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2. La leyenda de la Tatuana
Hay relatos que cuentan que hace muchos años, en época colonial, hubo en
Guatemala una joven y bella mujer de origen mulato a la que llamaban Tatuana,
que disfrutaba con los placeres de la carne y con los placeres del lujo, los cuales no
estaban bien vistos en una sociedad recatada y religiosa. Así pues, se acusó a la
joven de brujería y de hacer maleficios para conseguir a los hombres. Se le acusó
de codicia y de no seguir los preceptos de la iglesia. Por todas estas razones fue
juzgada por el tribunal de la Santa Inquisición, y fue condenada a muerte. La
Tatuana se negó a recibir la gracia de confesión de sus pecados antes de morir.
Cuentan, que la noche anterior a su muerte, pidió como última gracia un trozo de
carbón, unas velas y unas rosas blancas. Con estas tres cosas hizo en la celda una
especie de altar donde realizó una hechicería. Con el carbón pintó en la pared una
gran barca mientras recitaba conjuros, y se dice que se presentó ante ella el mismo
demonio. El demonio le sacó de la celda montada en la barca que había pintado en
la pared, y se dice que todavía se la puede ver en los días que llueve grandes
aguaceros.
Se cree que los antecedentes de esta leyenda provienen de la mitología maya, y
más concretamente de la leyenda de Chimalmat (Diosa que se vuelve invisible por
causa de un encantamiento).
3. Leyenda de la Siguamonta
A finales del Siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, la capital
guatemalteca se expande y crece más allá de los barrancos que la rodeaban y
habían mantenido hasta cierto punto contenida en lo que hoy son las zonas
céntricas de la ciudad. Este crecimiento trae consigo horripilantes sucesos y surge
así la leyenda de la Siguamonta…
Muchos confunden a la Siguamonta con la Siguanaba, primero por el obvio parecido
en los nombres, y también porque ambos nefastos personajes suelen atraer a sus
víctimas a sus muertes, aunque se valen para ello de estrategias muy distintas,
dirigidas contra una presa en especial: mientras la Siguanaba atrae a los hombres
mujeriegos, la Siguamonta hace lo propio con los niños curiosos y desobedientes.
Y es que a principios del siglo pasado, la ciudad no era para nada ruidosa –al menos
no comparada con el ensordecedor bullicio de estos días- y la rodeaban verdes
barrancos repletos de vegetación y animales. A falta de suficientes puentes y
caminos, los habitantes solían atravesar los barrancos para acortar las distancias
entre una y otra zona. Es durante estos cortos trayectos entre los matorrales que
empezaron a suceder cosas horribles, pues varias personas ya no volvían a casa,
solo para ser encontrados muertas algunas horas o incluso días después. Muchas
de las víctimas eran niños que presentaban múltiples heridas, pero no era claro si
esos golpes habrían sido propiciados por algún adulto o por el contrario los habrían
sufrido al caer por el barranco.
La teoría más aceptada era que en los barrancos de la ciudad se escondían
peligrosos y desalmados bandoleros que aprovechaban para asaltar y despojar de
sus pertenencias a quienes se aventuraban a ingresar en sus profundidades con la
esperanza de ganar algunas horas en su recorrido.
La mayoría de padres de familia prohibiría a los niños acercarse a los barrancos,
pero su naturaleza rebelde y curiosa los obligaba en muchos casos a desobedecer,
formando pequeños grupos para sentirse más seguros al momento de ingresar al
barranco a investigar. En una ocasión, uno de estos grupos formado por 5 niños
entre los 8 y 13 años de edad, bajó por el barranco del barrio Gerona que separa
las zonas 1 y 5 de la capital para realizar su habitual recorrido de 2 horas. Eran
aproximadamente las 4 de la tarde y los niños ya casi terminaban su recorrido,
cuando escucharon el peculiar silbido de un pajarito:
“Tutuiiit! Tutuiiit! Tutuiiit!”
Al no poder ver al ave que producía tan simpático sonido, los 2 chicos mayores de
12 y 13 años decidieron ir a investigar, avanzando algunos pasos. Cuando los
chicos caminaban el ave no producía ningún sonido, y cuando paraban repetía su
silbido, como llamándolos: “Tutuiit! Tutuiiit!”. Los chicos se alejaban cada vez más
de los pequeños de 8 y 10 años, quienes los llamaban a gritos para que no siguieran
y que no los dejaran solos. En vano. Los chicos desaparecieron detrás de unos
arbustos y luego solo se escucharon sus gritos que se tragaban las profundidades
del barranco para terminar en un silencio sepulcral.
