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Crónicas anónimas de Sahagún, escritas por un monje anónimo.

Tienen lugar en la Península


ibérica, en el Reino de León, en la sede monacal facundina, villa de Sahagún (Sant Fagun =
San Facundo), en el siglo XII, en tiempos de Alfonso VI y su hija Urraca I.

Burgueses, campesinos y la Corona, cada uno por su lado, protagonizaron un conflicto


respecto a la toma de decisiones en la villa, en tiempos de la reina Urraca, se produjo una
disputa donde los grupos sociales defendieron cada uno sus intereses. Es esta sociedad
cristiana hispana, señorial y vasallática se da un momento crucial de cambios y
replanteamientos en la sociedad del reino de León. En 1066 Alfonso VI asume la Corona de
León, (este conflicto estalla tras la muerte de Alfonso VI pero se gesta en su reinado) el
monasterio benedictino de Sant Fagun sería muy favorecido por el monarca. En 1077,
Alfonso envió una petición al Papa Gregorio VII, pidiendo anexar la villa leonesa al dominio
eclesiástico de la Santa Sede. Fue Gregorio VII quien exhorto a Alfonzo VI a cambiar la
liturgia hispana visigótica por la romana, dando lugar a la reforma cluniacense. El monarca
acepta la introducción del rito romano en sus reinos, a cambio de un pontificado que depuso
sus intensiones de supremacía en Hispania y acepto las pretensiones imperiales leonesas. El
monasterio será una administración jurídico- civil autónoma dependiente exclusivamente de
Roma, haciendo de Sahagún el símil de Cluny en la Península.1

En 1085, Alfonso dicta un fuero, para dar inicio la repoblación en tierras del reino leones.
Con eximiciones, permitió la llegada de gentes de todas partes y la convirtió en una de las
ciudades más importantes de la España cristiana, tanto en el aspecto comercial como cultural.
Este fuero de 1085 regula la exención del fonsado (tributo al rey para los gastos en la guerra),
la prohibición de tener otro señor que no sea el abad y sanción a quien reconozca otro que no
sea él; fijación del pago de un censo por el suelo y la venta de la casa; sanción por la
falsificación de medidas y caloña (pena en dinero por un delito) por el homicidio conocido.
El fuero da al abad la prerrogativa de ser “Juez, árbitro y Señor de la villa de Sahagún”.

La villa se dotara de un carácter señorial y mercantil, los burgueses locales se hicieron de una
gran fortuna, ya que Sahagún se encontraba en el Camino de Santiago, (es una ruta que
recorren los peregrinos procedentes de todo el mundo para llegar a la ciudad de Santiago de
Compostela, donde se veneran las supuestas reliquias del apóstol Santiago el Mayor), por lo
cual será un lugar muy transitado y de muchas oportunidades para los comerciantes.

En 1109 muere Alfonso, y le sucede su hija Urraca I en la Corona leonesa. Se mando por
orden del Consejo de Nobles el matrimonio entre la reina Urraca y el rey Alfonso I de
Aragón, con el cual compartía el mismo abuelo (o bisabuelo, Sancho III el Mayor de
Navarra). Este matrimonio se asentaba sobre un acuerdo que proveía la unificación de los
reinos de Castilla - León y de Aragón - Navarra. Se opone la nobleza castellano – leonesa
junto al bloque borgoñón2 (el anterior esposo de Urraca I Raimundo de Borgoña, su hijo

1
Gordo Molina, Ángel y Jiménez Acuña, Cristian., Trasfondo de las revueltas burguesas en la villa de Sahagún,
a la luz de las “Crónicas Anónimas” en los reinados de Alfonso VI y Urraca I, Universidad Austral de Chile,
2011

2
Minguez, José María., La España de los siglo VI al XIII: guerra, expansión y transformaciones, Nerea, 1994
Alfonso Raimundez, futuro Alfonso VII, por poner en peligro el ascenso del primer hijo de
Urraca I, con un borgoñón) constituido sobre todo por representantes de la más alta jerarquía
eclesiástica vinculados a la reforma cluniacense. La unión fue calificada de incestuosa y no
fue aceptada por Bernardo, arzobispo de Toledo, por lo que se dicto la ex comunión por parte
de la Iglesia.

La villa entra en crisis, por intereses particularistas de sectores nobiliarios (que querían
hacerse del poder de Urraca) frente a la monarquía asediada (continuos desacuerdos entre los
cónyuges, enfrentamientos armados). En este contexto de crisis política se inserta la crisis
social, la burguesía de las ciudades del Camino de Santiago encuentra en Alfonso I el
Batallador de Aragón un aliado. El sector más enriquecido de esta, trata de integrarse
plenamente en una estructura de poder que le permita materializar en el orden político y social
el poder económico que ya ha comenzado a diferenciarla del resto de los habitantes de
ciudades y villas.

Un incidente que revela cuál era el estado de ánimo fue el de la puerta que daba a los huertos
de los monjes: “los burgueses, provocados no sé por qué espíritu de celosía, establecieron
cegarla, lo cual después hicieron. Un día, ante las puertas de la iglesia de Sahagún estaban, y
trataban de que la puerta fuese cerrada y tapiada con pared (…) con gran impulso e insulto, la
dicha puerta del claustro a patadas y a grandes empujones rompieron y a tierra echaron; (…)
como el abad no quisiese las dichas puertas del claustro levantar, le amenazaron diciéndole:
por la sangre de Dios, si hoy en este día las puertas del claustro en su lugar no fuesen rehechas
y levantadas, las cabezas del abad y los monjes, así como ladrones y enemigos de Dios, serán
rotas y cortadas; lo cual oído por el abad y los monjes y conociendo la ira de los burgueses ya
tantas veces conocida y experimentada, mucho temieron, y las puertas del claustro rehicieron
y en su lugar alzaron”3

