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Estado y crisis en Brasil

Ruy Mauro Marini


Fuente: : Cuadernos Políticos n. 13, Ediciones Era, México, julio-
septiembre de 1977, pp. 76-84. Se publica en Internet gracias
a Ediciones Era.
Índice
El ciclo económico en Brasil
Los ciclos nacionales y la circulación internacional
El esquema de realización del subimperialismo
El papel del Estado en la crisis actual
Conclusiones

Una de las características de la sociedad dependiente es el considerable


grado de autonomía relativa de que goza allí el Estado. En lo
fundamental, ello se deriva de una ley general de la sociedad capitalista,
según la cual la autonomía relativa del Estado está en razón inversa de
la capacidad de la burguesía para llevar a cabo su dominación de clase;
en otros términos, un Estado capitalista fuerte es siempre la
contrapartida de una burguesía débil [1]. Pero, planteado así, esto no
hace sino encauzar la investigación del problema, siendo necesario pasar
a la indagación de qué es lo que determina esa debilidad de la
burguesía. Haciendo de lado los factores históricos, que no pueden ser
examinados sino en el marco de las sociedades capitalistas concretas, es
posible indicar, en este sentido, algunos elementos generales que
permiten orientar la solución del problema en países como los nuestros.
Uno de ellos se deriva de que, en dichos países, las estructuras
precapitalistas, aunque articuladas e integradas bajo la dominación del
modo de producción capitalista, son objeto de un proceso lento de
absorción, mientras que, en condiciones de dependencia, el mismo
modo de producción capitalista encuentra dificultades para generalizar
la plusvalía relativa e impedir así la tendencia a la fijación de la plusvalía
extraordinaria (lo que se expresa en obstáculos a la nivelación de la
cuota de ganancia). En consecuencia, las fracciones burguesas
dominantes, que corresponden al desarrollo objetivo del modo de
producción, se encuentran inmersas en un conjunto de clases y
fracciones de clases que se basan o en modos de producción distintos,
aunque subordinados, o en fases más retrasadas del desarrollo
capitalista [2]. Este contexto en que se enmarca la dominación burguesa
en los países dependientes explica la debilidad que la caracteriza y
responde en amplia medida del reforzamiento del Estado, fundando la
autonomía relativa de éste respecto a la burguesía.
Desde otro punto de vista, nos encontramos con el hecho de que las
burguesías dependientes se encuentran ligadas con la burguesía
internacional y cada vez más integradas con ella. Esa ligazón y creciente
integración no excluye, sin embargo, la diferenciación —y, en ciertos
casos, incluso la oposición— de sus intereses respecto a esta última,
fenómeno que se designa mediante la categoría de “cooperación
antagónica” [3]. Las burguesías nacionales o, para evitar confusión,
nativas, aun cuando optan conscientemente por su integración con la
burguesía imperialista, tienen que apoyarse en el Estado, en tanto que
instrumento de intermediación capaz de llevar a cabo este proceso sin
que ello implique la destrucción pura y simple de la burguesía nativa. En
esta calidad, actuando como intermediario en el proceso de
convergencia de la burguesía dependiente con la burguesía imperialista,
el Estado ve acentuarse aún más su autonomía relativa y, por ende, su
capacidad de acción respecto a la economía dependiente.
Finalmente, en la medida en que la situación que acabamos de indicar
implica que el Estado dependiente se encuentra referido también a la
burguesía imperialista, las contradicciones que se establecen en el seno
de ésta operan en el sentido de ampliar su autonomía relativa, ahora en
relación a la misma burguesía imperialista. Los estudios sobre la
dependencia, en la medida en que se formularon en un periodo en que
la hegemonía norteamericana sobre América Latina, y aun a nivel
mundial, era absoluta, obstaculizando contradicciones agudas entre la
burguesía norteamericana y otras burguesías imperialistas, no han
otorgado la debida importancia a este hecho. La actual crisis capitalista
mundial, al agudizar las contradicciones interimperialistas, nos obliga a
prestarle mayor atención. Tanto más que, como veremos más adelante,
esas contradicciones no se desarrollan sólo en el plano externo a la
economía dependiente, es decir, en el marco del mercado mundial, sino
que se convierten, por efecto de la integración imperialista, en
contradicciones internas de los países dependientes.
Así pues, desde cualquier ángulo que consideremos la autonomía
relativa del Estado en nuestros países, ésta sólo se entiende como
resultado de contradicciones de clases inherentes a la situación de
dependencia. Es por tanto evidente que esa autonomía tiende a
acentuarse al presentar una crisis en el proceso de reproducción de
capital [4] en nuestros países, dado que toda crisis agudiza las
contradicciones de clases. Por esta razón, al considerar las perspectivas
de la actual crisis brasileña, nuestra atención se dirige preferentemente
hacia el Estado, debido al margen de autonomía que la crisis le da para
plantear un proyecto de superación de la misma.
