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Eduordo Acevedo DIOZ


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El combate
de la tapera
Cronoiogío Comentario Vocobulorio
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21/29.488
Eduardo Acevedo Díaz

El combate de la tapera

Ediciones Orbe

¿ 4/3. 97s?
Resumen Cronológico

1851 -

Nace en la Villa de la Restauración (Unión),


el 20 de abril.
1869 -

Bachiller y estudiante de Derecho.


1870 -

Abandona los estudios para incorporarseal ejército revolu-


cionario de Timoteo Aparicioen el levantamiento contra el
gobierno de Lorenzo Batlle (1870-1872).
1872 -

Se inicia en el periodismopoliticoen 'La República'.


1873 -

Trabajaen 'La Democracia' y 'La Razón'


1875 -—

Funda con otros jóvenesde idénticos ideales la 'Revista


Uruguaya',a raíz de algunosartículos suyos es desterrado a
Buenos Aires
Regresapara incorporarsealas lilas del ejército revoluciona
rio en la llamada 'Revoluciópn Tricolor' contra Latorre y
participaen la batalla de Perseverano.
Fracasada la Revolución se radica en la vecina orilla
1895 —

Regresaa Montevideo,lunda 'EI Nacional' cuya campaña


periodísticaalienta el Iemtamiento del 97, uno de los acon-
tecimientos más destacados de nuestra historia
1897 -

Vuelve a tomar las armas juntoa AparicioSaravia


1898 -

Electo senador por Maldonado y miembro del Consejode


Estado.
1903 -

Por su posicióndisidente a la mayoría del Partido Nacional.


apoyandocon su voto a Batlle y Ordóñez, es expulsado de su
partidoy asi termina su actividad politica
El 14 de setiembre es nombrado Ministro Plenipotenciario
ante EEUU, México yCuba iniciando unararreradiplomáti
que continuará por Paraguay,Italia,Suiza,Brasil.Austria-
Hungría y nummente Suiza
1921 -

Fallece en Buenos Aires el 18 de Junio.


Eduardo Acevedo Díaz

a) El iniciador de la novela nacional


En el “ProcesoIntelectual del Uruguay',Zum
Felde juzgaglobalmente
la obra de Acevedo Díaz de este modo: 'Puede ser considerado como
el iniciador de la novela nacional; no porque hayasido el primeroen
cultivar el género.sino el primero en lograruna obra de
categoriaSus
novelas históricas representan, en electo, la primerarealización
seriay
durable del géneronarrativo en el Uruguay".Y Francisco Espinola,por
‘ J’ '

parte. expresa que su bagajetécnico


'
su , l 1

'en ese sentido, ningúnnarrador de América ha demostrado,ni antes,


ni después,que podria escapar a su magisterio".
Con Acevedo Diaz nace la novela uruguaya en su doble objeto:
humano y estético. Hasta entonces traslación de los
era una
del romanticismo europeo vistiéndolea la manera
convencionalismos
gauchesca indígena.
o m ientras que en AD. sus personajesson
expresionesgenéricasde una determinada nacionalidad y periodode
nuestra historia 'Nos presentan sus novelas una vasta galeriade tipos
originales-sostiene Zum Felde- y, en su conjunto,un cuadro comple-
tlsimo de la vida uruguaya en la épocade las guerras de la independen-
aa.
Acevedo Diaz busca siempreen el pasado las claves del presentey
el porvenir,él mismo sostiene que a diferencia de sus antecesores
'podemos y debemos trazar páginasliterarias que sean liel reflejode
nuestros ideales, errores. hábitos,preocupaciones,resabios y virtu-
des'.
b) La Novela Historica y la Nación
Como suele ocurrir en periodos de crisis, el énfasis se pone en el
buceo de nuestras luentes y pasado, el propio Acevedo Díaz dice en
1985: 'El novelista consigue, con mayor facilidad que el historiador,
resucitar una época dar seducción a un relato. La historia recoge
prolijamenteel dato, analiza lríamente los acontecimientos, hunde el
esmlpelo en un cadáver,y busca el secreto de la vida que fue. La novela
asimilael trabajopacientedel historiador, ycon un soplo deinspiracion
reanima el pasado'.
Por su parte, Francisco Espinotaen el prólogode Ismaelhace notar
que Para los orientales dice cosas que los oidos extraños no logran
escuchar. Es que a su propósitoartistico esencial el quiso agregar otro
que también le nacía en el tondo del alma. Mediante su literatura el va
a revelar a su pueblo la historia de sus padres, ahondando con sentido
sociológicoy docente sencillez aquello que la nacion debe reconocer
como elementos negativoso como luente de energíapara el porvenir'.
Y agregaba más adelante: 'Tenemos que salvar la mayor extensión
posible del pasado para que siga actuante en el presente a tin de ir
formando la nacion, porque todavía no somos del todo una nacion'.