A la muerte de Alfonso, la revuelta social a nivel socio-económico tiene como fin hacerse de
un porcentaje del poder señorial por parte de la burguesía. Estas revueltas tenían el carácter de
burguesas, pero no eran opositoras al sistema señorial dominante de la época, sino que
respondían al llamado de acceder mediante el poderío económico a un poder político, no
pretendían eliminar el sistema señorial y vasallático, sino, cristalizarlo, aun mas dejando de
ser “vasallos” para convertirse en “señores”.4 Sera una primera y violenta manifestación de la
tendencia de los nuevos grupos económicos a integrarse en el sistema y en su estructura de
poder. Urraca I estuvo en permanente conflicto, con su primo y marido Alfonso I de Aragón y
con la Iglesia, la burguesía vio el momento preciso de hacerse escuchar con la intención de
formar parte del poder administrativo que reposaba en la figura del abad, quien manejaba a
voluntad la villa de Sahagún.

El avance de Alfonso de Aragón a través del territorio castellano – leones coincide con las
revueltas de la burguesía del Camino de Santiago, revueltas que se desencadenan con especial

3
“Crónicas Anónimas”, Levantamiento de los burgueses de Sahagún
4
Gordo Molina, Ángel y Jiménez Acuña, Cristian, op. cit
virulencia entre 1110 y 1117. En 1114 Urraca I (1109 – 1126) abandono a su esposo el rey
Alfonso I de Aragón, luego se sucederán largos años de confrontaciones por solventar las
jurisdicciones de sus reinos. En Sahagún el aragonés trato de imponerse por medio de alianzas
con los burgueses, que negarían el señorío del abad, obedeciendo a un caballero aragonés al
mando de la villa. En 1110, cuando las tropas de Alfonso el Batallador se acuartelan en
Sahagún, los burgueses inician la revuelta. En ese momento, los pobladores, los aragoneses y
finalmente los campesinos se unieron en contra de los monjes cuyo superior tenía el dominio
sobre la tierra y las gentes. Se forma una “hermandad” (forma asociativa de carácter
horizontal, con juramentos de sus miembros) contra el poder opresivo y el abuso tributario del
abad. El abad Domingo fue destituido y debió huir, el monarca Batallador dejo como
representante regio suyo a un lugarteniente. El último delegado del Batallador fue Giraldo, el
más odiado por los monjes, consiguió que el abad huyese de nuevo. Este personaje aparece en
las crónicas de Sahagún como “Giraldo Diablo”. Entre la reina Urraca y el rey Alfonso,
Sahagún pasaba de manos leonesas a aragonesas de acuerdo a arreglos políticos.

Con la renuncia de Alfonso el Batallador al trono leonés, el movimiento pierde su aliado más
importante. Los burgueses más ricos buscan el pacto con la reina y el abad. El Papa Pascual II
exigió la deposición del adelantado regio, el sometimiento de los ciudadanos a la autoridad
del clérigo y la restitución de las propiedades del monasterio. A la llegada de la emperatriz a
Sahagún, los burgueses enseñaron la carta con sus leyes para que la firme, le ofrecían la
fidelidad del burgo y sus habitantes a costa del patrimonio del monasterio. Pero el privilegio
del romano Pontífice era el único que tenía validez jurídica como norma vinculante para el
monasterio, el burgo y sus habitantes. La monarca exigió una batalla entre representantes de
cada bando en una justa. Le permitió la expulsión de los revoltosos. No será hasta 1152 que los
burgueses, con nuevos fueros, consiguieron muchas de las reivindicaciones que plan teaban a
comienzos de siglo.

En la bibliografía de la asignatura podemos observar la distinción entre dos visiones respecto


a la ciudad medieval, una visión exógena: que ve a la ciudad como una isla dentro del mundo
medieval, representada por Le Goff; y otra visión endógena: que ve a la ciudad como
producto del mundo feudal, representada por Morsel.

Le Goff nos presenta la “revolución comercial” del siglo XI – XIII, como un proceso posible
a partir del cese de las invasiones germánicas que dan lugar a intercambios pacíficos y
aceleran los intercambios por ser las rutas menos peligrosa, y que por otro lado permiten el
aumento de la productividad y de la demografía. Nos dice que la característica mas importante
será la primacía de la función económica y con el desarrollo de las ciudades y el
consiguiente progreso del comercio tiene lugar el auge del mercader medieval en el marco
urbano.

Nos demarca tres grandes circuitos de concentración comercial: el Mediterráneo, el Mar del
Norte y entre ellos una zona de contacto como la Europa del noroeste agrega a la función de
intercambio una función productora, industrial. Los mercaderes hanseático (alemán) e italiano
“van a buscar a los mercados y ferias de Champaña y de Flandes estos productos de la
industria textil europea. Porque, en esta primera fase de nacimiento y expansión, el mercader
medieval es, sobre todo, un Mercader Errante.”5 Este mercader incipiente transita por caminos
rudimentarios, debiendo atravesar los obstáculos del pillaje, los impuestos, peajes (en
múltiples jurisdicciones señoriales por el amplio parcelamiento territorial de la época); quizás
por esto prefiere las vías navegables, tanto fluviales (las más importantes son: Italia del norte
con el Po, el Ródano prolongado por el Mosela y el Mosa, los ríos flamencos y la vía Rin –
Danubio) como marítimas, estas últimas harán la riqueza de los grandes mercaderes del
comercio internacional. A pesar de sus obstáculos: riesgo de naufragio y piratería, poca
capacidad de las naves, escasa velocidad de las naves el costo del transporte por mar resulta
mucho más bajo que el transporte por tierra. Y negocia en Ferias, como las de Champaña que
se sucedían a lo largo de todo el año. Estos mercaderes y los habitantes de las ciudades
gozaban de importantes privilegios que les facilitaban los condes, como la exención de
impuestos sobre los terrenos donde se construyeran alojamientos y locales para los
mercaderes. Los habitantes de los burgos quedaron exentos de tributos a cambio de impuestos
fijos rescatables. Por otro lado los condes aseguraban la policía de las ferias, controlaban la
legalidad y la honestidad de las transacciones y garantizaban las operaciones comerciales y
financieras. Pero estas ferias declinan a principios del siglo XIV por el abandono de la ruta
francesa (en beneficio de dos rutas más rápidas y menos costosas) pero principalmente por
una transformación profunda de las estructuras comerciales, que da lugar a la aparición de un
nuevo tipo de comerciante: el mercader sedentario (S XIV - XV).

