegada a la ciudad de Santa Fe
de los delegados del gobernador, ahora residente en Buenos Aires, se
convirtió en uno de los temas de conflicto por excelencia. El 8 de
noviembre de 1622, el Capitán Manuel Martín—vecino feudatario y
uno de los hombres más antiguos de la ciudad—presentó un título de
teniente de gobernador extendido una semana antes por el Gobernador
Diego de Góngora en Buenos Aires. Los capitulares de Santa Fe lo
recibieron, pero tuvieron una reacción que al teniente le pareció
curiosa: para ponerlo en posesión de su cargo, le exigieron la
«probación de la Real Audiencia de la Plata.63 Una semana después,
Martín contradijo la negativa del cabildo, arguyendo que tal
confirmación no era más que una formalidad, tal y como lo había sido
hasta el momento: conocía el cabildo desde adentro y sabía que lo que
el cuerpo le pedía era tan legal como infrecuente.64
Un hecho aparentemente curioso parece dar sentido a las
reticencias planteadas por el cabildo el día 14 de noviembre. Ese
mismo día, el Gobernador Góngora expidió otro título idéntico al
otorgado a Manuel Martín pero a favor de Juan Bautista de Vega. Si el
gobernador jugaba con dos cartas a la vez, es probable que para los
capitulares no estuviera demasiado claro cuál era la carta que más
convenía a su propio juego. De la misma manera que lo hicieron con
Manuel Martín, supeditaron la presentación de Juan Bautista de Vega a
la aprobación que de su título debía llegarle desde la lejana Real
Audiencia. De ambas dilaciones, el único que salía fortalecido era el
cabildo.

62 Luis Navarro García, Historia general de España y América (Madrid: Rialp,


1983), 11:731. Cabe decir que lo mismo sucedería en el siglo XVIII cuando a la
creación de varias alcaldías de ia hermandad en 1725 en todo el Rio de la Plata siguió
la casi inmediata creación de curatos en las mismas sedes en 1730. El tema fue
abordado en Darío Barriera, Historia del Consejo Municipal de Rosario (Rosario:
Editorial del Consejo Municipal de Rosario, 2009), 42-48.
63 Actas Capitulares de Santa Fe, Archivo General de la Provincia de Santa Fe (en

adelante citado como AGP), 2a. Serie, Tomo II, fols. 40v-43.
64 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2ª. Serie, Tomo II, fol. 44.
398 COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAL REVIHW l'ALL 2006

El 12 de diciembre, Manuel Martín se apersonó provisto de


otro título, más acotado y, por su propia especificidad, novedoso:
"Capitán a Guerra de Santa Fe." El mismo fe habilitaba para asistir al
cabildo y entender en causas de gobierno, aunque no de justicia. Era
indiscutible que, para el mantenimiento del orden y la seguridad, al
menos como un horizonte simbólico, resultaba imprescindible que en la
ciudad hubiera al menos un responsable de la cuestión. Mientras tanto,
resolvía el cuerpo, el procurador debía entender en cuestiones de
justicia (curiosamente, el procurador no estuvo en la mayor parte de las
sesiones del año).65
El novedoso título también había sido dado por Góngora y
también fue rechazado provisionalmente, con los argumentos ya
referidos. Góngora le había investido con este honor el 29 de
noviembre del mismo año, a tan sólo quince días que hubiera designado
como teniente a Juan Bautista de Vega. El asunto se simplificó—
aunque no se resolvió—con el deceso de Vega el día después de la
designación de Martín en funciones de guerra. Sin embargo, el
problema no sólo no fue resuelto sino que irradió con su onda
expansiva la totalidad de las sillas dispuestas en tomo de la mesa
capitular. En la jomada del día 1 de enero del año siguiente, tras la
designación de las nuevas autoridades, el escribano asentó que se
esperaba la confirmación en su cargo de todos los capitulares por el
gobernador en un plazo no mayor de cuatro meses.61 Este requisito no
era nuevo pero tampoco había sido mencionado hasta entonces. Como
en el caso de los tenientes, la confirmación por el gobernador de
alcaldes y regidores también era considerada una formalidad.
Durante ese año, Juan García Ladrón de Guevara—vecino de
Santa Fe con excelentes contactos en Buenos Aires—solicitó copia de
los argumentos que él mismo había presentado cuando rechazó los
títulos presentados por Manuel Martín. El 6 de junio de 1623, el
cabildo aceptó como teniente de gobernador a Gonzalo de Carbajal,
vecino de Buenos Aires designado por Góngora el 21 de mayo anterior.
Se le admitió a pesar de no tener la aprobación de la Real Audiencia,
argumentando que ésta demoraría demasiado en llegar, en virtud del
peligroso estado en que se hallaban los caminos a la ciudad de Charcas.
Sus fiadores, conviene retener los nombres antes bien que el argumento

65 Los hechos y las informaciones registradas en los tres últimos párrafos en Actas

Capitulares de Santa Fe, AGP, 2ª. Serie, Tomo II, fols. 40v-50.
66 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2". Serie, Tomo II, fols. 54-62v.
DARÍO BARRIERA 399

sobre el mal estado de los caminos, fueron Antonio Tomás de


Santuchos y Agustín Álvarez Martínez.67
El 31 de julio, el Capitán Sancho de Figueroa Solís intima al
cabildo para que dé cumplimiento a una Real Provisión que lo instituía
como teniente de gobernador y justicia mayor de Santa Fe. El
escribano, en el acta, anota que el cabildo no se dio por intimado sino
que simplemente se dio lectura a la Real Provisión.68 El 14 de agosto, el
mismo Capitán Figueroa Solís vuelve a intimar al cabildo, esta vez
exigiendo ser el juez de una querella que un vecino de Santa Fe había
incoado contra el ex-teniente de gobernador de la ciudad, Sebastián de
Horduña. El cabildo desestimó su pedido porque, desde luego, todavía
no lo había reconocido como teniente y, de hecho, Gonzalo de Carbajal
seguía en el ejercicio de esa función y presidía las reuniones del cuerpo.69
La situación ganaría todavía más en complejidad: a comienzos de diciembre,
Sancho de Figueroa Solís peticionó ante el cabildo para
que Gonzalo de Carbajal cesara en su cargo a causa de que había
asumido el mando cuando el Gobernador Diego de Góngora, que lo
había nombrado, ya había fallecido.70 A pesar de que esta vez el cabildo
obedece (pero no cumple) la Real Provisión, la elección de los
capitulares del año 1624 se realiza bajo la presidencia de Gonzalo de
Carbajal, cuyo rol fue muy activo, dado que tuvo que dirimir la
elección de un regidor y del alcalde de la hermandad por paridad de
votos.71 En la primera sesión siguiente, la del 4 de enero, Figueroa Solís
volvió a la carga con su Real Provisión; el cuerpo la acató nuevamente,
pero antes bien que darle cumplimiento, optó por levantar la sesión
"por ser tarde," posponiendo su tratamiento nuevamente.72 Sin
embargo, el escribano hizo notar al teniente y a los miembros del
cabildo la existencia de la Real Provisión que disponía que el título de
teniente de gobernador debiera ser aprobado por la Real Audiencia de
La Plata y el cuerpo obedecer la misma. El día siguiente, el cuerpo trató
la intimación del aspirante a ejercer la tenencia de gobernación y se le
concedió apelación, ya que su título fue anterior al de Gonzalo de
Carbajal.73

67 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2ª. Serie, Tomo II, fols. 74-78.
68 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2ª. Serie, Tomo II, fols. 86v-87.
69 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2ª. Serie, Tomo II, fols. 89-90.
70 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2ª. Serie, Tomo II, fols. 96-97.
71 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2ª. Serie, Tomo II, fols. 105-06.
72 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2a. Serie, Tomo II, fols. 110-11.
73 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2a. Serie, Tomo II, fols. 114-15.
400 COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAL REVIEW FALL 2006