Es conveniente observar que el análisis de la crisis en tanto tal no
constituye el objeto de este trabajo, aunque el lector podrá darse cuenta
de algunas hipótesis relativas a ella que se encuentran en la base de mi
razonamiento. Sin embargo, lo que me preocupa aquí es el señalamiento
de algunas tendencias que, a consecuencia de la crisis, se están abriendo
paso en Brasil y que se expresan principalmente a través de la
intervención del Estado. El examen de esas tendencias puede ser de
interés para avanzar en la comprensión de los efectos que la crisis
mundial está provocando en América Latina y de la influencia que éstos
pueden tener en el desarrollo futuro de nuestros países. Tanto más
cuanto que, al ser la economía brasileña una de las de mayor desarrollo
relativo en el subcontinente, juntamente con las de México y Argentina,
el análisis de sus reacciones ante la crisis mundial, o por lo menos de
algunas que nos han llamado la atención, permite, aunque no sea sino
por contraste, iluminar mejor las causas del ciclo depresivo que afecta
hoy a la mayoría de nuestros países, así como las posibles respuestas
que éstos pueden ofrecerle.
El ciclo económico en Brasil
Aclaremos, inicialmente, una duda que el lector puede plantearse. ¿Se
encuentra realmente en crisis la economía brasileña, visto que su
producto interno bruto aumentó en más de un 8 % en 1976? Lo primero
a tener presente es que ese aumento del PIB el año pasado se dio ya en
el marco de una desaceleración del crecimiento económico del país,
iniciada en 1974 y acentuada en 1975. En una amplia medida, ese
aumento se deriva de la movilización de la capacidad ociosa motivada
por la recesión de 1974-75, no implicando pues que se haya registrado
un monto considerable de inversiones productivas, capaces de asegurar
el sostenimiento de la recuperación. Es más: el crecimiento del año
pasado se realizó en contra de los objetivos establecidos por el
gobierno, que no admitía un índice de aumento del PIB superior al 5 %,
en vista de la acentuación de las presiones inflacionarias. En efecto, la
inflación brasileña en 1976 fue superior al 40%, tras haberse situado en
un nivel siempre inferior al 20 % en los buenos años del “milagro”, lo
que ha obligado al gobierno a reforzar sus controles para garantizar este
año una tasa de crecimiento más reducida y afirmar con esto su política
antinflacionaria.
Esto dicho, entremos en materia. Lo que interesa destacar, antes que
nada, es que la crisis de la economía brasileña, aunque influida por la
crisis mundial, cuenta con sus resortes propios, que se encuentran
ubicados en el sector industrial manufacturero. Recordemos que la
industrialización en Brasil ha seguido la pauta general latinoamericana
o, más precisamente, de los países latinoamericanos de mayor desarrollo
relativo: iniciada en los años 20, se acelera tras el crack de 1929 y gana
fuerte impulso con la guerra mundial. Hacia 1950, ese proceso ha
conducido a un sector manufacturero ya consolidado y, a partir de
entonces, la economía brasileña empieza a generar su propio ciclo
económico.
Precisemos este punto. Al sostener que el ciclo económico brasileño
tiene determinaciones propias, no pretendemos negar la fuerte
influencia que sufre por parte de la coyuntura internacional, sino tan solo
decir que dicho ciclo no constituye un mero efecto de ésta ni la refleja
de manera mecánica. La actual crisis brasileña, por ejemplo, surge
concomitantemente con el alza de los precios internacionales del
petróleo, cuyo impacto en la economía brasileña es comprensible, si
consideramos que ésta abastece menos del 20% del consumo interno
con la producción nacional. Sin embargo, aunque la crisis petrolera no
se hubiera abatido sobre el país, éste no habría dejado de experimentar
la desaceleración de su crecimiento económico, e incluso de incurrir en
un ciclo recesivo, hacia 1974.
Ello es así porque por entonces se agotaba el modelo de reproducción
capitalista que se implementara en Brasil, durante la expansión de 1968-
73, y se imponía una modificación del mismo, para asegurar una nueva
fase expansiva. Ahora bien, el paso de un ciclo expansivo a otro implica
necesariamente pagar el costo de la recesión. Éste es un elemento
esencial a retener: los ciclos expansivos y recesivos de la economía
brasileña no expresan simples variaciones coyunturales sino que
apuntan a cambios estructurales en el modelo mismo de reproducción
de capital prevaleciente en el país. En este sentido, las crisis que allí se
verifican tanto cuestionan y destruyen elementos integrantes de ese
modelo, que corresponden a la fase anterior, cuanto hacen surgir los
nuevos elementos que determinarán su modificación en la fase
posterior. La economía internacional juega en ese proceso un papel
relevante, pero en tanto que factor internalizado por la economía
brasileña, y no simplemente como un estímulo externo, viabilizado a
través del mercado, como ocurría en la fase de la economía exportadora,
que antecede a la de la moderna economía industrial.