c) El ciclo histórico
El núcleo de laobra narrativa de Eduardo Acevedo Diazseencuentra
en ¡mae/(1888),
las cuatro novelas que constituyensu tetralogi'aépica'
Nativa(1890), Grito de Gloria (1893) y Lanza y Sable (1914). En las
cuatro existe idéntico propósitosubyacente:hacer de la obra literaria
instrumento eficaz para la creación de una conciencia colectiva
'“ 4

Ismaelse centra en el comienzo de 3"“ 'r ,w zorra


con Ia batalla de Las Piedras (18 de mayo de 1811); Nativa tiene su
núcleo en la Cruzada de Olivera;la base historica de Grito de Gloriaes
la cruzada de los Treinta y Tres. En Lanza y Sable, finalmente, muestra
un aspecto nuevo de la vida nacional: la iniciacion de las contiendas

5
intestinas, concluyendo con el episodio de la Defensa de Paysandú,
continuación dealguna manerade las situaciones generadas en la gesta
emancipadora.
Sobre el telón de iondo constituido por estas etapas historicas, el
novelista levanta un mundo imaginariocomplejo y rico en personales
ysituaciones.donde un centenar de pct ,' ¡Trucvcl y vale. como
. l

tipos representativos,del gaucho a las mujeres soldados, sin que lalten


los héroes nacionales.

'

d) Algosobre 'El combate de la tapera


Reconocidacomo una de las más perfectasproducciones de E.AD..
'El combate...‘ suele ser vinculado por algunos a Grito de Gloria,pero
AngelRama sostiene: '...aunque el cuento puede considerarse como un
fragmentodesgaiadode sus grandes novelas, dispone de una autono-
mía e independenciaestructural, que permiteencararlo como una pieza
válida en si y autosuficiente'.

El relato se subdivide en 6 capitulos cortos. a través de los cuales


se desarrolla linealmente los hechos y sus personajes:
-

Emsa ‘...despuésdel desastre del Catalán" (enero de 1817).


Las tropas de resistencia artiguista sufre una de sus últimas
derrotas ante el invasor portugués, que pocos dlas después.
comandados por Lecor, ingresabana Montevideo. Desolación
en la campaña,saqueo y brutalidad del ocupante extranjero.
-

1mm en una noche imprecisaque va del 'tenue resplan-


dor que quedaba de la luz del día' hasta que '...asomaba la
aurora gris cenicienta' del cap. V.
-
Un espacio'cerrado' por el autor: la taperaen medio del rampa
es tOdO el mmm.

La acojan: sangre. heroísmo,muerte. Los portugueses han


descubierto la tapera donde hallaron refugiolos patriotas. Por
su inferioridad numérica.se deduce desde el inicio que no

podránescapar.

La accion bélica concluyecon la huida confusa y desordenada


de ios portugueses y la muerte de todos los orientales.

Los personajes

EI verdadero protagonistaes ei conjunto de patriotas,donde ni


siquiera pueden distinguirseporsu sexo: unacausaycompor-
" ‘ " ‘ '

tamiento común en el mhate .‘Y ‘z


-por ser el ¡ete-y Cata por su heroica acción final.
-

'Taciturnos y bravíos' señala el propio EAD. La parquedad


-virtud natural del gaucho— es todavia más destacada por el
ritmo cruento de la batalla.
-

Como contraste, pese a su superioridad numérica,fisica y


moral (veniande vencer en Catalán y perseguianun diezmado
grupo de patriotas)los portugueses, viendo herido a su ¡ete
Heitor, son truto del 'pánico' y “confusion pavorosa' y hasta
Acevedo Diaz habia de 'tuga': la fuga de ios vencedores a los
que el miedo convierte en vencidos.
Su obra
(Fecha.títuloy lugar de pub/¡cación
de su 1' edición)

1886 -

Brenda (BuenosAires)
1888 -

Ismael (BuenosAires)
1890 -

Nativa (Montevideo)
1893 -

Grito de Gloria (La Plata)


1894 -

Soledad (Montevideo)
1898 -

ArroyoBlanco (Montewdeo)
1903 -
Cana) Zabala de riego(ensayo) (BuenosAires)
1907 -

