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INTRODUCCIÓN

El objetivo del tema propuesto versa sobre la búsqueda del hombre para la
trascendencia, la aceptación de la revelación de la trascendencia. Es necesario relacionar la
revelación de la trascendencia con la disposición voluntaria del hombre para recibirla
mediante la comunicación a través del lenguaje de las cifras que nos expone Karl Jaspers.

De este modo, Jaspers, autor que implementa el término cifra, hunde sus raíces en el
existencialismo alemán de la primera mitad del siglo XX. Es la época para hablar sobre el
existencialismo o la existencia, la cual se centra en una época de crisis, crisis ante el declive
del optimismo romántico del siglo XIX, es decir, hay una decaída filosófica a partir del
comienzo del siglo continuo, declive en sentido de las filosofías optimistas como el
positivismo marxismo e idealismo1 que hacían creer que tenían todos los principios de la
realidad, como decir que abarcan todo el conocimiento de la realidad y no hay fundamento
fuera de él que pudiera negar su veracidad.

De este modo a partir de la caída de toda la supuesta veracidad de las ciencias


filosóficas en sus distintas corrientes, surge de la desesperación y del vaciamiento de la
realidad del mundo el existencialismo, buscando de modo particular el sentido de la
existencia y la posible relación que la existencia tenga con la trascendencia. Sin embargo,
para empezar a hablar de las cifras como modo o lenguaje por el cual se comunica la
trascendencia es necesario primordialmente ver qué es trascendencia y a quien se comunica
en caso de que haya tal trascendencia.

El primer posible avistamiento verídico para poder hablar de trascendencia es, revisar
la existencia del hombre como posible receptor de la comunicación que recibiría por medio
de las cifras de la trascendencia.

Pero hablar sobre existencia en el hombre requiere, avistar lo que el existencialismo


postula hacia la existencia del hombre, la trascendencia y la posible comunicación con ella.
De ahí que el existencialismo nos diga que el hombre como ser finito, está arrojado al mundo,

1
Reale, Giovanni, y Darío Antiseri. Historia del pensamiento filosófico y científico. Del romanticismo hasta
hoy. Barcelona. Tomo III, Editorial Herder. 1988. P. 527.
el hombre singular, debe encontrar sentido de su existencia para poder auto realizarse,
entrando en juego tres puntos característicos del existencialismo, a saber:

 La centralidad de la existencia como modo de ser del ente finito que es el hombre.
 La trascendencia del ser (el mundo y/o Dios) con el cual se relaciona la existencia.
 La posibilidad como modo de ser constitutivo de la existencia, y por lo tanto como
categoría insubstituible para el análisis de la existencia misma.2

Para centrar esta posibilidad es necesario que el hombre se denomine, se defina a sí


mismo, ya que cada hombre decide su modo de ser, que es la existencia misma hacia un poder
ser o un salir de la interioridad de la existencia hacia lo exterior, es decir, el mundo y Dios o
la trascendencia. De este modo el hombre, como existencia arrojado al mundo, puede decidir
por su voluntad salir de sí mismo hacia la recepción de la comunicación de la trascendencia,
es decir, salir de sí es dejar de mirarme a mí para que pueda recibir lo de fuera, el mundo, y,
más específicamente la comunicación que me quiere revelar la trascendencia.

Jaspers, ante la necesidad de la esperanza, tras la devastación alemana del


nacionalsocialismo y la primera y segunda guerra mundial, basa su filosofía de las cifras en
la trascendencia como Dios comunicándose a través de las cifras, como modo de no dejarse
abandonar por la desesperación del contexto histórico – social de la época. Es por esto que
pone de manifiesto a Jeremías, quien no desespera a pesar de la destrucción de Jerusalén y la
deportación de los judíos. “¿Qué significa esto? –Se interroga Jaspers-. Significa que Dios
existe y que basta con ello. Aunque todo desaparezca, Dios existe: éste es el único elemento
firme para nosotros”.3 El dios al que refiere Jaspers es, evidentemente la trascendencia.

Tras la devastación mundial que acontece en la Europa contemporánea, el único modo


de esperanza que se puede buscar ante la aceptación del terror como una realidad de la
humanidad es buscar a Dios (la trascendencia), y así, aunque todo parezca perecer, Dios
existe. Como primera avistamiento es demostrar la existencia de la trascendencia y los modos
en que ésta se ha comunicado a través de la historia.

2
Ibídem. P. 528.
3
Ibídem. Pág. 531.
Retrocediendo en el tiempo para entender el existencialismo Jasperiano, es necesario
hacer hincapié en quien es considerado el primer existencialista, Søren Kierkegaard, quien
postula que la existencia finita del individuo existente se caracteriza por la elección. Esto nos
remite a que dentro de la existencia del hombre hay una libertad para decidir la búsqueda a
la que tiende el hombre, en el caso de Jaspers para con la trascendencia, es el hombre quien
busca, quien decide, quien elige buscar la revelación de la trascendencia que la misma
trascendencia quiere comunicar por medio de cifras.

Por esto, Kierkegaard nos dice que la vida de fe es la que constituye la forma autentica
de la existencia finita, considerada como un encuentro entre el individuo y la individualidad
de Dios4. En la aceptación del hombre como existencia finita se descubre que en el abandono
de sí con tendencia hacia la trascendencia es donde encuentra la plenitud autentica de su
existencia limitada por la finitud.

Jaspers encuentra en Kierkegaard que la existencia del individuo solo se vuelve


auténtica ante la trascendencia (Dios). Para Kierkegaard el hombre debe tener la valentía de
ponerse en relación en cuanto individuo, con Dios. La esencia de esta relación es que existe
una abismal e infinita diferencia cualitativa entre Dios y el hombre. Esto significa o puede
expresarse diciendo que el hombre no puede absolutamente nada, que Dios es el que lo da
todo, él es quien hace que el hombre crea. Es decir, la trascendencia, da la posibilidad, se
revela al hombre, ya que de este modo se sabe implícitamente que el hombre solo puede tener
disposición y no más ya que su limitación se encuentra en la finitud de su existencia.

Por esto la existencia es libertad, poder-ser, posibilidad: posibilidad de no elegir, de


permanecer paralizado, de escoger y de perderse; posibilidad en cuanto amenaza de la nada.5
Posibilidad de recibir, pero solo si hay una voluntad libre de elegir, escoger o aceptar la
revelación de la trascendencia.

Esta aceptación solo se da con el intermedio que revela la trascendencia que son las
cifras, el lenguaje por el cual la trascendencia se comunica con el hombre. Las cifras es el

4
Reale, Giovanni, y Darío Antiseri. Historia del pensamiento filosófico y científico. Del romanticismo hasta
hoy. Barcelona. Tomo III, Editorial Herder. 1988. P. 221.
5
Ibídem, 217.
término que expone Karl Jaspers para definir este lenguaje o modo en que la trascendencia
se revela al hombre, y por lo tanto él es el primero y único que habla de este modo de
comunicación de la trascendencia para con el hombre.

La trascendencia que posteriormente se quiere comunicar o revelar al hombre, sabe


que directamente es imposible, porque es contradictorio decir que lo inabarcable,
omnipotente, omnipresente, pueda ser comprendido por un ser inferior. De aquí surge las
cifras, que son el lenguaje de la trascendencia, es decir, es el modo de presentación que tiene
la trascendencia con el hombre. Muchas cifras que se mantienen son en realidad las partes de
un todo, esta cifras históricas que se pueden avistar desde la existencia misma del hombre
son por ejemplo, la cifra del budismo, del hinduismo, del cristianismo, el dios personal, el
dios uno, el dios se hizo hombre, etc. Son muchas las formas en que la trascendencia se ha
comunicado con el hombre en distintos espacios – temporales y de distintas formas.

