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Presentación
Gabriel Belucci
Kraepelin en contexto
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Emil Kraepelin Paranoia, demencia precoz, parafrenias
1 Cf. BERCHERIE, P., Los fundamentos de la clínica. Historia y estructura del saber
psiquiátrico, Manantial, Buenos Aires, 1999, p. 107.
2 Consúltese, al respecto, lo desarrollado por Bercherie. Op. cit., pp. 34-35.
3 Gregor Johann Mendel (1822-1884): monje austríaco que realizó investigaciones
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Emil Kraepelin Paranoia, demencia precoz, parafrenias
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Emil Kraepelin Paranoia, demencia precoz, parafrenias
El ordenamiento kraepeliniano
4 Cf. BERCHERIE, P., Los fundamentos de la clínica. Historia y estructura del saber
psiquiátrico, Manantial, Buenos Aires, 1999, pp. 60-62.
5 Op. cit., cap. 4.
6 Citado por Lacan en su tesis de doctorado. Cf. LACAN, J., De la psicosis paranoica en sus
relaciones con la personalidad, Siglo XXI, México, 2000, p. 23. Lacan cuestionaría
fuertemente esta definición en su Seminario 3.
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Emil Kraepelin Paranoia, demencia precoz, parafrenias
7 La denominación «demencia precoz» había sido propuesta por Morel, aunque con un
alcance muy distinto al que le daría Kraepelin. En todo caso, este préstamo indica que la
clínica francesa no era desconocida para Kraepelin, sino que había con ella un intenso y
fructífero diálogo, no exento de ásperas polémicas.
8 A partir de la séptima edición del Tratado (1903-04), Kraepelin se referiría explícitamente a
la «pérdida de la unidad interior». Cf. STAGNARO, J. C., «Presentación». En: KRAEPELIN, E.,
Demencia precoz. Parafrenias, Polemos, Buenos Aires, 1996, vol. I, p. XV.
9 Para seguir las modificaciones en la nosografía de Kraepelin, consúltense los dos capítulos
que le dedica Bercherie en su tesis. Cf. BERCHERIE, P., Los fundamentos de la clínica.
Historia y estructura del saber psiquiátrico, Manantial, Buenos Aires, 1999, caps. 12 y 16.
10 Se ha caracterizado la interpretación delirante como un mecanismo que consiste en pasar
«de un percepto exacto a un concepto erróneo», esto es, en extraer de los datos de la realidad
conclusiones desviadas acordes a los presupuestos del delirio.
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cuestionado por muchos autores, en particular por los franceses, con Séglas y Ballet a
la cabeza, y llevaría a Kraepelin a las modificaciones de la octava edición (1909-13).
Provisoriamente, Kraepelin se autorizó a realizar su agrupamiento en razón de la
similitud de estados terminales y de los síntomas fundamentales, en oposición a la
paranoia: «Creo no equivocarme al considerar que la ausencia de perturbación primitiva
de la voluntad en la paranoia, está en estrecha relación con la ausencia de delirio de
posesión corporal. La idea de que fuerzas extrañas actúan, como lo haría la telepatía,
sobre el organismo, sobre las sensaciones, los pensamientos, los actos voluntarios, no
es para mí más que la expresión de esa misma perturbación de la voluntad que se
reconoce en todas las manifestaciones exteriores de los dementes precoces. En la
verdadera paranoia [...] las ideas de perjuicio pueden ser extremadamente novelescas e
increíbles, pero se mantienen sin embargo siempre, así como las ideas de grandeza, en
el marco de las cosas posibles y naturales. [...] La personalidad corporal o psíquica, si
puede ser afectada o crecer, devenir el objeto del odio o revestirse de una alta dignidad,
sigue siendo lo que era en su naturaleza íntima»11.
