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edición catorce / agosto 2018

LA FELICIDAD
¡ja, ja, ja!
L
os hedonistas creían que la felicidad consistía en la búsqueda del placer a costa del menor esfuerzo. Aristóteles decía
que la felicidad no se hallaba en los placeres banales sino en actividades más profundas como la contemplación. Una
importante acotación hace Marco Aurelio Denegri cuando indica que el latín felix, o sea "feliz", hace referencia a
lo que es fértil, fecundo, feraz. Más felices nos encontramos mientras más productivos somos. Curiosamente, Van Gogh,
pictóricamente productivo y fértil, fue profundamente infeliz. La felicidad es contradictoria porque suele ser inalcanzable. La
vida moderna tiene pretensiones más modestas: la felicidad está contenida ahora en lo cotidiano, en una amena conversación,
en la sonrisa de un ser querido, en un paseo por el campo. Facundo Cabral menciona que la felicidad está sobrevalorada
porque depende del entorno, eres feliz cuando algo en el mundo te hace sonreír. Para él, más importante es estar en paz,
porque la paz interior no depende de nadie excepto de uno mismo. Frente a la felicidad fútil se opone la tristeza, su compañera
más temida por ser más duradera. ¿Acaso son estas las dos caras de una misma moneda?

FELICIDAD Y POLÍTICA 3 a las cinco en la estación 10

GARCÍA MÁRQUEZ Y YO 4 pARENTESCO / sUERTE AJENA 11
on da bich 5 SHIROI HANA, FLOR BLANCA 12
sentimiento shipibo 6 uno por uno 13
LA FELICIDAD DE PITILLO 8 abisal (fotografía) 14
la muela (ilustración) 15
Invitados especiales:
Pierre Castro Sandoval, Gerardo Figueroa, Hugo Muñoz (Pitillo), Jorge Ninapayta(+), María Policarpo y Christian Reynoso.
Diseño de portada: Noemí Slee ( /noemislee - https://www.behance.net/noemislee)
Foto de portada: Carla Patiño ( /carla.patino)
Escriben en esta edición: Stuart Flores, Jorge Giraldo Sánchez, Pamela Huerta Bustamante, Leonardo Mori, Juan Osorio y José Prieto Tueros.
Con las imágenes de: Cake, Karol Narciso, Carla Patiño, Lucía Quispe, Noelia A. Valdivia y Alejandra Vallejos.
Dirección General: Zaida Osorio y Juan Osorio Ruiz * Edición General: Nadia Cruz Porras * Marketing y publicidad: Hardy Caviedes Colchado
* Edición Gráfica: Carla Patiño * Corrección de estilo: Rosmery Cueva y Sally Jabiel * Diseño y diagramación: Noemí Slee.
revista-mot.com - /revistamot - - /revistamot - revistamot@gmail.com
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FELICIDAD Y POLÍTICA
Por: Pamela Huerta Bustamante / Artículo
L
a felicidad no existe. Al
menos no en sí misma, por
sí sola. La felicidad como
todo en este mundo es producto de
algo o de alguien. No creo en aquel
romanticismo de Benedetti que
nos llama a defender la alegría, a
atrincherarnos por ella. De hecho no
creo en casi nada de lo que dice, pero
trato de disfrutarlo cada que puedo.
Estar alegre, o ser feliz, es un privilegio
en este lugar tan indiferente en el que
nos ha tocado vivir. Sin embargo,
algo en lo que no dejamos de creer
es en que podemos ser felices. La
idea de alcanzar la felicidad está por
todas partes. Esa idea es la mercancía
con la que se negocia a diario aquel
futuro ilusorio del que nos hablan los
políticos cada que están en campaña.
En el verano de 2016, en pleno
quehacer por las elecciones
presidenciales, recuerdo que sonaba
y resonaba el eslogan sobre el voto
informado. Y claro, con la ingenuidad
de una niña de 5 años me tomé el
trabajo de revisarlos y emitir un
voto consciente. Vomitivo, pero
consciente. Es así que entre páginas
de incongruencias y promesas vacías,
me topé con el enfoque del plan
de gobierno del partido morado:
“Buscamos la felicidad de todos los
peruanos”. Sonreía de pena. Sonreía
porque no comprendía. Pero sonreía,
y de alguna manera lograban su
objetivo sin siquiera llegar a ser
gobierno.
Mi bisoñez me permitía cuestionar
esta idea. Tildarla de disparate para
abajo. ¿Cómo un plan de gobierno
me puede venir a decir que busca la
felicidad de todos los peruanos? Está
bien que durante décadas nos hayan
mentido y vendido ilusiones, pero
Ilustración: Karol Narciso (
por un acto de dignidad no puedes
aceptar tanta frescura.
Pero como los momentos de lucidez
nos vuelven al alma, el siguiente
paso era ver qué había más allá. Julio
Guzmán nos vendía un discurso que
capitalizaba decepciones. Nos vendía
ese producto que tanto ansiamos.
No la felicidad en pomos de cristal,
sino las herramientas para abrir
aquel pomo. Nos decía lo mismo que
todos, pero bajo una retórica llena
de “color esperanza”. Es entonces que
comprendes que la forma muchas
/karol_narciso)
veces supera al fondo, y continúas.
Aunque Guzmán no pudo seguir su
carrera electoral por el cabe de la reina
naranja, él ya había logrado capitalizar
ese sector inconforme con derechas
e izquierdas, con lo tradicional. Lo
había logrado con un discurso que
nos hablaba de la felicidad como fin
primero, poniendo en práctica la
teoría de las emociones, un básico a
veces olvidado.
De esto ya nos ponía al día Mujica,
quien tenía años con ese as revelado.
MOT
Se paseaba por el mundo hablándonos
de la felicidad humana como
principal recurso de la naturaleza. Y
mientras un Ollanta soñoliento lo oía
dar un discurso en alguna cumbre, él
asentaba su idea de que hacer política
era cuestión de “elegir decisiones”
y que la felicidad era darle rumbo y
contenido a la vida. Palabras bonitas,
utópicas, pero que dichas de la
manera correcta conmueven al punto
de hacerte ofrendar el voto.
Pero como en la política los sueños se
desdibujan apenas sopla la realidad,
hablar de la felicidad también puede
generar sinsabores. Para eso tenemos
a Macri, quien en campaña hablaba
de unidad y esperanza. Hablaba de
la Argentina como si describiera el
paraíso antes de Adán y Eva, una
Argentina alejada de lo que dirige
ahora, un país que se ahoga en
una crisis constante que golpea las
esperanzas del más fiel creyente. Así
es que frente a los cuestionamientos,
en un momento poco inteligente
ante los reclamos por los despidos
masivos, declaró que si gobernar se
tratara de leyes, él haría una ley para
que todos sean felices y problema
resuelto. Y como en un suicidio no
hay homicidas, lo mejor de todo esto
fue la parodia que le hizo Dady Brieva.
No más.
La política se ha deshumanizado,
al igual que la felicidad, y la
crítica está en esa intersección
que todos viven pero nadie ve.
No es que esté mal querer que la
gente sea feliz, lo que sí está mal
es ese interés de dar felicidad a
cambio de algo: una moneda, un
voto, lo que sea. Por eso no existe
la felicidad en la política, pues
esta se perdió el mismo día que la
dignidad de los políticos.
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 MOT - Invitado especial
GARCÍA MÁRQUEZ Y YO
E
xtraños fueron los caminos
que me llevaron hacia la
gloria. Ahora que repaso mi
vida, puedo apreciarlo con claridad.
El día que yo cumplía veintitrés
años, en un bar del Callao, una
gitana circunspecta y de carnes
enjutas me leyó la suerte en las
cartas. Luego, con tono solemne, me
dijo que yo haría algo importante en
la vida; “algo grandioso”, fueron sus
palabras.
La verdad, no fue una gran sorpresa
para mí, porque siempre estuve
convencido de ello. Aunque pensaba
que no era necesario ejecutar
algo desmesurado; un aporte a la
Historia, por pequeño que sea, es
un logro importante. Y mientras
llegaba el momento esperado, me
desempeñaba como corrector de
textos en una editorial de libros de
teología.
Cuatro años después, partí del
Callao en un barco carguero que
me llevó por varios puertos de
Sudamérica. Así inicié un periplo
que duró más de diez años. Me
ganaba la vida corrigiendo textos.
Lugar a donde llegaba, averiguaba
sobre las editoriales o los diarios más
importantes y allá iba a ofrecer mis
servicios.
La corrección de textos es un oficio
mal reconocido. Y no es una tarea
fácil, aunque muchos la consideren
una ocupación ancilar y de poco
fuste. En este trabajo hay que dominar
no sólo la ortografía, la gramática,
la sinonimia; también el ritmo y la
cadencia de las frases. Muchas veces,
incluso, hay que adivinar lo que el
autor quiso decir. La experiencia
brinda dominio al buen corrector;
con los años, basta una rápida ojeada
a las primeras frases de un texto para
4
pOR: JORGE NINAPAYTA / CUENTO
Ilustración: Lucía Quispe ( /_khespy - www.behance.net/khespy)
medir la calidad de su autor, para
saber si estamos ante un profesional
de la pluma o ante un pelmazo que
ensarta palabras.
El año más importante de mi vida
fue 1967, que me halló viviendo en
Buenos Aires. Trabajaba corrigiendo
libros técnicos, boletines, algunos
volúmenes de cuentos, en una
editorial de cierta importancia, luego
de haberme rebajado a fungir de
ayudante de cocina en un restaurante
japonés. No pasaba nada especial en
mi vida, y ya empezaba a dudar de
mí mismo. Hasta que cuatro meses
y medio después de haber entrado a
esa editorial, llegó a mis manos un
texto grueso en un sobre manila.
Era una novela, me dijeron, a la cual
debía hacerle la corrección. “Apúrate,
el editor quiere entrar a imprenta
dentro de una semana”.
Es lo usual en todas partes: los
editores siempre andan apurados y
quieren que uno también se apresure
a último momento, cuando ellos han
perdido tiempo valioso sacando
cuentas sobre costos de producción
y esas banalidades.
Hojeé sin ganas las páginas,
esperando encontrarme con algún
farragoso texto de estilo regionalista
y temática sollozante, de los que
aún sobrevivían por esos años. Pero
sucedió algo inesperado; desde las
primeras páginas de esa novela
quedé sacudido. Yo había leído antes
algo de ese autor, unos cuentos, creo;
pero esa novela, que en la primera
página anunciaba Cien años de
soledad, era, definitivamente, una
obra notable y original.
Me entretuve más de la cuenta
repasando con delectación cada
capítulo, cada párrafo, cada línea.
Cada frase llamaba a la siguiente con
naturalidad, engarzándose como en
una gran joya de finos arabescos, y
la historia avanzaba envolviéndome
en su universo de maravilla. No le
hallaba error de ninguna clase, ni
siquiera alguna mácula ortográfica.
Mi labor, esa vez, se redujo solo a
cotejar el original con el texto que iría
a imprenta, a identificar las faltas de
la digitadora. Sin embargo, parecía
que hasta ella, una gorda mendocina
que solía resollar mientras aporreaba
las teclas, se había contagiado de
esta voluntad de perfección y había
olvidado sus frecuentes errores. Y
mientras realizaba mi labor, pensaba
que algo así, precisamente así, me
hubiera gustado escribir. Y me
acordé de lo que me dijera la gitana.
Yo avanzaba la lectura de la novela
sin hallar ningún error. Cada
hoja revisada la ponía sobre una
bandeja, de donde era llevada por
un empleado al editor. Hasta que, un
poco después de la mitad, hallé algo
que me sobresaltó: un vocativo sin
su coma. En un diálogo, el coronel
Aureliano Buendía era llamado
por uno de sus lugartenientes, y
el nombre aparecía sin la coma de
rigor. Pensé que debía ser descuido
de la digitadora; no podía haber
otra razón. Pero, cuando revisé el
original, fue mayúscula mi sorpresa
al comprobar que allí tampoco
aparecía la necesaria virgulilla.
El autor, el maestro, se había
equivocado. ¿Era posible? Quizá de
tanto revisar y rehacer las frases. A
veces sucede.
Que Dios me perdone, pero
confieso que me alegré de esa
circunstancia, pues para entonces
estaba convencido de que esa novela
haría historia. Claramente sentí en
ese instante que una voz me llamaba
desde arriba, y con tono exhortativo
me indicaba que había llegado el
momento. Mi momento.
Volví a mirar el vocativo, que parecía
como abandonado, inerme, sin su
coma. Y, entonces, ya no me quedaba