Entre los pocos autores que retoman la idea de Jaspers se encuentran en primer lugar
Gladys L. Portuondo Pajón quien nos dice que para Jaspers, “es notorio que no se pueda
filosofar sin convivir en la realidad del mundo, sin hacer algo” pues “el filosofar es praxis”
en la cual se asume la problematicidad de esa convivencia. Por cuanto el espíritu cognoscente
(racional) es un espíritu existente “no por virtud de cualquier lógica inmanente, sino por una
decisión personal y creadora”.6 Es decir, el hombre, como existencia, arrojado al mundo se
encuentra en esa realidad y necesita salir de si para poder convivir con lo exterior. Y al ser él
espíritu cognoscente se puede saber como creatura como existencia creada, en la posibilidad
de la trascendencia como creador.

Respecto del existencialismo Jasperiano nos dice que como base está la filosofía
existencial, la cual emerge desde la aspiración (invocación) a confrontar a la razón con la
existencia para poner de manifiesto el olvido de la condición existencial del espíritu
cognoscente por parte de la tradición racionalista.7

6
GLADYS L. Portuondo Pajón. LÓGOI. Revista de Filosofía. No. 10, 2006. Universidad Andrés Bello.
Caracas, Venezuela. P. 78.
En: http://revistasenlinea.saber.ucab.edu.ve/temas/index.php/logoi/article/view/590
7
La filosofía de la existencia es la ideación actual, en cada caso, de las posibilidades
del ser del hombre referido a la trascendencia, es decir, la interpretación ideal del hombre en
tanto que puede comunicarse con la trascendencia. En la existencia del hombre y en su finitud
se reconoce como limitado y necesitado de la trascendencia y es aquí cuando por su libre
elección busca a la trascendencia.

Desde un punto metafísico Kantiano Mario A. Presas nos dice que la metafísica
examina los diversos modos en que puedo esperar hacerme presente la trascendencia yo
puedo buscar a Dios.8

Según Mario A. Presas, el hombre es el ser englobante, pero es abarcado por el mundo
y la trascendencia.9 Es decir, el hombre en su finitud existencial se encuentra como vaciado,
siendo posibilidad de lo englobante, él, se ve englobado o abarcado por la trascendencia y
por el mundo. Jaspers va a definir a la trascendencia como sólo uno de los nombres con los
que se intenta circunscribir la experiencia de lo absoluto. Lo absoluto, Dios es lo que engloba
a la finitud de la existencia del hombre.

Respecto de las cifras nos dice que son el contacto de la existencia con la absoluta
realidad de la trascendencia, y esta trascendencia nos da como resultado la finitud del hombre
como limitación y tomando conciencia de no ser yo mismo el absoluto.

Con la teoría de las cifras reaparece en Jaspers, en otro nivel, su interpretación del
pensamiento de Kant. En la orientación del mundo, el hombre, en cuanto conciencia en
general convierte toda realidad en objeto de investigación; en tal sentido es la realidad
manifestación o fenómeno de algo que teóricamente subyace a dicha manifestación. Ahora
bien, ni la existencia en sentido estricto, ni la trascendencia, pueden ser objetos de
investigación. Pero considerados en el modo de pensar trasciende a la conciencia en general,

8
MARIO A. Presas. De las “ideas” a las “cifras” en la filosofía de Jaspers. Revista Diánoia, vol. 21, no. 21,
1975. P. 12. Disponible en:
https://www.google.com.mx/url?sa=t&source=web&rct=j&url=http%3A%2F%2Fdianoia.filosoficas.unam.m
x%2Ffiles%2F8413%2F6995%2F0324%2FDIA75_Presas.pdf&ved=0ahUKEwj32O3N5NDMAhUBxSYKH
ToeA_oQFggYMAA&usg=AFQjCNFb7hda9jEcPkw51mnSfEZ2KhtNvA&sig2=7Mi5v1R8jymQ7dGxMyen
uw
9
Ibídem, p. 23.
los mismos fenómenos delatan una nueva dimensión: son ahora símbolos, objetos que se
desvanecen ante la mirada metafísica.

El símbolo del que habla Jaspers encuentra una denominación más adecuada con la
noción de cifra, pues esta alude a la necesidad de su desciframiento por cada existencia
histórica. Pero aunque la apelación es inmediata y personal, Jaspers admite una cierta
estructuración de ese lenguaje inmediato de la trascendencia en un segundo lenguaje, donde
los contenidos aparentemente incomunicables se sedimentan en los mitos, las revelaciones
de un más allá, etc. Por último, el pensamiento puede remontar hasta el origen este lenguaje
mediato e intuitivo, aprehendiendo en la especulación metafísica aquello que es verdad es
incognoscible e inefable, pero que llega a ser un tercer lenguaje.10

También en la opinión de Ramón Ramón Alcoberro podemos obtener una relación


filosófica entre la revelación de la trascendencia con la cifra tal y como nos lo dice:

“Religión y ciencia constituyen los dos ámbitos ante los que la filosofía se ve obligada a
definirse primariamente.

Tanto la ciencia como filosofía se sitúan, en opinión de Jaspers, mucho más allá del análisis
de la realidad empírica: son «orientaciones», en el sentido de procesos orientados. La
orientación científica es previa en tanto que objetiva el mundo. Sin la previa asimilación de
la ciencia ninguna filosofía puede aspirar a ser significativa. La filosofía no es una visión
sintética de los resultados de la ciencia, sino una visión problemática que muestra,
estrictamente, la imposibilidad de cualquier visión única o absoluta del mundo.

Y en lo que se refiere a la religión, en la medida en que es un relato civilizador y trascendente,


Jaspers es también taxativo: la «fe filosófica» nada tiene que ver con una sola religión, ni con
ninguna comunidad o autoridad, ni con un único libro. Como tal tampoco puede reivindicar
ni la más mínima evidencia científica. En consecuencia, tampoco puede proponer una
conducta, ni justificar un programa o un orden del tipo que sea. Sin embargo, la fe en la razón
es lo único que puede esclarecer “el otro lado” de lo real.”11

Con esto nos dice que las ciencias, el saber científico se encuentra definiendo la realidad del
mundo, sin tener apertura a la condición del conocimiento de las cifras, de lo que se

10
Ibídem, p. 29.
11
ALCOBERRO, Ramón. Karl Jaspers (1883 – 1969) una introducción. Online. Consultado el 09 de febrero
de 2016. Disponible en: www.alcoberro.info
encuentra más allá y que se revela en los símbolos, en el lenguaje de las cifras. Estas cifras
no son objetos de estudio de la ciencia, sino que se encuentra más allá de la posibilidad del
hombre para alcanzarla por su limitación, pero que se puede llegar a conocer por el hecho
de que la trascendencia revela ciertas cifras que se pueden conocer.

Con respecto al concepto que tiene Jaspers de fe, Josef Pieper nos dice que Jaspers
entiende la palabra «Fe» como un nombre imprescindible, que indica con exactitud lo
pensado por él. Y lo pensado es la «seguridad de la verdad, que no puedo demostrar como
conocimiento científico de cosas finitas». Se afirma, respecto de esta fe, que une al hombre
«con el fundamento del ser»: que constituye «la sustancia de una vida personal», «lo que
llena y mueve al hombre en su fundamento», «la base... de nuestro pensar» y «el origen
indispensable de todo verdadero filosofar». Es decir, que la fe que se tiene es hacia la
trascendencia quien comunica la verdad y por esto el hombre se siente satisfecho. La
búsqueda del fundamento es lo que da la plenitud al hombre para aceptar a la trascendencia
como verdad que se comunica en las cifras.