5. El árbol de Amate
Mi madre siempre me cuenta de los mitos y leyendas de Guatemala. La leyenda del
árbol de Amate no fue una excepción. Según me contó, las noches de cada viernes
en este árbol se aparecía el diablo, dejando siempre un olor a azufre. Las personas
que sabían de dicho acontecimiento se acercaban al árbol para invocarlo y hacerle
alguna petición o una brujería. Tal fue el caso de un joven ambicioso que siempre
quería tener más de lo que podía.
Un día alguien le dijo a este joven que fuera al árbol de amate, que allí se aparecía
el diablo y que le concedería todo lo que él le pidiera. Sin dudar, un sábado por la
noche el joven se decidió ir al Amate e invocar al diablo llamándolo tres veces, el
chamuco se le apareció y le preguntó qué quería, a lo que el joven respondió: dinero
y mujeres. El chamuco le dijo que le daría todo lo que deseaba con la única
condición de que fuera a visitarlo todos los viernes a las 9 de la noche. El joven
aceptó y desde entonces empezó a tener mucho dinero y las mujeres lo buscaban.
Al pasar el tiempo el joven empezó a sentir un profundo arrepentimiento, por lo que
ya no quiso ir más a ver al diablo, se dice que el diablo empezó a aparecérsele por
todas partes, así que él recurrió a un fraile de San Francisco, y aunque el fraile logro
curarlo, el joven quedo loco para siempre.
El árbol de amate, fue sembrado en 1779, en la
unión de vías, que en aquellos tiempos se conocía
como ''Las Cinco Calles'', y lo que hoy en día los
guatemaltecos conocen como ''Plaza el Amate''.
Fabulas
La cigarra y la hormiga
Una vez, al llegar el invierno, una cigarra que estaba muerta de hambre se acercó
a la puerta de un hormiguero pidiendo comida. A su pedido respondieron las
hormigas, haciendo la siguiente pregunta:
-¿Por qué durante el verano no hiciste tu reserva de alimentos como lo hicimos
nosotras?
La cigarra respondió:
- Estuve cantando alegremente todo el tiempo, y disfrutando el verano plenamente
¡Si hubiera sabido lo duro que es el invierno...!
Las hormigas le dijeron:
-Mientras nosotras trabajamos duro durante el verano para tener las provisiones y
poder pasar el invierno, tú disfrutabas y perdías el tiempo. Así que ahora...¡sigue
bailando!
Pero las hormigas sintieron pena por la situación y entendieron que la cigarra había
aprendido la lección, entonces finalmente compartieron con ella su alimento.
Moraleja:
Quien quiere pasar bien el invierno, mientras es joven debe aprovechar el tiempo.
valor del esfuerzo y el trabajo.
La tortuga desobediente
Era una vez una tortuguita que se llamaba Ruby y que vivía con su mamá y sus dos
hermanitas tortugas. Un día, la mamá le dijo a Ruby que cuidara de sus hermanitas
porque ella iba al campo en busca de unas hojas frescas para comer.
Ruby le contestó que sí, que ella cuidaría de sus hermanas. Pero a lo lejos, Ruby,
la tortuguita, escuchó una música que le gustaba y se colocó una blusa de color
rojo, un sombrero, una falda amplia y se puso sus tacones para ir a bailar, porque
decía que le gustaba esa música que estaba sonando.
Cuando llegó al lugar de donde venía la música, se encontró que allí vivía un
perro que se llamaba Franklin, el cual le dijo que él tenía mucha hambre y que si
ella no había pasado por algún lugar adonde hubiera comida abundante.
Ella le dijo: 'tranquilo amigo, yo te voy a ayudar a conseguir comida. Cuando tu
dueño se ponga a comer me avisas'. Así fue, cuando el señor José se iba a llevar
un muslo de pollo a la boca, vino la tortuguita Ruby y le mordió el dedo gordo del
pie.
Del dolor que le produjo la mordedura de la tortuga, soltó el muslo de pollo de
inmediato, llegó el perro y se lo llevó corriendo para comérselo lejos porque tenía
mucha hambre.
El señor José se puso a llorar; de inmediato su esposa, la señora María le preguntó
que por qué daba tantos gritos. Él le mostró la herida que le había hecho la tortuguita
y le pidió que llenara una olla grande con agua y la pusiera en el fogón a calentar
para meter a la tortuguita dentro del agua caliente y poderla comer.
Después llegó el perro y escuchó que la señora María buscaba afanada a la
tortuguita porque el agua ya estaba caliente, pero Franklin, el perro, sabía que
matarían a su amiga la tortuguita Ruby por haberlo ayudado a conseguir comida.
Olfateó dónde se encontraba la tortuguita que se encontraba debajo de una cama y
le dijo: 'Sssssh..., no te preocupes, que cuando se acuesten yo te abro la puerta
para que salgas'.
Cuando oscureció la tortuguita Ruby salió y el perro se despidió de ella en la puerta.