más que cumplir con mi labor, hacer
mi aporte. Así es que tomé mi gruesa
pluma de tinta líquida, tratando
de sortear un temblor que al inicio
amenazó con debilitar mi mano;
inspiré larga y lentamente, calculé la
distancia, la presión necesaria, y esta
vez con mano segura y pulso firme,
puse la coma: un punto grueso con
una colita hacia abajo, como mandan
los cánones, tanto en la versión de la
digitadora como en la del autor. Eso
fue todo. Eso fue suficiente.
El resto es historia. La novela
prácticamente instauró una nueva
manera de narrar, se realizaron
varias ediciones de ella y se
vendieron millones de ejemplares.
Yo permanecí en Buenos Aires
solo hasta la tercera edición. Volví
al Callao, donde ingresé como
corrector en una dependencia del
Ministerio de Educación. Me casé,
tuve tres hijos, fui feliz: ya nada
importante. Años más tarde me
jubilé.
Mi vida después ha consistido en
mantenerme atento al derrotero
editorial de la obra. En cuanto una
nueva edición llegaba a librerías,
corría a conseguir un ejemplar, un
poco para hacerle honor a la novela,
pero sobre todo para verificar la
presencia de mi coma, si continuaba
allí. Y, por supuesto, allí estaba, bien
afincada, cumpliendo su función
cabal, y hasta me parecía que
resaltaba más que los otros signos
cercanos.
Ahora que mi modesta pensión de
jubilado no me permite comprar
las nuevas ediciones —algunas
notablemente lujosas—, solamente
puedo dedicarme a admirarlas.
Entro en esos elegantes recintos de
libros del centro, sorteo al vendedor
que me mira con gesto despreciativo,
ubico la nueva edición, llego hasta la
página indicada —que varía según la
editorial y las picas— y veo mi coma.
Y cuando leo el párrafo pertinente y
recuerdo todo el reconocimiento
que ha obtenido la obra, que ha
contribuido a ganar el Nobel para
su autor, se me hincha el pecho de
emoción. En esos instantes percibo
claramente cómo el aliento de la
gloria me roza la cara y revuelve mis
cabellos canos, y me siento orgulloso
—muy orgulloso— por esa novela
que hace mucho, en un tiempo ya
lejano, escribimos García Márquez
y yo.
Jorge Ninapayta (Nasca 1957 -
Lima 2014). Realizó estudios de
pregrado y doctorado en Literatura
en la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos y de Maestría en la
Universidad Católica. Magister en
Escritura Creativa por The New
York University. En vida publicó
Muñequita linda, La bella y la
fiesta y Lima en el ensayo literario
peruano. Póstumamente apareció
El arte verdadero y otros cuentos,
reconocido como el mejor libro de
cuentos de 2015.
Fue periodista cultural y profesor
universitario en Perú y EE.UU. Ganó
importantes concursos de cuentos:
Premio Jorge Luis Borges, en 1987;
Juego Florales de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, en
1992; Cuento de las 1000 Palabras de
la revista Caretas, en 1994; Premio
Julio Ramón Ribeyro, en 1998:
Premio Juan Rulfo, en 1998.
ON DA BICH
Por: Jorge Giraldo Sánchez
¿
Para V. V.
Era la música una forma de
alcanzar la felicidad? Escuchar
esas canciones sin tiempo en los
gélidos, taciturnos días cuyo tránsito
inevitable no era sino un acercamiento
al infierno y la soledad, ¿nos alejaba
del dolor, la nostalgia y la miseria
del mundo? No tengo una respuesta
concreta. Puedo decir, sin embargo,
que en esas horas macilentas en las que
nuestros cuerpos eran solo sombras y
buscaban por todos los rincones de la
casa escapar o evitar el dolor, la música
acudía a nosotros como un bálsamo
perfecto, tierno, puro.
Juntos mirábamos por la ventana
y, según el color que tuviera el día,
poníamos discos que se sucedían
en nuestro hogar como cuentas de
una larga, infinita cadena en la que
prevalecía el ritmo, la armonía, el olvido
en su máxima expresión salvadora.
Entonces, sin ningún remordimiento
podíamos bailar descalzos sobre el
tibio suelo; saltar al unísono hasta que
nuestras caras casi rozaban en un atisbo
de beso o amenaza; sentarnos agotados
a la espera de que una nueva canción,
un último sonido nos entregue fuerzas
para continuar con el rito hasta que, ya
perdidos, olvidábamos cualquier inicio
o final y la noche se convertía entonces
en un eterno acorde en movimiento.
Sin final, sin inicio.
¿Era eso la felicidad? Las risas y los
( Sigue a Cake en Instagram: www.instagram.com/jc_cake )
Columna - MOT
RADIO RAT
gritos, los saltos, esos desquiciados
gestos ante cada nueva canción, ¿eran
una forma de volvernos apóstatas
del dolor? ¿O simplemente nuestros
cuerpos, en su debilidad inhumana, no
podían evitar reaccionar ante la música
y su poder enajenante, ese poder que se
hunde en la noche de los tiempos? Es ya
imposible responderme, responderte.
Pero sé con certeza que todas esas
canciones ya casi olvidadas y aquellas
otras nuevas que fuimos descubriendo
aun en la mutua ausencia y el
desaliento, nos acercaron a la felicidad
porque precisamente nos alejaron de
la muerte, del dolor, de la despiadada
incomunicación que existe entre los
hombres. Y ahora veo con claridad que,
de no habernos unido en la música,
tal vez nunca hubiéramos tenido
la valentía para mostrar nuestros
similares miedos, indecisiones, penas
o voluntades.
Entonces, todo el encierro, toda
la vacuidad, toda la infrahumana
incomprensión podía destruirse
gracias al poder que la música ejercía
sobre nosotros y, como en aquella
adorada, triste canción de Neil Young
que cantábamos como una lejana
e irrebatible plegaria, darnos para
siempre una esperanzadora verdad:
“Estoy muy dentro de mí mismo,
pero saldré de algún modo/ Y me
pararé frente a ti, y traeré una sonrisa
para tus ojos”.
5
 MOT
SENTIMIENTO SHIPIBO
El profesor Pedro Paredes enseñando la lengua shipiba a sus alumnos.
M
uy cerca del conocido
Puente Trujillo, en
medio del antiguo casco
urbano del tradicional distrito del
Rímac se encuentra la Institución
Educativa Intercultural Bilingüe
Shipiba. Una pequeña escuelita
del Estado en donde un grupo de
directivos, docentes, autoridades
y la comunidad entera está
logrando que toda una etnia
oriental desplazada y postergada
encuentre un lugar para revalorar
su cultura.
La historia comienza treinta
6
pOR: LEONARDO MORI / REPORTAJE
Fotografías: Juan Osorio
años atrás cuando varias familias
shipibo – konibo llegaron desde
Ucayali. En su mayoría eran
jóvenes adolescentes que deseaban
estudiar una carrera universitaria
como esperanza de un futuro mejor
para sus familias. Los migrantes
empezaron a ocupar pequeñas y
modestas habitaciones en Breña y
el Rímac. Luego de algunos años,
organizados en una comunidad
más grande, ocuparon la llamada
Isla de Cantagallo, en donde un
territorio baldío se convirtió en
tierra prometida. Muchos años
después, en 2013, la alcaldía de
Lima inicia un gran proyecto vial
denominado Vía Parque Rímac
por lo que anuncia la pronta
reubicación de la comunidad
Shipibo – Konibo al barrio de
Campoy, distrito de San Juan de
Lurigancho. Se les promete un
terreno en la Av. Malecón Checa
en donde, dicen, se construiría un
conjunto habitacional para ellos.
Luego de marchas y en escombros por efectos del
contramarchas, extensas
conversaciones, dilaciones y
laberintos burocráticos sin
resolver, la reubicación no
ocurre nunca. El 27 de agosto de
2016 se produce un incendio con
el saldo de dos personas heridas
y tres viviendas afectadas.
Apenas unos meses después, y
mientras la burocracia alargaba
plazos, el 4 de noviembre en
horas de la madruga, se produce
un nuevo incendio que deja
en cenizas toda la comunidad:
436 viviendas se convierten
fuego y 2038 personas quedan
sin hogar, incluyendo cuatro
menores que sufren graves
quemaduras.

