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Viene la Lluvia Tardía


¿Está usted listo?
¿Está usted seguro?

Índice

Introducción ………………………………………………………………………………… 01
Parte Uno
1.- Para personas serias con respecto a la Lluvia Tardía ……………………………………. 03
2.- La Lluvia Tardía: ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Quién? ¿Cómo? …………………. 10
Parte Dos
3.- La Parte de Dios: La Atracción de Dios ………………………………………………… 18
4.- Nuestra Parte: No Resistir ……………………………………………………………... 24
5.- La Parte de Dios: Él Convencerá ………………………………………………………. 30
6.- Nuestra Parte: Reconozca que ha Pecado ………………………………………………… 35
7.- La Parte de Dios: Arrepentimiento, el Don de Dios ……………………………………. 40
8.- Nuestra Parte: Confesar ……………………………………………………………………. 44
9.- La Parte de Dios: Él Perdonará ……………………………………………………………… 48
10.- Nuestra Parte: Tomar a Dios en su Palabra …………………………………………… 52
11.- La Parte de Dios: Él Vivirá en Usted …………………………………………………. 57
12.- Nuestra Parte: Viviendo por la Fe ………………………………………………………... 60
13.- La Parte de Dios: Proveer el Camino de Escape …………………………………………… 69
14.- Nuestra Parte: Tomando Su Camino …………………………………………………. 71
Parte Tres
15.- ¿Y Qué Pasa si Fallo? …………………………………………………………………….. 76
16.- Nuestra Parte: Volver Atrás ………………………………………………………………. 80

Introducción

Este libro trata acerca del trabajo del Espíritu sobre el corazón. Trata acerca de la convicción del
pecado, “y de la justicia, y del juicio” (Juan 16:8). Trata de apelos y advertencias, y ayuda y anima. Se
trata del Espíritu morando en el corazón proveyendo poder para una vida santa.
También es sobre la respuesta del corazón humano hacia la movimentación del Espíritu. Este libro lidia
con resistencia e incredulidad, testarudez y orgullo, rabia y resentimiento, tentación y derrota,
arrepentimiento, fe, y entrega, libertad y victoria, la vida transformada, y la vida con frutos. Trata a
respecto de caer y levantarse nuevamente. En resumen, es acerca de la vida como la creen los
cristianos, o los que van a ser cristianos.
Realmente, en esencia, este libro tiene más que ver con la lluvia anterior que con la lluvia tardía. Lo
que yo estoy analizando en estas páginas es la preparación para la lluvia tardía, en encontrar una
respuesta apropiada para la lluvia anterior. De tal manera que este volumen es acerca de la lluvia tardía
desde la perspectiva de estar listo para ella cuando venga. La lluvia anterior (la temprana) es un
prerrequisito absoluto para recibir la lluvia tardía.
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Estamos inclinados a enfatizar la lluvia tardía, y con una buena razón. Pero necesitamos acentuar la
lluvia temprana mucho más de lo que lo hacemos. “A menos que la lluvia temprana haya hecho su
trabajo, la lluvia tardía no traerá ninguna semilla a la perfección”.1
Ellen White nos advierte que la lluvia tardía puede estar cayendo sobre los corazones a nuestro
alrededor, y podemos ni siquiera reconocerla2, y sin decir nada a respecto de estar listo para recibirla.
Así, aun cuando este libro incluye un capítulo importante a respecto de la lluvia tardía, este volumen no
es apenas un análisis de los eventos y experiencias asociadas con ella. Mucho más importante, tiene
que ver con la preparación del corazón para su recepción, lo cual, desde luego, tiene que ver con la
lluvia temprana. Así, he construido este libro alrededor del concepto de la lluvia temprana, en los
esfuerzos de Dios para que estemos listos para la lluvia tardía y para la traslación, y nuestra respuesta,
en las diversas etapas, para con Sus esfuerzos. El libro está dividido en tres partes. La primera parte
posee dos capítulos, uno sobre la condición de la iglesia Laodiceana tal como es descrita por la Biblia y
el Espíritu de Profecía. El segundo capítulo es un análisis sobre la lluvia tardía.
La segunda parte está compuesta de seis “fases” de capítulos paralelos en un padrón de iniciativa y
respuesta. Dios toma la iniciativa, siempre. El primer movimiento es necesariamente de Él. Nosotros
respondemos, de una o de otra manera, a Su iniciativa. El éxito de cada movimiento de Dios depende
de nuestra respuesta. Si nuestra respuesta es afirmativa, Él puede continuar hacia el siguiente paso. Si
es negativa, Dios queda limitado en cuanto a lo que Él puede hacer por nosotros. Porque tanto usted
como yo somos criaturas con una voluntad libre.
“El Espíritu toma las cosas de Dios, tan rápidamente como el alma lo resuelve y actúa de acuerdo con
la luz revelada”.3 El progreso, entonces, depende de usted y de mi.
Al mismo tiempo que la parte de Dios es infinitamente más importante que la nuestra. Tal como lo
apunta Ellen White, “La parte que al hombre se le requiere que lleve es inconmensurablemente
pequeña, aun cuando en el plan de Dios es justamente la parte que es necesaria para hacer un éxito del
trabajo”.4
“El trabajo del Espíritu Santo es inmensamente grande”.5
“Inconmensurablemente inferior es la parte que el agente humano tiene que llevar; pero si él está
vinculado con la divinidad de Cristo, él puede hacer todas las cosas a través de la fuerza que Cristo
imparte”.6
En el mundo de hoy la IASD necesita desesperadamente el Espíritu Santo. Primero, Él tiene que estar
en la vida de cada miembro individualmente, y eso significa usted y yo. Entonces el Espíritu tiene que
ser presentado urgentemente en los esfuerzos que son hechos para ganar a otros a la verdad. “Todo el
esfuerzo humano combinado es debilidad sin el profundo movimiento del Espíritu de Dios … Sin Su
ayuda el más profundo estudio y las energías de Pablo, la elocuencia y el talento de un Apolos, será
infinitamente inútil para una convicción de traer una única alma al arrepentimiento [puede traer
personas al bautismo] … [pero] mientras el hombre no puede hacer nada sin Dios, el Señor no hará
nada sin el canal humano”.7
Aun cuando la justificación de este trabajo, la carta a los laodiceanos y los escritos del Espíritu de
Profecía, es dirigida a la iglesia como un todo, este libro intenta hablar en un sentido más específico a
los miembros individuales de la iglesia.

1
Testimonios para Ministros:506.
2
Testimonios para Ministros:507.
3
Carta 135, 1898.
4
La Maravillosa Gracia de Dios:319.
5
Review and Herald, 29 de Noviembre de 1892.
6
Palabras de Vida del Gran Maestro:82.
7
Carta 85, 1898.
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La mayoría de los capítulos de este libro, especialmente aquellos de la segunda sección, son
interdependientes, uno unido con el otro, y conduciendo al próximo. De tal manera que es
recomendable que sean leídos en secuencia.
Excepto como ha sido observado, los textos usados a través de este libro son de la Nueva Versión del
Rey Jaime (NKJV).

“El trabajo de ganar la salvación es algo de compañerismo, una operación conjunta. Tiene que haber
cooperación entre Dios y el pecador arrepentido”. HAp:482.

“Continúe trabajando con temor y temblor para completar su salvación, porque Dios siempre está
trabajando en usted para que sea capaz de obedecer a Sus propósitos”. Fil. 2:12, TEV.

“Señor, tu establecerás la paz por nosotros, porque tu también haz hecho todas nuestras obras en
nosotros”. Isa. 26:12, NKJV.

“Hay apenas un poder que puede traernos en conformidad a la semejanza de Cristo, que puede
hacernos firmes y mantenernos constantes. Es la gracia de Dios que viene a través de la obediencia a la
ley de Dios”. Mi Vida Hoy:100.

Parte Uno

Capítulo 1: Para personas serias con respecto a la Lluvia Tardía.-

Las personas que se vuelven realmente serias acerca de algo, prueban su seriedad queriendo enfrentar
algunas cosas que antes no estaban dispuestas a enfrentar. Este libro es para ese tipo de personas.
Adventistas del Séptimo Día (ASD) serios están interesados en la lluvia tardía. Lo que ellos saben a
respecto de ella les dice que un poder sin precedentes vendrá con su recepción, un poder que “iluminará
toda la tierra con su gloria” y “serán hechos milagros, los enfermos serán sanados, y señales y
maravillas seguirán a los creyentes”.8
Nosotros queremos ese poder. Sabemos que lo necesitamos, desesperadamente. Queremos tener la
victoria sobre nuestros pecados. Queremos ver “la obra” terminada. Queremos ir a “casa”. Hemos
estado en este afligido planeta lo suficiente. Queremos ver que le sea colocado un punto final a todo el
experimento del pecado.
Tal vez muchos de nosotros están frustrados acerca de este retraso de la lluvia tardía, cuya venida
creemos que va a resolver los problemas antes mencionados. Algunas veces nos hacemos a nosotros
mismos estas preguntas: Si la lluvia tardía hará el gran trabajo necesario para prepararnos para la
venida de Jesús, ¿por qué no la hemos recibido? ¿Por qué permite Dios que tropecemos con nuestros
pecados si la lluvia tardía va a solucionar ese problema? Si la lluvia tardía hará posible terminar con los
asuntos humanos en un estallido de gloria y de victoria, ¿por qué Dios retrasa esa experiencia, y
permite que la terrible y abierta marcha del pecado continúe por todo nuestro gimiente planeta?
Entonces nos acordamos de la exhortación del Espíritu de Profecía para que oremos por la lluvia
tardía.9 Y así algunas veces el pastor llama a su congregación local, y algunas veces nuestros líderes
mundiales llaman a la iglesia mundial, para comprometerse en sincera oración, de que Dios le va a
otorgar a Su pueblo ese preciado don.

8
CS:611-612.
9
TM:509.
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¿Pero es la oración sincera todo lo que se necesita para traer la lluvia tardía? ¿Está la iglesia
Laodiceana en una condición de salud espiritual que todo lo que se requiere para que Dios derrame su
Espíritu es que nosotros, tal como Elías en el Carmelo, ore por ello con fe y persistencia suficiente?

“¿Qué haremos?”

O existe la necesidad de que ponderemos la fórmula que Pedro ofreció en otra ocasión cuando, con
gran seriedad, y en el contexto de otro derramamiento espiritual – el Pentecostés – fue hecha la
pregunta, “Hombres y hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37).
¿Cuál fue la respuesta de Pedro? “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros
pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio”. Hechos 3:19.
En relación con la experiencia de los discípulos en la preparación del Pentecostés, la pluma inspirada
escribió:
“Fue por la confesión y abandono del pecado, por sincera oración y consagración de ellos mismos a
Dios, que los primeros discípulos se prepararon para el derramamiento del Espíritu Santo en el día de
Pentecostés. El mismo trabajo, solo que en un grado mayor, tiene que ser hecho ahora”.10
Lo que esto nos está diciendo es que Pedro y Juan y Natanael y Mateo quedaron seriamente interesados
en una experiencia que está asociada con la lluvia temprana. A través de eso se prepararon para las
lenguas de fuego, y ellos no habrían recibido esas lenguas si no se hubieran preparado de la manera en
que lo hicieron.
Así, las personas serias en relación con la lluvia tardía también serán serias con la lluvia temprana, sin
la cual no pueden recibir la lluvia tardía.
Observe que la oración era apenas una parte de la fórmula que trajo el Pentecostés. También hubo
confesión y abandono del pecado, y “consagración de ellos mismos a Dios”. Y tenemos que tener
certeza que esto no fue obtenido casualmente, formalmente, simplemente porque era la “cosa que tenía
que ser hecha”. Porque los discípulos,
“Esos días de preparación fueron días de un profundo escrutinio del corazón. [Ellos] sintieron su
necesidad espiritual y le pidieron al Señor para la santa unción, la cual los prepararía para la obra de
salvar almas”.11
A. W. Tozer probablemente no entendió la lluvia tardía tan claramente como los ASD. Pero él escribió:
“Yo deseo la positiva y genuina renovación que vendrá, si la voluntad de Dios pudiera ser totalmente
cumplida en nuestras vidas. Todo lo que no es espiritual huirá, y todo lo que no es cristiano se
desvanecerá, y todo lo que no esté de acuerdo al Nuevo Testamento será rechazado.
Si esto sucede alguna vez, vendrá porque los cristianos finalmente están queriendo mirar el Salvador y
lo están dejando actuar, y cada uno tomará su propia cruz con tanta alegría que podrá decir: ‘Oh cruz,
oh buena cruz, yo te abrazo’”.12
¿No necesitamos un ardor espiritual y una profundidad de compromiso tal como lo describe aquí A. W.
Tozer?

La necesidad de un realismo espiritual.-

A menos que cada dimensión del cuerpo, alma y espíritu esté envuelto en esa preparación,
continuaremos desperdiciando nuestro tiempo en la experiencia cristiana. Si ese envolvimiento no es
nuestra experiencia, no estaremos preparados, o no seremos capaces de prepararnos, para la lluvia
tardía, hasta que individualmente seamos realistas acerca de nuestra condición espiritual, y nos
decidamos a buscar seriamente al Señor en esta materia.
10
TM:507. Itálicos suplidos.
11
HAp:37.
12
Tozer, A. W., I Talk Back to the Devil, (Harrisburg, PA: Christian Publications, Inc., 1982, Page 90.
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Al analizar este asunto puede que no sea fácil encontrar un equilibrio en el cual la seriedad del mensaje
quede clara, y aun así su presentación no aparezca como juzgando o desanimando. Puede requerir un
fino equilibrio para alcanzar un balance entre un optimismo exagerado o un pesimismo extremista.
Pero yo creo que, cuando todo es considerado, el mayor peligro no está en la dirección del optimismo,
porque nosotros los humanos somos muy propensos a aferrarnos a cualquier excusa que prometa
rescatarnos de vernos a nosotros mismos bajo una mala luz. Así fallamos en comprender los peligros
que debiéramos ver desde el otro extremos del espectro.
Pero mientras estamos buscando un equilibrio, es esencial que veamos la condición Laodiceana, la cual
es descrita como la condición generalizada de la última iglesia (Apoc. 3:14-22), como siendo una
condición seria que se aplica a nosotros como iglesia y como individuos, y como un impedimento para
la lluvia tardía. Y decididamente tenemos que hacer algo contra eso.

¿Estamos escuchando?

Sobre la base de la caracterización bíblica de los laodiceanos, uno podría sospechar de que todos los
dos mil años de historia de la iglesia cristiana, su condición es la más exasperante para Dios. De
acuerdo con Apocalipsis 3, en ninguna otra iglesia ha tenido Dios que lidiar con un pueblo tal como los
laodiceanos. De ninguna otra iglesia, salvo Sardis, ha sido él incapaz de encontrar una palabra de
recomendación.
El síndrome laodiceano puede ser visto como el más frustrante, porque es el más difícil de ser
alcanzado, y las personas en esa condición son las más difíciles de persuadir de su pésimo y terrible
estado de peligro.
Observe la casi irreconciliable y diferente perspectiva que los tibios laodiceanos tienen de sí mismos de
aquella que el Testigo Verdadero tiene de ellos:
“Yo soy rico, yo he prosperado, y no necesito nada … Tu eres desgraciado, lastimoso, pobre, ciego y
desnudo (Apoc. 3:17, RSV).
Dios está tratando de hablarnos; ¿Estamos realmente escuchando?
En las palabras de Jesús: “Si alguna vez estuvieron dispuestos a escuchar, ¡escuchen ahora! (Mat.
11:15, TLB).

¿Se aplican aun las caracterizaciones de la Biblia y del Espíritu de Profecía?

Al tomar este asunto de los laodiceanos, uno de nuestros problemas es: ¿Se aplica realmente la
descripción de la iglesia laodiceana de Apocalipsis 3 a la iglesia de hoy? ¿Y en qué grado se aplica la
caracterización de Ellen White, después de más de cien años, más o menos, en que ella lo escribió?
Tenemos que concordar en que muchas cosas han cambiado desde entonces.
Como ASD, muchos de nosotros aceptamos la aproximación histórica que, como símbolos, que las
siete iglesias representan siete periodos de la iglesia, alcanzando hasta el fin del tiempo. Esto significa
que Laodicea, la séptima, es la última iglesia existente antes que Jesús vuelva.
La descripción bíblica aun se aplica, porque no hay otro periodo de iglesia que venga después de ésta.
Y no tenemos ninguna razón en insistir que la descripción general que Ellen White da de los
laodiceanos no se aplique todavía. Tal como lo apuntó David Newman, anterior editor de la revista
Ministry:
Ellen White … durante el curso de su ministerio nunca animó a la iglesia a considerar que se había
escapado de la condición laodiceana. Ella dijo que nunca haríamos el trabajo que Dios quiere que
hagamos, hasta que no admitamos de todo corazón que estamos en la condición laodiceana y
busquemos los remedios divinos como nuestra primera prioridad.
Así es que ahora tenemos que enfrentar en forma realista el hecho de que, si somos laodiceanos,
tenemos que aceptar no solo el nombre, sino que tenemos que recibir seriamente la perturbadora
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descripción bíblica de los laodiceanos como aplicándose a nosotros como iglesia, y también como
individuos.
Pero mientras admitimos que somos laodiceanos, irónicamente fallamos en confirmarlo debido al
propio hecho de que , después de admitirlo, continuamos ciegos para con las verdaderas implicaciones
que esa admisión tiene. Lo cual tiende a verificar que, en la gran mayoría de los casos, “no sabemos”
que somos “desgraciados, lastimosos, pobres, ciegos y desnudos” (Apoc. 3:17).
En 1882 Ellen White, escribiendo sobre la situación en la iglesia, declaró que “muchos piensan muy
favorablemente acerca del tiempo presente”.13 Dudamos que muchos de los que poseen una percepción
espiritual entre nosotros, pudieran insistir seriamente en que las condiciones son más favorables ahora
en la iglesia que entonces.
“Si alguna vez hubo un pueblo que necesitaba escuchar el consejo del Testigo Verdadero a la iglesia de
Laodicea para que sea celosa y para que se arrepienta ante Dios, es el pueblo que ha tenido abierto ante
él las estupendas verdades para este tiempo, y que no ha vivido conforme a sus elevados privilegios y
responsabilidades”.14
Aquí hay una declaración que yo la encuentro asustadora:
“Ustedes (la iglesia laodiceana) pueden manifestar un gran celo en los esfuerzos misioneros, pero como
está corrompido con el egoísmo, y tiene mucho sabor al yo, es nada a la vista de Dios; porque es una
ofrenda manchada, corrompida”.15
Esto fue escrito en 1882. ¿Pero podemos ignorar esta evaluación hoy? ¿Somos más puros en nuestros
motivos que la iglesia de 1882? ¿Están nuestros esfuerzos de evangelismo mundial hoy manchados con
deseos secretos de egoísmo o de una exaltación denominacional?
En 1894 Ellen White declaró que el mensaje laodiceano “es altamente aplicable a nosotros como
pueblo”. “Revela nuestra condición como pueblo”.16 (Tenemos que reconocer que esto no se aplica a
todos los ASD, a todos los cristianos, porque siempre algunos responden al mensaje, abren las puertas
de sus corazones, y le dan la bienvenida al Salvador. Ver 2T:217. Pero la mayoría son tibios. “La mayor
parte son tibios profesos, teniendo el nombre pero no el celo”.17)
Fuera de ser tibios, Laodicea es descrita como sufriendo de otras enfermedades espirituales.

Características Laodiceanas.-

Los Laodiceanos se caracterizan como estando auto-satisfechos. De esa iglesia Ellen White escribe:
“Cristo ve aquello que el hombre no ve … No puede tomar los nombres de aquellos que están
satisfechos en su propia auto-suficiencia. Él no puede importunar a favor de una persona que no siente
necesidad de Su ayuda, que dice saber y poseer todas las cosas”.18
Se ha dicho que “Un hombre no necesita ser infiel a su esposa o deshonesto en sus quehaceres, o anti-
social en cualquier manera para ser un pecador. Apenas necesita estar satisfecho consigo mismo”.
Es importante observar que no son los tipos de pecados que se listan en esta declaración, por los cuales
los Laodiceanos son acusados. Más bien, es debido a los pecados del corazón, pecados provenientes de
motivos y actitudes.
Los Laodiceanos son descritos como estando en un estado de no arrepentimiento.
“Se celoso y arrepiéntete”. (Apoc. 3:19).

13
5T:80.
14
RH, 4 de Junio de 1889.
15
7CBA:961.
16
7CBA:961.
17
4CBA:87.
18
RH, 23 de Julio de 1889.
Pág. 7
“Cristo ve aquello que el hombre no ve. Él ve los pecados que, si no hay un arrepentimiento, agotarán
la paciencia19 de un Dios resignado”.20
Los Laodiceanos son descritos como teniendo a Cristo fuera de su corazón.
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, yo entraré …”.
Apoc. 3:20.
“Todos tienen que obtener una viva experiencia por sí mismos; tienen que tener a Cristo conservado en
el corazón, su Espíritu controlando las afecciones, o su profesión de fe no tiene valor, y su condición
será aun peor que si nunca hubieran escuchado la verdad”.21
Los Laodiceanos están caracterizados como no teniendo la obra de la gracia en su vida.
“La obra interna de la gracia está faltando en sus corazones”.22
Esta falta está asociada con el colirio, el cual los Laodiceanos son aconsejados para que lo compren.
“El colirio es aquella sabiduría y gracia que nos capacita para discernir entre lo malo y lo bueno, y a
detectar el pecado bajo cualquier apariencia”.23
Los Laodiceanos, se nos dice, están espiritualmente desnudos.
“Yo te aconsejo que de mi compres … vestiduras blancas para que te vistas y para que cubran la
vergüenza de tu desnudez, para que no se vea”. (Apoc. 3:18, RSV).
“¿Qué es lo que constituye lo desgraciado, lo desnudo de aquellos que se sienten ricos y aumentados
con bienes? Es el deseo de la justicia de Cristo. En su propia justicia ellos son representados como
estando vestidos con vestiduras viles, y sin embargo en esta condición, ellos se jactan de estar vestidos
con la justicia de Cristo”.24
Los Laodiceanos están en una condición de ceguera espiritual.
Aun cuando “no son completamente ciegos”25, están en un estado en el cual no son capaces de discernir
sus imperfecciones y deficiencias espirituales. A menos que compren el colirio para que puedan ver
claramente, su estado solo puede progresar hacia la ceguera total.
Cualquiera de estas condiciones, persistentemente mantenida, es suficiente como para obligar a Jesús a
finalmente rechazar la tibieza de los Laodiceanos.