El 18 de febrero, el cabildo realizó copia de todas las


actuaciones de este verdadero caso. Allí se tomó conocimiento de que
el pleito del cual quería erigirse el Juez Figueroa Solís, en su carácter
de justicia mayor de la ciudad, era una presentación de Juan Ortiz de
Montiel ante la Real Audiencia de La Plata querellando por malos
tratos a Juan García Ladrón de Guevara y Sebastián de Horduña
(alguacil mayor y teniente de gobernador respectivamente) cuando
había pretendido hacer cumplir la Real Provisión sobre confirmación de
oficios que ahora el cabildo veneraba.74
Figueroa había comprendido que no le sería sencillo hacer
valer su título y debió echar mano de artillería pesada. En marzo de
1624 contactó al Visitador Alonso Pérez de Salazar, oidor de la Real
Audiencia de Charcas a cargo del gobierno del Río de la Plata, y
obtuvo de éste un auto que decretaba el cese del Teniente Carbajal
hasta que, tal y como le había sido exigido a Figueroa Solís mismo,
fuera presentada la aprobación de la Real Audiencia.75
La misma jomada de esta presentación, el día 16 de abril,
cuando Figueroa de Solís insistió con su designación y presentó el auto
del visitador a cargo del gobierno, el cabildo hizo gala de gran criterio
para sacar partido del desgaste que sufría la figura: desautorizó a
Carbajal, tal y como lo mandaba el visitador, pero no aprobó el título de
Figueroa Solís, dejando el gobierno en manos de los alcaldes
ordinarios. El cuerpo alegó justas y graves causas para no admitirlo,
dadas las "amenazas que hizo antes que llegase a esta ciudad como
después de ella," instruyendo al eternamente dispuesto Hernandarias
para que fuera a resolver el asunto allí donde se encontraba el Visitador
Pérez de Salazar.76 A mediados de mayo, el cabildo dispuso de una
carta firmada por el oidor, entregando el mando a los alcaldes. Nada se
dijo acerca del estado de los "caminos" utilizados por el oidor para
llegarse hasta Santa Fe.
Nada se dijo pero parecen haber estado malos, si no en su
textura, en su función de conducir los flujos necesarios para zanjar los
problemas. Juan de Zamudio, designado por el nuevo gobernador,
Francisco de Céspedes, como su teniente en Santa Fe en 1624, tuvo los
mismos inconvenientes que sus predecesores. Hasta tanto llegó su

74 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2ª. Serie, Tomo II, fols. 137-39.
75 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP. 2ª. Serie. Tomo II, fols. 141v-43.

76 Actas Capitulares de Santa Fe. AGP, 2ª. Serie, Tomo II, fols. 144-46.
DARIO BARRIERA 401

confirmación por la Real Audiencia -en agosto de 1625—se lo aceptó


solo como capitán a guerra."77
Las actas capitulares de la primera semana de ese año muestran
nuevamente cómo la complejidad del funcionamiento local se imponía
en Santa Fe por sobre cualquier otra dimensión. El drama, una vez más,
involucró a un par de notables, quienes descargaron todos sus recursos
en función de los intereses que perseguían. El 3 de enero de 1625, el
Teniente Zamudio, ejerciendo como juez de comisión, puso en prisión
a Juan de Osuna, alcalde electo. Los capitulares se expidieron
inmediata y corporativamente, argumentando que Zamudio no había
sido aceptado todavía como teniente, por lo cual mal podía apresar a un
alcalde. El teniente debía liberarlo inmediatamente y ponerlo en
ejercicio de su cargo.77 78 En un juego de "toma y daca," Zamudio recibió
la aprobación del cuerpo menos de una semana después. El Alcalde
Osuna, rehabilitado, parecía ahora bien predispuesto para con su
teniente, desestimando la necesidad de la aprobación tantas veces
exigida. El argumento invocado en esta ocasión fue la situación de
peligro en que se encontraba no la ciudad de Santa Fe sino la de
Buenos Aires. Era necesario tomar disposiciones impostergables; en
consecuencia, el teniente presentó a sus fiadores,79 entre quienes se
alistó nuevamente don Agustín Álvarez Martínez, un vecino que había
sido fiador de tenientes y alcaldes ordinarios en repetidas oportunidades
durante los últimos años.
Juan de Zamudio también había entrado pisando fuerte a Santa
Fe. No obstante, lo mejor de sus credenciales, en manos de quienes
estaban bien informados, se convirtió en materia de controversia por
estar fuera de la ley. En noviembre de 1625, Gregorio Sánchez
Ceciliano exigió el cumplimiento de la Real Provisión por la cual los
gobernadores no podían nombrar "a personas de su casa" en cargos
públicos.80 Al día siguiente, el Alcalde Pero Hernández solicitó a
Zamudio que dejara su cargo. Juan de Osuna, el hombre encarcelado
por Zamudio a comienzos del año, salió esta vez en su defensa. El
Licenciado Gabriel Sánchez de Ojeda, vecino de Santa Fe y abogado de
la Real Audiencia de Charcas, fue presentado por Juan de Osuna ante el
cabildo a fin de que proporcionara su "opinión de letrado." Este, en un
acto de prestidigitación legal, afirmó que como esa Real Provisión

77 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2a. Serie, Tomo II, fols. 160-61.
78 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2a. Serie, Tomo II, fols. 169-71 v.
79 Se trata de Agustín Álvarez Martínez y Juan Ruiz de Atienza. Actas Capitulares de

Santa Fe, 7 de enero de 1625, AGP, 2a. Serie, Tomo II, fols. 177-82.
80 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2a. Serie, Tomo II, fol. 226.
402 COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAL REVIEW FALL 2006

había sido dirigida a los alcaldes de la Provincia del Tucumán, no tenía


vigencia en el Río de la Plata.81 Zamudio, además, arguyó que su
designación estaba aprobada por la Real Audiencia de La Plata, incluso
con posterioridad a la redacción de esta Real Provisión.82 En la copia de
lo conversado, extendida a pedido de Sánchez Ceciliano, el cabildo no
incluyó el parecer del letrado, ni el parecer del teniente de gobernador
que, a ojos de los capitulares, quebrantaba "la ley."83
En la sesión del 8 de noviembre, Sánchez Ceciliano caracterizó
a Zamudio como "criado" de Céspedes.84 Dos días más tarde, Pero
Hernández pidió copia de los pareceres faltantes en la transcripción de
las actuaciones y el cabildo dispuso se le diera nomás "pie y cabeza." Si
con anterioridad la cuestión había sido la del cumplimiento de la
famosa Real Cédula de Felipe III, ahora la polémica colocaba en el
centro de la escena la relación demasiado estrecha, a juicio de los
capitulares de 1626, entre Juan de Zamudio y el Gobernador Francisco
de Céspedes. En este sentido, los nuevos capitulares de 1627 decidieron
insertar en el libro una copia del documento filipino85 pero, respecto de
los cuestionamientos que recibiera Zamudio, el nuevo cabildo rechazó
la petición del Procurador Alonso de León, por estimar que el
mencionado teniente "...cumple con eficiencia y prontitud..." las
obligaciones de su cargo.86 La adopción de una conducta tan cambiante
obliga a buscar razones o al menos intentar encontrar elementos para
explicarla.
La renovación de plazas capitulares contiene los elementos más
importantes para comenzar a pensar un argumento. Durante la

81 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2a. Serie, Tomo II, fols. 226v-28v.
82 Que es, en rigor, copia de una Real Cédula, dada por Felipe III, en Madrid, a 12 de
diciembre de 1619.
83 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2a. Serie, Tomo II, fols. 226v-28v.
84 Idéntica actitud asume en la sesión del 29 de diciembre de 1626 el Regidor Pedro

Ruiz de Villegas. El 2 de enero de 1627 solicita el cese de Zamudio, por ser paniaguado
de Céspedes. Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2a. Serie, Tomo II, fols. 272-75. Y,
efectivamente, tenia razón. En el Archivo General de Indias se encuentra el expediente
que incluye a Juan de Zamudio, embarcado con Francisco de Céspedes, como gente de
su casa, nombrado como criado en primer término. Expediente de información y
licencia de pasajero a Indias de Francisco de Céspedes, gobernador del Rio de la Plata,
con sus hijos Juan, José y Diego, y los siguientes criados, al Río de la Plata, 23 de
septiembre de 1624, AGI, Contaduría, 5388, n. 74.
85 Real Cédula dada por Felipe III en Madrid, 28 de diciembre de 1619, transcripta

en Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 2a. Serie, Tomo II, fols. 285-98v [289 a 298v
ilegible.]
86 Véanse las sesiones del 8 y del 22 de febrero de 1627, en Acias Capitulares de

Santa Fe, AGP, 2a. Serie, Tomo II, fols. 306v-08.


