You are on page 1of 12

Capítulo 9

Entre la guerra y la paz

La razón de ser de las fuerzas armadas es hacer la guerra,


aunque sena más preciso decir que tienen por finalidad com-
batir en la guerra. Ya que. si entendemos por hacer la guerra
llevar a un país al estado de beligerante. es ésa una responsa-
bilidad de los gobiernos. Las guerras ocurren por motivos polí-
ticos. a lo sumo económicos, en los que la política juega s u in-
delegable rol de conducción, pero no estallan por cuestiones
militares. Luego, será el gobierno quien tomará la grave deci-
sión de involucrarse en una guerra, el que hará la guerra, que
no significa otra cosa que escalar en el conflicto establecido.
A las fuerzas armadas les cabe la ingrata tarea de matar y
destruir, en su función de brazo armado ejecutor de una grave
decisión política. Como ya dijimos, tienen capacidad para ejer-
cer violencia, lo que en modo alguno significa, simultáneamen-
te, vocación de violencia.
"La energía, es decir la energía fisica es el medio; someter al
enemigo a nuestra voluntad, el fin político.
"... a menor cuantía del fin político, tanto menor será el va-
lor que le demos; pronto nos acomodaremos a renunciar a él, y
por esta razón también serán menores nuestros esfuerzos.
"Por tanto, el fin político como motivo originario de la gue-
rra nos dará la norma así para el objeto que pretende alcan-
zar por medio del acto guerrero, como para los esfuerzos que
deben realizarse." (von Clausewitz, De l a Guerra; Libro 1.
puntos 2 y 1 1.)
El combatir en la guerra es, pues, la tarea que la conduc-
i I-cscrvaa las fuerzas armadas.
( . i ( í i i ~ w l ilr.:i
102 ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ

Un análisis lineal, que podnamos incluso clasificar de pri-


mitivo, podría llevar a pensar que si no hay guerra no habna
necesidad de tener fuerzas armadas.
Pero en la existencia misma de las fuerzas armadas se da el
fenómeno que Edward Luttwak denomina "la lógica paradóji-
ca"; el ejemplo más conocido. tantas veces citado, es aquel que
expresa: si deseas la paz prepárate para la guerra.
Dice Luttwak en s u libro Estrategia, la lógica de guerra y
paz, página 4, "que todo el reino de la estrategia se halla in-
merso en s u propia lógica paradójica, que se opone a la lógica
lineal común que se manifiesta en todas las otras esferas de
nuestra vida diaria."
Es precisamente la estrategia, con s u lenguaje dialéctico
que expresa el enfrentamiento de voluntades, la que alterará la
situación vigente, ya escalando o bien desescalando en el nivel
de conflicto en que se encuentre.
La lógica paradójica. lejos de aclarar las cosas, como resul-
tado de s u propia naturaleza contradictoria y hasta en ciertos
casos ambigua, suele enturbiar más la situación. Pero el hom-
bre es una criatura naturalmente compleja y como tal se com-
porta. no obstante, aunque su proceder suela ser alambicado,
gusta de explicaciones simples, el hombre común ama los inte-
rrogante~que desembocan en respuestas binarias y lo que se
explica a través de un juego de suma cero: SI-NO; blanco-ne-
gro; rico-pobre; yo gano x cuando el otro pierde x, etcétera.
La historia nos muestra algo distinto. A veces, cuando un
Estado se armó porque se sintió débil ante s u s vecinos, estos
reaccionaron con un mayor grado de armamentismo, en res-
guardo de supuestas aspiraciones expansionistas de quien só-
lo buscó alcanzar una cierta capacidad de defensa.
El liderazgo hegemónico de la U.R.S.S. en la Europa del Es-
te. en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial,
impulsó la creación de la OTAN, quien a s u vez, por reacción,
llevó a la constitución del Pacto de Varsovia.
Lo expresado no debe llevarnos a pensar, por contraposi-
ción, que el desarme es un buen mensaje universal que ayuda
a sostener la paz. Ya dijimos que en estrategia no hay blancos
y negros sino más bien matices. La debilidad siempre ha Invi-
tado a aprovecharse del d<;bil. lo q u i no significa una incvi1:i-
I)lc li~vnsihntlr sil trrrilorio. pero si cicrccr presiones a ti-avi..s
ROBERTO LUIS PERTUSIO 103

