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Reseña del artículo: Orden judicial y herencia medieval en la Nueva España

Materia: Orden y Justicia II


Profesor: Dr. Jorge Eugenio Traslosheros Hernández
Semestre: 8° Grupo: 0002
Alumno: Gilberto Orozco Cadena
Fecha: 16 de febrero del 2011
Historia y Orden Judicial II Dr. Jorge Eugenio Traslosheros Hernández. Grupo 0002 16/02/11

Reseña de: Traslosheros Hernández, Jorge Eugenio, “Orden judicial y herencia


medieval en la Nueva España” en Historia de México, vol. 60, No. 4, 2006, p.
1105-1138.
Biografía y bibliografía del autor: El autor es sociólogo por la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, maestro en Historia por el Colegio de
Michoacán y doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Tulane.
Ha trabajado como profesor e investigador en instituciones como El colegio de
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Michoacán, la Universidad Iberoamericana, la Universidad Michoacana de San
Nicolás de Hidalgo, la Escuela Libre de Derecho, la Facultad de Filosofía y Letras
y el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, la Universidad del País
Vasco y el Tecnológico de Monterrey de la Ciudad de México donde también fue
director del Departamento de Humanidades. Como investigador se dedica al
estudio del México colonial en sus aspectos jurídico, eclesiástico e institucional.
Ha publicado diversos artículos en revistas nacionales e internacionales y entre los
libros que ha publicado se cuentan Iglesia, justicia y sociedad en la Nueva
España. La audiencia del arzobispado de México, 1528-1668, México, Porrúa,
Universidad Iberoamericana, 2004; y La reforma de la Iglesia del Antiguo
Michoacán: la gestión episcopal de fray Marcos Ramírez de Prado, Morelia,
Universidad Michoacana, 1995. Ha sido miembro de los consejos técnicos de
varias universidades y de los comités editoriales de varias revistas, así como
ganador de varias becas y premios.
Análisis de la Obra: Se trata de un artículo original en el que se propone un
modelo de funcionamiento jurídico novohispano. Su estructura formal consiste en
una introducción, tres apartados y un comentario final. La idea central es que el
característico apego al respeto de las tradiciones jurídicas propias y del Nuevo
Mundo, como ocurrió con los otros reinos incorporados, y su adecuación a las
demandas emergentes, para implementarlas y satisfacerlas, fueron cimentando
una estabilidad cobijada por la justicia y el derecho, que no la fuerza, ni el
totalitarismo jurídico de otras dominaciones y conquistas. Esta plasticidad en sus
mecanismos judiciales permitió a la monarquía hispana solventar la dispar realidad
sociológica que representaba la comunidad novohispana con una actitud

1º Reseña de lectura: Traslosheros Hernández, Jorge Eugenio, “Orden judicial y herencia medieval en la Nueva España” en
Historia de México, vol. 60, No. 4, 2006, p. 1105-1138. Alumno: Gilberto Orozco Cadena.
Historia y Orden Judicial II Dr. Jorge Eugenio Traslosheros Hernández. Grupo 0002 16/02/11

