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O SIEMPRE
ES MALO
RECORDAR
Mariola
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“No siempre es malo recordar”
Dedicado a todas las mujeres que, a pesar de lo dura que es la
vida, aún siguen creyendo en el amor.
Mariola
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CAPÍTULO: PRIMERO
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un buen amigo y aunque casi nunca estaban de acuerdo se
llevaban y se entendían perfectamente.
A pesar de la alegría que a veces aparentaba, Alejandro
sabía que ella guardaba algo que no quería contar; a veces la
veía con la mirada perdida en sus pensamientos, era entonces
cuando los ojos de María reflejaban la tristeza, la soledad y el
dolor. Al principio Alejandro pensó que era debido al divorcio,
que no lo había superado, pero no tardó en comprender que era
otra cosa lo que traía la pena a los ojos de aquella mujer tan
decidida y tan segura y, sin embargo, tan frágil a la vez. María
había tardado en confiar en Alejandro, pero pasado un par de
años él se había convertido en su confidente y ella no tenía
secretos con él.
María gira la cabeza y mirando a los ojos azules de
aquel rubio y atractivo que estaba sentada a su izquierda.
– No entiendo como es que te has unido a la competencia, no
tiene sentido. No te perdonaré que te hayas fusionado al
enemigo.
– Los negocios son los negocios.
– Sí, pero no me hace gracia tener que trabajar con gente que
no conozco y menos con un niñato recién salido de la
universidad que se creen que ya lo saben todo.
– Al igual que todos sólo serán seis meses luego podrás volver
a trabajar con los tuyos.
– ¿Por qué no has buscado a otro?
– Eres la mejor que tengo, no podrán contigo. Además,
necesito una persona de confianza – hace una larga pausa antes
de continuar – Y no es un niñato – suspira – con 28 años tenía
su carrera de informática terminada con un máster que le
financió la empresa en la que trabaja. Además, señorita para
que se entere, mientras estudiaba trabajaba. Es muy
quisquilloso en cuanto a la gente con la que trabaja y no te
creas, tú eres una privilegiada.
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sabe que no tuvo otra opción, a ella no le importa trabajar en un
puesto sin tanta autoridad mientras pudiese programar. Le
gusta el poderío, pero también sabe aceptar el mando.
Alejandro le deposita un beso en la mejilla – María –
hace una pausa – por alguna razón está atormentado, se ha
volcado tanto en su trabajo que asusta, tiene solo 32 años y ya
ha terminado también la carrera de matemáticas. – Alejandro
apoya la cabeza contra la pared del taxi – tiene su propia
empresa de informática con dos equipos propios, en realidad
este trabajo es para la empresa en la que ha trabajado tantos
años y que ha apostado por él, es un favor – Alejandro cierra
los ojos. – Por supuesto cobrando, pero un favor – María lo
observa como poco antes hiciera él.
Alejandro era un cuarentón muy atractivo, rubio de ojos
azules atraía a las mujeres fuesen casadas, solteras o viudas.
Era un rico muy cotizado entre las mujeres que cazan hombres.
Le era indiferente tener fama de mujeriego ya que reconocía
que era cierto y siempre advertía de que era incapaz de ser fiel
a nadie.
Alejandro adoraba a todas las mujeres, decía que les
daba lo que buscaban. Nunca fuera deshonesto con María
porque era la única mujer que conocía que no se interesaba por
su dinero. Alejandro le pidiera en varias ocasiones a María una
relación, pero ella sabía que si le daba lo que le pedía ella se
convertiría en una más de la lista. Era por esta razón por la que
se mantenía a distancia, evitaba así perder la amistad que entre
ambos había y, por tanto, siempre le contestaba "– Si te
acuestas con un amigo pierdes amante y amigo." Así que
Alejandro optó por conservarla como amiga, prefería tenerla
así a no tenerla de ninguna manera. Cuando la vio por primera
vez se prometió así mismo ampararla y apoyarla siempre
aunque era difícil porque María se valía sola para todo. María
era consciente de la protección de Alejandro y en su interior se
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se pellizca una mano hasta que el dolor la devuelve al presente.
Alejandro saca un pañuelo de su bolsillo y le limpia las
lágrimas.
– Ojalá pudiese calmar ese corazón.
– Estoy bien sólo es el pasado. – ¿Por qué recordaba a Javier
continuamente?
– ¿Cuéntame algo más de nuestro anfitrión?
Alejandro la mira, ella le sonríe. Él siempre tan
impecable, tan perfecto en la vida, en la vestimenta... en todo.
– En sólo cuatro años logró la carrera de informática, un año
más e hizo un máster, financiado por su empresa que apostó
por él. Dos años más y se fue detrás de un doctorado, con
cuatro libros editados en informática; uno sobre análisis, dos
sobre robótica y otro sobre microprocesadores de la nueva
generación; ¡te das cuenta! Eso sólo lo puede hacer alguien que
tenga un don. El proyecto de fin de carrera dejó asombrado al
profesorado incapaz de hacer algo parecido. En el primer año
se ofreció a trabajar para HERMES S.A. sin cobrar nada el
primer mes, como demostró lo que valía el segundo mes cobró
igual que los demás. Al finalizar el año dijo que si no le
pagaban más se iba, como hay pocos como él, tuvieron miedo a
perderlo y lo contrataron fijo con un sueldo millonario y
franquicias altas por cada programa terminado; tiene un don
para los avances tecnológicos. Se hizo rico en pocos años,
siendo hoy en día muy solicitado. Creó su propia empresa sin
descolgarse totalmente de HERMES, le pagaban para que no se
le marchase. Con solo treinta y dos años tiene el mundo
informático a sus pies.
– Parece un genio.
– Lo es. – Alejandro hace una pausa, pensativo. – Sé que te
gustará.
– Me asusta..., yo no le llego a la suela de los zapatos, yo soy
una buena currante, pero no un genio... necesito mucho
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por... sí.
Se hace el silencio, María contiene la respiración, se
miran a los ojos, fríos, pálidos, sorprendidos, mudos, surge la
tensión que es palpable en el ambiente para quien allí
estuviese; Javier y María se comen con la mirada el pasado
regresa a la memoria de ambos. Los ojos verdes de Javier
recorren el cuerpo menudo de ella; nueve años, han pasado
nueve años y, sin embargo, les parece que fue ayer cuando se
vieron por última vez. Ella desapareció de la faz de la tierra de
un día para otro, sin más palabras que “ya te veré” sin ninguna
explicación, Javier no comprende que pasó, no puede
entenderlo, eran... amantes... amigos.
María no se puede creer que estén uno frente al otro,
aun retumban en su mente aquellas palabras escritas “¡pasión
es lo que quiero, pasión es lo que siento... no puedo sentir nada
más!”
Javier seguía estudiando el cuerpo de ella intentando
ver las diferencias del ayer y del hoy. María intentaba ocultar el
nerviosismo que la embarga al verse estudiada por su antiguo
compañero y amigo. ¿Por qué el tiempo los vuelve a reunir?
¿Por qué?
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Hay cuatro columnas de sillas y mesas; tres en parejas y
la más cercana a la puerta sola. Enfrente de la primera fila una
gran tarima sostiene dos grandes mesas juntas y un sillón.
Detrás de éste último, una inmensa pizarra que va desde un
extremo a otro de la pared destaca en el cuarto. Al fondo de la
clase, la pared está adornada por una gran estantería llena de
hardware y libros. En otra gran pared dos grandes ventanales.
María sonríe porque la clase le recuerda mucho a cuando
estudiaba en el instituto. La columna más próxima a ella está
dividida en dos por la puerta, así que mira a su izquierda y a su
– Los años no pasan para ti, estas igual que la última vez que te
vi " – sin embargo, para ti si se nota el tiempo." – Piensa María,
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pero añade – Lo siento, usted me confunde. – Javier no
entiende, no comprende porque María hace que no le reconoce
¿de verdad cree que lo está engañando? – No le conozco de
nada ni creo haberlo visto en mi vida. – A María le tiembla la
voz y Javier se percata de que ella está mintiendo, nunca supo
engañarlo, ahora no entiende a que está jugando y le sigue la
corriente.
– Lo siento, me debí de confundir.
– Sí.
– Me llamo Javier Troyano Ruiz.
– Y yo María Santiso Larez.
Mientras se presentaban se miraban a los ojos, el
pasado regresaba y les carcomía las entrañas debido al
recuerdo amargo de aquellos años. Ocho años habían pasado y
aun se les hacía insoportable pensar en el ayer, cuando esto les
ocurría siempre movían la cabeza en ademán de sacudida
consiguiendo desviar su mente a otros pensamientos menos
dolorosos.
María no pudiendo sostener la mirada baja la vista; los
ojos verdes de Javier estaban llenos de dudas, de preguntas sin
respuesta, siempre había podido leer en los ojos de ella, sin
embargo, en este nuevo hoy no conseguía saber lo que aquellos
ojos de color castaños oscuros, casi azabache, tan profundos
decían. ¡No! Ya no podía leer en ellos, pero si podía sentir el
nerviosismo y el calor del cuerpo de María.
María comienza a notar un sudor frío por toda ella,
siente como los latidos de su corazón se aceleran, cuando
Javier le extiende la mano María experimenta una sacudida
similar a una descarga eléctrica que la recorre desde la cabeza
hasta los pies. Javier le presiona suavemente la mano
obligándola a que le mire a los ojos.
Los pensamientos se amontonan en su cabeza, no
consigue apartar sus recuerdos y siente como todo le da
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Durante la cena María actuó como si fuese la primera
vez que viera a Javier en su vida, ambos se comportaron igual
que dos desconocidos, se percibía la tensión entre la pareja,
Javier ignoró a María toda la noche actitud que molestó a la
joven. A pesar de todo, la velada resultó agradable.
Javier no sabía si estaba más desilusionado que
enfadado. No podía comprender por qué María procedía como
si no le conociese y ello le molestaba e incluso lo irritaba.
Finalizada la velada María se despide sin muchas
contemplaciones. Sin mediar palabra con Alejandro llegaron al
hotel en donde María al despedirse de su buen amigo.
– Buenas noches Alejandro.
– ¿No me vas decir nada?
– No tengo nada que decir. – dice disimuladamente María.
– No quieras tomarme por tonto. Sí que le conocías.
– ¿A quién?
– Violeta...
– ¡Déjalo! – interrumpe ella.
– ¡Venga! No nos conocemos de ayer. No te pienses que él te
creyó. Sabía lo que decía y olvídate de que él lo vaya dejar así.
– Es una historia muy larga.
– Tengo tiempo. – Alejandro sabía que María lo había estado
muy atormentada, él nunca había querido forzarla a contarle
nada que no fuera por propia iniciativa, así que sabía cosas
sueltas que ella le había ido contando. Como María no le
contestaba.– Está bien, no tienes que contármelo si no quieres.
Pero ten cuidado, el señor Troyano no estaba que digamos muy
satisfecho. Buenas noches. – Le da un beso en la frente y le
sonríe, sabe perfectamente que cuando ella esté preparada se lo
contará.
María no durmió en toda la noche, cada vez que cerraba
los ojos allí estaba Javier. Había cambiado bastante, ahora era
más alto, las fracciones de su cara se habían endurecido, lo
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CAPÍTULO SEGUNDO
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seguía soltero eso sí, pero nada más, tenía miedo de ella, de sus
secretos, de su vida, ¡no! ¡Sabe que tiene que huir de allí!...
¡Cómo sea! Además, no podría esconderle un secreto... él
nunca debería enterarse...
– No conseguirás que me quede.
– Siempre has sido muy tozuda.
– ¿Y no te gusta?
_ No – dice con sarcasmo – siempre me ha irritado ese aspecto
tuyo.
María baja un poco la vista mirando los labios de
Javier, un escalofrío le recorre el cuerpo, aquellos labios tan
sensuales que ella siempre deseaba besar. Javier tras una corta
pausa prosigue.– Si incumples el contrato os hundo.
– ¡No me hagas reír! – El trabajo lo puede hacer otro – Pero
Javier no se reía, se aproxima a ella y casi en un murmullo.
– ¿Qué nos ha pasado? Antes éramos buenos amigos. ¿Es qué
el tiempo nos ha cambiado tanto que ya somos dos extraños?
– No lo sé Xavi, han pasado tantas cosas en nueve años, ya no
somos los mismos. Te miro y hay algo en ti que te ha
cambiado.
– Javier casi en un susurro con la frente apoyada en la de ella –
No huyas otra vez de mí, por favor – la besa, un beso lento,
largo, sin prisa... – no huyas otra vez de mí – repite Javier y la
abraza como aquel abrazo en la montaña.
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– ¡Xavi ven desde aquí se ve todo Ourense!
– ¡Qué bonito! – Con ironía – Para hacer un documental
romántico – María le suelta una colleja.
– ¡Será memo!
– Marcos ven a ver esta maravilla de la naturaleza y del
hombre.
El joven profesor se acerca a la altura de Javier y le
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quedándose María sola.
– ¿Estás enfadada?
María gira la cabeza a su derecha – no, no lo estoy.
– Está bien... intentaré verlo como tú.
– No tienes por qué hacerlo.
– Sí que tengo. Es importante para ti.
Javier ve la ciudad de Ourense como algo mágico al
lado de María. El río y el puente antiguo desde allí parecieran
estar repasando las fotografías de un libro de historia. Todos se
habían ido, ya sólo quedaban ellos dos en el mirador. Javier
toma a María por la cintura y apoya su frente contra la de ella,
él tiene que inclinarse porque María es demasiado bajita o él
demasiado alto. Le da un beso en la punta de la nariz y le dice
– a tu lado todo es mágico – y la abraza.
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– Está bien, he recogido el mensaje que me has enviado en tan
ilustre clase.
– No te entiendo.
– ¡Xavi! – grita ella con súplica.
– Está bien – dice tras un gran suspiro y colocándose en la
misma silla que ella y abrazándola – está bien.
>>
<<
Estaban inmortalizados esos días, fuera en la excursión
de fin de curso, habían ido a las Médulas, en León, le había
costado mucho convencer a Xavi para que se apuntase. María
llevaba el coche de Elena una joven no muy agraciada en
belleza, pero con buenos modales, era una morena de cabello
corto y castaño al igual que el color de los ojos pequeños, pero
muy expresivos. Su único problema era que le gustaba
provocar no solamente con la ropa sino con los gestos; era una
mujer muy descarada seguramente porque el libertinaje de su
madre al separarse de su padre fue la única enseñanza que les
proporciono a sus cuatro hijas, más receptiva la mayor que era
Elena. Era una gran estudiante y se esforzaba al máximo en
llegar a algo. Odiaba conducir por eso ese día María llevaba el
automóvil, bueno también le interesaba ir en otro vehículo...
En el automóvil a parte de ella iba Sandra de copiloto; eran
buenas amigas, se contaban muchos secretos. Sandra era una
jovencita muy enamorada de un chico Valenciano, se
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conocieran a través del chat llevaban ya cuatro años juntos,
cuando se vieron la primera vez después de charlar por Internet
un año entero no tuvieron que decirse nada, se enamoraron uno
del otro perdidamente a primera vista. Sandra era una joven
grande, no gorda pero en conjunto si grande, no era fea, pero
tampoco guapa diría que normal, del montón. Llena de
complejos que solo ella veía. Era poco femenina en apariencia
y en vestimenta, su prenda de vestir básica era el vaquero y la
camisa de caballero de rayas tenía una gran variedad, su madre
decía que tenía que cambiar, pero ella le decía que a Joseph era
como le gustaba. Allí la llevaba a la excursión de copiloto,
charlando en gallego con Javier y Mónica, que iban detrás.
María juraría que en los cuatro días de la excursión algo
especial había surgido entre Javier y Mónica. Aunque ella se
sentía celosa se alegraba por la pareja, ya que a ella le gustaba
Mónica. Pensaba que era fenomenal, esa rubia de ojos claros y
cabello largo con mirada tierna. Un cuerpo impresionante y
muy racional, lo que a Xavi le gustaba, la verdad es que
enamoraba al que se acercase a ella, era lógico que Javier
acabara enamorándose de ella, Mónica no solía juntarse con
ellas muy a menudo, sin embargo, de vez en cuando...
Al segundo día Javier y María estaban solos en el
amplio cuarto en donde se alojaban. Era una escuela de
preescolar, en un pueblo muy pequeño perdido en los montes
de León. Era una pequeña casa, en la planta de abajo estaba la
escuela y arriba un pequeño apartamento compuesto por un
dormitorio cerrado con llave; una cocina, un baño y una
pequeña sala. La casa era viejecita, llevaba construida más de
un siglo pero estaba reformada; el grupo dormía en lo que era
la escuela en sacos de dormir estirados en el suelo, todo el
grupo dormía en el mismo cuarto; enfrente de donde Sandra,
Javier, Mónica y ella dormían estaba la puerta de acceso al piso
superior, la vivienda del profesor y los aseos. A la derecha la
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– No es cierto.
– Los catalanes sois todos unos tacaños y unos egoístas.
– Bueno yo no digo que no.
– Y tú eres el peor de todos.
– Bueno yo no digo que no.
– ¿No te vas defender?
– ¿Para qué? No me vas provocar, hoy no tengo ganas de
discutir contigo.
María se queda en silencio y tras una larga pausa.
– Sé que tienes mal concepto de mí, pero no soy como tú dices,
no tienes razón. – María hablaba lentamente, con voz baja,
como triste. – No tienes razón. – repite casi en un susurro
Javier que estaba boca abajo se gira, se coloca de lado
la mira, apoyando la cabeza sobre una mano con el brazo un
poco flexionado.
– Nunca dije que tuviese mal concepto de ti, no sé de donde
sacas esas conclusiones.
– De cosas que me dices.
– No te creas todo lo que te digo. Yo no me lo creo, si tuviese
siempre razón con respecto a ti seguramente no fuésemos
amigos, quizás ahora no estaría aquí sino en mi casa.
– Javier ¿por qué viniste a la excursión?
– Tú querías que viniera ¿Por qué?
– Porque sí.
– No me sirve, dime una sola razón por la que me pediste que
viniera, será la misma, seguramente, por la que yo vine.
María baja la cabeza avergonzada, no se atreve a decirle
el motivo real. Ella fuera a la excursión porque tenía esperanza
de que él fuese, quería pasar cuatro días con él, no iba a pasar
nada, sólo quería que estuviesen juntos nada más.
– Quería pasar estos días contigo. Quién sabe cuando
volveremos a vernos, hemos terminado el curso y el contacto
se pierde.
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extenderle la mano, Xavi aprieta con fuerza, intentando
transmitirle un poco de coraje.
Delante de la estación un Volvo negro los está
esperando, ambos se suben al oscuro automóvil,
silenciosamente como si el aire fuese lo único existente. El
vehículo cogió la dirección de salida Norte de Madrid, tras una
hora de recorrido Javier toma la autopista que los lleva a
Francia.
– ¿No tienes curiosidad por saber adónde te llevo?
– Estoy tan cansada, la verdad no me importa.
– ¿Confías en mí? – Le pregunta con suavidad, Javier reduce la
velocidad y la mira con cariño.
– ¡Mira la carretera! – María lo miraba con enfado. – ¿Quieres
mirar la carretera? – Le pregunta en tono más suave.
– Como quieras. – Mirando delante de él. – ¿Confías en mí?
– Siempre lo he hecho, tú lo sabes.
– Ha pasado tanto tiempo que ya no estaba seguro.
– Siempre lo haré, pase lo que pase. – Suspira. – Hay algo en ti
que te ha cambiado, algo que aún no sé lo que es.
– La vida; siempre dijiste que la vida me cambiaría, ya no soy
el mismo, he "Madurado", no es así cómo tú lo llamas.
María lo observa mientras está entretenido mirando a la
carretera. Las facciones de la cara eran más duras, el cabello
corto, su cara afeitada, su nuevo aspecto hacía de él un hombre
muy interesante; ella no lo recordaba así ahora era más guapo,
su cuerpo había terminado de desarrollar, incluso le parecía que
era más alto, con mejor tipo, ella lo recordaba con cabello largo
y barba de tres días, María siempre le decía "Hay que cortar el
pelo y tienes que afeitarte que pareces un ermitaño"; Javier
siempre le contestaba " Para qué si estoy cómodo, además,
imagínate, si alguien se enamora de mí así y luego me ve todo
aseado que maravilla le daré una gran satisfacción, además, me
habrá demostrado que me quiere por mí y no por mi aspecto o
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– ¡Xavi! ¿Estás ahí? – La voz de María era preocupante porque
parecía no haber nadie y la puerta del piso estaba abierta. Pero
oye el ruido de un ordenador y entra.
– ¡Ah estás aquí! – Javier se sobresalta, la estaba esperando,
pero se entretuvo jugando con la máquina y al tener los
auriculares puestos no oyó nada, le sonríe.
– Ven siéntate aquí, te voy enseñar como puedes hacer para
utilizar el generador de aplicaciones y no te tienes que matar
diseñando todo tú. – María se sienta al lado de él, tenía un
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pantalón vaquero puesto y de la cintura para arriba estaba
desnudo. María siente un escalofrío, pero hace como si no
pasara nada. Estuvieron dos horas en el ordenador, aun era
temprano porque hasta las seis no entraban y en este instante el
reloj apuntaba las cuatro. Tras ponerse una camiseta que tenía
en una silla cercana a ellos le dice.
– Ven a mi habitación te voy enseñar lo que estoy haciendo con
el cordel, y te voy poner música de la buena y no a esos viejos
que escuchas.
– ¿No recuerdas la edad que tengo?
– ¿Estás acomplejada por la edad, verdad?
– No, pero quiero que no la olvides.
– No seas pánfila, ven.
Pasaron toda la tarde oyendo música y leyendo cartas,
que María tenía por costumbre cojéeselas y leer, a él no le
importaba, pero, sin embargo, siempre estaba un poco nervioso
por si ella daba con alguna que no debiese leer.
Xavi acostumbraba a levantar las persianas y abrir las
cortinas, era un hábito, se daba cada vez que una mujer iba a su
cuarto.
Javier estaba excesivamente intranquilo. Normalmente,
entre los dos solía haber contacto corporal como si fuesen
hermanos; ni ella ni él le daban más importancia de la que
tenía. Pero ese día él tenía, incluso, algo de miedo. Podía
perder la cabeza, estaba al borde de la desesperación; nunca
tenía problemas para contenerse, pero tampoco habían estado
tanto tiempo solos y menos en un piso en el que no habría
gente hasta el día siguiente. El cuarto no era muy amplio,
entrabas en el cuarto y justo enfrente veías una ventana a lo
largo de la pared que daba a un patio de luces, se veían a las
vecinitas, estudiantes al igual que él y con las que se llevaba
estupendamente. Justo debajo de la ventana estaba la cabecera
de la cama de su compañero de cuarto, enfrente de esta estaba
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Para dar sombra, había allí unos árboles que parecían
ser castaños. Por todo el recinto había estatuas pequeñas
también en piedra de granito y mármol con forma de animales
del bosque, estas figuras ambientaban el lugar.
– Por la cara que pones intuyo que te gusta el lugar.
– Si – Sonreía, se la veía entusiasmada. – Me encanta el lugar,
¡es precioso!
Javier se divertía, recordaba esa faceta de María, ese
brillo en los ojos cuando algo le hacía sentir feliz, era fácil
contentarla, ese entusiasmo por las cosas bellas de la
naturaleza, disfrutaba igual que una niña. Nada más detener el
vehículo María sale para mirarlo todo. Javier la observa
satisfecho, esa naturalidad de María de la que él se enamoró
una vez aún estaba en ella.
Javier se aproxima a ella y la rodea con sus brazos.
– ¡Qué hermoso es todo esto!
– Sí, la verdad que este paraíso embriaga.
Javier la gira quedando uno enfrente del otro, con la
mano izquierda le sujeta la barbilla y le obliga a levantar la
cabeza, se miraban a los ojos – ¿María, recuerdas nuestro
primer baile?
– ¡Qué guapo, estabas de traje! Camisa clara, corbata llamativa,
chaqueta americana y pantalón de pinzas... verde oscuro.
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– ¡Qué guapas, estáis! – Dice Miguel, un joven de gafas de
culo de botella, rubio, ojos claros, alto bien formado.
– Tú también – dice María sonriendo – Miguel era un mozo
introvertido, pero buen amigo de las chicas, siempre iba con
sus vaqueros y hoy llevaba un pantalón de pinzas castaño claro,
una camisa amarillo pastel y una americana verde oscura al
igual que el fondo del dibujo de la corbata que llevaba pegada
al cuello.
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de entrada de catedral dejaba paso a un recinto amplio con
algunas puertas y una inmensa escalera que en la mitad del
recorrido hacía el piso superior se detenía en un descansillo
amplio, era allí donde se había colocado una larga mesa vestida
con un gran mantel granate. Si seguías subiendo te encontrabas
con otro amplio recinto, también lleno de puertas. Una gran
barandilla servía de protección para no caer al vacío,
igualmente se aprovechaba para dar sensación de palco
inmenso; ahora todo aquel lugar estaba lleno de sillas. Desde
allí se divisaba perfectamente la mesa presidencial en donde la
directora y el subdirector repartirían los diplomas a los mejores
alumnos del centro y cada profesor un diploma a los alumnos
aprobados de último curso. Eso sí, ya por correo te enviaría los
títulos oficiales, estos realmente eran una conmemoración a
aquellas personas que lo habían conseguido y le regalaban
aquella fiesta, todos los años se intentaba que fuese tan especial
que los alumnos que se quedaban atrás intentaran llegar al final
para formar parte de aquella demostración de pequeño logro.