La octava edición del Tratado (1909-13) incluía una revisión de su nosografía a partir
de las críticas y aportes que se habían ido sucediendo desde la sexta edición, que
había situado a Kraepelin como el referente princeps del campo de la psiquiatría. Las
principales discusiones se habían planteado con los clínicos franceses, mucho menos
apegados al sistema y más celosos del detalle clínico y, en segundo lugar, con el
psicoanálisis y la psiquiatría dinámica, que introducían entre otras novedades una
nueva idea de la causalidad, entramada a las circunstancias subjetivas tanto o más que
a las condiciones orgánicas. De todas las modificaciones realizadas, mencionaremos las
que conciernen a las grandes psicosis crónicas.
La discusión con los franceses, con Bleuler y con el psicoanálisis lo llevó a repensar el
campo de la paranoia. En particular, su lectura de Sérieux y Capgras lo condujo a
distinguir de la paranoia verdadera limitada al «delirio de interpretación» el delirio
de querulancia el «delirio de reivindicación» de aquéllos , sectorializado y con una
evolución más remitente que crónica. Por otra parte, el delirio de querulancia aparecía
«ligado a un acontecimiento exterior definido; desde este punto de vista, se parece más
bien a otras enfermedades psicógenas, particularmente a ciertas psicosis de los
prisioneros y neurosis traumáticas»12. A pesar de esta concesión al psicoanálisis y a la
psiquiatría dinámica, Kraepelin mantuvo para la verdadera paranoia su origen
endógeno, y señaló que lo que a su entender marcaba la diferencia entre ambas
afecciones era el peso relativo de las causas internas y las circunstancias vitales,
volcado hacia las primeras en la paranoia y hacia las segundas en el delirio de
querulancia. En esta misma línea, Kraepelin admitió la posibilidad de paranoias
benignas o «abortivas», uniendo en una serie clínica los grandes desarrollos paranoicos
con las formas más benignas y las «personalidades paranoides».
Separado el delirio de querulancia, las formas clínicas de la paranoia quedaron
reducidas a seis, que pese a la relativa uniformidad de esta entidad mórbida se
diferenciaban entre sí por el tema delirante central y por algunas otras características.
Una observación fundamental era que en todas ellas podían distinguirse dos direcciones,
una de perjuicio y otra megalómana, pero con diferente predomino relativo. Así, las
formas en las que predominaba la dirección de perjuicio eran, en primer lugar, el delirio
de persecución, basado en la creencia de ser objeto de algún complot o conspiración, y
en segundo término el delirio de celos (celotipia), cuya idea fundamental era la de ser
engañado por el cónyuge o partenaire13. Entre los temas de predominio megalómano
Kraepelin incluyó a los inventores delirantes, convencidos de ser autores de una o más
ideas geniales que inevitablemente les darían fama y fortuna, al delirio de alta cuna,
centrado en la certeza de pertenecer a un linaje elevado (muchas veces noble o real) del
11 Citado por Bercherie. Cf. BERCHERIE, P., Los fundamentos de la clínica. Historia y
estructura del saber psiquiátrico, Manantial, Buenos Aires, 1999, pp. 113-114.
12 Citado por Bercherie. Op. cit., p. 171.
13 Hasta la octava edición del Tratado Kraepelin no se resolvió a incluir el delirio de celos
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que por motivos espurios el paciente habría sido desposeído, al delirio místico, en el que
los pacientes se creían Mesías, iluminados, profetas, enviados de Dios o destinados a
fundar una nueva religión, y el delirio erótico (erotomanía), definido como la convicción
delirante de ser amado por una persona del sexo contrario y de elevada posición social
(muchas veces un noble o gobernante). Los mecanismos predominantes que no hay
que confundir con las causas serían en todos los casos la interpretación delirante de la
realidad y la interpretación retrospectiva de los recuerdos distinta de las «falsificación
la memoria»14 . En algunos casos, sin embargo, como en los celotípicos o los delirantes
de alta cuna, Kraepelin admitía cierto lugar para la «falsificación de la memoria». En
otros casos, como en los místicos, señalaba el lugar de las «experiencias visionarias». En
ningún caso aceptaba una presencia significativa de alucinaciones verdaderas, uno de
los criterios con el que había separado la paranoia de los cuadros paranoides. Por otra
parte, y como se desprende de una cita anterior, Kraepelin insistía en que, a pesar del
carácter desviado de las ideas delirantes con respecto a la realidad, se mantenían dentro
del terreno de lo verosímil, tanto por su contenido como por el modo lógico y ordenado
de argumentación utilizado en su defensa.