Este nuevo mercader sedentario actuara en tiempo de grandes sociedades y grandes


personajes. Será el que llevara a cabo contratos y asociaciones que le permitieron salir de su
aislamiento y extender la red de sus negocios.

A fines de la Edad Media cuando aumentan las necesidades de los príncipes se crean vínculos
entre los poderes políticos y los mercaderes, en los siglos XIV y XV los prestamos soberanos
y ciudades, el arriendo de impuestos, la participación en las deudas del Estado, constituyo una
parte cada vez mayor de los negocios de los grandes comerciantes, quienes obtenían
privilegios (exención de impuestos, participación en el gobierno). Desde los comienzos de la
revolución comercial se vio a los señores y a los soberanos, y especialmente a los Papas
mediante cánones conciliares, acordar su protección a los mercaderes errantes.

Este mercader sedentario cuenta con progresos en los métodos de comercialización: acciones,
seguros, contabilidad, letra de cambio. “Allí donde existe, el gran mercader banquero
sedentario reina ahora sobre todo un conjunto, cuyos hilos maneja desde su despacho, su
palacio, su casa. Un conjunto de contadores, comisionistas, representantes y empleados (los
“agentes”) le obedecen en el extranjero.”6

Le Goff se pregunta ¿Fue el mercader medieval un capitalista? Y responde que el mercader


fue un precapitalista, que preparara el advenimiento del capitalismo. El gran mercader
medieval concentra ya los medios de producción en manos privadas y acelera el proceso de
enajenación del trabajo de los obreros y de los campesinos transformados en asalariados. La

5
Le Goff, J., Mercaderes y banqueros de la Edad Media, Eudeba, Bs As, 1986

6
Idem
economía medieval siguió siendo fundamentalmente rural, el artesanado predominaba en las
ciudades y los grandes negocios no son más que una capa superficial, pero, por la masa de
dinero que maneja, por la extensión de sus horizontes geográficos y económicos y por sus
métodos comerciales y financieros, el mercader- banquero medieval es un capitalista. Lo es
también por su espíritu, por su género de vida y por el lugar que ocupa en la sociedad.

En cuanto a su función social y política, el poderío económico de los grandes mercaderes va


unido al desarrollo de las ciudades, centro de sus negocios. Igualmente en el marco urbano
será donde establezca su dominación social y política, consecuencia y prenda de su poderío
económico. En el siglo XIII, las ciudades están dominadas política y socialmente por los
grandes mercaderes.

Nos dice que con la nobleza hubo lucha, eliminación o asimilación. España y Francia, lucha.
La nobleza cuyo debilitamiento está relacionado con la decadencia de la economía rural,
permaneció voluntariamente apartada de las actividades económicas que constituían la fuerza
de la clase mercantil. Los nobles desdeñaron ejercer el comercio, que jurídicamente,
implicaba la pérdida de sus privilegios y la renuncia a su “orden”. En Italia asimilación, los
nobles italianos vivían en las ciudades, se fusionaron con la nueva clase comerciante. En todo
caso, inclusive donde la nueva clase mercantil fue burguesa, plebeya, “popular”, y hubo de
conquistar su rango social y su poder político en lucha con la nobleza feudal, la oposición
entre ella y la vieja aristocracia se atenuó considerablemente en los siglos XIV y XV, a través
de un doble movimiento, inverso, pero convergente, de aburguesamiento y de
ennoblecimiento, que los fue acercando uno a otro. En definitiva, la lucha, cuando se produjo,
fue más bien entre antigua y nueva nobleza, resultante esta última de la fusión de dos
categorías de comerciantes: los de origen noble y los de origen burgués. 7 Por otro lado con las
clases populares urbanas, se advierte la gran distinción entre popolo grasso y popolo minuto.

El dominio político de la burguesía mercantil se da a través del patriciado: auge en el siglo


XIII, es una fracción de la burguesía, a menudo la más rica, pero, sobre todo, la más poderosa
por su dominio del gobierno de la ciudad. Los patricios en el poder dictan los impuestos, lo
cual los condena ya a la impopularidad, pero esta llega a su colmo por el hecho de que, siendo
los que los dictan, se dispensan de ellos, haciendo recaer el peso sobre los más pobres. El
fraude fiscal va acompañado de dilapidación de los dineros públicos, parte de los cuales van a
parar a las cajas de los grandes mercaderes. Las ciudades se endeudan y a veces quiebran.