Dentro y fuera estaba lleno de alumnos y familiares,
solamente María había ido sola, su familia consideraba que eso
era algo estúpido, a ella no le importó en absoluto que su
familia no le diese la importancia que ella le daba. María estaba
en la planta de abajo con sus compañeros, aún no había subido
porque faltaba algo más de media hora y hacia calor, además,
estaban esperando que las tres clases conmemoradas estuviesen
completas para subir.
– ¿Habéis visto a Xavi?
– Preguntaba Mónica nerviosa.
– Ya vendrá, no creo que tarde mucho – señala María.
– Hoy viene con su familia y me siento un poco neurasténica.
– Pues ponte tranquilita mujer, hoy estás excesivamente
hermosa, les gustarás – María le hablaba muy tranquila pero
realmente era simulado porque los celos los tenía que controlar
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prosigue – si eso es muy bueno.
– Y tú jovencita – mirando a Mónica – me gustas mucho para
mi Javier...
– Papá, déjalo estar.
– ¡No te dará vergüenza! – dice sonriendo su padre.
María no pudiendo soportar la conversación que estaba
presenciando decide simuladamente desaparecer. Decide irse
para arriba y buscar asiento, seguramente esté más tranquila,
necesita alejarse de todo, le gustaría desaparecer de la faz de la
tierra. No llevaba cinco minutos sentada cuando alguien se
sienta a su lado, María gira la cabeza para encontrarse con la
mirada desconcertada de Javier.
– ¿Por qué te has ido?
– No tenía ganas de hablar con nadie.
– No será que no tenías ganas de hablar con mi familia.
– Xavi, déjalo, por favor, no estoy de humor.
– ¿Y tú, cuándo tienes humor María?
La conversación se interrumpe por la llegada del resto
del grupo.
La ceremonia se desarrolla estupendamente. Cuando a
María, la directora dice su nombre para darle su diploma, se le
sueltan las lágrimas porque se siente sola. Alguien le toma de
la mano y se la aprieta, ella se gira y con los ojos llorosos le
deposita a Javier un beso en la mejilla como agradecimiento
por estar con ella en ese momento tan especial de su vida. Él la
suelta y la ayuda a levantarse, cuando se aproxima a la mesa
todos sus compañeros gritan, Javier más que ninguno.
Habían decidido que el festín fuese en el bar “Manolo”
era el mejor de los sitios, ya que allí se habían pasado dos años
llorando, riendo, contando sus penas... ese era el mejor de los
lugares para celebras el fin de una experiencia y el comienzo
de otra nueva.
María se sentó al lado de unos de sus profesores
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repente la música cambia y empieza tocando una melodía lenta
“¡Qué maravilloso mundo!” – Nunca hemos bailado juntos. –
La trae hacia él y comienzan a bailar muy abrazados. – Sé que
este tipo de baile es el que os gusta a las mujeres – ella hace
ademán de alejarse pero Javier la aprieta más contra su cuerpo.
El joven es más alto que ella, le llega por debajo de la barbilla
con lo cual ella opta por apoyar su cabeza en el pecho de su
acompañante. Durante el resto de ese recorrido de baile no
hubo ninguna palabra entre ambos, en silencio la pareja
disfrutó de la compañía y del baile, esa sería la primera vez que
Javier bailaba así con alguien y sería la última que María
bailaría con nadie. El sonido a través del pecho de él iba
acompañando la magia de la música tan melosa de “Lois
Amstron”; es como si los dos estuviesen hechizados. Javier la
apretaba más contra él como si tuviese miedo a perderla; ella se
aferraba más temerosa de que se alejase, ya sin poder más
Javier con la punta de los dedos sujetándole la barbilla la
obliga a levantar la cabeza y ambas miradas se cruzan, uno y
otro, ambos desbordados por la música, el alcohol que te hace
perder la cobardía y el amor que los envuelve. Javier baja la
cabeza para besarla y María cierra los ojos para recibir esos
labios que tanto deseaba rozar con los suyos.
>>
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nada que tenga que ver contigo. No te conozco, no sé nada de
ti, por lo que a mí respecta nuestra relación será puramente
profesional.
Los ojos de María eran dos mares que se desbordaban,
las lágrimas corrían por su mejilla como cataratas, algunas se
perdían en sus labios mientras otras bajaban hasta su barbilla.
La excitación provocaba una respiración agitada que subía y
bajaba el pecho de María. Tan ofuscada estaba ella que no se
percataba de la furia y desilusión que por momentos se
reflejaba en la cara de Javier.
– ¡Te odio! ¿Me oyes? Te odio tanto que creo que no podré
resistir mucho tiempo a tu lado. Eres el ser más despreciable
que hay sobre la tierra. – María hablaba inconscientemente, en
realidad, en el fondo de su corazón no sentía nada de lo que
decía, era simplemente miedo lo que tenía, estaba aterrorizada
por los sentimientos que aún sentía hacia Javier e intentaba
protegerse, no quería que nadie le hiciera daño y se forjaba
alrededor de sí un escudo que la protegiese de todo sentimiento
que ella intentaba negar.
Las lágrimas que salían de sus ojos eran tantas que las
palabras ya no salían porque se ahogaban en su garganta,
golpeaba imperiosamente con los nudillos de sus manos el
pecho de Javier. El cansancio de ella se hace patente cuando
rendida llora en los brazos de él, – tengo que huir de ti, no lo
entiendes, tengo que huir, cogeré un taxi que me lleve a un
aeropuerto.– Su voz era baja, cansada; la de él era autoritaria,
pero también baja.
– Ya dije que no te permitiría que huyeras de mí.
– Tú no me lo puedes impedir, no comprendes que dos seres
que se odian no pueden trabajar juntos.
– Pues lo tendrás que hacer.
– ¡No! – Grita ella, – No lo haré, no quiero tener nada contigo,
quiero que salgas de mi vida, te odio. – Ella intentaba
47
ambos corazones sangran y lloran asfixiándose por el amor que
sienten y la pérdida a la que son condenados por las mentes
omnipotentes y llenas de orgullo.
María reacciona, dándose la vuelta sale corriendo
mientras Javier la observa alejarse sin inmutarse y sin hacer
ademán por detenerla. Se encamina a una mesa del restaurante
y se sienta.
<<
– Luis ya he terminado de arreglar todos los ordenadores de la
sala del ciberchat, voy a configurar los de la sala de los
diseñadores de las páginas web, voy a llamar a casa para
decirles que hoy llego tarde, me gustaría rematar hoy el trabajo.
Bueno no voy a llamar, hoy estoy sola en casa así que dará lo
mismo a la hora que llegue.
– No, ¿María no es mejor que vengas mañana poco antes de
abrir? Así descansas algo.
– Los niños están en casa de mi madre y mi marido está en
Sevilla de pesca toda la semana, no tengo ganas de ir a un piso
vacío tan pronto.
– Haz lo que quieras; nunca me haces caso.
No llevaba una hora trabajando cuando llega Javier,
como siempre con su cabello revuelto.
– ¿Aún estás trabajando? ¿No es tarde para que estés aquí?
– No tengo ganas de ir a casa. Esta noche y mañana estoy sola.
49
– Pues vente a la mía, esta semana estoy solo, el piso es grande
y está lleno de cuartos con camas, malo será que no puedas
utilizar una.
– ¿Lo dices en serio, o sólo por cumplir?
– ¿Me ves cara de gracioso?
– María se echa a reír... bueno... ni riéndote tienes tu cara de
gracioso.
– ¡Ja ja! ¡Ves como me río! Venga, no seas lerda, espero a que
remates ese ordenador y mañana temprano te acompaño para
que llegues a tu hora, yo me encargo de que no te quedes
dormida.
– Vale, por una noche que duerma en tu casa no me va a pasar
nada.
>>
<<
– Xavi ¡este piso es inmenso! – nada más entrar te encontrabas
con un pequeñísimo recibidor con una sola puerta. La abría y te
encontrabas con un salón comedor amueblado muy sencillo
51
María se gira para mirar a Javier que seguía
conduciendo.
– MagoDeOz – susurra María a lo que Javier se gira
sorprendido.
– Hace mucho que nadie me llama así... – Suspira – desde que
desapareciste de mi vida, lo sigo teniendo registrado, pero no
lo utilizo desde aquella época.
– Yo también tengo el mío registrado, pero tampoco lo he
vuelto a utilizar. Sin embargo, lo he querido conservar.
Llegan a un valle en donde el automóvil se detiene,
Javier sale del vehículo, está nervioso, mira el lugar, delante de
ellos había un gran monte, Javier va subiendo la vista, en lo
alto una inmensa casa que se impone como un altar, las luces
dan un cierto colorido, haciendo resaltar más la hermosa casa.
María hace lo mismo que él, y se coloca a su lado ambos
quedan mirando el lugar fascinados, la luna les iluminaba igual
que si estuviesen en un escenario.
– Ya hemos llegado, ¡Vamos es tarde! – Dice Javier. Los dos
se suben de nuevo al vehículo. El resto del camino era cuesta
arriba. Javier pensaba en las palabras que ella le dijera. "Te
odio" le había dicho ella y ahora él se las repetía una y otra vez
para su adentro.
– Mañana cogeré un taxi que me lleve de vuelta a Madrid.
– De eso nada. No empieces, no voy a dejar que te alejes de mí,
ya te lo he dicho.
– No podrás retenerme. Trabajaremos conectados a una red.
– Así no se puede trabajar.
– Sí que se puede, ya lo he hecho otras veces por menos
necesidad.
– No se trata de que no puedan los demás, soy yo el que no
puedo trabajar contigo a distancia.
Javier se va exasperando ante la actitud tan persistente
de ella, sin darse de cuenta comienza a acelerar el coche.
53
tú no puedas controlar.
– No serás capaz de violarme.
– No me hará falta, me suplicarás que te haga el amor.
– ¡Eres repugnante!
Javier no tenía control sobre él, era capaz de matarla si
ella seguía provocándolo.
– ¿Quieres que te demuestre lo mala persona que soy?
– Una violación es un acto de cobardes desalmados sin
escrúpulos.
– Ya te dije que no tendría que violarte – ahora hablaba con
voz suave, incluso tranquilo, como si esa opción le gustase más
que la propia discusión.
La vuelve a besar, pero esta vez no tan brutamente. Ella
se resistía, tenía que luchar con él y con sus sentimientos, la
habilidad que demostraba Javier desarmaba a María, comienza
a sentir una excitación que la deja casi sin respiración, cada
movimiento de él iba calmando a María hasta que ella ya no
ponía resistencia, poco a poco comienza a desnudarla, – No,
por favor, Xavi no. – Era casi en un susurro. – Lo deseamos los
dos, déjate llevar. – deja libre uno de los brazos de ella que ésta
utiliza para acariciar la espalda de él, poco a poco se desnudan
uno al otro, cuando Javier le intenta sacar el sujetador ella lo
detiene, sus senos ya no son los de una jovencita, siente
vergüenza e insiste para que él no se lo quite. Javier se rinde y
sigue acariciándola quiere darle más tiempo. En un momento el
ardor se convierte en desesperación uno por el otro ya no
piensan sólo sienten, desean con desesperación sentirse uno
dentro del otro, cuando Javier la despoja de toda prenda ella ya
no se opone, lo desea, necesita sentirlo, quiere perderse con él
y mañana Dios dirá y dispondrá, está perdida, ya no tiene
armas. En un momento piensa en que ya no puede detenerlo y
con un poco de valor y orgullo murmura. – Está bien usted
gana Señor Troyano, prometo no marcharme.
<<
– ¿Estás segura, Marquesa?
– No estoy segura de nada, sólo sé que quiero estar con mi
MagoDeOz.
MagoDeOz coloca las manos en la cara de Marquesa
obligándola a mirarlo. Durante breves minutos se miran a los
ojos; él decía siempre que cuando dos personas se miran a los
ojos es porque algo especial hay entre los dos, ya que
55
solamente tu madre te mira de esa manera cuando eres
pequeño. Esas palabras se grabaron en el cerebro de Marquesa.
Javier inclina la cabeza y comienza un beso largo... despacio,
sin prisa, llevaban demasiado tiempo esperando que algo
pasase para poder estar así, juntos, era como un sueño para
ambos y querían que fuese despacio, para disfrutar cada
segundo que estuvieran juntos. Las manos de MagoDeOz
acarician el cuello de Marquesa mientras la besa. Sus manos a
cada gemido de ella van recorriendo lentamente el cuerpo de
aquella mujer que lo pone a cien. Ese joven de poco más de
veinte años, inexperto en el tema del amor va por intuición, a
cada caricia ella responde de igual forma; ella intenta darle
placer a medida que se van desnudando uno al otro; él le
susurra palabras tiernas y ella responde, movidos por la pasión
se van acoplando uno al otro. Él va acariciando los muslos de
ella, Marquesa acaricia su pecho joven, baja a su cintura y su
mano termina en el miembro. Las manos de él no parecen
inexpertas y cada vez más íntimamente se van dando un placer
que no habían experimentado con ninguna persona más.
>>
<<
MagoDeOz siente que se desborda, Marquesa necesita
sentirlo dentro de ella y se lo pide casi como una súplica,
parecen compenetrados, un ritmo acompasado los lleva al
éxtasis, a un clímax, al apogeo de lo que sienten.
57
CAPÍTULO CUARTO
59
que la abandoné a su suerte.
– Porqué no le explicaste el motivo de que no fueras a verla
cuando te llamó.
– No me dio ocasión, ni me dio la oportunidad de decir nada.
– ¿Y cuando te acusó?
– ¿Para qué iba a desengañarla? – Sujetando a Sandra por los
brazos – Me tienes que prometer que no se lo vas a decir.
– ¡Pero Xavier!
– ¡Prométemelo! – Sandra lo mira con preocupación, no le
gusta la situación que se ha provocado, pero resignada.
– Está bien, no le contaré nada. – Cierra los ojos y volviéndolos
a abrir. – Siempre presentí que entre vosotros había algo
especial, aunque no lo reconocierais – ¡Cómo os mirabais! Tú
siempre vigilando todo lo que ella hacía; y María siempre
protegiéndote. Reconozco que al principio pensé que era
instinto materno por parte de ella y cariño de hermanos por
parte tuya, pero, sin embargo, había algo entre los dos que se
notaba en el ambiente, algo mágico que todos percibíamos y
nadie entendía, por supuesto que no pensábamos que
estuvieseis enamorados; la verdad que me engañasteis, pero
por poco tiempo. – se produce un silencio entre ambos que es
roto sólo por el canto de los animales nocturnos. – Una vez le
dije que sabía con quién ella le pondría los "cuernos" al
marido, si se diese la ocasión.
– ¿Qué te dijo? – Sandra sonríe. – ¿qué te dijo? – Insiste Javier.
– No te lo creerías, me dijo que no quería ni pensarlo, ni
saberlo que me lo guardara.
Javier abraza a Sandra – no le permitiré que me
abandone.
– Xavi, no hay nada que la retenga si no quiere.
Mueve la cabeza de un lado a otro.
– Ella tiene miedo, siento su miedo, su confusión. Si estuviera
seguro de que no siente nada. – Se queda en silencio como si
61
Sandra había sido el jipi del grupo, por decirlo de
alguna forma, defensora de los desvalidos y desfavorecidos;
era una joven llena de ternura y grandes sentimientos. Poco
femenina, cabello castaño y liso le gustaba llevarlo cortado a la
altura de la barbilla, con un flequillo por encima de los ojos,
que no le molestara. Por supuesto su carácter no le permitía el
maquillaje ni las pieles, decía que lo sintético calentaba
igualmente. Tenía su armario lleno de chalecos, camisas y
pantalones vaqueros indumentaria típica en ella. Era alta, ni
delgada ni gorda, pero si anchita, no era hermosa pero su cara
se hacía dulce y su voz con su habla siempre en gallego le
daban un toque de mujer influyente en los demás. Claro está
que no le gustaba la carne, aunque no era vegetariana nunca
nadie la viera comiendo carne.
Sandra en una de las vacaciones con sus padres los
convenció para ir a Valencia; allí conoció por fin a un joven del
lugar con el que chateaba desde hacía un año; se enamoraron y
mantuvieron un romance. Continuando su relación en la
distancia viéndose en las vacaciones, hacía desde esa ya unos
años y ella decía que continuaban muy enamorados, Joseph
también le gustaban los ordenadores con lo cual siempre tenían
tema de conversación cuando no sabían que contarse, porque
hablaban cada día por chat. Ambos estaban estudiando y su
idea era rematarlos y casarse.
Sandra mantenía una muy buena relación con María,
sin embargo, con Javier y con Yago era algo muy especial
porque entre ellos tres manaba una cierta complicidad... María
en varias ocasiones le comentara que le daba la sensación de
que entre Yago y ella aparecía cierta electricidad... Sandra se
reía y le contestaba que tenía buena imaginación. Siempre
quedaba la conversación en el aire hasta el día que Sandra le
confesó que aunque estaba muy enamorada de Joseph si cayese
en la tentación sería con Yago. También sugería que sabía con
63
atrás no caía en gracia a sus compañeros, pero lo toleraban, era
trabajador, inteligente y hacía su trabajo bien.
– Creo que Xavi traía a alguien que nos ayudará, consiguió que
uno de los programadores de la competencia trabaje con
nosotros.
– ¿Alguien lo conoce?
– No, Xavi llamó ayer para decir que llegaba de madrugada y
acompañado.
– Eso nos indica que lo consiguió.
– Lo que él no consigue, nadie lo consigue.
– Nunca pensé que Troyano fuera a llegar tan lejos, es casi
increíble lo pensaba de José, incluso de Víctor, pero que él os
superase a todos no, la verdad que pensé siempre que era muy
joven y tenía la cabeza llena de fantasías estúpidas.
– ¿Recordáis la excursión de León? – Sin esperar respuesta
Roberto continúa. – Pues pensé que este chico era un porrero.
– Él no había llevado la marihuana, fui yo. – Alguien
interrumpe la conversación. – Sé que todos os creísteis que fue
él, pero no, fui yo y eso que María casi me descubre.
– ¿María también fumó? – Le pregunta José al joven que
acabara de entrar por la puerta y que ahora se sentaba enfrente
de él. Miguel toma aire y sin esforzarse en recordar el día
añade. – ¡No! – Dice Miguel rotundamente. – No, ella nos
regañó como si fuésemos niños, pero, sin embargo, ni lo probó,
nos llamó drogadictos, perdidos y no sé que más, pero ella era
así.
– ¿Qué será de ella?
– ¿De quién? – Todos se dan la vuelta cara la voz, Mónica
insiste en su pregunta. – ¿De quién habláis?
– De María, ¿recuerdas a María? ¿Qué será de ella?
– Me extraña que Javier no la haya buscado.
– Y ¿Por qué la iba a buscar? – Mónica se enfada.
– Venga tú no serás la única ingenua que no percibía lo que
65
consideraba que los seres humanos deben ayudarse para estar
en igualdad de condiciones a la hora de competir; para ella no
hay personas ineptas, sino que todos son inteligentes con la
diferencia de que unos lo son para unas cosas y otros para
otras.
– No creo que fuese tan perfecta.
– Berta tú nunca le llegarás a la suela de los zapatos. No era
perfecta, tenía muchos defectos, pero sus virtudes disculpaban
sus defectos. Era chismosa, enredosa, entrometida, se creía con
derecho a decir a los demás lo que tenían que hacer, era
abogado y juez. Pero era sabia, siempre sabía que decir a los
demás, cuando tenían problemas. Era la persona más sensata y
cuerda que jamás conoceré. Pero sobre todo yo no la querría
como enemiga; podía ser una mujer muy cruel.
– Yo la odio. – Berta se levanta y sale al jardín. Mónica la
sigue.
– Yo la odio. – Repite en alto Berta, Mónica se acerca a ella y
la toma del brazo.
– ¡Olvídala!
– No puedo, ella se entrometió entre Marcos y yo.
– No Berta, Marcos se enamoró de Rebeca.
– Pero ella abogó por Rebeca.
– ¿Tú crees? Yo pienso que María abogó por Marcos.
– Yo le amaba.
– Venga no te pongas así. ¿Sabes algo de él?
– Sí, al año de terminar FP se casaron, se matricularon en la
universidad de económicas... no estoy segura de que ha sido de
él, dejó su pasión que era el análisis informático por influencia
de su mujer, hace tres años le perdí la pista, cuando supe que
ella estaba embarazada. Sé que están en contacto con María.
Rebeca trabajaba en una empresa muy buena en la bolsa de
Madrid, él tenía un puesto importante en el campo de la
política.
67
– No, lo primero que surgió entre Rebeca y Marcos fue físico,
el resto lo trajo el tiempo.
– Tú andabas con ella.
– Pocas veces estuve con ella.
– Sin embargo, sabes que juzgaba a todo el mundo.
– Sí y a ti muy duramente. Pero María psicoanalizaba a todo el
mundo ella incluida y también era dura consigo misma con lo
cual...
– ¡Buenos días!
– Xavi ¿cuándo has llegado?
– Esta madrugada. – Mónica se acerca a él y le deposita un
dulce beso en la mejilla.
– Me alegro de verte.
– Tengo noticias para todos ¿dónde están?
– La mayoría en el comedor desayunando.
– ¿Quiénes estáis?
– Miguel, Roberto, Víctor, José, vosotros dos y nosotras dos.
– Pues ve a buscar a los demás, es importante lo que tengo que
deciros.
Sandra interviene en la conversación.
– Yo voy buscar a Joseph y a Yago, tú Berta ve buscar a Moli y
a Elena y Mónica ve buscar David, Carlos y Ernesto.
Ya todos reunidos en el comedor.
– Tengo algo que deciros, buenas y malas noticias.
– Primero empieza por las buenas y luego por las malas, así
tendremos tiempo para hacernos a la idea.
– Yago calla y escucha, esto no es un juego, llevamos mucho
tiempo de retraso.
– Te has vuelto un viejo.
– ¡Yago! – Autoritariamente, cuando Javier hablaba así todos
escuchaban, no sólo por ser el jefe sino porque había cambiado
tanto que imponía a todos y algo de temor le tenían. Javier se
había convertido en un ser poderoso y demasiado
69
– ¡María! – dice perpleja Berta, todos miran hacia la puerta
por la que entraba María, durante un corto tiempo todos quedan
en silencio, pero a María, que le gustaba dominar las
situaciones tensas, es la primera en reaccionar.
– Valla... Valla... – dice con calma – jamás esperé encontrarme
a la mayor parte de la tropa de informática aquí. – María se
acerca a Miguel.
– Me dejas que te abrace. – Miguel no espera a recibir
respuesta y extiende los brazos, María lo aprieta con cariño.
– ¡Hola! Viejo amigo.
– Te he echado de menos. Estás preciosa.
– No es cierto, pero te lo agradezco.
Yago se acerca rápidamente por detrás y se la saca de
los brazos a Miguel.
– ¡María! No me lo puedo creer, estas igual que cuando
estudiábamos juntos, de joven, porque de apariencia has
mejorado un montón, tienes un aspecto... – La abraza
fogosamente. María llevaba puesto una falda que le llegaba al
tobillo, recta de color verde pastel apagado, tenía un pequeño
dibujo de flor color granate; unas botas de tacón alto castañas
de ante, una camisa de manga corta que le llegaba a la cadera
resaltando su figura, la llevaba media abotonada. El color
granate de la camisa resaltaba la cara de tez tostada de María,
debajo de la camisa una camiseta de tiras del color de la falda
le daba un toque alegre. El cabello recogido en una larga
trenza. Sobre la cara, dejando caer, unos pelos sueltos que
hacían que María pareciese una niña. Los labios pintados con
un color suave y marcando; con un lápiz negro la línea a unos
ojos brillantes y alegres en ese momento; las espesas pestañas y
largas son objeto de admiración de aquel apuesto joven que no
la recordaba tan fascinante.
– Yago, tú sí que estás guapísimo.
Roberto se aproxima a ambos y toma de la mano a
71
– Yo querría acaparar tu atención siempre. Nunca te lo he
dicho, pero siempre he estado enamorado de ti como un tonto,
pero tú eres tan difícil de conseguir, creo que me resigné
demasiado pronto.
– Puedes dejar de decir tonterías y darme un fuerte abrazo. –
Ambos se abrazan. – Elena baja la vista tristemente, ella aún lo
ama, en ocho años no ha cambiado sus sentimientos y ahora le
gustaría ser María para recibir un abrazo y un beso así, aunque
sólo fuese de amistad.
– ¿Tienes que acaparar la atención siempre?
– ¡Sandra! – Las dos entre gritos se abrazan. – El tiempo te ha
mejorado.
– No ha sido el tiempo, sino el amor. – María la mira
interrogativa, Sandra como si le leyese la mente. – ¡Sí! Sigo
casada con Joseph.
– ¿Me lo llegarás a presentar algún día? – Aún no terminara de
decirlo cuando Joseph se acerca a su mujer y agarra por la
cintura.
– Yo soy Joseph, y tú, María. Eres una persona muy famosa,
hace mucho tiempo que quería conocerte.
– Y yo a ti también.
– Llegué a pensar que eras una fantasía, una alucinación de
unos pocos.
– Veo que se ha hablado bastante de mí.