La segunda gran innovación de la octava edición fue la creación del grupo de las
«demencias endógenas», compuestas por la demencia precoz y por una nueva categoría
que se diferenciaba de aquélla, las parafrenias, en respuesta a la discusión con los
psiquiatras franceses que ya habíamos mencionado: «debemos tomar en consideración
un grupo más restringido de casos en los cuales, a pesar de sus numerosos y variados
puntos comunes con los fenómenos de la demencia precoz, pero en función del
desarrollo considerablemente más restringido de las perturbaciones de la afectividad y
de la voluntad, la armonía interna de la vida psíquica está considerablemente menos
afectada, o en los cuales, al menos, la pérdida de la unidad interior está esencialmente
limitada a algunas facultades intelectuales. [...] Hasta los últimos períodos de la
enfermedad, no se encuentra esa apatía y esa indiferencia que forman tan
frecuentemente los primeros síntomas de la demencia precoz»15.
El grupo de las parafrenias comprendía cuatro formas clínicas, que Kraepelin
agrupaba de modo explícitamente tentativo, sin desconocer sus grandes diferencias
recíprocas. En primer lugar, la parafrenia sistemática, caracterizada como un «desarrollo
lento pero continuo de una mezcla de ideas delirantes de persecución y de grandeza» 16
que Kraepelin asimilaba al delirio crónico de evolución sistemática de Magnan, aunque
subrayando que una parte de los casos de Magnan pertenecían a la demencia
paranoide. En segundo lugar, la parafrenia expansiva, «caracterizada por el desarrollo
de un delirio de grandeza exuberante con un humor exaltado predominante y una
ligera excitación»17 acompañado por alucinaciones sobre todo visuales y con
importante presencia de interpretaciones, ilusiones de la memoria y «experiencias
visionarias». En tercer lugar, la parafrenia confabulatoria, distinguible «por el papel
dominante que juegan en ella las ilusiones del recuerdo» 18, por el relato de
experiencias extraordinarias, el humor sereno y la casi total ausencia de
alucinaciones. La parafrenia fantástica, por último, la definía por «el desarrollo
lujurioso de ideas delirantes muy extraordinarias, deshilvanadas y móviles»19, la
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Los textos
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todos los casos lo fundamental de la exposición teórica y los ejemplos que resultan
paradigmáticos o que por algún motivo pueden ser significativos para la discusión
clínica, ya sea en el marco de las ideas kraepelinianas o con otras posiciones dentro del
campo de la psicopatología. Según una conocida convención, las elisiones están
indicadas con puntos suspensivos encerrados por corchetes. En la bibliografía se
encuentran las referencias a las fuentes originales.
Hemos agregado al final, a modo de reseña, un cuadro con una breve
caracterización, la semiología y las formas clínicas correspondientes a cada entidad
mórbida. Las formas clínicas son las de la octava edición, excepto las de la demencia
precoz, que como se indicó no fueron retomadas tal como Kraepelin las desglosó. En su
lugar, se mencionan las tres «clásicas» (hebefrenia, catatonía y demencia paranoide)
más la forma simple, que luego del texto de Bleuler sobre las esquizofrenias se impuso
como variante particular. A quienes quieran tener presente la división de la octava
edición, los remitimos a la versión resumida de esta presentación o al texto completo
que se menciona en las referencias bibliográficas.
Referencias bibliográficas
BALLET, G., «La psicosis alucinatoria crónica». En: Alucinar y delirar, Polemos, Buenos
Aires, 1998, vol. II.
BERCHERIE, P., Los fundamentos de la clínica. Historia y estructura del saber
psiquiátrico, Manantial, Buenos Aires, 1999.
BERGER, A., Perspectivas en la historia de la psiquiatría. Clase del 11-IV-2011 (inédita).
