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Definición:
Anteriormente, definir la palabra “apocalíptica” planteaba un serio problema, pues no
se tenía claridad del término, algunas veces se aplicaba en referencia a un cuerpo literario,
al contenido de tal literatura o a movimientos sociales con ideologías fuertemente
arraigadas en este campo. Dicha falta de precisión impulsó a un arduo trabajo con el afán
de establecer una terminología más diferenciada.
K. Koch, en su libro de 1970, “Ratlos vor der Apokalyptik”, hace una señalada distinción
entre “apocalipsis” y “apocalíptica”. Para él, apocalipsis era una de las diversas tendencias
existentes en la literatura de Israel que incluía varios rasgos característicos: 1) Diálogo, en
el que un representante celestial revela, a menudo en una visión, información secreta
sobre el destino humano a un vidente del que se hacen constar sus atormentadas
reacciones ante la experiencia. El vidente comunica el mensaje mediante discursos,
exhortando a los fieles a la perseverancia en el presente tiempo de angustia, porque el
final de las tribulaciones y el comienzo de la nueva era están a punto de llegar. 2) El autor
suele recurrir al seudónimo de un héroe antiguo y, expresa su mensaje con imágenes
míticas y simbólicas. 3) Los apocalipsis, son obras compuestas, resultado de largos
procesos de evolución literaria.
En un segundo momento, afirma que “apocalíptica” hace referencia a un movimiento
histórico intelectual, con ideas típicas de las cuales enumera ocho:
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P. Hanson, está de acuerdo que “apocalipsis” se debe aplicar a un género literario,
pero, se debe distinguir de “apocalíptica”, “escatología apocalíptica” y “apocalipticismo”. Al
referirse a la apocalíptica, pretende distinguir el pensamiento apocalíptico de la literatura
profética: perspectiva religiosa que se centra en la revelación hecha al elegido de la visión
cósmica de la soberanía de Yahveh. Con el término apocalipticismo designar un fenómeno
social de aquellos grupos para los que la escatología apocalíptica se ha convertido en
ideología. Hanson reconoce el pesimismo como una disposición anímica que da origen al
pensamiento apocalíptico, y lo sitúa en “las sombrías circunstancias postexilicas”.
J. Collins, al término de las variadas observaciones y ajustes, da la definición de
apocalipsis mayormente aceptada: “Un apocalipsis es un tipo de literatura de revelación
que, en un marco narrativo, presenta una revelación transmitida por un ser celeste a un
destinatario humano y que desvela una realidad trascendente, a la vez de orden temporal,
en la medida en que concierne a la salvación escatológica, y de orden espacial, por tanto,
que implica otro mundo, el mundo sobrenatural. [Semejante revelación] tiene como
finalidad interpretar las circunstancias presentes y terrenas a la luz del mundo
sobrenatural y futuro e influir a la vez en la comprensión y el comportamiento de los
destinatarios por medio de la autoridad divina”. (TOMADO DEL CUADERNO BÍBLICO N. 110)
Origen.l
Desde los tiempos del destierro, y sobre todo con las conquistas de Alejandro
Magno y la imposición del poder y la cultura griegas en el próximo Oriente, y, más
aún, con el dominio romano, Israel no sólo experimentó la superioridad de las
naciones extranjeras, sino que vio amenazadas su fe e instituciones tradicionales.
La profanación del templo y la persecución del judaísmo por parte de Antíoco IV
Epífanes, la toma de Jerusalén y destrucción del santuario por Tito, y otras
tragedias más, avivaron en muchos judíos el celo por su fe y motivaron una toma
de conciencia más profunda de su identidad nacional y religiosa, llevándoles a
buscar respuesta a aquellos males cuya magnitud sobrepasaba lo escrito en la
Ley y los Profetas.