– Sí, créeme que demasiado y a demasiados. No sé cómo eres,
pero estoy seguro de que marcas a las personas, porque a esta
gente le has dejado huella, a unos buena y a otros mala, pero
huella.
– no te preocupes, todos han mentido.
Mirando a su amiga Sandra.
– No le has dicho a tu marido que era la persona más simpática
que jamás has conocido.
– No te eches laureles.
73
sigue siendo la misma, pero cariño – mirando a su marido –
nosotros no vamos a ser testigos tenemos que irnos que ya
llegamos tarde. En veinte minutos volvemos jefe.
– ¡Berta! Has cambiado, estás más guapa, no has crecido pero,
sin embargo, si has adelgazado.
– María, tú siempre tan sincera.
– Estás más guapa con lentillas.
– Te estás riendo de mí, estoy segura. Nunca fui... que digamos
de tu agrado.
– ¿Sigues siendo la misma chica tímida? Espero que no.
– Por qué infravaloras a las personas más débiles que tú.
– ¿Qué me quieres decir? Que eres débil y por eso te tengo por
debajo.
María recordaba a Berta más fea, parecía como si el
tiempo la hubiese mejorado; sin embargo, seguía teniendo el
mismo carácter inseguro de la época en que ella la conociera.
Cierra un momento los ojos, levantando la cabeza intentando
hacer memoria de antes... sí... la recordaba perfectamente,
pequeña, gordita, con unas gafas de pasta castaña, sí... gordos
eran los cristales. Tenía una voz chirriante como el grito de
miles de ratas, decía tonterías continuamente, a María se le
hacia increíblemente insoportable. Al salir de clase los viernes
se iba con sus amigas por los mismos bares de la zona vieja por
donde iba Marcos. Alguna vez algún profesor hacía algún
chiste al respecto y como si la cosa no tuviese importancia,
soltaba a veces algo como “Berta hasta en la sopa te vemos,
hija.” Su forma de vestir daba una sensación de persona cateta,
torpe, basta, burda...
– Te gusta jugar con las personas. No me extraña que tu
matrimonio no te durara.
María abre los ojos y la mira, parece que le fuese a
decir algo pero un recuerdo la detiene. Le da la espalda y se
dirige con calma a una mesa que tenía una cafetera con tazas
<<
– ¿María, qué vas a tomar, lo de siempre? – Un señor mayor de
unos cincuenta años, alto y sonriente le grita.
– Si Manolo... no tengo que ir a primera hora, voy a terminar
este trabajo y tengo que estar bien despejada.
Enfrente el centro donde estudiaba informática había
una cafetería en donde se reunían los estudiantes, entre ellos
María con sus compañeros, pero esa tarde María se encontraba
sola, no llevaba media hora cuando entra Berta y se acerca a su
mesa.
– ¿Me puedo sentar?
María levanta la vista de los papeles que estaba leyendo
y sonriendo le dice – ¡Tú No vayas a ser ahora una mema, claro
que sí! – Berta se echa a llorar.
– ¿Por qué no te agrado? ¿Qué te he hecho? ¿Acaso, soy tan
odiosa? Creéis que no me entero que habláis de mí cuando me
doy la espalda. Tengo yo la culpa acaso de ser como soy. Crees
que no siento nada, que soy como esta mesa...
– ¡Eh! ¡Eh! ¡Vale! ¡Vale! No llores, habla más despacio,
demasiadas preguntas juntas. – Berta suspiraba no podía dejar
de llorar.
– No sé que hacer para que os guste... no lo entiendo.
– Precisamente ese es el problema, no tienes que gustar a
nadie, deberías ser atractiva para ti, Berta, careces de
personalidad; tú no puedes encajar la verdad, te dolería más...
– Sí que puedo – le interrumpe la joven llorosa – sí que puedo.
María duda un momento, pero luego con toda la
75
naturalidad del mundo. – Yo cuando estoy con un hombre es
porque él y yo queremos estar juntos, si uno de los dos decide
que se acabó, pues chica, borrón y cuenta nueva ¡hombres no
faltan, los hay a patadas! Pero tú te rebajas hasta el punto de
perseguir a quién de ti no quiere saber nada y por supuesto si
alguien te interesa lucha por él, busca la manera de llamar su
atención, pero no vallas detrás de él para que te vea hasta en la
sopa. Cariño, lo que tú haces, es hacerte empalagosa, repulsiva
y... . ¿No te das cuenta que cuanto más lo persigues más te
odiará? No puedes agobiarlo como tú lo haces. – Berta seguía
llorando más y más, a María le entró pena por ella; empezó a
sentir lástima, no le gustaría ser ella, con toda la sinceridad del
mundo y compasión, suavizando la situación – Venga, tú no
llores más. No me di cuenta que te hacíamos daño, no pensé
que... me siento avergonzada; lo siento mucho Berta. Te
prometo no volverlo a hacer, no solamente a ti, sino a cualquier
persona más débil de carácter que yo.
– Yo... yo...
– Déjalo ya Berta... llorando no se arreglan las cosas. No dejaré
que nadie se burle más de ti; ni nadie diga cosas malas sobre ti,
por lo menos delante de mí, no pases pena... no dejaré que te
humille nadie. – Recogiendo las cosas que tiene encima de la
mesa. – venga vamos a dar una vuelta por la alameda, nos
sentará bien sobre todo a ti, no tenemos que hablar de nada
simplemente pasear pensando en nuestras cosas.
El día era lluvioso, en Santaestela casi siempre el día
estaba grisáceo. Ambas mujeres se encaminaron al “Paseo de la
Herradura” le llamaban así porque tiene forma de herradura, un
Km de paseo.
>>
77
juntaría a gente como nosotros si no fuera por la cuenta en el
banco o el rango social. Por lo poco que sé, la mayor parte de
los que están aquí cumplen ambas condiciones.
– ¿Por qué haces esto?
– ¿Qué hago Molinita? ¿Te has puesto colorada?
Moli era una guapísima rubia de ojos castaños, alta y
cuerpo imponente, así la recordaba María y con los años no
había cambiado nada, si acaso más elegante y más guapa. Ésta
joven y María nunca se habían llevado bien, tenían un carácter
muy parecido, solían ser las que acaparaban la atención, puede
que ese fuese el motivo, no puede haber dos gallos en el mismo
corral, María era menos hermosa que Moli, pero quizás tuviese
una personalidad algo más fuerte lo que la hacía más
dominante.
Moli y Berta eran amigas, siempre juntas en todos los
lugares, cómplices una de la otra, incluso diría que pensaban
igual. María sabía perfectamente que el mayor secreto de Moli
era que amaba a Marcos en secreto, no entendía que nadie se
diese cuenta ni tan siquiera su gran amiga Berta. María sabía
que Moli utilizaba a Berta para sus fines, simplemente que le
salió mal. Marcos estaba demasiado enamorado de Rebeca,
fuera un flechazo y nadie podía ir contra eso.
– ¿Le has contado a Berta tu secreto? ¿Le has dicho que la
utilizabas para poder verlo a él? Que ella era el pasadizo. Ella
hacía el ridículo por ti, y tú aprovechabas la ocasión para verlo,
para estar con él...
– ¡Cállate!
– Dile que eso no es verdad – dice Berta acercándose a Moli,
María no tiene ni idea de lo buenas amigas que somos, de
cuanto has pasado a mi lado...
– Berta... – tartamudea su amiga.
– Díselo Molinita... dile lo buena amiga que eras..., lo falsa que
ha sido tu amistad.
79
apartada, en un rincón intentando pasar desapercibida.
– No sé que haces tú aquí Elena, pero Javier debió avisarme
que os iba a encontrar en este lugar, te dije una vez que no
quería verte en lo que te quedaba de vida si la tenías en aprecio.
– Y con el mayor cinismo que un ser puede tener. – ¿Sigues
con el patán de Alfonso? Es verdad, la última vez que te vi, ya
estabas con otro... le desgraciaste la vida a Víctor ¿Has
aumentado tu lista de polvos?, ¿Quién es el pobre tonto al que
le estás descalabrando la vida ahora? Porque Víctor te dejó
¿verdad?
– Eres el ser más cruel y vengativo que jamás haya conocido.
– Elena, Elenita...
– Déjala – Le pidió Miguel, es mi mujer, es otra... persona, tú
no la conoces.
– Está bien. – María se levanta y mirando a su antiguo amigo
repite resignada. – está bien – La verdad es que ya no tengo
ganas de... historias... estoy cansada de... – mirando a Javier –
debiste decírmelo, no tenías que habérmelo ocultado.
Elena se levanta ofuscada, no estaba dispuesta a que
nadie la defendiera aunque fuese su marido, María no tenía
derecho a decidir cuando uno empezar o terminar una
conversación, cuando humillar a quien quisiera cuando
quisiera, era ya hora de que alguien le parase los pies.
– No me defiendas, puedo hacerlo yo sola. – Mirando furiosa a
María y con recelo – Tenía que enfrentarme a ti tarde o
temprano, no me has perdonado, pero no te temo, ya no te
temo.
– Pues haces mal, soy un cruel enemigo. Debieras dejar las
cosas como están o te podrías arrepentir.
– ¡No te temo!
– Por enfrentarte a mí ya te admiro.
– No entiendo por qué tenías que ser tan... horrible con Berta,
ella no tiene culpa de ser una persona que se enamora hasta el
81
todo.
– ¿Qué quieres oír Elena dime? Que no comprendo como es
que Víctor está aquí trabajando contigo después de lo que le
hiciste, que Miguel se casara contigo después de... déjalo estar
– Tú no puedes perdonarme lo de Javier.
– No les hagas daño a otras personas – dice María pensando en
Miguel, Víctor y en Javier que no sabían nada del tema, le
constaba.
– No señora, tú me vas a oír y vas a oír a tu interior. – Elena no
era consciente del posible daño, estaba fuera de sí.
– Tu problema es que no podías respetar a nadie, te daba lo
mismo acostarte con tu cuñado, con tu vecino o con la persona
que más quería tu mejor amiga. Te daba lo mismo, si era
Javier, si era Miguel, si era Roberto... el caso era consolarlos a
todos... – hace una pausa – y Elena eso no es posible sin
hacerle daño a los demás. Te tiraste a medio colegio y luego en
la fiesta de la celebración del centenario a todo el que
pillabas... no tenías luces...
– ¡No es verdad! – Miguel parecía desilusionado. – ¿Di que
María no dice la verdad?
Elena baja la cabeza.
– Sí, es verdad. – Elena se siente impotente por un momento,
pero no va a dejar las cosas así se envalentona – Tienes que
oírlo todo.
– Te dije que lo dejarás. – María sale del cuarto para la terraza,
Elena le sigue, las puertas están abiertas, Víctor, Miguel y
Javier van detrás, Sandra y Joseph llegan en ese instante y se
encuentran con el panorama.
– Miguel me ha aceptado como soy, he cambiado a su lado, ha
hecho de mi mejor persona y nunca me arrepentiré de haberme
casado con él. Hay cosas que no le he contado, pero es mejor
que lo sepa todo al igual que Javier porque él también está
engañado y yo estoy llena de remordimientos y harta de que
83
dice nada – No lo entiendo – Javier no comprendía la
conversación, tenía la sensación que todo aquello fuese una
broma de mal gusto.
Sandra insistía. – Por favor, Elena, no lo cuentes.
– Todo el mundo tiene su secreto, María también tiene un
secreto muy grande que ocultar. – Dice triunfalmente Elena,
satisfecha por sentirse triunfadora.
María se apoya en la barandilla y mira el lago
volviendo al pasado y recordando algo tan terrible.
– ¿Sabes por qué su marido la dejó? – Espera respuesta, pero
como nadie contesta sigue. – María estaba embarazada de otro
hombre. Estaba embarazada de un mes cuando su marido se
enteró y sabía que no era de él, de dos meses fue a Francia a
abortar, el mismo día que salió firmó los papeles del divorcio
éste fue rápido y de mutuo acuerdo. Pero ella nunca dijo de
quién era, sólo lo sabíamos Rebeca, Sandra, Mónica, Yago y
por supuesto yo. – Elena se vuelve a Javier y con frialdad le
espeta. – Mató a tu hijo Javier, sin decírtelo, no tuvo
escrúpulos.
– No, siempre puse dobles medios. No me acosté con ella sin
protección... una vez en toda mi vida no la utilicé y fue en la
fiesta del aniversario de San Paio y no fue con ella.
– Sí que lo hiciste.
– ¡Ya basta Elena! – Esta vez era Miguel el que la mandaba
callar, no quería saber nada más, ese era un tema demasiado
penoso, demasiado triste...
– No, de eso nada, ahora quiero que continúe, necesito que se
explique – Javier estaba asombrado.
– No te va a gustar lo que te voy a contar. Elena empezaba a
arrepentirse.
– Termina, nadie te mandó empezar – añade Javier perplejo.
– En la última cena del grupo, en la fiesta del aniversario del
centro tú habías bebido demasiado, cuando te llevamos a casa,
<<
– Vamos Xavi, no debiste beber tanto, venga tenemos que
acostarte.
– No quiero. María ven hagamos el amor.
– Estás borracho, mañana lo lamentarías.
– Elena ve acostándolo mientras yo voy a la cocina a buscar un
trapo mojado, tenemos que humedecerle la cara.
– Hay una tienda abierta en la calle continua trae esto. – Le
extiende un papel con un nombre escrito. – Es para las
borracheras se sentirá mejor.
María se marchó, al salir se encontró a Víctor y le pidió
que le acompañara tuvieron que esperar bastante tiempo ya que
el local estaba lleno. Cuando regresaron se encontraron a Elena
y a Javier en faena. Ella estaba sobre él en una silla, se estaban
besando. María se quedó petrificada, cuando por fin pudo
reaccionar.
– ¡Serás zorra!
– Escúchame, no es sólo culpa mía.
– Te dije que lo dejaras en paz.
– Yo estoy libre y él también – no se había dado cuenta que
Víctor estaba allí, Víctor se acerca a ella y le suelta una
bofetada.
– ¿Estás libre, Elena? Espero no verte más en la vida. Víctor
sale corriendo sin hacer caso a la llamada de Elena.
– Estaréis contentos los dos, Víctor es buena persona. ¿Cómo
has podido Elena?
– No sé – tartamudea la joven – no lo entiendo, es como si no
fuera yo. Lo siento tanto… – Elena estaba como perdida,
desorientada.
85
María sale del cuarto, se encamina a la puerta de salida
pero Javier la coge a tiempo, la arrincona entre su cuerpo y la
pared.
– No me dejes. – le susurra el joven enamorado.
Las chicas en la sala habían conseguido que Yago se
quedase echado sobre el sofá tranquilo.
– ¡Déjame Javier, estás borracho!
– Dicen que los borrachos cuentan siempre la verdad.
– Será mejor que os dejemos solos.
Javier toma a María en brazos y la lleva a la habitación
mientras dice a las tres mujeres. – María y yo tenemos que
hablar.
– ¡Suéltame!
– No, mientras no hablemos. – Cierra la puerta de la habitación
con un pie y echa a María sobre la cama, se pone sobre ella.
– ¡Te quiero! No lo puedo evitar, lo he intentado, pero no
consigo olvidarte. Te me has metido en el fondo del corazón.
Intenté enamorarme de Mónica, pero no pude, te necesito para
vivir, para respirar. No soy capaz de dejar de pensar en nuestra
primera vez, cada día cada noche, vivo en un infierno, te
necesito a mi vera, despertarme contigo y ser lo último que veo
cuando me duermo por la noche – María lloraba al oírlo.
– Me has hecho daño, dices que me quieres, pero casi te
acuestas con Elena.
– Estábamos en una silla porque yo intenté huir de ella, pero no
lo conseguí porque se me puso encima y me besó, si te
hubieras fijado la estaba apartando en el momento que tú
llegaste.
– No entiendo nada... estoy tan cansada, Javier... no puedo más,
me estoy ahogando... no tengo derecho a exigirte nada, en
realidad Elena tiene razón tú eres libre.
– No, eso no es cierto, tú eres la dueña de mi corazón, de mi
vida.
87
<<
Sandra y Mónica estaban en el otro sofá de la sala
viendo la televisión mientras Elena estaba mirando por la
ventana cuando María salió del cuarto. Yago estaba medio
sereno y le hizo una observación
– Veo que la conversación duró más de la cuenta.
– No te rías de mí – hace una pausa. – He sido una inconsciente
no me debí dejar llevar por las circunstancias, espero no tener
que arrepentirme nunca.
– Él es un crió, tiene toda una vida por delante. No pretenderás
arruinar su futuro cargándole la responsabilidad de una familia.
Piénsalo tener que pasar por un divorcio, no lo entiendes, es un
chico con un futuro que tú le cortarías, tendría que trabajar en
cualquier cosa para sacarte adelante, no pretenderás hacerle eso
a una persona que dices que quieres.
– Mónica tiene razón yo como su amigo sé que vale mucho y
tú serías un estorbo.
– Los dos tenéis razón... – María se queda pensativa, es realista
y consciente de la vida que ella tiene.– será mejor que me
marche, a lo mejor no recuerda y cree que fue un sueño.
– ¿Lo vas a engañar?
– Si Sandra, le quiero y lo tengo que hacer, como si no hubiese
ocurrido nada. En cuanto a ti Elena entre nosotras ya no hay
amistad, siempre te he defendido y obligado a los demás a
respetarte, se acabó, no quiero verte en lo que te quede de vida.
Porque si te encuentro desearás no haberme conocido.
María se marcha dejando a los cuatro.
– Ésta es mi oportunidad.
– No entiendo que quieres decir, Mónica.
– Me voy meter en la cama con Javier, él creerá que fui yo con
quien hizo el amor, María seguramente no le hable del tema o
con suerte no lo vuelva a ver. Además, las pastillitas que le di
89
– ¡Calla Mónica! – Sandra apoyada en su marido imploraba
que se callase.
Javier se aproxima a la barandilla colocándose al lado
de María y con voz de abatido.
– Será mejor que nos dejéis solos.
Joseph era consciente que allí las cosas se habían
puesto muy mal, por eso disgregó el grupo.
Cuando quedaron solos.
– ¿Cómo pudiste matar a mi hijo? Tanto asco te daba tener en
tus entrañas algo mío.
María gira la cabeza lentamente, veía a un hombre
destrozado, los ojos tristes, tras una larga pausa Javier la mira,
su tristeza se convirtió en furia. La sujeta por los brazos y la
zarandea mientras le repite una y otra vez.
– ¿Por qué?, ¿Por qué?...
– No podía hacerte algo así, eras solo un niño, no podía
convertirte en padre de un día para otro, estropearía tu futuro.
¿No lo entiendes?– María le oculta que se lo intentó decir
cuando fue a hablar con él al enterarse de su estado.
– Pudiste criarlo.
– ¿Cómo? Yo también tenía un futuro. No podía ocuparme de
él, estaba casada. Todos sabían que era un bastardo y lo iba a
maltratar. – Apenas dicho esto Javier le suelta una bofetada.
– ¡Lo mataste porque era bastardo! Haré que me lo pagues.
La toma de un brazo y tira de ella como había hecho la
noche anterior, Javier la lleva a su propio cuarto y la tira sobre
la cama.
– Te voy enseñar lo que te espera, te voy castigar por ser un ser
despreciable. Mi venganza durará tanto tiempo como dure mi
furia.
María estaba asustada, Javier parecía una fiera herida,
la iba a castigar y sabía que no sería sólo ese día sino que
duraría su castigo tantos días como días durase la rabia de él.
91
CAPÍTULO QUINTO
93
– ¡Buenos días! Ya tengo el primer esquema general del
trabajo, necesito saber la distribución de las especialidades.
– Ya las he terminado – responde Javier que ni la mira mientras
habla con ella. Pero María hace como si le diese lo mismo.
– Bien te escucho – dice ella muy indiferentemente.
– ¿Alguna vez escuchas a alguien?– añade Javier echando la
cabeza hacia atrás rotándola.
– Sí, a mí – responde María con cinismo sin cortase.
– ¿Me estás retando?
– ¡Por dios que tontería!
Durante breves segundos se miran fríamente, como si
en el fondo se odiasen. Suena el móvil de María, al sacárselo
de un bolsillo con rapidez Javier se lo arrebata de las manos
descolgándolo.
– ¿Diga?... por supuesto que no soy María, sí, está aquí. ¿De
parte de quién?... ¿quién has dicho que eres? – apartando el
móvil de la oreja – ¡Increíble! – con insolencia – María es para
ti... de un tal... Marcos.
A Berta se le cae el tazón que sostenía en ese momento
en sus manos. María le quita con desagrado el teléfono – no
vuelvas a hacer eso.
– Eres mía – en voz bien alta para que todos le oyesen bien –
me perteneces así que...
– Ya vale MagoDeOz – y conversa con su joven amigo que
estaba al otro lado de la línea esperando, Javier no dice nada
más, el hecho de que ella le llamara MagoDeOz con tanta
suavidad hizo que lo desarmase. Tras colgar y ante la mirada
interrogante de Berta.
– Yo lo llame ayer por la tarde, desde la muerte de Rebeca
trabajamos siempre juntos, es muy buen analista, el tiempo es
escaso por lo que me ha dicho el jefe – mirando a Javier – si
trabajamos a buen ritmo – hace una pausa y pensativa como
divagando – Xavi dice que, lo conseguiremos sin perder
95
hace cambiar de opinión y responde.
– No... Solamente vivimos y trabajamos juntos, pero créeme no
tenemos nada de nada que no sea amistad.
– ¿Estás segura?
– Sí, estoy segura – dice con insolencia María – ¿no me crees?
Javier se vuelve acercar a ella y casi tocándole los
labios – ya lo averiguaré – Separándose de ella y volviendo a
mirar la cartulina vuelve a hacer otra corrección – está bien
analista programador María y análisis Marcos y Berta con lo
cual los tres trabajaréis juntos – Mirando a María – ¿Te parece
bien?
– Sí, mucho mejor... gracias.
A la pandilla le estaba empezando a gustar aquella
situación era como estar viendo una película romántica, se
preguntaban para sus adentros ¿cómo acabaría toda aquella
historia?
– Los redactores de los análisis, ayudas, manuales, etc. Miguel
y Moli, creo que no hay comentarios.
– Por mí sin problema dicen ambos jóvenes al unísono.
– Víctor y Elena – Miguel mira a Xavi interrogantemente – son
muy buenos en su trabajo. Elena gestión es lo tuyo y Víctor
rastrea sus programas.
– Te vas a quemar Xavi – añade María
– ¿No te vas a callar?
– No sería yo si te hiciese caso ¿no crees?
– Sistemas... Roberto rastreador de los programas de Yago.
– Me encanta rastrearte Yago – dice guaseándose Roberto
– Y a mí que me rastrees – siguiéndole la broma Yago.
– ¡Eh! – Yago y Roberto callan ante esa palabra con tanto
significado en boca de su jefe.
– Eres un viejo – dice María.
– Si quieres después de esto te demuestro lo viejo que estoy.
– Jefe que estamos trabajando – añade el pecoso Ernesto.
97
– No te lo han contado...
– Sí que me lo han contado. Pero hay algo que no encaja.
– Ven siéntate a mi lado. Miremos el lago, calma como la nana
de un niño.
– Sí es reconfortante.
– Víctor te veo muy cambiado, más triste, más solitario, más
reservado.
– La vida María, también te ha cambiado a ti.
– Sí que es verdad, los años pasan y nos hacen más respetuosos
con la vida. – Víctor mira a la mujer que tanto admira. – María
nunca le he dicho a Javier ni a nadie adónde te habías ido, yo
sabía que no ibas a abortar... tú eres para eso toda una mujer,
decidí perder todo contacto contigo, lo que no sabes no tienes
tentación de contarlo.
– Gracias por ese voto de confianza... – Víctor la interrumpe.
– Tu personalidad no te permitiría hacer otra cosa, lo que no
puedo entender es porqué Javier no se ha dado cuenta, cuando
Elena lo soltó, en el momento yo supe que no era verdad, que
estaba mal informada.
– ¿Cómo sabes que no es verdad?
– Porque te conozco, lo sé, a mí no me engañas. O no estabas
embarazada o has tenido el crío.
– Es una niña. Pero no le digas nada a nadie de momento, por
favor... déjame hacer las cosas a mi manera.
– Está bien – Víctor la toma de las manos – Tú sabes cómo
tienes que hacerlo, tienes ese derecho, porque él dudó de ti.
– Gracias, y cambiando de tema ¿Cómo has llegado a trabajar
con Javier? ¿Cómo es que trabajas estando Elena?
<<
– ¡Víctor, vamos que ya es tarde! Vas a perder el avión.
– ¡Ya voy, no te preocupes aún es pronto!
Víctor miraba el caudaloso río Duero desde la gran
99
– Sí que se está bien, este aire me hacía falta.
– ¿No sabes quién soy verdad?
– La verdad no, me recuerdas a alguien, pero no sabría decirte
a quién.
– Si te digo que antes vestía más desaliñado, cabello largo...
– Javier Troyano ¡Qué sorpresa! ¡Cómo has cambiado! Ya veo
que la vida te ha tratado bien.
– No, he tenido que lidiar mucho con la vida, no me han
regalado nada de nada.
– Perdona, no pretendía ofenderte.
– y tú ¿a qué te dedicas?
– Rastreo los fallos informáticos – hace una pausa – y bebo
cuanto puedo.