de la sola presencia o existencia de un instrumento militar po-


deroso respaldado por una firme voluntad política.
Es indudable que infunde gran respeto un gobierno consoli-
dado en lo político, pujante económicamente y fuerte en lo mi-
litar, que exhibe además una armónica interrelación en los
tres ámbitos.
Aunque pequemos de cierto tautologismo, el conflicto, y por
supuesto la guerra, no es algo que está librado a la voluntad
de un solo Estado. Perú se vio involucrado en la Guerra del
Pacífico por el solo motivo de la firma de un pacto secreto con
Bolivia celebrado años antes. sin tener parte alguna en los he-
chos que fueron la excusa para que Chile declarara la guerra a
Bolivia. '
El asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero
del trono austro-húngaro, y de su esposa la archiduquesa So-
fía en Sarajevo, lleva a los principales Estados europeos, como
víctimas de un efecto dominó, a precipitarse en la Primera
Guerra Mundial, cuyas consecuencias y duración eran impre-
visibles.
El pueblo de los Estados Unidos se abrazaba al manteni-
miento de la paz negándose con toda firmeza a intervenir en la
Segunda Guerra Mundial, de la que se sentía ajeno. Fue el go-
bierno de Japón quien en definitiva decidió involucrar10 en tal
guerra.
Ni a Kuwait ni a Arabia Saudita les pasaba por la cabeza li-
brar una guerra con Irak. Tampoco estuvo en el ánimo del
pueblo argentino tener una guerra con Gran Bretaña. No obs-
tante ocurrió, mientras nosotros pensamos en un comienzo
que estábamos manejando una crisis -2 de abril al 2 de mayo
de 1982- Gran Bretaña estaba en guerra; se da acá un caso
curioso de distinta interpretación por las partes del nivel de
conflicto en que se está inmerso.
Conforme al pensamiento rector de Clausewitz, las fuerzas
armadas constituyen el medio para alcanzar el fin político que
(1) En febrero de 1878, la asamblea constituyente de Bolivia dictó u n decreto
que establecía el pago de diez centavos por quintal de salitre que se exportara.
I*;ste impiiesto lo drhiñ pagar la Compañía Anónima de Salitres y Ferrocarril
íIc Antnlh[!nsi:i. ( l i l r c.r:i prnpirdnd de chilenos e ingleses y fue el detonante de
I:I f'.ltcrrn: i : i i ~ i l ~ l~Ir~ií~tiilii:i~l:t.
~~ii con propledad. la Guerra del guano y el sali-
11.r.I ~ I * ~ ! I I I ! I I l a 1 ~ ; I I ~ . I I tOI tI. 1 1 ; I I I I I I I I 11 111-1 , ' + ~ f í !de
r ~ ,Jacinto
~, Ljpez, tomo 1. ca-
~ i i 1 l t I 1~ 1l
104 ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ

persigue la guerra. Pero de la lógica paradójica de Luttwak. sin


contradecir para nada al célebre pensador militar alemán, se
desprende también, que suelen ser el medio que evitando la
guerra logra el fin político buscado por el gobierno
En las primeras décadas del siglo XX existió lo que podría-
mos llamar una cultura militarista, hoy pasada de moda; aun-
que algunos fieles adeptos subsisten en ciertos países árabes y
asiáticos. Tal cultura eleva el ámbito militar por encima de los
ámbitos político y económico. Se funda en el concepto de gue-
rra total, que pretende agotar la capacidad y la voluntad de re-
sistir del enemigo sin ofrecerle otra alternativa posible. Su cul-
minación. en la guerra propiamente dicha. es la rendición in-
condicional del enemigo.
Aquí también se da algo, a mi juicio paradójico, el gran refe-
rente de la rendición incondicional fue Estados Unidos, en
particular en la Segunda Guerra Mundial. Muchos historiado-
res han criticado esta postura, entre los cuales. como ya vi-
mos, se encuentra el general británico Fuller, quien la califica
como el gran obstáculo que impidió poner fin a la guerra an-
tes, evitando un inútil baño final de sangre, tanto a la Alema-
nia de Hitler como al Japón. Sena disparatado decir que el go-
bierno del presidente Roosevelt. que constituyó un verdadcro
paradigma de la democracia, era manejado por los militares.
aquel fue quien condujo políticamente la guerra impontentlo
s u propio criterio. pero entonces, la cultura estadounidensrt se
inspiraba en la rendición incondicional. privilegiando este con
cepto en el manejo de los asuntos internacionales.
La rendición incondicional y la guerra total hoy resultan c;i
si arcaicos. S610 imaginables en países con mayonas fiint1:i-
mentalistas, gobernados por líderes fanáticos o inescrupiilosr~.r
o que reúnen ambas condiciones. En realidad. sería mAs ~ ~ i - c . r ~ l
so calificarlos de arcaicos para nuestra cultura, ya qiic (-1;oq
gobernantes existen y comparten con nosotros el plan el;^.
La guerra total, en particular en potencias medtns o mrilo
res, puede conducir a uno o a ambos contendicntcs ;iiin:i 11 t.
menda destrucción y retroceso. Cosa que no cs í;íctliiic~iiic*
aceptada por los respectivos pueblos; así como lanipoc*o l o *:vi . I
la paz a ultranza. cediendo cn lotlo porqiir no sr csl:i rii ( . o i i
diciones dc dcfcndcr con t l l ~ r i l r l ; i t l lo r l i i t ' Iry!ilini:iiiit~iilt* rt. I I ~ .
nc. "Aqiirlloq p~irI)loqt l i i ( > I I I I S ~ . , I I I 1:) 11.11 :I c n o ~ l e. l c~- * I I I t I l j ~ 1 1 1
ROBERTO LUIS PERTUSIO 105

dad perderán esta y difícilmente encontrarán lo primero."


Winston Churchill.
Superado un período de la historia mundial que algunos
denominaron "la hora de los dictadores" y que podríamos fijar
entre 1922, año que Benito Mussolini encabeza la famosa
marcha sobre Roma, y 1976 que muere el líder chino Mao 2-
dong, el mundo no democrático se encaminó a una mayor laxi-
tud en el ejercicio de los poderes de gobierno. Tanto Deng
Xiaoping como Mijail Gorbachov, comprendieron que s e
imponía una evolución social, lo contrario. alentaba estallidos
dificiles de contener.
Si bien no se llegb al fin de la historia que describiera Fuku-
yama. se priorizó la tolerancia y se fue privilegiando el concep-
to de guerra de objetivo Ilmitado.
Las fuerzas armadas, en el marco de los sistemas institu-
cionales vigentes, al menos en aquellos países que privilegian
la democracia como sistema de gobierno, quedan subordina-
das al poder político. Pese a que en algunos países sudameri-
canos subsiste cierta independencia de poder; en Chile el
presidente de la república no puede remover a un general o
almirante y en Paraguay se estuvo al borde de un golpe de
Estado porque el presidente relevó al comandante en jefe del
Ejército.
La subordinación militar al poder político las convierte en
una herramienta de éste. Luego. será el gobierno quien fije el
empleo a dar a esa herramienta y no ésta quien determine qué
es lo que debe o desea hacer.
Lo expresado impone la recurrencia al gobierno para fijar
objetivos y prioridades. Si por el contrario. fueran las fuerzas
armadas las que se autoimponen una misión, podría ocurrir
que ella no se compadezca con el pensamiento político. Conse-
cuentemente la generación de medios equivocados. así como
también el desarrollo de capacidades operativas que no satis-
facen los objetivos nacionales, conducirá a resultados decep-
cionantes.
Por un lado se incurrirá en ingentes gastos, al generar me-
dios que no responden a las necesidades que el país afronta
conforme a la estrategia nacional. Por otra parte, se corre el
riesgo de no estar en condiciones de responder. con las capaci-
dades necesarias, a los conflictos que el alto nivel de conduc-
106 ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ

ción nacional prevé y que serán consecuencia de s u ubicación


y accionar en el mundo vigente.
En otras palabras, no es el caso de estructurar las fuerzas
armadas que las propias fuerzas armadas inconsultamente de-
sean. sino las que el país requiere para afrontar el o los con-
flictos que la conducción política conjetura y satisfacer las
obligaciones que s u política exterior demanda.
Lo expresado, en modo alguno significa relevar a los más al-
tos niveles de conducción militar de s u insoslayable asesora-
miento especifico y técnico, aportando al mismo tiempo toda
otra información, así como también análisis de situación que
contribuya a enriquecer la información disponible.
El poder político, por s u lado, tiene el indelegable deber de
definir con absoluta claridad qué quiere de sus fuerzas arma-
das. Cualquiera sean las urgencias que distraigan s u atención
y la incidencia consecuente en el acontecer político inmediato.
la seguridad de los bienes que le fueron confiados: territorio,
población y riqueza, no pueden esperar una mejor oportunidad
para prestarle la debida atención al tema militar. Seguridad y
orden continúan siendo dos condiciones particularmente pre-
ciadas por el hombre común, por mucho que ame la libertad y
la democracia no renuncia a aquellas. por otra parte, en modo
alguno son valores incompatibles.
A medida que el ser humano ha ido trasladando a la indus-
tria militar s u creciente capacidad técnica y científica. le fiic
significando cada vez más sencillo matar y destruir, a lo qiic
cabe agregar que ambas cosas las lleva a cabo con crccicnlc
precisión. La contracara de este "progreso" es que le rcsiil1:i
más caro. Matar y destruir es hoy mucho más simple qilc 10
que fue en la Primera Guerra Mundial y también en la Scgiin-
da. pero tal facilidad se paga con un costo mucho mayor.
El solo hecho de los costos convertina a la RUtrIT1 en i i i i
mal negocio, más aún, si se trata de un país que no ciieri1:i
con una poderosa industria militar que satisfaga plcnnrn(~ii11~
s u s necesidades terrestres. navales y aéreas. A iorla pnl < - i i c b l i
mediana, vaya por caso nosotros. la pérdida de iin I~iirliic.t l v
guerra le significa un buque menos no rcponiblc cn (-1 (.(ir-lo
plazo: otro tanto ocurre con iin avión c l ~coml)nlrby c-o11I'i'riii
parte del n~ntcrinlp~snrlntlcl cjí-rcllo.
121s111f81.%:1ui :~niia(I:~s
vnlvri 1"". 10 qlir rvri (-:ip:ic8rqrlt. I i : i ( * i . i
ROBERTO LUIS PERTUSIO 107

cuando son llamadas a actuar. Cuanto más veloz sea su capa-


cidad de reacción y mayor la contundencia del contragolpe.
menos tentado se sentirá el adversario de provocar una situa-
ción desestabilizante. o si se prefiere, de alterar el statu quo.
La existencia de fuerzas armadas que crecen y se robuste-
cen al mismo ritmo que el país, guardando una armoniosa
proporción con el conjunto, son el respaldo de ese crecimiento.
Tanto el ámbito político como el ámbito económico encon-
trarán en ellas el complemento que robustece y da solidez al
Poder del Estado. La mera existencia de una fuerza efectiva,
preparada para actuar si las circunstancias lo requieren, ejer-
ce una poderosa influencia sobre los actos de los demás. Los
aliados valoran al aliado fuerte, y la fortaleza es real y creíble
sólo cuando se efectiviza en los tres ámbitos: político (ideas),
económico (bienes) y militar (fuerza).
Las fuerzas armadas entonces, como herramienta del Poder
Nacional. son las llamadas a respaldar ideas y bienes. La pro-
pia naturaleza del hombre requiere poder para negociar, a lo
largo de la historia ha sido siempre así y nada parece anunciar
iin cambio en el futuro. Las f u e m s armadas hacen creíble la
posibilidad del ejercicio de la violencia, término que repugna al
c-iiitladano pero que no por ello deja de ser una realidad, al
rriismo tiempo, evitan la tentación que otros puedan tener de
c.l(.r-c-crlaimpunemente.
A1 producirse una crisis, el peso específico de cada partici-
p:irilr de una alianza. declarada o implícita, está dado por el
r intrínseco de s u instrumento militar.
:n los espacios conflictivos por naturaleza: pasos bioceáni-
ríos internacionales, zonas marítimas adyacentes, la pre-
*1:i cfcctiva de un poder militar conjunto evita el avance de
)tras partes sobre una frontera no demarcada físicamente,
o r.9 cl caso de las fronteras aéreas y marítimas, y donde la
l>~'(~sc*ncln dc la bandera e insignias nacionales en forma
SI.itl:i. rnn cl correr del tiempo otorga derechos.
.I A l llrnl lnn y Chtlc se: disputaron por años las islas Lenox,
U ,. , ~ I I I v Niic-v:~:Ins IlnmAbamos las islas en litigio. Mientras
A I 1 ' l . i 11 I I I : I . (11 I V no :il)ri~[;il)n dudas sobre s u s derechos, se limi-
I 1 1 I . I I I c.c-l.iiiir> ~iolillco.(Ilitlc establecía en ellas pobladores y
I

