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Crianzas mutuas.

El trato a los animales


desde las concepciones de los pastores puneños
(Jujuy, Argentina)
Lucila Bugallo
Instituto Interdisciplinario Tilcara (FFyL-UBA), UNIHR-UNJU, IES Nº 2 Tilcara (Argentina)
bugallolucila@yahoo.com.ar
Jorge Tomasi
CONICET, Instituto Interdisciplinario Tilcara (FFyL-UBA) (Argentina)
jorgetomasi@hotmail.com

Recibido: 1 de septiembre de 2011


Aceptado: 5 de octubre de 2011

RESUMEN
La relación entre personas y animales domésticos, específicamente en hacienda, se enmarca en el uni-
verso y prácticas pastoriles de la región andina de la Puna en la provincia de Jujuy (Argentina). La te-
mática se aborda a partir de dos casos del área que presentan semejanzas y diferencias, ubicados respec-
tivamente en los departamentos de Susques y Cochinoca. Las características de esta economía pastoril
se presentan como un marco de contextualización, para abordar después los espacios de los animales, en
particular los corrales, y su comparación con las casas de la gente, así como la inclusión de la hacienda
en tanto que ‘pariente’. Se muestra cómo el vínculo entre personas y animales está atravesado por una
concepción de la reproducción de la hacienda en la que incide, entre otros factores, la suerte del criador.
Este vínculo crea una afinidad entre las personas y ciertos animales, promoviendo una crianza en la que
el cariño tiene un lugar central.
Palabras clave: Sur andino, prácticas pastoriles, espacios de los animales domésticos, parentesco,
crianza

Mutual Raising. The Treatment of Animals from the Views of the Puna Herders
(Jujuy, Argentina)

ABSTRACT
The relationship between people and domestic animals is framed within the pastoral universe and practi-
ces in this Andean area at the highlands in the province of Jujuy (Argentina). The thematic is approached
from two cases that present similarities and differences in the departments of Susques and Cochinoca.
The characteristics of this pastoral economy is presented as a framework for contextualization, then the
areas of animals are described and discussed, including corrals and a comparison with the houses [casas]
of people, and the inclusion of the animals as relatives. It shows how the link between people and ani-
mals is crossed by a conception of the reproduction of the herd, which is affected, among other things,
by the luck [suerte] of the breeder. This link creates an affinity between people and certain animals,
promoting a breeding where affection is essential.
Key words: South Andes, pastoral practices, spaces of animals, kinship, breeding

Sumario: 1. Introducción. 2. Aproximación a las prácticas pastoriles en la puna. 3. Los espacios de la


hacienda. Los múltiples corrales de los pastores puneños. 4. La hacienda como parte de la familia. 5.
Consideraciones finales. Cariño y crianza. 6. Referencias bibliográficas.
Revista Española de Antropología Americana 205 ISSN: 0556-6533
2012, vol. 42, núm. 1, 205-224 http://dx.doi.org/10.5209/rev_REAA.2012.v42.n1.38644
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1. Introducción

Este trabajo se propone abordar la relación entre las personas y los animales domés-
ticos en el área de la Puna en la provincia de Jujuy, Argentina, dentro de los Andes
meridionales. Las relaciones entre animales y personas están en esta zona, como en
la región andina en general, enmarcadas en una concepción de la naturaleza, del es-
pacio, de las plantas e igualmente de los animales, que no permite una objetivación
de los otros seres en tanto recursos, insumos, materiales u objetos. Por el contrario,
se considera la co-existencia e interrelación de una amplia gama de seres que interac-
túan desde sus propios lugares y perspectivas, algunos revistiendo en tanto wak’a 1 un
carácter sagrado, siendo considerados seres tutelares o divinidades, como en el caso
de los cerros, ojos de agua, ciertas piedras, etc.
Es en este marco en el que se sitúan las relaciones entre animales y personas y es
así como, por ejemplo, una pareja de novios-ovejas puede tener padrinos y madrinas
humanos, los animales de las tropas tienen casas, coquean y el día de su señalada
entran, junto con sus parientes humanos, en diálogo con la pachamama como entidad
genérica del trato y diálogo con la tierra, pastos y agua. Al ser considerados de esta
manera, los animales domésticos son tratados como parientes, con cariño y afecto, se
los conoce individualmente, con sus mañas y virtudes.
El trabajo se refiere a la relación con los animales de las tropas –rebaños de camé-
lidos–, dejando de lado otro tipo de animales domésticos. Cabe aclarar que la gente
puneña no distingue a los animales domésticos en oposición a los salvajes, sino que
estas categorías se definen por las relaciones y prácticas que se establecen con unos y
otros. La relación con los animales de las tropas se sitúa en el ámbito de las prácticas
pastoriles, incidiendo éstas en la totalidad del modo de percibir el entorno, el espacio
y la diversidad de especies tanto animales como vegetales.
Es importante señalar que nos referiremos a dos áreas de la Puna jujeña, Susques y
Cochinoca que, a pesar de situarse ambas en el altiplano, presentan varias diferencias
empezando por las características ecológicas que condicionan la posibilidad de cier-
tos tipos de producción 2. Por lo tanto, si bien la población a la que nos referimos es de
tipo pastoril, no lo es en los dos casos de estudio de la misma manera: en Susques su
economía se basó durante gran parte de su historia en el pastoreo de diferentes espe-
cies; en Cochinoca, la cría de distintas especies de ganado, se combinó con una agri-
cultura de autoconsumo en pequeña escala. A su vez, en ambos casos las economías
domésticas se transformaron profundamente durante el siglo XX, por la inserción de
los puneños en el mercado de trabajo asalariado.
Nos proponemos, por lo tanto, desplegar una pequeña parte de este mundo de rela-
ciones, de cariño y consideración entre personas y animales de la tropa en esta región
andina, abordando tanto sus diferencias y semejanzas en lo que hace a las prácticas
productivas, como en lo que se refiere a un modo de concebir y tratar a los animales.
1  Aclaramos que la utilización de bastardilla para subrayar algunos términos, indica que éstos son vocablos
en otro idioma o que, si se trata de palabras en castellano, éstas tienen un uso específico/local en este contexto.
2  A lo largo del trabajo sólo se especificará Susques y/o Cochinoca en el caso de que se trate de una re-
ferencia propia de una de las dos áreas; por el contrario, si no se indica es porque lo que se refiere es válido
para ambas.

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Figura 1: Mapa de la provincia de Jujuy con el detalle de los lugares mencionados en el texto.