– Así no conseguirás nada, se olvida durante un ratito, pero
luego vuelve a la cabeza los mismos recuerdos una y otra vez.
– ¿Acaso sabes de lo que estás hablando?
– Claro que sí – Javier se apoya en la misma barandilla que
Víctor – yo aun sigo recordando a María cada día, cuando me
levanto es en la primera que pienso y es la última que nombro
en alto antes de dormirme y es la única con la que sueño cada
noche... es mi tormento... mi castigo por haberla dejado
marchar.
– Pues tómate una copa y durante un rato la puedes olvidar.
– yo dejo de pensar en ella cuando trabajo, me saturo tanto que
llega un momento que ella ya no cabe en mis pensamientos –
tomando la copa que le ofrece Víctor – pero creo que hoy te
voy a hacer compañía, seguramente me haga falta un día de
relax.
Mala idea fue esa, toda la noche de copa en copa, de bar
en bar acabaron juntos en una plaza llorando y lamentándose
de sus propios errores. Cuando por la mañana despertaron en la
calle.
– Despierta Javier – ambos estaban en un callejón, tirados en el
101
– Llevo desde esa con él siempre... no sólo es nuestro jefe
María sino también nuestro amigo. Salí del alcohol gracias a él.
Cuando Elena vino a trabajar con nosotros tuve tentación de
irme, pero Javier me pidió que me quedase; sería una prueba
para mí... no la he olvidado, pero sí que he aprendido a vivir
trabajando a su vera. No me fue fácil al principio, pero ahora
ya no me afecta, sé que puedo volverme a enamorar. De Elena
tengo un recuerdo hermoso... no malo... sino positivo.
– Eres muy valiente.
– Todos somos valientes... cada uno decide en qué grado, pero
el hecho de vivir en este mundo ya es un acto de valentía.
María lo abraza, y él la aprieta, siente que necesita que
alguien le dé un fuerte abrazo que le transmita fuerzas.
– yo siempre seré tu amigo, de los dos... creo que vosotros
deberíais arreglar las cosas..., estáis hechos el uno para el otro,
créeme.
– Ya veremos... ¡te invito a tomar un refresco en un bar!
– ¡Acepto!
Ambos amigos salen charlando y riendo como deberían
hacer todos los amigos. De la sombra sale Miguel... allí se
mantuvo durante toda la conversación... como siempre en las
sombras.
Miguel estaba enamorado de Elena desde el primer día
que la viera, pero intentaba disimularlo criticándola duramente,
en realidad era la falta de conformismo por su comportamiento
y el machismo que radiaba en él le otorgaba una manera de ser
cara a los demás a veces desagradables. Al rematar el curso
Elena se fue a vivir con Víctor eso para él fue un desespero,
verlos felices le provocaba un dolor inmenso así que cuando
tuvo la ocasión de separarlos ni se lo pensó. Sólo se lo había
contado a Javier; cuando le fue a pedir trabajo para su mujer;
porque sabía perfectamente que él no se lo contaría a nadie...
103
– Que diga lo que quiera.
– Además, creo que mejor es que me marche.
– Espera – reteniéndola Miguel. Si me apreciáis en algo dejar
que hable, después si queréis, tiraros los trastos a la cabeza.
Elena se sienta, está bien Miguel... tú dirás.
– Está bien... retrocedamos al centenario de San Paio.
– Es una tontería volver a todo eso – añade Víctor – eso es
tiempo pasado.
– No… no lo es. Cuando los dos os fuisteis a vivir juntos creí
volverme loco, los celos me carcomían, pensé que era amor,
pero no. El amor es hacer lo que has hecho tú... Víctor.
– Yo no he hecho nada.
– Sí que has hecho. Te apartaste de nosotros para dejar que
Elena fuese feliz.
– Así entiendo yo el amor, si le amas, le dejas ser feliz.
– Pues eso. La famosa noche que visteis a Elena con Javier...
ella no tenía culpa... yo le di una fuerte bebida mezclada con
las pastillas que tenía Mónica. Era la misma droga que le dio
ella a Javier, en realidad, nosotros dimos a todos una dosis en
la bebida… como un juego, simplemente que Mónica se pasó
echándoselas a Javier y yo a Elena. Se trataba de ponerla a
cien, – mirando a Víctor – tú tendrías que pillarla conmigo
romperías la relación y yo la consolaría, ella sería para mí.
– ¡Qué estás diciendo Miguel! – asombrada Elena, Víctor
permanecía inconmovible, pensativo por lo que estaba
escuchando.
– Yo no contaba – continúa Miguel – con tener que llevar a
José a casa debido a su borrachera. ¡Entiendes María! Tenía
que ser yo no Javier... a ella en esa situación de drogas y
alcohol le hubiese dado igual si fuera pepe o Jacinto, daba igual
quien fuese, era un hombre y ya está, supongo que le di en
exceso porque los otros...
– No puedo entender cómo pudiste hacer algo así – apunta
<<
– ¡Elena date prisa o llegarás tarde!
– ¡Miguel! ¿Aún no estás listo?
– No… – hace una pausa – Yo no voy.
– Pero ¿Por qué? Para mi familia es importante.
– Pero para mí no. Además, no les soy grato y desde que
perdiste el último trabajo me odian.
– No digas tonterías.
– Ve tú anda, yo tengo una entrevista de trabajo.
– No me habías dicho nada.
– Quería darte una sorpresa, pero veo que si no te lo digo no
tendré otra manera de convencerte.
Elena mira a su marido, con cariño, – está bien ya me
buscaré una disculpa.
– Digas lo que digas no creo que...
– A mí no me importa lo que piensen los demás – le interrumpe
ella.
– Lo sé, pero me gustaría que estuviesen contentos por ti.
– ya lo estarán, no te preocupes más. Venga márchate yo pediré
un taxi y te justificaré, se me ocurrirá algo.
Miguel sabía perfectamente que su mujer aun estaba
enamorada de Víctor, no había conseguido olvidarlo aunque
ella lo negase. Se había enterado que estaba trabajando en
105
Madrid con Javier, así que tenía un plan para volver a
reunirlos, tenía que conseguir que su esposa volviera a sonreír.
Las cosas no les habían salido bien debido a la mala cabeza de
él, sus celos habían conseguido que Elena perdiera más de un
trabajo y su afición por el juego era su ruina y no conseguían
salir adelante. Miguel era consciente de que convirtiera a Elena
en una mujer desgraciada en silencio.
Ya delante de la mesa de la secretaría de Javier.
– Tengo una cita con el señor Troyano. Me llamo Miguel
Estévez.
– Sí ya le está esperando desde hace un ratito.
La joven acompaña a Miguel hasta el despacho de
Javier, éste sentado en el escritorio con el sillón mirando hacia
la ventana, contemplaba a través de los cristales la increíble
vista que desde allí se divisaba. Al oír el sonido de la puerta se
gira, levantándose para recibir a su compañero de escuela.
– Miguel – dándole un apretón de manos – me alegra verte.
Durante un rato estuvieron hablando del pasado,
recordando los buenos momentos hasta que por fin Javier
pregunta.
– Miguel no quiero parecer bruto, pero ¿qué te ha traído hasta
aquí?
Durante un momento Miguel parece enfriar y
acobardarse, pero al acordarse de su mujer se arma de valor.
– Vengo a pedirte un favor... para mi mujer... sabes es muy
buena programadora de gestión... – baja la cabeza – su mala
suerte soy yo.
Javier parece no escucharlo, pero tras un leve silencio
añade – cuando llamaste para pedir cita para hablar conmigo
investigue un poco sobre vosotros.
– Ya veo.
– No es lo que piensas, pero no me gusta estar desprevenido,
quiero la verdad.
107
me mira y me dice que todo se arreglará. ¿Sabes? Trabaja
mucho y pierde los trabajos por mis muchos celos – hace una
pausa – son muchos y me pierdo cuando pienso en perderla.
– ¿Sabes que Víctor trabaja conmigo?
– Claro que lo sé. Ese es uno de los motivos por lo que desearía
que dejaras que trabajase contigo.
– ¿No te da miedo que trabajen juntos?
– Eso sería lo suyo, que estuviesen juntos.
– ¿Tanto la quieres?
– He comprendido que si la quiero tengo que dejarla ser feliz.
Y si es verdad que aun quiere a Víctor, yo tendré que aceptarlo
y dejarla marchar.
– ¿Qué vas hacer tú?
– Aprender a vivir sin ella. Xavi ella es muy buena en su
trabajo.
– No lo pongo en duda. Si ella quiere no hay problema. Eres tú
el que necesita ayuda.
– Yo no importo.
Durante un momento ambos se quedan en silencio,
Javier es el primero en romperlo.
– Ven tú también a trabajar conmigo. Yo te ayudaré a superar
el juego, dejemos que ella decida libremente en igualdad de
condiciones, a lo mejor te llevas una sorpresa y averiguas que
realmente te quiere a ti.
>>
109
tocarla... viendo como Miguel la abrazaba o la besaba... y
resulta que era un plan.
– No te equivoques Víctor. Miguel lo ha hecho por ella, tenía
que estar seguro de que ella no estaba con él por rebote.
– Mira Xavi, ha estado mal por una simple razón, si ella me
quiere está con su marido sufriendo, si al que ama es a Miguel
entonces me haces la puñeta a mí. De todas a todas ella está
entre dos hombres.
– Lo sé, pero ella tiene que decidir libremente.
– Ahora sabiendo la verdad es cuando puede decidir
libremente. Pero Javier ¿dónde queda el daño? El daño que le
ha hecho a María, el que me ha hecho a mí, el que le ha hecho
a ella y también el que te ha hecho a ti.
– ¿Crees que no te aprecio a ti o a Elena?
– Sé que nos quieres... eres un muy buen amigo... simplemente
no eres Dios y te equivocas como todos los humanos, es por
eso por lo que sigo aquí sentado a tu lado y continuaré
trabajando contigo y sobre todo seguiremos siendo amigos.
Pero no quieras que no esté enfadado contigo porque lo estoy.
– Lo siento, sé que eso no sirve de mucho, pero lo siento.
– ¿Entonces ya sabías que eras tú con quien la cacé?
– No, hasta que Elena lo contó no sabía nada, Miguel me
ocultó ese detalle.
– Bueno es un consuelo.
Elena no había cogido el coche para volver a casa,
necesitaba pensar, necesitaba intentar comprender por qué su
marido había estado engañándola tanto tiempo. Poco a poco
paseando llega al lago, como algo inconsciente. Se sienta y
mira el lago para tranquilizarse.
– Te estaba buscando. – Elena se gira sobresaltada.
– Ya, me has encontrado – dice la joven con cinismo, Moli se
sienta a su lado.
– Miguel y Víctor te están buscando.
111
superarán si quieren; para ti tú eres lo más importante... por una
vez en tu vida... permítete el lujo de ser egoísta nadie te
reprochará nada y si alguien osa hacerlo piensen lo que piensen
los demás no va contigo. – Moli se levanta, tocando en el
hombro a Elena – sí que es verdad de que aquí uno puede
pensar. Creo que te voy a dejar sola – sonriendo – para que
hables, con tú yo interno.
Moli iba pensando en la suerte que tenían las mujeres
que no se enamoraban de un hombre... sufrir por un hombre
¡qué tontería!
– ¿Has visto a Elena?
Moli levanta la vista para mirar a los ojos a María que
estaba subida a un peldaño de una escalera dejándola unos
centímetros por encima de ella.
– Está hablando, con su yo interno.
– ¿Estas de broma?
– No estoy bromeando te estoy diciendo que Elena está
hablando con su yo interno.
– ¿Has bebido? Es igual me voy a buscarla.
– Espera... Espera...
– ¿qué?
– Dejarla... está en el lago... necesita pensar... necesita estar
sola ¿Vale?
María se detiene y se sienta en la escalera una hermosa
escalera en forma de caracol de hierro forjado que iba desde un
pequeño jardín hasta una pequeña terraza con una larga pared
de cristal tras la cual estaba la sala de trabajo.
– María... – sentándose a su lado – yo no te odio, ni te
envidio... quizás cuando éramos más jóvenes envidiaba tu
facilidad para que todos te hiciesen caso, odiaba que cuando tú
hablabas los demás te escuchaban. Recuerdo aquella vez que el
profesor de programación te pidió la opinión sobre los trabajos
de algunas personas.
<<
Hacía calor ese día, allí en Madrid los veranos eran
secos, la joven se detiene delante del antiguo edificio que
buscaba desde hacía al menos un par de horas. “¡Qué
hermosura!” Piensa la joven. Se aproxima a la puerta principal,
dos láminas de madera antigua se presentan majestuosas
acompañando el edificio, las atraviesa apareciendo ante ella
otra puerta que le impide el paso, la muchacha ve su reflejo
113
quedándose quieta como queriendo analizar aquella figura que
veía ante ella. Era rubia, sus largos cabellos lisos y bien
peinados brillaban a lo largo de su espalda. Los ojos claros,
grandes y verdes llamaban la atención, pues resaltaban entre las
pestañas tan largas y oscuras, la nariz bien perfilada y la boca
grande y bien hecha hacía que aquella jovencita provocase la
admiración de quién la estuviese mirando. Se pasa la punta de
la lengua por los labios bien pintados marcando quizá la boca
un poco más grande pero para nada poco sensual. Aquel día
había elegido para la ocasión un vestido de sisas; se cruzaba
desde el pecho a la cintura ciñéndose desde la cintura hasta la
cadera; marcando el talle perfecto de la joven. Una vez allí el
vestido se soltaba en cientos de pliegues pequeños hasta la
mitad del muslo, dejando ver las largas y bien formadas piernas
de aquella hermosa joven. El color verde de las flores que
llenaban el vestido sobre fondo azul verdoso resaltaba el brillo
de sus ojos, de su cara y de toda ella.
Tira de la puerta hacia ella para pasar al recinto
decidida a discutir lo que considera es su deber. Va buscando
los nombres de los despachos, pero ninguno es el que a ella le
interesa y por fin...
– ¿Por favor, el señor Troyano? – pregunta a una joven rubia
vestida correctamente que se interpone entre la puerta de
entrada y otra puerta más imponente.
– ¿Tiene cita previa? – dice la muchacha.
– No, pero seguro que si le indica al señor Troyano quien soy,
me reciba.
– Lo siento – responde la secretaría amablemente – pero sin
cita previa no puedo dejarla pasar, el señor Troyano tiene
mucho trabajo hoy y...
– Usted es burra o qué – interrumpe la visitante – no me está
escuchando.
– Por favor, váyase o llamo a seguridad – dice enfadada la
115
tiene interés por nada, ha sido la manera que ha tenido ella de
olvidar a ese estúpido – hace una pausa para respirar
profundamente – en el fondo le ha venido de perlas tanto
trabajo, no tiene tiempo para llorar.
– ¿Por qué?
– Está casado ¿no?
– Pero llorar viene bien a veces.
– Estamos bien solas.
– ¡No! ¡Tú estás bien! Eres un zángano – Javier se levanta y se
acerca a la ventana, durante un rato contempla el Paisaje de la
ciudad tan urbanizada, no le gustaba para nada las ciudades tan
grandes y urbanizadas, pero era lo mejor para su negocio. Se
vuelve y mirando a los ojos a Moli le dice decididamente a
pesar de haberle prometido a Berta que no se lo contaría a
nadie y menos a ella. – ¿Sabias que, contrariamente a lo que
haría cualquier persona, Berta no aceptó mi buenísima
propuesta si tú no venías en el lote? Lo tenía muy claro, a pesar
de todo ella no te dejaría sola. No entiendo porque cree que te
debe algo, lo único que hiciste fue ocultarle, que también
estabas enamorada de Marcos y que la utilizabas a ella para
estar con él sin tener que ponerte en ridículo.
– ¡No es verdad! – le grita ella avergonzada.
– Sí que lo es. Moli le ofrecí el mundo sin ti, vivir como se
merece y no quiso si no lo podía compartir contigo.
– Yo... yo... – dejándose caer sobre el sillón que antes le
ofreciera Javier, con los brazos abatidos y la cabeza baja
susurra. – No sé qué decir. Levantando la cabeza y mirando a
Javier a los ojos – quizás debería dejar que anduviera sola –
hace una pausa – creo que la que se quedará sola soy yo... no
sirvo para tener un trabajo estable. Demasiado tiempo perdido
ligando con posibles ricos que me mantengan toda la vida.
– Tampoco es eso.
– Tú no sabes nada. Mi sueño es vivir ricamente, tener todas
117
– Créeme María no te dejará marchar mientras esté enamorado
de ti.
– Él no me quiere.
– Serás torpe, ahora está enfadado pero se le pasará... créeme
sé lo que te digo MagoDeOz está más que enamorado de su
marquesa, no puede vivir si no es a tu lado. Le gustaría odiarte,
pero no puede y lo peor de todo es que tú también le amas. No
seas mema arregla las cosas dile la verdad eso del aborto es una
patraña yo soy una persona que abortaría, pero tú no eres así,
fregarías suelos si hiciese falta para sacar un hijo adelante, pero
no lo matarías y menos si es del hombre que amas.
María iba a decir algo pero Moli la interrumpe.
– No quiero saber nada – levantando los brazos en señal de
negación – lo que no entiendo es cómo Xavi no se ha dado
cuenta... no lo entiendo, se supone que él te conoce mejor que
nadie y resulta que es el único que se lo cree.
– A veces creemos lo que queremos.
– Puede – levantándose y subiendo dos peldaños se detiene y
se gira hacia María – María ¿cómo se llama?
– Violeta – María sonríe – pensé que no querías saber nada del
tema.
– Soy una mujer. – María se queda mirándola hasta que
desaparece de su vista.
121
de ella se mete por las fosas nasales de Javier que lo excita con
enloquecimiento. Le sujeta las manos y las aplasta con
suavidad y fuerza contra la pared, la respiración agitada de ella
hace que sus pechos comiencen un baile acompasado tan
sensual que Javier cree volverse loco.
– ¡No me toques! – grita ella furiosa por lo que había visto y
oído.
– ¡No vuelvas a decirme lo que no tengo que hacer, eres mía!
¿Me oyes? Mía, me perteneces.
– Yo no te pertenezco.
– ¿Quieres que te demuestre que no puedes resistirte a mí?
– Déjame, por favor.
– Haré que me supliques que te tome.
Javier la vuelve a besar pero despacio para disgustar
cada beso, cada caricia con calma y sin prisa. María cierra los
ojos para disfrutar de más sentimientos, la resistencia de María
va descendiendo hasta que es casi una súplica para que no se
detenga. Poco a poco él la toma en brazos y sin dejarla de besar
la transporta hasta el cuarto en donde la deposita con cuidado
sobre la cama. María despoja de la camisa a Javier él a ella de
su vestido poco a poco se van desnudando uno al otro hasta que
finalmente ella sin poder resistirse más le suplica que la haga
suya. Ante estas palabras de ruego él se sienta en la cama se
coloca los pantalones toma un suéter en las manos y antes de
salir por la puerta le dice.
– Te dije que me suplicarías, eres mía aunque tú no quieras... es
algo más fuerte que tú, un sentimiento y un poder que te
controla y no puedes frenarlo... no quieres frenarlo... y si lo
intentas te hace más daño...
María se queda allí sentada y callada viendo como
Javier se va, se tapa con una sábana y piensa que no tiene ganas
de llorar más... la verdad es que está demasiado cansada, le
hace menos daño el que Javier la rechazara que el hecho de que
<<
– ¡Qué sorpresa! Nunca me imaginé verte en mi casa y menos
ahora que eres importante.
– ¿Puedo pasar, Berta?
– Por supuesto – dejándole espacio para que entrara – está todo
123
desordenado pero no creo que para hablar haga falta el orden.
Ven siéntate aquí – señalándole un sofá de dos plazas floreado,
desentonaba con el resto del mobiliario, aunque allí nada
armonizaba.
Javier echa una rápida visual descaradamente. El
recinto era amplio y un gran ventanal de pared a pared
iluminaba el salón. Cuatro puertas abiertas, dos a cada lado
dejaban ver lo que había tras ellas; dos dormitorios, un cuarto
de baño y una cocina era todo lo que allí había. Se veía un
descomunal desorden en todo el apartamento, quizás uno de los
cuartos se vislumbraba con algo más de orden.
– ¿No te gusta? – pregunta cínicamente Berta.
– No, la verdad es que no entiendo cómo puedes vivir así.
– Ya ves... la vida le da a cada uno lo que se merece...
– Eres idiota.
– ¡ Eh! No vendrás a mi humilde hogar para insultarme. Puedes
irte.
– No me voy a ir hasta que hablemos.
– ¿De qué podemos hablar nosotros dos? Nunca te he gustado.
– Yo nunca he dicho eso, no sé de donde lo has sacado, pero no
tienes que gustarme para que trabajemos.
– Vete, es lo mejor.
– Te repito que eres idiota. ¡Siéntate y escucha! – con voz
contundente y autoritaria, Berta obedece, no entiende que
puede querer Javier.
– Eres fea, burda, no tienes clase ninguna... pero eres muy
buena en tu trabajo... sí, no me mires así, muy buena. He visto
tu trabajo y necesito a alguien como tú en uno de mis dos
equipos.
– Si acabas de llamarme dos veces idiota... – Javier la
interrumpe.
– No puedo entender como alguien tan buena analista como tú,
pudiendo ganar mucho dinero, trabaja para una empresa que la
125
– ¡Qué guapa estas ahora Berta! Las lentillas te quedan bien, no
aquellas gafas feas e inmensas. El maquillaje suave en mi piel
me da un toque de alegría y ahora sabes hablar controlando el
tono de voz y sobre todo has aprendido a sonreír y a reír. ¡Valla
señor Troyano ha hecho que sea una mejor persona!
– Ya eras una gran persona. – Berta mira a través del espejo
detrás ella a los ojos de Javier.
– No te han dicho que no te metas en las conversaciones
ajenas.
– No lo pude resistir, estabas incluso simpática hablando
contigo. Pero no he conseguido que vistas de otra manera,
pero tú eres así, forma parte de tu personalidad. Ahora la ropa
que utilizas, la llevas con estilo propio, con clase... me gusta
esta Berta – y abrazándola. – No dejes que María te haga sentir
pequeña, porque no lo eres. No puedo ayudarte ahí Berta
porque es la deuda que tienes contigo mismo, enfrentarte a ella.
– Sé que tienes razón pero Xavi esa mujer me aterroriza, es una
bruja, no entiendo porque le amas – hace una pausa – sí que lo
sé... la verdad que la envidio en muchas cosas.
– No tienes porque, cada uno es como es y ya está, ella tiene
que aceptarte tal y como eres... eso es lo que le tienes que
enseñar.
– Sí, pero es una cabezota.
– Entonces enséñale lo que vales.
– Yo no tengo que enseñarle nada.
– Ya empiezas a entenderlo... tu vida la determinas tú, nadie
más... – dándole un beso en la punta de la nariz – sigue
hablando con el espejo que yo tengo trabajo – y sale.
– Berta ¿se puede saber que haces ahí? – La joven mira a su
amiga. Desearía matarla, por haberla engañado durante tantos
años, pero también, a pesar de todo, siempre ha estado a su
lado, quizás se haya aprovechado de ella en un pasado, pero no
por abusar de ella sino porque estaba sola y asustada. Berta
127
o increíblemente de la misma manera, ejemplo de ello Carlos y
Ernesto dos personas totalmente distintas y, sin embargo, tan
iguales.
Carlos y Ernesto se conocían desde la infancia habían
vivido en el mismo barrio en Ciudad Real. Ya en la guardería
Carlos era el dominante y Ernesto el retraído; aunque ambos
eran muy inteligentes Ernesto sobresalía en todo lo intelectual
y Carlos permanecía en la sombra, sin embargo, este último era
siempre el centro de atención gustándole para nada parecer lo
que realmente era... un genio.
Carlos siempre había sido muy delgado, su altura
imponía siempre de tal modo que nadie era capaz de
enfrentarse a él. Tenía unos ojos azules grisáceos, no obstante,
cuando le daba mucha luz a veces se tornaban verde aceituna
resaltando en su tez blanca, su cabello rubio proporcionaba a
Carlos un aire de chicuelo aún hoy en día con sus 34 años.
Carlos se mostraba siempre lleno de vitalidad, defensor de las
causas injustas ya de pequeños defendía a los menos
afortunados.
Ernesto era todo lo contrarío bajo, gordo, inseguro. Su
cabello rojo y sus muchas pecas provocaban que siempre fuese
la diana de los demás muchachos y el hecho de que siempre lo
supiese todo incitaba a los demás a propinarle cientos de
insultos. Tenía unos ojos grandes de color avellana que
resaltaban en su tez morena, pero que durante años estuvieron
tristes.
Carlos cuidaba de Ernesto porque en el fondo se veía en
él. El yo que nadie conocía y que siempre tenía escondido con
miedo a salir. Una vez en el primer año de instituto, los de
último curso, ridiculizaron a Ernesto por su cabello; Carlos
salió en su defensa y los mayores se burlaron de la altura de
Carlos; éste que tenía carácter orgulloso le echó por encima de
los pantalones del líder un batido de chocolate, esto no hizo
129
agraciado en belleza, eso era lo de menos porque era tan
simpático que las chicas solían verse más atraído por Carlos
que por Ernesto aunque siempre acababan en los brazos de
Ernesto éste sabía fascinarlas más. Lo que realmente le gustaba
a las chicas era el conjunto que formaban los dos, a las mujeres
les gustaría un hombre que fuese la fusión de ambos... quizás
por eso jamás tuvieran una relación que les durase más de dos
semanas porque las jóvenes se enamoraban de ambos.
