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Ensayo final curso “Fenomenología y Corporalidad”

Rodrigo Barra Valenzuela

Intersubjetividad como intercorporeidad en Jean-Luc Nancy y los “58


indicios sobre el cuerpo”
I.

En el presente ensayo propongo dar una respuesta a la pregunta ¿En qué sentido la
intersubjetividad es una intercorporeidad? Desde el texto “58 indicios sobre el cuerpo” de
Jean-Luc Nancy. Para ello me apoyaré principalmente en el Prefacio del texto, lugar donde
Nancy argumenta que la distinción hecha por Descartes entre res extensa – res cogitans
jamás tuvo como intención entenderlas “como dos cosas puestas la una junto a la otra”
(2010, p.9) sino más bien como dos sustancias en las que “no existe la menor dificultad
para pensarlas unidas” (p.9). Desde esa explicación de la ontología con la que Nancy
desarrollará los indicios, buscaré pensar que, en tanto la res cogitans o el pensamiento está
necesariamente anexado y diluido en la res extensa o cuerpo, y ese cuerpo es también un
cuerpo situado, un existente, la intersubjetividad se constituye necesariamente como una
relación entre cuerpos. Buscaré apoyarme todo lo posible en los indicios para darle un
mayor sentido a la explicación.

II.

“58 indicios sobre el cuerpo” no es un texto cualquiera de filosofía. Ni siquiera podemos


decir con total seguridad que es un texto de filosofía como tal. Para ello, deberíamos
discutir sobre si la filosofía y su expresión histórica es pensamiento expresado como
argumento, o más bien como estilo, gesto, indicio, o quizás ambas. Pareciera ser que esta
discusión no nos es ni necesaria, pues en tanto pensamiento, el libro nos deja sus ideas
claras. Si, por un lado, requerimos (como ensayo) de opinar o defender aquí una noción, a
saber, la de intersubjetividad como intercorporeidad, entonces el Prefacio nos será
primordialmente necesario, pues es ahí donde el autor sí nos da un argumento del cual
podamos, por una parte, sostenernos para opinar o interpretar algo (palabras que implican
un punto de vista) y por otra, responder a la pregunta con cierto “valor de verdad”. Pero un
valor que no requiere más de 4 páginas para luego, en otras 22, perder cualquier noción o
necesidad de verdad, dejando así la elaboración del argumento como expresión de signos,
huellas o vestigios, muy lejos de las nociones de razones, demostraciones o explicaciones.
En palabras de Nancy: “¿Por qué indicios en lugar de caracteres, signos, marcas distintivas?
Porque el cuerpo escapa, nunca está asegurado, se deja presumir pero no identificar”. (p.
26, ind. 43). Entonces, el prefacio como la cabeza de nuestra interpretación, los indicios
como brazos, piernas, torsos y sexos, y quizás, nosotros como buscando asignar su cuerpo.

III.

Lo que en el prefacio encontramos es, como señalamos en el punto anterior, una


argumentación respecto a la distinción cartesiana entre las dos res, una correspondiente a la
mente y otra al cuerpo, que históricamente ha sido motivo de discusiones y controversias.
Ejemplo famoso de ello es la crítica que hace Ryle a Descartes, donde señala al espíritu
cartesiano como el “fantasma de la maquina”, expresando así una dualidad sin encuentro
lógico entre ambas sustancias. Nancy nos propone algo distinto, señalando que la distinción
es un “malentender la lección de Descartes. Pues este último no distingue estas dos res tan
claramente sino a fin de mostrar cuán independendientes son sus realitates respectivas la
una de la otra, hasta el punto de que no existe la menor dificultad para pensarlas unidas
según lo que él llama, con una extrema precisión, una unión sustancial: no una tercera res,
sino la unión de las dos primeras” (p.9). Para Nancy la unión que se da entre las dos res no
es forzada, todo lo contrario, su nexo se da fácilmente. El cogito opera de modo constante
en el cuerpo y lo abarca entero, como “propiedad del “en ninguna parte” -o de la parte nula-
en todas las partes” (p.10), así, la cosa extensa la entiende como lugar del ejercicio del
cogito.