Si se pregunta lo que, según la opinión de Jaspers, se cree mediante tal fe, cuáles son
los contenidos que en ella son aceptados como reales y verdaderos, se obtiene por respuesta
algo así: «el pensamiento de un Dios»; «que existe lo incondicionado como fundamento de
la conducta»; «el no estar cerrado en sí mismo del mundo creado»; «el último y único refugio
en Dios»; que «el hombre puede vivir conducido por Dios»; que «la realidad del mundo tiene
un ser que desaparece entre Dios y la existencia». 12

 Según esto, Jaspers y el concepto de fe resulta contradictorio al cristianismo en tanto


que afirma que la comunicación incluye algún contenido para comunicarse. El
cristianismo dice que la fe no significa un determinado contenido, un dogma.
 Otro punto contradictorio según Pieper es que Jaspers hace la pregunta sobre ¿Quién
es el «alguien» en virtud de cuyo testimonio acepto como verdaderas esas
proposiciones que «yo no puedo demostrar»? y en ningún momento se da respuesta
a la cuestión dicha. Lo que hay aquí de contradictorio podría describirse diciendo que
Jaspers habla con toda claridad de la «confianza sin garantía» que hace de hecho que

12
PIEPER, Josef. Las virtudes fundamentales. 3ra Edición. Ediciones Rialp S. A. Madrid. 2010. P.338 y 339.
la fe sea fe, que reconoce expresamente la necesidad de la autoridad (lo que viene a
ser lo mismo que lo ya dicho): «incluso para el hombre que filosofa (tiene) que poseer
la autoridad en alguna parte la imprescindible primacía», «la fe filosófica, que no se
comprende a sí misma, exige en un punto determinado la autoridad
incomprensible».13
Dentro de una comparación muy efectiva que se puede encontrar con Karl Jaspers es
con Wilhelm Dilthey respecto de la concepción de mundo. Durante la contemporaneidad del
mundo, los filósofos han distinguido un acabamiento de lo que ya con anterioridad se venía
diciendo.
Dilthey habla sobre la visión religiosa del mundo como lo que une a Dios con el
hombre. Las ideas religiosas del mundo nacen de una relación vital peculiar del hombre. Más
allá de lo dominable, donde el hombre natural, como guerrero, cazador, cultivador y
aprovechador del suelo, produce alteraciones en el mundo exterior mediante acciones físicas
con fines racionales, se extiende la región de lo inaccesible a esa actividad, inasequible al
conocimiento.14

Así mediante la concepción de los hombres como trabajadores y que en constante


comunicación que pueden tener con las divinidades, el hombre se hace religioso. A igual
modo que con Jaspers, las divinidades que en algún momento tienen una conexión profunda
con los hombres es lo que hace la comunicación por medio del mundo de las cifras, así pues,
la trascendencia se comunica con los hombres trabajadores, que buscan esta trascendencia
pero siempre y cuando esta trascendencia se revele voluntariamente al hombre.

La importancia de las cifras se ve reflejada en tanto que la trascendencia se quiere


revelar al hombre y que el hombre busca y acepta la revelación de la trascendencia.

Como “existencia”, orientamos nuestro pensamiento hacia la trascendencia por medio


de objetos a los que llamamos cifras. Esto sucede en el medio de la conciencia en
general, que es la condición de toda posible claridad, dado que nosotros sólo vemos,
imaginamos y pensamos en objetividades. Más en este medio dirigimos nuestro

13
Ibídem, p.340.
14
WILHELM Dilthey. Teoría de las concepciones del mundo. Traducción del alemán y comentario de Julián
Marías. Madrid. Ediciones de la Revista de Occidente. 1974. P. 51 – 52.
pensamiento por medio de las cifras hacia la trascendencia y escuchamos su lenguaje,
que percibimos en su reciedumbre nunca plena, en tanto que nos aclaramos a nosotros
mismos. Lo que siempre es y lo que pasa, lo que nosotros mismos somos y lo que sea
la trascendencia todo esto aparece en el espejo de la conciencia en general15.

La necesidad de las cifras versa en que como formas históricas van descubriendo la
verdad de la realidad. Las cifras se tornan importantes porque se desvela la verdad de la
revelación que tiene la trascendencia para con el hombre por medio de la existencia.

En la comunicación revelada que recibe el hombre por parte de la trascendencia hay


una libertad por parte del hombre para recibir esta revelación a través del lenguaje de las
cifras, por lo tanto el hombre tiende por su libertad a la trascendencia, pero para que pueda
comunicarse debe haber una disposición, a saber, de la Trascendencia la revelación al hombre
y del hombre la disposición de recibir la revelación de la trascendencia.

Es necesario que las cifras se estudien por dos motivos primordiales, primero porque
nadie retoma la idea de cifras en el lenguaje de la trascendencia para la comunicación entre
la trascendencia y el hombre. Y segundo porque Jaspers no habla sobre la disposición que
tiene el hombre para la búsqueda de la trascendencia. Es decir, hay una revelación por parte
de la trascendencia, pero ¿realmente el hombre quiere o tiende hacia la búsqueda de la
revelación de la trascendencia? Y es ahí donde versa primordialmente la búsqueda de la
respuesta de esta pregunta.

15
KARL Jaspers. La fe filosófica ante la revelación. Madrid. Editorial Gredos, S. A. 1968. P. 151.
1. Las cifras.

En la realidad que nos interpela que muchas veces tenemos aun en la actualidad como
desconocida, nos sabemos limitados en cuanto al conocimiento de ciertas realidades que se
nos escapan a los sentidos. Prueba de ello se da desde la antigüedad con las cosmovisiones
referentes a lo trascendente y lo “intra-inmanente”16 con referencia a las realidades que no
se alcanzan a ver a simple vista. Sin embargo, a pesar de sabernos limitados
epistemológicamente, el hombre ha tenido la necesidad de buscar algo que sea mayor a él en
un sentido ontológico, un ser más perfecto que él.

A este ser se le ha denominado históricamente en la diversas religiones Dios, entre


otros nombres, pero siempre hace referencia a un Ser perfecto, y mejor que el hombre. Jaspers
refiere a este Ser de diversas formas como: la Trascendencia, la divinidad, Dios, lo
omnienvolvente, lo abarcador, lo infinito, lo circunvalante, etc. Es así que la trascendencia
es la divinidad que se encuentra fuera del mundo y al cual el hombre siempre ha querido
conocer y alcanzar.

En esta búsqueda de la apertura al hacia el más allá el hombre fuera de sí como


existencia siempre ha tendido a la apertura hacia la trascendencia como la divinidad que se
le presenta y ésta, a su vez, ha buscado la forma de comunicarse con la creación, con las
creaturas. Es por esto, retomando la denominación más simplificada de la comunicación,
que encontramos a un emisor, uno o unos mensajes y un receptor. Pero es verdad también
que entran en juego profundidades más allá de una concepción tripartita de la comunicación,
el medio.

El medio por el cual se da la comunicación varía según los contextos en los que se
emite el mensaje. En la relación “trascendencia – hombre” esta comunicación tiene un medio

16
Respecto de la trascendente, en las cosmovisiones desde la antigüedad se tiene la idea de un Ser sumamente
perfecto que esta fuera de mí, y el cual en diversas ocasiones se ha visto como lo incognoscible, ya que su
perfectibilidad lo hace inaccesible a nuestro conocimiento limitado. Por otro lado denomino intrainmanente a
las realidades que se encuentran más allá de lo que está a simple vista, por una parte, las realidades
incognoscibles por los sentidos, es decir las realidades propias de la metafísica, como la sustancia, la forma, la
esencia, etc., y por otro lado las que conocemos actualmente gracias a la ciencia, como el adn, los códigos
genéticos, la constitución química elemental de los objetos, etc.
al cual Karl Jaspers denomina Cifras (Chiffern)17, por el cual, escuchamos el lenguaje de la
trascendencia.

Las cifras no son la trascendencia misma, pero es el "lenguaje" en el cual nos


habla la trascendencia. Puede decirse que el ser esencial que es la trascendencia se revela
como cifra o símbolo. Por eso las cifras no son propiamente conocidas; solamente se
"escucha" su mensaje. Las cifras son "el modo más penetrante de estar presente lo
que es".18 En la cifra se encuentra el modo de presentación de la trascendencia que
posteriormente se comunica al hombre, por esto, la cifras son lenguaje, medio para llegar al
receptor de la comunicación. En este sentido, es como una descendencia ontológica de la
trascendencia, ya que lo inabarcable no se puede encerrar en la mente del hombre, por eso
requiere algo inferior que pueda comprender, es decir, requiere cifras que le den la idea de la
trascendencia.

La realidad de las cifras es algo que interpela a la trascendencia y al hombre como


modo, como medio posible para la transmisión de un mensaje, revelación.

