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regulación judicial
I. INTRODUCCIÓN
En este último tiempo me han tocado vivir (rectius, padecer) decisiones judiciales gravosas en
materia de honorarios (ver infra V.), lo que me mueve a compartir con ustedes las siguientes
reflexiones.
Podrá decirse que es la ley de aranceles la que fija las pautas de la regulación judicial, pero no
hay que olvidarse que son los jueces quienes interpretan sus disposiciones e integran sus
lagunas. Y cada vez estoy más convencido que el producto de estas operaciones es, para el
abogado, generalmente el más desfavorable de entre las opciones posibles: el menor monto
(del honorario, de la base imponible), el plazo más largo (para regular, para cobrar), la
inapelabilidad por el monto (aún hay tribunales que así lo deciden), etcétera, etcétera.
Para evitar caer en esta trama dañina es que, sostengo, el abogado ha de tratar, en la medida
de lo posible, de convenir con su cliente el cuánto, cómo y dónde de la percepción de sus
honorarios, y no someterse a la regulación judicial.
Antes de dar las razones de la afirmación precedente, es dable repasar tres premisas que
hacen a la cuestión: el carácter alimentario de nuestro estipendio, la prioridad que la propia ley
arancelaria concede al convenio de honorarios, y el modo en que salen a la luz los autos
regulatorios.
El honorario del abogado tiene carácter alimentario, en la acepción común de este término de
"lo necesario para manutención y subsistencia"[1].
El abogado que trabaja como tal empleado en una empresa, en la administración pública, o en
el Estudio de un colega, cobra un sueldo, cuyo pago en tiempo y forma está a cargo de su
empleador. En cambio, quien se desempeña por su cuenta, debe gestionar él la percepción
adecuada -en monto y tiempo- de la contraprestación por su tarea, caso contrario corre el serio
riesgo de tener que dedicarse a otro menester, sobre todo si de un joven profesional se trata.
El riesgo del que hablamos no es meramente especulativo, sino real. Muchos abogados
ejercen sus primeros años de profesión "a medias", es decir trabajando contemporáneamente
en otra actividad que le permite obtener una retribución periódica y segura para atender sus
necesidades. Esperan que "les vaya bien" en la nueva abogacía (tener clientes, ganar dinero)
para así poder abandonar la otra ocupación. Y aquí es donde aparece, trascendente, la
cuestión extra o meta-técnica de la apropiada percepción del estipendio por nuestra función
letrada. Si no cobro, seguiré con la dualidad laboral, más no podré sostenerla por mucho
tiempo, pues la abogacía requiere de nosotros full time. Ante la disyuntiva, necesariamente se
deberá optar por la que asegure la supervivencia; si esto último no lo brinda la profesión de
abogar, cae de maduro cual será la elección. Ni qué hablar de la imperiosa necesidad de
cobrar los honorarios si el único trabajo es el recién iniciado de la abogacía.
Desde otro lugar, pero convergiendo a estas ideas, la disciplina del marketing ve en el "precio"
uno de los cuatro pilares en que se asienta el desarrollo del servicio profesional[4].
Con la llaneza que lo caracteriza, Falcón nos recuerda algo elemental: "Porque, más allá de
todo, los abogados realizan los juicios para cobrar honorarios. Y debido a la circunstancia de
que los abogados no fabricamos dinero, necesitamos obtenerlo de alguna manera, que en las
profesiones liberales significa que alguien los pague, y ese alguien, razonablemente, debe ser
el cliente o el contrario (…) El cobro es esencial porque cuando vayan al verdulero o al
carnicero a decirles que ustedes no cobran honorarios porque son samaritanos, yo quiero ver si
el verdulero les da la verdura o si el carnicero les da la carne; y las expensas, el teléfono, la
secretaria o el empleado que tengan, a ver cómo lo pagan. Porque este es el tema, al que
generalmente no se le presta la atención debida"[5].
