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Aun cuando se trata de un tema respecto del cual existen distintas posiciones, debido a concepciones
de escuela e incluso ideológicas, nos parece bastante didáctica la definición que proponen Navarrete
y Abascal, para quienes los Derechos Humanos son:
Nos parece pertinente señalar que la diferencia entre Derechos Humanos y Fundamentales no es un
tema respecto del cual exista consenso, podría decirse, más bien que hay una fuerte discusión
doctrinaria entre quienes sostienen que los Derechos Humanos son, en realidad, principios rectores
de carácter moral que al ser positivizados, se convierten recién en Derechos Fundamentales; y
quienes no encuentran una diferencia ontológica entre unos y otros, al tratarse, en ambos casos, de
derechos vinculados a temas esenciales para la vida de las personas, siendo el caso que se distinguen
uno de otros porque los Derechos Fundamentales aparecen consagrados en las Constituciones
Nacionales, mientras que los Derechos Humanos forman parte de los Tratados Internacionales de
Derechos Humanos. Nosotros coincidimos con quienes defienden la segunda posición.
1.1. Introducción
Dignidad es un término que semánticamente nos remite a digno, término que, de acuerdo a la Real
Academia de la Lengua Española, significa: “merecedor de algo” (2); siendo el caso que ese “algo”
puede ser favorable o adverso. Este primer nivel ya nos permite vislumbrar que la dignidad es un
concepto profundamente vinculado al ser humano como ente personal, social y, en una perspectiva
más contemporánea, como un ser que forma parte de un entorno. Si nos ceñimos al primer
presupuesto, el hombre requiere, como ente individual, niveles mínimos de respeto a su condición de
ser racional y afectivo, siendo merecedor, por lo tanto, de una existencia que le garantice un espacio
para actuar y decidir. Pero el ser humano es, por definición, un ser social, su existencia sólo es posible
conviviendo con los demás y es el “ser con otros” el único espacio en el que la dignidad puede
concretarse. En este sentido, resulta indispensable reconocer que en el terreno de la filosofía ha sido
Kant quien ha aportado significativamente en la construcción del concepto de dignidad. De acuerdo a
la visión kantiana, el ser humano es un fin en sí mismo, por lo tanto no puede ser considerado un
medio para obtener algo: “...Esto lo supo decir Kant con acierto: «Obra del tal modo que trates a la
humanidad, sea en tu propia persona o en la persona de otro, siempre como un fin, nunca sólo como
(1) NAVARRETE, Tarcisio y ABASCAL, Salvador; Los Derechos Humanos al Alcance de Todos; 6ª edición; Editorial Diana;
México, 2004; p. 18.
(2) Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española; Disponible en: http://www.rae.es/ [fuente electrónica consultada
en noviembre de 2004].
un medio»” (3). Esa es la razón por la que resultan tan absurdas expresiones como “recurso humano”
o “capital humano”, pues no son inocentes equivocaciones semánticas, sino reflejo de un proceso de
deshumanización del trabajo y la producción. Bajo esta perspectiva, el ser humano es considerado un
“insumo” o la pieza de un engranaje, que no tiene valor per se sino en cuanto es útil a determinados
intereses; por eso se le explota, se usa al máximo sus capacidades y luego se le desecha.
Si nos ceñimos al tercer presupuesto, la existencia del hombre determina su permanente interacción
con un entorno del que forma parte; en este orden de ideas, se ha convertido en una exigencia ética
del tercer milenio, garantizarle una existencia no sólo basada en relaciones armoniosas con los
demás, sino que implique el desarrollo de una vida de calidad, enmarcada en un medio ambiente
sano, en equilibrio con la naturaleza y las especies que la conforman, sin que la humanidad sienta que
le corresponde soberanía absoluta sobre todo lo creado y por lo tanto potestad para explotar
indiscriminadamente los recursos naturales. En concordancia con lo afirmado, rescatamos las
opiniones de Arnoldo Mora:
Resulta claro, entonces, que la dignidad humana no puede ni debe ser incompatible con la dignidad
de la naturaleza.
(3) YEPES STORK, Ricardo; “La persona como fin en sí misma”; fragmento del ensayo: Fundamentos de antropología;
disponible en Internet en la siguiente dirección electrónica: http://www.geocities.com/Athens/Olympus/8168/temtrab63.htm
[fuente electrónica consultada en octubre de 2004].
(4)
MORA RODRÍGUEZ , Arnoldo; Bioética y Ciencias Médicas; ensayo disponible en:
http://www.itcr.ac.cr/revistacomunicacion/Vol_12_num1/bioetica_y_ciencias_medicas.htm
El Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece “... la libertad, la justicia
y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca (...) de todos los
miembros de la familia humana”. A su vez, el artículo 3° de nuestra Constitución prescribe: “la
enumeración de los derechos establecidos en este capítulo no excluye los demás que la Constitución
garantiza, ni otros de naturaleza análoga o que se fundan en la dignidad del hombre o en los principios
de soberanía del pueblo....”. Es, entonces, evidente que dignidad es un concepto que debemos
conocer en sus alcances, debido a su importancia para efectos de una mejor comprensión de los
temas centrales vinculados a lo que se ha estilado en llamar la Dogmática de los Derechos Humanos.
(5) RUIZ MIGUEL, Carlos; “El significado jurídico del Principio de Dignidad de la Persona”; EN: Revista Jurídica del Perú;
Editora Normas Legales; Trujillo-Perú; 1996; p. 175.
(6) PALOMINO MANCHEGO, José F; EN: Prólogo del libro: Estudios de Derecho Constitucional de Gerardo ETO CRUZ; Trujillo-
Ahora bien, en el campo netamente jurídico, han surgido dos concepciones muy marcadas acerca de
la dignidad: la concepción estática y la concepción dinámica. La primera considera que la dignidad es
un núcleo irreductible e invariable, es decir, no se pierde ni siquiera por la mala conducta de la
persona. La segunda entiende que, en razón de la conducta personal, la dignidad puede acrecentarse
o también, si cabe la expresión, recortarse. A modo de ejemplo, citamos el artículo 667° de nuestro
Código Civil que establece la figura jurídica de la indignidad que se produce por la mala conducta de
los hijos para con sus padres, y que se constituye de una de las causales para privar al potencial
heredero de sus derechos sucesorios. En todo caso, consideramos que es acertada la posición de
Carlos Ruiz Miguel al sostener que ambas concepciones de dignidad no tienen que estar
necesariamente en oposición, pues como este autor sostiene:
“en la medida que todo ser humano esté vivo, debe tener garantizado
un mínimo de dignidad, y aquí radica el componente estático de la
dignidad. Ello no obstante, como es claro, no puede llevar a
considerar que todos los seres humanos son iguales en dignidad, y
aquí precisamente, reside el elemento dinámico de la noción.
Pudieran aplicarse aquí las consideraciones que hace San Agustín
en torno a la bondad. Según este pensador, todas las cosas que son
o existen son buenas (todos los seres humanos tiene una dignidad,
diríamos nosotros), pero no todas son igualmente buenas (hay seres
humanos más dignos que otros)” (7).
Creemos que, a esta altura de nuestro recorrido, estamos ya en condiciones de intentar definir a la
dignidad como un status o condición que implica, según los autores españoles De Esteban y
González-Trevijano, “ el respeto debido a toda persona, por encima de sus circunstancias propias, y
que prohíbe cualquier tratamiento que pueda suponer un menoscabo en el ejercicio de sus Derechos
Fundamentales”(8), salvo, añadiríamos nosotros , que su conducta encaje en algunos de los
presupuestos que la ley establece para limitar o incluso impedir el ejercicio de determinados Derechos
Fundamentales, pero siempre respetando ciertos niveles mínimos como los establecidos por el
Derecho Humanitario.