Pero es que para trabajar eran iguales... juntos no
existían problemas porque unidos todo tenía solución Así que
cuando Javier los conoció le impresionó la capacidad
intelectual que generaban en conjunto. Al salir de la
universidad Ernesto se presentó ante Javier y para su sorpresa
le pidió su primer trabajo; a esas alturas estaban muy
solicitados y, sin embargo, querían trabajar con él; se sintió
muy honrado de que se lo pidieran, realmente le recordaba un
poco a él y a Yago cuando eran jóvenes, llevaban con él unos
cinco años en ese tiempo nunca se habían arrepentido por
ninguna de las partes el hecho de trabajar juntos.
Cuando conocieron a Moli se enamoraron en el
momento de ella, al principio decidieron que se la quedaría
quien la consiguiera, pero cuanto más la conocían más loquitos
estaban por ella así que decidieron ser su amiga y compartirla
hasta que ella se decidiera por uno de los dos... el perdedor se
apartaría noblemente. Pero Moli también se había enamorado
de ambos así que tenían una relación de amistad de tres y les
iba bien, simplemente esperarían a que el destino hiciese algo
para cambiar aquella situación mientras la disfrutarían así.
Berta solía acompañar a los tres, a ella no le gustaba mucho
eso, pero entendía que cuatro personas eran mejor que tres, así
que casi nunca decía que no. Carlos y Ernesto se lo agradecían
y aunque preferirían estar con Moli a solas comprendían que la
idea de la joven era mucho mejor para evitar posibles
131
llegaron a rozar los labios; como la primera vez que se
abrazaron; la primera vez que vieron Santaestela juntos desde
el Pedroso; su primera mirada a los ojos; su primer escalofrío
cuando se tocaron la primera vez; el alivio del reencuentro; los
primeros celos. Cuando sonrieron juntos por primera vez; las
primeras lágrimas por su amor… Desde hacía mucho tiempo se
estaban esperando, miles de recuerdos hermosos los
desbordaba más quizás que el físico mismo era aquel mar de
sentimientos, así que cuando ambos llegaron al orgasmo no
dejaron de mirarse a los ojos querían leer uno en los ojos del
otro lo que tanto ansiaba, que era lo mucho que se necesitaban.
135
su hijo en brazos.
– Me suena tu cara... pero no sé.
– Yo soy de las personas que pasaban desapercibidas en
aquella época.
– Me cuesta creerlo.
– Más bajo e inmensamente gordo.
– ¿Roberto?
– ¡Premio! – Mirando la cara de asombro de Marcos – no digas
nada, vamos a dejarlo así, es lo mejor. – Mirando al bebé – tu
papá es un hombre con suerte al tener un niño tan guapetón
como tú – el bebé se ríe con Roberto – si vamos a ser buenos
amigos.
– Como María me había contado que no te separas de tu hijo
me he tomado la libertad de buscarte una niñera, te la voy a
presentar para que le des tu visto bueno y de paso hacemos
parada en tu cuarto para que te acomodes.
– Ve – dice María – yo me quedo con Adán.
El bebé termina gateando en el suelo de madera; con su
pequeño cuerpecito se sienta para mirar si ve alguna cara
conocida. Al distinguir a María va hacia ella, pero tropieza con
los pies de Moli; esta lo mira y lo toma por debajo de los
brazos levantándolo hasta la altura de su cabeza, mirándolo le
dice – eres una cosita que se llena de baba – la personita
diminuta se ríe y Moli se aproxima con él a Berta
entregándoselo – toma a ti te encantan los bebes y este seguro
más que ninguno.
– ¡OH! Es precioso – mirando a Moli – eres una bruja – mala la
tía Moli.
El bebé parece estar a gusto en los brazos de Berta y se
recuesta sobre su hombro señal de que tiene sueño, está
cansado del viaje para él ha sido demasiado fatigoso.
– Trae que te lo coja – dice María.
– Por favor... déjamelo.
137
muchas cosas... pero todo llegará a su tiempo.
– Gracias – Javier se levanta y se marcha no antes de volverse
para decirle – espero que me cuentes como es que vivís juntos.
– Hecho, nos queda pendiente.
– Pues esta noche podemos ir a tomar una copa, a los chicos le
gusta salir todas las noches antes de la cena para despejarse del
día.
– Los entiendo perfectamente todo el día aquí metidos – hace
una mueca de perdón no quería que le pareciese que el
comentario pretendía ofenderlo por su hermosa y acogedora
casa. – me refiero al hecho de tener que echar aquí todo el día.
– Sé lo que quieres decir – se ríe Javier.
El resto del día trabajaron sin apenas demora, unos
bocadillos, que les llevó alguien, fueron lo que comieron.
Cuando terminaron era casi la madrugada.
Pero trabajaron así durante los próximos quince días
consiguieron no solo ponerse al día en el trabajo sino que lo
habían avanzado mucho, dos semanas estuvieron sin salir,
madrugando y acostándose a altas hora de la madrugada.
Los grupos trabajaban bien como los había
compaginado Javier, María se fijó que Marcos y Berta casi sin
darse de cuenta se estaban haciendo amigos, el hecho de
trabajar juntos y el que Berta estuviese siempre pendiente de
Adán consiguió que de alguna manera Marcos reparara más en
ella. Pasaban todo el día juntos sino era el trabajo era el niño
reforzando el equipo que ambos formaban.
Javier apenas paraba en casa, el negocio requería
constantes salidas y cuando María se despertaba se encontraba
sola en la cama, muchas veces se dormía vencida por el
cansancio e intentando mantenerse despierta por si Javier
volvía, pero era una espera inútil. Las pocas veces que estaba
en casa solía permanecer en el despacho, a veces con Mónica
por lo que equívocamente María creía que era porque entre
139
cuidarán del bebe, además, una vez dormido...
– Dame diez minutos y nos encontramos en el vestíbulo.
– De acuerdo – mirando a María – tú puedes venir si quieres,
será interesante, yo voy con Mónica así que tú puedes ir con
Marcos – os espero abajo.
A María no le dio tiempo a reaccionar, antes de que ella
dijera nada su amigo añade – Está resentido María, deberías
contarle lo de Violeta, se arreglarían muchas cosas.
– Así no quiero nada, si él se cree que yo soy un monstruo es
su problema. No iba a ir... pero creo que ahora tengo ganas.
– Te vas hacer daño tu sola.
– Él está con Mónica.
– No te engañe la vista, guíate por el corazón.
– Siempre están juntos, y ella se mofa de ello.
– Créeme, las apariencias engañan.
Decidieron llevar dos coches, según Javier por si alguna
de las parejas quería quedarse a dormir fuera, Javier lo dijera
para hacer daño a María, e hizo su efecto de veneno.
Al llegar al bar se reunieron con los demás, estaban
discutiendo sobre política en el interior del local, María se
percata de que fuera en la terraza, apoyada en una barandilla,
mirando el valle, estaba Berta con la mirada perdida, sola...,
decide acercarse a ella para charlar, hace unos días que tiene
ganas de que ambas tengan una conversación.
– ¿Qué haces? – pregunta María.
– Nada – la mira Berta sin mucho interés.
– ¿Me puedo sentar?
– Recuerdo una escena parecida, pero al revés. – María se
sienta al lado de su compañera de trabajo.
– Berta – dice con lentitud María – yo no te odio.
– María... realmente ya no me importa lo que puedas pensar de
mí.
Esta actitud a María le gusta, parece que la nueva Berta
141
desde fuera, las apariencias engañan.
– Yo apenas los he visto, pero él la miraba siempre...
– La quería para reventar – le interrumpió María – cómo iba
sino a manipularlo si no fuese así.
– Creí que estabas de parte de ella.
– El querer a alguien no significa no ver los defectos o los
fallos. A pesar de que Rebeca era mi amiga y yo la quería
mucho... – hace una pausa – yo siempre he estado de parte de
Marcos en este asunto en concreto, si él se hubiera enamorado
de ti, actuaría de la misma manera que he hecho con Rebeca,
yo simplemente estaba con él.
Berta respira profundamente, se siente terriblemente
aliviada, no sabe por qué, solamente que es lo que siente un
inmenso consuelo.
Mientras Berta y María hablaban Javier se va a la barra,
desde donde está situado ve perfectamente a María, no puede
dejar de mirarla, recuerda la última noche que pasaron juntos,
dos semanas antes, desde ese día sintió que no podía estar con
ella hasta que le pudiese perdonar. Tenía una lucha con él
mismo. Odiarla por el engaño, por el aborto... o amarla porque
su alma se lo pedía a gritos. Marcos lo observa... ve a un
hombre atormentado y le parece increíble que queriéndose
como se quieren estén así, separados y peleados. Si él pudiese
hacer algo para juntarlos, sabía lo mucho que había sufrido
María esos años y le constaba que si Javier hablase con
Alejandro quizá él cambiase de opinión porque el mayor
sufrimiento de María lo había pasado junto con su amigo
Alejandro, él la había ayudado a seguir viviendo.
Marcos se aproxima a Javier y se sienta a su lado.
– Está preciosa ¿verdad? Más dura y más tolerante.
– Eso parece una contracción.
– María es un mar de refutaciones.
– ¿La quieres?
143
La señora que estaba al otro lado del auricular se
sorprende por la repentina explosión de María. María se
encamina al hospital lo más deprisa que puede. Allí se
encuentra a los padres de Rebeca. No ve al futuro padre porque
deduce que estará con su esposa en algo tan especial como es el
nacimiento del bebé.
– Aún no se sabe nada. – Dice la madre de Rebeca antes de que
María suelte ninguna palabra. – Te he reconocido por las ciento
de fotos que tiene mi hija. Me alegro mucho de volverte a ver
aunque haya pasado tanto tiempo. La robusta señora abraza a
María y tras ella el padre también.
– ¿Estoy tan nerviosa como ustedes?
– Seguramente. Ven sentémonos aquí la espera aún puede ser
larga.
Las horas iban pasando lentamente. De vez en cuando
alguna enfermera entraba en la sala llamando algún familiar del
nuevo recién nacido. María observa a la madre de Rebeca; una
mujer robusta que en sus tiempos había sido rubia. Ahora el
cabello canoso le daba quizá un aire más serio, pero para nada
hacía referencia a la realidad, era una mujer muy dominante,
sin embargo, siempre estaba de risas, al contrarío que su
marido, más bajo y delgado, y por supuesto más serio. María
intentaba pensar a quién se parecía más su amiga al padre o a la
madre. Rebeca era tan dominante como su madre, le gustaba el
mando y para nada transigir en aquello de lo que ella
consideraba una equivocación; no entendía que el mundo del
matrimonio lo formaban dos. Sin embargo, estaba
enamoradísima de su marido, a su manera lo quería mucho.
Tenía el físico de su madre, no obstante, era más joven y
cuidaba más su cuerpo por lo que estaba mejor. Poseía la
seriedad de su padre y su misma mirada. Rebeca era hija única
y como cualquiera, sus padres luchaban por lo que ellos creían
era lo mejor para su queridísima hija; esto había sido el mayor
145
porque le gustaba lo que los ojos de su marido le transmitían, le
hacía saber que no se arrepentía de haberse quedado
embarazada al ver que las cosas entre ambos se iban enfriando.
Cuando la criatura nació Marcos le dio las gracias a su
esposa, la besó llorando de emoción porque algo tan especial
como aquella personita que tenía entre sus brazos era un
Milagro hermoso. Tras lavarlo y prepararlo se lo volvieron a
entregar para que lo sostuviera entre sus brazos un buen rato.
Luego le dijeron que el bebé y la mamá tenían que descansar,
así que decidió ir a la sala de espera mientras no subían a su
familia al dormitorio.
Una enfermera avisó para que los parientes y amigos de
Rebeca subieran y entraran para ver al bebé unos minutos. Sí
que fue conmovedor ver llorar a aquellos cuatro nuevos
abuelos de emoción. Por un instante y el único de su vida,
aquellas cuatro personas estaban compartiendo un momento
común, tierno y para nada competitivo, sino todo lo contrario.
Hubo un momento donde todos estaban en el
dormitorio con Rebeca y el bebé, el pequeño crío iba de unos
brazos a otros y las abuelas parecían discutírsela.
– Bueno, habrá que ir acostumbrarse a que las abuelas se los
disputen – dice Rebeca sonriente.
– Sí – contesta María riéndose.
– Estás preciosa, María.
– Tú sí que estás radiante, la maternidad sienta bien.
– María – añade Rebeca mirando a su amiga – no me
arrepiento, sé que es lo mejor que he hecho.
María entendía perfectamente lo que Rebeca intentaba
decirle, justo antes de quedarse embarazada Marcos le
comentara que quería separarse, que se sentía demasiado
presionado, que estaba al borde de la locura, María le
comentara que lo dejara respirar un poco, que le diera espacio o
que se alejaría de ella para siempre. Rebeca comentara que no
147
– Señor... – titubeando el médico – su mujer ha muerto.
Marcos no parece entender lo que aquel doctor le está
diciendo, si estuvo con ella hace unos minutos... no
seguramente se haya equivocado y estén hablando de otra
mujer.
– Imposible, acabo de estar con ella y estaba bien.
– Su esposa ha tenido una hemorragia interna, mientras
intentábamos pararla su corazón se detuvo, intentamos
reanimarla pero inútilmente. Haremos una autopsia para saber
que provocó la hemorragia. Lo siento mucho – realmente el
doctor parecía decírselo sintiéndolo, no le gustaba dar malas
noticias, pero a quién sí.
Dos días más tarde la enterraron, el velatorio había sido
un suplicio, María había ido acompañada de Alejandro,
necesitaba ser fuerte y él le daba esa energía cada vez que a ella
le hacía falta. Marcos estaba entre sus padres, no tenía ninguna
expresión en la cara, serio, pero... cuando María se aproximó a
él para darle un beso y un abrazo él la apretó tanto que por un
momento pensó que la iba a romper. Sus padres estaban tan
inexpresivos como su hijo, era como si uno no pudiera encajar
la realidad porque los hechos habían acontecido tan rápidos
que no diera ni tiempo a asimilarlos.
El padre de Rebeca al lado de su esposa la tenía
abrazada todo el rato, ambos de las manos, la cara de él estaba
descompuesta de dolor, pero de su garganta no salía ninguna
palabra. La madre no paraba de llorar, unas veces el llanto era
alterado y desbordante y otras era un simple sollozo constante,
todos iban de negro dando una sensación de angustia y tristeza
que embargaba. María tenía ganas de llorar, pero se iba a
contener, ya tendría tiempo cuando llegase a casa, entre los
brazos de Alejandro que la consolaría, como hacia siempre.
El entierro fue como cualquier entierro... lleno de dolor.
Había mucha gente importante socialmente; Rebeca estaría
149
enfado y broma.
– Mucho gusto.
– Marcos – dice María preocupada ¿Qué ha pasado?
– No sé cómo ha pasado, no entiendo que ha ocurrido... ha sido
todo tan rápido que no he tenido tiempo para hacer...
– Empieza por el principio, quizás así – dice Alejandro
preocupado por la expresión de tormento en la cara de Marcos.
– ¡Bien! – dice María mientras se prepara otro café y se sienta
a la mesa con ellos, estaban en la cocina, este cuarto era
amplio, acogedor y muy cálido por lo que a María le gustaba
desayunar allí, incluso había veces que cenaba.
– Es complicado... – Marcos hace una pausa – Cuando me casé
con Rebeca para mí fue como un sueño, la amaba tanto que
creía que sin ella mis días no merecía vivirlos. Durante dos
años fui el ser más feliz que hay sobre la tierra, a pesar de mis
suegros que me presionaban continuamente porque
consideraban que Rebeca merecía a alguien mejor y con más
escala social que yo. – Se detiene recordando y susurra –
¡cómo si ellos fuesen alguien!
La mañana avanzaba húmeda y fría, el invierno gallego
es muy tenebroso, allí en aquella cocina tan acogedora con la
chimenea encendida se estaba en la gloria.
– María tú sabes que la informática me apasionaba... enseñar,
programar, analizar... y ella me suplicó que entrase en la
universidad de ciencias políticas.
– Pensé que estabais estudiando económicas.
– Sí... pero eso fue nada más casarnos, cuando llevaba tres años
de carrera me dijo que me matriculase también en ciencias
políticas, fíjate, yo que creí que no servía para nada y era capaz
de llevar dos carreras a la vez.
– ¿De qué vivíais? – dice Alejandro asombrado – porque no
creo que tuvieses mucho tiempo para trabajar.
– No, ni para casi vernos. Las becas, el dinero de mis padres y
151
– Debiste decirle algo.
– ¿Para qué? Yo sabía perfectamente porque lo había hecho;
entendía cuanto me amaba... sé perfectamente que no era por la
posición, si no porque estaba enamorada de mí y no quería
perderme y en parte se culpaba por haberme echado en brazos
de otra.
– Nunca le dijiste la verdad.
– Quise hacerlo una vez, pero ella me dijo que no importaba,
que sabía que la quería y eso le bastaba.
– Cuando se murió hubiese querido decirle que le amaba y que
siempre le había sido fiel... pero no me dio tiempo... – lloraba
de pena de impotencia – me gustaría haberme despedido de
ella. Me sentía tan culpable.
No podía continuar hablando, las palabras se ahogaban
en la garganta no pudiendo salir al exterior. María abraza a su
amigo.
– Lo siento tanto, Marcos, no sé que decirte que pueda calmar
tu corazón.
– Tras el entierro la madre de Rebeca se llevó al bebé me dijo
que ella estaba más preparada para cuidarlo y que yo tenía
muchas cosas en que pensar, el trabajo... que era mejor así y se
lo llevó.
– ¿Por qué se lo dejaste llevar?
– No tenía fuerzas para cuidar de él. Llevo un mes perdido,
sólo, angustiado, mis padres no saben qué hacer y yo... no sé
qué camino seguir.
– Lucha – dice Alejandro convencido.
– ¿Qué? – pregunta Marcos.
– Claro que si – añade María – ¿Qué deseas hacer?
– No sé, mi hijo es mejor que le críe su abuela y yo en mi
trabajo le puedo abrir muchas puertas en el futuro.
– No... – vuelve a decir Alejandro. – ¿Qué desearías hacer?
¿Qué sueño tendrías para seguir? ¿Qué ansías?
153
– Qué sugiere usted.
– Es muy fácil. En vez de tener una niñera a jornada completa,
lo mejor es tener dos niñeras abuelas a media jornada... una por
la mañana y otra por la tarde, pero aquí en la casa de María, en
donde viven los dos, padre e hijo.
La solución era perfecta y lo más bonito era que las
abuelas cuidarían del bebé, no alguien extraño. Alejandro
propuso a Marcos trabajar con ellos, formaría parte del equipo
de María, esto a ella la ilusionó un montón y a Marcos lo
emocionó el hecho de saber que tenía amigos tan buenos.
María y Marcos formaron un buen conjunto y entre ambos se
echaban una mano en casa y con los niños.
>>
155
Vengo a invitar a las dos mujeres más maravillosas que hay en
este pueblo a tomar algo – mirando a Berta – creo que por ser
como eres con mi hijo es lo mínimo que puedo hacer.
Berta parecía poner la cara de decepción, le hubiera
gustado que fuese por ella y no por agradecimiento.
– ¿Y Javier? – pregunta María.
– Dice que quiere estar solo. Últimamente todo el mundo
quiere estar solo. No sé, creo que soy el más feliz de este lugar.
– Pues voy en su busca, así que ahí os dejo, ya tomaremos una
copa en otro momento – dándole un beso a su amigo, le susurra
– veo como miras a Berta, no seas memo, dile algo. Las cosas
pueden ir despacio no tenéis que correr, conoceros primero, sin
miedo, si lo que ves no te gusta sal corriendo, pero si lo que ves
te gusta dale una oportunidad a tu corazón.
María sale en busca de Javier, el hecho de haber
contado la historia de Marcos ha hecho que desee estar con él;
necesita estar con él. Lleva un par de semanas que la ignora; no
puede aceptar que esté con Mónica, tiene que averiguar cuáles
son los sentimientos de Javier hacia ella; necesita averiguarlo,
necesita contarle lo de Violeta, pero antes tiene que saber... no
en realidad tiene que contárselo aunque no la quiera, es su
padre y debería saber la verdad, por lo menos esa verdad en
concreto.
María se encamina andando al río, no queda lejos; el
coche de Javier aun sigue aparcado por lo que deduce que
seguramente esté allí; una vez le dijo que el ruido del caer del
agua lo relajaba mucho, así que sin pensárselo se dirige a la
pequeña catarata del río; al aproximarse lo ve con Mónica, se
estaban besando así que decide no interrumpir la escena y
regresar; coge el automóvil de Marcos y retorna a casa.
La casa estaba en silencio una calma, los chicos aún no
habían regresado y los que si estaban durmiendo porque allí
reinaba el silencio más absoluto. María no quería subir a aquel
157
mañana Marcos y Berta cuando entran en el cuarto, abrazados
durmiendo en el suelo.
159
CAPÍTULO OCTAVO
161
Siempre que salían estaban Víctor, Miguel, Roberto,
José y él juntos, habían formado una piña a pesar de que
Miguel y Víctor apenas se hablaban. Yago consideraba que el
tiempo todo lo cura y ellos volverían a ser amigos; sobre todo
porque sabía que Elena no se inclinaría por ninguno de los dos;
había aprendido a conocerla y el hecho de estar viviendo
aquellos años una presión y una forma de ser que no iba con
ella a cambio de nada, le haría tomar la decisión correcta; mirar
por ella misma, simplemente necesitaría tiempo para darse
cuenta, pero Yago sabía que eso era inevitable y por eso
intentaba que Miguel y Víctor se congraciaran.
– Víctor te estaba buscando.
– Pues ya no sigas, me has encontrado.
– ¡Estás simpático eh!
– Es que esta mañana me he levantado con humor. – Víctor
estaba trabajando con un portátil en el jardín debía llevar al
menos un par de horas, a Yago le pareció extraño porque
teniendo en cuenta que eran las ocho de la mañana, su colega
debió haber madrugado mucho.
– ¿Para qué me buscabas?
– Quisiera hablarte de Miguel.
– No tengo ningún interés – contesta Víctor algo molesto por la
conversación.
– ¡Venga! Somos amigos
Víctor parece detenerse un momento, piensa que ese
tema tiene que solucionarlo el tiempo, si es que puede.
– Sí que lo somos… pero en este instante lo que quiero es
olvidarme de todo durante un tiempo… créeme lo necesito.
– El hablar del tema te ayudará a afrontarlo.
– Realmente, Yago, no tengo nada que… – Yago le
interrumpe.
– No seas cretino, el hablar te hará bien.
Durante un momento ambos amigos permanecen en
163
– Y a mí también me gustas más.
Ambos amigos se ríen siguiendo la conversación
contando anécdotas de aquellos tiempos. Así los encuentra
Mónica al asomarse al oír las risas.
– ¿Qué hacéis chicos? Ambos se giran al oírla.
– Recordamos viejos tiempos, éramos tan jóvenes, inexpertos y
necios. – Le dice Yago riéndose.
– Habla por ti – añade Víctor golpeándole suavemente en el
hombro.
– A mí no me importaría volver a aquellos tiempos –
sentándose entre los dos Mónica recuerda melancólicamente –
me gustaba aquella inocencia que había en nosotros, creíamos
que lo sabíamos todo, que nos comeríamos el mundo… ¡qué
ingenuos!
– Es estupendo recordar viejos tiempos. – Yago sonríe al
mirarla, le parece una mujer hermosa, entiende que Javier
tuviera unos cuantos romances con ella, Mónica podía ser muy
persuasiva, a él en concreto le daba miedo esa mujer tan
calculadora y perversa.
– No es bueno vivir en el pasado.
– Eso es verdad, pero es estupendo recordar algunas cosas. –
Víctor opinaba que Mónica era más atractiva que hermosa,
pero también le asustaba aquella mujer tan depravada.
– Hay veces que lo mejor es no recordar nada del pasado. –
Mónica era consciente de que su personalidad imponía a los
hombres; eso le gustaba… turbar a los hombres le permitía
dominar todas las situaciones… no era nada fácil con Javier, él
no se dejaba dominar y mira que lo intentaba mucho, pero era
indomable… ahora, sin embargo, con María tan cerca era
imposible, esa mujer lo tenía bloqueado sentimentalmente.
– Ahí viene Roberto – los tres miran hacía el horizonte, a lo
lejos entre el amanecer se aproxima un atlético joven, a Mónica
se le rizan los pelos del cuerpo un escalofrío asoma
165
– Que se apañe solito, ya es mayorcito, además, él es quién se
ha metido en el lío con ella, le está bien que María esté enfada
con él, en realidad se lo merece.
– No lo dices en serio.
– ¡Dejarme!
– ¿Estás celoso? – Sorprendido Yago – te has enamorado de
esa mujer depravada y sin escrúpulos.
– ¿De verdad la veis de esa manera? – Dice el joven con
decepción – yo no creo que lo sea, algo la ha cambiado desde
que estuvo en Inglaterra, pero bueno que le vamos hacer, no es
mi problema.
– Lo que tú digas – Víctor decide irse él si sabe lo que le ha
pasado a Mónica, pero prometió no contárselo a nadie, se lo
había prometido a Elena y guardaría el secreto. En cuanto a
Roberto no parecía muy interesado en la joven así que le
parecía una tontería no respetar la promesa.