Personas de profunda sensibilidad espiritual y a veces notables dotes
literarias compusieron obras en las que expresaban la esperanza en un futuro
distinto para Israel. En esas obras quedan recogidas tradiciones o quizá escritos
anteriores, cuya formación se remonta al siglo III a.C. e, incluso en el caso de
algunos materiales de carácter astrológico, hasta la época del destierro en
Babilonia. Todo ello con el afán de mostrar la absoluta soberanía de Dios y sus
designios salvadores hacia el pueblo elegido. Estas obras literarias llamadas
apocalipsis manejarán dos recursos literarios, por una parte la pseudoepigrafía,
poniendo como receptores y mediadores de misteriosas revelaciones a insignes
personajes del pasado que de alguna manera vivieron situaciones análogas (Henoc,
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Abrahán, Moisés, Elías, Baruc y Esdras…). Por otra parte la actualización de temas
presentes en la tradición anterior, oral o escrita, reelaborados para iluminar la nueva
situación; especialmente el diluvio en 1 Hen y el destierro en 2Bar, 3Bar y 4Esd, o la
construcción de la torre de Babel en ApAbr.
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La conclusión general que se debe sacar de estos datos es que profecía y sabiduría
mántica, que parecen ser las fuerzas más eficaces que actúan sobre los escritores
apocalípticos, son fenómenos que guardan estrecha relación entre sí y comparten el rasgo
de la revelación divina de secretos relativos al futuro a un receptor humano para su
divulgación a un público concreto.
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Contenido
En los apocalipsis no sólo se plantea con dramatismo la cuestión del origen del mal y
sus consecuencias para el pueblo de Israel e incluso para todos los hombres, sino que se
especula ansiosamente sobre el momento en que el mal será definitivamente vencido
mediante el juicio de los pecadores y la instauración de un mundo nuevo. En estas obras
se encuentran descripciones de los misterios celestes concernientes a Dios (su morada, su
trono, sus ángeles), a los astros y fenómenos atmosféricos como signos del poder divino
(puertas de los vientos, depósitos de la lluvia, de la escarcha, etc), o a la orientación de la
historia desde su comienzo a su final, expresión asimismo de la soberanía de Dios.
De manera esquemática, podemos decir que en los apocalipsis se describe el cielo, se
da una explicación del origen del mal y se narra la victoria definitiva de Dios sobre el
mismo. Esto permite contemplar la grandeza del Dios de Israel, a confiar en Él y a
prepararse para los momentos finales.
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Jeremías (650-586 a.C.) pronuncia palabras de consuelo y de esperanza para los
desterrados pensando en “el día” en el que Dios va a intervenir (30,7), se trata del anuncio
de un cambio que se va a dar en la historia guiada por la providencia de Dios. Ezequiel, en
torno al destierro y la vuelta del mismo, emplea las imágenes de la resurrección de los
muertos y la re-creación del hombre (11,19;37,12). Este profeta, además, proyecta una
reconstrucción del Templo de Jerusalén, una restauración del culto, una partición de la
tierra prometida y una renovación de Jerusalén que reflejarían verdaderamente la
presencia de Dios y de su justicia. Todo ello dio nuevas esperanzas y afirmaciones sobre la
intervención de Dios, sobre el «día del Señor».
En épocas de Esdras, s. V, la creencia en el final de este mundo material se desarrolla
entre judíos que consideran que este mundo, incluso en su orden cósmico, está tan mal
que es necesario que Dios cree un mundo nuevo, y acuden a la tradición sobre el diluvio
signo de nuevos cielos y nueva tierra y, el modelo de lo que va a ocurrir cuando Dios
intervenga de nuevo. En una obra judía del s. IV a. C, el Libro de Noé, recogida en buena
parte en una recopilación posterior que se presenta como cinco libros de Henoc, en el libro
primero el poder de Dios está corroborado por las visiones que Henoc tiene de los
misterios de los fenómenos naturales e indica que sólo al final de los tiempos se
manifestará gloriosamente el Mesías; a la manera de la del Siervo del Señor Is 52-53, pero
se añade que él castigará a los pecadores junto con los ángeles rebeldes, y exaltará a los
justos resucitándoles para que vivan en una tierra transformada (l Hen 50-51). Ahí se habla
de la resurrección de todos los muertos para el juicio: “En aquellos días la tierra y el
infierno (los infiernos) restituirán lo que se les ha confiado. El Elegido separará de entre
ellos los santos y justos, porque habrá llegado el día en que éstos se salven. El Elegido se
sentará aquel día en su trono y todos los secretos de la sabiduría saldrán de su boca,
porque el Señor de los espíritus se los ha confiado y lo ha glorificado (1Hen 51. 83-84). En
la época seléucida (197-142 a.C.), con la opresión y persecución por parte de Antíoco
Epífanes, se fue avivando aquella conciencia del fin y la intervención divina.