Echemos una ojeada retrospectiva a la evolución reciente de Brasil,
para verificar y precisar estas aserciones. La economía industrial
brasileña entra en su fase de consolidación, de madurez, en los años
cincuenta, cuando se concluye la industrialización basada en la
sustitución simple de importaciones, que consistía en la producción de
bienes de consumo habitual. Se abre entonces una nueva fase de
desarrollo, que consiste en la creación de la industria pesada, productora
de bienes intermedios, bienes de capital y de bienes mixtos, como los
han llamado algunos autores. Éstos se caracterizan por el hecho de que,
aunque provengan de la industria pesada, se destinan al consumo
individual; para dar un ejemplo, podemos tomar a la industria
automotriz, cuya producción ostenta en su mayor parte ese carácter.
Considerando los veinte años del periodo de madurez de la economía
brasileña, algunos autores han indicado que en él se registran con
nitidez tres ciclos económicos, con una duración aproximada de cinco
años [5]. El primer ciclo de expansión, va de 1957 a 1962, con tasas de
crecimiento del sector industrial superiores al 9 % anual; se caracteriza
por el desarrollo de la industria pesada, con la implantación de nuevas
ramas, una de las cuales —la automotriz— desempeñará un papel
relevante en los ciclos posteriores. El ciclo siguiente empieza en 1962 y
termina en 1967, configurándose como un ciclo depresivo: junto a la
caída en la tasa de formación de capital, el sector manufacturero se
desacelera visiblemente, pasando a presentar una tasa anual promedio
de crecimiento de sólo 2 por ciento; el aumento de la tasa de inflación,
que en 1964 bordeaba ya el ciento por ciento, lleva al gobierno aplicar
una política económica que agrava la tendencia recesiva y acarrea, como
es natural en esa situación, una violenta centralización del capital.
El tercer ciclo corresponde al llamado “milagro” y se extiende de 1968
a 1973. Junto a un crecimiento del producto interno bruto que oscila en
torno a un 10%, el sector manufacturero crece a tasas que superan el
15%, teniendo como eje la industria automotriz, la cual, con una
producción aproximada de un millón de unidades el año pasado, ocupa
actualmente el noveno puesto mundial en la rama. Junto a ella, y en
muchos casos inducido por ella, se verifica un considerable desarrollo
en la fabricación de maquinaria y equipo, en la industria naval, la
petroquímica y la electrónica pesadas, así como la implantación de la
industria aeronáutica. Se observa también la conformación de un nuevo
sector económico, que coincide muchas veces con las ramas
mencionadas, representado por la industria bélica o, para ser más
precisos (toda vez que la producción bélica ligera es más antigua), la
producción de armamento pesado.
A partir de 1974 empieza el actual ciclo recesivo, con la caída de la
tasa de formación de capital y de los índices de crecimiento, así como el
recrudecimiento de la inflación. Las predicciones oficiales establecen,
como fecha posible de terminación del mismo, el año de 1979. Más
importantes aún son las medidas que está tomando el capitalismo
brasileño, y en particular el Estado, a las que volveremos más adelante,
y que de hecho no pueden producir efectos antes de fines de la década.
Los ciclos nacionales y la circulación internacional
Indicamos anteriormente que los ciclos económicos brasileños se
encuentran fuertemente influidos por la economía internacional, pero
que ésta ejerce influencia en la medida en que su acción es internalizada
por la economía de Brasil. Éste es el momento adecuado para precisar
esta idea. En efecto, los ciclos expansivos de 1957-62 y 1968-73 están
directamente vinculados a cambios significativos en la esfera de la
producción, que implicaron fuertes masas de inversión de capital y,
consiguientemente, importantes innovaciones tecnológicas. Un factor
decisivo en este proceso lo constituyeron las inversiones extranjeras.
En los países dependientes, la esfera de la producción se encuentra
estrechamente articulada con el flujo circulatorio de capital dinero y de
capital mercancía (bajo la forma de medios de producción), originado
en los países capitalistas avanzados. Ese doble flujo puede incidir
mancomunadamente en el país dependiente, como ocurrió en Brasil en
el periodo 1957-62, en el que predominó la inversión directa bajo la
forma de importación de maquinaria y equipo, o desdoblarse para
actuar de manera independiente, como sucedió en el periodo 1968-73,
lo que examinaremos después. Pero, en cualquier hipótesis, ese flujo,
una vez internalizado, constituye un factor determinante en la
configuración del ciclo económico del país dependiente.
