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Resumen del libro TTA, 556-579; LARPSD, 135-150.

SÁBADO

En el NT la palabra que se traduce como “sábado” proviene del sábbaton griego, o su aparente
plural sábbata. Sin embargo, esta última podría ser una simple transliteración del vocablo arameo
shabbe thâ, el estado enfático del sustantivo en singular. De modo que cuando el término sábbata
aparece en singular o plural.

El mandamiento del sábado es el único del Decálogo que tiene las tres marcas distintivas de un
sello: el nombre, el oficio y el dominio relativo al individuo o a la entidad cuya autoridad
representa. Por tanto, el mandamiento del sábado puede considerarse como el sello del Decálogo.
Dios decidió hacer del sábado una parte integral de la “ley moral”, para enfatizar y venerar de esta
manera su naturaleza moral. Pensar que los seres humanos lo hayan separado de los otros nueve
mandamientos del Decálogo, o que lo declaren meramente “ceremonial”, es una afrenta a todo lo
que Dios mismo proclamó.

En la época subsiguiente al Pentateuco las referencias al sábado son menos abundantes que en los
libros de Moisés. Tres de los primeros profetas escritores –Amós, Oseas e Isaías– hacen
referencias al sábado. Amós, en su admonición a los malhechores del reino del Norte, los acusa de
haber dicho: “¿Cuándo pasará... el sábado, para que podamos despachar cereal, achicar el efa,
aumentar el siclo y ladear balanzas fraudulentas”. Nehemías vio los productos agrícolas
preparados y vendidos en sábado (13:15, 16), ordenó que cerraran las puertas de Jerusalén “la
víspera del sábado... y que no se abriesen hasta después del sábado”.

El NT contiene información importante acerca de la teología del sábado y su observancia. En forma


particular, las enseñanzas y prácticas de Jesús revelan conceptos fundamentales que deben guiar a
sus seguidores en todo lo concerniente al sábado. Jesús enseño la esencia de la verdadera
observancia del sábado, mediante ejemplo, precepto y milagros de sanidad. De acuerdo con Lucas
4:16, “su costumbre” era asistir a la sinagoga ese día. Jesús, al visitar la sinagoga, manifestó su
actitud positiva hacia el sábado como un momento de “santa reunión” (Lev. 23:3). Esos milagros
de sanidad realizados en sábado realmente tenían que ver con la “vida eterna”, cuya única fuente
es Jesucristo.

La evidencia Hechos indica que después de la resurrección de Jesús los apóstoles siguieron
observando el sábado. En Antioquía de Pisidia (en Asia Menor), Pablo y Bernabé asistieron y
participaron en los cultos de adoración de la sinagoga durante dos semanas consecutivas (Hechos
13:14, 42-44). Durante el segundo viaje misionero de Pablo, varios años después, junto con su
compañero Silas se reunía en Filipos los sábados con un grupo de mujeres congregadas a orillas
del río (16:12, 13).

Las dos referencias que algunos pretenden como evidencia de cultos de adoración dominicales
regulares –Hechos 20:7 y 1 Corintios 16:2–, en realidad no lo constituyen. La primera alude a una
reunión que se llevó a cabo por la noche, en una ocasión especial (según los cálculos bíblicos, era
sábado de noche); y la segunda sugiere que debía apartarse dinero en casa (y no en la iglesia o
sinagoga) para una colecta especial que se haría después. el NT no presenta evidencias de que
ningún otro día que haya sido honrado como día de adoración. Tampoco hay evidencias de alguna
controversia entre sábado y domingo en el NT. Cada vez que ocurre un cambio mayor en la
práctica religiosa, inevitablemente surgen controversias, como en el caso de la circuncisión en el
NT. Pero el NT no presenta controversia alguna respecto a la adoración en el séptimo día de la
semana. Esto, en realidad, se convierte en un argumento fuerte en favor de la continuidad de la
observancia del sábado. En el período neotestamentario el séptimo día de la semana fue el único
sábado cristiano.

Dios es un Redentor y Salvador más que suficiente, cuya acción redentora precede a la relación de
pacto con su pueblo redimido. El sábado como señal de redención tiene precedencia sobre el
sábado como monumento conmemorativo de la creación. Sólo los que han sido redimidos por
Cristo podrán reconocer verdaderamente y comprender el significado de la creación. A Dios le
place tener comunión con sus seres creados. Esto lo demostró en el momento de la creación al
apartar el sábado como día especial para la comunión con los seres humanos que había creado.