¿Pero las cosas son realmente tan malas?

Es extremadamente difícil para nosotros colocarnos a nosotros mismos y la “gran mayoría” de la


iglesia, en ese cuadro. No es que no reconozcamos que hay problemas entre nosotros, siendo que
algunos de ellos son serios. Sin embargo, en nuestros corazones podemos estar inclinados a sentir que
el cuadro que ha sido pintado, lo ha sido con colores muy negros, con pintura muy gruesa; que
ciertamente las cosas no son tan malas como han sido descritas aquí. Después de todo, somos parte de
Laodicea, y sabemos qué clase de personas componen Laodicea. ¿Pueden ellos ser real y justamente
descritos en esos términos?
Las anteriores caracterizaciones pueden verdaderamente describir a los Israelitas de antaño, razonamos,
o a la iglesia de la generación de Ellen White. ¿Pero la iglesia de la cual nosotros hacemos parte?
Emocionalmente, probablemente tenemos dificultades en hacer tal aplicación.
Tal vez estemos inclinados a veces a ser un poco duros con las personas que enfatizan estos problemas.
Podemos caracterizarlos como críticos o aun como creadores de problemas, lo cual, realmente, puede
ser verdadero para algunos.
19
Que Dios sea paciente no indica que los objetos de Su paciencia están en un relacionamiento salvífico con Él. En su
resignación Él espera que ellos se arrepientan de tal manera que Él pueda perdonarlos, purificarlos, y salvarlos.
20
7CBA:964.
21
5T:619.
22
4T:88.
23
4T:88.
24
RH, 7 de Agosto de 1894.
25
RH, 23 de Noviembre de 1897.
Pág. 8
Pero no nos atrevemos a cerrar nuestras propias conclusiones o nuestras reacciones emocionales a la
voz del Testigo Verdadero. Al hacer eso, podemos estar colocándonos a nosotros mismos donde el
Espíritu Santo no nos puede alcanzar de la manera que tiene que hacerlo.
“El testimonio, tan cortante y severo, no puede estar errado, porque es el Testigo verdadero el que
habla, y Su testimonio tiene que estar correcto”.26
Hay una grave lección para nosotros en la experiencia de la iglesia de Laodicea en Asia, tal como es
descrita en el Espíritu de Profecía.
“Una muy excelente labor ha sido hecha sobre la iglesia de Laodicea. Para ellos fue escrita esta
exhortación: ‘Sed por lo tanto perfectos, así como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto’. Pero
la iglesia no siguió el trabajo iniciado por los mensajeros de Dios. Ellos escucharon, pero fallaron en
apropiarse de la verdad, y de llevar adelante la instrucción que se les dio. El resultado que se siguió es
el resultado siempre seguro al rechazar las advertencias y las súplicas del Señor”.27
En Su amorosa preocupación y deseo de salvarnos a nosotros los Laodiceanos, Dios dejó estas cosas
registradas. ¿No le haremos caso y no responderemos?

La Lluvia Tardía es para los Laodiceanos.-

Mientras las condiciones de los laodiceanos es claramente seria, no es sin esperanza. El hecho de que
Cristo nos haga apelos para “comprar”, nos dice que algo puede ser hecho. Hay esperanza para los
Laodiceanos. De hecho, ¡la lluvia tardía caerá sobre los Laodiceanos!
“El consejo del Testigo Verdadero no representa a aquellos que son tibios como estando sin esperanza.
Aun hay una oportunidad para remediar su estado, y el mensaje Laodiceano está lleno de ánimo;
porque la iglesia apóstata aun puede comprar el oro de la fe y el amor, aun puede tener las vestiduras
blancas de la justicia de Cristo … Hay esperanza para nuestras iglesias si es que escuchan el mensaje
dado a los Laodiceanos”.28 [itálicos suplidos].
(En este punto tenemos que recordarnos a nosotros mismos que Laodicea no significa “tibieza”, como
comúnmente se piensa, sino “un pueblo juzgado”. Somos Laodiceanos porque vivimos en el periodo
del juicio final. Aquellos que vivan justo antes del retorno de Cristo que, a través de Él, enfrenten la
prueba del juicio, recibirán la lluvia tardía. Hay una solemne motivación en el mensaje a Laodicea).
¿Y qué es lo que hay que hacer?
Es fácil hacer planes, promover proyectos, y trabajar con la esperanza de conseguir las bendiciones y
de terminar la obra, que enfrentar los intimidantes problemas espirituales implicados en el mensaje
laodiceano. Pero también tenemos que entender que mientras no concordemos con esta condición,
todos nuestros apelos, planes, protestas, promociones y esfuerzos, no conseguirán los resultados
deseados. “No podemos depender de las formas o de la maquinaria externa” para recibir la lluvia
tardía.29 Sin una seria voluntad de hacer algo con nuestro predicamento laodiceano, aun nuestras
oraciones no tendrán ningún valor.

La negación viene naturalmente.-

Mientras leía las descripciones de la iglesia citadas anteriormente, y siendo que la iglesia desde luego
está formada por individuos, usted y yo, la negación tiene que venir naturalmente. Pero nadie que
cándidamente pondere el mensaje laodiceano, y examine la condición general de la iglesia hoy, no
esconderá su cabeza en la arena negando que nosotros cumplimos con la descripción.
Tal vez la cumplimos más de cerca hoy que en los días de la iglesia de la hermana White.
26
3T:253.
27
7CBA:964.
28
7CBA:966.
29
TM:512.
Pág. 9
“Es difícil para nosotros entendernos a nosotros mismos, tener un conocimiento correcto de nuestros
propios caracteres. La palabra de Dios es clara, pero a menudo cometemos un error al aplicarla a
nosotros mismos. Hay responsabilidad con el auto-engañó y en pensar que sus advertencias y reproches
no están dirigidos a mi. ‘El corazón es engañoso sobre todas las cosas, y desesperadamente impío:
¿quién lo puede conocer?’ La auto-jactancia puede ser construida en las emociones y en celo cristiano.
El amor propio y la confianza nos pueden asegurar de que estamos bien cuando estamos lejos de
cumplir con los requerimientos de la palabra de Dios”.30
Al terminar este capítulo voy a exponer un punto final, por el cual le pido su indulgencia, si es que está
fuera del marco. Pero algunas veces estoy confundido en relación a qué pensar con respecto a nuestra
iglesia. En este capítulo hemos recibido apenas un poco de lo que Ellen White tiene que decir acerca de
la iglesia laodiceana, la IASD. Yo creo que esto se aplica a nosotros hoy, tanto cuanto se aplicaba a la
iglesia de sus días. Y no podemos decir que sus palabras sean jactanciosas. Al contrario. Esperanzosas,
si. Apoyadoras, si. Pero no elogiosas.
Entonces a veces escucho algunos sermones de Sábado por la mañana o de reuniones campales, que
nos aseguran que, que aunque hay problemas en la iglesia, de todas maneras en nuestra consagración
generalmente estamos bien, que nuestra condición es tal que podemos tener la certeza de la salvación, y
que solo necesitamos creer más fervientemente para que Dios nos acepte. Y yo me asombro, ¿son los
escritos del Espíritu de Profecía, y los sermones que escucho, de esta misma iglesia? ¿Estaba Ellen
White y el Testigo Verdadero equivocado después de todo? O la situación es como la describió D.
Martín Lloyd-Jones al contarnos sobre su propia experiencia antes de convertirse en las iglesias a las
cuales él iba: “La predicación que teníamos estaba casi siempre basada sobre la presuposición de que
todos somos cristianos, de que no estaríamos en la congregación si no fuésemos cristianos”.31 Y es una
suposición entre nosotros, una razón para que escuchemos, o leamos, tan poco a respecto de la
necesidad de nacer de nuevo entre los ASD?
De alguna manera, siento que debo escoger para darle crédito a la pluma inspirada acerca de nuestra
situación. Aun cuando de ambas posibilidades sea considerablemente la menos confortable, aun posee
más autoridad, en mi mente. Yo no se lo que usted piensa sobre esto.
En este contexto, permítame cerrar recordándole la sentencia con la cual comenzamos este capítulo:
Las personas que se vuelven realmente serias sobre un asunto, prueban su seriedad volviéndose
deseosos de enfrentar algunas cosas que no habían estado anteriormente dispuestos a enfrentar.

30
5T:332.
31
Lloyd-Jones, D. Martín; citado por C. Raymond Colmes, “Santidad: ¿Con qué autoridad? En Journal of the Adventist
Theological Society, Volumen 5, Número 1, páginas 3-4; tal como es citado por Iain H. Murria, en D. Martín Lloyd-Jones:
Los Primeros Años, (Edinburgh: The banner of Truth Trust, 1982), página 59.
Pág. 10

Capítulo 2: La Lluvia Tardía: ¿Qué es? ¿Cuándo será? ¿Dónde será?


¿Por qué será? ¿Quién la efectuará? ¿Cómo la efectuará?

Yo tengo unos recuerdos vívidos de estaciones lluviosas en los países tropicales en los cuales hemos
vivido. Aun puedo visualizar la lluvia siendo lanzada por los vientos contra los ondulantes lonas
cayendo como cortinas sobre las ventanas, evitando que entraran en nuestra casa en las Filipinas, y
puedo escuchar los furiosos torrentes golpeando en los costados y en el techo de nuestro bungalow.
Puedo recordar las semanas que pasé con los monzones en India. Cuando llegaba el tiempo de las
lluvias, los campos quedaban figurados y aparentemente sin vida.
En la India las lluvias monzónicas comienzan en el Sur y gradualmente van hacia el Norte por el
subcontinente como una gran, gran cortina. Cuando llega la época en que ellas van a comenzar, las
personas de más al Norte están alertas para seguir su paso. ¿Vendrán las lluvias a su debido tiempo?
¿Caerán durante el tiempo suficiente? ¿Serán ellas suficientes?
Estas son cosas de vida o muerte para muchos, porque sus vidas muchas veces dependen de esas
respuestas. Y cuando las lluvias finalmente llegan, hay alegría. He visto personas pararse bajo la
primera lluvia y deleitarse como si estuviesen bajo la ducha de su baño.
Así también es en Palestina, las personas dependían de las estaciones lluviosas para el sostenimiento de
la vida. Cuando Moisés advirtió a los Israelitas de los resultados de la desobediencia a Dios, él dijo:
“Jehová te herirá de tisis, de fiebre, de inflamación y de ardor, con sequía, con calamidad repentina y
con añublo; y te perseguirán hasta que perezcas. Y los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce,
y la tierra que está debajo de ti, de hierro” (Deut. 28:22-23).
En los tiempos bíblicos, los Israelitas entendieron que las lluvias, como cualquier otra cosa en la
naturaleza, eran controladas por Dios. Él las daba de acuerdo a Su voluntad. En la obediencia teocrática
y en la cooperación traía lluvias, y la desobediencia y en la rebelión podían resultar en sequía (Deut.
11:13-14; 28:15, 24).
Tenemos que recordar que todas estas cosas fueron “escritas para nuestra amonestación” (1 Cor. 10:11).
En Palestina la estación lluviosa comienza a fines de Octubre o a comienzos de Noviembre y va hasta
fines de Marzo o comienzos de Abril. La lluvia no cae en otras épocas del año. De tal manera que lo
que la Biblia llama de lluvia temprana, viene en el Otoño, y hace posible el arar y el sembrar. La lluvia
tardía viene en la primavera, al término de la estación mojada, y hace madurar el grano para la cosecha.
Las lluvias simbolizan, según Oseas, una obra hecha por el Señor. “Conozcamos al Eterno, insistamos
en conocerlo. Su venida es tan segura como el alba. Vendrá a nosotros como la lluvia otoñal, y como la
lluvia primaveral que riega la tierra”. (Oseas 6:3; ver también 2 Samuel 23:2-4).

La Aplicación Espiritual.-

Este significado espiritual, que tal vez aluda a otros escritores del Antiguo Testamento (Isa. 44:3; Joel
2:28-29), no es más desarrollado en la Biblia. Para eso tenemos que ir al Espíritu de Profecía.
“El derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue el comienzo de la lluvia temprana, y
gloriosos fueron los resultados. Hasta el fin del tiempo, la presencia del Espíritu ha de morar con la
iglesia fiel”.32
Cuando el Espíritu fue derramado en el Pentecostés, en una dotación singular de poder, no terminó ahí.
El Espíritu estaría con la iglesia hasta el fin del tiempo.
32
Hechos de los Apóstoles:45.
Pág. 11
Aplicando la lección a la iglesia, ya que la lluvia temprana facilitaba el arar y el sembrar, y las lluvias
continuaban durante toda la época lluviosa para que los granos continuaran creciendo, así el Espíritu
está con Su pueblo durante todo el tiempo para que haya un desarrollo espiritual del pueblo de Dios.
Pero a menos que nosotros individualmente continuemos recibiendo esa lluvia espiritual, no nos
habremos desarrollado espiritualmente los suficiente como para recibir la lluvia tardía.
“Pero a menos que la primera lluvia haya caído, no habrá vida; el brote verde no surgirá. A menos que
los primeros chubascos hayan hecho su obra, la lluvia tardía no puede perfeccionar ninguna semilla”.33
¿Será que leímos esa declaración en forma mecánica? Mirémosla nuevamente. A menos que el grano
haya recibido suficiente humedad a través de su periodo de crecimiento, como para llevarlo a un cierto
grado de desarrollo, en el tiempo de las últimas lluvias de la estación, esas lluvias no le harán ningún
bien al grano, porque es esencial que el grano tenga ya un cierto crecimiento para que pueda madurar
para la cosecha a través de esas lluvias finales. Así, a menos que el Espíritu Santo, día a día, momento a
momento, esté disponible para llevar a cabo una obra de desarrollo en nuestros corazones y vidas, de
tal manera que cada vez seamos más parecidos a Jesús, estaremos en peligro de no estar
suficientemente desarrollados espiritualmente como para ser beneficiados por, y así poder recibir, la
lluvia tardía.
“La maduración del grano representa la terminación de la obra de la gracia de Dios en el alma. Por el
poder del Espíritu Santo la imagen moral de Dios ha de ser perfeccionada en el carácter. Hemos de ser
totalmente transformados a la semejanza de Cristo”.34

¿Cuándo Debemos Recibir la Lluvia Tardía?

Una pregunta de gran importancia para los ASD es, ¿cuándo será derramada la lluvia tardía? Ellen
White le dio una respuesta a esta pregunta cerca de cien años atrás. En 1897 ella escribió:
“Es el tiempo de la lluvia tardía, cuando el Señor dará liberalmente de su Espíritu”.35
Esta declaración ha sido una fuente de problemas para algunos. Si el tiempo de la lluvia tardía llegó
hace más de cien años atrás, ¿dónde está esa lluvia? Obviamente, no ha caído, porque los
impresionantes y dramáticos eventos predichos para ese tiempo aun no han sucedido.
“Vendrán siervos de Dios con semblantes iluminados y resplandecientes de santa consagración, y se
apresurarán de lugar en lugar para proclamar el mensaje celestial. Miles de voces predicarán el mensaje
por toda la tierra. Se realizarán milagros, los enfermos sanarán y signos y prodigios seguirán a los
creyentes”.36
La escritora continua para decirnos que la luz penetrará por todas partes; y ni la iglesia, ni la familia ni
ningún otro tipo de obstáculo impedirán que multitudes puedan recibir la verdad. Esto no se ha
cumplido desde 1897; y no se está cumpliendo ahora.
Pero, nuevamente recordamos, que Ellen White dijo, en 1897, que es el tiempo de la lluvia tardía.
¿Cómo debemos entender esto?
Los años que pasé en el trópico me han ayudado a encontrar una respuesta. Ahí, tal como sucede en la
Tierra Santa, hay un cierto tiempo cuando las lluvias son esperadas. Hemos visto que en Palestina
comienzan normalmente a fines de Octubre o a comienzos de Noviembre. En la India son esperadas en
Junio y van hasta Octubre.
Pero las lluvias no siempre vienen en el tiempo esperado. Algunas veces se demoran varias semanas en
llegar, lo cual produce una considerable ansiedad en la nación. Así que, aun así, en la India, en Junio es
el tiempo para que los monzones traigan las lluvias, y que por alguna razón no llegan en el tiempo
esperado.
33
Testimonios para Ministros:515.
34
Testimonios para Ministros:515.
35
Testimonios para Ministros:521.
36
Conflicto de los Siglos:670.
Pág. 12
Muy probablemente los agricultores de la India no entienden las bases del retrazo, aun cuando los
meteorologistas puedan hacerlo. El agricultor apenas sabe que las lluvias no han llegado, y que por lo
tanto, su cosecha está en peligro.
Es el tiempo de la lluvia tardía. Usted y yo estamos viviendo en ese tiempo. La iglesia ha estado en el
tiempo de la lluvia tardía durante muchos años. Pero ha habido un retrazo, un gran retrazo. ¿Por qué?
Una razón es que el propio Dios va a escoger la hora y las circunstancias para el derramamiento de la
lluvia tardía.
Hay tiempos cuando podemos sentir que las cosas en la iglesia están maduras como para que suceda el
derramamiento, pero eso no sucede.
“Las circunstancias pueden parecer favorables para un rico derramamiento de la lluvia de gracia. Pero
Dios mismo es quien debe ordenar a la lluvia que caiga”.37
Otra razón encontrada en los escritos del Espíritu de Profecía coloca la carga sobre la propia iglesia.
“Durante cuarenta años, la incredulidad, la murmuración y la rebelión impidieron la entrada del antiguo
Israel en la tierra de Canaán. Los mismos pecados han demorado la entrada del moderno Israel en la
Canaán celestial. En ninguno de los dos casos faltaron las promesas de Dios. La incredulidad, la
mundanalidad, la falta de consagración y las contiendas entre el profeso pueblo de Dios nos han
mantenido en este mundo de pecado y tristeza tantos años”.38
“Cuando los obreros tengan un Cristo que more permanentemente en sus almas, cuando todo egoísmo
esté muerto, cuando no haya rivalidad ni lucha por la supremacía, cuando exista unidad, cuando se
santifiquen a sí mismos, de modo que se vea y sienta el amor mutuo, entonces las lluvias de gracia del
Espíritu Santo vendrán sobre ellos tan ciertamente como que la promesa de Dios nunca faltará en una
jota o tilde. Pero cuando es rebajada la obra de otros, para que los obreros puedan mostrar su propia
superioridad, demuestran que su propia obra no lleva la señal que debiera. Dios no puede bendecirlos
(Manuscrito 24)”.39
“A veces surge la pregunta: ‘¿Por qué, si tenemos la verdad, no vemos una mayor manifestación del
Espíritu de Dios?’. Dios no se puede revelar a Sí mismo hasta que aquellos que profesan ser cristianos
sean hacedores de Su palabra en sus vidas privadas, hasta que haya unidad con Cristo, una santificación
del cuerpo, alma y espíritu. Entonces serán templos adecuados para la habitación del Espíritu Santo”.40
Ciertamente que estas palabras debieran mover a cada uno de nosotros cándidamente a orar con el
sentimiento del Salmo 139:23-24, que dice: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y
conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí algún camino de perversidad, y guíame en el camino
eterno”.

El Propósito y el Mensaje de la Lluvia Tardía.-

¿Cuál es el propósito de la lluvia tardía? Una declaración de Maranata (página 170) nos dice el
propósito. También nos ayuda a colocar un tiempo en la pregunta: ¿Cuándo será derramada la lluvia
tardía? Al describir las condiciones prevalecientes cuando venga.
Ella será derramada justo antes al cierre de la puerta de la gracia, un poco antes que caigan las últimas
siete plagas sobre la humanidad. Las naciones estarán en gran turbulencia, listas para estallar en una
furia incontrolable, pero serán restringidas en una forma sobrenatural, de tal manera que la obra final
del evangelio pueda ser completada.
“En aquel tiempo”, se nos dice, “vendrá la ‘lluvia tardía’, o el refrigerio por la presencia del Señor”.