Consideramos que resulta interesante abordar el tema de la relación entre personas


y animales en la Puna jujeña, comparando y contrastando dos sub-áreas, ya que a la
vez que se presentan datos etnográficos de una zona poco estudiada y con escasa pre-
sencia en los estudios andinos en general, se hace mostrando a la vez su diversidad.
Es decir, estos Andes del altiplano jujeño contienen una complejidad y no representan
una región homogénea.
Las fuentes con las que hemos trabajado son mayormente etnográficas, resultado
de trabajos de campo llevados a cabo en ambas áreas puneñas. En el área rural cir-
cundante al pueblo de Susques se ha venido desarrollando trabajo etnográfico desde
2004, en el marco de una investigación sobre las espacialidades pastoriles (J. Toma-
si); otros diferentes lugares del área centro oriental puneña (departamento de Cochi-
noca), principalmente el área de Abralaite, han sido igualmente objeto de estudio
etnográfico desde 1998 (L. Bugallo). Se han incorporado además otras fuentes, como
los testimonios de la Encuesta Nacional de Folklore de 1921, con los cuales se han
excedido los límites de las áreas puneñas antes referidas debido al interés que presen-
tan estas descripciones (Figura 1).
El texto comienza con una contextualización que nos introduce en las prácticas
pastoriles de esta área andina, para adentrarse luego en las tres cuestiones centrales
que pretende abordar: los espacios del ganado, los animales como parientes y el cari-
ño con que son tratados en su crianza.
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2. Aproximación a las prácticas pastoriles en la puna

Los vínculos entre las personas y los animales en la puna se dan en el marco par-
ticular que presentan las prácticas y relaciones dentro de las dinámicas propias del
pastoreo. Distintas etnografías han mostrado las especificidades que asume esta acti-
vidad a lo largo de los Andes, en un primer momento para Perú, y luego para grupos
pastoriles de Bolivia, Chile y las tierras altas del norte argentino (p.e. Abeledo 2008;
Göbel 2000/02; Merlino y Rabey 1978; Tomasi 2011; Yacobaccio et al. 1998).
El pastoreo extensivo es un tipo de actividad económica orientada a la cría de
ciertas especies animales que es particularmente viable en algunos ambientes. En la
definición del pastoreo dada por Núñez y Dillehay (1995 [1979]:155) para el contex-
to andino, éste es considerado como un sistema económico de producción, en el que
se da una interacción entre seres humanos y animales que es única, por estar centrada
en un seguimiento transhumante de los movimientos cíclicos de los animales que
depende de la estacionalidad y de la conducta móvil de los mismos. Esta movilidad
estacional y cotidiana establece una estrecha relación entre animales y personas; re-
sulta fundamental observar que estos desplazamientos conjuntos nos muestran no
sólo una cotidianeidad sino también una existencia compartida e interdependiente.
Dentro de un universo de prácticas comunes entre los grupos pastoriles en los
Andes, los casos que estamos trabajando (Cochinoca y Susques) nos permiten obser-
var las variabilidades significativas que existen en la intensidad de la movilidad, la
cantidad de asentamientos o la conformación de los rebaños. Es necesario aclarar la
terminología utilizada por los puneños para referirse a sus animales. La hacienda es
la totalidad de animales que tiene una familia, en cambio la tropa es de cada especie,
por ejemplo la tropa de llamas. Ganado remite al vínculo con el estado, ya que se
refiere a los ganados en el caso de censos y algunos puneños lo vinculan con los ani-
males vacunos; para ellos las llamas no serían ganado.
La unidad doméstica se constituye, al igual que en otros lugares, como el núcleo
central de producción y reproducción en el contexto de estos grupos pastoriles (Kha-
zanov 1994). Estas unidades domésticas se componen de personas que, en la mayoría
de los casos, tienen lazos de parentesco consanguíneo y de afinidad entre sí e ingresan
a grandes rasgos dentro de lo que localmente se conoce como «familia».
En Susques el pastoreo, aunque ya no constituya la principal fuente de ingresos,
sigue siendo una actividad importante y la mayor parte de las unidades domésticas
siguen sosteniendo rebaños de diferentes dimensiones. En los últimos años se ha
consolidado el trabajo asalariado, al que se incorporaron las poblaciones puneñas a
principios del siglo XX, y la mayor parte de los miembros de las unidades domésticas
tienen empleos públicos o privados en el pueblo y en otros centros urbanos. Es decir
que hoy en día los que están al cuidado de la tropa en el campo suelen ser una media
de dos o tres personas e incluso hasta una sola; el resto de los miembros suelen tener
animales dentro del rebaño familiar y participan de algunas actividades (señalada,
arreglo de corrales, carnear).
En muchas unidades domésticas de la zona de Cochinoca las familias han de-
jado de criar ovejas y cabras y han privilegiado la cría de llamas que necesitan de
menos cuidados. Incluso varias han alambrado y van cada semana a ver las llamas
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encerradas en estos lotes cercados, un cambio significativo para las prácticas de pas-
toreo tradicionales. Don Ciriaco Condorí de Tinate, nos dice «no tenemos ninguna
cabra, las llamas único, las cabras s’ha acabado todo, vacas también había, todo s’ha
acabado» 3. Sin embargo, en términos sociales y simbólicos, el pastoreo y la cría de
animales siguen teniendo un lugar central para estas poblaciones. Aunque ya no sea
una práctica cotidiana, se constituye como un mundo de representaciones heredadas,
que conforman el modo de pensar y de vincularse con los animales. Es interesante
que cuando un pastor o pastora deciden no dedicarse ya a la cría, lo expresan en
términos de «acabar», como don Ciriaco que expresa todo s’ha acabado. No parece
hablar solamente de una majada, o de un recurso económico, es un modo de vivir y
relacionarse con el mundo que se acaba con cada tropa que se va. Pero los puneños
de más edad llevan este «mundo» consigo, y por eso sigue constituyendo un universo
de significado presente y potente.
Dentro de una división del trabajo por género, las mujeres están a cargo del cuida-
do y responsabilidad cotidiana de los rebaños. Son las pastoras las que se encargan de
cuidar a la tropa en los recorridos para pastear en el día a día, por lo que tienen un rol
fundamental en el diseño de las estrategias de movilidad estacional. Son ellas quienes
mejor conocen a los animales y sus necesidades y éstos las reconocen a ellas. Los
hombres se ocupan de otras tareas, como el manejo de pequeños cultivos, la construc-
ción y reparación de los corrales o casas, o ciertas actividades anuales (castraciones,
esquileos, etc.). Eran los hombres quienes realizaban los viajes de intercambio a otras
zonas ecológicas, vinculando a la unidad doméstica con el «mundo de afuera». Esta
división del trabajo se ha sido observada en ambas áreas de estudio, así como por
otros investigadores en la región de la Puna jujeña. (Bratosevich 1992; Göbel 1998;
Merlino y Rabey 1983). Debido a lo señalado sobre la organización del trabajo en
el seno de las unidades domésticas, actualmente tal división ya no está tan vigente,
especialmente en la zona de Abralaite.
Una modalidad habitual para conservar una tropa sin dedicarse cotidianamente al
pastoreo es entregarla a una persona ajena a la unidad doméstica. El trato puede ser
«al cuidado» o «al partir»; ambas son formas mediante las cuales una persona puede
entregar una cantidad de animales a un pastor/a para que la maneje. Es común que
el pastor contratado lleve sus propios animales a pastar junto con la tropa que le es
entregada. En el caso de un trato «al partir», las crías o multiplicos serán divididos
entre el dueño y el pastor/cuidador. En cambio «al cuidado» las crías son del dueño
pero el pastor/a es retribuido por su trabajo.
Es importante que nos detengamos en la conformación de los rebaños. Al igual que
en otros puntos de los Andes, tanto en Susques como en Abralaite los criadores suelen
tener distintas especies: llamas, ovejas y cabras, e incluso en algunos casos vacas.
Esta diversificación es importante en relación con las estrategias de pastoreo, ya que
cada una tiene ciertos requerimientos, preferencias y temperamentos que imprimen
particularidades al manejo, los recorridos y el uso de los asentamientos a lo largo del
3  Conversación con don Ciriaco Condorí, doña Panta Mamani de Condori y doña Eduarda Cruz. Tinate
(departamento de Cochinoca), 20/02/2011. Don Ciriaco Condorí nació en Tinate en 1920, tiene 90 años; ac-
tualmente reside en San Salvador de Jujuy (la ciudad capital), junto a su señora Panta, su hija y nietos.