Otro tipo de mercaderes en el dominio político serán los “democráticos” a menudo se los ha
visto como “agitadores”. Eran burgueses ricos miembros del patriciado, pero no de los
antiguos linajes que detentaban el poder político. Para liberar a la burguesía de la autoridad
del príncipe, atrajeron a las masas populares que todavía estaban excluidas de toda
participación en el poder público pero que ya estaban maduras para tal participación. El
movimiento, que primero era político, se convirtió en un movimiento social.8

7
Idem
8
Idem
Le goff advierte un “movimiento natural”, en la juventud, los viajes (mercader errante); en la
edad madura, los negocios sedentarios; en la vejez, una jubilación en el campo (adquisición
de tierras y administración de rentas). La clase de los grandes mercaderes burgueses no deja
de presentar en la Edad Media, notable unidad, a pesar de las vicisitudes y las renovaciones.9

Morsel, nos habla de nobles y burgueses. El dominio de las ciudades no difiere en principio
del dominio en lo rural, se realiza por intermediación de un grupo dominante se suma
fácilmente a la aristocracia. El control de las ciudades será un objetivo social de vital
importancia para los señores. Las relaciones locales de fuerza se caracterizan entonces, por
una especie de doble frente: la aristocracia señorial (laica o eclesiástica) frente (no contra) a la
aristocracia urbana, y esta contra el resto de la población.10 El carácter señorial inicial de las
ciudades no ofrece ninguna duda, y debe evitarse toda lectura anacrónica de la evolución
institucional urbana en términos de emancipación.

En las ciudades españolas la población de los siglos XI y XIII, se componía de mercaderes,


artesanos y “caballeros villanos” armados a caballo. Estos caballeros urbanos parecen
responder a un fenómeno de diferenciación social interna, el carácter antiseñorial otorgado a
la comuna urbana no se aplica aquí por el comportamiento señorial de estos personajes.

La implantación urbana de la aristocracia, que impulso y controlo la comuna frente al poder


episcopal (ciudades antiguos centros romanos, sedes episcopales por lo tanto la aristocracia
eclesiástica dominara en ellas) está compuesta de de señores llegados de lo rural. Estas
ciudades son, en sí mismas señores, que se dotan de territorios que dominan al modo de los
feudales. La presencia cada vez menos esporádica de los señores de la ciudad, así como de sus
sequitos, fieles, caballeros y ministeriales, es decir, de una población, (laica y eclesiástica) no
productiva sino consumidora (y con el deber y los medios de consumir) confiere a la
mercaduria una eficacia social suplementaria, mas allá del simple aprovisionamiento de la
población. Los mercaderes locales encargados de aprovisionar a esta aristocracia en las
ciudades donde residen los príncipes, ven crecer su poder.11

Estos caballeros villanos antes mencionados, por dictamen del poder regio se eximio de
impuestos y servicios. La ciudad funciona así como un factor de diferenciación social
constitutivo de la aristocracia, al ofrecer diversas posibilidades de enriquecimiento (comercio,
banca, oportunidades proporcionadas por las finanzas comunales y el dominio del término
urbano), de establecimiento de redes matrimoniales locales, y de alianzas articuladas a
imitación de las tramas interurbanas (organizadas bajo la forma de ligas urbanas,
hermandades, etc.) a fin de ampliar el control a los espacios rurales vecinos. Así, el control de
la ciudad no es algo de lo que se apropian los dominantes, sino que los dominantes se
constituyen mediante el control de la ciudad. La ciudad aparece como el modo particular de
producción y de reproducción de la aristocracia señorial, las luchas entre aristócratas rurales y
urbanos (con frecuencia reducidas a una mera competencia entre nobles y burgueses) deberían

9
Idem
10
Morsel, J., La aristocracia medieval. El dominio social en Occidente (s. V – XV), PUV-UGR, 2008

11
Idem
considerarse como luchas internas de la clase dominante. No resulta pues sorprendente que
tantos burgueses se conviertan en nobles (porque la nobleza constituye el ideal social laico
dominante).

Morsel nos advierte sobre la dificultad de establecer diferencias entre aristócratas urbanos y
rurales, ya que los dominantes urbanos constituyen una aristocracia que nada permite separar
a priori de la que domina el campo. El uso del término “patriciado” supone un buen signo de
esa voluntad de manifestar tanto la existencia de una categoría dominante y exclusiva de la
ciudad, como la especificidad de esta categoría en relación con la “nobleza” del ámbito rural.
Nada permite justificar tal práctica. La distinción entre nobleza rural y nobleza urbana
resultaría menos artificiosa que entre nobleza y patriciado, por cuanto destaca su pertenencia a
la nobleza, salvo que mantiene la confusión entre categorías y relaciones sociales.

Oposición entre dos lógicas el espíritu caballeresco (que impone no contar ni ahorrar
esfuerzos en beneficio de otros) y el interés mercantil (que controla todos sus bienes y
esfuerzos), es decir entre el despilfarro rural y el ahorro urbano. Varios textos enfrentan al
caballero y al mercader mediante críticas reciprocas en el curso de debates de contradicciones,
una formula de gran éxito en la producción escrita de fines de la Edad Media. Un poema
ingles opone a las figuras de Ganador mercader y Derrochador caballero, el primero acusado
de ahorrar, amasar y acumular riquezas sin prestar atención a los pobres, responde: “todo lo
que yo gano con sabiduría, el lo gasta por vanidad, yo amaso, yo busco, y el suelta
rápidamente. Este maldito y perverso ladrón que se llama Derrochador, quien si tuviera que
vivir mucho mas, conseguiría arruinar pronto al país.” Entran en concurrencia, por un lado,
una lógica aristocrática depredatoria (coger y dar como signos y medios de poder) y por otro,
una lógica mercantil contable (comprar y vender como signos y medios de riqueza).