El profeta Daniel viendo que con la profanación del Templo el año 167 a.C, el mal había
llegado a un límite intolerable, anuncia que la intervención se ha de dar de inmediato con
la restauración definitiva de Israel (9,24-27). El profeta hace referencia a esta acción divina
mediante imágenes peculiares (2,31-45; 7,15-28), y afirma que el Dios del cielo hará surgir
un reino que jamás será destruido, y este reino no pasará a otro pueblo (2,44).
Para algunos autores de la época de Jesús que muestran tendencia apocalíptica, el
mundo está tan corrompido, que no tiene más futuro que su desaparición, con la creación
por parte de Dios de unos cielos y tierra nuevos donde instaure el reino en el que habrá de
reinar el Mesías. Para otros autores en cambio, se dará una transformación radical con la
instauración en este mundo de un reino regido directamente por Dios en el que haya
desaparecido el mal y todos los pueblos estén sometidos a Israel. Las representaciones
sobre el final son por tanto muy variadas y algunas de las ellas aparecen en el Nuevo
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Testamento para expresar el mensaje de esperanza cristiano. Pero éste está enraizado en
las palabras de Jesús y tiene como fundamento el acontecimiento histórico de su muerte y
resurrección. Bajo esta luz se comprende la escatología cristiana, aunque muchas cosas
concretas, como por ejemplo la forma en que resucitarán los muertos, o cómo será el
mundo tras la renovación universal, quedan todavía en el misterio.
Según los Evangelios sinópticos, la enseñanza de Jesús está centrada en la llegada del
«Reino de Dios». Esta expresión, propia de la predicación de Jesús, pero enraizada en la
religiosidad y esperanza judía, atañe tanto a la vida del hombre en la tierra como a su
destino tras la muerte, tanto al desarrollo de la historia y del mundo como al final futuro.
La proclamación más original de Jesús es que el Reino de Dios ha llegado con su presencia
y sus obras: “si yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, es que el Reino de Dios ha
llegado a vosotros” (Mt 12,28). Pero el Reino de Dios que Jesús anuncia es muy diferente
del que proponían las corrientes apocalípticas de su tiempo centradas en el predominio
político de Israel. “El Reino de Dios no viene con espectáculo; ni se podrá decir: "Mirad,
está aquí, o "está allá; porque, daos cuenta de que el Reino de Dios está ya en medio de
vosotros” (Lc 17,20-21). Así pues, el sentido del desarrollo de la historia y su final queda
expresado en algunas parábolas del Reino, como las de la semilla que va creciendo hasta
que se recoge la cosecha (Mt 13,24-30.36-43). Jesús ve su realización de manera
progresiva, que culmina en la recolección final por parte de Dios. De esta forma Jesús
enseña ya el carácter transitorio de esta etapa del mundo y anuncia que incluso el Templo
de Jerusalén será destruido (Mt 24,1-2).