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año 4. Algunos autores han marcado que el reparto de especies constituye una estrate-
gia para el manejo y reducción del riesgo (Cfr. Browman 1990; Göbel 1997).
Por otra parte, las tropas están compuestas por animales de diversos dueños, ge-
neralmente miembros de la unidad doméstica, salvo cuando los animales son dados,
como hemos indicado, al partir. Sin embargo, aunque los animales tengan un dueño
individual, se trata de rebaños familiares. Los miembros de la familia reciben anima-
les en suerte, principalmente cuando son niños, para la ceremonia del primer corte
de cabello o simplemente se les nombra 5 durante la señalada. De alguna manera, los
niños se crían en una historia compartida con los animales que recibieron en suerte
y crecen juntos. Cuando una mujer forma una familia, suele llevarse los animales
que le pertenecen y así inicia su propia tropa. Otra posibilidad es que los padres, ya
mayores, entreguen a sus hijos e hijas el ganado que a cada uno le corresponde. El
compartir el rebaño mediante los tratos al partir o al cuidado es una forma específica
de construir relaciones fuera del grupo e incorporar personas a las redes de colabo-
ración. Lo que nos importa señalar en esta ocasión es que a través de los animales se
crean vínculos entre las personas.
La señal en la oreja y las flores y chimpos de lana que se colocan durante la señala-
da, son los mismos en toda la tropa, remiten a su identidad y su vínculo con ese grupo
familiar, y no son propios de cada dueño individual. De hecho los colores para el ga-
nado se heredan, generalmente de madre a hija, por lo que marcan la relación de esa
tropa con un linaje. Linaje humano y linaje de la hacienda se relacionan íntimamente
mediante los colores. Los pastores y pastoras reconocen, sin embargo, a cada uno de
los animales porque «son dueño, lo conocen todo, yo por ejemplo lo conocía tooodo
[con énfasis], quien de quien, quien de quien, cual es de quien, aquel corderito de
quien es, todo, cuando vivía ahí» (entrevista con Orlando Tinte 6, 02/12/2008).
Las unidades domésticas pastoriles controlan un determinado territorio de pas-
turas, los pastoreos, que implican derechos y transferencias intergeneracionales. Es
así que el espacio se fragmenta y cada parte o porción se asocia con una familia,
generándose un vínculo estrecho entre familia y pastoreo. Dentro de estos pastoreos
cada familia tiene una cierta cantidad de asentamientos propios: una casa principal en
el campo, que en Susques se conoce como domicilio, y un promedio de unas cuatro
o cinco estancias o puestos en los cerros, en el caso de Susques, y uno o dos para
Abralaite. Estas estancias suelen encontrarse a una distancia que van desde los quin-
ce minutos hasta una jornada de caminata desde la casa principal. La ubicación de
estas estancias surge de una compleja trama de factores que incluye las necesidades
emocionales de la hacienda y la apropiación de lugares significativos. En términos
generales, podríamos observar que las estancias están insertas de un modo estricto en
el mundo de la crianza y manejo de la hacienda en el día a día, con lo que se relacio-
nan sus configuraciones y emplazamientos (Tomasi 2011).
4  En Susques un rebaño promedio tenía en el 2009 alrededor de 126 animales con un máximo de 472 y
un mínimo de 12. Del total de animales un 42,72% eran cabras, el 28,7% eran llamas, el 28,11% eran ovejas
y finalmente las vacas sólo representaban un 0,47% del total (Censo Ganadero 2009, Comunidad Aborigen
«Pórtico de los Andes», Susques).
5  Al acto de entregar un animal se le dice nombrar: por ejemplo «a Rita le han nombrado una cabra».
6  Orlando Tinte es originario de Muñayoc, nacido en 1981, y residente en la quebrada de Humahuaca.