Si consideramos los ciclos de la economía latinoamericana,
observamos que, aunque influidos por la coyuntura internacional, no
corresponden directamente a ésta. El caso brasileño es ilustrativo en este
sentido. El primer ciclo expansivo mencionado, que empieza en 1957,
coincide con la dinámica ascendente de la economía mundial. Sin
embargo, aunque la expansión de la economía mundial se haya
acentuado en la década de 1960, nos encontramos con un ciclo recesivo
en la economía brasileña desde 1962, acompañando por lo demás una
tendencia general de la economía latinoamericana. Un elemento que
contribuye a explicar en buena medida esa situación es el movimiento
internacional de capitales en los dos periodos considerados. En los años
cincuenta, ese movimiento se encuentra ampliamente dominado por
Estados Unidos, y se acentúa en él la exportación de capitales privados,
realizada principalmente bajo la forma de inversión directa. Esa
exportación de capitales privados se dirige prioritariamente a los países
de América Latina y del Tercer Mundo, siendo un resultado de ella la
implantación en Brasil de la industria automotriz, en la que el capital
extranjero detenta un 90% del capital total invertido, con predominancia
norteamericana.
En los años sesenta, la situación se modifica. El capital privado
norteamericano, a la par que comienza a predominar sobre el capital
público, desplaza su órbita hacia los países de Europa occidental, Canadá
y Japón, invirtiendo la tendencia que había presentado anteriormente.
Sin embargo, las inversiones realizadas en la década anterior seguían
rindiendo, o comenzaban a hacerlo, provocando fuertes transferencias
de capital de las naciones dependientes a Estados Unidos. Es así como
las inversiones norteamericanas, entre 1960 y 1967, van a Europa
occidental y Canadá en una proporción de 70%, mientras que en los
ingresos norteamericanos por concepto de intereses, ganancias y
regalías provenientes del exterior, los países dependientes participan en
una proporción de 60% [6]. En síntesis: mientras el capital
norteamericano se mueve hacia los países desarrollados, drena recursos
de los países latinoamericanos y los descapitaliza, lo que permite
entender buena parte de los problemas enfrentados por las economías
de la región en ese periodo, en lo que a acumulación de capital se refiere.
A fines de la década, se modifica de nuevo el flujo internacional de
capitales, en favor de Latinoamérica. La causa es el
extraordinario boom financiero surgido desde mediados de la década,
sobre la base del eurodólar; una de sus características más salientes es
el predominio de los préstamos y financiamientos otorgados por la
banca internacional respecto a las inversiones directas. Se entiende así
que uno de los factores determinantes en el ciclo expansivo brasileño
de 1968-73, el capital extranjero, haya asumido predominantemente la
forma de préstamos y financiamientos y no de inversión directa, y que
la participación de los capitales europeos, en particular de Alemania
Federal, así como los japoneses, se haya incrementado de manera
significativa. A la par de la disociación del flujo circulatorio internacional
de capital dinero y capital mercancía, se registra, pues, la diversificación
de sus países de origen, lo que tendrá consecuencias importantes en la
economía brasileña, en el periodo de la presente crisis.
El esquema de realización del subimperialismo
Pero no sólo en las variaciones de la circulación internacional se
encuentran diferencias significativas para los dos periodos expansivos
de la economía capitalista brasileña que estamos considerando. Las
diferencias se manifiestan también en el plano de la circulación interna,
o más precisamente, de la circulación propia de la economía brasileña.
Considerando que en ambos periodos se altera sustancialmente, como
señalamos, el aparato productivo o lo que podríamos llamar modelo de
acumulación, conviene orientar nuestra atención hacia los esquemas de
realización de mercancías que prevalecen en ambos. En este sentido, es
interesante observar que, mientras la expansión de 1957-62 se llevó a
cabo con base en el mercado interno y se registró incluso, pese al
crecimiento del comercio internacional, una regresión de la participación
brasileña en el mismo, el segundo periodo expansivo, de 1968-73,
presenta características distintas.