definitivamente de incorporación, no de anulación y exterminio, como reza la


leyenda negra que oscurece la realidad de este encuentro de dos mundos.
La implementación detallada del ordenamiento judicial novohispano apenas
se está empezando a conocer, pues se están construyendo caracterizaciones de
mediano y largo plazo de los cuerpos legales que lo operaron, así como la
sociedad en la que se aplicaron sus procesos. De la negociación entre los cuerpos
sociales y la monarquía se generaron tradiciones jurídicas propias que se hicieron
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operativas.
Se propone una tipología ideal que rastree la herencia medieval inmersa en
esa juridicidad novohispana y que parte de la descripción de los procesos e
instituciones que la componen, ya que éstos no fueron creados verticalmente y a
priori por un organismo estatal, sino que fueron adquiriendo forma y operatividad
sobre la marcha en respuesta a las demandas surgidas en su implementación por
los cuerpos sociales y las autoridades específicas que tomaban decisiones en
situaciones concretas a lo largo de luengos períodos y con base en tradiciones a
veces anteriores a la conquista. Siendo entonces fenómenos de mediana y larga
duración, para su comprensión es indispensable sondear en sus herencias
medievales, particularmente en la coyuntura política de la que surgió la monarquía
con sus elementos de modernidad. El estudio hace énfasis en el siglo XVII, como
hito de mayor estabilidad, para atisbar en su complejidad desde dos perspectivas,
la revolución jurídica iniciada por Gregorio VII, en el siglo XI, y el desarrollo
histórico español a partir del contacto con el Nuevo Mundo.
Este abordaje requirió omitir prejuzgar a la Edad Media como una época
oscurantista y a la Nueva España como una entidad medieval retrógrada, así
como abrirse a la idea ajena al positivismo de que los ordenamientos
institucionales que son fuente del derecho pueden tener origen diverso del estatal.
Asimismo, fue preciso despojarse del concepto liberal de que nuestro pasado
judicial está en desventaja por ser oscurantista novohispano y tener antecedentes
de origen en instituciones ajenas al Estado, demeritando el valor de la historia
institucional en este desarrollo. Entre el ocaso del siglo XVI y los albores del XVII
se inicia un lapso de siglo y medio de estabilidad judicial que termina en los inicios

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Historia de México, vol. 60, No. 4, 2006, p. 1105-1138. Alumno: Gilberto Orozco Cadena.
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de la Guerra de Independencia; es en este período que se estudia el modelo del


orden de administración de justicia que permita entender su funcionamiento como
tipo ideal en la Colonia, de modo que no se trata de un desarrollo histórico, sino de
la figuración de un modelo ideal.
Para la identificación y clasificación del detalle procesal, como se llevaba a
cabo en la práctica, se asumió como elemento constitutivo de este cuerpo judicial
cualquier foro de justicia donde coincidieran un juez y dos partes, según definición
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de la Tercera Partida de Alfonso X, y se clasificó su linaje en función de su
jurisdicción. Así se configuró una pirámide en cuya cúspide está la corona, a su
vez representada por una potestad temporal y otra eclesiástica, ésta última
regulada por el Real Patronato de Indias; en un principio, ambas fueron
controladas por el mismo administrador de justicia. Por su parte, la potestad
temporal estaba integrada por dos dispositivos, uno eran los foros de justicia, con
sede en Madrid y sin intermediación jurisdiccional en Nueva España más allá de
sus propias instancias, ejemplo del cual es el Tribunal del Santo Oficio de la
Inquisición, cuyas sentencias no podían ser apeladas ni en el Consejo de Indias,
sólo ante el Supremo Consejo de la Inquisición. El otro se conformaba con los
foros judiciales dependientes del Consejo de Indias, que se subdividían en los
derivados en línea directa de las reales audiencias, cuya jurisdicción pertenecía al
Juzgado General de Indios y que se ramificaba en los foros propios de la
jurisdicción administrativa del rey, vgr. los gobernadores, alcaldes mayores,
corregidores y cabildos municipales, y los foros especiales destinados a la justicia
corporativa, autónomos en su jurisdicción, como la Universidad, el Protomedicato,
la Mesta, el Consulado. De esta manera, el Juzgado General de Indios
encabezaba el ordenamiento del que dependían desde los gobernadores de
indios, hasta los cabildos de ayuntamientos indígenas. Por razones funcionales,
estos linajes forales comenzaban ahí donde se iniciaba el proceso judicial, lo que
no siempre coincidía geográficamente donde surgía el hecho a juzgar.
El monarca indiano tenía una potestad eclesiástica subordinada al Regio
Patronato de Indias que ilustra la influencia jurisdiccional real en la Iglesia, pero no
en los asuntos disciplinarios, ni doctrinarios, en los que se gozaba de inmunidad