Conclusión: el abogado que no cobra no puede ejercer. La correcta percepción del honorario -
en monto y tiempo- constituye así una cuestión vital.
La diferencia entre un régimen y el otro es que, en Capital Federal, y de acuerdo al nuevo texto
del art. 3 de la ley 21839 y la derogación de su artículo 5 por la ley 24432, las partes pueden
sujetar su convenio de honorarios a las cláusulas que estimen conveniente, sin más
limitaciones que las impuestas por la legislación general sobre los actos jurídicos y los
contratos, especialmente las referidas a vicios de la voluntad y reglas de la buena fe[6].
Mientras que en la provincia de Buenos Aires, el contrato siempre deberá hacerse dentro de los
márgenes que la ley arancelaria pone a las partes, es decir las cláusulas no podrán dejar de
lado las soluciones de orden público impuestas por la ley 8904, v. gr. topes máximos y
mínimos, forma y prueba del contrato, etcétera: "Los abogados y procuradores podrán fijar por
contrato el monto de sus honorarios sin otra sujeción que a esta ley y al Código Civil…" (art. 3
ley 8904), bajo sanción de nulidad (art. 2, segundo párrafo, ley 8904)[7].
De ambos sistemas, el más gravoso para el letrado es el nacional, por la insuficiencia y defecto
de sus disposiciones, mientras que la ley arancelaria bonaerense es modelo en la materia, lo
que de avienta un sinnúmero de problemas[8]. Por eso, en general, nuestras próximas ideas
estarán referidas a la realidad que se vive en la ámbito de aplicación de la ley 21839.
El modo en que salen a la luz los autos que regulan honorarios, obra como disfavor de este
medio.
Al igual que sucede con las demás resoluciones, éstas son proyectadas por subalternos del
juez, con toda la desvalorización del acto judicial que ello significa[9].
El texto estandarizado que suelen tener nunca da cuenta de las particularidades de la causa,
lucen como meras afirmaciones dogmáticas, lo que siempre deja insatisfechos a los abogados
y les dificulta su apelación. Los autos regulatorios suelen padecer el vicio
denominado fundamentación aparente; sobre esto último hemos dicho en otro lugar: "Este tipo
de vicio es frecuente encontrarlo, a nuestro modo de ver, en las resoluciones que regulan
honorarios, las que debiendo ser fundadas (art. 47 ley 21839), suelen tener un cliché parecido
al siguiente: `En atención a la extensión e índole de la tarea realizada por el profesional, monto
y etapas cumplidas del proceso, y lo previsto por los artículos..... regulo honorarios en la suma
de…´. Como se aprecia, este es un pronunciamiento meramente dogmático, abstracto, puesto
que no patentiza las circunstancias concretas de la causa (cuáles son, en la especie, la "índole"
y la "extensión" de la labor cumplida, así como el "monto" del proceso y "etapas cumplidas")
que justifican el honorario regulado"[10].
Confirmando lo dicho en el párrafo anterior, reproducimos una sentencia de Cámara dictada en
un juicio en que nos tocó intervenir:
El folclore forense también habla de cierta renuencia de parte de quien regula, si de honorarios
elevados se trata.
El honorario del abogado por su labor en un proceso judicial puede fijarse mediante convenio
con el cliente, o dejarse librado a la regulación que hará el juez de la causa al finalizar el juicio
con el dictado de la sentencia definitiva (art. 47 ley 21839, arts. 163 inc. 8 CPCCN)[12], o al
terminar la actuación del profesional, v. gr. por renuncia, por revocación del patrocinio o
mandato (art. 48 ley 21839)[13]. En palabras cotidianas, a la pregunta del cliente "¿Cuánto me
cobrará?", el curial puede responder "Mil pesos" (especie de contrato de adhesión) o "Lo que el
juez me regule".
Mientras que la regulación judicial es incierta hasta el final del proceso, el contrato lleva
seguridad y claridad, tanto sobre el monto del honorario, cuanto a las modalidades de su pago.