Los discípulos de Jesús participaban de la inquietud apocalíptica que predominaba en
algunos ambientes judíos de su tiempo. En el evangelio se cuenta que estando él sentado
en el Monte de los Olivos, se le acercaron sus discípulos a solas y le preguntaron: “dinos
cuándo ocurrirán estas cosas y cuál será la señal de tu venida y del final del mundo”. A
esto, Jesús da primero un imperativo: “no se dejen engañar por nadie”, luego, recurriendo
al profeta Daniel, les hace conscientes de los actos abominables previos al final, seguido de
ello le da algunas recomendaciones y concluye señalando su segunda venida: “Entonces
aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y en ese momento todas las tribus de la
tierra romperán en llantos. Y verán al Hijo del Hombre que viene sobre las nubes del cielo
con gran poder y gloria” (Mt 24,3.15-17.29-30). A las preguntas ansiosas de los discípulos
sobre el cuándo y el modo en que llegará el final, Jesús no responde realmente. En cuanto
al momento del fin las palabras de Jesús son tajantes: “Mas de aquel día y hora, nadie
sabe nada, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mt 24,36; Mc 13,32). Ese
momento está en el misterio de Dios. La respuesta de Jesús se refiere a la historia, al
tiempo que ha de transcurrir antes del fin. Antes de que ocurra es necesaria la
perseverancia en la fe en él (Mt 24,4-13), la tarea de predicar el evangelio (Mt 24,14) y la
vigilancia (Mt 24,13.42-44; Mc 13,3337).
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En cuanto al modo en que Jesús presenta el final recurriendo al lenguaje propio de los
apocalípticos de su tiempo (señalando el drama de la historia humana). Por otra parte,
Jesús recoge las metáforas proféticas, desarrolladas en la apocalíptica, referentes a la
transformación del mundo creado (Mt 24,29) y a la forma de realizarse el juicio de Dios
(Mt 24,30-31). Pero, cual es la distinción del mensaje de Jesús en contraste con los
apocalípticos. El no predice tiempos ni momentos, sino que une la llegada del Reino a su
presencia entre los hombres, y a su acción. Y al mismo tiempo habla del Reino como la
manifestación suya en gloria al final de los tiempos. La conclusión es que el Reino de Dios
comienza con la venida, muerte y resurrección de Jesús. Tiene una dimensión
metahistórica de juicio personal sobre cada hombre, por lo que cada uno debe estar
vigilante (Mt 24-25), y una dimensión futura que concluirá con la recogida de la cosecha y
la venida gloriosa del Hijo del hombre (Parusía).
LIBRO DE DANIEL
Características
El título del libro hace referencia a su protagonista, este libro recoge las visiones que el
mismo Daniel contó o puso por escrito. En la Biblia cristiana el libro de Daniel es el cuarto
de los profetas mayores. En las versiones griegas aparece junto con Isaías, Jeremías y
Ezequiel, sin guardar un orden fijo; en la Vulgata viene después de Ezequiel por considerar
a Daniel un profeta del destierro. En la Biblia hebrea Daniel figura entre “los Escritos”, a
continuación del libro de Ester y delante de los de Esdras y Nehemías, pues, cuando fue
redactado ya estaba formado y cerrado el conjunto de libros denominado “los Profetas”.
Las versiones griega y latina del libro de Daniel son más amplias que la hebrea, pues
incluyen: la oración de Azarías y el canto de los tres jóvenes en el horno, la historia de
Susana y las del ídolo Bel y del dragón. Judíos y protestantes consideran apócrifos estos
pasajes, por su parte, la Iglesia católica los tiene como canónicos.
El nombre de Daniel significa “Dios es mi juez”, y en la Biblia designa a un personaje
famoso por su justicia y su sabiduría, sin embargo, no se le puede situar históricamente.
Más bien parece que se trata de una figura y un nombre legendarios que se toman como
argumento para componer historias y visiones de distintas épocas que, finalmente, llegan
a ser integradas en una sola obra. De Daniel se tienen referencias en Ezequiel que lo
menciona junto a Job y Noé citándolo como un sabio sin par. Aparece asimismo en un
texto de Ugarit del siglo XIV a.C. como nombre de un rey que juzga la causa de la viuda y
defiende al huérfano. En el antiguo Israel varias personas llevaron ese nombre: un hijo de
David, según 1Cro 3,1, y uno de los que retornaron del destierro, según Esd 8,2; Ne 10,7.
