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“No siempre es malo recordar”

Mariola Sampedro Laranga

O SIEMPRE
ES MALO
RECORDAR

Mariola

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“No siempre es malo recordar”
Dedicado a todas las mujeres que, a pesar de lo dura que es la
vida, aún siguen creyendo en el amor.
Mariola

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CAPÍTULO: PRIMERO

María sentada en un taxi pensaba en las pocas ganas


que tiene de fiesta, hubiera deseado quedarse en casa
trabajando.
– La realidad es que desde que te conozco no te he visto
divertir ni un día, sólo trabajo y más trabajo.
– Es lo que he elegido hacer en mi vida, hago lo que más me
gusta, he elegido una profesión que me fascina, para mí no ha
sido un sacrificio.
– Debieras divertirte más.
– Ya lo hago.
– Convendría que te relacionaras un poco más con personas
que están socialmente en una posición alta... necesitas escalar
más alto.
– ¿Para qué?
– ¡Venga! Si quieres ascender necesitas tener más relación con
otro tipo de gente que no sean tus subordinados.
– Alejandro, no tengo ganas de discutir contigo. – Respira
profundamente y prosigue – Estoy demasiado cansada; no
comprendo cómo me he dejado engatusar por ti para que me
llevaras a esa cena; de aburridos y engreídos nuevos ricos.
– No seas desconfiada, no juzgues predeterminadamente.
Además, conoces a casi todas las personas que van a ella.
– No tengo ganas de relacionarme con nadie.
– Debes conocer al joven con el que tendrás que trabajar los
próximos seis meses.
Por unos segundos ambos permanecen en silencio.
María mira por la ventanilla del automóvil negro con la mirada
perdida. Alejandro aprovecha para observarla, le gustaba
mirarla cuando ella no podía advertirlo, la observaba con
detenimiento. Había elegido para la ocasión un vestido de tiras
“No siempre es malo recordar”
color celeste con flores grandes pinceladas en castaño, era
corto dejando ver las piernas bien hechas de la mujer. Las
sandalias, al igual que el bolso, castaño y de plataforma hacían
que María aparentase más alta. El vestido se ceñía al cuerpo
menudo, pero bien formado de aquella morena de cabello
largo. El pelo recogido en un moño dejando caer sobre la cara
y su cuello largo unos tirabuzones finos y bien formados. Se
pintaba muy suave porque decía que la frescura era más
hermosa que la falsa cara que había debajo de un montón de
potingues de algunas mujeres. Esto a Alejandro le parecía muy
gracioso y cuando él se reía ella hacia que le iba a pegar, este
recuerdo hace esbozar en aquel cuarentón una gran sonrisa que
María no puede ver porque aún sigue perdida en sus
pensamientos.
María no era muy dada a maquillarse, sin embargo, con
poco conseguía resaltar su belleza; no es que fuese una mujer
hermosa, pero si se hacía interesante y porque no... Muy sexy,
su andar, su sonrisa, aquellos labios pequeños, pero sensuales
provocaban la excitación de Alejandro que tenía celos de todos,
era una joven, porque a sus cuarenta y uno años aparentaba
muy joven. Era una mujer que se llevaba muy bien con sus
compañeros de trabajo, continuamente dispuesta a ayudar a sus
"colegas" como ella siempre decía, no le importaba dedicar
tiempo extra para ayudar a quién le hiciera falta. Si por alguna
razón realizaba las funciones de relaciones públicas, la empresa
tenía garantizada la venta, su franqueza sorprendía a su
adversario dejándolo desarmado.
Pero no todo eran virtudes, María era autoritaria, le
gustaba el mando, eso de que todos hicieran lo que desde su
punto de vista era lo correcto, sí... realmente le gustaba mucho.
Orgullosa ¡hasta la médula! Como se suele decir; tenía un
genio tremendo y de ello era testigo Alejandro que muy
paciente siempre la apoyaba; no sólo era su jefe sino también

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un buen amigo y aunque casi nunca estaban de acuerdo se
llevaban y se entendían perfectamente.
A pesar de la alegría que a veces aparentaba, Alejandro
sabía que ella guardaba algo que no quería contar; a veces la
veía con la mirada perdida en sus pensamientos, era entonces
cuando los ojos de María reflejaban la tristeza, la soledad y el
dolor. Al principio Alejandro pensó que era debido al divorcio,
que no lo había superado, pero no tardó en comprender que era
otra cosa lo que traía la pena a los ojos de aquella mujer tan
decidida y tan segura y, sin embargo, tan frágil a la vez. María
había tardado en confiar en Alejandro, pero pasado un par de
años él se había convertido en su confidente y ella no tenía
secretos con él.
María gira la cabeza y mirando a los ojos azules de
aquel rubio y atractivo que estaba sentada a su izquierda.
– No entiendo como es que te has unido a la competencia, no
tiene sentido. No te perdonaré que te hayas fusionado al
enemigo.
– Los negocios son los negocios.
– Sí, pero no me hace gracia tener que trabajar con gente que
no conozco y menos con un niñato recién salido de la
universidad que se creen que ya lo saben todo.
– Al igual que todos sólo serán seis meses luego podrás volver
a trabajar con los tuyos.
– ¿Por qué no has buscado a otro?
– Eres la mejor que tengo, no podrán contigo. Además,
necesito una persona de confianza – hace una larga pausa antes
de continuar – Y no es un niñato – suspira – con 28 años tenía
su carrera de informática terminada con un máster que le
financió la empresa en la que trabaja. Además, señorita para
que se entere, mientras estudiaba trabajaba. Es muy
quisquilloso en cuanto a la gente con la que trabaja y no te
creas, tú eres una privilegiada.

“No siempre es malo recordar”


– Me siento ofendida. – No tenía entonación de enfado sino
todo lo contrario.
– No te rías, es muy serio todo esto.
– Lo siento. Pero me gusta aprender y no enseñar.
– Con él puedes aprender más de lo que tú te imaginas. Lleva
en la informática toda la vida.
– ¿Por qué dices tú que soy una privilegiada?
– Él sólo trabaja con los mejores. Todos los que trabajan para
él antes los pone a prueba. Muy pocos son aceptados en su
equipo. Y créeme – añade Alejandro – son muchos los que han
solicitado trabajar con él. Le gusta trabajar con personas que
tengan su carrera hecha, no por... discriminación sino porque
dice que tienen que entender lo que él diga, a la primera de otra
manera es perder el tiempo. Ha creado su propia empresa de
programación indistintamente de seguir trabajando en la que lo
ha apoyado siempre. A la mayoría los ha preparado él. Se dice
que son muy buenos juntos.
– Ahora sí que me siento humillada.
– No tienes porqué. Si hubieras hecho la licenciatura en vez de
haberte quedado con la ingeniería.
– No es justo, soy muy buena en mi trabajo. – Se sentía
enfadada.
– Él es mejor.
– Soy una buena técnica informática, una gran analista y una
estupenda programadora.
– El también – dándose de cuenta de su comportamiento
grosero. – Sé que eres buena en tu trabajo, no te intento
insultar, vales más que tu peso en oro, pero tu próximo
compañero no está dispuesto a que tú estés a su altura si no lo
vales, por tanto, demuéstrale tu valía.
– Te odio porque sé que tienes razón.
– No, no me odias, sólo lo crees.
María le sonríe, en realidad no está enfadada con él,

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sabe que no tuvo otra opción, a ella no le importa trabajar en un
puesto sin tanta autoridad mientras pudiese programar. Le
gusta el poderío, pero también sabe aceptar el mando.
Alejandro le deposita un beso en la mejilla – María –
hace una pausa – por alguna razón está atormentado, se ha
volcado tanto en su trabajo que asusta, tiene solo 32 años y ya
ha terminado también la carrera de matemáticas. – Alejandro
apoya la cabeza contra la pared del taxi – tiene su propia
empresa de informática con dos equipos propios, en realidad
este trabajo es para la empresa en la que ha trabajado tantos
años y que ha apostado por él, es un favor – Alejandro cierra
los ojos. – Por supuesto cobrando, pero un favor – María lo
observa como poco antes hiciera él.
Alejandro era un cuarentón muy atractivo, rubio de ojos
azules atraía a las mujeres fuesen casadas, solteras o viudas.
Era un rico muy cotizado entre las mujeres que cazan hombres.
Le era indiferente tener fama de mujeriego ya que reconocía
que era cierto y siempre advertía de que era incapaz de ser fiel
a nadie.
Alejandro adoraba a todas las mujeres, decía que les
daba lo que buscaban. Nunca fuera deshonesto con María
porque era la única mujer que conocía que no se interesaba por
su dinero. Alejandro le pidiera en varias ocasiones a María una
relación, pero ella sabía que si le daba lo que le pedía ella se
convertiría en una más de la lista. Era por esta razón por la que
se mantenía a distancia, evitaba así perder la amistad que entre
ambos había y, por tanto, siempre le contestaba "– Si te
acuestas con un amigo pierdes amante y amigo." Así que
Alejandro optó por conservarla como amiga, prefería tenerla
así a no tenerla de ninguna manera. Cuando la vio por primera
vez se prometió así mismo ampararla y apoyarla siempre
aunque era difícil porque María se valía sola para todo. María
era consciente de la protección de Alejandro y en su interior se

“No siempre es malo recordar”


lo agradecía.
Instantáneamente su pasado regresa a su memoria
rescatando de allí a un joven de veinte años, moreno, cabello
un poco largo y rizos. Cierra los ojos y a su mente le llega un
recuerdo... le ve como si lo tuviese delante, barba de tres o
cuatro días... se ríe... él decía que era incómodo afeitarse. Tenía
un cuerpo imponente, María siente un escalofrío sólo de
recordarle, era un cuerpo atlético de una persona que hace
ejercicio; un pequeño hoyo en la barbilla hace de aquel
chiquillo un joven muy interesante. Los labios bien hechos,
uniformes, sensuales, provocaba en las jovencitas el deseo de
besarlos. Tenía una mente lúcida, ingeniosa; aprendía a una
velocidad que desbordaba, era una persona muy inteligente,
erudita, todo él era de alguien que está vivo y lleno de sueños.
María esboza una sonrisa ante estos recuerdos, pero
poco dura al recordar aquella mirada segura de esos ojos verdes
y brillantes que se clavaban en las pupilas oscuras de ella.
Parecía como si fuese hoy, aun veía aquella mirada que penetra
como si sus mentes se conectasen comunicándose por telepatía.
Ella leía en él como un libro abierto, desconcertándolo, sin
embargo, él también podía leer en los ojos de ella.
María cierra los párpados e intenta ver la cara de quien
tanto desea, de quién tanto un día amó. No podía olvidarla,
siempre hacia que ella se sintiese especial, la ruborizaba, la
excitaba. Se sentía segura e insegura; a su lado el tiempo corría
como intentando ganar una carrera. Ella le llevaba nueve años
en cambio se sentía una adolescente a su lado, despertaba en
ella lo más infantil de su ser. Recordó su edad y sintió un
agudo dolor en su pecho, a su mente llegaron unas palabras que
ella le dijera una vez "Yo tengo una vida hecha en busca de
mejorar y tú que suerte, tú tienes todo un mundo por explorar".
De los ojos de María se escapan dos lágrimas que
resbalan por su mejilla e intenta apartar los recuerdos, para ello

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se pellizca una mano hasta que el dolor la devuelve al presente.
Alejandro saca un pañuelo de su bolsillo y le limpia las
lágrimas.
– Ojalá pudiese calmar ese corazón.
– Estoy bien sólo es el pasado. – ¿Por qué recordaba a Javier
continuamente?
– ¿Cuéntame algo más de nuestro anfitrión?
Alejandro la mira, ella le sonríe. Él siempre tan
impecable, tan perfecto en la vida, en la vestimenta... en todo.
– En sólo cuatro años logró la carrera de informática, un año
más e hizo un máster, financiado por su empresa que apostó
por él. Dos años más y se fue detrás de un doctorado, con
cuatro libros editados en informática; uno sobre análisis, dos
sobre robótica y otro sobre microprocesadores de la nueva
generación; ¡te das cuenta! Eso sólo lo puede hacer alguien que
tenga un don. El proyecto de fin de carrera dejó asombrado al
profesorado incapaz de hacer algo parecido. En el primer año
se ofreció a trabajar para HERMES S.A. sin cobrar nada el
primer mes, como demostró lo que valía el segundo mes cobró
igual que los demás. Al finalizar el año dijo que si no le
pagaban más se iba, como hay pocos como él, tuvieron miedo a
perderlo y lo contrataron fijo con un sueldo millonario y
franquicias altas por cada programa terminado; tiene un don
para los avances tecnológicos. Se hizo rico en pocos años,
siendo hoy en día muy solicitado. Creó su propia empresa sin
descolgarse totalmente de HERMES, le pagaban para que no se
le marchase. Con solo treinta y dos años tiene el mundo
informático a sus pies.
– Parece un genio.
– Lo es. – Alejandro hace una pausa, pensativo. – Sé que te
gustará.
– Me asusta..., yo no le llego a la suela de los zapatos, yo soy
una buena currante, pero no un genio... necesito mucho

“No siempre es malo recordar”


esfuerzo para casi cualquier cosa, se me da bien, pero...
– Él es muy trabajador, por eso sé que os llevaréis muy bien.
– ¿Y dinero?
– Sí, la verdad es que sí. Tú podrás comprobarlo al ver la casa,
un hogar así no se paga en cuatro años si no se gana mucho
dinero.
– Ni que viviera en una mansión.
– La casa a la que vamos es la de los padres y es como un Pazo
gallego que él les compró. Pero sé que tiene una casa
maravillosa e inmensa en algún lugar de los Pirineos. Los
padres viven aquí a las afueras de Madrid, pero creo que él no,
por lo menos no la mayor parte del tiempo, le gusta trabajar en
la montaña y lleva a su equipo o equipos para allí hasta rematar
los trabajos.
– Sigo diciendo que me asusta, alguien así tiene que ser...
– No sigas, te gustará, te lo prometo, antes de conocerlo todo
eran prejuicios sobre él, pero tras conocerle... creo que tengo
que sacarme el sombrero.
Al llegar al destino ambos se quedan abrumados al ir
viendo tras el inmenso portal de hierro tallado el camino que
los iba llevando hasta la gran residencia. Al aparecer ante ellos
una maravillosa casa grande y antigua, toda ella en piedra muy
bien trabajada, los dos se quedan petrificados admirándola.
Ya ante la grandiosa puerta – valla si no da miedo tanto
dinero – susurra María justo al abrirse grueso portón de madera
de nogal. Un señor bien trajeado los recibe.
– Buenas noches, por favor, sus abrigos. – Se los quitan,
entregándoselos a éste que mientras añade. – El señor los está
esperando, son los últimos en llegar.
María cae en la cuenta que no sabe aún el nombre de su
anfitrión cuando quiere preguntarle a su acompañante se oye
un ruido tras el mayordomo alguien les saluda.
– Creí que no venían, estaba a punto de llamar por teléfono

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por... sí.
Se hace el silencio, María contiene la respiración, se
miran a los ojos, fríos, pálidos, sorprendidos, mudos, surge la
tensión que es palpable en el ambiente para quien allí
estuviese; Javier y María se comen con la mirada el pasado
regresa a la memoria de ambos. Los ojos verdes de Javier
recorren el cuerpo menudo de ella; nueve años, han pasado
nueve años y, sin embargo, les parece que fue ayer cuando se
vieron por última vez. Ella desapareció de la faz de la tierra de
un día para otro, sin más palabras que “ya te veré” sin ninguna
explicación, Javier no comprende que pasó, no puede
entenderlo, eran... amantes... amigos.
María no se puede creer que estén uno frente al otro,
aun retumban en su mente aquellas palabras escritas “¡pasión
es lo que quiero, pasión es lo que siento... no puedo sentir nada
más!”
Javier seguía estudiando el cuerpo de ella intentando
ver las diferencias del ayer y del hoy. María intentaba ocultar el
nerviosismo que la embarga al verse estudiada por su antiguo
compañero y amigo. ¿Por qué el tiempo los vuelve a reunir?
¿Por qué?

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Hay cuatro columnas de sillas y mesas; tres en parejas y
la más cercana a la puerta sola. Enfrente de la primera fila una
gran tarima sostiene dos grandes mesas juntas y un sillón.
Detrás de éste último, una inmensa pizarra que va desde un
extremo a otro de la pared destaca en el cuarto. Al fondo de la
clase, la pared está adornada por una gran estantería llena de
hardware y libros. En otra gran pared dos grandes ventanales.
María sonríe porque la clase le recuerda mucho a cuando
estudiaba en el instituto. La columna más próxima a ella está
dividida en dos por la puerta, así que mira a su izquierda y a su

“No siempre es malo recordar”


derecha para elegir dónde sentarse quedándose de pie en el
arco de puerta. Se decide definitivamente por la primera mesa a
la derecha.
Recuerda perfectamente aquella primera clase de aquel
primer día “hardware de ordenadores” en aquel entonces
cuanto más hablaba el profesor menos le entendía ella. Su
cabeza no podía procesar tanta información seguida. Recordaba
que le pareciera muy guapo... sí, alto y atlético como a ella le
gustaban, con sus vaqueros y polo de marca. De repente mostró
algo en las manos y dijo muy serio – Ir pasándolo de unos a
otros y cuando alguien sepa decirme el número de pines que
hay y por supuesto lo que es... – alguien por detrás de ella le
pasó el artefacto. Especie de lámina estrecha llena de
incorrecciones como finos hilillos pegados dorados o al menos
a María fue lo que le pareció en aquel momento. Cómo un
murmullo e inconscientemente suelta.
– ¡ostras! ¿Qué es esto? – Una suave voz varonil le susurra al
oído.
– Una memoria RAM de 72 pines y 4 Megabytes.
El calor de aquella voz la trastorna durante unos
segundos, se gira y se encuentra con aquellos ojos verdes que
se clavan en ella, una mirada como embriagado.
– Jovencita ¿se le ha perdido algo ahí detrás?
María sobresaltada se levanta y mirando al profesor –
es una memoria RAM de 72 pines y 4 Megabytes.
– ¡Correcto!
– Estupendo Marquesa ha usted ganado el primer premio –
cínicamente le señala el joven de rizos morenos y ojos verdes
que la ha descolocado de sí misma.
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– Los años no pasan para ti, estas igual que la última vez que te
vi " – sin embargo, para ti si se nota el tiempo." – Piensa María,

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pero añade – Lo siento, usted me confunde. – Javier no
entiende, no comprende porque María hace que no le reconoce
¿de verdad cree que lo está engañando? – No le conozco de
nada ni creo haberlo visto en mi vida. – A María le tiembla la
voz y Javier se percata de que ella está mintiendo, nunca supo
engañarlo, ahora no entiende a que está jugando y le sigue la
corriente.
– Lo siento, me debí de confundir.
– Sí.
– Me llamo Javier Troyano Ruiz.
– Y yo María Santiso Larez.
Mientras se presentaban se miraban a los ojos, el
pasado regresaba y les carcomía las entrañas debido al
recuerdo amargo de aquellos años. Ocho años habían pasado y
aun se les hacía insoportable pensar en el ayer, cuando esto les
ocurría siempre movían la cabeza en ademán de sacudida
consiguiendo desviar su mente a otros pensamientos menos
dolorosos.
María no pudiendo sostener la mirada baja la vista; los
ojos verdes de Javier estaban llenos de dudas, de preguntas sin
respuesta, siempre había podido leer en los ojos de ella, sin
embargo, en este nuevo hoy no conseguía saber lo que aquellos
ojos de color castaños oscuros, casi azabache, tan profundos
decían. ¡No! Ya no podía leer en ellos, pero si podía sentir el
nerviosismo y el calor del cuerpo de María.
María comienza a notar un sudor frío por toda ella,
siente como los latidos de su corazón se aceleran, cuando
Javier le extiende la mano María experimenta una sacudida
similar a una descarga eléctrica que la recorre desde la cabeza
hasta los pies. Javier le presiona suavemente la mano
obligándola a que le mire a los ojos.
Los pensamientos se amontonan en su cabeza, no
consigue apartar sus recuerdos y siente como todo le da

“No siempre es malo recordar”


vueltas, intenta mantenerse serena, pero el esfuerzo hace que se
sienta peor por momentos. Su cara pálida cada vez más por
segundos pone en alerta a Javier – ¿Está usted bien? – Pero
María no puede ahora oír lo que le está diciendo Javier, el
cuarto se le hace inmenso, como puede se disculpa tiene que
huir de allí, da dos pasos hacia delante y se desploma; Javier en
una zancada llega alcanzándola a tiempo de tomarla en brazos,
se acerca a un sofá, la coloca con delicadeza sobre el mismo y
le sostiene con sumo cuidado la cabeza.
Un individuo calvo, vestido de traje gris con corbata
color azul se acerca a Javier.
_ Xavi, déjame – y gesticula con las manos para que se aparte.
Javier que estaba de cuclillas mirando a su invitada alza
la vista.
– Gracias Antonio, tengo suerte de tener un médico en mi casa.
El tal Antonio ocupa el sitio de Javier que se hace a un
lado, tras examinarla un minuto.
– No es nada, sólo el cansancio.
– No la despiertes. – Dice con calma Javier volviendo a
colocarse en el sitio inicial de rodillas esta vez.
María abre los ojos, echando la mano a la cabeza.
– Estoy bien. – Alejandro se acerca. – Estoy bien – Vuelve a
repetir otra vez en tono bajo, pero seguro para tranquilizar a su
amigo; no mira a Javier, se siente incapaz.
Javier deja el sitio a Alejandro; María sonríe a este
último.
– Estás cansada, debería de llevarte a casa. No debí obligarte a
venir.
– No importa, estoy bien. – Se sienta. – Lo siento, señor
Troyano, estoy un poco cansada.
– ¿Quieres que te lleve a casa? – Pregunta preocupado
Alejandro.
– No, estoy bien.

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Durante la cena María actuó como si fuese la primera
vez que viera a Javier en su vida, ambos se comportaron igual
que dos desconocidos, se percibía la tensión entre la pareja,
Javier ignoró a María toda la noche actitud que molestó a la
joven. A pesar de todo, la velada resultó agradable.
Javier no sabía si estaba más desilusionado que
enfadado. No podía comprender por qué María procedía como
si no le conociese y ello le molestaba e incluso lo irritaba.
Finalizada la velada María se despide sin muchas
contemplaciones. Sin mediar palabra con Alejandro llegaron al
hotel en donde María al despedirse de su buen amigo.
– Buenas noches Alejandro.
– ¿No me vas decir nada?
– No tengo nada que decir. – dice disimuladamente María.
– No quieras tomarme por tonto. Sí que le conocías.
– ¿A quién?
– Violeta...
– ¡Déjalo! – interrumpe ella.
– ¡Venga! No nos conocemos de ayer. No te pienses que él te
creyó. Sabía lo que decía y olvídate de que él lo vaya dejar así.
– Es una historia muy larga.
– Tengo tiempo. – Alejandro sabía que María lo había estado
muy atormentada, él nunca había querido forzarla a contarle
nada que no fuera por propia iniciativa, así que sabía cosas
sueltas que ella le había ido contando. Como María no le
contestaba.– Está bien, no tienes que contármelo si no quieres.
Pero ten cuidado, el señor Troyano no estaba que digamos muy
satisfecho. Buenas noches. – Le da un beso en la frente y le
sonríe, sabe perfectamente que cuando ella esté preparada se lo
contará.
María no durmió en toda la noche, cada vez que cerraba
los ojos allí estaba Javier. Había cambiado bastante, ahora era
más alto, las fracciones de su cara se habían endurecido, lo

“No siempre es malo recordar”


viera más maduro, aparentaba bastante más edad que la que
tenía. María le tenía miedo a sus sentimientos, se había creído
que ya no sentía con tanta intensidad, pero se había equivocado
eran demasiado fuertes, e intensos; así que se levantó y
tomando un bolígrafo y papel escribió:
“Llama al señor Troyano y dile que no voy a trabajar con él;
me voy al extranjero un mes de vacaciones, tengo mucho en
que pensar y necesito tiempo, no sé lo que haré luego, ya te
avisaré, no le digas donde estoy.
Besos María.”
Preparó su equipaje, recogió sus cosas, llamó a un taxi
y se fue a la estación de autobuses. Sacó la nota que había
escrito y se dirigió a correos. Dio una ojeada y detuvo la vista
en un cartel que decía "TELEGRAMAS" se encaminó al
mostrador.
– Sí, ¿qué desea?
– Yo quisiera mandar este telegrama. – Le extendió la hoja de
papel.
Tras darle la dirección y pagarle se dirigió a buscar un
billete de autobús que fuese lo más lejos posible.

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CAPÍTULO SEGUNDO

¡Qué absurdo era el destino! ¡Qué irónico! Sentada en


la estación de autobús María pensaba en qué jugada le había
hecho el destino. Sin rumbo daba vuelta tras vuelta. Se oye por
el altavoz un sonido que parecía ser la de una mujer dando las
salidas de los grandes vehículos transportadores de personas y
equipajes, pero no se le entiende bien. María se encamina a la
cafetería, el recinto está lleno de individuos que conversan
mientras toman un café. La joven busca una mesa libre, se
dirige a un rincón, va con parsimonia sin pensar que cualquiera
puede tener la misma idea que ella. Toma asiento y
ensimismada pierde toda noción de tiempo. Un caballero se
acerca a ella y la saca de todo pensamiento al preguntarle. –
¿qué toma?
– Un café con leche, por favor.
María saca del bolso una cajetilla de tabaco rubio y
toma de ella un cigarrillo, busca un encendedor en los bolsillos,
tras encontrarlo y sacarlo lo enciende. Dándole una gran
bocanada mira a través del gran ventanal de su derecha. La
calle llena de gente esperando el autobús urbano gesticulando
con desespero el cansancio de la espera. Llegan dos monstruos
de cuatro ruedas, uno azul y el otro amarillo; hacen su
acostumbrada parada, al abrir sus puertas salen en tumulto
personas que entran en la estación a toda prisa y aquellas que
esperaban entran sustituyendo a los anteriores.
A su izquierda siente un ruido y gira la cabeza, el
camarero le sirve el café pedido y le extiende el recibo de la
consumición. María ve alejarse a aquel personaje que vestía
impecable, pantalón negro de pinzas, zapatos de igual color,
camisa blanca y manga larga a pesar del calor, una negra
pajarita se aplastaba contra el cuello. Un chaleco negro por
detrás y castaño por delante con dibujos abstractos de marrón
plateado. A lo largo del mismo una solapa doblada de color
negro que termina a la altura del ombligo comenzando con
botones blancos.
María retira la mirada del camarero que servía otras
mesas y mira al fondo; en alto hay un televisor que ahora está
encendido echando dibujos animados, se abstrae en sus propios
pensamientos hasta el punto de no percatarse de que alguien se
sienta a su lado.
– ¿Se puede saber adónde vas?
María se sobresalta, reconoce la voz y le dedica toda
atención mirándole a los ojos, a esos ojos grandes, verdes,
brillantes, profundos, que siempre la ponen nerviosa.
– Me voy de vacaciones.
– Tienes un contrato firmado, no te lo puedes saltar así por las
buenas.
– Yo hago lo que quiero.
– ¡No! – Con voz despótica. – Tú no te vas a ningún sitio sin
que yo te deje.
– Tú no me puedes retener.
– ¿Crees que no? No me pongas a prueba, sabes que a mí nadie
me toma el pelo.
– Ya recuerdo, a ti no te gusta que te tiren del pelo.
– Veo que ya te ha vuelto la memoria y recuerdas que al menos
nos conocemos.
María no le escuchaba, seguía ofuscada en coger un
autobús que la llevase lejos de Javier, no podía permitir que él
la obligase a quedar, tenía miedo a lo que pudiese pasar, a lo
que pudiese sentir, ella no podía volver a tener nada con él, el
rencor, los recuerdos... ¡qué tontería! Ella se veía demasiado
mayor para él. No tenía miedo a lo que él quisiera sino a lo que
no quisiera. No pensaba en el rencor, si no en lo que ella era
capaz de sentir; no sabía nada de él desde hacía mucho tiempo,

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seguía soltero eso sí, pero nada más, tenía miedo de ella, de sus
secretos, de su vida, ¡no! ¡Sabe que tiene que huir de allí!...
¡Cómo sea! Además, no podría esconderle un secreto... él
nunca debería enterarse...
– No conseguirás que me quede.
– Siempre has sido muy tozuda.
– ¿Y no te gusta?
_ No – dice con sarcasmo – siempre me ha irritado ese aspecto
tuyo.
María baja un poco la vista mirando los labios de
Javier, un escalofrío le recorre el cuerpo, aquellos labios tan
sensuales que ella siempre deseaba besar. Javier tras una corta
pausa prosigue.– Si incumples el contrato os hundo.
– ¡No me hagas reír! – El trabajo lo puede hacer otro – Pero
Javier no se reía, se aproxima a ella y casi en un murmullo.
– ¿Qué nos ha pasado? Antes éramos buenos amigos. ¿Es qué
el tiempo nos ha cambiado tanto que ya somos dos extraños?
– No lo sé Xavi, han pasado tantas cosas en nueve años, ya no
somos los mismos. Te miro y hay algo en ti que te ha
cambiado.
– Javier casi en un susurro con la frente apoyada en la de ella –
No huyas otra vez de mí, por favor – la besa, un beso lento,
largo, sin prisa... – no huyas otra vez de mí – repite Javier y la
abraza como aquel abrazo en la montaña.

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– ¡Xavi ven desde aquí se ve todo Ourense!
– ¡Qué bonito! – Con ironía – Para hacer un documental
romántico – María le suelta una colleja.
– ¡Será memo!
– Marcos ven a ver esta maravilla de la naturaleza y del
hombre.
El joven profesor se acerca a la altura de Javier y le

“No siempre es malo recordar”


pasa el brazo por encima del hombro.
– Si la irritas demasiado luego tendrás que padecerla tú.
– Mujeres, quién las entiende.
– Es bonita esta vista – riéndose Marcos – a mí me gusta.
– A ti te tiene Rebeca echado a perder, así que lo que digas no
vale nada.
– ¡Te quieres dejar de burlar patán! – dice María muy enojada.
– ¿Tienes que estar siempre enfadada conmigo?
– Quiero compartir algo especial contigo y lo estropeas.
María se va para la otra punta del mirador con las
compañeras. Elena riéndose.
– Tiene razón siempre estás enfadada con él.
– No es verdad – dice indignada María.
– Sí que lo es – contesta Sandra.
– No deberías dejar que te enfurezca tanto – riéndose otra vez
Elena.
– ¿y vosotras os llamáis amigas? – Suspirando – creo que me
voy a unir a aquel grupo – señalando un grupo de jóvenes
próximo a ellas – el de las perversas frustradas.
– ¡Calla que te van a oír! – susurra Rebeca.
– Si te descuidas, te sacarán el ligue.
– ¡Cállate insensata! Te puede oír alguien.
– Si lo sabe todo el mundo – con recochineo comenta Sandra.
– Bueno, no es lo mismo que lo piensen que lo vean.
– Serás ingenua, si os coméis con la mirada...
Elena abraza a Rebeca, las chicas se echan todas a reír,
pero con cariño no con burla.
– ¿Qué pasa aquí? – pregunta Marcos mirando embelesado a
Rebeca.
– Nada... – dicen todas a la vez.
– Pues entonces nos vamos ya, que se nos hace tarde. –
Mirando al otro grupo – Venga hay que marcharse.
Los jóvenes comienzan a descender por el lugar

23
quedándose María sola.
– ¿Estás enfadada?
María gira la cabeza a su derecha – no, no lo estoy.
– Está bien... intentaré verlo como tú.
– No tienes por qué hacerlo.
– Sí que tengo. Es importante para ti.
Javier ve la ciudad de Ourense como algo mágico al
lado de María. El río y el puente antiguo desde allí parecieran
estar repasando las fotografías de un libro de historia. Todos se
habían ido, ya sólo quedaban ellos dos en el mirador. Javier
toma a María por la cintura y apoya su frente contra la de ella,
él tiene que inclinarse porque María es demasiado bajita o él
demasiado alto. Le da un beso en la punta de la nariz y le dice
– a tu lado todo es mágico – y la abraza.
>>

Llevaban un rato abrazados y en silencio, María aun


recordaba los momentos difíciles que pasara cuando estudiaba
y allí estaba siempre Xavi apoyándola en todo al cien por cien.
Al terminar el curso no dejaron de verse; Xavi se puso a
trabajar para ayudar a su familia, puesto que no eran
económicamente ricos; trabajaba cerca de la casa de la madre
de María en una autoescuela; María aun lo puede recordar;
Javier dando clases, tan serio, quien no lo conociese diría que
asustaba. Aun resuena en su cabeza cada vez que llegaba y lo
encontraba trabajando en el ordenador delante de su escritorio
de maestro. Ella entraba sin hacer ruido y lo veía todo serio
concentrado. Cuando se percataba de la presencia de ella
levantaba la cabeza y sonreía, le brillaban los ojos, a María le
gustaba como la miraba Javier siempre le brillaban los ojos,
aquella mirada era como un brote de felicidad espontáneo.

<<

“No siempre es malo recordar”


– ¿Hoy no trabajas?
– No, yo soy una enchufada, me han dado el día libre.
– No es verdad. Pero si tienes tiempo quédate a una de mis
clases.
– No puedo imaginarme verte dando clases de conducir en la
autoescuela.
– Quédate y ya verás.
– No sé...
– Te lo vas a pasar bien, luego te invito a tomar algo.
– Eso ya me gusta más.
Ese día Javier tenía muchas ganas de estar con María,
era algo que no entendía, no tenía ganas de estar solo,
necesitaba charlar con ella. Pero no se lo dijo... simplemente la
convenció para que se quedase.
Verla en la clase lo ponía nervioso, no pensó que se
pusiese tanto. María se lo notó pero tampoco tenía ganas de
irse, le apetecía pasar la tarde con él. Al terminar la clase las
jovencitas lo rodeaban para preguntarle dudas, pero María lo
que sentía en ese instante era unos celos que la iban a comer.
Javier se sentía pleno al intuir que aquella situación irritase
tanto a María. Él quería que viese ella que él podía tener a
quien quisiese... como advertencia y se hacía más el
interesante.
– No te vas a tomar el café.
– No me apetece.
– ¿Por qué lo has pedido?
– No sé.
– ¿Qué he hecho ahora?
– No te entiendo.
– Antes de la clase estabas pletórica... ahora estás irritada.
– Son cosas mías.
– No me engañas, pero si quieres que siga haciéndome el
azorado... atontado... pues que así sea.

25
– Está bien, he recogido el mensaje que me has enviado en tan
ilustre clase.
– No te entiendo.
– ¡Xavi! – grita ella con súplica.
– Está bien – dice tras un gran suspiro y colocándose en la
misma silla que ella y abrazándola – está bien.
>>

A los seis meses de terminar sus estudios María


encontró trabajo en una empresa de informática dedicada a la
programación, subcontratada en una empresa importante de
telecomunicaciones programando para ellos. Aquí fue donde se
decidió estudiar la carrera, el estar entre ingenieros la hacia
sentirse poca cosa, por lo cuál empezó sus estudios
universitarios mientras trabajaba. Tres años más tarde, la
empresa en la que trabajaba se fue a la quiebra y decidió
comenzar sus pinitos por el mundo de Internet en un ciberchat,
allí terminó su carrera, le llevó cuatro años una ingeniería de
tres. Javier cambió de empresa y entró a trabajar para una
empresa grande, dedicada a montar redes y adminístralas,
siempre fue un genio por lo cual no le fue difícil trepar. Por
este entonces se veían casi todos los días ya que ambas
empresas colindaban. Siempre había habido entre ellos
electricidad, y aunque se enamoraron siempre respetaron la
situación de ella, en silencio, siempre en silencio; cada uno
guardaba su secreto sin que el otro lo supiera... sin que nadie lo
supiera.
– María mírame – con ternura Javier le obliga a levantar la
vista y mirarle a los ojos, durante un momento se miran sin
palabras y Xavi le deposita un beso en los labios.
Javier recordaba el dolor que le produjera al enterarse
de que estaba casada. Lo que había soportado siendo su amigo
y amándola en secreto. Los celos le habían angustiado día tras

“No siempre es malo recordar”


día y el sarcasmo que a veces empleara con ella habían sido
para hacerse a la idea de que ella jamás sería de él, le dolía
tratarla así, pero siempre pensó que era lo mejor para ambos,
una manera de protegerla de un imposible. Nunca ella le había
dicho que lo amaba, pero él tampoco le dijera nunca que estaba
enamorado de ella, y ambos pensaban que era mejor así para
que cada cosa estuviese en su sitio.
Ahora Javier no estaba dispuesto a dejarla ir, “¡por nada
del mundo!” Pensaba él, no dejaría que huyese de él.
– Eres una buena programadora.
– Siempre has dicho lo contrario.
– Te dije una vez que si creyera todo lo que te decía
seguramente no seríamos amigos.
– Si – dice con añoranza.

<<
Estaban inmortalizados esos días, fuera en la excursión
de fin de curso, habían ido a las Médulas, en León, le había
costado mucho convencer a Xavi para que se apuntase. María
llevaba el coche de Elena una joven no muy agraciada en
belleza, pero con buenos modales, era una morena de cabello
corto y castaño al igual que el color de los ojos pequeños, pero
muy expresivos. Su único problema era que le gustaba
provocar no solamente con la ropa sino con los gestos; era una
mujer muy descarada seguramente porque el libertinaje de su
madre al separarse de su padre fue la única enseñanza que les
proporciono a sus cuatro hijas, más receptiva la mayor que era
Elena. Era una gran estudiante y se esforzaba al máximo en
llegar a algo. Odiaba conducir por eso ese día María llevaba el
automóvil, bueno también le interesaba ir en otro vehículo...
En el automóvil a parte de ella iba Sandra de copiloto; eran
buenas amigas, se contaban muchos secretos. Sandra era una
jovencita muy enamorada de un chico Valenciano, se

27
conocieran a través del chat llevaban ya cuatro años juntos,
cuando se vieron la primera vez después de charlar por Internet
un año entero no tuvieron que decirse nada, se enamoraron uno
del otro perdidamente a primera vista. Sandra era una joven
grande, no gorda pero en conjunto si grande, no era fea, pero
tampoco guapa diría que normal, del montón. Llena de
complejos que solo ella veía. Era poco femenina en apariencia
y en vestimenta, su prenda de vestir básica era el vaquero y la
camisa de caballero de rayas tenía una gran variedad, su madre
decía que tenía que cambiar, pero ella le decía que a Joseph era
como le gustaba. Allí la llevaba a la excursión de copiloto,
charlando en gallego con Javier y Mónica, que iban detrás.
María juraría que en los cuatro días de la excursión algo
especial había surgido entre Javier y Mónica. Aunque ella se
sentía celosa se alegraba por la pareja, ya que a ella le gustaba
Mónica. Pensaba que era fenomenal, esa rubia de ojos claros y
cabello largo con mirada tierna. Un cuerpo impresionante y
muy racional, lo que a Xavi le gustaba, la verdad es que
enamoraba al que se acercase a ella, era lógico que Javier
acabara enamorándose de ella, Mónica no solía juntarse con
ellas muy a menudo, sin embargo, de vez en cuando...
Al segundo día Javier y María estaban solos en el
amplio cuarto en donde se alojaban. Era una escuela de
preescolar, en un pueblo muy pequeño perdido en los montes
de León. Era una pequeña casa, en la planta de abajo estaba la
escuela y arriba un pequeño apartamento compuesto por un
dormitorio cerrado con llave; una cocina, un baño y una
pequeña sala. La casa era viejecita, llevaba construida más de
un siglo pero estaba reformada; el grupo dormía en lo que era
la escuela en sacos de dormir estirados en el suelo, todo el
grupo dormía en el mismo cuarto; enfrente de donde Sandra,
Javier, Mónica y ella dormían estaba la puerta de acceso al piso
superior, la vivienda del profesor y los aseos. A la derecha la

“No siempre es malo recordar”


puerta de salida de la escuela. Todos dormían formando una
gran circunferencia. Esa tarde se dividieran todos en tres
grupos, uno decidió ir a la ciudad a pasarlo bien y cenar en un
restaurante. Otro grupo decidió ir a un bar de la aldea a ver la
final de fútbol que se disputaban dos equipos, el Deportivo
contra el Valencia. Y el tercer grupo decidió ir cazar
"gamusines" tradición típica de ese tipo de reuniones. María
nunca había ido de excursión de joven, ni a ningún
campamento, era la primera vez que se juntaba con un grupo de
jóvenes durante unos días fuera de casa. Por este motivo
cuando le dijeron de ir a buscar “gamusines” incrédula se fue
creyendo que era un animal de montaña parecido a una rata,
brillante y ruidosa. Los que sabían la verdad, que no existía tal
animal, se lo pasaron en grande riéndose de los que como
inocentes buscaban una fantasía. Menuda manera de tomar el
pelo a los que nunca se habían apuntado a pasar la noche fuera
de casa entre jóvenes. Antes de salir a tal menester nocturno se
habían estado preparando, es decir, aseándose y arreglándose,
así pues, los que estaban listos esperaban a que todos hubiesen
terminado. Estaban fuera esperando o estaban arriba
duchándose o esperando su turno de ducha. Mónica se estaba
duchando por lo cual Javier y ella estaban solos encima de los
sacos discutiendo, eso si era lo más normal del mundo, que
estuviesen discutiendo como siempre. María estaba irritada
porque Xavi siempre le hacia sentir ingenua, cada día le
recordaba que ella ya estaba aburguesada y que a él jamás le
ocurriría, ella le llamaba ignorante de la vida porque la vida lo
haría cambiar aunque él se negase a reconocerlo.
– Estás aburguesada. – Le decía él con calma.
– A ti también te pasará, la vida te cambiará aunque tú no lo
quieras reconocer.
– Yo nunca cambiaré.
– Sí que lo harás. Te volverás tacaño y un amargado.

29
– No es cierto.
– Los catalanes sois todos unos tacaños y unos egoístas.
– Bueno yo no digo que no.
– Y tú eres el peor de todos.
– Bueno yo no digo que no.
– ¿No te vas defender?
– ¿Para qué? No me vas provocar, hoy no tengo ganas de
discutir contigo.
María se queda en silencio y tras una larga pausa.
– Sé que tienes mal concepto de mí, pero no soy como tú dices,
no tienes razón. – María hablaba lentamente, con voz baja,
como triste. – No tienes razón. – repite casi en un susurro
Javier que estaba boca abajo se gira, se coloca de lado
la mira, apoyando la cabeza sobre una mano con el brazo un
poco flexionado.
– Nunca dije que tuviese mal concepto de ti, no sé de donde
sacas esas conclusiones.
– De cosas que me dices.
– No te creas todo lo que te digo. Yo no me lo creo, si tuviese
siempre razón con respecto a ti seguramente no fuésemos
amigos, quizás ahora no estaría aquí sino en mi casa.
– Javier ¿por qué viniste a la excursión?
– Tú querías que viniera ¿Por qué?
– Porque sí.
– No me sirve, dime una sola razón por la que me pediste que
viniera, será la misma, seguramente, por la que yo vine.
María baja la cabeza avergonzada, no se atreve a decirle
el motivo real. Ella fuera a la excursión porque tenía esperanza
de que él fuese, quería pasar cuatro días con él, no iba a pasar
nada, sólo quería que estuviesen juntos nada más.
– Quería pasar estos días contigo. Quién sabe cuando
volveremos a vernos, hemos terminado el curso y el contacto
se pierde.

“No siempre es malo recordar”


Javier la mira un poco asombrado, con mucho cariño,
María apoya la cabeza en el brazo derecho, y lo mira. Javier le
sonríe, parece que le va decir algo, pero en ese instante entra
Mónica y la conversación queda en el aire.
>>

María vuelve a la realidad y sonríe por el recuerdo tan


hermoso que tenía de aquellas fechas.
– ¿En qué piensas? – María lo mira.
– En la excursión de fin de curso.
– Dejamos una conversación a medias.
María se hace la despistada – No lo recuerdo – y le mira
como si quisiera preguntarle algo.
– ¿Aún no sabes por qué fui a la excursión sin querer ir?
– No llegaste a decírmelo.
– Simplemente porque me lo pediste, no tiene más misterio que
el que tú quieras ponerle.
María se queda algo pensativa – ¿tanta influencia tenía
sobre ti Xavi?
El joven se echa a reír y mirándola – eso y más, creo
que tú no eras consciente de tu dominio sobre mí – se ríe otra
vez – todo lo que decías era importante para mí.
Se hace el silencio, que rompe María más tarde
cambiando el tema.
– ¿Cómo sabías que estaba aquí?
– Le leí el telegrama a Alejandro sin que se enterara y por
deducción vine aquí, sabía que si querías huir no cogerías un
avión.
– No debiste leer lo que no va dirigido a ti.
– No dejaré que huyas de mí ya te lo dije.
Javier se levanta. Le extiende la mano.
– ¡Vamos! Ya es tarde. Date una oportunidad.
María no tiene ganas ni fuerzas para resistirse y decide

31
extenderle la mano, Xavi aprieta con fuerza, intentando
transmitirle un poco de coraje.
Delante de la estación un Volvo negro los está
esperando, ambos se suben al oscuro automóvil,
silenciosamente como si el aire fuese lo único existente. El
vehículo cogió la dirección de salida Norte de Madrid, tras una
hora de recorrido Javier toma la autopista que los lleva a
Francia.
– ¿No tienes curiosidad por saber adónde te llevo?
– Estoy tan cansada, la verdad no me importa.
– ¿Confías en mí? – Le pregunta con suavidad, Javier reduce la
velocidad y la mira con cariño.
– ¡Mira la carretera! – María lo miraba con enfado. – ¿Quieres
mirar la carretera? – Le pregunta en tono más suave.
– Como quieras. – Mirando delante de él. – ¿Confías en mí?
– Siempre lo he hecho, tú lo sabes.
– Ha pasado tanto tiempo que ya no estaba seguro.
– Siempre lo haré, pase lo que pase. – Suspira. – Hay algo en ti
que te ha cambiado, algo que aún no sé lo que es.
– La vida; siempre dijiste que la vida me cambiaría, ya no soy
el mismo, he "Madurado", no es así cómo tú lo llamas.
María lo observa mientras está entretenido mirando a la
carretera. Las facciones de la cara eran más duras, el cabello
corto, su cara afeitada, su nuevo aspecto hacía de él un hombre
muy interesante; ella no lo recordaba así ahora era más guapo,
su cuerpo había terminado de desarrollar, incluso le parecía que
era más alto, con mejor tipo, ella lo recordaba con cabello largo
y barba de tres días, María siempre le decía "Hay que cortar el
pelo y tienes que afeitarte que pareces un ermitaño"; Javier
siempre le contestaba " Para qué si estoy cómodo, además,
imagínate, si alguien se enamora de mí así y luego me ve todo
aseado que maravilla le daré una gran satisfacción, además, me
habrá demostrado que me quiere por mí y no por mi aspecto o

“No siempre es malo recordar”


lo que aparente."
Y ahora se le veía impecable, elegante, sin olvidar el
detalle, con ropa de marca al igual que cualquier persona con
dinero sobrado, con olor a colonia cara. María recuesta el
asiento y cierra los ojos, le duele la cabeza de pensar, los
recuerdos le golpean el cerebro como pedruscos cayendo en
una tormenta. Poco a poco se va encerrando en un sueño en el
que se deja ir, relajándose por momentos se queda
profundamente en un sosegado sueño.
Tras tres horas de viaje Javier ve un aparcamiento y
decide apartar el vehículo a un lado del camino, delante de un
bar de camioneros, no es que le gusten esos sitios, pero tiene
que descansar un poco. Llevaba todo el viaje pensando en las
cosas que había hecho desde que viera a María la última vez.
Aún recordaba que ella siempre le decía en tono de broma
"Hazte rico y después veme rescatar" esta frase lo empujara día
tras día, aunque ella siempre utilizaba un tono de broma sus
ojos se lo decían en serio.
Sale del coche, abre el maletero, saca una manta y la
utiliza para tapar a María. Durante un rato la mira, no puede
dejar de mirarla, ha pasado mucho tiempo y necesita
recuperarlo; su mente vuelve a momentos felices con ella.

<<
– ¡Xavi! ¿Estás ahí? – La voz de María era preocupante porque
parecía no haber nadie y la puerta del piso estaba abierta. Pero
oye el ruido de un ordenador y entra.
– ¡Ah estás aquí! – Javier se sobresalta, la estaba esperando,
pero se entretuvo jugando con la máquina y al tener los
auriculares puestos no oyó nada, le sonríe.
– Ven siéntate aquí, te voy enseñar como puedes hacer para
utilizar el generador de aplicaciones y no te tienes que matar
diseñando todo tú. – María se sienta al lado de él, tenía un

33
pantalón vaquero puesto y de la cintura para arriba estaba
desnudo. María siente un escalofrío, pero hace como si no
pasara nada. Estuvieron dos horas en el ordenador, aun era
temprano porque hasta las seis no entraban y en este instante el
reloj apuntaba las cuatro. Tras ponerse una camiseta que tenía
en una silla cercana a ellos le dice.
– Ven a mi habitación te voy enseñar lo que estoy haciendo con
el cordel, y te voy poner música de la buena y no a esos viejos
que escuchas.
– ¿No recuerdas la edad que tengo?
– ¿Estás acomplejada por la edad, verdad?
– No, pero quiero que no la olvides.
– No seas pánfila, ven.
Pasaron toda la tarde oyendo música y leyendo cartas,
que María tenía por costumbre cojéeselas y leer, a él no le
importaba, pero, sin embargo, siempre estaba un poco nervioso
por si ella daba con alguna que no debiese leer.
Xavi acostumbraba a levantar las persianas y abrir las
cortinas, era un hábito, se daba cada vez que una mujer iba a su
cuarto.
Javier estaba excesivamente intranquilo. Normalmente,
entre los dos solía haber contacto corporal como si fuesen
hermanos; ni ella ni él le daban más importancia de la que
tenía. Pero ese día él tenía, incluso, algo de miedo. Podía
perder la cabeza, estaba al borde de la desesperación; nunca
tenía problemas para contenerse, pero tampoco habían estado
tanto tiempo solos y menos en un piso en el que no habría
gente hasta el día siguiente. El cuarto no era muy amplio,
entrabas en el cuarto y justo enfrente veías una ventana a lo
largo de la pared que daba a un patio de luces, se veían a las
vecinitas, estudiantes al igual que él y con las que se llevaba
estupendamente. Justo debajo de la ventana estaba la cabecera
de la cama de su compañero de cuarto, enfrente de esta estaba

“No siempre es malo recordar”


su cama colocada en posición inversa, entre ambas, una mesa
camilla era todo lo que tenían para colocar las cosas. De toda la
casa el cuarto pequeño era el de Javier, pero como había sido el
último en integrarse al grupo le tocó la peor parte. Sintió un
poco de vergüenza cuando María sin tacto ninguno le dijo que
aquello parecía una pocilga, por el gran desorden que allí
reinaba, le había dicho que aquello parecía el basurero
municipal. Aunque su orgullo fuera herido sabía perfectamente
que tenía razón y para defenderse hizo como si no le importara,
siempre tenía por costumbre actuar de esa manera cuando algo
si le dolía de verdad, sacarles importancia y hacerse el
indiferente le funcionaba perfectamente. Ambos miraron el
cuarto, libros por el suelo, por las camas, ropa tirada por debajo
de las camas, las bolsas de viaje con la ropa sucia y limpia toda
junta, y a él no le importaba, hasta ese mismo instante.
María estuvo casi toda la tarde recostada sobre su cama,
por la noche al acostarse, la cama olía a ella. Ese perfume tan
particular que la joven utilizaba; imposible dormir pensando en
ella. Llegado el momento de ir a clase ella se sentó, él estaba
cogiendo unos apuntes que estaban en la cabecera sobre la
almohada y sin mucha prisa comenzó a recogerlos. María lo
observaba, se aproximó a él y por detrás pasó sus brazos sobre
los hombros de él cubriendo con las manos su pecho, la
barbilla de ella apoyada sobre el hombro de él, quedando la
mejilla de ella contra la de él. Javier con sus brazos cubrió los
de ella y durante un espacio de tiempo corto estuvieron así, él
creyó perder todo control y ella que siempre fuera una persona
que presentía, dándole un beso en la mejilla le dijo muy suave
y con mucho cariño, – Es mejor que marchemos antes de que
pase algo de lo que nos lamentemos. – Le dio gracias al cielo
porque ella tuviera el valor suficiente por los dos, marcharon
con la cara desilusionada, pero sabiendo que habían hecho lo
correcto.

35
>>

La bocina de "un Mercedes" lo trajo de vuelta a la


realidad, María seguía dormida, no quiso despertarla. Sin ganas
de querer dejarla de mirar tomando una gran bocanada de aire
cerró la puerta de su Volvo, se encaminó al bar, tenía que
descansar un poco antes de seguir conduciendo, aun le quedaba
mucho camino por recorrer y su sensatez le decía que
descansase.
María abre los ojos lentamente, el automóvil no estaba
en movimiento y eso la despierta, por un momento se
encuentra desorientada, pero en milésimas recuerda, mira el
reloj que está en su muñeca izquierda y se sorprende “¡Las
ocho de la tarde! Llevamos muchas horas de viaje. ¿Dónde
estaremos? Y ¿Xavi dónde está?”. Se incorpora
tranquilizándose al ver a Javier hablando con un individuo
vestido con un uniforme color naranja butano; el vehículo está
al lado de un surtidor de gasolina. María baja del coche y busca
su cajetilla de tabaco, pretende encenderlo cuando se fija en un
cartel grande con letras inmensas rojas, lee "PROHIBIDO
FUMAR EN TODO EL RECINTO" el cartel estaba escrito en
varios idiomas, Catalán, Castellano, Inglés Francés y Alemán.
Vuelve la vista a la primera frase, "¡Catalán! ¡Estamos en
Cataluña!
Terminada la conversación Javier se dirige para María
mientras ella guarda el tabaco sin haberlo consumido.
– Ya veo que te has despertado.
– ¿Dónde vamos?
– ¿Adónde vamos? – Le corrige él; María le sonríe, siempre lo
había hecho.
– Que quieres, soy así, no lo puedo evitar.
– Tengo una casa cerca de Portbou lindando los montes
Pirineos, te va a gustar estoy seguro. Hay un río precioso que te

“No siempre es malo recordar”


enamorará, el mar está cerca y la montaña te embriagará, justo
delante tras la casa un inmenso lago.
– ¡Sabes que no me gusta estar aislada! – Respira
profundamente, coloca las manos detrás de la nuca. – Necesito
estar rodeada de gente, no me gusta estar sola, ni aislada,
necesito el barullo.
– Te garantizo la falta de soledad. Te aseguro que desearás la
intimidad, tengo la casa más concurrida de la zona.
– No sé que te diga.
– ¿Tienes hambre? Aún quedan varios kilómetros.
– Sí, estoy hambrienta, me comería una vaca yo sola.
Javier se echa a reír, no tanto por lo dicho sino por los
gestos de súplica de ella
– Bien, yo también tengo hambre, conozco un restaurante que
te va a gustar, está aquí cerca y tienen como especialidad un
Rodaballo Exquisito.
– No me gusta el pescado.
– Sí, lo recuerdo, pero éste si te va a gustar, además, fuiste tú la
que una vez me dijo que el pescado es muy importante para el
cerebro y te va hacer falta usar tu mente mucho para este
proyecto.
– Ya veo que no se puede decir nada. Te he enseñado bien.
– La verdad es que sí.
El restaurante estaba a cinco kilómetros tras salir de la
autopista, la arquitectura del local recordaba a las casas
holandesas, piedra castaña mezclándose con madera. Alrededor
de la casa unos jardines con fuentes largas, la entrada al recinto
formado por un pasillo con dos palmeras imponiéndose de
vigilantes a todo lo largo viñas de uvas blancas y negras. Había
un aparcamiento justo delante de la entrada y aun lateral
izquierdo una inmensa terraza con mesas y sillas para aquellos
clientes que desearan comer al aire libre sobre aquellos objetos
de piedra granito negro y con bordes de mármol blanco.

37
Para dar sombra, había allí unos árboles que parecían
ser castaños. Por todo el recinto había estatuas pequeñas
también en piedra de granito y mármol con forma de animales
del bosque, estas figuras ambientaban el lugar.
– Por la cara que pones intuyo que te gusta el lugar.
– Si – Sonreía, se la veía entusiasmada. – Me encanta el lugar,
¡es precioso!
Javier se divertía, recordaba esa faceta de María, ese
brillo en los ojos cuando algo le hacía sentir feliz, era fácil
contentarla, ese entusiasmo por las cosas bellas de la
naturaleza, disfrutaba igual que una niña. Nada más detener el
vehículo María sale para mirarlo todo. Javier la observa
satisfecho, esa naturalidad de María de la que él se enamoró
una vez aún estaba en ella.
Javier se aproxima a ella y la rodea con sus brazos.
– ¡Qué hermoso es todo esto!
– Sí, la verdad que este paraíso embriaga.
Javier la gira quedando uno enfrente del otro, con la
mano izquierda le sujeta la barbilla y le obliga a levantar la
cabeza, se miraban a los ojos – ¿María, recuerdas nuestro
primer baile?
– ¡Qué guapo, estabas de traje! Camisa clara, corbata llamativa,
chaqueta americana y pantalón de pinzas... verde oscuro.