La categoría de la nobleza parece haberse, si no constituido, al menos impuesto en el paisaje


social frente a las ciudades. Frente y no contra las ciudades, porque puede apreciarse que la
ciudad funciona como el marco esencial donde se pone en escena la superioridad nobiliaria.
Esta constituye el centro de organización de los grandes espectáculos aristocráticos que son
los torneos, que siempre enfrentan a dos grupos de caballeros con la misión de capturarse,
pero en lo sucesivo sobre grandes plazas urbanas. El antónimo del noble ya no es el burgués,
sino el popolo, en tanto que detentador del poder comunal.12

Gina Fasoli

En torno a la temática del origen de la ciudad y como alrededor de esta se fueron


construyendo nuevos lazos sociales y donde surgieron como grupo social los burgueses,
vamos a tener varios autores que se van a referir a lo ante dicho.

En base a esto Gina Fasoli, quien escribió sobre el origen de las ciudades tomando el ejemplo
de Italia septentrional entre los S X-XIV, nos va a dar primeramente que entiende ella como
ciudad “por ciudad entiendo todos aquellos asentamientos que así fueron considerados por
los contemporáneos en cada momento”. La autora va a decir que estas ciudades eran ex –

12
Idem
municipios romanos, que más tarde se convirtieron en sedes episcopales y en cabezas de
condado.

La autora va referirse al principio de su artículo que ella va a tratar el tema de ciudad y


feudalidad, a razón de esto también da lo que entiende ella por feudalidad: con esta palabra
hace referencia a todos aquellos individuos, a todos aquellos grupos sociales insertos en un
sistema de relaciones de dependencia personal, expresada en un juramento de fidelidad,
sustentada en la concesión de un beneficio, gravada con los prestación de determinados
servicios, personajes que a menudo estaban en posesión de cortes y castillos, de derechos de
naturaleza pública. Esta casta social teóricamente puede ser distinta de la de los propietarios
de tierras, los cuales también poseen cortes y castillos. De modo que en el uso corriente unos
y otros son a menudo conocidos como “señoríos feudales”.

En relación a la ciudad la autora dice que hasta mediado del S XI las ciudades gozaban de una
aparente autonomía en el gobierno de la ciudad, pero que la ejercían un grupo reducido que
tenían cierta riqueza y prestigio familiar personal, con capacidad de tomar iniciativas contra el
obispo y contra el conde: un heterogénea que en el lenguaje historiográfico se suele llamar
“nobleza”, “aristocracia”, “patriciado”.

La ciudades de toda Italia en su gran mayoría tienen una base romana, las cuales después
fueron cabezas episcopales, ya que el pasado romano dejo muchas ciudades, que sirvieron de
base para que surjan estas nuevas ciudades.

En torno a estas ciudades va tomar relevancia los mercaderes, que surgieron de las
actuaciones privadas en los S IX y X cuya situación se puede llegar a conocer, no solo en las
ciudades costeras como Venecia, Génova y Pisa, sino que a través de un celebérrimo texto,
como es las Honorantie civitatis Papiae, en el que se habla de mercaderes que operan en la
ciudad, a los que llama magni et honorabiles et muitium diviles.

Estas nuevas ciudades provocaron también una inmigración de la zona rural a la ciudad
misma, produce varios resultados, uno de ellos es la inserción de las castas de ciudadanos
notables genuinos, de núcleos militares y feudales que mantenían relaciones con la zona rural,
con el lugar de procedencia. Los señores rurales querían tener un punto de apoyo en la ciudad
para así reforzar su posición con el campo, donde poseían alodios y beneficios, donde
controlaban los centros de poder, para al propio tiempo y desde la ciudad acceder a un campo
de acción más amplio que propiciara la realización de sus ambiciones, de su voluntad de
poder y de enriquecimiento, en el ámbito laico y en el eclesiástico.

En cuanto a la llegada de estos, pudieron haber provocado fricciones y luchas, ya en el siglo


XI, pero documentada solo aparece el ejemplo de que ocurría en Milán.

Estas ciudades dieron paso a la formación de un nuevo orden jurídico, la formación del
municipio, en donde el propio consulado aparece como el nuevo órgano en el que
encontraban simultáneamente expresión de la voluntad de supervivencia y de afianzamiento
de la vieja aristocracia militar ciudadana y los intereses del estrato más intransigente en el
plano económico.

El nuevo organismo político administrativos que se iba constituyendo se basaba en efecto en


la relación personal entre el vértice y la base, relación de tipo feudal, que es diferente a
aquellas “asociación voluntaria jurada”.

El municipio naciente en pos de la propia identidad formal, tenía como modelos referentes y a
los que podían referirse eran al modelo eclesiástico y al modelo feudal, al modelo de consejos
y de las grandes asambleas del reino. La elaboración de las formalidades diplomáticas
municipales no podía emerger más que de los ejemplos procedentes de la cancillería de los
soberanos, de las cancillerías de los obispos y condes y, en general de los señores y fue
llevada a cabo por los notarios.

Esta inmigración del condado a la ciudad de propietarios de tierras, de vasallos, de guerreros,


no se cortó en el siglo XI si no que prosiguió a lo largo de los siglos XII y XIII e incluso los
rebaso en parte por propia elección, en parte por solicitud e imposición inmediata de los
gobernantes de la ciudad. El asentamiento urbano y la obtención de la ciudadanía era un
medio que tenía los señores feudales menores para suavizar los vínculos que les mantenían
sujetos a sus señores.

El instrumento del que se sirvieron casi en todas partes las ciudades para lograr y establecer
una relación duradera con los señores locales de instauración de un vínculo feudal del
vasallaje. Los señores feudales locales cedían la propiedad de sus castillos la municipio,
personificado en los cónsules, que inmediatamente se la restituían a título de feudo,
recibiendo un juramento de fidelidad acompañado de cláusulas que variaban caso a caso,
signo evidente de que cada sumisión, cada acuerdo, iba precedido de negociaciones, más o
menos rápidas y fáciles.