DARÍO BARRIERA 403

gobernación de Céspedes, lo que había sido un enfrentamiento


descamado entre facciones característica del período de Góngora—
dejó paso a la construcción de un equilibrio precario, pero equilibrio al
fin y al cabo. Las disputas por recursos de toda índole no
desaparecieron, pero el cuerpo capitular mostró una tendencia hacia
posiciones más homogéneas en lo que respecta a asuntos de gobierno. El
cuestionamiento a Zamudio dejó lugar a la lisonja en función de que
el alcalde de primer voto—y hombre fuerte en Santa Fe—Manuel
Martín, tenía en su bolsillo el título que le acreditaba como sucesor de
Zamudio desde hacía unos dos meses. En este sentido, el Capitán
Martín—teniente desde el 12 de marzo—difícilmente quisiera sembrar
enemistades con el funcionario saliente quien, por lo demás, era un
vecino respetable y, como se dijo, allegado íntimo del hombre que le
acababa de otorgar el más alto cargo en su "cursus honorum." Ya le
había costado sus idas y vueltas aquella designación del atribulante
Góngora, que resignara laureles de teniente en una "capitanía a guerra"
durante los últimos días de 1622.
Siempre muy cerca del centro de la escena, Manuel Martín
aparece como más cercano al universo de relaciones de Céspedes que
de Góngora. De hecho, es muy probable que este último desistiera de
sostenerlo (como cuando se reseñó lo reemplazara por Bautista Vega
primero y Gonzalo de Carbajal después), cuando supo de sus buenos
contactos con el Gobernador Hemandarias y su grupo, que constituían
el principal obstáculo a los intereses de Góngora en Santa Fe.87
Volviendo a 1627, momento que muestra a Manuel Martín repuesto en
la tenencia de gobernación, el otrora ensañado Alonso de León testificó
gustoso en la asunción del nuevo teniente sin mediar cumplimiento de
reales cédulas ni mensura de distancias afectivas, mientras que el
"excarcelado" Juan de Osuna, ofendido por Zamudio en las buenas y
defensor del mismo Zamudio en las malas, asumió el 23 de marzo en
reemplazo de Manuel Martín como alcalde de primer voto. Los
"hombres buenos" de la ciudad estaban, los honores repartidos, en paz.
Pero el equilibrio político no oblitera la aparición de grietas por otras
partes; bien al contrario, las facilita.
En la específica relación que sostuvieron el cabildo y los
tenientes de gobernador (una de las bisectrices que pueden trazarse
como lectura de lo que se expuso en este apartado) parece haber un

87 En clave de dinámica facciosa, estos eran llamados los "beneméritos," mientras

que el grupo que se apoyaba en los comerciantes portugueses llegados a Buenos Aires
y ligados a Góngora eran denominados por aquellos como "confederados.”
404 COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAL REVIEW FAI.L 2006

desplazamiento del peso de una "institución" hacia la otra. En efecto, el


enorme grado de concentración de potestades y de influencia que el
teniente de gobernador tenía sobre el ámbito capitular durante el último
cuarto del siglo XVI sufrió un franco deterioro a lo largo del cuarto del
siglo siguiente, y sobre todo durante el período crítico que se abrió en
1618.
Los motivos de estas exitosas resistencias y hasta de este firme
avance de las prerrogativas de un cuerpo que, en su heterogeneidad, se
fue autonomizando políticamente sobre las potestades y sobre los
dominios del teniente de gobernador, podrían ser varios. A finales de
1617, por ejemplo, se había creado una nueva gobernación (la del Río
de la Plata) que retiró a Santa Fe de la órbita asunceña y la ubicó bajo
la égida de Buenos Aires, erigida como nuevo polo de atracción en el
anhelado sitio de salida al Atlántico. Como todo momento crítico, el
mismo implicó muchas dificultades y hasta la derrota política de
algunos (por ejemplo, del grupo hemandariano en Santa Fe y en
Buenos Aires), pero brindó a otros una coyuntura de oportunidades que
intentaron aprovechar. Fue entre los "beneficiados" por la instalación
del grupo confederado donde se produjo el proceso más interesante de
alineamientos.
La complejidad deriva de ciertos choques que enfrentaban a
miembros de un mismo "partido," empíricamente, a vecinos que
estaban compartiendo un universo de intereses con el ascendente grupo
de comerciantes porteños (la mayor parte de ellos portugueses y
holandeses). Mientras que éstos controlaron el cabildo de la ciudad de
Buenos Aires, la tensión con el cabildo santafesino, o mejor, con
algunos miembros del cabildo santafesino, era mediada por la lucha
facciosa entre beneméritos y confederados.
Incluso cuando Hemandarias fue desplazado del gobierno
rioplatense durante el agresivo juicio de residencia que Góngora (otra
vez un reemplazante) le incoara mientras se ejecutaba la división de las
gobernaciones, el cabildo de la ciudad de Santa Fe no aceptó
dócilmente a los tenientes enviados desde Buenos Aires, la nueva
cabecera. El cuerpo se mostró mucho más "agresivo" o demandante en
sus planteos para con la gobernación y, como se ha visto, el incremento
del número de negociaciones y el cambio en el tono de las mismas
fueron una constante del período, contrastando con los años anteriores,
cuando la "cuestión gobernación" no era preeminente. Los tenientes del
período 1618-1630 no llegaban a la ciudad sencillamente para imponer
el punto de vista de su gobernador. El cabildo había convertido en letra
dura unas normas que por años habían sido consideradas por todos una
DARÍO BARRIERA 405

mera formalidad. Para alivianar la presión que pudiera querer imponer


sobre la ciudad, el gobernador utilizaba reales cédulas y reales
provisiones normalmente destinadas a dormir el sueño de obedecidas
pero no cumplidas.
La última de las configuraciones a considerar es la que
formaban ciertas jurisdicciones sobreimpresas en una ciudad, para
analizar el vínculo entre aquellas y el quehacer de los agentes en el
territorio examinando designaciones que entrañaban judicaturas.88 A
finales del siglo XVI y comienzos del XVII, el término justicia
identificaba potestad y persona: "llamamos justicia a los ministros
della, como dezir: a fulano topó la justicia esta noche y le quitó las
armas...."89 Tenerse a la justicia era tenerse al rey por cualquier
ministro suyo. Esa identificación reconocía la prolongación de la
potestad regia en su justicia, en su ministro. Estuvo presente en actas
capitulares a todo lo largo del Antiguo Régimen y no sólo en la figura
del alcalde. Cuando Sebastián de Vera Mujica obtuvo un permiso del
teniente de gobernador de Buenos Aires en Santa Fe, dijo haber sido
autorizado por "el justicia mayor." Las excepcionalidades consignadas
en las ordenanzas de gobernadores desde 1597 en adelante son casos
del mismo tipo.90 La posesión de "poder y facultad" los homologaba,
coincidiendo en que la capacidad—en este caso jurídica—era invisible,
inmortal y delegable.
La normativa hispánica regló que el ejercicio de la justicia
ordinaria en los cabildos hispanoamericanos reposara en la figura del
alcalde de primer voto.91 Sin embargo, ni el alcalde92 tenía sólo aquella

88 En el sentido que le da al termino la Real Academia Española, como potestad de

juzgar o dignidad de juez.


