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La toma de decisiones es una de las más importantes y difíciles tareas que enfrenta a diario todo
gerente en una empresa, pues de la efectividad y oportunidad con que se tomen las
determinaciones que requiere la compañía, depende su avance, crecimiento y permanencia en el
mercado.
Una persona aprende a tomar decisiones en la medida en que, a lo largo de la vida, se enfrente a
situaciones en las que se vea forzado a escoger entre 2 o más alternativas distintas. Cuando se es
joven, se es arriesgado y se decide con rapidez, pero en la medida en que pasan los años, los
individuos tienden a ser más cautos y deciden teniendo en consideración un mayor número de
factores. Si desde las primeras etapas de la vida laboral, a los colaboradores se les anima a tomar
decisiones y se les da un margen adecuado para equivocarse, la empresa estará formando
directivos con capacidad decisoria.
Quien solo empieza a tomar decisiones en una etapa ya avanzada de la vida, por lo general se
torna temeroso y pospone las determinaciones, desacelerando la dinámica de la empresa. De
acuerdo con este planteamiento, el primer error que comenten las empresas, en la formación de
sus cuadros de reemplazos, es concentrar el poder decisorio en solo una o dos personas, pues
releva a las demás de la trascendental responsabilidad de decidir y asumir las consecuencias de
las determinaciones adoptadas, porque a decidir, solo se aprende decidiendo. Aquí otros errores
frecuentes: