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ARQUIDIÓCESIS DE GUADALAJARA
INSTITUTO DE TEOLOGÍA
“SAN CRISTÓBAL MAGALLANES”
AFILIADO A LA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD LATERANENSE
EXAMEN DE BACHILLERATO
4) Perspectiva de Juan
Como lo hemos visto con san Pablo, se habla de una doctrina bautismal es Cristocéntrica.
No debemos olvidar las líneas teológicas de Juan. Tomamos en consideración, ante todo, el texto
de Jn 3, 1-15. En el v. 3 vemos que el hombre no puede ser renovado, sino solamente por Dios.
¿Qué entendía Jesús con renacer? Entendía como una acción de la gracia, venida de Dios,
operada en el hombre.
En el v. 5 precisa aún mejor el renacimiento de lo alto. Aquí el bautismo es concebido:
como un renacimiento por el agua y el espíritu.
como comunicación del Espíritu todavía en una concepción veterotestamentaria (es decir,
como el Espíritu de Dios que al final de los tiempos transformará nuestros corazones,
haciéndolos capaces de seguir hasta sus últimas consecuencias la voluntad de Dios, cf. Ez
11, 19; 36, 25; Is 44, 3; Jer 31, 33).
Precisamente, para san Juan el bautismo es la perfecta purificación y transformación del
hombre como obra de Dios.
El evangelista Jn evidencia aún más que Pablo el carácter pneumatológico del bautismo.
Resumiendo, podemos decir:
1. el bautismo es la causa de nuestro renacimiento;
2. la redención de Cristo se cumple en la historia en el bautismo de cada uno de nosotros.
3. el testimonio del Espíritu Santo hace posible conocer al Hijo de Dios, como enviado del Padre.
4. se ve que el bautismo es el comienzo de la vida cristiana; el bautismo como el comienzo de la
misión del ES en el bautizado, todo esto fruto de la obra salvífica de Jesús.
Con todo lo anterior, queda suficientemente claro y fundamentado con la Iglesia
apostólica, que el bautismo ha sido instituido directamente por Cristo (Mt 18, 28).
Conclusión
Los textos de Mt 28, 19s y Mc 16, 15 expresan el mandato de ir a todas las naciones
bautizándolas en nombre de la Trinidad. Estos textos de tono misionero da a los apóstoles la tarea
de propagar el Evangelio de llevar la Buena Nueva a todo el mundo. Ambos textos son de una
época posterior a los escritos paulinos, lo cual se demuestra por:
1. Se recibe expresamente de Dios el mandato
2. Aparece la Trinidad
En los escritos del NT, este es el único texto (Mt 28, 19) donde aparece la fórmula trinitaria, ya
que en los testimonios precedentes se habla de un bautismo en nombre de Jesús.
b) Evolución postbíblica
El testimonio más antiguo se nos da en la Didaché (s. I-II). El texto nos habla de los
ayunos que debía practicar el ministro y el que había de ser bautizado. Incluso nos da reglas
precisas del agua durante el rito. De norma, el agua debe ser corriente, pero, excepcionalmente se
podrá bautizar con otra agua. Puede ser fría, aunque no se excluye la caliente. Si no es posible el
bautismo por inmersión, se puede hacer por aspersión, 3 veces, en el nombre de las 3 divinas
personas.
A través de este documento sabemos que se bautizaba en el nombre de la Trinidad.
También aparecía en una forma primigenia y naciente de profesión de fe.
San Justino.
Tiene una concepción Cristológica del bautismo, pero éste debe ser rigurosamente trinitario. Esto
lo sabemos gracias a sus apologías, en diversas frases:
El bautizado debe serlo en el nombre de Dios, Padre y Señor de todo el
mundo, y en el nombre de nuestro de salvador Jesucristo y del Espíritu Santo. El bautismo
para San Justino era entendido como lavado e iluminación.
Quien recibe la iluminación es lavado en el nombre de Jesucristo que ha
sido crucificado bajo Poncio Pilato, y en el nombre del Espíritu Santo, que por medio de
los profetas se ha anunciado todo lo que se refiere a Jesús. Apo I, 61.
