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COMENTARIOS SOBRE ELTEXTO.

La Teoría y el Método en Investigación Histórica.

la

Tres grandes partes estructuran esta obra, a saber: Los fundamentos de la disciplina; la teoría propia de
la historia; y los instrumentos del análisis histórico.

Como bien se especifica en la presentación de esta segunda edición del texto, en lo relativo a los
fundamentos de la historia plantea la relación de esta con la ciencia en general y con las ciencias sociales en
concreto, así como también su reciente renovación; respecto de la teoría propia de la disciplina, estudia “La
naturaleza de lo histórico, su objeto, el análisis temporal, y la explicación histórica”; y la tercera parte
correspondiente a los instrumentos del análisis histórico comprende“ El diseño y proceso de la
investigación, la información historiográfica, (las fuentes, su análisis y critica) y las técnicas empleadas por
el investigador”.

Dentro de una claridad y precisión excepcionales, que ha llevado al Profesor FONTANA a calificarlo
como “único e insustituible”, se destaca este libro por su significativo aporte al devenir de la historiografía y
las dificultades que implica. La visión normativista, ligada a las ciencias sociales, el formalismo en el
método, el carácter interdisciplinario, estricto pero flexible, conduce a sostener que el historiador esta más
próximo del científico que del artista o del filosofo. Desde luego, se advierte la distancia del criterio
seudocientífico de la historiografía tradicional y las crisis de los paradigmas, las cuales dificultan una
perspectiva clara en el discurrir de la disciplina.

Al comenzar el nuevo milenio la situación se presenta bastante compleja: Se ha reducido la exigencia


de una práctica adecuada, se ha restado profundización a las publicaciones, con contenidos bastantes
superfluos. Una manera ligera de trabajo ha impregnado las publicaciones oficiales, todo lo cual se ha
constituido en óbice para la formación correcta de nuevos historiadores.

Se pretende con el autor hacer énfasis en las razones por las cuales pocos historiadores se han"
cuestionado y han tratado de elevar la dignidad a esta disciplina científica, tratando de aprehender por ello
los aspectos esenciales de las»proposiciones contenidas en los subtemas que conforman el desarrollo de las
tres grandes secciones enunciadas:

I. Sin teoría no hay avance del conocimiento.

La historiografía tiene por objeto el conocimiento de la historia, anotándose que dicho conocimiento
está en su misma naturaleza, por lo cual propone el devenir de ese concepto desde Heródoto, quien ya aludía
a la investigación, así como Hegel consideraba la narración y los hechos, hasta White quien “ha señalado
que el término Historia se aplica “a los conocimientos del pasado, al registro de los acontecimientos, a la
cadena de acontecimientos que constituye un proceso temporal que comprende Icfc acontecimientos del
pasado y del presenfe, así como los del futuro, a los relatos sistemáticamente ordenados de los
acontecimientos atestiguados por la investigación, a las explicaciones de esos relatos sistemáticamente
ordenados, etc.” No es esta una mezcolanza sencilla.” (Página 2.1).

A su turno, en su propósito de hallar propuestas mas decantadas, otros autores integran conceptos
particulares que en cada caso se señalan así:

- Topolsky: Establece tres acepciones para la Historia: “Los “hechos pasados”, las “operaciones de
investigación realizadas por un investigador” y el “resultado de dichas operaciones de
investigación””. (Página 23)
-J.Walh: Dice que la historia se ocupa de los hechos sobre los cuales se pronuncian los historiadores,
en tanto que la historiografía trata de sus escritos. “Dos realidades distintas: Historia, la entidad ontològica
de lo histórico, historiografía, el hecho de escribir historia”. (Página 24)

- Croce.Vilar y Fontana, prefieren definir la historiografía como investigación y escritura de la historia

Sin embargo también existen “malos usos” de la palabra historiografía, especialmente de autores
franceses que han asignado a este vocablo conceptos que dificultan precisar su verdadera
significación. “Existen al menos dos usos impropios de la palabra Historiografía y algunas imprecisiones
menores no difíciles de desterrar, en todo caso. El primero es el uso de historiografía como sinónimo de
reflexión sobre la historia, ai estilo de lo que hacía Ortega y Gasset con la 'palabra historiología. El
segundo es la aplicación, como sinónimo y apelativo breve y coloquial, para designar la historia , cuando
no ,como se dice en alguna ocasión también en medios franceses , la historia de la historia”. (Página 24)

La fundamentación de la historiografía está hoy menos establecida que en las demás ciencias sociales,
hallándose para ello la siguiente explicación: La historiografía no ha logrado superar la antigua tradición de
la crónica, de la descripción narrativa y de la despreocupación metodológica. Esta situación se presenta
porque su objeto ha sido de difícil aprehensión. La historia surgió para servir al poder en un momento
determinando, por lo cual el historiador no retoma su acaecer como hecho cultural y condiciona de cierta
manera su conocimiento a intereses externos.

Se recuerda aquí la famosa expresión de Nietzche (retomado por Foucault) en el sentido de que “detrás
de toda norma hay una relación de poder”. Pensamiento este que por lo demás no es del todo original, pues
ya se encuentra esencialmente expresado en el “manifiesto del partido comunista” publicado en 1948 por
Marx y Engels cuando afirma que“toda idea tiene su sello de clase”. Por supuesto que la historiografía no
escapa al mundo de las ideas.

Regresando al discurso de Aróstegui, encontramos lo relacionado con la formación científica del


historiador La cita de Bucle sobre el tema es ciertamente terminante: “El historiador ignora la economía
política, las leyes, la opinión publicala estadística las ciencias físicas. Su tarea st encauzaría contra la
unilateralidad, con abstracción de la preparación teórica, científica y de ¡a enseñanza del “oficio" por lo
cual se propone al historiador una “formación humanística irrenundable”.

Otro aspecto medular es el atinente a sí es posible un conocimiento científico del ser humano, sin
descuidar las diferencias existentes entre las ciencias exactas (explicativas, teoréticas y sentadas en el
método hipotético -deductivo) y las sociales (ideográficas, comprensivas, significativas y con método
hermeneútico), ante lo cual señala el autor que las ciencias sociales jamás han operado bajo un solo
paradigma, siendo error frecuente “pretender equiparar ciencia social con ciencia naturah

Acudiendo nuevamente a referencias de autoridad, procede a sentar su posición: Quienes ven la


historiografía como una disciplina científica (Berr, Marrou, Carr, Gadamer, Rocieur, Habermas, etc.) y
quienes opinan en sentido contrario (Veyne, Firet, Duby, Elton, Berlin), frente a quienes el autor se
manifiesta más cercano de aquellos que militan en la diometría (Hempel,Tilly,Uoyd) investigadores que
optan por aseverar el conocimiento científico como característica de la historia, mientras otras
construcciones cognoscitivas no alcanzan a leyes ni a producción de predicciones . La razón de esta
particularidad de la historia es cómo su problemática comprende tres elementos: La singularidad de los actos
humanos, la globalidad del medio en que pueden ser comprendidos y la temporalidad que denota su sucesión
(Página 59). De donde se infiere que el trabajo de la ciencia no radica solo en la generalidad de su resultado,
sino también en su propósito y su procedimiento.Así lo advierte el autor en términos categóricos: “El
método de la investigación histórica es un aparte del método de la investigación de la sociedad de la
investigación histórico - social” (Página 71).