Minés (BuenosAires)
1911 -

Epocasmilitares de los paísesdel Plata (BuenosAires)


1914 -

Lanza y Sable (Montevideo)


1916 -

El mito del Plata (comentarios del juicio de Mitre sobre


Artigas)(BuenosAires)

'EI combate de Ia tapera'tue publicadopor


primeravez en 'La Ïribuna' de Buenos Aires
el 27 de enero de 1892.
El combate de la tapera

I
Era despuésdel desastre dei Catalán,más de setenta años hace.
Un tenue resplandor en ei horizonte quedaba apenas de la luz del
dia
La marcha habia sido dura, sin descanso.
Por las narices de ios caballos sudorosos escapaban haces de
vapores, y se hundian y dilataban aiternativamenie oon sus ¡iares como
si fuera todo el aire para calmar el ansia de ios pulmones.
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."g-m" ,
brutos
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heridasanctmen
los cuellos y pechos, que eran desgarradurashechas por la lanza o el
sable.
En los colgajos de piel habla satpicado el todo de los arroyos y
parianos, estanr‘ando ia sangre.
Parecian iamelgosde lidia embestidos ymattratadospor ios toros.
Dos o tres mrgaban oon un hombre a grupas, además de los jinetes.
enseñando en los cuartos uno que otro suroo rojizo,especiede lineas
trazadas por un látigode acero, que eran huellas recientes de ias balas
recibidas en ta fuga
Otros tantos parecian ya desplomarse bajo el peso de su carga, e
ibansequedandoaretaguardia con taswbezasgachas,insensibtesaia

espueta
Viendo esto ei sargento Sanabria, gritocon voz puiante:
-

¡Alto!
El destacamento se paró.
‘ L ' "

r mmm-1‘
1-. .' .

mbel|udos.tacitumos y bravios; mujeres-dragonesde vincha. sable


oorvo y pie desnudo.
Dos grandes mastines con las colas barrosas las
y lenguascolgan—
tes, hipaban bajo el vientre de los caballos puestos los ojosen el
paisaje
oscuro y siniestro del tondo de donde venian. cual si sintiesen todavía
el calor de la pólvoray el clamoreo de guerra
Allí cerca al frente, perciblase una tapera entre las sombras. Dos
paredes de barro batido sobre tacuaras horizontales,agujeradasy en
parte derruídas; las testeras. como el techo, hablan desaparecido.
Por Io demás. varios montones de escombros sobre los cuales
crecían viciosas las hierbas; y a los costados, formando un cuadro
incompleto, zanjas semi-cagadas, de cuyo londo surglan saúcosy
cicutas en flexibles bastones ornados de racimos negros y flores
blancas.
-¡A formar en la taperaI —dijo el sargento con ademán de imperio—.
Los caballos a retaguardia con las muieres, a que pellizquen...¡Cabo
Mauricio! haga echar cinco tiradores vientre a tierra, atrás del cicutal...
Los otros adentro de la tapera, a cargar tercero las y trabucos. Piea tierra
dragones, y listo, canejo!
La voz del sargento resonaba bronca y enérgicaen la soledad del
sitio.
Ninguno replicó.
Todos transpusieron la zania y desmontaron, reuniéndose poco a
poco.
Las órdenes se cumplieron. Los caballos fueron maneados detrás
de una de las paredes de lodo seco. y junto a ellos se echaron los
mastines resultantes. Los tiradores se arrojaron al suelo a espaldasde
la hondonada cubierta de malezas, mordiendo el cartucho; el resto de
la extraña tropa distribuyose en el interior de las ruinas que ofrecían
buen número de troneras por donde asestar las armas de luego;y las
mujeres, en vez de hacer compañiaa las transidas cabalgadurm.
pusiéronsea desatar los sacos de munición o pañueloslleno de

10
cartuchos deshechos, que los dragones llmban atados a la cintura en
detecto de cananas.

Empezabanalanosas a rehacerlos, en cuclillm, apoyadas en la


piernas de los hombres, cuando caia ya la noche.
—Nadiepita-dijo el sargento-l“

,
- 7.1::
..
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yreserven los naranjeroshastaqueyoordene...¡Cabo Mauriciolveaque


esos mandrias no se duerman si no quieren que les chamusqueelas
cerdas... ¡Mucho ojo y la oreja parada!
—Descuide, sargento —oonlestó el cabo con gran ronquera—; no
hace lalta la advertencia, que aqul hay más corazón que garganta de

Transcurrieron breves instantes de silencio.