<<
– ¡Qué guapas, estáis! – Dice Miguel, un joven de gafas de
culo de botella, rubio, ojos claros, alto bien formado.
– Tú también – dice María sonriendo – Miguel era un mozo
introvertido, pero buen amigo de las chicas, siempre iba con
sus vaqueros y hoy llevaba un pantalón de pinzas castaño claro,
una camisa amarillo pastel y una americana verde oscura al
igual que el fondo del dibujo de la corbata que llevaba pegada
al cuello.

“No siempre es malo recordar”


– ¿Aún no ha llegado nadie? Dice Miguel.
– No, solamente nosotras dos y tú, añade Elena.
– Estás guapísima, Elena, sin despreciarte María.
– No te preocupes por mí – María se ríe, no era secreto para
nadie que Miguel estaba enamorado de Elena. La joven esa
noche iba muy provocativa; llevaba una camisa negra de
lentejuela que dejaba ver sus hombros, sus pechos asomaban
acomodándose en un escote drapeado marcándolo, una falda
ajustada y corta, en plateado, remarcaban las curvas de la
joven, medias negras brillantes rematando un bolso y unos
zapatos de charol negros con adornos en plateado con un largo
y fino tacón acompañaban la indumentaria, el cabello en un
recogido especial que le había hecho Moli una hora antes
resaltaba la cara perfectamente maquillada y aunque no fuese
agraciada en belleza, hoy hasta parecía hermosa, aunque para
Miguel Elena era la mujer más bella que había sobre la tierra.
Sin embargo, María ese día no iba especialmente
preparada para la ocasión; un mono corto y suelto que le
llegaba a la mitad de los muslos desnudo, ya que el verano
estaba pronto a entrar y no hacía para nada frío, los zapatos
bajos que acompañaban al traje; estaba hermosa, porque no era
fea. Llevaba el cabello recogido, se había maquillado
suavemente dando una sensación de haberse dedicado horas a
conseguir aquel resultado que le había costado menos de diez
minutos.
El instituto de informática está ubicado en la zona vieja
de la ciudad, un viejo edificio que en la antigüedad fue refugio
de peregrinos y más tarde protección para los enfermos,
construido todo en piedra se veía la robustez plasmada a simple
vista. Los preparativos ya habían terminado cuando María
llegó, todo en su sitio, bien organizado haciendo honor a la
metódica de la informática. La entrada principal resguardada
del viento y la lluvia por un gran porche; una puerta en forma

39
de entrada de catedral dejaba paso a un recinto amplio con
algunas puertas y una inmensa escalera que en la mitad del
recorrido hacía el piso superior se detenía en un descansillo
amplio, era allí donde se había colocado una larga mesa vestida
con un gran mantel granate. Si seguías subiendo te encontrabas
con otro amplio recinto, también lleno de puertas. Una gran
barandilla servía de protección para no caer al vacío,
igualmente se aprovechaba para dar sensación de palco
inmenso; ahora todo aquel lugar estaba lleno de sillas. Desde
allí se divisaba perfectamente la mesa presidencial en donde la
directora y el subdirector repartirían los diplomas a los mejores
alumnos del centro y cada profesor un diploma a los alumnos
aprobados de último curso. Eso sí, ya por correo te enviaría los
títulos oficiales, estos realmente eran una conmemoración a
aquellas personas que lo habían conseguido y le regalaban
aquella fiesta, todos los años se intentaba que fuese tan especial
que los alumnos que se quedaban atrás intentaran llegar al final
para formar parte de aquella demostración de pequeño logro.
Dentro y fuera estaba lleno de alumnos y familiares,
solamente María había ido sola, su familia consideraba que eso
era algo estúpido, a ella no le importó en absoluto que su
familia no le diese la importancia que ella le daba. María estaba
en la planta de abajo con sus compañeros, aún no había subido
porque faltaba algo más de media hora y hacia calor, además,
estaban esperando que las tres clases conmemoradas estuviesen
completas para subir.
– ¿Habéis visto a Xavi?
– Preguntaba Mónica nerviosa.
– Ya vendrá, no creo que tarde mucho – señala María.
– Hoy viene con su familia y me siento un poco neurasténica.
– Pues ponte tranquilita mujer, hoy estás excesivamente
hermosa, les gustarás – María le hablaba muy tranquila pero
realmente era simulado porque los celos los tenía que controlar

“No siempre es malo recordar”


y le estaba costando demasiado.
– Mira ahí viene – señalando Elena – todos miran hacía la
puerta de entrada.
– ¡Dios que cambio! – dice Sandra.
– ¡Qué guapo está! – exterioriza Moli.
María que estaba de espaldas no se atreve a mirar, es
como si le entrara terror. Javier se había detenido en el
recorrido que lo acercaba a las jóvenes compañeras para
presentarles a Marcos, su profesor de prácticas informáticas, a
sus padres. Los chicos se aproximan también para no solo
saludarlo si no para apremiarlo por el cambio. Solo María se
queda allí quieta... cuando se gira lentamente se encuentra con
la mirada de Javier que le estaba preguntando con los ojos
porque no estaba allí con él... María piensa ¡qué guapo está!
Parece otro... el guapo protagonista de una película. Un traje
chaqueta de color verde oscuro, una camisa a rayas blanca y
verde pastel, una corbata a colores, pantalones de pinzas... pelo
corto, barba eliminada. ¡Siente que las piernas le flaquean!...
allí está su familia... Rebeca la llama para que se acerque, los
padres de Javier se vuelven y entonces María decide acercarse.
Javier la presenta.
– Mucho gusto señora – extendiéndole la mano le dice el padre
de chico amablemente, un hombre de unos cuarenta y pocos
años, alto delgado, no muy guapo, pero con una sonrisa de
gentil que daba confianza.
– Javier me ha dicho que usted influye positivamente en él. –
La madre de Javier suelta con una sonrisa de oreja a oreja
acercándose a María y depositándole un beso cálido en la
mejilla.
– Mucho gusto. No es para tanto. Simplemente somos buenos
amigos. Nos ayudamos mutuamente.
– Es positivo que mi hijo se eche amigos mayores que él y con
responsabilidades, eso lo contagian un poco... – pensativa

41
prosigue – si eso es muy bueno.
– Y tú jovencita – mirando a Mónica – me gustas mucho para
mi Javier...
– Papá, déjalo estar.
– ¡No te dará vergüenza! – dice sonriendo su padre.
María no pudiendo soportar la conversación que estaba
presenciando decide simuladamente desaparecer. Decide irse
para arriba y buscar asiento, seguramente esté más tranquila,
necesita alejarse de todo, le gustaría desaparecer de la faz de la
tierra. No llevaba cinco minutos sentada cuando alguien se
sienta a su lado, María gira la cabeza para encontrarse con la
mirada desconcertada de Javier.
– ¿Por qué te has ido?
– No tenía ganas de hablar con nadie.
– No será que no tenías ganas de hablar con mi familia.
– Xavi, déjalo, por favor, no estoy de humor.
– ¿Y tú, cuándo tienes humor María?
La conversación se interrumpe por la llegada del resto
del grupo.
La ceremonia se desarrolla estupendamente. Cuando a
María, la directora dice su nombre para darle su diploma, se le
sueltan las lágrimas porque se siente sola. Alguien le toma de
la mano y se la aprieta, ella se gira y con los ojos llorosos le
deposita a Javier un beso en la mejilla como agradecimiento
por estar con ella en ese momento tan especial de su vida. Él la
suelta y la ayuda a levantarse, cuando se aproxima a la mesa
todos sus compañeros gritan, Javier más que ninguno.
Habían decidido que el festín fuese en el bar “Manolo”
era el mejor de los sitios, ya que allí se habían pasado dos años
llorando, riendo, contando sus penas... ese era el mejor de los
lugares para celebras el fin de una experiencia y el comienzo
de otra nueva.
María se sentó al lado de unos de sus profesores

“No siempre es malo recordar”


preferidos, curiosamente también llamado Javier, un hombre de
unos ocho años mayor que ella y que le había enseñado todo lo
que sabía sobre la programación. Un personaje bajito, moreno
y muy enamorado de su mujer, sincero, noble y lleno de vida;
su pasión su trabajo. Se sentía muy orgulloso de cada alumno
que aprobaba su asignatura porque eso le indicaba que había
hecho bien su trabajo. María disimuladamente no dejaba de
mirar a Javier que desde que llegaran al bar ni la había mirado,
no hablaba con ella y solo tenía ojos para Mónica.
Recordaba perfectamente cuando se sirvió el champaña,
ya el que más el que menos habían bebido algo de más y
estaban más que contentos... María no claro... ella no bebía
alcohol iba en contra de sus principios abusar de sustancias
nocivas... como ella le llamaba a los líquidos con grados. Javier
tenía la corbata floja, la chaqueta había desaparecido de su
cuerpo y la camisa la llevaba por fuera del pantalón. Con la
mano derecha le sirvió una copa a Mónica, él estaba enfrente
de ella y se tuvo que ladear para servírsela. Aquel perfil aún lo
tenía grabado en su memoria, era una escena que no podía
olvidar; los celos que sentía ella, la cara de satisfacción de
Mónica y la mirada que le arrojaba Javier a Mónica, hicieron
que ella bebiera su copa de champaña hasta el final casi de
golpe. Javier le proyectó una mirada de desaprobación, pero
ella la ignoró.
Tras la cena decidieron todos irse a la discoteca, María
se sintió fuera de lugar, el sonido grotesco, que desprendía los
enormes bafles, la molestaban tanto que intenta beber algo;
piensa que así a lo mejor no oye la música tan alta. Alguien se
aproxima a ella por detrás y le susurra al oído – no deberías
beber eso no va contigo, ella se gira y mirando aquellos ojos
verdes que ahora estaban brillantes y que apenas podía
distinguir con la poca luz – déjame, yo lo beberé por ti. María
hace ademán de soltarse, pero Javier no la deja marchar; de

43
repente la música cambia y empieza tocando una melodía lenta
“¡Qué maravilloso mundo!” – Nunca hemos bailado juntos. –
La trae hacia él y comienzan a bailar muy abrazados. – Sé que
este tipo de baile es el que os gusta a las mujeres – ella hace
ademán de alejarse pero Javier la aprieta más contra su cuerpo.
El joven es más alto que ella, le llega por debajo de la barbilla
con lo cual ella opta por apoyar su cabeza en el pecho de su
acompañante. Durante el resto de ese recorrido de baile no
hubo ninguna palabra entre ambos, en silencio la pareja
disfrutó de la compañía y del baile, esa sería la primera vez que
Javier bailaba así con alguien y sería la última que María
bailaría con nadie. El sonido a través del pecho de él iba
acompañando la magia de la música tan melosa de “Lois
Amstron”; es como si los dos estuviesen hechizados. Javier la
apretaba más contra él como si tuviese miedo a perderla; ella se
aferraba más temerosa de que se alejase, ya sin poder más
Javier con la punta de los dedos sujetándole la barbilla la
obliga a levantar la cabeza y ambas miradas se cruzan, uno y
otro, ambos desbordados por la música, el alcohol que te hace
perder la cobardía y el amor que los envuelve. Javier baja la
cabeza para besarla y María cierra los ojos para recibir esos
labios que tanto deseaba rozar con los suyos.
>>

– Qué pena que nos interrumpieran – susurra Javier.


– Sólo nos rozamos los labios, pero...
– Pero María...
María ahora le llegaba a la altura del hombro. ¡Valla si
no había crecido, al menos unos centímetros desde aquella vez!
La altura de él hacía que tuviese la cabeza baja; el dedo gordo
de Javier pasa suavemente por los labios de María que los
entreabre; ambos cuerpos se estremecen. Javier inclina la
cabeza y deposita un beso largo, profundo y como si la espera

“No siempre es malo recordar”


hubiese sido demasiado larga sus lenguas se entrecruzan
buscándose desesperadamente. La temperatura de sus cuerpos
subía como un termómetro a cien y el desespero del tiempo
despierta el deseo guardado, convirtiendo a ambos en fieras
hambrientas.
Javier susurra en su oído. – lo deseaba desde hace tanto
tiempo, lo echaba tanto de menos. – Estas palabras hacen
reaccionar a María y como si estuviese viendo una película a
través de sus ojos cerrados vuelven escenas de un pasado no
muy lejano.
A su cabeza miles de recuerdos y escenas pasadas se
apelmazan desbordándola; su llamada de auxilio, su soledad,
las palabras de Javier “lo nuestro – parece no querer decir nada
– ha sido una equivocación”. Comienza a sentir aquel dolor de
encierro y la rabia se va apoderando de todo su ser, la cólera
que siente provoca un movimiento brusco empujando a Javier
y apartándolo de ella. Con toda la fuerza de su brazo derecho
suelta una fuerte bofetada en la mejilla izquierda de Javier, el
sonido seco y penetrante hace volver a algunas personas
cercanas, el color tostado del lateral de la cara del agredido se
torna rojo; María furiosa grita desesperada.
– ¡Jamás me vuelvas a tocar! ¿Me oyes? ¡Nunca!. Me apartaste
de ti como si fuese un residuo; te pedí que vinieras; te
necesitaba... estaba sola... no tenía en quien confiar, sólo en ti;
no sabía que hacer, estaba desesperada, me sentía perdida,
mísera, creí volverme loca; me acuerdo perfectamente “lo
nuestro es un error” pero claro tú que decías que eras mi amigo
sólo lo serías mientras ello no supusiese un sacrificio; eres un
hipócrita. “Necesito mi libertad” me dijiste – María era un mar
de lágrimas, estaba desencajada y hablaba balbuciendo – no
oses acercarte jamás a mí, me veo obligada a realizar este
trabajo, sólo lo hago por lo que le debo a Alejandro, pero
cuando lo terminemos si te he visto no me acuerdo. No quiero

45
nada que tenga que ver contigo. No te conozco, no sé nada de
ti, por lo que a mí respecta nuestra relación será puramente
profesional.
Los ojos de María eran dos mares que se desbordaban,
las lágrimas corrían por su mejilla como cataratas, algunas se
perdían en sus labios mientras otras bajaban hasta su barbilla.
La excitación provocaba una respiración agitada que subía y
bajaba el pecho de María. Tan ofuscada estaba ella que no se
percataba de la furia y desilusión que por momentos se
reflejaba en la cara de Javier.
– ¡Te odio! ¿Me oyes? Te odio tanto que creo que no podré
resistir mucho tiempo a tu lado. Eres el ser más despreciable
que hay sobre la tierra. – María hablaba inconscientemente, en
realidad, en el fondo de su corazón no sentía nada de lo que
decía, era simplemente miedo lo que tenía, estaba aterrorizada
por los sentimientos que aún sentía hacia Javier e intentaba
protegerse, no quería que nadie le hiciera daño y se forjaba
alrededor de sí un escudo que la protegiese de todo sentimiento
que ella intentaba negar.
Las lágrimas que salían de sus ojos eran tantas que las
palabras ya no salían porque se ahogaban en su garganta,
golpeaba imperiosamente con los nudillos de sus manos el
pecho de Javier. El cansancio de ella se hace patente cuando
rendida llora en los brazos de él, – tengo que huir de ti, no lo
entiendes, tengo que huir, cogeré un taxi que me lleve a un
aeropuerto.– Su voz era baja, cansada; la de él era autoritaria,
pero también baja.
– Ya dije que no te permitiría que huyeras de mí.
– Tú no me lo puedes impedir, no comprendes que dos seres
que se odian no pueden trabajar juntos.
– Pues lo tendrás que hacer.
– ¡No! – Grita ella, – No lo haré, no quiero tener nada contigo,
quiero que salgas de mi vida, te odio. – Ella intentaba

“No siempre es malo recordar”


convencerse que aquello era cierto.
– Si lo repites muchas veces puede que acabes convenciéndote
y luego me convenzas a mí. – Hace una pausa. – El destino nos
ha vuelto a reunir por algo.
– Sí claro para mortificarme a mí.
– No hables así, no seas vulgar.
– Déjame en paz.– María seguía con la cabeza apoyada en el
pecho de él. – ¡No! No lo podré soportar. –volvía a correr las
lágrimas por sus mejillas. Javier se daba cuenta del dolor de
ella, quería huir de él y no podía entender cómo ella podía
odiarlo tanto, cada palabra de ella era como un veneno que lo
estaba consumiendo por dentro y que lo iba destrozando poco a
poco.
Javier tomándola por los nudillos la separa de él con
furia contenida obligándola a mirarlo.
– ¡Mírame a los ojos! Dime todas esas palabras, dime que me
odias y te dejaré en paz, pero con odio o sin odio terminaremos
el proyecto tú y yo juntos; te guste o no te guste, porque si no
es así, recuerda que tengo sujeto durante seis meses a tu jefe
por el cuello, y si me aprietas demasiado puedo ahogarlo –
Estaba furioso, rabioso, si ella le seguía envenenando podría
hacerle daño, sí mucho daño, para vengarse le podría lastimar.
Le estaba apretando las muñecas, ya sentía dolor y las lágrimas
seguían cayendo. – Puedes seguir diciéndome lo mucho que me
odias, – María no lo reconocía, nunca lo viera así, pero claro,
había cambiado tanto, ella que era Mister orgullo no iba dejar
que la intimidase.
– ¡Te odio, te desprecio! – Estas palabras incitan a Javier a que
presione más las muñecas, María pega un grito de dolor.
– ¡Vete! Desaparece de mi vista durante un buen rato o corres
el riesgo de que te estrangule, o incluso te haga algo peor que
te ate a mí de por vida. – Durante un puñado de minutos ambas
miradas se encuentran para decirse que se odian mientras

47
ambos corazones sangran y lloran asfixiándose por el amor que
sienten y la pérdida a la que son condenados por las mentes
omnipotentes y llenas de orgullo.
María reacciona, dándose la vuelta sale corriendo
mientras Javier la observa alejarse sin inmutarse y sin hacer
ademán por detenerla. Se encamina a una mesa del restaurante
y se sienta.

“No siempre es malo recordar”


CAPÍTULO TERCERO

– ¿Qué va tomar, señor Troyano?


– Un Güisqui.
Durante un momento corto lo observa, intenta desviar
sus pensamientos, pero no puede, mire donde mire ve la cara
llorosa y acusadora de María, "dijo qué confiaba en mí" se
repetía una y otra vez. "Ni siquiera me preguntó, no quiso saber
la verdad, sólo conjeturas. ¡No, no me justificaré! Si quiere
seguir engañada yo no me defenderé, ella será la que venga a
mí."
María se detiene en un pequeño Jardín lleno de flores,
se echa sobre la hierba y rompe a llorar con un gran
desconsuelo hasta que ya no le quedan lágrimas.

<<
– Luis ya he terminado de arreglar todos los ordenadores de la
sala del ciberchat, voy a configurar los de la sala de los
diseñadores de las páginas web, voy a llamar a casa para
decirles que hoy llego tarde, me gustaría rematar hoy el trabajo.
Bueno no voy a llamar, hoy estoy sola en casa así que dará lo
mismo a la hora que llegue.
– No, ¿María no es mejor que vengas mañana poco antes de
abrir? Así descansas algo.
– Los niños están en casa de mi madre y mi marido está en
Sevilla de pesca toda la semana, no tengo ganas de ir a un piso
vacío tan pronto.
– Haz lo que quieras; nunca me haces caso.
No llevaba una hora trabajando cuando llega Javier,
como siempre con su cabello revuelto.
– ¿Aún estás trabajando? ¿No es tarde para que estés aquí?
– No tengo ganas de ir a casa. Esta noche y mañana estoy sola.
49
– Pues vente a la mía, esta semana estoy solo, el piso es grande
y está lleno de cuartos con camas, malo será que no puedas
utilizar una.
– ¿Lo dices en serio, o sólo por cumplir?
– ¿Me ves cara de gracioso?
– María se echa a reír... bueno... ni riéndote tienes tu cara de
gracioso.
– ¡Ja ja! ¡Ves como me río! Venga, no seas lerda, espero a que
remates ese ordenador y mañana temprano te acompaño para
que llegues a tu hora, yo me encargo de que no te quedes
dormida.
– Vale, por una noche que duerma en tu casa no me va a pasar
nada.
>>

María vuelve a la realidad por fin decide ponerse en pie


mira el reloj “¡ya han pasado tres horas!” Piensa ella. Se
encamina hacia el coche, ya había oscurecido, sentía hambre,
pero su orgullo le impedía dar el brazo a torcer. La noche cubre
el vehículo no dejando ver su interior, cuanto más se acerca
mejor se ve en la penumbra la figura de Javier que está
recostado sobre el asiento con los ojos cerrados. María abre la
puerta este acto provoca que Javier abra los ojos, la mira
mientras se introduce en el automóvil. No hay palabras entre
los dos sólo una mirada fugaz por parte del moreno de ojos
verdes penetrantes. Durante el trayecto no dicen nada, sólo el
suave sonido del motor del coche, ambos metidos en sus
propios pensamientos que terminan en el mismo recuerdo.

<<
– Xavi ¡este piso es inmenso! – nada más entrar te encontrabas
con un pequeñísimo recibidor con una sola puerta. La abría y te
encontrabas con un salón comedor amueblado muy sencillo

“No siempre es malo recordar”


una mesa de televisión, una mesa de comer con cuatro sillas y
dos sofás. No había más muebles, eso sí, estaba el cuarto lleno
de chismes, por todas partes desde ordenadores viejos
descuartizados hasta impresoras convertidas en chatarra. Hay
otra puerta enfrente a la de la entrada de la sala, si la
traspasamos no encontramos con un amplio vestíbulo lleno de
puertas, aunque todas están cerradas María deduce que menos
el baño y la cocina las demás puertas tienen que ser
dormitorios, pensamiento que no es equívoco.
– Menos este cuarto – abriendo la puerta más cercana a la
entrada y dejando ver un pequeño dormitorio – que es el mío
puedes elegir el que quieras, ve abriendo las puertas y eliges.
– Pienso que debería dormir en el tuyo, contigo; yo dormiré a
los pies, de esta manera, estaré más tranquila.
Javier se sienta en su cama, baja la cabeza, apoya los
brazos sobre sus rodillas y entre sus manos esconde la cabeza.
– Xavi – dice María acercándose a él y arrodillándose – Xavi
¿estás bien?
– Marquesa – responde Javier casi en un susurro, levanta la
cabeza y la mira con tanta expresividad en la mirada, como
suplicando. – Ese Nick es el perfecto para ti, tiene carácter y
fuerza al igual que tú... – haciendo una pausa – sin embargo, el
mío es de alguien que simplemente no vive con los pies en el
suelo, tú me lo dices casi siempre... que soy un soñador.
– No digas tonterías MagoDeOz es... – sujetando la cara de
Javier y mirándolo a los ojos – Me gustaría ser como tú un
soñador.
Durante un segundo se miran, María le deposita un beso
suave en los labios – ¿Estás segura Marquesa?
– No estoy segura de nada, sólo sé que quiero estar con mi
MagoDeOz.
>>

51
María se gira para mirar a Javier que seguía
conduciendo.
– MagoDeOz – susurra María a lo que Javier se gira
sorprendido.
– Hace mucho que nadie me llama así... – Suspira – desde que
desapareciste de mi vida, lo sigo teniendo registrado, pero no
lo utilizo desde aquella época.
– Yo también tengo el mío registrado, pero tampoco lo he
vuelto a utilizar. Sin embargo, lo he querido conservar.
Llegan a un valle en donde el automóvil se detiene,
Javier sale del vehículo, está nervioso, mira el lugar, delante de
ellos había un gran monte, Javier va subiendo la vista, en lo
alto una inmensa casa que se impone como un altar, las luces
dan un cierto colorido, haciendo resaltar más la hermosa casa.
María hace lo mismo que él, y se coloca a su lado ambos
quedan mirando el lugar fascinados, la luna les iluminaba igual
que si estuviesen en un escenario.
– Ya hemos llegado, ¡Vamos es tarde! – Dice Javier. Los dos
se suben de nuevo al vehículo. El resto del camino era cuesta
arriba. Javier pensaba en las palabras que ella le dijera. "Te
odio" le había dicho ella y ahora él se las repetía una y otra vez
para su adentro.
– Mañana cogeré un taxi que me lleve de vuelta a Madrid.
– De eso nada. No empieces, no voy a dejar que te alejes de mí,
ya te lo he dicho.
– No podrás retenerme. Trabajaremos conectados a una red.
– Así no se puede trabajar.
– Sí que se puede, ya lo he hecho otras veces por menos
necesidad.
– No se trata de que no puedan los demás, soy yo el que no
puedo trabajar contigo a distancia.
Javier se va exasperando ante la actitud tan persistente
de ella, sin darse de cuenta comienza a acelerar el coche.

“No siempre es malo recordar”


– Xavi, no corras tanto. – Pero él no la oye. – ¡Xavi!
– Tienes que prometerme que no te marcharás en cuanto yo me
dé la vuelta.
– No te voy a prometer tal cosa.
– No reduciré la velocidad mientras tú no me lo prometas.
– Pues nos mataremos porque no te lo voy prometer.
Llegaron a la casa. Javier la toma por un brazo y la hace
salir.
– Te juro que me vas prometer que no te marcharás de mi lado
hasta que acabemos el trabajo. – Javier sólo quería ganar
tiempo, pierde el control, está irreconocible. La hace entrar en
la casa, ésta estaba alumbrada con pequeñas lámparas que
iluminaban lo justo para que vieses por donde se andaba. Tira
de ella escaleras hacia arriba, como se sujetaba a todo, él optó
por echársela al hombro como un saco de patatas mientras ella
pataleaba. Abre una puerta entrando en el dormitorio de él, la
echa sobre una cama. – ¡Prométemelo! O te arrepentirás, si no
te retengo por las buenas lo haré por las malas.
– Eres una bestia, no me retendrás. – María estaba asustada,
pero no iba dar su mano a torcer, era demasiado orgullosa para
dejarse someter, ella y sólo ella era dueña de su persona.
– No me retendrás. – Intenta bajar de la cama, pero Javier más
rápido se echa sobre ella.
– ¡No! – El cuerpo de él estaba sobre el de ella, las manos de
Javier sostenían presionadas las de ella contra la cama. –
¡Prométemelo!
– ¡No pienso! – Le grita ella.
– ¡Te vas a arrepentir!
– ¿Qué vas hacer?
Javier no se lo piensa dos veces y la besa con rabia. –
¡Prométemelo Marquesa! No me incites para que te obligue.
– ¡Eres una bestia! No me quedaré aunque me fuerces.
– Si me provocas puedo obligarte a quedarte de una forma que

53
tú no puedas controlar.
– No serás capaz de violarme.
– No me hará falta, me suplicarás que te haga el amor.
– ¡Eres repugnante!
Javier no tenía control sobre él, era capaz de matarla si
ella seguía provocándolo.
– ¿Quieres que te demuestre lo mala persona que soy?
– Una violación es un acto de cobardes desalmados sin
escrúpulos.
– Ya te dije que no tendría que violarte – ahora hablaba con
voz suave, incluso tranquilo, como si esa opción le gustase más
que la propia discusión.
La vuelve a besar, pero esta vez no tan brutamente. Ella
se resistía, tenía que luchar con él y con sus sentimientos, la
habilidad que demostraba Javier desarmaba a María, comienza
a sentir una excitación que la deja casi sin respiración, cada
movimiento de él iba calmando a María hasta que ella ya no
ponía resistencia, poco a poco comienza a desnudarla, – No,
por favor, Xavi no. – Era casi en un susurro. – Lo deseamos los
dos, déjate llevar. – deja libre uno de los brazos de ella que ésta
utiliza para acariciar la espalda de él, poco a poco se desnudan
uno al otro, cuando Javier le intenta sacar el sujetador ella lo
detiene, sus senos ya no son los de una jovencita, siente
vergüenza e insiste para que él no se lo quite. Javier se rinde y
sigue acariciándola quiere darle más tiempo. En un momento el
ardor se convierte en desesperación uno por el otro ya no
piensan sólo sienten, desean con desesperación sentirse uno
dentro del otro, cuando Javier la despoja de toda prenda ella ya
no se opone, lo desea, necesita sentirlo, quiere perderse con él
y mañana Dios dirá y dispondrá, está perdida, ya no tiene
armas. En un momento piensa en que ya no puede detenerlo y
con un poco de valor y orgullo murmura. – Está bien usted
gana Señor Troyano, prometo no marcharme.

“No siempre es malo recordar”


Javier se queda frío, sale de encima de ella, María se
cubre la cara con las manos, no puede mirarlo, tiene que ser
fuerte, no puede dejar que le haga el amor, si lo permitiese ya
no tendría voluntad, no puede dejar que Javier tenga tanto
poder sobre ella. “¡Dios cómo lo ama!” No puede permitir que
le haga daño, no quiere sufrir. Siente como Javier sale del
cuarto dejándola allí llorando, desconsolada, dolorida. Siente
que dentro de ella desea llamarlo, pero tiene que contarle algo
tan importante, él tiene que saberlo y cuando lo sepa la odiará.
Además ¿dónde quedaría su orgullo? Tiene que ser más fuerte
que su corazón, no puede dejar que él la posea sólo por
conseguir que se quede, no así no, él no la quiere, sólo quería
castigarla, hacer valer su poder, demostrarle que él es el que
manda. Se cubre con una sábana acurrucándose igual que hacia
de pequeña cuando quería que un padre que nunca tuvo le diese
fuerzas para sobrellevar sus penas. "Me odia, sé que ahora me
odia y cuando se entere me odiará más." Este pensamiento la
desconsuela más y desea morir, no soportará que él la odie, no
quiere pensar, tiene que dormir y dejar pasar la noche
seguramente mañana verá las cosas mejor. Intenta dormir, pero
no puede sus pensamientos vuelan al pasado su corazón late
con fuerza sólo de recordar...
Javier se va al jardín siente rabia, dolor... no lo sabe sus
pensamientos también regresan aquella noche tan especial...

<<
– ¿Estás segura, Marquesa?
– No estoy segura de nada, sólo sé que quiero estar con mi
MagoDeOz.
MagoDeOz coloca las manos en la cara de Marquesa
obligándola a mirarlo. Durante breves minutos se miran a los
ojos; él decía siempre que cuando dos personas se miran a los
ojos es porque algo especial hay entre los dos, ya que

55
solamente tu madre te mira de esa manera cuando eres
pequeño. Esas palabras se grabaron en el cerebro de Marquesa.
Javier inclina la cabeza y comienza un beso largo... despacio,
sin prisa, llevaban demasiado tiempo esperando que algo
pasase para poder estar así, juntos, era como un sueño para
ambos y querían que fuese despacio, para disfrutar cada
segundo que estuvieran juntos. Las manos de MagoDeOz
acarician el cuello de Marquesa mientras la besa. Sus manos a
cada gemido de ella van recorriendo lentamente el cuerpo de
aquella mujer que lo pone a cien. Ese joven de poco más de
veinte años, inexperto en el tema del amor va por intuición, a
cada caricia ella responde de igual forma; ella intenta darle
placer a medida que se van desnudando uno al otro; él le
susurra palabras tiernas y ella responde, movidos por la pasión
se van acoplando uno al otro. Él va acariciando los muslos de
ella, Marquesa acaricia su pecho joven, baja a su cintura y su
mano termina en el miembro. Las manos de él no parecen
inexpertas y cada vez más íntimamente se van dando un placer
que no habían experimentado con ninguna persona más.
>>

Javier cierra los ojos a la vez que todo su cuerpo se


estremece al recordar ese momento. María en su cuarto se ha
levantado mirando por la ventana sin ver nada delante de ella
que no sean esas escenas del pasado; un escalofrío pasa por
todo su ser recordando, parece como si él aún sintiera los besos
de Javier, como si aún notase cada caricia.

<<
MagoDeOz siente que se desborda, Marquesa necesita
sentirlo dentro de ella y se lo pide casi como una súplica,
parecen compenetrados, un ritmo acompasado los lleva al
éxtasis, a un clímax, al apogeo de lo que sienten.

“No siempre es malo recordar”


>>

María coloca las manos en el cristal de la ventana,


cierra los ojos y entre lágrimas recuerda que en ese mismo
momento gritó en su adentro mientras dos lágrimas resbalaban
por sus mejillas “te quiero” Javier se acuerda perfectamente
que la miraba a los ojos mientras interiormente le decía cuanto
la amaba.
María vuelve a la cama y se echa sobre esas sábanas
con olor a Javier no consigue calmar su dolor, abraza la
almohada mientras llora desolada no consigue sosiego poco a
poco se va adormilando hasta que por fin cae en un profundo
sueño que la va llevando a un estado de relajación.

57
CAPÍTULO CUARTO

Miles de estrella luminosas llenaban el inmenso cielo,


Javier acostado sobre la hierba las miraba intentando sacar
figuras con grupos de ellas. Tenía las manos cruzadas,
apoyando cabeza. Su respiración lenta y profunda; en voz alta
iba dando nombre a cada estrella, ello le suponía un gran
esfuerzo, pero lo intentaba mientras consiguiese vaciar su
mente de pensamientos dolorosos.
Ya cansado opta por sentarse; se frota los ojos; mira el
lago que tiene delante de él; aquellas luces del techo que cubre
la tierra aparecen reflejadas en aquel agua dulce y cristalina e
imponiéndose la luna llena dominando como un rey Vikingo;
Javier se la queda mirando con una sonrisa irónica, en ella ve la
cara dolorida de María, mueve la cabeza como resentimiento e
intenta eliminarla de sus pensamientos y para ello cierra los
párpados.
Alguien se le aproxima por detrás y lo rodea con sus
brazos, la barbilla de ella apoyada en el hombro izquierdo de
Javier, los brazos alrededor del pecho de él.
– ¿Qué pasa Xavi? – La joven de unos treinta y cinco
preguntaba preocupada.
– Me siento tan impotente, tan desorientado...
– Tú el rey de la dureza, tú que creo que has inventado la
seguridad, el hombre que poco a poco he visto transformar, a
éste que se ha vuelto inflexible, indomable, inmutable.
– Me describes como un monstruo.
– Xavi – Ella siempre le llamaba así – Has cambiado tanto _ La
voz de aquella mujer de cabello corto era melancólica.
– Ella me dijo lo mismo, dijo que había algo en mí que era
diferente.
Ambos vuelven al pasado, a sus años de estudiantes, los
“No siempre es malo recordar”
recuerdos de unos tiempos más sosegados y con menos
preocupaciones.
– Aunque tenías un aspecto serio y que imponías cuando se te
conocía se veía que eras alegre, María decía que estabas lleno
de energía, de vida.
– Recuerdo que una vez me dijo que ella tenía una vida hecha y
que buscaba mejorar y que yo tenía todo un mundo por
explorar. Se reía de mí porque quería ver el mundo en una
Halley y siempre me decía que la vida me haría cambiar de
opinión. ¡Valla si no fue así!
La joven morena se pone delante de él y de cuclillas
mirándole a los ojos.
– He visto cómo día a día has ido cambiando, cómo poco a
poco tu carácter se iba transformando, sin embargo, en el fondo
eres el mismo sólo que más duro contigo mismo. Te exiges y
exiges a los demás.– Toma aire y prosigue en la misma medida
que empezó. – He sido testigo de como a medida que pasaba el
tiempo te llenabas de trabajo y tu vida ha sido desde entonces
tu trabajo, has triunfado y en poco tiempo has conseguido
convertirte en un guapo y cotizado soltero rico.
– Pensé que con el trabajo la olvidaría y si no la olvidaba la
buscaría, siempre me decía que cuando fuese rico la buscase, la
olvidaba o la buscaba esa era mi finalidad.
– Pero no ha sigo así ¿Verdad?
– Sandra, creí volverme loco cuando no pude encontrarla, ya
me había rendido. Cuando la vi creí ser el hombre más feliz
que hay sobre la tierra. Pensé que la había perdido y ahora el
destino la ponía de nuevo a mi alcance. – Lo recordaba con
alegría, se le iluminaban los ojos. – Pero ella hizo como si no
me conociese, me desconcertó. – Lo decía con tristeza, con
dolor. – Deseé matarla por fingir que no me conocía. Vi en sus
ojos la desilusión. Dijo que no tenía interés en trabajar
conmigo y se fue como sí tal cosa. Me acusó de traicionarla,

59
que la abandoné a su suerte.
– Porqué no le explicaste el motivo de que no fueras a verla
cuando te llamó.
– No me dio ocasión, ni me dio la oportunidad de decir nada.
– ¿Y cuando te acusó?
– ¿Para qué iba a desengañarla? – Sujetando a Sandra por los
brazos – Me tienes que prometer que no se lo vas a decir.
– ¡Pero Xavier!
– ¡Prométemelo! – Sandra lo mira con preocupación, no le
gusta la situación que se ha provocado, pero resignada.
– Está bien, no le contaré nada. – Cierra los ojos y volviéndolos
a abrir. – Siempre presentí que entre vosotros había algo
especial, aunque no lo reconocierais – ¡Cómo os mirabais! Tú
siempre vigilando todo lo que ella hacía; y María siempre
protegiéndote. Reconozco que al principio pensé que era
instinto materno por parte de ella y cariño de hermanos por
parte tuya, pero, sin embargo, había algo entre los dos que se
notaba en el ambiente, algo mágico que todos percibíamos y
nadie entendía, por supuesto que no pensábamos que
estuvieseis enamorados; la verdad que me engañasteis, pero
por poco tiempo. – se produce un silencio entre ambos que es
roto sólo por el canto de los animales nocturnos. – Una vez le
dije que sabía con quién ella le pondría los "cuernos" al
marido, si se diese la ocasión.
– ¿Qué te dijo? – Sandra sonríe. – ¿qué te dijo? – Insiste Javier.
– No te lo creerías, me dijo que no quería ni pensarlo, ni
saberlo que me lo guardara.
Javier abraza a Sandra – no le permitiré que me
abandone.
– Xavi, no hay nada que la retenga si no quiere.
Mueve la cabeza de un lado a otro.
– Ella tiene miedo, siento su miedo, su confusión. Si estuviera
seguro de que no siente nada. – Se queda en silencio como si

“No siempre es malo recordar”


las palabras lo ahogaran, le costaba decirlas, era como si su
garganta se negara a dejar que él transmitiera algo tan horrible
para su corazón, casi en un susurro se le oye decir. – La dejaría
ir.
– María es muy testaruda, siempre hace lo que quiere.
– ¡No! – Y levantándose. – No lo soportaría, mientras me
quede una posibilidad no la dejaré marchar, mientras tenga una
pequeña esperanza.
– ¿Podrías vivir con quien te odia?
Javier sonríe irónicamente. – Ella quisiera odiarme,
pero en el fondo no puede. Además, he conseguido que me
prometa aguantar hasta acabar este proyecto, necesito tiempo.
– ¿Para qué el tiempo?
– Quiero que se convenza de que el tiempo no ha cambiado los
sentimientos y que se dé cuenta de que la diferencia de edad
sólo tiene el inconveniente de que ella puede creer que es un
problema sin serlo.
– ¡Vamos! Es hora de desayunar, la gente debe estar ya
levantada. No entiendo pero... – Pensativa. – ¿Crees que se
llevará bien con la gente?
– A la mayoría ya la conoce, lo que no sé es cómo va a
reaccionar cuando vea a futuros compañeros de clase. – Riendo
– Y, además, no precisamente aquellos con los que más nos
llevábamos.
Ambos amigos se encaminan a la casa cogidos del
brazo. Van hablando del hambre que tienen y lo que se
comerían en ese momento; iban riendo. Javier sabía que Sandra
era una buena amiga y que estaría con él a pesar de todo,
aunque Sandra no estaba de acuerdo con todo lo que él hacía
siempre lo apoyaba y ello había forjado con el tiempo una
amistad muy fuerte, casi indestructible. Pero el apoyo era
mutuo ya que Javier también apoyaba en todo a su querida
amiga.

61
Sandra había sido el jipi del grupo, por decirlo de
alguna forma, defensora de los desvalidos y desfavorecidos;
era una joven llena de ternura y grandes sentimientos. Poco
femenina, cabello castaño y liso le gustaba llevarlo cortado a la
altura de la barbilla, con un flequillo por encima de los ojos,
que no le molestara. Por supuesto su carácter no le permitía el
maquillaje ni las pieles, decía que lo sintético calentaba
igualmente. Tenía su armario lleno de chalecos, camisas y
pantalones vaqueros indumentaria típica en ella. Era alta, ni
delgada ni gorda, pero si anchita, no era hermosa pero su cara
se hacía dulce y su voz con su habla siempre en gallego le
daban un toque de mujer influyente en los demás. Claro está
que no le gustaba la carne, aunque no era vegetariana nunca
nadie la viera comiendo carne.
Sandra en una de las vacaciones con sus padres los
convenció para ir a Valencia; allí conoció por fin a un joven del
lugar con el que chateaba desde hacía un año; se enamoraron y
mantuvieron un romance. Continuando su relación en la
distancia viéndose en las vacaciones, hacía desde esa ya unos
años y ella decía que continuaban muy enamorados, Joseph
también le gustaban los ordenadores con lo cual siempre tenían
tema de conversación cuando no sabían que contarse, porque
hablaban cada día por chat. Ambos estaban estudiando y su
idea era rematarlos y casarse.
Sandra mantenía una muy buena relación con María,
sin embargo, con Javier y con Yago era algo muy especial
porque entre ellos tres manaba una cierta complicidad... María
en varias ocasiones le comentara que le daba la sensación de
que entre Yago y ella aparecía cierta electricidad... Sandra se
reía y le contestaba que tenía buena imaginación. Siempre
quedaba la conversación en el aire hasta el día que Sandra le
confesó que aunque estaba muy enamorada de Joseph si cayese
en la tentación sería con Yago. También sugería que sabía con

“No siempre es malo recordar”


quien le engañaría María si pudiera; esta última no quiso saber
más de la conversación, era mejor negarse a sí misma ciertas
cosas y cuando uno lo dice en alto parece cometer ya un
pecado escabroso y macabro.
Cuando María salió de la vida de Javier este quedó tan
derrotado y Sandra se sintió tan culpable que le suplicó a
Joseph que se quedasen con su amigo; necesitaba sacarlo a
flote. El marido de Sandra no hizo preguntas, simplemente
asintió y apoyó en todo a su mujer, entendía que algo carcomía
a su esposa y algo dentro de él le decía que tenía que posponer
sus planes. Montaron su empresa de informática por Internet y
les iba estupendamente siempre al lado de su amigo Javier, casi
sin darse de cuenta acabaron formando parte de la vida de
Xavi. Cuando éste montó sus grupos de trabajo los incluyó, eso
sí, el matrimonio nunca abandonó su tienda, era como un
complemento. Joseph a veces decía que tenía celos del gran
cariño que había entre su mujer y su jefe... pero claro no era en
serio, realmente sabía que para su mujer él era el primero, no
porque se lo dijera, sino porque cada día se lo demostraba y
para él eso era suficiente. Así los tres formaron un conjunto
durante esos años.
Entre tanto en el comedor de la casa un grupo de
jóvenes conversaba animadamente mientras desayunaban.
– Ya veo que el jefe ha vuelto. – Dice un joven de unos treinta
y seis años, alto, delgado, atractivo y bien vestido. – Tenemos
el trabajo atrasado y creo que a este paso no lo terminaremos a
tiempo.
– Venga Víctor, no te pongas trágico, que yo sepa hasta ahora
nunca nos ha fallado.
– Roberto tiene razón, terminaremos todos los trabajos a
tiempo somos un equipo aunque no nos llevemos bien. –
Dudando. – Bueno, eso creo yo. – El que hablaba se llamaba
José, no es que fuese un genio, pero él se lo creía, en un tiempo

63
atrás no caía en gracia a sus compañeros, pero lo toleraban, era
trabajador, inteligente y hacía su trabajo bien.
– Creo que Xavi traía a alguien que nos ayudará, consiguió que
uno de los programadores de la competencia trabaje con
nosotros.
– ¿Alguien lo conoce?
– No, Xavi llamó ayer para decir que llegaba de madrugada y
acompañado.
– Eso nos indica que lo consiguió.
– Lo que él no consigue, nadie lo consigue.
– Nunca pensé que Troyano fuera a llegar tan lejos, es casi
increíble lo pensaba de José, incluso de Víctor, pero que él os
superase a todos no, la verdad que pensé siempre que era muy
joven y tenía la cabeza llena de fantasías estúpidas.
– ¿Recordáis la excursión de León? – Sin esperar respuesta
Roberto continúa. – Pues pensé que este chico era un porrero.
– Él no había llevado la marihuana, fui yo. – Alguien
interrumpe la conversación. – Sé que todos os creísteis que fue
él, pero no, fui yo y eso que María casi me descubre.
– ¿María también fumó? – Le pregunta José al joven que
acabara de entrar por la puerta y que ahora se sentaba enfrente
de él. Miguel toma aire y sin esforzarse en recordar el día
añade. – ¡No! – Dice Miguel rotundamente. – No, ella nos
regañó como si fuésemos niños, pero, sin embargo, ni lo probó,
nos llamó drogadictos, perdidos y no sé que más, pero ella era
así.
– ¿Qué será de ella?
– ¿De quién? – Todos se dan la vuelta cara la voz, Mónica
insiste en su pregunta. – ¿De quién habláis?
– De María, ¿recuerdas a María? ¿Qué será de ella?
– Me extraña que Javier no la haya buscado.
– Y ¿Por qué la iba a buscar? – Mónica se enfada.
– Venga tú no serás la única ingenua que no percibía lo que

“No siempre es malo recordar”


ellos no querían reconocer.
– No sabía que hubiese algo entre esos dos. – Dice José
pensativo.
– Otro ingenuo más. No, en realidad entre ellos no había nada,
que se supiera claro, por las circunstancias, él es mucho más
joven que ella, casi nueve años y eso son muchos años sobre
todo para alguien como María tan exigente en ese aspecto. Otro
motivo era el matrimonio de ella con dos críos y sobre todo
Xavi en ese instante aun estaba saliendo del cascarón. Entre
ellos hubo una gran amistad porque la sensatez no les permitía
nada más, además, María es de las personas que dice que
amante y amigo no deben mezclarse porque pierdes amante y
amigo. Sin embargo, había magia entre ambos se respiraba en
el ambiente.
– ¿También la conocías, Víctor?
Víctor se toca su delgada y larga nariz como pensando
si no estaría equivocado, tras una corta pausa dice convencido
de tener razón al respecto.
– María es de esas personas especiales que es difícil de
conocer, no es superficial, todo lo contrario, quizás nos engañe
a todos y sepamos que lo está haciendo, pero es de esas
personas que no puedes garantizar lo que va hacer porque es
imprevisible, compleja...
– Lo pintas como si fuese una diosa. – dice Berta celosa.
– Me hubiera gustado que ella se enamorara de mí, yo no la
dejaría escapar.
– Ni yo, fue la primera persona que me dio su amistad sin
pedirme nada a cambio, ella perdió su tiempo para ayudarme a
estudiar RPG, Miguel aprobó, pero yo, además, fue una
persona que nunca le importó mi físico.
– Se ve que la apreciabas, Roberto.
– Fue de las pocas personas que he conocido que hacía las
cosas por instinto. Ayudaba a todos simplemente porque

65
consideraba que los seres humanos deben ayudarse para estar
en igualdad de condiciones a la hora de competir; para ella no
hay personas ineptas, sino que todos son inteligentes con la
diferencia de que unos lo son para unas cosas y otros para
otras.
– No creo que fuese tan perfecta.
– Berta tú nunca le llegarás a la suela de los zapatos. No era
perfecta, tenía muchos defectos, pero sus virtudes disculpaban
sus defectos. Era chismosa, enredosa, entrometida, se creía con
derecho a decir a los demás lo que tenían que hacer, era
abogado y juez. Pero era sabia, siempre sabía que decir a los
demás, cuando tenían problemas. Era la persona más sensata y
cuerda que jamás conoceré. Pero sobre todo yo no la querría
como enemiga; podía ser una mujer muy cruel.
– Yo la odio. – Berta se levanta y sale al jardín. Mónica la
sigue.
– Yo la odio. – Repite en alto Berta, Mónica se acerca a ella y
la toma del brazo.
– ¡Olvídala!
– No puedo, ella se entrometió entre Marcos y yo.
– No Berta, Marcos se enamoró de Rebeca.
– Pero ella abogó por Rebeca.
– ¿Tú crees? Yo pienso que María abogó por Marcos.
– Yo le amaba.
– Venga no te pongas así. ¿Sabes algo de él?
– Sí, al año de terminar FP se casaron, se matricularon en la
universidad de económicas... no estoy segura de que ha sido de
él, dejó su pasión que era el análisis informático por influencia
de su mujer, hace tres años le perdí la pista, cuando supe que
ella estaba embarazada. Sé que están en contacto con María.
Rebeca trabajaba en una empresa muy buena en la bolsa de
Madrid, él tenía un puesto importante en el campo de la
política.

“No siempre es malo recordar”


– ¿Qué sabes de María?
– Es una gran analista programadora en una empresa extranjera
aquí en España, aunque ha estado varios años fuera, creo que
ha vuelto, no estoy segura... la verdad... no sé.
Berta lloraba. Mónica la abraza. – tranquila, el tiempo
todo lo cura.
– La odio, ella arruinó mi vida.
– No te engañes, si Marcos se hubiera enamorado de ti en vez
de Rebeca, estoy segura de que dijese lo que dijese María él no
le haría caso. Es más yo no creo que María le indicara a
Marcos a quien amar, es la vida Berta, se enamoró de Rebeca y
María les echó una mano para que se dispusieran a decirse sus
sentimientos.
– Sabes, María tan fuerte siempre, me imponía su valor y su
decisión a la hora de hacer cualquier cosa; decía siempre que la
gente débil merecía que la humillasen sólo por ser débil, decía
que la timidez había que hacerle frente.
– No dijo ninguna mentira.
– No, pero todo el mundo merece una oportunidad y ella no
estaba dispuesta a dársela a nadie.
– Eso es que la conocías poco.
– Es buena amiga para quien ella es amiga, pero ¡ay! De aquel
que fuese su enemigo, ¡dios! Los aplastaba como si fuesen
hormigas sin compasión. Era vengativa y desde luego en mí
provocó una gran frustración.
– Tanto daño te hizo.
– Sé que hablaba de mí, me rebajaba delante de todos cuando
yo no estaba presente la manera que tenía de mirarme y
psicoanalizarme me ponía nerviosa. Lo gracioso es que ella
sabía perfectamente cómo me empequeñecía y por eso lo hacía.
– Lo siento tanto, Berta.
– A veces creo que si no estuviera casada, Marcos se hubiera
fijado en ella y no en Rebeca.

67
– No, lo primero que surgió entre Rebeca y Marcos fue físico,
el resto lo trajo el tiempo.
– Tú andabas con ella.
– Pocas veces estuve con ella.
– Sin embargo, sabes que juzgaba a todo el mundo.
– Sí y a ti muy duramente. Pero María psicoanalizaba a todo el
mundo ella incluida y también era dura consigo misma con lo
cual...
– ¡Buenos días!
– Xavi ¿cuándo has llegado?
– Esta madrugada. – Mónica se acerca a él y le deposita un
dulce beso en la mejilla.
– Me alegro de verte.
– Tengo noticias para todos ¿dónde están?
– La mayoría en el comedor desayunando.
– ¿Quiénes estáis?
– Miguel, Roberto, Víctor, José, vosotros dos y nosotras dos.
– Pues ve a buscar a los demás, es importante lo que tengo que
deciros.
Sandra interviene en la conversación.
– Yo voy buscar a Joseph y a Yago, tú Berta ve buscar a Moli y
a Elena y Mónica ve buscar David, Carlos y Ernesto.
Ya todos reunidos en el comedor.
– Tengo algo que deciros, buenas y malas noticias.
– Primero empieza por las buenas y luego por las malas, así
tendremos tiempo para hacernos a la idea.
– Yago calla y escucha, esto no es un juego, llevamos mucho
tiempo de retraso.
– Te has vuelto un viejo.
– ¡Yago! – Autoritariamente, cuando Javier hablaba así todos
escuchaban, no sólo por ser el jefe sino porque había cambiado
tanto que imponía a todos y algo de temor le tenían. Javier se
había convertido en un ser poderoso y demasiado

“No siempre es malo recordar”


comprometido con su trabajo y con todo lo que le rodeaba,
llevaba las riendas siempre, él mandaba y todos obedecían,
pero a ninguno le importaba porque también se sentían
protegidos por él y ganaban mucho dinero con su jefe. Javier
solucionaba los problemas de todos y aun siendo el más joven
era el más maduro, equilibrado, juicioso...
– Está bien. – Se resigna Yago.
– He hecho un trato millonario con HERMES, no sólo porque
se lo deba, sino porque me han ofrecido mucho dinero. Pero
tenemos poco tiempo y mucho trabajo. Durante ocho meses
disponemos de la exclusiva, éste es el tiempo del que
disponemos para realizar el proyecto, he decidido que los dos
equipos trabajen juntos en esta ocasión, por eso nos
encontramos todos aquí.
– He traído a otra analista programadora, para que no trabajes
solo Yago, quiero que tengas quien se pelee contigo, es muy
buena en su trabajo y no te dejará respirar, de las mejores que
tiene ÁLAMO, la empresa a la que se ha unido HERMES para
explotar este proyecto en conjunto. Ella estará seis meses, dos
menos que nosotros. Tenemos que ponernos las pilas.
– ¿Es joven?
– ¿Hombre o Mujer?
– Moli tendrás que contener tu curiosidad.
– Es hombre.
– No, es mujer.
– Valla que suerte. – A Carlos se le ilumina la cara.
– Si te gusta que ella lleve las riendas.
– Yo la manejaré, haré que coma de mi mano.
– Que ingenuo, ¡te devorará! – suelta una risotada espontánea,
ante el asombro de todos que pocas veces desde hacia mucho
tiempo lo veían así.
– No hay mujeres así. – Aún no había terminado de decirlo
cuando María entra en el cuarto.

69
– ¡María! – dice perpleja Berta, todos miran hacia la puerta
por la que entraba María, durante un corto tiempo todos quedan
en silencio, pero a María, que le gustaba dominar las
situaciones tensas, es la primera en reaccionar.
– Valla... Valla... – dice con calma – jamás esperé encontrarme
a la mayor parte de la tropa de informática aquí. – María se
acerca a Miguel.
– Me dejas que te abrace. – Miguel no espera a recibir
respuesta y extiende los brazos, María lo aprieta con cariño.
– ¡Hola! Viejo amigo.
– Te he echado de menos. Estás preciosa.
– No es cierto, pero te lo agradezco.
Yago se acerca rápidamente por detrás y se la saca de
los brazos a Miguel.
– ¡María! No me lo puedo creer, estas igual que cuando
estudiábamos juntos, de joven, porque de apariencia has
mejorado un montón, tienes un aspecto... – La abraza
fogosamente. María llevaba puesto una falda que le llegaba al
tobillo, recta de color verde pastel apagado, tenía un pequeño
dibujo de flor color granate; unas botas de tacón alto castañas
de ante, una camisa de manga corta que le llegaba a la cadera
resaltando su figura, la llevaba media abotonada. El color
granate de la camisa resaltaba la cara de tez tostada de María,
debajo de la camisa una camiseta de tiras del color de la falda
le daba un toque alegre. El cabello recogido en una larga
trenza. Sobre la cara, dejando caer, unos pelos sueltos que
hacían que María pareciese una niña. Los labios pintados con
un color suave y marcando; con un lápiz negro la línea a unos
ojos brillantes y alegres en ese momento; las espesas pestañas y
largas son objeto de admiración de aquel apuesto joven que no
la recordaba tan fascinante.
– Yago, tú sí que estás guapísimo.
Roberto se aproxima a ambos y toma de la mano a

“No siempre es malo recordar”


María tirando suavemente de ella.
– Yago es un rompe corazones, es elegante, atractivo y si vas
con él a algún sitio no ligarás. – Yago si era un joven muy
guapo y tenía un gusto exquisito para vestir, era curioso porque
cuando María lo conoció este apuesto joven vestía con
vaqueros rotos, y al igual que Xavi con barba de tres días.
Ahora en cambio con ropa de marca, pantalones de pinzas en
combinación con la camisa y por supuesto una corbata que
destaque en la indumentaria; eso si seguía con un toque
personal de desorden, la camisa por fuera del pantalón, y la
corbata algo floja, eso no provocaba dejadez sino que le daba
un toque muy personal y muy atractivo.
– Roberto cuanto tiempo. – Javier observaba como María iba
de brazos en brazos saludando y sus antiguos compañeros y
sintió una fuerte punzada en el corazón, eran los celos "A mí
no me recibió así" pensaba tristemente el joven enamorado
“qué hermosa está”. María prosigue la conversación con
Roberto sin prestar atención a nada más. – Has adelgazado
bastante o ¿eso me parece a mí?
– Más de quince kilos.
– Estás más guapo, pero me gustabas también de la otra forma
si tú estabas bien.
– ¿A mí no me saludas?
– ¡Hola José! A ti, sí que nunca me habría imaginado verte
aquí. – Ambos se dan un abrazo y un cariñoso beso en la
mejilla.
– Tengo que ir al pueblo, me están esperando, pero espero
hablar más tarde contigo. – Tras despedirse sale del cuarto
junto con Roberto y Carlos que también tenían que marchar,
eso si presentándose antes de irse. María se fija en Víctor y se
aproxima a él.– ¿Qué, tú no me recibes?
Víctor que estaba sentado observando, la mira y
levantándose.

