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YO SOY LAUTARO- INCHE LAUTRARU

Yo Lautaro soy hijo del lonco llamado Curiñancu (en mapudungun

significa 'aguilucho negro') y viví una vida normal, hasta que teniendo alrededor

de 11 años de edad, fui capturado por los españoles y convertido en servidumbre

en casa de Pedro de Valdivia. Me sacaron de mi hogar sin preguntarme si quería

vivir en la ciudad, sin explicarme lo que sucedía. Vi como torturaban a mi gente

y les quitaban sus mujeres, hijos y tierras sin pedírselas.

Permanecí como prisionero de los españoles durante tres años, en los que llegué

a ser sirviente personal de Valdivia ocultando mi odio personal por este hombre

que me quitó de mi familia. Como era difícil para los españoles el pronunciar mi

nombre original Leftraru, me dieron el nombre de Felipe Lautaro.

Entre mis tareas habituales estaba el cuidado de los caballos de Valdivia y

debía acompañarlo siempre a batallas y ejercicios militares. Fue así que aprendí

a no temer al caballo, a usar armas, aprendí a montar hasta hacerme el mejor

jinete. Además aprendí las estrategias militares de los españoles que eran

mejores que las de mi pueblo.

Yo fui testigo de los sufrimientos a los que Valdivia hizo someter a los

derrotados mapuches, mutilando a los prisioneros y liberándolos después, como

ejemplo para evitar futuras rebeliones; esto me impactó profundamente y

solamente soñaba con regresar a mi libertad. Es a raíz de todos estos hechos

violentos hacia mi pueblo que surge mi decepción y rebelión hacia mi amo y sus

guerreros.
Después de aprender sobre táctica y estrategia militar española, me fugué a

caballo y regresé con mi pueblo. Me presenté ante los loncos para que me dejarán

luchar con ellos y me dejaron enseñar las habilidades aprendidas entre los

españoles. Les enseñé a montar el caballo a usar armar y tácticas de ataque que

dieron muy buenos resultados entre ellos la muerte de pedro de Valdivia e

innumerables batallas ganadas pero mucha sangre derramada y demasiado dolor

en mi tierra.

Un día, los guerreros españoles me encontraron en mi descanso junto a mi mujer

Guacolda y con la espada me dieron muerte. Muerte que sabía que llegaría en

algún momento y la esperaba desafiante.

Hoy soy recordado por mi valentía y por mi lucha por la defensa de los derechos

de mi pueblo.

Yo soy Caupolicán

Luché desde mi juventud contra los conquistadores españoles logrando la

libertad de nuestro territorio. Fuí elegido toqui (jefe militar) de los mapuches,

siendo sucesor de Lautaro.

Después de la muerte de Lautaro quedamos sin estratega militar y perdimos

batallas y muchos de los nuestros fueron torturados y tomados prisioneros.

Después de estas derrotas los jefes se reunieron en un gran Consejo que tenía

por objetivo unificar en un solo mando a las fuerzas mapuche, con la elección de

un toqui. Yo fui elegido por mi gran fortaleza física y valentía. Yo Era de rostro

severo y tuerto desde la niñez. Para que me eligieran tuve que demostrar mi

fuerza y valor ante los caciques, sosteniendo un grueso tronco de árbol sobre
mis hombros durante dos días y dos noches sin desmayarme, aunque hubo otros

candidatos, fui el vencedor.

Después de liderar innumerables batallas contra los españoles, un escuadrón me

capturó mientras planeábamos una contraofensiva. Cuando era conducido atado

por un piquete

Hacia el fuerte de Tucapel, me salió al paso una mapuche iracunda, de

nombre Fresia, con un bebé en brazos; era mi hijo. La mujer me reprochó el

hecho de haberme dejado capturar vivo; me arrojó mi hijo a los pies y se marchó,

siendo estériles los ruegos de que volviese por la criatura. La marcha continuó

su rumbo en silencio. Fui llevado ante el veterano Alonso de Reinoso, quien lo

condenó a morir en la pica, una muerte terrible por empalamiento. Fui subido y

amarrado a una tarima que tenía una punta de madero cortado en forma de pica

en el centro; sabía que moriría pero veía la muerte con soberbia. Alcé el pie

derecho aún con las amarras puestas y di una gran patada al verdugo, que rodó

de la tarima; hecho esto, yo mismo me senté en la pica y, sin dar ninguna muestra

de dolor, finalmente morí.

Hoy se me recuerda por mi valentía en todo momento y por defender cada

territorio, por vengar a los que caían en manos de los enemigos que llegaron de

tan lejos.

Yo soy Pedro de Valdivia

Yo pertenecí a una familia distinguida de la región de Extremadura, España. Me

incorporé al ejército a corta edad y luché en Italia, donde alcancé gran destreza

militar. Gracias a mi desempeño, obtuve de Pizarro el título de teniente

gobernador de Chile y en 1540 emprendí mi viaje al país


Para muchos de mis amigos y familiares el viaje a Chile era arriesgado e inútil

pero yo por encima de todo me proponía establecer un nuevo reino que me diese

fama y poder. «Dejar fama y memoria de mí, esa era la idea.

Emprendimos un viaje lleno de sinsabores donde muchos de los nuestros

murieron por falta de comida, abrigo, sed y cansancio. La expedición completaba

«ciento cincuenta y tres hombres y dos clérigos, los ciento y cinco de a caballo

y cuarenta y ocho de a pie», más el millar de indios de servicio, cuyo lento andar

por la carga determinaba el ritmo del avance.

El 24 de febrero de 1541, fundé la ciudad de Santiago de la Nueva

Extremadura a los pies del Huelén, rebautizado como Santa Lucía. Después

fundé la ciudad de Valdivia, el 9 de febrero de 1552, a las orillas del río Valdivia,

continuación del río Calle-Calle. Estas son solo algunas de mis hazañas porque

para contar más, se necesita tiempo.

Nada fue fácil a nuestra expedición porque nosotros creíamos que los indígenas

de este territorio no se resistirían a la conquista, civilización y evangelización

que les ofrecíamos y tuvimos que intentar someterlos de diferentes maneras las

que fueron poco amables pero no quedaba más remedio ya que veníamos a buscar

riquezas y fama y no podíamos rendirnos al fracaso por culpa de los incivilizados.

Tuvimos innumerables enfrentamientos y murió mucha gente nuestra y del rival

también. Recuerdo como si fuera ayer una batalla que me marcó. Apenas

bajábamos las espadas, irrumpía un nuevo escuadrón indígena; rearmaron líneas

y volvieron a dar carga con la caballería. Los mapuches, además de los lanceros,

tenían hombres armados con mazas, boleadoras y lazos, con los que lograron
desmontar a los jinetes españoles. Les diré que detrás de toda esta estrategia

indígena estaba el muchacho que llevé a mi casa como sirviente: Lautaro.

Esta batalla se llamó. Batalla de tucapel donde Lautaro me dio muerte.

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