89 Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española, edición

facsimilar establecida por Martín de Riquer según la impresión de 1611, con las
adiciones de Benito Remigio Noydens, publicadas en la edición de 1674 (Barcelona:
Alta Fulla, 1998), 724.
90 Véanse las mismas en Manuel Cervera, Historia de Ia ciudad y provincia de Santa

Fe, 1573-1853 (Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral, 1979), 3:305-331.
91 Según la definición adoptada por la Real Academia Española en 1726, el "Alcalde

[h]ordinario" es aquél que "...tiene la jurisdición radicada y anexa de mismo oficio, u


dignidad: sea puesto por el Rey ó por el Señor que para ello tiene potestad comedida
por su magestad; ó por los concejos, ayuntamientos ó Cabildos, que tienen esta facultad
de nombrar y elegir Alcaldes: y sin que se les añada el distintivo se entiende ser
ordinarios, no por otra razón que la de residir en ellos la jurisdicción ordinaria." Real
Academia Española, Diccionario de la lengua castellana [edición de 1726], 1:177;
énfasis añadido.
92 Al-cadi, su etimología árabe, remite a la figura de un juez-gobemador y, en la
práctica, también tenía funciones de gobierno. Real Academia Española, Diccionario
406 COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAL REVIEW FALL 2006

facultad ni ésta fue de su exclusivo dominio: el ejercicio de la justicia


en el orden local también respondía a los principios de la naturaleza
policéntrica del poder político monárquico (fragmentación, delegación
y, casi siempre, superposición de funciones y jurisdicciones).93 El
gobierno local reposaba sobre alcaldes y regidores reunidos en cabildo
bajo la atenta mirada de un gobernador (en su ciudad sede) o de un
teniente suyo (en ciudades sujetas a la gobernación, o sufragáneas), y
estos cabildos, los adelantados o los tenientes de gobernador habían
recibido por delegación la potestad de investir justicias en una sede
local del poder político. Esta potestad no se agotaba en la designación
del acalde. El alcalde de primer voto, entonces, fue la pieza clave de la
administración de la justicia ordinaria, pero esta primacía no obturó el
que por diversas razones coexistieran en la misma sede varas de justicia
y varios justicias. Tal como lo advertía Sebastián Covarrubias, siempre
había que hablar de "varas," en plural.94
Esto no era exclusivo de las ciudades sede de la audiencia,
donde esto puede parecer obvio. En la ciudad de Santa Fe, por ejemplo,
llevaron varas de justicia —y eventualmente administraron justicia
ordinaria— lugartenientes de adelantados, alcaldes mayores, procuradores
y tenientes de gobernador.95 Según los pleitos tenidos en

de la lengua castellana [edición de 1726], 1:176. Para Covarrubias las raíces debian
buscarse en cahed y calede, las cuales, sin que negara su rol de juez, lo llevaban a
enfatizar en un origen etimológico que reforzaba las funciones de presidencia y
gobierno. Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana, 72.
93 Zorraquín Becú, La función de justicia, 28-29.
94 "...varas son las que traen el día de oy los alcaldes de corte, los corregidores, sus

tenientes y alcaldes, los juezes pesquisidores, los alguaziles y los demás ministros de
justicia." En esta definición, el énfasis está puesto en los "ministros de justicia."
Ministros de la justicia regia. Su semántica, la carga que la vara portaba como símbolo,
es la de una "...insignia y animadvertencia al pueblo que cada una de los susodichos
[cada portador de una vara] en su tanto representa la autoridad real, y assí el más ínfimo
destos ministros dize en ocasiones: Teneos al rey." Covarrubias, Tesoro de la lengua
castellana, 994; en el primer fragmento, énfasis añadido. La vara era, en definitiva, el
signo del imperio de la justicia del rey y, lo que aquí importa, de la delegación de la
potestad de administrar justicia en el regio nombre por parte de quien fuera su portador.
95 En la península, la creación de la figura del alcalde mayor fue un intento de

someter jurisdicciones menores a una justicia supralocal —pretendiendo controlarlas—


incluyendo bajo su jurisdicción varios ayuntamientos o cabildos. En algunos casos fue
un funcionario de competencia señorial. En el caso del repoblamiento de Chipiona
(1480) fue el encargado de defender los intereses del marquesado de los Ponce de
León, funcionó como tribunal de alzada, ya que la competencia ordinaria seguía siendo
la del alcalde ordinario y podia ser apelado él mismo a una tercera, representada en el
Señor. Alfonso Franco Silva, Estudios sobre ordenanzas municipales, siglos XIV-XVI
(Cádiz: Universidad de Cádiz, 1999). En Santa Fe no tiene que ver con esto ni con la
DARIO BARRIERA 407

esa ciudad durante la primera mitad del siglo XVII, parece claro que el
gobernador—o, lo que es importante, su teniente—intervenía en los
casos que involucraban a los capitulares. Así, cabría pensar en que la
"dignidad"—o el ejercicio de un oficio—de alguna de las partes en
juicio jugaba un papel determinante a la hora de excusar al alcalde de
primer voto, por ejemplo, de actuar en una causa. Sin embargo, podían
no excusarse los alcaldes, aunque hubieran debido, por antiquísimos
principios legales, cuando intervenían parientes o amigos, lo cual era
un motivo corriente de quejas, protestas y hasta de presentación de
tachas o denuncias. El descendiente de una familia ilustre supo resumir
bien la situación. Retratando su condición de inferioridad en las
relaciones de fuerza en el momento en que perdía derechos sobre
ganados, dijo que el beneficiado esperó tener un juez a propósito para
presentar el pleito.96
Por otra parte, un adelantado, o un gobernador y sus tenientes,
eran considerados, al igual que un corregidor, "justicias mayores." En
las designaciones realizadas en el Río de la Plata no se trata de la
institución aragonesa del "justicia mayor"97 sino de una dignidad que
era superior a la del alcalde—y que podía ser encamada por un
gobernador, un corregidor, un alcalde mayor o sus tenientes—que,
además de ser una instancia ante la cual podía presentarse una
apelación, podía también oír justicia en primera instancia. Era mayor
no solamente porque su jurisdicción le permitía oír una apelación sino
porque podía considerarse preeminente respecto del alcalde y además
porque no lo era solo de la ciudad, sino de todo el distrito.98

figura del corregidor, con la que suele confundirse en otros casos hispanoamericanos.
Sobre esta última homologación véase las reflexiones de Guillermo Lohmann Villcna
en Franklin Pease y Frank Moya Pons, eds., El primer contacto y la formación de
nuevas sociedades (Madrid: Trotta, 2000), 469. Sobre procuradores, véase Actas
Capitulares de Santa Fe, AGP, 2a. Serie, Tomo II, fols. 40v-50.
96 Expedientes Civiles, Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales de

Santa Fe, Argentina, tomo LX, leg. 161, fol. 273; énfasis añadido. La expresión textual
es "jues apropocito" y el denunciante de la connivencia fue Cristóbal de Sanabria.
97 Surgida en el siglo XIII y cuya quintaesencia jurisdiccional lo constituían los

procesos forales. Ángel Bonet Navarro, José Luis Merino Hernández, José Manuel
Pérez-Prendes Muñoz de Arraco, María Luz Rodrigo Esteban y Esteban Sarasa
Sánchez, Sexto encuentro de estudios sobre "El Justicia de Aragón" (Zaragoza:
IberCaja, 2005). Su peculiaridad fue señalada también en Luis Suárez Fernández, Los
Reyes Católicos: fundamentos de la monarquía (Madrid: Rialp, 1989), 36.
98 En definitiva, se trataba de un oficial "...designado por las autoridades superiores

residentes o directamente por la corte metropolitana, [que] constituirá la referencia


inmediata de la jurisdicción real en el territorio municipal." Alejandro Agüero,
Castigar y perdonar cuando conviene a la República: la justicia penal de Córdoba del
408 COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAL REVIEWFALL 2006

