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Introducción.
Según Sartori, una definición legal y /o político de representación implica estar presente en
lugar de otra persona en beneficio de sus intereses. Las dos características que definen la
noción de representación son por lo tanto: 1) una sustitución en la que alguien haba y actúa
en lugar de otro; 2) sometida a la condición de que el representante actúa en beneficio de
los representados. (Sartori, 1996: 1)
Idealmente, la opinión pública debe ser un mecanismo a favor de los representados, a través
de este mecanismo la ciudadanía debería de poder examinar si los representantes actúan de
acuerdo al interés popular, si actúan conforme al marco legal establecido además de evaluar
su desempeño. Así mismo debe de fomentar el interés de la sociedad sobre formar parte de
los asuntos públicos, de ser parte de los procesos deliberativos en favor de la sociedad en su
conjunto.
Sin embargo, podemos observar que este papel ideal de la opinión pública dista de los
hechos. La realidad mexicana es un buen ejemplo de que los ideales teóricos sobre la
opinión pública se encuentran alejados de realidad; por un lado podemos observar que los
formadores de opinión pública muchas veces son instrumentos a favor de los
representantes, de igual manera, los formadores de opinión pública suelen actuar con base
en intereses particulares, actuando así antidemocráticamente, a favor de un grupo que
persigue objetivos específicos, dejando de un lado la gran pluralidad de demandas y
opiniones que existen en la sociedad, obstaculizando así el debate público para generar
consensos.
Expresado con otras palabras, la representación supone una relación social donde existe un
dominante que actúa en nombre de un dominado, a lo que hay que sumar desde fechas
relativamente cercanas el hecho de que el representado puede controlar al representante a
través de elecciones periódicas. Igualmente hay que contar con que el representante ha de
cumplir, como cualquier otro ciudadano, con las leyes. Este aparato institucional que
engloba, junto a otros aspectos relativos a la redistribución de la renta, el pluralismo
político, elecciones libres, la primacía y universalidad de las leyes, la defensa de los propios
intereses a través de representantes y la división de poderes, es el que está contenido en la
expresión "Estado social y democrático de derecho" (García Cotarelo, en Monedero 2004)
Przeworski ahonda sobre estos mecanismos de rendición vertical y habla, además del voto
como un medio de castigo para los representantes, del papel que debe jugar la oposición. La
oposición debe monitorear el desempeño del gobierno e informar a los ciudadanos. En
efecto, toda comprensión razonable de la representación debe incluir a la oposición. Los
ciudadanos tienen dos agentes, no sólo uno: los mandatarios que gobiernan y la oposición
que quiere convertirse en gobierno. La oposición es un agente de los ciudadanos desde que
quiere acceder a los puestos de gobierno y para conseguirlo debe también prever los juicios
retrospectivos que los electores harán acerca de los gobernantes en ocasión de la próxima
elección. Con miras a anticipar esos juicios, la oposición tiene incentivos para monitorear al
gobierno y para informar (confiablemente o no) a los votantes sobre el desempeño de los
gobernantes. (Przeworski, 1998: 21)
La oposición puede ser un medio para que la ciudadanía exprese sus inconformidades y
demandas hacia sus representantes, de igual manera, la oposición puede monitorear y
exhibir la mala actuación de los gobernantes.
Respecto a este tema también se manifiesta Francisco Reveles (2006) quien considera que
estos también tienen la responsabilidad de actuar conforme a los intereses de la sociedad, y
su papel como agentes democráticos, sin embargo muchas veces la oposición puede ser leal
hacia el régimen olvidando su responsabilidad como agente democrático y de
representación, además de lo anterior, la oposición también se enfrenta a problemas y
divisiones internas que dificultan aún más sus responsabilidades mencionadas
anteriormente.