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A lo largo del año los miembros de la unidad doméstica junto con el rebaño, se
desplazan entre estos asentamientos siguiendo un cierto ciclo que es flexible pero
tiende a repetirse en el tiempo. En el caso de Susques la permanencia en cualquiera
de los asentamientos oscila entre los quince días y los tres meses. De esta manera se
presenta una notable intensidad de desplazamientos en comparación con otros grupos
pastoriles descritos en los Andes, de un modo tal que puede implicar incluso hasta
más de diez cambios de asentamiento por año. Aunque pudiendo resultar un tanto
esquemático, podríamos sintetizar este conjunto de asentamientos como un ciclo cir-
cular entre el campo y los cerros. La mayor parte de las unidades domésticas suelen
estar en el domicilio durante al menos parte de los meses de lluvia, entre diciembre y
marzo, para luego comenzar los recorridos por las estancias de los cerros en los me-
ses de seca 7. La decisión de trasladarse a una determinada estancia no surge exclusi-
vamente de una decisión estratégica unilateral de las personas, sino que se consideran
también las preferencias de la hacienda. Se dice que, al igual que las personas, los
animales tienen gustos y deseos que tienen que ser considerados por la pastora. Ese es
el pasto de ellos es una expresión muy común en la puna para referir que ese pasto les
gusta a esos animales en cuestión, que comen ese pasto. Al decir es de ellos, se refiere
a que ese pasto les gusta pero que además les pertenece; los animales de la hacienda
mantienen una relación profunda con sus pasturas.

3. Los espacios de la hacienda. Los múltiples corrales de los pastores puneños

A partir de su trabajo en Qaqachaka, en el altiplano boliviano, Arnold (1998: 36) ha


propuesto que la casa «se convierte en una representación del cosmos, una metáfora
del cerro mundo, un axis mundi, y una estructura organizativa en torno a la cual gi-
ran otras estructuras». En el mismo sentido, Nielsen (2001: 43) observó que la casa
«puede ser analizada como ‘cosmograma’ que sintetiza el entendimiento práctico del
mundo que distingue a cada cultura». Tanto en la organización de la casa como en
su proceso de construcción se ponen en juego y actúan aspectos fundamentales de la
sociedad, de modo que no es posible considerarla como un mero contenedor pasivo
de prácticas.
Una cuestión por demás importante, que han señalado también distintos autores,
es que existe un paralelo entre la configuración de la casa y la organización de los
grupos domésticos, de forma tal que ambos estarían atravesados por los mismos prin-
cipios ordenadores (Cfr. Arnold 1998; Palacios Ríos 1990). A través del modo en
que los distintos recintos se organizan en torno a un patio, se están evidenciando las
relaciones de parentesco y la pertenencia de una persona a una determinada línea de
descendencia. En este sentido, la casa podría ser pensada como una cartografía de las
7  Esta movilidad estacional existía años atrás igualmente en el área de Abralaite. Actualmente, como la
mayoría de las unidades domésticas redujeron o acabaron sus tropas, extinguiéndose casi las ovejas y cabras,
las estancias del cerro han sido en la mayoría de los casos abandonadas. Se utilizan las pasturas vinculadas a
la casa principal del pueblo, en la ladera de sierra y las de la pampa de la laguna, ambas situadas en la zona
llamada campo.

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relaciones entre las personas 8, entendiendo que la casa no es simplemente una conse-
cuencia de los lazos que existen, sino que participa en su constitución. Las relaciones
que se materializan en la casa no se limitan a las personas, sino que involucran tam-
bién a los animales dando cuenta de los vínculos que existen y del rol que les cabe a
éstos dentro de la conformación de la familia. Los corrales son parte de la casa, tanto
como los animales son miembros del grupo doméstico. En la casa se espacializan y
materializan las relaciones entre personas y animales, a través de las articulaciones
entre los lugares de unos y otros.
En Susques como en Cochinoca, la casa principal en el campo, se conforma a
partir de la suma de una cierta cantidad de recintos techados que se despliegan en
torno a un patio que tiende a estar delimitado en sus lados. La casa principal es una
construcción absolutamente dinámica que se va transformando con la construcción
de nuevos recintos, los que se suman como resultado de los cambios que ocurren a lo
largo del desarrollo del grupo doméstico (Tomasi 2011). En este sentido, la casa tiene
una cierta vida y, al igual que la familia, se podría decir que se va criando y creciendo.
Cada uno de estos recintos que componen la casa puede tener funciones específicas,
a veces superpuestas, como espacios para dormir, ramadas, cocinas cubiertas, depó-
sitos, oratorios, etc. Más allá de los usos que tengan cada uno de estos recintos, se
les denomina casa, al igual que al conjunto general de recintos. Es decir la casa se
compone de casas. La noción de casa hace referencia, entonces, tanto al todo como
a la parte, entendiendo que esa parte se constituye también como una totalidad en sí
misma (Tomasi 2011).
Siguiendo el mismo ordenamiento conceptual, los corrales son las casas de la
hacienda. Esto es central para comprender las relaciones entre personas y animales
a través de sus espacios. Aprehender que los corrales son casas tanto como las de las
personas, nos aproxima a una condición de los animales que no se presenta desde una
oposición personas-animales, sino más bien desde existencias compartidas e interde-
pendientes. Los corrales tienen particularidades constructivas y de configuración que
los diferencia de las casas de las personas, pero no son ontológicamente diferentes.
Podemos partir de una primera dimensión de análisis observando que ambos son es-
pacios delimitados, cerrados y contenidos en sus lados por pircas. Es decir, se trata de
espacios recortados, connotados y significados de modos particulares. Tal como pro-
puso Delfino (2001), el pircar no es sólo una necesidad de demarcación de propiedad,
sino que se trata de una práctica de significación y creación de un límite de sentido.
La concepción de corral presente en estas zonas, no se remite únicamente al recinto
que permite encerrar a la tropa para protegerla y para evitar su dispersión, sino que
refiere asimismo a un modo de pensar, lo que es encerrado y de este modo consolida-
do en tanto unidad. Este consolidarse a partir de un espacio, que implica dentro/fuera,
interior/exterior, se vincula a su vez con la noción de suerte, central en el pensamien-
to económico puneño. El corral es junto con las pasturas el espacio y ámbito de la
hacienda, pero es en el corral donde la potencialidad de reproducción o multiplico
de la tropa se despliega y donde debe cuidarse y permanecer. La tropa, a pesar de
8  Con el mismo criterio Arnold se refirió a la casa en términos de una «arquitectónica de fundamentos
andinos de parentesco y descendencia» (1998: 38).