El lado inverso de la pregunta sobre qué nos enseña el sábado acerca de Dios, es: ¡que nos enseña
el sábado acerca de nosotros mismos como seres humanos?” Al llamar nuestra atención a la
semana de la creación, el sábado nos recuerda que somos seres creados. Comprender nuestra
condición de seres creados debería producir en nosotros una actitud de respeto por todos los
demás seres humanos. Además, debería hacernos sensibles a nuestro entorno, al reconocer que
Dios nos hizo mayordomos del mundo en que vivimos.

Así como el sábado fue una señal para el antiguo pueblo de Israel, de que Yahveh era su Dios, en la
crisis del tiempo del fin será una señal de lealtad a Dios por parte de los que guardan todos sus
mandamientos.

La base de la observancia del sábado

Creemos que el sábado fue instituido en el Edén antes de la entrada del pecado, que ese día fue
honrado por Dios, apartado por "designación divina, y dado a la humanidad como recordatorio
perpetuo de una creación acabada. Se basaba en el hecho de que el propio Dios había descansado
de su obra de creación, había bendecido su sábado, o día de reposo, y lo había santificado, o
puesto aparte para el hombre (Gén. 2: 1-3; Mar. 2: 27). Creemos, además, que precisamente el
mismísimo Hijo de Dios, la segunda persona de la Divinidad eterna, fue el Creador de Génesis 1: 1-
3 y, por lo tanto, que fue él quien designó el sábado original (Juan 1: 3; 1 Coro 8: 6; Col. 1: 16, 17;
Heb. 11: 1,2).

Entendemos que el sábado no fue dado inicialmente simplemente para proporcionar descanso del
agotamiento físico, sino que se dio para el bien máximo del hombre y que englobaba aspectos
espirituales, intelectuales y físicos. Era fundamentalmente para tener comunión con Dios, por
cuanto la presencia de Dios es lo que da reposo y santifica. Sin embargo, después de la caída del
hombre, también proporcionó igualmente el necesario descanso físico. Muchos siglos más tarde el
reposo semanal del séptimo día de la semana fue reafirmado en el Sinaí.

Los seguidores de Cristo siguieron celebrando el día de reposo el séptimo día durante varios siglos.
Pero junto con el sábado se dio una creciente observancia de lo que se conocía como la fiesta de la
resurrección, celebrada el primer día. Esta se observó al menos desde mediados del siglo II.

Los adventistas del séptimo día no cuentan con su observancia sabática como si fuese un medio de
salvación o de ganar méritos ante Dios. Somos salvos solo por gracia. De aquí que nuestra
observancia del sábado, al igual que nuestra lealtad a cualquier otro mandato de Dios, sea una
expresión de nuestro amor por nuestro Creador y Redentor.

El sábado y la ley moral

La ley moral es eterna en su misma naturaleza y no ha sido abrogada. A causa del pecado del
hombre, el Salvador sufrió una muerte vicaria y expiatoria en el Calvario para salvar al hombre
perdido. De aquí que la ley moral y el evangelio estén relacionados de forma inseparable. Una
revela el pecado; el otro es el Redentor que salva del pecado.

Creemos que los principios de la ley moral eran §157§ conocidos por el hombre antes de la caída,
y que fueron puestos por escrito en el Decálogo, en medio de las impresionantes escenas del Sinaí,
pronunciados y escritos por Dios. Si el pecado no hubiese entrado, todo el mundo habría guardado
el día de reposo original. n ningún lugar declaran las Sagradas Escrituras, ni tan siquiera implican,
que el elemento temporal del mandamiento original respecto del sábado fuese ceremonial. Al
contrario, aportan evidencia específica de que su septimicidad no podría haber sido ceremonial,
porque para ser ceremonial y simbólico el elemento temporal tendría que haber sido instituido
después de la entrada del pecado, y de la consiguiente necesidad de un Salvador.

430 d.C., el historiador eclesiástico Sócrates (Historia eclesiástica, v. 22) dejó el siguiente registro:
Casi todas las iglesias del mundo entero celebran los sagrados misterios el sábado de cada
semana; no obstante, los cristianos de Alejandría y Roma, por causa de alguna antigua tradición,
se niegan a hacer esto.

Tras la promulgación en 321 de la primera ley dominical civil de Constantino, que imponía «el
venerable día del sol» como reposo del trabajo -concebida para sustentar y hacer cumplir §16S§
legislación eclesiástica ya existente relativa a la observancia del domingo, la fiesta del domingo se
hizo crecientemente popular y generalizada con el paso de los siglos.

Como adventistas, creemos que ha habido un cambio totalmente carente de autorización,


injustificado y presuntuoso en el día de reposo por la apostasía católica, o gran apostasía romana,
tal como fue profetizado por Daniel (registrado en Daniel 7, especialmente los verso 24 y 25).

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