Las cifras no son cosas, ni objetos, ni estados de cosas, ni “realidades”. No son


realidades físicas en el espacio y en el tiempo.19 Cabe destacar que las cifras no son en ningún
caso la realidad de la trascendencia misma, sino únicamente su lenguaje posible.20

Las cifras juegan un papel de contrariedad como modo del lenguaje, en la impureza
de tratar a las cifras como realidades nos podemos ir en declive hacia la negación de la
trascendencia, cayendo así en el abismo de la nada, sin embargo, pueden también impulsar
existencialmente hacia lo alto21, hacia la trascendencia misma.

17
KARL Jaspers. La fe filosófica ante la revelación. Madrid. Editorial Gredos, S. A. 1968. P. 151. Más adelante
Jaspers nos va a decir que el termino Cifra significa “lenguaje”, lenguaje de la realidad, que sólo puede ser
escuchada de esta manera y a la que sólo es posible referirse así. Distinguiendo así el modo de la comunicación
que es cifra de símbolo, ya que símbolo es una representación de algo, aun cuando este algo sólo pueda hacerse
presente en el símbolo y de ningún otro modo. Aunque los símbolos pueden convertirse también en momentos
del lenguaje de las cifras.
18
JOSÉ Ferrater Mora. Diccionario de filosofía. Buenos Aires. Ed. sudamericana. P. 290.
19
KARL Jaspers. La fe filosófica ante la revelación. Madrid. Editorial Gredos, S. A. 1968. P.152.
20
Ibídem, P. 154.
21
Ibídem, P. 153.
Dentro de la concepción de Cifras hay una manifestación tripartita de estas, la cuales
requieren la una de la otra para su intelección, estas son fenómenos, signos y las cifras.

 Fenómeno: la existencia se hace consciente de sí a partir de fenómenos de la


inmanencia, y la trascendencia se da a partir de las cifras de la trascendencia.
 Signos: un signo de la existencia es la libertad, libertad que prescinde de una
patentización y que da autonomía para la elección de la trascendencia.
 Las cifras: las cifras de la trascendencia son las representaciones, imágenes y
pensamientos en el medio de la conciencia en general en los que yo como “posible
existencia” escucho el lenguaje de la trascendencia.22

Las cifras se desarrollan juntas, ordenadas y con diferentes grados de acuerdo a los
signos en un lugar al que Jaspers denomina “el reino de cifras”.23 En este lugar se encuentran
las manifestaciones de las concepciones de mundo de las cifras determinándolas de acuerdo
a su multiplicidad y con sus categorías, de acuerdo con su historicidad.

Respecto del lenguaje de las cifras, las cifras giran en torno a su representación por el
lenguaje, y por lo tanto las cifras cesan cuando el lenguaje lo hace, pero en un sentido
pletórico24. Es decir, la representación de las cifras tiene un sentido del silencio en el lenguaje
en tanto que éste, no puede dar una definición completa de las cifras, de la trascendencia o
de lo infinito. En este sentido se busca dar representaciones como imágenes de lo que la
trascendencia comunica al hombre, reduciéndolo al lenguaje del hombre para que sea
comprensible a él y de este modo surgen las cifras en el reino de cifras, para poder, por medio
de las concepciones de mundo, dar una idea de la totalidad de la trascendencia a partir de las
partes reveladas por ella misma en cifras.

A partir de la definición de cifra, se debe destacar que estas, son el lenguaje de la


trascendencia. Se debe entender que a lo largo de la historia el hombre ha tenido una apertura
hacia lo que le es opuesto al yo, algo que se encuentra fuera sí y que no solo son las realidades
materiales. Es por esto que el hombre ha tenido una apertura hacia lo trascendente, a partir

22
Ibídem, P. 155.
23
Ibìdem, P. 199.
24
Ibìdem, P. 200.
de la fe. En este sentido juegan un papel muy importante fe y existencia puesto que el hombre
que se sabe a sí mismo existente tiene consciencia de algo que es exterior a él. Este ser
trascendente que en muchas ocasiones se le llama Dios es lo que Jaspers denomina lo
abarcador o circunvalante25.

La comunicación de la relación Trascendencia – Hombre no solamente se da a partir


de la revelación, es decir, el lenguaje de la trascendencia no es puramente revelativo, puesto
que no se da como aparición mística y absoluta, sino que parte de supuestos dados
históricamente que revelan el mensaje de la trascendencia en un lenguaje codificado, no
explícito, y que requiere interpretación, es por esto que el lenguaje de la trascendencia es
cifra, porque como cifra es todo lo que es y cuanto el hombre ha producido, lo “real”, lo
imaginado, lo pensado. Se las encuentra en la tradición mítica, en la de los cultos religiosos,
en la sagrada, en la poética y en la artística, en la filosofía26.

Las cifras de la trascendencia son un tema de la fe filosófica, ya que a partir de la fe


se da la interpretación de las cifras; esta fe no tiene un sentido religioso como el que se creería
en un sentido de revelación sino, más bien en relación del sujeto con el objeto.

“En la fe filosófica son inseparables la fe a base de la cual estoy convencido, y el


contenido de la fe que comprendemos –la fe que realizamos y la fe de que nos apropiamos al
realizarla-, fides qua creditur y fides quae creditur. El lado subjetivo y el objetivo de la fe
son un todo. Si nos limitamos a tomar el lado subjetivo, la fe se queda en credulidad, en fe
sin objeto, que es como si sólo creyera en sí misma, la fe sin la esencialidad del contenido de
la fe. Si nos limitamos a tomar el lado objetivo, un contenido de fe queda en objeto, tesis,
dogma, estado, en algo muerto, podría decirse. De allí que fe sea siempre fe en algo. Pero ni
puedo decir que sea una verdad objetiva que no esté determinada por la fe, antes bien que
aquélla determina a ésta; ni tampoco puedo decir que sea una verdad subjetiva que no esté
determinada por el objeto, antes bien ella lo determina a él.”27 En la subjetividad y la
objetividad de la fe se da la unión o la relación entre la trascendencia y el hombre ya que se

25
Karl, Jaspers. La filosofía, desde el punto de vista de la existencia. México. FCE, Fondo de cultura económica,
Colec. Breviarios. 1953. P. 31.
26
KARL Jaspers. La fe filosófica ante la revelación. Madrid. Editorial Gredos, S. A. 1968. P. 197.
27
KARL, Jaspers. La fe filosófica. Biblioteca de obras maestras del pensamiento. Ed, Losada. Buenos Aires.
1953. P. 15.
da una correlación existencial siendo el sujeto el punto de partida y el objeto el punto de
llegada, a saber el sujeto es el hombre y el objeto la trascendencia, y de igual modo el sujeto
es la trascendencia como punto de partida y el objeto el hombre como punto de llegada.

1.1. El lenguaje de las cifras.

Como se mencionaba anteriormente las cifras son el lenguaje de la comunicación de


la trascendencia con el hombre, este lenguaje es percibido por el individuo en el momento
histórico único e irrepetible28, es decir, en la historicidad de san múltiples avistamientos de
la revelación de la trascendencia, en ellas surgen las diversas religiones y concepciones de
mundo, estas formas de comunicación, es decir, estas cifras se dan en un momento espacio –
temporal único, irrepetible, ya que no es la misma cifra la que se revela en otro espacio –
tiempo, sino que son los diversos leguajes que habla la trascendencia.

Las cifras tienen utilidad respecto de la comunicación de la relación trascendencia –


hombre en el sentido de que el mensaje que se trasmite tiene que reducirse o pasar por una
serie de filtros en el reino de las cifras para que sea aprehensible al hombre. El lenguaje de
la trascendencia se hace común para el hombre, ya que la idea de una revelación total es
imposible, esto porque el hombre no tiene la capacidad mental de soportar algo que rebasa
su límite epistemológico. Por esto las cifras adquieren su valor cuando se desmenuza como
una parte de la totalidad de la trascendencia, a partir de las cifras se puede entender que se
puede conocer diversas partes de la trascendencia, se puede conocer parte de su misterio pero
nunca su totalidad, por eso es lo circunvalante, porque no es englobable por el hombre, sino
que la trascendencia lo engloba a él.