En el caso de los tenientes de gobernador (lo mismo que en el


caso de los corregidores chilenos o cuyanos, por ejemplo), esta
acumulación de competencias y jurisdicción en un solo oficio sumaba
la de "capitán a guerra."* 99 Cuando tal dignidad era ostentada dentro de
un conjunto de cargos simultáneos, debió concebirse de modo similar a
lo que había sido en el medioevo castellano-leonés, vale decir, como un
"...alto responsable de la paz pública y de la policía tanto en su
dimensión judicial como gubernativa." 100
Entonces, dentro de los "límites" de la ciudad—en rigor, en el
territorio interior al perímetro que señalaban los mojones—el alcalde
tenia preeminencia sobre los justicias que convivían con él en su misma
sede, pero la dinámica de la vida política o circunstancias imprevistas
podían convertir a cualquiera de aquéllos en los primeros en conocer en
un caso de justicia ordinaria. Lo mismo sucedió con los tenientes de
gobernador. Si bien de manera doctrinaria eran instancias de
"apelación," en la praxis pudieron administrar justicia en primera
instancia.
Aunque la prescriptiva mandaba que en cada pueblo de
españoles (en cada ciudad) hubiera dos alcaldes ordinarios con
jurisdicción ordinaria civil y criminal "y de ellos se apele para las
Audiencias, Govemadores, ó Cabildos: conforme á lo despuesto,"101
otros instrumentos del cedulario filipino generaban potenciales
conflictos de competencia. En 1573, una Real Cédula de Felipe II
"...que donde huviere Govemador, o Corregidor, no entren los Alcaldes

Tucumán, siglos XVII XVIII (Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,


2008), 59.
99 En un acta del cabildo santafesino puede leerse "...el muy ilustre señor adelantado

Juan ortiz de çarate caballero de la orden de santiago, gobernador y capitán y juzticia


mayor y alguazil mayor de estas provincias de la nueva Viscaya por la merced rreal del
rrey Don felipe nuestro señor..." mientras que en otra, la primera del año siguiente, reza
"...estando presente el muy magnífico señor capitán Juan de garay teniente general y
justicia mayor que es de las provincias y gobernación de la Nueva Viscaya por el muy
noble señor adelantado Juan ortiz de jarate cavallero de la orden del señor Santiago
gobernador y capitán general y justicia mayor y alguacil mayor de las dichas provincias
de la nueva Viscaya...." Actas Capitulares de Santa Fe, 2 de mayo de 1575, AGP, Tomo
I, Libro 1°; énfasis añadido. Véase también Bemardino Bravo Lira, Historia de las
instituciones políticas de Chile e Hispanoamérica (Santiago de Chile: Editorial Andrés
Bello, 1986), 86.
100 José Manuel Pérez-Prendes y Muñoz de Arracó, La monarquía indiana y el

estado de derecho (Valencia: Asociación Francisco López de Gomara, 1989), 142.


101 Aguiar y Acuña y Montemayor y Córdoba de Cuenca, Sumarios de la

Recopilación General, Libro cuarto, Título quinto, Ley 1.


DARIO BARRIERA 409

Ordinarios en el Cabildo,"102 pero había un ancho campo de acción para


la construcción institucional, apoyado en las recreaciones de
adelantados, gobernadores, capitanes y huestes. Delegada la potestad y
la autoridad, se abría el campo de acción. Cuando la ley señala las
instancias de apelación, se puede presumir que un flujo vertical de los
órdenes jerárquicos de la justicia, pero la práctica—desde la provisión
de reales cédulas del monarca hasta las voces capitulares—mostraba a
los compiladores del cedulario que las situaciones no eran homogéneas
en este plano.
En la ciudad de Santa Fe administraron o tuvieron capacidad
para administrar justicia ordinaria lugartenientes de adelantados,
alcaldes mayores, tenientes de gobernadores y, residiendo en la ciudad,
gobernadores.103 El 2 de mayo de 1575, el escribano del cabildo
registró la presencia de Ortiz de Zárate, recibiéndolo de este modo:
"...el muy ilustre señor adelantado Juan ortiz de çarate caballero de la
orden de santiago, gobernador y capitán y juzticia mayor y alguazil
mayor de estas provincias de la nueva Viscaya por la merced rreal del
rrey Don felipe nuestro señor...." La primera sesión del año siguiente
deja leer: "...estando presente el muy magnífico señor capitán Juan de
garay teniente general y justicia mayor que es de las provincias y
Gobernación de la Nueva Viscaya por el muy noble señor adelantado
Juan ortiz de çarate cavallero de la orden del señor Santiago gobernador
y capitán general y justicia mayor y alguacil mayor de las dichas
provincias de la nueva Viscaya...."104
Ese documento hace coincidir la jurisdicción y las varas: la
jurisdicción de las "provincias de la Nueva Viscaya" en la ciudad de
Santa Fe. Este fenómeno sobreimprimía en un solo sitio dos sedes.105

102 Aguiar y Acuña y Montemayor y Córdoba de Cuenca, Sumarios de la

Recopilación General, Libro cuarto, Título quinto, Ley 13.


103 El hecho de que la figura del alcalde no fuera necesariamente preeminente frente

a la del gobernador como "juez" o como justicia en la ciudad de su residencia ha sido


señalada. Víctor Tau expresa claramente: "Quien primero conocía desplazaba al otro.
La elección de una u otra vía varió de acuerdo con el tiempo y las circunstancias, pero
fue más frecuente, según parece, la utilización de la primera [el alcalde]." Tau
Anzoátegui, "Órdenes normativos," 309-10. Zacarías Moutoukias sospecha que la
intervención de una u otra figura respondía en algunos casos a la gravedad del delito en
cuestión. Moutoukias, "Gobierno y sociedad," 375-76. Pero también podía deberse a la
calidad de las personas o los oficios que revestían los pleiteantes al momento de
iniciarse el proceso.
104 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, Tomo I, Libro 1°, fol. 6v; énfasis añadido.
105 De corta duración, dado que esta denominación no perduró y pocos años después

Santa Fe fue ciudad de la Gobernación del Río de la Plata (en dos sesiones del año
410 COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAL REVIEWFALL 2006

Santa Fe de la Nueva Viscaya era la capital de una provincia, jamás


cartografiada, que no tenía otra ciudad. El adelantado del Paraguay y
Río de la Plata, Ortíz de Zárate, abrió dos nuevas jurisdicciones—la de
la provincia y la de la ciudad—en un solo acto y un solo sitio, por
intermedio de Juan de Garay, delegado como su lugarteniente y
también portador de vara de justicia. La ciudad tenía desde luego su
cabildo, con su alcalde de primer voto y bien pronto contaría con otros
oficios que también ostentaban vara de justicia (alcalde mayor y
alguacil mayor).
Otra de las variantes que presenta el impacto de la acción
política sobre las potestades para ejercer justicia en una sola sede puede
examinarse en el desarrollo de la práctica de la jurisdicción, en la forma
en que el territorio se jurisdiccionalizaba. Hasta 1592 la máxima
autoridad en el Río de la Plata reposaba en el adelantado, cuya potestad
concernía a una gobernación. La capitulación ligaba al adelantado
directamente con el rey, pero la gobernación, después de 1542, estaba
bajo jurisdicción del virreinato peruano y desde 1565 de la Real
Audiencia de Charcas. El virrey del Perú tenía el derecho a nombrar
gobernador de la provincia rioplatense, pero el adelantado—que había
obtenido su rango de un contrato con el rey—siempre impuso su
preminencia (no sin problemas) a las designaciones virreinales y hasta
1592 fue la cúspide del poder político provincial. Esta situación se
sostuvo hasta la muerte del cuarto adelantado del Río de la Plata y la
designación, por el Cabildo de Asunción, de un teniente de gobernador
y justicia mayor (Hernandarias) que, por primera vez, no representaba a
un adelantado.* 106
Dentro de este marco, los adelantados-gobernadores primero y
los gobernadores después eran justicias mayores en su gobernación, lo
que incluía a las ciudades donde residían y sus lugartenientes lo eran en
las ciudades donde los representaban a sus superiores.107 Aquí se
producía otro "derrame" de potestas que generaba el solapamiento de

