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Sobre el pan

Donde vivo ahora, es decir, donde existo, no me reconozco como real y menos aún a la
situación. Digamos que por si acaso, me doliese el estómago, me sentiría aún más en mí
mismo que cuando compro el pan en esta ciudad ajena, o que cuando camino calles
empinadas en vez de rectangulares o cuadradas.

¿Acaso tendrá algo que ver conmigo? ¿O es algo propio de los que viajan para tratar de
entender el tiempo de uno en el tiempo de otros? El lugar de uno en el lugar de otros. Por
lo pronto no tengo más argumentos para responder a esas preguntas, así que compro el
pan. Y por el momento es la única costumbre que he adoptado del lugar.

Aquella de conversar en exceso sobre los defectos propios ya la tenía adquirida. No sea
cosa de que los vecinos crean que son los únicos que lo hacen.

Si en efecto mañana me enfermase del estómago, me pregunto ¿cómo afectará eso a la


venta del pan?

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