37
Testimonios para Ministros:517-518.
38
Maranata:59; Evangelismo:505; 1MS:78. Año 1883; Ver también 1T:714-715.
39
1 Mensajes Selectos:206, 1896.
40
4 Manuscritos Liberados:338.
Pág. 13
Entonces podemos dar los propósitos de la lluvia tardía: 1) “Para darle poder al alto clamor del tercer
ángel, y” 2) “preparar a los santos para permanecer firmes cuando las siete últimas plagas sean
derramadas”. (itálicos suplidos).
A través de la lluvia tardía “ellos son preparados para la hora de la prueba que está ante ellos”.41
También es descrita como para preparar “a la iglesia para la venida del Hijo del hombre”.42 La lluvia
tardía y el alto clamor del tercer ángel son sinónimos, tal como lo vemos en Primeros Escritos:271
(paginación en inglés).
Se nos dice que esa es la substancia del mensaje que será dado bajo el poder de la lluvia tardía, en
Testimonios para Ministros:92 (paginación en inglés). Es el mismo mensaje presentado en 1888. Es la
“justificación por la fe con certeza”. Convidará a los hombres y mujeres “a recibir la justicia de Cristo,
la cual se hace manifiesta en la obediencia a todos los mandamientos de Dios”. Esto, se nos dice, “es el
mensaje del tercer ángel, el cual será proclamado con un alto clamor, y será asistido con el
derramamiento de Su Espíritu en gran medida”. Este mensaje, “el mensaje del poder renovador de la
gracia de Dios será llevado a todo país y clima, hasta que la verdad alcance a todo el mundo”.43

“Un Terrible Error”.-

Hemos citado tres razones que ha ofrecido Ellen White para dar la lluvia tardía. Una de ellas requiere
nuestra especial atención: “para preparar a los santos para permanecer firmes cuando sean derramadas
las siete últimas plagas”.
Estas palabras a veces son entendidas como queriendo significar que, sin importar si la condición
espiritual de los ASD es casual o indiferente, aquellos que van a pasar por las siete últimas plagas, se
les dará la lluvia tardía para prepararlos de una manera especial para ese tiempo. Pueden haber sido
relajados en su vida cristiana, pueden haber sabido que debieran haber sido más sinceros, más celosos,
en su experiencia cristiana. Ellos han eliminado esas cosas. La lluvia tardía tomará cuenta de eso. Los
‘meterá’ en una experiencia espiritual que ellos han negligenciado adquirir antes.
Aquellos que piensen que estos “están cometiendo un terrible error”. “Muchos han fallado en gran
medida en recibir la lluvia temprana”. La lluvia tardía no le trae una milagrosa experiencia espiritual a
los hombres y mujeres que no han, en sus vidas diarias, “obtenido todos los beneficios que Dios ha
provisto para ellos”.44
Esta materia merece varias declaraciones del Espíritu de Profecía para poderla entender mejor.
“No debemos esperar por la lluvia tardía. Ella vendrá sobre todos los que la reconozcan y aprovechen
el rocío y los aguaceros de la gracia que cae sobre nosotros [ahora]”.45
“Podemos estar seguros que cuando el Espíritu Santo sea derramado, aquellos que no han recibido ni
apreciado la lluvia temprana, no verán ni entenderán el valor de la lluvia tardía”.46
“Aquellos que no hacen esfuerzos decididos, sino que simplemente esperan que el Espíritu Santo los
compela a la acción, perecerán en tinieblas”.47
“Vi que muchos negligenciaban la preparación tan necesaria, esperando que el tiempo del ‘refrigerio’ y
de la ‘lluvia tardía’ los habilitase para estar en pie en el día del Señor, y vivir a Su vista. ¡Oh, cuántos vi
yo en el tiempo de angustia sin abrigo! Habían negligenciado la necesaria preparación, y por lo tanto no
podían recibir el refrigerio que todos necesitan tener para habilitarlos a vivir a la vista de un Dios
santo”.48
41
El Conflicto de los Siglos:613 (paginación en inglés)
42
Testimonios para Ministros:506. (paginación en inglés).
43
Consejos para Padres, Profesores y Alumnos:532. (paginación en inglés).
44
Testimonios para Ministros:507. (paginación en inglés).
45
7 CBA:984.
46
Testimonios para Ministros:399. (paginación en inglés). (Itálicos suplidos).
47
Servicio Cristiano:228. (paginación en inglés).
48
Primeros Escritos:71.
Pág. 14
“Se me mostró al pueblo de Dios esperando que ocurriera un cambio, que un poder compelidor tomara
cuenta de ellos. Pero quedarán decepcionados, porque están errados. Ellos tienen que actuar, tienen que
hacer la obra ellos mismos y pedirle sinceramente a Dios por un verdadero conocimiento de ellos
mismos … La cosecha de la tierra está casi madura”.49
“¿Estamos esperando la lluvia tardía, confiadamente esperando un día mejor, cuando la iglesia sea
llenada con poder de lo alto y así esté lista para trabajar? La lluvia tardía nunca refrigerará ni vigorará a
los indolentes, que no usan los poderes que Dios les ha dado”.50
Así, cuando leemos que un propósito de la lluvia tardía es “preparar a los santos para permanecer
firmes cuando las siete últimas plagas sean derramadas”, significa que es una persona ya preparada
espiritualmente por el Espíritu Santo. Ellos se han metido “en la iglesia, tanto intelectual como
espiritualmente, de tal manera que no pueden ser movidos”.51 A estos les será dada una fe
correspondiente con la necesidad, y una determinación santa, y una fortaleza que les hará posible andar
por ese periodo peligroso. No nos será posible sobrevivir en ese tiempo, si no tenemos esa preparación.
En este contexto observamos que es “la lluvia tardía la que los revive y los fortalece (al pueblo de
Dios) para pasar a través del tiempo de angustia”.52
De tal manera que la lluvia tardía no es una experiencia milagrosa para aquellos que no han tenido una
relación íntima y creciente con Jesús antes de ese tiempo.
“Tenemos que estar seguros que cuando el Espíritu Santo sea derramado, aquellos que no recibieron ni
apreciaron la lluvia temprana, no verán ni entenderán el valor de la lluvia tardía”.53

La Lluvia Tardía Vendrá.-

“A través de todas nuestras iglesias tiene que haber una reconversión, y una reconsagración al servicio.
… Ríos de poder espiritual serán derramados sobre aquellos que estén preparados para recibirlos”.54
La lluvia tardía vendrá súbitamente, nos dice la pluma inspirada, y con diez veces más poder que aquel
que acompañó el Clamor de Medianoche en 1844.55
“Toda la iglesia, actuando en forma unida y armoniosa, tiene que ser una agencia viva y activa, movida
y controlada por el Espíritu Santo”.56
No sabemos todas las razones para el retrazo de la lluvia tardía. Dios, en Su inescrutable sabiduría,
posee razones que ni siquiera entendemos. Pero podemos entender nuestra parte en el retraso. Y
podemos hacer algo con respecto a esto.
“Hoy habéis de entregaros a Dios para que os haga vasos de honra aptos para su servicio. Hoy habéis
de entregaros a Dios para que seáis vaciados del yo, vaciados de la envidia, los celos, las malas
conjeturas, las contiendas, de todo lo que deshonre a Dios. Hoy habéis de tener purificado vuestro vaso
para que esté listo para el rocío celestial, listo para los chaparrones de la lluvia tardía, pues vendrá la
lluvia tardía y la bendición de Dios llenará cada alma que esté purificada de toda contaminación”.57
“Cuando coloquemos nuestros corazones en unidad con Cristo, y pongamos nuestra vida en armonía
con su obra, el Espíritu que descendió sobre los discípulos en el día de Pentecostés descenderá sobre
nosotros (Review and Herald, 30 de Junio de 1903)”.58

49
1T:261. (paginación en inglés).
50
Maranata:212. (paginación en inglés).
51
4 CBA:1161. (paginación en inglés).
52
7 CBA:984. (paginación en inglés).
53
Testimonios para Ministros:399. (paginación en inglés).
54
Review and Herald, 26 de Noviembre de 1903.
55
Ver Daily Bulletin of the General Conference, 5 de Febrero de 1893, página 152.
56
8 T:47. (paginación en inglés).
57
1 Mensajes Selectos:223.
58
El Evangelismo:506.
Pág. 15
La siguiente sobria declaración refuerza el concepto de que si no estamos preparando nuestras almas
hora tras hora, la lluvia tardía no nos valdrá de nada. Primero hace una no comprometedora declaración
acerca de lo que es necesario para poder recibir el derramamiento del Espíritu:
“Ninguno de nosotros recibirá jamás el sello de Dios mientras nuestros caracteres tengan una mancha.
Nos toca a nosotros remediar los defectos de nuestro carácter, limpiar el templo del alma de toda
contaminación. Entonces la lluvia tardía caerá sobre nosotros como cayó la lluvia temprana sobre los
discípulos en el día de Pentecostés.59
Algunos de nosotros tienden a recordar fuertes testimonios tal como este. Pero esa respuesta puede ser
una señal de que necesitamos evaluar nuestro estado y nuestra permanencia con Dios.
La Parte Dos de este libro es una tentativa para lidiar con el asunto de la purificación del alma y varios
otros asuntos relacionados. Mientras tanto, recordemos un texto, muy familiar: “Si confesamos
nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y para purificarnos de toda
injusticia”. (1 Juan 1:9).
Si sinceramente confesamos, no tratando de ocultar nada, sin racionalizar nada, sin dejar nada atrás, Él
perdona, completamente y sin reservas. Y Él nos purifica de tal manera que “ni una mancha o mácula”
quedará sobre nuestras almas.
“Cristo es capaz de salvar hasta lo máximo a todo aquel que va a Él en fe. Él los purificará de toda
contaminación si es que se lo permiten. Pero si se aferran a sus pecados, no podrán ser salvos; porque
la justicia de Cristo no cubre ningún pecado del cual no se hayan arrepentido”.60

La Prueba del Padre.-

No solo los cristianos que reciben la lluvia tardía se han estado preparando diariamente para su
recepción; Dios probará previamente a todos los que la reciban para que demuestren que se les puede
confiar ese Don.
“Antes de darnos el bautismo del Espíritu Santo, nuestro Padre celestial nos probará, para ver si
podemos vivir sin deshonrarlo”.61
“El mensaje del tercer ángel iluminará la tierra con su gloria; pero solo aquellos que han resistido la
tentación en la fuerza del Todopoderoso se le permitirá hacer parte en su proclamación cuando se haya
convertido en el alto clamor”.62
Observe, ahora, la seguridad en estas palabras:
“Cuando un hombre es llenado con el Espíritu Santo, mientras más severamente es probado, más
claramente él prueba que es un verdadero representante de Cristo en palabra, en espíritu, en acción”.63
“Aquellos que surgen en cada punto, y que soportan todas las pruebas, y vencen, sea cual fuere el
precio, han escuchado el consejo del Testigo Verdadero, y recibirán la lluvia tardía para la traslación”.64
La sierva del Señor hace un paralelo entre la transfiguración de Cristo y la experiencia de Su pueblo
con la lluvia tardía. Jesús estaba espiritualmente listo para la última prueba, pero al aproximarse la
cruz, necesitó fuerzas físicas y morales y ánimo para la experiencia. Él la recibió en la transfiguración.
Así también el pueblo de Dios que tendrá que atravesar el tiempo de angustia y las plagas estará
espiritualmente listo pero recibirá la fuerza necesaria y el ánimo para esa prueba rigurosa de la lluvia
tardía.
“En la transfiguración, Jesús fue glorificado por Su Padre … Así, antes de ser traicionado y crucificado,
fue fortalecido para Sus pavorosos sufrimientos. Como miembros del cuerpo de Cristo se aproximen al

59
2 Joyas de los Testimonios:69.
60
7 CBA:931. (paginación en inglés)
61
Carta 22, 1902.
62
Review and Herald, 19 de Noviembre de 1908.
63
1 Manuscritos Liberados:370.
64
2 Spiritual Gifts:226.
Pág. 16
periodo de su último conflicto, ‘el tiempo de angustia de Jacob’, ellos crecerán en Cristo, y compartirán
grandemente de Su espíritu … Es la lluvia tardía que los revive y los fortalece para pasar a través del
tiempo de angustia. Sus rostros brillarán con la gloria de esa luz que acompaña el tercer ángel”.65
El cuadro es claro. No es el descuidado, el casual, el espiritualmente indolente, el que recibe la lluvia
tardía. No es el que no está preparado el que recibirá poder para vencer el pecado. La lluvia tardía viene
sobre un pueblo preparado, victorioso, para adecuarlos para que salgan y terminen la obra, para que
estén listos para el gran tiempo de angustia, y para prepararlos para encontrarse con Jesús cara a cara.
“El refrigerio o el poder de Dios viene solo sobre aquellos que se han preparado a sí mismos para
ello”.66

La Lluvia y la Cosecha.-

Un ministro amigo mío comenzó su ministerio como pastor en una de las grandes provincias trigueras
de Canadá. Muchos de los miembros de la iglesia eran agricultores que sembraban trigo.
Un día de fines de verano él estaba visitando uno de esos miembros, el cual lo convidó para que fuera
con él a darle una mirada al trigo. Juntos entraron en el dorado grano, que les llegaba hasta la cintura,
acre tras acre.
Mientras estaban admirando la prometedora cosecha, el agricultor cortó un par de cabezas de trigo y las
frotó entre sus manos, separando los granos de la paja.
Examinando los granos con una mirada experta, observó: “Este trigo necesita una buena lluvia más
para estar listo para la cosecha”.
“Para nosotros las bendiciones recibidas bajo la lluvia temprana son necesarias hasta el fin. Sin
embargo, ellas solas no serán suficientes. Por otra parte, mientras apreciamos la bendición de esta
lluvia, no debemos perder de vista el hecho de que sin la lluvia tardía para que llene las espigas y
madure el grano, la cosecha no estará lista para la hoz y el trabajo del sembrador habrá sido en vano”.67
Pero si ese grano hubiera estado hirsuto, inmaduro, no habría recibido ningún beneficio de la lluvia
final. No habría resultado en ningún crecimiento para él. Aquel que ha sido atrofiado, continúe siendo
atrofiado.
La misma situación se le aplicará al profeso pueblo de Dios que no ha estado creciendo
espiritualmente. Ellos no recibirán ningún beneficio del final derramamiento del Espíritu.
“¿Estamos esperando la lluvia tardía, confiadamente esperando un día mejor, cuando la iglesia sea
llenada con poder de lo alto y así esté lista para trabajar? La lluvia tardía nunca refrigerará ni vigorará a
los indolentes, que no usan los poderes que Dios les ha dado [hoy]”.68

¿Cómo, Entonces, Podemos Estar Listos?

¿Cómo podemos estar listos para la lluvia tardía? Hemos tocado algunos problemas que nos muestran
lo que tenemos que hacer para despejar el camino, y hemos examinado algunos pasos positivos que
tienen que ser dados para estar listos.
Con estas cosas claras en la mente, nuestra respuesta puede ser resumida una simple declaración: “Si
usted es justo con Dios hoy, usted está listo si Cristo viene hoy”.
En el contexto de la lluvia tardía, podemos parafrasear esta declaración así: “Si usted es justo con Dios
hoy, usted está listo si la lluvia tardía cae hoy”.

65
1 T:353. (paginación en inglés)
66
1 T:619. (paginación en inglés)
67
Recibiréis Poder:308. Ver Testimonios para Ministros:507-508. (paginación en inglés)
68
Maranata:212. (paginación en inglés)
Pág. 17
La declaración continua diciéndonos lo que significa ser justo: “Lo que necesitamos es Cristo formado
dentro de nosotros, la esperanza de gloria”.69
“Tenemos ahora las invitaciones de la misericordia para que seamos vasos para honra, y entonces no
tenemos que preocuparnos acerca de la lluvia tardía; todo lo que tenemos que hacer es guardar el vaso
limpio y preparado y vuelto hacia arriba, para la recepción de la lluvia tardía”.70
Ellen White continua para calificar esta declaración: para que ese vaso pueda recibir la lluvia, el
corazón, tiene que ser completamente purificado de toda iniquidad y contaminación, y el yo tiene que
ser crucificado, ahora.
“Habéis de tener hoy vuestro vaso purificado, para que esté listo para el rocío celestial, listo para los
aguaceros de la lluvia tardía; pues la lluvia tardía vendrá, y la bendición de Dios llenará toda alma que
esté purificada de toda contaminación. Es nuestra obra hoy en día rendir nuestras almas a Cristo, para
que estemos preparados para el tiempo del refrigerio de la presencia del Señor: preparados para el
bautismo del Espíritu Santo”.71
“Es el tiempo de la lluvia tardía, cuando el Señor dará en gran medida Su Espíritu”.72
“Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía. Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante, y
hierba verde en el campo a cada uno”. Zacarías 10:1.
“Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre
tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos”. Isaías 44:3.

69
En Los Lugares Celestiales:227. (paginación en inglés)
70
1 Manuscritos Liberados:179.
71
El Evangelismo:509.
72
Testimonios para Ministros:512. (paginación en inglés)
Pág. 18

Parte Dos

Capítulo 3: La Parte de Dios – La Atracción de Dios

Las personas que reciban la lluvia tardía habrán llegado a entender que, como miembros de la iglesia
laodiceana, han sido una puerta cerrada entre ellos mismos y el Salvador, lo cual los ha impedido de
alistar sus corazones y de entregarse a una experiencia esencial para su salvación. Debido a la atracción
de Dios, ellos comenzaron a entender que necesitaban la experiencia de la lluvia temprana antes que
pudieran estar listos para la lluvia tardía.
“Y si soy levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”. (Juan 12:32 KJV).
Tiempo de guerra. Inglaterra. 1944. Como médico vistiendo el uniforme de la Real Fuerza Aérea
Canadiense, yo fui destinado a un pequeño hospital en una estación de bombas Canadiense al Norte de
Inglaterra.
Yo había sido bautizado doce años antes como ASD, había estado frecuentando un colegio Adventista
antes de unirme a la Fuerza Aérea. Un año después de unirme a ellos, me encontré en Inglaterra.
Durante algún tiempo la emoción de estar en la histórica Inglaterra, y en cierto grado, ligado a una gran
fuerza aérea ayudando a terminar la guerra con Alemania, cautivó mi atención. Pero cuando el romance
se desvaneció, la rutina se volvió aburrida, y el fastidio y el descontento eran mis frecuentes
compañeros.
Mientras tanto, me había unido a las filas del tibio laodiceanismo. Mi experiencia cristiana estaba en un
nivel muy bajo, y mi estilo de vida reflejaba muy pobremente los principios Adventistas.
Estuve en estas condiciones por algunos meses, cuando el Espíritu Santo comenzó a trabajar conmigo.
Debido a Su constreñimiento comencé a sentirme muy malhumorado, un estado que continuó durante
varias semanas. Un día yo estaba en las profundidades de la tristeza, y al día siguiente, en un alto
espíritu.
Esto se hizo tan pronunciado que en una ocasión mi sargento me dijo: “Usted es la persona más
malhumorada que he encontrado en toda mi vida”.
Él, desde luego, no puede haber entendido la razón para ello. Pero yo sabía que era debido a que el
Espíritu Santo me estaba atrayendo, y yo estaba luchando contra ese constreñimiento.

Atraído por el Imán Moral.-

El Cielo ha ordenado que la cruz sea el punto principal del universo moral, el imán moral, hacia el cual
no solo la humanidad, sino que toda la inmensa creación inteligente es atraída.73 En verdad, este
pequeño planeta donde la cruz de Jesús fue levantada está destinado, al parecer, a ser finalmente el
centro del universo (Apoc. 21:1-3), y todo debido a esa cruz.
Todo el poder salvador del universo, entonces, está centrado en, y fluye de, la cruz de Cristo. Fuera de
la cruz no hay nada.
“El único plan que podía ser llevado a cabo para salvar la raza humana fue aquel que pedía la
encarnación, la humillación, y la crucifixión del Hijo de Dios, la Majestad del Cielo”.74

73
El Griego de Juan 12:32 no posee la palabra “hombres”, sino que simplemente “todos”. Los “hombres” lógicamente están
incluidos y suplidos (“personas” sería un término más adecuado). Pero el cuadro bíblico y del Espíritu de Profecía es que
está incluido mucho más que la mera humanidad. Ver Col. 1:20, los comentarios de Ellen White sobre Juan 3:14-17 y
5T:1132.
74
Signs of the Times, 20 de Enero de 1890.
Pág. 19
El concepto de atraer sugiere una distancia no deseada entre ambos. También puede sugerir resistencia.
Esta atracción continua es para los tibios laodiceanos. En verdad, la metáfora de Apoc. 3:14-22 no
contiene explícitamente la idea de atraer. Pero la tiene implícitamente. Permítanme ilustrarlo.
George y mi esposa, Marge, tienen un desacuerdo del cual resultan algunas palabras. Después de algún
tiempo Marge se va del living, se va a su dormitorio y cierra la puerta. Esa puerta cerrada es un símbolo
de la obstrucción en su relacionamiento.
El tiempo pasa. Entonces Marge escucha un suave golpe en la puerta. Al comienzo no responde. Pero el
golpe en la puerta continúa. Ese golpe finalmente suaviza su actitud, la conduce hacia la puerta, la
induce a abrirla, y, esperamos, contribuye a que encuentren un acuerdo una vez más.
La puerta cerrada, y el continuo golpeteo, de Apocalipsis 3 nos habla del corazón laodiceano no
entregado, no negado.
El cuadro de Jesús llamando ilustra Su esfuerzo para ganar nuestra atención y para atraernos a Él
mismo de tal manera que abramos nuestros corazones, y que nos entreguemos a nosotros mismos a Él
para que Él pueda ser el Señor de nuestros corazones y de todo en nuestras vidas.