~ I~ ~ I I I . I I I I .I
I I ~ I - ~ , ~ . I ~ ~ nnvnlcs.
. I I I I IEn
- I tanto
I ~ o ~Argentina procura-
I 1 1 1 1 I11.v 1 1 . I I I . I I I I I I . . ; ( ~ I I ( - l-"i:lr;ln las relaciones entre ambos
108 ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ

países, Chile mostraba sus unidades navales navegando conti-


nuamente alrededor de las islas, fondeando en sus caletas y
actuando como si se tratara de territorio propio. Uno respeta-
ba la situación litigiosa a la espera del arbitraje internacional,
el otro se adelantaba al fallo actuando como dueño de las tie-
rras. Pues bien esa presencia civil y militar mantenida de ma-
nera perseverante a lo largo de muchos años, fue uno de los
argumentos que pesó en el ánimo de los jueces al tomar la de-
cisión que favoreció ampliamente a Chile.
Bismarck decía que hacer política sin fuerzas armadas era
como pretender hacer música sin instrumentos. Si bien la épo-
ca de Bismarck ha sido superada, al menos los decorados son
otros, la naturaleza del hombre es la misma; s u apetencia de
poder no ha sufrido grandes cambios.
No prepararse para enfrentar lo peor alimentando la ilusión
de que lo peor no va a ocurrir, no sólo es una ingenuidad.
constituye en rigor una negligencia imperdonable.
Quienes ejercen la responsabilidad de gobernar u n país. no
pueden soslayar s u indelegable deber de mantener y fortalecer
el instrumento militar que resguarda los intereses vitales de la
Nación: s u integridad territorial. el respaldo decoroso de su so-
beranía y la seguridad y bienestar de s u pueblo.
Las fuerzas a m a d a s sin combatir, pero con s u plena capw-
cidad para hacerlo y su presencia efectiva, respaldan los obicti-
vos nacionales; para que eso ocurra, aunque sea obvio decirlo.
hay que contar con tales fuerzas amadas. La posibilidad po-
tencial del ejercicio de la violencia interviene en la relaciim cn-
tre Estados, tanto en la competencia como en la cooperaci0n.
Todo esto justifica la existencia de las fuerzas armadas en
s u rol protagónico de signo positivo: servir a la negociación, iri-
fluir en el manejo de la crisis y en definitiva evitar la giicrrn.
Este es el papel que hoy, en la cambiante situaciOii qiic vivc
el mundo. les está reservado. El dinamismo y la impretlidl)ili-
dad que caracteriza a nuestro tiempo, en particular ;i partir (le
la disolución del Imperio Soviético, ha desdibujado wqiic-l t r:itll-
cional concepto del enemigo permanente o del cncmign 1 i i s t o i . l -
co; hoy debemos pensar más bien cn cl cncmigo iiic-spr.i-:~tlo.
Ello nos conduce a la bíisqiicda rlc iin tlisriio tl(. in.i~i~iiiiií~iitri
militar que sea figil, lanto (-11 lo i~i:ilr~.I:~l ( ~ ) i i i ío. i ~ 10 rqp11l t I 1 ~ 1 1 .
I;,n lo niatcrl:il tlot:~tlorlc. i!i':\ii i i i ~ ~ v l l l t l : i rvl Ilt~sll)llltl:itl. t l i i t . 11.
ROBERTO LUIS PERTUSIO 109