El cliente sabe de antemano cuál será el costo final de tan importante rubro de los gastos de un
juicio, y bajo qué condiciones lo abonará. La previsión de ingresos y gastos es determinante
hoy día para empresarios, comerciantes, y profesionales, en la definición de sus estrategias.
Sólo el profesional sabe el servicio que brinda, su magnitud, importancia, calidad y naturaleza.
Muchos de estos aspectos son ignorados por la regulación judicial, y sólo encontrarán cabida
en el convenio de honorarios.
También quedan fuera algunos trabajos posteriores a la sentencia que, por su ubicación y
naturaleza, no pueden incluirse en ninguna de las instancias del proceso, como ser los trámites
de inscripción de una sentencia de divorcio, el lanzamiento en un juicio de desalojo. Nos hemos
encontrado con casos en los cuales, luego de producidas estas tareas, al solicitar regulación de
honorarios por ellas, los jueces los han negado fundándose en que son meros trabajos
complementarios de la sentencia no previstos en el arancel[16], o bajo la justificación que ya
estaban contemplados en el monto del estipendio fijado en la sentencia definitiva[17], esto
último insostenible toda vez que de haberse hecho así habría significado retribuir
anticipadamente tareas no realizadas y que quizá nunca llegarían a realizarse, generando un
enriquecimiento sin causa del abogado[18].
En efecto, hay cuestiones dudosas, discutibles, que merecen soluciones dispares por los
jueces, y muchas veces éstas son contrarias a los intereses del profesional. Algunas de
aquellas son: 1) si los intereses reclamados en la demanda deben tomarse en cuenta en la
base regulatoria; 2) si el monto de la transacción celebrada entre las partes, sin la intervención
del abogado, le es oponible a éste a los fines de regular sus honorarios; 3) monto del proceso
en el caso de demanda total o parcialmente rechazada; 4) si en el caso de finalización del juicio
antes de cumplirse todas sus etapas, por ejemplo termina por conciliación en la audiencia
preliminar, el abogado debe cobrar la parte proporcional a las etapas cumplidas (arts. 37 a 46
ley 21839) o si sólo se debe aplicar un porcentaje menor dentro de la escala fijada por la ley
(art. 7 ley 21839)[21]; 5) si en el juicio ejecutivo, una vez dictada la sentencia de remate, al
abogado que se aparta del proceso hay que regularle honorarios provisorios o definitivos
(véase el caso narrado infra V.1.), etcétera. Éstas, y otras, todas muy importantes, y que el
abogado debe saber. Aconsejamos su estudio acabado.
IV.4 Se pueden establecer valores más altos que los fijados judicialmente
Los tribunales raramente regulan los porcentajes máximos previstos en las leyes arancelarias.
Yendo aún más allá, se ha dicho: "La práctica judicial demuestra que en muchos casos (más
de los deseables) los jueces se limitan a aplicar los porcentuales regulatorios mínimos, casi de
manera sistemática. Ello supone una descalificación concreta de la labor del abogado, cuya
calidad profesional aparece evaluada así como si fuera del más bajo nivel"[22].
Veamos este ejemplo tomado de la realidad. Dice el arancel nacional, que en causas
susceptibles de apreciación pecuniaria, los honorarios del abogado patrocinante de la parte
vencedora serán fijados entre el 11% y el 20 % del monto del juicio, y los del letrado de la
perdedora entre el 7% y 17% (art. 7º). Luego, establece que los honorarios de los procuradores
serán fijados entre un 30 % y un 40% del que correspondiere al patrocinante (art. 9º). Ahora
bien, en una "tabla modelo" de honorarios a regular en cada tipo de proceso, que se usa en un
juzgado de la Justicia Nacional y que tengo a la vista al momento de escribir estas líneas,
figura preimpreso: "Total para la parte vencedora: 16 %, más 30% si es apoderado… Total para
la parte perdedora: 12% más 30% si es apoderado". O sea que en este tribunal,
automáticamente, sin distinción alguna, al abogado del ganador le quitan un 4% de
remuneración como patrocinante, y un 10 % del porcentaje que le corresponde como
apoderado; y al letrado de la parte vencida más aún: un 5% y un 10 %, respectivamente.