71
– Yo querría acaparar tu atención siempre. Nunca te lo he
dicho, pero siempre he estado enamorado de ti como un tonto,
pero tú eres tan difícil de conseguir, creo que me resigné
demasiado pronto.
– Puedes dejar de decir tonterías y darme un fuerte abrazo. –
Ambos se abrazan. – Elena baja la vista tristemente, ella aún lo
ama, en ocho años no ha cambiado sus sentimientos y ahora le
gustaría ser María para recibir un abrazo y un beso así, aunque
sólo fuese de amistad.
– ¿Tienes que acaparar la atención siempre?
– ¡Sandra! – Las dos entre gritos se abrazan. – El tiempo te ha
mejorado.
– No ha sido el tiempo, sino el amor. – María la mira
interrogativa, Sandra como si le leyese la mente. – ¡Sí! Sigo
casada con Joseph.
– ¿Me lo llegarás a presentar algún día? – Aún no terminara de
decirlo cuando Joseph se acerca a su mujer y agarra por la
cintura.
– Yo soy Joseph, y tú, María. Eres una persona muy famosa,
hace mucho tiempo que quería conocerte.
– Y yo a ti también.
– Llegué a pensar que eras una fantasía, una alucinación de
unos pocos.
– Veo que se ha hablado bastante de mí.
– Sí, créeme que demasiado y a demasiados. No sé cómo eres,
pero estoy seguro de que marcas a las personas, porque a esta
gente le has dejado huella, a unos buena y a otros mala, pero
huella.
– no te preocupes, todos han mentido.
Mirando a su amiga Sandra.
– No le has dicho a tu marido que era la persona más simpática
que jamás has conocido.
– No te eches laureles.

“No siempre es malo recordar”


– Es "no te eches flores", lo de los "laureles" me lo he
inventado yo y me lo has robado.
– Ni que lo tuvieras en exclusiva. Ambas amigas se echan a
reír.
Mónica se aproxima a Javier y lo toma de la mano antes
de añadir.
– María, que alegría, has venido, Xavi no me comentó nada al
respecto, pero es toda una sorpresa.
– Mónica... – María echa un vistazo rápido a Javier para volver
la vista a su interlocutora. – Sí, estás guapetona, hija, has
cambiado mucho. – María observa a lo que parece ser su
anfitriona. Mónica había cambiado mucho, de ser y una mujer
muy delgada con ropa floja y larga; cabello rubio, liso y largo;
zapatos planos y una voz dulce y tierna parecía ahora una gran
señora adinerada. Seguía siendo la misma rubia, pero de
cabello corto y rizado; tenía unos kilos más que cuando María
la vio por última vez, ahora estaba perfecta, esbelta y más
hermosa. Su indumentaria era más provocativa y su voz seguía
siendo dulce, pero ahora se detectaba algo más de cinismo. Sus
ojos claros mostraban una mirada de aviso... como si te
estuviese advirtiendo de que tuvieses cuidado con ella y su
entorno... ¡sí!... daba escalofrío y una inmensa desconfianza.
– Te veo muy bien Mónica, la verdad que has conseguido
sorprenderme.
– Y eso sí que es difícil de conseguir – mirando a Javier
melosamente – ¡verdad cariño!
Los celos comían a María por dentro, así que cuando
ante su sorpresa, divisa a Berta y Moli no puede evitar
descargar toda su rabia sobre ellas; se encamina hacía ellas con
toda procacidad típica en ella cuando quiere atacar. Las jóvenes
estaban sentadas en una mesa desayunando.
– ¡Esto sí que es una sorpresa! – Se sienta enfrente de ellas.
Sandra le susurra a Javier y a Joseph. – Las va a atacar,

73
sigue siendo la misma, pero cariño – mirando a su marido –
nosotros no vamos a ser testigos tenemos que irnos que ya
llegamos tarde. En veinte minutos volvemos jefe.
– ¡Berta! Has cambiado, estás más guapa, no has crecido pero,
sin embargo, si has adelgazado.
– María, tú siempre tan sincera.
– Estás más guapa con lentillas.
– Te estás riendo de mí, estoy segura. Nunca fui... que digamos
de tu agrado.
– ¿Sigues siendo la misma chica tímida? Espero que no.
– Por qué infravaloras a las personas más débiles que tú.
– ¿Qué me quieres decir? Que eres débil y por eso te tengo por
debajo.
María recordaba a Berta más fea, parecía como si el
tiempo la hubiese mejorado; sin embargo, seguía teniendo el
mismo carácter inseguro de la época en que ella la conociera.
Cierra un momento los ojos, levantando la cabeza intentando
hacer memoria de antes... sí... la recordaba perfectamente,
pequeña, gordita, con unas gafas de pasta castaña, sí... gordos
eran los cristales. Tenía una voz chirriante como el grito de
miles de ratas, decía tonterías continuamente, a María se le
hacia increíblemente insoportable. Al salir de clase los viernes
se iba con sus amigas por los mismos bares de la zona vieja por
donde iba Marcos. Alguna vez algún profesor hacía algún
chiste al respecto y como si la cosa no tuviese importancia,
soltaba a veces algo como “Berta hasta en la sopa te vemos,
hija.” Su forma de vestir daba una sensación de persona cateta,
torpe, basta, burda...
– Te gusta jugar con las personas. No me extraña que tu
matrimonio no te durara.
María abre los ojos y la mira, parece que le fuese a
decir algo pero un recuerdo la detiene. Le da la espalda y se
dirige con calma a una mesa que tenía una cafetera con tazas

“No siempre es malo recordar”


alrededor, se sirve una taza de café solo, le pega un sorbo tras
el cual dice con lentitud – Berta, ¿Aún te fascinan los
profesores?... parecía que iba a proseguir, pero se detiene
mientras mirando su taza regresa a un bar muy lejos de allí.

<<
– ¿María, qué vas a tomar, lo de siempre? – Un señor mayor de
unos cincuenta años, alto y sonriente le grita.
– Si Manolo... no tengo que ir a primera hora, voy a terminar
este trabajo y tengo que estar bien despejada.
Enfrente el centro donde estudiaba informática había
una cafetería en donde se reunían los estudiantes, entre ellos
María con sus compañeros, pero esa tarde María se encontraba
sola, no llevaba media hora cuando entra Berta y se acerca a su
mesa.
– ¿Me puedo sentar?
María levanta la vista de los papeles que estaba leyendo
y sonriendo le dice – ¡Tú No vayas a ser ahora una mema, claro
que sí! – Berta se echa a llorar.
– ¿Por qué no te agrado? ¿Qué te he hecho? ¿Acaso, soy tan
odiosa? Creéis que no me entero que habláis de mí cuando me
doy la espalda. Tengo yo la culpa acaso de ser como soy. Crees
que no siento nada, que soy como esta mesa...
– ¡Eh! ¡Eh! ¡Vale! ¡Vale! No llores, habla más despacio,
demasiadas preguntas juntas. – Berta suspiraba no podía dejar
de llorar.
– No sé que hacer para que os guste... no lo entiendo.
– Precisamente ese es el problema, no tienes que gustar a
nadie, deberías ser atractiva para ti, Berta, careces de
personalidad; tú no puedes encajar la verdad, te dolería más...
– Sí que puedo – le interrumpe la joven llorosa – sí que puedo.
María duda un momento, pero luego con toda la

75
naturalidad del mundo. – Yo cuando estoy con un hombre es
porque él y yo queremos estar juntos, si uno de los dos decide
que se acabó, pues chica, borrón y cuenta nueva ¡hombres no
faltan, los hay a patadas! Pero tú te rebajas hasta el punto de
perseguir a quién de ti no quiere saber nada y por supuesto si
alguien te interesa lucha por él, busca la manera de llamar su
atención, pero no vallas detrás de él para que te vea hasta en la
sopa. Cariño, lo que tú haces, es hacerte empalagosa, repulsiva
y... . ¿No te das cuenta que cuanto más lo persigues más te
odiará? No puedes agobiarlo como tú lo haces. – Berta seguía
llorando más y más, a María le entró pena por ella; empezó a
sentir lástima, no le gustaría ser ella, con toda la sinceridad del
mundo y compasión, suavizando la situación – Venga, tú no
llores más. No me di cuenta que te hacíamos daño, no pensé
que... me siento avergonzada; lo siento mucho Berta. Te
prometo no volverlo a hacer, no solamente a ti, sino a cualquier
persona más débil de carácter que yo.
– Yo... yo...
– Déjalo ya Berta... llorando no se arreglan las cosas. No dejaré
que nadie se burle más de ti; ni nadie diga cosas malas sobre ti,
por lo menos delante de mí, no pases pena... no dejaré que te
humille nadie. – Recogiendo las cosas que tiene encima de la
mesa. – venga vamos a dar una vuelta por la alameda, nos
sentará bien sobre todo a ti, no tenemos que hablar de nada
simplemente pasear pensando en nuestras cosas.
El día era lluvioso, en Santaestela casi siempre el día
estaba grisáceo. Ambas mujeres se encaminaron al “Paseo de la
Herradura” le llamaban así porque tiene forma de herradura, un
Km de paseo.
>>

– ¿Berta, aún te gusta los profesores?


– ¿Qué? – Berta se echa a temblar, pero la rabia que siente es

“No siempre es malo recordar”


mayor que el miedo, desea enfrentarse a María. Creyó que ya
había superado su cobardía, pero ahora se daba cuenta de que
no, sentía temor, María la hacia sentir siempre mísera, un
diminuto insecto, sin embargo, ahora sentía que le venían las
fuerzas para enfrentarse a ella, por eso sin pensárselo dos veces
añadió – ¿A cuántos hombres le has roto la vida? – Berta se
envalentó y sigue – ¿Vigilas bien tus espaldas?
– Berta, yo te hice una vez una promesa... no hagas que la
rompa.
– No te tengo miedo – dice furiosa Berta.
– Sigues siendo insignificante, tu apariencia exterior ha
mejorado, pero tu interior sigue siendo débil, demasiado
endeble. Te puedo pisar como un escarabajo sin inmutarme.
– ¡Ya vasta! ¿Por qué no la dejas en paz? – María mira a Moli.
– Tranquila Moli pronto te toca a ti, pero antes tengo que
terminar lo que empecé. – Volviendo la mirada a Berta. –
Marcos me dijo una vez que él jamás se fijaría en alguien como
tú, no sólo por el aspecto – Con una amplia sonrisa. – Si no por
el comportamiento, tu voz chillona, tu pesadez a la hora de
llamarlo...
– ¡Déjalo estar María! – dice Javier, la miraba con dureza.
– Está bien. – Berta iba a salir del cuarto llorando, pero María
la detiene. – Berta, no te vallas. Deberías quedarte...
seguramente lo que tenga que decirle a Moli te interese a ti más
que a ella misma.
– Eres cruel. – Moli estaba frenética.
– Molinita. – A Moli le irritaba que María la llamase así. – Veo
que tu carrera de graduado social te ha servido para algo.
– ¿Te estás riendo de mí?
– ¡No! ¿Por qué me iba a reír de ti? – Sin dejarla contestar,
María prosigue. – ¿Han cambiado tus gustos? No lo creo, por
eso estás aquí, debe haber algo aquí interesante. Ya sé, gente
con mucho dinero. Una mujer importante como tú, no se

77
juntaría a gente como nosotros si no fuera por la cuenta en el
banco o el rango social. Por lo poco que sé, la mayor parte de
los que están aquí cumplen ambas condiciones.
– ¿Por qué haces esto?
– ¿Qué hago Molinita? ¿Te has puesto colorada?
Moli era una guapísima rubia de ojos castaños, alta y
cuerpo imponente, así la recordaba María y con los años no
había cambiado nada, si acaso más elegante y más guapa. Ésta
joven y María nunca se habían llevado bien, tenían un carácter
muy parecido, solían ser las que acaparaban la atención, puede
que ese fuese el motivo, no puede haber dos gallos en el mismo
corral, María era menos hermosa que Moli, pero quizás tuviese
una personalidad algo más fuerte lo que la hacía más
dominante.
Moli y Berta eran amigas, siempre juntas en todos los
lugares, cómplices una de la otra, incluso diría que pensaban
igual. María sabía perfectamente que el mayor secreto de Moli
era que amaba a Marcos en secreto, no entendía que nadie se
diese cuenta ni tan siquiera su gran amiga Berta. María sabía
que Moli utilizaba a Berta para sus fines, simplemente que le
salió mal. Marcos estaba demasiado enamorado de Rebeca,
fuera un flechazo y nadie podía ir contra eso.
– ¿Le has contado a Berta tu secreto? ¿Le has dicho que la
utilizabas para poder verlo a él? Que ella era el pasadizo. Ella
hacía el ridículo por ti, y tú aprovechabas la ocasión para verlo,
para estar con él...
– ¡Cállate!
– Dile que eso no es verdad – dice Berta acercándose a Moli,
María no tiene ni idea de lo buenas amigas que somos, de
cuanto has pasado a mi lado...
– Berta... – tartamudea su amiga.
– Díselo Molinita... dile lo buena amiga que eras..., lo falsa que
ha sido tu amistad.

“No siempre es malo recordar”


– Di me que no es verdad – repite Berta a su amiga.
Ante el silencio Berta sale de aquella habitación con la
cara de derrotada. Moli mira a María y le espeta – un día
alguien te dará tu merecido, eres un monstruo... no te recordaba
tan malvada. – Moli sale del cuarto, tenía unas ganas tremendas
de llorar, pero no le iba a dar a María la satisfacción de verla
así, por eso decide irse, necesita calmarse... pensar cómo
atacarla, necesita buscar una táctica.
– Ya van dos – dice Víctor a Miguel que les divertía la
situación de las mujeres, no podían entender porque se
comportaban de esa manera tan despreciable entre ellas.
– Te diviertes ¿verdad?
– Mónica contigo no me he metido.
– ¡Qué! ¿Me toca a mí?
– No, que yo sepa tú no me has hecho nada. – Comenzando a
dudarlo se levanta, se aproxima a ella y muy cerca le dice casi
en un susurro – ¿Tú no me habrás hecho nada? ¿Verdad?
Mónica nerviosa mira a Javier, María se aparta un poco
y observa a los dos. Se acerca otra vez a la mesa que está en el
centro del cuarto, esta vez se sienta y se sirve otro café, pero
esta vez con leche. Nadie dice nada, María era observada
despertaba curiosidad, ¿qué habrá sido de ella todos estos
años? Se lleva el tazón a los labios y da un sorbo.
– Más te vale que no hayas hecho algo de lo que te tengas que
arrepentir.
– ¿Qué me harías?
– Mónica, no lo quieras saber, a menos que tengas que
guardarte de mí.
María se levanta necesita salir, demasiada tensión, se
está agobiando, la presencia de Javier la pone demasiado
nerviosa y parece que entre Mónica y él hay algo... intenta no
darle importancia pero sólo pensarlo le duele. Parece ir a
decirle algo a Víctor cuando se fija en una joven que está

79
apartada, en un rincón intentando pasar desapercibida.
– No sé que haces tú aquí Elena, pero Javier debió avisarme
que os iba a encontrar en este lugar, te dije una vez que no
quería verte en lo que te quedaba de vida si la tenías en aprecio.
– Y con el mayor cinismo que un ser puede tener. – ¿Sigues
con el patán de Alfonso? Es verdad, la última vez que te vi, ya
estabas con otro... le desgraciaste la vida a Víctor ¿Has
aumentado tu lista de polvos?, ¿Quién es el pobre tonto al que
le estás descalabrando la vida ahora? Porque Víctor te dejó
¿verdad?
– Eres el ser más cruel y vengativo que jamás haya conocido.
– Elena, Elenita...
– Déjala – Le pidió Miguel, es mi mujer, es otra... persona, tú
no la conoces.
– Está bien. – María se levanta y mirando a su antiguo amigo
repite resignada. – está bien – La verdad es que ya no tengo
ganas de... historias... estoy cansada de... – mirando a Javier –
debiste decírmelo, no tenías que habérmelo ocultado.
Elena se levanta ofuscada, no estaba dispuesta a que
nadie la defendiera aunque fuese su marido, María no tenía
derecho a decidir cuando uno empezar o terminar una
conversación, cuando humillar a quien quisiera cuando
quisiera, era ya hora de que alguien le parase los pies.
– No me defiendas, puedo hacerlo yo sola. – Mirando furiosa a
María y con recelo – Tenía que enfrentarme a ti tarde o
temprano, no me has perdonado, pero no te temo, ya no te
temo.
– Pues haces mal, soy un cruel enemigo. Debieras dejar las
cosas como están o te podrías arrepentir.
– ¡No te temo!
– Por enfrentarte a mí ya te admiro.
– No entiendo por qué tenías que ser tan... horrible con Berta,
ella no tiene culpa de ser una persona que se enamora hasta el

“No siempre es malo recordar”


punto de hacer cualquier cosa por conseguir al ser que ama. Es
bonito.
– Qué cursi me suenas.
– No sé, te crees una Diosa, crees que todos tienen que bailar al
movimiento de tus hilos.
– No, ahí es en donde te equivocas, me gusta la gente con la
que puedo discutir, que si no tengo razón me lo porfié. No
soporto a los complacientes, a las personas que te traicionan, a
las que te fallan... – hace una pausa y mirando a Javier – esas
en las que confías y te dan la espalda – mirando a Elena otra
vez – las personas que quieres son las que tienen la capacidad
de hacerte daño.
– Sin embargo, te llevaste bien con Víctor, el rey de la
superficialidad y poco carácter... – no termina de hablar cuando
el aludido las interrumpe.
– A mí no me metáis en vuestras discusiones de mujeres.
Deberíais dejar esta estúpida conversación. Os haréis daño. El
pasado es el pasado, nadie tiene que mirar atrás.
– No – dice Javier – déjalas, van trabajar todas juntas, así que
es mejor que se escupan todo lo que tengan que decirse, las
necesito lúcidas, por tanto, es mejor dejarlas.
– Puedo leer en tus ojos Víctor y veo que aún la quieres. A
pesar de que ella te utilizó y luego te tiró como escombro.
– ¿Por qué me odias? – dice Elena llena de dolor y rabia.
– No te odio.
– No me puedes perdonar, ¿verdad?
– No sé que hablas – la parte prudente de María la advierte, le
dice que remate la conversación.
– No actúes como si no supieses lo que estoy hablando – Elena
estaba furiosa.
– Déjalo Elena – le repite María, la verdad no tiene ganas de
discusiones, está agotada.
– ¡No! Ahora no lo voy dejar, tú empezaste todo y lo vas a oír

81
todo.
– ¿Qué quieres oír Elena dime? Que no comprendo como es
que Víctor está aquí trabajando contigo después de lo que le
hiciste, que Miguel se casara contigo después de... déjalo estar
– Tú no puedes perdonarme lo de Javier.
– No les hagas daño a otras personas – dice María pensando en
Miguel, Víctor y en Javier que no sabían nada del tema, le
constaba.
– No señora, tú me vas a oír y vas a oír a tu interior. – Elena no
era consciente del posible daño, estaba fuera de sí.
– Tu problema es que no podías respetar a nadie, te daba lo
mismo acostarte con tu cuñado, con tu vecino o con la persona
que más quería tu mejor amiga. Te daba lo mismo, si era
Javier, si era Miguel, si era Roberto... el caso era consolarlos a
todos... – hace una pausa – y Elena eso no es posible sin
hacerle daño a los demás. Te tiraste a medio colegio y luego en
la fiesta de la celebración del centenario a todo el que
pillabas... no tenías luces...
– ¡No es verdad! – Miguel parecía desilusionado. – ¿Di que
María no dice la verdad?
Elena baja la cabeza.
– Sí, es verdad. – Elena se siente impotente por un momento,
pero no va a dejar las cosas así se envalentona – Tienes que
oírlo todo.
– Te dije que lo dejarás. – María sale del cuarto para la terraza,
Elena le sigue, las puertas están abiertas, Víctor, Miguel y
Javier van detrás, Sandra y Joseph llegan en ese instante y se
encuentran con el panorama.
– Miguel me ha aceptado como soy, he cambiado a su lado, ha
hecho de mi mejor persona y nunca me arrepentiré de haberme
casado con él. Hay cosas que no le he contado, pero es mejor
que lo sepa todo al igual que Javier porque él también está
engañado y yo estoy llena de remordimientos y harta de que

“No siempre es malo recordar”


todos seamos malos menos tú, que eres el ser más depravado
que hay sobre la tierra.
– No dejas de hacer daño a los hombres que te aprecian.
Elena estaba dispuesta a llevar a María a un estado
máximo de furia, de desconcierto, pero sin darse de cuenta el
tema se le va escapando de las manos. – ¡Venga! Tú y yo
sabemos que me odias porque sé tu secreto. ¿Se lo has dicho a
Xavi?
– Calla Elena o lo lamentarás.
– Tú no has tenido compasión con las chicas, ni conmigo me
toca a mí hacer mi gran juego.
– Cuidado Elena con lo que dices – interrumpe Sandra que
conocía el secreto que la herida mujer quería revelar – no
dañes a la gente que aprecias, perjudica a María si quieres, pero
piensa en las otras personas. – Sandra temía que Elena revelase
tan horrible secreto tenía que intentar evitarlo. Allí iba estallar
una bomba.
– Ella puede jugar con quién le dé la gana. – Espeta enfadada
Elena – ella se cree con el derecho de decidir por los demás.
– Respeta los sentimientos de aquellos que están fuera del
juego.
– Si yo estoy en el asunto – dice Javier con calma – también
quiero saberlo.
Elena estaba fuera de sí, veía la manera de arruinar la
vida de María, quería vengarse de ella por todo lo que había
hecho y no pensaba en las consecuencias ni en las personas a
las que dañaría. – María no puede perdonarme haber intentado
acostarme contigo, Xavi. – La sorpresa en la cara de Javier se
hace patente.
– Eso no es cierto. – Dice María con mucha calma.
– Sí que es cierto, me llamaste zorra por intentar acostarme con
Javier, por eso se fue Víctor...
– No entiendo. – Dice Javier perplejo mirando a Víctor, este no

83
dice nada – No lo entiendo – Javier no comprendía la
conversación, tenía la sensación que todo aquello fuese una
broma de mal gusto.
Sandra insistía. – Por favor, Elena, no lo cuentes.
– Todo el mundo tiene su secreto, María también tiene un
secreto muy grande que ocultar. – Dice triunfalmente Elena,
satisfecha por sentirse triunfadora.
María se apoya en la barandilla y mira el lago
volviendo al pasado y recordando algo tan terrible.
– ¿Sabes por qué su marido la dejó? – Espera respuesta, pero
como nadie contesta sigue. – María estaba embarazada de otro
hombre. Estaba embarazada de un mes cuando su marido se
enteró y sabía que no era de él, de dos meses fue a Francia a
abortar, el mismo día que salió firmó los papeles del divorcio
éste fue rápido y de mutuo acuerdo. Pero ella nunca dijo de
quién era, sólo lo sabíamos Rebeca, Sandra, Mónica, Yago y
por supuesto yo. – Elena se vuelve a Javier y con frialdad le
espeta. – Mató a tu hijo Javier, sin decírtelo, no tuvo
escrúpulos.
– No, siempre puse dobles medios. No me acosté con ella sin
protección... una vez en toda mi vida no la utilicé y fue en la
fiesta del aniversario de San Paio y no fue con ella.
– Sí que lo hiciste.
– ¡Ya basta Elena! – Esta vez era Miguel el que la mandaba
callar, no quería saber nada más, ese era un tema demasiado
penoso, demasiado triste...
– No, de eso nada, ahora quiero que continúe, necesito que se
explique – Javier estaba asombrado.
– No te va a gustar lo que te voy a contar. Elena empezaba a
arrepentirse.
– Termina, nadie te mandó empezar – añade Javier perplejo.
– En la última cena del grupo, en la fiesta del aniversario del
centro tú habías bebido demasiado, cuando te llevamos a casa,

“No siempre es malo recordar”


yo intenté acostarme contigo; María y Víctor me descubrieron
el juego y así que mientras Mónica y Sandra intentaban que
Yago calmara su borrachera María y yo discutíamos...

<<
– Vamos Xavi, no debiste beber tanto, venga tenemos que
acostarte.
– No quiero. María ven hagamos el amor.
– Estás borracho, mañana lo lamentarías.
– Elena ve acostándolo mientras yo voy a la cocina a buscar un
trapo mojado, tenemos que humedecerle la cara.
– Hay una tienda abierta en la calle continua trae esto. – Le
extiende un papel con un nombre escrito. – Es para las
borracheras se sentirá mejor.
María se marchó, al salir se encontró a Víctor y le pidió
que le acompañara tuvieron que esperar bastante tiempo ya que
el local estaba lleno. Cuando regresaron se encontraron a Elena
y a Javier en faena. Ella estaba sobre él en una silla, se estaban
besando. María se quedó petrificada, cuando por fin pudo
reaccionar.
– ¡Serás zorra!
– Escúchame, no es sólo culpa mía.
– Te dije que lo dejaras en paz.
– Yo estoy libre y él también – no se había dado cuenta que
Víctor estaba allí, Víctor se acerca a ella y le suelta una
bofetada.
– ¿Estás libre, Elena? Espero no verte más en la vida. Víctor
sale corriendo sin hacer caso a la llamada de Elena.
– Estaréis contentos los dos, Víctor es buena persona. ¿Cómo
has podido Elena?
– No sé – tartamudea la joven – no lo entiendo, es como si no
fuera yo. Lo siento tanto… – Elena estaba como perdida,
desorientada.

85
María sale del cuarto, se encamina a la puerta de salida
pero Javier la coge a tiempo, la arrincona entre su cuerpo y la
pared.
– No me dejes. – le susurra el joven enamorado.
Las chicas en la sala habían conseguido que Yago se
quedase echado sobre el sofá tranquilo.
– ¡Déjame Javier, estás borracho!
– Dicen que los borrachos cuentan siempre la verdad.
– Será mejor que os dejemos solos.
Javier toma a María en brazos y la lleva a la habitación
mientras dice a las tres mujeres. – María y yo tenemos que
hablar.
– ¡Suéltame!
– No, mientras no hablemos. – Cierra la puerta de la habitación
con un pie y echa a María sobre la cama, se pone sobre ella.
– ¡Te quiero! No lo puedo evitar, lo he intentado, pero no
consigo olvidarte. Te me has metido en el fondo del corazón.
Intenté enamorarme de Mónica, pero no pude, te necesito para
vivir, para respirar. No soy capaz de dejar de pensar en nuestra
primera vez, cada día cada noche, vivo en un infierno, te
necesito a mi vera, despertarme contigo y ser lo último que veo
cuando me duermo por la noche – María lloraba al oírlo.
– Me has hecho daño, dices que me quieres, pero casi te
acuestas con Elena.
– Estábamos en una silla porque yo intenté huir de ella, pero no
lo conseguí porque se me puso encima y me besó, si te
hubieras fijado la estaba apartando en el momento que tú
llegaste.
– No entiendo nada... estoy tan cansada, Javier... no puedo más,
me estoy ahogando... no tengo derecho a exigirte nada, en
realidad Elena tiene razón tú eres libre.
– No, eso no es cierto, tú eres la dueña de mi corazón, de mi
vida.

“No siempre es malo recordar”


Javier la besa cálidamente, sus manos expertas en
tocarla a ella hacen que María ceda que se deje llevar, porque
no puede olvidarlo, no puede estar sin él... miles de
sentimientos los desbordan a los dos, se sienten como uno solo
repartidos en dos cuerpos distintos. Es tan grande lo que siente
Javier y tan inmenso lo que siente María que cuando se acoplan
sueltan en alto un te quiero mutuo. Si la primera vez fue
especial la segunda había sido maravillosa y la sinceridad
mayor.
>>

– No entiendo nada. Ese día yo me acosté con Mónica. ¿No es


cierto? – Mónica baja la cabeza. Javier mira a Sandra. – ¡Cómo
me engañasteis! – Como ninguna contestaba vuelve la mirada a
María. – Dime que no es cierto. – María no contesta, un
silencio que parece interminable es roto por María.
– No comprendo que pasó después Javier, yo me fui – haciendo
una pausa – Termina de contar la historia Elena ya que la has
empezado.
– Quizá yo no sea la más indicada para seguir contándola. –
Elena acababa de percatarse del desastre que había ocasionado
su venganza. Miguel no podía mirarla, se había pasado
contando tan macabro juego. Levantando la cabeza y mirando a
su mujer a los ojos.
– Tú la empezaste, tú la terminas. – Le dice Miguel muy
enfadado.
– Ese día en la discoteca compramos pastillas de esas que te
aturden; son alucinógenas, al pasarte con la dosis, uno no
distingue la realidad de la ficción. A Javier se las metió Mónica
en la bebida, justo antes de salir de la discoteca, para ver si se
lo podía montar con él, ella no contó con que eso lo que hizo
fue desinhibirte Javier, pero también en su momento
confundirte.

87
<<
Sandra y Mónica estaban en el otro sofá de la sala
viendo la televisión mientras Elena estaba mirando por la
ventana cuando María salió del cuarto. Yago estaba medio
sereno y le hizo una observación
– Veo que la conversación duró más de la cuenta.
– No te rías de mí – hace una pausa. – He sido una inconsciente
no me debí dejar llevar por las circunstancias, espero no tener
que arrepentirme nunca.
– Él es un crió, tiene toda una vida por delante. No pretenderás
arruinar su futuro cargándole la responsabilidad de una familia.
Piénsalo tener que pasar por un divorcio, no lo entiendes, es un
chico con un futuro que tú le cortarías, tendría que trabajar en
cualquier cosa para sacarte adelante, no pretenderás hacerle eso
a una persona que dices que quieres.
– Mónica tiene razón yo como su amigo sé que vale mucho y
tú serías un estorbo.
– Los dos tenéis razón... – María se queda pensativa, es realista
y consciente de la vida que ella tiene.– será mejor que me
marche, a lo mejor no recuerda y cree que fue un sueño.
– ¿Lo vas a engañar?
– Si Sandra, le quiero y lo tengo que hacer, como si no hubiese
ocurrido nada. En cuanto a ti Elena entre nosotras ya no hay
amistad, siempre te he defendido y obligado a los demás a
respetarte, se acabó, no quiero verte en lo que te quede de vida.
Porque si te encuentro desearás no haberme conocido.
María se marcha dejando a los cuatro.
– Ésta es mi oportunidad.
– No entiendo que quieres decir, Mónica.
– Me voy meter en la cama con Javier, él creerá que fui yo con
quien hizo el amor, María seguramente no le hable del tema o
con suerte no lo vuelva a ver. Además, las pastillitas que le di

“No siempre es malo recordar”


lo desorientarán de la realidad.
– No puedes hacer eso. Si María se entera algún día te lo
cobrará con intereses y Javier te matará.
– Estoy segura de que a mí no me va a dejar así tan fácilmente.
Si vosotros no lo decís, ella nunca se enterará y él tampoco.
– No seas estúpida Xavi no es tonto – Yago se inclina sobre el
sofá sentándose – María debe salir de su vida, pero tú deberías
buscar otra manera de acercarte él. Consuélalo cuando ella no
aparezca más.
– Lo he decidido así, por lo cual espero que todos cerréis la
boca.
– Está mal lo que tú vas a hacer – añade Elena – Javier no se
merece esto – acercándose a Mónica – es él quién tiene que
decidir qué quiere hacer con su vida, no vosotros.
– Javier ha perdido la perspectiva no sabe en este momento lo
que es bueno para él.
– ¿Sandra, qué opinas? – pregunta Elena.
– Tú tienes razón, pero ellos también.
– Pues chicos allá voy – con un largo suspiro añade la rubia –
desearme suerte.
Mónica traspasa la puerta del cuarto de Javier.
– Sé que nos arrepentiremos – susurra Elena – lo sé.
>>

Un golpe sobre una mesa que hay en la terraza trae a


todos al presente. Sandra mira a Javier, estaba furioso. Nadie se
atrevía a decir nada. Elena tras terminar su relato no quiso decir
nada más. Javier volviéndose a Mónica.
– ¡Dejaste que creyera que eras tú!
– Lo siento, yo... – Mónica lloraba, se sentía muy vieja, no
sabía cómo justificarse y decidió que haciendo que María era
un monstruo la furia de Javier para con ella sería menor. – Yo
no maté a tu hijo.

89
– ¡Calla Mónica! – Sandra apoyada en su marido imploraba
que se callase.
Javier se aproxima a la barandilla colocándose al lado
de María y con voz de abatido.
– Será mejor que nos dejéis solos.
Joseph era consciente que allí las cosas se habían
puesto muy mal, por eso disgregó el grupo.
Cuando quedaron solos.
– ¿Cómo pudiste matar a mi hijo? Tanto asco te daba tener en
tus entrañas algo mío.
María gira la cabeza lentamente, veía a un hombre
destrozado, los ojos tristes, tras una larga pausa Javier la mira,
su tristeza se convirtió en furia. La sujeta por los brazos y la
zarandea mientras le repite una y otra vez.
– ¿Por qué?, ¿Por qué?...
– No podía hacerte algo así, eras solo un niño, no podía
convertirte en padre de un día para otro, estropearía tu futuro.
¿No lo entiendes?– María le oculta que se lo intentó decir
cuando fue a hablar con él al enterarse de su estado.
– Pudiste criarlo.
– ¿Cómo? Yo también tenía un futuro. No podía ocuparme de
él, estaba casada. Todos sabían que era un bastardo y lo iba a
maltratar. – Apenas dicho esto Javier le suelta una bofetada.
– ¡Lo mataste porque era bastardo! Haré que me lo pagues.
La toma de un brazo y tira de ella como había hecho la
noche anterior, Javier la lleva a su propio cuarto y la tira sobre
la cama.
– Te voy enseñar lo que te espera, te voy castigar por ser un ser
despreciable. Mi venganza durará tanto tiempo como dure mi
furia.
María estaba asustada, Javier parecía una fiera herida,
la iba a castigar y sabía que no sería sólo ese día sino que
duraría su castigo tantos días como días durase la rabia de él.

“No siempre es malo recordar”


– No lo hagas Xavi.
– La súplica no te servirá de nada. En el fondo, por lo que sé, lo
estás deseando, tu cuerpo te engaña.
La besó y la acarició hasta que la desarmó le hizo el
amor con rabia y la llevó a un orgasmo a la vez que él lo sentía,
a pesar de todo la deseaba, la amaba. Pero no había sido algo
especial como fuera cuando aquella noche él creyó estar en un
sueño. Cuando aquel fatal día él se despertó creyendo haber
hecho el amor con María, pero cuando vio a Mónica no se lo
explicaba. Cuando Mónica le dijo que habían pasado toda la
noche los dos juntos, su corazón lo negaba, pero la evidencia
tenía mayor fuerza y pensó que la noche más hermosa de su
vida la había pasado con la mujer equivocada. Y ahora
descubrir el engaño al que fue sometido y saber que la mujer
que amaba matara a su hijo por egoísmo le hizo sentir
miserable. Su rabia iba a tardar en disiparse.

91
CAPÍTULO QUINTO

A la mañana siguiente nadie se había asomado por el


comedor a desayunar, temían la incomodidad. El día anterior
fuera como un estallido de una bomba atómica, como
inducidos por un sexto sentido la gente fue a desayunar al
salón, pero el destino le hace jugadas a quien quiere escapar y
por azar acabaron todos tomando la misma decisión. La tarde
anterior nadie estuvo en casa, a excepción de María con lo cual
era el primer encuentro desde la catastrófica riña.
La primera en entrar en el salón fue Sandra y Joseph.
– No hay nadie. – Joseph se reía de la situación de su mujer. –
te digo siempre que te mantengas al margen. Tarde o temprano
vas tener que enfrentarte a Xavi y a María.
– Aunque no te lo creas temo más la furia de María que la de
Javier, a él sólo le oculté un secreto que lo fue carcomiendo,
pero es comprensible pensar que los secretos no se cuentan.
Pero María jamás me perdonará que haya contado a Mónica y a
Elena lo del aborto. Compadezco a Mónica y a Elena. Más a la
primera que a la segunda.
– No puede ser tan terrible, siempre me has hablado bien de
María, la quieres mucho.
– Siempre te he contado las cosas buenas de María, pero nunca
te he contado cómo trata a sus enemigos. Pero lo más terrible
es que Elena no contó toda la verdad y María tampoco conoce
toda la verdad.
– ¿De qué me estás hablando?
– ¿De verdad quieres saberlo?
– No, me da pánico saberlo. – Pensativo. – ¿Crees que María se
lo va hacer pagar a Elena?
“No siempre es malo recordar”
– Sí, pero va a ser peor con Mónica. Y a mí no te digo nada.
– Yo te defenderé.
– ¡No cielos! Te devoraría, conmigo puede ser benévola, pero
que se entrometa alguien que no tiene ni voz ni voto, te
convertiría en un insecto. María es de las personas que sabe
esperar la oportunidad para su venganza, sin embargo, hay algo
en ella que es distinto, en otros tiempos… no sé es como si la
viese más dócil.
En ese instante entran dos jóvenes, uno pelirrojo,
pecoso y muy guapo este era Ernesto acompañado de su
inseparable amigo Carlos un joven no muy apuesto, casi se
podía decir que era feo, sin embargo, era un juerguista
empedernido. Javier los conociera en la universidad de
matemáticas y se habían hecho buenos amigos. Ernesto estaba
pasando un mal momento cuando se presentó ante Javier y le
dijo que si lo contrataba jamás se arrepentiría y sobre todo que
no le fallaría nunca. Javier no entendía por qué querían trabajar
con él puesto que las ofertas les llovía a ambos, ya eran cuatro
años trabajando con él.
– Buenos días. – Ernesto saluda sonriente. – Veo que tenemos
las mismas ideas.
– Buenos días chicos, creo que por eso trabajamos bien en
equipo.
Pronto el salón se llenó, las chicas no se hablaban y a
excepción del matrimonio de Sandra, los otros estaban
peleados. Cuando Javier entró en el cuarto, el que más o el que
menos contenía la respiración. Xavi se sirve un café solo con
un bollo, no dice ni una palabra, la tensión era evidente, pero
nadie quería ser el primero en romperla. María hace su
aparición en escena y cada uno tiene miedo que explote algo
parecido al día anterior. La joven nota no sólo las miradas, sino
que percibe en el ambiente la tensión. Experta en este tipo de
situaciones decide romper el bloque de hielo.

93
– ¡Buenos días! Ya tengo el primer esquema general del
trabajo, necesito saber la distribución de las especialidades.
– Ya las he terminado – responde Javier que ni la mira mientras
habla con ella. Pero María hace como si le diese lo mismo.
– Bien te escucho – dice ella muy indiferentemente.
– ¿Alguna vez escuchas a alguien?– añade Javier echando la
cabeza hacia atrás rotándola.
– Sí, a mí – responde María con cinismo sin cortase.
– ¿Me estás retando?
– ¡Por dios que tontería!
Durante breves segundos se miran fríamente, como si
en el fondo se odiasen. Suena el móvil de María, al sacárselo
de un bolsillo con rapidez Javier se lo arrebata de las manos
descolgándolo.
– ¿Diga?... por supuesto que no soy María, sí, está aquí. ¿De
parte de quién?... ¿quién has dicho que eres? – apartando el
móvil de la oreja – ¡Increíble! – con insolencia – María es para
ti... de un tal... Marcos.
A Berta se le cae el tazón que sostenía en ese momento
en sus manos. María le quita con desagrado el teléfono – no
vuelvas a hacer eso.
– Eres mía – en voz bien alta para que todos le oyesen bien –
me perteneces así que...
– Ya vale MagoDeOz – y conversa con su joven amigo que
estaba al otro lado de la línea esperando, Javier no dice nada
más, el hecho de que ella le llamara MagoDeOz con tanta
suavidad hizo que lo desarmase. Tras colgar y ante la mirada
interrogante de Berta.
– Yo lo llame ayer por la tarde, desde la muerte de Rebeca
trabajamos siempre juntos, es muy buen analista, el tiempo es
escaso por lo que me ha dicho el jefe – mirando a Javier – si
trabajamos a buen ritmo – hace una pausa y pensativa como
divagando – Xavi dice que, lo conseguiremos sin perder

“No siempre es malo recordar”


dinero, que es lo que realmente tiene que importarnos.
Cuando María comentó que Rebeca había muerto
provocó cierto desconcierto entre todos, nadie sabía de la
muerte de la antigua compañera. Berta sintió pena por Marcos,
pero también alivio, se sintió incómoda por sentirse aliviada.
– Trabajaran los dos grupos como si fuera uno solo. Acercaros
todos a la mesa – Cogiendo entre las manos una cartulina que
tenía sobre una silla, la abre y durante un momento la mira
como estudiándola con rapidez. Tras unos minutos la coloca
sobre la mesa, con un rotulador hace dos correcciones – Quiero
que lo hagamos de esta manera. Como analistas programadores
Yago y María, creo que es una buena manera de que aprendáis
a soportaros.
Yago se acerca a María y la rodea por la cintura –
bueno jovencita podemos intentarlo.
María iba a contestarle cuando Javier le saca la mano de
la cintura de María – solo tienes que trabajar con ella.
– Vale, vale no te pongas celoso.
– Yo siempre trabajo con Marcos, no quiero hacerlo de otra
manera – dice María apartándose de ambos.
– yo soy el jefe, así que tendrás que adaptarte y trabajar con
Yago. Marcos trabajara en análisis con Berta, pienso que harán
buenas migas – Berta se pone colorada, no dice nada.
– Yo trabajaré con Marcos, somos un equipo y no dejaré que
me impongas según que cosas.
– Harás lo que te diga – Javier se aproxima a María y muy
cerca en bajo le susurra al oído – soy tu amo, tu dueño y harás
lo que yo te diga.
– Si quieres que haga bien mi trabajo tendrás que dejarme
hacerlo a mi manera.
Ambos se miran a los ojos muy cerca el uno del otro
– ¿No tendrás nada con él además de trabajar juntos? – antes de
que María soltase alguna impertinencia un gesto de Javier le

95
hace cambiar de opinión y responde.
– No... Solamente vivimos y trabajamos juntos, pero créeme no
tenemos nada de nada que no sea amistad.
– ¿Estás segura?
– Sí, estoy segura – dice con insolencia María – ¿no me crees?
Javier se vuelve acercar a ella y casi tocándole los
labios – ya lo averiguaré – Separándose de ella y volviendo a
mirar la cartulina vuelve a hacer otra corrección – está bien
analista programador María y análisis Marcos y Berta con lo
cual los tres trabajaréis juntos – Mirando a María – ¿Te parece
bien?
– Sí, mucho mejor... gracias.
A la pandilla le estaba empezando a gustar aquella
situación era como estar viendo una película romántica, se
preguntaban para sus adentros ¿cómo acabaría toda aquella
historia?
– Los redactores de los análisis, ayudas, manuales, etc. Miguel
y Moli, creo que no hay comentarios.
– Por mí sin problema dicen ambos jóvenes al unísono.
– Víctor y Elena – Miguel mira a Xavi interrogantemente – son
muy buenos en su trabajo. Elena gestión es lo tuyo y Víctor
rastrea sus programas.
– Te vas a quemar Xavi – añade María
– ¿No te vas a callar?
– No sería yo si te hiciese caso ¿no crees?
– Sistemas... Roberto rastreador de los programas de Yago.
– Me encanta rastrearte Yago – dice guaseándose Roberto
– Y a mí que me rastrees – siguiéndole la broma Yago.
– ¡Eh! – Yago y Roberto callan ante esa palabra con tanto
significado en boca de su jefe.
– Eres un viejo – dice María.
– Si quieres después de esto te demuestro lo viejo que estoy.
– Jefe que estamos trabajando – añade el pecoso Ernesto.

“No siempre es malo recordar”


– Hardware Joseph y Sandra.
– Me encanta trabajar con mi marido.
– y a la pareja feliz – Mirando a Carlos y a Ernesto –
Matemáticas. Lo siento, José, tú tendrás que trabajar solo, será
por esta vez y te dedicarás al apartado de contabilidad tú solito.
– Puedo hacerlo.
– Lo sé, por eso te lo dejo a ti solito.
– Creo que deberías reconsiderar algunos de los... – No termina
de hablar porque Javier la interrumpe.
– No me interesa tu opinión, soy quien manda.
– Bien – dice ella ofendida – si has terminado... – María sin
terminar la frase se da la vuelta y sale del cuarto.
María se encamina fuera de la casa, se acerca a algo que
le llama la atención ya próxima ve una pequeña y hermosa
piscina hecha en la misma piedra con agua muy fría ya que
venía de un pequeño manantial, se sienta al borde y se queda
mirando el agua.
– ¡No vuelvas a contradecirme delante de mi gente!
María se sobresalta – no entiendo.
Javier se sienta al lado de ella, la toma por la cintura
introduciéndole la mano por debajo de la ropa comienza a
acariciarle la barriga, sube poco a poco hasta llegar al pecho y
comienza a jugar con él. Ella le susurra – no, déjalo.
– Sé que te gusta, no puedes evitarlo tu cuerpo responde
aunque tú no quieras por eso esta es la última vez que te voy a
tocar, ese será el castigo que te he impuesto, hasta que tú
vengas y me supliques... y lo harás María lo harás. – se levanta
y se va, dejándola allí desolada.
Llevaba sólo un rato pensando cuando un joven se
allega a ella sobresaltándola.
– Esto es precioso.
– Sí que lo es – sonriéndole a Víctor.
– ¿Qué ha pasado María?

97
– No te lo han contado...
– Sí que me lo han contado. Pero hay algo que no encaja.
– Ven siéntate a mi lado. Miremos el lago, calma como la nana
de un niño.
– Sí es reconfortante.
– Víctor te veo muy cambiado, más triste, más solitario, más
reservado.
– La vida María, también te ha cambiado a ti.
– Sí que es verdad, los años pasan y nos hacen más respetuosos
con la vida. – Víctor mira a la mujer que tanto admira. – María
nunca le he dicho a Javier ni a nadie adónde te habías ido, yo
sabía que no ibas a abortar... tú eres para eso toda una mujer,
decidí perder todo contacto contigo, lo que no sabes no tienes
tentación de contarlo.
– Gracias por ese voto de confianza... – Víctor la interrumpe.
– Tu personalidad no te permitiría hacer otra cosa, lo que no
puedo entender es porqué Javier no se ha dado cuenta, cuando
Elena lo soltó, en el momento yo supe que no era verdad, que
estaba mal informada.
– ¿Cómo sabes que no es verdad?
– Porque te conozco, lo sé, a mí no me engañas. O no estabas
embarazada o has tenido el crío.
– Es una niña. Pero no le digas nada a nadie de momento, por
favor... déjame hacer las cosas a mi manera.
– Está bien – Víctor la toma de las manos – Tú sabes cómo
tienes que hacerlo, tienes ese derecho, porque él dudó de ti.
– Gracias, y cambiando de tema ¿Cómo has llegado a trabajar
con Javier? ¿Cómo es que trabajas estando Elena?

<<
– ¡Víctor, vamos que ya es tarde! Vas a perder el avión.
– ¡Ya voy, no te preocupes aún es pronto!
Víctor miraba el caudaloso río Duero desde la gran

“No siempre es malo recordar”


terraza de la casa de su padre, se veía hermoso y lleno de vida,
entre el buen tiempo atmosférico y la altura del asentamiento
de la casa de su padre el río parecía que se crecía. Aquellas
vistas eran magníficas, se veía todos los pueblos lindantes, los
valles cercanos, las suaves colinas que dejaban pasar el
grandioso río, el inmenso colorido que asomaba a sus ojos lo
tenían embriagado pensando en la mujer que amaba. No podía
olvidarla... estaba en todas partes, la veía en cualquier espacio
al que mirase. Se había ido a vivir con su padre a Portugal para
olvidarla, pero el amor viaja con uno, vaya a donde vaya, la
distancia no era impedimento para que el amor se alejase.
– venga Víctor vas a llegar tarde a la convención y es una gran
oportunidad para encontrar alguna empresa que pague más.
– Papá, me parece estar oyéndome a mí hace un par de años, ya
veo de quién he heredado la predisposición a mejorar.
Ya acomodado en el avión recuerda las últimas palabras
de su padre – No se te ocurra beber, intenta aguantarte hasta
que vuelvas, a tu regreso miraremos que vamos a hacer.
Víctor no le había hecho mucho caso, tampoco le
respondió, pensaba que era una tontería. Así que cuando
aquella guapa azafata le preguntó si podría ayudarle en algo él
amablemente le dijo – un güisqui, por favor, – La joven se
sorprendió por lo pronto de la mañana para beber, Víctor se lo
leía en la cara, sin embargo, no dijo nada y le sirvió la bebida
pedida. Tenía la necesidad de olvidar a Elena, tenía que no
pensar en ella y la bebida le ayudaba. Ya en el hotel decidió
seguir bebiendo un poco más no le haría daño.
Ya en la convención estaba tan ebrio que no
comprendía el significado de las palabras, se ahogaba así que
decidió darse un paseo, si le tomaba el aire un poco quizás no
se sentiría tan agobiado.
– Se está bien aquí afuera, mejor que dentro – Víctor se gira al
oír la voz, le parece familiar, pero...

99
– Sí que se está bien, este aire me hacía falta.
– ¿No sabes quién soy verdad?
– La verdad no, me recuerdas a alguien, pero no sabría decirte
a quién.
– Si te digo que antes vestía más desaliñado, cabello largo...
– Javier Troyano ¡Qué sorpresa! ¡Cómo has cambiado! Ya veo
que la vida te ha tratado bien.
– No, he tenido que lidiar mucho con la vida, no me han
regalado nada de nada.
– Perdona, no pretendía ofenderte.
– y tú ¿a qué te dedicas?
– Rastreo los fallos informáticos – hace una pausa – y bebo
cuanto puedo.
– Así no conseguirás nada, se olvida durante un ratito, pero
luego vuelve a la cabeza los mismos recuerdos una y otra vez.
– ¿Acaso sabes de lo que estás hablando?
– Claro que sí – Javier se apoya en la misma barandilla que
Víctor – yo aun sigo recordando a María cada día, cuando me
levanto es en la primera que pienso y es la última que nombro
en alto antes de dormirme y es la única con la que sueño cada
noche... es mi tormento... mi castigo por haberla dejado
marchar.
– Pues tómate una copa y durante un rato la puedes olvidar.
– yo dejo de pensar en ella cuando trabajo, me saturo tanto que
llega un momento que ella ya no cabe en mis pensamientos –
tomando la copa que le ofrece Víctor – pero creo que hoy te
voy a hacer compañía, seguramente me haga falta un día de
relax.
Mala idea fue esa, toda la noche de copa en copa, de bar
en bar acabaron juntos en una plaza llorando y lamentándose
de sus propios errores. Cuando por la mañana despertaron en la
calle.
– Despierta Javier – ambos estaban en un callejón, tirados en el

“No siempre es malo recordar”


suelo, donde parecía ser que habían dormido – nos han robado
– estaban sin zapatos y lo gracioso, no llevaban nada más que
puesta la ropa interior. Javier se sienta y se miran uno al otro
echándose a reír por la situación.
– El beber sin control tiene sus inconvenientes.
– Dirás inconveniente – Javier lo mira muy serio.
– No, inconvenientes – suspira – el que te roben y esta horrible
resaca.
– Eso es que no estás acostumbrado.
– Ni quiero. – Se ríe Javier.
– Vamos a buscar un taxi – Javier lo mira sorprendido.
– Tú crees que con estas pintas nos va a recoger alguien que
esté en su sano juicio.
– Por intentarlo. – se detiene y riéndose otra vez – la verdad es
que no. Tendremos que ir andando. Nos vendrá bien una
caminadita.
Los dos se encaminan al hotel, la verdad que era una
larga caminata, la gente les miraba como diciendo “que par de
locos” pero ellos estaban disfrutando del paseo, esa situación
era digna de contar a los nietos, unos años más tarde se
hartarían de reír por esa situación. Para nada se sintieron
avergonzados cuando delante del joven que estaba en la puerta
del hotel lo intentaban convencer de que eran clientes.
Terminaron en la comisaría por desorden público. Ya llegada la
noche y cuando el abogado de Javier los fue a liberar, por
supuesto llevándoles ropa, Javier le ofreció a Víctor un puesto
de trabajo.
– Víctor toma esta tarjeta es de una psicóloga, es muy buena no
solo como doctora sino también como persona... y cuando
creas que puedes volver al trabajo en mi casa tienes un puesto
fijo bien remunerado... no lo hago por ti sino por mí. Sé que
eres muy bueno en lo que haces…
>>

101
– Llevo desde esa con él siempre... no sólo es nuestro jefe
María sino también nuestro amigo. Salí del alcohol gracias a él.
Cuando Elena vino a trabajar con nosotros tuve tentación de
irme, pero Javier me pidió que me quedase; sería una prueba
para mí... no la he olvidado, pero sí que he aprendido a vivir
trabajando a su vera. No me fue fácil al principio, pero ahora
ya no me afecta, sé que puedo volverme a enamorar. De Elena
tengo un recuerdo hermoso... no malo... sino positivo.
– Eres muy valiente.
– Todos somos valientes... cada uno decide en qué grado, pero
el hecho de vivir en este mundo ya es un acto de valentía.
María lo abraza, y él la aprieta, siente que necesita que
alguien le dé un fuerte abrazo que le transmita fuerzas.
– yo siempre seré tu amigo, de los dos... creo que vosotros
deberíais arreglar las cosas..., estáis hechos el uno para el otro,
créeme.
– Ya veremos... ¡te invito a tomar un refresco en un bar!
– ¡Acepto!
Ambos amigos salen charlando y riendo como deberían
hacer todos los amigos. De la sombra sale Miguel... allí se
mantuvo durante toda la conversación... como siempre en las
sombras.
Miguel estaba enamorado de Elena desde el primer día
que la viera, pero intentaba disimularlo criticándola duramente,
en realidad era la falta de conformismo por su comportamiento
y el machismo que radiaba en él le otorgaba una manera de ser
cara a los demás a veces desagradables. Al rematar el curso
Elena se fue a vivir con Víctor eso para él fue un desespero,
verlos felices le provocaba un dolor inmenso así que cuando
tuvo la ocasión de separarlos ni se lo pensó. Sólo se lo había
contado a Javier; cuando le fue a pedir trabajo para su mujer;
porque sabía perfectamente que él no se lo contaría a nadie...

“No siempre es malo recordar”


Miguel tenía que contar la verdad, tenía que explicarle a María
porqué el comportamiento de Elena; Víctor tenía que saber por
qué perdió a la mujer que amaba, ambos deberían saber la
verdad... incluso su amada Elena. Y después de haber
escuchado la conversación de ambos amigos más todavía, él
tenía una parte de la culpa de todo lo que había ocurrido... ¡sí!
Buscaría a María, a Víctor y a Elena y les contaría todo.
No le fue muy difícil encontrarlos porque los chicos
solían reunirse en un bar muy antiguo a menudo para salir de la
villa de Javier e impregnarse de gente. Era un lugar en lo alto
del pueblo, desde allí se divisaba el valle aunque no estuviese
en lo más alto. Era una casita toda de madera y rodeada de
ventanales grandes por un lado se veía el valle y por el otro la
montaña, incluso el río que fluía caudaloso todo el año gracias
al lago que le aportaba parte del caudal.
Cuando Miguel entró pegó un vistazo rápido para ver si
veía a María y a Víctor, sentado en la barra los encontró
charlando animadamente.
– Quería hablar con vosotros – ambos amigos se giraron.
– Claro – dijo sonriente María – porque no, hoy tengo el día
dado.
– Venir... – mostrando una pequeña mesa en una gran terraza –
vamos para aquella mesa, allí estaremos tranquilos. He
llamando a Elena... – balbuciendo – creo que es hora de que os
cuente la verdad de alguna cosa.
– No creo que tengas que justificarte de nada – le dice Víctor.
– Sí, tengo, con los tres, una cuenta pendiente, aunque no lo
sepáis.
No llevaban sentados cinco minutos cuando asoma
Elena.
– Javier te estaba buscando María.
– No es mi dueño.
– Según él sí.