Es la Naturaleza del Amor la que Atrae.-

¿Qué es lo que nos atrae hacia Jesús? ¿A la cruz? Hay muchas cosas, siendo que todas pueden ser
resumidas en el amor, y provenientes del amor.
Debido a que Dios es amor, Él no puede ayudarnos a no ser con amor. Y es la naturaleza del amor la
que nos atrae. Así dijo el Señor del recalcitrante Israel, a través de Oseas: “Con cuerdas humanas los
atraje, con cuerdas de amor”. (Oseas 11:4).
Su amor por nosotros, demostrado de tantas maneras, nos alcanza, así como nos alcanzan los rayos del
sol, afectando a todo lo que tocan.
El amor atraedor de Cristo es moral, no es irresistible. Es, alguien ha dicho, “la divina respuesta para la
inhabilidad humana”.
Dios vio al hombre en su estado perdido, y recordemos que, eso me incluye a mi y a usted, en su
impotencia, en su ceguera, en su espantosa condición de ignorancia. Y el amor divino del Padre y del
Hijo salió con una simpatía inexpresable y con un deseo tal de ayudar, que no lo comprenderemos
nunca. Y de ese deseo comprensivo de ayudar, el amor traspasó aquella vasta, fría y negra distancia que
el pecado creó entre nosotros y Dios, para tocar y calentar a una vida espiritual el corazón insensible y
pecaminoso, incapaz de responder por sí mismo. Porque, dijo Jesús, “nadie puede venir a Mí a menos
que el Padre … lo atraiga” (Juan 6:44). “Nadie busca a Dios, sino que Dios nos busca a todos”, dijo un
filósofo cristiano francés. En las palabras del himno, Dios “me amó cuando yo no lo busqué”.
Y a menos que el corazón permanezca inflexiblemente tan duro como una roca en el sol, será atraído
para que se vuelva como una flor al calor de ese amor, y se abrirá y crecerá. Eso es lo que el amor
divino, respondiendo, hace en nosotros.
(Debemos observar que uno no necesariamente tiene que ser un tremendo ateo o un escéptico para ser
duro. Uno puede sentarse en un banco de una iglesia Sábado tras Sábado y poseer esa actitud).
Esta inflexible indisposición le ofrece una respuesta a una pregunta que a veces nos llega.

¿Realmente Cristo Atrae a Todos los Hombres a Sí Mismo?

Parece obvio que todos los hombres no son atraídos así. ¿Prueba esto que Cristo no puede realmente
hacer lo que Él dijo que haría?
Esta objeción fue levantada por un hombre joven que había sido convidado por un ministro a entregarle
su vida al Señor.
“Dígame”, dijo el ministro, “usted realmente cree que exista algo así como la ley de la gravedad?
“Claro que creo”.
Pág. 20
“Bien, ¿qué es eso?
“Ha sido definida como la fuerza invisible a través de la cual toda materia sobre la tierra es atraída
hacia su centro”.
El predicador fue a su escritorio y le pidió al hombre que lo acompañara. Señalando a través de la
ventana, le preguntó:
“¿Ve usted aquellas bolas doradas? Le preguntó, apuntando hacia unas cacerolas que colgaban afuera
de un negocio al otro lado de la calle.
“Si”.
“Pero qué sucede con el poder de la gravedad? Usted me dijo que era la fuerza que atrae toda materia
hacia el centro de la tierra, sin embargo esas cacerolas han estado suspendidas ahí durante años”.
“Oh, pero ellas están sujetadas por aquel fierro”, respondió el hombre joven, y su rostro se ruborizó.
“Exactamente”, dijo el ministro. “Y así es como los hombres no son atraídos a Cristo, porque están
aferrados a sus pecados, sea cual fuere, ambición, negocios, placeres, lujurias. Estas son las cosas que
mantienen a los hombres atados con cadenas y les impiden entregarse al amor constreñidor de Cristo”.

Dios Ama a Aquel que Necesita Amor.-

Hemos observado que debido a que Dios es amor, lo único que Él puede hacer es amar. Y se ha
señalado que no es la atractividad del objeto de Su amor, sino que el carácter del propio amor, lo que
cuenta para su estabilidad. Él ama a aquel que necesita amor. Así, no importa cuan difícil sea a veces
entender esto, Él ama al que no merece amor tanto como al que lo merece. Y así como la naturaleza del
agua es buscar el más bajo nivel, así es la naturaleza del amor de Dios para fluir hacia aquellos que,
debido a su pecaminosidad, necesitan ese amor. Así como la naturaleza del sol es brillar sobre todos, así
es con el amor de Dios. “Dios no muestra ninguna parcialidad”. (Hechos 10:34).
Nuestra malformación moral, nuestra irritable pequeñez, nuestra rebeldía, habría alejado a cualquier
otro amor de esta raza hace miles de años atrás. Pero nosotros escuchamos en la triste pregunta de Dios
a Su antiguo pueblo en su no arrepentimiento: “¿Cómo podré abandonarte oh Efraín?” (Oseas 11:8), un
eco de Su amor por todos nosotros. Y aun más en el quejumbroso grito de Cristo: “¿Oh, Jerusalén,
Jerusalén, aquella que mata a los profetas y apedrea a aquellos que le son enviados! ¡Cuán a menudo
quise reunir tus hijos, así como una gallina reúne sus polluelos bajo sus alas, pero no quisisteis!” (Mat.
23:37); escuchamos el terrible quebrantamiento del corazón de la Deidad por Su pueblo de todas las
edades, el cual rechazó desdeñosamente el amor del cielo. Y aun así, el amor de Dios continuó
fluyendo.
“A través de todos, Su amor es inmutable. Las ondas de la misericordia pueden ser repelidas, pero una
y otra vez ellas fluyen hacia los corazones de los inmerecedores seres humanos”.75 “El amor nunca
falla” (1 Cor. 13:8). El amor siempre atrae.
El amor de Jesús salva a los pecadores que se han entregado a Él de la condena.
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira”. (Rom. 5:8-9).
Solo ocasionalmente el significado de esta declaración nos llega con toda su implicación. Nuestra
imaginación no puede permanecer por mucho tiempo en el horror de la ira final, o retener por mucho
tiempo la fuerza del asunto. Cuando el entendimiento de esta redención de esa condenación llega hasta
el hogar, qué gratitud llena nuestro corazón.
Hay muchos que sienten la atracción de Cristo, y no pocos de ellos frecuentan la iglesia semana tras
semana, los cuales entienden su necesidad, y experimentan una profunda falta de satisfacción con su
condición espiritual, pero nunca han sido capaces de encontrar algo que satisfaga esa necesidad. La voz
de la conciencia es ignorada, o no es entendida, la droga del hábito los ha embotado y están en una

75
Signs of the Times, 10 de Septiembre de 1896.
Pág. 21
letargía espiritual, las cadenas del pecado los atan, de tal manera que no se sienten capaces de liberarse
de sus ataduras.
Pero cuando las personas son calentadas, y responden y son derretidas, es porque realmente están
apreciando la naturaleza y magnitud de lo que el amor y la gracia de Dios han hecho por ellas.

¿Es el Amor de Dios Apenas una “Calidez Melindrosa”?

Que el amor de Dios es más que una “calidez melindrosa”, es un hecho que no siempre es apreciado.
Aun cuando las “calideces melindrosas” tienen su lugar, me parece que ellas apelan a aquello que es
inmaduro en nosotros. Podemos mirarlas como un confort y tal vez como seguridad cuando nuestras
verdaderas necesidades, vistas desde el lado humano, son desconfort e inseguridad. Porque, así como el
niño nunca puede aprender a encontrar la palabra correcta y desarrollar un carácter cuando sus padres
lo protegen, así Dios a veces tiene que mostrar Su amor y hacer Sus apelos a través del único medio
que Él sabe que va a funcionar bajo esas circunstancias. Así, para ganar personas, John Wesley
escribió: “Dios usa todos los medios posibles; Él usa cada avenida de sus almas. Él apela a veces a su
entendimiento, mostrándoles la tontería de sus pecados; algunas veces sus afecciones, exponiéndoles
tiernamente su ingratitud, y aun condescendiendo a preguntarles: ‘¿Qué podría haberte hecho
(consistente con mi propósito eterno, sin forzarte) que no haya hecho?’ Algunas veces Él mezcla
desafíos, ‘A menos que os arrepintáis, todos igualmente pereceréis’; y algunas veces promesas, ‘No me
acordaré más de vuestros pecados ni de vuestras iniquidades’”.76
Debido al amor que sale de esa atracción y hace con que el corazón sea más cariñoso, nace en nosotros
un deseo de experimentar la transformación del corazón a través de la gracia de Dios, un deseo de
conocer Su compasiva misericordia en nuestras vidas, un anhelo de perdón y de purificación, una
nostalgia de tener una conciencia que no nos acuse más. Hay un deseo de sentirse puro, inocente, un
deseo de verse libre de la simulación, un deseo de ser el tipo de persona que Cristo desea que seamos.
Viene un anhelo de experimentar la liberación de la tiranía del yo, un anhelo de conquistar la maldición
de la impaciencia, un deseo de no simplemente tener que cubrir el fuego del volcán de la ira, sino que
saber que nunca más volverá a encenderse. Hay un deseo de tener maestría (gobierno) con los pecados
que tan fácilmente nos asedian. Hay una búsqueda en conocer el “conocimiento experimental de Dios y
de Jesucristo a quien Él envió que transforma al hombre a la imagen de Dios. Le da al hombre el
gobierno de sí mismo, trayendo todo impulso y pasión de la naturaleza baja bajo el control de los
poderes superiores de la mente”.77
Estos impulsos deseados en el alma de los laodiceanos es una indicación de que Dios está tratando de
alertarlos a su condición y necesidades, y para atraerlos y abrirles su corazón a Él mismo.

Bendiciones Malentendidas.-

Al tratar de atraernos a Él mismo, Dios algunas veces nos bendice, y nosotros tomamos esas
bendiciones como una aprobación. Las tomamos como una prueba de que estamos en lo correcto en
relación con Él, así como los Judíos lo creyeron antiguamente, de que el hecho de que un hombre fuese
rico, era una evidencia de que Dios lo estaba mirando con aprobación. Una experiencia que tuvimos
hace varios años atrás nos da una ilustración sobre esto.
Una pareja joven vino a mi esposa y a mi pidiéndonos consejo. Eran ASD por apenas algunos meses, y
se habían unido a la iglesia por lo que nosotros considerábamos un milagro. Ambos habían estado
consumiendo drogas pesadas, y se habían vuelto esclavos de ese hábito. Eventualmente se volvieron
concientes de su situación, y temieron del control que las drogas tenían sobre ellos. Trataron de
76
Wesley, John, Works (Obras), Volumen X, páginas 233-234, citado en Una Teología del Amor, de Mildred Bangs
Wynkoop, (Kansas City, MO; Beacon Hill Press of Kansas City, 1972, página 88.
77
Reflejando a Cristo:117.
Pág. 22
desasirse del hábito, pero eran incapaces. Finalmente, en impotente desesperación, ellos clamaron a
Dios por liberación. Y sus oraciones fueron respondidas. Perdieron todo deseo por las drogas.
Regocijados con lo que Dios había hecho, se unieron a la IASD. Pero, ellos nos dijeron, que su
matrimonio estaba tan tenso como un afilado cuchillo. Ellos estaban “peleando como gato con perro”, y
dentro de muy poco su matrimonio terminaría.
Nosotros tratamos de una forma muy delicada y diplomática a ayudarlos a entender la idea de que el
problema, tal como nosotros lo veíamos, era que ellos no habían aun encontrado un relacionamiento
completo con Jesús. Él los había liberado con las drogas para mostrarles lo que podía hacer en cada
área de sus vidas si ellos se entregaban completamente a Él. Nosotros le hicimos ver que si ellos
llevaban a cabo esa entrega, si por ejemplo, cada uno de ellos le diese el derecho a Dios de gobernar al
otro o de esperar que el esposo (a) se allanara a las ideas de ella (o de él), en Su fuerza, ellos estarían
habilitados para resolver sus dificultades y podrían vivir juntos en paz.
Pero ellos rechazaron nuestra sugestión de que necesitaban una relación más profunda. Para ellos, el
hecho de que Dios había obrado un milagro en sus vidas era una prueba positiva de que eran aceptados
por Él y de que habían nacido de nuevo.
La experiencia de los Israelitas durante su vagar por el desierto prueba que esto no es necesariamente
así. Durante 40 años Dios los alimentó con maná, milagrosamente les proveyó agua, preservó sus ropas
y sus zapatos para que no se gastaran, y los protegió de diversas maneras (Ver 1 Cor. 10:1-4). Pero “con
la mayoría de ellos Dios no se agradó” (verso 5). Y había un rabino diciendo que “la generación en el
desierto no tiene participación en la vida venidera”. Nuevamente, en el siguiente pasaje tenemos la
implicación de que uno puede moverse mucho hacia Dios, y creer que es un cristiano (a). pero esto no
prueba que uno haya nacido de nuevo: “Es verdad que los hombres algunas veces se avergüenzan de
sus caminos pecaminosos, y abandonan algunos de sus malos hábitos, antes de que estén concientes de
que están siendo atraídos a Cristo. Pero cuando quiera que hagan un esfuerzo para reformarse, con un
sincero deseo de hacer lo correcto, es el poder de Cristo que los está atrayendo”.78 Pero, leemos en el
próximo párrafo: “El pecador puede resistir este amor, puede rehusar ser atraído a Cristo; pero si no
resiste, será atraído a Jesús”.
Y cuando la sórdida historia de nuestro mundo llegue a su fin, Dios podrá decirle a todos, salvos y
perdidos igualmente, “te he atraído”. Y nadie podrá decirle entonces, “No”.

Él Atrae – Simplemente Venga.-

No hay nada, nada, que podamos hacer para ir a Jesús, sino que simplemente responder a Su atracción.
Ven. Simplemente permita que Él nos atraiga.
Ni siquiera necesitamos sentirnos apenados, realmente. La confesión no se discute, en este punto. El
arrepentimiento aun está a uno o dos pasos más adelante.
No tenemos que hacer esas cosas en este punto, porque no podemos, por nosotros mismos. En nuestra
naturaleza pecaminosa estamos inclinados a no querer, y no somos capaces de ir a Él. De tal manera
que la pena por los pecados, y el arrepentimiento, y todas esas cosas, en este punto, es Su problema y
no el nuestro.
Repito nuevamente, no tenemos que hacer nada, sino que simplemente permitir que Él nos atraiga a Él
mismo. Todo lo que necesitamos hacer es ponernos a nosotros mismos en Sus manos, y estar deseosos
que Él nos tome, paso a paso, a lo largo de la ruta que necesitamos andar. Cuando hagamos eso, cuando
realmente hagamos eso, Él nos hará sentirnos apenados por nuestros pecados según sea necesario. El
Espíritu Santo nos dará arrepentimiento y nos hará confesar, en el tiempo apropiado, nuestros pecados
y hacer lo correcto con los demás de acuerdo con lo que necesitemos. Pero tenemos que estar seguros
de seguir cada paso tal como Él nos lo muestra.

78
Camino a Cristo:27 (paginación en inglés).
Pág. 23
“El Señor no especifica ninguna condición, excepto si usted desee ardientemente Su misericordia,
deseando Su consejo, y ansiar Su amor”.79
Las palabras para los tibios laodiceanos, Su profeso pueblo, son las mismas que aquellas que Él les dijo
con tanto patetismo a Israel a través de Jeremías hace más de dos mil años atrás: “Con amor eterno te
he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”. (Jeremías 31:3).
El cariñoso amor de Dios es eterno, inmutable, pero para Sus hijos terrenales Su atracción no puede ser
eterna. La propia naturaleza de nuestra fugaz existencia la excluye. La propensión de la mente humana
y del carácter para colocarse en padrones inalterables como esos, la tendencia en el tiempo hace que la
sensibilidad se vuelva insensible a los impulsos no respondidos, siendo que limita la viabilidad y la
posibilidad de que Dios atraiga a un individuo después de un periodo de tiempo, que solo Él conoce.
“Mirad que no desechéis al que habla”, le escribió Pablo a los Judíos cristianos hace casi dos mil años
atrás. “Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho
menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos”. (Hebreos 12:25).

79
1 Mensajes Selectos:332. (paginación en inglés).
Pág. 24
Capítulo 4: Nuestra Parte – No Resistir

Las personas que reciban la lluvia tardía habrán aprendido a escuchar “el más leve susurro” de Dios a
la conciencia y se esforzarán fielmente para responderle.
Dos hombres enfrentados a través de una mesa. Uno de ellos estaba hablando sinceramente,
suplicándole al otro con una solemnidad que hizo silenciar a todos los demás que estaban en el cuarto.
Cuando el que hablaba terminó su tocante apelo, él extendió sus manos a través de la mesa y le dijo al
otro, con su voz llena de emoción, “Venga, hermano Jones, venga”.
El segundo hombre se levantó y comenzó a querer alcanzar las manos del otro. Entonces dudó y las
echó hacia atrás.
El otro continuó con lágrimas a suplicarle con las manos extendidas, “¡Venga, hermano Jones, venga!”.
Nuevamente el otro trató de alcanzarle las manos. Nuevamente dudó. Nuevamente las retrajo.
Esto sucedió varias veces. La última vez las manos casi se juntaron. Entonces repentinamente el
segundo hombre retrajo rápidamente sus manos y se sentó exclamando, “¡No, no, nunca!”.
Y ese incidente del 31 de Mayo de 1909, efectivamente terminó con cualquier relacionamiento
posterior entre A. T. Jones y la IASD y sus líderes.
¿Qué hizo con que A. T. Jones rehusara tomar la mano del Presidente de la Conferencia General, A. G.
Daniells, en reconciliación con él y con la iglesia? Nunca lo sabremos verdaderamente, porque no
conocemos los pensamientos y sentimientos de su corazón. Pero podemos razonablemente concluir que
el orgullo no fue el menor factor envuelto. Y, generalmente, la situación más visible, es que mientras
prominente seas el individuo, más duro será para él o para ella entregarse. Esta fue ciertamente una
razón por la cual los fariseos no se entregaron ni reconocieron a Jesús como el Mesías. Y, escribió Ellen
White, “el espíritu del fariseísmo es el espíritu de la naturaleza humana”.80
Es duro para las personas que han pensado que poseen una experiencia genuina con Jesús, aceptar que
están erradas. Nicodemo, el rico, educado y honorable Fariseo, un líder en la iglesia, “Le sorprendió la
idea de un reino demasiado puro para que él lo viese en la condición en que estaba. La figura del nuevo
nacimiento que Jesús había empleado no era del todo desconocida para Nicodemo. Los conversos del
paganismo a la fe de Israel eran a menudo comparados a niños recién nacidos. Por lo tanto, debió
percibir que las palabras de Cristo no habían de ser tomadas en su sentido literal. Pero por virtud de su
nacimiento como israelita, se consideraba seguro de tener un lugar en el reino de Dios. Le parecía que
no necesitaba cambio alguno. Por esto le sorprendieron las palabras del Salvador. Le irritaba su íntima
aplicación a sí mismo. El orgullo del fariseo contendía contra el sincero deseo del que buscaba la
verdad. Se admiraba de que Cristo le hablase así, sin tener en cuenta su posición de príncipe de
Israel”.81
Así sucede a menudo con las personas que tienen una situación similar a la de Nicodemo.
Las siguientes palabras de Ellen White me vienen a la mente. ¿No puede ser que tengan una aplicación,
tanto para Nicodemo, como para alguno de nosotros?
“Un credo perfecto y una vida carnal son muy a menudo encontradas juntas en los profesos
creyentes”.82
Esto sugiere un tipo de persona que es difícil de alcanzar. Así como los Fariseos, ellos siguen todas las
“leyes de Moisés”, y se pueden sentir seguros en esa creencia. Su cristianismo es intelectual, formal,
pero no es del corazón. Por lo tanto hay un peligro en ser engañados por no reconocer la realidad, de
una rectitud confusa de una vida externa con una justicia interna.
“Muchos guardan la verdad en la corte externa”, citando nuevamente a Ellen White. “Sus sagrados
principios no tienen una influencia controladora sobre las palabras, los pensamientos, las acciones”.83
80
Pensamientos del Monte de la Bendición:79.
81
DTG:142.
82
Review and herald, 1 de Octubre de 1901.
83
Review and herald, 1 de Octubre de 1901.
Pág. 25
Cuán sutilmente entonces el orgullo, la vanidad, el egoísmo, la búsqueda de poder, la rivalidad, los
celos, la envidia, el resentimiento, la malicia, la avaricia, y tantos otros pecados secretos, pueden
encontrar un lugar en la mente y en el corazón, e inhiben los esfuerzos del Espíritu Santo para quebrar
nuestra ceguera laodiceana. Cuán fácilmente las pequeñas deshonestidades, aparentemente pequeños
engaños, pueden estropear el alma, empañar la percepción espiritual, y cargar la conciencia. Lo más
espantoso, es que esto puede suceder tan cautelosamente que uno difícilmente se da cuenta de lo que
está sucediendo.

El Pecado Más Sin Esperanza.-

La resistencia a la atracción de Dios está probablemente siempre ligado con el orgullo. “De todos los
pecados el orgullo es el que menos esperanzas tiene, el más incurable”.84 Cierra la puerta contra la luz
de Dios.
Es duro para las personas que, como Nicodemo, piensan que tienen una experiencia genuina con Dios,
para que puedan reconocer que estaban errados.
Todos los corazones humanos reconocen la presencia del orgullo, sea que lo reconozcan o no. El
orgullo, extremadamente sensible, está listo para salir de atrás de la cortina y tomar el lugar central a la
más pequeña provocación. Un desafío a nuestra autoridad, una incursión a nuestro territorio, una
disputa sobre nuestra luz, un cuestionamiento sobre nuestro juicio u opinión, una sugerencia sobre
algún dogma nuestro o sobre alguna opinión errada, una duda que surja sobre nuestro aprendizaje, una
obstrucción a alguna ambición nuestra, e instantáneamente el orgullo se rebulle a sí mismo para
proteger, defender, empujar, racionalizar, resistir, o hacer lo que sea necesario para salvaguardar el ego,
o “salvar la cara” como dicen los Orientales (Alguien ha descrito el “ego” como un acrónimo de
“Easing God Out”, “Echar Fuera a Dios”).
Hace algún tiempo atrás, recibí un folleto de cierta universidad, la cual daba un curso sobre el orgullo.
“El, orgullo tiene miles de caras”, decía la introducción. “Montañas de tierra provenientes de los topos;
siempre dando excusas; siempre la última palabra; temeroso de cometer errores; obstinación que quiere
parecer poder; inferioridad que quiere parecer superioridad. Hay muy pocos libros sobre el orgullo y no
hay ninguna ley civil contra él. Es una actitud de la mente y del corazón que distorsiona nuestra
personalidad, arruina las vidas, envenena la sociedad, y hace caer las civilizaciones”.