permita adaptarse, con la capacidad necesaria a distintas cir-


cunstancias. En lo espiritual, desprovisto de determinismos
que estimulen la existencia del enemigo histórico con el que
tarde o temprano se librará una guerra inevitable.
Las fuerzas armadas, para justificar s u entidad, no necesi-
tan educarse en la existencia de un enemigo permanente. De
ser así, cuando los intereses nacionales transforman al enemi-
go de ayer en el aliado de hoy, porque los aspectos cooperati-
vos prevalecen sobre los competitivos - q u e no necesariamente
deben desaparecer- sobrevendrá la frustración, por la guerra
no librada o simplemente porque el referente ha dejado de ser-
lo. Las fuerzas armadas no se justifican preparándose para in-
tervenir en la guerra que quieren, sino para servir al gobierno
en el manejo de los conflictos, siempre presentes con algún
grado de intensidad.
La historia del hombre ha transcurrido entre la guerra y la
paz; dos estadios bien definidos. Pero ¿continúa siendo así?
1,ll:stodavía claramente discernible una situación de guerra de
o1 ra de paz?
Cuando la guerra era declarada 'urbi et orbi" y la paz se
restablecía con la firma del solemne tratado. los periodos de
tina y otra se encontraban claramente acotados. Hoy no es así.
los Estados comienzan a combatir sin declararse la guerra, así
(.amo también cesan en sus hostilidades sin firmar pacto o tra-

1:iclo alguno. Vemos que hay países que de hecho han dejado
tic. c-ombatir. aunque formalmente el estado de guerra se man-
llc.iic: otros, por el contrario, mantienen una paz aparente en
I:I ~ I I C menudean las agresiones de una y otra parte. El Medio
( )i.ic.rilc ha sido y es un claro ejemplo.

icho menos discernible aun es el estado de paz interior


1 de guerra interior. Se da el caso de luchas cruentas,
.ra9 adentro. sin reconocer uno o ambos contendientes
111 [t. ii;iv rin estado de guerra, aun cuando algunas de ellas se

i 111 Ii.:iron miles de vidas y cuantiosos daños materiales.

1;l c.111tl:irlanocorriente de un país que se encuentra gozan-


1 1 1 1 i I c b I I : I Z (.xI(-riorc interior, se siente naturalmente tentado a

11 111 ir (:NI ~ ~ t a d cleo cosas perdurará indefinidamente.


c*~c-i~(l:i~.qr rn iin concepto tan idealista como engañoso;
i I piirl>lopacifico, expresión de por sí elusiva
1 (1.1 . ~ I I I I I ~ I1~111
11.11 .I Il1.p.11. i~ c.o~~c~rt:\rI:~.
con seriedad, conceptualmen-
110 ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ

te. Debemos pensar que hay otros pueblos y que para hacer la
guerra se requiere, cuando menos, el concurso de alguno de
ellos; o si se prefiere, para que no haya guerra ninguno debe
estar dispuesto a hacerla.
Pero aun así, los llamados pueblos pacíficos se han visto en-
vueltos en guerras interiores, porque elementos del propio pue-
blo han evidenciado y evidencian una manifiesta hostilidad. En
procura de un declamado "cambio" se provoca, mata y destni-
ye. La violencia para ciertas agrupaciones es s u idioma natural,
donde el acto terrorista es un anticipo de mayor terror.
Amar la paz no debe significar ignorar que la guerra como
acción humana sigue existiendo. Prolongados penodos de paz
no deberán relajar las defensas de una sociedad, la posibilidad
de que la paz se quiebre. externa e interna, siempre estará la-
tente. Cuanto más desprevenido nos encuentre, tanto más
graves las consecuencias. Desde un enfoque moral, la ingenui-
dad no es pecado, pero considerada a la luz de las responsabi-
lidades que gobierno y clase dirigente tienen para con el país.
es un crimen indisculpable. Además, pienso que debe reflexio-
narse, que así como se "hace la guerra" también "se hace la
paz", ésta no nos está regalada; la paz se hace cuando infundi-
mos respeto, cuando el Poder del Estado existe y es creíble.
En los últimos tiempos han ido tomando forma ciertas in-
tervenciones militares que se acomodan en el espacio que mc-
dia entre la guerra y la paz.
Me refiero a lo que los documentos del gobierno de los Esta-
dos Unidos denominan: peacernaking y pea~elceeping.~ Aml);is
variantes se apoyan en el respaldo jundico del Consejo dr Sta-
guridad de las Naciones Unidas y en la participación dc liir-r-
zas multinacionales, cuanto más banderas mejor. El dociimr.ii-
to sobre Estrategia de Seguridad Nacional emitido por In (::ilin
Blanca en enero de 1993, en la página siete conticnr el sl
guiente subtítulo: "Cómo podemos influir en el futuro".
En el expresa que la Guerra del Golfo y las sijiuicntcs crlsloi
otorgaron la oportunidad de convertir a las Nacionc.s I J i i 1 t l : i r
en el instrumento clave de la seguridad colectiva. 1 ~ )1CliI:itlíi.c
s
Unidos a través de s u s capacidades drbcn rcforz;ir ;rl oi'f::iiil*i
mo a los efectos de prevenir conlliclos rlcsnrrollni~tlncipt.i . ~ t . l t i
ncs rlr prncckcccping y pcncrmrilciricl.
ROBERTO LUIS PERTUSIO 111

