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2° BÁSICO
CUENTOS DE ADA 4
Me sentía feliz. En la nota que le envié a Cary pude resumir mis 18
sentimientos sin caer en los extremos. Pero me costó mucho 28
trabajo, es verdad. A veces, al redactarla, ponía cosas como: 38
“desde el día que te conocí comprendí que lo eres todo para mí, 51
bla, bla, bla…”. 54
Y rompía el papel. Aquello parecía una declaración de esas que 65
salen en las aburridas películas de amor que ven mis padres. En 77
otras, me iba hacia el otro extremo: “Oye, Cary, tienes que 88
enamorarte de mí, ¿entiendes? Y bla, bla, bla…”. Hacía mil 98
pedazos la hoja. Un poco más, y le decía que si no se enamoraba 112
de mí, la iba a castigar. Pero, al final, logré redactarla con mucho 125
tacto; sencilla y bonita. ¡Hasta la rocié con unas gotas de perfume! 137
Fue una buena solución la de la nota. Frente a frente me costaba 150
mucho decirle lo que sentía. Ahora solo tenía que esperar la 161
respuesta. Entonces, me senté a comer mis dulces en el banco del 173
parque, por donde debía pasar Cary. 179
Comencé a prepararme para el encuentro. Cerré los ojos, mientras 189
me la imaginaba a ella corriendo hacia mí con el pelo suelto y cara 203
de felicidad… 205
SEMANA 4
3° BÁSICO
CUENTOS DE ADA
Me sentía feliz. En la nota que le envié a Cary pude resumir mis
sentimientos sin caer en los extremos. Pero me costó mucho
trabajo, es verdad. A veces, al redactarla, ponía cosas como:
“desde el día que te conocí comprendí que lo eres todo para mí,
bla, bla, bla…”.
Y rompía el papel. Aquello parecía una declaración de esas que
salen en las aburridas películas de amor que ven mis padres. En
otras, me iba hacia el otro extremo: “Oye, Cary, tienes que
enamorarte de mí, ¿entiendes? Y bla, bla, bla…”. Hacía mil
pedazos la hoja. Un poco más, y le decía que si no se enamoraba
de mí, la iba a castigar. Pero, al final, logré redactarla con mucho
tacto; sencilla y bonita. ¡Hasta la rocié con unas gotas de perfume!
Fue una buena solución la de la nota. Frente a frente me costaba
mucho decirle lo que sentía. Ahora solo tenía que esperar la
respuesta. Entonces, me senté a comer mis dulces en el banco del
parque, por donde debía pasar Cary.
Comencé a prepararme para el encuentro. Cerré los ojos, mientras
me la imaginaba a ella corriendo hacia mí con el pelo suelto y cara
de felicidad…
SEMANA 4
4° BÁSICO
LA CAPERUCÍTALA 2
Érase una vez una niña llamada Caperucítala, a la cual se le han 15
hecho cientos de versiones de su cuento. Sin embargo, ella no 26
conocía ninguna porque odiaba leer. 31
Caperucítala era más linda que Miss Viejo Mundo 1795. Pero tenía 42
un carácter muy fuerte, una habilidad fuera de lo común para los 54
deportes y, por si fuera poco, era una experta en artes físico- 66
culturistas y en artes marciales. 71
Un día la madre le pidió que fuera a casa de su abuelita que se 86
encontraba enferma, y le llevara mermelada de plátano con 95
chirimoya. 96
Caperucítala se alegró mucho —de ir, no de tener a la abuelita 108
enferma—, y abrigándose bien por el intenso frío que había, partió 120
rauda. 121
La anciana vivía a dos cuadras de su casa. Pero la niña, para 134
entretenerse un poco, tomó el camino más largo, pasando por un 145
bosque que estaba a tres kilómetros. Corrió, corrió y corrió, hasta 156
que se puso roja. 160
Una vez internada en el espeso bosque de eucaliptus, robles, 170
pinos, ébanos, helechos gigantes, varios maceteros con plantas 178
ornamentales y un bonsái, se le apareció un lobo grande, astuto y 190
más malo que un troll, un ogro y un orco juntos. 201
Venía vestido de traje azul marino y corbata roja, llevaba un 212
portafolio negro en la mano y con cara de yo no fui. En fin, la típica 228
imagen de un ejecutivo serio y supuestamente respetable. 236
SEMANA 4
4° BÁSICO
LA CAPERUCÍTALA
Érase una vez una niña llamada Caperucítala, a la cual se le han
hecho cientos de versiones de su cuento. Sin embargo, ella no
conocía ninguna porque odiaba leer.
Caperucítala era más linda que Miss Viejo Mundo 1795. Pero tenía
un carácter muy fuerte, una habilidad fuera de lo común para los
deportes y, por si fuera poco, era una experta en artes físico-
culturistas y en artes marciales.
Un día la madre le pidió que fuera a casa de su abuelita que se
encontraba enferma, y le llevara mermelada de plátano con
chirimoya.
