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POR LA DEFENSA DE LA CULTURA

C arm elo de A rzad u n


A lg u n a s re fle x io n e s so b re su lab o r Yo que a m enudo tengo que ver con cosas
p ic tó ric a , h e c h a s con m o tiv o de
u n a exposición en la A sociación C.
de la Historia, así con m ayúscula, me detuve
d e Jó v e n es. siem pre consternada ante mi absoluta incer­
tidumbre. De n a d a estam os seguros; no h ay
Cum ple Carm elo de A rzadun sus veinticin­ u n a sola narración, no h ay un solo hecho del
co años de vida en el arte de la pintura; vein­ que yo me atreva a decir: es cierto. Todo se
ticinco años de trabajo tendidos desde la fres­ h alla envuelto en la d u d a y sobre cualquier
ca alb o rad a de la adolescencia h a sta el m e­ pág in a de historia podem os trazar un enorme
diodía sereno de la m adurez. Ese libro de e inquietante signo de interrogación.
estam pas que es su obra, abre ah o ra ante Hay, en cambio, u n a cosa, u n a sola cosa
nosotros sus p ág in as polícrom as. Y m ás que indiscutible y v erd ad era: la obra que los
la historia de u n a vida, es la historia de un hom bres nos dejaron. Y es sólo a través de
alm a; no existieran los altos valores que Ar­ ella que podem os reconstituir sus vidas y es­
zadun ostenta y aú n sería interesante hojearle. cribir la Historia. Podem os poner en d u d a la
A rzadun nos d a ah o ra su autobiografía, sin existencia de un hom bre: no podem os vacilar
discursos, sin la autodefensa de sus actos que ni un momento acerca de un a obra que te­
tantos autores se preocupan de hacer. El se nem os entre la s m anos. Podemos discutir
h a narrado casi sin quererlo y nos h a dicho ac erca de un b ardo legendario que se llamó
lealm ente sus esperanzas, sus luchas, sus Homero; no podem os discutir acerca de la
fracasos; y su lenta y p enosa ascención hacia existencia de la Ilíaca. Y no es por lo que se
el vértice de su propia personalidad, al fin nos cuente de Homero, ni siquiera por lo que
d espojada de todo lo que no era suyo, de él mismo nos cuente,* que reconstruiremos la
todo lo que no bro tab a espontáneam ente en vida del pueblo heleno: es por el pensam iento
el oculto m anadero del espíritu. y la em oción que contiene ese cantar de gesta.
Leemos y aprendem os la Historia, e sa que A través del arte gótico conocemos la Edad
decim os ser la de los pueblos y que no es M edia; a través del a r­
sino la de los gestos y actitudes que les fue­ te renacentista conoce­
ron im puestos por la s circunstancias y por el m os la Edad M oderna. CUADERNO
poder de los am os. Pero cuán pocas veces Y no por lo que tie­ M ENSUAL
nos preocupam os por penetrar en lo íntimo nen de narrativo sino
del espíritu de los hom bres, por esclarecer la por lo que tienen de
fuerza secreta que los movió a la lucha o a la anónim o. U na virgen
resistencia C uán pocas veces sabem os de m edioeval.un cristo re­
aquello recóndito que está encerrado en ellos nacentista. son siem ­
y que fué reprimido por m eras necesidades pre u n a virgen y un
físicas y, sobre todo, por crueles y despóticas cristo; es la emoclón.es
imposiciones ajenas! el pensam iento, es el
m odo q u e h a y en e sa s dos im ágenes lo que los pintores lleg ad o s a l áp ice de su floreci­
nos dice, con m ás fidelidad que cualquier miento no d eb ieran v acilar en p resen tar las
docum ento escrito, cuál fué la fe. cuál el sen ­ su y as. Porque ningún otro lazo m ás justo y
timiento. cuáles las id e as de c a d a u n a de ap retad o podríam os escoger p a ra soldar esa
e s a s dos épocas. ruptura, q u a y a se en san c h a d em asiado, en ­
tre el artista y su medio.
Porque u n a obra es siem pre cierta: es ac aso
lo único cierto que poseem os. O bra de arte o ***
de artesan ería. obleto de uso com ún o de or­
Com ienza A rzadun, como todos los jóvenes,
nato, invento científico o industrial, catedral,
por un arte n etam ente representativo. Pero,