103
– Que diga lo que quiera.
– Además, creo que mejor es que me marche.
– Espera – reteniéndola Miguel. Si me apreciáis en algo dejar
que hable, después si queréis, tiraros los trastos a la cabeza.
Elena se sienta, está bien Miguel... tú dirás.
– Está bien... retrocedamos al centenario de San Paio.
– Es una tontería volver a todo eso – añade Víctor – eso es
tiempo pasado.
– No… no lo es. Cuando los dos os fuisteis a vivir juntos creí
volverme loco, los celos me carcomían, pensé que era amor,
pero no. El amor es hacer lo que has hecho tú... Víctor.
– Yo no he hecho nada.
– Sí que has hecho. Te apartaste de nosotros para dejar que
Elena fuese feliz.
– Así entiendo yo el amor, si le amas, le dejas ser feliz.
– Pues eso. La famosa noche que visteis a Elena con Javier...
ella no tenía culpa... yo le di una fuerte bebida mezclada con
las pastillas que tenía Mónica. Era la misma droga que le dio
ella a Javier, en realidad, nosotros dimos a todos una dosis en
la bebida… como un juego, simplemente que Mónica se pasó
echándoselas a Javier y yo a Elena. Se trataba de ponerla a
cien, – mirando a Víctor – tú tendrías que pillarla conmigo
romperías la relación y yo la consolaría, ella sería para mí.
– ¡Qué estás diciendo Miguel! – asombrada Elena, Víctor
permanecía inconmovible, pensativo por lo que estaba
escuchando.
– Yo no contaba – continúa Miguel – con tener que llevar a
José a casa debido a su borrachera. ¡Entiendes María! Tenía
que ser yo no Javier... a ella en esa situación de drogas y
alcohol le hubiese dado igual si fuera pepe o Jacinto, daba igual
quien fuese, era un hombre y ya está, supongo que le di en
exceso porque los otros...
– No puedo entender cómo pudiste hacer algo así – apunta

“No siempre es malo recordar”


María.
– Yo pensé que... – Miguel hace una pausa como para pensar lo
que iba a decir. – Yo pensé que la quería, pero eso era egoísmo
propio, ya casado con ella comprendí que si quieres a alguien
tienes que dejar que sea feliz. Por eso cuando fui consciente de
ello fui a pedirle trabajo a Javier para ella.
– No sabía que le pidiese trabajo a Javier. – dice pensativa
Elena.
– Sí. Os cuento.

<<
– ¡Elena date prisa o llegarás tarde!
– ¡Miguel! ¿Aún no estás listo?
– No… – hace una pausa – Yo no voy.
– Pero ¿Por qué? Para mi familia es importante.
– Pero para mí no. Además, no les soy grato y desde que
perdiste el último trabajo me odian.
– No digas tonterías.
– Ve tú anda, yo tengo una entrevista de trabajo.
– No me habías dicho nada.
– Quería darte una sorpresa, pero veo que si no te lo digo no
tendré otra manera de convencerte.
Elena mira a su marido, con cariño, – está bien ya me
buscaré una disculpa.
– Digas lo que digas no creo que...
– A mí no me importa lo que piensen los demás – le interrumpe
ella.
– Lo sé, pero me gustaría que estuviesen contentos por ti.
– ya lo estarán, no te preocupes más. Venga márchate yo pediré
un taxi y te justificaré, se me ocurrirá algo.
Miguel sabía perfectamente que su mujer aun estaba
enamorada de Víctor, no había conseguido olvidarlo aunque
ella lo negase. Se había enterado que estaba trabajando en

105
Madrid con Javier, así que tenía un plan para volver a
reunirlos, tenía que conseguir que su esposa volviera a sonreír.
Las cosas no les habían salido bien debido a la mala cabeza de
él, sus celos habían conseguido que Elena perdiera más de un
trabajo y su afición por el juego era su ruina y no conseguían
salir adelante. Miguel era consciente de que convirtiera a Elena
en una mujer desgraciada en silencio.
Ya delante de la mesa de la secretaría de Javier.
– Tengo una cita con el señor Troyano. Me llamo Miguel
Estévez.
– Sí ya le está esperando desde hace un ratito.
La joven acompaña a Miguel hasta el despacho de
Javier, éste sentado en el escritorio con el sillón mirando hacia
la ventana, contemplaba a través de los cristales la increíble
vista que desde allí se divisaba. Al oír el sonido de la puerta se
gira, levantándose para recibir a su compañero de escuela.
– Miguel – dándole un apretón de manos – me alegra verte.
Durante un rato estuvieron hablando del pasado,
recordando los buenos momentos hasta que por fin Javier
pregunta.
– Miguel no quiero parecer bruto, pero ¿qué te ha traído hasta
aquí?
Durante un momento Miguel parece enfriar y
acobardarse, pero al acordarse de su mujer se arma de valor.
– Vengo a pedirte un favor... para mi mujer... sabes es muy
buena programadora de gestión... – baja la cabeza – su mala
suerte soy yo.
Javier parece no escucharlo, pero tras un leve silencio
añade – cuando llamaste para pedir cita para hablar conmigo
investigue un poco sobre vosotros.
– Ya veo.
– No es lo que piensas, pero no me gusta estar desprevenido,
quiero la verdad.

“No siempre es malo recordar”


– Si ya la sabes.
– Me interesa más como tú me la cuentes.
– Será mejor que me valla.
– Espera Miguel, huir es de cobardes.
– No venía a pedirte nada para mí, sino para mi esposa. Yo no
importo.
– Ven siéntate, tomemos una copa... te sentirá bien hablar con
un amigo.
– Nosotros nunca hemos sido amigos.
– Nunca es tarde para comenzar una amistad.
– Supongo que tienes razón.
– ¿La quieres mucho verdad?
– Sí, pero los celos y el remordimiento me han llevado a
arruinar nuestra vida.
– ¿Los remordimientos de qué? – con extrañeza pregunta
Javier.
– Yo provoqué la situación para que Víctor encontrara a
Elena...
– Espera me he perdido – interrumpe Javier.
Miguel cuenta al joven lo que realmente había ocurrido,
tras el relato Javier añade.
– Pero ella finalmente se decidió por ti.
– Sí, casi como obligación, porque se había quedado sin nada.
En realidad creo que ella aun le quiere, está conmigo como
castigo a su debilidad, o a lo que ella cree su debilidad.
– No digas tonterías. Os habéis casado y os lleváis bien, me has
dicho que ella te apoya en todo... a pesar de tu ludopatía. –
Suspira – el que esté contigo debería bastarte.
– Hay veces que la veo concentrada mirando a ninguna parte.
– Se comporta distante contigo.
– No, siempre está ahí a mi lado. He perdido mucho dinero
apostando a los caballos... su familia me desprecia... sin
embargo, ella está ahí conmigo en todo. Cuando le pido perdón

107
me mira y me dice que todo se arreglará. ¿Sabes? Trabaja
mucho y pierde los trabajos por mis muchos celos – hace una
pausa – son muchos y me pierdo cuando pienso en perderla.
– ¿Sabes que Víctor trabaja conmigo?
– Claro que lo sé. Ese es uno de los motivos por lo que desearía
que dejaras que trabajase contigo.
– ¿No te da miedo que trabajen juntos?
– Eso sería lo suyo, que estuviesen juntos.
– ¿Tanto la quieres?
– He comprendido que si la quiero tengo que dejarla ser feliz.
Y si es verdad que aun quiere a Víctor, yo tendré que aceptarlo
y dejarla marchar.
– ¿Qué vas hacer tú?
– Aprender a vivir sin ella. Xavi ella es muy buena en su
trabajo.
– No lo pongo en duda. Si ella quiere no hay problema. Eres tú
el que necesita ayuda.
– Yo no importo.
Durante un momento ambos se quedan en silencio,
Javier es el primero en romperlo.
– Ven tú también a trabajar conmigo. Yo te ayudaré a superar
el juego, dejemos que ella decida libremente en igualdad de
condiciones, a lo mejor te llevas una sorpresa y averiguas que
realmente te quiere a ti.
>>

– ¿Quién os creéis que soy tú y Javier para manipularme? –


Elena estaba fuera de sí. En ese instante llega Javier y la joven
se levanta y le suelta una bofetada.
– ¡Qué! – dice Javier pasmado. – Acabo de llegar no me ha
dado tiempo a hacer nada.
– Quiero que me dejéis en paz. – y sale llorosa a pensar en todo
lo que su marido le había contado.

“No siempre es malo recordar”


– ¿Qué ha pasado? – pregunta Javier.
– Miguel nos ha contado todo. – contesta Víctor.
– Valla... – Víctor se levanta y va hacia la barra, Javier le sigue.
– Miguel ¿cómo has podido enredarlo todo tanto? – Dice
parsimoniosamente María.
– No sé María... creí que... yo que sé.
– Está bien – colocando su mano en la de él.
– Dime que tú no me odias.
– No… la verdad que ya no me queda odio para nadie. Pero
Miguel, rompiste una relación que tenía Víctor y Elena,
estropeaste la amistad que teníamos las dos. Y metiste a Javier
en un lío... pero sabes... has sido muy valiente al decir la
verdad sabiendo que eso te podía costar tu matrimonio.
– Sé que me va a costar mi matrimonio... pero tampoco era
justo que os llevaseis mal por mi culpa. Lo que Elena te ha
hecho ha estado mal – suspirando – deberías decirle la verdad a
Javier sobre lo de la niña.
– ¿Cómo lo sabes?
– Te oí hablar con Víctor, esa conversación que tuvisteis me
hizo reaccionar y decir la verdad, no es justo que tanto lío siga
disoluto. Esa noche cambió demasiadas vidas y tuvo su efecto
colateral. Comprendí que con mentiras no se lleva ninguna vida
adelante. Por eso te digo que le cuentes la verdad a Javier,
estáis hechos el uno para el otro y os queréis no dejes que esto
continúe así.
– Lo que tenga que ocurrir ocurrirá, hay veces que es el tiempo
el que determina cuando se debe hacer las cosas.
– No tardes mucho. O lo perderás.
Mientras tanto en la barra del acogedor bar.
– ¿No lo entiendes verdad? – Javier estaba sentado al lado de
Víctor.
– No sé cómo reaccionar. Llevo estos años trabajando con
Elena... he tenido que aprender a estar a su lado sin poder

109
tocarla... viendo como Miguel la abrazaba o la besaba... y
resulta que era un plan.
– No te equivoques Víctor. Miguel lo ha hecho por ella, tenía
que estar seguro de que ella no estaba con él por rebote.
– Mira Xavi, ha estado mal por una simple razón, si ella me
quiere está con su marido sufriendo, si al que ama es a Miguel
entonces me haces la puñeta a mí. De todas a todas ella está
entre dos hombres.
– Lo sé, pero ella tiene que decidir libremente.
– Ahora sabiendo la verdad es cuando puede decidir
libremente. Pero Javier ¿dónde queda el daño? El daño que le
ha hecho a María, el que me ha hecho a mí, el que le ha hecho
a ella y también el que te ha hecho a ti.
– ¿Crees que no te aprecio a ti o a Elena?
– Sé que nos quieres... eres un muy buen amigo... simplemente
no eres Dios y te equivocas como todos los humanos, es por
eso por lo que sigo aquí sentado a tu lado y continuaré
trabajando contigo y sobre todo seguiremos siendo amigos.
Pero no quieras que no esté enfadado contigo porque lo estoy.
– Lo siento, sé que eso no sirve de mucho, pero lo siento.
– ¿Entonces ya sabías que eras tú con quien la cacé?
– No, hasta que Elena lo contó no sabía nada, Miguel me
ocultó ese detalle.
– Bueno es un consuelo.
Elena no había cogido el coche para volver a casa,
necesitaba pensar, necesitaba intentar comprender por qué su
marido había estado engañándola tanto tiempo. Poco a poco
paseando llega al lago, como algo inconsciente. Se sienta y
mira el lago para tranquilizarse.
– Te estaba buscando. – Elena se gira sobresaltada.
– Ya, me has encontrado – dice la joven con cinismo, Moli se
sienta a su lado.
– Miguel y Víctor te están buscando.

“No siempre es malo recordar”


– Pues que sigan, ya no me importa. – ambas miran el
horizonte sobre el lago como si fuese un manto grisáceo
cubriéndolo.
– ¡Qué paz se respira aquí! Ahora entiendo porque siempre
venís todos aquí.
– ¿No te habías acercado hasta aquí en estos años? ¡Qué raro!
Incluso Javier suele venir.
– Sola no, siempre he venido a bañarme con los chicos.
– De vez en cuando deberías mirar a tu alrededor pararte y
observar te sorprenderías de ver cosas fantásticas.
– Sé que tienes razón... pero...
– Cierra los ojos.
– Qué tontería.
– Venga, cierra los ojos – repite Elena – ¿puedes oírlo?
– No oigo nada – susurra en bajo Moli.
– Concéntrate – Moli abre un ojo mirando a su compañera –
¡qué cierres los ojos te digo! – con autoridad. Tras un breve
paréntesis de silencio.
– Escucho mi interior.
– Eso es lo bueno, por eso es estupendo venir a este lugar y
escucharte – hace una pausa – al oír tu yo interno puedes
pensar con más claridad y tomar decisiones o simplemente
clarificar cualquier... – deja de hablar quedándose dentro de sí
misma como si sus pensamientos la desbordasen.
– Elena – Moli habla muy bajito casi en un murmullo – ¿Qué
ha pasado? – Elena mira a su joven compañera, qué bonita es
piensa ella, si yo hubiese sido tan hermosa como ella no
pensaría tanto. Elena hace partícipe de todo lo sucedido en el
bar unas horas antes. Moli no dice nada, la escucha con mucho
interés, tras la narración las mujeres se quedan en silencio,
pasado un rato Moli interrumpe ese silencio.
– Elena... hagas lo que hagas piensa en ti... en lo que quieres...
en lo que necesitas... y lo que esperas del futuro. Ellos lo

111
superarán si quieren; para ti tú eres lo más importante... por una
vez en tu vida... permítete el lujo de ser egoísta nadie te
reprochará nada y si alguien osa hacerlo piensen lo que piensen
los demás no va contigo. – Moli se levanta, tocando en el
hombro a Elena – sí que es verdad de que aquí uno puede
pensar. Creo que te voy a dejar sola – sonriendo – para que
hables, con tú yo interno.
Moli iba pensando en la suerte que tenían las mujeres
que no se enamoraban de un hombre... sufrir por un hombre
¡qué tontería!
– ¿Has visto a Elena?
Moli levanta la vista para mirar a los ojos a María que
estaba subida a un peldaño de una escalera dejándola unos
centímetros por encima de ella.
– Está hablando, con su yo interno.
– ¿Estas de broma?
– No estoy bromeando te estoy diciendo que Elena está
hablando con su yo interno.
– ¿Has bebido? Es igual me voy a buscarla.
– Espera... Espera...
– ¿qué?
– Dejarla... está en el lago... necesita pensar... necesita estar
sola ¿Vale?
María se detiene y se sienta en la escalera una hermosa
escalera en forma de caracol de hierro forjado que iba desde un
pequeño jardín hasta una pequeña terraza con una larga pared
de cristal tras la cual estaba la sala de trabajo.
– María... – sentándose a su lado – yo no te odio, ni te
envidio... quizás cuando éramos más jóvenes envidiaba tu
facilidad para que todos te hiciesen caso, odiaba que cuando tú
hablabas los demás te escuchaban. Recuerdo aquella vez que el
profesor de programación te pidió la opinión sobre los trabajos
de algunas personas.

“No siempre es malo recordar”


– No creo que lo que yo pensase importase mucho.
– Pues te lo creas o no eso ayudó a que algunas personas
suspendieran.
– Simplemente dije que no era justo que unos trabajasen y
otros sin hacer nada saliesen igualmente beneficiados.
– ¿Y te parece poco?
– Era la verdad. Yo tenía razón.
– A eso me refiero. Casi siempre tienes razón. Influyes
demasiado en las personas. Eres abogado, juez y verdugo...
– No hago eso.
– Sí que lo haces.
Ambas mujeres se quedan en silencio María lo rompe.
– Es verdad.
– Lo sé, ¿ves? Yo también tengo la razón a veces – las dos se
echan a reír, ¿quién les iba a decir a ambas que se reirían juntas
algún día?
– No pareces la misma – dice María sonriente.
– Es que no lo soy. Javier me ha ayudado mucho. Soy otra
persona, una persona que me gusta más. Me siento orgullosa de
mí.
– Javier parece como si fuese vuestro ángel de la guarda.
– Lo es María. Si quieres te cuento mi historia de cómo llegué
aquí.
– La verdad es que me encantaría escucharla.

<<
Hacía calor ese día, allí en Madrid los veranos eran
secos, la joven se detiene delante del antiguo edificio que
buscaba desde hacía al menos un par de horas. “¡Qué
hermosura!” Piensa la joven. Se aproxima a la puerta principal,
dos láminas de madera antigua se presentan majestuosas
acompañando el edificio, las atraviesa apareciendo ante ella
otra puerta que le impide el paso, la muchacha ve su reflejo

113
quedándose quieta como queriendo analizar aquella figura que
veía ante ella. Era rubia, sus largos cabellos lisos y bien
peinados brillaban a lo largo de su espalda. Los ojos claros,
grandes y verdes llamaban la atención, pues resaltaban entre las
pestañas tan largas y oscuras, la nariz bien perfilada y la boca
grande y bien hecha hacía que aquella jovencita provocase la
admiración de quién la estuviese mirando. Se pasa la punta de
la lengua por los labios bien pintados marcando quizá la boca
un poco más grande pero para nada poco sensual. Aquel día
había elegido para la ocasión un vestido de sisas; se cruzaba
desde el pecho a la cintura ciñéndose desde la cintura hasta la
cadera; marcando el talle perfecto de la joven. Una vez allí el
vestido se soltaba en cientos de pliegues pequeños hasta la
mitad del muslo, dejando ver las largas y bien formadas piernas
de aquella hermosa joven. El color verde de las flores que
llenaban el vestido sobre fondo azul verdoso resaltaba el brillo
de sus ojos, de su cara y de toda ella.
Tira de la puerta hacia ella para pasar al recinto
decidida a discutir lo que considera es su deber. Va buscando
los nombres de los despachos, pero ninguno es el que a ella le
interesa y por fin...
– ¿Por favor, el señor Troyano? – pregunta a una joven rubia
vestida correctamente que se interpone entre la puerta de
entrada y otra puerta más imponente.
– ¿Tiene cita previa? – dice la muchacha.
– No, pero seguro que si le indica al señor Troyano quien soy,
me reciba.
– Lo siento – responde la secretaría amablemente – pero sin
cita previa no puedo dejarla pasar, el señor Troyano tiene
mucho trabajo hoy y...
– Usted es burra o qué – interrumpe la visitante – no me está
escuchando.
– Por favor, váyase o llamo a seguridad – dice enfadada la

“No siempre es malo recordar”


secretaria, pero educadamente.
– Le digo que me anuncie – aquello era ya un griterío hecho
que provoca curiosidad de las personas cercanas al lugar. De
repente se oye una voz que las hace callar.
– ¡Berta!
– Señor Troyano e intentado.
– No te preocupes Berta, yo me encargo.
– De acuerdo señor.
– Pasa Moli.
Moli no había vuelto a abrir la boca, se había quedado
asombrada al ver a Javier. “¡Qué cambiazo!” Pensó ella “¡Qué
guapo, atractivo... y porque no rico!”
– Toma asiento, por favor, – señalándole un sillón negro.
– No gracias, prefiero estar en pie.
– Como quieras – apoyándose en el escritorio Javier continua
diciendo – Te veo muy bien, muy guapa, los años te ha
mejorado. – Haciendo una pausa – ¿Y qué te trae por aquí?
– Vengo para decirte que no vamos a aceptar tu propuesta.
– ¿Por qué?
– Pues... pues porque estamos muy bien así, no necesitamos
favores de nadie – respira profundamente y continua – nos
apañamos muy bien solas.
– Ya veo... viviendo miserablemente, Rebeca trabaja y tú
gastas.
– ¡Qué yo también trabajo! – se defiende Moli.
– Sí con un sueldo miserable. Llevas encima más de 400 euros
en ropa, cuando vi a Rebeca no llevaba más de 20 euros, ropa
del mercadillo, barata.
– No tiene mis gustos.
– Venga déjate de estupideces. Ella lo que no tiene es para las
dos, se siente tan agradecida que te lo da todo y eso que ella
gana dinero.
– Lo que Rebeca no tiene es tiempo, trabaja demasiado y no

115
tiene interés por nada, ha sido la manera que ha tenido ella de
olvidar a ese estúpido – hace una pausa para respirar
profundamente – en el fondo le ha venido de perlas tanto
trabajo, no tiene tiempo para llorar.
– ¿Por qué?
– Está casado ¿no?
– Pero llorar viene bien a veces.
– Estamos bien solas.
– ¡No! ¡Tú estás bien! Eres un zángano – Javier se levanta y se
acerca a la ventana, durante un rato contempla el Paisaje de la
ciudad tan urbanizada, no le gustaba para nada las ciudades tan
grandes y urbanizadas, pero era lo mejor para su negocio. Se
vuelve y mirando a los ojos a Moli le dice decididamente a
pesar de haberle prometido a Berta que no se lo contaría a
nadie y menos a ella. – ¿Sabias que, contrariamente a lo que
haría cualquier persona, Berta no aceptó mi buenísima
propuesta si tú no venías en el lote? Lo tenía muy claro, a pesar
de todo ella no te dejaría sola. No entiendo porque cree que te
debe algo, lo único que hiciste fue ocultarle, que también
estabas enamorada de Marcos y que la utilizabas a ella para
estar con él sin tener que ponerte en ridículo.
– ¡No es verdad! – le grita ella avergonzada.
– Sí que lo es. Moli le ofrecí el mundo sin ti, vivir como se
merece y no quiso si no lo podía compartir contigo.
– Yo... yo... – dejándose caer sobre el sillón que antes le
ofreciera Javier, con los brazos abatidos y la cabeza baja
susurra. – No sé qué decir. Levantando la cabeza y mirando a
Javier a los ojos – quizás debería dejar que anduviera sola –
hace una pausa – creo que la que se quedará sola soy yo... no
sirvo para tener un trabajo estable. Demasiado tiempo perdido
ligando con posibles ricos que me mantengan toda la vida.
– Tampoco es eso.
– Tú no sabes nada. Mi sueño es vivir ricamente, tener todas

“No siempre es malo recordar”


esas cosas que se compran con dinero. Yo soy machista, no me
importa que me mantenga un hombre... y si es viejo mejor...
– ¿Qué te ha pasado Moli?... antes tú no eras así, para nada
pensabas como ahora.
– Cuando era más joven podía tener a quien quisiese, pero
ahora... aun teniendo ropa cara y viviendo como no puedo
permitirme...
– Yo puedo ayudarte si me dejas.
– ¿por qué ibas a ayudarme tú? No hemos sido que digamos
amigos nunca – Moli se echa a llorar, Javier se acerca a ella y
la abraza para consolarla.
– Déjame que te ayude, te enseñaré a valerte por ti misma,
serás buena en lo que te prepare, vales mucho, simplemente
que aún no lo sabes. Luego si quieres puedes irte. ¿Trato
hecho?
La chica lo mira con esos ojos llorosos, la mirada de
Javier transmitía siempre tanta confianza en los demás les
hacía sentir... – Trato hecho – dice tímidamente.
Hacia de aquello unos años y estaba tan bien y se sentía
tan plena que por nada iba a dejar aquello tan grande que tenía.
>>
– Lo siento tanto Moli. Lo que has pasado y sobre todo haber
dicho a Berta lo de que estabas...
– ¡Calla! Tarde o temprano tenía que saberlo, si hubiese sido
más sincera con ella. Ahora está enfadada, pero se le pasará. La
conozco y sé que se le pasará. Además, ya no tienes que
tenerme lástima, no tienes por qué ahora soy feliz, tengo lo que
quiero, trabajo para mí, soy buena en lo mío, no estoy sola... si
no te has dado cuenta somos una familia... o al menos lo
éramos hasta que llegaste.
– Sólo estaré hasta que termine el trabajo.
– Javier no te dejará ir.
– Eso es cosa mía él no es mi dueño.

117
– Créeme María no te dejará marchar mientras esté enamorado
de ti.
– Él no me quiere.
– Serás torpe, ahora está enfadado pero se le pasará... créeme
sé lo que te digo MagoDeOz está más que enamorado de su
marquesa, no puede vivir si no es a tu lado. Le gustaría odiarte,
pero no puede y lo peor de todo es que tú también le amas. No
seas mema arregla las cosas dile la verdad eso del aborto es una
patraña yo soy una persona que abortaría, pero tú no eres así,
fregarías suelos si hiciese falta para sacar un hijo adelante, pero
no lo matarías y menos si es del hombre que amas.
María iba a decir algo pero Moli la interrumpe.
– No quiero saber nada – levantando los brazos en señal de
negación – lo que no entiendo es cómo Xavi no se ha dado
cuenta... no lo entiendo, se supone que él te conoce mejor que
nadie y resulta que es el único que se lo cree.
– A veces creemos lo que queremos.
– Puede – levantándose y subiendo dos peldaños se detiene y
se gira hacia María – María ¿cómo se llama?
– Violeta – María sonríe – pensé que no querías saber nada del
tema.
– Soy una mujer. – María se queda mirándola hasta que
desaparece de su vista.

“No siempre es malo recordar”


CAPÍTULO SEXTO

Había sido un día demasiado lleno de tensiones;


muchas sorpresas para un solo día. Desde que llegara a aquel
lugar no había dejado de estar tirante, no quería ni un momento
más para pensar, tenía su cerebro saturado. Cuando llega a su
cuarto se encuentra con que allí no están sus cosas. Decide ir
en busca de Javier, pero al no encontrarlo pregunta a una joven
pelirroja vestida de asistenta a la cual pregunta.
– Hola
– ¿puedo servirla en algo señora?
– ¿Me puedes decir si sabes dónde está el señor Troyano?
– En su despacho, pero el señor no quiere que nadie le moleste
cuando está allí.
– No sabía que tuviese despacho – la joven no contesta – ¿por
dónde queda? – Tras explicarle – gracias.
– Señora – la pelirroja añade.
– Espero que sus cosas estén colocadas a su agrado.
– ¿Dónde están mis cosas? Eso era lo que quería preguntarle al
señor.
– El señor Troyano me ordenó que las colocara todas en el
cuarto de él.
– Con qué permiso.
– Con la del señor Troyano… le recuerdo que yo trabajo para
él y que estoy en su casa, si tiene algún problema debería
decírselo al señor no a mí.
– Perdona tienes toda la razón. Hablaré con él.
– Buenas noches señora.
Le costó un poco encontrar el despacho de Javier, la
puerta estaba entreabierta y se distinguían dos voces una de
mujer y otra de hombre. María se acerca sin hacer mucho ruido
como una gacela acechando cuanto más se acerca más
119
reconoce las dos voces son las de Javier y las de Mónica.
– Lo siento Xavi, espero que puedas perdonarme. Yo no quería
perderte, es lo único que se me ocurrió, fue por desesperación,
no pensé… – la hermosa mujer lloraba, tenía que convencer a
Javier que fue un acto desesperado. Aunque ella no lo supiera;
Javier sabía perfectamente lo que había movido a Mónica, sólo
por eso no estaba enfadado.
Tras una pausa larga Javier parece recapacitar, no le
gustaba ver llorar a una mujer, pero estaba casi seguro de que
las lágrimas de Mónica eran falsas, cuando estudiaban le
gustaba cómo era, sin embargo, tras su viaje a Inglaterra había
cambiado tanto.
– No te preocupes Mónica, se me pasará. Tendrás que
esforzarte mucho para que pueda volver a confiar en ti…
necesito tiempo y espacio – Javier se sentía un hipócrita sabía
perfectamente que jamás volvería a confiar en ella y menos a
tener nada que no fuese laboral aunque no hubiese encontrado
a María.
– Espero que esto no entorpezca nuestras relaciones
esporádicas.
Javier va a contestar cuando se percata de la presencia
de María así que para molestarla y por estar tras la puerta
escuchando le hace una señal a Mónica así que siguiéndole el
juego.
– Entre nosotros hay pasión… deseo – acercándose a Mónica y
besándola en la boca – te gusta este juego... ¿verdad Mónica?
– Te deseo tanto Xavi – ambos comienzan un juego de pareja
sexual, María con el enfado de celos abre la puerta de golpe
hecho que determina el final del juego.
– ¡María! – Dice Mónica cínicamente – estas ahí.
– Siento interrumpir pero quisiera hablar con Javier.
– Cómo no – besando a Javier – luego nos vemos cariño – La
joven sale cerrando la puerta tras de sí.

“No siempre es malo recordar”


– Espero que la interrupción sea por algo que merezca la pena.
– No te entretendré mucho, lo justo y así puedes ir detrás de
ella.
– ¿Celosa?
– ¡Qué estupidez!
– Pues dime qué quieres y así puedo ir en su busca.
Durante un momento María se detiene para observar a
Javier, llevaba unos pantalones de pinzas negros con rayas
color crema al igual que la camisa. La corbata la llevaba
desbrochada y la camisa por fuera; estaba descalzo, los zapatos
de charol negros estaban a pocos metros de él. La chaqueta
sobre el respaldo de una silla también próxima. María contiene
la respiración para tranquilizarse ese hombre la desencaja.
– Mis cosas ¿dónde están?
– Donde va a ser… en mi dormitorio.
– ¿Por qué?
– Creo que está claro ¿no crees?
– Eso quiere decir que te vas a ir al dormitorio de Mónica y yo
me quedaré con el tuyo.
– No… eso quiere decir que tú dormirás conmigo en mi
dormitorio, los dos juntitos como un matrimonio bien llevado y
lo de Mónica será un pasatiempo.
– y tú te crees que yo voy a aceptar esa tontería.
– ¡Claro que sí!
– Estás loco si crees que voy a dormir contigo y menos aceptar
una concubina.
– Cariño tú eres la concubina y ella mi mujer.
Javier echa una carcajada, le hace gracia aquella
situación, va a dejar que crea que él tiene una historia con
Mónica así le servirá de lección.
– Yo no voy a dormir en tu cuarto.
– Sí que lo harás ¿quieres verlo?
Javier la arrincona contra la pared. El olor del perfume

121
de ella se mete por las fosas nasales de Javier que lo excita con
enloquecimiento. Le sujeta las manos y las aplasta con
suavidad y fuerza contra la pared, la respiración agitada de ella
hace que sus pechos comiencen un baile acompasado tan
sensual que Javier cree volverse loco.
– ¡No me toques! – grita ella furiosa por lo que había visto y
oído.
– ¡No vuelvas a decirme lo que no tengo que hacer, eres mía!
¿Me oyes? Mía, me perteneces.
– Yo no te pertenezco.
– ¿Quieres que te demuestre que no puedes resistirte a mí?
– Déjame, por favor.
– Haré que me supliques que te tome.
Javier la vuelve a besar pero despacio para disgustar
cada beso, cada caricia con calma y sin prisa. María cierra los
ojos para disfrutar de más sentimientos, la resistencia de María
va descendiendo hasta que es casi una súplica para que no se
detenga. Poco a poco él la toma en brazos y sin dejarla de besar
la transporta hasta el cuarto en donde la deposita con cuidado
sobre la cama. María despoja de la camisa a Javier él a ella de
su vestido poco a poco se van desnudando uno al otro hasta que
finalmente ella sin poder resistirse más le suplica que la haga
suya. Ante estas palabras de ruego él se sienta en la cama se
coloca los pantalones toma un suéter en las manos y antes de
salir por la puerta le dice.
– Te dije que me suplicarías, eres mía aunque tú no quieras... es
algo más fuerte que tú, un sentimiento y un poder que te
controla y no puedes frenarlo... no quieres frenarlo... y si lo
intentas te hace más daño...
María se queda allí sentada y callada viendo como
Javier se va, se tapa con una sábana y piensa que no tiene ganas
de llorar más... la verdad es que está demasiado cansada, le
hace menos daño el que Javier la rechazara que el hecho de que

“No siempre es malo recordar”


estuviese en ese instante con Mónica. Se duerme llorando
aunque se resista no puede dejar de pensar en ver a los dos
retozándose como dos adolescentes, cuanto más piensa en ello
más llora, así que cuando se queda dormida es de puro
agotamiento.
Javier sale del cuarto enfadado consigo mismo si la
desea tanto y la quiere tanto porqué hace esas cosas de
cretino... el hecho de perder un hijo lo hace vulnerable, le
hubiera gustado que María hubiese tenido el bebé, sería
hermoso ser padre. Al pasar por el cuarto de Berta la puerta
está abierta y ella mirando su cara reflejada en un pequeño
espejo.
– ¿Qué haces? – la joven se gira para ver a su interlocutor.
– ¡Ah eres tú!
– Gracias por ese desánimo.
– perdona Xavi.
– ¿No puedes dormir?
– No, tengo insomnio.
Javier se aproxima a Berta y colocándose tras ella. – No
puedes dormir porque no dejas de pensar en Marcos – Berta se
pone colorada – venga sigues loquita por sus huesos.
– Yo soy fea, chillona... no le gustaría a ningún hombre y
menos a él.
– No digas eso. María está equivocada, no conoce a la nueva
Berta.
– Recuerdas cuando viniste en mi busca.
– Sí que lo recuerdo – Javier muestra una amplia sonrisa.

<<
– ¡Qué sorpresa! Nunca me imaginé verte en mi casa y menos
ahora que eres importante.
– ¿Puedo pasar, Berta?
– Por supuesto – dejándole espacio para que entrara – está todo

123
desordenado pero no creo que para hablar haga falta el orden.
Ven siéntate aquí – señalándole un sofá de dos plazas floreado,
desentonaba con el resto del mobiliario, aunque allí nada
armonizaba.
Javier echa una rápida visual descaradamente. El
recinto era amplio y un gran ventanal de pared a pared
iluminaba el salón. Cuatro puertas abiertas, dos a cada lado
dejaban ver lo que había tras ellas; dos dormitorios, un cuarto
de baño y una cocina era todo lo que allí había. Se veía un
descomunal desorden en todo el apartamento, quizás uno de los
cuartos se vislumbraba con algo más de orden.
– ¿No te gusta? – pregunta cínicamente Berta.
– No, la verdad es que no entiendo cómo puedes vivir así.
– Ya ves... la vida le da a cada uno lo que se merece...
– Eres idiota.
– ¡ Eh! No vendrás a mi humilde hogar para insultarme. Puedes
irte.
– No me voy a ir hasta que hablemos.
– ¿De qué podemos hablar nosotros dos? Nunca te he gustado.
– Yo nunca he dicho eso, no sé de donde lo has sacado, pero no
tienes que gustarme para que trabajemos.
– Vete, es lo mejor.
– Te repito que eres idiota. ¡Siéntate y escucha! – con voz
contundente y autoritaria, Berta obedece, no entiende que
puede querer Javier.
– Eres fea, burda, no tienes clase ninguna... pero eres muy
buena en tu trabajo... sí, no me mires así, muy buena. He visto
tu trabajo y necesito a alguien como tú en uno de mis dos
equipos.
– Si acabas de llamarme dos veces idiota... – Javier la
interrumpe.
– No puedo entender como alguien tan buena analista como tú,
pudiendo ganar mucho dinero, trabaja para una empresa que la

“No siempre es malo recordar”


explota, no puedo entender cómo quieres vivir así, pudiendo
mejorar tu calidad de vida. En cualquier sitio ganarías más.
Berta baja la cabeza – No soy nadie..., me has visto...,
la gente me detesta.
– Eso es porque no te quieres. Yo puedo levantar tu autoestima,
que te hace mucha falta, tu apariencia la tienes que cambiar y
unos cuantos modales que no te hagan tan grotesca. Déjame
que te ayude.
– ¿Por qué ibas a hacer eso?
– Simplemente porque lo vales – Berta se echa a llorar – ¿por –
qué lloras?
– No puedo dejar a Moli.
– Esa mujer es precisamente tú perdición, ¿por eso sigues
viviendo así?
– Le debo mucho, ella me ayudó a superar muchas cosas.
– Pero no tienes que cuidar de ella, con lo tuyo tienes bastante;
ella va en picado y te está arrastrando... ¿no lo ves?
– Se lo debo.
– Está bien... no llores más... déjame pensar – Javier se levanta
y da una vuelta sobre sí mismo con las manos sobre la nuca. –
Tendrías que mandarla a hacer gárgaras. Está bien Berta, si
vienes a trabajar conmigo, que por cierto ganarás mucho
dinero, le enseñaré a Moli a transformar cualquier código,
papel informático, análisis, ayudas, etc. en palabras legibles por
todos aquellos que no son informáticos. Haré que cualquier
manual que Moli escriba resuelva las dudas de quien lo lea,
creo recordar que las palabras se le daban bien.
>>

Berta se aproxima a un espejo de cuerpo entero, le


gustaban los espejos por eso tenía el cuarto lleno de ellos de
todas las formas, clases y tamaños. Se observa bien y repite en
voz alta para escucharse a sí misma.

125
– ¡Qué guapa estas ahora Berta! Las lentillas te quedan bien, no
aquellas gafas feas e inmensas. El maquillaje suave en mi piel
me da un toque de alegría y ahora sabes hablar controlando el
tono de voz y sobre todo has aprendido a sonreír y a reír. ¡Valla
señor Troyano ha hecho que sea una mejor persona!
– Ya eras una gran persona. – Berta mira a través del espejo
detrás ella a los ojos de Javier.
– No te han dicho que no te metas en las conversaciones
ajenas.
– No lo pude resistir, estabas incluso simpática hablando
contigo. Pero no he conseguido que vistas de otra manera,
pero tú eres así, forma parte de tu personalidad. Ahora la ropa
que utilizas, la llevas con estilo propio, con clase... me gusta
esta Berta – y abrazándola. – No dejes que María te haga sentir
pequeña, porque no lo eres. No puedo ayudarte ahí Berta
porque es la deuda que tienes contigo mismo, enfrentarte a ella.
– Sé que tienes razón pero Xavi esa mujer me aterroriza, es una
bruja, no entiendo porque le amas – hace una pausa – sí que lo
sé... la verdad que la envidio en muchas cosas.
– No tienes porque, cada uno es como es y ya está, ella tiene
que aceptarte tal y como eres... eso es lo que le tienes que
enseñar.
– Sí, pero es una cabezota.
– Entonces enséñale lo que vales.
– Yo no tengo que enseñarle nada.
– Ya empiezas a entenderlo... tu vida la determinas tú, nadie
más... – dándole un beso en la punta de la nariz – sigue
hablando con el espejo que yo tengo trabajo – y sale.
– Berta ¿se puede saber que haces ahí? – La joven mira a su
amiga. Desearía matarla, por haberla engañado durante tantos
años, pero también, a pesar de todo, siempre ha estado a su
lado, quizás se haya aprovechado de ella en un pasado, pero no
por abusar de ella sino porque estaba sola y asustada. Berta

“No siempre es malo recordar”


había comprendido que ella había sido el apoyo de Moli, la
fuerza que había necesitado su amiga, para seguir viviendo.
Por eso la había perdonado, porque no había maldad en Moli.
– Moli pensaba en ti, en nosotras, en como Javier nos ayudó a
ambas. Me hizo una promesa y la cumplió.
– Estás muy melancólica... vamos te invito a un refresco en el
pueblo.
– ¿A esta hora, pero si es muy tarde? Mañana trabajamos.
– ¡Venga un ratito!
– Está bien, pero un ratito nada más, prométeme que no me vas
a enredar para quedar algo más de tiempo.
– Te lo prometo. – Moli abraza a su amiga y le susurra en el
oído muy bajito – gracias Berta por no dejarme.
– No digas tonterías, venga vamos al rincón de “Xerardo” allí
esta seguramente Carlos y Ernesto... – en tono de picardía – y
sé perfectamente que ambos están coladitos por ti.
– ¿Tú crees? – Dice Moli pensativa – creo que en realidad
están jugando conmigo.
– Bueno, juega tú con ellos... hasta que te decidas por uno.
– No sé... – sonriendo – pero mientras nos divertiremos
sanamente claro.
Ambas amigas salen agarradas del brazo y entre risas.

– Carlos las chicas están tardando.


– No te preocupes Molinita siempre llega tarde.
– Sí, Ernesto, hemos pasado muchas historias los dos juntos
¿eh?
– Demasiadas, amigo. Toda una vida.
Cómo son las cosas y como va cambiando la vida según
se van tomando decisiones, unas mejores y otras más
equívocas, pero es precisamente las decisiones las que hace que
uno madure y sea mejor o peor persona. La misma experiencia
para dos personas totalmente distintas afecta de forma contraria

127
o increíblemente de la misma manera, ejemplo de ello Carlos y
Ernesto dos personas totalmente distintas y, sin embargo, tan
iguales.
Carlos y Ernesto se conocían desde la infancia habían
vivido en el mismo barrio en Ciudad Real. Ya en la guardería
Carlos era el dominante y Ernesto el retraído; aunque ambos
eran muy inteligentes Ernesto sobresalía en todo lo intelectual
y Carlos permanecía en la sombra, sin embargo, este último era
siempre el centro de atención gustándole para nada parecer lo
que realmente era... un genio.
Carlos siempre había sido muy delgado, su altura
imponía siempre de tal modo que nadie era capaz de
enfrentarse a él. Tenía unos ojos azules grisáceos, no obstante,
cuando le daba mucha luz a veces se tornaban verde aceituna
resaltando en su tez blanca, su cabello rubio proporcionaba a
Carlos un aire de chicuelo aún hoy en día con sus 34 años.
Carlos se mostraba siempre lleno de vitalidad, defensor de las
causas injustas ya de pequeños defendía a los menos
afortunados.
Ernesto era todo lo contrarío bajo, gordo, inseguro. Su
cabello rojo y sus muchas pecas provocaban que siempre fuese
la diana de los demás muchachos y el hecho de que siempre lo
supiese todo incitaba a los demás a propinarle cientos de
insultos. Tenía unos ojos grandes de color avellana que
resaltaban en su tez morena, pero que durante años estuvieron
tristes.
Carlos cuidaba de Ernesto porque en el fondo se veía en
él. El yo que nadie conocía y que siempre tenía escondido con
miedo a salir. Una vez en el primer año de instituto, los de
último curso, ridiculizaron a Ernesto por su cabello; Carlos
salió en su defensa y los mayores se burlaron de la altura de
Carlos; éste que tenía carácter orgulloso le echó por encima de
los pantalones del líder un batido de chocolate, esto no hizo

“No siempre es malo recordar”


mucha gracia, la suerte acompañó a los dos jóvenes porque el
tutor de los mayores se los llevó a clase. Por la tarde cuando
ambos amigos salieron de clase, en la puerta de la casa de
Carlos, los estaba esperando no dos ni tres jóvenes sino unos
seis chicos para vengarse. Carlos ni se lo pensó, se abalanzó
sobre el joven más alto; aunque todos golpeaban a Carlos éste
no se acobardaba y con su cuerpo endeble daba golpe tras
golpe a quién hiciese falta por defenderse. Él sabía que si no lo
hacía jamás lo dejarían tranquilo, prefería recibir y dar a
quedarse impasible y que lo humillasen; era consciente de que
le dolería todo el cuerpo, pero las heridas del cuerpo se
recuperan pronto, mucho más rápidas que las de la mente.
Ernesto permanecía impasible ante aquella escena; no podía
comprender por qué su amigo quería recibir semejante paliza...
durante un buen rato permaneció observando hasta que
comprendió que Carlos tenía razón, si no se defendía, sería
siempre el hazme reír de los demás y sobre todo, no podía dejar
que Carlos recibiera aquella manta de golpes, cuando por él
había empezado todo. Así que sin más dilema se abalanzó
sobre el grupo de chicos que golpeaban a su amigo. Poco más
duró la pelea, del mismo modo que empezó terminó. Sin decir
nada los seis jóvenes se fueron, sólo uno había añadido al irse
“sois valientes”.
Ambos amigos sentados en el suelo una espalda contra
la otra, se reían, les dolía todo el cuerpo, pero estaban felices y
sobre todo satisfechos. Desde ese día no sólo se afirmó más la
amistad entre los dos, sino que ambos cambiaron un poco;
Carlos mostró su inteligencia, Ernesto se mostró más sociable.
Los años fueron cambiando y ambos amigos se fueron a
la universidad... varios años habían pasado desde aquella pelea
y el cuerpo de ambos lo marcaba. Ernesto se volvió un
pelirrojo muy guapo, alto y delgado, cuerpo atlético y sonrisa
afable. Carlos seguía siendo muy alto y delgadito, pero no muy

129
agraciado en belleza, eso era lo de menos porque era tan
simpático que las chicas solían verse más atraído por Carlos
que por Ernesto aunque siempre acababan en los brazos de
Ernesto éste sabía fascinarlas más. Lo que realmente le gustaba
a las chicas era el conjunto que formaban los dos, a las mujeres
les gustaría un hombre que fuese la fusión de ambos... quizás
por eso jamás tuvieran una relación que les durase más de dos
semanas porque las jóvenes se enamoraban de ambos.
Pero es que para trabajar eran iguales... juntos no
existían problemas porque unidos todo tenía solución Así que
cuando Javier los conoció le impresionó la capacidad
intelectual que generaban en conjunto. Al salir de la
universidad Ernesto se presentó ante Javier y para su sorpresa
le pidió su primer trabajo; a esas alturas estaban muy
solicitados y, sin embargo, querían trabajar con él; se sintió
muy honrado de que se lo pidieran, realmente le recordaba un
poco a él y a Yago cuando eran jóvenes, llevaban con él unos
cinco años en ese tiempo nunca se habían arrepentido por
ninguna de las partes el hecho de trabajar juntos.
Cuando conocieron a Moli se enamoraron en el
momento de ella, al principio decidieron que se la quedaría
quien la consiguiera, pero cuanto más la conocían más loquitos
estaban por ella así que decidieron ser su amiga y compartirla
hasta que ella se decidiera por uno de los dos... el perdedor se
apartaría noblemente. Pero Moli también se había enamorado
de ambos así que tenían una relación de amistad de tres y les
iba bien, simplemente esperarían a que el destino hiciese algo
para cambiar aquella situación mientras la disfrutarían así.
Berta solía acompañar a los tres, a ella no le gustaba mucho
eso, pero entendía que cuatro personas eran mejor que tres, así
que casi nunca decía que no. Carlos y Ernesto se lo agradecían
y aunque preferirían estar con Moli a solas comprendían que la
idea de la joven era mucho mejor para evitar posibles

“No siempre es malo recordar”


problemas de rivalidad.
– ¡Berta! ¡Moli! ¡Estamos aquí!
– ¿Qué guapa es? – Dice Carlos mirando fascinado a Moli.
– Sí que lo es – Añade su colega.
Los cuatro pasarán una noche agradable en ese café,
mientras una tormenta se acerca.
Un estruendo sobresalta a María. Mira el reloj que tiene
en la muñeca. Las seis y media de la mañana, oye a su lado la
respiración acompasada de Javier que está a su vera dormido.
Enciende la luz de su mesilla y lo observa durante un pequeño
rato, ahora puede disfrutar de él sin temor a que él se percate.
¡Qué guapo es! Piensa ella; cabello corto, nariz larga, boca
sensual, pestañas espesas, cejas bien marcadas; la sábana cubre
a Javier hasta la cadera dejando al descubierto el resto del
cuerpo desnudo, María siente un escalofrío, ese pecho bien
formado de alguien que se cuida, nada de barriga, ni tan
siquiera un pequeño michelín. Se levanta y se acerca a un gran
ventanal cubierto por una más inmensa cortina gris, la retira lo
suficiente para poder vislumbrar fuera. A pesar de la tormenta
que cubre el cielo tapando la luna se puede apreciar
perfectamente el lago, el amanecer está comenzando a asomar.
– vente para la cama, aún es temprano podemos dormir algo
más.
– No tengo sueño.
– Si quieres podemos hacer otra cosa – María lo mira
– ¡No! – dice contundentemente ella.
Javier se aproxima a ella, prometo no fallarte, estar ahí
en cuerpo y alma, soy tuyo ¿es que no te das cuenta?
– Por favor, Xavi, déjame.
Él la toma en brazos y se la lleva a la cama, durante
unos segundos se permite el lujo de mirarla a los ojos. – ¡Qué
hermosa eres! Te veo como una diosa – la besa cálidamente
como aquella primera vez; como aquel primer baile que apenas

131
llegaron a rozar los labios; como la primera vez que se
abrazaron; la primera vez que vieron Santaestela juntos desde
el Pedroso; su primera mirada a los ojos; su primer escalofrío
cuando se tocaron la primera vez; el alivio del reencuentro; los
primeros celos. Cuando sonrieron juntos por primera vez; las
primeras lágrimas por su amor… Desde hacía mucho tiempo se
estaban esperando, miles de recuerdos hermosos los
desbordaba más quizás que el físico mismo era aquel mar de
sentimientos, así que cuando ambos llegaron al orgasmo no
dejaron de mirarse a los ojos querían leer uno en los ojos del
otro lo que tanto ansiaba, que era lo mucho que se necesitaban.

“No siempre es malo recordar”


CAPÍTULO SÉPTIMO

– ¡Marcos! – María corre a sus brazos – ¡cómo te he echado de


menos! – Cogiendo de los brazos de Marcos un niño que tenía
de dos años aproximadamente. – ¿Me has echado de menos
chiquitín? – el niño le sonríe y la abraza.
– Creo que tienes que contarnos muchas cosas.
– Sí, te pondré al corriente de los sucesos de esta semana, pero
créeme vas a alucinar con todo lo que te voy a contar.
– Estoy impaciente. – Al llegar al coche – ¡Eh! Menudo auto te
gastas.
– No es mío es de Xavi.
– ¿Xavi?
– Sí, Xavi.
– ¿No será el Xavi que yo pienso?
– Sí. Todo lo que te cuente es poco.
– Creo que estoy impacientándome por saber ¿qué ha pasado?
María le cuenta a su colega y amigo, desde su
encuentro con Javier, en la reunión de su casa, hasta ese mismo
momento. Cuanto más le contaba María más increíble le
parecía a Marcos. Tras horas de relato y habiéndose parado por
el camino finalmente llegan a su destino, antes de comenzar la
pendiente a la villa de Javier Marcos añade.
– Deberías contarle lo de Violeta a Javier. Sé que él no se ha
portado muy bien, pero creo que también ha habido muchos
malentendidos y es más creo que si Javier no ha acudido a tu
llamada ha sido por algo, deberías averiguar ¿qué ha pasado?
Me consta que es verdad lo de que Javier te ha estado buscando
y eso creo que es un voto muy grande de confianza hacia él.
– Te estás emocionando, ya veo que te gusta la idea de trabajar
estos días aquí.
– Sí – se sonríe el joven – me parece estupendo... bueno
133
sinceramente me parece muy intrigante.
Cuando María y Marcos entraron en la sala de trabajo
ya llevaban todos allí ocupados un par de horas, al entrar ellos
todos se levantaron, fue Javier el que se aproximó a Marcos
para darle la mano y recibirlo.
– Es un placer que trabajes con nosotros estos días – mirando el
niño que tiene María en brazos – No me digas que es tuyo –
María se ríe.
– No, es de él, pero como si fuera el mío ya que se lo estoy
criando.
Marcos pasa el brazo por el hombro de María y le da un
beso en la mejilla, esto a Javier no le hace mucha gracia y ello
se ve reflejado en su cara.
– Eso es casi verdad – dice Marcos – si no fuera por María...
bueno dejémoslo estar.
– Bien te voy a presentar a la gente, aunque casi conoces a
todo el mundo.
– Sí, veo caras conocidas.
– ¿Te acuerdas de Mónica y Moli?
– Sí que me acuerdo de ellas, pero ahora están guapísimas –
ambas se aproximan y le extienden la mano.
– Gracias – dice Mónica – tú sí que estás cambiado.
– Yo pienso que estás más bueno que cuando nos dabas clase –
añade Mónica – esto descoloca a Marcos.
– No sé qué os diga, me estáis dejando fuera de lugar.
– Es el descaro de las mujeres de hoy en día que no tienen
vergüenza a nada – apunta Yago aproximándose y dándole la
mano al nuevo miembro del equipo.
– Me acuerdo de ti... Yago... no eras muy buen estudiante...
pero eras buen informático.
– Lo sé – dice el joven riéndose.
– Espero que te acuerdes de Miguel, Víctor y José.
– ¡Hola Víctor! Me alegra verte.

“No siempre es malo recordar”


– Y a mí, han pasado varios años desde que no nos vemos.
– Lo siento, de vosotros no me acuerdo para nada.
– No importa – dice Miguel – a fin de cuentas cuando
terminemos de trabajar no te olvidarás de nosotros, ¡créeme!
– Me alegra verte aunque no te acuerdes de mí – añade José
mientras le extiende la mano.
Echa una visual y se percata de más caras conocidas.
– Elena – aproximándose a ella y dándole dos besos en la cara
– me alegro verte.
– Y yo... sentí mucho lo de Rebeca... pero me sentí incapaz de
ir al entierro... Elena era la única que había mantenido relación
que Rebeca, sin embargo, nunca dijo nada a nadie.
– No te preocupes, sé que la apreciabas mucho – hace una
pausa como queriendo recordar – ella a ti también. –
Girándose hacia Berta – Hola Berta, te veo muy bien... la
verdad que muy bien. – La joven se pone muy nerviosa, sin
saber que decir, le extraña que se acuerde de ella, hace un
esfuerzo y dice.
– Para mí también es un placer Marcos.
– Bueno, conocida sólo tienes por saludar a Sandra... –
interrumpiendo a Javier y acercándose a ella.
– Hola Sandra, también me alegra verte, hace tiempo que no
nos vemos.
– Te presento a mi marido Joseph – dándole la mano.
– Llegué a pensar que no existías.
– Sí, casi todo el mundo me dice lo mismo cuando me los
presentan – riéndose – la distancia ha sido muy larga y mi
esposa ha hablado tanto de mí y no me habían visto nunca que
siempre se creen que ella se lo había inventado. Como los
chiquillos pequeños que tienen amigos imaginarios.
– ¡Eh! – Sandra le asesta un pequeño golpe en el hombro.
Javier le presenta a Ernesto y a Carlos, tras saludarse
Marcos repara en alguien que está de observador y que tiene a

135
su hijo en brazos.
– Me suena tu cara... pero no sé.
– Yo soy de las personas que pasaban desapercibidas en
aquella época.
– Me cuesta creerlo.
– Más bajo e inmensamente gordo.
– ¿Roberto?
– ¡Premio! – Mirando la cara de asombro de Marcos – no digas
nada, vamos a dejarlo así, es lo mejor. – Mirando al bebé – tu
papá es un hombre con suerte al tener un niño tan guapetón
como tú – el bebé se ríe con Roberto – si vamos a ser buenos
amigos.
– Como María me había contado que no te separas de tu hijo
me he tomado la libertad de buscarte una niñera, te la voy a
presentar para que le des tu visto bueno y de paso hacemos
parada en tu cuarto para que te acomodes.
– Ve – dice María – yo me quedo con Adán.
El bebé termina gateando en el suelo de madera; con su
pequeño cuerpecito se sienta para mirar si ve alguna cara
conocida. Al distinguir a María va hacia ella, pero tropieza con
los pies de Moli; esta lo mira y lo toma por debajo de los
brazos levantándolo hasta la altura de su cabeza, mirándolo le
dice – eres una cosita que se llena de baba – la personita
diminuta se ríe y Moli se aproxima con él a Berta
entregándoselo – toma a ti te encantan los bebes y este seguro
más que ninguno.
– ¡OH! Es precioso – mirando a Moli – eres una bruja – mala la
tía Moli.
El bebé parece estar a gusto en los brazos de Berta y se
recuesta sobre su hombro señal de que tiene sueño, está
cansado del viaje para él ha sido demasiado fatigoso.
– Trae que te lo coja – dice María.
– Por favor... déjamelo.

“No siempre es malo recordar”


– ¿Estás segura?
– Claro que sí.