Uno de los dragones,quetenla el oído en el suelo. lmnto lambeza
y murmuró bajo:
—Se me hace tropel... Ha de ser caballería que avanza
Un rumor sordo de muchos cascos sobre la allombra de hiertm
cortas, empezaba en realidad a percibirsedistintamente.
—Armencazoleta y aguaiten, que ahí vienen los portugos. Va el
" “ ‘

pellejo,barajo!Yespreciso,... r fl

¡Ciriacat|
¿te queda caña en la mimosa?
—Estáa mitad —respondió la aludida, que era una criolla matiza
vestida a lo hombre, con las greñas hacia arriba y ocultas bajo un
charnbergoinooloro de barboquejode lonjasobada—.Mirá,gueno es
darles un trago alos hombres...
—Daleschinaza a los de avanzada. sin pijotmrles
Ciriatz se encamina a saltos. evitando las 'rosetas'. agachándose
y lue pasando el ‘chille' de bom en boca
Mientras esto hacia el dragónde un flanco leat‘ariciabalas piernas,
y el del otro le hacia cosquillas en el seno, cuando ya no eraque le
pellizcabaalguna lorma más mórbida.diciendo: '¡lunallena'.
—¡Te ha de alumbrar muerto, zafao! —contestaba ella riendo al
uno;
y al otro: —¡Iargá Io ajeno, indino! —yai de más allá-2 ver si
¡a aflojásel
chisme, mamon!
Y reoania cachetes.
-¡Poc2vara alta quiero yo!—griioel sargento con acento estemo-
reo—. Estamos para clavar ei pico, y andan a los requiebros,
golosos.
¡Apartate Ciriaca, que aurita no más chiflan las redondas!
En ese momento acrecentose el rumor sordo, ysonó una
desmrga
entre vocerios salvajes.
El peiotóncontesto con brío.
La tapera quedó envuelta en una densa humareda sembrada de
tacos ardiendo; atmósfera que se disipóbien pronto, para volverse a
formar entre nuevos iogonazos y broncos clamoreos.

II
En ios intemlos de las descargas y disparos, oiase el furioso
iadrido delos masiines haciendo coroa lostemosycrudosjuramentos.
Un semiciculo de fogonazos indicaba bien a las claras que el
enemigohabíaavanzado enformade media lunaparadominarlatapera
oon su iuegograneado.
Em medio de aquel tiroteo, Ciriam se lanzo fuera con un atado de
cartuchos, en busm de Mauricio.
Cruzó el oorio espacio que separaba a éste de la tapera, en cuatro
manos, entre siibidos siniestros.
Los tiradoresse revo Man en los pastos como cuiebras, en constan-
te ejerciciode baquetas.
Uno estaba inmóvil,bom abajo.
La china ie tiró de la melena. y notoia inundada de un liquido

«¡ira-em|amó—,le han dao en el testuz.


—Yano traga saliva —añadióel mbo-. ¿trujislepólvora?
—Aqui hay,y balas que hacer tragar a los portugueses. Lástima que
estea oscuro... ¡Cómotiran esos mandrias!
Mauricio descargósu (nrabina
Mientras extrala otro cartucho del saquillo, dijo mordiéndolo:
-Antes que éste,ya quisieran ellos otro calor. ¡Ah_ si te agarran.
Ciriaca! A la lila que te castigancomo a Fermina
—¡Que vengan por (ame! —barboteó la china
Y esto diciendo, echo mano a la tercerola del muerto, que se puso
a baquetear con gran destreza

-¡Fuego! —rugia la voz del sargento-. Al que aflojalo deguellown


el mellao.

III
Las balas que penetrabanen la tapera. hablan dado ya en tierra con
tres hombres. Algunas.pedorando el débil muro de lodo hirieron y
derribaron mios de los transidos rnataloles.
La segunda de las criollas, compañerade Sanabria, de nombre
Catalina, cuando más recio era el luego que salia del interior por las
troneras improvisadas, escurriose a manera de ligra por el ciculal,
empuñandola carabina de unos de los muertos.
Era Cata -como la llamaban- una mujerlornida y hermosa. color
de cobre, ojos muy negros velados por espesas pestañas,labios
hinchados y ro jos. abundosa cabellera, cuerpo de un vigorextraordi-
nario, entraña dura y acción sobria y rápidaVeslla blusa y chiripáy
llevaba el sable a la bandolera
"m “‘ L ‘ ‘

Lanocheestabamuyoscura, ,pemlos
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rojos culebrones ‘de las alturas o grandes 'relucilos' en lenguaje


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ailnminarel radio queelluegodelasdmgas


en ¡ás
dejada tinieblas.