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estar constituida por animales individuales, reconocidos como tales por sus dueños,
se considera en ciertos aspectos como una unidad. Esta unidad es la que comparte la
suerte, la que tiene ánimu, y es esta disposición anímica la que debe permanecer en
el corral, debe ser encerrada y no tiene que escapar, para lo que se deben tener ciertos
cuidados.
Existen otras relaciones significativas entre los corrales y los espacios de las perso-
nas. Dentro de la casa, la cocina exterior se conoce como fueguero, kancha o kanche-
ro, y es éste uno de los espacios más importantes de la cotidianeidad de la familia, ya
que en torno al fogón se cocina y se reúnen las personas. Los corrales y kancheros son
espacios que no están techados y ambos están cerrados por muros bajos de alrededor
de 1,5 metros de alto construidos en pirca seca, es decir con piedras que están uni-
das entre sí por forma y no por el uso de algún tipo de argamasa. El uso del término
quechua kancha para referirse al fueguero, nos aproxima aún más a las relaciones
entre los espacios de las personas y los de la hacienda. Este vocablo suele designar a
espacios abiertos rodeados por una pirca. González Holguín (1608) en su vocabulario
indica que la cancha es «el patio o corral», «corral de ganado» se diría llamacancha,
mientras que «patio de casa» sería cancha. En otras zonas andina es común «refe-
rirse al patio de la casa como un corral de animales» (Yapita y Arnold 1998: 210).
Entonces tanto animales como personas tienen su kancha: espacios abiertos aunque
contenidos.
Las casas de las personas como las de la hacienda presentan sus entradas hacia
el este 9. Esta preferencia no puede reducirse simplemente a la necesidad de aprove-
chamiento de la radiación solar por la mañana, especialmente si consideramos que
el corral es un espacio destechado. La dirección este o naciente, está vinculada con
el sol y con lo fecundo, germinante y vivo, en cambio el oeste o poniente indica la
dirección de la región de los muertos 10.
En el centro de las casas de las personas se encuentra la boca de la pachamama,
pachero en el área de Cochinoca y juiri en Susques, y lo propio ocurre en el centro
del corral. Esa boca es alimentada en momentos muy específicos que involucran a las
personas y a los animales: durante el mes de agosto, en los pacheros de los patios,
cuando se da de comer a la pachamama, y en los corrales en las señaladas del verano
en los corrales. A pocos centímetros de la boca/pachero del corral suele haber una
piedra mediana o grande donde, durante la señalada, se coloca la coba con la que se
sahuma a la tropa y a las personas, y que se constituye como marca del lugar de la
boca a lo largo del año 11.

9  En el caso de las casas de las personas el este es la orientación preferencial aunque no la única. La
configuración en torno a un patio como organizador que busca cerrarse por todos sus lados implica que no
siempre es posible disponer las puertas hacia el naciente. En todo caso, la primera casa siempre se abre en esa
dirección. Cuando se trata de los corrales, la orientación sí es siempre hacia el este. Las tumbas de los muertos
también suelen estar orientadas hacia el este.
10  Muchas prácticas puneñas se realizan mirando hacia el naciente: cuando se hacen ofrendas y chayas
(ch’allas), cuando se flora y marca la hacienda, cuando se sacrifica un animal, éste debe mirar hacia el este.
11  En un corral en Susques se presentaba la particularidad de que se había dejado una hornacina en el muro
en un punto diametralmente opuesto a la entrada que se utilizaba con ese fin. Por su ubicación remitía a las
hornacinas que se dejan en el muro posterior de los oratorios donde se colocan los santitos.

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Figura 2: Fotografía del corral (abajo) y el fueguero (arriba) en una estancia en los alrededores de
Susques.

Los corrales suelen estar próximos a la casa para que la pastora pueda escuchar
durante la noche si ocurre algo con la tropa. En general los domicilios tienen entre
uno y tres corrales dependiendo de la cantidad de hacienda que tenga la familia. En
muchos casos, dado que en las estancias los recintos para las personas se limitan a
un fueguero exterior, la incidencia de los corrales es mucho más grande. Podríamos
decir que los corrales son el centro privilegiado de las estancias y constituyen las
estructuras que reciben la mayor dedicación constructiva (Figura 2).
A diferencia de lo que ocurre con las casas de las personas, no suelen construirse
nuevos corrales, sino que se mantienen y arreglan los realizados años atrás por los
abuelos 12. En general suelen ser circulares o rectangulares, aunque los primeros son
mucho más comunes 13; en algunos casos se utiliza la técnica de construcción con
«champas» 14 de guano cortadas directamente del piso del corral en lugar de la pirca
seca, que también es utilizada sólo en parte para elevar la altura algunos centímetros
por encima del muro de piedra. Con el mismo objetivo es bastante común ver ramas
de arbustos que se colocan paradas a modo de última hilada.
12  En la puna jujeña se utiliza abuelo y abuela, o los abuelos, como un término general de respeto, por lo
tanto no implica siempre una relación de filiación/descendencia.
13  Esto debería relativizarse en el caso de las estancias donde la morfología de los corrales está en relación
con el aprovechamiento de los accidentes topográficos, como peñas, aleros o pequeñas quebradas. Además
algunos corrales tienen en el costado una pequeña estructura similar, de no más de un metro de diámetro, el
chiquero, que es el corral de las crías más pequeñas.
14  La «champa» es una técnica de construcción con tierra bastante extendida en ciertas regiones aunque no
es tan común en la Puna. A diferencia del adobe que es moldeado, las «champas» son bloques que se cortan
directamente en el suelo, aprovechando las raíces de la vegetación que consolidan la tierra. En los alrededores
de Susques hemos registrado una única casa, en este caso de personas, construida enteramente con «champas»
de guano.

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Figura 3: Detalle del mojón, «encerrado en su corral» en una casa principal.

La entrada al corral, como dijimos, está siempre construida hacia el este. Los co-
rrales de la casa principal tienen, a una decena de metros de la entrada y alineado con
ésta, el mojón del ganado. En ciertas áreas puneñas las familias poseen dos mojones:
uno de las llamas y otro para las demás especies criadas 15. Los mojones son pequeñas
estructuras de forma cónica de algo menos de un metro de alto, construidas con pie-
dras superpuestas de un modo similar al de las apachetas. La relación entre el mojón,
la entrada al corral y la boca de la pachamama en el interior, conforman un eje en
sentido este-oeste que divide en mitades el corral, pero a su vez marca un sentido de
recorrido. Por su ubicación, cuando la tropa sale del corral necesariamente lo hace
hacia el naciente y debe pasar por el mojón antes de salir a pastear; lo mismo ocurre
con la caída del sol, cuando la tropa regresa al corral mirando hacia el poniente,
necesariamente tiene que atravesar el mojón. En este contexto el mojón remite a la
idea de apacheta, no sólo por su forma, sino también por su sentido como marcador
de camino 16. A su vez, el mojón podría asociarse con un límite, como el punto donde
termina el espacio de la casa (Figura 3).
En el momento de la señalada el mojón se constituye como un núcleo central del
ritual en el que se condensan las relaciones entre las personas y los animales y la
totalidad del espacio de la familia. Este ritual se cierra con una puesta en acto de la
compra-venta de ganado: los participantes llevan piedras que juntan en el campo, las
que el dueño o dueña de la tropa compra con coca. Éstas son chayadas y floradas con
lana de chimpar, lana kunti –lana en vellón teñida generalmente en la escala del rojo,
15  Los mojones dobles están presentes en todos los corrales del área de Santa Catalina, y también los he-
mos podido ver en Tinate, departamento de Cochinoca.
16  En una señalada de Tinate hemos visto que los dueños de la tropa indicaban que ésta, una vez señalada
y florada, debía pasar en medio de ambos mojones.