1577 se la denominó "de Luyando"). Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, Tomo 1,
Libro 1°, fol. 8.
106 Raúl Molina, Hernandarias: el hijo de la tierra (Buenos Aires: Lances Tremere,

1948), 104-05.
107 Esto fue, eventualmente, fuente de conflictos, ya que una Real Cédula dada por

Felipe II en 1560 consignaba: "Que los Govemadores no se entrometan á conocer de


las causas civiles, ó criminales, que passaren ante los Alcaldes Ordinarios; conforme á
la Ley cincuenta y siete, del titulo antes de este." Aguiar y Acuña y Montemayor y
Córdoba de Cuenca, Sumarios de la Recopilación General, Libro cuarto, Título quinto,
Ley 21.
DARIO BARRIERA 411

justicias y jurisdicciones que caracterizaba lo que Zorraquín llamó "una


modalidad característica del sistema."108
Juan de Garay, fundador de la ciudad de Santa Fe, era recibido
por el Cabildo de Asunción en 1578 como "teniente general de
govemador y capitán general [y] justicia mayor [y] alguazil mayor" de
las Provincias del Paraguay y Rio de la Plata.109 Garay, cabe recordar,
residía en Santa Fe y fue teniente de un adelantado todavía ausente, que
estaba en camino y que, incluso, había conseguido el adelantazgo
gracias a su fino trabajo. Él había sido su artífice; el casamiento por
poder que hizo adelantado a Juan Torre de Vera y Aragón (quien por lo
demás era también oidor de la Real Audiencia de La Plata) se debió a
las gestiones del vizcaíno quien incluso presidió el Cabildo de
Asunción en carácter de todas las potestades antes enunciadas.
Durante los frecuentes y extensos períodos en que Garay se
ausentaba de la ciudad de Santa Fe delegaba su autoridad y sus
facultades. En ocasión de haber nombrado como su teniente al
conflictivo flamenco Simón Xaques, le expresó, como lo había hecho
con Francisco del Pueyo, que entre sus potestades se contaban las de
"remover los cargos del Cabildo" —a excepción de los alcaldes—
"...entender en causas civiles y criminales..." y en tomar parte en la
"...guerra y pacificación de los naturales...."110 Pero, para conceder esta
suma de poderes que incluía la facultad de administrar justicia en el
cabildo, esta no fue la única figura utilizada por Juan de Garay. En
1583, apeló a una diferente.
Con motivo de su ausencia en enero de ese año, echó mano de
la designación de un alcalde mayor en la persona de Antonio Tomás,
otro hombre de su confianza. Este poder fue otorgado para que "...como
alcalde mayor y Justicia riga y administre y haga Justicia En lo civil y
criminal apedimento de parte... y podáis Entrar en Cavildo y hazer el
oficio de Justicia mayor y para hablar de indios y determinar los
pleytos que sobre ello se rreceviere y para compeler y apremiar a los
capitanes caudillos y quadrillas que yo dexo señalados...."111 La
similitud con las atribuciones asignadas a un teniente de gobernador de

108 Zorraquín Bccú, La función de justicia, 28.


109 Recibimiento de Juan de Garay, Asunción, 15 de setiembre de 1578, Archivo
Nacional de Asunción, Sección Nueva Encuademación, v. 322, fol. 83, reproducida en
Actas Capitulares del Cabildo de Asunción del Paraguay, siglo XVI, ed. Roberto
Quevedo et. al (Asunción: Municipalidad de la Ciudad de Asunción), 2001.
110 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP, 1ª. Serie, Tomo I, fol. 36.
111 Actas Capitulares de Santa Fe, AGP. 1ª. Serie, Tomo 1, fols. 51-52; énfasis
añadido.
412 COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAL REVIEW FALL 2006

ciudad es tal que hace pensar en un reemplazo liso y llano de una figura
por otra, pervirtiendo o resignificando, por otra parte, la semántica que
la prescriptiva otorgaba por entonces a la función de alcalde mayor.
Pero el teniente de gobernador de tumo no había sido destituido.
La potestad de "justicia mayor" contenida en el cargo de
alcalde mayor y la facultad de hacer justicia en el cabildo también
estaban presentes en la designación del teniente de gobernador,
Gonzalo Martel de Guzmán, hecha por Juan de Garay pocos años antes
y todavía vigente. Así, a la justicia ordinaria y de la hermandad
contenida en los alcances del oficio del alcalde de primer voto, se
solapaban en este momento otras dos justicias mayores in situ, la del
teniente de gobernador y, ahora, la del alcalde mayor—ambos
residentes en la ciudad—más una tercera. la del adelantado-gobernador.
El adelantado-gobernador era también justicia mayor a todo lo largo y a
lo ancho de su jurisdicción. Probablemente, en este caso, Garay
estuviera jugando una carta de control sobre Martel de Guzmán, en la
medida en que, como se ve por la transcripción de los alcances de
ambos títulos, prácticamente los homologó. De cualquier modo, sigue
siendo evidente que los agentes practicaban la sobreimpresión de
jurisdicción sin que esto provocara obligadamente la reacción de
alguno de los involucrados.
Juan de Garay fue, primero, el lugarteniente en Santa Fe de
Martín Suárez de Toledo, teniente él mismo del Adelantado Juan Ortíz
de Zárate, elegido por los rebeldes que expulsaron a Felipe de Cáceres
de Asunción en 1572 y, luego, consuegro de Garay. Más tarde, el
vizcaíno fue teniente del Adelantado Juan Ortíz de Zárate y luego,
hasta su muerte acaecida en 1583, de Juan Torres de Vera y Aragón,
para quien el vizcaíno trabajó tenazmente a fin de obtener su
casamiento con Juana, la hija de su predecesor, portadora del título de
adelantado para quien la desposara.112 El alto grado de compromiso de
Garay con las familias encamadas en las más altas autoridades del
territorio paraguayo-rioplatense (los adelantados) garantizó sus
sucesivos nombramientos como teniente de gobernador (en rigor,
lugarteniente de teniente de adelantado primero y teniente de
adelantado después). Su movilidad y su capacidad de movilizar
hombres constituían sus mejores recursos. También era creativo; en
coyunturas difíciles como las vividas en Santa Fe para él y sus 112

112 Sobre Juan Ortíz de Zárate, véase Presta, "Cuando la clave es juntar lo disperso,"
21-44. Sobre Garay, véase Augusto Fernández Díaz, Juan de Garay: su vida y su obra
(Rosario: Molachino. 1973).
DARÍO BARRIERA 413

allegados durante la gobernación interina de Diego de Mendieta en


1577, o la rebelión de los mancebos en 1580, creó oficios nuevos en los
que delegaba su autoridad y sus capacidades jurisdiccionales113
utilizando distintas figuras, lo cual le permitía contar con hombres
leales en las ciudades que no lograban retenerlo por demasiado tiempo.
Por lo tanto, Juan de Garay fundó ciudades, ejerció el gobierno,
detentó y delegó varas, oficio y ejecución de justicia, sin haber sido
más que un lugarteniente de adelantado (y por ello, teniente de
gobernador). Su potestad nunca estuvo fuera de los márgenes de la
legitimidad y sus acciones estaban encuadradas dentro de las
capacidades que la normativa habilitaba, facilitando la implementación
de tecnologías de gobierno y justicia sumamente complejas pero muy
funcionales a la dinámica del proceso de equipamiento político del
territorio.114 La historia de este espacio, entonces, fue la de una
territorialización de la jurisdicción con potestades sobreimpresas, con
solapamientos jurisdiccionales, jurídicos y administrativos, cuya
complejidad apenas comienza a despuntar. Los conflictos derivados de
este proceso dieron lugar a negociaciones o a enfrentamientos por la
fuerza.
Se ha visto que el lugarteniente del gobernador era "justicia
mayor" en la ciudad, lo mismo que el gobernador y el alcalde mayor.
La real normativa presenta alcances y connotaciones matizados cuando
se la contextualiza: la lejana frontera en el litoral paranaense sentó
precedentes respecto de alcaldes que no escribían, que no eran
residenciados y que, además, hasta ejercieron durante dos años
seguidos condiciones todas ellas objetables desde la prescriptiva
regia.115 Vistas localmente, estas situaciones no parecen tanto
transgresiones como posibilidades abiertas por la circunstancia y la

113 Es preciso tener siempre presente la definición de Baldo, según quien la

jurisdicción era "la potestad de decir el derecho o de imponer soluciones de equidad."