No obstante, la existencia de una oposición que quiera y pueda monitorear el desempeño
del gobierno no debería tomarse como un hecho. La oposición puede estar en confabulación
con el gobierno o puede estar tan dividida que gasta la mayor parte de sus esfuerzos en
luchas internas más que con los gobernantes. La oposición puede no avizorar ninguna
posibilidad de triunfar y hacer otra cosa en vez de monitorear al gobierno). Y puede o no
tener recursos para actuar de una u otra manera: entre los 20 países de Powell, sólo nueve
proveen recursos para la oposición en los comités legislativos. Sin embargo, a la inversa,
una oposición que siempre está en oposición no tiene más credibilidad que el gobierno ante
los votantes. Si cada vez que el gobierno dice algo la oposición clama que es falso, los
electores no se encuentran tampoco mejor informados. Por lo tanto, la oposición juega un
rol en cuanto a informar a los votantes sólo cuando no se confabula con el gobierno y no lo
contradice siempre. (Przeworski, 1998: 21)
Otro actor que juega un rol importante a la hora de informar la ciudadanía son los medios
de comunicación, estos tienen entonces un papel particular que jugar. A menos que ellos
tengan claros intereses partidistas, tienen más credibilidad que el gobierno y que la
oposición. (Przeworski, 1998: 20)
Es en este punto donde se desarrolla la relación entre representación política y opinión
pública
El concepto de opinión pública es un producto del periodo de la Ilustración. La idea está
íntimamente ligada a las filosofías políticas de finales del siglo XVII y del siglo XVIII,
especialmente a la teoría democrática del siglo XIX (Morales; et al, 2011: 185)
Se considera que uno de los principales ideólogos de la ilustración, Juan Jacobo Rousseau
fue el primero en usar el término Opinión pública. En este sentido, Rousseau visualizó el
fenómeno de la opinión pública, con algunas de las características que hoy reconocemos, y
él mismo fue quien denominó al hecho “opinión pública”, (Morales; et al, 2011: 188)
Al igual que la cuestión de la representación política, han sido diversos los teóricos sociales
que han analizado la cuestión de la opinión pública.
Uno de estos teóricos es el filósofo y sociólogo alemán Jurgen Habermas, para quien la
opinión pública tiene que ver con la labor de control y crítica, que los ciudadanos de un
estado ejecutan frente al dominio de la organización estatal. Para él la opinión pública
implica un proceso racional que a partir de la formación de consensos legitima al régimen
democrático.
Así mismo, Habermas considera que las sociedades modernas se caracterizan por su
heterogeneidad, por la pluralidad de intereses, por lo tanto, es necesaria la creación de
asociaciones que inciten al diálogo entre la pluralidad de la ciudadanía, que esta aporte sus
diferentes perspectivas y argumenten a favor de ellas, creando así un entendimiento que
llevará a la formación de consensos y a una posterior toma de decisiones democráticas.
Como podemos observar, esta es una visión muy idealista sobre la opinión pública en la
que esta se posiciona como un instrumento a favor de la ciudadanía para mediar con sus
representantes, a partir de la opinión pública los asuntos de importancia pública serán
problematizados mediante un proceso racional de deliberación entre ciudadanía y gobierno
que incluya la pluralidad de perspectivas existentes en la sociedad, para así llegar a la
formación de consensos.
Sin embargo que esta concepción sobre la opinión pública y sus relación con la
representación política se encuentra lejos de la realidad, un buen ejemplo de esto es el caso
Mexicano, por lo tanto a continuación presentare diversos elementos que considero
imposibilitan la realización de este ideal relacional entre opinión pública y representación
política en México.
Sin embargo en México estos preceptos parecen no cumplirse por diversas razones, entre
las que se encuentran la cooptación de los formadores de opinión pública por parte de
aquellos que detentan el poder político; la actuación de los líderes de opinión con base en
intereses particulares que cierran el paso a la pluralidad democrática; la ausencia de
instituciones democráticas y de justicia que garanticen una rendición de cuenta por parte de
los representantes; la desinformación que generan los propios líderes de opinión, entre
otros.
En primer lugar abordaré la cuestión institucional como impedimento para que la opinión
pública cumpla su función ideal respecto a la representación política.
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