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Hay que empezar por señalar que una persona se relaciona con los demás desde tres estados
distintos de su personalidad: padre, adulto o niño.
Se dice que se encuentra en su PADRE cuando juzga, aprueba, felicita, critica o recrimina. Se puede
hablar de Padre nutritivo (“es lo que te conviene”) o de Padre coercitivo (“si no lo haces así ya
sabes que te castigo”).
Se encuentra en su ADULTO cuando se informa, estudia, reflexiona, trabaja o informa a los demás.
Se encuentra finalmente en su NIÑO cuando ríe y cuando llora, cuando se alegra o se entristece.
Existen dos formas de reaccionar: como Niño conformista, aceptando sumiso la norma, o como
Niño rebelde, rechazándola.
Todos los seres humanos, incluso los más jóvenes, poseen los tres estados. Pero cuando
observamos a una persona, no la vemos en su totalidad, sólo podemos ver el estado de su yo en el
que se encuentra en ese momento. Por sus palabras o sus gestos se podrá descubrir en qué estado
se encuentra. Es posible pasar rápidamente de un estado a otro.
Los tres aspectos de la personalidad tienen un alto valor para la supervivencia. Todos ellos tienen
derecho a igual respeto y a un lugar legítimo en una vida completa y productiva.
El estado de PADRE capacita al individuo para actuar como padre o madre de sus hijos. Pero
además, permite que muchas cosas triviales y rutinarias se hagan ahorrando energía y tiempo, sin
intervención del Adulto, sencillamente “porque es así como deben hacerse”.
En el estado de NIÑO residen la intuición, la creatividad, el impulso de placer. Puede llegar a ser la
parte más valiosa de la personalidad, aunque si el Niño resulta confuso y malsano, las
consecuencias pueden ser funestas.
LAS TRANSACCIONES
El Análisis Transaccional estudia el intercambio de transacciones entre dos personas. Por un lado
se produce un estímulo y por el otro, una respuesta. Normalmente se tiende a proceder en cadena,
de forma que la respuesta es a su vez estímulo para una respuesta del otro.
Las transacciones complementarias y paralelas se dan cuando las dos personas se encuentran en
el mismo estado de su personalidad. Son las transacciones más positivas y representan una
cómoda y fluida comunicación. Ambas personas hablan el mismo lenguaje.
El segundo grupo serían las transacciones complementarias y oblicuas, en las que una persona se
encuentra en su Padre y la otra en su Niño. No son conflictivas y pueden ocasionalmente ser incluso
satisfactorias. Pero si se instalan permanentemente, la ausencia de relaciones Adulto-Adulto o
Niño-Niño sería fuente de insatisfacciones.
Un tercer grupo lo forman las transacciones cruzadas, que son las conflictivas y suelen terminar en
una ruptura de la comunicación.
El último grupo lo forman las transacciones dobles. Debajo de la transacción aparente hay una
transacción oculta.
A veces hay complicidad entre las dos personas, se entienden. Y en otras ocasiones, la segunda
persona no es consciente de la doblez. Se puede decir que existe en este caso una manipulación del
primero.
Con los ejemplos, leyendo entre líneas, ya ha quedado sugerida más de una aplicación práctica.
Las técnicas de análisis de Eric Berne se han hecho famosas seguramente por su sencillez, porque
todos las podemos usar para analizar nuestras propias comunicaciones.
Es un hecho que la relación entre cónyuges ha evolucionado en los últimos tiempos desde una
posición predominante del varón (Padre-Niño) hacia un panorama mucho más igualitario de
hombre y mujer.
Aunque siempre será bueno contar con la ayuda y protección del cónyuge, cada vez que se haga
necesario (“en la salud y en la enfermedad…”), la base de la relación será indiscutiblemente la
afectiva (Niño-Niño) y por lo demás, la del buen entendimiento entre Adultos.
Parece que es una técnica muy válida para analizar y mejorar caso por caso las relaciones
conyugales. Se dan todas las circunstancias. Por ejemplo, el de la mujer protectora que sustituye a
la madre del joven, que podría acabar en conflicto y crisis matrimonial si el varón se crece con el
éxito profesional y ella no rectifica su rol. O el caso viceversa, en el que el hombre protector se
convierte en mandón insoportable cuando ella madura. Fueron relaciones Padre-Niño inicialmente
bien aceptadas, que se convirtieron luego en conflictivas.
La familia ha cambiado, al menos para el común de los mortales de este siglo. De una relación
estrictamente paterno-filial (Padre-Niño) se está derivando a un modelo antagónico, en el que los
hijos consentidos son los que ejercen como Padres. En una similar dinámica, la típica figura de la
suegra se ha desdibujado ante las nuevas nueras.
Muchos padres quieren hoy ser amigos de sus hijos (Niño-Niño). Por otra parte, no cabe duda de
que hay que dar amplia cabida a la relación Adulto-Adulto entre padres e hijos. Las cosas se
razonan. Pero también es deber de los padres no consentir por sistema el capricho del hijo, que
permitimos se convierta así en Padre autoritario, cuando no en tirano.
En las relaciones laborales se reflejan como en un espejo los distintos tipos de transacciones. Cada
quién podría aportar las diversas y jugosas experiencias.