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Las plantas que más CO2

captan primarán en las


reforestaciones
Bosques más vulnerables, con un incremento de las plagas y enfermedades, con mayor estrés
de la vegetación y con árboles que sufren un mayor nivel de desfoliación. Éste es el escenario
que se dibuja para dentro de cuatro decenios en las masas forestales andaluzas como
consecuencia del calentamiento global. Éste llevará al arbolado a migrar hacia las cumbres de
las montañas, especialmente en el interior de Andalucía, según las conclusiones que se extraen
del análisis preliminar de los efectos del cambio climático en el sector forestal que ha
elaborado la Consejería de Medio Ambiente. Este departamento, que actualmente redacta la
revisión del Plan Forestal Andaluz, ha decidido además impulsar la plantación de los árboles
más eficaces en la captación de CO2, aunque siempre respetando las especies propias del
monte mediterráneo.

Las zonas forestales de Andalucía, según los cálculos de Medio Ambiente, retiran cada año de
la atmósfera casi 1,5 millones de toneladas de gases de efecto invernadero, el 4% de las
emisiones de Andalucía en 1990, año base para el Protocolo de Kyoto. La cifra sería aún más
alta si se tuviera en cuenta la labor de captación de las zonas de matorrales o las dehesas, que
actualmente España no contabiliza por no considerarlos bosques.

El estudio se incluye dentro del borrador del Plan Andaluz de Adaptación al Cambio Climático
que el Gobierno espera aprobar el próximo junio. En él, entre otros sectores, se analiza el
impacto que tendrá en las zonas forestales según los distintos escenarios previstos por el
aumento de las temperaturas y la modificación en la estacionalidad de las lluvias. Encinas,
alcornoques, acebuches y pinos constituyen el grupo de especies más vulnerables,
especialmente en el centro de Andalucía, Cazorla, Despeñaperros y Sierra Morena.

Los autores del informe concluyen que las masas boscosas de encinar en la provincia de Jaén
tienen "escasa probabilidad de supervivencia" en el horizonte de 2050. En el entorno de
Cazorla podrían desaparecer el pino silvestre y el pino salgareño. Los acebuches y pinos
carracos prácticamente serían una excepción en el centro de la región, mientras que en
Despeñaperros la especie más amenazada sería el pinus pinaster. En las zonas más al sur la
amenaza se cierne sobre el pino carrasco y el piñonero.

Pero estos son sólo los efectos directo. Como indirectos hay que prever la simplificación de la
biodiversidad, el incremento del riesgo de incendios forestales y de padecer plagas. A mayor
estrés climáticos, mayor nivel de vulnerabilidad, es la conclusión a la que llegan los autores
que consideran que buena parte de Andalucía sufrirá en sus bosques una pérdida de hojas y
peor calidad del suelo, lo que mermará la acción de sumidero que ejercen los bosques.
Otra info:

El CO2 es uno de los principales causantes del calentamiento global y el gran quebradero de cabeza
del ser humano a la hora de combatir el cambio climático. Su reducción es primordial para poder
afrontar los graves problemas a los que se enfrenta el planeta, pero también existe la opción de su
eliminación después de ser emitido y para ello contamos con unos fieles aliados: los árboles.

El reino Plantae absorbe el CO2 y produce oxígeno sin ningún problema. El intercambio ocurre
durante la fotosíntesis, que permite a la planta obtener energía a partir de la luz solar, una reacción
durante la cual absorbe CO2 y expulsa oxígeno. De esta forma, el metabolismo de los vegetales
ayuda a limpiar la atmósfera de los productos de combustión, cuyas principales fuentes son el
tráfico rodado, el consumo energético y la industria.

Si bien la primera opción debe ser la reducción en origen, promoviendo una cultura de ahorro
energético y hábitos saludables, las emisiones se pueden contrarrestar gracias a la contribución
de los árboles. Una cantidad determinada de masa verde en las ciudades, cerca de las autopistas o en
las inmediaciones de las zonas industriales, colabora en la regeneración del aire atmosférico y
minimiza los efectos de nuestra inconsciencia.

gún un estudio elaborado por la Universidad de Sevilla en 2007, los árboles que más CO2 pueden
eliminar del ambiente son los pinos, en concreto dos especies muy comunes en España, el pino
carrasco (Pinus halepensis) y el pino piñonero (Pinus pinea). Un pino carrasco maduro puede
absorber cerca de 50 toneladas de CO2 en un año. Esto supone que un solo ejemplar absorbe el
equivalente a la emisión de casi 30 automóviles, de tamaño medio y que recorran aproximadamente
10.000 kilómetros cada 12 meses.

Teniendo en cuenta que la mayor parte de la Península Ibérica es un hábitat ideal para este tipo de
conífera, la conclusión es clara: los pinos son fundamentales para la lucha contra el cambio
climático, sin perjuicio de continuar concienciando a la población de que debemos ser responsables
tanto en el consumo energético como en el uso del transporte.