Con eso tenemos una comprensión basal de la argumentación de Nancy. Ahora, ¿cómo se
relaciona todo esto con nuestra interrogante?, para ello, pensemos la intersubjetividad,
desglosemos y entendamos a qué refiere la palabra. La “subjetividad” declara aquello que
empieza y termina, en primera instancia, en lo que engloba a un “sujeto”. Más la noción de
subjetividad implica los qualia que la distinguen del puro sujeto, lo que las cualidades
significan son aspectos de una experiencia individual y, por lo mismo, como noción
filosófica, es también aspectos de una experiencia en tanto situada, experiencia de algo. Lo
útil de esta noción es el de darnos la posibilidad de entender a un sujeto en tanto su
manifestación, y en tanto se manifiesta, podemos entenderlo, o intentar entenderlo como
aquello que es, que podemos interpretar que es, sus diferencias, su conjunto y, en definitiva,
sus distinciones y con ello todo lo que nos es indistinguible para una mente que la piensa
desde afuera, imposibilitada de ser ese sujeto mismo y conocerlo de alguna manera que no
sea la de un objeto para un sujeto. Por otra parte, el prefijo inter nos hace ir más allá. Ya no
se trata de querer señalar las cualidades propias de un sujeto en tanto su experiencia, sino
que el darse de un inter implica distintos sujetos, cualidades compartidas por una multitud
que puede abarcar a una en específica o a todas aquellas en conjunto. La intersubjetividad
podemos definirla como lo que se manifiesta o comprende de cualidades compartidas por
distintos sujetos y que en su colectividad expresan un fenómeno único que solo se comprende
una vez que estos sujetos son agrupados y entendidos, desde sus diferencias y su situación,
como conjunto. Ahora, ¿qué implica el cambio de subjetividad por corporeidad? Pensemos
nuevamente. Si la noción de subjetividad comprende las cualidades de un sujeto y su
experiencia, entonces la de corporeidad podríamos entenderla como aquella que engloba las
cualidades de una experiencia, pero ahora teniendo como predominante y significante al
cuerpo y no ya al sujeto (o, mejor dicho, no solamente al sujeto). Consiguientemente, el inter
de la corporeidad expresa aquello que, en tanto cuerpos identificados por cualidades
compartidas, expresan algo único que las distingue y les da razón de su propio ser desde la
relación vivida entre ellos. El paso de subjetividad a corporeidad lo podemos entender como
una necesidad (que también es un diferir con otros, con Husserl y la constitución del ego
trascendental) de explicar, de otra forma, las relaciones que se dan entre sujetos, pero en
tanto cuerpos, lo que significa una resignificación del campo ontológico y con ello
fenomenológico. De hecho, podríamos pensar que la noción de intercorporeidad entendida
desde Merleau-Ponty, es ella misma la expresión de esta re-significación pues, dentro de sus
implicancias, encontramos una primordial, y es que la relación entre individuos en el campo
fenomenológico ya no se da entre conciencias que se relacionan, como en segundo lugar, a
través de su percepción y carácter sensible con el mundo y los otros, sino que más bien estas
conciencias están de tal modo unidas y en su manifestación son de tal manera indistinguibles
que la prioridad explicativa para una fenomenología requiere de señalar al cuerpo en su
concepto clave.
Ahora, volvamos a Nancy. Si interpretamos el Prologo respecto a lo anteriormente dicho,
podemos entender que, por una parte, la propuesta de Nancy es una respuesta al debate de la
dualidad cartesiana, pero en ello también una expresión de su pensamiento como un pensar
de la intercorporeidad. Tal como nos señala en sus indicios, el cuerpo y el alma están de tal
modo conectados que “el cuerpo es el en sí del para sí” y “es también el en sí del para los
otros” (p.25, ind. 40). Con ello, se expresa desde su carácter ontológico más propio la
prioridad del cuerpo para una fenomenología (o, por lo menos, una explicación que podemos
entender como fenomenológica) por sobre una pura noción inteligible, de sujeto o conciencia
que en su inaccesibilidad demuestra una incomprensión, sobre todo, ausencia de lo que
requiere el método fenomenológico en el encuentro de individuos, su experiencia como
distintos, pero encontrados en sus cualidades. En el indicio 29 encontramos esto expresado
en su totalidad: “Un cuerpo, cuerpos: no puede haber un solo cuerpo, y el cuerpo lleva la
diferencia” (p.20). Así, como señala líneas después, el carácter de “contra” o “contrario” es
“la principal categoría del cuerpo” (p.20). La contrariedad solo se da cuando existe algo que
lo haga ser contrario pues, difícilmente podemos oponer una cosa si esta no se encuentra en
situación con otra. Y si bien podríamos pensar que esta categoría principal de diferencia
puede darse con uno mismo, para Nancy queda excluido, pues, al ser el cuerpo y el alma una
cosa y la misma, difícilmente podría haber una contrariedad que las defina con un carácter
“categorizador” entre ellas.