Señala además las características peculiares del método histórico que por su naturaleza no se observan
en otras ciencias sociales a saber:
-Las fuentes de información: “La materia sobre la que el historiador trabaja„ restos materiales,
actividad humana relatos escritos, relatos orales, textos de cualquier género, huellas de todo orden,
documentos administrativos, etc.” (Página 71). puentes que ni son neutras ni están dadas de antemano.

-La Temporalidad "como naturaleza de lo histórico”. Es algo más complejo que la cronología, ni es
simplemente descubrir cosas del pasado, “sino dar cuenta de cómo las sociedades se comportan y
evolucionan en el tiempo” (Página 72)

-Las realidades globales (omnicom-prensiva de las actividades humanas). Es entender que la


historia “reúne en si todas las actividades que los hombres realizan y que están entrelazadas de forma
indisoluble"(Página 72)

-La preparación técnica (cuestionarios, encuestas, estadísticas, etc.)

2. “Volver al análisis de las realidades, a las cosas y no sólo al discurso de las cosas”:

Sobre “el nacimiento y desarrollo de la i iistoriografía”:en la época de los grandes“paradigma<


presenta el autor su discurrir, indicando los antecedentes de la ilusfación, hasta los fundadores
de “Annaks”, reconociendo a éstos el haber planteado la inutilidad de seguir narrando episodios, y sentando
la necesidad de proponer problemas, dejando la creación historiográfica abierta a todos los problemas
humanos como es la propuesta de Braudel sobre la historia total, pero echando de menos una teoría de la
sociedad.

Se menciona la historiografía marxista caracterizada por F^nfana, como un doble proceso de


desnaturalización y recuperación: En relación con lo primero, el revisionismo de Berstein y de Stalin, frente
a los avances logrados por Kub,Tbpolsky, Novak, SchafF, Dobb, Labrousse,Vilai;Thompson,
Housbawn,Williams, Mendel, Jameson y Fontana.

3. La crisis de la Historiografía:

Trata el autor de la crisis en la“representación”, la cual es común a las ciencias sociales, crisis que
afectó la historiografía así como también el “gjno lingüístico”, aspectos propios del post-modemismo que
acuñó la consigna del ‘Un de la historia”, en correspondencia con lo que se ha considerado por algunos
como los últimos coletazos del capitalismo (aparentemente vigorizado con la desaparición del régimen
socialista).

En su capítulo “la crisis de la historiografía y las perspectivas en el cambio del siglo” de la Primera
sección del texto, trata también el profesor Julio Aróstegui lo relativo a los protagonistas del tema entre los
que se cita a Lyotárd. Para éste la crisis de la modernidad (valoración de la racionalidad teórica e
instrumental, conocimiento científico, historia evolutiva, progresiva y optimista), el escepticismo frente a las
metanarrativas; el abandono del discurso ideológico y de las formas de representación del mundo son
aspectos que permiten sustentar la crisis de la historiografía.

Plantea *1 maestro que “al fin y al cabo, la crisis de la historiografía ha sido también de
“representación”, de la capacidad de representación del pasado y de la posibilidad de dar cuenta completa
de sus dimensiones socioculturales. Por ello resulto positivo que el criticismo textual y literario llamase la
atención de que muchas de Ias construcciones del lenguaje científico que se pretende aplicar a la realidad
no son sino eso "construcciones” y no puede pretenderse que reflejen una realidad verdaderamente
intocable del pasado que se reconstruye”f (Página 179)

Vuelve el autor a las fuentes de autoridad para abordar su última crítica, acudiendo a Burke: cuando
plantea que una crisis no necesariamente: es sólo negatividad, pues también suele servir de agitación y
debate. Mas Aróstegui teme las poderosas tendencias al interior de la disciplina, las cuales amenazan con
disgregar la historia en pedazos. Así lo expresa: “lo cierto es que la situación creada por el posmodernismo,
criticismo, deconstruccionismo, ha servido para que en muchos sectores y campos historiográficos se haya
tendido al acercamiento a las perspectivas como la antropológica, la lingüística, la microsociológica, de las
historias de vida, la historia oral y de la vida cotidiana, todo lo cual parece apuntar a un evidente
cansancio de la investigación globalizadora, despersonalizadora, sin duda, que buscaba las condiciones
“abstractas” de la acción y resultados de lo histórico” (Página. 155).

Curiosamente no considera aJ libro de Burke dentro de los intentos renovadores, por considerarlo
engañoso, en su mezcla indiscriminada de meras ampliaciones temáticas con verdaderas propuestas de
nuevas historiografía, pero si encuentra de buen recibo la nueva historia cultural de hace veinte años, con su
nueva visión de la cultura popular, lo que conduce a su definición de discurso como producto de orden
sociaJ y en orden social no es el producto del discurso, con lo cuaJ se diferencia claramente de los solipsistas
lingüísticos. El aporte más destacado de la nueva historia cultural es sin duda el paso del análisis objetivo de
realidades sociales al del discurso y la representación que los sujetos se hacen de esas realidades.

,*

Otras modalidades historiográficas son relacionadas por el autor, a saber: ciencia histórica
sociocultural, la oral, de mentalidades, etc., precedentes históricos del posmodernismo. El mismo
posmodemismo es una metanarrativa, según lo advierte, antes de indicar su gran contradicción: el
extraordinario incremento de la producción historiográfica no se ve acompañado aun por una renovación
clara de sus propuestas explicativas, de sus métodos, o de un nuevo perfil del investigador (p. 180).
Corrobora su crítica citando a Iggers: “La ciencia histórica ha sido obligada por la teoría posmoderna a
una mayor circunspección. Pero no debe renunciar a su derecho a afirmar que reconstruye - por muy
perspectivistica que sea al hacerlo- la vida rea!” (Página 181).

Se refuerza la crítica con la cita de Jameson:“Lo más seguro es entender el concepto de lo


posmodemo como un intento de pensar el presente históricamente en una edar4 que ha olvidado ante todo,
cómo se piensa históricamente” (Página 183).