KRAEPELIN, E., Demencia precoz. Parafrenias, Polemos, Buenos Aires, 1996, vols. I-II.
KRAEPELIN, E., «Paranoia». En: Dementia præcox y paranoia (G. Piazze & N. Carbone,
comps.), De la Campana, La Plata, 2005, vols. I-II.
LACAN, J., De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, Siglo XXI,
México, 2000.
SÉGLAS, J., «La demencia paranoide». En: Alucinar y delirar, Polemos, Buenos Aires,
2006 (2ª ed.), vol. II.
SÉRIEUX, P. & CAPGRAS, J., «Las locuras razonantes». En: Alucinar y delirar, Polemos,
Buenos Aires, 1998, vol. II.
STAGNARO, J. C., «Presentación». En: KRAEPELIN, E., Demencia precoz. Parafrenias,
Polemos, Buenos Aires, 1996, vol. I.
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Nueva Cátedra de Psicopatología I
Paranoia
Un gran número de psiquiatras alemanes agrupó, bajo el nombre de paranoia, a
todas aquellas enfermedades mentales funcionales en las cuales el trastorno concierne,
principal o exclusivamente, a los campos de la actividad mental. Por lo tanto, se
considera que la presencia de delirios y alucinaciones es la característica esencial de
esta enfermedad. La verdadera causa de esta vaga definición debe buscarse en la
historia de sus orígenes. De acuerdo a la vieja teoría de Griesinger, la paranoia era
siempre la consecuencia de un trastorno mental afectivo precedente. Sólo a partir de las
investigaciones de Snell, Westphal y Sander se arribó al reconocimiento general de una
forma «primaria» de paranoia. Bajo la influencia de este innegable progreso, la nueva
forma de la enfermedad como una afección primaria de la mente fue contrapuesta a la
manía y a la melancolía, en las cuales se consideraba que los trastornos decisivos se
daban en el campo de la vida emocional. Se suponía que las variaciones emocionales
observadas a veces en la primera forma se ponían en escena sólo secundariamente por
la intervención de delirios y alucinaciones, así como se creía que la presencia de
trastornos de la razón en enfermedades afectivas era mera consecuencia de los cambios
primarios del humor, de tinte alegre o triste. Por esto fue de gran importancia para el
pronóstico saber, en el caso individual, si los trastornos en el afecto o en la razón
habían conformado el punto de partida de los síntomas patológicos.
La posibilidad, someramente sugerida por Westphal, de un curso agudo de paranoia
con recuperación, se volvió particularmente perniciosa para el desarrollo posterior de la
clínica psiquiátrica. Cramer y Ziehen formularon recientemente la conclusión final de
esta teoría. Con esta transformación del concepto original, que sólo incluía estados
crónicos e incurables, se promovió considerablemente la forma externa puramente
sintomática del cuadro clínico. Como el curso de la enfermedad ya no era decisivo, el
trastorno de la razón y la presencia de delirios o alucinaciones quedaron como los
únicos síntomas tangibles de la locura. Entonces fue necesario agrupar con la paranoia
a un conjunto de cuadros clínicos que, desde el punto de vista estrictamente clínico, no
ofrecía realmente ni los más mínimos rasgos comunes con la paranoia original; por
ejemplo, amentia, locura alcohólica y otros numerosos estados que sin duda
pertenecían a la dementia præcox o la locura maníaco-depresiva. ¡Hasta se llegó a
hablar de paranoia periódica!
Es necesario enfatizar el hecho de que considero totalmente erróneo este desarrollo
sobre el problema de la paranoia. El mismo representa con total claridad el error
fundamental de nuestra clínica psiquiátrica de las últimas décadas; la especificación
meramente sintomática de las formas patológicas basada en suposiciones imaginadas
con ingenio. La supuesta oposición fundamental entre trastornos de la razón y
trastornos de los afectos es sólo psicológica, pero de ninguna manera clínica.