Desde el centro de Lima hay que
recorrer todo el Parque Chabuca
Granda y luego cruzar el puente
Rayito de Sol para llegar hasta
el barrio del Rímac. El caos
del paradero de buses ya no
sorprende, los ambulantes y el
apuro de la gente por subir a sus
medios de transporte son escenas
que se repiten durante todo el
día. Tras cruzar el puente hay que
caminar por un pequeño pasaje
que conduce hasta Prolongación
Tacna y luego, volteando hacia la
derecha, un par de calles más nos
conducen hasta nuestro destino.
La pequeña escuela está rodeada
de solares antiguos. No hay lujos
pero el colegio parece tener lo
necesario. Amplios ambientes,
carpetas, mobiliario. Hay algo
que nos llama la atención desde el
inicio; en todos los pasillos y aulas
hay carteles con palabras que no
entendemos. Es el idioma shipibo
que está presente en cada rótulo
del local.
En uno de los salones nos recibe
Doris Muñoz, directora del
colegio, descendiente de la etnia
shipiba, como la mayoría en este
colegio.
“Nuestra escuela es bilingüe y en
este contexto concursamos en 2015
y 2016 en el programa de Buenas
prácticas para poder revalorar
nuestra cultura y quedamos entre
los cinco primeros puestos. Para
eso trabajamos coordinadamente
entre los directivos, docentes y
padres de familia y con la UGEL,
la DREL y el Ministerio de
Educación.
En nuestra escuela el 70% de los
alumnos son shipibos bilingües
que provienen de familias
desplazadas. Ellos anteriormente
vivían en Cantagallo, pero
muchas de esas familias se han
trasladado a otros lugares y este
colegio los ha acogido.”
La directora nos explica que
sus alumnos llevan los cursos
ordinarios pero además estudian
shipibo como una materia regular,
tienen clases periódicas y el
idioma, además de sus costumbres
y tradiciones, son practicadas por
todos los estudiantes, sean o no
shipibos. La idea es que niños
de distintos orígenes utilicen
el idioma shipibo y la cultura
amazónica como un motivo para
expresarse, sentirse importantes
Doris Muñoz, directora del colegio.
y aprender sobre tolerancia y
diversidad.
“Hay muchos cambios positivos,
ahora ya no hay mucha
discriminación porque ellos mismos
ya no tienen vergüenza de su
cultura, sobre todo cuando hablan
en su propia lengua. Nosotros como
docentes hemos ido sensibilizando a
los alumnos y ahora ellos demuestran
sus talentos y habilidades a través
de nuestra cultura shipiba.
Nosotros desde el primer grado
enseñamos por medio de cantos,
historias y cuentos, en primaria
ya es un poco más avanzado, allí
les enseñamos a leer y escribir en
shipibo. Y los padres de familia
participan y están muy contentos,
no solamente los de los niños de
la selva, aquí vienen alumnos
de diversos lugares y culturas,
gente de la sierra, de la costa
norte, incluso venezolanos y todos
viven en comunidad, evitamos
la discriminación y para eso nos
servimos del idioma shipibo y el
español, para que nos entendamos
entre todos.
MOT
El gobierno también nos ayuda con
la distribución de libros. Además,
como ésta es la única escuela
bilingüe de la zona, el estado está
muy pendiente de nosotros y nos
monitorean constantemente y el
ministerio se encarga de capacitar
a los docentes, de sensibilizarlos por
medio de talleres.”
El profesor Pedro Paredes Mera,
que ha venido a Lima desde
la comunidad de Panaillo, a
cinco horas de Pucallpa, añade:
“Trabajé como profesor en Ucayali
desde hace seis años y recién hace
tres meses vine a Lima. Llegué
por invitación de la directora,
la señora Doris. Ha sido una
sorpresa porque no me gusta
mucho al clima, pero ya me estoy
adaptando a esta nueva realidad.
El ser humano tiene que adaptarse
a donde sea que vaya.
En shipibo mi nombre es Isckon
Misho. Ese nombre me lo dio mi
padre antes de morir, para que
no se pierda y se refiere a una
bandada de aves que vuelan.
Aquí uno encuentra todo tipo
de niños, niños traviesos, niños
especiales, niños alegres, niños
inteligentes, niños con problemas.
Ante eso uno tiene que tener
mucha paciencia, pero a mí me
gusta enseñar, así que yo les
seguiré enseñando, sobre todo a
mis paisanos de la selva, hasta que
Dios lo permita.
La vida aquí es muy agitada, pero
me siento feliz haciendo lo que
me gusta”, sentencia el profesor
Pedro Paredes, mientras se alista
para empezar una nueva clase con
sus alumnos.
Este colegio, con todo y sus
carencias, es un lugar donde la
gente está aprendiendo a vivir con
respeto y orgullo. El camino no es
fácil y las recompensas pueden
no ser inmediatas, pero la sonrisa
del profesor Paredes al empezar
una clase, es indudablemente, un
buen inicio.
7
 MOT - Invitado especial