En referencia a la historia del presente, catalogada por el autor como una nueva empresa de gran riesgo
y trascendencia, manifiesta: “siendo historiográfica no puede trabajar en el límite de la disciplina, con una
orientación necesaria hacia la interdisciplinariedad, con métodos necesariamente nuevos, y en ausencia de
algunos determinantes básicos de la visión histórica vigente, como es la determinación
cronológica” (Página 185).

4. “La historia se encuentra plasmada en la sociedad”.

Este acápite sobre la teoría de ía historia se refiere a la construcción del conocimiento historiografico y
es precedido por el siguiente ilustrativo pensamiento de Heidegger: “El enigma de la historia reside en lo
que significa el ser historieo?’. (Página 195)

¿Qué es lo histórico?, ¿Cómo se analiza?, ¿Dónde se capta?, ¿Cómo se conceptualiza eri movimiento?,
son preguntas fundamentales. La respuesta es clara: “historia es la cualidad temporal que tiene todo lo que
existe y también la manifestación empírica -observable- de tal temporalidad”(Página 196). Insiste más
adelante en que no hay una teoría especial susceptible de permanecer al margen de la temporalidad, no hay
teoría de la historia que no sea al mismo tiempo teoría de lo social. Agrega que la historia se encuentra
plasmada en la sociedad, siendo el sujeto de la historia la sociedad misma. Destaca tres connotaciones para
analizar la dimensión histórica de lo social: naturaleza y sociedad que forman un todo; el movimiento el cual
se constata en la naturaleza y en d hombre; e! movimiento que presupone el cambio social. _

Para análizar la explicación del proceso social considera cuatro pares de categorías contradictorias que
tienen “una decisiva importancia para la explicación del proceso socio

- histórico” (Página 200):

-Individuo / Colectividad.
-Acción /Estructura.

-Orden / Conflicto.

-Permanencia/ Cambio.

Respecto al desarrollo de esta propuesta estima el autor que la realidad externa, las estructuras en las
cuales el individuo se inserta, tienen como determinante la creación del hecho social, con independencia de
la voluntad del ser humano. También aduce que el proceso social es resultante de una estructura dialéctica
clave para explicar la producción y la reproducción social. En conclusión, sugiere ir más allá del
individualismo y holismo.

Como síntesis considera cuatro puntos: (Página 208)

-La sociedad “que se entiende como un proceso o confrontación dialéctica entre estructuras y acción
social.” Significa comprender que la sociedad no es una “estructura” o “estado” sino un proceso.

-T a sociedad puede ser entendida desde la idea de sistema social” Situación que implica que debe
entenderse como un instrumento de análisis del funcionan.,ento de una entidad compleja, dentro de la cual
pueden detectarse muchos otros sistemas y subsistemas.

■ El camoio social como clave en el entendimiento del proceso histórico, pero que no se identifica con
él. La historia es algo más que el cambio social.

-“Al ser la sociedad un proceso, el sistema de lo social se haya siempre modificado por el
acontecimiento, sujeto a la invención y relacionado con el medio”

Viene luego un aspecto complejo: La relación tiempo - historia. Cita Heidegger: “Ser histórico es ser
en el tiempo” el hombre, autoreflexivo, lleva dentro de sí el tiempo.

Para precisar que es el tiempo, el autor acude a Aristóteles con su diferenciación entre tiempo y
movimiento A Newton,con su concepto del tiempo absoluto, a Macha para quien el tiempo solo puede ser
medido por el cambio de las cosas y a Eistein cuando afirma que tiempo es el movimiento, el cambio.
Tiempo y espado son dimensiones de la realidac

Dentro de la historiografía Braudel contribuye a precisar: El tiempo de la Historia no esta circunscrito


en la cronología; los eventos son apenas parte del devenir histórico; su concepto de tiempo estructurizante
contrasta con el tiempo corto que es individualizante

Sobre el particular Aróstegui plantea: “Tiempo es la denotación del cambio con arreglo a una cadencia
de lo anterior a lo posterior; que en principio es posible medir y que en las realidades socio- históricas es
un ingrediente esencial “interno” a su identidad, pues tales realidad no quedan enteramente determinadas
en su materialidad si no son remitidas a una posición temporal”(Página 222.)

5. El verdadero sentido del objeto en la historiografía.

Al desarrollar “el objeto teórico de la historiografía” el autor vuelve a formular diversas


preguntas:. “¿Qué es exactamente esa realidad que el historiador investiga y a la que se dirige en su
búsqueda; ¿dónde y cómo se nos manifiesta lo histórico en la experiencia? Y, por fin con alguna mayor
precisión de lenguaje, ¿cómo conceptualiza el historiador lo histórico?".(Página 234)

El campo del acaecer del historiador es definido como un conjunto finito de hechos que constituye la
base empírica de un conocimiento.
Posteriormente, al ocuparse de la “falacia del hecho histórico”, plantea nuevos interrogantes que debe
resolver el historiador: ¿Cómo traducir los análisis de los documentos en conceptos?; ¿Qué hay detrás de los
hechos?; ¿Qué es urfhecho histórico? Este último punto, haya respuesta con base en Durkheim: “Modos de
actuar, de pensar, de sentir, externos al individuo, y que están dotados de un poder de coerción en virtud
del cual se imponen a él”. (Página 241). *^grega que en estricto sentido y en sentido científico no hay
“hechos históricos” con prescindencia del conocimiento histórico

En relación con la conceptualización de lo histórico y con fundamento en Malinowski, puntualiza que,


en verdadera ciencia, el hecho es la relación; lo histórico es el movimiento de los estados sociales; la
realidad social y cultural es un conjunto de elementos que reclama un pensamiento sistemático.

Ahora bien: ¿es identificable el sujeto histórico como individuo' A lo cual Aróstegui se responde
diciendo que la microhistoria, la historia oral, la historia de la vida cotidiana, son evidentemente historias de
sujetos anónimos individuales que deben ser identificados, pero que solo pueden serlo en el seno del
colectivo social.

6. El conocimiento verdadero de lo histórico es lo singular.

Parte el autor en “la explicación y la representación de ¡a historia” de la cita de Bloch: “las causas
en historia no se postulan se buscan” (Página 275).

Con este motivo surgen varias preguntas: ¿Existe relación indisoluble y analizable entre la explicación
de la historia y su escritura?; ¿Es apta la historiografía para dar explicaciones verdaderas?; ¿Cuál ha de ser la
presentación del resultado de la investigación?

El autor participa {le la tesis de la “explicación” como propia del conocimiento científico del
historiador. En efecto, dice que explicar es dar cuenta de porque, en esencia, el problema radica en que un
suceso histórico, irrepetible, debería responder como hecho acontecido a un por qué igualmente único.