El lenguaje de las cifras tiene una triple separación que se denominan: lenguaje
inmediato de la trascendencia (primer lenguaje), la lengua que se generaliza en la transmisión
(segundo lenguaje) y lenguaje especulativo (tercer lenguaje).

28
KARL, Jaspers. Filosofía. Tomo II. Trad. Fernando Vela. Ediciones de la Universidad de Puerto Rico. Puerto
Rico. 1959. P. 497.
1. El lenguaje inmediato de la trascendencia.

El lenguaje de la trascendencia se da empíricamente en la realidad. El ser de la


trascendencia se manifiesta en las cifras de la existencia empírica. La experiencia es la fuente
del saber empírico como de la veracidad de la trascendencia, ya que en la realidad se da la
apertura a la comunicación entre la trascendencia y el hombre, por esto, la experiencia de la
trascendencia, que en las religiones se llama revelación, demuestran la realidad de la
trascendencia. Con la base de todas las experiencias se constituye la experiencia metafísica.

En la experiencia de la realidad se da el primer lenguaje de la trascendencia, en lo


empíricamente cognoscible se trata de abarcar la totalidad de las realidades aunque de manera
insuficiente, ya que nunca se da plenamente; es aquí donde se da la experiencia metafísica,
porque me doy cuenta de que la realidad tiene algo que no es solamente experiencial y aquí
se da la primera representación a través del descubrir, hacer visible lo escondido dentro de la
realidad inmanente, es decir esto que se encuentra oculto es cifra.

Esta experiencia metafísica es la lectura del primer lenguaje. Leerlo no es


comprenderlo, no es descubrir lo que está en el fondo sino un estar realmente en ello 29. La
experiencia metafísica lleva a revelar lo oculto de las realidades empíricas, mas no las
significa, es decir, el revelarlas no conlleva comprenderlas, por eso se puede avistar el ser de
las realidades pero no como parte de la existencia empírica, sino como cifra, cifra de la
inmanencia que se avista en la experiencia de la singularidad histórica, es decir, en la
inmanencia también se encuentran lo que anteriormente llamaba intra-inmanente, que son
estas realidades propias de la metafísica clásica de Aristóteles, y que son cifras de la
inmanencia ya que en la realidad del mundo empírico se encuentra lo que está fuera de mi
como desconocido, y este resulta un punto de partida o de elevación hacia las cifras de la
trascendencia, ya que se da de forma análoga entre las cifras de la trascendencia y la
inmanencia.

29
Ibídem, P. 498.
2. La lengua que se generaliza en la transmisión.

A partir del conocimiento del lenguaje inmediato de la trascendencia surge la aleación


entre el lenguaje de la trascendencia y el lenguaje del hombre, esta unión lleva a que el
lenguaje de la trascendencia sea accesible al hombre y así, este, lo pueda interpretar y hacerse
imágenes en un sentido empírico de la trascendencia y su mensaje.

En la resonancia del lenguaje de la trascendencia, que sólo se percibe en la inmediatez


del presente momentáneo, los lenguajes se constituyen en imágenes y pensamientos que
deben trasmitir lo oído. Junto al lenguaje del ser está el lenguaje de los hombres 30. Unión el
hombre ya comprende el lenguaje de la trascendencia que ha sufrido una descendencia
ontológica.

El lenguaje de la trascendencia al descender a los hombre se vuelve construcción por


medio de imágenes o representaciones, este lenguaje de la trascendencia que se interpreta se
vuelve accesible a todos de diversas formas como son mitos de forma particular, revelación
de un más allá o como realidad mítica. En cada representación de la trascendencia se forma
figuras que abren el camino a la trascendencia siendo estas representaciones las cifras, que
por medio de estas, se hace accesible la trascendencia.

3. Lenguaje especulativo.

Cuando el pensamiento interpreta el escrito cifrado, es evidente que al hacerlo ni


puede conocer la trascendencia como lo otro ni ampliar la orientación intramundana como
saber de la existencia empírica en cuanto tal existencia empírica. Pero el pensamiento,
obedeciendo a su propia ley formal, piensa necesariamente en objetividades. El lee el escrito
cifrado originario escribiendo uno nuevo: piensa la trascendencia por analogía con la
existencia empírica del mundo que le es presente intuitiva y lógicamente31.

En este tercer lenguaje las cifras sirven por analogía representativa de la trascendencia
puesto que después de leer a la trascendencia en el primer lenguaje, en este último se hace
una interpretación, no solo se sabe de la trascendencia inmanente, ni tampoco

30
Ibídem, P. 499 – 500.
31
Ibídem, P. 502.
consecuentemente se hace una imagen de ella, sino que analógicamente se interpreta como
las divinidades del mundo; es decir, la idea de la trascendencia se sabe como los distintos
dioses de las religiones en donde, como cifras, se interpreta la verdad de la trascendencia
pero sin abarcarla ya que esto último no se puede, y a esto último se le llama especulación.

1.2. Las cifras de la trascendencia.

La trascendencia como lo expuesto como fuera de mí se hace presente cuando se


piensa y experimenta el mundo como tránsito. Esta trascendencia se hace presente de manera
histórica y no como imposición hacia el hombre sino como revelación que puede ser
rechazada.

La concepción que se tiene de la trascendencia se hace a partir de las cifras además


de la revelación histórica, ya que si se toma en cuenta la concepción tan perfectamente
abarcadora de ésta, se toma que algo tan infinito e inconcebible al entendimiento humano no
puede ser aprehendido en sí mismo, sino que requiere de cifras, es decir, de representaciones.

Las cifras fundamentales de la divinidad son el Dios uno, el Dios personal y Dios se
hizo hombre32.

El Dios uno.

La unidad que se concibe de Dios parte de que a través de la historia surge la


concepción de lo uno ante el enfrentamiento de poderes que se combaten entre sí, no
habiendo un uno abarcador.

Lo uno existe para mí a un tiempo en la trascendencia una y en mí como lo uno, al


que mi realización sigue. Esta “existencia” en su insignificancia se torna cifra de aquel uno
infinito que en sí mismo es cifra. Lo uno que implica perfección y unicidad se torna eternidad
plena de la trascendencia cuando no hay algo que corrompa esta perfección.

En la incondicionalidad del hundimiento histórico de lo uno actúa el lejano Dios que


abarca todos los modos de la historicidad, pero sin ser abarcado por ninguno de ellos. Es
decir, las cifras de la revelación de la divinidad que se han manifestado en la historia del

32
KARL Jaspers. La fe filosófica ante la revelación. Madrid. Editorial Gredos, S. A. 1968. P. 220.
hombre no son más que representaciones de una divinidad única que abarca a todos los modos
de cifras pero que ninguna la abarca a ella, es como la parte no es mayor que el todo.

La unidad en el carácter de cifra sobresale sobre otras cifras en el sentido de que


abarca la pluralidad de cifras haciéndose ella misma única pero no unidad numérica
cuantitativa, sino unidad cualitativa, es decir, en el conjunto de cifras la trascendencia se hace
una, pero siempre a partir de las concepciones de cifras.

El Dios personal.

El mandato que se encuentra en el antiguo testamento refiere dos cosas: que no debes
formarte ninguna imagen ni ninguna alegoría, sin embargo hay un derroche de imágenes y
alegorías del Dios personal. En la referencia del antiguo testamento, quiere el mandato evitar
posar la divinidad en un objeto, distinguiendo uno de otro. Las imágenes y alegorías hacen
referencia a las cifras como modo de pensar a la trascendencia.

En la cifra del dios personal se encuentra la relación comunicativa Yo – Tú como


modo de referirse a la trascendencia. En esta cifra se encuentra la comunicación de la
trascendencia para con el hombre a través de la revelación. El Dios personal exige un
mandato que el hombre debe cumplir como precepto para obtener bienestar de parte de la
trascendencia. De este modo se conoce a un Dios benévolo, riguroso, piadoso y colérico.