LA FELICIDAD
Entrevista a Hugo Muñoz, el paya

E
Fotografía: Carla Patiño ( /carla.patino)
n realidad se llama Hugo
Muñoz, es peruano, diseñador
gráfico de profesión y payaso
por vocación. Lleva la tradición
circense en sus venas. Aunque ya era
exitoso internacionalmente, ganó
fama en nuestro país gracias a un
comercial de televisión. Trabajó en
diversas y prestigiosas compañías
en el mundo y se hizo merecedor
de importantes reconocimientos
artísticos. Superó una enfermedad
que le cambió la vida. Escribió  El
manifiesto del payaso, libro de
reflexiones sobre la labor en las
carpas de circo. Es locuaz, inteligente
y reflexivo y, aunque no parezca,
habla muy serio cuando se trata de
la titánica tarea de hacernos reír en
tiempos en los que la felicidad es una
utopía.

¿Cómo nace el seudónimo de

Pitillo?
Mi papá, que es chileno, fue payaso.
Él vino hace unos cincuenta años
a Perú en  la época de los grandes
circos, donde la atracción era ver a los
payasos y sobre todo a los chilenos. De
hecho, el famoso “¡Oiga caballero!” es
una frase típica del modo de hablar
en Chile. En ese trabajo mi padre
conoció a una señora que estaba
sentada en el público, le hizo un chiste
y nací yo (risas).

Fue como jugando…

Sí, mi padre tocaba una flauta que
él mismo había fabricado de forma
muy artesanal, un instrumento al
que los músicos del circo llamaban
despectivamente “pitillo”. De ahí vino
el nombre.

¿Y desde niño viviste con tu padre

en el circo?
No diré que nací en el circo con esa
visión romántica y tradicional de la
vida circense, errante, viviendo en
8