Los dos amigos se fueron dejando allí sentado a
Roberto, pensativo, así es como lo encontró María.
– ¡Buenos días! – Roberto se gira, María se sienta.
– ¿En qué piensas?
– En cómo buscar un ligue – sonríe él – no me mires así que es
broma.
– Serás tonto, no necesitas nada, las chicas se te acercan, como
moscas, lo que no entiendo es por qué no tienes novia, o estás
casado o… ¡qué sé yo!
– Mí trabajo es lo primero, me siento feliz así.
– Solo.
– Pero sin problemas.
– ¿Eso cree?
– No, sé que tienes razón, pero me gusta mi soledad. Cuando
encuentre a la persona que se acople a mí, créeme no la dejaré
escapar. – Respirando profundamente – Cómo estás haciendo
tú.
167
y dedicarse a algo tan poco gratificante como es vender
pintura. Me gustaba ir a pintar con mi padre, pero él quería que
estuviera en la tienda, me volvía loco. Pienso que por esto es
por lo que estaba tan gordo, la depresión de no estar satisfecho
conmigo mismo. Por eso cuando me animaste a seguir con los
estudios me replanteé mi vida y me animé a estudiar. – Con
entusiasmo – fue la primera buenísima decisión que he tomado
en mi vida. Y desde ésta todas mis decisiones han sido buenas
y lo más importantes, yo las he tomado, nadie, solamente yo
sin que nadie influyera en mí, eso me ha gustado y me gusta.
<<
– Lo siento papá, pero ya he decidido aceptar, creo que es lo
mejor. – Roberto miraba a su padre duramente por no querer
comprender su decisión.
– Este es tu futuro, es lo que hemos hecho siempre, puedes
ganar mucho dinero. – Insistía el progenitor intentando
convencer a su hijo para que no se fuese.
– Pero no es lo que me gusta, lo odio. – Roberto intentaba que
aquella discusión no acabase mal, adoraba a su padre, pero eso
no era motivo para dejarse convencer.
– Puedes venir a pintar conmigo y cuando estés preparado lo
podrás hacer tú solo. – Aquel hombre mayor, voluminoso, sin
cabello, con su cara redonda y aquellos ojos brillantes ahora
parecían apagarse por la desilusión y el abatimiento.
– Ríndete papá, dame un abrazo y deséame suerte.
– Si te vas no me vallas a pedir dinero.
– No te preocupes, tengo unos ahorros y, además, me han
aprobado la beca, con lo cual creo que me podré apañar.
Recordaría siempre ese día, Santaestela estaba lluvioso,
aunque eran las cuatro de la tarde parecía ser las nueve de la
noche, Roberto estaba seguro de su decisión, lo sentía mucho
por su familia, pero no había nada que lo hiciese cambiar de
<<
169
Roberto recuerda los mejores y peores días de su vida
con lluvia, ese por su puesto no iba a ser menos, chaparrón tras
chaparrón, chubasco tras chubasco estaba en el piso agobiado,
creía que nunca iba a parar y decidió salir a pasear bajo la
lluvia, no le importaba mojarse, le vendría bien despejarse.
Tras terminar su carrera encontró trabajo en Lugo, así
que allí tuvo que trasladarse, encontró un pequeño estudio en el
centro de la ciudad, tomó rumbo a la muralla, le gustaba pasear
sobre ella, como ya no llovía decidió recorrerla para pensar que
iba hacer, con pasos taciturnos sobre aquella piedra antigua la
iba recorriéndola. No llevaba medio recorrido cuando comenzó
a llover con fuerza con lo cual decidió refugiarse en una
pequeña cafetería cercana a donde él estaba. Sentándose en una
mesa próxima a una ventana decide leer el periódico, le
gustaba leer la prensa a diario, decía que lo ponía al día de lo
que ocurría en el mundo.
– ¿Roberto? – el joven levanta la vista hacía la voz. Un joven
alto, apuesto y bien vestido está ante él.
– Sí, ¿Nos conocemos?
– Sí que nos conocemos, aunque tú estás casi irreconocible.
– Pues no caigo.
– ¿Recuerdas el instituto de informática enfrente tu casa?
– ¡Cómo olvidarlo! – Sonriendo – guardo muy buenos
recuerdos de esa época.
– Soy Yago.
– ¡Eh! Tío ¿cómo estás? – Dándose la mano – casi no te
reconozco.
– Tú sí que estás irreconocible.
– He adelgazado un poco. – Yago se sienta enfrente de
Roberto.
– ¿Qué haces en Lugo?
– Vivo aquí desde hace un tiempo.
– Yo no podría vivir en esta ciudad tan triste.
171
Yago.
<<
Madrid capital de España, ciudad grande y estresante,
cantantes del país le han dedicado canciones a esta antigua
metrópoli. Clima seco, calor en verano y frío en invierno, llena
en invierno y vacía en verano, ubicada casi en el centro de la
península y llena de personas que no se conocen, en donde las
historias cotidianas no involucran a nadie y a todos. Roberto
caminaba por las calles de la nueva ciudad, una zona atestada
de edificios llenos de despachos de todo tipo de empresas.
Recordaba cuando llamó para concertar una entrevista con
Javier, la jovencita, o eso le pareció a él por el sonido de la
voz, tan suave y tierno, si seguramente de una mujer joven y
porque no guapa, si Javier era tan rico no se rodearía de
mujeres feas sino de hermosas, así es como él lo veía. Y no se
equivocó cuando ante la secretaría de Javier solicitaba que lo
avisara. La hermosa mujer no se hizo de rogar y por el
interlocutor que tenía a su derecha intercambió unas palabras
con su jefe.
Javier asomó por una puerta y se acercó a Roberto,
saludándolo a la vez que le estrechaba la mano, se volvió para
hablar con su secretaria.
– Berta, por favor, que no me moleste nadie para nada. –
Mirando a su antiguo compañero de clase – ven pasa por aquí –
mostrándole la misma puerta que él utilizara antes para salir.
– ¿Una copa?
– No gracias, yo no suelo beber, y menos cuando hablo de
trabajo.
– Eso me gusta.
– ¿En qué te puedo servir?
– Yago me ha dicho que buscar personal para formar un grupo.
– Extendiéndole un par de folios – te he traído mi currículo
173
– ¿crees que por eso te contrató?
– ¡Quién sabe! – con cinismo.
– Te lo estoy diciendo en serio.
– ¡Qué atontada eres! – dándole suavemente un golpecito sobre
la frente. – Me contrató porque soy muy bueno en lo mío,
créeme.
– ¿Eres feliz?
– Casi feliz, me falta mi otra cabeza.
– ¿Crees que la encontrarás?
– Sé que la he encontrado, pero ella aún no lo sabe, cuando esté
preparada y yo preparado… entonces…
– ¡Ojalá tengas suerte!
– Ya es tarde, vamos debe de estar toda la gente ya trabajando.
– Ve tú; yo quiero quedarme un ratito.
– Como quieras.
Necesitaba pensar en lo que le había contado Roberto
sobre los sentimientos de Javier sobre ella. Estaba confusa
porque Javier le había dicho que no la amaba, que era físico…
estaba cansada, agotada, no sabía que iba hacer, tenía tantas
dudas que el alma se le estaba rompiendo en pedazos.
– ¿Se puede saber que haces?
María se sobresalta al oír la voz de Javier.
– Me siento cansada, últimamente no duermo bien y me canso
más de lo normal… estaré incubando algo.
Javier se sienta a su lado de la misma manera que antes
había hecho ella con Roberto.
– No me había dado cuenta, perdona.
– Estas dos últimas semanas apenas te veo.
– ¿Me echas de menos? – dice Javier con ironía.
– No, ¡Qué tontería! – A Javier le molesta esa actitud de María.
– No me importa lo que hagas, pero deberías estar más aquí.
– Qué pena, creí que dirías que necesitabas que estuviera más a
175
menos capaz.
Con un proyecto de fin de carrera para las autoescuelas
consiguió que lo solicitaran distintas autoescuelas para que les
personalizasen sus programas, era autónomo y ganaba dinero,
había colocado una oficina en el centro de Santander, tenía
muchos clientes por toda la península, pero a él no le importaba
desplazarse cada vez que le hiciese falta. Por casualidad un día
alguien le habló de él a Javier, investigó su trabajo y fue en su
busca, consideraba que le hacía falta alguien como él en su
equipo.
Al principio sus compañeros no lo aceptaban mucho,
pero poco a poco fueron admitiendo como era; porque
descubrieron que no era mala persona y entendían que cada
uno era como era; que había que aceptar a la gente como es. La
verdad que eso se lo había dicho Javier a los chicos; cuanto
más lo conocían, más eran conscientes de que su jefe tenía
razón, así José pasó a formar parte de la familia.
José solía mantenerse al margen de todo, porque sabía
que se metería en líos, no daba consejos a nadie porque
consideraba que si no sabía aplicárselos a él mismo cómo
dárselos a los demás. Pero poco a poco había aprendido a ser
más paciente con los demás y con él mismo y sobre todo había
cambiado tanto que ahora le gustaba pasar desapercibido. Se
sentía feliz por su vida, echaba de menos no haber encontrado
una mujer en su vida, pero era tan exigente que no conseguía
que le durasen más de un mes. Él no perdía la esperanza de
encontrarla, la seguía esperando con paciencia.
Cuando conoció a Javier no le gustaba, le parecía un
necio despreocupado por todo, no le gustaba como Yago y
Xavi se reían de todo lo que representaba capitalismo,
sociedad, compromiso…
Se sorprendió un montón el día que Javier se presentó
ante él para ofrecerle trabajo, no lo había reconocido, de pasar
177
CAPÍTULO NOVENO
179
– Mónica se fue a Inglaterra a estudiar el idioma e informática,
la ingeniería, aunque no te lo creas es buena, no tanto como los
demás que estamos aquí, pero es buena.
– No sabía que hubiera estudiado informática.
– Para que veas que es un mundo de sorpresas. Bien continúo.
Siguió en contacto con Sandra y conmigo, nos escribía a las
dos en la misma carta. Luego comenzó a trabajar en una
empresa montando redes y recibimos una carta.
Sacando un papel y enseñándosela
– ¿Qué es esto?
– Léela – extendiéndosela.
<<
Mis queridas amigas:
Hace mucho que no hablamos, es algo que echo de
menos, esas charlas hasta las tantas de la mañana cuando nos
contábamos todos nuestros secretos. Tengo que decir que me
he vuelto a enamorar, ya sé que siempre dije que eso a mí
nunca me ocurriría otra vez, pero ha sucedido, ¿Cómo? Son
cosas de la vida que ocurren, yo os cuento:
Sabéis que entrara a trabajar para una empresa de
informática para hacer instalaciones de red. Os acordáis de
aquel chico que estudiaba conmigo y que siempre venía a
buscarme para comer, aquel con el que estudiara en la
universidad, pues es él, se llama Fran, también trabajaba
conmigo.
Empezamos a vernos asiduamente, a veces pensaba que
le gustaba, pero a la vez creía que sólo era amistad. Empezó
como todas las cosas, coqueteando aquí otro allá, pero siempre
cosa sana. Éramos amigos desde hacia bastante tiempo. Un día
que tuve un problema con una red lo llamé para que viniera
conmigo el sábado por la tarde, cuando accedió, como regalo
fui a invitarlo a comer sin que él supiera nada, al llegar al
181
cuando un hombre la mira de forma especial y él así me
miraba, especial, como si yo fuera lo más especial con lo que
se había encontrado. El ascensor llegó y él aún no me había
besado.
Otro momento especial fue en el momento que yo
subida a una mesa tuve que bajar, él como no, me ayudó; sus
brazos sujetaban mi cuerpo con fuerza y mientras iba bajando
lentamente su mirada me observaba; llegamos casi a tocar
nuestras caras, nuestros labios, pero no... No ocurrió nada y me
sentí tan desorientada que no sabía que hacer; tenía que
averiguar que sentía él y que sentía yo, por supuesto yo se lo
pondría fácil, pero no daría el primer paso; ahora eso sí, no
sería ese día, pensaba yo, ya miraré cuando.
Ya devuelta a Santaestela no quería separarme de él, así
que le dije que quería ver una película de vídeo, como otras
tantas veces. Fue algo inocente, no tenía intención de nada
especial, sólo sabía que estaba bien con él y que no quería
marchar y a pesar de que desde el momento que decidí ir ver la
película hasta el momento en que llegamos a su casa yo me
repetía una y otra vez "Hoy no quiero que pase nada......"
Estaba tumbada en el sofá, estaba cansada, demasiado
cansada y él se ofreció a darme unos masajes, cosa que le
agradecí mucho. No hubo malicia, pero las caricias de unas
manos que deseas sobre tu cuerpo pueden hacer perder el
control.
Cuando me incliné para sentarme, mi cara se acercó
tanto a la de él, que no pudo resistir el no besarme, estaba
dispuesto a que le abofeteara, a perder incluso nuestra amistad,
y arriesgándolo todo, me besó. Yo quería que él estuviera
seguro de lo que hacía, así que lo detuve y se lo pregunté. No
hubo dudas por parte de ninguno de los dos, no hubo
preguntas, sólo queríamos estar juntos, mañana será otro día,
eso fue lo que pensamos en ese instante.
183
– ¡Qué sorpresa! No sabía que estuviese enamorada de Roberto
eso sí que me ha... sorprendido.
– Nosotras si ella no nos lo hubiese dicho ni lo
sospecharíamos; Roberto estaba gordísimo y no me lo
imaginaba con ella.
– Yo pensé que estaba enamorada de Javier... entonces no
entiendo... nada o menos que nada.
– Ten paciencia y lo comprenderás todo.
– Se fueron a vivir juntos y las cartas al principio eran de una
mujer enamorada. De repente dejó de escribir, de contestar
nuestras cartas, no contestaba al teléfono, ni siquiera contestaba
el correo electrónico. Finalmente, tras un tiempo de silencio
recibimos una carta que nos dejó acongojadas.
Extendiéndole otra carta.
<<
Mis queridas amigas:
Siento no haberos escrito durante estos meses, pero mi
vida ha pegado un cambio tan radical que no sabría por donde
empezar a contaros, me siento tan avergonzada... pero tengo
que contárselo a alguien por si me pasase algo.
Me gustaría que el tiempo se frenase en los días del
instituto, buenos tiempos aquellos que añoro cada día más.
Cada día que pasa tengo ganas de morir, me siento vacía y pido
perdón por haber perdido el tiempo que Dios me ha dado. Pero
lo que más me duele y más siento es no haber dado el paso y
echarme en brazos de esa persona que tanto he amado y que
tanto amo a pesar de estar con Fran, no puedo olvidarlo.
Me duermo cada día llorando y me levanto añorándolo,
he intentado olvidarlo, pero eso es imposible, no es que no
quiera a Fran es que amo a Roberto con tanta intensidad,
estúpida de mí por pensar que el tiempo curaba el corazón y
ese tipo de amor no tiene cura.
185
Joseph. Nos comunicábamos asiduamente por correo
electrónico y yo se las iba mandando a ella desde casi al
principio.
Elena mostraba una expresión de tristeza de recordar
aquellos días, de recordar lo que aquel desgraciado le había
hecho a Mónica.
– Una noche al llegar a mi casa – hace una pausa para recordar
la fecha lo más exacta posible – sería un par de semanas antes
de la fiesta del aniversario.
<<
Esa noche era fría Elena llevaba un abrigo de piel de
nutria, le gustaba sentir aquel tacto, sonríe al acordarse de
Sandra, la defensora de esos bichos... la verdad que su amiga
tenía razón, pero a ella le encantaba acurrucarse dentro de él.
Ya estaba próxima a la entrada de su casa, una hermosa
casa de planta baja con tres cuartos, cocina, baño y sala, para
ella y Víctor era más que suficiente su nidito de amor. Víctor
estaría fuera casi dos semanas, llegaría un par de días antes de
la fiesta del aniversario, él siempre tan justo de tiempo, se
sonreía al recordarlo, ¡cómo le quería!
Vivian en una urbanización a la salida de Santaestela,
habían elegido aquella casa porque estaba sola, no tenía casa
adosada a ninguno de sus lados, un pequeño terreno que
también habían comprado porque tenían la idea de cuando
terminasen sus estudios universitarios construir un local para
montar su propia empresa... ¡pero cómo cambiaron las cosas!
No pega vueltas la vida.
Ya próxima a su casa ve un cuerpo que estaba en
posición fetal delante de la puerta. Se acerca corriendo y
arrodillándose ante aquel bulto.
– ¡Dios mío está usted bien! – el cuerpo se mueve y saliendo de
su posición levanta la cabeza, ante la cara de asombro de
187
dado unos sedantes muy fuertes, así que dormirá hasta tarde,
tráetela cuando se despierte – hace una pausa colocándose la
mano en la barbilla – aunque sea a última hora de la tarde, creo
que más o menos dormirá hasta esa hora.
>>
– ¡Dios mío Elena! Que historia tan terrible.
– Demasiado horrible, es algo que hasta que le pasa a uno no es
consciente de lo grave que es.
– Cuando la viste en la fiesta no era ella, era una persona
transformada. Te preguntarás porque no habló entonces con
Roberto, pues porque después de lo que le hizo Fran ella no se
sentía digna de Roberto. Es más María aún es hoy el día que
ella no se siente estimable para él.
– Es triste pensar que no puedan intentarlo porque ella no se
crea buena para él.
– No creo que él quiera a una arpía como Mónica, ya no es la
misma que conocimos. Yo la quiero y seré siempre su amiga
haga lo que haga, está en todo su derecho de vengarse del
mundo.
– Pero los demás no le hemos hecho daño.
– No pero todos son enemigos, es como ella ve a todo el
mundo, como enemigos.
– ¿A Javier también?
– ¿Eso? – Sonríe Elena – también tiene su explicación –
frotándose la frente – él la protege.
– No entiendo.
– Es fácil.
– Para ti que lo sabes.
– Cuando tú te fuiste tras acostarte con Javier, aquel famoso
día, yo no estaba de acuerdo, aparte hablé con Mónica antes de
que entrara en el cuarto.
<<
189
buscó, pero...
– Pero siguió con ella – remata María.
– No es tan simple. Un día Fran se presentó delante de Javier y
no sólo lo amenazó sino que le contó todo lo que le había
hecho a Mónica. Ese desgraciado se regocijaba con lo que le
había hecho a Mónica y juró que si no la dejaba la buscaría y le
haría cosas peores. Se pelearon y ganó Javier, cuando Javier
tuvo el suficiente dinero lo denunció, no sólo por lo de Mónica,
había más mujeres. Mónica ya era libre, pero se sentía en
deuda con Javier, así que iba de flor en flor y entre una y otra
descansaba con Javier, cuanto más dinero tenía Javi, más
atraída se sentía ella. Así que se utilizaban uno al otro, sin
promesas. Y aunque no te lo creas son buenos amigos, muy
buenos amigos.
– ¿Por qué me odia entonces?
– Porque tienes lo que ella más desea.
– No es verdad.
– Que tú no lo veas, no quiere decir que no sea – dice Sandra.
A lo que Elena añade.
– A Mónica le gustaría que Roberto luchara por ella de la
misma manera que Javi lo hace por ti. El se desesperaba
buscándote, eso es de envidiar.
– Se siente segura con Javier, si tú se lo sacas, se sentirá
desprotegida, porque inequívocamente cree que sola no puede.
– María – dice Sandra mirándola a los ojos – les conté lo del
aborto porque éramos amigas; habíamos compartido muchas
cosas y...
– Lo entiendo – le interrumpe María – en realidad te lo dije por
si se acababa enterando de que estaba embarazada él pensase
que el crío no existía, no quería retenerlo con un bebe.
– Cuántos líos – dice Elena – la vida es un asco, somos
nosotros los que tenemos que hacer que no lo sea.
– No – dice Sandra – la vida es hermosa, somos nosotros los
191
CAPÍTULO DÉCIMO
193
– No, sería incorrecto por mi parte.
– Tienes unos ojos preciosos.
– Sí – se ríe Violeta – mamá dice que son tuyos – la mira unos
segundos – mira la carretera o tendremos un accidente.
– Una vez ya tuve uno con tu madre subiendo al Pedroso.
– Con lo prudente que es mamá. – La joven la mira esperando
que él se lo relate.
– Sí, no teníamos clase, ese día por alguna razón que no
recuerdo las anularon, así que ella me dijo que me iba a llevar a
un sitio precioso, donde se divisaba toda la ciudad. Ella
conducía y cuando íbamos subiendo miraba para el Paisaje. Yo
le advertí de que mirase la carretera, pero María es tan terca, no
hace caso a nadie y... el coche se metió en una cuneta bien
profunda... suerte que llegó la guarda forestal que andaban por
allí y nos quitó el coche de allí... yo tomé el volante y la llevé a
la cima del Pedroso. – Javier se quedó callado recordando que
pasó a continuación. Una vez arriba lo miraron todo, allí está la
antena de televisión, delante mismo se sentaron mirando toda
la ciudad, era un precioso día despejado ya cerca el verano los
días son más largos así que se divisaba no sólo Santaestela sino
también los pueblos lindantes. Javier se puso detrás de María y
la rodeó con sus brazos, así estuvieron un largo rato. “Me
quedaría así toda la vida sin moverme viendo este horizonte”.
– Xavi – dice Violeta trayendo a la realidad a Javier.
– Así sólo me llama una amiga mía.
– No querrás que te llame papá... – dice la niña con extrañeza.
– No, creo que aún no estoy preparado para eso – se ríe Javier.
– Yo sabía que tú no conocías de mi existencia, ella me lo
advirtió cuando me llamó para decirme que tú me recogerías.
– Violeta... primero... tengo que hacerme a la idea de que tengo
una hija – le sonríe – muy guapa por cierto – se pone serio –
mientras podemos ser amigos e ir conociéndonos, ¿te parece
bien?
195
<<
– Enhorabuena, está usted embarazada.
– ¿Qué? No puede ser – María se tiene que apoyar las manos
en el asiento, ese descubrimiento casi la hace caer de la silla.
– No quiere usted tener un bebé – animándola el médico – ya
verá como cuando se lo diga a su marido lo verá de otra
manera. Un niño es siempre una bendición para un matrimonio.
>>
De repente el camino se le estaba haciendo largo y
pesado, por lo que decide detenerse en una cafetería a beber
algo, se sienta en la terraza exterior e intenta durante unos
segundos despejar sus pensamientos contemplando su
alrededor. Estaba en una plaza amplia llena de gente joven,
sobre todo adolescentes y niños pequeños con sus bicicletas,
los padres jugaban con ellos, ¡qué curioso! Hace unos años no
se vería a tantos padres jugando con sus hijos. Antes se traían
niños al mundo para trabajar, para que nos ayudaran a traer
dinero, para que nos cuidasen de viejos, para dejar marca de
haber estado en este mundo con el apellido, para retener a un
hombre, etc. Pocos padres les hacían caso a sus hijos hasta que
fuesen ya mayores; pero dónde se determina que ya se es
adulto. Hoy, sin embargo, los hijos se tienen como culminación
de una relación, casi siempre resultado del amor... “¿Y mi
Violeta?” Piensa María “es el regalo que me dio Dios por lo
mucho que he querido y quiero a su padre” María sonríe
viendo a los chiquillos jugar en aquella plaza tan llena de vida
con los gritos alegres de aquellas pequeñas personitas.
Introduce la mano en el bolsillo de su abrigo sacando
un papel arrugado, lo abre y lee “positivo en la prueba de
embarazo” “¿Y ahora?” Se pregunta ella “¿Qué voy hacer
ahora?” Se echa a andar otra vez ensimismada; iba recordando
cuando supo que estaba embarazada de Violeta; estaba de
<<
– ¿Qué haces? – Javier se sobresalta.
– Recuperando datos de este disco.
– Eso para ti es chupado. Tienes un don. – Javier se sonríe, le
gustaba que María reconociese su facilidad para la informática.
– Llevo más de un mes sin verte.
– Tú no has hecho mucho por verme tampoco.
– María, tengo que hablar contigo.
– Espero que sean buenas noticias, yo también tengo que
hablar contigo.
– Ven siéntate aquí – haciendo ademán con las manos para que
se sentase a su lado. María asiente y obediente toma asiento y
lo mira preocupada. Javier se arrodilla delante de ella; su cara
de nerviosismo pone en alerta a María – tenemos que dejar esta
relación que hay entre nosotros – María contiene las lágrimas,
no dice nada, opta por escuchar todo lo que él tenga que decirle
– tú estás casada y tienes dos hijos, eres mayor que yo... soy un
trotamundo, una persona que no tiene ganas de estar
aburguesado, pienso que no estoy enamorado de ti, es algo
197
corporal... María estoy tan confuso quizás deberíamos dejar de
vernos un tiempo – María le sostenía la mirada, esos ojos
verdes no le decían nada, eran fríos – podemos ser amigos
como éramos antes... pero tras un periodo de transición.
Necesito no verte en un tiempo...
– Xavi... lo entiendo – María se levanta y sin decir nada más se
aleja no escucha la llamada de Javier... no escucha nada, sólo
quiere salir de allí corriendo sin entretenerse con nadie, no oye
ni ve nada que no sea los ojos de Javier cuando le dice que no
la quiere. El sonido de aquellas palabras se repite
continuamente en su cerebro; “no me quiere, no me quiere.”