Observarnos que en los cuadros clínicos actuales estas dos formas de trastorno son
asociadas de manera completamente imprecisa. Quien no pueda percibir esto, debería
tan sólo intentar, en el cuadro clínico generalmente conocido de la parálisis, agrupar los
casos de acuerdo a un origen primario y secundario de los delirios. Este claro ejemplo,
todavía ignorado por la concepción clásica de los trastornos mentales, demuestra con
creces que los delirios y las alucinaciones en sí mismos son tan insignificantes para la
distinción del cuadro clínico como la presencia de depresiones y excitaciones. Lo mismo
se puede aprender de la locura maníaco depresiva y de la dementia præcox, a menos
que el punto de vista imparcial haya sido obstruido por prejuicios.
Efectivamente, cada intento emprendido hasta la actualidad de clasificar al «grupo de
la paranoia» y de diferenciarlo de otras formas de locura, terminó siempre advirtiendo
que las formas mixtas y transicionales exceden en cantidad a las formas genuinas e
incluso conducen a trastornos mentales efectivos supuestamente diferentes en esencia.
De esa manera, la única base del concepto actual de paranoia la oposición artificial
entre enfermedades de la razón y de la afectividad colapsa. No hay duda de que la
falta de esperanzas respecto de la elucidación de los problemas por medio del método
adoptado se explica en alto grado por la renuencia general a lidiar con los interrogantes
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alucinaciones auditivas sólo ocurren de vez en cuando, en la mayoría de los casos, una
palabra aislada o una frase corta: «¡Henry! ¡Henry!», «él bebe mucho», «aquí viene el
profeta hediondo». Las personas sentadas a la mesa vecina juntan sus cabezas y
susurran comentarios que el paciente entiende con claridad, ya que él «tiene un oído
agudo». O yendo de paseo se dispara un tiro y el paciente escucha el silbido de la bala
que pasa cerca de su cabeza, hasta siente el viento. De la atmósfera cae sobre él una
fina lluvia venenosa; se ve presa de una opresión repentina y escucha al mismo tiempo
una voz de advertencia. También tienen lugar visones nocturnas, la visión de estrellas,
figuras luminosas, apariciones divinas. Se proclama una promesa; el paciente ha sido
beneficiado con la bendición de Essaus sobre su hombro izquierdo y la bendición de
Jacob sobre el derecho. Pero, por lo común, éstos son hechos aislados que también son
comprendidos por el paciente como sucesos muy particulares que no encajan para
nada en el cuadro de sus experiencias cotidianas.
Considero que estamos tratando aquí con un trastorno bastante extraño, que a veces
juega cierto rol en el origen de los delirios: la falsificación de la memoria. El paciente
abre sus ojos al examen de experiencias pasadas. Muchos detalles que antes no había
notado en absoluto, ahora son percibidos con claridad y cobran mayor importancia.
Cree que su memoria está considerablemente fortalecida, de manera tal que toda su
vida pasada se despliega ante él como un libro abierto. El paciente recuerda
exactamente cómo, de niño, fue separado de sus padres genuinos en un bello castillo,
fue arrojado al mundo y finalmente entregado a sus padres falsos. Las numerosas
declaraciones y acciones de esto últimos, el corte y color de sus ropas, el trato que
recibió en la escuela, ciertos sueños proféticos, todo evento importante o trivial de su
vida, desde su juventud más temprana en adelante, le indicaron que nunca había
habido un ministro con su nombre; sostenía que todos los viejos almanaques oficiales
de Hannover habían sido destruidos por el odio y fueron reemplazados por otros
falsificados para que el nombre de su padre fuera destruido. A veces, se puede observar
directamente cómo tales reminiscencias emergen y se fijan en la mente del paciente. Un
paciente dijo que todo lo que había pensado antes se hizo realidad después.
La característica común de todos los delirios desarrollados de maneras diferentes, es
su fundamental inmutabilidad. Aunque el paciente mismo quizás admita que raramente
o nunca sea capaz de proporcionar evidencia concluyente de lo acertado de su visión,
cada intento de convencerlo de la naturaleza delirante de sus ideas rebota como en una
pared. Todo fue tan astutamente planeado que la conexión intrínseca de todos los
acontecimientos, en apariencia accidentales, sólo pueden ser entendidos desde el punto
de vista de la convicción subjetiva, «que existió una vez y existirá sin cambio», como un
paciente dijo: «En mi imaginación todo esto no es imaginación; sólo me expreso con
mucha precaución». Por esto, el paciente a veces siente que una persona ignorante no
es capaz de seguir el tren de su pensamiento y, de ese modo, tiene miedo de que sus
perseguidores se aprovechen de estas circunstancias y declaren que sufre de manía
persecutoria. La conciencia de enfermedad escapa a sus posibilidades; pero con
frecuencia hay todo tipo de quejas hipocondríacas sobre nervios, presión en la cabeza,
problemas digestivos rápidamente atribuidos por los pacientes al tratamiento médico
por esta razón recurren a todo tipo de curas extrañas, con frecuencia inventadas por
ellos mismos .
El humor del paciente se encuentra íntimamente conectado con sus delirios. Percibe
las pretendidas persecuciones como una especie de «tortura mental», se siente
constantemente intranquilo y atormentado, se vuelve desconfiado, antisocial, irritable.
Por otro lado, los pacientes se sienten satisfechos consigo mismos, son arrogantes,
altaneros y obstinados. El humor cambia con frecuencia por razones delirantes. Un día
encontré a un paciente por otra parte muy seguro de sí ansioso y temblando, ya
que había sacado la conclusión, por un insulto que había oído de casualidad, de que
había sido acusado de un asesinato sucedido años atrás. A veces aparecen ideas
repentinas de suicidio.
Las acciones y el comportamiento del paciente pueden no evidenciar trastorno
alguno por un tiempo relativamente largo. Pero toda su conducta de vida parece con
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evade las preguntas apremiantes y, con frecuencia, oculta la red de sus delirios por un
largo tiempo detrás de un comportamiento superficialmente irreprochable, hasta que
un motivo particular, una excitación emocional, la pone al descubierto. De todas
maneras, gradualmente se da cuenta de que el sistema oculto de persecución continúa
en el hospital. Los doctores están contratados para paralizarlo y, si es posible, para
convertirlo realmente en un enfermo mental, ya que de otra manera no hubieran podido
atraparlo. Provocaciones triviales y molestias, cambios en su estado de salud,
observaciones ocasionales, le demuestran que las insinuaciones son también
emprendidas en el nuevo entorno. Sus compañeros pacientes no están realmente
enfermos sino que son simuladores sobornados o espías de la policía que están para
evaluarlo por medio de comportamientos y trucos disparatados. Ésta es la razón por la
que él demanda con urgencia que lo retiren de ahí, escribe una carta tras otra para
lograrlo, formula quejas sobre la privación ilegal de la libertad, intenta escapar y, con
frecuencia, lucha amargamente por sus derechos humanos con gran habilidad y
obstinación extrema.
Quizás el paciente entiende que su estadía en el hospital es meramente un eslabón
inevitable en la cadena de juicios que tiene que soportar para poder alcanzar su noble
fin. Haciendo una reflexión detallada, entiende claramente que en su pasado ha habido
numerosas referencias a este purgatorio en el asilo para lunáticos. Lejos de sentirse
desalentado o desesperado, renueva sus esperanzas de obtener su último y más alto
objetivo ya que todo ese destino que le ha sido previamente asignado se está
cumpliendo con rapidez. Percibe una confirmación especial de su punto de vista en el
hecho de que pronto nota que también en el hospital ocurren alusiones misteriosas a
su brillante futuro. Es tratado con atención especial, le echan aceite de rosas en el agua
de su baño, le dicen piropos velados, le dan diarios y libros cuyos contenidos se refieren
a él. De este modo, no puede dejar de observar que los doctores lo retienen «bajo
órdenes superiores» y que en realidad no lo consideran enfermo. Descubre que entre
sus compañeros de internación se encuentran personalidades muy eminentes, a
quienes han traído al hospital con un nombre falso para hacerle compañía.