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Contenido y estructura.
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Dios y con la resurrección de los muertos. Después Daniel ve a otros dos personajes a los
que el hombre vestido de lino les comunica cuándo llegará aquel final.
3) Tercera parte: Otras historias de Daniel.
Esta última parte del libro (presente solo en las versiones griegas y latinas) se compone
de los capítulos 13 y 14. Expone tres historias de Daniel, contadas por un narrador, en las
que se muestra la actuación del profeta frente a la perversidad de los jueces judíos y a la
idolatría de los paganos: El juicio a Susana librada por Daniel de los jueces mentirosos.
Posteriormente, Daniel desenmascara el engaño de los sacerdotes de Bel y, da muerte al
dragón considerado por los babilonios como dios vivo. Por desenmascarar la idolatría
pagana de Babilonia, Daniel es arrojado al foso de los leones. El rey, al descubrir al séptimo
día que Daniel está vivo, lo saca del foso y alaba al Dios único.
Enseñanza teológica.
El autor del libro, por una parte, recoge las historias de Daniel que contienen una
visión teológica acerca del dominio divino sobre los reyes de la tierra y acerca de lo que
Dios otorga a los que le son fieles. Por otra, actualiza aquella enseñanza en las visiones que
tiene Daniel, proyectando a un futuro inmediato la realización del dominio universal de
Dios en favor de su pueblo, y ofrece un motivo de esperanza para seguir manteniendo la
fidelidad. Estos son los aspectos más relevantes de su comprensión de Dios y del mensaje
que dirige al pueblo.
a) El Dios de Israel es el único Dios.
En las historias de Daniel se pone en evidencia que Dios da los reinos a quien quiere y
que remueve a los monarcas de los tronos según su voluntad. Además Dios da a conocer a
los reyes que Él es el soberano universal. Junto a esto, Dios manifiesta su poder librando
de la muerte a los que confían en Él, ante tales manifestaciones divinas los reyes
reconocen al Dios de los judíos como el Dios Altísimo, y colman de favores a Daniel y a sus
compañeros. Esas perspectivas se recogen y se actualizan en los momentos críticos de la
persecución, tal como aparece en las visiones de Daniel. La sucesión de los imperios
humanos está destinada a que se establezca el reinado de Dios. Aunque aquellos tienen su
gloria y su poder, reflejados en los metales de la estatua del sueño de Nabucodonosor o en
la ferocidad de las bestias, se trata de algo pasajero que entra en los planes de Dios para
que se realicen sus designios. Estos se cumplirán sin intervención humana, por voluntad
expresa de Dios mismo que otorgará el imperio a sus santos, destruirá los poderes
adversos a Él y salvará a los fieles resucitándolos de la muerte para que puedan participar
de la nueva situación.
Al final del libro, con el juicio de Susana, se pone de relieve que Dios es el Juez y Salvador
de los que han sido tratados injustamente y hace que brille su justicia. Sólo Él es el Dios
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vivo frente a los ídolos, que resultan ridículos, como ponen de manifiesto las historias de
Bel y del dragón.
b) Dios revela sus designios
Mediante la sabiduría que otorga a Daniel para interpretar sueños y visiones, Dios da a
conocer sus designios a los reyes.
En las visiones de Daniel, orientadas a dar a conocer los planes divinos en la situación
crítica de la persecución, Dios revela lo que va a suceder al final y cómo ha de cumplirse su
palabra. La revelación divina no se da ahora a Daniel sólo infundiéndole sabiduría, sino a
través de mediadores celestiales, ángeles como Gabriel, que explican las visiones o
experiencias interiores del profeta así como el texto de la Escritura, en concreto el del
profeta Jeremías. Esa diversidad de testimonios garantiza la verdad de la revelación divina
y su cumplimiento en lo que toca al futuro. Se trata, sin embargo, de una palabra
misteriosa que ha de guardarse sellada, como en secreto, pues sólo es accesible desde la
fe en Dios y en el poder de su intervención.