En efecto, el esquema de realización planteado por la dictadura militar
y el gran capital, para esta fase de desarrollo que caracterizamos como
subimperialista, se basó en tres elementos fundamentales [7]. El primero
de ellos (que, cronológicamente, es el último, ya que sólo se configuró
plenamente a partir de 1968, mientras que los demás ya se habían hecho
visibles en el curso de la crisis de 1962-67) es el consumo suntuario. Ello
se explica en la medida en que los sectores dinámicos de la economía
brasileña, en el periodo, son aquellos que producen bienes mixtos:
automóviles, aparatos electrodomésticos, etcétera, lo que hizo
indispensable dinamizar el mercado interno. La superexplotación del
trabajo en que se basa el modelo de reproducción, y que lleva a que,
desde 1965, el salario real obrero se haya reducido a aproximadamente
la mitad, no es obstáculo para ello. Más bien permite una redistribución
regresiva del ingreso, no sólo en favor de la clase capitalista, sino
también de las capas medias, conformando un mercado limitado pero
dinámico para la producción de bienes mixtos y otros productos
suntuarios. Esa acentuación de la brecha entre la esfera alta y la esfera
baja de la circulación nacional implica, desde luego, que se agrava el
divorcio entre el desarrollo del aparato productivo y las necesidades de
consumo de las masas, rasgo inherente al capitalismo dependiente.
Un segundo elemento en la realización de mercancías del modelo
subimperialista es la exportación y, en particular, la exportación de
manufacturas. Es así como las exportaciones brasileñas totales pasan de
aproximadamente 1 500 millones de dólares, a mediados de los
sesentas, a más de 9 mil millones de dólares, el año pasado, según datos
de la CEPAL, las exportaciones de manufacturas, que representaban en
1964 un modesto 7% de las exportaciones totales, llegaban en 1970 a
un 15% y, en 1975, a un 30% del total. Conviene explicar aquí que este
porcentaje se refiere exclusivamente a los productos manufacturados,
ya que los semielaborados se contabilizan aparte y han sufrido poca
variación, alcanzando cerca de un 10% del total en 1975. Algunos
autores han confundido el problema, al mezclar estos datos, y han
sostenido incluso la tesis errónea de que la participación de los
semielaborados en el total de exportaciones no primarias no se altera,
cuando de hecho desciende de un 40% en 1970 a un 25% en 1975 [8].
Como quiera que sea, el notable crecimiento de la exportación de
manufacturas por parte de un país en que, como Brasil, amplias mayorías
de la población no alcanzan los niveles mínimos de consumo confirma
la tendencia apuntada anteriormente, es decir, la escisión entre la
producción y las necesidades de las masas.
El tercer elemento del esquema de realización subimperialista, que es
el que más nos interesa ahora, es aquel representado por el Estado. La
importancia del gasto público en la economía brasileña puede estimarse
si consideramos la relación que guarda con el producto interno bruto:
en 1950, excluyendo los gastos derivados de las empresas
gubernamentales, representaba un 20% del valor del PIB, mientras que
en 1969 llegaba al 34%; en este último año, la relación subiría a 50%, si
agregamos los gastos de las empresas gubernamentales federales, y aun
sin incluir los gastos de las municipalidades y sus empresas [9]. Esto da
una idea de la importancia del Estado como agente económico en Brasil
y es razón suficiente para, en cualquier circunstancia, preocuparse de la
política económica del gobierno, cuando se quiere analizar la economía
de ese país.
El Estado ejerce parte de su influencia actuando sobre el capital
privado. Tienen papel destacado, bajo este aspecto, las encomiendas
públicas y las subvenciones directas o indirectas acordadas a las
empresas privadas, con lo que orienta el desarrollo de éstas. Las
subvenciones directas en Brasil representan más de la mitad del total de
la recaudación del Estado por concepto de impuestos directos; las
exenciones de impuestos concedidas a los exportadores de
manufacturas, que constituyen subvenciones indirectas, corresponden al
50% del costo de producción de los artículos exportados. Pero si, desde
este punto de vista, y lo mismo se podría decir de los mecanismos de
crédito, el Estado ejerce una influencia considerable sobre el curso de la
acumulación capitalista en Brasil, su papel pasa a ser decisivo si
consideramos la acumulación como tal, es decir, la inversión.