Una Batalla Contra el Orgullo.-

Vívida en mi memoria está una batalla que yo tuve con el orgullo en una ocasión mientras trabajaba
como editor de la Review and Herald Publishing Association. Se había desarrollado una situación en la
cual fui tentado a sentirme tratado en forma vil y no de acuerdo a un reconocimiento que yo creía que
merecía. Mientras estaba sentado en mi escritorio, me permití reconsiderar las circunstancias. El dañino
orgullo hace nacer el resentimiento, la ambición egoísta, la envidia, y otros sentimientos errados, todos
los cuales comenzaron a hervir en mi mente como si fuera una bebida de una bruja borboteando sobre
un fuego humeante en alguna sucia y mala cocina. Y a medida que lo reconsideraba, el fuego fue
aumentando y la olla hervía cada vez más fieramente.
Después de algún rato comencé a luchar contra mis pensamientos y sentimientos, pero el ego y el
orgullo eran más fuertes que yo. No conseguí sacar el asunto de mi mente.
Finalmente, sin poder concentrarme en mi trabajo, dejé mi oficina y me fui a caminar lejos del edificio.
Mientras caminaba, una batalla se estaba realizando en mi mente. Yo sabía que mi actitud estaba errada,
que era pecaminosa, destructiva. Yo sabía que no podría resolver el asunto dentro de mi, hasta que

84
PVGM:154. (paginación en inglés).
Pág. 26
estuviese dispuesto a entregar mi orgullo. Pero eso era extremadamente difícil de hacer. ¿No tenía yo el
derecho de sentir eso?
Todo el tiempo le estuve orando a Dios para que me ayudara. Pero la decisión tenía que ser mía.
Mientras no estuviera dispuesto a entregarle todo el asunto a Él, Él no podría hacer mucho por mi. Y el
yo no quiere morir.
Finalmente, después de caminar y luchar por una media hora, dejé el orgullo a un lado con un decidido
esfuerzo de voluntad, y entregué todo el asunto en las manos de Dios.
Inmediatamente disminuyó el fuego bajo la olla. La bebida dejó de hervir. Sentí una paz liberadora.
Dios me había dado la victoria sobre el orgullo y sobre los malos pensamientos, cuando estuve
totalmente dispuesto a entregárselos a Él.
Hay una pequeña secuela con esa experiencia. Después que el orgullo fue dejado a un lado, y pude
mirar todo el asunto racionalmente, vi cuán pequeño y sin importancia era todo. Pero me obligó a “ir al
fondo” conmigo mismo.
Pero había otra cosa, que no era tan pequeña. Algunas veces la decisión que tomamos, el camino que
elegimos sobre un asunto pequeño, decide la última orientación de nuestras vidas, y puede hacer toda la
diferencia en relación con nuestro destino eterno. Yo no lo se, pero esa ocasión pudo haber sido uno de
esos momentos para mí.

El Mayor Pecado.-

El orgullo ha sido llamado “la fuente del pecado”. No lo es. La fuente del pecado es el yo. El mayor
pecado es el egoísmo, y él, como tantos otros pecados, se transforma en egoísmo.
Aquello que nos hace resistir la atracción de Dios, entonces, es el yo. Y Jesús categóricamente declaró
“si alguien quiere seguir Mis pasos, debe renunciar a sí mismo, tomar su cruz y seguirme” (Mat. 16:24,
Phillips).
Cristo está aquí llamando a aquellos que quieren ser sus seguidores para que decididamente escojan
rechazar las imperiosas demandas del yo, tomar su cruz (estar dispuesto a que el yo muera
continuamente) y día a día, momento tras momento, seguirle las pisadas de auto-abnegación a Su
Maestro. Él nos atrae a Su cruz, y entonces nos dice, “Ahora, toma tu cruz”.
Entonces nosotros, que queremos ser totalmente de Cristo, tenemos que hacer algo muy duro. Tenemos
que desistir de todos nuestros derechos. Este requerimiento puede ser algo extremadamente difícil de
hacer, pero el cristiano tiene que llegar a verse a sí mismo como no teniendo ningún derecho, excepto
los que son de Cristo. Él dice, “Dios, estoy inclinado a insistir de que tengo algunos derechos en este
caso, pero Tú sabes todo mejor. De tal manera que los coloco en Tus manos. Guíame para seguir Tu
camino en esta situación, cualquiera que este sea”.
Todo nuestro derecho para seguir nuestro propio camino, para conseguir nuestros propios deseos
egoístas; todo nuestro derecho para desquitarnos, para resentirnos, por esforzarnos para obtener un
lugar o una posición que tal vez sintamos que debemos tener, tenemos, en fe, que entregársela a Dios
para que Él decida, creyendo que Él va a hacer lo que apropiado.
Además, tenemos que desistir del impulso a resistir obstinadamente cuando sabemos que la otra
persona está en lo correcto. Debido al yo, la resistencia viene naturalmente sobre la caída raza humana.
Parece hacer parte del equipo con el cual nacemos.
Algún tiempo atrás, yo estaba escuchando a un pediatra en un programa de radio. El tópico eran los
niños pequeños, y, a modo de ejemplo, el pediatra observó que el niño pequeño resistiría
deliberadamente la educación, no por alguna razón Freudiana, sino que por la clara contrariedad
humana, aun a esa temprana edad.
Me vino a la memoria una experiencia que tuve a los doce años de edad. Era Sábado, y esa mañana
había escuchado un sermón que hizo un poderoso impacto en mi. Hoy no puedo recordar nada de lo
Pág. 27
que fue dicho. Ni siquiera me acuerdo quién era el predicador. Pero aun puedo recordar el efecto del
sermón sobre mi.
Me fui a la casa bajo la influencia de ese discurso, me fui a mi pieza, y me arrodillé. Estaba bajo la
convicción de que necesitaba comprometerme a mí mismo con Dios y confesar todos los pecados de mi
juventud que tenía en mi vida.
Mirando hacia atrás, debo haber pasado una hora al lado de mi cama, suplicándole a Dios para que
perdonara y me aceptara. Puedo recordar las lágrimas que corrieron por mis mejillas mientras suplicaba
por Su aprobación.

Yo no Estaba Perdonado.-

Habiendo leído esto, usted tal vez esté sorprendido, y tal vez choqueado, cuando escribo que finalmente
me levanté de mis rodillas, sabiendo que no estaba ni perdonado ni aceptado.
“¿Usted realmente cree que Dios no le dará la bienvenida cuando usted ora y llora tal como usted lo
hizo?”, puede preguntar un lector asombrado.
“Usted no tuvo la suficiente fe. Por eso es que usted no se sintió aceptado”, dirá otro.
No era un asunto de que Dios me diera la bienvenida. No era un asunto de falta de fe. Era un asunto de
no entregarme a mí mismo a Dios. Supuse que era un poco parecido a Esaú. Lloré lágrimas de
arrepentimiento, pero al mismo tiempo, en lo más profundo de mi mente tenía algunas reservas. Yo
estaba dispuesto a abandonar un montón de cosas pueriles. Pero no quería abandonarlo todo. Quería
hacer algunas restricciones, de tal manera que bajo ciertas circunstancias yo pudiera aun escoger mi
propio camino. Realmente, yo quería, continuar colgado del yo. Algunas otras cosas podían ser
abandonadas, pero no el yo.
Me temo que sea el caso de muchos laodiceanos. Queremos la lluvia tardía. Queremos las bendiciones
de Dios. Pero no queremos abandonar el yo, de tal manera que podamos obtener esa experiencia. Tal
como aparentemente fue el caso de A. T. Jones, algunas veces hasta estamos persuadidos, pero no
totalmente.
El psiquiatra cristiano, Paul Tournier, escribió que a menudo “es apenas una mera friolera lo que separa
una persona de una liberación que ella tanto desea, una separación de papel”. Eso puede ser así.
Pero esa separación de papel a menudo es impuesta por el yo y el orgullo. Y aun cuando Dios trate de
atraer con las mayores súplicas, aun cuando un individuo pueda estar deseando a Dios, ese orgullo a
veces puede hacer con que la separación pueda ser tan dura de demoler como si fuera de un metro de
espesor y de roca sólida.
A. W. Tozer ilustra esta bizarra terquedad: “Usted trata de tomarle la temperatura a un niño o darle
algún remedio o llamar a un médico y él se resistirá y dará alaridos … En la siguiente respiración
pedirá ayuda. ‘¡Mamá, estoy enfermo! Pero él no quiere tomar nada, él no dejará que lo ayuden …
“Las personas orarán y le pedirán ayuda a Dios, pero todo el tiempo está presente aquella ingenuidad,
aquella contradicción interna, que impide que nuestras voluntades se agiten hasta el punto en que no
permitimos que Dios ande en Su camino”.85
Y cuando el profeso pueblo de Dios está vivo al yo, mientras continúen en ese estado, y no están
dispuestos a morir a ese yo, como yo, cuando tenía doce años de edad, tampoco quise morir al yo, Dios
no puede hacer mucho por ellos, sino que tratar de atraerlos y esperar que eventualmente lleguen al
lugar donde realmente mueran.
Ellen White conocía personas que no habían muerto. Escribiéndole a un hermano, ella comentó: “El yo
está totalmente vivo, y usted está continuamente protegiéndolo para preservarlo de la mortificación
(muerte) o del insulto … Usted no está muerto”.86

85
Tozer, A. W., I Talk Back to the Devil (Yo le Hablo al Diablo), página 84.
86
2 T:425. (paginación en inglés).
Pág. 28
Así es, entonces, cuando hemos muerto al yo y al pecado, que Dios puede reavivarnos para la vida
espiritual. Y no antes.

Parasol y Todo.-

Era el año 1840. En Marzo, William Miller sostuvo una serie de reuniones en una iglesia en Portland,
Maine, donde vivía la niña de 13 años llamada Ellen Harmon, más tarde Ellen White. Ella frecuentó las
reuniones de William Miller.
Estas reuniones atrajeron una gran atención, y dieron como resultado una dura búsqueda del corazón, y
oración, y confesión de los pecados. En Vida y Enseñanzas, la Sra. White describe un incidente que
ocurrió en una de las reuniones.
Mi atención fue atraída hacia una pequeña niña que parecía estar en gran angustia. Su cara estaba
pálida y después se ruborizaba alternadamente, como si estuviera pasando por un severo conflicto.
Bien apretado por sus brazos había un pequeño parasol. Ocasionalmente lo soltaba por un momento
como si lo fuese a dejar caer, entonces lo aferraba nuevamente; todo el tiempo lo estaba mirando con
una fascinación especial. Finalmente ella gritó: “¡Querido Jesús, quiero amarte e ir al cielo! ¡Retira mis
pecados! Me entrego a mi misma a ti, con parasol y todo”. Ella se arrojó llorando sobre los brazos de su
madre y exclamando: “¡Mamá, estoy tan feliz, porque Jesús me ama, y lo amo más que a mi parasol o
cualquier otra cosa!”.
La cara de la niña estaba radiante, ella había entregado todo. En su experiencia de niña había luchado la
batalla y había ganado la victoria. Había mucho llanto y regocijo en la tienda. La madre estaba
profundamente conmovida y muy alegre de que el Señor hubiese añadido a su querida niña como un
cordero a su redil. Ella le explicó a los presentes que su pequeña hija había recibido el parasol como un
regalo no mucho tiempo atrás. Ella estaba muy encantada con el, y lo había mantenido en sus manos
durante la mayor parte del tiempo, y aun lo llevaba a su cama para dormir con él.
Durante la reunión su tierno corazón había sido tocado para que buscara al Salvador. Ella había oído
que nada debía interponerse entre Jesús y ella; que nada, a no ser una entrega total de nosotros mismos
y de todo lo que tenemos, sería aceptable para Él. El pequeño parasol era el tesoro terrenal de la
pequeña niña, sobre el cual estaba puesto su corazón, y, en su lucha por entregárselo también al Señor,
ella había pasado por un agudo juicio, tal vez mayor que el de los cristianos maduros, los cuales
sacrifican los tesoros de este mundo por amor a Cristo …
Muchas veces en la vida, ese pequeño incidente, me ha vuelto a la memoria. Cuando vi hombres y
mujeres aferrándose desesperadamente a las riquezas y a las vanidades de la tierra, y sin embargo
orando por el amor de Cristo, pienso: ‘¡Cuán duro es entregar el parasol!’.87
William Barclay estaba casi en lo correcto cuando dijo: “En último análisis, la única cosa que derrota a
Dios es el desafío del corazón humano”.88
“¿Por qué”, pregunta Ellen White, “vemos experiencias tan nubladas y mezcladas? … Es porque ellos
[la persona en esa condición] no ha respondido a la atracción de Cristo”.89

Una Pregunta Para Mi y Para Usted.-

¿Puedo colocar una pregunta? Es una para mí mismo, y para usted. Aun cuando ostensiblemente haya
hecho todos los sacrificios para Dios, ¿estoy yo, en mi secreto corazón, apoyándome en mi yo, y por lo
tanto resistiendo a Dios, manteniendo así una barrera en mi corazón, la cual hace virtualmente
imposible que Dios lleve a cabo, aun el trabajo de la lluvia temprana en mi?

87
Vida y Enseñanzas:141-142. (paginación en inglés).
88
Barclay, William, The Gospel of John (El Evangelio de Juan), (Edinburgh: The Saint Andrew Press, 1963), página 223.
89
Signs of the Times, 15 de Febrero de 1892.
Pág. 29
Necesitamos orar constantemente, “Señor, si yo de alguna manera, me estoy apoyando en el yo,
ayúdame a ser deseoso para hacer una completa e incondicional entrega a Ti”.
“El Padre dispensa su amor a su pueblo elegido que vive en medio de los hombres. Este es el pueblo
que Cristo Ha redimido por el precio de su propia sangre; y porque responden a la atracción de Cristo
por medio de la soberana misericordia de Dios, son elegidos para ser salvados como hijos obedientes.
Sobre ellos se manifiesta la libre gracia de Dios, el amor con el cual los ha amado. Todos los que
quieran humillarse a sí mismos como niñitos, que quieran recibir y obedecer la Palabra de Dios con la
sencillez de un niño, se encontrarán entre los elegidos de Dios”.90
Para repetir lo que observamos al final del capítulo anterior: Primariamente, en esta etapa, Dios quiere
solo una cosa de nosotros, que nos sometamos a Él. Cuando hagamos eso Él nos guiará hacia el
próximo paso en nuestra experiencia.

90
La Maravillosa Gracia:142. 6 CBA:1114.
Pág. 30
Capítulo 5: La Parte de Dios – Él Convencerá

Aquellos de los tibios laodiceanos que eventualmente reciben la lluvia tardía estarán convencidos de su
bancarrota espiritual, y serán regenerados y transformados a través de la lluvia temprana sin cuya
experiencia posiblemente no pueden recibir ese derramamiento final.
El primer paso en la reconciliación con Dios es la convicción del pecado.91
“A medida que cedemos a la influencia del Espíritu de Dios, nuestra conciencia se vuelve tierna y
sensible, y el pecado que hemos dejado pasar sin mucho pensar en ello, se vuelve tremendamente
pecaminoso”.92
“Es a través de la influencia del Espíritu Santo que somos convencidos del pecado, y sentimos la
necesidad del perdón. Nadie más que el contrito es perdonado; pero es la gracia de Dios que hace que
el corazón sea penitente. Él está al tanto de todas nuestras iniquidades y enfermedades, y Él nos
ayudará”.93
De tal manera que podemos agradecerle a Dios de que graciosamente nos convenza de nuestros
pecados. Si Él no lo hiciera, nunca sentiríamos ninguna necesidad. Tal como un antiguo profesor de
Biblia observó: “En vista de las múltiples bendiciones de Dios, lo que más tengo que agradecerle es la
convicción del pecado”.

Una Situación Engañosa.-

A medida que pensamos en esa convicción, una vez más somos confrontados con el estado engañoso en
el cual Dios encuentra a los laodiceanos. Es como una situación problemática en la cual la persona
envuelta no ve que hay un problema, e insiste en que no hay ninguno.
C. S. Lewis destaca la situación laodiceana cuando señala que uno sabe que ha estado durmiendo solo
cuando despierta, no cuando uno está durmiendo. La descripción laodiceana sugiere que estamos
durmiendo espiritualmente, y estamos en la displicencia del que duerme.
Existen aquellos que le aseguran a los laodiceanos que no tienen que sentirse culpables, el cual es un
elemento en la convicción del pecado. El psicólogo secular puede sugerir que la culpa es apenas un
síntoma neurótico (el cual, en algunos casos, realmente puede ser así), “no es un asunto de expiación
sino que de explicación”, en las palabras de William K. Kilpatrick. Otros, algunos de los cuales son
predicadores, dirán que los sentimientos de culpa simplemente quiere decir que el diablo está tratando
de hacerte sentir mal, y que Dios no hace eso. Porque para uno que diga o haga algo que haga con que
la otra persona se sienta culpable, ellos insisten, es traer desánimo, y está errado desanimar a alguien.
Me acuerdo de un comentario de Samuel Koranteng-Pipim, en el cual él señala la filosofía actual, de
que una situación que le cause sufrimiento a alguien tiene que ser evitada. “El efecto de ‘goteo’ de este
principio de placer-dolor en la vida cristiana, es la creencia compartida por muchos cristianos, de que
un creyente no puede y no debe sufrir dolor, una filosofía que va contra la enseñanza bíblica de que
algunas veces la obediencia a Cristo puede envolver el dolor (1 Pedro 2:20; 3:13-17; 2 Tim. 3:12;
Apoc. 2:10).94
Hay tiempos cuando, confrontados con nuestro estado pecaminoso y con nuestros pecados, podemos en
verdad quedar desanimados. Ciertamente, Dios no nos da deliberadamente la ocasión para
desanimarnos. Pero a veces Él lo permite, así como en el amor y la piedad, Él permite que nos ocurran
otras experiencias indeseables, sabiendo que hay bendiciones que tienen que ser extraídas de ellas, si
respondemos a ellas correctamente. De tal manera que el alma totalmente convencida de su
91
El Conflicto de los Siglos:467. (paginación en inglés).
92
Nuestra Elevada Vocación:153. (paginación en inglés).
93
1 Mensajes Selectos:353. (paginación en inglés).
94
Koranteng-Pipim, Samuel, “Contemporary Culture and Christian Lifestyle: A Clash of Worldviews”, Journal of the
Adventist Theological Society, Volume 4, Number 1, Spring, 1993, página 140.
Pág. 31
pecaminosidad es a menudo tentada a la desconfianza y a creer que no puede ser aceptado por Dios.
Pero que esa alma se acuerde que Cristo murió por sus (de ella) pecados, y que ahora Jesús es nuestro
Substituto, un Salvador resucitado, vivo y justificador.
Satanás está vivamente interesado en lo que Dios está tratando de hacer por nosotros. Si él ve que
estamos bajo convicción del pecado, él puede tratar de empujarnos hacia la depresión o el desánimo. Su
objetivo es sumergirnos en el abismo de la desesperanza.
Pero para que uno le diga que el sentido de culpa es simplemente Satanás que está tratando de forzar su
camino, y que Dios no tiene nada que hacer con la culpa, es incorrecto, y aun es peligroso.
Hacer con que alguien evite hacer o decir algo que pueda hacer con que alguien se sienta culpable, solo
porque puede conducir al desánimo es como decirle a un médico que no prescriba alguna medicina para
alguien con una enfermedad en particular, porque puede con que ella se sienta con náuseas.
El eminente médico y psiquiatra Suizo, Paul Tournier, insiste en que la culpa no es un obstáculo para la
gracia. Más bien, “es la represión de la culpa, la auto-justificación, la genuina justicia propia y la
afectación las que son un obstáculo”.95

¿Desánimo Temporal o Muerte Eterna?