>>
El sonido de la bocina de un vehículo la trae a la
realidad sobresaltándola, mira hacia atrás las luces del coche la
ciegan y pierde el equilibrio, cayéndose sobre la calzada, el
automóvil tiene que esquivarla saliendo Javier de él corriendo
hacia ella.
– María – ayudándola a ponerse en pie y apartándola de la
carretera – ¿estás bien? ¿No sabes que tienes que andar por la
acera y en la dirección opuesta a los coches? – María no le está
escuchando, es un mar de lágrimas, Javier piensa que es por el
susto, pero no, en su cerebro aún está escuchando, las palabras
de años atrás de Javier “pienso que no estoy enamorado de ti” –
María – repite otra vez Javier – María – la zarandea para
intentar volverla a la realidad – Cariño, mírame – María lo
mira, pero no lo ve, sigue llorando – ¿Estás bien?
– Javier, Javier – balbucía ella.
_ Estoy aquí – y la abraza – ¡Dios mío estás temblando! Ven
sube al coche.
Al entrar María ve a Violeta en el asiento de atrás
durmiendo, sonríe.
– ¡Qué guapa está!
– Como su madre.
199
– ¿No podéis estar juntos sin hacer niños?
Javier se echa a reír – no ya ves.
203
equivocarse y si te equivocas serás tú no nadie.
– ¿Qué hacéis?
Ambas mujeres se vuelven al oír la voz, Javier tenía
cara de cansado.
– Buscaba a la madre de mis hijos – extendiéndole la mano –
vengo a buscarla para dar un paseo. Su médico me ha dicho
que la obligue a andar todos los días un rato.
– Estábamos haciendo las paces – alargándole el brazo para
que la ayudara a ponerse en pie.
– Eso es lo mejor que podéis hacer – tirando de ella – hacer las
paces
– Elena no tienes que disculparte por nada, ni yo lo voy hacer
tampoco, es el pasado y ahí es donde se va a quedar. – Se
inclina y le deposita un beso en la mejilla – la vida es dura para
todos y me gustaría tener a mis amigas cerca.
– No lo dudes, siempre.
Javier le da la mano a la mujer que ama y tirando de
ella – vamos a mojar los pies al agua. Mira – señalando con el
dedo – por allí llega Violeta.
– Xavi te echo una carrera al lago a ver quién llega antes –
gritando la jovencita ya cerca de ellos.
– No jovencita, yo pasearé de la mano de tu madre.
– Elena porque no te vienes tú también, me aburriré con ellos.
– Javier la miraba suplicante para que se animara yendo – está
bien.
María estaba recogiendo piedras con su hija por lo cual
Javier y Elena hablaban tranquilos.
– Elena, siento mucho haber hecho... algo tan estúpido como
convencer a Miguel...
– No importa – interrumpe Elena. – María tiene razón, el
pasado es pasado. – Suspirando – además, gracias a ti mi vida
cambió a mejor, y gracias a todo lo que ha ocurrido soy libre de
hacer lo que quiera.
205
El aire deja de soplar y la tarde asoma calurosa así que
deciden quedarse a pasar la tarde, se sienten en buena
compañía. No tarda mucho en llegar Ernesto con Carlos y más
tarde Mónica con Moli y después Roberto y José.
– Veo que no podemos estar separados – se ríe Javier.
Ya estaba muy avanzada la tarde cuando aparecen en
escena Berta y Marcos. Permanecen de la mano, callados y
mirándolos a todos esperando que alguno se percate de su
presencia; van observándolos de uno en uno. La que se da
cuenta es Violeta.
– ¡Tía Berta, tío Marcos! – a Berta le encanta que Violeta le
llamase tía. Todos se giran para mirarlos, Berta estaba radiante,
hermosa, una amplia sonrisa adornaba su cara, desde que
empezaran el proyecto había adelgazado, incluso había
cambiado su manera de vestir, más elegante quizás. Llevaba un
vestido ligero y vaporoso de tirantes finos y ajustados, no
llevaba el sujetador, imposible con ese modelo. El escote y
bajo adornados con volantes. Crëpe frisado, parecía ser de
poliamida, estampado en flores y hojas. El fondo del vestido un
color marrón mezclado con vino Rosado, los dibujos castaños,
amarillos apagados, dorados, rojos, blancos, grisáceos, pero
eran colores discretos para nada llamativos. Un bolso castaño
de mano adornaba el conjunto, también llevaba en el brazo lo
que parecía ser una chaqueta de iguales características que el
vestido. Acompañaban unas hermosas sandalias doradas de
suela de cuña que la hacía más esbelta, el cabello suelto y
tirando a rubio, se lo había teñido por la mañana, pero nadie la
había visto hasta ese mismo momento. Estaba impresionante,
provocó que los chicos la silbaran ante el asombro de lo que
veían.
Marcos llevaba un pantalón largo de algodón de color
beige claro, una camisa azul turquesa que salía por fuera del
pantalón, por encima de la misma un jersey de algodón peinado
207
CAPÍTULO DUODÉCIMO
209
cuando al asomarse ve a Alejandro jugando con ella. Envidia
es lo que siente, pensar que él se la ha criado, que estuvo en su
bautizo, en su primer cumpleaños, en el segundo... la consolaba
cuando estaba triste, compartía sus sonrisas y sus lágrimas, le
compró su primera bicicleta... había escuchado con paciencia y
celos todas las historias de Violeta, siempre aparecía Alejandro
o Marcos, más Alejandro. Quizá estuviese en espera de que
María diera su primer paso, Alejandro le gustaba, era idóneo
para María y para sus hijos... pero no podía dejar que ella
saliera de su vida, tenía una lucha con dejarla ir o no dejarla
marchar.
Violeta estaba en el suelo sobre Alejandro, él le hacía
cosquillas y ella intentaba soltarse, pero el padrino era
demasiado fuerte para ella y no podía despegarse, ella pedía
suplicante que le dejara, – ¡me rindo! – gritaba, sin embargo,
el padrino no cedía.
Javier decide descansar e ir a dar una vuelta por el lago,
tenía ganas de estar solo no puede concentrarse así que sería
mejor remojar los pies en el agua cristalina de su parte del lago.
Al principio iba a decirle a Violeta que lo acompañara, pero
luego piensa que es una tontería elegiría estar con su padrino
seguramente le querría más.
Alejandro al fin suelta a la niña.
– Venga jovencita tengo que hablar con tu papá.
– ¿De qué?
– Cosas de adultos.
– No soy una niña – dice la joven enfadada – nunca me contáis
nada.
– Eso es porque sí eres una niña.
– ¿Te gusta?
– Es a ti a quién tiene que gustar.
– Sí, pero es importante para mí que también te guste a ti.
– ¿Por qué?
211
– María siempre tiene algo que decir de ti, es curioso, parece
que formases parte de toda su vida.
– No, solamente de una parte de su vida.
Elena se queda en silencio. A lo que él rompe el
silencio – ¿Cuál es el problema?
– La envidio.
– Pues lo ha pasado muy mal, muy duro ha sido algunas partes
de su vida.
– Pero fíjate, Javier daría su vida por ella, se sacrificaría por
ella... lucharía por ella. ¿Y tú? Qué no harías tú por ella.
– Cualquier cosa que me dijera lo haría sin preguntas.
– ¿Ves? Qué tiene esa mujer que...
– No sabría decírtelo... creo que es su fuerza y su coraje, esa
manera de ver la vida y luchar por ella y por todo lo que ama,
quiere o desea... eso es lo que la hace especial, que ella daría
todo por los que quiere.
– ¿Pero no haríamos todos lo mismo?
– No, los seres humanos somos demasiado vanidosos,
envidiosos y egoístas... pocos te dan lo que tienen por nada.
– Por eso la envidio, por ser como es y haber conseguido
personas que la quieran tanto.
– Tú simplemente mira a tu alrededor, seguro que te pasará lo
mismo, solamente tienes que mirar bien.
– Si tú lo dices – añade ella nada convencida.
– Cambiando de tema. Busco a Javier.
– Creo verlo hace un ratillo ir hacia el lago – señalando el
sendero que lo conduciría al mismo lugar – sigue por ahí, no
tiene pérdida.
– Por cierto – dice Alejandro antes de darse la vuelta para
encaminarse hacia dónde ella le indicara – me debes un café.
– Vale, la próxima vez que nos veamos.
Alejandro se despide de Elena y toma rumbo hacia el
lago, la joven le había dicho que su jefe solía pasear por la
213
pidiera, es mi mejor amiga, forma parte de mí, pero no como
de ti, a mí me adora a ti te ama, quisiera no amarte pero es más
fuerte que ella.
– Eso se lo digo yo, pero empiezo a dudarlo.
– Créeme la conozco mejor que nadie, te ama y por eso nunca
ha estado con nadie que no hayas sido tú. Y ya veo que no
habéis perdido el tiempo.
– Sí, ¿ ya te lo ha dicho?
– En realidad ha sido Violeta, esa niña no sabe lo que es un
secreto, ni una sorpresa... si supieras las que me ha echado a
perder. Una vez hasta me espantó una rubia hermosísima que a
ella para nada le gustaba.
– ¿Eso ha hecho? – Riéndose Javier.
– Ya verás te va hacer muy feliz ser padre.
– ¿Crees que estoy preparado?
– Nadie lo está nunca. A mí no me dijeron cómo hacer, sin
embargo, he criado la tuya.
– Gracias – con sinceridad – nunca podré pagártelo.
– Hazlas felices y me habrás pagado.
– No sé cómo – sentándose en el suelo, la cabeza gacha –
tengo celos de todos, envidio tu complicidad.
– Javier te voy a contar cómo la conocí, quizás así entiendas lo
que hay entre María y yo y entiendas que no estamos
enamorados, sino que nos queremos mucho, muchísimo – hace
una pausa para continuar diciendo – Si la quieres tienes que
luchar por ella, tienes que hacerla feliz, compensarla... sé que
tú también has sufrido mucho por ella, por estar sin ella, pero a
María le ha tocado siempre la peor parte, porque mientras tú
luchabas solo y por ti, ella luchaba por tres sin contarse ella
porque por ella ya luchaba yo que no la dejaba caer.
Cuando María llegó a Canadá entró a trabajar a una
empresa de informática como operadora ganando muy poco y
con apenas dinero, una buhardilla para ella y los chicos y sin
215
siempre alguien cuidaría de ella de igual forma que ella
cuidaba aquel ser que estaba para nacer. Sentí la necesidad de
protegerla, mi ser interno se había desgarrado por ella.
Cuanto más me aproximaba a ella más nervioso estaba
yo, y para mi sorpresa me puse delante de ella, ¡qué hermosa
me pareció! Una diosa. Simplemente la mire y sus ojos se
clavaron en los míos, le sonreí y como si ella leyera en ellos se
dejó llevar por un impulso y dejó que la abrazara. Nos
sentamos en la arena, ella delante de mí, la tenía abrazada y así
lloró en mis brazos mientras el sol seguía avanzando hacia su
altura más alta, no hubo palabras, el sonido suave de las olas y
el llanto abatido de ella.
– No acudí a su llamada.
– Lo sé, ella me lo dijo. Pero también sé que algo te retuvo,
quizás antes no lo creía, pero ahora que te conozco, que veo
como le miras, como la proteges sin que apenas se note... sé
que le amas, que es algo especial y que ha tenido que ocurrir
algo muy fuerte para no haber ido en su busca.
– Jamás la hubiese abandonado si hubiera sabido que íbamos a
ser padres.
– Por eso ella no te lo dijo. ¿Cómo retener a quien amas con un
bebé? – hace una pausa – y más si cree que no le quieres.
– Pero ella... Sabía que no había abortado, creo que fue la rabia
de ocultármelo lo que me impulsó a creerme algo tan horrible.
Alejandro se levanta y le coloca la mano en el brazo
apretándolo con amistad – no seas estúpido y deja de
compadecerte, levántate y ve a buscarla y dile lo que sientes,
que el tiempo no siga pasando en balde, la vida es demasiado
corta para derrocharla en tonterías y reproches inútiles.
Alejandro se va a otra parte del lago a pensar dejando
allí a Javier a ver si así consigue que reflexione.
El lago es un sitio tranquilizador, un lugar en dónde uno
puede pensar en cosas bien triviales como en problemas que
217
sobre sus raíces.
– Sé que María puede ser muy cruel, pero yo no se lo reprocho,
cómo hacerlo, no siempre estoy de acuerdo con ella, sin
embargo, siempre la apoyo... eso es la amistad, eso es querer a
alguien.
– Pero tampoco puedes dejar que haga lo que quiera sino estas
de acuerdo.
– Yo no me meto en sus asuntos al igual que ella no se
entremete en los míos, simplemente nos aconsejamos y
después nos apoyamos.
– Os envidio, anhelo una relación así.
– ¿No estás enamorada?
– Estuve... de dos hombres... pero creo que ya no tengo en mi
corazón sitio para amar a otra persona más.
– ¿Te han hecho daño?
– No más que a cualquier otro. En parte cada uno se busca sus
propios problemas al tomar decisiones.
– Si quieres, yo sé escuchar muy bien, María dice que soy
como un psiquiatra.
Elena cuenta a Alejandro todo lo que le ha pasado con
Miguel y con Víctor. Él, la escucha, embobado; hacía mucho
tiempo que alguien no lo tenía en aquella situación de
nerviosismo. Tras el relato.
– Ahora no sé que hacer – termina Elena suspirando.
– ¿Los quieres?
– Creo que no... O por lo menos no como debe querer una
mujer a un hombre con el que quiere compartir la vida.
– Puede que ahora estés confusa, sin embargo, más adelante
quizás se disipen todas tus dudas... hacia uno o hacia el otro.
– ¿Tú crees? – ambos quedan en silencio. El sonido de la noche
acompaña el lugar, se respira tranquilidad y aquellos dos seres
se sienten bien juntos, Elena ha encontrado paz y sosiego por
unos minutos, Alejandro serenidad.
219
poniendo gordita. Un pantalón negro ancho de corte vaquero;
estilo masculino, talle bajo, pierna recta de esos que mezclan
lana con poliéster y poliamida, lo que hace que tenga una
estupenda caída a lo largo. Unos zapatos de plataforma negros
y altos dan esbeltez al cuerpo de María que remata el conjunto
con una camisa fina de manga larga; color rosa palo en dos
tejidos: Escote redondeado con plastrón, abotonado con tela de
algodón con vivos y cuerpo de punto de algodón; pequeños
frunces, bajo el plastrón. La camisa no era muy larga por lo que
deja ver un poco de vientre cuando levanta los brazos. Llevaba
por si hace frío una chaqueta fina de punto de fantasía y canalé
color ciruela al igual que el pequeño bolso de mano. La cara no
la lleva pintada, sólo los labios con rosa suave brillante, da su
aprobación y sale hacia el despacho de Javier.
Al llegar llama a la puerta con suavidad, al no oír nada
decide entrar sin hacer ruido. Al atravesar la puerta se
encuentra que Javier está recostado sobre su sillón. Tenía las
piernas sobre la mesa; un pantalón de pana fina color castaño,
María podía observar un bolsillo de parche a la altura de
encima de la rodilla pero de lado exterior de la pierna; una
camisa de pana fina de algodón color rojo tirando a granate, a
la vista parecía suave dando sensación de comodidad. María
iba mirándolo todo sin perderse detalle, cuello con botones,
bolsillo superior, botones imitación nácar, puños con tira
capuchina con botón, ribete a contraste en el interior del cuello.
Llevaba puesto en la cabeza un sombrero del mismo color que
el pantalón pero con una tira de un color que recordaba a los
caramelos de café con leche al igual que los botines de
cordones que llevaba puestos. El sombrero lo tenía inclinado
hacia delante por lo que María no podía ver si Javier estaba
dormido, le recordaba al protagonista de la película de Casa
Blanca, se sonríe al recordar el último curso de informática se
acordaba perfectamente.
221
Blanca” ese papel es el idóneo, el personaje de Bogart lo
plasma. Los protagonistas de “Casa Blanca” parecían
plasmarlo, como si en la interpretación de Javier y Mónica
hubiese magia, como si entre los dos hubiera magnetismo; por
lo menos era lo que transmitía en aquel cuarto, nadie se reía
sino escuchaban y miraban asombrados. De todas las escenas
que se había visto en el vídeo esa fue la que más gustó a todo el
mundo, hubo, incluso, aplausos; Javier hizo otra escena, la
última junto con Víctor, en esa escena final con su sombrero un
poco echado hacía la frente fue lo que más llamó la atención de
María. Esa imagen le hubiera gustado conservarla en
fotografía; María mira otra vez a Javier pero éste está haciendo
señas a Mónica que se ríe mirándolo, al percatarse que Maria le
observa, su tez se vuelve seria y la mira enfadado, ella
desbordada de celos silenciosos.
– ¿María, estás lista?
– Pensé que estabas dormido.
– No, te estaba esperando. – Javier sigue en la misma postura,
sin mirarla.
– Javier – duda por un momento María – tú crees... – se detiene
sin saber cómo decirle lo que quiere.
– Di – él se levanta aproximándose a ella – ¿no te encuentras
bien? – le toca el vientre con mucho cariño, con mucha
suavidad, le gustaba hacerlo desde que se enterara que iba a ser
padre otra vez, a veces estaban trabajando y él llegaba
inesperadamente y colocaba su mano en el vientre de la futura
madre, eso a ella le gustaba mucho, le daba una tranquilidad, la
relajaba.
– Deberíamos casarnos – Javier la mira a los ojos, una mirada
inexpresiva, regresa al escritorio se sienta y se echa las manos a
la cara para frotarse los ojos con tranquilidad. María se acerca a
él.
– ¿Porqué vamos a ser padres? ¿Ya no me odias por haberte
223
CAPÍTULO DECIMOTERCERO
225
amigos más cercanos. No llegaban a un centenar de personas.
El padrino era Nicolás, llevaba un traje muy parecido al del
novio, y la madrina Miriam, se la veía muy hermosa con su
melena rubia y dentro de aquel vestido igual al de las chicas,
pero en color marfil como el de su madre. Violeta llevaba los
anillos, aunque ella se veía muy mayor para ello le hizo muy
feliz el hecho de participar en algo tan especial para toda la
familia y sobre todo para ella misma.
Al final no llovió con lo cual se celebró la boda a la
vera del lago, el cielo por techo, la hierva por alfombra y el
lago como cuadro de fondo. Dos grandes abetos formaban los
pilares del altar. Parecía una pintura hermosa; de las que uno
cuelga en el salón de su casa, para mirarlo cuando deseas
apaciguar el alma intranquila tras una discusión.
María era un mar de nervios, no había visto en todo el
día a Javier, las chicas se lo prohibieron a ambos y los
vigilaban para que eso no ocurriera, Berta había comentado que
como buenos gallegos eran supersticiosos e iban a hacer que
cumpliesen la tradición de no ver el novio a la novia porque
traía mala suerte.
Javier estaba tranquilo, pero ansioso por ser el marido
de Maria. Nunca creyera cuando tenía 18 años que ese deseo,
ese sueño, esa esperanza fuera a cumplirse en algún momento
de su vida. Jamás en aquel tiempo se le había ocurrido que
fuese posible ese hecho y ahora en unas horas serían marido y
mujer, con una niña de 8 años y otro en camino, se sentía
afortunado muy afortunado. Para apaciguar su apetito por
María decidió trabajar todo el día hasta casi la hora de vestirse,
a los chicos les pareció algo inusual, pero entendían que
realmente era una manera de sosegar la presión, así que
ninguno dijo nada y lo dejaron tranquilo con lo suyo.
Hasta el altar llegaba una alfombra adornada de flores
de todos los colores. Primero lo recorrió el novio que era
227
sola, por eso no fui.
– ¿Por qué no me lo dijiste?
– No quería preocuparte, ni tampoco tenía ganas de... – se
detiene un segundo para continuar su relato – María cuando
colgué el teléfono, el médico me informó de que acababa de
morir, entonces comprendí que el tiempo es muy valioso como
para perderlo. Cada minuto al lado de la persona que amas es
importante. Entonces salí corriendo a buscarte. Fui a tu casa
para decirte que te amaba y que quería compartir mi vida
siempre contigo. Me daba igual si tenía que aburguesarme y
madurar, me sentía con fuerzas para trabajar y estudiar,
necesitaba cuidar de ti y de todo aquello que te envolvía. No
sentía temor de que fueses madre, eso ya no me asustaba...
tenía fuerzas más que suficiente, pero no quería vivir sin ti, no
quería pasar ni un día más sin estar a tu vera.
Nadie dice nada, todos en silencio escuchan lo que
Javier le cuenta a María, ésta siente que el destino ha estado
jugando con ellos y no es justo lo que han tenido que pasar.
– Si yo lo hubiese sabido Xavi.
– María, en tu casa me dijeron que te habías ido al aeropuerto,
salí en tu busca, pero el único avión que había acababa de salir
rumbo Madrid, tomé el próximo vuelo y te busqué, pero nada
de nada, es como si hubieses desaparecido de la faz de la tierra.
– Creí que no querías saber nada de mí. Canadá me parecía un
lugar lo bastante lejos.
– Te busqué durante años, cuando ya iba a tirar la toalla... – se
le hace un nudo en la garganta – estabas en mi casa, no me lo
podía creer, no comprendía como es que...
– Calla – le dice cariñosamente María a Javier – calla mi vida,
ya nada importa... sólo nosotros dos.
– Sólo puedo decir que tú lo eres todo para mí, prometo estar
siempre a tu lado, velar por ti y comprometerme con todo tu
entorno, no más dudas, ni más temores, siempre juntos, pase lo
229
CAPÍTULO DECIMOCUARTO
231
– ¿Alejandro? – abriendo los ojos. – no estarás pensando.
– No digas tonterías, quiero estar sola un tiempo y, además,
Alejandro es inalcanzable, demasiado...
– ¿Rico? – concluye María.
– No iba a decir eso, pero también... iba a decir mujeriego.
– Eso es porque no se ha enamorado, pero el día que ello
ocurra... será el hombre más fiel que hay sobre la tierra.
¿Sabías que Alejandro cree en el matrimonio?
– Parece increíble.
– Pues sí, le falta la mujer que le ame, que le respete y que
provoque cada día algo en su interior que se llama amor.
– No parece un hombre que se enamore fácilmente, casi diría
que imposible.
– Que no te engañe las apariencias, no todo lo que vemos es lo
que es.
– Te dejo me voy a arreglar mi servidor.
– Suerte. Si quieres después búscame y vamos a tomar algo o
simplemente a dar una vuelta al río.
– De acuerdo.
María sale al encuentro de Roberto, tiene que hablar
con él y enseñarle las cartas, ella sabe perfectamente que el
joven está enamorado de Mónica desde el instituto, quizás
antes no tenía el valor para declarársele pero ahora si conociese
la verdad no le importaría hacer el ridículo delante de alguien
tan fascinante como Mónica.
No tarda mucho en encontrarlo, está en la cocina
comiendo un bocadillo de jamón serrano.
– ¡Te he encontrado!
– No sabía que me anduvieses buscando. – Señalándole una
silla a su lado – ven siéntate a mi lado y tómate un bocata como
el mío.
– Sólo me faltaba engordar más, el médico me ha amenazado
que si engordo más de la cuenta me tendrá a pan y agua resto
233
que se disipen.
María le cuenta todo lo que sabe de Mónica al joven
enamorado, cuanto más le contaba María más extrañado estaba
Roberto, le parecía horrible lo que le había pasado a Mónica,
sentía pena por ella y un inmenso dolor por lo que ella había
sufrido.
– María – dice titubeante Roberto – y ¿ahora que se supone que
deba hacer?
– No sé que te diga... si la quieres deberías intentar hacer que
sea alcanzable.
– Tendría que ayudarla, pero no tengo ni idea de cómo.
– Si alguien puede ayudarla ese eres tú.
235
– No digas tonterías. – se defiende Elena, Víctor permanece
callado, escuchando, analizando. – Simplemente creo que no
hay nada aquí que me retenga que no sean mis amigos, un buen
sueldo y la maravilla de trabajar con Javier. Pero ¿Sabéis?
Trabajos los hay si los buscas, los amigos siguen ahí vallas a
donde vallas, en cuanto a jefes como Javier eso sí que es difícil
de encontrar, pero también un puede estar bien si haces lo que
te gusta. Necesito recomponer mi vida y tengo que hacerlo con
vosotros lejos.
Otra vez el silencio Elena se aproxima paseando y
como no quiere la cosa hacía la librería, la curiosidad de mujer
es muy fuerte, cual no sería su sorpresa al descubrir que las
revistas eran todas de informática. “Informáticos” piensa ella.
– No tengo ganas de luchar por nadie ni que nadie luche por
mí, no tengo ningún interés en estar con nadie...
Víctor al fin dice algo.
– Te deseo mucha suerte – se pone en pie y la abraza tan fuerte
que Elena cree que la va a romper. – Siento que todo se
estropeara, pero supongo que mi momento contigo ya ha
pasado y en cuanto a Miguel lo ha estropeado. Nosotros
estaremos bien, lo superaremos al igual que tú. Y ojalá
encuentres lo que buscas.
– Gracias. – Suspirando – eres un buen amigo.
– Me tienes aquí para lo que quieras y cuando quieras.
– Lo sé. – Mirando a Miguel – ¿No, me vas a decir nada? ¿No
me vas a desear suerte?