San Hipólito (+235-236)
Su mayor obra, la Traditio apostolica. En esta obra se nos ilustra acerca de las celebraciones
bautismales que se celebraban en la comunidad cristiana de Roma, al inicio del tercer siglo. En
aquel rito, se les hacían las siguientes preguntas: ¿Crees en Dios Padre omnipotente? ¿Crees en
Jesucristo, Hijo de Dios, que nació de María Virgen, fue crucificado bajo el poder de Poncio
Pilato, murió y resucitó al tercer día de entre los muertos, subió al cielo y está sentado a la
derecha del Padre y que vendrá a juzgar a vivos y muertos? ¿Crees en el Espíritu Santo presente
en la Iglesia Santa?
También san Hipólito nos habla de la unción postbautismal que se concluía
con la siguiente oración: A ti el honor, Padre e Hijo con el Espíritu Santo, en la Santa
Iglesia, ahora y en la eternidad.
La unción era acompañada por las siguientes palabras por el obispo: Yo te
unjo con el Santo Oleo en Dios Padre Omnipotente y en Jesucristo, y en el Espíritu Santo.
San Agustín
Su teología está bien articulada. Él hace resaltar que Cristo es el ministro del Sacramento. Pero
también sostiene que aquello que la Iglesia califica como sacramento de la Iglesia es aquella
acción de lavado de la fe de la Iglesia. Distingue entre bautismo validamente administrado, y el
que además produce frutos. El primero sería el de los herejes; mientras que el otro produce los
efectos en plenitud. Entonces, cuando un hereje se convierte y se bautiza, pasa a ser bautizado
con todos los frutos. San Agustín, por lo tanto, no prevé un segundo bautismo para los herejes,
porque éste es válido: la razón teológica es que junto con Él está el Dios Trinitario. Esta
distinción, con la que el bautismo marca al recién bautizado, no se pierde con el pecado mortal.
Dice, hablando de los herejes, que el desertor no pierde jamás esta insignia. Él lo aplicaba de
modo especial a los donatistas que se bautizan en el nombre de Cristo, y con él en la Trinidad.
Para Agustín, el bautismo de los herejes no debe confundirse con su herejía. El bautismo
correctamente administrado pertenece a Cristo y a su Iglesia. Por lo tanto, san Agustín distingue
entre bautismo válido y fructuoso, aunque siempre estuvo en contra de la irrepetibilidad de él. Él
entiende por fe bautismal, la fórmula de los sacramentos (forma sacramenti), es decir, la fe de
Iglesia y la fe que apropia el bautizado; y por fórmula entiende la palabra de fe eficaz en el
sacramento. De esto se desprende que:
1. el bautismo es dispensado válidamente donde quiere que sea, según la norma
eclesiástica;
2. Puede bautizar cualquier cristiano laico; siglos posteriores se plantearía la posibilidad
de que bautice un no cristiano;
En el siglo IV, todavía antes de que se definan los temas trinitarios existe ya una
concepción clara de que el bautismo debe ser en el nombre de las tres divinas personas.
El sínodo de Arles en el 314, los donatistas que sedeaban reingresar a la iglesia eran
reintegrados pidiéndoles la profesión de fe en las tres divinas personas es decir su bautismo
era considerado valido.
San Ambrosio de Milán
En el siglo IV, la concesión de que el bautismo debe ser trinitaria es mas clara aunque no
del todo, sin embargo el bautismo conferido en el nombre de Jesús es valido si en El se contienen
de manera implícita los nombres de las otras dos divinas personas. Que ha recibido el bautismo
en nombre de Jesucristo no debe ser rebautizado. Hasta este momento histórico, podemos decir
que hay diferentes posiciones:
1. El bautismo en el nombre de Jesús es valido Hugo de San Víctor y Pedro Lombardo
2. En el nombre de Jesús solo bautizaban los apóstoles por gozar de un privilegio
especial.
3. Este modo de bautizar en el nombre de Jesús, nunca tuvo validez alguna.
V. Incorporación a la Iglesia
a) Bautismo como sacramento fundamental
En los manuales neoescolásticos, el bautismo es considerado como un sacramento que
produce gracias marcadamente individualistas. De esto hablan en cuatro puntos:
1. La gracia de la justificación cancela la culpa original
2. El bautismo obtiene también la condonación de penas de los pecados temporales o
eternos.