Luego de indagar ei pensamiento de varios estudiosos, llega el autor ha concluir, que toda historia es,
para quien la escribe, una historia contemporánea, porque la reconstrucción del proceso histórico se verifica
en la mente del historiador. El discurso transmitido es ideal.

Paralelamente precisa el autor, partiendo del criterio de Aron, sobre el entendimiento del sentido del
significado de las acciones humanas, situándolas como antecedente del deconstruccionismo, que no se agota
en el lenguaje y que concibe la historia como alguien superior que intenta buscar la verdad más allá de los
textos. En conclusión afirma: “todo conocimiento histórico anima un comprender, fín verdadero del
conocimiento histórico: comprender un fenómeno histórico. en su singularidad, en su unicidad” (Página
294). 0

DESARROLLO A partir del siglo XIX la necesidad de encontrar soluciones a problemáticas


importantes marcó el quehacer científico de forma general, de lo que la historia no estuvo exenta aunque sí
muy marcada por el matiz filosófico que le imprimieron los principales pensadores de la época. No obstante
el siglo XX trajo consigo importantes avances científicos y tecnológicos, unido a este proceso marchó
paralelo un complejo proceso de reorganización, desde el punto de vista teórico, tanto de las llamadas
ciencias naturales como de las ciencias sociales, proceso del cual hoy seguimos siendo parte. ¿Qué papel ha
jugado la historia en este contexto? Pues la historia no es de las que mejor ha sido tratada, se ha cuestionado
incluso hasta por su carácter científico, se han criticado sus métodos, objetivos y hasta sus resultados,
teniendo como colofón la teoría de Fukuyama del fin de la historia que partía de la caída del campo
socialista lo que significaba para él el fin de la historia en el sentido del fin de las contradicciones entre dos
sistemas opuestos que generaban guerras y otro tipo de conflictos no de la historia como la ocurrencia de
acontecimientos. Su teoría, muy vinculada a las ideas que Hegel, años antes, había planteado ha sido
rebasada. Por encima de todos estos criterios que niegan su carácter científico, la historia emerge como una
ciencia social fortalecida, demostrando así su importancia y la necesidad de su utilización. Ningún fenómeno
puede ser explicado sin el análisis del contexto histórico-social en el que surge, incluso fenómenos de índole
natural como por ejemplo, el hecho de que un golfo muy profundo se seque, lo que a simple vista parecería
objeto de estudio de otras ciencias, tiene mucho que ver con el impacto de la sociedad en ese medio natural
“…Porque sin duda, el colmataje fue cuando menos favorecido por la construcción de diques, por la
desviación de canales, por desecaciones: todos actos humanos, nacidos de necesidades colectivas y que solo
fueron posibles merced a una estructura social determinada” (2) Detrás está la invisible mano del hombre.
Dentro del quehacer histórico, paralelamente a todo este proceso de reorganización dentro de las ciencias
sociales, se ha producido una situación de policentrismo en la innovación historiográfica (3). Toda esta
renovación en el campo historiográfico y en las teorías de la historia más allá de lo que implican sus
resultados, ante todo demuestran que la importancia de todo este cuestionamiento radica en el surgimiento
del debate sobre cual es el futuro de la ciencia histórica y cual es la función de los historiadores,
problemática que hoy sigue latente ante un siglo XXI tan complejo desde todo punto de vista que ha llevado
a la necesidad de recurrir a corrientes de gran importancia como el Marxismo, los Annales, el Positivismo.
Nuevas tendencias que se basan en los principales postulados de estas corrientes, los neo, que se expresan no
solo en la historia con el neopositivismo, sino también en otros aspectos de las relaciones internacionales
como el neoliberalismo o el neopanamericanismo. Esta diversidad nutre y enriquece el debate teórico y la
aplicación práctica de estos temas. Esta situación es analizada muy bien por Elena Hernández Sandioca
cuando plantea: “De algún modo la fragmentación que caracteriza hoy a nuestra disciplina vendría a
derivarse obligatoriamente del incremento de los objetos de análisis del cruce aleatorio de perspectivas, de la
cantidad ingente de información acumulada por distintos cauces y con diferente origen de resultados
dispares, no sistematizada y ni siquiera sometida a los designios selectivos previos de los proyectos de
investigación. Desde esa misma perspectiva de pluralidad, el reconocimiento –cada vez más extendido – de
que existe una dimensión subjetiva muy potente en el seno del conocimiento historiográfico ha venido a
significar, en los últimos tiempos, buena parte de la teorización sobre el conocimiento histórico y ha dejado
su huella singular en los desarrollos empíricos más notables de factura reciente, aquellos para los que se
augura –al menos a la fecha – mayor duración y trascendencia. (4) En este complejo contexto de
reorganización y de debate, la historiografía, que es la ciencia que se ocupa del desarrollo de la ciencia
histórica, ha diversificado su objeto de estudio. La historia de las mentalidades, de la marginalidad, historia
social, historia oral, la microhistoria, la historia de la gente sin historia, la historia de las estructuras son
algunas de las temáticas que hoy se trabajan y que investigadores como Julio Aróstegui han denominado
sectores históricos. Esta diversificación ha reducido el objeto de estudio de cada una de estas historias en
particular logrando un mayor dominio, profundización o totalización de esos temas en contra de lo que se
pudiera pensar sobre la especificación o parcelación del conocimiento que propicia esta diversificación y sus
consecuencias negativas. Pues si analizamos todas estas historias al final vemos su relación con el todo, con
el proceso histórico como un ente del cual no puede abstraerse, pues ese sector de la historia está
determinado inevitablemente por la influencia de múltiples factores. Nos encontramos aquí, que dentro de
los propios historiadores, hay una redefinición de los conceptos y funciones pues: “…en contra de una
visión tradicional y reductora de la historia que había sobrevivido hasta 1968 y que afirmaba que la historia
era solo la ciencia del pasado, los últimos 30 años van a presenciar en cambio la afirmación de una postura
que, cada vez más difundida y aceptada, afirma que la historia es la ciencia de los hombres en el
tiempo…”.(5) De lo que podemos concluir que se ha producido una reivindicación de la historia como
ciencia, un reconocimiento a su importancia y a la legitimación de sus métodos. Este concepto de historia
como la ciencia de los hombres en el tiempo fue aportado por Marc Bloch en su obra Apología de la
Historia, cuando en medio de una conflagración bélica con las características de la II Guerra Mundial y que
le costó la vida por su procedencia judía, manifiesta su preocupación por el devenir de la ciencia histórica.
Después de tantos años seguimos planteando estas problemáticas, no es acaso algo por lo que preocuparse.
En general el conjunto de ciencias denominadas sociales han presentado diversos problemas tanto teóricos
como metodológicos que han supuesto diversas polémicas y soluciones. Precisamente la historia se
encuentra dentro de estas ciencias sociales. Al respecto hay múltiples debates por lo que se ha producido
incluso una división en dos campos: ciencias sociales y ciencias naturales lo que ha llevado a la existencia
de lo que se conoce como “dos culturas”. Término que puede ser muy debatido y tener sus interpretaciones.
De todas maneras ha sido una constante la preocupación por resolver estas polémicas. En el caso que nos
atañe un gran por ciento de las reflexiones y las teorías sobre la historia no han sido realizadas por
historiadores sino por filósofos y otros cientistas sociales que han tratado de encontrar un hilo lógico en la
producción histórica. Un tema sobre el que debemos reflexionar, ¿es que no tenemos capacidad para
filosofar, teorizar o abstraernos del contenido para analizar la forma? entendiendo por forma, la manera de
acercarnos a determinado tema y la capacidad creativa de reflexionar sobre él. Algunos plantean que
carecemos de un aparato conceptual propio por lo que debemos pedir prestado a otras ciencias. Algo que no
considero cierto, en todo caso habría que ver quien tomó de quién, recuerden que la historia es la más
antigua. Las áreas que marcan el desarrollo de esta producción teórica y reflexiva son la teoría de la historia,
la metodología de la historia, la filosofía de la historia y la historiografía. Cada una de ellas tiene sus propias
características que la definen y que al final abordan la historia en su sentido más general y se preocupan por
la manera en que se hace. Pero ¿qué es la historia? La historia no es más que la encargada de analizar los
acontecimientos pasados para entender el presente y prever el futuro. Y su objeto de estudio: los hombres,