13
A! tulgordeírelampagueo,Catapudo
obsmque Iatmpaenemig
había echado pie a tierra y que los soldados hacían sus disparosde
'mampuesta' sobre el lomo delos caballos. no deiando
másblancoqua
sus (203238.
Algunoscuerpos yadan tendidos aquíyallá Un malla muribundo
con los cascos para arriba se agitaba en convulsiones sobre su jinete
mueno
Dexezencuando un trompa de órdenes ¡anzabasones
precipitados
deatención y toques de guerrilla ora cerca, ya lejos.
segúnla posición
que ou oara su jefe.
Una deesasveces, tacornetaresono
muypróximaACataIeparec
por el eco que el resuello del trompa no era mucho. y que tenía miedo.
Un elámpago vivfsimo baño en ese instante el matorral y la ¡om
y permitiólever a pocos metros al ¡etedel destacamento ponuguesque
dirigíaen persona un desplieguesobre el f'anco, montado en un mballo
tordiuo,
“kh 'M
n“:
-

Cata, ; -
f M-‘M', lo reconoció al momen-
lo.
Era el mismo; el capitánHeitor,con su morrión depenacfmzul,su
casaqui Iadealamares. botas Iargasdecuero de Iobomfleranegray
pistolerasde piel degao.
Alto. membmdo. con el sabre oorvo en la diestra. sobresalíaoon
acaso dehmmurayhacíarzracolearsutordillodeun ladoaotro.
empujmdooon losermentrosalossoldadospaalmeflosemam
6h. .

Paedaírawndomostigabaconeisableypronumpíamm

ï
Mmmmeswdándosamlmm
Chispeabael pedernalen las cazoletas en toda la linea, y no pocas
balas caían sin luerza a corta distancia, junto al taco ardiendo.

Una de ellas dio en la cabeza de Cata sin herirla. pero derribándola


de costado.
En esa posición,sin lanzar un grito,empezoaarrastrarse en medio
de las malezas hacia lo inlrincado del matorral. sobre el que apoyabasu
ala Heitor.
Una hondonada cubierta de breñas iavorecia sus movimientos.
En su avance de lelino, Cata llegóa colocarse a retaguardiade la
tropa casi encima de su jele.
Ola distintamente lasvoces de mando, los lamentos de los heridos,
y las lrases coléricas de los soldados, proteridasante una resistencia
inesperada tan firme como briosa
Vela ella en el londo de las tinieblas la mancha másoscura aun que
‘ "
'"
formaba latapera,de a sL...-hispur. y íúgubres
silbidos que se pro longaban en el espacio, pasando con el plomo
mortltero por encima del matorral; a la vez que percibía
a su alcance la
masa de asaltantes al resplandorde sus propioslogonazos,moviéndo-
se en orden, avanzando o retrocediendo, según las voces imperatiws.

IV
L ‘

De lataperasegulansaliendo isa-c: ::‘-:;: t - -

que impreganabael aire de luerte olor a pólvora


En el drama del combate nocturno, con sus episodiosy detalles
heroicos, como en las tragediasantiguas,habla un coro extraño,lleno
de ecos profundos, de esos que solo parten de la entraña herida AI
unlsono con los estampidos, olanse gritos de muerte. alaridos de
hombre y de mujerunidos por la misma cólera,sordas ronqueras de
caballos espantados. furioso ladrar de perros; y cuando la radiación
eléctricaesparciasu intensa claridad sobre el cuadro, tiliéndolo de un

15
vivo mostraba
coloramarillento. al ojo del atacante,en medio de nutrido
boscaje.dos picachos negros de los que brotaba el plomo,y delormes
bultos que se agitaban sin cesar como en una lucha
cuerpo a cuerpo
Los relámpagos sin serie de retumbos, a manera de
cabelleras de luego desplegando sus hebras en el
gigantescas
espacio lÓbrego
contrastaban por el silencio con las rojizas bocanadas de las armas
seguidas de recias detonaciones. El trueno no acompañaba al coro, ni
al rayo como ira del cielo la cólera de los hombres. En
cambio,algunas
de lluvia caliente golpeabanaintervalosen los rostros sudorosos
gotas
sm atenuar por eso la liebre de la pelea
EIcontinuo 9533:: d: -, tii» rar-Lu ' "