3. Imprime el sacramento un signo indeleble.
4. El bautismo nos asemeja al Sumo Sacerdote Jesucristo, y nos hace participar de su
sacerdocio.
Sin embargo, hoy se pone mayor evidencia, en cambio, en el aspecto eclesiológico. La
razón fundamental es, según Rahner, antes de expresarse a través de los sacramentos, el
sacramento original que expresa y comunica la salvación, y de alguna manera congrega a la
Iglesia, es el bautismo. Pero también tiene dos razones bíblicas:
AT. En el AT el sujeto de la salvación es el Pueblo de Dios, la gente, la ecclesia y
no un ser singular en cuanto tal. El individuo puede participar de la gracia en
cuanto miembro de este pueblo de la promesa, únicamente en cuanto este miembro
de la promesa. Entonces, el efecto primero del bautismo es la relación que se
establece con la Iglesia, y con Cristo, porque la Iglesia es cuerpo de Cristo.
NT. En él no se conoce ningún testimonio de ningún ser en particular que haya
sido admitida a la Iglesia a través del Bautismo.
Gracias a los estudios de Rahner, Schmaus, Schneider, vemos su influencia en SC 69, LG
11. 31, AG 15. Rahner dice que “Dios con el bautismo gratifica al hombre y lo salva en su
individualidad porque está incorporado en la Iglesia. La pertenencia a la Iglesia es el primero e
inmediato efecto de la iniciación que hoy el cristiano recibe. El bautismo es la base de la
identidad cristiana. Quien no recibe el bautismo no puede recibir válidamente a ningún otro
sacramento ni ejercitar válidamente alguna otra autoridad”.
b) Bautismo e inserción en la Iglesia
La Iglesia no es simplemente una asociación de personas. No es un club social que se
realizan a sí mismas; si no que es el Pueblo de Dios que Cristo mismo ha convocado en el
Espíritu Santo, como bien lo dice LG 6: “La grey de Cristo no deja de ser guiada y nutrida por
Cristo mismo Buen Pastor y príncipe de los pastores, Ella ha sido plantada por el agricultor
celeste como viña electa porque Cristo es el que reúne y unifica al Pueblo de Dios en el Espíritu
Santo”. Por lo tanto, el Bautismo no es solamente el ingreso a la comunidad cristiana de un modo
pasivo, sino que somos realmente acogidos como miembros de la Iglesia.
Teniendo como trasfondo a 1 Cor 12, 13 decimos que la criatura humana no se hace así
mismo miembro de la Iglesia, sino que la Iglesia lo recibe. Por eso, dice Pablo, nosotros todo no
hemos sido bautizados para formar, sino un solo cuerpo; para formar una comunidad, una
congregación. Bajo esta perspectiva teológica, entendemos que aun los ministros ordinarios del
bautismo, son ministros y no dueños; y en último término, de Dios. El obispo, el sacerdote y el
diácono no dejan de ser ministros.
En caso de emergencia toda persona puede administrar el bautismo respetando la forma
prevista (CIC 861-863).
c) Bautismo y pertenencia a la única Iglesia
La incorporación que se actúa mediante el bautismo tiene como fin la única Iglesia. En 1
Cor 12-13 se dice que todos nosotros hemos sido bautizados en un solo espíritu para formar un
sólo cuerpo. En Gal 3, 28 señala la unidad de todos en Cristo Jesús. Bajo la perspectiva teológica
de LG 32, decimos que el bautismo es un sacramento que crea comunidad y comunión. Slink dice
que en cuanto bautizada una criatura no es más o vive de modo singular, sino que es miembro del
Pueblo que Dios une mediante el Espíritu Santo.