– Creo que no estoy preparado.
– Es una pena – Elena sale hacia su cuarto para terminar de
preparar sus maletas dejando a los dos hombres que más ha
amado.
– Eres un cretino Miguel – dice enfadado Víctor.
– No tengo porque desearle suerte.
– Serás estúpido, por eso la has perdido. Sólo piensas en ti,
237
CAPÍTULO DECIMOQUINTO
239
La cocina era grande y por supuesto no le faltaba de
nada; tenía los pequeños detalles que les gustan a los
cocineros. A Carlos y a Ernesto les encantaba cocinar y
muchas veces eran ellos los que preparaban la cena para todo.
Esto a Milagros, la cocinera, le encantaba porque le ahorraba
trabajo; ellos no eran muy desordenados por lo que Milagros
terminaba la limpieza en un plis–plas.
Javier es el que prepara los cafés, a Roberto le gusta
solo y a Javier cortado, ya ambos sentados.
– Me acabo de enterar de lo que le ha pasado a Mónica – hace
una pausa – en Inglaterra.
– Ya veo – Javier suspira – ¿Y qué quieres de mí?
– Sabiéndolo no te remuerde la conciencia aprovecharte de ella
de esa manera.
– ¿Créeme ha sido al revés? – Haciendo una pausa – no tengo
que darle explicaciones a nadie de lo que hago o lo que he
hecho, pero como sé que estás enamorada de ella quizás debas
saber alguna cosa más. He intentado muchas veces que ella
vaya a ver a alguien que la ayude, incluso me he ofrecido a ir
con ella, cada vez que hemos hablado de ello, ella ha
desaparecido durante meses. Así que finalmente decidí no
insistirle más.
– No lo sabía.
– Roberto, si la quieres de verdad tendrás que buscar la manera
de ayudarla.
– Es que no sé cómo.
– Dile lo que sientes por ella y haber cómo reacciona, así luego
puedes planificar qué hacer.
María entra por detrás de Javier y lo abraza.
– Buscaba a mi marido.
Él la besa – ¿Ya es la hora?
– Sí, como siempre llegamos tarde.
– Menos mal que el médico es mi amigo.
241
– No tengo que buscar otro, aquí estás tú, media desnuda por
qué cambiar de lugar, estaría loco.
– Eres un...
– No digas algo de lo que te puedas arrepentir. – Roberto se
aproxima a Mónica tan cerca que a ella se le corta la
respiración.
– ¿No irás a desnudarte aquí?
– Sólo voy a sacarme la camiseta. – Añade con calma – no me
interesas – miente el joven – pero si quieres que te haga un
favor. – Mónica le propina una bofetada. Se levanta, pero
Roberto la toma de la muñeca y tira de ella que vuelve a caer
sobre la hierba.
– ¡Suéltame! – chilla la joven.
– No pienso soltarte.
Ante la sorpresa de Roberto la joven comienza a
sollozar – por favor, no... – tartamudeando.
La joven temblaba parecía una hoja de papel ante un
viento fuerte, su respiración era acelerada y sus ojos mostraban
terror, sollozaba suplicante, como si estuviese reviviendo el
pasado, un momento terrible de su vida.
– ¡Dios mío! ¡Qué te ha hecho ese desgraciado! ¡Lo buscaré y
lo mataré! – la abraza ¡Cómo lo siento, Mónica!
Mónica es consciente de que Roberto sabe la verdad y
piensa que siente compasión, así que lo aparta brutamente de
ella.
– No necesito dar pena, no quiero tu lástima.
– No es eso... bueno si es eso, pero lo que siento es de siempre,
no tiene nada que ver con dar lástima, me duele lo que te han
hecho por lo mucho que te amo y me duele el no haberte
protegido, no haber cuidado de ti, el no haber te dicho que yo
estaba aquí para ti.
Mónica sorprendida lo mira, le parece un sueño, pero
sigue teniendo temor, Roberto se acerca a ella y la abraza,
243
CAPÍTULO DECIMOSEXTO
245
gaseosos.
– Puedo saltarme mis hábitos y acompañarte.
– ¿Harías eso por mí? – mirándolo sorprendido.
– No... Pero a que quedaría bien.
Ambos se echan a reír – Jefe – Miguel haciendo un
gesto con las manos al camarero – pon aquí dos refrescos de...
– tío ¿se puede saber que estás bebiendo? – Prueba el
contenido del vaso de Víctor – ¡esto es agua! ¿Estás bebiendo
agua?
– Y con lo sano que es el agua.
– Camarero he cambiado de idea. A éste dele usted un vaso de
agua... pero a mí deme un güisqui con hielo. – Ambos se giran
hacia Javier que estaba bailando con su hija y levantan el vaso
– a tú salud, amigo – dicen ambos.
María que está como observadora mientras acaricia su
vientre dice al futuro bebé – Vienes a un mundo lleno de dolor,
pero también lleno de amor... eres afortunado porque tendrás
una gran familia.
– ¿Qué haces? – María levanta la cabeza para encontrarse con
los ojos llenos de brillo de Rebeca.
– Hablo con el bebé – alzando los brazos para coger el crío de
Marcos que llevaba Rebeca – ven pequeño, saluda a tu futuro
nuevo amiguito. – Está muy guapo – dice a Rebeca mirándola
– creo que le brillan los ojos como a ti.
– ¿Tú crees que se le ve feliz?
– Sí, a los tres se os ve feliz.
– Cariño ¡Vamos! ¡A bailar! – Marcos abraza a su mujer por la
cintura.
– No puedo, tengo que quedarme...
– Yo me quedo con él, venga iros a bailar – le corta la
conversación María – hay que aprovechar que pronto
tendremos otro proyecto.
– papá... mamá – dice el jovenzuelo en brazos de María.
247
comparación alguna...
– Corta el rollo Carlos, ve al grano – Moli hablaba con
cinismo.
– Bueno digo que...
– ¿Qué?
– Venga ayúdame Ernesto.
– Olvídame amigo mío, pero me lo estás poniendo en la palma
de la mano.
– ¡Eh!
– En resumidas cuentas – dice finalmente Sandra
comprendiendo que los chicos iban a meter la pata – La rubia
está buenísima, pero ninguno de los dos, la cambiaríais por un
minuto con Moli.
– Eso es – ambos chicos al unísono – continúa Ernesto – Moli
ven a bailar con nosotros. Primero conmigo y luego con Carlos,
si deja de decir tonterías.
– ¿Por qué primero contigo?
Los tres se van hacia la pista bajo la mirada de María y
Sandra.
– Es buena chica.
– Sí que la es María – hace una pausa – la he visto cambiar
poco a poco para mejor persona... creo que Javier ha hecho
maravillas con esta gente.
– Nosotras dos incluidas Sandra – acariciando su vientre – creo
que yo soy mejor persona en todos los sentidos, eso aunque
esté dentro de nosotros, creo que Javier ha conseguido que lo
sacara hacia fuera.
– Me alegra veros felices.
– Sí – haciendo una seña para que mirara a Moli y volver a la
conversación anterior – Moli les ha dicho que ella los quiere a
ambos por un igual, no quiere juegos, ni mentiras...
simplemente tienen que enamorarla, pero sin trucos, ni
embrollos... ser como son y ya está.
249
– Hagas lo que hagas date prisa porque ahí viene.
– Hola chicos. María, podrías prestarme el coche, casi tengo
ganas de irme... el mío está en el taller aún.
– ¿Cuándo te lo dan?
– Ni idea, parece ser que no le encuentran el fallo. Odio a los
malos mecánicos...
– ¿Bailas conmigo? – espontáneamente Roberto se decide, la
repentina decisión de Roberto provoca que María que se
atragante con un poco de agua que estaba bebiendo, tomando
por sorpresa a la pobre de Mónica que no sabe que decir.
– Bueno... yo... no sé...
– No te disculpes, dices no y ya está. Déjate de justificar un
absurdo.
– La verdad es que me apetece mucho bailar contigo... pero yo
pensé que tal vez preferirías dar un paseo.
– Primero bailamos y después damos un paseo.
Mónica baja la cabeza – ya veo – Roberto siente que
ahora es el momento de decidirse; la toma por la cintura y la
besa dulcemente, Mónica responde con sorpresa al principio y
con alegría después.
– ¡Eh! – María los interrumpe – que estoy aquí y como
comprenderéis no tengo ninguna gana de sostener el
candelabro.
– Mónica – le dice cálidamente Roberto – cásate conmigo.
– Roberto, – tapándole los labios con la palma de la mano –
cuando esté recuperada de todo me gustaría que me lo
volvieras a preguntar, porque es lo que he deseado siempre, ser
tu mujer.
– Dejarme que baile con mi mujer – interrumpe Javier – eres la
más hermosa de la fiesta
– Para tus ojos – se levanta María para abrazar a su marido.
– Vamos a bailar.
– Estoy cansada, pero si me llevas a dar un paseo bajo la luna,
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CAPÍTULO ÚLTIMO
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– ¿Doctor está seguro?
– Me encantaría no estarlo y darte una pequeña esperanza...
pero María he repetido las pruebas tantas veces... realmente no
quería creérmelo.
– Ya.
María se levanta de la silla y se aproxima a un gran
ventanal que está a su izquierda, se asoma y mira por la
ventana intentando esclarecer los pensamientos.
– Javier es amigo mío desde hace muchos años, creo conocerlo
bastante bien y sé que esto le va a afectar mucho, tiene tantas
ganas de tener este bebé... pero cuando no puede ser no puede
ser... y tú necesitas descansar. Podemos empezar el tratamiento
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la próxima semana. ¿Quieres que se lo diga yo a Javier?
– No – dice María sin mirarlo, cierra los ojos y con la cabeza
señaliza un movimiento de negación – yo tengo que pensar que
voy a hacer.
– ¿Pensar? – pregunta el afable médico.
– Sí, pensar... creo que no voy a empezar ningún tratamiento,
quiero que nazca este bebe. – María mira a los ojos Antonio, se
acordaba cuando lo viera la primera vez, aquella maravillosa
reunión en donde reencontró a Javier tras tantos años de espera,
sí, porque aunque se repetía que jamás volvería a verlo
realmente siempre en su corazón había albergado la esperanza
de que el destino los uniera otra vez.
– Pero María ¿Sabes lo que estás diciendo? ¿Puedes
comprender a lo que te arriesgas? Ve a casa y recapacita,
piénsalo bien, háblalo con Javier y Mañana hablamos los tres.
Hacía sólo unos meses desde aquella reunión y, sin
embargo, a María le parecía que habían pasado años, se sentía
más vieja que nunca, como sin en vez de cuarenta y uno
tuviese setenta años.
– No, he tomado una decisión.
María miraba a los ojos a Antonio para que viese que
no iba a cambiar de opinión, ¡qué cara de afable y nobleza
había en aquel caballero amigo de Javier! No solamente se
había convertido en su médico sino también en su amigo,
Antón como lo llamaba Sandra.
– ¡Es inaceptable! Javier y tú ya tenéis una niña... no es
importante... no a cambio de tu vida.
Una vez María le preguntara a Antonio el porqué
estaba allí. A lo cuál le dijera que por tranquilidad. Éste era un
médico famoso en su campo, la genética. Tras cuarenta años de
investigaciones decidió dejarlo. La primera vez que fue de
visita a casa de Javier se enamoró de la tranquilidad del pueblo.
Decía que allí era como estar cerca de Dios, se compró una
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sus sospechas y empezó a realizarle pruebas a la joven,
entonces sintió que les había fallado.
– María con un tratamiento a tiempo la posibilidad de
sobrevivir es muy alta.
María se aproxima a su nuevo amigo y le coloca la
mano en la de él, mirándolo, con voz tranquila baja y suave.
– Sabes que no ha sido a tiempo... eso reduce las posibilidades,
sé que estoy haciendo lo correcto, lo sé perfectamente, me lo
dicta el corazón. Cuando haces algo de lo que estas seguro
entonces no hay posibilidad de equivocación.
– Siento que os he fallado.
– Eso es una tontería, es la vida y sé que en mejores manos no
puedo estar. Lo que tú no consigas no lo hará nadie, eso lo sé
también con seguridad, pero... esta es mi decisión y no hay
salvación. Yo he decidido que traeré una vida al mundo a
cambio de la mía, de todas a todas voy a morir y no será por
nada.
– Yo no sé que decir.
– Simplemente que cuidarás de mí hasta que llegue ese día.
Antonio se levanta – ¿Me darías un abrazo?
– ¡Claro que sí! Me tengo que ir, Alejandro ¿te acuerdas de él?
– Sin esperar respuesta al ver que asiente con la cabeza
prosigue su relato – me está esperando y como siempre que nos
citamos llego tarde.
– María... – Esta lo interrumpe con la mano en señal de “vamos
a dejarlo”. – Te veo pasado mañana, las visitas tienen que ser
mas regulares para que ese bebé venga a este mundo...
– Te lo prometo – no sé lo que le contaré a Javier...
– Parte de la verdad, que es un embarazo algo complicado, por
prudencia y como yo me preocupo por vosotros prefiero que se
haga un seguimiento más exhaustivo hasta su finalización.
Ambos se despiden, cuando María cierra la puerta
Antonio se permanece durante un buen rato pensativo.
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María se encamina al bar “Xerardo” es temprano y los
chicos aún estarán trabajando con lo cual puede hablar con
Alejandro tranquilamente durante un buen rato. Piensa en
cómo le va a decir que se está muriendo, suena frívolo pero no
entiende otra manera de decirlo más cálida. La muerte para
nada es candente, sí acaso un pedazo inmenso de frialdad.
Después de los suyos, Alejandro sería la única persona por la
que ella daría su vida. La rescató de un infierno, las tinieblas en
la que ella estaba sumergida no dejaban que viese la vida que
tenía por delante; había sido muy feliz a pesar de no tener a
Javier cerca había aprendido a vivir sin él a sobrevivir;
Alejandro le había mostrado la manera de hacerlo, de seguir
hacia delante con una sonrisa. Su casa, su trabajo, sus hijos...
en aquellos ochos años había vivido mejor que en el resto de su
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vida pasada, para nada se sentía sola, es más presentía como
Alejandro siempre la vigilaba, la guardaba, era como si supiese
que nada le iba a pasar porque sabía que él estaba ahí.
Al llegar a la gran cafetería busca con la mirada a su
colega, en la barra hay cuatro personas distantes unas de las
otras, el camarero le hace una señal de saludo que ella responde
y continúa con su tarea. Por un momento se detienen a observar
y se percata que los cuatro clientes de la barra pareciesen como
si no estuviesen, están como ausentes, dándole vueltas a lo que
parece ser un café por lo pequeño de la taza, están pensativas
da la sensación de que están preocupados. María esboza una
sonrisa porque se percata que los cuatro están haciendo los
mismos gestos. Echa otro vistazo a su alrededor por si ve a
Alejandro en las mesas, pero aquella hora el bar está casi vacío
porque seguramente el que más el que menos estará trabajando.
En la mesa más próxima a la puerta de la terraza cinco guapas
mujeres cuchichean y ríen mirando hacia la citada terraza.
María las observa, dos rubias y tres morenas, gira la cabeza
hacia dónde ellas miran y repara en un cuarentón rubio,
elegante y muy atractivo sentado en una esquina de la terraza,
María se aproxima al seductor, éste cambia la mirada dedicada
a las cinco bellezas por la atención de María.
– Eres un perverso.
– ¡Qué quieres... las mujeres me adoran!
Alejandro se levanta y depositando un beso suave y
leve en los labios de María, tras lo cual la abraza
enérgicamente.
– Te he echado de menos.
– Eres una mentirosa. Con tu Javier ya no quieres saber nada
de nadie. Yo sí que te he echado de menos.
– Tú has sido el que me lanzó a sus brazos.
– Si lo llego a saber, créeme que busco a otra persona para
hacer el trabajo. Además, te he mandado a trabajar no a
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sus instintos nunca le fallaran porqué iba a hacerlo ahora.
Ante la mirada angustiada de María – pensé que me
ibas a decir que te ibas a casar, pero esa cara me está poniendo
en alerta.
– Javier aún no lo sabe, pero sí que nos vamos a casar. – Hace
una pausa – aunque esa no es la noticia.
– María suéltalo y ya está.
– Me muero. – Alejandro pega un salto en la silla – Me
muero... Alejandro.
–¿Qué? ¿Es una broma? – se tapa la cara como queriendo
asimilarlo, se hace el silencio y tras unos breves minutos se
sienta a su lado y la abraza. Como si el suelo se le abriera a los
pies para tragarlo el dolor se apodera de él, en silencio y
abrazada a ella llora porque no puede soportar una noticia tan
terrible y tan dolorosa para él. – No querría llorar, pero así es
como me siento.
– Llora viejo amigo porque después no podrás. – María en sus
ocho años con Alejandro nunca lo había visto llorar, ni siquiera
flaquear. En una ocasión la madre de él le comentara que su
hijo no lloraba desde que cumpliera los dieciséis años, cuando
su abuelo se vio obligado a matar un perro que tenía desde
pequeño porque consideraba que con dieciséis años le
interesaba más un animal que la empresa de la familia. Le
había dicho que ya era un hombre y delante de él le pegó un
tiro, se pasó toda la noche llorando hasta el amanecer. Nunca
más salió una lágrima de sus ojos hasta entonces, ni tan
siquiera cuando murió su abuelo, al que parecía estar tan unido
a pesar de aquel percance. María comprendió cuanto la quería
Alejandro, sabía que la quería mucho, pero hasta ese momento
no había comprendido hasta que punto. Esto la conmovió tanto
que también se echo a llorar a la par con él; parecían dos niños.
– No llores María.
– Lloro por ti, mi querido amigo. Porque al fin puedo
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– No quería que sus últimos meses la compadecierais, o veros
con caras de dolor. Te quería feliz, plenamente feliz Javier, a ti
y a los niños. Os quería ver a todos, vivir el momento, sin que
tuvierais que pensar que mañana no la veríais. Deseaba
disfrutaros estos meses como si nunca fuese a pasar nada. A mí
me lo dijo porque tenía que dejar arreglados asuntos... me
eligió simplemente... sabía que no sólo no diría nada sino que
lo disimularía mejor que nadie.
– Xavi – interrumpe Miriam.
– Quiere que entres – Verónica se abraza a su padre llorando,
Miriam la toma en brazos – ven deja que se despidan.
Javier toma una gran bocanada de aire cerrando los
ojos, justo antes de entrar como para darse fuerzas. Abre
lentamente la puerta dejando paso a un cuarto pequeño con una
cama; hay muchos aparatos de emergencia, como puede ser la
botella de oxígeno, la máquina a la que estaba conectada su
mujer que controlaba sus latidos... María allí postrada, débil a
Javier se le rompía el corazón verla con tan poca vida, sin
embargo, sus ojos brillaban... como de felicidad... se estaba
muriendo y se veía felicidad. Javier se arrodilla delante de ella,
María se saca la mascarilla.
– No, ven, siéntate en la cama.
– ¡Qué frágil te veo!
– Pero feliz.
– Si – sonríe Javier – Porqué no me dijiste nada.
– Y perderme la inmensa felicidad que he vivido estos meses a
vuestro lado.
– Pero eso es sufrir sola.
– No he sufrido nada, me he emborrachado de felicidad.
– Y ahora te llevas contigo la resaca – María se ríe.
– Javier no te cierres a los demás porque yo ya no esté...
– No, no sigas por ahí – la interrumpe él – no me pidas que te
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llenos de lágrimas silenciosas le susurra al oído.
– Ve cariño, ve a ese sitio que te permita descansar. Nosotros
estaremos bien, te lo prometo. Déjate llevar sin temor porque
yo estoy aquí a tu lado, a tu vera como el río aliado con la tierra
o el mar aliada con las olas, al igual que la lluvia de la mano de
las nubes. Ve con la sonrisa de una mañana soleada, con el
canto del susurro del agua cayendo sobre las rocas, con el canto
del viento sobre los árboles.
María cada vez respira más lentamente hasta que ya no
sale de su boca ningún sonido; con los ojos cerrados y la
cabeza apoyada en su marido el silencio es roto por el pitido de
las máquinas. Una enfermera entra corriendo, pero al
movimiento de Javier con la mano en señal de que no hiciese
nada; la joven desconecta las máquinas y se va dejando el
cuarto lleno de tristeza y alegría fundida una sosegada antífona
arrullada por las lágrimas de aquel amante que abraza a su
amada para transmitirle el coraje del adiós. Así los encuentra
Alejandro, al entrar Miriam se acerca a la cama y se coloca de
rodillas dándole la mano a Javier y la otra a su madre musita –
gracias por hacerla tan feliz en tan poco tiempo. – Javier la
mira y le sonríe, apoyando la cabeza en la cabeza de María
Javier sigue llorando silenciosamente. Un joven se aproxima a
la cama, deposita un beso en la mejilla de aquella mujer tan
querida para él y se arrodilla al lado de su hermana. Al querer
cerrar la puerta Alejandro, Violeta se le cuela colocándose
entre los dos hermanos, Elena corre tras Violeta pero no le
había dado tiempo a detenerla, Alejandro coloca la mano en un
hombro de Elena y le dice muy bajo – Déjalo – ella le mira y
asiente con la cabeza. Alejandro cierra la puerta con suavidad
tras salir pero antes se detiene unos segundos para observar
aquella familia escuchando lo que Javier les dice a los
chiquillos aquella escena la recordaría toda su vida –
¡Mirarla!... tanto brillo en esta cara sin vida, ¡qué hermosa! La
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Epílogo
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está... dentro de él.
Javier mira a través del gran ventanal del cuarto, sonríe
se ve el mar hoy parece traer una hermosa noche, un hermoso
sosiego. Cierra los ojos apareciendo ante él la cara de su mujer
sonriéndose y diciéndole que es un necio por no pasear por
aquella playa con la arena tan menuda que pareciese que se
metiese millones de bichitos por entre los dedos de los pies.
Ya está anocheciendo, así lo había decidido María, ser
enterrada entre el día y la noche. Javier tenía en brazos a la
pequeña María, delante de él y agarrada de la mano tenía a
Verónica, Miriam estaba a su derecha, sujetándolo por el brazo,
Nicolás a su derecha dándole la otra mano a Miriam. Al lado
de Miriam Alejandro de la mano de la joven, de lado de
Nicolás estaba Marcos con su niño y Berta, el resto de los
familiares estaban colocados casi cerrando el círculo alrededor
del féretro terminándolo de cerrar el cura y el monaguillo.
Detrás de estas personas estaban todos los compañeros de
María y ya el resto de la gente. El cementerio estaba lleno,
curiosamente seguro que María no sabía que tenía tantos
amigos... porque todos eran más o menos amigos, eran
personas que la quería. Esto provoca una gran sonrisa en
Sandra que lo observa, piensa “María a que no pensabas que te
quería tantas personas.”
Cientos de flores adornan el hermoso sarcófago que
pareciese estar guardando a una diosa egipcia, Javier repara en
una amapola roja, muy roja... Nicolás la había colocado allí,
decía que era el símbolo del cariño porque era la flor preferida
de su madre, roja como la sangre, frágil como el corazón...
Van bajando el ataúd en el mismo momento que la
noche entra, pero contrariamente, no hay oscuridad sino luz, la
luna brilla sobre aquella urna castaña y dorada, el cielo
despejado y la luna nueva más brillante que nunca. Violeta la
mira – papá mira la luna está sonriendo a mamá. – Su padre la
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frágil, perdida en un mundo que parecía que le había fallado.
Ella sola contra el mundo; no pudo resistirse a ella, sintió
deseos de ayudarla y no se arrepentía... jamás se arrepentiría
fue la mejor decisión que había hecho en toda su vida.
Miriam veía a su madre el día que nación Violeta
lloraba de alegría, no había visto nunca a su madre llorar de
alegría. Nicolás sentía como su madre le abrazaba cada vez que
sabía que le hacia falta un abrazo ¿cómo podía saber su madre
que necesitaba que le diese un abrazo? Violeta la veía dormida,
sí, dormida en brazos de su padre en un sofá, cansados los dos
de trabajar y con la panza ¿Cómo es que cabían los tres allí en
aquel sofá tan pequeño?
Javier a la vez que iban echando tierra en el nicho de
descanso de María, al ver caer aquella tierra, esa tierra que la
iba a proteger del frío o del calor, esa manta... que iba albergar
protección. Daba paso a ciento de escenas por segundo ante él
como si un televisor le fuese mostrando en pocos minutos todas
sus experiencias con ella, todas sus vivencias.
La gente se va yendo, Alejandro disgrega a las personas
dejando que padre e hijos queden durante un rato a solas allí,
en ese lugar de paz y sosiego. Ninguno llora ya... sólo Violeta,
Javier le entrega el bebé a Miriam y se arrodilla ante su hija
mayor, esta con la cara llorosa lo mira.
– ¡La echo tanto de menos papá!
– Lo sé... pero ella está ahí – señalándole el corazón con la
mano. Siempre estará con nosotros mientras la recordemos
tenemos millones de recuerdos para que no nos dejen que la
olvidemos y millones de sentimientos hacia ella que nos
desbordará toda la vida. – Los chicos abrazan a Javier y la luna
los acaricia con su luz brillante como un gran brote de
felicidad, nunca estarían solos porque eran una familia. Javier
se descalza y a la vez que lo hace les dice – sacaros los zapatos.
– ¿Qué? – dicen los tres.
FIN
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