,. pordesmorona'
uno de los tabiques de barro seco, jm debil y vacilante a musa de los
movimientos de hombresyde bestias, abriendo ancha brecha porlaque
entraban las balas en luego oblicuo.
La pequeñafuerza no tenía más que seis soldados en condiciones
de pelea Los demás habían caldo uno en pos de otro, o rodado heridos
en la zanja del londo. sin luerzas ya para el manejodel arma
Pocos cartuchos quedaban en los saquillos.
El sargento Sanabria empu ñando un trabuco, mandó cesarelluego.
ordenando a sus hombres que se echaran de vientre para aprovechar
sus últimos tiros cuando el enemigoannzase.
-Ansl que se quemen ésos —añadió- monteacaballo el que pueda.
ya rumbear por el lao de la cuchilla.. Pero antes. naide se mueva si no
quiereencontrarse con la bocade mi trabuco...¿Y quese han hecho las
mujeres?No veo a Cata..
—Aqul hayuna-contesto una voz enronquecida—.
Tiene rompidala
cabeza. y ya se ha puesto medio dura.
—Hade ser Ciriaca
—Por lo motosa es la mesma. a la lija
—¡Cállense!—dijo el sargento.

16
El enemigo habla apagado también sus fuegos. suponiendo una
luga y avanzaba hacia la
'lapera'.
Sentlase muy cercano ruido de caballos. choques de sabias y
crujidos de cazoletas.
—No vienen de a pie, -dijo Sanabria-. ¡Menudeen
bala!
Volvieron a estallar las descargas.

Pero, los que avanzaban eran muchos. y la resistencia no podia


prolongarse.
Era necesario morir o buscar la salvación en las sombras y en la
luga.
El sargento Sanabria desmrgócon un bramido su trabuco.
Multitud de balas silbaron al trente; las carabinas portuguesas
asomaron casi encima de la zanja sus bocas a manera de colosales
tucos. y una humaza densa circundo la ‘tapera' cubierta de tacos
inilamados.
De pronto. las descargas casaron.
Al recio tiroteo le siguio un movimiento confuso en la tropa
asaltante, choques. voces. tumultos, chasquidos de Iáiigosen las
L“ “ ‘

tinieblas. cualsiun pánicorepentino h“ J“


conlusión pavorosa algunos tiros de pistolay lrenétims mueras. corno
de quienes se lanzan a esape acusados por el vértigo.
Después.un silencio profundo...
Sólo el rumorcadavezmásleiano de laluga.sealcanzabaapercibir
‘ '

'
‘ ‘
' ‘

enaquellos' ;"“ , pnrelestruen-


do. Y hombres y caballerlas parecian haber sido arrastrados por una
tromba invisible que los estrujara con cien rechinamientos entre sus
poderosos anillos.

17.
V
Asomaba unaaurora gris-cenicienta.pues el sol era impotentepara
romper la densa valla de nubes tormentosas, cuando una mujersalía
arrastrándose sobre manos y rodillas del matorral vecino; y ya en su
borde, que trepócon esfuerzo, se detem’a, sin duda a cobrar alientos.
arrojando una mirada escudriñadora por aquellos sitios desolados.
Jinetes y cabalgadurasentre charcos de sangre, tercero las, sables
ymorrionescaidos acáyacullá. tacostodavía humeantes. Ianzones mal
encajados en el suelo blando de la hondonada con sus banderolas
hechas flecos, algunos heridos reuolviéndose en las hierbas, Ilvidos,
exangües,sin alientos paraalzarla voz: tal era el cuadro en elcampoque
ocupóel enemigo.
El capitánHeitor yaclaboca abajo junto aun abrojal ramoso.
Una bala certera disparadapor Cata le habla derribado de los lomos
en mitad delasalto, produciendoeltiroylaaaídalacontusiónyladerrota
de sus tropas, que en la oscuridad se creyeron acometidas por la
espalda
La huir aturdidos, presos de un terror súbito.descargaronlos que
pudieronsus grandes pistolassobre las breñas,alcanzando a Cata un
proyectilen medio del pecho.
De ahl le manaba un grueso hilo de sangre negra
El capitánaún se movía. Por instantes se crispabaviolento,alzán-
dose sobre los codos, para volver a quedarse rígido.La bala le habla
atravesado el cuello, que tenía enrojecidoy cubierto de cuajarones.
Revolcado.con las ropas en desorden y las espuelasenredadas en
la maleza, era el blanco del ojo bravlo y siniestro de Cata. que a él se
aproximabaen felino arrastre con un cuchillode mango de asta en la
diestra
Hacia el frente,velase la tapera hecha terrones; lazan jacon el cicutal
aplastadopor et peso de los cuerpos muertos; y allá en el tondo, donde