D DE PITILLO
aso Pitillo / Por Juan Osorio Ruiz
carpas y carromatos. No, yo tuve
una infancia establecida; pero claro,
llegaba el mes de julio y me tocaba
acompañar a mi padre en sus giras. Él
era el payaso Pitillo y yo era el payasito
Pitillín.  Cuando uno es niño hay
ciertas rutinas típicas de payaso, como
cuando el padre y el hijo salen con el
mismo atuendo y el padre dice: “A ver,
saluda” y el payasito responde: “Es que
yo no sabo saludar”. Es  una especie
de iniciación para los pequeños. Yo
estuve acompañándolo hasta que me
di cuenta que pagaban por hacer estas
actuaciones y me estaban explotando
(risas).
Hablando en serio, mi padre siempre
quiso que yo me educara, por eso
terminé mi secundaria y luego estudié
una carrera. Soy diseñador gráfico y
me dediqué un tiempo a eso, pero te
hablo de la época del tiralíneas, los
pegotes, la mesa con luz, eso ahora es
prehistoria.
¿Y en tu época de estudiante,
seguiste trabajando como payaso?
No, quería encontrar mi propio
camino, soy de esa generación que
apenas pudo se largó de su casa a
trabajar. Yo me convertí en un buen
vendedor y me topé con una empresa
que  hacía diseños, papelería y esas
cosas, te hablo de esa época cuando las
compañías de publicidad te sacaban
un ojo de la cara, y las imprentas
el otro ojo. Y vi la oportunidad de
ofrecer ambos servicios y me fue
muy bien, tenía dinero, me compraba
las cosas que quería, incluso me
iba a casar; pero sucede que padecí
una grave enfermedad, me dio
cáncer. Pasé tres años de mi vida en
el hospital Neoplásicas. Cuando me
dieron de alta descubrí que ya no
podía trabajar, porque el diseño se
hacía con computadoras. Era como
si me hubiera quedado atrapado en
el tiempo, entonces tuve que volver
a mis raíces de payaso. Me di cuenta
que siempre lo había hecho y fue
realmente un descubrimiento, un
renacer.
Y mientras estuviste enfermo,
¿tuviste miedo a morir?
La verdad sentí un alivio porque
hasta ese momento podía haber
tenido dinero para comprar un carro
y hasta un betamax; pero la verdad,
no me sentía bien conmigo mismo.
La vida es tan corta que es necesario
analizar lo que realmente nos hace
felices. En la vida hay libre albedrío,
todas las religiones lo mencionan  y
al mismo tiempo te dicen “pero
tienes que hacer esto y esto”. Ambos
discursos no concuerdan, el libre
albedrío implica no saber qué va a
pasar,  sin embargo estamos todo  el
tiempo tratando de  conseguir  cosas
materiales, una casa, un carro. Nos
olvidamos de disfrutar el trayecto por
pensar solamente en la meta.
A estas alturas, ¿eres el payaso
peruano más destacado?
Soy el más destacado porque no tengo
tacos. Me refiero a que le quito los
tacos a los zapatos para la postura de
payaso. Si ves películas de Cantinflas,
de Chaplin, de los grandes cómicos
clásicos, muy pocos usan tacos porque
te  obligan a  una postura un poco
altanera, en cambio cuando le quitas
los tacos tienes una postura menos
erguida, más humilde y fluye más
el movimiento escénico, la postura
payasesca.
¿En el oficio de payaso hay distintos
tipos o clasificaciones?
En la vida circense hay dos grandes
tipos de payasos: los blancos y los
rojos, que son como el ying y el
yang, los serios y los tontos. El serio
es el payaso blanco tipo Pierrot, que
representa a la iglesia, a la madre, la
inquisición, es decir, la autoridad, la
parte seria de la vida. Pero este tipo
de payaso necesita a su contraparte, al
tonto, al borracho, al marido que llega
tarde a casa, el niño que se hizo en los
pantalones, ese es el payaso rojo. Estas
son las dos grandes categorías y el
resto son sus derivaciones.
¿Tú haces más de payaso blanco o de
rojo?
Cada payaso tiene una búsqueda
particular. A diferencia de los actores,
los payasos inventamos un personaje
único y a través de él nos expresamos
y vivimos alimentando al monstruo,
haciendo que este personaje se
mantenga vivo hasta el final de
nuestros días.
¿No es complicado mantener un
personaje durante toda la vida?
Sí, es un poco más tortuoso. Por
ejemplo, la gente amaba a Charlotte,
el personaje del vagabundo que
inventó Chaplin. Pero cuando trató
de interpretar otros papeles perdió la
conexión con el público. Lo mismo
pasó con Cantinflas. Así hiciera de
barrendero, de bombero, de policía,
Cantinflas era Cantinflas. Ambos en
esencia eran payasos. Hay ejemplos
más actuales como Mr. Bean que
tiene éxito en sus sketches, pero
cuando intenta hacer películas ya
no es tan gracioso porque debe
intepretar otros papeles. El peligro es
terminar haciendo que tu personaje
sea un estereotipo. El payaso consigue
la empatía con el público porque es
entrañable, no ese personaje excesivo
con la peluca gigante que grita de
manera grotesca. Las personas que
sufren de coulrofobia le tienen miedo
justamente a este tipo de payasos.
Ya que tu trabajo es llevar la alegría a
la gente, ¿cuál crees que es el secreto
para ser felices?
MOT
Creo que el secreto está en el punto
medio. La gente cree que la felicidad
se parece a la euforia absoluta, casi
histérica y eso no es cierto. Ese es
un extremo peligroso y, obviamente,
el extremo de depresión total
tampoco es bueno. Cuando somos
conscientes de nuestra insignificancia
recién  empezamos a trabajar en
nosotros mismos, auto-contenidos,
completos. Si logramos eso podemos
brindar felicidad a los demás. Todo
empieza por no irse a los extremos,
sino buscar un punto medio. Los
extremos no son buenos. Si estás
feliz lo disfrutas y ya, y si estás triste
lo asumes también, sin dramas, el
drama es como los efectos especiales
de la vida, en nuestro cerebro nos
ocupamos tanto del drama, le damos
tanta importancia, pero cuando
eliminas el drama de tu vida se te
aclara el panorama, ese es el secreto.
Hugo Muñoz comenzó su carrera en
The Clyde Beatty Cole Bros Circus,
luego llevó su arte a los circos de China,
Puerto Rico, Venezuela y México.
También ha conquistado tierras aztecas
donde, además de ser galardonado con
la  Medalla a la Excelencia Artística  en
el  Festival de Circo Mexicano,
fue reconocido con un premio
de  la  Asociación Nacional de Actores
de México (ANDA) y condecorado con
la Medalla Mario Moreno Cantinflas
por sus 25 años de trayectoria artística,
entregada por primera vez a un
artista extranjero. En España recibió
el  Premio a la Imagen y participó en
el prestigioso  Festival Internacional
de Pallassos de Cornella, siendo el
protagonista de la  Gala Euroclowns y
consagrándose entre los payasos más
importantes del mundo.
9
 MOT - NUEVOS LIBROS

A LAS CINCO EN LA ESTACIÓN

Fragmento del libro HALLAZGOS Y EXTRAVÍOS de Gerardo Figueroa
Ilustración: Alejandra Vallejos ( /aleiree)

A
jenos a los pinchazos distintos niveles.
de una y las náuseas del Las historias de Hallazgos y extravíos
otro, sin más norte que son, por ello, una invitación, no solo
la fecha y hora de su encuentro, para distraerse de la realidad común
el 29 de mayo a las cinco de la y corriente del día a día, sino para
tarde ambos llegaron puntuales descubrir el extrañamiento que se
al primer peldaño de su cita. oculta detrás de esa misma realidad.

Allí estaba ella, radiante en el

vestido al que había dedicado
horas y horas de costura y de
desvelo, dando saltos para
asomar la cabeza sobre las
demás, verlo y correr. Ahí
estaba él, con las mangas de la
camisa remangadas, flores en las
manos, hurgando entre quienes
cruzaban por debajo de la puerta
principal, listo para levantarla en
vuelo.