Si, cuando nuestra pecaminosidad es traída al hogar por nosotros, podemos sentirnos desanimados
debido a nuestros pecados, así como otras cosas de la vida pueden ocasionalmente descorazonarnos.
¿Pero es mejor sentir algún desánimo por nuestros pecados, o morir en esos pecados? ¿Y no es Jesús el
remedio para el pecado y la melancolía que puede venir como resultado de la convicción del pecado?
Yo no veo que Dios evite colocar la convicción del pecado sobre las personas, debido a que puedan
desanimarse. Ni encuentro nada en las Escrituras que nos pueda decir que evitemos decir o hacer algo
que pueda colocar la convicción sobre cualquier persona por miedo a que esa persona se vuelva
desanimada.
“Y cuando él (el Espíritu Santo) venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan
16:8). “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones
hermanos, ¿qué haremos?”. (Hechos 2:37). Pablo golpeó contra el aguijón de una conciencia culpable
colocada sobre él por Dios. (Hechos 9:5, KJV).
“Dios no envía mensajeros para que adulen al pecador. No da mensajes de paz para arrullar en una
seguridad fatal a los que no están santificados. Impone pesadas cargas a la conciencia del que hace mal,
y atraviesa el alma con flechas de convicción. Los ángeles ministradores le presentan los temibles
juicios de Dios para ahondar el sentido de su necesidad, e impulsarle a clamar: ‘¿Qué debo hacer para
ser salvo?’”.96
Enfrentémoslo: una convicción real del pecado trae sufrimiento. En las palabras de James H.
McConkey, a veces “llegamos … a un lugar de lucha, de una agonía para el alma; una conciencia de
fiera resistencia y de delicado sufrimiento; de disturbio, incerteza, y agonía … un gran vacío espiritual,
y de esterilidad en nuestras almas”.97
La verdadera culpa viene de las cosas por las cuales los hombres son reprobados por Dios dentro de sus
propias almas.
Cuando citamos Juan 16:8 para probar que el Espíritu Santo trae la convicción del pecado a una
persona, debemos continuar más allá de la primera parte del texto. Porque, tal como lo señala el
Diccionario de Teología Beacon, “hay un acompañamiento en la divina oferta de perdón y salvación.
Así [el texto] combina una condenación no comprometida con un gracioso llamado al arrepentimiento
y una oferta de salvación para aquellos que se arrepienten. Las muchas invitaciones divinas hacia el

95
Tournier, Paul, Guilt and Grace, (New York: Harper and Row, 1962), página 136.
96
DTG:79.
97
McConkey, James H., The Three-fold Secret of the Holy Spirit, (Chicago: Moody Press, 1897), páginas 77-78.
Pág. 32
arrepentimiento y la salvación encontradas a lo largo de la Biblia dejan claro que el propósito de Dios
para la convicción es el perdón, liberación, restauración”.98
En cuanto a la condición laodiceana podemos creer todas las cosas correctas y, tanto cuanto se
relaciona con la apariencia, hacer todas las cosas correctas, y en esa base paliar nuestra condición. Tal
como se ha observado en el capítulo anterior, “un credo sin faltas y una vida carnal son, muy a menudo,
encontradas juntas en los profesos creyentes”.99 (El término carnal puede connotar una gran
pecaminosidad para algunas personas. Pero no tiene que significar nada más que vivir primariamente
para el yo). El hombre tiende a ser muy indulgente consigo mismo en este respecto. Y así estamos
inclinados a tener una falta de convicción de los pecados y de la pecaminosidad, lo que el Testigo
Verdadero claramente señala, son nuestros, y de los cuales necesariamente tenemos que tomar
conocimiento. Estas condiciones a menudo son pasadas por alto, sepultadas bajo una capa de hastío de
pasiones no escuchadas, mientras la conciencia está semidormida. De tal manera que no sentimos
ninguna necesidad de arrepentimiento. En verdad, ocasionalmente puede haber un vago sentido de
imperfección, una convicción general de perdición; pero esa convicción poco profunda no ocasionará
una reforma, a menos que conduzca a una persuasión más profunda del pecado.

Un Deseo de Ser Purificado.-

Cuando la convicción verdaderamente se posiciona en la mente y en el corazón “el pecador tiene un


sentido de la justicia de Jehová y siente el terror de aparecer, en su propia culpa y no purificado, ante el
Escudriñador de los corazones, ve el amor de Dios, la belleza de la santidad, la alegría de la pureza;
desea ser purificado y de ser restaurado a la comunión del Cielo”.100
¿Qué es lo que la mayoría de los laodiceanos tiene que reconocer en sí mismos para que los lleve a la
convicción?
Como prefacio a nuestra respuesta a esta pregunta, observamos que es el “Testigo Fiel y Verdadero” el
que señala esas condiciones (Apoc. 3:14). “El testimonio, tan cortante y severo, no puede estar errado,
porque es el Testigo Verdadero el que habla, y Su testimonio tiene que estar correcto”.101
Si creemos que el Testigo Verdadero también habla a través del Espíritu de Profecía, entonces
aceptaremos que su testimonio también es correcto, y por lo tanto tenemos que tomarlo en serio.
El Espíritu de Profecía tiene mucho que decir en su amplificación del mensaje del Apocalipsis para los
Laodiceanos. Vimos algo de ello en el capítulo uno. A medida que leemos las muchas páginas en las
cuales Ellen White le habla a esa iglesia, podemos sentir su gran preocupación, y su lucha para expresar
esa preocupación en sus escritos de tal manera que usted y yo podamos entender el significado, la
seriedad, y la urgencia del mensaje. Algunas veces ella menciona sus sentimientos de insuficiencia, o
de inhabilidad para escribir de tal manera que sus lectores puedan sentir la profunda y eterna
importancia de lo que ella está tratando de transmitir.
Las personas realmente serias acerca de estar preparadas para recibir la lluvia tardía no dejarán a un
lado lo que ella dice, solo porque puede ser perturbador, o tomarlo como si estuviera garantizado de
que las descripciones no se refieren a ellos personalmente. Ellos no mirarán estos asuntos como de
poca consecuencia para ellos mismos, sino que sinceramente tratarán de analizarse a sí mismos,
honestamente y en oración, y se esforzarán para pesarse en forma imparcial para poder descubrir si, en
realidad, existe alguna aplicación personal que tenga que ser llevada a cabo.

98
Taylor, Richard S., Editor, Beacon Dictionary of Theology, (Kansas City, MO: Beacon Hill Press of Kansas City, 1983),
página 136.
99
Review and Herald, 1 de Octubre de 1901.
100
Camino a Cristo:24. (paginación en inglés).
101
3 T:253. (paginación en inglés).
Pág. 33
Ellen White escribe acerca de muchos Laodiceanos que están “viviendo en un auto-engaño
espiritual”,102 aparentemente viéndose a sí mismos como devotos cristianos. Puede observarse que las
denuncias de Cristo han sido dirigidas hacia el tipo de personas que parecían y creían que ellos mismos
eran, comparativamente, virtuosos.
Aquí, entonces, hay una condición muy asustadora, en la cual la religión de una persona puede estar en
un nivel moral y ético muy particular (de uno mismo). Uno puede estar viviendo una vida respetable,
útil, y así puede abrigar la creencia de que está siendo salvado del pecado, cuando el verdadero
problema, la total inaceptabilidad de Dios para con el corazón humano natural y pecaminoso, sea
“bueno” o malo, no es realmente entendida.
Carl F. H. Henry observa que aun los paganos pueden vivir “buenas” vidas. Él cita un escritor que dice:
“las virtudes éticas de los Griegos … eran nada más que impulsos naturales educados y disciplinados
por la razón … y eran cada vez más peligrosos, porque parecían buenos”.103

Virtud Interna, no Conformidad Externa, es lo Requerido.-

Sin excepción, el corazón de todo ser humano tiene que ser transformado; un nuevo corazón espiritual
tiene que ser transplantado en todos nosotros, antes que podamos ser hijos de Dios. Uno no se hace
cristiano meramente por cambiar sus opiniones religiosas o el aspecto externo de su vida, aun cuando
los cambios puedan ser radicales. Uno no se hace cristiano por vivir una recomendable vida moral, sino
que por tener un radical cambio del corazón. Tal como lo observa más adelante Carl Henry: “Muchas
religiones [y pueblos religiosos] están más preocupados con la conformidad externa que con la virtud
interna”.104
Tal vez nosotros necesitamos observar que “corazón” se refiere al núcleo moral del individuo, lo cual
envuelve los pensamientos, las emociones, las afecciones, las actitudes, las ambiciones, los deseos, las
intenciones, los motivos, la voluntad – toda la vida subjetiva interna. Y “la vileza del corazón humano
(no regenerado) no es entendida”.105 (El “nuevo corazón” incluye “la mente, la vida, todo el ser … Hay
una muerte diaria y a cada hora al egoísmo y al orgullo”106).
Los tibios laodiceanos tienen que tener una convicción de su necesidad de tener el oro, las vestiduras
blancas, y el colirio. “El oro probado en el fuego es la fe que obra por el amor”.107 “Las vestiduras
blancas es la justicia de Cristo que tiene que ser vestida en el carácter”.108 El colirio, la Palabra de Dios
que, aplicada al ojo, o la conciencia, la vuelve sensible a sus necesidades.109
La fiel aplicación de la Palabra, la cual abre los “ojos del corazón” del tibio cristiano y hace que la
conciencia se agudice, lo hará ver que está vestido con ropas espirituales viles. ¿Pero cuántas personas
estudiosas, serias, habitualmente examinan atentamente las páginas de la Palabra para suplir sus
propias necesidades espirituales?
Los Laodiceanos son descritos como sintiendo que “no necesitan nada”. Uno solo necesita tener esta
actitud si es un pecador, un pecador perdido.

102
7 CBA:962. (paginación en inglés).
103
Henry, Carl F. H., Christian Personal Ethics, (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1957), página
457.
104
Henry, Carl F. H., Christian Personal Ethics, (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1957), página
192.
105
Ministerio Médico:143. (paginación en inglés).
106
Hijos e Hijas de Dios:100. (paginación en inglés).
107
PVGM:158. (paginación en inglés).
108
7 CBA:965. (paginación en inglés). Itálicos suplidos.
109
7 CBA:965. (paginación en inglés).
Pág. 34

¿Qué es lo Que Necesito?

Otra cosa. Puedo decirme a mí mismo: “Soy un miembro de la iglesia Laodiceana, siendo que su
mayoría se caracterizan como siendo tibios. Si le creo a la Biblia y al Espíritu de Profecía, tengo que
aceptar esta evaluación. Probablemente no poseo el tipo de experiencia cristiana que debería tener.
¿Pero qué es lo que estoy necesitando? Tanto cuanto puedo ver, yo soy tan cristiano como cualquier
otro en la iglesia”.
¿Es realmente posible que una iglesia esté en las condiciones que se describen para los laodiceanos, sin
que ella se de cuenta?
El hecho perturbador parece ser que Laodicea está mentalmente, y en un alto grado, moralmente ciega,
y que solo Dios puede remover las escamas de sus ojos.
En este capítulo estamos buscando una convicción. Puede decirse que la convicción acompañará la
atracción que analizamos en el capítulo tres. Eso es posible. Puede ser. Pero para muchas personas la
amorosa atracción de Jesús y del Espíritu Santo será el factor prominente en sus conciencias. A medida
que se sometan a Jesús y sean atraídas más cerca de Él, comenzarán a ver su pecaminosidad en
contraste con Su santidad. “Mientras más cerca llegue de Jesús, más defectuoso aparecerá a sus propios
ojos”.110
En el capítulo tres nos referimos a la atracción que Cristo hacia los laodiceanos está mostrada por su
llamado a la puerta del corazón. Cuando la puerta es abierta, y el Salvador es convidado a entrar, l a luz
de Su presencia ilumina el corazón. Entonces, así como la luz del sol inunda un cuarto y muestra el
polvo que está flotando en el aire, así la luz de Jesús brillando en la vida, nos muestra el pecado, y nos
lleva a la convicción.
Cuando Dios nos convence de pecado, Él no contradice nuestras conciencias, sino que apela a ellas. Así
como Él aplica Su Palabra a nuestros corazones y recuerdos, nuestras conciencias están a nuestro lado
para testimoniar a favor o en contra nuestro, que el Espíritu puede despertarnos para nuestras
necesidades.
“Hay una sola forma en que podemos obtener un verdadero conocimiento del yo. Debemos contemplar
a Cristo. La ignorancia de su vida y su carácter induce a los hombres a exaltarse en su justicia propia.
Cuando contemplemos su pureza y excelencia, veremos nuestra propia debilidad, nuestra pobreza y
nuestros defectos tal cuales son. Nos veremos perdidos y sin esperanza, vestidos con la ropa de la
justicia propia, como cualquier otro pecador. Veremos que si alguna vez nos salvamos, no será por
nuestra propia bondad, sino por la gracia infinita de Dios”.111

110
Camino a Cristo:64. (paginación en inglés).
111
PVGM:123.
Pág. 35
Capítulo 6: Nuestra Parte – Reconozca que ha Pecado

Las personas que reciban la lluvia tardía, muchos de ellos habiendo sido tibios alguna vez, habrán visto
y habrán entendido francamente la verdad de la descripción de Jesús sobre ellos mismos, como siendo
desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos; y que en esa condición no pueden ser salvos.
Habiendo entendido su estado, ellos han dado un paso crucial que los purifica, o que los regenera, lo
cual no es, desde luego, posible, hasta que aceptemos la necesidad de purificación. Sin purificación, lo
cual obviamente es un imperativo para la recepción de la lluvia temprana, ninguna persona puede estar
lista para la lluvia tardía.
Después que Dios nos ha convencido de pecado, Él no puede hacer mucho más por nosotros hasta que
reconozcamos nuestra condición y necesidades. Pero el reconocimiento de nuestros pecados tiene que
estar precedido por nuestra aceptación de la evaluación de Dios de nuestros pecados y pecaminosidad.
Y esta aceptación significa más que meramente concordar mentalmente con una convicción de que
hemos pecado. Si fuera nada más que eso, la aceptación sería algo simple. Pero el abrazar la evaluación
de nuestros pecados, significa el reconocimiento de las demandas morales y éticas que impresionan
cada faceta de nuestras vidas. Lo cual pareciera tomar en cuenta la respuesta de un ateo en la siguiente
historia.
Un ateo y un cristiano se envolvieron en un análisis sobre la resurrección de Cristo, siendo que el ateo
decía que eso era una imposibilidad. A medida que hablaban, él colocó argumento tras argumento
queriendo mostrar por qué la doctrina de la resurrección era inaceptable. Pero el cristiano se las
demolía, una a una, hasta que no le quedó ninguna.
Finalmente el ateo dijo, “admito que usted ha probado que la resurrección sucedió. Pero aun no creo en
ella, y nunca lo haré”.
¿Increíble? No tanto. Aun cuando esta circunstancia pueda ser particularmente patente, la actitud no es
tan incomún como podríamos pensar. Muchas teologías personales indefendibles están fundadas, no es
una evidencia bíblica, sino que en una posición que a menudo le ofrece menos dificultad al corazón
carnal humano o al orgullo humano, o que le permite a alguien proteger o justificar alguna debilidad en
el carácter, o que permite la promoción de un credo en especial.
De tal manera que podríamos aventurar que el ateo rechazó la resurrección, no sobre la base de que era
imposible. Él admitió la evidencia que la sostenía. Él la rechazó porque entendió los reclamos morales
que caerían sobre él y que tendría que reconocerlos. Y él no estaba dispuesto a eso.

Aceptando la evaluación de Dios sobre nuestros pecados.-

Así, desde el primer paso en el camino cristiano, debe existir un deseo de aceptar la estimativa de Dios
sobre nuestros pecados, y de someternos a través de la fe a la autoridad divina. Esto se debe a que no
estamos en una posición de definir el pecado, o de realmente reconocerlo. Solamente Dios puede
verdaderamente definirlo. Y la evaluación de Dios del pecado no ha disminuido ni ha cambiado a través
de las edades. “No deberíamos tratar de disminuir la gravedad de la culpa excusando el pecado.
Debemos aceptar la evaluación que Dios hace del pecado, y ésta es ciertamente muy seria”.112
No importa si definimos lo correcto y lo errado en términos de lo que la mayoría acepta, aun entre los
ASD. La historia atestigua, una y otra vez, que la mayoría a menudo está errada, aun en la iglesia.
Como un todo, la sociedad del siglo veinte niega o ignora el hecho del pecado. “Nuestra sociedad”,
escribió Arthur C. Custance, “probablemente está menos preocupada con el pecado que cualquier otra
sociedad en la historia”.113 Existe una actitud liviana hacia esto. Y sin embargo, una de las más vitales

112
2 Mente, Carácter, Personalidad:472; DMJ:116. (paginación en inglés).
113
Custance, Arthur C., Man in Adam and in Christ, (Grand Rapids; Zondervan Publishing House, 1975), página 275.
Pág. 36
defensas contra el pecado es la capacidad de ser chocado por él. Como lo dijo William Barclay,
“Cuando dejamos de tener una visión seria del pecado, estamos en una posición peligrosa”.114
De tal manera que tengo que aceptar la evaluación de Dios sobre mi pecado y reconocer que lo que Él
me convenza de él, es, realmente, el tipo de pecador que yo soy. “Reconoce, pues, tu iniquidad, porque
contra Jehová tu Dios has transgredido”.115 Así como el hijo pródigo solo podemos admitir, “Padre, he
pecado”. En esta etapa es todo lo que podemos hacer, y es todo lo que se requiere, esto es, admitirle a
Dios, sin reserva, de que realmente somos pecadores, de que hemos pecado, de que realmente somos
culpables de todo lo que Él nos convenza. (Y, incidentalmente, es duro admitir que uno es “pródigo”
cuando, al igual que el hermano mayor, uno piensa que siempre ha estado en su casa).
Hay veces cuando la convicción puede ser apenas intelectual. Somos conducidos a ver, bajo la
evidencia de la Palabra de Dios, que somos pecadores. El corazón, sin embargo, puede no estar
profundamente convencido.
Ellen White escribe acerca del rey Saúl, diciendo que él estaba en esta condición. Comentando su
reacción a la condenación del profeta Samuel de su auto-justificación de haber sacrificado a Dios
contra sus instrucciones, ella observa que debido a que Saúl reconocía a Samuel como un profeta de
Dios, “él debiera haber aceptado la reprensión, aun cuando él mismo no había visto que había
pecado”.116
Si, bajo la base de que Dios lo dice en Su Palabra, reconocemos nuestra pecaminosidad, aun así puede
ser que no tengamos ninguna convicción emocional, y hacemos posible que Dios realice aun otro
trabajo por nosotros, llevándonos a un reconocimiento de corazón.
El Deseado de Todas las Gentes retrata la enormidad del pecado en su poderosa y móvil descripción de
las escenas finales de la crucifixión de Cristo:
“No era el temor de la muerte lo que le agobiaba. No era el dolor ni la ignominia de la cruz lo que le
causaba agonía inefable. Cristo era el príncipe de los dolientes. Pero su sufrimiento provenía del
sentimiento de la malignidad del pecado, del conocimiento de que por la familiaridad con el mal, el
hombre se había vuelto ciego a su enormidad. Cristo vio cuán terrible es el dominio del pecado sobre el
corazón humano, y cuán pocos estarían dispuestos a desligarse de su poder. Sabía que sin la ayuda de
Dios la humanidad tendría que perecer, y vio a las multitudes perecer teniendo a su alcance ayuda
abundante”.117
De tal manera que el pecado es una enfermedad moral repulsiva, una infección tan virulenta, que en sus
efectos, ha malévolamente producido una metástasis en toda la naturaleza humana. La humanidad está
corrompida con esta enfermedad. Y usted y yo somos uno con la humanidad. Tal como lo leemos en
Educación, “En la vida de todo hombre se manifiesta el resultado de haber comido del árbol del
conocimiento del bien y del mal. Hay en su naturaleza una inclinación hacia el mal, una fuerza que
solo, sin ayuda, él no podría resistir. Para hacer frente a esa fuerza, para alcanzar el ideal que en lo más
íntimo de su alma reconoce como única cosa digna, puede encontrar ayuda en un solo poder. Ese poder
es Cristo”.118
Usted y yo, tenemos entonces, que aceptar y reconocer de que somos naturalmente egoístas. Yo tengo
que reconocer, si, que por naturaleza soy un egoísta, un creído en mí mismo, una criatura auto-
indulgente. El orgullo hace con que yo defienda rápidamente mi yo, y me hace sensible para reprender
a cualquiera que quiera atacar a mi ego. Yo tengo que estar en lo correcto, de tal manera que algunas
veces testarudamente recorro largos caminos para probar mi punto de vista, para así poder salvaguardar
mi vanidad. Y aun sabiendo que estoy equivocado, a menudo soy tentado a no ceder. A veces aun
desisto de la tentación, por lo menos durante algún momento.
114
Barclay, William, The Letter to the Corinthians, (Edinburgh: The Saint Andrew Press, 1956), página 49.
115
Jeremías 3:13.
116
PP:633. (paginación en inglés).
117
DTG:700-701.
118
Educación:29.
Pág. 37
Además, yo soy naturalmente tentado en gravitar con personas o situaciones que me darán las más
grandes ventajas personales de status. Mi naturaleza humana está lista para hacer con que los demás
caigan, si es que eso contribuye a que yo sea elevado. Y no necesito ser enseñado para conducirme de
esta manera, solo necesito refinarlas. Ellas vinieron con el modelo.