Sobre la base de esta afinidad social entre la clase dirigente urbana y residuos feudales del
condado es posible una solidaridad política; la clase dirigente de las ciudades está dispuesta a
abrirse a acoger en su seño, en definitiva a absorber, los domini de los castillos. En relación a
esto la meta de llegada fue la asimilación completa entre ciudadanos notables de origen e
inmigrados, en cuanto a ocupaciones, riquezas, ambiciones, hábitos.

En base a esto los municipios querían que sus ciudadanos sepan de justicia y que estudien y se
basen en esta, por lo cual la justicia paso a tener un lugar importante, despojando lentamente
el ámbito que tenía el arte de la guerra, dejando que solo los caballeros se ocupen de esta. . El
estudio de las leyes- al margen de la educación militar propia de su casta- ampliamente
practicado por la nobleza italiana era una tradición muy arraigada que ya en el siglo XI.

Esto provoco que haya una competencia por la jefatura del municipio de juristas. Cuando
llegaron al poder los oficios, se operó un debilitamiento de la acción, de la presencia del
consejo ciudadano en el condado; el pueblo gobierna dentro de las murallas de la ciudad, pero
fracasa en el principal objetivo del primer municipio, la formación de un estado territorial.
Pero en esto no hubo un ámbito de paz, sino que por la competencia de los de esta llegada al
poder, y la mayor participación de los señores feudales, también en lucha por querer acceder
al poder y de esta manera estar al tanto de lo que sucede en el campo y en la ciudad.

En el S XIII con la expresión magnates,y junto a las que llamamos otras como potentes,
potentiores, milities, casastici de maioribus, de parentelis, y también marchiones, comités,
barones, cattanei, lombardi y otras semejantes, se indicaba a aquellos personajes que tenían su
campo de operaciones en la ciudad y en el territorio, que a la riqueza y a la autoridad
asociaban la turbulencia y la prepotencia, siempre porfiando o en guerra abierta entre ellos y
siempre dispuestos a oprimir a los débiles y a imponerles sus cargas fiscales y sus servicios, a
apoderarse de sus tierras.

Contra los magantes se desarrolló en todas o en casi todas las ciudades de la Italia centro
septentrional una legislación preventiva y represiva que comportaba graves limitaciones de la
libertad de acción económica, imponía la obligación de cauciones de non offendendo
populares, prohibía convocar campesinos y vasallos en momentos de tumulto, limitaba el
permiso de llevar armas, la obtención de oficios públicos, y en definitiva la entrada la entrada
en los palacios municipales. En las legislaciones antimagnates hay también un buen números
de normas dirigidas a disolver los vínculos de vasallaje, a abolir el ejercicio de derechos
señoriales de todo tipo, a prohibir la posibilidad de comprar o vender castillos o espacios
idóneos para elegirlos de nuevo, y otras prohibiciones del mismo estilo; determinaban la
duración de la residencia de los señores rurales de sus propias tierras y se les negaba la
posibilidad de designar los magistrados de los consejos del condado o asumir personalmente
esas funciones.

Monsalvo

Como se sabe, otros autores también escribieron acerca del origen de las ciudades, José
María Monsalvo no es la excepción. Este autor en su trabajo lo que hace es también dar un
panorama de las zonas que él va a analizar, que van a ser Italia y Francia.

En relación a esto él va dar, al igual que Gina Fasoli, lo que él entiende por ciudad, “podría
pensarse que la mejor manera de definir la ciudad medieval es verla como el ámbito mental,
como una conciencia colectiva determinada, un modo de vida quizá”.

También hablando de su origen el las va dividir en dos grandes grupos, va a hablar de las
ciudades con elementos pre urbanos que van a abarcar los siglos VI-XI, y las ciudades
urbanas que van a ir del siglo XI-XV. En relación a las ciudades con elementos pre urbanos él
va a decir que algunas van a tener un pasado romano, y otras no, pero que por más que estas
tengan elementos que no son romanos, su organización no consta de elementos urbanos
propiamente dichos. Dentro de estas ciudades pre urbanas él va hablar de burgos castrales,
que son aquellos que están alrededor de los castillos y burgos abaciales. El autor va decir que
en el burgo vivían unos habitantes ajenos al tejido rural, militar y administrativo tradicional,
estos vivían del comercio y la artesanía, y se les empezó a llamar burguenses.
Los burgos eran un elemento nuevo, y se asociaron a diversas aglomeraciones preexistentes,
unos se adhirieron a los civitates, dando lugar a burgos suburbanos, puesto que las
aglomeraciones artesano-mercantiles se solieron asentar en las afueras de las murallas
urbanas. En otros casos los burgos se asociaron al resto de los enclaves preurbanos y que
también eran nuevos, en el sentido que carecían de antigüedad, el caso de los monasterios y
los castillos.

Otro elemento pre urbano estuvo ligado a las fortificaciones o castra, pero distintos de los de
origen antiguo. Alrededor de estas fortificaciones se asentaron estos señores, y establecieron
sus residencias. El castillo feudal era el signo de los tiempos. Europa se llenó de ellos y sus
emplazamientos sirvieron como enclaves para los burgos castrales, desde los que se pudo
despegar el crecimiento urbano más tarde.

Al asentarse estos pueblos de manera fija hicieron que se fuera sustituyendo la rapiña por el
comercio, mientras que la comunicación entre la mitad del norte y sur de Europa era
prácticamente nula, comenzaba a despertar un leve hilo de intercambios en la vertiente
septentrional. Se trataba de emporios comerciales, también llamadas en las fuentes portus o
wik. La palabra portus designaba un paso para atravesar un rio, una cadena montañosa, o un
lugar de escala o encrucijada en las rutas de larga distancia del tráfico comercial. Este
comercio septentrional se complementa con la aparición en el siglo VIII de algunas ferias en
estas zonas, como por ejemplo las de Saint Denis, con participación de anglosajones y
frisiones. Estos emporios que fueron característicos del S VIII al X, fueron típicos del Mar del
norte y Báltico, aunque no eran solo marítimos, ya que el estímulo eran los intercambios
locales, ligados al crecimiento demográfico y a una temprana mejora del bienestar de los
campesino, que llevaban a estos mercaderes lana, lino y hierro, constatado en el siglo IX.