Caperucítala se alegró mucho —de ir, no de tener a la abuelita
enferma—, y abrigándose bien por el intenso frío que había, partió
rauda.
La anciana vivía a dos cuadras de su casa. Pero la niña, para
entretenerse un poco, tomó el camino más largo, pasando por un
bosque que estaba a tres kilómetros. Corrió, corrió y corrió, hasta
que se puso roja.
Una vez internada en el espeso bosque de eucaliptus, robles,
pinos, ébanos, helechos gigantes, varios maceteros con plantas
ornamentales y un bonsái, se le apareció un lobo grande, astuto y
más malo que un troll, un ogro y un orco juntos.
Venía vestido de traje azul marino y corbata roja, llevaba un
portafolio negro en la mano y con cara de yo no fui. En fin, la típica
imagen de un ejecutivo serio y supuestamente respetable.
SEMANA 1
5° BÁSICO
EL LIBRO DE LA SELVA 5
Baloo le enseñaba a Mowgli la Ley de la selva. El enorme oso, 18
serio, viejo y de color pardo, estaba encantado de tener un alumno 30
tan listo, ya que los lobeznos solo quieren aprender de la Ley de la 44
selva lo que concierne a su propia manada y tribu y se van 57
corriendo cuando aprenden los Versos de la Casa: “Pies que no 68
hacen ruido; ojos que ven en la oscuridad; orejas que oyen los 80
vientos desde el cubil; dientes afilados y blancos, todo esto son las 92
marcas de nuestros hermanos, excepto Tabaqui, el chacal, y la 102
hiena, a los que odiamos”. 107
Pero Mowgli, al ser un cachorro de hombre, tuvo que aprender 118
mucho más. A veces Bagheera, la pantera negra, se acercaba, 128
contoneándose por la selva, para ver cómo se las arreglaba su 139
niño mimado, y ronroneaba con la cabeza apoyada en un árbol 150
mientras Mowgli recitaba a Baloo la lección del día. El niño trepaba 162
casi igual de bien que nadaba y nadaba casi igual de bien que 175
corría, así que Baloo le enseñó las lecciones referentes al Bosque 186
y a las Aguas; cómo distinguir una rama podrida de una sana; 198
cómo hablar educadamente con las abejas silvestres cuando se 207
encontrara una de sus colmenas a quince metros del suelo; qué 218
decirle a Mang, el murciélago, cuando lo molestara entre las ramas 229
al mediodía; y cómo avisar a las serpientes de las lagunas antes 241
de lanzarse entre ellas. 245
A ninguno de los habitantes de la selva le gusta que lo molesten y 259
todos están dispuestos a lanzarse encima del intruso. Después 268
Mowgli aprendió la llamada del Cazador forastero, que hay que 278
repetir en voz alta hasta que sea respondida, siempre que uno de 290
los habitantes de la Selva cace fuera de su propio territorio. 301
Traducido significa: 303
“Dadme permiso para cazar aquí porque tengo hambre”; y la 313
respuesta es: “Cazad para comer, pero no por placer”. 322
SEMANA 1
6° BÁSICO
EL LIBRO DE LA SELVA
Baloo le enseñaba a Mowgli la Ley de la selva. El enorme oso,
serio, viejo y de color pardo, estaba encantado de tener un alumno
tan listo, ya que los lobeznos solo quieren aprender de la Ley de la
selva lo que concierne a su propia manada y tribu y se van
corriendo cuando aprenden los Versos de la Casa: “Pies que no
hacen ruido; ojos que ven en la oscuridad; orejas que oyen los
vientos desde el cubil; dientes afilados y blancos, todo esto son las
marcas de nuestros hermanos, excepto Tabaqui, el chacal, y la
hiena, a los que odiamos”.
Pero Mowgli, al ser un cachorro de hombre, tuvo que aprender
mucho más. A veces Bagheera, la pantera negra, se acercaba,
contoneándose por la selva, para ver cómo se las arreglaba su
niño mimado, y ronroneaba con la cabeza apoyada en un árbol
mientras Mowgli recitaba a Baloo la lección del día. El niño trepaba
casi igual de bien que nadaba y nadaba casi igual de bien que
corría, así que Baloo le enseñó las lecciones referentes al Bosque
y a las Aguas; cómo distinguir una rama podrida de una sana;
cómo hablar educadamente con las abejas silvestres cuando se
encontrara una de sus colmenas a quince metros del suelo; qué
decirle a Mang, el murciélago, cuando lo molestara entre las ramas
al mediodía; y cómo avisar a las serpientes de las lagunas antes
de lanzarse entre ellas.
A ninguno de los habitantes de la selva le gusta que lo molesten y
todos están dispuestos a lanzarse encima del intruso. Después
Mowgli aprendió la llamada del Cazador forastero, que hay que
repetir en voz alta hasta que sea respondida, siempre que uno de
los habitantes de la Selva cace fuera de su propio territorio.
Traducido significa:
“Dadme permiso para cazar aquí porque tengo hambre”; y la
respuesta es: “Cazad para comer, pero no por placer”.