transforman la sociedad y su entorno a su conveniencia. Son sujeto y objeto de un mismo proceso. A simple
vista parecería sencillo, simple pero a veces las apariencias engañan. Definir que es la historia, con un fin
más profundo, resulta difícil si tenemos en cuenta que su origen es muy antiguo, sin embargo en el devenir
de las sociedades, ha variado mucho su contenido. Por lo general hablamos de historia desde la aparición de
la escritura y consideramos la etapa anterior como prehistoria. Se deriva de un vocablo griego utilizado para
designar la narración de los acontecimientos pasados por lo que significó durante mucho tiempo el relato de
los contenidos descriptivos del pasado de los pueblos. Estas preocupaciones del hombre por su pasado
surgieron en Grecia en el siglo V representadas principalmente a través de la mitología donde se trataba de
dar una explicación divina a los hechos que ocurrían. Se fueron desarrollando entonces las primeras
manifestaciones históricas como las biografías antiguas, las descripciones etnográficas, la gesta historeae,
las cronologías antiguas, entre otras. Estas se pueden considerar como antecedentes de la ciencia histórica al
tratar de establecer una lógica en los acontecimientos históricos. Además de todas las áreas que aborda “De
todos los campos de investigación, la historia quizá sea la más difícil de definir con precisión, puesto que, al
intentar develar los hechos y formular un relato inteligible de estos, implica el uso y la influencia de muchas
disciplinas auxiliares” (6) Cómo podemos definir entonces esta ciencia. Vamos a partir de tres conceptos de
investigadores de diferentes tendencias y generaciones. El doctor Eduardo Torres-Cuevas, Presidente de la
Casa de Altos Estudios Fernando Ortiz y Director de la Biblioteca Nacional José Martí, resume de la
siguiente manera su significado: “…como materia de un conocimiento y como conocimiento de una materia,
como los procesos reales acontecidos y como el proceso angustioso intelectual de conocerlos, interpretarlos
y concatenarlos…” (7) Aróstegui se acerca a esta definición cuando lo resume de esta forma: como la
realidad de lo histórico y como la disciplina que estudia la historia. Sin embargo Marc Bloch nos presenta
entonces a la historia como la ciencia de los hombres en el tiempo, “El historiador piensa no solo lo humano.
La atmósfera en que su pensamiento respira naturalmente es la categoría de la duración” (8) Introduce aquí
un nuevo elemento del cual Fernand Braudel, años más tarde, se convertirá en su principal exponente: la
larga duración. Tan criticada por seguidores de la historia inmediata o la historia del presente, pero tan útil
para nuestros análisis. Carlos Antonio Aguirre resume así el significado de una palabra tan abarcadora:
“…La historia es sin duda memoria, pero también contra-memoria, y más allá, también indagación crítica,
reflexión creativa, reconstrucción problemática y búsqueda interminable de nuevos indicios, de pistas, de
nuevas lecturas y de nuevas interpretaciones y explicaciones de los hechos históricos mismos…” (9) Los
elementos que Aguirre nos propone tienen implícitamente resumidos los métodos que deben utilizar todos
los que a la altura del siglo XXI quieran acercarse a la ciencia histórica y legitiman a su vez, el carácter
científico de esta. Esta multiplicidad conceptual la encontramos también al analizar que es la ciencia
encontrando múltiples acepciones. Este quizás sea el principal problema de las ciencias sociales: las
múltiples reinterpretaciones que de ella se pueden hacer y en este sentido la historia es uno de sus
principales exponentes. ¿Qué es la ciencia? De forma general la identificamos con saber, conocimiento,
validado por supuesto por los métodos que utilizan para desarrollar ese conocimiento científico. Nada más
cerca de lo que pretende la historia, la cual va un poco más allá en su condición de juez, o sea el historiador
no pretende solamente narrar los acontecimientos como pretendió el positivismo con una historia
hechológica, sino analizar cada hecho, cada figura, cada situación, cada documento, cada testimonio y
brindar nuestras valoraciones. Sin embargo la historia no siempre tuvo un carácter científico, para el
Occidente europeo la preocupación científica en cuestión de historia nace con el Humanismo, la Reforma y
el Renacimiento, entre el siglo XV y el siglo XVI. Esta preocupación se expresó a través de la preocupación
crítica que consistía en no aceptar la existencia de un hecho o la autenticidad de un texto hasta después de
verificaciones minuciosas y por la preocupación constructiva que consistía en elegir determinado tipo de
hechos, confrontarlos y buscar correlaciones con el fin de resolver un problema planteado. Ya desde fines
del siglo XIX y hasta principios del siglo XX está predominando en la ciencia histórica una corriente
historiográfica (autores que siguen una línea historiográfica, una línea de producción, que tiene similitudes
en cuanto a temas, inquietudes, métodos) el positivismo, que trata de hacer de la historia una ciencia por lo
que le da un gran valor al documento y que enlaza con la tradición alemana del historicismo. El método que
utilizan es tratar de descubrir la fiabilidad de los documentos, su principal característica es que tienden a
realizar una historia descriptiva, tienen como resultado obras de grandes volúmenes, extensas, con mucha
recopilación de datos. No existen análisis aunque ya a partir de la discriminación que van a realizar de las
fuentes se está utilizando un criterio científico. Este proceso de crítica de las fuentes propició además el
desarrollo de disciplinas históricas especiales como la genealogía, la heráldica, la numismática, la
paleografía, entre otras, que con sus propios métodos, hicieron más científico este proceso. Uno de los
principales exponentes de esta corriente fue Leopold Von Ranke que planteaba: “describir las cosas tal y
como existieron” lo que estaba en concordancia con esa narración histórica descriptiva a la que hacíamos
referencia anteriormente y con la producción de obras extensas con gran cantidad de contenido. Sin embargo
otros criterios consideran la historiografía positivista como la de los hechos, establecidos a través de los
documentos, inductivista, narrativa, pero sujeta a un método que sería su aporte más importante.(10) La
influencia del positivismo fue tal que incluso en la actualidad se recurre a su rescate a través de nuevas
tendencias como el neopositivismo. En este proceso de transformación teórica sobre como estudiar los
procesos históricos un paso de avance hacia un carácter científico de la historia lo tiene el pensamiento de
Carlos Marx y Federico Engels al proponer una teoría general de las sociedades en movimiento a través de
la observación y el razonamiento. Sus métodos fueron utilizados por los historiadores encontrando diversas
escuelas como la inglesa, la latinoamericana, con diversas interpretaciones de un mismo pensamiento. El
marxismo y sus múltiples reinterpretaciones han marcado también nuestro quehacer. Más adelante la escuela
de los Annales con Lucien Febvre y Marc Bloch difundieron la idea de una sola historia, no existen
separaciones entre historia económica, política, el historiador avanza por medio de problemas. (11) Los
annales a través de sus diferentes etapas y representantes contribuyeron además a la relación entre las
diferentes ciencias sociales y a tratar temas que hasta ese momento eran vedados, introduciendo además la
larga duración en el análisis histórico, a través de la obra de Fernand Braudel “El Mediterráneo y el mundo
mediterráneo en la época de Felipe II”. El análisis geográfico y económico y la necesidad de tomar de otras
ciencias sociales, fue uno de los elementos a los cuales Braudel hizo referencia. “La escuela de los Annales
ha sido el primer movimiento historiográfico del siglo XX que nace en el campo mismo de la investigación
histórica. El marxismo, por su parte, ha sido la teoría de las ciencias humanas que ha dado a la historiografía
una dimensión de mayor alcance en el campo teórico general de la realidad histórica”. (12) A pesar de las
diferencias entre estas escuelas, corrientes o tendencias hasta la actualidad, el historiador produce un
conocimiento que es el resultado de su trabajo. Y cuando nos referimos a conocimiento histórico hablamos
del proceso cognocistivo mediante el cual es investigado el objeto de estudio de la ciencia histórica. Por
supuesto hablamos de conocimiento científico cuando se definen claramente problemas, se formulan
hipótesis y se proponen explicaciones a los fenómenos. En este sentido la primera característica que resalta
es la relación temporal que existe entre el investigador y su objeto de estudio. Cualquiera que sea el objeto
de estudio de nuestra investigación histórica, éste será un fenómeno acontecido, ya sucedido, por tanto no
coincide en el tiempo con el investigador. Esta relación entre el presente del historiador y el pasado de su