La dificultad de escribir “Yo”.-

Escribir las palabras anteriores fue una experiencia un tanto desagradable para mi. El pronombre
personal “yo” me ha causado alguna inquietud. Parece ser tan revelador. Me siento un poco como se
deben haber sentido Adán y Eva, estando en pie desnudos delante del Creador. Habría sido mucho más
fácil esconderse detrás del amorfo “nosotros”. Así, no habría expuesto realmente nada, o muy poco, de
la naturaleza personal: Somos egoístas, auto-indulgentes. El orgullo nos hace responder rápidamente
para defender el yo. Cuando sabemos que estamos errados, muy a menudo no queremos ceder.
Tal vez, lector, usted ha experimentado una pequeña inquietud también, al leer el “yo”, ha sentido una
aplicación personal. Si así ha sido, eso nos dice un poco acerca de la naturaleza del pecado, ¿no es
verdad?
(A esta altura necesito decirle que yo le he entregado mi vida a mi Salvador, y Él me dio la victoria
sobre mi egoísmo, mientras yo dependa continuamente de Él. Pero me acuerdo de Pablo que “estaba en
una constante aprensión, para que sus malas propensiones no le quitaran lo mejor de él, que él estaba
constantemente batallando, con una firme resistencia, sus indóciles apetitos y pasiones”.119 Estoy
conciente de que en mi carne no habita nada bueno y que siempre tiende al egoísmo, de tal manera que
en Cristo tengo que poner constantemente a muerte las tentaciones de la carne).
De tal manera que, admitiendo totalmente y sin reservas que yo soy, a modo de ilustración, un
mentiroso en potencial, o un engañador, un pervertido, un ladrón, un hipócrita, un glotón, o una
persona enojona, envidiosa, voluntariosa, engañadora, codiciosa, ambiciosa, avarienta, totalmente
egoísta, un asesino, o un adúltero; esto puede tomar una gran cantidad de gracia, y un ejercicio de la
voluntad que requiere más fuerza de la que tenemos nosotros mismos.
Y, como David, uno puede estar convencido por largo tiempo antes que reconozcamos que tenemos que
aceptar nuestra culpa y confesarla. Enceguecido y engañado por su alta posición, tal vez engañado por
la filosofía que, como rey, él no podía errar, David se rehusó durante un año a reconocer que había
pecado. Pero aun en esa situación de la mente, no pudo escapar al conflicto mental que creció a partir
de su crimen básico de adulterio con Betsabé y el asesinato de su marido. Así, él escribió en su oración
penitencial: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de
noche se agravó sobre mí tu mano. Mi verdor se volvió en sequedad de verano”.120

Laodicea y la Moderna Actitud Hacia el Pecado.-

Laodicea no ha escapado en ser afectada por la moderna actitud hacia el pecado. Esta es una razón por
qué las prácticas liberales han invadido nuestras iglesias, escuelas, y otras instituciones ASD. Existe un
continuo proceso de secularización desarrollándose entre nosotros, siendo que una fase lleva a la
siguiente. Es un caso de pecado creciente lo que alimenta esta situación.
Al mismo tiempo el pecado ha sido diluido en el pensamiento de muchos de nosotros, de tal manera
que las cosas que una vez fueron vistas como estando erradas, ahora no aparecen en una forma tan
terrible.
Además, aun aquellos que se han entregado a Jesús, tienen que estar alertas, para que su percepción
presente del pecado no se vea desfigurada, y debilitada debido a su pasado. Por ejemplo, si en el pasado
uno que ahora es cristiano ha visto un montón de películas de Hollywood con sus retratos específicos
119
Este Día Con Dios:277. (paginación en inglés).
120
Salmo 32:3-4.
Pág. 38
de pecado, puede ser que esta familiaridad influenciará su actitud de tal manera que no lo vea
inmediatamente como pecado, mientras que otra persona más sensible puede encontrar que estas
escenas son espiritualmente desmoralizadoras.
Existen otros tipos de pecado a los cuales la Biblia hace mención, que hoy en día son totalmente
dejados a un lado. Tan reprensibles como las acciones externas ante Dios, están los pecados de la
mente.121 Está el pecado de la ira. Eliminad, escribe Pablo, la ira, una ira violenta y repentina sobre los
sentimientos, una rabia, un estado o condición de mente.122
Andrew Murray sostiene que una tendencia a exhibir ira o irritabilidad es una prueba de si el amor de
Cristo está o no en nuestro corazón.123 El Comentario del Nuevo Testamento de Tyndale declara que el
mal temperamento y la ira injustificada, es una señal de la antigua naturaleza.124 (Sobre el asunto de la
ira justificada, el comentario continua diciendo que existe al así125, pero “el cristiano tiene que estar
seguro que su ira es una indignación justa, y no apenas una expresión de provocación personal o de un
orgullo herido. No tienen que existir motivos pecaminosos, y no se puede permitir que nos induzca a
pecar, de ninguna manera”.126
Y observe esta cita:
“La ley de Dios toma en cuenta los celos, la envidia, el odio, la malignidad, la venganza, la
concupiscencia y la ambición que agitan el alma, pero que no han hallado expresión en acciones
externas porque ha faltado la oportunidad aunque no la voluntad. Y se demandará cuenta de esas
emociones pecaminosas en el día cuando "Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa
encubierta, sea buena o sea mala”127.128
Jesús dejó claro que pecados como la ira y la lascivia son culpables ante los ojos de Dios.129
Cuando Dios toma la iniciativa y convence de pecado, el próximo paso es nuestro: tenemos que aceptar
Su decisión tal como ha sido traída hasta nuestras mentes a través de Su Palabra y a nuestras
conciencias a través de Su Espíritu Santo, y reconocer que hemos pecado, que somos pecadores. Hasta
que lo hagamos, hacemos imposible que Dios de Su próximo paso, darnos el arrepentimiento. Y sin
arrepentimiento, no puede haber perdón ni purificación. Dios tiene que prepararnos para este paso. Él
nos lleva al lugar donde nosotros podemos objetivamente mirarnos a nosotros mismos. Él nos lleva al
lugar donde nosotros estamos espiritualmente lo suficientemente despiertos como para ver nuestra
condición.
Cuando, delante de Dios, hemos enfrentado firmemente el hecho de que somos pecadores y que lo
hemos admitido, Él puede infundir un sentido de remordimiento por nuestros pecados, lo cual es la
actitud que hace posible que los confesemos, y sin la cual no podemos genuinamente confesar.
La convicción de pecado es algunas veces fácil de ser destruida. La indecisión, simplemente no hacer
nada, la destruirá. En el tiempo, la convicción se marchita y muere si no es seguida por la acción. Y, así
como las flores en un macetero, puede debilitarse rápidamente. Una decisión tiene que ser tomada
rápidamente.
Uno puede, al igual que Lucifer, escoger no verse a sí mismo como estando errado. Entonces, en una
confianza de auto ceguera, él va a encontrar cualquier cantidad de razones para “probar” que no está
errado, y ninguna cantidad de evidencias cambiará su mente para que reconozca que está errado.
121
Marcos 7:21.
122
Efesios 4:31; Colosenses 3:8.
123
Murray, Andrew, Absolute Surrender, (Chicago: Moody Press, s.f.), página 29.
124
Tasker, R. V. G., Editor, “The Epistle of Paul to the Ephesians”, The Tyndale New Testament Commentaries, (Grand
Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1981), página 133.
125
Efesios 4:26.
126
Tasker, R. V. G., Editor, “The Epistle of Paul to the Ephesians”, The Tyndale New Testament Commentaries, (Grand
Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1981), página 133.
127
Eclesiastés 12:14.
128
1 MS:254-255.
129
Mateo 5:19-48.
Pág. 39
Un reconocimiento completo y cándido del pecado, admitiendo que estamos errados ante Dios y con
nuestros semejantes, y que estamos espiritualmente mal formados, que somos egoístas, puede ser un
ejercicio espantoso, humillante y doloroso para el orgullo, y por eso muchos le hacen el quite. Saúl
nunca pudo hacerlo.
Pág. 40
Capítulo 7: La Parte de Dios: Arrepentimiento, el Don de Dios

Las personas que recibirán la lluvia tardía no solo reconocen sus pecados después que han sido
convencidos de ellos, sino que demostrarán la profundidad y la genuinidad de ese reconocimiento a
través de un profundo arrepentimiento, lo cual hace posible el esencial trabajo anterior de la lluvia
temprana en sus vidas.
El arrepentimiento es mi mirada hacia atrás en mi vida y en mi corazón, y verme a mí mismo por lo que
he sido y soy a la pura luz que brilla del Salvador y de la ley moral. Soy llevado al remordimiento de
tal manera que rechazo mi pecaminosidad, me vuelvo de las cosas pecaminosas y resueltamente decido
seguir los caminos de Dios ahora y en el futuro.
La decisión es tomada porque Dios ha tenido éxito en hacerme percibir mi vida y a mí mismo de la
manera en que Él los percibe, y yo he aceptado esa revelación. Veo algo de la magnitud de mi egoísmo.
Veo un poco el aborrecimiento de Dios de mis pecados. Siento Su justa condenación, no de mí, sino
que de mis transgresiones. Concuerdo con Sus evaluaciones a respecto de mí y de mi vida. experimento
pena de corazón por lo que he hecho y que no está de acuerdo con Su santidad, y realmente no quiero
continuar siendo ese tipo de persona, así como Él tampoco quiere que yo continúe siendo ese tipo de
persona.
“Vi la humildad de Jesús y mi orgullo”, dijo un cristiano, “la mansedumbre de Jesús, y mi
temperamento; el amor de Jesús, y mi ambición; la pureza de Jesús, y mi corazón impuro; la fidelidad
de Jesús, y lo engañoso que es mi corazón; la total ausencia de egoísmo de Jesús, y mi egoísmo; la
confianza y la fe de Jesús, y mis dudas e incredulidad; la santidad de Jesús, y mi falta de santidad; y me
aborrecí a mí mismo”.130
Del arrepentimiento de los Corintios Pablo escribió: “Mirad qué ha producido esa tristeza piadosa.
¡Qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué
celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado inocentes en este asunto”.131

Todos tienen que arrepentirse.-

Al reconocer nuestra pecaminosidad permitimos que las aguas redentoras fluyan más libremente, pero
esto no necesariamente tiene que connotar un remordimiento. Un niño confrontado con una fechoría
puede reconocer que él la ha hecho, pero la actitud que va junto con la confesión genuina puede estar
faltando.
El arrepentimiento es un imperativo para todo aquel que sea salvo. Dios no puede perdonarnos hasta
que nos arrepintamos.132 “Los pecados sobre los cuales no hay arrepentimiento no son perdonados”.133
Sin embargo, el arrepentimiento es frecuentemente evitado o aun negligenciado al preparar a las
personas para que sean miembros de la iglesia. “Muchos han aceptado la teoría de la verdad, pero no
han tenido una genuina conversión. Yo se de lo que estoy hablando. Hay pocos que sienten una
verdadera pena por el pecado, que poseen profundas y pungentes convicciones acerca de la
depravación de la naturaleza no regenerada. El corazón de piedra no ha sido cambiado por un corazón
de carne. Pocos están queriendo caer sobre la Roca y ser quebrados”.134 Todos, entonces, tienen que
experimentar el arrepentimiento, sin importar su disposición o trasfondo. “No importa cuán sin falta

130
Taylor, Richard S., Exploring Christian Holiness, (Kansas City, MO: Beacon Hill Press of Kansas City, 1985), Volume 3,
page 173.
131
2 Corintios 7:11.
132
Ver Hechos 2:38).
133
Nuestra Elevada Vocación:82. (paginación en inglés).
134
5 T:218. (paginación en inglés).
Pág. 41
hayan sido sus vidas, como pecadores ustedes tienen que dar algunos pasos. Se requiere de ustedes que
se arrepientan, créanme, y que sean bautizados”.135
Los tibios laodiceanos tienen experimentar este genuino arrepentimiento, este cambio radical
redireccionando a la mente. Esto implica en un cambio en la mente habitual y deformada por el pecado;
en actitudes, en nuestra percepción de la vida y de las demás personas, en nuestra postura hacia Dios y
para con las cosas espirituales. Alcanza a todo aquello que se mantiene en secreto para con las cosas de
Dios, cualquier hipocresía a respecto de una supuesta profesión de piedad, cualquier sentido de
satisfacción con nosotros mismos, cualquier deseo encubierto que no quiera conformarse de algún
modo a Sus normas de justicia, cualquier rebelión que esté acechando en las esquinas de la conciencia.

¿No es el arrepentimiento algo que nosotros hacemos?

Al categorizar aquellas cosas que son de Dios y aquellas cosas que son nuestras en el plan de salvación,
tal como lo estamos haciendo en este libro, podemos decidir primero que el arrepentimiento es nuestra
responsabilidad. Después de todo, el arrepentimiento es algo que nosotros hacemos, no Dios.
Pero Romanos 2:4 lo coloca así: “Su benignidad te lleva al arrepentimiento”.
Se dice que la palabra “lleva” está aquí usada en el sentido de conducta. En el tiempo correcto Dios,
como siempre ha sido, toma cuenta del asunto y nos conduce al arrepentimiento, al cual nunca
podríamos llegar si Él no lo hubiera hecho. Así como el atraernos y convencernos, el arrepentimiento es
de Dios. “El arrepentimiento es el don de Dios, y a quien Él perdona, lo hace primero penitente”.136 El
corazón natural no siente necesidad de arrepentimiento; en verdad, no puede sentir una necesidad de
arrepentimiento. “El arrepentimiento no es menos el don de Dios que lo que lo son el perdón y la
justificación, y no puede ser experimentado, excepto si le es dado al alma por Cristo”.137
Así que Dios instila en nuestras mentes y corazones la disposición al arrepentimiento. Tenemos que
actuar bajo ese impulso mientras la disposición esté con nosotros. Ella no permanecerá, si no hacemos
nuestra parte.
El efecto del arrepentimiento no es el más importante de los sentimientos, como muchos parecen
pensar. Porque para que el arrepentimiento sea genuino tiene que estar profundamente enraizado y
establecido, más que los sentimientos lo pueden estar, debido a su propia naturaleza. De tal manera que
el arrepentimiento tiene que envolver las facultades de la mente. Si fuese primariamente de los
sentimientos, sería tan variable como lo son los sentimientos. Así que nuestro arrepentimiento podría
ser sincero y determinado durante una hora, y cambiar y dudar en la hora siguiente, tal como parece ser
con algunas personas.
Por esta razón, Dios ha hecho sabiamente que el arrepentimiento sea principalmente un asunto de la
mente y del corazón, porque estas facultades están constituidas de tal manera que en el individuo
normal están más concentradas y son más estables que los sentimientos, y son el depósito de la razón,
del juicio, de los motivos y de la volición, y son opuestas a la mera emoción. Ellas pueden ser
comparadas a una isla en el mar en contraste con el propio mar, una vez calmo y otra vez tormentoso.
Así es que el arrepentimiento no puede ser un sentimiento pasajero, sino que continuo y consistente,
una decisión firmemente establecida en la mente. No depende de las emociones, sino que de las
convicciones basadas en nuestro conocimiento de la voluntad de Dios para nosotros.
“Un arrepentimiento causado por el ejercicio espasmódico de los sentimientos es un arrepentimiento
del cual hay que arrepentirse; porque es engañoso. Un ejercicio violento de los sentimientos, el cual no
produce en usted los pacíficos frutos de la justicia, lo deja a usted en un estado peor al que se

135
4 T:40. (paginación en inglés).
136
1 MS:324. (paginación en inglés).
137
1 MS:319. (paginación en inglés).
Pág. 42
encontraba antes”.138 “La vida que vivimos tiene que ser una de continuo arrepentimiento y humildad.
Necesitamos arrepentirnos constantemente, para que seamos constantemente victoriosos”.139

El arrepentimiento es un cambio de mente.-

El arrepentimiento, entonces, tiene que ver esencialmente con la mente. Hay que observar antes que
nada, el significado literal de la palabra Griega “un cambio de mente”. Esto no significa un mero
cambio de opinión sino que de intención, de actitud. Es un redireccionamiento de la voluntad.
El arrepentimiento es más un asunto de pena por el pecado que por los pecados.
¿Qué quiero decir con esto?
¿Ha tenido usted uno de esos repentinos, perceptivos y claros momentos, cuando se ha visto a usted
mismo como usted sabía que era, bajo, corrupto, vil? ¿Ha sentido usted alguna vez un profundo y
perverso disgusto consigo mismo, y ha sentido un juicio de conciencia diciéndole que usted es
tremendamente inicuo? ¿Se ha preguntado usted mismo por qué soy como soy? ¿Por qué tengo estas
actitudes? ¿Por qué siento de esta manera? ¿Por qué digo ese tipo de cosas, y hago ese tipo de cosas?
Estoy harto de mí mismo.
¿Se ha sentido usted como se sintió Pedro, “Aléjate de mí, porque soy un hombre pecador, oh Señor”?
En aquel tiempo, su reacción no se produjo porque hubiese cometido algún pecado específico. Pedro
ilustra aquí lo que yo llamo un arrepentimiento más que una pena por un pecado como principio, como
una condición fundamental del corazón, que por los pecados, aquellos pensamientos, palabras, actos,
que fluyen de esa condición.
En esta condición uno se siente devastado, más por lo que uno es que por lo que uno ha hecho. Uno
experimenta la necesidad de un cambio radical en uno mismo. Así que el arrepentimiento que Dios
ofrece nos trae un deseo, no solo de perdón, sino que de una purificación del corazón de aquellas cosas
que necesitan ser perdonadas, cosas estas que necesitan ser eliminadas desde su fuente de origen.
Cuando entendemos esta necesidad, y nos sometemos a ella, todas las barreras entre nosotros y Dios se
derrumban. No hay más defensas, no hay más una auto-justificación. Nosotros queremos mostrarnos
totalmente vulnerables ante Él. No esconderemos nada, no defenderemos nada, no guardaremos nada.

El arrepentimiento es más que una ola de emoción.-

“Es fácil sentir pena por el mal que uno ha hecho; pero este sentimiento puede no llevar consigo mismo
ninguna determinación a no repetir nuevamente lo errado. Una ola de emoción puede barrer el alma, y
durante su pasaje, todo el amor por el pecado puede ser sepultado, y solo pueden aparecer las mejores
ideas en la superficie. Pero serán como espuma derritiéndose y volviéndose nada, y desaparecerán con
la retirada de la ola, dejando el corazón de piedra casi inamovible. No hay un verdadero
arrepentimiento hasta que sea tocada la voluntad, hasta que el penitente resuelva abandonar su pecado y
buscar una vida mejor. Él puede muy bien ver que no puede hacer esto por sí mismo; su pecado es
demasiado fuerte para él, y la vida mejor está fuera de su alcance. El arrepentimiento no es una
regeneración, sino que es un sincero deseo por una vida nueva, una honesta determinación para
buscarla”.140
Pero este imperativo está más allá de nosotros. “El corazón natural no siente ninguna necesidad de
arrepentimiento”.141
En arrepentimiento, dejamos de pelear con Dios y con la conciencia.
138
1 MS:108. (paginación en inglés).
139
7 CBA:959. (paginación en inglés).
140
Spence, H. D. M., Excell, Joseph S., editors, The Pulpit Commentary, Grand Rapids; William B. Eerdmans Publishing
Company, 1961), Volume 5, page 82.
141
Review and Herald, 1 de Diciembre de 1904.
Pág. 43
En la Review and Herald, Ellen White escribió acerca de la condición laodiceana de las personas en
una reunión campal en especial, pero entonces hizo una aplicación más amplia:
“Como pueblo estamos en un peligro inminente; porque nos estamos volviendo superficiales,
deficientes en la bondad práctica. En nuestras reuniones campales nunca recibimos las bendiciones que
es nuestro privilegio obtener, porque cesamos muy luego nuestros esfuerzos. Hay alguna confesión de
una manera general; pero el mal real permanece intocado. No hay un sentido de odio hacia el pecado.
Hay un arrepentimiento sin un quebrantamiento del corazón; se profesa dejar el mundo, pero la vida
aun es gobernada por sus principios”.142

El énfasis de Cristo: arrepentimiento.-

A menudo estamos inclinados a enfatizar un reavivamiento y una reforma. Pero Cristo enfatiza el
arrepentimiento. Sin arrepentimiento no podemos tener nunca un genuino reavivamiento y reforma. El
reavivamiento y la reforma se seguirán al arrepentimiento. Sin arrepentimiento la lluvia tardía no
vendrá. “Si vamos a ser salvos al fin, tenemos que3 aprender la lección de penitencia y fe a los pies de
la cruz”.143
“A menudo nos apenamos porque nuestras malas acciones nos producen consecuencias desagradables.
Pero esto no es arrepentimiento. El verdadero pesar por el pecado es resultado de la obra del Espíritu
Santo. El Espíritu revela la ingratitud del corazón que ha despreciado y agraviado al Salvador, y nos
trae contritos al pie de la cruz. Cada pecado vuelve a herir a Jesús; y al mirar a Aquel a quien hemos
traspasado, lloramos por los pecados que le produjeron angustia. Una tristeza tal nos inducirá a
renunciar al pecado”.144
Ese tipo de lamentación conduce a la decisión del hijo pródigo, “Me levantaré e iré a mi Padre, y le
diré, ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y no soy digno de ser llamado tu hijo. Hazme como
uno de tus siervos”.145 Y llevará a una decisión similar para despertar a los laodiceanos.

Capítulo 8: Nuestra Parte: Confesar


142
Review and Herald, 21 de Octubre de 1884.
143
Exaltad a Jesús:240. (paginación en inglés).
144
DTG:267.
145
Lucas 15:18-19.
Pág. 44

Las personas que reciban la lluvia tardía habrán respondido a la atracción de Dios, habrán reconocido
libremente su pecaminosidad y necesidades y, en arrepentimiento, habrán confesado sus pecados y su
pecaminosidad. Habrán hecho todo completamente para Dios, de tal manera que Él pueda justificar y
entonces transformarlos a través de la lluvia temprana.
“Aquel que encubre sus pecados, no prosperará, pero todo aquel que los confiese y los abandone, este
alcanzará misericordia”.146
Dios nos ofrece arrepentimiento. Aceptando ese don de todo corazón significa confesión y entrega y un
alejamiento del pecado en forma resuelta.
Hay más cosas envueltas en el arrepentimiento y en la confesión de lo que muchos de nosotros
consigue entender. Cristo usó una ilustración que invoca lo visual y lo sensorial. Ellen White también
usó esta ilustración para ayudarnos a percibir lo que realmente significan el completo arrepentimiento y
la confesión.
Dibuje a alguien estando de pie sobre una roca en una montaña, que tropieza y cae ciento cincuenta
metros hacia abajo, cayendo sobre una gran roca. Visualícelo cayendo en picada a través del aire.
Sienta cuando se estrella contra la roca, con un tremendo impacto, quebrándose sobre la esta.
La imagen no es placentera. Podemos hasta resentirnos un poco y llevarla por el lado cómico. Pero
sugiere vívidamente lo que tiene que sucederle, espiritualmente, a usted y a mí, si es que queremos
nacer de nuevo, y ser santificados por la lluvia temprana. Entonces podremos recibir la lluvia tardía y a
través de ella estar preparados para llevar a cabo la última obra que la iglesia tiene que hacer. Y
estaremos preparados para permanecer en pie a través de las siete últimas plagas.
Mateo registra la breve ilustración usada por Jesús: “Y el que cayere sobre esta roca será quebrantado;
y sobre quien ella cayere, lo convertirá en polvo”.147 El propio hecho de que Jesús usó esta ilustración
de ser quebrado en una roca, nos dice que el verdadero arrepentimiento, confesión, y entrega es duro,
doloroso. Envuelve una violencia interna, es hacer con que el yo muera, es una muerte del yo, y esto es
duro.