Y en esta misma tabla se contempla, entre otras situaciones, la siguiente: "Por una sola
audiencia regular $ 100", es decir que podría suceder que al abogado lo contratan para ir a la
audiencia preliminar, y ahí, luego de una ardua lucha que le insumió toda o gran parte de la
mañana, consigue conciliar el pleito, y por ello será merecedor de tamaña remuneración: $ 100.
Por último, hay que tener en cuenta otro factor de total discrecionalidad judicial, lo dispuesto
por el art. 13 de la ley 24432, que autoriza a los jueces a regular honorarios por debajo de los
mínimos establecidos en las leyes arancelarias "cuando la naturaleza, alcance, tiempo, calidad
o resultado de la tarea realizada o el valor de los bienes que se consideren, indicaren
razonablemente que la aplicación estricta lisa y llana de esos aranceles ocasionaría una
evidente e injustificada desproporción entre la importancia del trabajo efectivamente cumplido y
la retribución que en virtud de aquellas normas arancelarias habría de corresponder". Aplicando
este precepto, recordamos un caso en que regularon $ 10.000 cuando, por la ley arancelaria,
correspondían $ 50.000.
Desde ya que pactada una suma con el cliente, las alternativas judiciales descriptas se
evitarían.
Según los arts. 163 inc. 8º del código procesal y 47 de la ley 21839, al dictarse la sentencia
definitiva de primera instancia el juez ha de regular los honorarios de los abogados
intervinientes en la causa.
Sin embargo, aquella última norma permite diferir el auto regulatorio para más adelante cuando
"…para proceder a la regulación fuere necesario establecer el valor de los bienes, y con
anterioridad a la sentencia no se hubiere producido la determinación…". Con frecuencia -más
de la deseada, muchas veces equivocadamente- los jueces difieren las regulaciones (véase el
caso descripto infra V.2.), v. gr. en los juicios ejecutivos, en que la postergan para el momento
en que se encuentre firme la liquidación del art. 591 CPCC, es decir para el final de la etapa de
cumplimiento de la sentencia de remate (véase el caso expuesto infra V.1.).
Y si no se difiere la regulación, por lo general ella es apelada "por alta" y "por baja"[24], lo que
posterga la definición hasta que se pronuncie la Segunda Instancia.
¿Qué hacer durante este prolongado lapso? ¿Puede Ud. vivir sin cobrar? Si la respuesta es
negativa, tendrá que pensar en pactar condiciones de cobro con su cliente al tomar el caso.
El convenio facilita la modalidad "pago a cuenta", la que a su vez asegura ingresos al curial sin
tener que esperar el tiempo que insuma la finalización de una causa judicial. Son pacíficas
doctrina y jurisprudencia en sostener que el derecho a la remuneración nace desde la
realización del trabajo profesional, no desde su regulación: ésta sólo fija su quantum. Siendo
así, es justo que durante el transcurso de la tarea realizada el abogado vaya percibiendo la
parte proporcional al trabajo ya hecho (arg.. arts. 742, 746, 755 Código Civil). La época para
hacer efectivas las cuotas del honorario suele hacerse coincidir con la de las etapas en que
están legalmente divididos los procesos, por ejemplo en un juicio ordinario podría pactarse un
primer pago al presentarse la demanda o su contestación, según de que letrado se trate, un
segundo pago al tiempo de abrirse a prueba (audiencia art. 360 CPCCN), una tercer cuota
cuando sale la sentencia de primera instancia, y una última con el dictado de la sentencia
definitiva de segunda instancia.