¿Cómo conciliar que el bautismo tenga el cometido de hacer comunidad y comunión con
la existencia de muchas iglesias? Precisamente este es el gran escándalo de los cristianos, pues
las múltiples Iglesias deforman la unidad que el bautismo constituye, mientras que el fin de todo
ecumenismo debe ser superar, paso a paso, tal deformación. De tal manera que los bautizados, en
las Iglesias que sean, se preocupen de trabajar ad intra, sino que se preocupen por trabajar ad
extra.
d) El bautismo e identidad eclesial
El bautismo que nos incorpora a la Iglesia debe hacer que el bautizado participe de la
entera misión de la Iglesia. En el bautismo, cada fiel debe ser habilitado para ser corresponsable
en la actividad misionera de la Iglesia (cf. LG 33). El apostolado de los bautizados no es un mero
servicio, sino que debe ser una obligación. El Concilio nos muestra claramente que la identidad
cristiana es definida por el bautismo. Cada bautizado es miembro activo y responsable de la
Iglesia.
Todo aquel que es bautizado y que cree, espera y ama participa responsable de la misión
salvífica de la Iglesia en su doble dimensión, al interno y al externo. (LG 30, 31. 33 AA 5. 9). El
laico, por su bautismo, está llamado a cooperar en la construcción de la Iglesia al interno y de
favorecer la misión de la Iglesia en el mundo entero: dos tareas ligadas indisolublemente.
2. Bautismo como elemento trinitario
La incorporación en la Iglesia implica un particular modo de vivir. Es el bautismo la
comunión con el Señor crucificado y resucitado. Esta incorporación bautismal a la comunidad
eclesial significa asumir en todo el modo de vivir de Cristo; tanto así de poder junto con Pablo en
Gal 2, 20 “Yo no soy quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí”. Este Cristo muerto y
resucitado es al que yo debo apegarme. (homoiuma= apegarme). Este Cristo está profundamente
ligado en la comunicación del Espíritu Santo. Jesucristo muerto y resucitado en íntima relación
con el ES, tanto así que el bautizado no tendría la capacidad de creer ni de decir la palabra Jesús,
si el Espíritu Santo no lo mueve. Igualmente, no se puede hacer oración si el Espíritu Santo no
nos mueve en esa gracia (Rm 8, 4). En la medida que el Espíritu Santo mueve el corazón y el
querer de los bautizados, se hacen capaces de percibir el amor de Dios y al prójimo que debe
animar constantemente el crecimiento de la Iglesia. El bautismo, por la fuerza de Cristo muerto y
resucitado, y por la fuerza del Espíritu Santo, la Iglesia nos acoge en el misterio trinitario.
4. El bautismo como justificación
El bautismo confiere, a quien lo recibe, 4 connotaciones:
1) Participación de la vida divina.
2) Nos hace criaturas nuevas. 4) Nos libera del pecado, de la culpa
personal y de la culpa original en el
3) Nos libra de la muerte.
infante.
Esta transformación la encontramos en Ef 2, 4-6. Algo similar encontramos en 2 Cor 5, 17. En
estas dos citas, podemos corroborar las 4 notas anteriores.
En el NT encontramos la idea del bautismo como justificación con las siguientes palabras:
+ Nueva criatura: Gal 3, 29. El bautizado es + Salvado: Rm 5, 9
titular de la herencia. + Justo: Rm 5, 9
+ La nueva criatura se hace hijo: + Quien ha logrado la victoria sobre la
+ Obra del ES: Rm 5,5 muerte: 1 Cor 15, 54
+ Rescatado: Rm 3, 24 + Al que se la ha perdonado la culpa: Ef 1, 7
+ Justificado: Rm 5, 9 + Al que se le ha librado de la esclavitud:
Heb 2, 15
+ Liberado: Rm 6, 18
VI. Sacramento de la fe
Puede recibir el bautismo todo aquel que no lo haya recibido y se ponga en correcta
actitud de fe. Sin embargo, se prevén algunos límites (cf. 1 Cor 15, 29):
1) El destinatario debe ser una persona viva, pues ya él critica el bautismo por representación por
los difuntos. Testimonios históricos avalan cómo desde los primeros siglos de la Iglesia están en
contra de este abuso de representación. También, de modo particular se reprueba en el Concilio
III de Constantinopla del 397, al igual que Fulgencio de Ruspe.
Los sacramentos tienen sentido y valor cuando los recibimos en nuestra existencia peregrinante.
El bautismo de representación va en contra del carácter personal de los sacramentos no pueden
ser administrados o recibidos por representación. Hoy es practicado por los mormones.