La inversión estatal se realiza fundamentalmente para permitir la
reproducción del capital privado, dirigiéndose ya a los sectores de
infraestructura y servicios básicos, ya a nuevas ramas que no son todavía
remunerativas o que exigen un capital mínimo demasiado elevado; en
estos casos, el Estado opera muchas veces en asociación con el capital
privado, sea para asegurarlo contra el riesgo, sea para crear el volumen
de capital necesario para posibilitar la acumulación. El examen de la
inversión bruta fija en Brasil, en 1969, nos muestra que el gobierno
participó en su formación con un 34% y las empresas estatales con un
27%. El porcentaje total mediante el cual el Estado determinó la
inversión fija ha sido de un 60%, quedándole al capital privado menos
del 40%. [10]
El papel del Estado en la crisis actual
Es natural, por tanto, que, al plantearse una crisis cíclica como la que vive
ahora Brasil, cuando se impone introducir cambios en el modelo de
reproducción y, por ende, conformar sectores capaces de convertirse en
centros dinámicos de un nuevo ciclo expansivo, sea necesario
preguntarse hacia dónde apunta el Estado. Un examen somero de la
política gubernamental en el periodo actual permite llegar a algunas
conclusiones. En lo esencial, se puede afirmar que la política económica
del régimen militar se orienta hoy hacia el desarrollo de dos sectores,
estrechamente relacionados: el de la industria nuclear y el de la industria
bélica pesada.
Ambos sectores se constituyeron en centros de interés de la actual
dictadura brasileña desde sus inicios. Ya en 1966, cuando se negociaba
en México lo que vendría a ser el Tratado de No Proliferación Nuclear
para América Latina, o Tratado de Tlatelolco, la conducta de la
delegación brasileña, oponiéndose a todo lo que pudiera limitar el
desarrollo de la industria nuclear en Brasil, con carácter bélico o no, puso
en evidencia lo que sería una constante de la política de la dictadura
militar en la materia [11]. Tras esforzarse por obtener la cooperación
norteamericana para la conversión de Brasil en potencia nuclear, y luego
de Francia, en el periodo en que la política gaullista buscaba también la
independencia nuclear ante Estados Unidos, los militares brasileños
lograron finalmente su objetivo con el acuerdo de cooperación nuclear
firmado el año pasado con Alemania Federal. Contemplando una
inversión global de aproximadamente 5 mil millones de dólares, para la
concreción de un programa que prevé la instalación de ocho centrales
nucleares, una planta de enriquecimiento de uranio y una de producción
de plutonio, ese acuerdo no sólo pondrá en manos de Brasil el dominio
del ciclo completo de la tecnología nuclear, sino que representará la
apertura de un amplio mercado para la producción pesada brasileña, ya
que se estima que la industria nacional aportará el 70% de los materiales
y equipos necesarios al complejo nuclear. Observemos, de paso, que el
financiamiento otorgado por Alemania Federal es equivalente al monto
total del capital extranjero que ingresó en Brasil, por concepto de
inversión directa, en el ciclo expansivo de 1957-62.
El segundo sector hacia el que apunta la política del gobierno es la
creación de lo que éste mismo llama “complejo industrial-militar”. Los
primeros pasos en esta dirección se dieron desde 1965, concretándose
en enero de 1966 con la creación del Grupo Permanente de Movilización
Industrial (GPMI), que integra a militares y empresarios de los grandes
centros industriales del país [12]. También en este campo el gobierno
militar mira preferentemente hacia Europa occidental, existiendo ya
programas de fabricación de tanques, aviones, helicópteros, submarinos
y misiles contratados con Francia, Italia, Inglaterra y Alemania Federal.
La denuncia del acuerdo de cooperación militar con Estados Unidos, a
que procedió unilateralmente en fecha reciente el gobierno brasileño,
tiene como propósito dejarle a éste las manos libres para impulsar con
más fuerza los planes relativos al complejo industrial-militar. Ya se ha
decidido incluso la ubicación del mismo, en la zona industrial de Belo
Horizonte, en el estado de Minas Gerais, donde se encuentra instalado
un complejo de industria pesada con capitales europeos, entre los cuales
están los grupos alemanes Krupp y Mannesman y el grupo italiano Fiat.
Uno de los objetivos explícitos del gobierno, al plantearse la constitución
del complejo industrial-militar, es la exportación, habiendo ya
antecedentes en este sentido en relación a Bolivia, Paraguay y Chile, así
como países del Medio Oriente y África.