Estos son los dos casos cuyas resultados me indujeron a compartir con ustedes estas ideas.
En ambos, no pacté honorarios con mi cliente.
V.1 "Cons Av. Directorio y Av. Olivera Barrio M. T. de Alvear c. Banco Hipotecario S.A. y
otro s/ ejecución expensas" – Expte. 58255/03 - Juzgado Nacional Civil 75 – Sala A
Actué como letrado apoderado de la actora. Luego de dictada la sentencia de remate (que
impuso las costas al ejecutado), ya en la segunda etapa del juicio ejecutivo, presenté mi
renuncia.
Teóricamente podría haber interpuesto recurso extraordinario por arbitrariedad, pero la realidad
manda, y ella dice que el monto involucrado no ameritaba el esfuerzo que implica este remedio.
Presumo que los tribunales saben de esta dificultad, y especulan con ella.
Conclusión: juicio iniciado el 14/7/2003. Van seis años y no cobré un peso, con miras a que
transcurran varios más en la misma situación. Pregunto ¿qué pasaría si se demorase una
quincena nomás el pago del sueldo de jueces, magistrados y/o empleados judiciales?
V.2. "Lado Rodríguez Visitación y otro c. Sánchez Eduardo Omar y otro s/ daños y
perjuicios" – Expte. 53063/03 – Juzgado Nacional Civil 64 – Sala F
Amén de que más de una vez los abogados nos preguntamos cuál será "la oportunidad" a la
que constantemente remiten las resoluciones judiciales (el juez es el director del proceso, tiene
el deber de ser claro, no puede utilizar fórmulas ambiguas que "dejen en ascuas" a los
litigantes y a sus letrados), apelé la sentencia por entender que, si bien podía haber motivo
para diferir la regulación sobre la pretensión de destrucción de la obra antireglamentaria hasta
el momento en que estuviera determinada la base regulatoria (el valor de la obra), no pasaba lo
mismo con la pretensión de indemnización de daños, que tenía base cierta: $ 25.000. Entre
otros fundamentos, invoqué el carácter alimentario de los honorarios, que el principio vigente
es el de que la regulación debe efectuarse en la sentencia definitiva, que no existía
impedimento alguno ni norma que prohibiera la regulación parcial pedida, y recordé la solución
del art. 26 de la ley arancelaria de la provincia de Buenos Aires, de justicia y sentido común,
que dice: "Si en el pleito se hubieran acumulado acciones o deducido reconvención, se
regularán por separado los honorarios que correspondan a cada una".
La respuesta de la Cámara fue, como nos tiene acostumbrados, escueta y vacía: "…no le
asiste razón al quejoso toda vez que, la correspondiente regulación de honorarios deberá
efectuarse valorando los trabajos realizados por los profesionales y en función de todas la
pretensiones planteadas…". Se limita a afirmar dogmáticamente que hay que practicar una
única regulación, sin fundamentar porqué ha de ser así, sin referirse ni a uno sólo de mis
argumentos, y sin invocar norma alguna que ampare la solución.
VI. COLOFÓN
¿Conviene dejar en manos de la administración de justicia, con el panorama que ésta presenta
en la actualidad (mínimamente descripto en este trabajo), el vital tema de nuestros honorarios?
En la medida de lo posible, la respuesta ha de ser negativa. Creemos haber dado algunas
razones de peso que justifican esta decisión.
[1] El carácter alimentario que se reconoce a los honorarios profesionales de ningún modo
puede significar una equiparación a la obligación alimentaria a que aluden los arts. 367 a 376
del Código Civil; sólo tiene el alcance de admitir que por medio de la retribución arancelaria los
profesionales obtienen lo necesario para su subsistencia (CCC Sala 2da. SM,
13/9/01,www.scba.gov.ar/juba B2001954; CCC 1ra., Sala 2da., MDP,
15/12/92, www.scba.gov.ar/juba B1400616; CCC 1ra., Sala 1ra., MDP,
24/8/95, www.scba.gov.ar/juba B1351244).