2) “Puede recibir el bautismo quien no hay sido bautizado” Defiende la no reiteración.
3) El destinatario debe ser creyente. La Sagrada Escritura no conoce de ningún bautismo sin fe.
Si el que recibe el sacramento es un adulto, debe confesar su fe antes de recibir el signo
sacramental, y certificar, 1) confesar la fe; 2) certificar su disponibilidad de dejar que el Dios
Trino y Uno entre en su vida; 3) tener un estilo de vida conforme a Cristo. Estas tres
características necesarias para el bautismo nos la recuerdan Tertuliano, Ambrosio y Agustín. Por
estas tres razones ellos llamaban a este sacramento, como Sacramentum fidei.
Según Inocencio III (1198-1216) es una contradicción en la religión cristiana que se
pretenda recibir el bautismo sin antes estar adherido a Cristo por la fe (cf. DS 781). Para que el
bautismo sea válido, es necesaria la voluntad positiva de recibir este sacramento; y además, en el
bautismo de los adultos, para sea válido y fructuoso, es necesario la fe y la conversión para que se
traduzca en vida. Es la distinción entre la validez y el sacramento recibido fructuosamente.
Bautismo de los niños como signo de salvación
a) Datos históricos sobre la práctica y doctrina del bautismo de los niños.
El bautismo de los niños tiene una sólida tradición. Si recorremos la historia de los
dogmas, podemos constatar esta práctica desde el siglo II.
San Hipólito de Roma delinea la liturgia romana del segundo siglo. Tertuliano era uno de
los más grandes oponentes al bautismo de los niños. Era, pues, por lo tanto, una práctica dada y el
decía que el bautismo es tan grande y sublime que no se puede dar a un niño que no está en plena
capacidad de decisión. Orígenes se pregunta: ¿los niños deben ser bautizados para la remisión de
sus pecados? Pero, ¿cuáles pecados? Se basa en Job 14, 4 donde dice Job que ninguno es puro,
sino que todos estamos manchados; ninguno en toda su vida puede permanecer limpio ni siquiera
un día, entonces, el niño nacido, porque el bautismo, misteriosamente, significa la eliminación de
la mancha del nacimiento. Basado en Jn 3, 5, dice que si uno no nace del agua y el espíritu no
puede entrar en el reino de Dios.
Para Orígenes es una praxis eclesial, motivada del hecho que toda criatura humana tiene
necesidad de ser santificada. Aquí no vale distinción entre jóvenes y viejos, pues todos tienen
necesidad de la purificación que el sagrado lavado nos da.
San Agustín maneja la misma idea de Orígenes, con mayor fuerza. El niño es llevado a la
Iglesia, para que no deje esta vida sin el bautismo, y muera en el pecado, en el cual ha sido
generado. Según su óptica, los niños que mueren sin su bautismo no gozarán de la beatitud. Él no
concibe un cielo donde puedan entrar personas que en esta vida no hayan recibido el bautismo.
b) Argumentos de conveniencia
Contra aquellos que dicen que no se debe bautizar a los niños porque limitan su libertad,
se dice que: desde cuando un niño nace, no lo ha hecho por su propia libertad; el pequeño no
elige cómo ser formado. Los padres lo educan, y los padres cristianos deben introducir a sus hijos
en el mundo de los valores en que ellos viven; y por cuestión de salud.
c) Fundamentos teológicos:
1. El bautismo es un acto de gracia del Dios Trinitario. Se debe motivar al bautismo de
los infantes, porque debemos tener la certeza que Dios en el bautismo se muestra misericordioso,
incluso con los niños; se unen a Cristo, y se les libera del dominio del pecado, de la muerte y del
diablo; para llevarlos mediante el Espíritu Santo a una condición plena de hijo de Dios.
2. La fe como existencia vivida en comunión. Los padres de familia deben entender que el
niño ha sido recibido en una comunidad natural, y del mismo modo deben ser acogidos en una
comunidad de fe. La comunidad debe acoger en la comunión de vida sobrenatural al pequeño,
para que el Espíritu Santo habite en él. No se le puede negar la gracia de la comunidad cristiana.