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de carácter ritual– al igual que los animales de la tropa y son, finalmente, colocadas
en el mojón, que se convierte en una pequeña montaña de piedras que se van acumu-
lando año tras año. Entonces se confecciona un pequeño corral: con las ramas de tola
a modo de postes y la lana kunti entrecruzada como los hilos del alambre, se arma
el corral del mojón 17. Una vez concluida esta tarea, los dueños encierran su ganado,
chayando las piedras y arrojándoles coca (Bugallo 2011). Los mojones son entonces
considerados como un conjunto de animales vivos encerrados en su corral (Figura 4).

Figura 4: Esquema de una casa principal en Sus-


ques con la alineación del mojón, el pachero y la
entrada al corral.

En relación con la concepción de la suerte y de lo que debe ser encerrado en el co-


rral, que mencionábamos más arriba, es interesante observar que el día de la señalada
no se permite a nadie entrar al corral sin cubrirse la espalda, con poncho los hombres
y manta las mujeres; de lo contrario se dice que se «está pelado» (desnudo). Un
testimonio de 1921 explica que «de esta manera queda la suerte en la casa» 18. Estar
pelado es, entre otras cosas ser pobre, no tener hacienda; se trataría de un criador que
ha perdido su suerte. Muchas prácticas puneñas se sustentan en la idea de mantener la
suerte en la casa, en el corral. El testimonio citado refiere que actuando de tal modo,
la suerte queda en la casa; ya que la prescripción refiere al recinto o espacio del
corral, vemos que el corral se vuelve un equivalente de «casa». La suerte del dueño
de la tropa, que es la suerte de la casa y que, además, vincula a las personas con los
animales como veremos más adelante, debe ser siempre cuidada. En ocasión de la
17  Estos corrales de los mojones los hemos visto en el área de Yavi, y también construidos junto a la gente
durante las señaladas en el área de Cochinoca; en cambio en Susques no se hacen estos pequeños corrales.
18  INAPL. Archivo de la Encuesta Nacional de Folklore 1921, Caja 3, carpeta N° 52, Casabindo fj.18 r.
En adelante ENF 1921

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venta de animales o antes de carnearlos, se les saca un pequeño mechón de lana que
se guarda: «Es la suerte del dueño, como el animal ya se va, para que no se la lleve,
para que no pierda la suerte» (conversación con Teresa Condori, originaria de Muña-
yoc, 24/08/2009). Lo mismo cuenta un testimonio de Carahuasi: «Antes de vender un
cordero o llama, le sacan un poco de lana del lado izquierdo, serca del corazón que le
llaman (guaca de la hacienda) la guardan bien porque es la suerte» (ENF 1921, Caja
2, carpeta N ° 35, Carahuasi, fj 12 v). Y uno de Orosmayo explica que estos mechones
se guardan junto a los pedacitos de oreja en una chuspa 19, para luego entregárselos a
la pachamama en el centro del corral con coca y alcohol, «para que haya igual multi-
plico, se satisfaga la Pacha Mama (madre de la Tierra) y no se heche de menos entre
sí la hacienda. Pués cuando así no se hace, pena la hacienda y se muere» (ENF 1921,
Caja 3, carpeta N ° 26, Orosmayo, fj 10 r). Los mechones de lana, profundamente
vinculados con la suerte, quedan en el corral o en chuspas, que en ocasiones también
permanecen en el corral (Bugallo 2009).
Pero al ser colocados en chuspas son igualmente encerrados, ya que las chuspas
son también consideradas como corrales. Las chuspas, confeccionadas con la lana de
los animales, contienen la suerte de la tropa, sus mechones y lanas, sus pedacitos de
oreja, la coca que ellos pastan. En ellas viven las illas o wak’as de la tropa –peque-
ñas figuras de piedra en forma de animal–, según dice un puneño, las chuspas son
corrales, en los que los animales-illa pastan su pasto de coca; en ciertas fechas, como
señaladas y pascua, se saca a estos animalitos de su «corral tejido» y se les renueva
el pasto, colocando nueva coca. Las chuspas presentan este aspecto de continente que
las vuelve corral, como espacio cerrado que encierra cierta energía vital. También los
animales poseen sus chuspas: en las señaladas se les colocan a ciertos animales en el
costado una bolita de lana kunti, algodón y coca, enredándola en su propia lana; en
su chuspa el animal «lleva guardado todo, lleva guardada toda su riqueza» (conver-
sación con Teresa Condori, 24/08/2009) (Bugallo 2011).
Los puneños y puneñas, como la mayor parte de los andinos, leen diferentes señas
para conocer el estado de las cosas: su suerte, el clima, el tomar decisiones, etc. Para
las tistinchas 20 de San Santiago el 25 de julio y de pachamama en agosto, se colocan
entre las mazorcas que se hacen hervir, algunas a las que se les han quitado ciertos
granos. En éstas se leerá luego la suerte de la tropa, su multiplico, si «hay suerte, las
ovejas van a llenar el corral, van a multiplicar, llenito va estar el corral como se llenó
la mazorca» (conversación con Orlando Tinte, 08/2005). Existen distintas prácticas
rituales y cotidianas destinadas a valorar y potenciar «lo lleno», aunque éste no es
el lugar para desarrollarlas. Quisiéramos de todos modos llamar la atención sobre el
hecho de que los corrales, los mojones de la hacienda y las chuspas, son pensados de
esta manera, como espacios que deben encerrar lo lleno, en el sentido de completo, de
rebosante. Los dos corrales en miniatura, el del mojón y la chuspa, son elaboraciones
que encierran la concepción puneña de la fertilidad y la reproducción de las tropas.
La relación entre linajes familiares y corrales es expresada por la gente de Qaqachaka
19  La chuspa es una pequeña bolsa tejida en lana con una tirita para colgarla del cuello, siempre en colores
y con algún diseño textil, en donde tradicionalmente se guardaba la coca.
20  La comida ritual llamada tistinchada se prepara con ingredientes secos –mazorcas, habas, carnes con
hueso como cabezas– que se hacen hervir en grandes ollas al fuego durante toda la noche.