[2] Art. 14 bis CN.
[3] Deber jurídico en los regímenes que, como el bonaerense, fijan honorarios mínimos a
cobrar, prohíben la renuncia a cobrarlos, y fulminan de nulidad cualquier pacto en contrario de
estas disposiciones de orden público. Y en los sistema que, como el nacional, no imperan estas
normas inderogables, puede hablarse de un verdadero deber moral de percibir una justa
retribución. En ambos casos, el fundamento del imperativo es la dignidad y jerarquización de la
profesión jurídica, en la que está interesada toda la sociedad.
[4] D ’Ubaldo Hugo Oscar, Marketing para abogados. Cómo lograr un servicio profesional de
excelencia y ganar clientes,Ediciones D&D, Bs. As., 1996, p. 39 y subs.
[5] Falcón Enrique, su exposición en la conferencia "Honorarios profesionales de los
abogados", 15/10/03, Colegio Público de Abogados de Capìtal Federal, www.cpacf.org.ar.
[6] En materia de honorarios los convenios son ley para las partes – art. 1197 CC – y sólo
circunstancias extraordinarias, imprevisibles o que conlleven excesiva onerosidad pueden
conducir a eventuales nulidades, reajustes o imposición de pagos por montos distintos a
aquellos que las pares hubieran libremente acordado, de modo tal que ni el elevado monto
resultante del contrato ni la supuesta o eventual ausencia de dificultades en la realización del
trabajo encomendado pesan en la decisión cuando el contrato y su ejecución se encuentran
reconocidos (CNCiv., Sala D, 30/8/05, LL 31/1/06, 6).
[7] Del carácter de orden público de numerosas disposiciones del arancel bonaerense se
desprende la nulidad de los actos que las retacean, porque los actos violatorios de una
prohibición son nulos, como si no tuvieran objeto (art. 953 CC) ((CCC SI Sala 2da.,
30/9/04, www.scba.gov.ar B1750998).
[8] El arancel provincial ha sido fuente del Anteproyecto de Ley de Honorarios de Abogados y
Procuradores de la Capital Federal, preparado por el Colegio Público de Abogados porteño, y
que será presentado ante los poderes Ejecutivo y Legislativo (ver www.cpacf.org.ar). En este
anteproyecto se formulan soluciones para varios de los problemas que nosotros mostramos en
este artículo.
[9] El problema radica en que ese proyecto, por distintas razones, no tiene luego el debido
control del magistrado; entonces,de hecho, son dictadas por personas que no tienen la actitud
ni la aptitud del juez. Sobre la realidad del despacho judicial, ver Díaz, Eduardo A., Actuación
del abogado en una causa judicial. El ciclo procedimental. Qué hacer ante las situaciones
usuales del procedimiento. Cómo hacerlo, Hammurabi, 2007, p. 241 y subsiguientes.
[10] Díaz, Eduardo A., Actuación del abogado en una causa judicial. El ciclo procedimental.
Qué hacer ante las situaciones usuales del procedimiento. Cómo hacerlo, Hammurabi, 2007, p.
299 y 300.
[11] Es procedente el recurso extraordinario contra la sentencia de Cámara que al elevar el
monto de honorarios regulados por el primer sentenciante, se limitó a citar un artículo de la ley
24432, sin indicación de fundamento explícito y circunstanciado de las razones que justifican el
apartamiento del arancel del art. 7 ley 21839 (CSJN, 18/2/03, LL 2003 C 482). "La práctica
judicial demuestra que en muchos casos (más de los deseables) los jueces se limitan a aplicar
los porcentuales regulatorios mínimos, casi de manera sistemática. Ello supone una
descalificación concreta de la labor del abogado, cuya calidad profesional aparece evaluada
así como si fuera del más bajo nivel" (Ure Carlos E., Finkelberg Oscar. G., Honorarios de los
Profesionales del Derecho. Estudio analítico de la ley 21839 y normas complementarias.