re
se manearon los caballos, un montón deforme en que sólo se descu-
brían cabezas, brazos y piernas de hombres y matalotes en lúgubre
entrevero.
El llano estaba solitario. Dos o tres de los caballos que habian
escapado a Ia matanza, mustios, con los ijares hundidos y los aperos
revueltos, pugnaban por triscar los pastos a pesar del freno. Salíales
junto a las coscojas un borbollón de espuma sanguinolienta.
AI otro flanco, se alzaba un monte de lalas cubierto en su base de
arbustos espinosos.
En su orilla, como atisbando la presa, con los hocicosal viento y las
narices muy abiertas, ávidas de oliateo. media docena de perros
cimarrones iban y venían inquietos lanzando de vez en cuando sordos
gruñidosr
Catalina,que habíaapuradosu amnce, llegojuntoaHeitormllada,
jadeanle, con la melena suelta como un marco sombrío a su taz
bronceada; reincorporarsesobre sus rodillas, dando un ronco resuello,
y busco con los dedos de su izquierdael cuello del oficial portugués
apartando el liquidocoagulado de los labios de la herida.
“ “ L " “
Si hubiese .2.:- 1 ; --,ti,i0s, , 1

inclinada hacia el, aquella mano armada de cuchillo, y sentido aquella


respiración entrecortada en cuyos hálitos silbaba el instinto fiero como
un reptilquemadoa hierro, el brioso soldado hubierase estremecido de

pavura.
‘ " ‘ ‘ ‘
Al sentirL,. ..Z:.. w game. el capitán
se sacudió,arroiandouna especiede bramido que hubo de ser gritode
cólera; pero, ella muda e implacable.introdujoalli el cuchillo, lo
revolvio con un gesto de espantosa saña. y luegocorto con todas sus
tuerzas, sujetando bajo sus rodillas la mano de la victima.que tanto
alzarse convulsa
-¡Aiñudo hadeserl-rugioel dragón-hembra
con irareconmmraia

197
Tejidos y venas abriéronse bajo el acerado lilo hasta la tráquaa¡a
cabeza se alzo besando dos veces el suelo, de laancha
y
salto en espeso chorro toda la sangre entre ronquidos.
desgarradura
Esa lluvia mlientey humeante baño el seno de Cata,corriendo
hasta
el suelo.
Soponola inmóvil.resollanle, hosoosa y fiera y al tin, cuando el
lornido cuerpo del mpitán ceso de sacudlrse quedándose
encogido,
crispado, con las uñas clavadasen la tierra, en tanto el rostro vuelto hacia
arriba enseñaba con la boca abierta y los ojos sallodos de la
órbitas.el
ceño iracundo de la última hora, ella se paso el puño cerrado por elseno
en expresiónde asco. hasta hacer salpicar los coáguloslejos.yexclamo
con indecible rabia
—¡0uela lamban los perros!
Luego se echo de bruces. y siguio arrastrándose hacia la tapera
Entonces los clmarrones coronaron la loma. dispersos, a paso de
""‘"‘“
fiera, alargando cuanto podíansus pm 1‘: 7'“ ‘:T.:
para aspirar mejor el tuerte rabo de los declives.

VI
Algunos cuervos enormes. muy negros. de cabeza pelada y pico
ganchudo, extendidas y (asi inmovi les las alas a poca altura sus giros
en el espacio. lanzando sus graznidos de ansia Iúbrica como una nota
tuneral.
Cemde Iazmia, velaseun perro cima'rOn con el hocico yet pecho
ensangrenladosïentapropiamente botas roias, pues parecia haber
Wide los remos deta'iteros en el vientre de un cadáver.
Cataatago elbrao. yloamenazocon el cuchillo.
El perro grano, enseño el colmillo. el pelajese le erizo en el lomo
ybajando laúezapreparoseamometer, viendo sindudacuánsin
m a mata su enemigo.
Caneldn! —grilo
—¡Veni. Cata colérica,como si llamara a un viejo
¡Aél, Canelonl...
amigo—.
Y se tendió,deslallecida...
Allí.a poca distancia, entre un montón de cuerpos acribillados de
heridos. polvorientos,inmóviles con la prolunda quietudde la muerte.
estaba echado un mastln de pielleonada como haciendo laguardiaasu
amo.