Conclusiones
Estas orientaciones que se están haciendo presentes en la política
económica brasileña, en la perspectiva de desbloquear la acumulación
capitalista a través de la creación de nuevos sectores dinámicos, tienen
muchas implicaciones. Destacaremos tres, en esta oportunidad. En
primer lugar, el señalamiento de que la crisis capitalista mundial, cuyo
resorte vital está constituido por el enfrentamiento entre las grandes
potencias capitalistas, no ha tan sólo precipitado la crisis económica
brasileña: le brinda también a Brasil la posibilidad de superarla. En
efecto, tanto en lo referente a la energía nuclear como en relación a la
industria bélica, el Estado brasileño se vale hoy de la feroz competencia
establecida entre Estados Unidos y Europa occidental, en particular
Alemania, así como Japón, para asegurar la captación de recursos
proporcionados por el flujo circulatorio mundial de capitales, medios de
producción y tecnología. Brasil no superará de este modo, la
dependencia; pero, al diversificar su articulación con la economía
capitalista mundial, se abrirá espacio para llevar adelante su proyecto de
desarrollo industrial y, sobre la base de éste, su afirmación como
potencia media en el esquema mundial de reparto del poder. En otros
términos el Estado brasileño se sirve de las contradicciones
interimperialistas para garantizar la realización de su proyecto
subimperialista.[13]
En segundo lugar, es digno de notar el hecho de que la diversificación
de sus relaciones de dependencia con la economía capitalista mundial
repercuta en Brasil mediante la diversificación de su estructura
productiva, implicando incluso la redistribución regional de la misma,
con lo que da lugar a la emergencia de nuevas contradicciones
interburguesas en el país. Es así como la implementación de la industria
nuclear y bélica abre perspectivas desiguales a la industria pesada ya
instalada en el país, agudizando allí el proceso de centralización del
capital, al mismo tiempo que, tal como se encuentra planteada,
reproduce en el seno mismo de la economía brasileña las
contradicciones interimperialistas que se dan en el plano mundial. En
este sentido, es significativo que el desarrollo de los nuevos sectores
dinámicos que se propone desarrollar Brasil esté basado en capitales
europeos y japoneses, y no norteamericanos, y tenga asiento preferente
en la región de Minas Gerais, y no en la de São Paulo. Los conflictos
políticos que tienen lugar hoy en el país se explican, en amplia medida,
por la ampliación del margen de maniobra que de allí resulta para el
Estado brasileño en la implementación de un proyecto subimperialista y
la oposición que la política gubernamental encuentra por parte de la
gran industria paulista, donde ocupa papel destacado el capital
norteamericano.
Finalmente, habría que considerar las consecuencias que tendrán en
la esfera de la realización los cambios planteados para el modelo de
acumulación de capital, en el caso de que se realicen plenamente. Como
indicamos anteriormente, el esquema de realización de la economía
brasileña, en su fase subimperialista, se encuentra sustentado por el
consumo suntuario, el mercado mundial y el Estado. Cuando analicé por
primera vez ese esquema, hace algunos años, señalé que el primer
elemento de sustentación: el consumo suntuario, aparecía como el más
precario, mientras que el más sólido, y el único viable a largo plazo, lo
constituía el mercado mundial. Sin embargo, la válvula de escape para
los problemas de realización planteada por la economía brasileña —
problemas que, obviamente, se agravan en los ciclos recesivos— la
constituye el Estado, cuyo papel como promotor de demanda es
prácticamente ilimitado, siempre que no se alteren significativamente las
condiciones en que se opera la reproducción del capital, es decir,
mientras no sea puesta en jaque la superexplotación del trabajo.[14]
Estas indicaciones adquieren particular validez en las actuales
circunstancias. De mantenerse el nuevo proyecto económico levantado
por el capitalismo brasileño, el consumo suntuario será inevitablemente
sacrificado en aras del consumo estatal (el único que, desde el punto de
vista del mercado interno, puede sostener la producción bélica). No
quiere esto decir que el consumo suntuario desaparecerá: se mantendrá
para los grupos de altos ingresos y deberá incluso dinamizarse otra vez,
en el marco de una eventual recuperación, aunque sobre una base más
estrecha; pero habrá revelado sus límites y será inadecuado para la
creación de la demanda requerida por los nuevos sectores dinámicos.
Por otra parte, a menos que se opere en el marco de una economía
autárquica, como lo fue la economía de guerra nazi, el Estado no puede
funcionar como principal factor de creación de demanda. Se impone
más bien encontrar una salida natural para la producción de los sectores
dinámicos, la cual sólo puede ser proporcionada por el mercado
mundial. El papel que cabe el Estado es complementar y, en su
oportunidad, suplir las deficiencias de ese mercado, pero no
remplazarlo.