p alacio o fortaleza, lecho o navio, a rm a de
venido al m undo de n u estra pintura en los
com bate o utensilio de tocador, nos revelan
albores de este siglo, se produce bajo la égida
el alm a de los hom bres con solo exam inarle.
de e s a m agnífica escu e la de París a la que
. Libertad de factura y atrevim iento construc­
tocó la tarea histórica d e rom per con el a c a ­
tivo o recato y timidez, airo sa im provisación
dem ism o del siglo XIX.
o labor paciente y m inuciosa, prolilo n a tu ra ­
lismo o au d a z estilización, escu eta síntesis o Así. su prim era ép o ca es de inspiración
atorm entado análisis, la obra dice siem pre europea, no por sus tem as —p u es n atu ral era
h a s ta aquello que el autor ja m ás im aginó que que copiase lo que a su s ojos se ofrecía—
escribía. Y en ella vam os descubriendo m o d a­ sino sobre todo por el colorido, el em paste y
lid a d es y pensam ientos que jam ás la s m anos el dibujo. Poco a poco el artista se viene d e s­
que la m odelaron supusieron que allí d e ja ­ vinculando d e e s a s envolturas ex tem as qu e
rían estam pados. se sobrepusieron a su p erso n alid ad y v a en ­
* * *
contrando el cam ino de su alm a. No un c a ­
mino d e D am asco, de sú b ita y a so m b ra d a
Todo obrero imprim e, fatalm ente, su sello
revelación, sino un cam ino tortuoso, lleno de
p ersonal a l trabajo; aú n aq u e l que quiere
revueltas, poblado de em b o scad as y de lu ­
disim ularlo. La ob ra dice siem pre del autor
chas, d e dolorosos retrocesos y de ascen sio ­
m ás q u e todo lo que a c e rc a de él pud iera e s­
nes m a rav illad as.
cribirse. La prehistoria n a d a dejó escrito; y
sin em bargo en el ceñido realism o de las De la som bra a la luz y de la luz a la som ­
cu e v a s de A ltam ira y en el arte geom étrico bra. v a subiendo el sendero que conduce de
del neolítico primitivo, colum bram os dos v a s ­ la a lb o ra d a a l m ediodía, h a sta qu e en el vér­
ta s corrientes tem peram entales, dos fund a­ tice a l fin. se ve a sí mismo, y sa b e cu á l es
m en tales tendencias del espíritu hum ano. en ad e la n te su ruta, cu ál su misión, cuál la
o bra que elab o rará m a ñ a n a .
P orque u n a ob ra es siem pre v erd ad era.
P orque u n a o b ra es la m á s com pleta autobio­ Sus cuadros m ás antiguos — 1911 - 1915 —
g rafía de su autor, hom bre o pueblo. A ún el nos m uestran a A rzadun bajo la influencia
q u e copia, a ú n el que miente, a ú n el que del impresionism o. Entonces produce e sa s p e­
tom a prestad o o sufre ex trañ as sugestiones, q u eñ a s telas donde la luz d esem p e ñ a p a p e l
nos m uestra su a lm a infecunda, in cap az de tan im portante, y donde el pintor h a cap tad o
crear, a su b la n d a n atu ra lez a receptiva. con ta n ta ac u id a d sus mil jugueteos crom áti­
V oluntariam ente m e he aleja d o un tanto cos. Persigue efectos atm osféricos de vibración
del tem a que justifica esta s consideraciones. lum inosa, y los logra con toda felicidad, como
Es que p a ra m i la OBRA tiene u n a impor­ en esos cu ad ro s de París. La luz, tam izad a y
ta n cia que n u n ca quiero d ep a r de recalcar. cernida, envuelve en un polvo multicolor los
Y m á s a ú n cuando, com o en este caso, no se árboles del Luxem burgo o arro p a en u n a finí­
trata de u n a o b ra a is la d a sino de u n a larg a sim a n ieb la g risác ea la s torres d e Notre Dam e.
la b o r que, a trav és de los años, viene escri­ La m ism a luz, p erso n aje cen tral d e estos
biendo la historia com pleta de un artista. cuadros, se h a c e contenida y profunda en las
Por eso creo q u e las m uestras retrospecti­ m a rin as d e O n d árro a o se vierte, b la n c a y
v a s tienen un vasto in terés; y creo que todos a n e g a d o ra . en los cu ad ro s d e Túnez, donde
/

a lg u n a s figuras envueltas en claros alq u ice­ Deseo recordar aq u í aq u e lla bellísim a m a n ­