En Antonio Hespanha, La gracia del derecho: economía de la cultura en la Edad
Moderna (Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1993). 44.
114 Los textos de las múltiples designaciones a Garay se pueden ver en Enrique Ruiz

Guiñazú, Garay, fundador de Buenos Aires: documentos referentes a las fundaciones


de Santa Fe y Buenos Aires publicados por la Municipalidad de la Capital Federal,
administración del Señor Intendente Dr. Arturo Gramajo, prologados y coordinados
por el Dr. Enrique Ruiz Guiñazú, 1580-1915 (Buenos Aires: Compañía Sud-Americana
de Billetes de Banco, 1915).
115 El caso de Antón Romero, alcalde en 1576 y 1577. Mateo Gil, alcalde en 1576,

firmaba con una cruz potenzada o por terceros. No se registran residencias para los
alcaldes santafesinos durante el período 1573-1640. Actas Capitulares de Santa Fe,
AGP, 1ª. Serie, Tomo I.
414 COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAL REVIEW FALL2006.

configuración, cuya composición en movimiento ofrece la sustancia de


los argumentos, casi siempre basados en una prescriptiva prolijísima y
consecuente en la redacción de normas destinadas a crear lo
excepcional y el intersticio.
No menos normal resulta, desde la lectura de estos documentos
locales, la existencia de varias "varas de justicia" y, con ellas, de un
universo de potestades y de jurisdicciones (en su primera acepción, de
iuriscendi potestas) integrado por adelantados, gobernadores, tenientes
de adelantado, alcaldes mayores y tenientes de gobernador. Todos ellos
eran justicias, ministros que encarnaban un orden policéntrico o, mejor,
multicéntrico. Geométricamente, la única posibilidad gráfica es la
sobreimpresión de círculos que, representando la territorialidad
(segunda acepción de jurisdicción, en calidad de espacialización de la
potestad de juzgar), coinciden en sedes de poder político. En el orden
de la experiencia, el registro de los oficios de justicia deja ver
claramente la vinculación existente entre el alcance normativo de las
competencias jurisdiccionales y los conflictos políticos. Muestran, al
fin, cuán vinculados estaban al registro de la negociación política que,
algunas veces, se dirimía produciendo derecho, competencia o
jurisdicción y otras, por la fuerza.
Las normas son un elemento más de la realidad analizada y no
una estructura que determina las reglas del juego social. Las
arquitecturas políticas posibles en los territorios americanos de la
Monarquía no se apartaron de la normativa. Sus construcciones y sus
prácticas se realizaron gracias a las particularidades del poder político
católico (la idea de soberanía como mayoría —summa potestas116 *— el
carácter delegativo de la potestas y el casuístico de la normativa
hispánica), que se veía reforzado por ellas.
Para algunos especialistas, la imagen de una Monarquía
absoluta, centralizada y burocratizada se ha difuminado frente a otra
más enfocada en sus limitaciones, en las resistencias de los grupos
subalternos a su poder, en el clientelismo y en la dispersión del poder
político en varios centros. Antonio Feros afirma que estas nuevas
interpretaciones que acentúan el carácter disperso del poder político no
estiman suficientemente las capacidades de la Monarquía como agente,
ya que esa dispersión es entendida por muchos como un síntoma de su

116 La traducción de la República de Jean Bodin que más difusión tuvo en España fue
la de Gaspar de Añastro Ysunza, Los seis Libros de la República de Juan Bodino
(Turin: per los herederos de Bevilaqua. 1590). Allí soberanía se tradujo como suprema
autoridad. Pablo Fernández Albaladejo, Fragmentos de Monarquía: trabajos de
historia política (Madrid: Alianza Editorial, 1992), 73-74.
DARÍO BARRIERA 415

debilidad.11 Planteando un debate en estos términos se corre el riesgo


de continuar refrendando una concepción instrumentalista del poder
político y de asumir que entre centralización y fortaleza hay una
relación de proporcionalidad directa que tiene su contrapartida en un
tándem que no va de suyo: dispersión y debilidad.
Pero si se modifica el modo de planteamiento del problema
considerando al poder político desde una matriz relacional, el centro del
mismo nunca será si la Monarquía "tiene" o "concentra" el poder. Por
eso, la problemática general debiera girar en torno del tipo de
relaciones que fortalecen a la Monarquía como cuerpo y como agente
político.118 Es imprescindible preguntarse, además, si estas relaciones
están necesariamente vinculadas con la concentración de la capacidad
de tomar decisiones, de producir ley y de administrar justicia sólo en la
cúspide de un esquema jerárquico o, por ejemplo, si el policentrismo
jurídico, político y judicial de la Monarquía está reñido con el
fortalecimiento de sus instituciones y de sí misma. Según el punto de
vista que aquí se sostiene, este policentrismo —que no era la dispersión
de algo antes concentrado— fortalecía antes que debilitaba los lazos que
sostenían el conjunto político. El momento de mayor fortaleza de la
Monarquía como institución política puede ubicarse desde finales del
siglo XVI hasta finales del XVII, cuando los modos de vinculación
entre sus súbditos y sus dispositivos de gobierno eran más fluidos (no
más rígidos) y cuando las diferentes agencias tendían sobre todo a
conservar los territorios y refrendar el orden, lo cual finalmente
fortalecía a la Monarquía como institución política.119
Desde la perspectiva que aquí se ha presentado, el tipo de
relaciones de poder político generadas por la Monarquía Hispánica

117 Antonio Feros, "Clientelismo y poder monárquico en la España de los siglos XVI

y XVII," Relaciones 29:73 (1998): 17.


118 En el debate referido por Feros, la tensión fundamental reposa en las expresiones

"centralización" y "descentralización.” Esta última expresión forma parte de un


vocabulario más contemporáneo, instalado por la teoría política sobre la gobemabilidad
municipal en la socialdemocracia europea. Para la realidad del Antiguo Régimen cabe
hablar en cambio de policentrismo en el sentido de multiplicidad de centros de
autoridad. Descentralización evoca una centralización previa que, a partir de un
programa voluntario o provocado, instala funciones del centro en sedes periféricas,
persiguiendo el fin de la gobemabilidad.
119 Véase Conrad Russell y José Andrés-Gallego, eds., Las monarquías del Antiguo