Javier le proporciona a Marcos una habitación


estupenda, quizás una de las mejores, con una vista al lago
impresionante.
– Me gusta mucho.
– Era la de María, pero como la he trasladado a mi cuarto creo
que es la idónea para ti y tu hijo.
– Gracias, eres muy amable.
– Xavi... no soy tu enemigo.
– Eso yo no lo sé, pero tendré que averiguarlo.
– Entre María y yo no hay nada que no sea amistad... no nos
acostamos juntos nunca ni tan siquiera nos lo hemos planteado,
sería como acostarme con mi hermana.
– ¡Seguro!
– No estaría aquí si fuese de otra manera. Piénsalo... ella en tu
cuarto y yo aquí... eso no sería normal.
– Yo me he acostado con Mónica y, sin embargo, ella sigue
aquí.
– Mónica no está enamorada de ti... créeme sino no estaría
viviendo en la misma casa. Además, María es mujer de un solo
hombre y Mónica se ha convertido por lo que he visto en una
devoradora.
– María está en mi cuarto porque yo la he obligado – Javier se
sienta en la cama al lado de Marcos con la cabeza gacha
muestra de desánimo.
– Xavi – éste le mira. – María no hace nada que no quiera, está
en tu cuarto porque quiere estar allí; tú deberías saberlo, nadie
le puede obligar a hacer lo que no quiere. Sé que ha intentado
no venir, que ha intentado irse, que ha intentado convencerte
que te odia... pero Xavi María te quiere al igual que tú a ella.
Es por eso por lo que estáis juntos... tenéis que solucionar

137
muchas cosas... pero todo llegará a su tiempo.
– Gracias – Javier se levanta y se marcha no antes de volverse
para decirle – espero que me cuentes como es que vivís juntos.
– Hecho, nos queda pendiente.
– Pues esta noche podemos ir a tomar una copa, a los chicos le
gusta salir todas las noches antes de la cena para despejarse del
día.
– Los entiendo perfectamente todo el día aquí metidos – hace
una mueca de perdón no quería que le pareciese que el
comentario pretendía ofenderlo por su hermosa y acogedora
casa. – me refiero al hecho de tener que echar aquí todo el día.
– Sé lo que quieres decir – se ríe Javier.
El resto del día trabajaron sin apenas demora, unos
bocadillos, que les llevó alguien, fueron lo que comieron.
Cuando terminaron era casi la madrugada.
Pero trabajaron así durante los próximos quince días
consiguieron no solo ponerse al día en el trabajo sino que lo
habían avanzado mucho, dos semanas estuvieron sin salir,
madrugando y acostándose a altas hora de la madrugada.
Los grupos trabajaban bien como los había
compaginado Javier, María se fijó que Marcos y Berta casi sin
darse de cuenta se estaban haciendo amigos, el hecho de
trabajar juntos y el que Berta estuviese siempre pendiente de
Adán consiguió que de alguna manera Marcos reparara más en
ella. Pasaban todo el día juntos sino era el trabajo era el niño
reforzando el equipo que ambos formaban.
Javier apenas paraba en casa, el negocio requería
constantes salidas y cuando María se despertaba se encontraba
sola en la cama, muchas veces se dormía vencida por el
cansancio e intentando mantenerse despierta por si Javier
volvía, pero era una espera inútil. Las pocas veces que estaba
en casa solía permanecer en el despacho, a veces con Mónica
por lo que equívocamente María creía que era porque entre

“No siempre es malo recordar”


ellos había algo como le sugiriera él días atrás. Estos
pensamientos la carcomían lentamente por dentro y no podía
entender como Javier le podía estar haciendo algo tan terrible
tras la última noche que pasaran juntos.
Tras las dos semanas volvieron a la rutina. A Sandra y a
su marido les gustaba salir a pasear por el lago antes de cenar
era como un ritual relajante. Charlaban durante horas de todo,
desde trabajo a sentimientos, Javier siempre les decía que
envidiaba esa complicidad y esa amistad que había entre ellos
dos, que así tendrían que ser todos los matrimonios. Sin
embargo, María conjeturaba que el hecho de no poder tener
hijos quizás contribuyera a apoyarse uno en el otro.
El resto del grupo a excepción de Mónica que siempre
estaba con Javier, solía ir al bar de “Xerardo” para desconectar,
solían cenar todos juntos en casa, pero algunas veces no todos
regresaban. El problema era que aún no se hablaban casi
ninguno, así que la salida de esa noche no iba a ser como las de
siempre.
Los chicos salieron juntos, aunque Víctor y Miguel no
se hablaban Roberto les había comentado que mientras no
arreglasen los problemas no desconectaran de ellos, eran una
piña. Berta se decidiera salir con Moli aunque no le hacía
ninguna gracia, le gustaba estar con el niño de Marcos y con él
por supuesto, pero su amiga era muy convincente, alegara que
no se hiciese tan pesada no conseguiría que se aburriera de ella
por ser pegajosa.
María y Marcos estaban en el cuarto de Adán, ya se iba
a dormir y lo estaban acompañando hasta que tal hecho
ocurriera. Javier entró en la habitación y sin mirar a María ni
tan siquiera un momento – Tenemos una copa pendiente.
– Sí que la tenemos, los chicos están allí así que podemos
unirnos a ellos si esperas a que mi pequeñuelo se duerma.
– Sandra me ha dicho, que si queréis salir, ella y Joseph

139
cuidarán del bebe, además, una vez dormido...
– Dame diez minutos y nos encontramos en el vestíbulo.
– De acuerdo – mirando a María – tú puedes venir si quieres,
será interesante, yo voy con Mónica así que tú puedes ir con
Marcos – os espero abajo.
A María no le dio tiempo a reaccionar, antes de que ella
dijera nada su amigo añade – Está resentido María, deberías
contarle lo de Violeta, se arreglarían muchas cosas.
– Así no quiero nada, si él se cree que yo soy un monstruo es
su problema. No iba a ir... pero creo que ahora tengo ganas.
– Te vas hacer daño tu sola.
– Él está con Mónica.
– No te engañe la vista, guíate por el corazón.
– Siempre están juntos, y ella se mofa de ello.
– Créeme, las apariencias engañan.
Decidieron llevar dos coches, según Javier por si alguna
de las parejas quería quedarse a dormir fuera, Javier lo dijera
para hacer daño a María, e hizo su efecto de veneno.
Al llegar al bar se reunieron con los demás, estaban
discutiendo sobre política en el interior del local, María se
percata de que fuera en la terraza, apoyada en una barandilla,
mirando el valle, estaba Berta con la mirada perdida, sola...,
decide acercarse a ella para charlar, hace unos días que tiene
ganas de que ambas tengan una conversación.
– ¿Qué haces? – pregunta María.
– Nada – la mira Berta sin mucho interés.
– ¿Me puedo sentar?
– Recuerdo una escena parecida, pero al revés. – María se
sienta al lado de su compañera de trabajo.
– Berta – dice con lentitud María – yo no te odio.
– María... realmente ya no me importa lo que puedas pensar de
mí.
Esta actitud a María le gusta, parece que la nueva Berta

“No siempre es malo recordar”


tiene las ideas más claras.
– Pero a mí sí. – Berta la mira sorprendida.
– Ya sé que he sido un engendro, pero yo no soy perfecta –
sonriéndole – tú eres mejor persona que yo.
– Cada uno es como es – recordando lo que le había dicho
Javier días antes.
– Me gusta la nueva Berta, es más creo que a Marcos también.
– ¡Qué tontería tan grande! – Exclama con asombro.
– Además, a pesar de que no te gustase Rebeca veo como
coges en brazos a Adán, ese tacto al acariciarlo, el simple
hecho de mirarlo, observarlo, estar pendiente de él... se ve en ti
que no es por Marcos sino porque te sale de dentro.
– Él no tiene culpa de nada... y Rebeca no ha pecado por
enamorarse del mismo hombre que yo, Marcos se enamoró de
ella, además, lo entiendo... yo no soy... Rebeca era hermosa...
imponente...
– Dominante y posesiva – terminó María. Berta la mira con
desconcierto. – Sí... – hace una pausa – no me mires de esa
forma, yo quería a Rebeca, pero ella no era virtudes
precisamente lo que tenía. Si no me crees pregúntale a Elena
que eran también amigas, ella estará de acuerdo conmigo.
– No lo entiendo.
– Es muy sencillo. Rebeca persuadió a Marcos para dejar su
pasión y dedicarse a lo que ella tanto la entusiasmaba, el amor
que él sentía le hizo transigir e hicieron juntos la carrera, dejó
la informática por la política... él quería que los padres de ella
se sintieran orgullosos de que su hija por casarse con alguien
con futuro en ese campo. Vivió los dos primeros años de
película de enamorado... pero los siguientes seis años él fue un
desgraciado, dejó de ser él para convertirse en alguien que no
era.
– No lo sabía.
– Es normal Berta, las cosas hay que verlas desde dentro no

141
desde fuera, las apariencias engañan.
– Yo apenas los he visto, pero él la miraba siempre...
– La quería para reventar – le interrumpió María – cómo iba
sino a manipularlo si no fuese así.
– Creí que estabas de parte de ella.
– El querer a alguien no significa no ver los defectos o los
fallos. A pesar de que Rebeca era mi amiga y yo la quería
mucho... – hace una pausa – yo siempre he estado de parte de
Marcos en este asunto en concreto, si él se hubiera enamorado
de ti, actuaría de la misma manera que he hecho con Rebeca,
yo simplemente estaba con él.
Berta respira profundamente, se siente terriblemente
aliviada, no sabe por qué, solamente que es lo que siente un
inmenso consuelo.
Mientras Berta y María hablaban Javier se va a la barra,
desde donde está situado ve perfectamente a María, no puede
dejar de mirarla, recuerda la última noche que pasaron juntos,
dos semanas antes, desde ese día sintió que no podía estar con
ella hasta que le pudiese perdonar. Tenía una lucha con él
mismo. Odiarla por el engaño, por el aborto... o amarla porque
su alma se lo pedía a gritos. Marcos lo observa... ve a un
hombre atormentado y le parece increíble que queriéndose
como se quieren estén así, separados y peleados. Si él pudiese
hacer algo para juntarlos, sabía lo mucho que había sufrido
María esos años y le constaba que si Javier hablase con
Alejandro quizá él cambiase de opinión porque el mayor
sufrimiento de María lo había pasado junto con su amigo
Alejandro, él la había ayudado a seguir viviendo.
Marcos se aproxima a Javier y se sienta a su lado.
– Está preciosa ¿verdad? Más dura y más tolerante.
– Eso parece una contracción.
– María es un mar de refutaciones.
– ¿La quieres?

“No siempre es malo recordar”


– Claro que sí, pero no como tú piensas, daría mi vida por ella,
pero de la misma forma que se la daría a mi hermana.
– Ya, a lo mejor te has enamorado de ella y no lo sabes.
– Javier... – dice pensativo Marcos – quizás deba contarte mi
historia desde que murió Rebeca, quizá así pueda comprender
por qué nos llevamos tan bien. Yo, si fuese tú, intentaría poner
mis sentimientos en regla y actuar, si seguís así acabaréis
separados por estúpidos. Habla con Alejandro, él la conoce
mejor que nadie en este mundo, mejor que su propia madre,
entre ellos ha habido una complicidad y un apoyo que...
– ¿Alejandro? – dice Javier extrañado.
– No me mal interpretes, con él, al igual que conmigo no ha
ocurrido nada, pero él quizá te pueda contar lo que ha sufrido
María estos años.
– Creo que hay demasiadas cosas que desconozco.
– Javier... – hace una pausa quiere contarle su historia con
María pero sin malas interpretaciones, lo más objetivo posible
y sin contarle lo de Violeta – Cuando María se marchó rompió
el contacto con Rebeca, sin embargo, un año antes de venir
recibimos una llamada de ella, estaba muy bien y desde
entonces se telefoneaban asiduamente. Rebeca se quedó
embarazada y dio a luz el mismo día que regresó María.
A la vez que Marcos le cuenta la historia a Javier María
se la cuenta a Berta.
<<
El viaje había sido demasiado largo, María llega a su
casa y se ducha, tiene ganas de echarse a dormir por lo menos
un día, pero antes decide llamar a Rebeca pues sabe que ha
salido de cuentas y quiere saber cómo sigue la cosa.
– Buenas quería hablar con Rebeca.
– Lo siento, señora, pero está en el hospital, ha ingresado hace
un par de horas.
– ¡Guay! Ya voy a ser tía.

143
La señora que estaba al otro lado del auricular se
sorprende por la repentina explosión de María. María se
encamina al hospital lo más deprisa que puede. Allí se
encuentra a los padres de Rebeca. No ve al futuro padre porque
deduce que estará con su esposa en algo tan especial como es el
nacimiento del bebé.
– Aún no se sabe nada. – Dice la madre de Rebeca antes de que
María suelte ninguna palabra. – Te he reconocido por las ciento
de fotos que tiene mi hija. Me alegro mucho de volverte a ver
aunque haya pasado tanto tiempo. La robusta señora abraza a
María y tras ella el padre también.
– ¿Estoy tan nerviosa como ustedes?
– Seguramente. Ven sentémonos aquí la espera aún puede ser
larga.
Las horas iban pasando lentamente. De vez en cuando
alguna enfermera entraba en la sala llamando algún familiar del
nuevo recién nacido. María observa a la madre de Rebeca; una
mujer robusta que en sus tiempos había sido rubia. Ahora el
cabello canoso le daba quizá un aire más serio, pero para nada
hacía referencia a la realidad, era una mujer muy dominante,
sin embargo, siempre estaba de risas, al contrarío que su
marido, más bajo y delgado, y por supuesto más serio. María
intentaba pensar a quién se parecía más su amiga al padre o a la
madre. Rebeca era tan dominante como su madre, le gustaba el
mando y para nada transigir en aquello de lo que ella
consideraba una equivocación; no entendía que el mundo del
matrimonio lo formaban dos. Sin embargo, estaba
enamoradísima de su marido, a su manera lo quería mucho.
Tenía el físico de su madre, no obstante, era más joven y
cuidaba más su cuerpo por lo que estaba mejor. Poseía la
seriedad de su padre y su misma mirada. Rebeca era hija única
y como cualquiera, sus padres luchaban por lo que ellos creían
era lo mejor para su queridísima hija; esto había sido el mayor

“No siempre es malo recordar”


problema al que se enfrentaban casi a diario Rebeca y Marcos,
y aunque Rebeca no era consciente la base de que su marido se
fuese alejando de ella sin casi darse cuenta.
Al poco de llegar María entra un matrimonio mayor de
la mano, eran los padres de Marcos, María los reconociera por
las muchas fotografías que Marcos siempre le enseñaba de
ellos, decía que ellos eran la fuente más fuerte de apoyo en
toda su vida.
La madre era una mujer morena, alta, delgada, atractiva
para los años que tenía unos sesenta y seis, muy jovial y sobre
todo elegante. Marcos era la fotocopia de su padre, pero claro
está uno más joven que el otro. Apenas si podía recordarlos del
día de la boda de sus amigos. El recuerdo más tierno y que
perduraba de esa boda era el vals de las mariposas que
bailaron, verlos mirarse durante todo el vals impregnaba la sala
de un amor inmenso provocando una envidia sana en el recinto.
Los padres de Rebeca saludaron sin mucho interés a los
padres de Marcos, María no podía entender la arrogancia de los
primeros y el inmenso respeto de los segundos. Cuando María
se aproximó a la pareja recién llegada.
– No entiendo porque le permitís que os trate así.
– Calla – dice suavemente la hermosa mujer – que te van a oír,
cuando quieres a un hijo como nosotros al nuestro, te tragas el
orgullo y ya está, simplemente vamos a estar un rato, hasta que
nazca el nieto y lo veamos, después estaremos acompañando a
nuestro hijo otro rato y más tarde nos vamos. Eso no es tiempo
como para que no seamos pacientes.
María sentía admiración por aquella gente, símbolo de
la templanza.
Mientras Marcos estaba con su mujer en la sala de
partos, vestido con bata verde y en la cabecera de la camilla
hablando con su mujer, le decía palabras tiernas y cariñosas,
palabras llenas de emoción y felicidad. Rebeca le sonreía

145
porque le gustaba lo que los ojos de su marido le transmitían, le
hacía saber que no se arrepentía de haberse quedado
embarazada al ver que las cosas entre ambos se iban enfriando.
Cuando la criatura nació Marcos le dio las gracias a su
esposa, la besó llorando de emoción porque algo tan especial
como aquella personita que tenía entre sus brazos era un
Milagro hermoso. Tras lavarlo y prepararlo se lo volvieron a
entregar para que lo sostuviera entre sus brazos un buen rato.
Luego le dijeron que el bebé y la mamá tenían que descansar,
así que decidió ir a la sala de espera mientras no subían a su
familia al dormitorio.
Una enfermera avisó para que los parientes y amigos de
Rebeca subieran y entraran para ver al bebé unos minutos. Sí
que fue conmovedor ver llorar a aquellos cuatro nuevos
abuelos de emoción. Por un instante y el único de su vida,
aquellas cuatro personas estaban compartiendo un momento
común, tierno y para nada competitivo, sino todo lo contrario.
Hubo un momento donde todos estaban en el
dormitorio con Rebeca y el bebé, el pequeño crío iba de unos
brazos a otros y las abuelas parecían discutírsela.
– Bueno, habrá que ir acostumbrarse a que las abuelas se los
disputen – dice Rebeca sonriente.
– Sí – contesta María riéndose.
– Estás preciosa, María.
– Tú sí que estás radiante, la maternidad sienta bien.
– María – añade Rebeca mirando a su amiga – no me
arrepiento, sé que es lo mejor que he hecho.
María entendía perfectamente lo que Rebeca intentaba
decirle, justo antes de quedarse embarazada Marcos le
comentara que quería separarse, que se sentía demasiado
presionado, que estaba al borde de la locura, María le
comentara que lo dejara respirar un poco, que le diera espacio o
que se alejaría de ella para siempre. Rebeca comentara que no

“No siempre es malo recordar”


estaba dispuesta a dejarlo marchar así que planificó el
embarazo. María le dijera que ojalá nunca tuviera que
arrepentirse por agarrar a alguien con un bebé, esa no era la
solución. Primero, se solucionan los problemas comunes, y
luego se tiene un bebé.
Ahora no importaba, la verdad que se les veía a los dos
muy felices, quizás fuese todo un acierto. Un par de horas allí y
María se despidió, se fue a descansar, estaba agotada.
No pasaran dos horas desde que María se fuera cuando
la familia de Marcos también se despidió hasta el día siguiente;
la madre de Rebeca quería quedarse, pero Marcos le dijo que
ese era su deber y que por nada iba a dejar que nadie le
sustituyera, fue tan claro y contundente en el tema que la madre
de Rebeca tuvo que aceptarlo así e irse. Fue a acompañarlos al
coche y cuando llegó al cuarto su mujer no estaba, ni la cama,
ni el bebé. Se dirigió con paso rápido al mostrador.
– Mi mujer, mi mujer está en la cama 36, pero...
– Ha habido complicaciones y la hemos llevado al quirófano,
su hijo está en el cuarto de los prematuros.
– ¿Está bien?
– Sí, simplemente allí estará atendido hasta que su mujer...
– Quiero verlo – interrumpe Marcos a la joven enfermera.
– Por su puesto, simplemente tiene que presentarse allí con esta
– alargándole una ficha – tarjeta. Puede esperar en la sala de
espera del quirófano allí le llamará el doctor cuando se resuelva
algo. Yo no puedo darle más información lo siento. La mujer
lo miraba con cara de extrañeza, de preocupación, pero no
podía decirle que su mujer se estaba desangrando cuando se la
llevaron, podría asustarlo y a lo mejor no era nada...
Al poco de llegar a la sala de espera un doctor pregunta
por él, su cara no reflejaba si eran buenas o malas noticias, le
hace señas para que se le siga al pasillo, allí estarán más
tranquilos para charlar.

147
– Señor... – titubeando el médico – su mujer ha muerto.
Marcos no parece entender lo que aquel doctor le está
diciendo, si estuvo con ella hace unos minutos... no
seguramente se haya equivocado y estén hablando de otra
mujer.
– Imposible, acabo de estar con ella y estaba bien.
– Su esposa ha tenido una hemorragia interna, mientras
intentábamos pararla su corazón se detuvo, intentamos
reanimarla pero inútilmente. Haremos una autopsia para saber
que provocó la hemorragia. Lo siento mucho – realmente el
doctor parecía decírselo sintiéndolo, no le gustaba dar malas
noticias, pero a quién sí.
Dos días más tarde la enterraron, el velatorio había sido
un suplicio, María había ido acompañada de Alejandro,
necesitaba ser fuerte y él le daba esa energía cada vez que a ella
le hacía falta. Marcos estaba entre sus padres, no tenía ninguna
expresión en la cara, serio, pero... cuando María se aproximó a
él para darle un beso y un abrazo él la apretó tanto que por un
momento pensó que la iba a romper. Sus padres estaban tan
inexpresivos como su hijo, era como si uno no pudiera encajar
la realidad porque los hechos habían acontecido tan rápidos
que no diera ni tiempo a asimilarlos.
El padre de Rebeca al lado de su esposa la tenía
abrazada todo el rato, ambos de las manos, la cara de él estaba
descompuesta de dolor, pero de su garganta no salía ninguna
palabra. La madre no paraba de llorar, unas veces el llanto era
alterado y desbordante y otras era un simple sollozo constante,
todos iban de negro dando una sensación de angustia y tristeza
que embargaba. María tenía ganas de llorar, pero se iba a
contener, ya tendría tiempo cuando llegase a casa, entre los
brazos de Alejandro que la consolaría, como hacia siempre.
El entierro fue como cualquier entierro... lleno de dolor.
Había mucha gente importante socialmente; Rebeca estaría

“No siempre es malo recordar”


contenta de ver a tantas personas de tal calibre allí, a Marcos le
era indiferente, sentía la pérdida como si de una pesadilla se
tratara; no sabía quién había ido ni le importaba, ni siquiera
había reparado en las muchas coronas de flores y los ciento de
ramos que no cabían en el espacio reservado para ser enterrada,
ese día las sepulturas lindantes serían afortunadas porque se
vestirían también ese día de flores, aunque no fuesen para ellas.
Había pasado un mes y María no sabía nada de Marcos,
cada vez que llamaba alguien contestaba al teléfono y le decía
que no podía ponerse, había pensado en irlo a ver, pero si no
quería hablar con ella menos tendría ganas de verla. Así fue
pasando el tiempo y un día de lluvia ya entrada las cuatro de la
mañana alguien llama a la puerta de la casa de María su
sorpresa es mayúscula cuando abre y ve a Marcos. Estaba
ebrio, desaliñado, sin afeitar y olía a no haberse lavado en días.
– Por favor – dice suplicante él – ayúdame.
María llama a Alejandro para que le ayude a ducharlo,
afeitarlo y meter lo en la cama, mañana es otro día ya les
contará que ha pasado.
– Quédate esta noche, ya no te vayas, es una tontería. Puedes
dormir en el cuarto de Nicolás. Me gustaría que estuviese
cuando Marcos se despertara y nos contara que es lo que ha
pasado.
A la mañana siguiente Alejandro y María desayunaban
juntos en la cocina charlando animadamente cuando hace acto
de presencia Marcos.
– Buenos días. – María le sonríe y le extiende su taza de café
recién hecho. – gracias, me sentará bien.
– Te presento a Alejandro – levantándose éste y extendiéndole
la mano – es un buen amigo – mirándolo – el mejor que nadie
pueda tener.
– No le hagas caso, es que, además, soy su jefe tiene que
hacerme la pelota. – María le sacude en el brazo en señal de

149
enfado y broma.
– Mucho gusto.
– Marcos – dice María preocupada ¿Qué ha pasado?
– No sé cómo ha pasado, no entiendo que ha ocurrido... ha sido
todo tan rápido que no he tenido tiempo para hacer...
– Empieza por el principio, quizás así – dice Alejandro
preocupado por la expresión de tormento en la cara de Marcos.
– ¡Bien! – dice María mientras se prepara otro café y se sienta
a la mesa con ellos, estaban en la cocina, este cuarto era
amplio, acogedor y muy cálido por lo que a María le gustaba
desayunar allí, incluso había veces que cenaba.
– Es complicado... – Marcos hace una pausa – Cuando me casé
con Rebeca para mí fue como un sueño, la amaba tanto que
creía que sin ella mis días no merecía vivirlos. Durante dos
años fui el ser más feliz que hay sobre la tierra, a pesar de mis
suegros que me presionaban continuamente porque
consideraban que Rebeca merecía a alguien mejor y con más
escala social que yo. – Se detiene recordando y susurra –
¡cómo si ellos fuesen alguien!
La mañana avanzaba húmeda y fría, el invierno gallego
es muy tenebroso, allí en aquella cocina tan acogedora con la
chimenea encendida se estaba en la gloria.
– María tú sabes que la informática me apasionaba... enseñar,
programar, analizar... y ella me suplicó que entrase en la
universidad de ciencias políticas.
– Pensé que estabais estudiando económicas.
– Sí... pero eso fue nada más casarnos, cuando llevaba tres años
de carrera me dijo que me matriculase también en ciencias
políticas, fíjate, yo que creí que no servía para nada y era capaz
de llevar dos carreras a la vez.
– ¿De qué vivíais? – dice Alejandro asombrado – porque no
creo que tuvieses mucho tiempo para trabajar.
– No, ni para casi vernos. Las becas, el dinero de mis padres y

“No siempre es malo recordar”


el dinero de sus padres. ¿Sabéis?, a Rebeca no le gustaba que le
faltase nada, le encantaba vestir bien, ir a masajes, todas las
semanas peluquería...
– Eso era costoso. – añade María.
– Sí que lo era. Mis padres no decían nada, pero los suyos
estaban todo el día amargándome por ello. Finalmente, terminé
la carrera de económicas, la otra me quedaba un año. Cuando
se me presentó una oportunidad en el campo político; increíble,
en el senado español; sería el primer paso... yo no tenía ganas
de aceptar – hablaba con tristeza y dolor – pero la presión de
Rebeca y su madre era tan grande que acepté el puesto. Todo
iba viento en popa, dinero, posición... aquello era superior a mí.
Estaba agobiado, la presión era tan grande que iba a explotar,
amaba a mi esposa, pero no podía seguir con ella bajo aquella
tensión constante... iba a volverme loco... – Mirando a María –
unos meses antes de que se quedara embarazada le dije que
quería separarme de ella; la amaba, pero no se lo dije, al revés
le anuncié que estaba enamorada de otra y que ya no la quería,
no teníamos hijos y esa me parecía una manera de... no sé...
supongo que en aquel momento consideré que el creerse que la
engañaba era más fácil que el abandono. Me odiaría, pero era
más sencillo para ella superarlo.
– Y se quedó embarazada – terminó María. Durante unos
minutos había un silencio que era roto por el crujir de la
madera al quemarse con el fuego. Los tres miraban la chimenea
como si aquello los relajase. Marcos continúa.
– Sí, me dijo que estaba embarazada de un mes y que ahora no
podía dejarla, que lo intentáramos otra vez por el futuro de
nuestro hijo, prometió bajar la presión y dejarme respirar un
poco a cambio yo dejaría mi supuesta aventura. El niño nació a
los diez meses de embarazo, pero era tan feliz de ser padre que
no me importó la mentira... dejé que ella creyera que me había
engañado.

151
– Debiste decirle algo.
– ¿Para qué? Yo sabía perfectamente porque lo había hecho;
entendía cuanto me amaba... sé perfectamente que no era por la
posición, si no porque estaba enamorada de mí y no quería
perderme y en parte se culpaba por haberme echado en brazos
de otra.
– Nunca le dijiste la verdad.
– Quise hacerlo una vez, pero ella me dijo que no importaba,
que sabía que la quería y eso le bastaba.
– Cuando se murió hubiese querido decirle que le amaba y que
siempre le había sido fiel... pero no me dio tiempo... – lloraba
de pena de impotencia – me gustaría haberme despedido de
ella. Me sentía tan culpable.
No podía continuar hablando, las palabras se ahogaban
en la garganta no pudiendo salir al exterior. María abraza a su
amigo.
– Lo siento tanto, Marcos, no sé que decirte que pueda calmar
tu corazón.
– Tras el entierro la madre de Rebeca se llevó al bebé me dijo
que ella estaba más preparada para cuidarlo y que yo tenía
muchas cosas en que pensar, el trabajo... que era mejor así y se
lo llevó.
– ¿Por qué se lo dejaste llevar?
– No tenía fuerzas para cuidar de él. Llevo un mes perdido,
sólo, angustiado, mis padres no saben qué hacer y yo... no sé
qué camino seguir.
– Lucha – dice Alejandro convencido.
– ¿Qué? – pregunta Marcos.
– Claro que si – añade María – ¿Qué deseas hacer?
– No sé, mi hijo es mejor que le críe su abuela y yo en mi
trabajo le puedo abrir muchas puertas en el futuro.
– No... – vuelve a decir Alejandro. – ¿Qué desearías hacer?
¿Qué sueño tendrías para seguir? ¿Qué ansías?

“No siempre es malo recordar”


– Si pudieras hacer lo que te diera la gana ¿qué harías? –
pregunta María.
– Pues – se detiene para pensar detenidamente lo que decir
siendo lo más sincero no solo con ellos si no consigo mismo. –
A mí me gustaría volver a la informática, cuidar de mi hijo y
hacer esas cosas que desea cualquier padre que está orgulloso y
feliz de serlo... – hace una pausa – pero a Rebeca eso no le
gustaría.
– ¡Rebeca está muerta! – dice fríamente Alejandro, considera
que esa mujer era un monstruo, ¿cómo ha podido manipular así
a quien dice querer? Marcos lo mira como queriendo encajar la
verdad.
– Tengo el ático vacío, decóralo como más te guste e instálate
con el bebé, yo te echo una mano en lo que pueda, tengo una
chica que viene dos horas todos los días para limpiarme, le
encantaría hacer jornada completa, le pagamos a medias y la
contratamos a jornada completa. Tómate un tiempo para
decidir que deseas hacer con tu vida laboral y busca trabajo en
algo que te guste. Si no te gusta la política mándala a hacer
gárgaras, búscate algo de informática.
– ¡Bien hablado! – apremia Alejandro.
A la madre de Rebeca no le hizo ninguna gracia que le
quitaran el bebé; es más, intentó arrebatárselo al padre, pero la
ley estaba de parte de Marcos, María intentó convencer a la
abuela materna del niño de que no buscase problemas, como no
pudo la amenazó diciéndole que podían conseguir que no le
dejaran ver al niño, la verdad es que María se estaba echando
un farol y dio resultado.
Alejandro reunió a los cuatro abuelos y a Marcos y les
dijo que podían criar al niño ayudando a Marcos o podían
mantenerse al margen y criarlo él solo. La sala estuvo en
silencio durante unos minutos inmenso a lo cual la madre de
Marcos dijo.

153
– Qué sugiere usted.
– Es muy fácil. En vez de tener una niñera a jornada completa,
lo mejor es tener dos niñeras abuelas a media jornada... una por
la mañana y otra por la tarde, pero aquí en la casa de María, en
donde viven los dos, padre e hijo.
La solución era perfecta y lo más bonito era que las
abuelas cuidarían del bebé, no alguien extraño. Alejandro
propuso a Marcos trabajar con ellos, formaría parte del equipo
de María, esto a ella la ilusionó un montón y a Marcos lo
emocionó el hecho de saber que tenía amigos tan buenos.
María y Marcos formaron un buen conjunto y entre ambos se
echaban una mano en casa y con los niños.
>>

– Es una historia muy conmovedora – Berta miraba a María


asombrada – no pensé que alguien pudiese manipular tanto a
alguien.
– No digas tonterías, los hombres enamorados son lo más
manejable que hay sobre la tierra. – María suspira – Mira
Berta, Rebeca decía que amaba a Marcos, pero no era cierto, si
fuese así nunca dejaría que trabajase en algo que odiaba
pudiendo hacerlo en lo que le llenara, aunque su madre
influyera en ella, no cedería. En cuanto a Marcos ha sido un
lerdo por no haber roto la relación; si Rebeca hubiera
sobrevivido él seguiría siendo un desgraciado al lado de ella,
creo sinceramente que no teniendo fuerzas para abandonarla ha
sido lo mejor que le ha pasado, no lo digo desde la perspectiva
de que Rebeca haya muerto sino desde el punto de haberse
quedado solo.
Mientras Marcos le contaba la historia a Javier, este iba
de asombro en asombro.
– Marcos porque no la dejaste tras ver que te ibas ahogando.
– ¿Alguna vez has amado a alguien hasta el punto de que tu

“No siempre es malo recordar”


vida sea lo menos importante?
– Sí – Javier permanece pensativo, él ama a María hasta el
punto de hacer lo que ella quiera, de dejarse llevar... no sabe si
dejaría que su vida fuese un infierno... – Hay veces que el que
dos personas se amen no quiere decir que puedan vivir juntas,
no siempre llega el amor para convivir. Creo sinceramente que
Rebeca no te quería.
– Yo pienso lo mismo – interrumpe Marcos – pero ha sido a lo
largo de estos dos años en los que me he dado cuenta de ello,
pienso que ella se creía que me quería, pero pienso que nunca
me quiso. – Mirando a los ojos a Javier – ¿Dejarías ir a María
si vieses que no era feliz?
Javier no sabe que decir... quiere no mentirse y siendo
sincero consigo a la vez que con aquella persona que está ante
él. – Creo que intentaré que no se valla, pero si la viese
desgraciada a mi lado... – con todo el dolor que esas palabras
significaban – sí, la dejaría marchar, incluso teniendo hijos, no
perdería el contacto con ella, pero la dejaría ir... precisamente
porque la quiero.
– ¿Qué hacéis? – Abordándolos Mónica – pareciese que
estuvieseis... bueno da igual. Camarero póngame una Margarita
– reparando en dos mujeres charlando en la terraza – mirar esas
dos pareciese que fuesen amigas, quien diría que se odian.
Javier se levanta – Yo sé que ahora no quiero estar aquí.
– ¿Quieres que te acompañe? – dice pegajosamente Mónica.
– No – se apresura a contestar Javier. – Tengo ganas de estar
solo, me apetece pensar.
– Bueno pues me voy a tomar una copa con Marcos que está de
muy buen ver.
– No jovencita – increpa Marcos – yo me voy a invitar a las
dos nuevas amigas a tomar algo, pero en otro momento será.
Viendo como Mónica se va con las otras chicas,
suspirando se encamina a la terraza. Sonriendo a su amiga. –

155
Vengo a invitar a las dos mujeres más maravillosas que hay en
este pueblo a tomar algo – mirando a Berta – creo que por ser
como eres con mi hijo es lo mínimo que puedo hacer.
Berta parecía poner la cara de decepción, le hubiera
gustado que fuese por ella y no por agradecimiento.
– ¿Y Javier? – pregunta María.
– Dice que quiere estar solo. Últimamente todo el mundo
quiere estar solo. No sé, creo que soy el más feliz de este lugar.
– Pues voy en su busca, así que ahí os dejo, ya tomaremos una
copa en otro momento – dándole un beso a su amigo, le susurra
– veo como miras a Berta, no seas memo, dile algo. Las cosas
pueden ir despacio no tenéis que correr, conoceros primero, sin
miedo, si lo que ves no te gusta sal corriendo, pero si lo que ves
te gusta dale una oportunidad a tu corazón.
María sale en busca de Javier, el hecho de haber
contado la historia de Marcos ha hecho que desee estar con él;
necesita estar con él. Lleva un par de semanas que la ignora; no
puede aceptar que esté con Mónica, tiene que averiguar cuáles
son los sentimientos de Javier hacia ella; necesita averiguarlo,
necesita contarle lo de Violeta, pero antes tiene que saber... no
en realidad tiene que contárselo aunque no la quiera, es su
padre y debería saber la verdad, por lo menos esa verdad en
concreto.
María se encamina andando al río, no queda lejos; el
coche de Javier aun sigue aparcado por lo que deduce que
seguramente esté allí; una vez le dijo que el ruido del caer del
agua lo relajaba mucho, así que sin pensárselo se dirige a la
pequeña catarata del río; al aproximarse lo ve con Mónica, se
estaban besando así que decide no interrumpir la escena y
regresar; coge el automóvil de Marcos y retorna a casa.
La casa estaba en silencio una calma, los chicos aún no
habían regresado y los que si estaban durmiendo porque allí
reinaba el silencio más absoluto. María no quería subir a aquel

“No siempre es malo recordar”


cuarto triste, le parecía frío al no sentir a Javier en él, así que
decidió subir coger una manta e irse a dormir acurrucada en la
sala de ordenadores, allí se sentía más tranquila y protegida, se
durmió harta de llorar, hacía tanto que se sentía tan sola,
parecía ser que así seguiría.
Javier no tardó mucho en llegar, al entrar en el cuarto y
no verla se preocupó, había preguntado por ella en el bar, pero
nadie la había visto, le había costado deshacerse de Mónica,
¡qué pegajosa! Se había ido al río a pensar; el hecho de que
Marcos le expusiera sus sentimientos en su matrimonio le ha
hecho pensar mucho, pero Mónica siempre tras de él, ya le
dijera que no quería nada con ella, que estaba enamorado de
María y no quería historias ni aunque fuesen esporádicas,
estando ella tan cerca de su vida no, la quería y la deseaba
demasiado como para pensar en otra mujer aunque fuese físico.
Tenía que decirle a María que lo que había visto no era
lo que ella pensaba; apartó a Mónica y le dijo que no volviera a
intentar nada o que tendría que despedirla. Ella se había
resignado. Al salir a buscarla tropezó con un círculo de madera
del tamaño de un posavasos, lo tomó en entre sus manos y lo
reconoció en el acto; se lo había entregado Víctor en el bar
hacía un par de horas a María; así que ella estuvo allí, fue en
busca de él y seguramente vio como él y Mónica de besaban,
¡qué pena! Parecía que todo se les torcía continuamente.
Decide ir a la sala de ordenadores, allí seguramente la
encuentre... la conoce lo suficiente como para saber en qué
lugares buscar. Javier se aproxima a ella y la observa durante
un buen rato, está acurrucada en una manta en el suelo, siempre
pensó en poner un sofá en aquella habitación, pero por alguna
razón nunca coincidió hacerlo. Ahora se arrepentía por haberlo
dejado pasar. Se sienta a su lado y la toma entre sus brazos, ella
está totalmente dormida y se acomoda inconscientemente entre
los brazos de su amado, así es como los encuentra por la

157
mañana Marcos y Berta cuando entran en el cuarto, abrazados
durmiendo en el suelo.

Dos semanas han pasado y María se encuentra cada día


más irritable no entiende por qué ella nunca ha sido así... tan
insoportable. El trabajo va viento en popa y todas las noches
los chicos se van a tomar una copa, antes de la cena o después
de la cena o cenan fuera... sea lo que sea intentan relajarse
fuera de la casa todos los días ya que el trabajo los mantiene
encerrados el día entero.
Javier y María son corteses el uno con el otro, pero
nada más, es como si estuviesen esperando para terminar el
trabajo y después ya arreglarán lo que tengan que arreglar.
Siguen compartiendo el mismo cuarto, pero Javier no hace
intento de nada y María se lo agradece aunque desearía en su
interior que pasase algo.
Marcos y Berta cada vez salen más juntos, hasta el
punto de que ya entre ellos se les ve que algo está surgiendo, a
lo que todos apremian, en realidad hacen buena pareja, se
complementan.
Carlos, Ernesto y Moli siguen su historia, así les va bien
ninguno de los tres, pretenden cambiar nada, se sienten
cómodos y ya está... no es que sea una relación coherente pero
todos la aceptan, ¿los mormones ó los moros no tienen más de
una mujer? Entonces. ¿Por qué una mujer no puede tener dos
hombres si son felices así?
Sandra sigue triste porque su amiga aún no le habla,
Javier se ha distanciado, pero la trata bien, como si no le
guardase rencor, sin embargo, ya no confía en ella. Hace turnos
con Berta para el bebé de Marcos le encanta poder cuidar de él
en sus ratos libres. Joseph se siente desanimando al ver a su
mujer tan mortificada por lo que ha hecho a Javier y a María, y
le ha dado las gracias a Marcos por dejar que ella se ocupe del

“No siempre es malo recordar”


niño, es como una medicina para ella. Tiene que hablar con
María para que aclaren las cosas con su mujer, para bien o para
mal, pero que quede esclarecido todo.
Elena casi ha tomado una decisión y tiene que hablar
con Víctor y con Miguel... pero antes hablará con Javier, no va
a cambiar de sentencia es irrevocable, lo mejor que puede
hacer. Pero también tiene que hablar con María, tiene que
desengañarla y pedirle perdón... ha sido una monstruosidad lo
que le ha hecho y necesita que la perdone, en este mes ha
cambiado mucho sobretodo su manera de pensar, de sentir y
sobre todo de ver las cosas.
Miguel y Víctor no se hablan, simplemente están a la
espera de que Elena les diga algo, bueno o malo, pero algo; la
espera es un tormento para ambos, pero esperan pacientemente.

159
CAPÍTULO OCTAVO

Yago ha sido siempre el mejor amigo de Javier, o más


correctamente Javier es el mejor amigo de Yago desde el
instituto, no se han separado nunca. A veces Yago desaparecía
alguna temporada, pero acababa retornando al lado de Javier
debido a su mala cabeza. Era un excelente informático, pero le
gustaba la vida de lujo y gastaba más de lo que ganaba. De
hecho, empezaron la empresa asociados, pero un par de meses
más tarde le vendió su parte a Javier, decía que no podía
permanecer mucho tiempo quieto en su mismo lugar y era
cierto. A los 30 años decidió sentar la cabeza, estaba harto, así
que Javier le dio trabajo fijo; era su mano derecha. Seguía
siendo una cabeza loca pero responsable en el trabajo, lo tenía
muy claro no iba a fallar a Javier nunca más y hasta la fecha así
había sido.
Cuando aquel fatal día Mónica dijo que se metía en la
cama de Javier, le pareció una buena idea, engañar a su amigo
para salvarlo, aunque día tras día ver el sufrimiento de Javier y
la desesperación de no encontrar a María comprendió
finalmente que se había equivocado. Muchas veces intentó
contárselo a Javier, pero no fue capaz, era un acto de cobardía
incapaz de superar. Quizá por eso ha querido durante aquellos
años apoyar en todo a su amigo, porque consideraba que se
había equivocado y no sabía cómo repararlo.
Cuando Mónica reapareció en la vida de Javier no le
gustó nada la nueva Mónica, aquella mujer él no la conocía, no
era lo mejor para Javier, pero ya se había equivocado una vez y
no quería interponerse en la vida de nadie, con el tiempo
aprendió a tolerar a Mónica, y ella hacía lo mismo con él, la
verdad que no le importaba nada que él simplemente la
tolerase, mientras no le contase nada a Javier...
“No siempre es malo recordar”
A Yago le encantaban las mujeres, así en plural,
consideraba que había muchas solas y que él las consolaría a
todas, era muy guapo y apuesto con lo cual no le era difícil.
Cada vez que se encaprichaba de una mujer dejaba de salir con
ella, no quería enamorarse, se lo tenía prohibido a sí mismo. Le
gustaba la ropa, era uno de sus vicios comprar mucha ropa;
parecía mentira que fuese en el pasado tan descuidado
vistiendo y desinteresado en ese sentido; al igual que Javier el
vestir y afeitarse era una pérdida de tiempo para él, pero en
algún momento del camino se cambiaron los papeles y se
convirtió en un personaje que siempre estaba impecable y
enviciado a la moda.
Yago sin que Javier lo supiera había intentado buscar a
María por su cuenta, pero María se había ido al extranjero, por
mucho que intentó dar con ella fuera imposible localizarla.
Cuando se enteró de que Marcos iba a trabajar con ellos
se puso muy intranquilo. Le agradeció que no hiciera alusión a
lo que sabía, no quería que nadie supiera que había estado en
casa de Rebeca para informarse de cualquier cosa que ella le
pudiese contar de María, pero Rebeca lo tenía muy claro y no
diría información, nada de nada a nadie. Por su parte Rebeca
nunca comentó a María que Yago la estaba buscando, le
parecía una tontería.
Cuando María reapareció en la vida de Javier otra vez
se sintió agradecido al destino, consideraba que el tiempo
tendría que arreglar muchas cosas pero que ellos tendrían que
estar juntos. Estaba seguro que eran el uno para el otro; cuando
Elena contó lo del aborto, él para nada se lo creyó y no
entendía porque Javier conociendo a María pensase que ella
haría tal cosa; o María no estaba embarazada o había tenido el
crío, fuese lo que fuese era consciente que más tarde o más
temprano se enterarían y más por curiosidad que por otra cosa
esperaba impaciente saber del tema.

161
Siempre que salían estaban Víctor, Miguel, Roberto,
José y él juntos, habían formado una piña a pesar de que
Miguel y Víctor apenas se hablaban. Yago consideraba que el
tiempo todo lo cura y ellos volverían a ser amigos; sobre todo
porque sabía que Elena no se inclinaría por ninguno de los dos;
había aprendido a conocerla y el hecho de estar viviendo
aquellos años una presión y una forma de ser que no iba con
ella a cambio de nada, le haría tomar la decisión correcta; mirar
por ella misma, simplemente necesitaría tiempo para darse
cuenta, pero Yago sabía que eso era inevitable y por eso
intentaba que Miguel y Víctor se congraciaran.
– Víctor te estaba buscando.
– Pues ya no sigas, me has encontrado.
– ¡Estás simpático eh!
– Es que esta mañana me he levantado con humor. – Víctor
estaba trabajando con un portátil en el jardín debía llevar al
menos un par de horas, a Yago le pareció extraño porque
teniendo en cuenta que eran las ocho de la mañana, su colega
debió haber madrugado mucho.
– ¿Para qué me buscabas?
– Quisiera hablarte de Miguel.
– No tengo ningún interés – contesta Víctor algo molesto por la
conversación.
– ¡Venga! Somos amigos
Víctor parece detenerse un momento, piensa que ese
tema tiene que solucionarlo el tiempo, si es que puede.
– Sí que lo somos… pero en este instante lo que quiero es
olvidarme de todo durante un tiempo… créeme lo necesito.
– El hablar del tema te ayudará a afrontarlo.
– Realmente, Yago, no tengo nada que… – Yago le
interrumpe.
– No seas cretino, el hablar te hará bien.
Durante un momento ambos amigos permanecen en

“No siempre es malo recordar”


silencio, pensativos. Víctor y Yago desde que trabajaban juntos
de llevaban muy bien, realmente todos se habían convertido en
una familia bien llevada. Yago no sabía que contarle a su
colega, no estaba seguro de cómo se sentía, había dejado que el
tiempo fuese pasando y hay veces que sin hacer nada los
problemas se arreglan solos, o quizás a la espera de que el
destino provocase alguna situación para poder hacer algo,
realmente… no lo sabía.
– Yago no sé qué te diga, estoy demasiado desorientado como
para decirte algo. No sé si odiar a Miguel o si darle las gracias.
– No te entiendo.
– Mira, al menos ahora sé que Elena no actuaba del todo
consciente de lo que hacía, eso me hace sentir que yo no he
fallado en nuestra relación… – dudoso – o al menos no toda,
llevo años preguntándome qué es lo que había hecho mal.
Ahora no me lo preguntaré más, ello me da cierta tranquilidad.
– Ha sido muy valiente Miguel por haber contado toda la
verdad.
– Sí, más vale tarde que nunca. Aunque ya no hay arreglo…
creo que ya no quiero a Elena por lo menos como antes, creo
que el hecho de aprender a vivir sin ella poco a poco ha
conseguido que la haya dejado de amar. – Se vuelve a hacer el
silencio, el día parecía soleado y empezaba a ser molesto por lo
que ambos jóvenes decidieron ir hacia el porche en donde se
sentaron.
– Me gustaría que las cosas acabasen bien.
– Yo pienso qué algo se ha terminado, pero sabes vendrán
historias buenas para los tres, estoy seguro, créeme cuando te
digo que el tiempo soluciona los asuntos y coloca poco a poco
cada cosa, cada sentimiento, cada nueva experiencia, cada
forma en su sitio.
– ¿Sabes? Para nada eres la persona que conocí en el instituto.
– Ahora me gusto más.

163
– Y a mí también me gustas más.
Ambos amigos se ríen siguiendo la conversación
contando anécdotas de aquellos tiempos. Así los encuentra
Mónica al asomarse al oír las risas.
– ¿Qué hacéis chicos? Ambos se giran al oírla.
– Recordamos viejos tiempos, éramos tan jóvenes, inexpertos y
necios. – Le dice Yago riéndose.
– Habla por ti – añade Víctor golpeándole suavemente en el
hombro.
– A mí no me importaría volver a aquellos tiempos –
sentándose entre los dos Mónica recuerda melancólicamente –
me gustaba aquella inocencia que había en nosotros, creíamos
que lo sabíamos todo, que nos comeríamos el mundo… ¡qué
ingenuos!
– Es estupendo recordar viejos tiempos. – Yago sonríe al
mirarla, le parece una mujer hermosa, entiende que Javier
tuviera unos cuantos romances con ella, Mónica podía ser muy
persuasiva, a él en concreto le daba miedo esa mujer tan
calculadora y perversa.
– No es bueno vivir en el pasado.
– Eso es verdad, pero es estupendo recordar algunas cosas. –
Víctor opinaba que Mónica era más atractiva que hermosa,
pero también le asustaba aquella mujer tan depravada.
– Hay veces que lo mejor es no recordar nada del pasado. –
Mónica era consciente de que su personalidad imponía a los
hombres; eso le gustaba… turbar a los hombres le permitía
dominar todas las situaciones… no era nada fácil con Javier, él
no se dejaba dominar y mira que lo intentaba mucho, pero era
indomable… ahora, sin embargo, con María tan cerca era
imposible, esa mujer lo tenía bloqueado sentimentalmente.
– Ahí viene Roberto – los tres miran hacía el horizonte, a lo
lejos entre el amanecer se aproxima un atlético joven, a Mónica
se le rizan los pelos del cuerpo un escalofrío asoma

“No siempre es malo recordar”


repentinamente por toda ella, los muchachos que la rodeaban
sienten la sacudida y ambos riéndose.
– Mónica ¿no tendrás frió?
– ¡Sois idiotas!
Ya próximo a ellos Roberto sonríe al trío.
– Veo que hemos madrugado.
– No más que tú – añade la hermosa mujer.
– Mira que tener ganas de correr.
– Deberías probarlo algún día – le sonríe Roberto – ayuda a
mantener el cuerpo en forma.
– Eso se dice, pero yo prefiero comer menos y para lo demás
están los centros de mujeres.
– Eso es tirar el dinero.
– Mírame Roberto ¿te parece que no sirven para nada?
Los tres al unísono – ¡Qué va!
– Ahí os dejo chicos tengo algo pendiente antes de desayunar –
Roberto la mira antes de añadir.
– ¿No tendrá nada que ver con el mando?
– ¿Acaso te importa? – dice enfada Mónica
– Realmente para nada – con indiferencia
Los jóvenes ven marchar a la atractiva mujer.
– ¿Cuándo te vas a decidir? – Dice Víctor mirando a su colega
y dándole un empujón, Yago se los mira como diciendo que
algo se le ha escapado.
– No tengo ni idea de lo que me estás diciendo.
– ¿Estás seguro de que no me equivoco? – insiste Víctor.
– No tengo ningún interés por una joven tan interesada como
esa, ni tan zorra.
– No seas bruto, zorra no es – sonríe Yago.
– Quizá un poquito ligera, pero que sepamos…
– No creo que a Javier le gustase mucho.
– No seas cretino – continua Yago – al revés te agradecerá que
se la saques de encima.

165
– Que se apañe solito, ya es mayorcito, además, él es quién se
ha metido en el lío con ella, le está bien que María esté enfada
con él, en realidad se lo merece.
– No lo dices en serio.
– ¡Dejarme!
– ¿Estás celoso? – Sorprendido Yago – te has enamorado de
esa mujer depravada y sin escrúpulos.
– ¿De verdad la veis de esa manera? – Dice el joven con
decepción – yo no creo que lo sea, algo la ha cambiado desde
que estuvo en Inglaterra, pero bueno que le vamos hacer, no es
mi problema.
– Lo que tú digas – Víctor decide irse él si sabe lo que le ha
pasado a Mónica, pero prometió no contárselo a nadie, se lo
había prometido a Elena y guardaría el secreto. En cuanto a
Roberto no parecía muy interesado en la joven así que le
parecía una tontería no respetar la promesa.
Los dos amigos se fueron dejando allí sentado a
Roberto, pensativo, así es como lo encontró María.
– ¡Buenos días! – Roberto se gira, María se sienta.
– ¿En qué piensas?
– En cómo buscar un ligue – sonríe él – no me mires así que es
broma.
– Serás tonto, no necesitas nada, las chicas se te acercan, como
moscas, lo que no entiendo es por qué no tienes novia, o estás
casado o… ¡qué sé yo!
– Mí trabajo es lo primero, me siento feliz así.
– Solo.
– Pero sin problemas.
– ¿Eso cree?
– No, sé que tienes razón, pero me gusta mi soledad. Cuando
encuentre a la persona que se acople a mí, créeme no la dejaré
escapar. – Respirando profundamente – Cómo estás haciendo
tú.

“No siempre es malo recordar”


– ¿Qué hago yo?
– Vas a perder a Javier si no te pones las pilas, estáis hechos el
uno para el otro, sois uno en dos cuerpos y estáis perdiendo el
tiempo por orgullo, eso sí es estúpido.
– Ahora soy yo quién te da la razón. – Mirándolo – Es que no
sé cómo decir…
– ¿Qué es padre?
– ¿Cómo lo sabes?
– Porque te conozco.
– Es que aquí todo el mundo sabe que no he abortado por ser
como soy.
– Claro que sí, y créeme que Javier está muy perdido, sino
supongo que también se daría cuenta.
– ¿Por qué Elena…?
– Estaba enfadada no creo ni que ella piense que lo hayas
hecho – interrumpe Roberto.
– Y tú ¿Qué haces aquí? ¿Cómo es que has acabado trabajando
con Javier?
– Es una larga historia.
– Me encantaría escucharla.
– En realidad es a Yago a quién tengo que agradecérselo; fue
él, el que me dijo que Javier necesitaba personal, que estaba
formando un grupo. Primero trabajé con él en HERMES luego
me ofreció irme con él y ni me lo pensé.
– ¿Satisfecho?
– Llueve demasiado en Santaestela en primavera, lo recuerdo
de siempre, desde niño, me encantaba ponerme las botas de
goma del invierno e ir a los charcos, mi madre se ponía
histérica solo de pensar que volvería lleno de barro y con la
ropa mojada, pero a pesar de todo nunca me decía nada y me
dejaba. Llevaba toda la vida entre latas de pintura, ese olor
desbordante y tan pesado, me encantaba de pequeño, sin
embargo, lo llegué a odiar, cómo puede alguien dejar su sueño

167
y dedicarse a algo tan poco gratificante como es vender
pintura. Me gustaba ir a pintar con mi padre, pero él quería que
estuviera en la tienda, me volvía loco. Pienso que por esto es
por lo que estaba tan gordo, la depresión de no estar satisfecho
conmigo mismo. Por eso cuando me animaste a seguir con los
estudios me replanteé mi vida y me animé a estudiar. – Con
entusiasmo – fue la primera buenísima decisión que he tomado
en mi vida. Y desde ésta todas mis decisiones han sido buenas
y lo más importantes, yo las he tomado, nadie, solamente yo
sin que nadie influyera en mí, eso me ha gustado y me gusta.

<<
– Lo siento papá, pero ya he decidido aceptar, creo que es lo
mejor. – Roberto miraba a su padre duramente por no querer
comprender su decisión.
– Este es tu futuro, es lo que hemos hecho siempre, puedes
ganar mucho dinero. – Insistía el progenitor intentando
convencer a su hijo para que no se fuese.
– Pero no es lo que me gusta, lo odio. – Roberto intentaba que
aquella discusión no acabase mal, adoraba a su padre, pero eso
no era motivo para dejarse convencer.
– Puedes venir a pintar conmigo y cuando estés preparado lo
podrás hacer tú solo. – Aquel hombre mayor, voluminoso, sin
cabello, con su cara redonda y aquellos ojos brillantes ahora
parecían apagarse por la desilusión y el abatimiento.
– Ríndete papá, dame un abrazo y deséame suerte.
– Si te vas no me vallas a pedir dinero.
– No te preocupes, tengo unos ahorros y, además, me han
aprobado la beca, con lo cual creo que me podré apañar.
Recordaría siempre ese día, Santaestela estaba lluvioso,
aunque eran las cuatro de la tarde parecía ser las nueve de la
noche, Roberto estaba seguro de su decisión, lo sentía mucho
por su familia, pero no había nada que lo hiciese cambiar de

“No siempre es malo recordar”


opinión. Al salir de casa con las maletas su padre no le dijo
adiós, ni le deseó suerte, se sintió que había perdido a su mejor
amigo, pero también sabía que era lo mejor que podía hacer por
él mismo.
>>

– ¿No os habéis vuelto a hablar?


– Sí, cuando rematé la carrera. Me regaló su presencia en la
graduación.
– Estupendo – sonríe María.
– Sí, pero, ya no es mi mejor amigo, me dejó solo y no le
puedo perdonar eso, sin embargo, es mi padre y…
– Te entiendo.
– ¿Cómo encontraste a Yago?
– Al terminar la carrera entré en una empresa a trabajar, la
verdad es que ganaba dinero, pero no lo que yo quería, tuve
una discusión con el jefe y me echó a la calle.
– ¿Discutir? ¿Tú?
– Sí – riendo el joven – le porfié la resolución de un programa,
como yo tenía razón no se le ocurrió otra cosa que decirme
adiós.
– ¿Estás de broma?
– No, bueno le pegué cuando dijo algo de mi madre.
– ¡Increíble! – Con sorpresa María.
– No lo creas, que me llamen lo que quiera, pero que se metan
con la santa de mi madre.
– ¿Desde cuándo tu madre era santa?
– Vale, vale, era una zorrilla santa.
Ambos se echan a reír.
– El caso es que te quedaste en la calle.
– Sí y para mi suerte encontré a Yago.