les se funden sobre el en c alad o rutilante de ch a de la costa Sur, con las casitas del barrio
los m uros. Este "hondo sentim iento de la luz" pobre y el viejo gasóm etro; deseo recordar
v am os a hallarlo siem pre en A rzadun. Su ex­ aq u e lla g ran composición de la "N av id ad de
presión v aría, pero su p resen cia se a c u sa los Niños que fué justo motivo de adm iración
constantem ente. A través de la s coloraciones en Sevilla, cuando la Exposición Ibero A m eri­
m á s b a ja s de épocas posteriores, se h ac e p a ­ ca n a . En todas estas telas, y en las de la
tente siem pre. Y a h o ra rea p arece , a c la ra d a
nuevam ente, en la s ultim as telas constructi-
vistas.

Los violetas, los verdes, los azules, predo­


m inaron en aquellos cuadros de 1911 a l 15.
Se funden sin cesar, resolviéndose en m edios
tonos, se m ezclan en delicadísim os m a lv as y
lilas de fina ternura.

* * *

Su visión se sim plifica luego. A b an d o n a la


b ú sq u e d a de e s a vibración atm osférica y del
lum inism o disgregador p a r a b u scar u n a for­
m a c a d a vez m ás concisa; u n a solidez c a d a
vez m ás firme en la construcción. La am ab le
sen su alid ad de los m a lv as y los lilas deja
lugar a la fuerza y a l escondido ardor de los
ocres. Se sim plifican sus figuras, los objetos
g ravitan con p le n a d en sid ad y h a s ta la s n u ­
b es de sus herm osos p aisajes del interior a d ­
quieren u n a corporeidad rotunda. De esta
época d atan esos fuertes retratos en que el
dibujo e stá ac u sa d o con creciente energía,
esos p a isajes del suburbio, esos niños que
tienen un extraño y conm ovedor prestigio de
juguetes. calle, y en esa s otras del m ar y la p la y a , h a ­
llam os siem pre la en trañ ab le y re c a ta d a em o­
No quiero continuar sin h a c e r hincapié en ción, a v eces un poco m elancólica, qu e es uno
las felices esce n as del a rra b a l, tan profunda­ de los m ejores valores en la o b ra de A rzadun.
m ente sentidas como bellam ente resueltas.
U na callecita hum ilde, un pequeño portal es­ + * +
condido, unos árboles olvidados, unos aleg res
m uchachones corriendo tras u n a pelota, le V ienen luego los fuertes retratos de m ujer
sirven a A rzadun p a r a com poner todo un y la s g ran d es cab ezas. Ellas dicen bien alto
poem a de volúm enes y colores. G ran d es cie­ cómo es posible a u n a r el parecido c a m a l y
los del atardecer, largaB n u b es do rad as, tierra la fidelidad espiritual sin recurrir ni por un
roja de los baldíos suburbanos, m ar lejano m om ento a m ezquinos procedim ientos fotográ­
que coloca u n a nota de profundo azul en el ficos, tan caros a algunos pintores de cuyos
concierto ardiente de los ocres, todo esto a p a ­ nom bres no quiero acordarm e.
rece en los cuadros de esta época, pleno de Luego en notas graves, d e so rd a reso n a n ­
u n a recia vitalidad, anim ado de u n a em oción cia, nos ofrece un baile cam pestre, con la
honda y autentica, ordenado y com puesto con p a re ja a rro p a d a en som bras y la lu n a roja
el rigor y la seguridad de la m ás severa que se aso m a a la p uerta; ese p a isa je s con
arquitectura. cab allo del que fluye un silencio tan hondo y
u n a ta n recogida soledad; u n a com posición vo. sometido a la s ley es del núm ero y de la
fuerte y trágica, con varios hom bres oscuros y m edida.
grises ag o b iad o s por el trabajo y un crucifi­ Y así llegam os a la ép o ca constructiva, en
cad o abriendo en el vacío el clam or de sus la cual A rzadun h a producido la s o b ras m ás
brazos enclavijados. recientes.
H erm osos ejem plos de ordenación seg u ra y
* * *
sim ple nos brindan otros cuadros en que las
figuras, red u cid as a form as esenciales, se
El alm a de A rzadun late con un ritmo aco m ­
p a s a d o y m usical que d eja traslucir la b ella