objeto de estudio influye notablemente en el resultado de su investigación. Hoy encontramos términos como
el de historia inmediata que contradice este criterio pero que es cuestionable al encontrarse en las fronteras
entre el periodismo y la historia. ¿Hásta que punto deja de ser historia si estamos contando la inmediatez y
cuanta dosis de historia tiene el periodismo investigativo? Eso sin contar con la relatividad del significado de
la palabra inmediatez. Ese instante refleja la vivencia pero no el análisis del hecho. Por tanto en lo histórico
intervienen dos conceptos claves: el de sociedad y el de tiempo. El tiempo a su vez puede interpretarse de
dos formas: el tiempo histórico como categoría fundamental en el análisis del proceso histórico, como el
indicador fundamental de la existencia histórica y el tiempo en relación a la posición del historiador desde su
presente y la ocurrencia del hecho desde su pasado. De esta diferencia temporal se deriva uno de los
principales problemas que afronta la historia como ciencia y es precisamente la imposibilidad que tiene el
historiador de comprobar por sí mismo los hechos que estudia al no coexistir en el tiempo con ellos. Él
necesita para su comprobación (la cual nunca será exacta) un elemento mediador que le permita de alguna
forma comunicarse con ese pasado y estas son las fuentes históricas. Existen multiplicidad de fuentes con
sus diferencias de procedencia y características, entre ellas encontramos mapas, testimonios, libros, censos,
actas, constituciones, cartas, restos arqueológicos, registros y muchas más. Ante esta situación el historiador
debe saber entrevistarlas en función de sus objetivos. Estas fuentes pueden tener múltiples lecturas por lo
que se debe realizar ante todo una crítica muy rigurosa. La relación temporal entre el investigador y su
objeto de estudio y la necesidad de la utilización de fuentes históricas como elementos mediadores en este
proceso, fundamentan el carácter indirecto que tiene la ciencia histórica. Marc Bloch, tomando una frase de
Francois Simiand, explicaba en este sentido: “La primera característica del conocimiento de los hechos
humanos del pasado y de la mayor parte de los del presente consiste en ser un conocimiento por huellas”
(13) explicando que se entiende por huellas la marca que ha dejado un fenómeno y que nuestros sentidos
pueden percibir. Estas huellas no son más que la multiplicidad de fuentes a las que el historiador puede
acceder. En este sentido aparece una nueva preocupación: el desarrollo de las comunicaciones,
fundamentalmente la Internet y la fiabilidad de las fuentes, hasta que punto hay veracidad en las fuentes que
se reproducen en dicho medio y que decir de los artículos que no muestran cuerpo referativo, cuidado con
esto. El carácter indirecto del conocimiento histórico, dado por la mediación de la fuente histórica, entra en
contradicción con la dinámica misma de las ciencias naturales. La comprobación exacta de los fenómenos
naturales, su experimentación, su exactitud, lo que le permite comprobar verazmente sus resultados es la
causa de la barrera que siempre ha existido entre ciencias naturales y ciencias sociales. A partir de esta
comprobación y experimentación las ciencias naturales pueden establecer leyes generales que se cumplen
con regularidad. Sabemos que si unimos determinado tipo de sustancias químicas en un laboratorio se va a
producir determinado fenómeno. En la naturaleza se da una reiteración de los fenómenos que aunque no
sean iguales mantienen una regularidad, por ejemplo la temporada ciclónica en nuestro país, de estos
fenómenos a través de su estudio, podemos deducir su posible trayectoria y comportamiento. No obstante en
el conocimiento histórico no se establecen leyes generales. En la sociedad los hechos o fenómenos son
irrepetibles y singulares aunque esto no quiere decir que no se puedan llegar a apreciaciones de carácter
general basándonos en el estudio de elementos que se repitan o de actividades comunes. De hecho hay
elementos que nos permiten precisar por que hay un grupo de revoluciones que identificamos como
burguesas, otras como nacionalistas o sabemos cuando están creadas las condiciones para una situación
revolucionaria a partir del estudio de los diferentes procesos. Cuando Marc Bloch exponía que “Todos los
hechos humanos escapan a la posibilidad de una reproducción.” (14) Otro de los principales problemas que
debe enfrentar el profesional de la historia es que el pasado es por definición un dato que ya nadie habrá de
modificar (15) pero el conocimiento del pasado está en constante progreso, pude ser modificado e
interpretado y reinterpretado cada vez que sea analizado. De aquí se deriva el carácter relativo del
conocimiento histórico ya que este nunca será absoluto. Es absoluto en el momento que lo hago pero como
tendencia histórica es relativo. Podemos comprobar la ocurrencia de un hecho a través de la documentación
pero no se puede verificar una interpretación. Es absolutamente cambiante, pude venir otro investigador y
apreciar cosas que yo no ví, se pueden llegar a conclusiones sobre un mismo hecho. Incluso un mismo
investigador puede analizar sus resultados tres meses después y cambiar de ideas. La relatividad del
conocimiento histórico está también dada por la relación intrínseca que existe entre el sujeto (investigador) y
su objeto de estudio. El investigador al analizar su objeto de estudio puede cambiar su concepción porque el
mismo objeto lo hace cambiar y a su vez ese objeto puede cambiar porque dentro de cinco o seis meses ese
sujeto ya no va a ser el mismo, ya en la búsqueda de la explicación de su hipótesis sus objetivos pueden
haber cambiado. Por ejemplo si tomamos un tema de investigación “La emigración cubana a Cayo Hueso en
el siglo XIX” y tenemos como objetivos fundamentales analizar las causas que propiciaron el desarrollo de
esta emigración durante el siglo XIX específicamente a Cayo Hueso y no a otra ciudad. Sin embargo en la
medida que investigamos descubrimos que la mujer jugó un papel fundamental en el desarrollo de esta
emigración y que se puede desarrollar una investigación acerca de las asociaciones y clubes que ellas
fundaron y que esto aportaría más al estudio de este fenómeno. Por tanto nuestro objeto de estudio nos hizo
cambiar nuestra forma de pensar y de analizar un hecho y a la vez nosotros también modificamos este objeto
pues ya no tenemos el mismo objetivo que cuando comenzamos además de dominar mucho más del
contenido. Esto también pasa a través de la subjetividad del investigador que al estudiar su objeto de estudio
lo va a imbuir del contexto que lo rodea el cual inevitablemente ejerce influencia sobre su pensamiento que
se indica incluso desde la definición de un tema de investigación, lo que se ha definido como el
condicionamiento social del investigador. Tanto la clase social como el país, como su ideología como el
mismo objeto de estudio pueden influir en el condicionamiento social del investigador. De ahí que como
plantea José A. López Cerezo: “…la ciencia y la tecnología responden a patrones de objetividad con una
neutralidad valorativa mientras que las humanidades no renuncian a la subjetividad humana manifestando
una controversia entre valores, opiniones e ideas”. (16) Este conflicto entre objetividad y subjetividad pues
incide también negativamente en la percepción que se tiene sobre el carácter científico de la historia. De
hecho la subjetividad es un fenómeno muy complicado y que es imposible de obviar y del cual todos
estamos empapados algo que está muy ligado también al criterio sobre la verdad. Cuál es la verdad si sobre
un mismo hecho encontramos diferentes versiones. No es la misma apreciación que sobre una batalla
ofrecen los vencidos que los ganadores, ni será la misma tampoco la de los jefes que la de sus súbditos. Por
tanto la imparcialidad u objetivad histórica a la que estamos llamados los historiadores es muy difícil de
lograr porque somos hombres y mujeres con sentimientos encontrados. Creo que la rigurosidad científica y
nuestro prestigio dependen de los métodos que empleemos y las fuentes que utilicemos. Muchos serían los
elementos que deben tenerse en cuenta al analizar las características del conocimiento histórico y su relación
con otras ciencias, muchas son las interrogantes que pueden realizarse teniendo en cuenta la peculiaridad de
la historia como conocimiento de una materia y como materia de un conocimiento. CONCLUSIONES Al
escoger este tema me propuse reflexionar sobre un aspecto de la historia que a veces es obviado hasta por
los propios historiadores. A veces nos centramos en el contenido y olvidamos la forma, sabemos mucho de
determinada historia que puede ser de Cuba, América, Europa pero no sabemos quienes la escribieron y a
que patrones históricossociales respondían y mucho menos reflexionamos críticamente sobre estas obras y
sobre como hacer mucho más objetivas nuestras investigaciones. Las propias limitaciones de la disciplina
que representamos también merecen ser analizadas.