La comunicación que se da entre el Dios personal y el hombre es una alianza o pacto,


en la que el hombre tiene la obligación de luchar por el precepto de la trascendencia y a
cambio el hombre se sabe protegido por su Dios.

El Dios personal no es un Dios concepto, sino histórico, en una pluralidad de formas.


Los dioses personales de India y China bien pueden ser entendidos e imaginados por nosotros
en estas formas como cifras. Empero tales dioses nos afectan poco, pese a que también ellos
son verdaderos en su historicidad y reconocidos como tales33.

33
Ibídem, P. 229, 230.
Las diversas representaciones de las religiones a través de la historia tales como los
signos, imágenes, manifestaciones, acciones o cultos de los dioses son el lenguaje del dios
personal y el dios uno que se vuelven lenguaje de comunicación entre el hombre y Dios.

Dios se hizo hombre.

Ante la expectación de las cifras previas de la trascendencia no se puede dejar de lado


esta, la del Dios se hizo hombre, que de hecho no es precisamente la manifestación de Cristo
como Dios encarnado, lo cual es imposible filosóficamente, pero si, en cambio Jesús como
cifra.

La encarnación de Dios como cifra surge ante la necesidad que tiene el hombre de
satisfacer sus sentidos, es decir, en la experiencia en el mundo el hombre experimenta lo que
para él es verdadero. Por esto es que queriéndose identificar con la trascendencia necesita de
esta representación más sublime y divina.

La concepción cristiana y de otras religiones como lo hicieron los indios, los griegos
del dios uno, personal, hecho hombre, atrae a muchos, mientras que para otros es objeto de
escándalo y estupidez. Para los creyentes es la máxima revelación, en donde se da una
comunicación plenificada por la interrelación que hay entre la trascendencia y el hombre,
sabiéndose a sí mismo como los elegidos. Mientras que para otros muchos es objeto de
estupidez, en tanto que filosóficamente es absurdo, más aun tratándose de una fe que quiere
conmover, es decir, de sentimiento.

Cristo no puede llamarse cifra, ya que este salvador para los cristianos no es una parte
más del todo, sino que él mismo es el todo. Es decir, Dios se encuentra plenamente en la
corporeidad de Jesucristo. Por esto, ni Cristo, ni ninguna concepción de divinidad puede ser
considerada cifra, ya que en la tradición de la cifra, la divinidad es totalidad, no es solamente
una parte de una divinidad aún superior, incognoscible en su totalidad, sino que su cifra es la
divinidad misma en su totalidad.

Las tres cifras de las trascendencia realmente nos muestran históricamente las facetas más
universales de algo tan inconmensurable que no alcanza el intelecto para encasillar. Por lo
tanto, estos modos o medios nos acercan indirectamente a la plenitud de la trascendencia, y
de igual modo recíprocamente, la trascendencia se acerca al hombre por medios a los cuales
llamamos cifras.
2. El hombre como sujeto de la posible existencia.

Como veíamos anteriormente, las cifras tienen el objetivo de comunicar al hombre el


mensaje de la trascendencia, pero, para que el hombre reciba el mensaje es necesario que el
hombre tenga la disposición o la apertura de recibir el mensaje de la trascendencia.

Aunque ya tenemos la definición de trascendencia y cifra, es necesario también


definir que es el hombre, porque dejando de lado la definición de Aristóteles como “animal
racional” o la de cualquier otro filósofo, es necesario entender el hombre desde el
existencialismo, postura propia de Jaspers; tenemos que interiorizar existencialmente el
sentido de ser-yo sujeto de la posible existencia.

Para Karl Jaspers el hombre es existencialmente un ser-en-el-mundo, que necesita


descubrirse como existencia para consecuentemente constituirse como un ser en relación con
el otro; de aquí la necesidad de que la definición jasperiana de sujeto u hombre se desmenuce,
ya que el hombre que se constituye en relación con el otro necesita, además, la comunicación
con la trascendencia para que entonces su existencia sea plena.

El hombre como ser-en-el-mundo significa que es una dualidad de sujeto-objeto entre


otros sujetos-objetos. En el mundo quiere decir que se encuentra rodeado de fenómenos que
se le aparecen y que cuando son de la misma naturaleza que él, él es un objeto para el otro,
pero el otro es un objeto para él. Es decir, la objetividad de los fenómenos que se encuentran
fuera de mi son el mundo, y yo como hombre me encuentro entre estos fenómenos.

Entonces, el hombre se sabe que es algo distinto del mundo, es decir, todo lo que está
fuera de mi no es yo, yo soy un sujeto en el mundo y aunque me enajene de mi propio yo para
hacerme objeto y poderme conocer, hay una parte de mí que sigue siendo yo, ese yo no puede
ser objetivado por mí, es decir, hay un ser-yo. Cabe decir de este modo que se encuentra una
dualidad del yo que parece ahondar en una escisión pero que de igual modo se encuentra
unida, a saber, que hay un ser-objeto y un ser-yo. En el yo se encuentran íntimamente
relacionadas estas dualidades, por un lado el ser-objeto cuando al salir de mi me veo como
un ser-en-el-mundo y que de igual modo los otros yo me pueden ver así, y por otro lado el
ser-yo que no puede conocerse por nadie.
El ser de las cosas no sabe de sí mismo; yo el sujeto pensante, sé de él. Si me imagino
este ser, como independiente de su ser objeto para un sujeto, es decir, no como manifestación
para otro, entonces lo llamo un ser-en-sí34. Esto es un ser que carece de su ser-objeto, siendo
únicamente ser-yo que evidentemente es incognoscible, porque si lo pudiera conocer
entonces no sería un ser-yo sino un ser-objeto.

Cuando descompongo el ser en ser-objeto, ser-en-sí y ser-para-sí-mismo no tengo


tres modos de ser que existen uno al lado de otro, sino los polos, indisolubles uno del otro,
del ser en que yo me encuentro35. Es decir, no son las distintas definiciones del ser, sino que
son contrariedades que se encuentran íntimamente relacionadas, cada una tiene su polaridad
en tanto que miran al ser de una forma totalmente distinta de la otra. Sin embargo los tres se
necesitan íntimamente para formar no un ser en su totalidad, sino para formar una conciencia.

La conciencia no es un ser como el ser de las cosas, sino que es un ser que se encuentra
dirigido intencionalmente hacia los objetos, es decir, la conciencia se refiere al ser de los
objetos directamente e intencionalmente, es decir, no llega a ellos por simple accidente, sino
que tiene la voluntad de dirigirse al objeto determinado. Esta conciencia es el saber del ser-
yo, que es intencionada hacia los objetos y hacia la conciencia misma.

La conciencia es existencia en el sentido de que todo lo que se conoce está dirigida


hacia ella como objetos. En la conciencia se da la existencia en tanto que se puede conocer
lo que se presenta en la experiencia. En este sentido la conciencia no lo es todo, pero todo lo
que existe entra en la conciencia, lo inexistente evidentemente no.

Queda entonces aclarado que la dualidad entre ser-yo y ser-objeto están íntimamente
relacionadas como constitutivos del hombre. El ser del hombre como objetividad se da en la
cognoscibilidad del hombre como objeto de investigación, es decir, se conoce lo que se
aparece a la conciencia como lo fenoménico. Por otro lado el ser del hombre existencial que
es su ser-yo a la manera kantiana es lo nouménico del fenómeno, es decir, lo incognoscible,

34
KARL Jaspers. Filosofía. Tomo I. Traducción del alemán por Fernando Vela. Ediciones de la Universidad
de Puerto Rico. Revista de Occidente. Madrid. 1958. P, 3.
35
Ibídem, P, 4.
que no puede ser aprehendido por ninguna conciencia, ya que esto no se puede revelar como
un ser objetivo, sino que esta parte del ser se sabe como existente, mas no como cognoscible.

2.1. El descubrimiento de la existencia.

El hombre como posible existencia se da a partir del naufragio que sufre el ser cuando
por el ser-yo resulta este mismo incognoscible. Sin embargo, no es que todo esté perdido,
sino que dentro de los límites de la existencia empírica que es el ser debe buscarse la respuesta
de la existencia. Para descubrir la existencia y no quedarnos en el vacío de lo incognoscible
es necesario que se identifique el ser de otras formas, particularmente hay tres formas de
identificar el ser, a saber, el ser-yo como existencia empírica, como conciencia en general y
como posible existencia.