Por detrás de las casi 50 toneladas por año que absorbe un pino carrasco adulto, el pino piñonero
es capaz de contrarrestar más de la mitad, unas 27 toneladas, que no es una cantidad nada
desdeñable. Otras especies muy efectivas para contribuir a una atmósfera limpia son la encina
(Quercus ilex) y el alcornoque (Quercus suber), con alrededor de 5 toneladas por año, así como el
olmo (Ulmus minor) y el olivo (Olea europea). En todos los casos hablamos de ejemplares maduros,
que ya sabemos que nos aportan muchos beneficios.

El valor de los árboles es incalculable. Son los que protegen el suelo, dan cobijo a los animales y son
una de las principales unidades estructurales de los ecosistemas, pero además reportan beneficios a
los seres humanos, que tanto los maltratamos a base de incendios, deforestación y
contaminación. Ellos nos responden con terapias antiestrés, áreas de ocio y esparcimiento y
limpiando una atmósfera que nosotros ensuciamos. El ser humano está obsesionado con perjudicar a
la madre naturaleza y ella, en cambio, empeñada en cuidarnos.
A quienes buscan una solución al cambio climático la naturaleza le ofrece una que está
inventada y que sale gratis: los árboles. Un estudio publicado en la revista científica
'Nature' prueba que los bosques tropicales son un almacén de CO2 más eficaz de lo que
se creía.
En las últimas décadas, los gigantes de la selva están creciendo a un ritmo más rápido y
también ha aumentado la cantidad de dióxido de carbono que sacan de la atmósfera.
Como es sabido, las plantas toman CO2 del aire para crecer, incorporando el carbono (C)
a sus tejidos y devolviendo el oxígeno (O). Esto hace que funcionen como lo que se llama
un 'sumidero de carbono', pues ese elemento permanece fijado en forma de madera.

Lo que ha sorprendido a los investigadores es constatar que la fijación de carbono también


ocurre en los bosques maduros, lo que solemos llamar selvas vírgenes. Durante tiempo
se pensó que en los bosques maduros se daba un equilibrio en el intercambio de
materiales. Los árboles jóvenes crecen más que los ancianos y en los bosques muy
antiguos era tanto el carbono que se fijaba por el crecimiento como el que se liberaba al
morir ejemplares.

Pero esta idea provenía de observaciones en áreas templadas. Al parecer, el trópico es


distinto. Trabajos en las selvas de América y Asia habían demostrado que allí los
bosques viejos capturan carbono con toda rapidez. Ahora, se ha probado que lo mismo
ocurre en África.
Para verificarlo, los autores han medido periódicamente el crecimiento de 70.000
árboles situados en 79 áreas vírgenes de 10 países africanos. Las series de datos llegan
a 40 años. De este modo, han constatado que los árboles de las selvas maduras
atrapan cada año unas 0,6 toneladas de carbono por hectárea.

Simon Lewis, experto en clima de la Universidad de Leeds que ha dirigido el estudio,


declaraba al diario The Guardian: «Estamos recibiendo un subsidio gratuito de la
naturaleza. Los árboles tropicales están absorbiendo el 18% del CO2 proveniente de la
quema de combustibles fósiles que el hombre añade a la atmósfera cada año, y están
suavizando el ritmo del cambio climático».
Para Lewis, la cantidad de dióxido de carbono absorbida por las selvas tropicales vírgenes
se eleva a 4.800 millones de toneladas anuales, que es la quinta parte de todas las
emisiones producidas al quemar combustibles fósiles.
El cálculo proviene de multiplicar la superficie de selvas tropicales del mundo por el ratio
de fijación tropical de C02 obtenido en el estudio. Es sólo una estimación, pero muestra
la importancia de las selvas para el clima. Por ello los autores piden que los bosques
sean tenidos en cuenta en los tratados internacionales sobre clima. El Protocolo de Kioto
no tiene mecanismos para retribuir la conservación de las selvas, pese a que muchos
países tropicales han pedido algún tipo de recompensa por hacerlo.

Diversas explicaciones

Lo que no tienen claro los investigadores es por qué los bosques tropicales están
creciendo tanto. Una explicación sería que se benefician del aumento de CO2
atmosférico acelerando su metabolismo. En ese caso, la falta de otros nutrientes, como
el el nitrógeno del suelo, podría hacer que el rápido crecimiento actual fuera un espejismo
pasajero.
La otra posible solución es que los bosques que llamamos vírgenes no lo sean tanto y, en
realidad, estén recuperándose de transformacionesnaturales o artificiales de siglos
pasados. Es decir, que aunque a simple vista parezcan venerables selvas intocadas, aún
se comporten como jóvenes bosques que evolucionan rápido tras una alteración. Sea
como sea, la cuestión es que la ciencia ha probado la función que desempeñan las selvas
maduras para modular las alteraciones atmosféricas causadas por el hombre. Un motivo
más para elegir muy bien qué madera usamos en nuestros muebles o nuestros parqués.

Las cifras del estudio

Se ha trabajado en 79 zonas de 10 países distintos de África: Gabón, Camerún, República Democrática


del Congo, Tanzania, Ghana, Nigeria, Liberia, Uganda, República Centroafricana y Costa de Marfil.

El estudio se ha llevado a cabo midiendo el cambio de tamaño de hasta 70.000 árboles con diversas
mediciones anuales de su perímetro. Se han manejado series de datos de 40 años.

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