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EFRAIN HUERTA [Silao, Guanajuato, 18 de junio de 1914] Miembro de la generacién de Taller (1938-1941). Es pe- riodista profesional, especializado en el comentario cinema- togrdfico. La poesia de Efrain Huerta se singulariza por Ia disensién frente a lo establecido. Contra la contemplacién que descubre los matices de lo inolvidable, no acepta mds asombro que resolver su protesta con lenguaje frecuente- mente “antipoético”, mezclado con emocién nunca exenta de ternura. Dentro de esos dos exiremos fluctian sus sentimientos, lo mismo cuando recuerda un deseo perdido que cuando invoca el recinto de la soledad. A sus manos las formas legan convertidas en pretextos para decidir que la quietud domina alrededor. Aun el alma, tltimo refugio en que se acoge el inconforme, es emblema de zozobra, reino de las tinieblas por donde cruza la desesperacion. Revolucionario a veces, siempre desesperado, Huerta no concede cuartel a su conviccién de proyectar su protesta en todo lo que toca. Pero si en esto estriba su originali- dad, también ha de observarse que su espiritu, asi se muestte nutrido de violencia, se sustenta en un amor por sus semejantes que impregna toda su poesia. Osras pe porstfa: Absoluto amor (1935). Linea del alba (1936). Poemas de guerra y esperanza (1943). Los hombres del alba (1944). La rosa primitiva (1950). Los poemas de viaje (1956). Estrella en alto (1956). La raiz amarga (1962). El Fajin (1963). Barbas para desatar la lujuria (1965). Poesia completa (en prensa). 240 DECLARACION DE ODIO Estar simplemente como delgada came ya sin piel, como huesos y aire cabalgando en el alba, como un pequefio y mustio tiempo duradero entre penas y esperanzas perfectas. Estar vilmente atado por absurdas cadenas y escuchar con el viento los penetrantes gritos que brotan del océano: agonizantes pdjaros cayendo en la cubierta de los barcos oscuros y eternamente bellos, o sobre largas playas ensordecidas, ciegas de tanta fina espuma como miles de orquideas. Porque ;qué alto mar, sucio y maravilloso! Hay olas como drboles difuntos, hay una rara calma y una fresca dulzura, hay horas grises, blancas y amarillas. Y es el cielo del mar, alto cielo con vida, que nos entra en la sangre, dando luz y sustento a lo que hubicra muerto en las traidoras calles, en las habitaciones turbias de esta negra ciudad. Esta ciudad de ceniza y tezontle cada dia menos puro, de acero, sangre y apagado sudor. Amplia y dolorosa ciudad donde caben los perros, la miseria y los homosexuales, las prostitutas y la famosa melancolia de los poctas, los rezos y las oraciones de Ios cristianos. Sarcdstica ciudad donde la cobardia y el cinismo son alimento diario de los jovencitos alcahuetes de talles ondulantes, de las mujeres asnas, de los hombres vacios. Ciudad negra o colérica o mansa o cruel, o fastidiosa nada mas: sencillamente tibia. 241 Pero valiente y vigorosa porque en sus calles viven los dias rojos y azules de cuando el pueblo se organiza en columnas, los dias y las noches de los militantes comunistas, los dias y las noches de las huelgas victoriosas, los crudos dias en que los desocupados adiestran su rencor agazapados en los jardines o en los quicios dolientes. jLos dias en la ciudad! Los dias pesadisimos como una cabeza cercenada con los ojos abiertos. Estos dias como frutas podridas. Dias enturbiados por salvajes mentiras. Dias incendiarios en que padecen las curiosas estatuas y los monumentos son més estériles que nunca. Larga, larga ciudad con sus albas como virgenes hipécritas, con sus minutos como niiios desnudos, con sus bochornosos actos de vieja discola y aparatosa, con sus callejuelas donde mueren extenuados, al fin, los roncos emboscados y los asesinos de la alegria. Ciudad tan complicada, hervidero de envidias, criadero de virtudes deshechas al cabo de una hora paramo sofocante, nido blando en que somos como palabra ardiente desoida, superficie cn que vamos como un transito oscuro, desierto en que latimos y respitamos vicios, ancho bosque regado por dolorosas y punzantes lagrimas, lagrimas de desprecio, lagrimas insultantes. Te declaramos nuestro odio, magnifica ciudad. A ti, a tus tristes y vulgarisimos burgueses, a tus chicas de aire, caramelos y films americanos, a tus juventudes ice cream rellenas de basura, a tus desenfrenados maricones que devastan 242 las escuelas, la plaza Garibaldi, la viva y venenosa calle de San Juan de Letran. Te declaramos nuestro odio perfeccionado a fuerza de sentirte cada dia mds inmensa, cada hora més blanda, cada Knea més brusca. Y si te odiamos, linda, primorosa ciudad sin esquelete no lo hacemos por chiste refinado, nunca por neurastenia, sino por tu candor de virgen desvestida, por tu mes de diciembre y tus pupilas secas, por tu pequefia burguesfa, por tus poetas publicistas, ipor