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Historia de México, vol. 60, No. 4, 2006, p. 1105-1138. Alumno: Gilberto Orozco Cadena.
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frente a la jurisdicción regia. Estos foros judiciales eclesiásticos tenían una


vertiente secular y otra regular, ésta última aplicable a las órdenes masculinas, ya
que las femeninas siempre estuvieron sujetas a la autoridad diocesana, pero los
foros del clero secular eran dependientes del obispo y fungían como tribunales y
juzgados ordinarios, pero en el caso del Arzobispado de México, su carácter era
de audiencia eclesiástica que conocía de asuntos clericales, pero también civiles y
hasta criminales clericales; en lo civil atendía asuntos nupciales, testamentarios,
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decimales, de capellanías y obras pías, con cobertura en el área geográfica
correspondiente a cada diócesis. En concordancia con la autonomía diocesana,
algunos obispos disponían de un solo tribunal para atender estas materias, pero
en otros casos existieron foros que con el tiempo se fueron especializando,
ejemplo de esto es el Arzobispado de México, donde surgieron el Juzgado de
Testamentos, Capellanías y Obras Pías, el Provisorato de Indios y la Haceduría,
cuya materia era el cobro del diezmo y dependían del cabildo catedralicio. En un
afán de brincar la inmunidad de estos foros a la potestad real, se creó el recurso
de la “real fuerza”, que pretendía apelar contra los autos de los juzgados
eclesiásticos, pero este último auxilio a veces fue más un dolor de cabeza que un
equilibrio.
De estas disposiciones surgen cuatro modelos jurídicos: 1) uno vertebral
que busca conciliar distintas tradiciones jurídicas y que requiere una doble
sanción, la real y la eclesiástica, y que se daba tanto en consejos, como en
tribunales, como lo ilustran los ayuntamientos que fueron decantando su propia
tradición jurídica sobre bases castellanas e indígenas, como son los casos del
Consulado y la Universidad. Por ejemplo, en los casos eclesiásticos tamizados en
el crisol institucional propio, como podrían ser las disposiciones emitidas tras las
visitas episcopales, ya sancionadas eran convalidadas por el rey, sin perder de
vista que la prelación la detentaba la corona, en tanto no se tratara de asuntos de
fe.
El segundo modelo era la Iglesia, con tres rasgos particulares, el primero
ser una corporación de corporaciones integrada por un clero regular, otro secular y
una feligresía que aunque era encabezada por el Papa, tenía matices propios por

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ser mexicana, toda vez que se agrupaban en torno a la Provincia Eclesiástica de


México, pero también operaba bajo la influencia de la potestad real por su
subordinación al Real Patronato. En esta ecuación destaca el concepto medieval
de la sinergia de los brazos material y espiritual del gobierno social,
profundamente opuestos a la idea de la disociación de los mismos. No obstante
ser la potestad espiritual del rey, estuvo sujeta a su propia normatividad expresada
en cuatro cuerpos jurídicos, a saber: a) el derecho canónico universal, apuntalado
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en esos momentos por las disposiciones tridentinas; b) el derecho canónico
autóctono de las Indias, generado en los concilios provinciales; c) el propio de
cada diócesis autónoma, donde se gestaban sínodos, ordenanzas, libros de
visitas, y d) la normatividad corporativa específica de las corporaciones regulares,
seculares y de fieles, que siempre se subordinó en la práctica a la corona, pero de
esto se desprendía un fuero de privilegio procedente de la protección de la corona
que gozaba y que se traducía en una mayor importancia de sus tribunales, ya que
vinculaban a todos los vasallos, lo que en la práctica correspondía a una ventaja
del clero sobre sus contrapartes corporativas. El tercer cuerpo jurídico es el de la
corona, que institucionalmente es el depositario de la soberanía, y por lo tanto el
dominante.
Derivado de este hecho, la corona era el aval del derecho, con
independencia de cualquier corporación, ejerciendo un dominio sobre las personas
físicas y morales que se manifestaba en una supeditación vinculante a sus
disposiciones institucionales, como lo eran todos sus representantes, consejos,
virreyes, audiencias, etc., pero que se extendían a conceptos globalizadores como
las Indias Occidentales en su totalidad. El instrumento que coordinaba los actos de
la monarquía y daba coherencia al ordenamiento jurídico y judicial de la Nueva
España era la corona, que sin embargo no era omnipotente, pues estaba
subordinada a un cuarto cuerpo jurídico, el derecho común, desarrollado por los
juristas desde el SXI y que era un cuerpo general normativo, axiológico y doctrinal
de profundas raíces medievales. En este esquema, las figuras sobresalientes son
el foro judicial, como tribuna, y el factor de unidad es el juez supremo, que
representa la figura del rey. De este modo el ordenamiento jurídico novohispano