De lejos se reconocieron
y, entre gritos y señales de
brazos levantados, corrieron
al encuentro. Sus cuerpos sin
freno chocaron como lo hacen
las olas contra los acantilados.
Sus manos nerviosas recorrieron
sus caras como las de un ciego
con un rostro nuevo. Ansiosos,
se aferraron como náufragos
desnudos que se dan abrigo en
medio del océano. Sus bocas
hambrientas se abrieron y
entregaron a la fiesta del olvido
y no fue hasta que se saciaron de
besos y caricias que sus ojos se
encontraron y, por fin, se vieron.
Por esa ventana abierta que
es nuestra mirada, por esa
grieta imposible de cerrar, la
devastadora realidad de los años
transcurridos les cayó como
el telón de un acto en el que el
tiempo, que unas veces se detiene
atrapando y conservando lo que
somos, esta vez les mostró la
10
insoportable realidad de lo que
habían dejado de ser. El muro de
un destino de universos paralelos
en el que jamás se volverían a
encontrar se levantó entre los
dos.
Devastados por el dolor y la pena,
ya sin palabras que pronunciar,
ella tomó el tren de regreso a
Ámsterdam, sin fuerzas para
voltear y verlo. A él, ya sin razón
de ser y siempre vestido de terno,
se le puede encontrar todas
las tardes sentado de piernas
cruzadas en una de las bancas del
parque central de Miraflores.
Sumilla:
En estas historias, ambientadas en
épocas y escenarios variados, desde la
Europa del siglo XIII hasta la América
Latina contemporánea, siempre
hay un episodio que termina por
descalabrar la impresión inicial de
que se estaba ante acontecimientos
aparentemente ordinarios.
Es así que Figueroa, dueño de
una prosa sutil y precisa con la
que envuelve y conduce al lector
sin que este se percate, muestra a
sus personajes como sujetos que
se ven obligados a confrontar una
realidad que creen conocer, pero
que los termina sobrepasando en
HALLAZGOS Y EXTRAVÍOS
Cuentos - Ediciones Catavento, Lima
2018, 105 pp. - S/ 35
Gerardo Figueroa (Buenos Aires,
1957). En 1983 ingresa como redactor
junior a JWT del Perú. Durante los
siguientes diez años asciende hasta la
dirección creativa de las oficinas de
JWT y Ogilvy & Mather en Ecuador.
Entre 1993 y 1995 se desempeña
como consultor internacional
para el Johns Hopkins Center for
Communication Programs en
Ecuador, Perú, Bolivia y Nicaragua.
En 1994 recibe una mención honrosa
por «El rencuentro» en el Cuento
de las mil palabras de la revista
Caretas. En 2006 gana Creatividad
Empresarial en la categoría de
comunicación y en 2016 su micro
relato «El verbo en llamas», obtiene
la primera mención honrosa de La
Casa de la Literatura Peruana.