tus poetas, grandisima ciudad!, por ellos y su enfadosa categoria de descastados, Por sus flojas virtudes de ocho sonetos diarios, por sus lamentos al crepiisculo y a Ia soledad interminable, Por sus retorcimientos histéricos de prometeos sin sexo © estatuas del sollozo, por su ritmo de asnos en busca de una flauta. Pero no es todo, soberana ciudad de lenta vida, Hay por ahi escondidos, asustados, acaso masturbandose, varias docenas de cobardes, nifios de la teoria, de la envidia y el caos, jévenes del “sentido Ppractico de la vida”, tuines abandonados a sus Propios orgasmos, viles nifios sin forma masrullando su tedio, especulando en libros ajenos a lo nuestro. iA lo nuestro, ciudad!, lo que nos pertenece, lo que vierte alegria y hace florecer jubilos, tisas, risas de gozo de unas bocas hambrientas, hambrientas de trabajo, de trabajo y orgullo de ser al fin varones en un mundo distinto. Asi hemos visto limpias decisiones que saltan paralizando el ruido mediocre de las calles, 243 puliendo caracteres, dando voces de alerta, de esperanza 7 pzogreso. Son rosas o geranios, claveles o palomas, saludos de victoria y pufios retadores. Son las voces, los brazos y los pies decisivos, y los rostros perfectos, y los ojos de fuego, y la tactica en vilo de quienes hoy te odian ‘para amarte mafiana cuando el alba sea alba y no un chorro de insultos, y no rio de fatigas, y no una puerta falsa para huir de rodillas. [Los hombres del alba} LOS HOMBRES DEL ALBA Y después, aqui, en el oscuro seno del rio mas oscuro, en lo mas hondo y verde de la vieja ciudad, estos hombres tatuados: ojos como diamantes, bruscas bocas de odio més insomnio, algunas rosas 0 azucenas en las manos y una desesperante rafaga de sudor. Son los que tienen en vez de corazon un perro enloquecido, o una simple manzana luminosa, o un frasco con saliva y alcohol, o el murmullo de la una de la mafiana, 0 un corazon como cualquiera otro. Son los hombres del alba. Los bandidos con la barba crecida y el bendito cinismo endurecido, los asesinos cautelosos con la ferocidad sobre los hombros, los maricas con fiebre en [as orejas y en los blandos mifiones, 244 los violadores, los profesionales del desprecio, los del aguardiente en las arterias, los que gritan, aillan, como lobos con las patas heladas, Los hombres més abandonados, mas locos, mas valientes: los mas puros. Ellos estén caidos de suefio y esperanzas, con los ojos en alto, la piel gris y un cterno sollozo en la garganta. Pero hablan. Al fin, Ja noche es una misma siempre, y siempre fugitiva: es un dulce tormento, un consuelo sencillo, una negra sonrisa de alegria, un modo diferente de conspirar, una corriente tibia temerosa de conocer la vida un poco envenenada. Ellos hablan del dia. Del dia, que no les pertenece, en que no se pertenecen, en que son mis esclavos; del dia, en que no*hay mds caminos que un prolongado silencio o una definitiva rebelién, Pero yo sé que tienen miedo del alba. Sé que aman la noche y sus lecciones escalofriantes. Sé de la Nuvia nocturna cayendo como sobre cadaveres, Sé que ellos construyen con sus. huesos un sereno monumento a la angustia. Ellos y yo sabemos estas cosas: que la gemidora metralla nocturna, después de alborotar brazos y muertes, después de oficiar apasionadamente 245 como madre del miedo, se resuelve en rumor, en penetrante ruido, en cosa helada y acariciante, en poderoso 4rbol con espinas plateadas, en reseca alambrada: en alba. En alba con eficacia de pecho desafiante. Entonces un dolor desnudo y terso aparece en el mundo. Y los hombres son pedazos de alba, son tigres en guardia, son péjaros entre hebras de plata, son escombros de voces. Y el alba negrera se mete en todas partes: en las raices torturadas, en las botellas estallantes de rabia, en las orejas amoratadas, en el himedo desconsuelo de los asesinos, en la boca de los nifios dormidos. Pero los hombres del alba se repiten en forma clamorosa, y tien y mueren como guitarras pisoteadas, con la cabeza limpia y el corazén blindado. [Los hombres del alba] POESIA EN MOVIMIENTO México, 1915 -1966 Seleccién y notas de OCTAVIO PAZ AL{f CHUMACERO JOSE EMILIO PACHECO y HOMERO ARIDJIS Prédlogo de OCTAVIO PAZ editores xl siglo xxi editores, s.a. de c.v. CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS, 04310, MEXICO, DF. siglo xxi editores, s.a. GUATEMALA 4824, C1425BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINA siglo xxi de espaiia editores, s.a. MENENDEZ PIDAL 3 BIS. 28036. MADRID, ESPANA primera edicidn, 1966 trigesimocuarta reimpresién, 2010 © siglo xxi editores, s.a. de c.v. isbn 978-968-23-0088-2 derechos reservados conforme a la ley impreso y hecho en méxico/printed and made in mexico impreso en impresora publimex, s.a. de c.v. calz. san lorenzo 279-32 col. estrella iztapalapa

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