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era al mismo tiempo diverso y unitario al amalgamar la herencia medieval


procedente de la evolución iniciada por Gregorio VII y el desarrollo del fuero real
peninsular.
La otra vertiente condujo a la creación del derecho común, sostenido en el
tripié del rescate del derecho romano cristiano, el derecho divino y el natural, todos
con hondas raíces medievales y desarrollos en las universidades en un afán de
conciliar contradicciones y universalizar el debido proceso, lo que repercutió en un
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ordenamiento que posibilitó entidades sociales de mayor complejidad y
políticamente más estables que se hicieron evidentes en el fortalecimiento moral
del papado, y se pudo mediar armónicamente entre las instancias eclesiales y las
reales para solventar responsabilidades inherentes a los asuntos temporales,
éstas, y de la “reforma de las costumbres”, aquella, lo que dio pábulo a
innumerables pactos que regulaban concertadamente sus relaciones y dominios.
Estas prácticas quedaron plasmadas en diversas obras de teólogos y juristas,
destacando el Opúsculo de los príncipes, El tratado de la ley y El tratado de la
justicia, de Tomás de Aquino, que ayudaron a delimitar la potestad divina sin
desdoro ni merma de la real, o la de Ockham Sobre el gobierno.
Así se pudo caracterizar mejor el papel del soberano de protector de la
Iglesia, su subordinación legítima al derecho común y a la tradición o costumbre
como fuente legítima del derecho, y se pudo compartir la impartición de justicia en
las instancias eclesiales y del príncipe, resultando vinculantes para el cuerpo
social las sentencias de ambas en lo concerniente a las materias canónica y
secular, ésta última en sus modalidades feudal, señorial, mercantil, urbana, real,
así como sus interconexiones. Esta similitud de precedentes en el orden medieval
y el de la Nueva España es evidente, pero no explica el dominio avasallador con
que en la Nueva España subyugó la corona a la Iglesia. Para explicarlo es preciso
resaltar el carácter moderno de la noción hispana de la supremacía del fuero real
como árbitro supremo y cabeza de todo el sistema, así de todas las corporaciones,
como de la eclesiástica como una más que tiene su raíz en el largo proceso de
reconquista de los territorios bajo dominio musulmán, que fue asumido cada vez
con mayor responsabilidad por los monarcas ibéricos, en quienes delegaron sus

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facultades los demás actores de la gesta, la Iglesia incluida, lo que fue