Antecedentes y concordancias con normativa provincial, LexisNexis, 2004, p.71).
[12] Pero estas mismas normas autorizan a diferir la regulación cuando para efectuarla fuere
necesario establecer el valor de los bienes, y con anterioridad a la sentencia no se hubiere
producido dicha determinación (art. 47 segundo párrafo, ley 21839); o cuando la condena
incluya el pago de intereses, frutos y otros accesorios, en cuyo caso habrá de diferirse la
regulación hasta la oportunidad en que queda firma la liquidación respectiva (art. 51 ley
8904). El diferimiento es un fenómeno muy frecuente.
[13] Para las vicisitudes del cobro por regulación judicial, véase en este Suplemento,
Anzoátegui Ignacio, El cobro de los honorarios regulados. Aspectos teórico – prácticos, elDial -
DCF7A.
[14] Por diferentes motivos, a veces no se pactan honorarios, sino que se está a la estimación
judicial de los mismos, v. gr. si el cliente es de la categoría "desconfiado" probablemente lo deje
más tranquilo decirle que le cobraremos "lo que el juez regule" a que el letrado ponga una cifra
unilateralmente (hay que recordar que "nuestro cliente" es "nuestra contraparte" en el contrato
de honorarios); o en el supuesto que el letrado tenga dudas acerca del monto correspondiente
a la labor a realizar.
En otro orden, aclaramos que al hablar de contrato no pensamos en una negociación entre
partes tendientes a determinar sus cláusulas. No hay aquí mucho margen para la discusión de
su contenido, pues ello daría lugar a regateos impropios de la circunstancia y de nuestra
función. La realidad dice que el elemento fundamental del acto, esto es el precio por un trabajo
determinado, de ordinario es fijado unilateralmente por el profesional; lo mismo sucede
generalmente con las demás condiciones, aunque en éstas puede haber alguna participación
del cliente para definirlas, v. gr. el lugar del pago, la periodicidad de las cuotas si se abonara
con esta modalidad. Nos animamos entonces en calificar a este contrato como una variante del
contrato de adhesión (véase Díaz Eduardo A., Actuación del abogado en una causa judicial. El
ciclo procedimental. Qué hacer ante las situaciones usuales del procedimiento. Cómo hacerlo,
Hammurabi, 2007, p. 439 y subsiguientes).
[15] Los honorarios de los profesionales de derecho intervinientes en el proceso deben, cuando
menos, adecuarse al nivel de las remuneraciones que perciben los integrantes del Poder
Judicial y corresponde fijarlos teniendo en cuenta que las fojas del expediente sólo revelan una
parte del trabajo a retribuir, pues tras ellos hay asidua concurrencia a los tribunales, múltiples
conversaciones y conferencias que demandan tiempo y esfuerzo, tramitaciones de diversa
índole, así como también parte de la investigación y del estudio atinentes al caso que no se
transluce en las actuaciones judiciales (CNC y C, Sala II, 18/9/81, "Currás Durán").
[16] Mientras que la ley la ley 21839 guarda silencio sobre estas labores complementarias, la
8904 dispone expresamente "Todo trabajo complementario o posterior a las etapas judiciales
enumeradas precedentemente deberá regularse en forma independiente y hasta una tercera
parte de la regulación principal" (art. 28, último párrafo). Los trabajos posteriores a la sentencia
definitiva son retribuibles suplementariamente si persiguen la ejecución forzada de la
obligación, pero no cuando procuran determinar el monto de la condena o la adopción de los
recaudos necesarios para posibilitar, material y jurídicamente, el cumplimiento voluntario de
ella, sin perjuicio de los honorarios que correspondan por articulaciones incidentales (CFed.
Cont. Adm., Sala I, 24/2/83, ED 103 565).