continuidad de su sueño. Porque crear es
h ab e r soñado, y so ñ ar es crear, y a qu e en el
sueño el artista se ev a d e del m undo de los
fenóm enos contingentes, fabrica su nuevo y
m aravilloso m undo, qu e e s c a p a a la s ley es
de la m ateria, p orque tiene la s su y a s propias.
Leyes que determ inan en el reino de su m ente
e s a esp ecial com prensión de la forma, vista
como poesía y com o tal rep rese n tad a luego.
Esta libertad espiritual es u n a de la s m ás
se g u ra s características de nuestro artista, li­
b erta d qu e le perm ite m overse sin reato s
entre las im ág en es de su fan tasía. Y porque es
artista, es decir, p oeta, la expresión de la for­
m a surge d e su pincel a l com pás del ritmo
interior d e su vida, sin qu e se note ja m ás el
esfuerzo por huir de la representación, de la
re a lid a d m aterial y objetiva. No huye, no
n ecesita huir, sa le d e ella lentam ente, como
crisálid a qu e se d esp o ja de su capullo en pri­
m av era. No n ecesita huir d e la re a lid a d por­
que ja m á s fue ap risio n ad o por ella, n i a ú n en
sus com ienzos, cu an d o la tomó por m odelo;
porque y a entonces vivía librem ente en si
mismo, porque y a poseía en sí mismo ese
RETRATO ritmo propio a l cu al le b astó ab a n d o n a rse un
día, p a ra que él surgiera, arm ónico, en la
m ateria visible d e su o bra pictórica. Y porque
en sa m b la n y conectan en u n a fuerte unidad. esta o b ra es la transcripción de ese ritmo en
Estos a n u n c ia n y a la pintura constructiva. Los la s escrituras del color y d e la línea, es que
hom bres y la s co sas pierden valor figurativo, tiene e s a h erm o sa u n id ad qu e traza u n a cu rv a
p a r a adquirir esen cial significación de form as perfecta y cerrad a.
abso lu tas. La abstracción v a d esn u d an d o
todo de sus ro p ajes representativos p a r a d e­ A sí la inspiración se h a trasm u d ad o en co sa
jar libre la ca lid a d su stan tiv a y geom étrica. dim en sio n al y m edible, punto g en erad o r de
la em oción qu e surge en nosotros, esp ectad o ­
T odavía h a y en ella lu g a r p a ra la figura­ res del d ram a , a l contem plarla; lazo d e unión
ción, pero esta h a dejad o y a de pertenecer entre nuestro sentim iento y el del artista.
a l m undo d e la re a lid a d exterior p a r a p erte­
n ecer a l nuevo m undo de la tela. El pintor dis­ E n ca m ad o en la m ateria d u rad e ra , tra n s­
g re g a a su arbitrio e s a re a lid a d p a r a recom ­ cripto con los signos p articu lares a su arte, el
ponerla en el cuadro, crean d o un orden n u e ­ m undo d el color, qu e vive en sus telas, no es
el m undo visible, sino el mundo de las emo­ tros ojos, mientras la sub ray an los silencios
ciones del artista, único capaz de crear o des­ sumisos de las sombras.
p ertar en nosotros ese otro mundo de emo­
Luz que no es sino la palpitación misma
ciones que vibra en arm ónicas resonancias
del ritmo de un alm a; signo de un misterioso
con aquél.
temblor de vida. Luz que no está en los colo­
Porque en el arte de Arzadun, el mundo de res sólo p ara el goce sensual de quien los
las im ágenes dim ensionales y coloreadas, for­ mira, sino p ara determ inar los espacios, es
m a u n a síntesis con el mundo de las im áge­ decir, p ara crear el espacio, que no puede
nes so ñ ad as. Porque la idea es una con la existir sin la luz.
expresión. Porque no se nota en su obra ni
trazas de u n a ruptura entre el concepto y la
forma.

Esa ruptura que en la obra do muchos a r­


tistas se evidencia, está provocada por el he­
cho de h ab e r vuelto los oios hacia afuera,
h a c ia la im itación servil de la g astad a forma
del m undo, de la im agen agotada, de la m a­
teria c a n s a d a y exhausta. Por haber apartado
la s pupilas del propio mundo interior y por
no h a b e r sabido consagrarse al noble em­
p eño de traducirlo.

En la obra de A rzadun —virtud de su ínti­


m a e ingenua libertad espiritual—, la verdad
a p a re c e lum inosa: porque la verdad de la
o bra e stá en la com pleta realización de la
síntesis del concepto con la m ateria expresiva.
Síntesis, es decir, unidad. Y porque esa uni­
d a d existe, la obra adquiere u n a personali­
d a d definida y enérgica. La luz que ilumina
c a d a tela es la su y a propia, la única que
podría soportar. No pudo ser otra, ni servir
p a ra proyectar otras som bras, sino aquellas
qu e en el p aisaje se adensan. No es copia
d e la luz que ilum inaba ese paisaje o esa COMPOSICION
figura rendidos a sus ojos; es la que lucía en
el interior del alm a del artista. Y no podía ni
d e b ía ser otra. Así el color, al ap resar la luz en todos los
. *
ángulos del espectro —com binados y dirigi­
En p aisajes y en figuras, la luz existe con
dos por el artista como notas m usicales— nos
u n a precisión de cosa necesaria. Y tiene una
da, por obra del contraste, esa simbolización
p ro p ied ad ta n suya, tiene un tan vehemente
del espacio, que perseguim os en la forma.
espíritu, nos cautiva y nos fuerza a entrar en
Simbolización del espacio, es decir del tiem­
su círculo con ta l imperio, que reconocemos,
po. Perennidad y pureza, a través de la forma,
su sp en so s de em oción, el garfio de las cosas
variable y corruptible.
vivas, v en id as a nosotros a través del color y
d e la línea, desde las m ás misteriosas profun­ Por eso. la línea que cierra la luz en sus
d id a d es del artista; no id a a él desde la subs­ espacios, es sobria en extremo, con e sa so­
ta n cia externa. Esta luz interior lo condiciona briedad del que aprehende sólo lo esencial y
todo: las lín eas se inclinan ante su ley y los con la esencia lo dice todo: lo constante y lo
colores la traducen fielmente, la gritan a nues­ mudable.
Esta afición a la luz por la luz, por lo que
El concepto poético de la form a se nos a p a ­
ella tiene d e intrínsecam ente bello; del color
rece con toda libertad, dicho m uy alto en el
trazo que no copia sino que sigue aquellos por el color, por lo q u e él tiene d e arm ónico y
linderos de la luz que el color v a determ inan­ de dulce; de la lín e a por la línea, por lo que
do. De e sta suerte, el espacio ocupado por la ella tiene de eq uilibrado y rotundo, d eb ían
form a re a l h a lla en la tela su n atu ra l u b ica­ llev ar fatalm ente a A rzadum a in d ep en d izar­
ción, sin violencias, sin la s c a d e n a s de su ­ se c a d a vez m ás del tem a. U na figura no es
jeción im itativa de todos los que, creyéndose tal, ni un p aisaje, ni un objeto, sino en c u a n ­
artistas y libres, están en re a lid a d prendidos to son com binaciones arm ó n icas de p lan o s y
por la ca rn e de sus ojos a la corporeidad e s­ de colores, no por lo q ue ellas significan; a
tricta de la s cosas. La au tén tica realidad , la lo m ás por el sím bolo rem oto que p u ed a n
q u e n a c e en el espíritu a l contacto fecundador ocultar. El tem a—y no es mi intención d esco­
d eu m undo, no nació n u n ca p a r a ellos porque nocer su im portancia, ni su enorm e p o d er su­
solo p u ed e n a c e r en la s a lm a s p lenam ente li­ gestivo — se v a alejan d o c a d a vez m á s del
b e ra d a s. pintor, en su vuelo h a c ia lo abstracto, en un
goce d e los v alo res exclusivam ente pictóricos,
Por eso el color y la luz producen en n u es­ por lo que ellos en cierran en sí de belleza con
tros ojos un p la ce r q u e no persiguió el artista; prescin d en cia de todo h u m an o significado.
y b rotan d e su p aleta , brillantes y nítidos,
Por otra p arte su afición a d estac ar los planos,
y endo a o cu p ar en la tela el lu g a r exacto que
la s aristas y 'l a s líneas, d eb ían llevarlo c a d a
les correspondía. Y el volum en surge con to­
vez m ás h a c ia la s form as geom étricas y d es­
d a s su s dim ensiones, con la extraordin aria
m aterializad as. Ya en los cu ad ro s d e su p e­
profundidad q u e sólo e se justo em plazam iento
núltim a ép o ca p u ed e no tarse u n a m a rc a d a
d e la luz lo g ra d ar; o d e sa p a re c e , a p la n á n ­
ten d en cia a se ñ a la r la s aristas, p asan d o g ra ­
dose y tom án d o se bidim ensional, p a r a h a ­
d u alm en te de las form as cu rv as y d e los lí­
cem o s oir luego el canto nuevo de la s m elo­