En relación a los wiks, en el los mercaderes eran jurídicamente libres, y solían estar
organizados en gildas. Estas gildas se basaban en vínculos de fraternidad, bien distintos a los
típicos lazos verticales del feudalismo que se estaba afianzando. La Gilda era comunidad
convivencial que organizaba banquetes, aseguraba protección o asistencia a sus miembros y
unía a estos mediante juramento.

Como venimos hablando, el autor habla de elementos pre urbano, pero en un segundo capítulo
va a comenzar a referirse a la expansión de las ciudades urbanas en los S XI al XIV por toda
Europa.

El autor va a hablar de tres zonas urbanas que se pueden distinguir en Europa: zona
mediterránea, Europa noroccidental, y Europa septentrional y oriental. En donde va a
desplegar su análisis basándose en diferentes ejemplos. Italia: fue el caso más urbanizado a lo
largo de la Europa medieval, con su despegue iniciado en los S X-XI y que duro hasta el S
XIII, a su vez constituye el mayor exponente de la Europa mediterránea heredera del pasado
romano. En este sentido el origen de la red italiana de ciudades es el más sencillo de todos.

Entre la docena de ciudades medievales italianas que hacia el 1300 superaron los 40.000
habitantes, Venecia fue la única que no tenía antecedentes antiguos. Las poblaciones costeras
que en ella habitaban y de varias islas situadas en el golfo del Adriático empezaron a
aglutinarse en los siglos VII y VIII, en torno a una laguna, como modo de refugiarse de las
invasiones. Lo importante de esta zona es que tempranamente pudo extraerse la sal, lo cual
fue un elemento para que los habitantes venecianos pudieran iniciar el próspero negocio que
los haría celebres. Desde los siglos VIII los cimientos de esta actividad comercial sirvieron
para estimular el crecimiento y urbanizar de forma tan original los alrededores de la laguna.
Además de esto el autor va a hablar de los burgos que surgidos fuera de las murallas romanas
o lombardas fueron formando barrios o áreas de habitación que hicieron extenderse la ciudad
alrededor de los viejos muros.

La consecuencia del crecimiento fue que las nuevas actividades y poblaciones, comerciantes,
artesanos, etc. se fundieron con las anteriores, con el núcleo catedralicio, en las partes más
antiguas de la civitates. Todas las regiones de Italia conocieron un espectacular crecimiento
de las poblaciones urbanas. En el caso de Italia central, la concentración no era en las grandes
ciudades pero si en zonas intermedias.

El caso de Francia también fue significativo ya que fue la zona más extensa y poblada,
llegando a tener hasta una ciudad que fue considerada como la metrópolis de la ciudad
medieval: Paris, el caso francés, no se basó de forma tan rotunda unilateral en las ciudades
antiguas, sino que el gran despliegue de otros tipos de ciudad hizo que en Francia fueran más
proporcionadas las aportaciones de elementos de urbanización no tan directamente ligados a
la pervivencia de los emplazamientos del mundo antiguo. En base a esto el autor va a
distinguir 3 tipos de ciudades, aquellas que tiene un pasado episcopal, aquellas que lograron
un despegue por estar asociadas a un elemento pre urbano pero no antiguo si no de la alta
edad media, y finalmente el tercer tipo que son aquellas ciudades llevadas a cabo por las
poblaciones que fueron creaciones deliberadas por estos nuevos núcleos de población.

El caso francés no fue externo al fenómeno del burgos, de esta manera el autor distingue a los
burgos en relación a los tipos de ciudades. A partir de las civitas, como base o al lado o
alrededor del enclave catedralicio y las antiguas dependencias, fueron siguiendo con el
despertar económico de los S X-XI burgos o zonas artesanales y mercantiles. Los burgos más
característicos se desarrollaron extramuros. Eran los burgos suburbanos, surgidos en las
afueras de las cité- vieja ciudad o civitas- junto a centros monástico. Ya dentro de los S XII-
XIII estas áreas comerciales y productivas fue alcanzando dimensiones considerables, las
ciudades impulsaron la construcción de nuevos recintos amurallados que englobaban todos o
gran parte de los nuevos burgos o barrios.

Ya dentro del perímetro urbanizado, un nuevo elemento fue articulando el espacio interior: la
zona mercantil, casi siempre concretado en la plaza de mercado, uno o varios.

Burgos monásticos y castrales: fueron los viveros de las verdaderas ciudades cuando la
expansión pleno medieval convirtió estos enclaves en centros de atracción de la población de
alrededores, cuando la creación de un mercado les doto de consistencia como centros de
intercambio para las aldeas de la comarca, cuando se les concedieron a los habitantes los
fundamentos jurídicos que les distanciaron de los campesinos de alrededor.
Estos burgos rurales y sauvetés (termino que emplea la historiografía inglesa) caracterizada
como pequeñas ciudades con mercado, si se asociaban a una abadía o un castillo pueden
asimilarse a los típicos burgos monásticos o castrales, aunque con la peculiaridad de su
dotación jurídica como refugio fiscal o protección.

Los burgos monásticos tuvieron motivos de asentamiento: exigencias de artesanos y


comerciantes para satisfacer las necesidades de las comunidades monásticas, rutas de
peregrinación jalonadas por mercados. Más importante fueron los burgos castrales.