c) Mensaje de esperanza
El sentimiento más fuerte que el libro de Daniel despierta es la esperanza en Dios. Dios
salva en las situaciones límite como la del horno de fuego y la del foso de los leones. La
salvación viene a poner fin a las fuerzas del mal representadas en el rey que se alza contra
Dios, y en el establecimiento del reino de los santos. Daniel abre también, de manera
discreta, la visión positiva del futuro: “Poner fin al delito, cancelar el pecado y expiar la
iniquidad, para traer justicia eterna”. La salvación llegará no sólo a los que vivan en el
momento final, sino también a los que han muerto siendo fieles a Dios, pues en aquel
tiempo los muertos resucitarán, unos para vida eterna, otros para horror eterno. Es la
esperanza de la que participa el autor del libro y que quiere infundir en el lector. La
opresión y violencia que ejercen los tiranos tienen los días contados y el final se avecina.
d) Llamada a la fidelidad
El comportamiento de Daniel y sus compañeros en la corte de Babilonia sirve de
modelo a los judíos que viven en la diáspora. Daniel colabora con los reyes de los distintos
imperios y pone a su servicio las cualidades recibidas de Dios. Pero, por encima de todo,
Daniel y sus compañeros cumplen las exigencias de su religión. Tal conducta sirve de
modelo también en Palestina en tiempo de la persecución. El libro invita a pedir perdón
por las infidelidades del pueblo que ha transgredido la Ley de Moisés. Por eso los que
destacan en el pueblo son aquellos que conocen la Ley, los doctos, y la enseñan a los
demás. Ellos sufrirán más en la persecución, pero les servirá de purificación para el
momento final. Esta es la fidelidad que pide el libro de Daniel.
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Desde el punto de vista cronológico Daniel es el último libro profético del Antiguo
Testamento, y por tanto el más cercano al Nuevo. A la luz de éste podemos decir que
Daniel orienta directamente la esperanza del pueblo judío hacia Jesucristo, y prepara los
corazones para acogerlo como el Mesías que instaura definitivamente el Reino de Dios.
Jesús mismo se presenta bajo el título de Hijo del Hombre que Daniel había dado al
mediador de la salvación, y proclama que con Él llega el Reino de Dios prometido
reiteradamente en el libro de Daniel.
Cuando Jesús habla del final de īmlos tiempos retoma los signos y las expresiones
utilizadas en el libro de Daniel, tales como la presencia de la abominación de la
desolación en el santuario 83.
El libro del Apocalipsis se parece extraordinariamente al de Daniel, en cuanto que
también por medio de visiones Juan recibe la revelación de lo que va a suceder al
final de los tiempos, con la instauración plena del Reino de Dios simbolizado en la
nueva Jerusalén que baja del cielo.
El Apocalipsis recoge muchas de las imágenes y expresiones del libro de Daniel y las
desarrolla desde perspectiva cristiana, hasta el punto de que sería prácticamente
imposible entender el Apocalipsis sin el trasfondo de Daniel, En ambas obras se
emplea el mismo género literario de “revelación” para ofrecer un mensaje de
esperanza y para presentar la llamada a la fidelidad.
Sólo a la luz del Evangelio y de la promesa de Jesús sobre su segunda venida se
comprende, en profundidad, el libro de Daniel y sus imágenes acerca del momento del fin
y de la acción y el juicio de Dios al término de la historia. Cristo resucitado y sentado a la
derecha del Padre es el Hijo del Hombre al que se le ha dado el poder, el imperio eterno y,
al final de la historia vendrá de nuevo a juzgar a vivos y a muertos.
BIBLIOGRAFÍA
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hombres y acciones de Dios. La historia de la salvación en la Biblia, RIALP, Madrid
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Bíblico 110), Estella
AAVV, Sagrada Biblia IV, Libros Proféticos, EUNSA, Pamplona 2002, Introducción
y notas a Daniel, pp. 864-948.
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