En el mismo documento. de fecha de edición julio de 1994,


con el subtitulo "Operaciones de paz" -pág. 13- expresa:
"Las operaciones multilaterales de paz son un importante com-
ponente de nuestra estrategia. Desde las tradicionales opera-
ciones de peacekeeping con el objetivo de fortalecer la paz, a
operaciones múltiples de paz, constituyen muchas veces el
mejor camino para prevenir, contener o resolver conflictos, que
de otro modo resultarán mucho más costosos y cruentos.
"En algunos casos han ayudado a preservar la paz entre
naciones. tal los casos de Chipre y las alturas del Golán. En
otros, peacekeeper han contribuido con jóvenes democracias.
como Cambodia, El Salvador y Namibia."
A continuación alienta el establecimiento de un comando
combinado internacional para hacer frente en forma efectiva a
las distintas operaciones de paz que se puedan presentar. El
mismo debena contar -según expresa- con u n estado mayor,
inteligencia inmediata, unidades logísticas de rápido desplie-
Eue y u n moderno centro de operaciones dotado de un sistema
elobal de comunicaciones.
El núcleo de esa fuerza internacional serán las fuerzas ar-
madas de los Estados Unidos, que como correlato de s u hege-
monía militar ejercerán el liderazgo de cualquier emprendi-
nílrnto.
ICn s u libro El brillante poruenir d e la guerra. pág. 192. dice
Plíilippe Delmas: "A la inversa de lo que se escribió tantas ve-
c.rbs.la Guerra del Golfo no es un anuncio de lo que viene; e s el
iillimo e!iemplo de lo que fue. La guerra profética es la de Yu-
I ! ~ ~ ; I v I ; L . por ser una guerra sin Estado, una lucha por la so-
I I I c.vltln. en que cada grupo estima que s u existencia es incom-
I):II il)l(. con la de los otros."
l,os fundamentalismos, vaya por caso las guerras civiles
t l r Alj:nnistíín y Argelia; los profundos rencores tribales, co-
n&: cl drama de Ruanda; el terrorismo rural de Sendero
11io.q~) cn Perú: constituyen algunos ejemplos de intole-
I:I :il)~nliii;i. cn rigor son juegos de suma cero en los que
111 I V . I ~ ~ . I . I -1.1 coinpleto cxterrninio del rival. La guerra que des-
I 11. I 1 . 1 1 . r - rli-c.n(l:is vlcnc librando Israel con ciertos países y co-
I I 1 1 i I 111 ~ . I I ~ ( . . I I I tri.flnnli.ndoncs tirabes. parecena ser precursora
'
' 1 I I I I I ' v:~llf-lii:iI'lilllppc" Dclmas para el siglo XXI, donde
I . I . ~ . u.111. 1.1 I)PII:I ~*(~('nrrlarlo.
sr combatirá por los recur-
112 ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ

sos, aunque éstos constituyan los campos de cultivo de ama-


polas y marihuana.
Concluimos que entre la guerra y la paz hay un espacio, el
que no es tan amplio como parece ni tampoco tan definido, es
como si distintos matices claros y oscuros estuvieran presen-
tes, para colmo, mezclados; pues bien, en ese ambiente de lu-
ces y sombras estamos sumergidos, nos agrade o no formamos
parte del mundo. nos alcanzan e importan las cosas que en él
suceden y por cierto. no todas son agradables. No obstante,
podemos distinguir que en tiempos de paz preocupan las cau-
sas de los problemas que intentamos resolver, en tanto que en
la guerra. durante s u desarrollo, poco importan ya las causas.
lo que preocupa son los resultados; la victoria no tiene sustitu-
to. es ésta una respuesta simple a un problema complejo.

You might also like