Régimen: ¿Monarquías compuestas? (Madrid: Editorial Complutense, 1996). También


Thomas Calvo, "El rey y sus Indias: ausencia, distancia y presencia, siglos XVI-
XVIII," en México en el mundo hispánico, ed. Oscar Mazín Gómez (Zamora: El
Colegio de Michoacán, 2000), 2:427-83.
416 COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAL REVIEW FALL 2006

dejaba en manos de los agentes grandes márgenes de maniobra pero al


realizarse esta agencia con sus materiales y en sus territorios, su sentido
la fortalecía. La autonomía de adelantados, virreyes, oidores,
gobernadores, tenientes, alcaldes mayores y cabildos en materia de
creación institucional, de creación jurisdiccional, de utilización de las
normas según intereses facciosos y realizando interpretaciones siempre
interesadas, fortalecían a la Monarquía como institución política de tipo
compuesta cuyo modelo de acumulación territorial se basaba en la
agregación, la discontinuidad y la producción de expectativas para los
agentes.120
Las instituciones y prácticas previstas para su contralor, por
otra parte, no constituyen la novedad de un supuesto "Estado moderno"
y "centralizado" sino que hunden sus raíces en la tradición románica y
cristiana, y producen estabilidad para la Monarquía precisamente
gracias a que son maleables a las necesidades locales de los agentes.
Como se ha mostrado, las residencias sirvieron en el Río de la Plata
para limpiar el terreno hasta finales del siglo XVI y luego, como lo ha
retratado Oscar Trujillo, se convirtieron en un ritual de resultados
previsibles que tendían a la connivencia entre jueces y juzgados,
asimilándose a las descripciones que ha realizado, por ejemplo, Tamar
Herzog para Quito.121
Estas afirmaciones surgen de una lectura del funcionamiento de
la realidad local en una ciudad inscripta en la Gobernación del Rio de la
Plata, al sureste del gran territorio que, desde 1563, fuera el de la Real
Audiencia de Charcas. Los elementos constitutivos de la Monarquía
como forma política pueden ser percibidos tanto en la redacción de un
poder o de una licencia y en la creación de una nueva jurisdicción.
También se perciben en la manera en que se ejecutaban las prácticas de
control sobre los oficiales de la Monarquía, en los argumentos
presentados por súbditos letrados o legos ante la justicia de primera
instancia, en los ardides de los cabildos para resistir a tenientes de

120 John H. Elliott, "A Enrope of Composite Monarchies," Past and Present 137

(1992):48-71.
121 Para la primera etapa, véase Darío Barriera, "La tierra nueva es algo libre y

vidriosa. El delito de traición a la Corona real. Lealtades, tiranía, delito y pecado en


jurisdicción de la Real Audiencia de Charcas, 1580-1581," Ley, Razón y Justicia 11
(2008): 113-28. Véase Oscar Trujillo, "La mano poderosa: los gobernadores de Buenos
Aires y los juicios de Residencia, mediados del siglo XVII," en X Jornadas
Interescuelas-Departamentos de Historia, CD Rom, Rosario, 2005; Trujillo, "Fieles y
leales vasallos;" y Tamar Herzog, La administración como un fenómeno social: la
justicia penal de la ciudad de Quito, 1650-1750 (Madrid: Centro de Estudios
Constitucionales, 1995).
DARÍO BARRIERA 417

gobernador poco fiables y hasta en el grito de "por la honra de nuestro


rey" que presidió la rebelión de los mancebos que exigían participación
en el gobierno municipal santafesino en 1580.122
La agencia estaba sostenida en los principios rectores de una
justicia distributiva y de la gracia regia pero también la convicción
instalada del servicio, del mérito, la obediencia y la idea de un cuerpo
que debía de funcionar de acuerdo con un propósito mayúsculo, que era
la conservación del conjunto. Esa era la clave de una centralización del
flujo del sentido de la auctoritas y de la potastas, que siempre se dirigía
hacia la cúspide de la Monarquía.
Lo que los agentes discutían permanentemente no era la
dirección del flujo de la potestas (lo cual conduciría a discutir la
naturaleza misma de la Monarquía) sino condiciones de posibilidad
para orientar localmentc fragmentos del flujo de la renta y transitorias
supremacías territoriales en el ejercicio de una autoridad que siempre
provenía del rey y sólo tenía sentido en un conjunto jurisdiccional y
territorial: la Monarquía agregativa.123 Lo que daba sentido al oficio era
el lugar de su ejercicio—y según su posición en la escala de las sedes,
para los oficios venales esto determinaba incluso su precio.124 Sin
embargo, un lugar, en términos políticos, no era nada y nada podía
otorgar a un agente si no formaba parte de la Monarquía Hispánica de
los siglos XVI y XVII; la relación entre los términos no era causal, sino
recursiva.
Ya con los Reyes Católicos la Corona intentó organizar sus
reinos americanos e imponer en ellos las leyes de Castilla, pero se
organizaron desde las políticas imaginadas primitivamente como desde
el ejercicio práctico y cotidiano de la expansión en el territorio,
realizado por hombres y mujeres que debieron resolver in situ muchas
situaciones que no en todos los casos estaban absolutamente previstas.
Las Américas se convirtieron en un verdadero laboratorio de ensayos
en materias tales como la regulación del trabajo indígena, la creación
de jurisdicciones, la administración de justicia, repartos de tierras y

122 Conocida también como la "Rebelión de los Siete Jefes," analizada en Barriera,

"La tierra nueva es algo libre y vidriosa."


123 Se coincide aquí con la advertencia de Ruiz Ibáñez y Vincent: "La Monarquía no

fue una simple adición territorial de elementos preexistentes...se respetó para cada
territorio la ordenación jurídica, política y social, la inclusión en la Monarquía provocó
cambios efectivos en los equilibrios de poder local." José Javier Ruiz Ibáñez y Bemard
Vincent, Los siglos XVl-XVIl: política y sociedad (Madrid: Síntesis, 2007), 31.
124 Véase Francisco Tomás y Valiente. La venta de oficios en Indias, 1492-1606

(Madrid: Instituto de Estudios Administrativos, 1972).


418 COLONIAL LATIN AMERICAN HISTORICAL REVIEW FALL 2006

mano de obra resueltas al calor de las circunstancias y la distribución


de los nuevos poderes entre la hueste—incluyendo en ciertos casos a
algunos miembros de entre los principales de las etnias indígenas.125
Insacular separadamente prescriptiva y práctica parece poco adecuado.
Observando el funcionamiento local de la Monarquía, puede verse que
esas instancias no colisionan sino que se asocian en configuraciones
donde los agentes iban construyendo según sus necesidades con
distintos materiales, por ejemplo, las designaciones de Garay o las
resistencias del cabildo a tenientes que juzgaban inaceptables.
En definitiva, desde la perspectiva que aquí se propone, el
equipamiento político del territorio es el resultado de múltiples
negociaciones que involucraron a los agentes más móviles y ejecutivos
del proceso. Así, aquellos empresarios-aventureros y sus díscolas
huestes armadas no parecen haber sido los meros ejecutores de una
planificación ajena sino sujetos activos de la construcción de un
proceso que no les venía meramente impuesto desde arriba. Las
distintas posiciones asumidas por las comunidades originarias así como
por la Iglesia católica y la Monarquía no pueden ser omitidas—algo
con lo que, por lo demás, coinciden todos los planteamientos sensatos
sobre el tema, más allá de una inclinación más fuerte o más débil hacia
la agencia de los pequeños grupos y las relaciones de poder político en
las periferias.
El rostro americano del proceso de fortalecimiento del poder
político monárquico, que surge del estudio localizado de las relaciones
sociales, puede ayudar a comprender cómo se vivía el desarrollo del
equipamiento político del territorio en el terreno. Aunque geográfica e
historiográficamente marginales, las experiencias aquí expuestas
tuvieron lugar en la Monarquía. Fueron posibles sólo dentro de su
marco normativo y cultural, se realizaron con sus materiales y son
constatables a escala continental. Por este motivo, no se las retrata
como excepcionales sino como una parte indispensable para componer
un retrato del conjunto. Se espera entonces que puedan realizarse más y
mejores estudios sobre estos problemas en las Américas, sin cuyo
conocimiento las distintas caras de la Monarquía católica no se
percibirían sino de modo incompleto.

15 Frank Moya Pons, Después de Colón: trabajo, sociedad y política en la economía

del oro (Madrid: Editorial Alianza, 1987); y Steve Stem, Los pueblos indígenas del
Perú y el desafio de la conquista española: Huamanga hasta 1640, trad. Femando
Santos Fontenla (Madrid: Editorial Alianza, 1986).

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