[17] Acerca del juicio de desalojo, se ha dicho que "ofrece como particularidad que su
ejecución, a la que específicamente se denomina "lanzamiento", se regula por adelantado en la
sentencia, que lo dispone para el caso de que el desalojado no desocupe el inmueble dentro
del plazo que se le da" (Serantes Peña – Palma – Serantes Peña, Aranceles de honorarios
para abogados y procuradores. Comentario de la ley nacional 21.839 (y ley 8904 de la
provincia de Buenos Aires), 3ra. edición, actualizada y ampliada, Depalma, Buenos Aires, p.
155)
[18] Es arbitraria a los fines del recurso extraordinario la sentencia de la Cámara de
Apelaciones que denegó un pedido de regulación de honorarios complementarios efectuado
por el síndico de una quiebra, al considerar que la primera regulación de honorarios preveía la
ulterior actividad de la sindicatura, ya que ella está sujeta a situaciones procesales de imposible
determinación (CSJN, 30/3/04, LL 2004 E 748, comentado por Guillermo M. Pesaresi)
[19] D’Ubaldo Hugo Oscar, Marketing para abogados. Cómo lograr un servicio profesional de
excelencia y ganar clientes,Ediciones D&D, Bs. As., 1996, p. 41.
[20] El inc. k) del art. 16 de la ley 8904 tiene en cuenta como pauta para la regulación de
honorarios "la posición económica y social de las partes".
[21] "La postura a la que adherimos sostiene que la división en etapas fijada en la ley 21839 no
autoriza a restar o efectuar quitas a los asuntos de conocimiento que requieran menos trabajos
que otros, pues a ese efecto el Arancel establece una escala flexible que va desde un mínimo a
un máximo (…) Esa solución resulta plausible, pues resulta de estricta justicia que un trabajo
bien efectuado y que determina el ahorro de etapas procesales no redunde inversamente en
perjuicio de la remuneración del letrado" (Ure Carlos E., Finkelberg Oscar. G., Honorarios de
los Profesionales del Derecho, p. 301). "Las distintas etapas que preceptúa la ley de aranceles
para abogados y procurados tienen como finalidad regular los honorarios por los trabajos
parciales realizados por los diferentes letrados o procuradores intevinientes en un asunto. Pero
de ninguna manera ello autoriza a restar o efectuar quitas a los asuntos de conocimiento que
requieran menos trabajo que otros. A este último efecto, se ha establecido una escala gradual,
que va de un mínimo hasta el límite impuesto por la Corte Suprema, como confiscatoriedad"
(Serantes Peña – Palma – Serantes Peña, Aranceles de honorarios para abogados y
procuradores. Comentario de la ley nacional 21.839 (y ley 8904 de la provincia de Buenos
Aires), 3ra. edición, actualizada y ampliada, Depalma, Buenos Aires, 1987, p. 150.
[22] Ure Carlos E., Finkelberg Oscar. G., Honorarios de los Profesionales del Derecho. Estudio
analítico de la ley 21839 y normas complementarias. Antecedentes y concordancias con
normativa provincial, LexisNexis, 2004, p.71.
[23] Verdad reconocida off the record por funcionarios y magistrados.
[24] El abogado que además de ser patrocinante es representante convencional de su cliente
(apoderado) está obligado a apelar toda regulación de honorarios que corresponda abonar a su
parte, salvo el caso de tener instrucciones por escrito en contrario de su comitente (art. 11, inc,
1º, ley 10996).
[25] En la provincia de Buenos Aires, en cambio, se admite que a pedido del letrado los jueces
practiquen en relación a las tareas realizadas, regulaciones parciales y provisionales cuando se
hubiesen cumplido las etapas en que se divide cada uno de los tipos de proceso, cuyo pago
estará a cargo de la parte a quien el profesional represente o patrocine (art. 17 ley 8904).
Publicado el 01/04/2009
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