El proyecto económico del capitalismo brasileño, en su actual fase
recesiva, tiende pues a reafirmar las tendencias subimperialistas y,
simultáneamente, en absoluta concordancia con su dialéctica interna, a
avanzar en el sentido de una economía aún más excluyente y selectiva
que la que emergió en el marco del actual régimen militar. En efecto, al
restablecerse el dinamismo económico del país, en el ciclo de 1968-73,
se observó que las grandes masas quedaban excluidas de las
posibilidades de consumo brindadas por el nuevo modelo de
reproducción capitalista, con lo que se agravaba la escisión entre la
esfera alta y la esfera baja de la circulación y se ratificaba, como
fenómeno permanente, lo que algunos habían supuesto que era un
efecto pasajero del cielo depresivo. Los que así pensaban, saludaron con
entusiasmo el surgimiento del consumo suntuario y se hicieron ilusiones
sobre su extensión a sectores cada vez más amplios, que incluyeran a las
masas trabajadoras [15]. El actual ciclo recesivo no puede por menos
que hacerles ver que la economía dependiente, en tanto que economía
de la superexplotación, se mueve siempre en el sentido de agudizar el
divorcio de la producción respecto a las necesidades de consumo de las
masas y, así, a excluir antes que a incluir parte de ellas en la esfera alta
de circulación. En el curso de la crisis actual, los grupos medios e
inferiores de la pequeña burguesía, que habían logrado participar en
algún grado de esa esfera, están siendo expulsados de ella y muchos de
esos grupos ya no podrán escaparse del círculo de hierro de la esfera
baja, aun en la hipótesis de que, superada la crisis, el capitalismo
brasileño ingrese en un nuevo ciclo expansivo.
Aunada a las contradicciones interburguesas que la crisis está
haciendo estallar y a la desesperación de las masas trabajadoras, que,
tras una ligera mejoría en sus salarios —que también despertó ilusiones
respecto a un cambio de tendencia en la materia—, sufren otra vez la
degradación de sus condiciones de vida, la reacción de la pequeña
burguesía ante la situación aparece en estos momentos como el
principal factor de inestabilidad política en Brasil. Por el papel
estratégico que ocupa en el sistema de dominación, la pequeña
burguesía, al esbozar su movimiento de insurgencia, actúa como
detonante y prefigura una agudización de las luchas de clases en el país,
en este final de década. En definitiva, será el curso que tome la lucha de
clases y los resultados que arroje lo que hará viable el nuevo proyecto
del capitalismo brasileño o sumergirá a éste en una crisis que, rebasando
las fluctuaciones de coyuntura y provocando cambios estructurales
profundos en el país, le abra finalmente al pueblo brasileño el camino
de su liberación.

Notas
[1] Véase mi ensayo, en colaboración con Paulo Speller y Ana Rius, The Brazilian
University, Brazilian Studies/Latin American Research Unity (LARU), Toronto,
Canadá, 1977, mimeo.
[2] Analicé parcialmente este fenómeno para el caso chileno, en El reformismo y
la contrarrevolución. Estudios sobre Chile. Ed. Era, México, 1976, parte II, cap. 1.
[3] Véase mi libro Subdesarrollo y revolución. Ed. Siglo XXI, México, 1974, 5a. ed.
aumentada, pp. 60 ss.
[4] Actualmente, se tiende incorrectamente a remplazar el concepto de
reproducción del capital, que engloba el conjunto del ciclo del capital, por el de
acumulación, que es mucho más restringido y no comprende siquiera
íntegramente la fase de producción.
[5] Entre otros, Albert Fishlow, “Alguns reflexões sobre a política econômica
brasileira após 1964”, en Estudos Cebrap 7 (S. Paulo), enero-marzo de 1974, pp.
6-65, y Edmar L. Bacha, “Issues and Evidence on Brazilian Recent Economic
Growth”, Development Discussion Paper, n. 12, Harvard Institute of International
Development, febrero de 1976.
[6] Ministerio de Industria e Investigación de Francia, La división internationale du
travail. La Documentation Française, París, 1976, vol. I, p. 55.
[7] Para un desarrollo de este tema, véase Subdesarrollo y revolución, cit., parte
IV.
[8] Datos de Economic Survey of Latin America 1975. Nueva York, 1976.
[9] Datos citados por Werner Baer y otros, “As modificações do papel do Estado
na economía brasileira”, Pesquisa e planejamento econômico. n. 3 (4), Río de
Janeiro, diciembre de 1973, pp. 898 y 905.
[10] Ibíd., p. 904.
[11] Sobre la participación brasileña en las negociaciones de Tlatelolco, véase mi
artículo, en colaboración con Olga Pellicer de Brody, “Militarismo y
desnuclearización en América Latina; el caso de Brasil”, en Foro Internacional, n.
29, México, julio-septiembre de 1967.
[12] Véase Subdesarrollo y revolución, cit., pp. 69 ss.
[13] Se pueden encontrar mayores precisiones sobre la relación entre el Estado
y el subimperialismo en mi artículo “La acumulación capitalista mundial y el
subimperialismo”. Cuadernos Políticos, n. 12, México, abril-junio de 1977, y
en Subdesarrollo y revolución, cit.
[14] Véase Subdesarrollo y revolución, cit., parte IV.
[15] Entre otros, Fernando Henrique Cardoso y Pierre Salama. Una crítica de esta
posición se puede encontrar en mi artículo citado en la nota 13.

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