Tema: La investigación histórica:

Teoría y método Autor: Julio Aróstegui Este libro ubicado entre uno de los más importantes para
muchos en cuanto a la historia positivista, expone lo que en un método científico representaría la teoría de
la historia, con su título la investigación histórica: teoría y método, el autor julio Aróstegui hace un trabajo
exhaustivo en la búsqueda de establecer un modelo sistemáticamente organizado que brinde al lector
interesado en hacer de la labor del historiador un trabajo investigativo, los pasos necesario de un método casi
dilucidado que permite la comprensión de lo que sería la teoría para generar un verdadero trabajo histórico
racional. En el prólogo se detiene para explicar al lector que en esta última edición se han establecido
cambios con respecto a las anteriores en un obra que al parecer no tenía nada más que agregar, pero que
gracias a los avances en el tema en el final de siglo XX, logro hacer cambios que mejoran la comprensión
del tema al lector. El prólogo demuestra un claro deseo del autor por defender un modelo científico,
contrastado con el camino que han tomado los historiadores contemporáneos, en el que la labor del
historiador ha caído en una rutina sofocante y vana, Aróstegui dejara planteado el porqué de la teoría
histórica e historiográfica y su método, algo a lo que en realidad no muchos historiadores dedican tiempo,
por ultimo su prólogo agradece a los interesados en el tema, desde estudiantes hasta catedráticos, quienes ha
ayudado a su elaboración, lo que se convierte en casi una invitación a historiadores en preparación y ya
formados a su lectura, por lo que la lectura del prólogo sería necesaria para tener una clara visión de lo que
el autor quiere sentar, pues ahí es donde manifiesta más explícitamente sus verdaderas motivaciones y su
gran deseo de aportar, para establecer la tarea del historiador como algo digno, que aporta a la sociedad y a
las demás ramas de las ciencias sociales. Aunque Aróstegui descarta de antemano la posibilidad del uso de
un término diferente a historiografía, ya que el de historiología le suena presuntuoso, todavía no hay un
consenso en cuanto a la aplicación del término historiología. El orden que emplea Aróstegui en la
elaboración del libro, muestra un claro modelo positivista en el que prima una sistematización racional, de
pasos para plantar la bases de lo que si fuera historiología –como dije anteriormente- sería muy pretencioso,
en su concepto el termino historiología sería el más conveniente para representar lo que sería la
investigación de la historia, donde la historia es el objeto de esta ciencia. El tema aunque al parecer sea
confuso está muy bien organizado, demostrando en cada división de las secciones que lo componen ideas
unidas lógicamente, una consecuentemente con la otra, teniendo cada subtitulo una certera apertura a cada
tema a tratar, desde que muestra las diferencias entre teoría de la historia y teoría de la historiología, hasta la
naturaleza de cada uno, dando las pautas para ver qué es lo histórico y delimitando el campo y el objeto del
conocimiento histórico, haciendo coincidir el campo de la historiografía con el de las demás ciencias
sociales y por ende argumentando una vez más que la historiografía si es una ciencia. El libro tiene un
lenguaje conciso, y logra desentramar un tema bastante confuso en un estilo formal, donde cada subtema
deja muy claro lo que el autor quiere hacer y entregar al género de los historiadores, un árbol con raíces
firmes, ramas frondosas y un fruto muy dulce, exponiendo también lo que sería para él una conexión
irrompible entre la historia, la sociedad y el tiempo, en una frase; la historia es sociedad con tiempo.
Así acción social es acción histórica y de esta manera la naturaleza de lo histórico está determinada por el
tiempo y el espacio, con esto queda manifiesto herramientas sistemáticas, para elaborar una respuesta
inteligible y comprensible de un determinado tema o problema de estudio. En resumen Aróstegui hace una
sintetización de lo que sería lo histórico y propone el acontecimiento en el transcurso de un espacio tiempo
como el catalizador en el proceso de un estado social a otro, donde lo ya establecido lo denomina duración.
Profundizando un poco, esta obra es resultado de la inconformidad de un hombre, exigente y celoso de su
disciplina, el historiador Julio Aróstegui Sánchez, en su determinación de sentar bases para lo que por
mucho tiempo estuvo construido sobre la arena aparentemente- hace una profunda excavación para,
demostrar algo que se establece por su propia fuerza y que es la importancia de definir, que es la historia y
por consiguiente su teoría. Aróstegui comprende la importancia de establecer la dignidad de su disciplina,
que en lo popular ni siquiera es considerada de tal forma. Para comenzar el autor hace hincapié en aclarar los
términos que distingue una disciplina de su objeto de estudio, en este caso, el término Historiografía es
propuesto como el más adecuado para representar el verdadero oficio del historiador que es la investigación
histórica y el de historia meramente como el acontecer de lo humano o simplemente el objeto de esta
ciencia. Para que la labor del historiador sea considerada como ciencia es necesario conformar una teoría de
determinada disciplina, ya que sin teoría no hay avance en el conocimiento, precisamente el objetivo de
Aróstegui es demostrar la importancia de la investigación histórica como la esencia de la consolidación de
esta disciplina, cuestionando el rumbo trivial, monótono y vano que ha tomado la práctica del historiador,
con los modelos modernistas donde el historiador se ha convertido en un mero narrador delos hechos. Otro
de los campos de la teoría y que en su libro Aróstegui nos muestra como un segundo pilar es la teoría de la
historiografía la cual se centra en responder la cuestión de cómo se conoce la historia. Por otro lado el uso de
ese término historiografía se presupone como el más indicado para definir la labor del historiador,
descartando el término historiología que en el sentido común sería más acorde a la hora de defender la
disciplina del historiador como ciencia, pero Aróstegui lo descarta por ser una denominación muy
pretenciosa, como lo decía anteriormente.