<<

169
Roberto recuerda los mejores y peores días de su vida
con lluvia, ese por su puesto no iba a ser menos, chaparrón tras
chaparrón, chubasco tras chubasco estaba en el piso agobiado,
creía que nunca iba a parar y decidió salir a pasear bajo la
lluvia, no le importaba mojarse, le vendría bien despejarse.
Tras terminar su carrera encontró trabajo en Lugo, así
que allí tuvo que trasladarse, encontró un pequeño estudio en el
centro de la ciudad, tomó rumbo a la muralla, le gustaba pasear
sobre ella, como ya no llovía decidió recorrerla para pensar que
iba hacer, con pasos taciturnos sobre aquella piedra antigua la
iba recorriéndola. No llevaba medio recorrido cuando comenzó
a llover con fuerza con lo cual decidió refugiarse en una
pequeña cafetería cercana a donde él estaba. Sentándose en una
mesa próxima a una ventana decide leer el periódico, le
gustaba leer la prensa a diario, decía que lo ponía al día de lo
que ocurría en el mundo.
– ¿Roberto? – el joven levanta la vista hacía la voz. Un joven
alto, apuesto y bien vestido está ante él.
– Sí, ¿Nos conocemos?
– Sí que nos conocemos, aunque tú estás casi irreconocible.
– Pues no caigo.
– ¿Recuerdas el instituto de informática enfrente tu casa?
– ¡Cómo olvidarlo! – Sonriendo – guardo muy buenos
recuerdos de esa época.
– Soy Yago.
– ¡Eh! Tío ¿cómo estás? – Dándose la mano – casi no te
reconozco.
– Tú sí que estás irreconocible.
– He adelgazado un poco. – Yago se sienta enfrente de
Roberto.
– ¿Qué haces en Lugo?
– Vivo aquí desde hace un tiempo.
– Yo no podría vivir en esta ciudad tan triste.

“No siempre es malo recordar”


– A mí me encanta, aunque yo me adapto a cualquier sitio Y tú
¿qué haces aquí?
– Yo he venido a traer un programa para Javier.
– Javier, ¿Javier Troyano?
– El mismo, es importante y rico – riéndose.
– Nunca lo habría pensado de él.
– Ni tú ni nadie. – Riéndose – pero así es. ¿No tendrías que
estar trabajando?
– Me he quedado sin chollo.
– ¿A qué te dedicabas?
– Programación de sistemas.
– ¿Eres bueno? – con seriedad, como si la respuesta fuese
importante para él.
– Sí que lo soy, aunque empiezo a pensar que mis jefes no lo
han valorado en la medida que lo merezco. Bueno no creo que
pegar a uno de ellos haya sido una buena idea.
– ¿Le has pegado a tu jefe?
– Sí, le he roto la nariz, espero que no me denuncien.
– ¡Estás loco! – riéndose ambos. – Tú que nunca te has metido
en problemas.
– y no me meto, pero fue… un impulso.
Se hace el silencio, ambos miran a través de la ventana
como si estuviesen admirando el caer de la lluvia, de repente
Yago añade – Xavi necesita personal, anda buscando
licenciados con experiencia para uno de sus grupos de trabajo,
HERMES la empresa en la que trabaja está ampliando y se
quedan cortos de personal.
>>

– Suerte encontrar a Yago – dice ensimismada María –


¿tardaste mucho en ver a Xavi?
– No, al día siguiente metí mis cosas en el coche, entregué las
llaves y puse rumbo a Madrid con la tarjeta que me entregó

171
Yago.

<<
Madrid capital de España, ciudad grande y estresante,
cantantes del país le han dedicado canciones a esta antigua
metrópoli. Clima seco, calor en verano y frío en invierno, llena
en invierno y vacía en verano, ubicada casi en el centro de la
península y llena de personas que no se conocen, en donde las
historias cotidianas no involucran a nadie y a todos. Roberto
caminaba por las calles de la nueva ciudad, una zona atestada
de edificios llenos de despachos de todo tipo de empresas.
Recordaba cuando llamó para concertar una entrevista con
Javier, la jovencita, o eso le pareció a él por el sonido de la
voz, tan suave y tierno, si seguramente de una mujer joven y
porque no guapa, si Javier era tan rico no se rodearía de
mujeres feas sino de hermosas, así es como él lo veía. Y no se
equivocó cuando ante la secretaría de Javier solicitaba que lo
avisara. La hermosa mujer no se hizo de rogar y por el
interlocutor que tenía a su derecha intercambió unas palabras
con su jefe.
Javier asomó por una puerta y se acercó a Roberto,
saludándolo a la vez que le estrechaba la mano, se volvió para
hablar con su secretaria.
– Berta, por favor, que no me moleste nadie para nada. –
Mirando a su antiguo compañero de clase – ven pasa por aquí –
mostrándole la misma puerta que él utilizara antes para salir.
– ¿Una copa?
– No gracias, yo no suelo beber, y menos cuando hablo de
trabajo.
– Eso me gusta.
– ¿En qué te puedo servir?
– Yago me ha dicho que buscar personal para formar un grupo.
– Extendiéndole un par de folios – te he traído mi currículo

“No siempre es malo recordar”


para que me tomes en cuenta.
– He pedido referencias sobre ti.
– No creo que la empresa hable bien de mí.
– No me interesa porque te echaron, sino el trabajo que
realizaste con ellos.
– ¿Y?
– Es buenísimo. – Suspirando – sinceramente nunca pensé que
valieses tanto.
– Me tenías por idiota.
– Perdona no quise decir eso, quería decir para la informática,
no pensé que se te diera tan bien.
– María sacó lo mejor de mí, ella siempre creyó en mi
capacidad.
– Tenía ese don – con melancolía – sacar lo mejor de nosotros
por las buenas o por las malas.
– Sí que es verdad – riéndose – ante la cara de seriedad de
Javier – ¿No la has conseguido olvidar? – Javier lo mira
asombrado por lo que Roberto añade – como os mirabais desde
siempre no indicaba otra cosa, no lo juraría hasta este mismo
instante cuando tu mirada cambió al nombrártela.
– Supongo que siempre la amaré y no puedo cambiar eso.
– Una vez leí que el primer ser humano que creó Dios tenía dos
cabezas, cuando una de ellas tentó a la otra Dios los separó y
los condenó a buscarse a lo largo de la vida. Por eso todos
tenemos a nuestra otra cabeza, es decir, nuestra media naranja
en algún lugar del mundo, la buscamos a lo largo de la vida,
siempre la encontramos, pero no siempre la reconocemos, por
eso cuando el corazón palpita con el alma es que la hemos
encontrado y no la debemos dejar marchar. María es la parte,
que te falta y tú eres la parte que le falta a ella, si no estáis
juntos, créeme jamás seréis felices.
– ¡Ojalá supiera donde está!
>>

173
– ¿crees que por eso te contrató?
– ¡Quién sabe! – con cinismo.
– Te lo estoy diciendo en serio.
– ¡Qué atontada eres! – dándole suavemente un golpecito sobre
la frente. – Me contrató porque soy muy bueno en lo mío,
créeme.
– ¿Eres feliz?
– Casi feliz, me falta mi otra cabeza.
– ¿Crees que la encontrarás?
– Sé que la he encontrado, pero ella aún no lo sabe, cuando esté
preparada y yo preparado… entonces…
– ¡Ojalá tengas suerte!
– Ya es tarde, vamos debe de estar toda la gente ya trabajando.
– Ve tú; yo quiero quedarme un ratito.
– Como quieras.
Necesitaba pensar en lo que le había contado Roberto
sobre los sentimientos de Javier sobre ella. Estaba confusa
porque Javier le había dicho que no la amaba, que era físico…
estaba cansada, agotada, no sabía que iba hacer, tenía tantas
dudas que el alma se le estaba rompiendo en pedazos.
– ¿Se puede saber que haces?
María se sobresalta al oír la voz de Javier.
– Me siento cansada, últimamente no duermo bien y me canso
más de lo normal… estaré incubando algo.
Javier se sienta a su lado de la misma manera que antes
había hecho ella con Roberto.
– No me había dado cuenta, perdona.
– Estas dos últimas semanas apenas te veo.
– ¿Me echas de menos? – dice Javier con ironía.
– No, ¡Qué tontería! – A Javier le molesta esa actitud de María.
– No me importa lo que hagas, pero deberías estar más aquí.
– Qué pena, creí que dirías que necesitabas que estuviera más a

“No siempre es malo recordar”


tu lado.
– ¡Qué más quisieras! – esto molesta a Javier, por eso se
aproxima a ella y la toma en sus brazos, ella intenta apartarlo,
pero él es más listo y la aprisiona contra él, con los labios muy
cerca Javier le susurra.
– ¿Di me que no te importo? ¿Qué no me echas de menos?
¿Qué no deseas que te acaricie?...
– Está bien – interrumpe María – tú ganas.
Javier iba a decir algo más, pero los interrumpe José.
– Dejar eso para la noche, ahora tenemos trabajo, nos hemos
encontrado con un pequeño problema que no esperábamos.
Ambos se ponen en pie y los tres juntos se dirigen al
cuarto de los ordenadores. José de detiene un momento
mirando hacía el horizonte, pensativo...
José es el más solitario del grupo, el que está
con todos y con nadie. Es un joven de unos treinta y cinco
años, moreno no muy alto, pero tampoco bajo, no guapo, pero
si físicamente atractivo, su gran problema es su prepotencia y
su gran bocaza. No es la persona que más amigos tenga, no
porque no los haga sino que no los sabe retener. Hijo único,
mimado, malcriado, pero ha cuidado siempre de sus padres a
los cuales adora porque reconoce que se han sacrificado por él.
Le gustaría no pasar desapercibido, pero eso no se puede evitar,
casi todo el mundo ha ignorado lo que piensa o diga. Siempre
se ha esforzado demasiado por casi todo, pero nunca ha
comprendido que si fuera más humilde ganaría más en la vida.
Con veintidós años terminó sus estudios de informática
de la escuela, se presentó a la selectividad y con buenas notas
aprobó, así que decidió hacer la carrera de informática de
gestión, especializándose en programas de gestión
administrativa, le gustaba eso de hacer programas para los
usuarios más torpes, para eso se había preparado. De un
programa complicado lo adaptaba estupendamente a la gente

175
menos capaz.
Con un proyecto de fin de carrera para las autoescuelas
consiguió que lo solicitaran distintas autoescuelas para que les
personalizasen sus programas, era autónomo y ganaba dinero,
había colocado una oficina en el centro de Santander, tenía
muchos clientes por toda la península, pero a él no le importaba
desplazarse cada vez que le hiciese falta. Por casualidad un día
alguien le habló de él a Javier, investigó su trabajo y fue en su
busca, consideraba que le hacía falta alguien como él en su
equipo.
Al principio sus compañeros no lo aceptaban mucho,
pero poco a poco fueron admitiendo como era; porque
descubrieron que no era mala persona y entendían que cada
uno era como era; que había que aceptar a la gente como es. La
verdad que eso se lo había dicho Javier a los chicos; cuanto
más lo conocían, más eran conscientes de que su jefe tenía
razón, así José pasó a formar parte de la familia.
José solía mantenerse al margen de todo, porque sabía
que se metería en líos, no daba consejos a nadie porque
consideraba que si no sabía aplicárselos a él mismo cómo
dárselos a los demás. Pero poco a poco había aprendido a ser
más paciente con los demás y con él mismo y sobre todo había
cambiado tanto que ahora le gustaba pasar desapercibido. Se
sentía feliz por su vida, echaba de menos no haber encontrado
una mujer en su vida, pero era tan exigente que no conseguía
que le durasen más de un mes. Él no perdía la esperanza de
encontrarla, la seguía esperando con paciencia.
Cuando conoció a Javier no le gustaba, le parecía un
necio despreocupado por todo, no le gustaba como Yago y
Xavi se reían de todo lo que representaba capitalismo,
sociedad, compromiso…
Se sorprendió un montón el día que Javier se presentó
ante él para ofrecerle trabajo, no lo había reconocido, de pasar

“No siempre es malo recordar”


de un joven desaliñado a alguien tan ostentoso lo desencajó.
La oferta de Javier había sido tan espléndida que no se
pudo resistir, ahora estaba más que contento de haberla
aceptado. Javier se había convertido en buen amigo para él,
José lo admiraba de una manera enorme.
Había visto a Javier sufrir por la búsqueda de María, y
se alegró mucho cuando su vieja amiga reapareció de la nada, a
pesar de los problemas que parecían haber entre ellos a Javier
se le veía muy tranquilo y él ya no lo recordaba así.
Al morir sus padres todos los compañeros estuvieron a
su lado, sobre todo Javier, no lo dejaron solo hasta que
comenzó a superarlo y eso hizo que José empezara sus pasos a
la humildad, tenía sus momentos de desfase, pero bueno…
¿quién no?
– José, vamos no te quedes atrás – le dice María que había
vuelto sobre sus pasos al ver que su joven compañero no los
seguía.

177
CAPÍTULO NOVENO

– ¡María, quiero hablar contigo!


– Elena creo que deberíamos...
– Escúchame, por favor.
– Yo pienso que las dos no tenemos de que hablar, siento lo
que te hizo Miguel, pero yo pienso que...
– No quiero disculparme por nada, soy como soy, he cambiado
y volveré a cambiar, pero esta vez pensaré en mí antes que en
nadie; ahora seré yo. De pequeña pensaba en mis hermanas, de
adolescente en que mi madre fuese feliz, después en que mi
entorno estuviese contento, luego que Miguel fuese especial y
ahora en lo que yo desee, lo que necesito, y lo que quiero. Pero
yo he venido porque me gustaría contarte algo que no he dicho
y que es importante.
– No creo que tú puedas...
– No seas estúpida, escúchame, si de verdad quieres a Javier
tienes que escucharme, es importante... por vuestra hija o hijo.
– ¿Cómo lo sabes?
– Venga, nos conocemos, tú nunca harías semejante
monstruosidad.
– Es una niña – dice casi en un susurro María. – ¿Por qué lo
dijiste?
– Porque tú se lo contaste a Sandra, aunque fuese mentira yo
estaba encolerizada, deberías saber lo horrorosa que eres
cuando quieres, diría lo que fuese con tal de alterarte,
simplemente se me fue de las manos y ya no supe cómo salir
del encierro.
– Pues te luciste.
– Lo siento – sinceramente y con la mano en el corazón – lo
siento un montón. Sé que aunque las drogas te atontan uno
puede controlarse si quiere, no tengo disculpa. No podré
“No siempre es malo recordar”
perdonarme el daño que le hice a Víctor, no tiene justificación.
Intenté compensarlo o ponerme la penitencia con Miguel y eso
tampoco ha estado bien. En cuanto a lo de Mónica debería
haber hecho algo, no ha estado tampoco bien dejar que Javier
creyera que fuera ella, aunque no estuviera de acuerdo acepté
taparlo y eso tampoco ha estado bien.
– Demasiadas disculpas Elena...
Elena la corta colocando la mano en su boca.
– Escucha, por favor, no pretendo que nadie me perdone, pero
quiero compensarlo de alguna forma.
Ambas mujeres estaban solas en la sala de ordenadores
ya que sus compañeros se habían tomado la tarde libre.
Llevaban trabajando intensamente un mes sin parar, cuando
llegó Javier y les comunicó que se fueran a ventilar al pueblo,
todos se habían alegrado y ni se lo pensaron; sin embargo,
María se había quedado trabajando, se sentía últimamente
demasiado cansada y tenía el trabajo algo retrasado no quería
que Javier se enterara ni que Marcos la cubriera así que decidió
quedarse.
Cuando Elena entró a María le sorprendió, pero estaba
tan cansada con todo lo que había pasado en su vida los últimos
dos meses que decidió escucharla, estaba cansada de estar
enfadada.
– Te escucho Elena – ambas mujeres se encaminaron a un
balcón continuo y se acomodaron en un diván acariciadas por
el atardecer.
– María cuando terminamos en la escuela informática
Mónica...
– ¿Vamos a hablar de Mónica? – la interrumpe María.
– Escucha, tienes que aprender a escuchar, lo que quiero
contarte empieza en ese momento y con ella, si tienes paciencia
quizás veas las cosas de otra manera.
– Vale, vale.

179
– Mónica se fue a Inglaterra a estudiar el idioma e informática,
la ingeniería, aunque no te lo creas es buena, no tanto como los
demás que estamos aquí, pero es buena.
– No sabía que hubiera estudiado informática.
– Para que veas que es un mundo de sorpresas. Bien continúo.
Siguió en contacto con Sandra y conmigo, nos escribía a las
dos en la misma carta. Luego comenzó a trabajar en una
empresa montando redes y recibimos una carta.
Sacando un papel y enseñándosela
– ¿Qué es esto?
– Léela – extendiéndosela.

<<
Mis queridas amigas:
Hace mucho que no hablamos, es algo que echo de
menos, esas charlas hasta las tantas de la mañana cuando nos
contábamos todos nuestros secretos. Tengo que decir que me
he vuelto a enamorar, ya sé que siempre dije que eso a mí
nunca me ocurriría otra vez, pero ha sucedido, ¿Cómo? Son
cosas de la vida que ocurren, yo os cuento:
Sabéis que entrara a trabajar para una empresa de
informática para hacer instalaciones de red. Os acordáis de
aquel chico que estudiaba conmigo y que siempre venía a
buscarme para comer, aquel con el que estudiara en la
universidad, pues es él, se llama Fran, también trabajaba
conmigo.
Empezamos a vernos asiduamente, a veces pensaba que
le gustaba, pero a la vez creía que sólo era amistad. Empezó
como todas las cosas, coqueteando aquí otro allá, pero siempre
cosa sana. Éramos amigos desde hacia bastante tiempo. Un día
que tuve un problema con una red lo llamé para que viniera
conmigo el sábado por la tarde, cuando accedió, como regalo
fui a invitarlo a comer sin que él supiera nada, al llegar al

“No siempre es malo recordar”


comercio él ya no estaba, pero como yo sabía donde solía ir a
comer, decidí presentarme allí.
Cuando entré en el recinto y lo vi comiendo con una
rubia, pensé que me moría y me marché, él por supuesto no me
había visto. Durante el recorrido que había desde el restaurante
hasta el coche iba pensando por qué me dolía tanto verlo con
una mujer. Por qué parecía que mis entrañas reventaban de
dolor, e intentaba convencerme que era por la sorpresa,
simplemente eso, pero al llegar al coche comprendí que lo que
me pasaba era que tenía unos celos horribles y que no podía
hacer nada. Me senté en una cafetería en espera de verlo, pero
cuando llegó fui incapaz de llamarlo, algo me ahogaba, quizás
tenía miedo a preguntarle quien era y que lo que me dijera no
me fuese a gustar, así que decidí irme. Justo estaba pagando el
café con leche que con tanta impaciencia me había tomado
cuando oí el sonido estridente de mi móvil; cual no sería mi
sorpresa al escuchar la voz a través del mismo.
Le dije que se asomara a la puerta y cuando me
preguntó que hacia allí, le mentí y le comenté que tenía unas
cosas que hacer en Coruña. No creo que me creyera, pero
bueno...
Esa tarde estuvimos más que juntos, sin embargo, no
ocurrió nada entre nosotros, sólo miradas intensas, roces o un
beso en la frente inocente de todo.
Llegó el día de arreglar la red, como siempre tuve que
esperar a que él llegara; y una vez en el colegio nos metimos
cargados con las cosas en un pequeño ascensor que nos estaba
comprimiendo; sentí su cuerpo pegado al mío, me notaba algo
perturbada, pero así a todo intenté disimular lo mejor que
podía. Hubo un momento que pensé que me besaría; estábamos
tan cerca, me miraba con tanta celosía, con tanta intensidad,
con... no sé cómo explicarlo, pero creo que toda mujer sabe
cuando un hombre está interesada en ella y más aún, reconoce

181
cuando un hombre la mira de forma especial y él así me
miraba, especial, como si yo fuera lo más especial con lo que
se había encontrado. El ascensor llegó y él aún no me había
besado.
Otro momento especial fue en el momento que yo
subida a una mesa tuve que bajar, él como no, me ayudó; sus
brazos sujetaban mi cuerpo con fuerza y mientras iba bajando
lentamente su mirada me observaba; llegamos casi a tocar
nuestras caras, nuestros labios, pero no... No ocurrió nada y me
sentí tan desorientada que no sabía que hacer; tenía que
averiguar que sentía él y que sentía yo, por supuesto yo se lo
pondría fácil, pero no daría el primer paso; ahora eso sí, no
sería ese día, pensaba yo, ya miraré cuando.
Ya devuelta a Santaestela no quería separarme de él, así
que le dije que quería ver una película de vídeo, como otras
tantas veces. Fue algo inocente, no tenía intención de nada
especial, sólo sabía que estaba bien con él y que no quería
marchar y a pesar de que desde el momento que decidí ir ver la
película hasta el momento en que llegamos a su casa yo me
repetía una y otra vez "Hoy no quiero que pase nada......"
Estaba tumbada en el sofá, estaba cansada, demasiado
cansada y él se ofreció a darme unos masajes, cosa que le
agradecí mucho. No hubo malicia, pero las caricias de unas
manos que deseas sobre tu cuerpo pueden hacer perder el
control.
Cuando me incliné para sentarme, mi cara se acercó
tanto a la de él, que no pudo resistir el no besarme, estaba
dispuesto a que le abofeteara, a perder incluso nuestra amistad,
y arriesgándolo todo, me besó. Yo quería que él estuviera
seguro de lo que hacía, así que lo detuve y se lo pregunté. No
hubo dudas por parte de ninguno de los dos, no hubo
preguntas, sólo queríamos estar juntos, mañana será otro día,
eso fue lo que pensamos en ese instante.

“No siempre es malo recordar”


Daría mi vida por estar segura de lo que estoy haciendo,
pero no lo estoy. Soy un mar de dudas, un cielo de
inseguridades. Sólo sé que estoy bien con él, sé que me
encuentro segura con él, sólo sé que ahora en este instante le
quiero; no sé que va a pasar mañana, pero entiendo que en
cuanto al corazón hay que vivir el momento tal y como es y
mañana ya dios dirá y proveerá.
Mis queridas amigas; aún sigo pensando que Roberto
será siempre el amor de mi vida, mi media naranja, esa persona
con la que siempre te complementarás y con la que sería de por
vida un amor. Pero he dejado pasar el momento y lo que pudo
ser ya no puede ser. No es que sea el fin del mundo, supongo
que si está predestinado a que esté con él, el destino, volverá a
provocar la situación para juntarnos.
Cuando estuve ahí, un día recibí su llamada para que
fuera a verlo a Coruña, la verdad lo hubiera hecho, pero en el
último momento decidí que no, no podía, algo dentro de mí me
dijo que lo dejara pasar. Sin embargo, tengo que decir que
nunca he conocido a alguien que al verlo dijera para mí, este es
el amor de mi vida. Nunca nadie me ha mirado como lo ha
hecho él, esa mirada penetrante como si estuviera embriagado,
como si todo él se llenara con mi presencia; durante unos
segundos se quedó como si en el mundo sólo existiera él y yo y
nadie más, todos los que nos rodeaban dejaron de existir por
unos minutos.
Creo que jamás volveré a experimentar esa sensación
tan placentera y llena de vida. Aun soy capaz de cerrar los ojos
y verlo, de sentir su mirada penetrando mis entrañas. Daría
parte de mi vida por un día, que sólo una vez, me besara,
entonces sabría con seguridad completa si lo nuestro sería para
siempre.
>>

183
– ¡Qué sorpresa! No sabía que estuviese enamorada de Roberto
eso sí que me ha... sorprendido.
– Nosotras si ella no nos lo hubiese dicho ni lo
sospecharíamos; Roberto estaba gordísimo y no me lo
imaginaba con ella.
– Yo pensé que estaba enamorada de Javier... entonces no
entiendo... nada o menos que nada.
– Ten paciencia y lo comprenderás todo.
– Se fueron a vivir juntos y las cartas al principio eran de una
mujer enamorada. De repente dejó de escribir, de contestar
nuestras cartas, no contestaba al teléfono, ni siquiera contestaba
el correo electrónico. Finalmente, tras un tiempo de silencio
recibimos una carta que nos dejó acongojadas.
Extendiéndole otra carta.

<<
Mis queridas amigas:
Siento no haberos escrito durante estos meses, pero mi
vida ha pegado un cambio tan radical que no sabría por donde
empezar a contaros, me siento tan avergonzada... pero tengo
que contárselo a alguien por si me pasase algo.
Me gustaría que el tiempo se frenase en los días del
instituto, buenos tiempos aquellos que añoro cada día más.
Cada día que pasa tengo ganas de morir, me siento vacía y pido
perdón por haber perdido el tiempo que Dios me ha dado. Pero
lo que más me duele y más siento es no haber dado el paso y
echarme en brazos de esa persona que tanto he amado y que
tanto amo a pesar de estar con Fran, no puedo olvidarlo.
Me duermo cada día llorando y me levanto añorándolo,
he intentado olvidarlo, pero eso es imposible, no es que no
quiera a Fran es que amo a Roberto con tanta intensidad,
estúpida de mí por pensar que el tiempo curaba el corazón y
ese tipo de amor no tiene cura.

“No siempre es malo recordar”


Me sentía culpable simplemente de pensar en él, tenía
la sensación de estar engañando a Fran, pero sentía que al que
fallaba era a Roberto porque era al que amaba.
Al principio me volcaba en Fran; la verdad que me
hacía sentir especial y creí olvidar a Roberto, pero me
engañaba día a día, por desgracia estos sentimientos uno no
puede ocultarlos por mucho tiempo y la otra persona detecta
que algo pasa, que algo va cambiando, que algo falla... y claro
cuando lo descubrió se sintió engañado y comenzó a cambiar...
me pega, si leéis bien, me maltrata cada día cuando llega a
casa. Da igual lo que yo haga o diga para no enfadarlo,
cualquier insignificancia le sirve para insultarme. Me pega
unas veces más, otras menos; hay días que tengo que llamar al
trabajo para decir que no puedo ir porque ni con el maquillaje
consigo disimular los golpes; aunque la mayor parte de ellos
son internos, se preocupa de que no se vean.
Siempre he oído decir que el maltratador se arrepiente
al poco, pero Fran no, no solo goza pegándome sino que se
regocija hablándome luego de ello. Creo que está enfermo,
pienso que si no existiera Roberto él buscaría alguna disculpa.
Sé que muchas veces en nuestras charlas hablamos de
que eso a nosotras jamás nos pasaría, pero es muy fácil hablar
cuando no le ocurre a una, uno tiene que estar en esta situación
para ver que haría.
Sé que un día se le ira la mano y no lo contaré.
Entiendo que os preguntéis porque no me voy, pero tengo
miedo mucho miedo, siento que tengo la culpa y que me lo
merezco por haber dejado que pasara.
>>

– No podía imaginar que le hubiera pasado algo así... tan


terrible. – María estaba compungida.
– Las cartas las recibía yo, porque Sandra se había ido con

185
Joseph. Nos comunicábamos asiduamente por correo
electrónico y yo se las iba mandando a ella desde casi al
principio.
Elena mostraba una expresión de tristeza de recordar
aquellos días, de recordar lo que aquel desgraciado le había
hecho a Mónica.
– Una noche al llegar a mi casa – hace una pausa para recordar
la fecha lo más exacta posible – sería un par de semanas antes
de la fiesta del aniversario.

<<
Esa noche era fría Elena llevaba un abrigo de piel de
nutria, le gustaba sentir aquel tacto, sonríe al acordarse de
Sandra, la defensora de esos bichos... la verdad que su amiga
tenía razón, pero a ella le encantaba acurrucarse dentro de él.
Ya estaba próxima a la entrada de su casa, una hermosa
casa de planta baja con tres cuartos, cocina, baño y sala, para
ella y Víctor era más que suficiente su nidito de amor. Víctor
estaría fuera casi dos semanas, llegaría un par de días antes de
la fiesta del aniversario, él siempre tan justo de tiempo, se
sonreía al recordarlo, ¡cómo le quería!
Vivian en una urbanización a la salida de Santaestela,
habían elegido aquella casa porque estaba sola, no tenía casa
adosada a ninguno de sus lados, un pequeño terreno que
también habían comprado porque tenían la idea de cuando
terminasen sus estudios universitarios construir un local para
montar su propia empresa... ¡pero cómo cambiaron las cosas!
No pega vueltas la vida.
Ya próxima a su casa ve un cuerpo que estaba en
posición fetal delante de la puerta. Se acerca corriendo y
arrodillándose ante aquel bulto.
– ¡Dios mío está usted bien! – el cuerpo se mueve y saliendo de
su posición levanta la cabeza, ante la cara de asombro de

“No siempre es malo recordar”


Elena.
– ¡Hola Elena! Necesito ayuda.
Elena se horroriza al ver a su amiga, tenía desfigurada
la cara, parecía que la hubieran golpeado, no podía levantarse,
tuvo que hacer grandes esfuerzos para entrar en la casa con ella
a cuestas, casi no podía moverse.
– ¡Vamos! Mónica, tienes que hacer un esfuerzo y ayudarme. –
Aunque la joven estaba endeble, excesivamente delgada, pero
un cuerpo muerto pesa mucho, que era como parecía estar.
Tras llevarla aun cuarto y acostarla – Mónica tendría
que llevarte a un hospital.
– No, tendría que contestar demasiadas preguntas, no voy a
darle este disgusto a mi familia, mataría de tristeza a mi madre.
Avisarían a Fran y me encontraría, no quiero volver con él...
me matará... lo sé... me lo dice el alma.
– Déjame que llame a un médico, tengo un amigo que vendría
y no hará preguntas.
Tras reconocerla y darle un sedante, ambos salen del
cuarto dejando a Mónica dormir.
– Le han dado una paliza inmensa, la cara parece más grave de
lo que es, en una semana ni se notará, pero tiene dañados varios
órganos, necesitaría hacerle unas pruebas para verificar que no
tiene nada roto. Elena, además, la han violado. Tendríamos que
dar parte a la policía.
– ¡no! Se lo prometí, está aterrorizada.
– El que le ha hecho esto puede volvérselo a hacer.
– No le dejaré, tenemos que darle algo de tiempo.
– Si no le hacemos un reconocimiento después no servirá de
nada si lo denuncia.
– Se lo prometí, si intentara llevarla contra su voluntad se
marcharía y tampoco tendríamos nada.
– Está bien, tráetela a mi consulta mañana y le haremos unas
pruebas para verificar que la podemos curar en casa. Le he

187
dado unos sedantes muy fuertes, así que dormirá hasta tarde,
tráetela cuando se despierte – hace una pausa colocándose la
mano en la barbilla – aunque sea a última hora de la tarde, creo
que más o menos dormirá hasta esa hora.
>>
– ¡Dios mío Elena! Que historia tan terrible.
– Demasiado horrible, es algo que hasta que le pasa a uno no es
consciente de lo grave que es.
– Cuando la viste en la fiesta no era ella, era una persona
transformada. Te preguntarás porque no habló entonces con
Roberto, pues porque después de lo que le hizo Fran ella no se
sentía digna de Roberto. Es más María aún es hoy el día que
ella no se siente estimable para él.
– Es triste pensar que no puedan intentarlo porque ella no se
crea buena para él.
– No creo que él quiera a una arpía como Mónica, ya no es la
misma que conocimos. Yo la quiero y seré siempre su amiga
haga lo que haga, está en todo su derecho de vengarse del
mundo.
– Pero los demás no le hemos hecho daño.
– No pero todos son enemigos, es como ella ve a todo el
mundo, como enemigos.
– ¿A Javier también?
– ¿Eso? – Sonríe Elena – también tiene su explicación –
frotándose la frente – él la protege.
– No entiendo.
– Es fácil.
– Para ti que lo sabes.
– Cuando tú te fuiste tras acostarte con Javier, aquel famoso
día, yo no estaba de acuerdo, aparte hablé con Mónica antes de
que entrara en el cuarto.

<<

“No siempre es malo recordar”


– ¿Estás loca? No le puedes hacer esto a Javier, es tu amigo.
– Por eso, porque es mi amigo, me perdonará si algún día se
entera.
– ¿Y Roberto?
– ¿De verdad te crees que Roberto se fijaría en mí, que sería mi
amante, amigo y esposo si se enterase de cómo soy?
– ¿Y cómo eres? ¡No ha sido culpa tuya!
– No querrá a alguien tan sucia como yo.
– Estás loca al pensar eso. No ha sido culpa tuya. Fran es un...
– No lo digas – colocándole la mano sobre los labios – puede
oírte y te hará lo mismo que a mí.
– No está aquí – Elena lloraba de tanta pena que sentía por su
amiga – no está aquí, no podrá hacerte daño nunca.
– Claro que no me hará daño... – bajando mucho la voz como si
quisiera contar un secreto y que nadie la oyese – Javier me
protegerá.
>>

– No sé que diga – añade María llorosa por la condena que


tenía Mónica.
– Es curioso que la vida nos haga jugadas y envuelva a nuestro
entorno provocando que hagamos daño a quienes queremos y
apreciamos por temor.
Ambas mujeres se giran al oír aquellas palabras. Sandra
prosigue.
– Tengo que reconocer que estaba escuchando, no conocía toda
la historia, alguna cosa suelta.
Las tres mujeres sentadas en el amplio diván con las
manos agarradas, sollozaban, por tanto, dolor.
– Al principio Javier pensó que era Mónica con la que se había
acostado – prosigue Sandra que desea que María conozca toda
la historia para que pueda decidir que hacer libremente – pero
al poco fue consciente algo había pasado. Dejó a Mónica y te

189
buscó, pero...
– Pero siguió con ella – remata María.
– No es tan simple. Un día Fran se presentó delante de Javier y
no sólo lo amenazó sino que le contó todo lo que le había
hecho a Mónica. Ese desgraciado se regocijaba con lo que le
había hecho a Mónica y juró que si no la dejaba la buscaría y le
haría cosas peores. Se pelearon y ganó Javier, cuando Javier
tuvo el suficiente dinero lo denunció, no sólo por lo de Mónica,
había más mujeres. Mónica ya era libre, pero se sentía en
deuda con Javier, así que iba de flor en flor y entre una y otra
descansaba con Javier, cuanto más dinero tenía Javi, más
atraída se sentía ella. Así que se utilizaban uno al otro, sin
promesas. Y aunque no te lo creas son buenos amigos, muy
buenos amigos.
– ¿Por qué me odia entonces?
– Porque tienes lo que ella más desea.
– No es verdad.
– Que tú no lo veas, no quiere decir que no sea – dice Sandra.
A lo que Elena añade.
– A Mónica le gustaría que Roberto luchara por ella de la
misma manera que Javi lo hace por ti. El se desesperaba
buscándote, eso es de envidiar.
– Se siente segura con Javier, si tú se lo sacas, se sentirá
desprotegida, porque inequívocamente cree que sola no puede.
– María – dice Sandra mirándola a los ojos – les conté lo del
aborto porque éramos amigas; habíamos compartido muchas
cosas y...
– Lo entiendo – le interrumpe María – en realidad te lo dije por
si se acababa enterando de que estaba embarazada él pensase
que el crío no existía, no quería retenerlo con un bebe.
– Cuántos líos – dice Elena – la vida es un asco, somos
nosotros los que tenemos que hacer que no lo sea.
– No – dice Sandra – la vida es hermosa, somos nosotros los

“No siempre es malo recordar”


que hacemos que sea un asco. María ve a junto de Javi y dile
que es padre, tiene que saberlo, nadie que te conozca se creería
que abortases.
– ¡Uf! – Dice ella – no sé cómo lo voy hacer – se detiene un
momento – ¿O sí? – Tengo una idea.

191
CAPÍTULO DÉCIMO

El avión se retrasaba, estaba impaciente por recoger a la


hija de María y volver a casa, tiene ganas de rematar el trabajo,
no le quedaba mucho, en un par de horas podría empezar otra
cosa. El hipódromo era pequeño, sin embargo, estaba
terriblemente lleno aunque se utilizase sobre todo para los
aviones de carga. “¿Qué puedo hablar con una joven de 21
años, aproximadamente esa debe ser su edad?”. Escucha por el
altavoz el sonido de un hombre que les comunica que entra por
la pista uno el avión que viene directamente desde “A Coruña”,
los pasajeros saldrán por la puerta una. ¡Bueno a buscarla!
Javier se aproxima a la puerta indicada, la gente va saliendo
por aquella puerta que se abre y se cierra sola, ve a una rubia
de ojos azules guapísima que parece que esté buscando a
alguien, se aproxima a ella y cuando iba a decirle algo un joven
se acerca a ella y la abraza. “No” piensa Javier, “esta no es”
“¿Dónde se habrá metido?” Piensa. Se gira sobre sus pasos
mirando cara la puerta; ésta se abre y Javier se queda
petrificado... una joven vestida de azafata lleva de la mano a
una muchacha de unos ocho años. El cabello rizado y negro a
la altura del cuello, llevaba puesto un pantalón vaquero roto
por la rodilla, unos deportivos altos de color azul oscuro con
unas letras en amarillo que decía “adidas”. Una camisa de
cuadros azules y amarillos larga y por fuera del pantalón; la
camisa estaba abotonada hasta la mitad con lo que dejaba ver
una camiseta blanca. La niña llevaba puestas unas gafas
oscuras a pesar de estar en el interior e iba masticando chicle
con gestos más bien de moza pasota, llevaba al hombro una
mochila de tela de camuflaje como la de los militares.
“No siempre es malo recordar”
Javier la mira durante un momento, le recuerda a él
cuando tenía su edad, era idéntica... María le había mentido, se
parecía a él años atrás... esa cría era su doble de joven.
La azafata suelta a la niña y se acerca a Javier, la
jovencita la sigue.
– ¿Señor Troyano?
– Sí – mira a la niña y aunque no puede verle los ojos siente su
mirada a través de los cristales oscuros, la joven le entrega
unos papeles – ¿y esto?
– No le entiendo – duda la joven, piensa que a lo mejor aquel
caballero tan atractivo la esté vacilando – esta jovencita es para
entregársela a usted, si me lo permite, tengo que decirle que se
le parece muchísimo.
La joven se despide de la muchacha, le sonríe a Javier y
luego se gira sobre sus talones y sale del recinto por la misma
puerta por la que entrara bajo la mirada de padre e hija.
– Bueno jovencita vamos, nos queda un largo camino... – la
joven le sigue sin al parecer hacerle mucho caso – veo que no
tenemos muchas ganas de hablar jovencita – hace un suspiro y
dándole la espalda comienza a andar seguida por la niña.
Llevaban ya media hora de viaje sin hablarse cuando
Javier mirándola – Sácate el chicle de la boca jovencita o
mastica bien pareces un hombre.
– No me llamo jovencita, mi nombre es Violeta y no quieras
darme clases de comportamiento. Mamá dice que me parezco a
ti en todo, así que aguántate.
Javier sorprendido por darse cuenta de que la niña
conocía su existencia.
– Tu madre ¿te ha hablado de mí?
– ¿A ti no? – se quita las gafas y viendo la cara de
incertidumbre de Javier con ironía – Ya veo, mamá no te ha
hablado de mí, que poca consideración por su parte.
– No te estarás burlando de mí.

193
– No, sería incorrecto por mi parte.
– Tienes unos ojos preciosos.
– Sí – se ríe Violeta – mamá dice que son tuyos – la mira unos
segundos – mira la carretera o tendremos un accidente.
– Una vez ya tuve uno con tu madre subiendo al Pedroso.
– Con lo prudente que es mamá. – La joven la mira esperando
que él se lo relate.
– Sí, no teníamos clase, ese día por alguna razón que no
recuerdo las anularon, así que ella me dijo que me iba a llevar a
un sitio precioso, donde se divisaba toda la ciudad. Ella
conducía y cuando íbamos subiendo miraba para el Paisaje. Yo
le advertí de que mirase la carretera, pero María es tan terca, no
hace caso a nadie y... el coche se metió en una cuneta bien
profunda... suerte que llegó la guarda forestal que andaban por
allí y nos quitó el coche de allí... yo tomé el volante y la llevé a
la cima del Pedroso. – Javier se quedó callado recordando que
pasó a continuación. Una vez arriba lo miraron todo, allí está la
antena de televisión, delante mismo se sentaron mirando toda
la ciudad, era un precioso día despejado ya cerca el verano los
días son más largos así que se divisaba no sólo Santaestela sino
también los pueblos lindantes. Javier se puso detrás de María y
la rodeó con sus brazos, así estuvieron un largo rato. “Me
quedaría así toda la vida sin moverme viendo este horizonte”.
– Xavi – dice Violeta trayendo a la realidad a Javier.
– Así sólo me llama una amiga mía.
– No querrás que te llame papá... – dice la niña con extrañeza.
– No, creo que aún no estoy preparado para eso – se ríe Javier.
– Yo sabía que tú no conocías de mi existencia, ella me lo
advirtió cuando me llamó para decirme que tú me recogerías.
– Violeta... primero... tengo que hacerme a la idea de que tengo
una hija – le sonríe – muy guapa por cierto – se pone serio –
mientras podemos ser amigos e ir conociéndonos, ¿te parece
bien?

“No siempre es malo recordar”


Violeta asiente con la cabeza y le toca la mano en señal
de amistad – ya verás como no es tan difícil Xavi.
Violeta se queda dormida a los pocos minutos. Javier se
preguntaba por qué María se lo ocultó. No sabe si estar dolido
o si estar enfadado. Que mal se comportó con ella... no fue en
su busca cuando lo llamó; aún recordaba su llanto por teléfono,
pero él estaba tan seguro de que aquella noche se había
acostado con Mónica. Y después cuando creyó que ella había
abortado... la llegó incluso a odiar... no odiar no, pero sentía
tanta rabia por haberse dejado engañar por esas mujeres... que
¿Cómo compensar ahora a María? La había forzado, no podía
perdonarse a sí mismo... como hacer que... él no la merecía...
tendría que dejarla marchar... era lo más justo para ella.
Detiene el coche en una gasolinera; baja la ventanilla – lleno,
por favor, – mira a Violeta y sale para coger una manta del
maletero y taparla; le observa, “¡qué bonita es!” Piensa. Tiene
los labios bien perfilados, como los de su madre, pequeños
pero bien formados. La barbilla también es como la de María,
se parece tanto a él y, sin embargo, tiene tanto de ella. La
observara mientras hablaba y tenía los gestos de María. Las
manos de María, dedos largos y finos hechos como los de los
buenos pianistas. ¿Cómo dejar que ese nuevo ser que ha
entrado en su vida ahora salga? No puede... le va a ser
imposible.

Hace calor, no es normal para la época, pero se


agradece tras tantos días de frío. María decide ir andando a
casa, no tiene ganas ni de coger el coche ni de tomar un taxi, el
pueblo está en un valle y la casa de Javier está en lo alto de la
colina, no le sentará mal andar así tendrá tiempo para pensar.
¡Qué va hacer ahora! La historia se repite, no es la misma
situación, pero ¿cómo puede volver a ocurrir? María recuerda
su reciente conversación con su médico.

195
<<
– Enhorabuena, está usted embarazada.
– ¿Qué? No puede ser – María se tiene que apoyar las manos
en el asiento, ese descubrimiento casi la hace caer de la silla.
– No quiere usted tener un bebé – animándola el médico – ya
verá como cuando se lo diga a su marido lo verá de otra
manera. Un niño es siempre una bendición para un matrimonio.
>>
De repente el camino se le estaba haciendo largo y
pesado, por lo que decide detenerse en una cafetería a beber
algo, se sienta en la terraza exterior e intenta durante unos
segundos despejar sus pensamientos contemplando su
alrededor. Estaba en una plaza amplia llena de gente joven,
sobre todo adolescentes y niños pequeños con sus bicicletas,
los padres jugaban con ellos, ¡qué curioso! Hace unos años no
se vería a tantos padres jugando con sus hijos. Antes se traían
niños al mundo para trabajar, para que nos ayudaran a traer
dinero, para que nos cuidasen de viejos, para dejar marca de
haber estado en este mundo con el apellido, para retener a un
hombre, etc. Pocos padres les hacían caso a sus hijos hasta que
fuesen ya mayores; pero dónde se determina que ya se es
adulto. Hoy, sin embargo, los hijos se tienen como culminación
de una relación, casi siempre resultado del amor... “¿Y mi
Violeta?” Piensa María “es el regalo que me dio Dios por lo
mucho que he querido y quiero a su padre” María sonríe
viendo a los chiquillos jugar en aquella plaza tan llena de vida
con los gritos alegres de aquellas pequeñas personitas.
Introduce la mano en el bolsillo de su abrigo sacando
un papel arrugado, lo abre y lee “positivo en la prueba de
embarazo” “¿Y ahora?” Se pregunta ella “¿Qué voy hacer
ahora?” Se echa a andar otra vez ensimismada; iba recordando
cuando supo que estaba embarazada de Violeta; estaba de

“No siempre es malo recordar”


apenas un mes, su marido le había encontrado los papeles de
los análisis de sangre, no dijo nada, simplemente le tiró el
papel a la cara y le pidió el divorcio; a ella le pareció normal;
un mes mas tarde era una mujer divorciada, algo mutuo y
rápido, ese mismo día recibió los resultados del médico para
abortar y llena de alegría y dudas se encaminó en busca de
Javier. Habían pasado dos meses sin verse, sin comunicación
de ningún tipo, ella quería tener ese niño, pero necesitaba
decirle a Javier que era una mujer libre y que iban a tener un
niño de él. Ella trabajaría hasta que él terminara sus estudios,
ella se ocuparía de todo, si se quieren podrían intentarlo, le
pediría más sueldo a su jefe seguro que lo podrían conseguir.
Lo encontró en la empresa peleándose con un disco duro.

<<
– ¿Qué haces? – Javier se sobresalta.
– Recuperando datos de este disco.
– Eso para ti es chupado. Tienes un don. – Javier se sonríe, le
gustaba que María reconociese su facilidad para la informática.
– Llevo más de un mes sin verte.
– Tú no has hecho mucho por verme tampoco.
– María, tengo que hablar contigo.
– Espero que sean buenas noticias, yo también tengo que
hablar contigo.
– Ven siéntate aquí – haciendo ademán con las manos para que
se sentase a su lado. María asiente y obediente toma asiento y
lo mira preocupada. Javier se arrodilla delante de ella; su cara
de nerviosismo pone en alerta a María – tenemos que dejar esta
relación que hay entre nosotros – María contiene las lágrimas,
no dice nada, opta por escuchar todo lo que él tenga que decirle
– tú estás casada y tienes dos hijos, eres mayor que yo... soy un
trotamundo, una persona que no tiene ganas de estar
aburguesado, pienso que no estoy enamorado de ti, es algo

197
corporal... María estoy tan confuso quizás deberíamos dejar de
vernos un tiempo – María le sostenía la mirada, esos ojos
verdes no le decían nada, eran fríos – podemos ser amigos
como éramos antes... pero tras un periodo de transición.
Necesito no verte en un tiempo...
– Xavi... lo entiendo – María se levanta y sin decir nada más se
aleja no escucha la llamada de Javier... no escucha nada, sólo
quiere salir de allí corriendo sin entretenerse con nadie, no oye
ni ve nada que no sea los ojos de Javier cuando le dice que no
la quiere. El sonido de aquellas palabras se repite
continuamente en su cerebro; “no me quiere, no me quiere.”
>>
El sonido de la bocina de un vehículo la trae a la
realidad sobresaltándola, mira hacia atrás las luces del coche la
ciegan y pierde el equilibrio, cayéndose sobre la calzada, el
automóvil tiene que esquivarla saliendo Javier de él corriendo
hacia ella.
– María – ayudándola a ponerse en pie y apartándola de la
carretera – ¿estás bien? ¿No sabes que tienes que andar por la
acera y en la dirección opuesta a los coches? – María no le está
escuchando, es un mar de lágrimas, Javier piensa que es por el
susto, pero no, en su cerebro aún está escuchando, las palabras
de años atrás de Javier “pienso que no estoy enamorado de ti” –
María – repite otra vez Javier – María – la zarandea para
intentar volverla a la realidad – Cariño, mírame – María lo
mira, pero no lo ve, sigue llorando – ¿Estás bien?
– Javier, Javier – balbucía ella.
_ Estoy aquí – y la abraza – ¡Dios mío estás temblando! Ven
sube al coche.
Al entrar María ve a Violeta en el asiento de atrás
durmiendo, sonríe.
– ¡Qué guapa está!
– Como su madre.

“No siempre es malo recordar”


– Es idéntica a ti Xavi.
– ¿Cómo has podido ocultármelo? – Violeta se despierta por lo
que se corta la conversación.
– Mamá – abrazándola – te he echado de menos, pero gracias
por este regalo – Javier no entiende, pero María sí comprende
lo que su hija le quiere decir. Violeta está contenta de que su
madre mandara a su padre a buscarla, le agradece ese primer
momento. Mientras María está entretenida hablando con su
hija, no es consciente de que entre las manos está jugando con
el documento que le entregaran en la consulta del médico.
Javier se fija en él y se lo arrebata de las manos, María cayendo
en la cuenta intenta sacárselo, pero él es más rápido, al girarlo
lee en letras grandes “positivo en la prueba de embarazo” pega
un frenazo; se hace el silencio. María contiene la respiración,
Javier apoya la cabeza sobre el volante. – ¡Embarazada! – Dice
con voz contundente – ¿estás embarazada?
– Mamá... ¿no será verdad? – Javier arranca el coche; padre e
hija esperan una respuesta.
– Sí, estoy embarazada, acabo de enterarme.
– ¿De cuánto tiempo estás? – pregunta Javier
inexpresivamente.
– No puede estar de mucho – dice Violeta convencida – Xavi,
tendrías que saberlo. Mamá no tiene relaciones conocidas, lleva
contigo dos meses, está más que enamorada de ti, siempre lo ha
estado, así que...
– ¡Violeta cállate ya hija!
Javier detiene el vehículo apartándolo de la calzada,
mirando a María – ¿de cuánto tiempo estas, María? – María
parece no querer decir nada, no tiene ganas de hablar y menos
de ese tema – ¿es mío?... ¿verdad? – María lo mira a los ojos y
sabe que no puede no solo engañarlo, otra vez no, así que muy
bajito.
– Sí, de quién sino, no podría estar con nadie más.

199
– ¿No podéis estar juntos sin hacer niños?
Javier se echa a reír – no ya ves.

“No siempre es malo recordar”


CAPÍTULO UNDÉCIMO

María estaba sentada en el jardín leyendo, la brisa


acariciaba su cabello negro que hoy llevaba suelto, había
terminado de leer otro libro, le gustaba mucho leer, sin
embardo, desde que Javier entrara otra vez en su vida no había
vuelto a leer, había estado demasiado intranquila como para
tener la serenidad de leer. No obstante, desde que Violeta
llegara había vuelto a recuperar sus horas de lectura.
María sonríe al reconocer que Javier y Violeta se llevan
bien, por no decir estupendamente, está contenta de haberlos
presentado. Y parece ser que la llegada del nuevo bebé también
los colma de alegría a los tres. No sabe que va hacer, pero
tampoco tiene ganas de pensar en ello ahora, quizás cuando
termine el proyecto deberían hablar. Lo que sí tiene claro que
esta vez no alejará a Javier de sus hijos.
Piensa en los jóvenes o no tan jóvenes; trabajo y más
trabajo, pero así es como uno se convierte en el mejor y en
como se gana realmente dinero. La pena es que demasiada
gente considera que no es importante la profesión de
informática. Una de las veces que María estuvo de vacaciones
con su anterior marido y sus hijos los mayores; se detuvieron
en un pequeño pueblo, curiosamente entró sola en un bar a
tomarse un café. Mientras esperaba oyó una conversación en la
cual un padre decía a su hijo que el trabajo del campo era muy
duro y muy poco remunerado; sin embargo, ahora con esas
nuevas carreras tecnológicas, como los informáticos, ganaban
mucho dinero por estar delante de un ordenador. Al señor del
campo le parecía una profesión inútil y no consideraba justo
que pagasen tanto dinero por tan poco trabajo.
María recordaba que se sentía molesta, muy molesta
porque aquel hombre no era consciente de lo importante de su
201
profesión en la era moderna. ¿Qué harían los bancos si no fuera
por la informática la seguridad social? Si no fuese por los
programas que les proporcionaba tanta información en minutos
almacenada durante años. O que complejidad para una persona
que no esté familiarizada con los documentos de hacienda, o la
rapidez de los papeles para ayudas, la medicina de precisión,
los análisis de los laboratorios, la identificación de los
criminales... A María se le ocurrían millones de motivos en la
vida actual en la que la informática se había convertido en
importante.
¿Cómo es que se había enamorado de la informática?
Por supuesto como casi todo el mundo que ama una profesión
le suele venir de pequeña.
Cuando tenía aproximadamente unos ocho años, su
abuela le pidió que la acompañara al banco, a ella le gustaba
mucho ir con su abuela de paseo, porque siempre le compraba
un dulce, le parecía que era una bonita manera de celebrar la
salida. Al llegar al banco no tuvieron que esperar casi nada,
antes no había tantos clientes, la gente era más desconfiada que
ahora en cuanto a los bancos, se tenía la errónea o no tan
errónea idea de que el banco les robaba con la ley en las
manos. Bueno ese día no tuvieron apenas que esperar. María
observaba a su abuela como hablaba con el cajero del banco.
Recordaba a un hombre ya mayor, canoso, grande, sin
gafas a pesar de aparentar una edad avanzada. Tecleaba delante
de aquella gran máquina, de aquella el monitor era muy ancho
y de pantalla pequeña. El fondo de la pantalla era blanco, las
rayas de la ventana que veía eran de color verdoso, las letras
negras. Le parecía sorprendente que aquel señor tecleara y
aquella máquina obedeciera. En ese instante le entró un deseo
tremendo de saber ¿por qué? Y esa pregunta le había seguido
durante años.
Si ahora le dijeran que tendría que volver a la

“No siempre es malo recordar”


informática antigua se moriría. Había avanzado tanto este
campo que se sentía plena por haber formado parte de ella.
María paseaba por el jardín, sin prisa, tranquila,
iba pensando en todas estas cosas cuando se encuentra con
Elena.
– Hola – le dice la futura madre.
– ¿paseando? – añade Elena.
– Estaba leyendo, pero mucho tiempo en la misma postura me
cansa, además, el médico me ha dicho que pasee mucho, cree
que estoy engordando demasiado, este trabajo comiendo lo que
yo como me pondrá como una bombona si no lo gasto de
alguna forma.
– María yo quería hablar contigo.
– Creo que no hace falta.
– Pues yo pienso que si – responde la joven.
– Elena lo pasado, pasado está...
– A mí me gustaría pedir perdón.
– No tienes porque, en realidad todos tenemos un poco la culpa
de todo.
– Es triste pensar que llevamos años sin hablarnos.
– Sí – sonríe María. – Pero desde que me he enterado de que
estoy embarazada y que Javier no se ha enfadado, si no todo lo
contrarío, ya no le guardo rencor a nadie, ya no me parece
importante.
– ¡Bendito el bebé! Que te ha traído tanta serenidad.
– Pues sí que me la ha traído.
María se sienta al lado de Elena
– ¿Ya has pensado lo que vas a hacer?
– Aún no, tendrán que esperar a terminar el proyecto para que
tome una decisión o a que se la diga.
– ¡Qué mala! – se ríe María – no más de lo que han sido ellos.
– No me voy a meter – dice muy sería – creo que uno tiene que
tomar sus propias decisiones por iniciativa propia para no

203
equivocarse y si te equivocas serás tú no nadie.
– ¿Qué hacéis?
Ambas mujeres se vuelven al oír la voz, Javier tenía
cara de cansado.
– Buscaba a la madre de mis hijos – extendiéndole la mano –
vengo a buscarla para dar un paseo. Su médico me ha dicho
que la obligue a andar todos los días un rato.
– Estábamos haciendo las paces – alargándole el brazo para
que la ayudara a ponerse en pie.
– Eso es lo mejor que podéis hacer – tirando de ella – hacer las
paces
– Elena no tienes que disculparte por nada, ni yo lo voy hacer
tampoco, es el pasado y ahí es donde se va a quedar. – Se
inclina y le deposita un beso en la mejilla – la vida es dura para
todos y me gustaría tener a mis amigas cerca.
– No lo dudes, siempre.
Javier le da la mano a la mujer que ama y tirando de
ella – vamos a mojar los pies al agua. Mira – señalando con el
dedo – por allí llega Violeta.
– Xavi te echo una carrera al lago a ver quién llega antes –
gritando la jovencita ya cerca de ellos.
– No jovencita, yo pasearé de la mano de tu madre.
– Elena porque no te vienes tú también, me aburriré con ellos.
– Javier la miraba suplicante para que se animara yendo – está
bien.
María estaba recogiendo piedras con su hija por lo cual
Javier y Elena hablaban tranquilos.
– Elena, siento mucho haber hecho... algo tan estúpido como
convencer a Miguel...
– No importa – interrumpe Elena. – María tiene razón, el
pasado es pasado. – Suspirando – además, gracias a ti mi vida
cambió a mejor, y gracias a todo lo que ha ocurrido soy libre de
hacer lo que quiera.

