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Santa Rosa de Lima nació el 20 de abril de 1586 en la vecindad del hospital del
Espíritu Santo de la ciudad de Lima, entonces capital del virreinato del Perú. Era
hija de Gaspar Flores (un arcabucero de la guardia virreinal natural de San Juan
de Puerto Rico) y de la limeña María de Oliva, que en el curso de su matrimonio
dio a su marido otros doce hijos. Recibió bautismo en la parroquia de San
Sebastián de Lima, siendo sus padrinos Hernando de Valdés y María Orozco.
En 1615, ante el peligro inminente de ser saqueada por el pirata holandés Joris
Spitberg, Santa Rosa brindó protección a la ciudad Lima. Spitberg fue contratado
por Holanda para tomar por asalto el virreinato del Perú.
Sus planes eran desembarcar allí y saquear Lima con la ayuda de 300 hombres,
que navegaban junto a él en seis navíos a su cargo.
Al llegar el corsario holandés a El Callao se esparcieron rumores de que tomaría
el convento de Santo Domingo para profanar el sacramento del altar (por cuanto
él era calvinista) y robar sus tesoros.
Ella estaba dispuesta a morir en defensa de los valores católicos, por lo que
suplicó por la protección de Lima a la Virgen del Rosario.
Aunque también debe destacarse que el pirata holandés había quedado con sus
fuerzas muy disminuidas luego del combate de Cerro Azul.
Perdió una de sus seis embarcaciones y la cuarta parte de sus hombres, además
de que fue recibido a cañonazos en El Callao.
Este es uno de los milagros más conocidos de la santa limeña. Según la leyenda,
el Papa Clemente IX estaba escéptico acerca de los poderes y milagros de Santa
Rosa y quiso probarlos antes de beatificarla.
Luego de oír los relatos de sus milagros, el Sumo Pontífice habría dicho: “¡Hum!
¡Patrona y Santa! ¿Y Rosa? Que lluevan flores sobre mi escritorio si es verdad”.
Entonces comenzó a caer sobre la mesa del Papa una lluvia de rosas que lo dejó
estupefacto.
Fue así como entonces aprobó su canonización, y la joven Isabel Flores de Oliva
pasó a llamarse Santa Rosa de Lima.
Otro de los milagros por los cuales creció el fervor de los limeños hacia Santa
Rosa fue la sanación de los enfermos, valiéndose de una estampita de Jesús al
que llamaba “niño doctorcito” y rezaba diariamente.
De acuerdo con las historias que se cuentan sobre estos milagros, Santa Rosa
era devota del Niño Jesús y tenía en su casa una imagen del Divino Niño.
Los enfermos acudían a ella en busca de cura o consuelo para sus males. Ella
amablemente encomendaba su curación al “doctorcito”. A partir de allí, la fe
católica en el Divino Niño se extendió por todo el continente.
Mientras las tropas del Ejército imperial avanzaban cerca de ese lugar, la santa
peruana hizo su aparición y los condujo hasta un templo cercano donde les
ofreció refugio y alimento.
Se dice que una bella dama vestida con túnicas blancas y negras los guió hasta
la iglesia, en la parroquia de Santa Rosa.
Una vez dentro ella les ofreció abundante pescado y arroz. Los agradecidos
desplazados caían de rodillas al ingresar al templo y reconocer su imagen
presidiendo el altar.
Posteriormente las tropas japonesas llegaron hasta la iglesia. Los oficiales que
encabezaban el pelotón intentaron ingresar montados en sus caballos, pero fue
en vano porque los animales se resistían.
Otro de los enigmas en torno a la vida de esta santa es que se le atribuía el poder
de hablar y ser obedecida por los animales, al igual que a San Francisco de Asís,
San Martín de Porras y San Antonio de Padua.
Se dice que las aves, los animales de corral y hasta los mosquitos la obedecían.
Ella afirmaba que normalmente trababa amistad con los animales y les pedía
que alabaran a Dios.
Según la leyenda, siendo niña escuchó a su madre decir que mataría a un gallo
que ella tenía porque no cantaba. Fue entonces cuando la pequeña le ordenó al
gallo cantar y el ave lo hizo, evitando así su condena.
6- El matrimonio místico con Jesús
Se dirigió a la Capilla del Rosario donde lloró y suplicó por perdón a Jesús, y este
le respondió: “Rosa de mi corazón, yo te quiero por esposa”. Ella contestó al
Señor que sería su más “humilde esclava”.
En esta huerta ella cultivaba con esmero y amor sus flores multicolores, de
exquisito perfume y belleza sin igual.
Un viejo árbol de limón, que según la leyenda fue secado por el Diablo molesto
porque Santa Rosa no le hizo caso en una de las tantas veces que la intentó
tentar, fue revivido por ella siendo niña y siguió dando frutos.
Sin embargo, los devotos quisieron quedarse con una parte del árbol de limón y
le fueron arrancando sus hojas y ramas hasta dejarlo inerte. Del árbol solo se
conserva su tronco como testigo del milagroso hecho.
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