Un proyectille habla atravesado las paletas en su parte superior,y


parecíapostrado y dolorido.
Más lo estaba su amo. Era éste el sargento Sanabria, acostado de
espaldas con los brazos sobre el pecho. y en cuyas pupilasdilatadas
vagaba todavia una lumbre de vida
Su aspecto era terrible.
La barba castaña, recia y dura, que sus soldados oomparabancon
el borlón de un toro, aparecia teñida de roiinegro.
Tenía una mandíbula rota y los dos lragmentosdel hueso saltados
hacia afuera, entre carnes trituradas.
En el pecho, otra herida Al pasarle el plomo el tronco, habiaie
destrozado una vértebra dorsal.
Agonizabatieso, quel organismopoderoso.
Al gritode Cata, el mastln que juntoa él estaba, pareciosalir de su
sopor; luese levantando trémulo,como enfurecido, dio algunospasos
insegurosiuera del cicutal y asomo la cabeza..
El cimarrón bajola cola y se alejórelamiéndose los bigotes,a paso
más el festín que la lucha Merodeador de las
lento, importándole
breñas,compañerodel cuervo. venlaahozar en lasentrañaslresms.
no
medirse en la pelea
'

a
Volvioseasu sitio el mastln, yCatallegóacruzar
lazanjaydominar
el lúgubrepaisaje.
Detuvo en Sanabria, tendido delante. sobre el lecho de
oscura; sus
oios negros, íebríles,relucientes. con una expresiónintensa dearnor y
de dolor.
Y arrastrándose siempre ¡legosea él, se acosta a su rado. ¡omo
alientos; volvióse a incorporarcon un quejido,lo han ruidosaneme.
apartole las manos del pecho, cubriole con las dos suya la herida y
quedose oonternplándole con Iij cual si obserm cómo se le
esrzpaba a él la vida y a ella también.
Nublábansele las pupilas al sargento, y Cata sentia que darme de
ella aumentaba el estrago en las entrañas.
Giró en derredor la vista quebrada n, maine. y pudo
distinguir a pocos pasos una Cabeza desgreñadaque tenía ¡os sesos
volrzdos sobre los párpadosa manera de horrible (¡bellota El merpo
estaba hundido centre las breñas.
—exclamo con un
¡Ciriar‘a' hipo violento.
En seguida extendió los brazos. y cayo a promo sobre Sanabria
El cuerpo deesteseestremecio; yapagosedesúbito el pálido
brillo
de sus ojos.
Quedaron formando cruz, acostados sobre ¡amisma d'un. que
Canelón olfaleaba de vez en cuando entre hondos lamentos
Paraunamejorcompmióndealgumswcestru
Vocabulario ‘«
O
a L, 1'
o
.

uilMasparAwMODW

Al nudo -

En m, inútil
cum; —

Cantimplorahecha con el cuemo del mm. «¡Mal


h ban y agujeraadoen la puma
Chlflpi Originalprenda de vestir. consuman
-
un Win
dablaqmpasaauretaspóemasysemjetaaladm
Clcuta —
Planta ¡om de mucha anura. que m m los
mp5
mmm -

ïameroso, holgazán.
mulata —

Caballo flaco,herido y golpeado.


Mimosa —

Recp'mte de bebóda aloOholia


Pilotos! -

Mazquinaí.
Ponugo -

ApOoopede portugues.
Renan -

(voz gunnf) Cana salida de gran uülidaí m h


conmoción de ¡ambos y mamadas.
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mmdnoomramnda En losprimsahosdolsigbadstmm
donas quemaron habitadoneshumanas. Mmmm
mmmmsmmmrdeapoyoalosm
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marnan:
ïmn -Pimdemqmdhehmalm.
Tabaco-Wenn
Huella-MW.
sm-mmm.s«nmww
Indice

asuman Cronológico 3

EMO Acevedo Diaz 4


a) El iniciador de la novela nacional ................................ .. 4
b) La Novela História y la Nación.................................. .. 5
c) El ciclo histórico 5
d) Algosobre “Elcombae de la lapera' .......................... .. 6

Sunbra 8

EleonMedelalapeia 9
I
'El combate de Ia tapera‘ constituye, sin
duda, uno de los hitos fundamentales
con que cuenta nuestra literatura. Sobre
et fondo histórico constituido por la
gesta emancipadora, se construye
-según Zum Felde- Iaprimera realización
seria y durable del género narrativo en el

Uruguay.
Esta edición no pretende sustituir los
completos y eruditos estudios que
existen sobre la obrade Acevedo Díaz.
El objetivo es darle al lector un panorama
general que contribuya a ubicar la obra y
un punto de apoyo al estudiante para
valorarla

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