m ites esfum ados, a u n a dem arcació n c a d a
d ía s e s p a c ia le s y num éricas.
d ía m á s a c e n tu a d a de los p lan o s y a u n a m a­
Entonces, com o u n a g rac ia esp ec ial conce­ n era poliédrica d e construir que elim ina la
d id a a la tra g e d ia cotidiana del crear u n a paz esfera y el cilindro en beneficio del cubo y del
m a rav illo sa se difunde sobre toda la obra. Los prism a. ¿Influencia del cubism o? No lo creo.
g rises ad q u ieren u n a p á tin a de p la ta vieja, M as bien n atu ra l evolución d e su tem p era­
e s a p á tin a de m isterio que ta n ta s veces a c a ­ mento. C uando A rzadun inicia esta m an era,
rició nuestros ojos cu an d o ellos se p o saron so­ h a c ía m ucho tiem po qu e conocía la s m ejores
bre la s cosas. Los oros de los jardines tom an o b ras del cubism o, sin qu e su ejem plo lo h u ­
reflejos de jo y a s an tig u as; el b lancor de los b ie ra tentado; h a b ía y a p a s a d o por los g ran ­
m uros se az u la d e cielo; el rizo del m ar tiene d es centros europeos, h a b ía pin tad o a la v era
la cu rv a grácil d e la s form as núbiles; la a n d a ­ d e los a u d a c e s innovadores, sin q ue su pincel
d u ra d e los hom bres y de la s m ujeres que se h u b ie ra m ovido h a c ia esos núcleos de
b ailan , ad q u iere ese g arb o esp ecial que es la atracción. Sin d u d a A rzadun como todo pintor
nobleza de la form a en m ovim iento; la lividez m oderno, como to d a la escu ela d e París, es
de la torm enta ad q u iere u n a m ística tonali­ hijo d e C ézanne. Y el cam ino d e C ézanne
d a d . Ja m ás el pintor h u b ie ra logrado e s a d is­ lleva tam bién a l cubism o. Pero es que en Ar­
tribución de la luz si se h u b iera uncido servil­ zadun, e s a m odalidad, qu e ta n bien puede
m ente a l yugo de la copia ex tem a y p u ra ­ a p re cia rse en su ce le b ra d a tela "La N avidad
m ente m aterial. Jam ás, si la m ateria no hu b ie­ de los Niños", a p a re c e con g ran posterioridad
r a an tes integrado su espíritu, hacién d o se a su retorno d e Europa. Por eso m e inclino a
ca rn e in m aterial de su id ea, co n su b stan cián ­ p e n sa r qu e no fué ese el cam ino qu e recorrió
dose con su p ropia alm a. Ja m ás h u b ie ra tra ­ su espíritu. Fué m á s bien el minucioso estudio
ducido e s a inefable dulzura que se difunde en d e la luz, no tanto en sus m atices y atm ósfera
todos su s p aisajes, en to d a s su s figuras, con envolvente — que es m ás estudio del aire, y
la re a l se re n id ad q u e tienen el cam po, los conduce a l im presionism o — cuanto en los
jardines y los rostros. p lan o s que sus v arias coloraciones e intensi-
d a d e s determ inan. Puesto y a en la ruta de
observarse, que ac u sa el modo sincero e in­
estab lece r y ac en tu ar tales planos, el tem a se genuo con que em prendió la n u ev a etap a. Si
le fué diluyendo en la persecución ac e n d ra d a su pintura d eja de ser claram ente rep resen ta­
d e la s form as geom étricas. Q u ed a n entonces tiva, el tem a concreto y aú n hum ano, no des­
com o solos v alores prim ordiales, los que di­ ap a re c e del todo, sino que se trasluce como
m a n a n de la s com binaciones y a m o n io s de v a g a rem iniscencia, que informa sin em bargo
eso s p lanos. Los m ism os escorzos, la s penum ­ la u n id ad de la obra. En sus prim eros cu a­
b ra s huidizas, que ac u sa n la profundidad y el dros constructivistas, la tem ática concreta es
volum en, se v a n h aciendo raros; y, sin sa b er­ evidente a p esar de la deform ación im puesta
lo ta l vez. el pintor, por la sola virtud de sus por la finalidad última de construir arm onías
cam bios tem peram entales, v a dejando el te­ de planos, líneas y colores.
m a concreto por la abstracción geom étrica y
Así, poco a poco, y con en tera fidelidad a
si mismo, llega A rzadun a integrar el grupo
constructivo. No es mi ánim o en estos m om en­
tos, discutir esa escuela. Repito solam ente que
es dig n a de la m ás alta consideración por la
a c en d rad a pureza que la alim enta. No creo,
como el m aestro, que la pintura representati­
v a esté destin ad a a d esap arecer. Ella d a s a ­
tisfacción a u n a forma de em otividad h u m a­
n a que p erd u rará siem pre; como el arte a b s­
tracto satisface otros aspectos de la emoción,
de raigam bre m ás intelectual pero no m enos
hum ana.