“No siempre es malo recordar”


– Eres muy buena... ¡Ojalá! Encuentres a un hombre que te
entienda, te haga feliz y se vuelque en ti sin ser egoísmo
propio.
– ¡Papá! Ven ya
– ¡Qué raro suena eso! – se ríe Elena.
– Pues voy a tener otro.
– ¿A ti no te han enseñado lo que es un preservativo?
– Y lo feliz que yo soy ahora.
– La verdad es que sí, me alegro por ti, espero que arregléis
vuestros problemas.
– Y yo.
Sandra y Joseph paseaban a lo largo del lago con el
bebé de Marcos, parecía que el día era propio para ello, al oír
las risas de Violeta se aproximan. Violeta al ver al angelito se
encara a él para jugar con el niño.
– Pequeñuelo ven a jugar con tu tita Violeta.
– Chicos ya veo que tenemos las mismas ideas – dice Joseph.
– Sí – añade Elena – aunque haga un poco de viento la tarde
está para pasear.
– ¿En dónde está Marcos? – María sonreía mirando al bebé.
– Creo que Berta y él tenían cosas que hacer.
– Espero que no traigan más bebes estamos más que servidos –
dice Javier riéndose. María le pega un pequeño golpecito sobre
el hombro derecho.
– ¿Y tú?...
– Si te despistas tendrás familia numerosa – interrumpe Sandra.
Sandra se acerca a María.
– María me gustaría...
– No tienes que decir nada. Creías que hacías lo correcto,
supongo que todos nos equivocamos a veces, soy lo bastante
feliz como para guarda rencor a nadie.
– Sí, pero un secreto es un secreto.
María abraza a su vieja amiga – sin rencor.

205
El aire deja de soplar y la tarde asoma calurosa así que
deciden quedarse a pasar la tarde, se sienten en buena
compañía. No tarda mucho en llegar Ernesto con Carlos y más
tarde Mónica con Moli y después Roberto y José.
– Veo que no podemos estar separados – se ríe Javier.
Ya estaba muy avanzada la tarde cuando aparecen en
escena Berta y Marcos. Permanecen de la mano, callados y
mirándolos a todos esperando que alguno se percate de su
presencia; van observándolos de uno en uno. La que se da
cuenta es Violeta.
– ¡Tía Berta, tío Marcos! – a Berta le encanta que Violeta le
llamase tía. Todos se giran para mirarlos, Berta estaba radiante,
hermosa, una amplia sonrisa adornaba su cara, desde que
empezaran el proyecto había adelgazado, incluso había
cambiado su manera de vestir, más elegante quizás. Llevaba un
vestido ligero y vaporoso de tirantes finos y ajustados, no
llevaba el sujetador, imposible con ese modelo. El escote y
bajo adornados con volantes. Crëpe frisado, parecía ser de
poliamida, estampado en flores y hojas. El fondo del vestido un
color marrón mezclado con vino Rosado, los dibujos castaños,
amarillos apagados, dorados, rojos, blancos, grisáceos, pero
eran colores discretos para nada llamativos. Un bolso castaño
de mano adornaba el conjunto, también llevaba en el brazo lo
que parecía ser una chaqueta de iguales características que el
vestido. Acompañaban unas hermosas sandalias doradas de
suela de cuña que la hacía más esbelta, el cabello suelto y
tirando a rubio, se lo había teñido por la mañana, pero nadie la
había visto hasta ese mismo momento. Estaba impresionante,
provocó que los chicos la silbaran ante el asombro de lo que
veían.
Marcos llevaba un pantalón largo de algodón de color
beige claro, una camisa azul turquesa que salía por fuera del
pantalón, por encima de la misma un jersey de algodón peinado

“No siempre es malo recordar”


de punto trenzado de color blanco, cuello ligeramente alto.
Calzaba unos mocasines beige de ante. El cabello revuelto con
gomina. Ambos estaban impresionantes.
Berta levanta la mano y enseña un anillo, las mujeres se
aproximan gritando y abrazándola. ¿Cuándo es la boda?
– No se van a casar – dice María.
Todos la miran como preguntando, a lo que ella
contesta.
– No veis en dónde lleva el anillo – señalando a Berta.
Durante unos segundos permanece el silencio, por fin
es roto por Javier que se aproxima a Berta y la abraza.
– Enhorabuena, me hubiera gustado asistir a la boda, pero lo
celebraremos, aún así.
– ¿Cómo os habéis casado sin decírnoslo?
– Muy sencillo – dice Marcos. Berta le interrumpe.
– Me dice “¿Por qué no nos casamos Berta? Creo que estoy
enamorado de ti, ¡no...! ¡Sé que estoy enamorado de ti! No
quiero perder el tiempo.
– A lo que ella me contestó. Sí, pero si no esperamos, por si te
arrepientes.
– Ni nos lo pensamos – finaliza Berta – fuimos, presentamos
los papeles, pagamos y nos casamos.
Gritos de alegría por doquier, María se acerca a Berta –
Ves tanto esperar y finalmente algunos sueños se cumplen. Me
siento tan feliz por ti, que no te lo puedes imaginar.
– Gracias María, para nosotros que tú lo aceptes es muy
importante.
– Nosotros prepararemos la fiesta para dentro de... – Moli
intenta contar los días – tres días.

207
CAPÍTULO DUODÉCIMO

Alejandro paseaba por las calles de aquel pintoresco


pueblo, transmitía paz y templanza, se sentía fuera de lugar, él
tan estresante y nervioso desencajaba allí.
Estaba cansado y nervioso, tenía la sensación de que
algo no iba bien, María lo había llamado y como siempre no se
hizo de rogar, parecía tranquila, pero él percibió en ella un hilo
de preocupación, la conocía demasiado bien.
Sin embargo, al hablar con Violeta su transmisión había
sido de felicidad, apreció en ella un tono que radiaba júbilo. La
voz nos indica situaciones si sabemos escuchar, un gesto, una
expresión, una simple mirada nos indica muchas cosas de una
persona, sobre todo su estado de ánimo, simplemente hay que
saber mirar y escuchar detenidamente para que no se nos
escape nada.
Buscaba el bar en el que había quedado con María, pero
aun siendo pequeño el pueblo se había perdido. Llevaba ya
buen rato dando vueltas cuando divisa un quiosco, decide
preguntar por el bar de “Xerardo”.
– Justo enfrente lo tiene usted – le indica el jovenzuelo que
atendía la pequeñísima caseta, gira sobre sus talones con tanto
ahínco que se da de bruces con un cuerpo sólido, ambos
pierden el equilibrio, Alejandro más rápido la sujeta cayendo
ella encima de él. La pareja en el suelo se mira durante unos
segundos. Es Elena la primera en reaccionar.
– Lo siento – tartamudeando.
– Pues yo no; es bonito que una hermosa mujer caiga encima
de uno.
Los dos se levantan con ayuda del quiosquero que
saliera a socorrerlos. Ya ambos en pie se presentan.
– Me llamo Alejandro – sonriendo el rubio de ojos azules.
“No siempre es malo recordar”
– Yo Elena – extendiéndole la mano y respondiendo a su
sonrisa con otra similar. Le gustaba aquel hombre tan alto,
guapo y atractivo.
– La invito a un café para suavizar este encuentro.
Elena se fija en que el hombre lleva un suéter color
burdeos con rayas bastante distantes unas de las otras en color
blanco, tenía la firma típica de “Lacoste” en la izquierda.
Pantalón blanco vaquero también “Lacoste” y deportivos
blancos con adornos en color burdeos de la misma firma.
– Lo siento... no puedo... tengo prisa... venía a comprar la
prensa y me iba corriendo... me están esperando. – Elena sale
corriendo, no podía tomar café con alguien que vestía con ropa
costosa; una de dos o tenía dinero o se hacía pasar por lo que
no era. Así pues no se iba a tomar café con él. No estaba en
posición de entablar amistad con nadie. – ¡Quién sabe, si el
destino nos vuelve a dar la oportunidad de otro encuentro!
– Esperaré impaciente. – él la observa mientras se aleja, aun le
palpita el corazón.
Él piensa que ella es excitante, lo ha puesto nervioso y
eso no le hace mucha gracia. Ella cree que él es fascinante y la
ha perturbado y tampoco le hace nada de gracia.
La mañana avanza triste, pero para nada Javier se siente
igual que el tiempo. Lleva ya demasiado tiempo metido en su
despacho, los asuntos administrativos lo han tenido retenido
toda la mañana. Se encuentra algo cansado, pero merece la
pena, ahora que es padre tiene que pensar arreglar algunos
asuntos para no dejar desprotegida a Violeta y por supuesto al
futuro bebé. Se sonríe al recordar cómo se enteró, María tan
sorprendente siempre, ¡qué haría él sin ella! Ahora que la ha
vuelto a recuperar, parece que las cosas no van mal entre los
dos, pero porque engañarse, tampoco bien.
Oye las risotadas de su hija a través de la ventana y se
levanta para ver qué es lo que la hace reír. Sonríe con tristeza

209
cuando al asomarse ve a Alejandro jugando con ella. Envidia
es lo que siente, pensar que él se la ha criado, que estuvo en su
bautizo, en su primer cumpleaños, en el segundo... la consolaba
cuando estaba triste, compartía sus sonrisas y sus lágrimas, le
compró su primera bicicleta... había escuchado con paciencia y
celos todas las historias de Violeta, siempre aparecía Alejandro
o Marcos, más Alejandro. Quizá estuviese en espera de que
María diera su primer paso, Alejandro le gustaba, era idóneo
para María y para sus hijos... pero no podía dejar que ella
saliera de su vida, tenía una lucha con dejarla ir o no dejarla
marchar.
Violeta estaba en el suelo sobre Alejandro, él le hacía
cosquillas y ella intentaba soltarse, pero el padrino era
demasiado fuerte para ella y no podía despegarse, ella pedía
suplicante que le dejara, – ¡me rindo! – gritaba, sin embargo,
el padrino no cedía.
Javier decide descansar e ir a dar una vuelta por el lago,
tenía ganas de estar solo no puede concentrarse así que sería
mejor remojar los pies en el agua cristalina de su parte del lago.
Al principio iba a decirle a Violeta que lo acompañara, pero
luego piensa que es una tontería elegiría estar con su padrino
seguramente le querría más.
Alejandro al fin suelta a la niña.
– Venga jovencita tengo que hablar con tu papá.
– ¿De qué?
– Cosas de adultos.
– No soy una niña – dice la joven enfadada – nunca me contáis
nada.
– Eso es porque sí eres una niña.
– ¿Te gusta?
– Es a ti a quién tiene que gustar.
– Sí, pero es importante para mí que también te guste a ti.
– ¿Por qué?

“No siempre es malo recordar”


– Porque tú siempre has estado ahí. Te siento más padre que a
él, no porque Xavi no lo haga bien, sino porque te conozco
desde que nací y a él desde hace un mes.
– Mamá siempre te ha hablado de él.
– No es lo mismo.
– Violeta – se sienta en el suelo al lado de ella y la abraza –
Siempre te querré, pase lo que pase, esté lejos o cerca y no me
enfadaré si le quieres a él un poco más que a mí, eso me diría
que es bueno contigo, que lo está haciendo bien, y como yo te
quiero esa actitud me haría muy feliz, no lo olvides. Esté donde
esté me puedes llamar siempre, yo vendré.
– Lo sé – abrazándolo – te quiero tanto padrino.
– Venga y ahora déjame ir a charlar con tu padre.
Al igual que cuando paseaba por el pueblo se pierde,
llega a un campo cubierto de hierba que separa la casa del
camino que lleva al lago. Iba entretenido pensando hacia dónde
tirar si al lago o a la casa que tropieza con algo que lo hace caer
al suelo encontrándose con un cuerpo justo debajo de él.
Cuando Alejandro se encuentra con la cara de Elena tan
cercana, con las manos hace fuerza para sostener su cuerpo y
que no le pese a ella. Durante unos segundos se la queda
mirando como drogado, sin poder resistir la tentación la besa,
suavemente, con calidez, un beso ni largo ni corto, ella le
corresponde, al apartarse de ella le embarga una desolación que
no puede comprender.
– Lo siento – dice él nervioso – no pretendía...
– no digas nada – le dice ella con mucha suavidad y
colocándole una mano sobre la boca para que no diga nada.
– ¿Alejandro?
– Sí
– ¿El Alejandro de María?
– Efectivamente – soltando una risotada y poniéndose en pie la
ayuda a levantarse. – Veo que me conoces.

211
– María siempre tiene algo que decir de ti, es curioso, parece
que formases parte de toda su vida.
– No, solamente de una parte de su vida.
Elena se queda en silencio. A lo que él rompe el
silencio – ¿Cuál es el problema?
– La envidio.
– Pues lo ha pasado muy mal, muy duro ha sido algunas partes
de su vida.
– Pero fíjate, Javier daría su vida por ella, se sacrificaría por
ella... lucharía por ella. ¿Y tú? Qué no harías tú por ella.
– Cualquier cosa que me dijera lo haría sin preguntas.
– ¿Ves? Qué tiene esa mujer que...
– No sabría decírtelo... creo que es su fuerza y su coraje, esa
manera de ver la vida y luchar por ella y por todo lo que ama,
quiere o desea... eso es lo que la hace especial, que ella daría
todo por los que quiere.
– ¿Pero no haríamos todos lo mismo?
– No, los seres humanos somos demasiado vanidosos,
envidiosos y egoístas... pocos te dan lo que tienen por nada.
– Por eso la envidio, por ser como es y haber conseguido
personas que la quieran tanto.
– Tú simplemente mira a tu alrededor, seguro que te pasará lo
mismo, solamente tienes que mirar bien.
– Si tú lo dices – añade ella nada convencida.
– Cambiando de tema. Busco a Javier.
– Creo verlo hace un ratillo ir hacia el lago – señalando el
sendero que lo conduciría al mismo lugar – sigue por ahí, no
tiene pérdida.
– Por cierto – dice Alejandro antes de darse la vuelta para
encaminarse hacia dónde ella le indicara – me debes un café.
– Vale, la próxima vez que nos veamos.
Alejandro se despide de Elena y toma rumbo hacia el
lago, la joven le había dicho que su jefe solía pasear por la

“No siempre es malo recordar”


orilla, le ayudaba a pensar decía. Esto le hizo sonreír porque él
le pasaba lo mismo. Pensaba en su conversación con María por
la mañana, tenía que hacer algo, debía hablar con Javier, tanta
tontería entre ellos dos era perder el tiempo. ¿Cómo podían ser
tan estúpidos? Si se querían.
No tuvo que buscar mucho porque lo encontró
paseando por el lago, se acordó del día que conoció a María,
también estaba de perfil mirando el agua. Javier parecía
perdido, desorientado. Sin dudarlo se acercó a él.
– Hola Sr. Troyano – Javier lo mira.
– Por favor, Javier, llámame Javier – Eres el padrino de mi
Violeta.
– Estoy celoso cuando dices de mi Violeta, no pensé nunca que
me la fuesen a quitar.
– No te preocupes, tú siempre tendrás tu lugar. Aunque
pensándolo bien... pienso que cualquier día, sólo la veré
cuando María me deje.
– ¿Por qué la dejaste marchar?
– Porque estaba loco y confuso – dice tristemente Javier –
cuando me di cuenta de mi error ya era demasiado tarde.
Estuve buscándola desesperado, pero no la encontré.
– Canadá es lejos. – Sonríe Alejandro.
– Sí que lo es – como divagando – demasiado lejos.
– Veo que no ha sido demasiado fácil para ti. Pero para ella ha
sido peor.
– No me lo puedo imaginar, supongo que ahora me odia y te
quiere a ti. La perdí cuando deje que se marchara, la perdí por
no dejar que hablara, por ser un cobarde...
– No seas tonto – le interrumpe Alejandro – entre María y yo
hay todo tipo de afectos, pero ninguno de enamorados.
– ¿No amas a María? – Pregunta desconcertado Javier.
– Sí que la amo... – pensativo – pero entre ella y yo nunca ha
habido nada que no fuera amistad. Me casaría con ella si me lo

213
pidiera, es mi mejor amiga, forma parte de mí, pero no como
de ti, a mí me adora a ti te ama, quisiera no amarte pero es más
fuerte que ella.
– Eso se lo digo yo, pero empiezo a dudarlo.
– Créeme la conozco mejor que nadie, te ama y por eso nunca
ha estado con nadie que no hayas sido tú. Y ya veo que no
habéis perdido el tiempo.
– Sí, ¿ ya te lo ha dicho?
– En realidad ha sido Violeta, esa niña no sabe lo que es un
secreto, ni una sorpresa... si supieras las que me ha echado a
perder. Una vez hasta me espantó una rubia hermosísima que a
ella para nada le gustaba.
– ¿Eso ha hecho? – Riéndose Javier.
– Ya verás te va hacer muy feliz ser padre.
– ¿Crees que estoy preparado?
– Nadie lo está nunca. A mí no me dijeron cómo hacer, sin
embargo, he criado la tuya.
– Gracias – con sinceridad – nunca podré pagártelo.
– Hazlas felices y me habrás pagado.
– No sé cómo – sentándose en el suelo, la cabeza gacha –
tengo celos de todos, envidio tu complicidad.
– Javier te voy a contar cómo la conocí, quizás así entiendas lo
que hay entre María y yo y entiendas que no estamos
enamorados, sino que nos queremos mucho, muchísimo – hace
una pausa para continuar diciendo – Si la quieres tienes que
luchar por ella, tienes que hacerla feliz, compensarla... sé que
tú también has sufrido mucho por ella, por estar sin ella, pero a
María le ha tocado siempre la peor parte, porque mientras tú
luchabas solo y por ti, ella luchaba por tres sin contarse ella
porque por ella ya luchaba yo que no la dejaba caer.
Cuando María llegó a Canadá entró a trabajar a una
empresa de informática como operadora ganando muy poco y
con apenas dinero, una buhardilla para ella y los chicos y sin

“No siempre es malo recordar”


conocer el idioma; en su situación cualquier mujer hubiese
abortado. Los chicos le dijeron que si lo hacía siempre se
arrepentiría porque ella amaba aquel bebé y al padre, se lo
estaría reprochando toda la vida.
Trabajó así en esa situación hasta que su embarazo
había alcanzado más de cuatro meses. Fue entonces cuando yo
la conocí.
Recuerdo que la noche iba dejando pasar la mañana, el
día era luminoso, brillante, lleno de color, el mar siempre está
lleno de millones tonalidades que hacen que uno al mirarlo le
llene el alma. De dónde yo soy hay una playa que termina en el
mar abierto, una punta que marca el final de la playa y el
comienzo del mar abierto. Me encanta pasear esos días en los
que tengo que pensar en muchas cosas, llego a esa punta de la
playa y me siento sobre la arena mirando el mar esperando que
la cordura me indique que es lo más justo que tengo que hacer,
lo correcto y la decisión menos nociva para mí. Ese día fíjate lo
que te digo, me fui a pasear porque tenía ganas, porque quería
hacerlo, algo dentro de mí me desveló y me encaramó hacia
aquella punta de la playa.
El día estaba despuntando cuando ya próxima a la arena
vi una figura con los pies metidos en la orilla del mar, yo la
veía de perfil, su mirada perdida en esa inmensidad de paz,
pero ella no parecía feliz sino triste, tan triste que me conmovió
en lo más profundo de mi ser. Los rayos de sol comenzaron a
acariciarle el cabello, tan negro parecía en ese momento que
creí que era azabache; acariciaba su ya notada barriga con tanta
delicadeza que me sentí embriagado. Las lágrimas rodaban por
sus mejillas perdiéndose en la boca, acariciaban dulcemente
sus labios y se disipaban.
Me acerqué a ella con temor de ser rechazado, pero
tenía que aproximarme y abrazarla, aquel ser necesitaba que
alguien la abrazase y le dijera que no estaría sola nunca, que

215
siempre alguien cuidaría de ella de igual forma que ella
cuidaba aquel ser que estaba para nacer. Sentí la necesidad de
protegerla, mi ser interno se había desgarrado por ella.
Cuanto más me aproximaba a ella más nervioso estaba
yo, y para mi sorpresa me puse delante de ella, ¡qué hermosa
me pareció! Una diosa. Simplemente la mire y sus ojos se
clavaron en los míos, le sonreí y como si ella leyera en ellos se
dejó llevar por un impulso y dejó que la abrazara. Nos
sentamos en la arena, ella delante de mí, la tenía abrazada y así
lloró en mis brazos mientras el sol seguía avanzando hacia su
altura más alta, no hubo palabras, el sonido suave de las olas y
el llanto abatido de ella.
– No acudí a su llamada.
– Lo sé, ella me lo dijo. Pero también sé que algo te retuvo,
quizás antes no lo creía, pero ahora que te conozco, que veo
como le miras, como la proteges sin que apenas se note... sé
que le amas, que es algo especial y que ha tenido que ocurrir
algo muy fuerte para no haber ido en su busca.
– Jamás la hubiese abandonado si hubiera sabido que íbamos a
ser padres.
– Por eso ella no te lo dijo. ¿Cómo retener a quien amas con un
bebé? – hace una pausa – y más si cree que no le quieres.
– Pero ella... Sabía que no había abortado, creo que fue la rabia
de ocultármelo lo que me impulsó a creerme algo tan horrible.
Alejandro se levanta y le coloca la mano en el brazo
apretándolo con amistad – no seas estúpido y deja de
compadecerte, levántate y ve a buscarla y dile lo que sientes,
que el tiempo no siga pasando en balde, la vida es demasiado
corta para derrocharla en tonterías y reproches inútiles.
Alejandro se va a otra parte del lago a pensar dejando
allí a Javier a ver si así consigue que reflexione.
El lago es un sitio tranquilizador, un lugar en dónde uno
puede pensar en cosas bien triviales como en problemas que

“No siempre es malo recordar”


atormentan a uno; tenía razón Elena cuando le dijo que allí se
respiraba paz. Alejandro estaba paseando por la orilla; miraba
el caer del día, un día que se transformaba en noche casi sin
percatarse y menos aún, cuando era tan gris como aquel; quizá
por eso se sentía más triste porque el clima acompañaba ese
dolor y esos sentimientos que te envuelven y no dejan a uno
respirar. Cuando son tan tristes, la intensidad con que se
sienten carcome las entrañas.
Se detiene ante un árbol, un gran árbol, no entiende
nada de ellos así que no tiene ni idea de a la familia a la que
pertenecerá, pero lo ve tan majestuoso y tan fascinante que
siente no ser como él. Estaba tan ensimismado observándolo
que no siente aproximarse a alguien hacia el mismo lugar que
él un cuerpo le golpea contra su espalda, este acto provoca la
reacción inmediata de Alejandro que se gira casi en segundos,
el cuerpo parece caer al suelo, pero él más rápido lo sujeta casi
a poca altura del suelo. Al ponerse en pie la persona en
cuestión Alejandro se da cuenta de que es una mujer, ambas
miradas quedan presas una de la otra y durante unos breves
segundos ambos quedan en esa postura asombrados.
– Veo que siempre tenemos que vernos en situaciones
comprometidas.
– Sí – sonríe Elena – parece que el destino nos la tiene jugada.
– Pues a mí me encanta esta situación.
– ¡Hombres! – Apartándose de él – siempre pensando…
– ¡Eh! A mí no me compares con los demás… yo soy como
soy – acercándose a Elena – no me conoces.
– Según María eres extraordinario.
– Siento decir que eso no es verdad… soy extraordinario con
María, pero créeme no soy así con todo el mundo, ella es
especial.
– La quieres mucho – con celos, a lo que él sonríe al detectarlo,
la toma de la mano y ambos se sientan a los pies de un árbol

217
sobre sus raíces.
– Sé que María puede ser muy cruel, pero yo no se lo reprocho,
cómo hacerlo, no siempre estoy de acuerdo con ella, sin
embargo, siempre la apoyo... eso es la amistad, eso es querer a
alguien.
– Pero tampoco puedes dejar que haga lo que quiera sino estas
de acuerdo.
– Yo no me meto en sus asuntos al igual que ella no se
entremete en los míos, simplemente nos aconsejamos y
después nos apoyamos.
– Os envidio, anhelo una relación así.
– ¿No estás enamorada?
– Estuve... de dos hombres... pero creo que ya no tengo en mi
corazón sitio para amar a otra persona más.
– ¿Te han hecho daño?
– No más que a cualquier otro. En parte cada uno se busca sus
propios problemas al tomar decisiones.
– Si quieres, yo sé escuchar muy bien, María dice que soy
como un psiquiatra.
Elena cuenta a Alejandro todo lo que le ha pasado con
Miguel y con Víctor. Él, la escucha, embobado; hacía mucho
tiempo que alguien no lo tenía en aquella situación de
nerviosismo. Tras el relato.
– Ahora no sé que hacer – termina Elena suspirando.
– ¿Los quieres?
– Creo que no... O por lo menos no como debe querer una
mujer a un hombre con el que quiere compartir la vida.
– Puede que ahora estés confusa, sin embargo, más adelante
quizás se disipen todas tus dudas... hacia uno o hacia el otro.
– ¿Tú crees? – ambos quedan en silencio. El sonido de la noche
acompaña el lugar, se respira tranquilidad y aquellos dos seres
se sienten bien juntos, Elena ha encontrado paz y sosiego por
unos minutos, Alejandro serenidad.

“No siempre es malo recordar”


– ¿Tú que deseas hacer?
– Miguel me ha fallado en cuanto me ha engañado, pero ya no
es el engaño en si sino que tampoco supo hacerme feliz durante
los años que vivimos juntos hasta que Javier nos contrató,
quién me dice a mí que era el estar cerca de Víctor aunque
fuese trabajando lo que hacia que no fuese tan infeliz.
– No sé que te diga – ella le sonríe y añade.
– Solamente escúchame como si fueses mi conciencia – como
pensando lo que iba a decir añade casi divagando – Con
respecto a Víctor me parece una falta de consideración por
haber trabajado conmigo amándome, no entiendo cómo alguien
prefiere sufrir viéndome con otro, pero si por un momento se
creía que le amaba, porqué dejarme sufrir viéndolo cada día.
– ¿Y?
– Creo que ya no me queda amor para ninguno de los dos.
– Insisto ¿Qué deseas hacer?
– No lo sé, pero – suspirando profundamente – pero si sé lo que
no quiero, y eso es estar con ninguno de los dos.
Elena sonríe mirando a Alejandro, le deposita un suave
beso en la mejilla y levantándose – gracias, tengo que hablar
con Javier, creo que ya he tomado mi decisión.
– De nada – apenas tuvo tiempo de decírselo porque Elena
salió corriendo, seguramente hacia la casa.
El sol ya se ha puesto, hoy la casa está tranquila todos
se han ido a la fiesta de Berta y Marcos, Javier y ella irán un
poco más tarde puesto que tenían que terminar un punto.
Llevan más de dos meses trabajando y ya les queda poco
tiempo para rematarlo; a pesar de todos los problemas que ha
habido curiosamente llevan muy por delante el trabajo, por lo
cual deduce María que los chicos trabajan mejor llenos de
problemas, claro así se vuelcan en la tarea para no pensar. Ella
ya está lista y se echa un vistazo al espejo, se sonríe, le gusta lo
que ve, aquel conjunto le queda bien y disimula que se está

219
poniendo gordita. Un pantalón negro ancho de corte vaquero;
estilo masculino, talle bajo, pierna recta de esos que mezclan
lana con poliéster y poliamida, lo que hace que tenga una
estupenda caída a lo largo. Unos zapatos de plataforma negros
y altos dan esbeltez al cuerpo de María que remata el conjunto
con una camisa fina de manga larga; color rosa palo en dos
tejidos: Escote redondeado con plastrón, abotonado con tela de
algodón con vivos y cuerpo de punto de algodón; pequeños
frunces, bajo el plastrón. La camisa no era muy larga por lo que
deja ver un poco de vientre cuando levanta los brazos. Llevaba
por si hace frío una chaqueta fina de punto de fantasía y canalé
color ciruela al igual que el pequeño bolso de mano. La cara no
la lleva pintada, sólo los labios con rosa suave brillante, da su
aprobación y sale hacia el despacho de Javier.
Al llegar llama a la puerta con suavidad, al no oír nada
decide entrar sin hacer ruido. Al atravesar la puerta se
encuentra que Javier está recostado sobre su sillón. Tenía las
piernas sobre la mesa; un pantalón de pana fina color castaño,
María podía observar un bolsillo de parche a la altura de
encima de la rodilla pero de lado exterior de la pierna; una
camisa de pana fina de algodón color rojo tirando a granate, a
la vista parecía suave dando sensación de comodidad. María
iba mirándolo todo sin perderse detalle, cuello con botones,
bolsillo superior, botones imitación nácar, puños con tira
capuchina con botón, ribete a contraste en el interior del cuello.
Llevaba puesto en la cabeza un sombrero del mismo color que
el pantalón pero con una tira de un color que recordaba a los
caramelos de café con leche al igual que los botines de
cordones que llevaba puestos. El sombrero lo tenía inclinado
hacia delante por lo que María no podía ver si Javier estaba
dormido, le recordaba al protagonista de la película de Casa
Blanca, se sonríe al recordar el último curso de informática se
acordaba perfectamente.

“No siempre es malo recordar”


La profesora de inglés ese año determinó que para
poder aprobar su asignatura los alumnos tenían que formar
grupos y grabar en vídeo una escena de una película elegida
por cada grupo, pero había que interpretarla en inglés. María
junto con Elena, Rebeca, no podía recordar ahora quién había
hecho de Drácula, interpretaron dos escenas; Elena y Rebeca
una, dos amigas charlando en el cuarto y ella junto con otro
compañero la escena final por supuesto la película era el
“Conde Drácula” en su última versión. Había sido todo un
éxito. Llevó el trabajo casi todo el año, pero mereció la pena,
Víctor se había encargado de grabar todas las escenas y junto
con Miguel hicieron el montaje para entregar.
La profesora reunió a todo el profesorado y se la
mostró. A través de la puerta se oían las grandes risotadas, al
salir todo eran felicitaciones. Ese mismo día los alumnos
vieron también el montaje, juntándose las tres clases de último
curso en la biblioteca y con luz tenue, escena tras escena el
cuarto se iba llenando de alegres sonrisas y de vez en cuando
risotadas. Aquellas personas estaban llenas de satisfacción de
haber hecho algo tan estupendo. Llegada la escena de María y
Drácula allí echado moribundo y ella llorando llegado el beso
tras la muerte del protagonista la sala se llena de un ¡uh!
Alguien dice ¡menudo beso! La gente se reía pero María busca
con la vista a Javier; éste estaba a su derecha, dos sillas más
alejado; serio, la miraba intensamente como reprochándole
aquella escena... como si le estuviera diciendo que tendría que
haberla hecho con él. La verdad es que lo había pensado, pero
no se atrevió a sugerírselo y se desentendió del tema con él.
Llega la interpretación de Javier, la última del montaje,
María aun no sabe qué escena había representado él ni con
quién. Miguel pintado de negro está ante un piano tocando;
Mónica se aproxima a él y le pide que toque su canción; llega
Javier... María contiene la respiración “¡qué guapo está!” “Casa

221
Blanca” ese papel es el idóneo, el personaje de Bogart lo
plasma. Los protagonistas de “Casa Blanca” parecían
plasmarlo, como si en la interpretación de Javier y Mónica
hubiese magia, como si entre los dos hubiera magnetismo; por
lo menos era lo que transmitía en aquel cuarto, nadie se reía
sino escuchaban y miraban asombrados. De todas las escenas
que se había visto en el vídeo esa fue la que más gustó a todo el
mundo, hubo, incluso, aplausos; Javier hizo otra escena, la
última junto con Víctor, en esa escena final con su sombrero un
poco echado hacía la frente fue lo que más llamó la atención de
María. Esa imagen le hubiera gustado conservarla en
fotografía; María mira otra vez a Javier pero éste está haciendo
señas a Mónica que se ríe mirándolo, al percatarse que Maria le
observa, su tez se vuelve seria y la mira enfadado, ella
desbordada de celos silenciosos.
– ¿María, estás lista?
– Pensé que estabas dormido.
– No, te estaba esperando. – Javier sigue en la misma postura,
sin mirarla.
– Javier – duda por un momento María – tú crees... – se detiene
sin saber cómo decirle lo que quiere.
– Di – él se levanta aproximándose a ella – ¿no te encuentras
bien? – le toca el vientre con mucho cariño, con mucha
suavidad, le gustaba hacerlo desde que se enterara que iba a ser
padre otra vez, a veces estaban trabajando y él llegaba
inesperadamente y colocaba su mano en el vientre de la futura
madre, eso a ella le gustaba mucho, le daba una tranquilidad, la
relajaba.
– Deberíamos casarnos – Javier la mira a los ojos, una mirada
inexpresiva, regresa al escritorio se sienta y se echa las manos a
la cara para frotarse los ojos con tranquilidad. María se acerca a
él.
– ¿Porqué vamos a ser padres? ¿Ya no me odias por haberte

“No siempre es malo recordar”


fallado?
– No y no, porque te quiero y estoy harta de perder un tiempo
que podríamos disfrutar juntos.
Javier se sorprende ante lo que está oyendo, se saca el
sombrero colocándolo sobre la mesa, tira suavemente de ella
hasta que queda enfrente y la rodea con sus brazos colocando
su cabeza sobre el vientre de ella, sin decir nada. María le
acaricia el cabello, por un momento pensó que ella le diría que
se casaran por obligación, aunque lo prefería a perderla... siente
un alivio inmenso, día tras día esperaba tristemente que ella se
fuese de su lado, que le dijera que se iba que ya no le quería o
que no quería vivir con él o...
– Llevo tanto esperando oírte decir algo parecido que me
parece estar en un sueño.
– Xavi – dice ella en bajo a lo que él levanta la cabeza – ¿me
quieres?
Javier se coloca en pie y la toma por la cintura
aproximándola hacia él, utiliza el escritorio de apoyo.
– Tanto María que hay veces que creo que no puedo respirar.

223
CAPÍTULO DECIMOTERCERO

La mañana amanece algo grisáceo, pero a María no le


importa porque tiene el corazón rebosante de alegría. Hoy es
un día muy especial y toda la casa está inundaba de personas
preparando la boda para la tarde. Habían decidido que fuese en
el jardín que daba al lago, pero le daba la sensación de que si
seguía así el tiempo tendrían que celebrarlo en el interior; la
verdad que le era indiferente, ese día era especial por lo que
representaba no por la fiesta en sí. Habían decidido que fuese
algo familiar, ella no quería manada de personas por
compromiso, eso la agobiaba demasiado y en su estado no era
conveniente por lo que cuando hicieron la lista de invitados
casi estuvieron muy de acuerdo. Javier desde el compromiso se
le veía terriblemente despistado y maravillosamente feliz, no
conocían a ese Javier ni tan siquiera cuando estudiaban juntos.
Violeta al enterarse de la noticia lloró emocionada le
parecía que era un sueño de esos que se desean pero que no se
cumplen, ni tan siquiera aun a sabiendas de que iba a tener una
hermana. Veía que entre sus padres había algo especial, pero
también intuía que algo muy malo debiera ocurrir.
La boda se organizó en una semana y todos los
compañeros participaron en ella con lo cual había más que
llegado el tiempo para que todo estuviese listo para ese día. Las
chicas habían ido con María a mirar trajes; algo muy agotador
desde el punto de vista de María, pero fue emocionante y todas
se volcaron en elegir el más idóneo, no sólo para la ocasión,
sino para ella. Habían ido a Barcelona y pasado el día entero
cuando regresaron era ya de madrugada, Javier estaba más que
preocupado y no estuvo tranquilo hasta que la vio asomar por
la casa.
Habían visto trajes en un montón de tiendas de alta
“No siempre es malo recordar”
costura, pero nada le gustaba, todo era demasiado simple, o
demasiado estrafalario, o demasiado adornado. Por fin, tras
toda la mañana y toda la tarde de compras en una tienda
pequeña y desapercibida se queda prendada al ver un vestido
de color marfil. Con una Chorrera algo más oscura que el resto
del vestido en lo que parecía ser seda, adornada con pequeños
pliegues bordados; debajo el vestido se dejaba caer hasta la
rodilla. La tela era tan suave que sentías una caricia al contacto
con ella. El vestido era de sisas, pero una chaqueta corta hasta
debajo del pecho formaba el conjunto. Unas sandalias y un
bolso pequeño de mano terminaban el atuendo. Las chicas
preferían algo más para boda, pero ella dijo que ese o que iba
en vaqueros así que no tuvieron mas remedio que comprarlo.
Javier por lo contrario tuvo más fácil su elección
porque se compró un traje de una firma importante y propia
para la ocasión, con la percha que tenía cualquier cosa le
sentaba a las mil maravillas. Lo más difícil había sido dar con
el color pero optó por un gris azulado, la camisa de color negra
con rayas azules y la corbata azulada con rayas grises. Zapatos
negros.
Para Violeta las chicas habían escogido un vestido; pero
la niña dijo que si intentaban ponerle aquella cosa tan horrible
se encerraría en el baño y de allí no saldría. La convencieron
diciendo que si la boda era algo importante para ella tendría
que transigir. Así pues llevó un hermoso vestido para la
ocasión con su cabello adornado por flores blancas en forma de
perla, claro está que eran artificiales.
Las chicas iban todas con un vestido verde y largo hasta
el tobillo. Formaban un lateral del pasillo que llevaría a los
novios al altar. Los chicos formaban el otro lateral del pasillo y
al igual que las chicas, llevaban todos, el mismo ropaje, un
pantalón verde oscuro y una camisa azulada con rayas verdes.
Los invitados eran las familias de ambos novios y los

225
amigos más cercanos. No llegaban a un centenar de personas.
El padrino era Nicolás, llevaba un traje muy parecido al del
novio, y la madrina Miriam, se la veía muy hermosa con su
melena rubia y dentro de aquel vestido igual al de las chicas,
pero en color marfil como el de su madre. Violeta llevaba los
anillos, aunque ella se veía muy mayor para ello le hizo muy
feliz el hecho de participar en algo tan especial para toda la
familia y sobre todo para ella misma.
Al final no llovió con lo cual se celebró la boda a la
vera del lago, el cielo por techo, la hierva por alfombra y el
lago como cuadro de fondo. Dos grandes abetos formaban los
pilares del altar. Parecía una pintura hermosa; de las que uno
cuelga en el salón de su casa, para mirarlo cuando deseas
apaciguar el alma intranquila tras una discusión.
María era un mar de nervios, no había visto en todo el
día a Javier, las chicas se lo prohibieron a ambos y los
vigilaban para que eso no ocurriera, Berta había comentado que
como buenos gallegos eran supersticiosos e iban a hacer que
cumpliesen la tradición de no ver el novio a la novia porque
traía mala suerte.
Javier estaba tranquilo, pero ansioso por ser el marido
de Maria. Nunca creyera cuando tenía 18 años que ese deseo,
ese sueño, esa esperanza fuera a cumplirse en algún momento
de su vida. Jamás en aquel tiempo se le había ocurrido que
fuese posible ese hecho y ahora en unas horas serían marido y
mujer, con una niña de 8 años y otro en camino, se sentía
afortunado muy afortunado. Para apaciguar su apetito por
María decidió trabajar todo el día hasta casi la hora de vestirse,
a los chicos les pareció algo inusual, pero entendían que
realmente era una manera de sosegar la presión, así que
ninguno dijo nada y lo dejaron tranquilo con lo suyo.
Hasta el altar llegaba una alfombra adornada de flores
de todos los colores. Primero lo recorrió el novio que era

“No siempre es malo recordar”


llevado del brazo por Miriam. Quizá Javier tenía buenas
amigas o a su madre para tal menester, pero ninguno lo llevaría
con tanto orgullo y tanta felicidad como la hija mayor de
María, rebosante al haber visto a su madre llorar de felicidad,
algo casi único en la vida de ellas.
El novio se situó en su lugar seguido por el séquito de
los chicos, a continuación las chicas y marcando el paso
Violeta llevaba un hermoso ramo de flores en una cestita, iba
tan plena como su hermana mayor y sonreía emocionada.
Tras Violeta su hermano mayor traía hacia el altar del
brazo a su madre. La cara de María era indescriptible del
inmenso bienestar que sentía en todo su ser. Se desbordaba el
amor que ella sentía y miró al cielo dando las gracias por
haberle dado toda aquella felicidad. Al pasar junto Alejandro le
sonrió con complicidad de satisfacción como diciéndole que
aquello que tenía y sentía en ese instante no tenía precio.
Al acercarse a su prometido, éste le extendió la mano y
sin dejar de mirarse a los ojos se posicionaron uno enfrente al
otro ladeando al juez.
– Antes de continuar tengo que decirte algo muy importante –
dice Javier nervioso – quería habértelo dicho antes, pero
supongo que éste es tan buen momento como otro cualquiera
teniendo en cuenta que quiero casarme contigo y necesito
sincerarme contándote el porqué no respondía a tu llamada de
auxilio.
– No, – dice María colocando los dedos sobre los labios de él.–
No hace falta, sin reproches...
– Lo necesito, María, tómalo como los votos de nuestra boda.
María le sonríe – Si es importante para ti te escucho.
– Cuando me llamaste aquella noche para que fuera a verte yo
estaba en el hospital, llevaba una semana acompañando a mi
madre debido a la enfermedad terminal de mi abuelo, era
cuestión de horas nos había dicho el médico y no quería dejarla

227
sola, por eso no fui.
– ¿Por qué no me lo dijiste?
– No quería preocuparte, ni tampoco tenía ganas de... – se
detiene un segundo para continuar su relato – María cuando
colgué el teléfono, el médico me informó de que acababa de
morir, entonces comprendí que el tiempo es muy valioso como
para perderlo. Cada minuto al lado de la persona que amas es
importante. Entonces salí corriendo a buscarte. Fui a tu casa
para decirte que te amaba y que quería compartir mi vida
siempre contigo. Me daba igual si tenía que aburguesarme y
madurar, me sentía con fuerzas para trabajar y estudiar,
necesitaba cuidar de ti y de todo aquello que te envolvía. No
sentía temor de que fueses madre, eso ya no me asustaba...
tenía fuerzas más que suficiente, pero no quería vivir sin ti, no
quería pasar ni un día más sin estar a tu vera.
Nadie dice nada, todos en silencio escuchan lo que
Javier le cuenta a María, ésta siente que el destino ha estado
jugando con ellos y no es justo lo que han tenido que pasar.
– Si yo lo hubiese sabido Xavi.
– María, en tu casa me dijeron que te habías ido al aeropuerto,
salí en tu busca, pero el único avión que había acababa de salir
rumbo Madrid, tomé el próximo vuelo y te busqué, pero nada
de nada, es como si hubieses desaparecido de la faz de la tierra.
– Creí que no querías saber nada de mí. Canadá me parecía un
lugar lo bastante lejos.
– Te busqué durante años, cuando ya iba a tirar la toalla... – se
le hace un nudo en la garganta – estabas en mi casa, no me lo
podía creer, no comprendía como es que...
– Calla – le dice cariñosamente María a Javier – calla mi vida,
ya nada importa... sólo nosotros dos.
– Sólo puedo decir que tú lo eres todo para mí, prometo estar
siempre a tu lado, velar por ti y comprometerme con todo tu
entorno, no más dudas, ni más temores, siempre juntos, pase lo

“No siempre es malo recordar”


que pase.
– Yo prometo no abandonarte nunca, estar contigo más allá de
esta vida, eternamente. Seré tu compañera, amante y amiga
cada minuto de nuestra existencia.
Tras los votos y con todos los testigos emocionados el
juez continúa con el ritual.

229
CAPÍTULO DECIMOCUARTO

– Javier, ¿tienes un momento?


– Si pasa – Elena cierra la puerta y se sienta en un sillón que
Javier tiene en un lateral de la mesa del despacho.
– Espera que concluya esto, ya casi he terminado.
Elena lo mira trabajar, le gusta verlo porque es de las
pocas personas que se vuelca en lo que hace, sea lo que sea. Se
acuerda de cuando habló con ella para que trabajasen juntos, le
había costado convencerla, si no le hubiera dicho que ayudaría
a Miguel jamás hubiese aceptado el trabajo, porque no quería
fallarle y sabía perfectamente que con los celos de Miguel
tendría que dejarlo tirado. Se alegraba mucho de que Javier la
convenciera. Se lo agradecía.
Cuando él levanta la cabeza la expresión de Elena pone
visible una sonrisa de complacencia a lo que él corresponde
con otro gesto igual.
– Tengo que hablar contigo.
– Creo que ya sé lo que me vas a decir.
– Tú siempre sabes lo que pensamos y lo que vamos a hacer los
demás antes que nosotros mismos. Te has convertido en
nuestro protector.
– No digas tonterías.
– Xavi me voy.
– Ahora mismo.
– No, cuando terminemos el proyecto. Necesito irme.
Javier no parece sorprendido a lo que ella le apremia. –
Ves como sabías perfectamente lo que... – él le interrumpe.
– Te conozco, me lo figuraba.
Elena se descalza y coloca los pies en el sillón
agarrando las piernas.
– Me siento... perdida, necesito recuperar la confianza, deseo
“No siempre es malo recordar”
trabajar en esto, pero necesito desentenderme de ellos,
olvidarme de ellos, sé que sería un fracaso los dos, han pasado
demasiadas cosas como para tener la serenidad, claridad... –
divagando – no... Un completo fracaso siempre... sería un error
si me fuera a vivir con cualquiera de los dos. – ¿Les quieres? –
Elena sonríe al recordar que la misma pregunta se la había
hecho Alejandro hacía unos días atrás. – Quiero a ambos, pero
no lo suficiente como para convivir.
– ¿Quieres que hable con ellos?
– No, ese es mi trabajo, tengo que hacerlo yo.
– Me permites un consejo.
– Sabes que sí.
– Hazlo con los dos a la vez, no por separado. Te resultará más
fácil y ellos no te rogarán. Si de verdad quieres que te dejen
ir... de esta manera te dejarán marchar.
Elena se levanta para irse, antes de salir va abrir la
puerta cuando se detiene, dándose la vuelta.
– Javier, muchas gracias, por todo, por ayudar a Miguel, a
Víctor, y sobre todo a mí... por apoyarme siempre.
Javier se levanta y la abraza, un fuerte abrazo lleno de
tristeza, porque triste es siempre dejar marchar a aquellas
personas que queremos.
– Te voy a echar de menos, mucho Elena.
– Y yo a todos, pero sobre todo a ti, a tu lado no he tenido
miedo a nada, ahora tendré que andar sola.
– Estás más que preparada.
Javier la observa, mientras sale por la puerta, con
tristeza. Elena cierra la puerta y ve aproximarse a María, espera
que se acerque.
– ¿Te vas? ¿A qué sí? – Mirándola con cariño – te lo leo en los
ojos. – Suspirando – no les quieres tanto como para luchar por
ninguno de los dos.
– Alejandro me ha dicho lo mismo.

231
– ¿Alejandro? – abriendo los ojos. – no estarás pensando.
– No digas tonterías, quiero estar sola un tiempo y, además,
Alejandro es inalcanzable, demasiado...
– ¿Rico? – concluye María.
– No iba a decir eso, pero también... iba a decir mujeriego.
– Eso es porque no se ha enamorado, pero el día que ello
ocurra... será el hombre más fiel que hay sobre la tierra.
¿Sabías que Alejandro cree en el matrimonio?
– Parece increíble.
– Pues sí, le falta la mujer que le ame, que le respete y que
provoque cada día algo en su interior que se llama amor.
– No parece un hombre que se enamore fácilmente, casi diría
que imposible.
– Que no te engañe las apariencias, no todo lo que vemos es lo
que es.
– Te dejo me voy a arreglar mi servidor.
– Suerte. Si quieres después búscame y vamos a tomar algo o
simplemente a dar una vuelta al río.
– De acuerdo.
María sale al encuentro de Roberto, tiene que hablar
con él y enseñarle las cartas, ella sabe perfectamente que el
joven está enamorado de Mónica desde el instituto, quizás
antes no tenía el valor para declarársele pero ahora si conociese
la verdad no le importaría hacer el ridículo delante de alguien
tan fascinante como Mónica.
No tarda mucho en encontrarlo, está en la cocina
comiendo un bocadillo de jamón serrano.
– ¡Te he encontrado!
– No sabía que me anduvieses buscando. – Señalándole una
silla a su lado – ven siéntate a mi lado y tómate un bocata como
el mío.
– Sólo me faltaba engordar más, el médico me ha amenazado
que si engordo más de la cuenta me tendrá a pan y agua resto

“No siempre es malo recordar”


del embarazo.
– El jamón no puede ser malo para una preñada. – Además,
gordita estás preciosa.
– Te quiero un montón – María abraza a su compañero.
Roberto llevaba un chándal “adidas” verde, no debía
hacer mucho que estuviera corriendo, cada mañana desde hacia
unos seis años no se lo saltaba, si tenía que madrugar más
madrugaba para correr, era algo impuesto y lo llevaba a
rajatabla.
– No seas tarugo, toma un bocado, te doy un pedazo del mío.
– No, gracias. Poniéndose muy seria – Roberto quería hablarte
de algo importante.
– No me gusta... cuando tú te pones seria no es por nada bueno.
– Es sobre Mónica.
– No me interesa.
– Escúchame, quizás cambies de opinión.
– Creo que no, esa mujer no es trago limpio.
– No digas eso, sé que estás enamorado de ella desde el
instituto.
– ¿Cómo lo sabes?
– Porque como tú miras a Mónica, no lo hace nada más que
una persona enamorada. Además, hay detalles que a mí no se
me han escapado.
– No digas tonterías.
– Simplemente cubrirla cuando hace algo incorrecto, cuando se
equivoca...
– Lo haría por cualquiera – interrumpe el joven.
– No, eres su guardaespaldas, aunque ella no se dé cuenta, yo
me percaté en el pasado y lo veo ahora en el presente.
Ambos permanecen en silencio el cual es roto por
Roberto.
– Aunque fuese así no podría estar con alguien como ella.
– Si me escuchas un momento, quizás tengas muchas dudas

233
que se disipen.
María le cuenta todo lo que sabe de Mónica al joven
enamorado, cuanto más le contaba María más extrañado estaba
Roberto, le parecía horrible lo que le había pasado a Mónica,
sentía pena por ella y un inmenso dolor por lo que ella había
sufrido.
– María – dice titubeante Roberto – y ¿ahora que se supone que
deba hacer?
– No sé que te diga... si la quieres deberías intentar hacer que
sea alcanzable.
– Tendría que ayudarla, pero no tengo ni idea de cómo.
– Si alguien puede ayudarla ese eres tú.

Ya han finalizado el proyecto, les has costado más de la


cuenta, entre bodas y romances el trabajo se les ha alargado
más de la cuenta. Pero finalmente todo ha terminado
satisfactoriamente. La presentación ha sido un gran éxito y
ambas empresas han llegado a un buen acuerdo.
Elena ha comenzado a recoger sus cosas, sin embargo,
aún no ha hablado con los chicos, se arma de valor y va a
buscarlos su mayor duda es el cómo va abordar el tema, supone
que directamente es lo mejor.
La joven se encamina hacia la sala de los chicos, un
cuarto no muy pequeño en donde suelen reunirse cuando
quieren estar sin las chicas, ellas lo respetan porque consideran
que quieran sentirse “hombres” de vez en cuando. La guapa
morena no se equivoca porque allí los encuentra jugando al
billar.
Elena hace una pequeña visual del lugar. El cuarto muy
masculino, mesa de billar debajo de una gran ventana que da al
jardín, una cafetera sobre una mesa con tazas de dibujos de
mujeres desnudas. Una librería seguramente llena de revistas
eróticas o porno, un par de sillones, un futbolín, una máquina

“No siempre es malo recordar”


de discos antigua de esas a las que le echabas monedas.
– Chicos, quisiera hablar con los dos. – Dice Elena al entrar en
el cuarto
Los dos muchachos saben perfectamente de lo que
Elena quiere hablar.
– Te escuchamos – la pareja de jóvenes se sienta en una mesa
que hay cerca de otra ventana que también la vista da al jardín.
Elena no se sienta, prefiere estar en pie se siente más fuerte en
esa posición.
– Bien... iré al grano... he hablado con Javier para que busque a
alguien que me sustituya...
– ¿Irte? – Interrumpe Miguel irguiéndose – No es necesario
que te vallas – concluye desesperado.
– Escucharme en silencio. – Suspirando – Lo he pensado muy
bien y deseo irme, seguir sola, por lo menos de momento,
espero volverme a enamorar algún día.
– No entiendo – Miguel parece desconcertado – yo pensé que
te quedarías con alguno de los dos. – Mirando a Víctor – Dile
algo.
– No saldría bien – prosigue Elena – han pasado demasiadas
cosas entre nosotros como para que yo... no os quiero como
para vivir con ninguno... Sé que es lo mejor, estoy
completamente segura – se hace el silencio – por lo menos sé
que es lo mejor para mí. Me he vuelto egoísta y deseo seguir
sola mi camino.
Los tres permanecen en silencio, Elena se aproxima a la
ventana para ver a través de ella, está precioso el jardín lleno
de arbustos y plantas de muchos colores, las flores ya no son
tiempo de ellas. Pero la joven no puede apreciar tanta belleza
está con la cabeza en otro lugar, pensado que decir, Miguel
vuelve a romper tanta tranquilidad.
– ¿Estás segura? Hay veces que creemos que queremos algo
que realmente no queremos.

235
– No digas tonterías. – se defiende Elena, Víctor permanece
callado, escuchando, analizando. – Simplemente creo que no
hay nada aquí que me retenga que no sean mis amigos, un buen
sueldo y la maravilla de trabajar con Javier. Pero ¿Sabéis?
Trabajos los hay si los buscas, los amigos siguen ahí vallas a
donde vallas, en cuanto a jefes como Javier eso sí que es difícil
de encontrar, pero también un puede estar bien si haces lo que
te gusta. Necesito recomponer mi vida y tengo que hacerlo con
vosotros lejos.
Otra vez el silencio Elena se aproxima paseando y
como no quiere la cosa hacía la librería, la curiosidad de mujer
es muy fuerte, cual no sería su sorpresa al descubrir que las
revistas eran todas de informática. “Informáticos” piensa ella.
– No tengo ganas de luchar por nadie ni que nadie luche por
mí, no tengo ningún interés en estar con nadie...
Víctor al fin dice algo.
– Te deseo mucha suerte – se pone en pie y la abraza tan fuerte
que Elena cree que la va a romper. – Siento que todo se
estropeara, pero supongo que mi momento contigo ya ha
pasado y en cuanto a Miguel lo ha estropeado. Nosotros
estaremos bien, lo superaremos al igual que tú. Y ojalá
encuentres lo que buscas.
– Gracias. – Suspirando – eres un buen amigo.
– Me tienes aquí para lo que quieras y cuando quieras.
– Lo sé. – Mirando a Miguel – ¿No, me vas a decir nada? ¿No
me vas a desear suerte?
– Creo que no estoy preparado.
– Es una pena – Elena sale hacia su cuarto para terminar de
preparar sus maletas dejando a los dos hombres que más ha
amado.
– Eres un cretino Miguel – dice enfadado Víctor.
– No tengo porque desearle suerte.
– Serás estúpido, por eso la has perdido. Sólo piensas en ti,

“No siempre es malo recordar”


dices amarla, pero no es amor lo que tú sientes. Tú sólo te
quieres a ti. Ya en el instituto querías que todos te hiciésemos
caso si no te enfadabas como un niño pequeño.
– Déjame en paz.
– Crece de una vez. – y sale del cuarto dejando allí a Miguel
recapacitando.
– ¡María! – la futura madre se da la vuelta para contestar.
– Dime.
– ¿Sabías que Elena se iba? – La joven baja la cabeza
avergonzada.
– Sí, pero hace poco tiempo que me enteré, sin embargo, lo
intuía.
– Yo también... pero quizá tenía esperanza de que no
ocurriera..., hay veces que nos auto engañamos para
protegernos.
– Lo siento mucho.
– No lo sientas por mí, en tal caso por Miguel, yo ya lo tenía
asimilado a pesar de todo.
– ¿Y si se hubiera quedado contigo?
– Yo le hubiese dicho que no a largo plazo no funcionaría. –
hace una pausa como si las palabras se le ahogasen en la
garganta, era consciente, pero eso no quería decir que no le
doliera – A estas alturas ya no.
– El amor está en todas las esquinas
– Sí que es verdad. ¡Cómo lo sabes!