“Si pregunto a qué me refiero cuando digo «yo», la primera respuesta es la


siguiente: Cuando sobre mí reflexiono, yo me he convertido en objeto; yo soy este cuerpo
como este individuo, con una vaga conciencia de mí mismo en el reflejo de lo que valgo
para las personas de mi contorno: Yo soy, existo, como existencia empírica. Yo soy, existo,
en segundo lugar, esencialmente como un «yo» idéntico a todo otro yo: yo soy sustituible.
Esa sustituibilidad no es pensada como la identidad de las propiedades medias de los
individuos empíricos, sino como el ser-yo en general, el cual quiere decir la subjetividad
como condición de todo ser-objeto: yo soy como conciencia en general. En tercer lugar,
yo me experimento como posible incondicionalidad. No quiero saber solamente lo que
existe ahí, por razones y contrarrazones, sino, saber partiendo de la insondabilidad de un
origen, y tengo momentos de acción en los cuales estoy seguro de que lo que yo ahora
quiero y hago es lo que auténticamente yo mismo quiero. Quiero ser de suerte que este
querer saber y este actuar me pertenezcan. En esta manera en que quiero saber y actuar me
sobreviene mi ser esencial que yo, aun estando seguro de él, sin embargo no conozco. Por
ser esta posibilidad, que es la libertad de saber y actuar, yo soy posible «existencia».”36

Fundamentalmente la primera respuesta que se da al descubrimiento de la existencia


es que, el hombre es una existencia empírica en tanto que puede conocerse como ser-objeto.
En la objetivación del ser se puede avistar la existencia de este aunque no en su totalidad, por
lo mismo, de que no es abarcable el ser-yo, sin embargo exteriormente si es posible su
conocimiento y por lo tanto su existencia.

36
Ibídem, P, 12-13.
El segundo paso es la sustituibilidad, me pienso a mi como un ser-yo en general como
la subjetividad de todo objeto cognoscible, es decir, el yo como conciencia que conoce a los
objetos se encuentra en mí, soy yo el sujeto cognoscente del ser-objeto; soy yo existencia
que conoce a los objetos.

El tercer paso es el de la incondicionalidad. Con esto refiere a que no solamente quiero


conocer para llegar al origen que tal vez es incierto, sino que por la misma voluntad de querer
conocer, sobreviene mi esencial yo, ya que estoy actuando libremente para conocer el mundo,
en esta libertad me sé existente en tanto que soy yo el ser que quiere conocer el ser de los
objetos.

Por lo tanto mediante estos tres pasos me sé como conciencia en general hacia la cual
están dirigidos los objetos, y gracias a que los objetos son cognoscibles por la conciencia
entonces mi existencia se va revelando dejando de ser algo incognoscible. La conciencia en
general es un término que designa dos realidades distintas: el cogito cartesiano, que
conociendo objetos se conoce como cognoscente en su conocer, y las categorías kantianas.
Cabe decir entonces que la conciencia en general es el ser que conoce a los objetos
objetivados, por lo tanto ahí se salva la existencia puesto que lo que existe como conciencia
conoce el mundo.

Yo soy, por último, como posible «existencia», un ser que se refiere y relaciona con
su propia posibilidad, y como tal, no existe para ninguna conciencia en general. […] La
posible «existencia» es el movimiento que supera el ser-en-sí que en este círculo sólo actúa
negativamente como límite. La posible «existencia» acaso abre el camino que en el mundo
de los objetos está cerrado para una conciencia en general. Este filosofar, que para la
existencia empírica no es nada, para la conciencia en general una imaginación sin
fundamento, es para la posible «existencia» el camino a su mismidad y al verdadero ser.37 En
este sentido la posible existencia supera incluso a la conciencia en general, ya que la
conciencia queda reducida a una presentación de imágenes de objetos objetivados, mientras

37
Ibídem, P, 13-14.
que la posible existencia revela el camino hacia la mismidad, es decir, a volverse sobre sí,
pero no objetivando su ser, sino como existencia revelar su ser-yo.

El hombre entonces es una posible existencia, en tanto que como conciencia en


general conoce objetos, en tanto que puede adentrarse mediante un camino que lo lleva hacia
su mismidad, el hombre se sabe existente. La existencia es pues la relación del ser-yo mismo
con su mismidad, es decir, el hombre se abre paso a su existencia cuando toma conciencia de
ella y de que encuentra su camino hacia el conocimiento de esta a partir de sí mismo no como
objeto, sino como ser, ya que si fuera como objeto sería una conciencia en general que no
llega o no agota la totalidad del ser-yo.

Sintetizando la concepción de yo en Jaspers podemos decir que yo, es el ente que se


capta a sí mismo. Que yo sea el ente que consiste en captarse a sí mismo, implica que no soy
un ente como cualquier otro sino que puedo aprehenderme a mí mismo, determinarme a mí
mismo, dar cuenta de mí mismo, responder de mí mismo, etc. Todo lo cual sólo es posible
porque me conozco a mí mismo.38 Es decir el ser que se conoce a sí mismo es el ser de la
posible existencia, que además de aprehenderse a sí mismo, se sabe libre, que puede conocer
libremente y que es capaz de actuar por su propia autonomía.

2.2. La comunicación del hombre como apertura hacia la trascendencia.

La comunicación es parte fundamental del hombre en tanto que él es, según Jaspers,
comunicación39, es decir, que el hombre se constituye en tanto que, como posible existencia,
conoce los objetos, y siempre está relacionado con el mundo, de ahí que sea un ser-en-el-
mundo o un ser arrojado al mundo, como lo define el existencialismo en general.

Jaspers hace una clasificación dual de la comunicación, orientada en cada caso por
las situaciones básicas en que se verifica. Por un lado reconoce la comunicación en la
existencia empírica, o comunicación empírica, y por el otro la comunicación existencial40.
Con estas dos clasificaciones de la comunicación entramos en contacto con otras existencias

38
HERNÁN Villarino. Karl Jaspers. La comunicación como fundamento de la condición humana. Ed.
Mediterráneo. Santiago de Chile. 2009. P, 30.
39
Ibídem, P, 53.
40
Ibídem, P, 53.
como ser-objeto y ser-yo, en relación con ellas el ser humano se constituye como existencia
realizada.

En la comunicación empírica me doy cuenta de mi yo como objeto y de igual modo


veo a los otros yo como objetos. En base a otros yo me percibo a mí mismo como un ser
objetivo y que por lo tanto tiene comunicación en la cognoscibilidad del objeto.

El hombre como existencia empírica necesita de la comunicación ya que al saberse el


mismo como objeto, busca intensificar su existencia, plenificarse, es decir, alcanzar la
felicidad, pero esta no la puede alcanzar por sí mismo porque pudiera ser que tal vez ni conoce
cual es esta felicidad, por esto necesita la sociedad, o comunidad en donde alcanza sus
propios intereses.

En la comunicación existencial, en cambio, se da una relación entre un ser-en-sí con


otro ser-en-sí, esta comunicación se da recíprocamente de manera absoluta, a diferencia de
la comunicación empírica que objetiva, en la comunicación existencial se da la plenitud del
ser con otro ser. La existencia es y está en comunicación, pero a diferencia de la existencia
empírica no es la comunicación de los casos particulares de alguna generalidad sino entre
dos sí mismos, de modo que es absoluta, irrepetible e invisible desde fuera de ella misma,
porque desde afuera sólo se podría hablar de ella considerándola como el caso de una cierta
generalidad41. En esta comunicación se da la intimidad del ser con otro ser, pero sin
objetivarlo, es la comunicación libre, que se encuentra con otro individuo, con otro hombre,
y en esta comunicación el hombre se constituye como existencia, porque en el otro alcanza
la plenitud de su configuración existencial.