Por lo dem ás, el estudio de la historia del


arte nos m uestra que las form as concreta­
m ente rep resen tativ as y la s abstracciones
geom étricas, constituyen dos g ran d es corrien­
tes de la expresión que y a ap u n tan am b as
en los albores de la h u m an id ad y perduran a
través de todas sus etap a s evolutivas. Dos
corrientes, dos tendencias, dos m odos tem pe­
OLEO ram entales, traducidos en dos m odos de ex­
presión, en dos len g u ajes diversos, pero g e­
neradores, uno y otro de m aravillosas obras.

la s form as en volum en por las formas planas A rzadun h a p a sa d o de u n a forma a otra,


y bidim ensionales. como A m alia Nieto, como el mismo Torres
G arcía. Esa tardanza, e sa vacilación, se ex­
.L a v en id a de Torres G arcía, fué en su vida
plican cabalm ente, si se tiene en cuenta que
la cata rsis que precipita el fenómeno y a ini­
nos hallam os en u n a h ora de pintura cruda­
ciad o y que orienta fuerzas en potencia. No de
m ente representativa, que se ab re paso vio­
otro m odo podría explicarse el que un hom­
lentam ente con el Renacim iento y que y a
bre m aduro y en p le n a posesión de sus m e­
evoluciona h ac ia n u ev as formas. Muchos son
dios técnicos, a b ra z a ra la nuev a escuela, a la
los que hoy b uscan sus cam inos. El mismc
q ue tantos se h a n resistido, si no hubiera h a ­
neoclasicism o que hoy su b y u g a la m ayoría
llad o en sí el grano que h ab ía de brotar en
de las paletas, no es sino u n a forma de tran­
el n uevo suelo.
sición. No quiero con esto h acer de agorera,
Al revés de los neófitos del arte construc­ ni p reanunciar el constructivismo p a ra la so­
tivo, A rzadun no rom pe violentam ente con su ciedad de m a ñ an a . Tal vez no sea sino un a
p a sa d o . Toda u n a zona de transición puede forma fugaz. El arte no m archa solo, ni puede
d esvincularse de las d em ás form as de expre­ aporte p e s a rá siem pre, y en m ayor o menor
sión; m enos a ú n de la total organización de m ed id a se rá fuerza determ inadora de un a mis­
la so ciedad. Y convengam os en que, en el teriosa resultante h a c ia la cual vam os y que
ca o s a c tu a l en que vivim os, poco sab em o s de em pero desconocem os totalm ente. Por eso he
lo q u e v e n d rá m a ñ a n a . reclam ad o siem pre con fuerza, y m uy alto, la
libertad p a ra el artista, condición ineludible
No es solo la estructura económ ica y social
p a ra que su o bra ten g a significación. Y por
la q u e está en juego en esta hora, es la es­
eso alab o sobre todo en Arzadun su libertad,
tructura m ism a del pensam iento y a ú n de la
su sinceridad y su ac e n d ra d a honradez.
lógica la que se reorganiza. En esta oscuridad
y en esta d u d a . ¿Q ué puede, qué d eb e h acer Es A rzadun un pintor, y lo será siempre,
el artista? O bed ecer a su n atu ra l tendencia, cu alq u iera s e a el rum bo que lleve su camino,
seguir los dictados de su naturaleza, con en ­ porque tiene en él la suprem a razón p ara
tera libertad, con sinceridad absoluta. Su serlo: es un poeta.

C l o t i l d e Lui si P o d e s t à

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