La tortuguita tuvo mala suerte porque un señor que iba paseando por la calle la vio
y la metió en un saco, pero como el perro vio que Ruby la tortuguita estaba en
peligro, corrió muy deprisa y mordió en la nalga al señor.
Luego el señor soltó el saco y el perro Franklin ayudó a salir a Ruby, la tortuguita,
del saco, cuando de pronto vieron que la mamá de la tortuguita venía, llamándola,
junto con sus hermanitas.
La tortuguita Ruby le prometió a su mamá que la obedecería, ya que casi pierde la
vida por desobedecerla. Y además, no había sido tan responsable dejando a sus
hermanitas solitas.
FIN
Valor la obediencia
Los dos amigos.
En el mundo en que vivimos la verdadera amistad no es frecuente. Muchas
personas egoístas olvidan que la felicidad está en el amor desinteresado que
brindamos a los demás.
Esta historia se refiere a dos amigos verdaderos. Todo lo que era de uno era
también del otro; se apreciaban, se respetaban y vivían en perfecta armonía.
Una noche, uno de los amigos despertó sobresaltado. Saltó de la cama, se vistió
apresuradamente y se dirigió a la casa del otro. Al llegar, golpeó ruidosamente y
todos se despertaron. Los criados le abrieron la puerta, asustados, y él entró en la
residencia. El dueño de la casa, que lo esperaba con una bolsa de dinero en una
mano y su espada en la otra, le dijo:
- Amigo mío: sé que no eres hombre de salir corriendo en plena noche sin ningún
motivo. Si viniste a mi casa es porque algo grave te sucede. Si perdiste dinero en el
juego, aquí tienes, tómalo. Y si tuviste un altercado y necesitas ayuda para enfrentar
a los que te persiguen, juntos pelearemos. Ya sabes que puedes contar conmigo
para todo.
El visitante respondió:
- Mucho agradezco tus generosos ofrecimientos, pero no estoy aquí por ninguno de
esos motivos. Estaba durmiendo tranquilamente cuando soñé que estabas
intranquilo y triste, que la angustia te dominaba y que me necesitabas a tu lado. La
pesadilla me preocupó y por eso vine a tu casa a estas horas. No podía estar seguro
de que te encontrabas bien y tuve que comprobarlo por mí mismo.
Así actúa un verdadero amigo. No espera que su compañero acuda a él sino que,
cuando supone que algo le sucede, corre a ofrecerle su ayuda.
Moraleja:
La amistad es eso: estar atento a las necesidades del otro y tratar de ayudar a
solucionarlas, ser leal y generoso y compartir no sólo las alegrías sino también los
pesares.
Si conoces alguna otra fábula para niños y quieres compartirla con nosotros y los
demás padres, estaremos encantados de recibirla.
Valor de la amistad
El caballo y el asno
Un hombre tenía un caballo y un asno.
Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al
caballo:
- Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida.
El caballo haciéndose el sordo no dijo nada y el asno cayó víctima de la fatiga, y
murió allí mismo.
Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel del asno.
Y el caballo, suspirando dijo:
- ¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero fardo ahora
tengo que cargar con todo, y hasta con la piel del asno encima!
Cada vez que no tiendes tu mano para ayudar a tu prójimo que honestamente te lo
pide, sin que lo notes en ese momento, en realidad te estás perjudicando a ti mismo.
Si conoces alguna otra fábula para niños y quieres compartirla con nosotros y los
demás padres, estaremos encantados de recibirla.
Valor de honestidad
Congreso de los ratones
Había una vez una familia de ratones que vivía en la despensa de una casa, pero
temiendo siempre los ataques de un enorme gato, los ratones no querían salir. Ya
fuera de día o de noche este terrible enemigo los tenía vigilados.
Un buen día decidieron poner fin al problema, por lo que celebraron una asamblea
a petición del jefe de los ratones, que era el más viejo de todos.
El jefe de los ratones dijo a los presentes:
- Os he mandado reunir para que entre todos encontremos una solución. ¡No
podemos vivir así!
- ¡Pido la palabra! - Dijo un ratoncillo muy atento.
- Atemos un cascabel al gato, y así sabremos en todo momento por dónde anda.
Tan interesante propuesta fue aceptada por todos los roedores entre grandes
aplausos y felicidad. Con el cascabel estarían salvados, porque su campanilleo
avisaría de la llegada del enemigo con el tiempo para ponerse a salvo.
- ¡Silencio! – Gritó el ratón jefe, para luego decir:
- Queda pendiente una cuestión importante:
- ¿Quien de todos le pone el cascabel al gato?
Al oír esto, los ratoncitos se quedaron repentinamente callados, muy callados,
porque no podían contestar a aquella pregunta. Y corrieron de nuevo a sus cuevas-
, hambrientos y tristes.