Retomando la cuestión del concepto de historiografía, se puede decir que la misión de establecerlo
como un distintivo entre la disciplina y el objeto de estudio se ha conseguido en el área de las ciencias
sociales, aunque hasta nuestros días para alguno no deje de ser confuso. En cuanto al contenido general del
libro Aróstegui establece un orden sistemático en el cual nos adentra en los que para él son las ventajas de
establecer un modelo positivista a la hora de escribir el acontecer diario. Para él, el historiador no debe ser
meramente un narrador de los hechos, sino un verdadero investigador, porque el modelo posmoderno ha
hecho que la labor del historiador se menosprecie, ya que hace caer esta noble disciplina en cosa vanas sin
trascendencia que aporten verdadero material de trabajo para las demás ramas de las ciencias sociales. El
también expone que hay un vínculo directo entre la historia y la sociedad, y entre el tiempo y la historia, aun
profundizando en lo que es el objeto de estudio, Aróstegui explica que es lo histórico, y se remite a los
hechos que aparecen en el tiempo y que denotan un cambio en la sociedad los cuales nombra como
acontecimientos que han generado cambios y hacen que una sociedad cambien de un estado a otro. El autor
del libro en su busca de dignificar la tarea del historiador, y de ponerla al nivel de otras ciencias sociales,
expone un camino donde la primera cuestión a resolver es definir claramente que es la historia, ya que por
mucho tiempo se entendido al historiador como un simple narrador, mas no como un teórico, lo cual es
indispensable para el avance del conocimiento como el mismo lo expresa. Pareciese por momentos que este
empeño de lograr definir una teoría de la historia, se basara en solo pretensiones de demostrar el valor del
historiador, posiblemente por el mismo concepto generalizado que se tiene del historiador, pero es necesario
empujar con mayor ímpetu esta labor, ya que definir que es la historia, es el clamor del mismísimo sujeto
pidiendo a gritos que se le respete y valore y que se formen representantes dignos de él. Que es la historia es
el primer componente a definir, para comenzar a comprender que es lo histórico ya partir de ahí lograr
establecer una teoría de la historiografía. A partir de definir una teoría de la historia es que podemos aportar
el fundamento necesario para la teoría historiográfica, mas este fundamento reside en confusas fronteras
puesto que a ese territorio lo llamamos lo histórico, es ahí donde radica la dificultad, pero es esencial definir
claramente cuáles son sus fronteras para establecer firmemente la historiografía como disciplina. La labor
sigue y su libro es un ladrillo en la construcción de este edificio que centre la tarea del historiador.

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