Dentro de los indicios encontraremos constantemente alusión a esta experiencia de los


cuerpos y que, sin requerir una explicación previa, los asume desde casi un principio como
encontrados, en una relación que, al menos, “aun así, se envían una gran cantidad de señales,
de advertencias, de guiños o de gestos descriptivos [entre sí]” (p.17, ind. 16). Para entender
el carácter categorial del “contra” entre cuerpos y del “aun así” expresado en el indicio 16
ante el hecho de que, muchas veces los cuerpos poco tienen que ver entre sí, remitámonos al
final del prefacio. En él, Nancy señala respecto a la conveniencia de deshacerse de un
esquema interior-exterior: “No hay más que un existente, que puede considerarse bajo el
aspecto de su puntualidad o bien bajo aquel de la exposición de esta puntualidad”. (p.11/12).
Pensemos la intercorporeidad como consecuencia del ser existente y del aspecto de la
puntualidad. Pareciera que Nancy se refiere a aquello que Merleau-Ponty como también
Sartre pensaron para su fenomenología. El sujeto (ahora cuerpo) se encuentra, desde su
propia constitución, en un mundo, y desde ahí la palabra existente refiere al hecho de que
“empieza a existir”, el sujeto existe y ese carácter implica un existir-en o ser-en un lugar.
Para Nancy se vuelve inconcebible la distinción entre interior y exterior pues, además de
expresar la mal entendida dualidad cartesiana entre cogito y extensio, vuelve confusa y quizás
imposibilita la noción de un sujeto, que es cuerpo y que éste se encuentra existiendo. El
“aspecto de su puntualidad” requiere de un mundo y así también de otro que lo entienda como
punto. En carácter solipsista jamás el sujeto puede verse a sí como puntualidad pues, el uso
de la palabra pareciera referir también a un “punto entre puntos” o, al menos, la designación
de puntualidad denota que, para alguien, tal tiene como cualidad el ser un punto o manifestar
un carácter puntual. Distintos son los indicios que insisten en el encuentro de cuerpos, en su
carácter necesariamente intercorporeo. Ya en el segundo indicio Nancy nos habla del hecho
de que “un cuerpo empieza y termina contra otro cuerpo” (p.13). Es difícil no pensar que
para Nancy, además del carácter necesariamente intersubjetivo que se da entre sujetos y que
tiene como carácter más propio el contra otros, esta relación se da entre cuerpos pues, como
hemos visto desde el prefacio a distintos indicios, si bien el alma es la que siente, y el cuerpo
es su lugar de ejercicio, aquello que relaciona a distintos individuos y les da un carácter
distinguible y único es el de su manifestación, que no es sino la de ser un cuerpo para otro.

IV.

Entonces, ¿en qué sentido la intersubjetividad es una intercorporeidad desde los 58 indicios
sobre el cuerpo? Pienso en 2 claves explicativas. Por una parte, en respuesta a la discusión
de Descartes, la intersubjetividad es una intercorporeidad en tanto aquello que el sujeto es,
pensémoslo como alma, cogito, espíritu, mente o pensamiento se encuentra totalmente
extendido a través del cuerpo y no se manifiesta o entiende sino a través de este junto al otro.
Además, Nancy señala en el prólogo un hecho que no podemos dejar de lado para entender
la unión entre alma y cuerpo: “el cuerpo es extraño al espíritu sólo si esta extrañidad -y esta
extrañeza- se inscriben en el corazón de la intimidad egoica y le permite así relacionarse
consigo mismo al tiempo que se relaciona con el mundo (en verdad, estas dos relaciones son
indisociables)” (p.11). El permitir es consecuencia de la anterior explicación de Nancy en el
mismo prólogo, donde señala que la cosa pensante, para relacionarse consigo misma, requiere
de extenderse y con ello desviarse de sí misma para luego volver, pero este desviar no se da
sino a través de un afuera. El cogito requiere de salir de sí hacia el exterior para poder
entonces volver y tener sentido, más este ir y volver se da solamente a través de un cuerpo.
Así, la “unión sustancial” cartesiana presupone, para Nancy, la comprensión de un cuerpo
como condición de posibilidad de el cogito de realizarse como tal y existir.

En segundo lugar, la intersubjetividad es una intercorporeidad en tanto el sujeto y cuerpo es


un existente, su carácter cotidiano y fenoménico se entiende plenamente desde el ser un inter
otros, un existir en un mundo junto a otros, donde cada uno de ellos se determina y es
determinado solamente desde esta experiencia común. Así entonces, interpreto que, desde
Nancy, podemos entender la intersubjetividad como intercorporeidad en tanto el cuerpo y el
alma están indistinguiblemente unidos (paso del ser subjetivo a un ser corpóreo) y por otro,
este cuerpo es también un existente en tanto se encuentra ya en un mundo desde su
constitución inicial, donde el ir y venir del cogito desde “su primera vez” es un ir y venir que
le hace entenderse a sí y entender el mundo como una relación constante, más, si pensamos
esta relación en su fenómeno más propio, no es sino la relación entre cuerpos, entre miradas
entre gestos, caricias y demases.

Bibliografía:

Jean-Luc Nancy. (2010). 58 indicios sobre el cuerpo. Buenos Aires: La Cebra.

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