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vinculada con la matriz materna: la barriga de la que, como de un corral, salen los her-
manos; éstos son un rebaño que sale de ese vientre-corral (Yapita y Arnold 1998: 207).

4. La hacienda como parte de la familia

«Uno tiene un cariño inmenso por sus animales, ¿por qué crees que cuidan y todo?,
parte es como una familia porque vos casi que te preocupas lo mismo que te preocupas
por tu familia por tu hacienda. Porque hay gente que no quiere dejar su hacienda, que
no lo quiere acabar» (conversación con Orlando Tinte, 08/2011).
Esta manera de concebir a la hacienda como parte de la familia, toma un matiz par-
ticular el día de la señalada de los animales de la tropa, ya que en ciertas partes de la
puna jujeña se establece un parentesco ritual entre animales y personas, convirtién-
dose estos últimos en padrinos y madrinas de los novios de la tropa (Figura 5). Así lo
realiza doña Dionisia Zulca con sus llamas y ovejas. Al comienzo de la señalada se
elige la pareja de novios; debe ser un casal de orejanos, lo que significa que no deben
haber sido marcados anteriormente. A los novios se les eligen padrinos entre las per-
sonas presentes y, entonces, se lleva a cabo el casamiento. Éstos, ubicados mirando
hacia el este, la hembra del lado izquierdo, son bañados por una lluvia de mistura
(talco y papel picado) y quedan así blanqueados; se los junta, haciendo un lazo de
serpentinas alrededor de sus cogotes. Una vez casados, se les da de tomar chuya con
coca y se les cortan las orejas, imprimiéndoles la señal del dueño/a. Se les pone flo-
res en sus orejas y chimpos o tulmas en sus lomos y, por ser los novios, llevan más
chimpos que cualquier otro. Con la sangre del corte de oreja se marca en forma de
cruz la mejilla derecha o la frente de los participantes 21 (Bugallo 2011). En Muñayoc
también se eligen padrinos y madrinas humanos.
Juan Alfonso Carrizo había observado esta práctica a principios del siglo XX. Es-
cribe que los dueños de la tropa nombran a los padrinos de la ceremonia, aclarando
que «el compadrazgo recae en las personas distinguidas de la concurrencia, en los
dueños de rebaños más numerosos (…). Tomados del brazo como si estuvieran en un
casamiento, van los padrinos seguidos del dueño de casa y de toda la concurrencia al
corral en donde bala el ganado» (Carrizo 1959 [1934]: XLVIII) 22. En su descripción,
los padrinos se hacen cargo de la ceremonia, lo que se diferencia de lo que hemos
conocido actualmente, ya que en nuestro caso hemos visto a los dueños de la tropa
realizar las señales y abrir el pachero en el centro del corral.
En cambio don Zenón, de Abralaite, recuerda cómo era allí antes, entonces los pa-
drinos eran animales como también ocurre actualmente en Susques. «Yo hago mi par-
te como sabía hacer finada mi madre, diferente, como dicen bien florado, los chicos
[los animales jóvenes] tenía que elegir para el padrino, la madrina, otro para el ahi-
21  Esta descripción se basa en las señaladas de doña Dionisia Zulca, en Abralaite, entre los años 1999 y
2004.
22  Si bien la edición original es de 1934, sabemos que Carrizo realizó su trabajo en la puna anteriormente;
por ejemplo estuvo en Cochinoca hacia 1925. Aunque Carrizo no especifica a qué lugar refiere la señalada
que describe, por otras indicaciones conocemos que participó de señaladas en Rinconada y en el pueblo de
Cochinoca.

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jado, para la ahijada. El padrino con la ahijada, la madrina con el ahijado, tapas con
unas mantas para que limpie todo, purifica todo y salen todos, todos bien enflorados»,
agrega «ese es el estilo de años» (entrevista con don Zenón Piñero, 24/02/1999) 23.

Figura 5: Casamiento de los novios de una tropa de llamas durante la señalada, en Abralaite.

Es interesante lo que señala Carrizo, ya que este compadrazgo posibilita formalizar


una relación entre personas de diferentes estatus económico-social. Como escribe
Spedding (1998: 133) «El compadrazgo permite la formación de lazos duraderos en-
tre personas de diferentes clases sociales y comunidades de origen que nunca podrían
convertirse en afines». Podríamos pensar que esta característica del compadrazgo se
puede extender a las relaciones en las que los ahijados son animales. Asimismo de-
bemos considerar que se establece igualmente un lazo entre gente y animales, o entre
humanos y no-humanos, en el caso de los novios-animales de algunas señaladas del
área de Cochinoca que tienen padrinos humanos, así como en el compadrazgo que se
da entre los dueños de la tropa y los padrinos animales de las señaladas de Susques.
Se trata de establecer lazos, no sólo entre personas de diferente pertenencia socio-
económica, sino entre diferentes clases de seres, mediante el único tipo de parentesco
posible entre ellos. En Susques, donde los padrinos son animales adultos de la tropa,
éstos deben presentar rasgos ejemplares en cuanto al temperamento, la capacidad re-
productiva, los colores, etc.; el añacho (el macho hechor) suele ser el padrino. Vemos
que esta «regla» sigue la norma general, según la cual los padrinos de matrimonio
deben constituir un ejemplo en tanto pareja, ser una pareja ejemplar «Esto porque los
23  Nacido en Abralaite en 1938. La entrevista tuvo lugar en Abralaite (departamento de Cochinoca).