237
CAPÍTULO DECIMOQUINTO

¡Qué injusta es la vida cuando amamos a alguien y


debido a las circunstancias están separadas! Cuando Roberto
era joven no se fijaba en él nadie, la gordura es demasiado
repulsiva para muchas personas. Roberto lo había
experimentado, ya en la escuela le llamaban bola de grasa, o
bollo de grasa, pelota sucia... los niños son demasiado malos.
Dicen que cuando uno es pequeño no existe la maldad, pero los
chicuelos son peores que los adultos y son conscientes de ello,
quizás no comprenda la inmensidad del daño, pero son
conscientes de que lo hacen.
Mónica siempre fue una mujer endeble y al igual que
Roberto, de pequeña en la escuela se metían con ella, había
pasado por insultos como fideo, palillo, esqueleto... sufrió el
dolor de una adolescente apartada por su físico. Por eso
cuando conoció a Roberto le comprendía perfectamente.
Roberto de había enamorado de Mónica nada más
verla, se prendó de ella, pero la veía tan perfecta y tan hermosa
que él se consideraba demasiada poca cosa.
Mónica no se enamoró de Roberto a primera vista, fue a
lo largo del primer curso. Él siempre pendiente de ella, siempre
lo sentía vigilante y protector, le gustaba como hablaba, como
gesticulaba al contar historias que le salían espontáneamente.
Su enorme nobleza la desbordaba de ternura.
Roberto nunca le dijo a nadie que estaba enamorada de
Mónica, era un secreto... seguramente se hubiesen reído de él.
Al rematar el instituto no la volvió a ver hasta la fiesta del
centenario, pero la vio tan cambiada que no le gustó nada lo
que veía, sin embargo, eso no hizo que la dejara de amar.
Cuando Mónica volvió a encontrarse con Roberto ella
ya no era la misma, se consideraba demasiada poca cosa para
“No siempre es malo recordar”
Roberto, consideraba que si le quería tanto debería dejar que
siguiera su rumbo por si encontraba a una mujer decente.
Pero el destino los reunió otra vez, Mónica al ver a
Roberto la respiración se le aceleró tanto que entendió que
jamás podría dejar lo de amar. Roberto la encontró tan hermosa
que no sabía cómo superar el estar cerca de ella sin poder
tocarla. Le dolía verla con Javier, pero eso se le hacía
soportable, lo peor era sus idas y venidas con otros hombres,
no podía entender porque se había convertido en una mujer tan
promiscua. Una vez le preguntó a Javier si no le molestaba que
Mónica tuviera con él una relación tan desordenada, él sonrió y
le contestó que tenía la relación que Mónica deseaba tener, ni
mejor ni peor. Roberto odiaba el desinterés de Javier por
Mónica, pero le agradecía que cuidara de ella incluso cuando
no estaba con él.
Roberto ya no trataba bien a Mónica; le hablaba
siempre con desagrado, indiferencia, descortesía; sin embargo,
lo que sí, siempre la estaba tapando cuando no hacía su trabajo
bien, él lo repasaba siempre y la encubría. Él pensaba que
nadie se había dado cuenta, pero Javier lo sabía desde hacía
mucho tiempo, no obstante, no decía nada consideraba que
ellos tendrían que estar juntos, pero que tendría que salir de
ellos.
Desde que María le contara la verdad a Roberto no
podía dejar de pensar cómo hacer para compensarla de tantas
vejaciones. Estaba seguro de que Mónica lo que necesitaba era
confiar en ella misma, en sentirse segura, y aunque él y sus
amigos la ayudaran, ella necesitaba el servicio de un
profesional, sino no lo superaría nunca muestra de ello era la
vida que tenía.
– Javier quisiera hablar contigo.
– Tengo que llevar a María a ver al médico, pero aún es pronto
así que tomémonos un café en la cocina y charlemos.

239
La cocina era grande y por supuesto no le faltaba de
nada; tenía los pequeños detalles que les gustan a los
cocineros. A Carlos y a Ernesto les encantaba cocinar y
muchas veces eran ellos los que preparaban la cena para todo.
Esto a Milagros, la cocinera, le encantaba porque le ahorraba
trabajo; ellos no eran muy desordenados por lo que Milagros
terminaba la limpieza en un plis–plas.
Javier es el que prepara los cafés, a Roberto le gusta
solo y a Javier cortado, ya ambos sentados.
– Me acabo de enterar de lo que le ha pasado a Mónica – hace
una pausa – en Inglaterra.
– Ya veo – Javier suspira – ¿Y qué quieres de mí?
– Sabiéndolo no te remuerde la conciencia aprovecharte de ella
de esa manera.
– ¿Créeme ha sido al revés? – Haciendo una pausa – no tengo
que darle explicaciones a nadie de lo que hago o lo que he
hecho, pero como sé que estás enamorada de ella quizás debas
saber alguna cosa más. He intentado muchas veces que ella
vaya a ver a alguien que la ayude, incluso me he ofrecido a ir
con ella, cada vez que hemos hablado de ello, ella ha
desaparecido durante meses. Así que finalmente decidí no
insistirle más.
– No lo sabía.
– Roberto, si la quieres de verdad tendrás que buscar la manera
de ayudarla.
– Es que no sé cómo.
– Dile lo que sientes por ella y haber cómo reacciona, así luego
puedes planificar qué hacer.
María entra por detrás de Javier y lo abraza.
– Buscaba a mi marido.
Él la besa – ¿Ya es la hora?
– Sí, como siempre llegamos tarde.
– Menos mal que el médico es mi amigo.

“No siempre es malo recordar”


– Quizá deba buscar a Mónica, el hecho de veros, hace
envidiaros.
– Roberto – dice María preocupada – nosotros hemos estado
demasiado separados por necios, no seas tonto y no dejes que
pase más tiempo.
– El que yo intente hacer algo no quiere decir que sea
correspondido.
– Ella te quiere – se ríe Javier – estoy seguro, créeme.
Roberto ve salir a la feliz pareja, iban de la mano como
si fuesen dos adolescentes.
Roberto no tardó en encontrar a Mónica, estaba
tomando el sol en bikini, ¡qué hermosa y sensual! Le parecía al
enamorado, ella con su melena suelta y esparcida por el suelo,
su cuerpo se amoldaba a la hierba como si formase parte de
aquella maravillosa naturaleza. Temía acercarse y romper
aquella paz aquella tranquilidad, daba miedo hasta de respirar.
Sigilosamente se aproxima, con cautela como si temiese
romper aquel regalo de sosiego. El sol acariciaba aquel cuerpo
tan perfecto, el brillo del cabello provocaba que sobresaliese la
hermosura de aquella cara, le daba un brillo especial. Roberto
la miraba embriagado, tan abstraído que se quedó mirándola
durante muchos minutos antes de decidirse definitivamente
romper aquel silencio. La joven estaba media dormida, el calor
que la cubría la iba adormeciéndola una respiración
acompasada y calmosa la tenían como en trance. Así que
cuando Roberto saludó, la joven se sobresaltó.
– ¿No tenías otro sitio en donde romper la tranquilidad?
– Sí – dice el joven con cinismo – pero me gustaba más este.
– Aquí estoy yo – la joven se inclina dejando ver parte de su
pecho bien formado – búscate otro lugar.
– Pues tendrás que aguantarte porque no pienso irme.
Parecía como si a Mónica le molestase la presencia de
Roberto cuando realmente era todo lo contrario.

241
– No tengo que buscar otro, aquí estás tú, media desnuda por
qué cambiar de lugar, estaría loco.
– Eres un...
– No digas algo de lo que te puedas arrepentir. – Roberto se
aproxima a Mónica tan cerca que a ella se le corta la
respiración.
– ¿No irás a desnudarte aquí?
– Sólo voy a sacarme la camiseta. – Añade con calma – no me
interesas – miente el joven – pero si quieres que te haga un
favor. – Mónica le propina una bofetada. Se levanta, pero
Roberto la toma de la muñeca y tira de ella que vuelve a caer
sobre la hierba.
– ¡Suéltame! – chilla la joven.
– No pienso soltarte.
Ante la sorpresa de Roberto la joven comienza a
sollozar – por favor, no... – tartamudeando.
La joven temblaba parecía una hoja de papel ante un
viento fuerte, su respiración era acelerada y sus ojos mostraban
terror, sollozaba suplicante, como si estuviese reviviendo el
pasado, un momento terrible de su vida.
– ¡Dios mío! ¡Qué te ha hecho ese desgraciado! ¡Lo buscaré y
lo mataré! – la abraza ¡Cómo lo siento, Mónica!
Mónica es consciente de que Roberto sabe la verdad y
piensa que siente compasión, así que lo aparta brutamente de
ella.
– No necesito dar pena, no quiero tu lástima.
– No es eso... bueno si es eso, pero lo que siento es de siempre,
no tiene nada que ver con dar lástima, me duele lo que te han
hecho por lo mucho que te amo y me duele el no haberte
protegido, no haber cuidado de ti, el no haber te dicho que yo
estaba aquí para ti.
Mónica sorprendida lo mira, le parece un sueño, pero
sigue teniendo temor, Roberto se acerca a ella y la abraza,

“No siempre es malo recordar”


Mónica levanta la cabeza y el no puede resistir besarla, un beso
amargo, salado y lleno de dolor, pero un beso lleno de amor
por ambas partes. Roberto la separa delicadamente y le susurra.
– Estás muy frágil, así no, no quiero pensar que me estoy
aprovechando de ti. Buscaremos ayuda y cuando estés
preparada todo el tiempo será nuestro, de los dos.
Mónica para nada se vio rechazada, por primera vez en
toda su vida se sintió aliviada, feliz, sin temor.
– Prométeme que jamás me dejarás marchar de tu vida – le
susurra Mónica con duda.
– Nunca, mientras me quieras jamás dejaré que nada nos
separe, es lo que te puedo prometer, porque yo te amaré hasta
la muerte.
El día prosigue, la calidez del ambiente es contagiado
por la incandescencia del amor que allí se respira. Ya no
importan los miedos de ninguno de los dos porque juntos
pueden superarlos.

243
CAPÍTULO DECIMOSEXTO

Hoy la noche, para nada era oscura, la terraza del


pintoresco bar de “Xerardo” estaba más que luminosa, hoy
pareciera como si los focos sobraran dejando que las parejas se
relajasen mirando el hermoso valle que desde allí se podía
observar. Las puertas de cristal que separaban la terraza del bar
hoy estaban abiertas dando una sensación de fusión entre
ambos lugares. María sentada en una esquina apoyada contra la
barandilla vislumbraba a todo el grupo, los iba observando con
minuciosidad sus risotadas, sus penas... desde allí podía
percibirlo todo. Un brote de alegría asoma a su cara, al ver a
Javier acercarse a ella.
– ¿Ya la has llevado?
– Sí – contesta el joven mientras le deposita un beso suave en
los labios – la vamos a echar de menos.
– Es su decisión, no debemos entrometernos en su decisión,
simplemente apoyarla.
– Sé que tienes razón, pero me gustaría que...
María abraza a su marido – Yo creo que la volveremos
a tener entre nosotros, no digo que trabajando, pero si... no
perderemos el contacto con ella.
– ¿Tú crees? – dice dubitativamente Javier.
– Estoy segura...
– ¡Hola pareja! – Ambos se sobresaltan con la inesperada
intervención en escena de Alejandro.
– Te estaba esperando.
– Para – dice con sorpresa.
– Necesitamos un favor. Javier acaba de llevar a una de mis
amigas al aeropuerto, el avión sale en dos horas con lo cual
tienes ese tiempo para que salgas corriendo y le lleves este
“No siempre es malo recordar”
paquete – sacando de su bolso un paquete envuelto en papel de
regalo de muñequitos de dibujos animados. – Se pone en pie y
abrazando a su viejo amigo, mirándolo a los ojos. – Es
importante para mí que lo reciba y que seas tú quien se lo lleve,
confía en mí.
– Siempre lo he hecho – besándola en los labios – cuando se lo
entregue te mando un mensaje. Salgo corriendo.
Javier y María lo ven marcharse con el paquete bajo el
brazo.
– Eres una bruja – riéndose.
– No, soy una mujer que sabe lo que hace. Ambos están hechos
uno para el otro, ya lo verás.
– ¿y si no funciona?
– Yo solamente les doy la oportunidad de conocerse, soy... el
destino... ellos son los que tienen que hacer el resto.
– ¡Papá! Vamos tienes que bailar conmigo – Violeta entra
corriendo y agarrando a su padre de la mano tira de él.
– Espera pequeña – mirando a María.
– Ve... nosotros estamos bien – tocándose con cariño la ya bien
notada barriga de embarazada.
– Está bien – besando a su mujer.
María los ve ir hacia la pista improvisada de baile; al
pasar por el lado de la barra Javier hace un gesto que provoca
una sonrisa en María; lo primero que hace Javier es colocar la
mano en el hombro de Miguel que está sentado en una esquina
de la barra y luego le da otro apretón en el hombro a Víctor,
que está en la otra punta, a continuación toma a su hija en
brazos y se la lleva a la pista a bailar.
Víctor mira a Miguel, levanta el vaso con su refresco en
la mano y le sonríe. El joven responde al saludo del primero y
se levanta sentándose a su lado.
– Podemos emborracharnos juntos – dice Víctor.
– Pues... mucho te vas a emborrachar tú con refrescos de

245
gaseosos.
– Puedo saltarme mis hábitos y acompañarte.
– ¿Harías eso por mí? – mirándolo sorprendido.
– No... Pero a que quedaría bien.
Ambos se echan a reír – Jefe – Miguel haciendo un
gesto con las manos al camarero – pon aquí dos refrescos de...
– tío ¿se puede saber que estás bebiendo? – Prueba el
contenido del vaso de Víctor – ¡esto es agua! ¿Estás bebiendo
agua?
– Y con lo sano que es el agua.
– Camarero he cambiado de idea. A éste dele usted un vaso de
agua... pero a mí deme un güisqui con hielo. – Ambos se giran
hacia Javier que estaba bailando con su hija y levantan el vaso
– a tú salud, amigo – dicen ambos.
María que está como observadora mientras acaricia su
vientre dice al futuro bebé – Vienes a un mundo lleno de dolor,
pero también lleno de amor... eres afortunado porque tendrás
una gran familia.
– ¿Qué haces? – María levanta la cabeza para encontrarse con
los ojos llenos de brillo de Rebeca.
– Hablo con el bebé – alzando los brazos para coger el crío de
Marcos que llevaba Rebeca – ven pequeño, saluda a tu futuro
nuevo amiguito. – Está muy guapo – dice a Rebeca mirándola
– creo que le brillan los ojos como a ti.
– ¿Tú crees que se le ve feliz?
– Sí, a los tres se os ve feliz.
– Cariño ¡Vamos! ¡A bailar! – Marcos abraza a su mujer por la
cintura.
– No puedo, tengo que quedarme...
– Yo me quedo con él, venga iros a bailar – le corta la
conversación María – hay que aprovechar que pronto
tendremos otro proyecto.
– papá... mamá – dice el jovenzuelo en brazos de María.

“No siempre es malo recordar”


– Sí, diles adiós con la manita... venga... mira ahí viene la tía
Sandra.
– María ¿has visto quién están bailando abrazaditos en la pista?
– No veo.
– Sí, allí tras Javier.
– Ese es José con la camarera.
– Sí... – tomando en brazos al niño.
– A ver si así, se come algo.
– ¡Sandra! – le regaña su amiga.
– No es malo, decir lo que se piensa.
– A ti se te han soltado algunos tornillos. ¿De verdad crees que
es virgen?
– Casi lo juraría.
– ¿Qué jurarías? – ambas amigas se reclinan cara la voz.
– Moli ¿ves allí a José?
– Sí, con la rubia. ¿Creéis que se la cepilla?
– Según Sandra no.
– Pues si no se la ha tirado lo hará esta noche – Las tres
jóvenes miran al compañero.
– Él no se tira a nadie – dice María muy sería – será ella quien
lo devore a él – Las tres se ríen – ¿No veis como se lo está
comiendo?
– ¿Se puede saber que estáis haciendo arpías?
– ¡Carlos, Ernesto! ¡Mirar a José!
– Sí que hoy se está luciendo – asombrado dice Carlos.
– Sois unas cotillas – dice el pelirrojo – envidia que tenéis.
– Casi va desnuda – casi con envidia dice María.
– Tiene cuerpo para ello – resopla Ernesto.
– No estarás diciendo que está mejor que nosotras.
– Sandra – contesta tranquilamente Carlos – tú ya estás casada
– hace una pausa para respirar – María está preñadita... con lo
cual no vamos a hacer ningún comentario. En cuanto a ti Moli
nuestros corazones están ciegos de pasión con lo cuál no vale

247
comparación alguna...
– Corta el rollo Carlos, ve al grano – Moli hablaba con
cinismo.
– Bueno digo que...
– ¿Qué?
– Venga ayúdame Ernesto.
– Olvídame amigo mío, pero me lo estás poniendo en la palma
de la mano.
– ¡Eh!
– En resumidas cuentas – dice finalmente Sandra
comprendiendo que los chicos iban a meter la pata – La rubia
está buenísima, pero ninguno de los dos, la cambiaríais por un
minuto con Moli.
– Eso es – ambos chicos al unísono – continúa Ernesto – Moli
ven a bailar con nosotros. Primero conmigo y luego con Carlos,
si deja de decir tonterías.
– ¿Por qué primero contigo?
Los tres se van hacia la pista bajo la mirada de María y
Sandra.
– Es buena chica.
– Sí que la es María – hace una pausa – la he visto cambiar
poco a poco para mejor persona... creo que Javier ha hecho
maravillas con esta gente.
– Nosotras dos incluidas Sandra – acariciando su vientre – creo
que yo soy mejor persona en todos los sentidos, eso aunque
esté dentro de nosotros, creo que Javier ha conseguido que lo
sacara hacia fuera.
– Me alegra veros felices.
– Sí – haciendo una seña para que mirara a Moli y volver a la
conversación anterior – Moli les ha dicho que ella los quiere a
ambos por un igual, no quiere juegos, ni mentiras...
simplemente tienen que enamorarla, pero sin trucos, ni
embrollos... ser como son y ya está.

“No siempre es malo recordar”


– Así que mientras forman un trío.
– Sí – se ríe María – pero de amigos, por lo menos de momento
de amigos... más adelante... ¿quién sabe? – haciendo un gesto
con la cabeza – ahí viene Joseph
– Voy a dar un paseo por las calles del pueblo, hoy la noche
está preciosa y me apetece pasear de la mano de mi príncipe
azul – mirando al niño que aun tenía en los brazos – y tú te
vienes con nosotros.
María los observar hasta que desaparecen de su vista.
Ya está cansada, se apoya contra el respaldo de su silla y cierra
los ojos un momento, mientras respira y siente como la suave
brisa acaricia su cara. Roberto se aproxima a María sin que esta
se percatase; va a decir algo pero María se le adelanta.
– Siempre tan sigiloso.
– ¿Cómo sabías que era yo?
– El inconfundible olor a Massimo Dutti, esa tranquilidad al
andar, la respiración tranquila, sosegada... todo eso te define.
– María quería hablar contigo.
– ¿Sobre? – lo mira con cariño, leyendo en su mirada percibe
en sus ojos la duda – ¿de Mónica? Tengo que reconocer que
me confundiste al principio y pensé que era de Elena de quién
estabas enamorado, pero al poco tiempo tus ojos al mirarla, aun
cuando parecías indiferente me decían que era todo lo
contrario. Llevas enamorado de Moli desde el primer día que la
viste.
– ¿Crees que me aceptaría si le pidiese en matrimonio?
– Si no pruebas no lo sabrás nunca. ¿Te has visto? Estas como
un queso, simplemente pídele a bailar y cuando la tengas en tus
brazos el corazón te irá guiando.
– No sé... y... ¿Y si me dice que no?
– Eso ya lo tienes... busca el sí.
– Es que... desde que va al psicólogo, no estoy seguro de lo que
realmente desea, ahora es ella misma.

249
– Hagas lo que hagas date prisa porque ahí viene.
– Hola chicos. María, podrías prestarme el coche, casi tengo
ganas de irme... el mío está en el taller aún.
– ¿Cuándo te lo dan?
– Ni idea, parece ser que no le encuentran el fallo. Odio a los
malos mecánicos...
– ¿Bailas conmigo? – espontáneamente Roberto se decide, la
repentina decisión de Roberto provoca que María que se
atragante con un poco de agua que estaba bebiendo, tomando
por sorpresa a la pobre de Mónica que no sabe que decir.
– Bueno... yo... no sé...
– No te disculpes, dices no y ya está. Déjate de justificar un
absurdo.
– La verdad es que me apetece mucho bailar contigo... pero yo
pensé que tal vez preferirías dar un paseo.
– Primero bailamos y después damos un paseo.
Mónica baja la cabeza – ya veo – Roberto siente que
ahora es el momento de decidirse; la toma por la cintura y la
besa dulcemente, Mónica responde con sorpresa al principio y
con alegría después.
– ¡Eh! – María los interrumpe – que estoy aquí y como
comprenderéis no tengo ninguna gana de sostener el
candelabro.
– Mónica – le dice cálidamente Roberto – cásate conmigo.
– Roberto, – tapándole los labios con la palma de la mano –
cuando esté recuperada de todo me gustaría que me lo
volvieras a preguntar, porque es lo que he deseado siempre, ser
tu mujer.
– Dejarme que baile con mi mujer – interrumpe Javier – eres la
más hermosa de la fiesta
– Para tus ojos – se levanta María para abrazar a su marido.
– Vamos a bailar.
– Estoy cansada, pero si me llevas a dar un paseo bajo la luna,

“No siempre es malo recordar”


me encantaría. Ver tantas parejas salir a pasear me ha entrado
el gusanillo de la envidia.
– Por el paseo de los enamorados como si fuésemos también
adolescentes.
– ¡Y somos adolescentes!
– ¡Mira a esos dos, nos han dejado solos!
– Ya no nos respetan.
– Fíjate María, la familia que hemos creado.
– No... cariño, tú la has creado. José con su nuevo ligue
bailando bien agarrado. Miguel y Víctor juntos bebiendo en la
barra como si fuesen amigos de siempre. Sé que a partir de
ahora serán inseparables, seguro. Allí Berta con Marcos, te das
cuenta, yo nunca pensé ver a esos dos juntos, es hermoso el
amor; siempre los veo hablando, como si las palabras nunca se
acabasen entre los dos. Moli con su propia personalidad... un
día uno se irá y ella se quedará con el otro... o ella se acabará
enamorando de otra persona y se quedarán los dos solos, pero
ahora míralos Javier es como si fuesen tres amigos
inseparables, sin celos, ni envidias entre ellos. Roberto y
Mónica empiezan una relación que sé que será para toda la
vida. Y tú Verónica con sus hermanos valla si no la han
mimado; al igual que esta que viene en camino. Y ahí está
Sandra la hermana mayor de todos, ella cuidará bien de todos.
– María me asustas cuando hablas así.
– ¿Cómo hablo?
– Como si te fueras a algún sitio.
– No digas tonterías adónde me iba a ir yo.
Javier llevaba de la mano a María, iban cara la salida
cuando María siente que los pies le fallan. – Xavi... – Javier la
sostiene antes de que se desmaye.
– ¡Qué alguien llame una ambulancia! – Grita Javier – ¡Dios
mío está sangrando!

251
CAPÍTULO ÚLTIMO

Los hospitales son sitios dónde a nadie le gusta estar, ni


tan siquiera de visita, esos olores fuertes de desinfectantes y
medicinas provocan dolor de cabeza y un malestar general.
Casi siempre largos y estrechos pasillos que llevan a
habitaciones donde el dolor mayor es el psíquico ya que del
físico se encargan los señores de batas blancas que trabajan en
estos grandes edificios de la medicina, éstos calman el dolor
corporal, pero no el mental. El blanco suele predominar el
lugar, es un acierto porque da sensación a pureza entre tanto
dolor. Estos son de los sitios de la sociedad que más angustia
genera Y entre tanta desdicha se oye el llanto de un recién que
así anuncia que el mundo sigue porque él ha llegado como
otros tantos.
En la sala de espera se apiñan personas de todas las
clases sociales; de todas las maneras de pensar, de sentir... allí
se reúnen para esperar a que le digan que están bien y se
pueden ir para casa. El que espera regresar al hogar con su
familiar, el que acaba de ser padre... o tristemente el que espera
el último suspiro de una persona amada.
La sala de la UVI hoy está casi vacía, allí siempre hay
personas con la cara larga, triste, llorosa, nerviosa... a veces
incluso de alivio porque cuando vemos sufrir a alguien que
queremos demasiado y da su último suspiro, a pesar del
inmenso dolor que nos provoca perderlo sentimos un gran
consuelo saber que ya no sufre.
Un gran ventanal ilumina la pequeña sala de espera de
la UVI, Nicolás y Miriam tienen la cara descompuesta, ambos
están sentados en una esquina de la sala dados de la mano; han
pasado muchas cosas con su madre y ahora que la veían feliz el
destino hace su jugada sucia, ellos se consolarán juntos son
“No siempre es malo recordar”
hermanos y siempre se han llevado bien, en silencio sus
recuerdos llenan sus mentes de miles de recuerdos al lado de su
madre.
Verónica está echada entre dos butacas al lado de su
padre, se ha quedado dormida con lágrimas en los ojos. Javier
al lado de ella tiene la cabeza gacha, mirando el suelo, sus
manos colocadas a cada lado de la cabeza y los codos apoyados
sobre las rodillas. Simplemente no piensa en nada, tiene su
cerebro en blanco.
Alejandro y Marcos están enfrente Javier con la cabeza
apoyada en la pared mirando al techo... en realidad al vacío. El
resto de la piña están todos en la sala exterior, la de las
escaleras traseras del hospital, allí hacen menos bulto con lo
cual molestarán menos, allí esperan... todos en silencio.
Antonio va hacía la máquina de café lleva toda la noche
en vela, introduce una moneda en el agujero para ello y se saca
un café con leche, mientras el líquido cae recuerda la primera
conversación que mantuvo con María cuando descubrieron su
enfermedad.

<<
– ¿Doctor está seguro?
– Me encantaría no estarlo y darte una pequeña esperanza...
pero María he repetido las pruebas tantas veces... realmente no
quería creérmelo.
– Ya.
María se levanta de la silla y se aproxima a un gran
ventanal que está a su izquierda, se asoma y mira por la
ventana intentando esclarecer los pensamientos.
– Javier es amigo mío desde hace muchos años, creo conocerlo
bastante bien y sé que esto le va a afectar mucho, tiene tantas
ganas de tener este bebé... pero cuando no puede ser no puede
ser... y tú necesitas descansar. Podemos empezar el tratamiento

253
la próxima semana. ¿Quieres que se lo diga yo a Javier?
– No – dice María sin mirarlo, cierra los ojos y con la cabeza
señaliza un movimiento de negación – yo tengo que pensar que
voy a hacer.
– ¿Pensar? – pregunta el afable médico.
– Sí, pensar... creo que no voy a empezar ningún tratamiento,
quiero que nazca este bebe. – María mira a los ojos Antonio, se
acordaba cuando lo viera la primera vez, aquella maravillosa
reunión en donde reencontró a Javier tras tantos años de espera,
sí, porque aunque se repetía que jamás volvería a verlo
realmente siempre en su corazón había albergado la esperanza
de que el destino los uniera otra vez.
– Pero María ¿Sabes lo que estás diciendo? ¿Puedes
comprender a lo que te arriesgas? Ve a casa y recapacita,
piénsalo bien, háblalo con Javier y Mañana hablamos los tres.
Hacía sólo unos meses desde aquella reunión y, sin
embargo, a María le parecía que habían pasado años, se sentía
más vieja que nunca, como sin en vez de cuarenta y uno
tuviese setenta años.
– No, he tomado una decisión.
María miraba a los ojos a Antonio para que viese que
no iba a cambiar de opinión, ¡qué cara de afable y nobleza
había en aquel caballero amigo de Javier! No solamente se
había convertido en su médico sino también en su amigo,
Antón como lo llamaba Sandra.
– ¡Es inaceptable! Javier y tú ya tenéis una niña... no es
importante... no a cambio de tu vida.
Una vez María le preguntara a Antonio el porqué
estaba allí. A lo cuál le dijera que por tranquilidad. Éste era un
médico famoso en su campo, la genética. Tras cuarenta años de
investigaciones decidió dejarlo. La primera vez que fue de
visita a casa de Javier se enamoró de la tranquilidad del pueblo.
Decía que allí era como estar cerca de Dios, se compró una

“No siempre es malo recordar”


casa en el pueblo y la restauró convirtiéndola en vivienda y
consulta, en una construcción maravillosa enfrente la casa de
Javier, pero con el lago en medio, para ir de una casa a otra
había que bajar hasta el pueblo y coger otro cerro para llegar.
Al principio el pueblo no estaba muy convencido del nuevo
médico, pero en poco tiempo se le llenaba la consulta
regularmente.
– No me garantizas que si comienzo el tratamiento y sigo todos
los pasos sobreviviré... me estás dando dos años de vida con
este sistema... no quiero dos años de vida amargada y tirada en
una cama como un casi vegetal... así no quiero vivir... prefiero
siete meses felices y plenos que dos años amargos.
– ¿Y Javier? ¿Y tus hijos?
– Siete meses plenos y llenos de recuerdos para cuando no esté
son más valiosos que dos años en donde lo único que ven es a
la persona que más quieren sufrir y un alivio verme morir... no
dejaré que recuerden los últimos años a mi lado el inmenso
sufrimiento de una moribunda. Ese recuerdo no.
– María...
María se sienta otra vez en el sillón enfrente la mesa de
Antonio, suelda un suspiro de aceptación.
A Antonio se le rompía el corazón, había visto la cara
de felicidad de Javier cuando le informó del embarazo de
María, sin más dilaciones se aproximó a María para ofrecerse
llevar su estado de buena esperanza así le llamaba él porque
veía en al pareja una pequeña esperanza.
– Nadie sabrá nada, sólo se lo diré a Alejandro, es la única
persona que podría guardar un secreto así. A ti no tengo ni que
decírtelo tu juramento de secreto profesional me lo garantiza –
lo mira sonriendo – sino sé que se lo dirías, le quieres mucho.
– ¡Cómo lo sabes! Claro que se lo diría.
María se sentía segura en manos de Antonio intuía que
él jamás dejaría que le pasase nada malo, por eso cuando tuvo

255
sus sospechas y empezó a realizarle pruebas a la joven,
entonces sintió que les había fallado.
– María con un tratamiento a tiempo la posibilidad de
sobrevivir es muy alta.
María se aproxima a su nuevo amigo y le coloca la
mano en la de él, mirándolo, con voz tranquila baja y suave.
– Sabes que no ha sido a tiempo... eso reduce las posibilidades,
sé que estoy haciendo lo correcto, lo sé perfectamente, me lo
dicta el corazón. Cuando haces algo de lo que estas seguro
entonces no hay posibilidad de equivocación.
– Siento que os he fallado.
– Eso es una tontería, es la vida y sé que en mejores manos no
puedo estar. Lo que tú no consigas no lo hará nadie, eso lo sé
también con seguridad, pero... esta es mi decisión y no hay
salvación. Yo he decidido que traeré una vida al mundo a
cambio de la mía, de todas a todas voy a morir y no será por
nada.
– Yo no sé que decir.
– Simplemente que cuidarás de mí hasta que llegue ese día.
Antonio se levanta – ¿Me darías un abrazo?
– ¡Claro que sí! Me tengo que ir, Alejandro ¿te acuerdas de él?
– Sin esperar respuesta al ver que asiente con la cabeza
prosigue su relato – me está esperando y como siempre que nos
citamos llego tarde.
– María... – Esta lo interrumpe con la mano en señal de “vamos
a dejarlo”. – Te veo pasado mañana, las visitas tienen que ser
mas regulares para que ese bebé venga a este mundo...
– Te lo prometo – no sé lo que le contaré a Javier...
– Parte de la verdad, que es un embarazo algo complicado, por
prudencia y como yo me preocupo por vosotros prefiero que se
haga un seguimiento más exhaustivo hasta su finalización.
Ambos se despiden, cuando María cierra la puerta
Antonio se permanece durante un buen rato pensativo.

“No siempre es malo recordar”


Considera que la vida es muy injusta, demasiado para dos
personas que se quieren tanto y que han esperado tanto, ahora
que pueden arreglar las cosas resulta que le destino les hace
esta jugada tan...
>>
El apagado sonido de las voces se rompe con la entrada
en la sala de Marcos, los chicos se levantan y se acercan a él,
intentan leer en su cara... saben que nada bueno les va a decir,
son malas noticias, eso refleja esa cara de abatido.
– María ha tenido una niña, está en la incubadora, pero en
principio está bien en todos los sentidos, podemos ir a verla
dentro de una hora, cuando hayan terminado con unas pruebas
para asegurarse de que no tiene nada. En cuanto a María le
quedan solamente unas horas, está consciente y hablando con
sus hijos...
– ¿Por qué no me lo ha dicho Alejandro?
– Ella me pidió que no lo supiera nadie.

<<
María se encamina al bar “Xerardo” es temprano y los
chicos aún estarán trabajando con lo cual puede hablar con
Alejandro tranquilamente durante un buen rato. Piensa en
cómo le va a decir que se está muriendo, suena frívolo pero no
entiende otra manera de decirlo más cálida. La muerte para
nada es candente, sí acaso un pedazo inmenso de frialdad.
Después de los suyos, Alejandro sería la única persona por la
que ella daría su vida. La rescató de un infierno, las tinieblas en
la que ella estaba sumergida no dejaban que viese la vida que
tenía por delante; había sido muy feliz a pesar de no tener a
Javier cerca había aprendido a vivir sin él a sobrevivir;
Alejandro le había mostrado la manera de hacerlo, de seguir
hacia delante con una sonrisa. Su casa, su trabajo, sus hijos...
en aquellos ochos años había vivido mejor que en el resto de su

257
vida pasada, para nada se sentía sola, es más presentía como
Alejandro siempre la vigilaba, la guardaba, era como si supiese
que nada le iba a pasar porque sabía que él estaba ahí.
Al llegar a la gran cafetería busca con la mirada a su
colega, en la barra hay cuatro personas distantes unas de las
otras, el camarero le hace una señal de saludo que ella responde
y continúa con su tarea. Por un momento se detienen a observar
y se percata que los cuatro clientes de la barra pareciesen como
si no estuviesen, están como ausentes, dándole vueltas a lo que
parece ser un café por lo pequeño de la taza, están pensativas
da la sensación de que están preocupados. María esboza una
sonrisa porque se percata que los cuatro están haciendo los
mismos gestos. Echa otro vistazo a su alrededor por si ve a
Alejandro en las mesas, pero aquella hora el bar está casi vacío
porque seguramente el que más el que menos estará trabajando.
En la mesa más próxima a la puerta de la terraza cinco guapas
mujeres cuchichean y ríen mirando hacia la citada terraza.
María las observa, dos rubias y tres morenas, gira la cabeza
hacia dónde ellas miran y repara en un cuarentón rubio,
elegante y muy atractivo sentado en una esquina de la terraza,
María se aproxima al seductor, éste cambia la mirada dedicada
a las cinco bellezas por la atención de María.
– Eres un perverso.
– ¡Qué quieres... las mujeres me adoran!
Alejandro se levanta y depositando un beso suave y
leve en los labios de María, tras lo cual la abraza
enérgicamente.
– Te he echado de menos.
– Eres una mentirosa. Con tu Javier ya no quieres saber nada
de nadie. Yo sí que te he echado de menos.
– Tú has sido el que me lanzó a sus brazos.
– Si lo llego a saber, créeme que busco a otra persona para
hacer el trabajo. Además, te he mandado a trabajar no a

“No siempre es malo recordar”


fabricar niños.
– ¿Quién te lo ha dicho?
– ¿Desde cuándo Violeta sabe guardar un secreto?
– ¿No estarás celoso?
– ¡Claro que sí! Ese hechicero se ha llevado a mi pequeña...
– Creí que estarías feliz por mí y Violeta.
Las facciones de la cara de alegría se tornan serías – no
seas taruga, soy muy feliz porque al fin Violeta esté con su
padre. Sé que me quiere mucho, la he criado, pero también
entiendo que necesite a su padre. Es algo superior a nosotros
mismos, nos tira la sangre y yo que conozco a mi Violeta mejor
que nadie sé lo que ella necesitaba estar con su padre. – hace
una pausa y cambia el tono de voz a más suave – En cuanto a ti
te veo impresionante, radiante, te veo casi feliz, esa mirada no
te la había visto nunca por lo que algo bueno tiene que tener el
Señor Troyano.
– Perdóname por haber dudado de...
– Sé que algo importante te ha hecho llamarme tan
urgentemente y por tu mirada deduzco que no es nada bueno.
– Pensé que leías felicidad.
– No, he dicho que veía casi felicidad... hay algo en tus ojos
que me dicen que algo malo ha pasado, va ha pasar...
– ¡Déjalo ya! Me estás poniendo nerviosa.
Alejandro sujeta las manos de María. – Cariño ¿Qué
pasa?
La mujer mira a los ojos a su amigo. No sabe cómo
decírselo, la verdad es que lo presentía desde que Antonio le
dijera que algo no iba bien y que para estar seguro quería
hacerle unas pruebas. Dentro de ella una vocecita le gritaba que
su cuerpo no estaba en armonía con su interior, con su
felicidad. Percibía que algo no iba bien, por eso antes de que el
médico le dijese nada llamó a Alejandro para que estuviese con
ella para encajar la posible realidad. Y no se había equivocado,

259
sus instintos nunca le fallaran porqué iba a hacerlo ahora.
Ante la mirada angustiada de María – pensé que me
ibas a decir que te ibas a casar, pero esa cara me está poniendo
en alerta.
– Javier aún no lo sabe, pero sí que nos vamos a casar. – Hace
una pausa – aunque esa no es la noticia.
– María suéltalo y ya está.
– Me muero. – Alejandro pega un salto en la silla – Me
muero... Alejandro.
–¿Qué? ¿Es una broma? – se tapa la cara como queriendo
asimilarlo, se hace el silencio y tras unos breves minutos se
sienta a su lado y la abraza. Como si el suelo se le abriera a los
pies para tragarlo el dolor se apodera de él, en silencio y
abrazada a ella llora porque no puede soportar una noticia tan
terrible y tan dolorosa para él. – No querría llorar, pero así es
como me siento.
– Llora viejo amigo porque después no podrás. – María en sus
ocho años con Alejandro nunca lo había visto llorar, ni siquiera
flaquear. En una ocasión la madre de él le comentara que su
hijo no lloraba desde que cumpliera los dieciséis años, cuando
su abuelo se vio obligado a matar un perro que tenía desde
pequeño porque consideraba que con dieciséis años le
interesaba más un animal que la empresa de la familia. Le
había dicho que ya era un hombre y delante de él le pegó un
tiro, se pasó toda la noche llorando hasta el amanecer. Nunca
más salió una lágrima de sus ojos hasta entonces, ni tan
siquiera cuando murió su abuelo, al que parecía estar tan unido
a pesar de aquel percance. María comprendió cuanto la quería
Alejandro, sabía que la quería mucho, pero hasta ese momento
no había comprendido hasta que punto. Esto la conmovió tanto
que también se echo a llorar a la par con él; parecían dos niños.
– No llores María.
– Lloro por ti, mi querido amigo. Porque al fin puedo

“No siempre es malo recordar”


imaginarme cuanto me quieres y entiendo el dolor tan grande
que sientes. Y sobre todo porque voy a darte una cruz muy
grande que lleves conmigo.
– Lo que quieras, María, hasta mi vida si te hace falta.
María se echa a reír – tu vida no, pero tu paciencia sí.
María puso en antecedentes a Alejandro de todo lo que había
hablado con el médico y sus deseos, tras el relato.
– ¿Estás segura de que eso es lo que quieres hacer?
– Estoy tan segura como que me muero. Nadie debe saber mi
enfermedad, solamente Antonio, tú y yo. Necesito que me
ayudes a preparar todo para cuando llegue ese día. A dejar
zanjada cosas que tengo pendientes, los niños. Que le saques el
trabajo a Javier de mi entierro, sé lo que quiero y cómo lo
quiero. Necesito que seas el apoyo que necesitan ellos cuando
yo no esté al igual que has sido mi apoyo desde aquella vez que
me viste en aquella playa llorando.
– Te vi tan frágil que no pude resistirme y cuando me miraste
con aquellos ojos tan tristes y desesperanzados, me acordé de
mi perro.
– ¿qué? – Golpeándole con el puño en el pecho – ¿no iras a
compararme a un perro?
– sí, yo quería muchísimo a mi perro era mi mejor amigo.
– ¡Alejandro! – ambos se abrazan riéndose.
Alejandro le mira a los ojos, esos ojos oscuros e
intensos efecto de las lágrimas; ella se sonríe porque él tiene
los ojos azules y le recuerdan al mar, aquel hermoso mar azul
del día en que la empezó a proteger.
– Te ayudaré a llevar tu cruz, nadie podrá leer en mis ojos, ni
en mis facciones de la cara el dolor que siento, es lo menos que
puedo hacer por ti. En cuanto a lo demás, sabes que aunque no
me lo pidieses, yo estaría ahí para ellos, siempre estaré ahí,
incluido Javier.
>>

261
– No quería que sus últimos meses la compadecierais, o veros
con caras de dolor. Te quería feliz, plenamente feliz Javier, a ti
y a los niños. Os quería ver a todos, vivir el momento, sin que
tuvierais que pensar que mañana no la veríais. Deseaba
disfrutaros estos meses como si nunca fuese a pasar nada. A mí
me lo dijo porque tenía que dejar arreglados asuntos... me
eligió simplemente... sabía que no sólo no diría nada sino que
lo disimularía mejor que nadie.
– Xavi – interrumpe Miriam.
– Quiere que entres – Verónica se abraza a su padre llorando,
Miriam la toma en brazos – ven deja que se despidan.
Javier toma una gran bocanada de aire cerrando los
ojos, justo antes de entrar como para darse fuerzas. Abre
lentamente la puerta dejando paso a un cuarto pequeño con una
cama; hay muchos aparatos de emergencia, como puede ser la
botella de oxígeno, la máquina a la que estaba conectada su
mujer que controlaba sus latidos... María allí postrada, débil a
Javier se le rompía el corazón verla con tan poca vida, sin
embargo, sus ojos brillaban... como de felicidad... se estaba
muriendo y se veía felicidad. Javier se arrodilla delante de ella,
María se saca la mascarilla.
– No, ven, siéntate en la cama.
– ¡Qué frágil te veo!
– Pero feliz.
– Si – sonríe Javier – Porqué no me dijiste nada.
– Y perderme la inmensa felicidad que he vivido estos meses a
vuestro lado.
– Pero eso es sufrir sola.
– No he sufrido nada, me he emborrachado de felicidad.
– Y ahora te llevas contigo la resaca – María se ríe.
– Javier no te cierres a los demás porque yo ya no esté...
– No, no sigas por ahí – la interrumpe él – no me pidas que te

“No siempre es malo recordar”


olvide.
– No mi vida, solo te pido que aprendas a vivir sin mí.
– No quiero vivir sin ti.
– Y a mí me gustaría ver crecer a mi Verónica y me gustaría
ver como se casa Miriam... o mi Nicolás se enamora.
– Ya, he cogido la indirecta – Javier permanece en silencio.
– MagoDeOz necesito que seas fuerte... que ayudes a Miriam a
cuidar de Violeta y de la pequeña, ¡qué guapa es!
– Cómo su madre... la llamaré María.
– Ese nombre es feo.
– Es el más hermoso del mundo.
– No cambies de conversación... tienes que ayudar a Miriam...
Javier... que le ayudes a cuidar de ti. No quiero que te encierres
dentro de un muro que convierta a mi MagoDeOz en un gruñón
amargado, necesito saber que vas a estar bien sin mí, que lo
superarás.
– No sé si podré superar esto...
María le coloca la mano sobre los labios con una
suavidad tal que sólo puede hacerlo el amor.
– Sí, eres fuerte, te dolerá... y mucho Javier... pero sabes...
cuando ya crees que te mueres de pena, el espíritu comienza a
aceptarlo y el dolor va cediendo hasta convertirse en
recuerdos... en pasado... podrás entonces volver a...
– ¡No! – Con ternura – no lo digas.
– volver a vivir, sabrás que estás preparado para aprender a
vivir sin mí. Te quiero tanto – por la cara de María ruedan dos
lágrimas llenas de esperanza.
– Tu mirada me lo dice, siempre me han dicho tus ojos lo
mucho que me quieres... lo mucho que me has querido siempre
– con un suspiro de añoranza – he sido yo el que no he sabido
leer en ellos correctamente.
– Estoy cansada Xavi... tan cansada – María tose, Javier se
recuesta al lado de ella y la toma entre sus brazos, con los ojos

263
llenos de lágrimas silenciosas le susurra al oído.
– Ve cariño, ve a ese sitio que te permita descansar. Nosotros
estaremos bien, te lo prometo. Déjate llevar sin temor porque
yo estoy aquí a tu lado, a tu vera como el río aliado con la tierra
o el mar aliada con las olas, al igual que la lluvia de la mano de
las nubes. Ve con la sonrisa de una mañana soleada, con el
canto del susurro del agua cayendo sobre las rocas, con el canto
del viento sobre los árboles.
María cada vez respira más lentamente hasta que ya no
sale de su boca ningún sonido; con los ojos cerrados y la
cabeza apoyada en su marido el silencio es roto por el pitido de
las máquinas. Una enfermera entra corriendo, pero al
movimiento de Javier con la mano en señal de que no hiciese
nada; la joven desconecta las máquinas y se va dejando el
cuarto lleno de tristeza y alegría fundida una sosegada antífona
arrullada por las lágrimas de aquel amante que abraza a su
amada para transmitirle el coraje del adiós. Así los encuentra
Alejandro, al entrar Miriam se acerca a la cama y se coloca de
rodillas dándole la mano a Javier y la otra a su madre musita –
gracias por hacerla tan feliz en tan poco tiempo. – Javier la
mira y le sonríe, apoyando la cabeza en la cabeza de María
Javier sigue llorando silenciosamente. Un joven se aproxima a
la cama, deposita un beso en la mejilla de aquella mujer tan
querida para él y se arrodilla al lado de su hermana. Al querer
cerrar la puerta Alejandro, Violeta se le cuela colocándose
entre los dos hermanos, Elena corre tras Violeta pero no le
había dado tiempo a detenerla, Alejandro coloca la mano en un
hombro de Elena y le dice muy bajo – Déjalo – ella le mira y
asiente con la cabeza. Alejandro cierra la puerta con suavidad
tras salir pero antes se detiene unos segundos para observar
aquella familia escuchando lo que Javier les dice a los
chiquillos aquella escena la recordaría toda su vida –
¡Mirarla!... tanto brillo en esta cara sin vida, ¡qué hermosa! La

“No siempre es malo recordar”


muerte se la ha llevado, pero no ha podido sacarle la felicidad,
la alegría... el amor, así es como la tenemos que recordar
siempre... en paz una paz tan grande que reconforta, los cuatro
lloraban porque el dolor de la pérdida era demasiado grande
para no exteriorizarlo. Alejandro cierra la puerta... ¡Qué injusta
es la vida!

265
Epílogo

El día ha sido largo, prepararlo todo para el funeral ha


sido muy agotador; Javier se asoma a la ventana, ve a
Alejandro dando órdenes para disponerlo todo “¡qué buen
amigo tienes, María!” Piensa él. Alejandro se había ocupado de
todo, María le había dado órdenes de dónde quería ser
enterrada, en el fondo Javier se alegraba de ello, no se sentía
con muchas fuerzas para ocuparse de todo esto.
María había sido una joven criada en una ciudad
universitaria como es Santaestela de Santaestela pequeña,
acogedora; a ella le encantaba su ciudad, sin embargo, sus
antepasados pertenecían a un puerto de mar pequeño en dónde
se juntan el Océano Atlántico y el mar Cantábrico, era un
pueblecito lleno de personas trabajadoras, dulces, tiernas,
gentes sencillas que no entienden de cosas que no sean
necesarias. El pueblo tiene una larga playa en donde muchas
barcas de pescadores se enfilaban a lo largo de la orilla largas
cuerdas las sujetaban a unas piedras no excesivamente grandes.
Si mirabas más allá no se veía más que el inmenso mar, el
grandioso Océano lleno de vida porque el mar es otro mundo
lleno de vida.
De pequeña María paseaba por aquella arena con su
abuela, iban simplemente hablando de las cosas que les habían
pasado desde que no se vieran. Unas veces el recorrido era más
largo porque tardaran mucho en verse, otras, desde el punto de
vista de María, era demasiado corto. Tras terminar las
novedades su abuela le contaba sus raíces, las historias que
rodeaban a su familia. Cuando creció y su abuela murió se
encontró muy vacía porque había tantas cosas que no tenía con
quien compartir de aquella manera tan especial. Cuando nació
Miriam e iban al pueblo, ya de bebé, hacia ese recorrido con

“No siempre es malo recordar”


ella transmitiéndole las mismas historias, poco a poco ella fue
creciendo y lo que su abuela había hecho con ella lo hizo María
con su hija. Miriam paseaba con Verónica, la mayor de las
hermanas se detiene para mirar el horizonte, la pequeña se
detiene al lado de ella.
– Mira Verónica qué maravilla. – Durante unos segundos
Miriam permanece en silencio, se sonríe y en alto añade –
Mamá, lo que hizo tu abuela contigo y luego tú conmigo, lo
haré yo con Verónica. – La más joven mira a su hermana sin
entender, Miriam sonríe a su hermana. – Ven... te voy a
contar...
Ambas hermanas pasean a lo largo de la playa de la
mano. La mayor hablaba y la joven escuchaba no quería
perderse nada de lo que su hermana le estaba contando con una
inmensa sonrisa. Ellas no eran conscientes pero estaban siendo
observadas por un inmenso edificio que se levantaba a los pies
de la playa sobre un gran montículo. Enfrente se veía el
inmenso Océano y de tras el maravilloso mar Cantábrico.
Cientos de cruces avisaban que allí descansaban los
antepasados de aquel pequeño pueblo marino. Aquellos
antecesores que descansaban tranquilamente recibían el brillo
del sol, la sombra de las nubes, las gotas de lluvia suave o de
las gotas de agua enfadadas. Aguantaban la tranquilidad del
mar o la furia de las olas, las lágrimas de los seres queridos o
sus risas; parecían vigilar la maravilla de la vida del pueblo o
su luto. Aquel campo santo parecía un paraíso de calma
descomunal. Alejandro viéndolo desde la pequeña capilla que
guardaba aquellas almas comprendió porque María le había
pedido ser enterrada allí.
– Vamos, Javier, ya es hora.
– Dame unos segundos.
María está en todo su entorno... en sus hijos... en un
programa... en un ordenador... cualquier cosa donde mira allí

267
está... dentro de él.
Javier mira a través del gran ventanal del cuarto, sonríe
se ve el mar hoy parece traer una hermosa noche, un hermoso
sosiego. Cierra los ojos apareciendo ante él la cara de su mujer
sonriéndose y diciéndole que es un necio por no pasear por
aquella playa con la arena tan menuda que pareciese que se
metiese millones de bichitos por entre los dedos de los pies.
Ya está anocheciendo, así lo había decidido María, ser
enterrada entre el día y la noche. Javier tenía en brazos a la
pequeña María, delante de él y agarrada de la mano tenía a
Verónica, Miriam estaba a su derecha, sujetándolo por el brazo,
Nicolás a su derecha dándole la otra mano a Miriam. Al lado
de Miriam Alejandro de la mano de la joven, de lado de
Nicolás estaba Marcos con su niño y Berta, el resto de los
familiares estaban colocados casi cerrando el círculo alrededor
del féretro terminándolo de cerrar el cura y el monaguillo.
Detrás de estas personas estaban todos los compañeros de
María y ya el resto de la gente. El cementerio estaba lleno,
curiosamente seguro que María no sabía que tenía tantos
amigos... porque todos eran más o menos amigos, eran
personas que la quería. Esto provoca una gran sonrisa en
Sandra que lo observa, piensa “María a que no pensabas que te
quería tantas personas.”
Cientos de flores adornan el hermoso sarcófago que
pareciese estar guardando a una diosa egipcia, Javier repara en
una amapola roja, muy roja... Nicolás la había colocado allí,
decía que era el símbolo del cariño porque era la flor preferida
de su madre, roja como la sangre, frágil como el corazón...
Van bajando el ataúd en el mismo momento que la
noche entra, pero contrariamente, no hay oscuridad sino luz, la
luna brilla sobre aquella urna castaña y dorada, el cielo
despejado y la luna nueva más brillante que nunca. Violeta la
mira – papá mira la luna está sonriendo a mamá. – Su padre la

“No siempre es malo recordar”


mira a los ojos y asiente con una sonrisa.
Familiares y amigos van dejando caer en la fosa una
flor y un puñadito de tierra.
Sus padres recuerdan la primera vez que la vieron, tan
pequeña y tan frágil. Sus hermanos se acuerdan de sus riñas era
tan dominante que siempre conseguía lo que quería.
Roberto recordaba que cuando era gordo ella le pidió a
bailar, le hizo tan feliz no verse sólo en aquella fiesta. José los
enfados de María cuando él soltaba cualquier tontería y luego
ella como si nada se reía de ello. Elena se acordaba cuando
reparó en ella por primera vez subiendo aquellas escaleras del
instituto buscando la clase, le pareció tan segura. Sandra le
gustaba sus charlas políticas, siempre discutían porque nunca
se ponían de acuerdo en temas tan poco importantes, según
ella.
Víctor recordaba tanta alegría en ella al principio y su
cara tan triste cuando con lágrimas se despidió de él antes de
irse al extranjero. Marcos aún tenía la imagen de cuando María
le extendió la mano el día que Rebeca murió y le dijo “nunca
estarás solo, te lo prometo” mirando a Berta para dentro
susurro “gracias María”. Berta sonríe a su marido saca de un
bolsillo unas viejas gafas y se las pone, se sonríe María tan
segura, se sonríe porque gracias a ella se forjó su propia
personalidad y su poca seguridad se la debía a ella.
Moli le veía como si fuera ayer, allí sentada en clase
porfiándoles siempre a los profesores. Mónica recordaba
cuando en la excursión ella buscaba los gamusines, ingenua
para algunas cosas, ¿o tal vez no? Miguel aun tenía fresca la
escena en que le dijo que todo se supera en esta vida. Yago se
sentía tan culpable de no haber hecho nada para María y Javier
no estuvieran separados tanto tiempo.
Alejandro tiene en su mente tantos recuerdos de aquella
amiga, su buena amiga... cuando la vio por primera vez tan

269
frágil, perdida en un mundo que parecía que le había fallado.
Ella sola contra el mundo; no pudo resistirse a ella, sintió
deseos de ayudarla y no se arrepentía... jamás se arrepentiría
fue la mejor decisión que había hecho en toda su vida.
Miriam veía a su madre el día que nación Violeta
lloraba de alegría, no había visto nunca a su madre llorar de
alegría. Nicolás sentía como su madre le abrazaba cada vez que
sabía que le hacia falta un abrazo ¿cómo podía saber su madre
que necesitaba que le diese un abrazo? Violeta la veía dormida,
sí, dormida en brazos de su padre en un sofá, cansados los dos
de trabajar y con la panza ¿Cómo es que cabían los tres allí en
aquel sofá tan pequeño?
Javier a la vez que iban echando tierra en el nicho de
descanso de María, al ver caer aquella tierra, esa tierra que la
iba a proteger del frío o del calor, esa manta... que iba albergar
protección. Daba paso a ciento de escenas por segundo ante él
como si un televisor le fuese mostrando en pocos minutos todas
sus experiencias con ella, todas sus vivencias.
La gente se va yendo, Alejandro disgrega a las personas
dejando que padre e hijos queden durante un rato a solas allí,
en ese lugar de paz y sosiego. Ninguno llora ya... sólo Violeta,
Javier le entrega el bebé a Miriam y se arrodilla ante su hija
mayor, esta con la cara llorosa lo mira.
– ¡La echo tanto de menos papá!
– Lo sé... pero ella está ahí – señalándole el corazón con la
mano. Siempre estará con nosotros mientras la recordemos
tenemos millones de recuerdos para que no nos dejen que la
olvidemos y millones de sentimientos hacia ella que nos
desbordará toda la vida. – Los chicos abrazan a Javier y la luna
los acaricia con su luz brillante como un gran brote de
felicidad, nunca estarían solos porque eran una familia. Javier
se descalza y a la vez que lo hace les dice – sacaros los zapatos.
– ¿Qué? – dicen los tres.

“No siempre es malo recordar”


– Sí, no me miréis así no estoy loco, venga rápido.
Los chicos le hacen caso.
– Dame a María, ¡vamos!
Los chicos no entienden, pero le siguen hasta la playa,
Javier se introduce los pies en el agua salada del mar ante la
mirada asombrada de los chicos.
– ¡Venga! No seáis cobardes – les grita. Los chicos se sonríen
y se toman de la mano y se reúnen con Javier, chapoteando el
agua cristalina... Alejandro a lo lejos los observa como se ríen
dentro de la misma tristeza compartida. Alejandro mira al cielo
y sonríe. – María, tenías razón... valla si no tenías razón...
juntos los superaran... La noche continúa su curso al igual que
la vida.

FIN

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