El curso posterior de la enfermedad es siempre muy lento, la mayoría de las veces
prácticamente estancado durante muchos años. Los pacientes son calmos, razonables,
preservan una actitud exterior metódica y, frecuentemente, son capaces de mantener
una actividad mental bastante satisfactoria. Otros tienen actividades artísticas o
literarias y son exitosos, o al menos capaces de ganarse la vida; son meramente
considerados tipos raros ya que ocultan con cuidado sus delirios. Ciertamente, con
frecuencia llevan una inestable vida aventurera, llena de acontecimientos extraños e
incomprensibles. Por lo común, sólo en el curso de varias décadas se vuelve evidente
una debilidad psíquica que crece con lentitud, generalmente con una agudeza mental
reducida acompañada por un sistema de delirios gradualmente progresivo.
La frecuencia de la forma de locura descripta aquí no es muy elevada; en mi
experiencia ni siquiera alcanza el 1% de los pacientes admitidos. Los hombres parecen
ser más vulnerables que las mujeres. Una predisposición hereditaria a trastornos
mentales puede jugar un rol importante. En cuanto al resto, se mencionan como
causas la mala fortuna, las decepciones, la soledad, la lucha con la miseria y
privaciones; pero con frecuencia éstas son más bien consecuencias del prolongado
comportamiento extraño del paciente. En la mayoría de los casos la enfermedad se
manifiesta entre los 25 y 40 años. Sin embargo, Sander describió una forma bajo el
nombre de paranoia original en la que, desde su puto de vista, la enfermedad se
remontaba al período de juventud. Efectivamente, éstos y otros pacientes que sufren de
delirios declaran con frecuencia que su juventud temprana ya estaba llena de
presentimientos y percepciones que señalaban su noble cuna y sus poderosos
enemigos. Pero he tenido éxito al confirmar que, en estos casos, el inicio de la
enfermedad sólo puede ser rastreado de modo confiable en la primera mitad de la
tercera década. Los demás relatos que van hasta un pasado más lejano son casi
siempre invenciones subsiguientes. Neisser estableció como la marca distintiva del
grupo descripto por Sander el síntoma frecuente de falsificación de la memoria y sugirió
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Con esta energía apasionada, con frecuencia el paciente tiene éxito en convencer a
algunas personas de la legitimidad de sus reclamos. Por otro lado, las personas
querulantes aceptan con gusto la ocasión de redactar cartas, peticiones, protestas y
querellas de terceros y, así, se meten de lleno en la carrera de falso abogado. Al hacer
esto exhiben por doquier cierta sutileza y conocimiento superficial de la ley, lo cual
redunda en su beneficio.
En el curso posterior de la enfermedad siempre aparece un claro aumento de la
debilidad mental. Las peticiones del paciente y los discursos se vuelven cada vez más
monótonos e inconsistentes. En la mayoría de los casos, el paciente no espera una
respuesta más que por hábito, escribe uno de sus extraños documentos de vez en
cuando. Decrece la excitabilidad; el paciente se vuelve apagado, inofensivo e indiferente,
con frecuencia hasta quejoso y sentimental cuando se lo provoca intencionalmente
tocando su punto débil. Muestra una actitud amistosa hacia el doctor, a quién quizás
demandó anteriormente por mentiroso infame y estafador. A veces hasta niega sus
acciones pasadas para evitar discusiones desagradables; ya no quiere saber nada más
de eso, es cosa del pasado. Pero una corrección actual de sus ideas patológicas está
fuera de consideración; por el contrario, cuando alude a las viejas reminiscencias en los
momentos en que falta su autocontrol, parece que el paciente se mantiene siempre sin
cambio alguno en su antiguo punto de vista y que sólo ha perdido la energía para
resistir.