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padrinos deben guiar a los ahijados, aconsejarles, e intervenir cuando tengan proble-
mas» (Spedding 1998: 125). En las señaladas, los padrinos y los dueños de la pareja
de novios, es decir de la tropa, se convierten en compadres. Los padrinos deben
participar en la señalada, intercediendo y propiciando el multiplico de la tropa a la
que sus ahijados representan. Vemos además que los novios son como hijos para los
dueños de la tropa.
Las personas y los animales se vinculan a través de una relación que es en cierto
modo propiciatoria; hay personas que tienen suerte para tal animal y otras que no,
éstas pueden tener suerte para otro tipo de animal, la suerte debe probarse y de ese
modo se descubre. Parecería existir algo así como una «afinidad» con esa especie ani-
mal que no se da con otras, una relación particular entre esa persona y esos animales,
y es ésta la que propicia la fecundidad y multiplico de la hacienda (Bugallo 2009).
El hecho de que la suerte de una persona se vea en el multiplico de una especie de
animales, muestra que las suertes de ambos están vinculadas: ese animal se reproduce
por el vínculo con su dueño/a y a la vez esa persona tiene la posibilidad de subsistir
gracias al animal. ¿Cómo es este vínculo? ¿Cómo se establece? El acto de entregar
el primer animal con el que comienza o no la suerte de la persona con esa especie, se
designa nombrar. Es el nombrar lo que implica propiedad y pertenencia, ya que éstas
no se marcan en el cuerpo del animal (como dijimos la señal es una sola para toda
la tropa). Entonces el vínculo entre la persona, su suerte y el animal se da a través
del nombre: el nombre de la persona dueña individual de ese animal, al que le dará
su suerte para su multiplico. Félix Palacios (1988: 149) escribe que cuando alguien
no tiene suerte con los animales es porque los espíritus de éstos no le han adoptado.
La relación se explicaría ya sea por una entidad vinculada con los animales criados
que tiene una afinidad con esa persona, o por la suerte de la persona que beneficia al
animal. De una u otra forma, se refiere a una energía vital que permite la reproducción
y la regeneración de la vida y que se despliega a través de la relación persona-animal
(Bugallo 2009).
La manera de vivenciar la relación entre animales criados y gente parece estar
atravesada por un fuerte hilo que los une; así durante las señaladas las personas de-
ben coquear (mascar coca) para que haya pasto para la hacienda «los abuelos, [para
que] no falte ni agua ni pasto para la hacienda, coqueaban los abuelos» nos cuenta
don Ciriaco Condori 24. Lo mismo dice doña Dionisia Zulca: «Coqueen, coqueen para
que hayga pasto» (señalada de doña Dionisia Zulca, Abralaite, 23/02/2006). Como si
las personas «rumiaran» la coca, y en ese salivar y degustar fueran criando pasturas
para sus animales.

5. Consideraciones finales. Cariño y crianza

Podemos decir que todas estas relaciones con los animales de las tropas, consideran-
do a sus corrales como casas y a ellos como parientes, se enmarcan en un vínculo de
cariño, concebido como un criar y ser criado. Como lo expresan los pastores peruanos
24  Conversación con don Ciriaco Condorí et al. Ver nota 3. 20/02/2011.

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de Chichillapi «nosotros criamos al ganado y el ganado nos cría a nosotros» (Palacios


Ríos 1977: 58).
A los animales se les trata con cariño, como las personas, tienen nombres, se les
habla; en otras zona andinas se les canta una diversidad de canciones según las épo-
cas del calendario (Arnold y Yapita 1998). Algunos nombres se refieren a sus edades;
así don Zenón les dice a sus llamas chicos, tekesitos cuando son pequeños, y cuando
son recién nacidos panzonas, cuando crecen son maltonas; las llamas que no re-
crían son las solteras. También las nombra según su sexo, les dice chinas y changos:
«Changuito le digo a los chicos a todos les digo changuito. Las chinitas, que son
chinitas son hembritas, digo ‘son chinitas ustedes y vos te llamás chango, nada y vos
te llamas china’ (…) ellos entienden, los changuitos también entienden, los chiquitos
también entienden» (entrevista con don Zenón Piñero, Abralaite, 24/03/1999). Hay
modos relacionados con el contexto ritual y con el cariño, así las llamas son pairumas
para la abuela Panta y doña Francisca, dos abuelas de Cochinoca. Algunos animales
tienen sus nombres propios, en general relacionados con el color de su lana, y suelen
ser nombres de aves: se llaman pato, parina, guayata (ganso andino), gaviota, suri 25.
«Gaviota, gaviotita, frente blanquita, le digo larguita porque es larguita aquí, tiene
su frentecita blanquita. De ahí le he puesto larguita, de esa forma. Por ahí le pongo
nombre así, porque francamente como suri son peliadores (…) ya me entienden, ya
le hablo así, ya me entienden, le grito, se dan la vuelta y se vienen» (entrevista con
don Zenón Piñero, Abralaite, 24/02/1999). Pero también se las reta, doña Damiana se
enoja con sus ovejas cuando no hacen caso, don Zenón les dice marrajas a sus llamas
cuando no vuelven «no vienen, no vienen se tiran en el campo y no van a venir».
Sin embargo, la noción de crianza incluiría a todos los seres y no sólo a los ani-
males: «una crianza en un mundo vivo» en que el agua, el clima y todos los seres
y entidades son criados. Así «el mundo andino es un mundo de crianza en el que la
sabiduría consiste en saber criar y en saber dejarse criar» (Kessel y Enriquez Salas
2002: 60-61). Los animales son considerados como seres que poseen intencionalidad
y capacidad de vincularse e interactuar con una diversidad de otros seres presentes en
el espacio de la vida. Así, ellos pagan su pasto y establecen intercambios directos con
pachamama; cuando los animales de la tropa pierden sus flores en el campo la gente
dice que «hacen cambio con pasto». Don Zenón recordaba lo que le decía su madre
«el pasto que ellos comen, con la lana pagan ellos, dejan chimpito, chimpito cuando
van al campo dejan por ahí, con eso pagan ellos para que coman su pasto» (conver-
sación con doña Dionisia Zulca, entrevista con don Zenón Piñero, 24/02/1999). Lo
que implica una concepción que ubica a los animales en ese «espacio vivo», interac-
tuando y alimentando con chimpos a la pacha. Es decir criándola y dejándose criar
con el pasto.
Así, con nombres, buenos tratos, enojos, en el conocimiento mutuo, se van tejien-
do las relaciones con los animales de la hacienda. Como con los familiares, en la
cotidianeidad del pastorear, en los corrales. Criándose mutuamente.
25  Este modo de nombrar a la hacienda está presente en toda la región andina, especialmente en lo que
refiere a las llamas (Flores Ochoa 1978; Palacios Ríos 1977). En los contextos rituales de las señaladas las
llamas son chullumpi (Kessel y Enríquez Salas 2002: 71), siendo chullumpi un ave acuática.

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