La comunicación cobra importancia para el hombre con el otro en cuanto descubren


que lo que cada uno busca es una idea en común, para Jaspers lo más parecido que tienen
entre sí los hombres es la búsqueda de la verdad; a partir de esto, los hombres encuentran la
felicidad y, además, ese anhelo de lo desconocido reúne a los hombres para así encontrar
juntos la felicidad.

41
Ibídem, P, 55.
Pero la comunicación existencial como ya se ha dicho anteriormente, se da con otros
hombres o con otras existencias en el sentido de ser-yo, ya que si se diera en el sentido de
ser-objeto, entonces sería una comunicación empírica y por lo tanto una comunicación
objetivada.

La comunicación existencial esta fuera de todas las objetividades que yo mismo


quiero, es inobjetiva y carece de fundamentos, se los crea y se los da a sí misma. De la
comunicación existencial podemos decir que se entabla con cualquiera, y que los hombres,
por lo mismo, han de estar abiertos a todos los hombres. Pero esto no quiere decir que se
realice efectivamente con todos, como si se tratara de construir una sociedad de unánimes y
bien avenidos42. La comunicación entonces es algo fundamental de los hombres, algo
regalado que se encuentra en la propia existencia y que además es posible usar con cualquier
hombre, y por lo mismo, como todos los hombres la poseen, todos pueden comunicarse.

La comunicación existencial en busca de la verdad apunta hacia los otros ser-en-sí en


tanto que en ellos puede encontrar verdades en un estilo cartesiano de las ideas innatas. En
la objetividad del mundo se pierde la existencia propia de las cosas, tornándose muchas de
ellas falsas y que sin embargo el hombre puede tomar como verdaderas, aunque no como
certeza.

El hombre entonces que se sabe a sí mismo como una existencia que se constituye en
la comunicación con el otro, busca en el otro verdades que le satisfagan, pero para que pueda
darse la comunicación con los otros hombres es necesaria la libertad, ya que el hombre a
pesar de ser un hombre en comunicación, también puede decidir optar por una soledad que
le aparte de los otros hombres, aunque por ello sea considerado una nada. De igual modo en
su libertad tiene la apertura hacia la trascendencia.

2.3. El hombre en la búsqueda de la trascendencia.

El hombre es un ser que tiene una dualidad en la constitución de su ser, por un lado
es un ser como objeto de investigación, es decir, ser-objeto, y por otro lado como un ser libre
existencial, el ser-yo que se comunica con otros ser-yo.

42
Ibídem, P, 68.
Si estamos ciertos de nuestra libertad, pronto se da un segundo paso en la dirección
del aprehendernos a nosotros mismo: el hombre es el ser referido a Dios. No nos hemos
creado a nosotros mismos43. Esto quiere decir entonces que en la comunicación nos sabemos
libres, podemos decidir comunicarnos con otros o no. Somos conscientes de esta libertad en
tanto que sabemos que nos podemos conocer como ser-objeto y que tenemos conciencia de
un ser-yo.

Sin embargo el hombre no solamente se comunica con otros hombres que también
son ser-yo, sino que tiene una apertura hacia la trascendencia en tanto que sabe que no somos
creación propia, es decir, hay la idea de algo que es superior y más perfecto que nosotros.
Tenemos entonces la idea de la trascendencia y el hombre se refiere a ella en su búsqueda de
conocerla, es esto la búsqueda de la verdad, ya que lo que está fuera de mi genera la necesidad
de querer abarcarlo cognosciblemente.

Los hombres jamás somos bastantes para nosotros mismos. Pujamos por ir más allá,
y nos hacemos crecientemente nosotros mismos con la hondura de nuestra conciencia de
Dios, mediante la cual nos volvemos a la vez transparentes para nosotros mismos en nuestro
ser nada44. Entonces el hombre no da la totalidad de lo que el hombre busca. No es suficiente
la búsqueda de verdades con otros hombres en comunidad, comunidad que se da para
satisfacer los propios intereses, tal como la búsqueda de la verdad. El ser nada es darse como
un ser que no tiene la disposición de alcanzar las verdades hacia las que tiene tendencia
cuando se comunica, es decir, es una elección de la no comunicación. Contrariamente el
hombre que si tiene y acepta libremente comunicarse, tiende hacia la búsqueda de su
satisfacción y ahí encuentra la idea de Dios, la idea de lo más allá de mi ser-yo y que da la
satisfacción que refiere para alcanzar la plenitud de su existencia.

La dirección por la trascendencia es distinta de toda dirección por el mundo, pues sólo
hay una forma de dirección por Dios. Ésta tiene lugar por el camino de la libertad misma de
sí mismo cuando él mismo está abierto para todo lo que se acerca a él desde la tradición y el
mundo circundante45. La dirección del hombre hacia la trascendencia se da en la

43
KARL, Jaspers. La filosofía desde el punto de vista de la existencia. FCE. México. 2000. P, 64.
44
Ibídem, P, 65.
45
Ibídem, P, 68.
comunicación, no con el otro, sino con él mismo, es decir, en su ser-yo que es libre se da la
apertura del mensaje de la trascendencia hacia el hombre.

Surge entonces el acto religioso, intrínsecamente consciente y libre46. El hombre


entonces tiene una búsqueda incansable de la verdad, se sabe en sí mismo que tiene apertura
a realidades que lo superan, además sabe de la idea de que todo lo trascendente es distinto de
él, es decir, lo que está fuera de su ser-yo. Sin embargo, también tiene la idea de la
trascendencia, la divinidad, el ser que supera a todo ser y del cual tiene una sed que desea
saciar, en este sentido, quiere conocerlo, incluso desearía abarcarlo.

El acto religioso entonces se da primeramente como una disposición del hombre hacia
lo más allá de sí que desea conocer, es consciente puesto que sabe qué lo que quiere conocer
es algo desconocido y que le dará satisfacción, recibirá entonces un beneficio, y además es
libre puesto que en la comunicación el acepta el mensaje del otro que se comunica con él, sin
embargo esta comunicación con la trascendencia es diferente, pues se descubren verdades
que no son fáciles de aprehender por el entendimiento.

El hombre que no vive sumergido en un puro Vorhandensein (existencia),


experimenta un ansia profunda de trascendencia; intuye que el puro «dato de hecho», aunque
vaya acompañado del aplauso general, ni es ni puede ser suficiente para apagar su sed de
verdad47. Es decir el hombre se da cuenta de que incluso en su propia existencia del ser-yo
en comunicación con otros no llena la plenitud de su ser. Su ansia de alcanzar la verdad lo
lleva inevitablemente a la idea de la trascendencia con la que se encuentra y se comunica.

Los hombres alcanzan en su estar-en-el-mundo ciertas verdades que lo permiten en


su cotidianidad tener una estabilidad en cuanto una posible existencia. Las verdades
alcanzadas no sacian sólo al apetito de la razón, sino que también apela de modo esencial,
aunque indirecto, a todas las potencialidades del hombre48. Estas verdades entonces dan una
conformación contingente del ser del hombre como posible existencia, pero en su encuentro

46
ADRIANO Alessi. Los caminos de lo sagrado. Ediciones Cristiandad. Madrid. 2004. P, 320.
47
Ibídem, P, 31.
48
Ibídem, P, 33.
con la trascendencia es en donde se ejecuta la totalidad mediante el mensaje de la revelación
de la trascendencia.

La unión entonces entre el hombre en cuanto a su ser-yo, con el ser-yo de la


trascendencia se da cuando se tiene en la comunicación libre la idea propiamente de
trascendencia. Sin embargo esta idea tiene que ir acompañada de atributos que
constantemente en la historicidad propia de la divinidad se ha ido plasmando, a saber,
omnipotencia, infinitud, perfectibilidad, etc.

Ante todo esto el hombre sabe entonces que tiene frente a sí una verdad que le es
imposible abarcar, y por lo tanto, es abarcado por ella. Sin embargo, como el mensaje de la
trascendencia se da a partir de cifras, entonces el hombre se da cuenta de que en su limitación
cognoscitiva puede entender en su propio lenguaje el mensaje de la revelación de la
trascendencia entendido en cifras.

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