DE ESTEBAN, Jorge y Pedro GONZÁLEZ-TREVIJANO; Curso de Derecho Constitucional Español; Vol. II; Facultad de
(8)
Como ya hemos señalado, al visualizar a los Derechos Humanos desde una perspectiva histórica, su
reconocimiento aparece profundamente ligado a procesos sociales de lucha y conquista, razón por la
cual, aun cuando se trata de un enfoque que es cuestionado por un sector de la Doctrina, optamos
por referirnos a las 03 generaciones de Derechos Humanos, aun cuando ya existen voces que ubican
a los derechos de las personas frente a las plataformas informáticas que gobiernan el ciberespacio,
como parte de la Cuarta Generación de Derechos Humanos.
(9) FERRAJOLI, LUIGI; Los fundamentos de los derechos fundamentales; Madrid, Trotta, 2007, p. 363.
- Son derechos individuales y, en muchos casos, personalísimos como el derecho a la vida, a
la identidad, al honor, a la libertad de pensamiento y expresión, etc.; pero también derechos políticos
o de participación ciudadana, siendo los fundamentales: los derechos de elegir y ser elegido.
- Implican un accionar “negativo” del Estado; esto significa que el estado reconoce que el
individuo es sujeto de derecho y por lo tanto posee una esfera inviolable de libertad y dignidad,
debiendo el Estado abstenerse de invadir esta “esfera”.
RODRÍGUEZ Y RODRÍGUEZ, Jesús; “Derechos Humanos”; EN: Introducción al Derecho Mexicano; UNAM; México
(10)
Tenemos que convenir que, el tema de la universalidad de los Derechos Humanos, supone, la
concurrencia de dos aspectos que, aunque profundamente relacionados, pueden diferenciarse entre
sí y que detallaremos a continuación.
La universalidad permite admitir la existencia de un conjunto de derechos que van más allá de
particularidades y que les corresponden a los seres humanos por la dignidad que les es propia:
Por otro lado, el escenario descrito implica también la existencia de órganos jurisdiccionales
transnacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que trabaja en concordancia
(11) PÉREZ LUÑO, Antonio “La Universalidad de los Derechos en la “L” Conmemoración de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos de las Naciones Unidas”; En Palomino Manchego, José y Remotti Carbonell, José Carlos (Coords),
Derechos humanos y Constitución en Iberoamérica (Libro- homenajea Germán J. Bidart Campos); Lima- Instituto
Iberoamericano de Derecho Constitucional- GRIJLEY; 2002; p. 417.
(12) SAGÜÉS, Néstor Pedro; Elementos de Derecho Constitucional; Editorial ASTREA; Buenos Aires-Argentina;1993; pp.
23-24.
con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, frente a la cual un ciudadano, cuyo Estado
ha aceptado su competencia contenciosa, como ocurre con el Perú, puede, agotadas las instancias
nacionales, demandar a su Estado de origen si considera que sus derechos fundamentales o
humanos han sido vulnerados, siendo el caso que la Corte puede declarar culpable a la institución
estatal, como ocurrió en el emblemático caso Loayza Tamayo vs. Perú (13)
(13)Detenida, vejada sexualmente y encarcelada de manera arbitraria, acusada del delito de Traición a la Patria, la docente
universitaria denunció la vulneración de sus derechos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; habiéndose
seguido el procedimiento el caso pasó a la Corte ocurrió que: “Finalmente, el 17 de septiembre de 1997, al Corte
Interamericana de Derechos Humanos emitió una sentencia en la cual declaró culpable al Estado de Perú de la violación
de los siguientes derechos: libertad e integridad personal, garantías judiciales. Y la Corte ordenó que la Sra. María Elena
Loayza Tamayo fuese puesta en libertad, así como una indemnización tanto a ella como a sus familiares.
Otro punto declarado por la Corte Interamericana dentro de las reparaciones se encuentra las medidas de restitución y
reincorporación de la Sra. Loayza Tamayo a su trabajo, por parte del Estado del Perú (…)”. DISPONIBLE EN :
https://mujeresyddhh.wordpress.com/jurisprudencia-sobre-ddhh-y-mujeres/caso-loayza-tamayo-vs-peru/