confiriéndole cada vez más liderazgo jurídico, político y militar a la corona, lo que
alcanzó su acmé con los reyes católicos y luego fue decayendo.
Esta consolidación de la corona no implicaba la anulación de otras
instancias, sólo su subordinación, ya que aquella tuvo el tino de incorporar, en vez
de suprimir. Esta directriz política fue encaminada y sugerida por el Cardenal
Ximénez de Cisneros y permeó en lo cultural, lo militar y administrativo. El primer
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rubro incluyó la reforma clerical, que la posicionó en una vanguardia que la hizo
acreedora a la exclusividad de la Inquisición, o el liderazgo intelectual por la
reforma universitaria de Salamanca, que le dotó de la supremacía de un cuerpo
docto que asumió el liderazgo político y religioso de toda la monarquía y siempre
reconoció su débito con la corona. En el terreno militar, la reforma implementada
por el capitán Gonzalo Fernández de Córdova se tradujo en un dominio hispano
más que centenario del Mediterráneo, y los cambios administrativos optimizaron el
control de los vastos territorios a través de un eficaz cuerpo burocrático, lo que en
conjunto domesticó a la nobleza señorial, haciéndola cortesana, centralizando el
poder al incorporar, sin suprimir, a quienes se lo disputaban.
Todo esto fue matizado por los componentes religiosos, indígenas y
geográficos que apuntalarían el rol que jugarían estos territorios en la constelación
monárquica, que importan porque la dominación se hizo a título del compromiso
de evangelizar el Nuevo Mundo y del compromiso adquirido y sustentado por el
Real Patronato de Indias, consolidado teóricamente después. El patronato de la
Iglesia siguió un derrotero judicial distinto del de la Inquisición.
Así como el concepto de Nuevo Mundo fue creado por la necesidad de
enfrentar la realidad, el carácter de sus habitantes, los indios, se fue definiendo
jurídicamente hasta reconocerles las prerrogativas de cualquier vasallo en tanto
guardaran lealtad al rey y a la Iglesia, lo que desembocó en el desarrollo de un
nuevo derecho corporativo propio que a fines del XVI derivó en la creación del
Juzgado General de Indios de Nueva España. Esta constitución también se le
reconoció a los territorios novohispanos, que tenían una jurisdicción y autonomía
propios permisiva de la creación de instituciones legítimas con sus

1º Reseña de lectura: Traslosheros Hernández, Jorge Eugenio, “Orden judicial y herencia medieval en la Nueva España” en
Historia de México, vol. 60, No. 4, 2006, p. 1105-1138. Alumno: Gilberto Orozco Cadena.
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correspondientes divisiones en dos virreinatos, múltiples audiencias, cuerpos


gubernativos, foros judiciales, como ocurría con los otros reinos, desde Italia a
Filipinas. Las raíces medievales de este orden judicial fueron transformadas por la
noción española de la supremacía de la corona sobre todas las demás
corporaciones, en una eterna negociación de fueros con la Iglesia católica, pero
también sufrió la influencia de la costumbre al tenor de una actitud garantista del
respeto y conservación de los derechos de sus vasallos y su encomienda siempre
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salvaguardó la diversidad y la unidad del reino en el marco del dominio de la
corona sobre todo el sistema implementado con mecanismos judiciales adaptables
a esa dispar realidad sociológica del período que nos ocupa.
Esta conciliación de intereses logró una amalgama que fue el sustrato de la
interdependencia de estos intereses haciendo sinergia para ser funcionales sin
exterminarse mutuamente. Su clave de interpretación no está en el liberalismo del
XIX, sino en el respeto de las propias tradiciones y su adecuación a las nuevas
demandas cuya satisfacción fue necesaria para lograr la estabilidad social
cobijada por la justicia y el derecho.
Comentario: El manejo de las fuentes evidencia no sólo un dominio de las
mismas, sino un interés primordial por resaltar para el lectorio los aspectos más
sobresalientes de cada una de ellas, de manera que se puedan aprovechar más
propositivamente. Los modelos teóricos jurídicos que plantea son bastante claros,
bien sustentados, y demuestran que esta táctica de gobierno fue desplegada
como modus operandi en la misma construcción de la monarquía, de la que la
incorporación de la Nueva España no fue sino otro episodio. Esta estrategia se
demuestra e ilustra con amplitud en el desarrollo de los argumentos del autor a lo
largo de todo el manuscrito y son un recorrido por las características propias de la
incorporación de este reino ultramar, pero que distinguen el concepto español de
régimen regale et politicum que son propios de la monarquía española. El artículo
es un instrumento muy didáctico para explicar y comprender el espíritu que animó
la construcción del orden jurídico novohispano.

1º Reseña de lectura: Traslosheros Hernández, Jorge Eugenio, “Orden judicial y herencia medieval en la Nueva España” en
Historia de México, vol. 60, No. 4, 2006, p. 1105-1138. Alumno: Gilberto Orozco Cadena.

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