El burgo castral es el reflejo de como los poderes señoriales o de la aristocracia feudal


marcaron el paisaje y el poblamiento medieval, el burgo castral –llamado burgus o incluso
castrum, palabra que designa castillo- era un hábitat en torno a un castillo. Este burgo castral
fue característico de los siglos XI-XII, aunque en regiones orientales de Francia siguió
originándose en el siguiente.

Hay que destacar que como fenómeno de ciudad en el caso francés las bastidas fueron
características del siglo S XIII y principios del S XIV.

El contenido formal de las bastidas era claro: con el nombre de bastide o villa nova se creaba
un centro de población al que se le otorgaba un estatuto ventajoso. Se intentaba reagrupar así
a la población de una comarca. La bastida se creaba así como un núcleo que articulaba el
poblamiento de una comarca, normalmente con un área de influencia de un radio de poco
kilómetros. La existencia de la función mercado y una mínima centralidad económica con
respecto a un territorio restructurado a su alrededor, aun pequeño, justifican su naturaleza
urbana.

Después de todo lo dicho sobre las ciudades, el autor en otro capítulo va a referirse al
surgimiento de las soberanías ciudadanas, que tuvieron su auge entre el S XI-XII. En donde
los burgueses fueron protagonistas en la historia de las ciudades, al tiempo que el termino
burguensis se generalizaba. Con el tiempo el significado medieval de burguensis mas o menos
quedo establecido en lo que apunta Le Goff: era el habitante de la ciudad, que no era noble, ni
clérigo, ni extranjero, que disponía de una cierta fortuna y ejercía unas actividades ligadas a
un género de vida que indudablemente consistía en la artesanía y el comercio. Otros grupos
sociales habitaron la ciudad, y los mercaderes o grandes comerciantes se incorporaron a los
grupos dirigentes de la ciudad muy pronto también. La nobleza urbanizada fue el grupo más
destacado de la comuna italiana hasta el siglo XII. En las ciudades no olvidemos tampoco el
peso del componente eclesiástico. A menudo, la iglesia era la principal potencia territorial,
inmobiliaria y financiera de la ciudad.

En el caso italiano va a surgir la comuna, y en el caso francés las franquicias. El surgimiento


de comunas en Italia puede verse como un proceso no siempre con instituciones uniformes ni
nacidos súbitamente. Cronológicamente empieza hacia el 1100, con la aparición de cónsules
y asambleas ciudadanas en algunas ciudades. Hacia el año 1140 se habían constituido ya
comunas en las principales ciudades de la Italia central y septentrional, mientras algunas
importantes, como Roma o Venecia, se incorporaron poco después. A la autoridad del conde
y del obispo sobre una ciudad cualquiera se estaban uniendo todos los poderes y dominios
puramente privados que la formación del feudalismo estaba propiciando. Con el trasvase de
nobles y feudales a la vida urbana, al modo italiano, se fueron implantando los consulados
desde las segunda o tercer década del s XII.

En el caso francés en los s X-XI la ciudad era centro administrativo y de poder, pero no
municipal. Los sucesores del”escavinato” carolingio, los escavini, bien constatados en la zona
noreste del reino en el s XI, eran los miembros de los tribunales urbanos. Todavía no eran
instituciones municipales, pero un cierto impulso de concentración de su influencia en la
ciudad puede rastrearse al valorar la ubicación en las ciudades de los tribunales eclesiásticos.
En muchas pequeñas ciudades francesas se beneficiaron en el S XI de las franquicias
concedidas por sus titulares, deciosos de la instalación de artesanos y comerciantes. Ya fueran
burgos surgidos al lado de un castillo, una abadía o una civitas, los habitantes de esos burgos
obtuvieron franquicias y privilegios. Un ejemplo conocido es la carta acordada entre el duque
de Aquitania y el abad del lugar. Los propios burgueses de la ciudad habían participado en la
obtención de las franquicias, no era solo una concesión desde arriba, y que se le reservase un
cierto papel político, siempre en colaboración con la autoridad episcopal de la ciudad, a la que
no suplantaban. A partir de esto las franquicias se fueron extendiendo a las propiedades y a
los hombres.

A raíz del surgimiento de estas entidades políticas, también surgieron revueltas : cuando
potentes poblaciones burguesas-artesanos, comerciantes o mercaderes hallaron insuficiente el
marco señorial que envolvía las ciudades donde residían, y demasiado pobres los privilegios
dados desde arriba por los señores, en el caso de que existieran, se produjeron situaciones de
alta tensión. En ocasiones estos enfrentamientos entre burgueses y señores de la ciudad
adoptaron la forma de revueltas, con violencias incluso. Son las revueltas comunales o
formación de “comunas”, en el sentido más estricto de conjuraciones de una parte de los
habitantes de la ciudad. Ejemplo de esto pudo verse en el norte de Francia.

El sentido que tomo todas estas entidades políticas también tiene un trasfondo de libertades.
Las libertades medievales significaban en su conjunto la sustitución de lo arbitrario por un
estatuto con unas reglas previamente establecidas, con garantías legales, con capacidad para
expresar y defender contractual y públicamente unas obligaciones y unos derechos definidos.
Hubo libertades no solo personales, sino colectivas que tuvieron mayor relevancia. En este
sentido la ciudad se convertía en una organización pública, con un entidad de derecho público
con autonomía política. Las libertades colectivas a su vez también implicaban un organismo
de asociación. . El principio de justicia propia implicaba que la ciudad tendría su propia
jurisdicción, con sus jueces y tribunales. Todo este conjunto de derechos y libertades
ciudadanas se dieron en las ciudades europeas a partir de los siglos XII-XIII.

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