PARENTESCO
Por: Stuart Flores
Y Y
aquí vengo yo a decirles por qué
deben de leer esto o aquello. A
algunos les basta con poner
una foto de Ámok en Facebook y decir:
«lo recomiendo». No he llegado aún a
tal nivel de influencia, pero casi. Lo mío
va de argumentar. La reseña es el arte de
la persuasión.
Primer libro. Pérdida de la virginidad.
Giacomo Roncagliolo (no es familiar de
Santiago, valga la aclaración) ha escrito
una novela que me ha hecho sentir
acompañado. Hay en su libro y en el mío
puentes que los unen: alteración mental
en el protagonista (su nombre también
es solo una inicial), adicciones, un amor,
lugares sin nombre, lenguaje aséptico.
En fin. Que en algún momento creí
que leía otra versión de La velocidad del
pánico.
Agrada la propuesta estética de este
autor porque es la misma que yo
defiendo y practico: borrar del texto
toda referencia a una zona geográfica
particular, proponer una realidad
paralela. Vamos, nada de autoficción
ni de guerra interna, donde abundan
fechas y calles y traumas de infancia.
Giacomo hace Literatura.
Entrar así, a escena, es bastante atrevido,
con todos esos Cuetos y Ampueros
hablándote de Lima y su mugre, de
Sendero y sus secuelas. Qué libros tan
aburridos y monótonos. Y qué rentables.
Giacomo es más bien un hijo de Levrero
y Lynch, y nos habla de un extraño juego.
El primer capítulo engancha y remite
a la Trilogía involuntaria. Asimismo,
este joven autor presenta destrezas
varias: conciencia sobre el lenguaje
(funcional con gotitas de lirismo) y
una espectacular construcción de los
diálogos.
EL NICTÁLOPE
La novela, no obstante, demora en
arrancar. Sin embargo, la paciencia se
ve recompensada porque en la tercera
parte del libro uno entiende la
importancia de cierto cuadro en la
pared, de los sueños de X. El final es
una delicia.
Desorienta también el excesivo
minimalismo del relato. No
existen en la narración suficientes
descripciones de los escenarios,
por ejemplo. Esto, a mi juicio, hace
difusas las acciones. Pero se entiende
y se respeta: Giacomo Roncagliolo
va forjando un estilo.
Ya quisiera toparme con más
propuestas así. Novelas que escapen
de los tópicos más trillados de
nuestra narrativa contemporánea, en
donde se perciba además el trabajo
de la reescritura, tal como sucede
en Ámok. Siento que podríamos ser
una pandilla. Soberbios y malditos.
Necesitaríamos también un nombre.
ÁMOK
Autor: Giacomo Roncagliolo
(Lima, 1989)
Editorial: Pesopluma (2018)
Páginas: 223
Precio: S/39.00
QUERIDO PILAR
SUERTE AJENA
Por: josé prieto tueros
a no sé qué pensar de mi
suerte, a veces parece cosa del
diablo. Mientras caminaba
pensaba en mi mamá, Jessica. Hoy
es su cumpleaños y no tengo mucho
que ofrecerle. No tengo dinero,
mejor dicho, pobre de mí, pobre de
ella. Felizmente ya había mandado
a preparar un pay de limón, porque
todos los años torta de chocolate cansa.
Caminé hasta el paradero y segundos
antes de llegar ya me había dejado el
bus, un buen motivo para renegar, pero
estaba ocupado pensando en que no
tenía dinero y hoy es el cumpleaños de
mamá, pobre de mí, pobre de ella. ¿Por
qué el día de su cumpleaños tiene que
ser tan cercano al día de las madres?
Así no se puede, pues, tendré que
regalarle mucho amor, como siempre,
porque no tengo nada más que darle.
No tengo dinero, mejor dicho, pobre
de mí, pobre de mi madre. Pero ella
me ama y no hay mejor regalo que
mi amor, ¿verdad, mamá? Claro que
no, hijito… no hay nada mejor. El
bus me dejó y no tengo tiempo de
renegar, además estaba casi lleno y no
hubiera aguantado tener que viajar
parado nuevamente. "Vaya nomás,
señor, yo espero el próximo" le hubiera
dicho de haber llegado a tiempo.
El siguiente bus no tardó en llegar y
yo era el primero en la fila. Abordé
rápido porque tenía hambre y yo
tomo mi desayuno en el interior del
automóvil, cuando se me hace tarde,
así como ayer, así como siempre. Me
senté junto a la ventana, en el extremo
izquierdo, como de costumbre, es que
me siento más cómodo apoyando mi
cabeza sobre ese lado, a la derecha
me incomodo, me canso y no me da
sueño.
A través del cristal, mi mirada estaba
Columnas -MOT
fija en la alameda que se extiende a
lo largo de la avenida Arequipa, en el
césped específicamente, y ahí mismo
vi de reojo la solución. ¿No me estarán
engañando mis ojos? "Bajaré por si
acaso", dije. "No, mejor no porque
llegaré tarde al instituto y ya estoy a
casi cuatro cuadras del billete o de
lo que sea que mis ojos hayan visto".
Además ya me ha pasado antes: veo
un billete tirado, lo piso como cojudo,
lo recojo sin que nadie se percate y
lo primero que me encuentro es el
“sin valor”. ¡Pero son cien soles! Son
cien soles y hoy es el cumpleaños
de tu mamá, José. No pasó ni un
minuto y ya estaba yo caminando
por aquella alameda, emocionado,
casi corriendo, entusiasmado, feliz.
¿A dónde la llevaré a almorzar?
¿Habré visto bien? ¿Alguien habrá
recogido el billete mientras camino?
¿Dirá “sin valor”? ¿En serio vi un
billete? Llegué a la cuadra en la que
se suponía estaba el dinero y grande
fue mi sorpresa: mis ojos engañosos,
mentirosos e ilusos no me engañaron
esta vez. Estaba casi saltando de
felicidad. Ahí estaba el billete. Me
agaché a recogerlo como si fuera yo
aquel que lo perdió momentos antes.
Estaba mojado, cosa extraña, pues el
césped estaba seco. Guardé los cien
soles en el bolsillo de mi casaca y
caminé al paradero más cercano del
bus, mientras pensaba en mi mamá,
porque hoy es su cumpleaños y ya
puedo regalarle algo, ya tengo dinero,
mejor dicho. Pero ella me ama, así no
tenga nada que ofrecerle, ella me ama
porque tengo amor para entregarle,
incluso cuando no tengo amor para
mí mismo.
— Aló, mamá. Hoy no cocines, por
favor. Hoy comemos fuera, hoy es tu
cumpleaños.
11
 MOT - Invitado especial
SHIROI HANA, FLOR BLANCA
L
a vi a través del ventanal de
su casa.
Estaba de espaldas haciendo
los bocetos del taller de pintura.
Su silueta, atrapada en el uniforme
de colegio, comulgaba con el sutil
crecimiento de formas.
Cuando supe quién era, la irresistible
tentación del deseo despertó en mí
como una dulce garúa de invierno,
hasta llegar a la tormenta.
Ese momento dejó de ser la niña a
quien conocía para convertirse en la
mujer desconocida de mis noches.
Desde entonces la miré diferente.
Recorrí su cuerpo y la imaginé en el
altar de mi sofá.
Pasaron los años, me hice pintor y
volví a verla.
Seguía siendo niña, shiroi hana, flor
blanca, pero había dejado de usar el
uniforme de colegio. Y el deseo de
la dulce garúa de invierno volvió a
mí.
Decidí seducirla.
Me imaginé caminando con ella por
las calles de la ciudad prendado a su
cintura haciéndole contornear la
entrañable muestra de un pantalón
ultra cadera.
Imaginé su rostro y su cuerpo
cada vez que hacía el amor a otras
mujeres y terminé creyendo que
ella era la niña mujer que siempre
había necesitado para mi pintura.
Óleo piel.
Así comencé a pintar desnudos.
Hice cientos de cuadros con trazos
gruesos y delgados, imaginando su
cuerpo blanco y fértil.
Lo plasmé virgen, anidado en
diversas posiciones.
A cada uno de ellos le hice un rostro
diferente, no obstante cada cual
conservó la expresión de su sonrisa.
Eso me permitió encontrar en cada
trazo el placer de tenerla junto a mí.
12
Por: Christian Reynoso / Cuento
Ilustración: Noelia A. Valdivia (
¿Acaso una pasión insomne?
Un día me visitó su madre para
comprar un cuadro. No supo cuál
elegir y propuso regresar al día
siguiente con su hija, shiroi hana,
para que la ayudara en la decisión.
Al día siguiente su madre se llevó el
cuadro más grande de mi colección
y ella, flor blanca, no volvió a salir
nunca más de mi atelier.
Reconoció su sonrisa en mis
cuadros.
/novali8)
—¿Te desnudarás para mí? —le
pregunté.
Ella, inocente, bajó la mirada.
—Sí, señor Otto —musitó.
Ahora somos felices en el altar de
mi sofá.
Cada día descubro el color y la
forma de su cuerpo desarropado.
He aprendido que un artista
no puede pintar la verdadera
belleza sino encuentra un cuerpo
desnudo para sí.
La moral de la belleza entre mis
dientes.
*
Los años pasan en vano cuando no
se aprovechan con la intensidad del
corazón.
El pasar de mis años al lado de
shiroi hana, flor blanca, retumba
bum, bum, bum como un bombo en
perpetuo sonido.
Fui un danzante sobre óleo color
piel.
Dios me miraba con disgusto desde
la ventana donde un pájaro todas las
tardes dejaba sus excrementos.
Tenía a shiroi hana a mis pies
aunque en verdad yo era el esclavo
de su desnudez. Desnudez blanca,
país de nieve, que se asomaba a mí
con furor, derritiéndome como un
helado al calor de sus piernas.
Lascivo.
Cada día era una nueva
reconstrucción de mi unidad, de mis
pinceles, de mis óleos.
De mi cuerpo, al fin.
El altar de mi sofá quedó relegado
ante las sábanas tablero de ajedrez de
la cama. Ellas recibieron en cada uno
de sus sesenta y cuatro cuadrados los
líquidos de mi pincel.
Pincel embadurnado de suavidad
cuerpo niña mujer.
Inventamos un nuevo arte de amar
fundido en óleo y sudor.
Efluvios plateados nos alimentaron
día a día a la luz del sol y noche a
noche a la oscuridad de la luna.
De pronto, la ciudad y su paisaje
natural empezaron a disgustarnos:
las mismas calles, las mismas
caminatas, las mismas arquitecturas,
las mismas constantes de la vida
diaria.