Al comienzo el diagnóstico de manía querulante entraña ciertas dificultades, Por un
lado, la querulancia puede aparecer como un síntoma patológico en varias formas de
locura, por ejemplo en la parálisis y, especialmente, en la locura circular. Considerando
las características fenoménicas de estas enfermedades, los trastornos físicos y de la
memoria en la primera, la fuga de ideas, la distractibilidad, la sed de acción, los
cambios de humor y el carácter periódico en la segunda, pronto seremos capaces de
elucidar la situación. Por otra parte, algunas personas sanas pueden ser querulantes
bajo ciertas condiciones e incluso mostrar obstinación y pasión. Recientemente varios
expertos realizaron diagnósticos incorrectos al considerar que el factor de la
querulancia en sí mismo y el volumen de los documentos acumulados eran las
características esenciales de la manía querulante.
Por el contrario es, sobre todo, la forma delirante del conjunto de ideas lo que debe
ser considerado decisivo para el diagnóstico; es la total inaccesibilidad a la razón, la
propagación gradual del delirio de persecución sobre un número de personas cada vez
mayor, el comienzo de todo el desarrollo delirante desde un solo punto que siempre
predomina y al cual se refieren constantemente todas las ideas y acciones posteriores
de los pacientes. Ésta es la razón por la que las personas querulantes no deben ser
confundidas con las sanas, pendencieros y gente obstinada que viven en discordia con
todo el mundo. Por el contrario, parece que los pacientes querulantes, como otros locos,
son más bien pacíficos, aunque con frecuencia son individuos extraños en su vida
diaria. Puesto que aquellas personas cuerdas belicosas se desvían de su camino para
pelear, para instituir procedimientos y ofender a otros en las más diversas ocasiones,
hay sin embargo una conexión intrínseca entre todos los niveles de su lucha; todo el
enredo de procedimientos, acciones y quejas puede ser reconducido, en la mayoría de
los casos, a cierto ímpetu original. Cuando se trata sólo de un carácter pendenciero,
cada asunto llega finalmente a un acuerdo aunque a menudo luego de un largo
combate y todos los participantes se calman; pero aquí la disputa original nunca se
acaba, sólo se vuelve cada vez más importante y llega a su conclusión formal y forzada
sólo cuando el paciente es puesto bajo custodia.
Por otra parte, puede suceder, desde ya, que las supuestas ideas y afirmaciones
delirantes concuerden con los hechos. La exasperación y la lucha desconsiderada hasta
el extremo puede ser la respuesta cuerda a un sentido de la justicia agraviado. Así, en
un caso que observé, se descubrió que el adversario seriamente acusado no era el
hombre de honor que oficialmente se suponía que era, sino que había cometido graves
crímenes. En otra oportunidad, fue comprobado que la falsificación de una firma, que
en un primer momento parecía una idea delirante, realmente había sido cometida por la
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persona acusada. De aquí que uno debería ser muy precavido al respecto. En ambos
casos, los demandantes eran, sin embargo, personas querulantes que no podían ser
diagnosticadas como tales por la exactitud o inexactitud de los cargos expuestos, sino
por la manera en que éstos eran expresados y asimilados. Aun en casos bastante
acentuados, la manía querulante sólo se reconoce después de un largo tiempo, ya que
la buena memoria y fluidez en el habla y en la escritura ocultan al perito la debilidad
mental, la confusión y el desarrollo delirante del conjunto de ideas. La distorsión y la
representación falsa de los hechos que el paciente expone de buena fe desde el punto de
vista de su concepción patológica, son tomadas con facilidad por engaños intencionales
premeditados hábilmente y se consideran evidencia de su depravación moral e
insolencia.
Es más probable que las causas reales de la manía querulante se encuentren en una
predisposición patológica, mayormente hereditaria. En varias ocasiones se encontraron
padres dipsomaníacos. Generalmente la enfermedad comienza entre los 35 y 45 años, a
veces aún más tarde. El pleito debe ser sin duda considerado el factor precipitante, pero
no la causa; con frecuencia, los pacientes han estado involucrados anteriormente en
acciones legales sin mostrar querulancia. El pronóstico es desfavorable; el desenlace
consiste en un grado más o menos alto de debilidad mental con delirios persistentes.
Sin embargo, parece que ocurren mejoras considerables, en las que los pacientes se
abstienen de expresar su perspectiva, al menos por algún tiempo, aunque no la
cambian; observamos condiciones similares en otras formas de locura.
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