Queríamos más.
El atelier se convirtió en un espacio
estrecho. Apenas podía contener
nuestros cuerpos en explosión y los
miles de cuadros que para entonces
ya había pintado de shiroi hana.
Era todo lo que teníamos y para lo
que vivíamos.
Advertí entonces que había llegado
el tiempo, aquel tiempo, en que uno
descubre que empezará a hacerse
viejo.
Entendí que el sol se guardaría para
mí en el confín del atardecer para no
volver a salir.
Tampoco yo podría hacerlo como un
hombre lobo.
–Uuuuuu, uuuuuu.
Menos como un león dormido.
Shiroi hana era muy bella para darse
cuenta de esto.
La belleza de su desnudez en mis/sus
cuadros no le permitía advertir mi
decadencia.
Mis manos comenzaron a arrugarse.
Mis dedos a adelgazar, a doblarse, sin
ninguna resistencia.
Perdí la sensibilidad de las yemas.
La moral creativa se escapaba
de mis manos hasta que estas
empequeñecieron y, al cabo de
un tiempo, desaparecieron por
completo.
¿Ya no podría volver a tocar la
desnudez de shiroi hana como
siempre lo había hecho?
¿Era acaso el castigo de la seducción?
* mansas (2013) y Febrero lujuria
Shiroi hana camina con glamour.
Modela los gestos y movimientos
que le enseñé mientras la pintaba en
el altar de mi sofá.
Desnuda.
Todas las noches salimos al bar de la
esquina. Shiroi hana lleva un maletín
de color negro donde guarda un par
de guantes que sirven para tapar la
ausencia de mis manos.
Después de ponérmelos, su
inocencia de niña mujer se propaga
por las grandes avenidas, dejándome
a rastras entre los rompemuelles.
Se ha convertido en una pera
cayendo al mundo.
Yo la he creado.
Empujado.
Pintado.
Es la fruta diaria que mastico con el
rumor de mis dientes y el frenesí de
mi lengua ensalivada.
Pero ya no es mía. Su jugo pertenece
al mundo. Y masticarla no es
suficiente.
Shiroi hana ha crecido.
Ya no puedo contenerla en los límites
de mi pintura.
Ya no tengo dedos para conducir la
desnudez de su cuerpo e invadir los
rincones de sus formas interiores.
Caricias digitales: la suavidad de su
piel en mis yemas.
He sido golpeado en mi moral
artística.
Me revuelco todas las noches en una
mezcla de acrílico pegajoso para
ocultar la impotencia de mi hombría
y creación.
He quedado prohibido de su piel.
Su cuerpo ya no es mi ciudad.
Shiroi hana, flor blanca, ha crecido.
(2010)
Christian Reynoso (Puno,
1978). Magister en Literatura
Hispanoamericana por la Pontificia
Universidad Católica del Perú.
Escritor y periodista. Ha publicado
las novelas El rumor de las aguas
(2007). Los libros de cuentos: Los ojos
de la culebra (2013) y Los testimonios
del manto sagrado (2001). En ensayo
periodístico: El último Laykakota
(2008) y Látigo del Altiplano (2002).
Cuentos suyos han aparecido en
revistas y blogs, y forman parte
de algunas antologías, entre ellas:
Antología del cuento peruano 2001-
2010 de Ricardo González Vigil.
Actualmente se desempeña como
editor literario. Asimismo es editor
de la revista de literatura Espinela de
la PUCP y colaborador en diarios y
revistas. Ha escrito artículos sobre
cine y literatura en el Perú, además
de ensayos sobre la historia de la
pintura en el sur peruano.
UNO POR UNO
Por: Venancio
U
no por uno (1:1) es un
formato de pantalla poco
usual. Los formatos más
comunes son 4:3 y 16:9 (que se
refieren a la proporción de la
imagen que ocupa la proyección
de una película en la pantalla). Un
formato cuadrado es raramente
usado en cine. Curiosamente en
Mommy (Xavier Dolan 2014) el
formato cuadrado de la pantalla
es una de las particularidades que
merecen mención.
Mommy cuenta la historia de
Steve, un adolescente con TDAH
(Trastorno por déficit de atención
con hiperactividad) que debe
aprender a dominar sus demonios
y a conducirse en la sociedad,
pero es también la historia de
su madre, Die, una viuda que
además de todos los problemas
a cuestas (económicos, sociales,
sentimentales) debe aprender
junto a su hijo a conducirse en un
mundo en el que la convivencia es
una materia que exige más de lo
que a veces podemos dar.
Y es aquí donde entra el detalle
del formato de la pantalla como
Columna - MOT
CINEXII
elemento crucial en la narrativa
de Mommy. El formato cuadrado
(1:1) nos remite a un ambiente
de claustrofobia, de asfixia, sin
espacio a los costados, sin “aire”.
Toda la historia transcurre
encorsetada, angustiosa, sin
respiro, sin posibilidad de escape.
Esta es la atmósfera de la cinta,
una madre y su hijo confinados
a un espacio reducido en donde
es imposible la distensión y la
libertad, un escenario en el que la
posibilidad de una vida feliz está
vedada por las limitaciones de una
sociedad que nos asfixia.
Pero hay un momento en
esta película en el que aquella
condición se diluye y la magia de
la narrativa nos conmueve. Hay
un instante en la película, casi al
final, en el que Steve sale a la calle
en patín mientras su madre y su
mejor amiga lo acompañan a cierta
distancia, montando bicicleta. La
cámara lenta le añade emotividad
a la escena y Steve en un primer
plano elocuente, hace el gesto
imaginario de abrir una cortina,
y la magia ocurre. Mágicamente
el formato de la pantalla se amplia
y lo que antes era un espacio
cuadrado y reducido se desborda
y la imagen se proyecta a todo lo
ancho de la pantalla. Ese momento
sublime en el que vemos a Steve
sonreír, con los ojos cerrados y
la mente despejada, deslizándose
en su patineta con la libertad y la
naturalidad de toda persona que
ha encontrado un espacio suyo y
propio. No recuerdo otra escena
más feliz en el cine de los últimos
años, una escena que vale la pena
repetirla, una y otra vez.
13
 MOT - InvitadA especial

ABISAL
Por: María Policarpo / Fotografía
Abisal es parte de un proyecto
personal que inició como un viaje
introspectivo, una evocación a la
memoria de la artista, una mirada
íntima para entender y descifrar su
mundo. La serie está conformada
por autorretratos, los cuales en su
mayoría son desnudos, un viaje
entre cielo e infierno tratando de
descubrir/recordar/valorar el goce
de la piel.

María Policarpo (Lima, 1994). Es fotógrafa y video-artista. La unidad temática de su trabajo es la naturaleza humana. Estudió
fotografía en el Instituto Peruano de Arte y Diseño. Realizó un diplomado en dirección de arte en el Centro de la Imagen. Ha
participado en dos ediciones del Festival de Arte Erótico De Eros a Porno (Lima) y en el libro de fotógrafos Jpg book (Madrid).
Actualmente trabaja como fotógrafa para una revista local y está desarrollando proyectos personales de dibujo, fotografía y video.
Parte de su trabajo se puede encontrar en: / mariapolicarpo__
14
 Invitado especial - .MOT

LA MUELA
Por: Pierre Castro Sandoval / Ilustración

Pierre Castro Sandoval (Trujillo, 1979). Escribe, monta bici

y gusta del pan con queso. Ha publicado los libros de cuentos
Un hombre feo (Borrador, 2010) y Orientación vocacional
(Paracaídas, 2015). Se graduó de publicista pero renunció
y ahora es profesor de literatura. Pueden leer más historias
suyas en su blog: huesohueso.blogspot.com o en sus redes
sociales:
( /pierre.castrosandoval)
( /manongosterne)
15
 MOT - PUBLICIDAD

www.facebook.com/CineTrece/
Curiosidades, hallazgos, críticas, noticias y mucho más.

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