Lo que significa morir al yo.-

Morir al yo nos muestra que el yo, aquella reserva de orgullo, auto-estima, justicia propia, auto-
dignidad, pretensión, tiene que ser hecho añicos, quebrado en pedacitos, antes que podamos ser hechos
nuevamente a la imagen del Maestro.
Ese yo orgulloso que secretamente nos asegura que somos superiores a otra persona. Aquella
independencia voluntariosa que en apariencia le obedece a Dios, tal vez debido a la conveniencia, pero
que internamente es insumisa. Aquella mundanalidad oculta que le permite a los oídos y a los ojos y a
los pensamientos inclinarse hacia las cosas no cristianas, cuando estas llegan al perímetro de nuestra
atención. Aquella auto-suficiencia espiritual que se rehúsa a aprobar la sugestión de que “toda la cabeza
está enferma, y todo el corazón doliente”, y de que “desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él
cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con
aceite”.148 Aquella arrogancia que nos hacer ser a nosotros mismos el árbitro de lo que es correcto y de
lo que es errado, de lo que está permitido y lo que no lo está, en vez de inclinarnos a un “así dice el
Señor”. Aquella irritación que surge a menudo, aquella afición desmedida al dinero, aquella vanidad
que sofoca los esfuerzos del Espíritu para hacernos poner las necesidades de otros antes que las
nuestras.
Podríamos continuar y continuar. La lista es virtualmente sin fin.

146
Proverbios 28:13.
147
Mateo 21:44.
148
Isaías 1:5-6.
Pág. 45
Esperamos que una vez más ha comenzado la idea a golpear la cabeza de que existe un problema más
serio que la confesión individual de nuestras transgresiones. Hay un problema con nosotros como seres
humanos. Hay todo un envolvimiento de nuestras naturalezas en pecado. Así como la sal le da sabor a
todo lo que toca, así el pecado es infundido a través de nuestros seres. Todo es afectado. De tal manera
que una verdadera confesión envuelve no apenas lo que hemos hecho, sino lo que somos. Tal como lo
hemos enfatizado anteriormente, hemos llegado a entender de que no apenas hemos cometido actos de
pecado, sino que somos pecadores. De hecho, aun cuando podamos aparecer como si hubiésemos
vivido vidas impecables, tal como parecía que el joven rico lo había conseguido, aun somos corruptos
espiritualmente en el corazón. Por lo tanto necesitamos más que el perdón. Nosotros, todos nosotros, si
es que no hemos sido transformados, necesitamos ser transformados. Esta es la razón por la cual Jesús
insistió en otro individuo semejante, “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del
Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”.149
En una ocasión Marín Lutero exclamó en profunda angustia a su superior en la orden Agustiniana, el
Dr. Staupitz: “¡Mi pecado! ¡Mi pecado! ¡Mi pecado!” pero era incapaz de de nombrar cualquier pecado
en particular. Lutero llegó a entender de que “hay algo más drástico errado con el hombre que cualquier
lista de ofensas que pueda ser enumerada, confesada, y perdonada. La verdadera naturaleza del hombre
es corrupta … Lutero llegó a percibir que todo el hombre está en necesidad de perdón”.150
Los creyentes “tienen que caer sobre la Roca y ser quebrados”. El propio Cristo es esa Roca.151 “Para
todos los que creen, Cristo es el fundamento seguro. Estos son los que caen sobre la Roca y son
quebrantados. Así se representan la sumisión a Cristo y la fe en él. Caer sobre la Roca y ser
quebrantado es abandonar nuestra justicia propia e ir a Cristo con la humildad de un niño, arrepentidos
de nuestras transgresiones y creyendo en su amor perdonador. Y es asimismo por la fe y la obediencia
cómo edificamos sobre Cristo como nuestro fundamento”.152

Sin excusas, sin auto-justificación.-

Al confesar nosotros a veces tratamos de colocar un elemento de culpa sobre los demás o sobre algunas
circunstancias, lo cual revela el hecho de que en realidad no estamos aceptando toda la responsabilidad
por nuestros pecados.
Refiriéndose a una persona, Ellen White escribió: “A todo el reconocimiento de su culpa él añade una
disculpa como excusa de su actuar, declarando que si no hubiese sido por ciertas circunstancias, él no
habría hecho eso o aquello, por lo cual es reprobado. Pero los ejemplos en la Palabra de Dios de
genuino arrepentimiento y humillación revela un espíritu de confesión en el cual no hay excusa para el
pecado o para una auto-justificación”.153
La confesión genuina es como decir, mientras estamos en la barra de la conciencia y de Dios, “OK,
Dios. Voy a venir limpio. No voy a excluir nada. Quiero que conozcas todo. Aquí está toda la triste
historia, toda la asquerosa situación. Soy totalmente culpable. Pero, Dios, tú sabes que estoy
profundamente en remordimiento a respecto de toda esta situación. ¿Me perdonarías?

Lo general versus lo específico.-

Es relativamente fácil confesar de una manera general. Por ejemplo, yo le puedo decir a un amigo o a
un miembro de la familia, ‘Si he actuado mal contigo, ¿me perdonarías?’. En esta confesión puede

149
Juan 3:3.
150
Bainton, Roland H., Here I Stand: A Life of Martin Luther, (New York: Mentor Books, 1955), page 41.
151
Romanos 9:33; 1 Pedro 2:7-8; Isaías 8:14.
152
DTG:551.
153
5 T:641. (paginación en inglés).
Pág. 46
existir la implicación de que yo realmente no siento haber actuado mal con alguien. O si lo hice, no fue
una gran cosa. Pero si usted piensa que lo hice, por favor perdóneme.
O yo puedo implicar en que hay un problema, pero la falta puede haber sido, o fue, tanto la culpa de él
como la mía. O aun más la de él que la mía. Así yo reduzco sutilmente la culpa que debiera haber sido
mía. Y al hacer eso, salvo mi conciencia con la idea de que he hecho mi parte al confesar, cuando en
realidad no lo he hecho de ninguna manera. De hecho, puedo haberlo hecho peor, colocando la culpa
sobre otro.
Es duro confesar francamente todo, “Yo te mentí cuando te dije … “. O “yo te culpé por haberme hecho
perder mi temperamento. Pero, en realidad, fue falta mía”.
Es duro confesar porque el orgullo tiene que humillarse para que eso suceda. Y el orgullo tiende a
paralizar la voluntad, a engrosar la lengua, y a inhibir todo movimiento hacia la confesión y la
restitución.
Además, la confesión a veces hace necesario revelarle a otros imperfecciones éticas y morales, que no
nos gustaría que otros conocieran. Ello manifiesta que no siempre hemos sido buenos u honestos, o
virtuosos, como los demás podrían pensar que somos.
A veces nos avergonzamos de confesar. Tal vez hemos tenido que admitir la misma ofensa dos, o tres, o
más veces previamente, y ahora estamos embarazados en tener que confesar, ya sea a Dios, o a aquel
que le hemos hecho daño.
Si esto es un problema, recordemos que, primero, que tanto como el perdón nos concierne, Dios no se
concentra en números.
¿Recuerde la respuesta de Jesús a Pedro cuando el discípulo le preguntó si debía perdonar a alguien que
ha errado siete veces? Jesús respondió, “no te digo que hasta siete veces, sino que hasta setenta veces
siete”.154 En esto Él reflejó la actitud de Su Padre en relación al perdón.
Segundo, el embarazamiento no puede ser un criterio para saber si debemos confesar o no. El Cielo
podría ser un poco embarazoso.
Por razones como estas “Hay muchos profesos cristianos cuyas confesiones del pecado son similares a
la de Acán. Reconocen su indignidad en forma general, pero rehúsan confesar los pecados cuya
culpabilidad descansa sobre su conciencia, y que han provocado el enojo de Dios sobre su pueblo.
Muchos ocultan así pecados de egoísmo, engaño, falta de honradez para con Dios y su prójimo,
pecados en la familia y muchos otros que es adecuado confesar en público”.155
De tal manera que debemos confesar, en verdadera sinceridad, y en lo específico, si es que queremos
obtener el perdón de Dios y las bendiciones de Dios.
En relación con ciertas ofrendas por el pecado en Levítico 5, leemos que “cuando pecare en alguna de
estas cosas, confesará aquello en que pecó”.156 A respecto de esto el CBA observa: “Es culpable, y lo
sabe. No basta una confesión general. Debe confesar "aquello en que pecó". Ninguna otra confesión
servirá”.157
“La verdadera confesión es siempre de un carácter específico y declara pecados particulares. Pueden
ser de tal naturaleza que solamente pueden presentarse delante de Dios. Pueden ser males que deben
confesarse individualmente a los que hayan sufrido daño por ellos; pueden ser de un carácter público y,
en ese caso, deberán confesarse públicamente. Toda confesión debe hacerse definida y al punto,
reconociendo los mismos pecados de que seáis culpables”.158 Cualquier cosa diferente a esta, arroja
dudas sobre el arrepentimiento.

154
Mateo 18:22.
155
2 CBA:991.
156
Levítico 5:5.
157
1 CBA:748.
158
Camino a Cristo:37-38.
Pág. 47
Lo más importante, es que la confesión de todo pecado debe ser hecha a Dios. Tiene que ser hecha de
“un corazón quebrantado y contrito”, el cual Dios no despreciará.159
La genuina confesión del pecado ocasionada por un real arrepentimiento, trae un abandono del pecado
y una victoria sobre el pecado. Es posible confesar pecados una y otra vez, pero no abandonarlos a
través de un sincero arrepentimiento.

La restitución.-

Mientras estaba en la academia un estudiante se me aproximó y me confesó que un año atrás o dos, él
me había robado un libro. Yo no tuve ningún problema en perdonarlo, pero él no me devolvió el libro,
ni me ofreció reemplazarlo.
Pero un aspecto vital de la confesión es la restitución. Este es un requerimiento bíblico.
“El Eterno dijo también a Moisés: Di a los israelitas: El hombre o la mujer que cometa alguno de los
pecados con que ofenden a otro y al Eterno, esa persona confesará el pecado que cometió y compensará
enteramente el daño. Añadirá la quinta parte sobre ellos, y lo dará a aquel contra quien pecó”.160
Con la confesión sincera viene la entrega, porque la decisión de confesarle a Dios, para hacer las cosas
correctas con todos, rompe las cadenas que nos atan, y así somos liberados. En el momento quedamos
libres del pesado peso de culpa. La libertad espiritual y el optimismo que proviene con la entrega es
porque ya no somos nosotros mismos los que llevamos la carga. Jesús la ha asumido. “Así que, si el
Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”.161
En nuestra confesión, tal vez necesitemos reconocer a Dios de que no hemos tomado en serio la palabra
del Testigo Verdadero, el cual nos cuenta la condición en la que estamos muchos de nosotros162, sino
que aquellos a quienes les hemos dada escasa atención.
La confesión, se ha señalado, era una precondición para todos los sacrificios hechos en el sistema
Levítico.163 El sacrificio no era aceptado por Dios, si es que no había una confesión de los pecados
conocidos, antes que el animal fuese muerto. El sacrificio no tomaba el lugar de la confesión. Su
propósito era proveer una remisión solamente para los pecados confesados. (Los pecados no
reconocidos, y por lo tanto no confesados, eran cubiertos por los sacrificios de la mañana y de la tarde.
Estos sacrificios quemados proveían una expiación temporaria y provisional, hasta que el pecador
reconociera su pecado. Así las vestiduras de la justicia de Cristo nos cubre de los pecados no
reconocidos).164
Antitípicamente, entonces, el sacrificio de Cristo no substituye la confesión, y no puede ser efectiva
para nosotros, hasta que confesemos nuestros pecados conocidos. Solamente los pecados confesados
son remitidos por Su sacrificio. Por lo tanto no podemos ser justificados teniendo pecados conocidos en
nuestras vidas. “La justicia de Cristo no cubre ningún pecado sobre el cual no haya habido
arrepentimiento”.165

159
Salmo 51:17.
160
Números 5:5-7.
161
Juan 8:36.
162
Apocalipsis 3:15-18.
163
Wallenkampf, Arnold V., Lesher, W. Richard, editors, The Sanctuary and the Atonement, (Washington, D.C.; Review and
Herald Publishing Association, 1981), page 97.
164
Ver los comentarios de Ellen White en el 1 CBA:713. (paginación en inglés).
165
7 CBA:931. (paginación en inglés).
Pág. 48

Capítulo 9: La Parte de Dios: Él Perdonará

Las personas que reciban la lluvia tardía serán penitentes a quienes Dios se deleitará en perdonar. Su
perdón, un factor preparatorio para la lluvia temprana, es el primer paso para aclarar el camino de la
lluvia tardía cuando Dios escoja enviarla.
Dios está ansioso de perdonar nuestros pecados. “Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande
en amor hacia todos los que te invocan”.166 “El Señor pasó ante Moisés y proclamó: !oh Eterno, oh
Eterno! ¡Dios compasivo y bondadoso, lento para la ira, y grande en amor y fidelidad! Que mantiene su
invariable amor a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y no deja sin castigo al
malvado; que visita la iniquidad de los padres en los hijos y los nietos, hasta la tercera y cuarta
generación”.167 “Señor, si miraras a los pecados, ¿quién podría subsistir? Pero hay perdón en ti, para
que seas reverenciado”.168 “De ti, oh Eterno nuestro Dios, es tener misericordia y perdonar, aunque
contra ti nos hemos rebelado”.169
El perdón es el camino de gracia de Dios a través del cual Él remueve los impedimentos entre nosotros
y Él mismo.
Por ahora entendemos que el perdón no es algo simple. La justicia de Dios, Su carácter, el destino de
todo Su universo, está ligado en cómo y por qué perdona. Su justicia tiene que ser mantenida en cada
aspecto. Por lo tanto el perdón no es simplemente una situación en la cual nosotros pedimos, y Él
generosamente perdona. No es como un niño que hace algo errado y el padre lo perdona sin que haya
ninguna estipulación de por medio, y todo está bien.
El perdón le ha costado más a Dios de lo que podamos concebir, la vida de Su Hijo. Debido al
Sacrificio, el hombre y Dios se pueden encontrar en el “propiciatorio”, el lugar del perdón; “el lugar de
encuentro”, como lo ha colocado William Temple, “del santo amor de Dios con el pecado del
hombre”.170
El escritor alemán Heinrich Heine, hizo una observación citada a menudo acerca del perdón de Dios.
Confinado en su lecho con una incurable enfermedad a la columna, él sin embargo exhibió una casual
despreocupación por el futuro y la eternidad. Al preguntársele por qué estaba tan confiante, él replicó
cínicamente, “Dios perdonará. Es su negocio”.
Pero Dios no puede perdonar tan fácil. Por una cosa, desde la perspectiva del que es perdonado, un
perdón fácil es desmoralizante. Esto puede ser ilustrado por lo que está sucediendo en nuestro sistema
de justicia. Alguien comete un crimen, pero solo recibe una pequeña sentencia, o ninguna. Esto le da a
él, y a otros, la idea de que lo que ha hecho no es tan serio después de todo. Por lo tanto no hay una
disuasión para que él continúe cometiendo el mismo crimen nuevamente, u otro crimen.
La condición que Dios coloca para el perdón, no solo lleva al pecador a un arrepentimiento genuino
debido a su pecado, sino que le hará entender la seriedad del pecado, de tal manera que él se vuelve
mucho más sensible al mismo.
El camino de Dios “es lo suficientemente ancho como para recibir al mayor pecador si es que se
arrepiente, y es tan estrecho, tan santo, levanta tan alto, que el pecado no puede ser admitido ahí”.171

166
Salmo 86:5.
167
Éxodo 34:6-7.
168
Salmo 130:3-4.
169
Daniel 9:9.
170
Christian Faith and Life, (London: SCM Press, 1963), page 84.
171
1 MS:184. (paginación en inglés).
Pág. 49
“El perdón incondicional del pecado nunca ha sido y nunca lo será”.172 El perdón, entonces, no es
contingente con un simple pedido. Es contingente con, y siempre está asociado con, la humildad, la
sumisión, el arrepentimiento, la confesión de los pecados, y el perdón hacia los demás.173 Nosotros
podemos ser perdonados si aceptamos estas condiciones. La parábola del Fariseo y el publicano
demuestra esto.174
De tal manera que Dios siempre mira el corazón. Él examina la base del arrepentimiento. ¿Nosotros lo
buscamos porque rehuímos las consecuencias del pecado, o porque tenemos un sentido real de cómo
hemos actuado mal para con Dios?
El perdón de Dios es más que borrar los antecedentes. Cuando yo busco perdón el objetivo no es solo
que Dios me va a perdonar mis transgresiones. Es también que las alienaciones que me han separado a
mí de Dios sean eliminadas; que haya una restauración del compañerismo y de la comunión. Y esto
solo es posible si el pecador es cambiado y perdonado. Cuando el pecador es perdonado, también es
transformado.

No hay encubrimiento para los pecados en que no ha habido arrepentimiento.-

“La justicia de Cristo no es un manto para cubrir pecados que no han sido confesados ni abandonados;
es un principio de vida que transforma el carácter y rige la conducta. La santidad es integridad para con
Dios: es la entrega total del corazón y la vida para que revelen los principios del cielo”.175 (En esta cita
hay una clara y compacta definición de la justificación por la fe).
“Si confesamos nuestros p3ecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y para purificarnos
de toda injusticia”.176
Es la confesión de nuestros pecados conocidos que nos purifica a los ojos de Él, el cual es de Santidad
Absoluta.177
Sugerir, entonces, que podemos ser perdonados sin un arrepentimiento genuino es representar mal las
enseñanzas de la Biblia y rebajar la norma de la iglesia. Y, desde luego, es un hecho que si
sinceramente nos arrepentimos, abandonaremos completamente nuestros pecados, y por la gracia
viviremos una vida justa.
Necesitamos considerar por un momento lo que está envuelto en la purificación que proviene
juntamente con la confesión y el perdón. Primero, somos nosotros los que somos purificados. No es
simplemente un registro celestial al cual le son borrados nuestros registros de pecados. Es una
experiencia personal. Dios nos purifica a nosotros.
En el Nuevo Testamento la contaminación ( o la falta de purificación) es una condición moral178 la
purificación tiene que ver con esa condición moral. En la purificación, lo cual significa regeneración, la
experimentación del nuevo nacimiento, el corazón es purificado y la naturaleza mental y moral es
renovada en santidad.179 Esta seguridad de purificación a través del Espíritu nos da intrepidez a través
de Cristo para “acercarnos con un nuevo corazón” al trono de Dios.180

Con arrepentimiento somos justificados.-

172
La Asombrosa Gracia de Dios:73. (paginación en inglés).
173
Mateo 18:35.
174
Lucas 18:9-14.
175
DTG:509.
176
1 Juan 1:9.
177
1 T:156. (paginación en inglés).
178
Mateo 23:25-27; Marcos 7:14-23.
179
Hechos 15:9; Salmo 51:10.
180
Hebreos 10:19-22.
Pág. 50
El título de nuestro capítulo tiene que ver con perdón. Pero el perdón y la justificación son la misma
cosa. De tal manera que cuando experimentamos este arrepentimiento, del cual hemos estado hablando,
Dios perdona, purifica, regenera. Y con ese acto recibimos lo que teológicamente se llama justificación.
¿Qué es justificación? Expresado simplemente, es toda la perfección de Jesucristo suplantando nuestras
imperfecciones cuando nos arrepentimos de nuestra pecaminosidad y pecados y nos entregamos a
Cristo. Ellen White dice lo siguiente:
“Si os entregáis a él y lo aceptáis como vuestro Salvador, por pecaminosa que haya sido vuestra vida,
seréis contados entre los justos por consideración a el. El carácter de Cristo toma el lugar del vuestro, y
vosotros sois aceptados por Dios como si no hubierais pecado”.181
Esto es justificación. ¿Pero esto es todo lo que significa justificación?
Ha habido mucho debate en el mundo religioso en relación a si la justificación es solamente judicial; o
si también es personal, en el sentido de que hay algo que es hecho en el individuo internamente.
Durante mucho tiempo fue enseñado en el Protestantismo que la justificación es solamente judicial. En
otras palabras, aceptando a Cristo, el penitente es registrado en los libros del Cielo como estando sin
falta, pero esa justificación no posee efectos subjetivos sobre el propio individuo. Sin embargo, en años
recientes ha habido un alejamiento de este punto de vista por parte de algunos teólogos, porque han
llegado a entender que es tanto judicial como personal. Por ejemplo, el respetado erudito, escritor y
evangelista, John R. Stott, afirma que la enseñanza bíblica de que nosotros somos justificados en Cristo
“hace imposible que nosotros pensemos en la justificación como una transacción exclusivamente
externa; no puede ser aislada de nuestra unión con Cristo y de todos los beneficios que eso trae”.182

La justificación: perdón del pecado, recuperado del pecado.-

Ellen White le da a las palabras citadas anteriormente del Camino a Cristo, una definición de
justificación, pero ella es clara en que esto no es todo lo que está envuelto. “El perdón de Dios (el
perdón y la justificación ‘son una y la misma cosa’183), no es meramente un acto judicial a través del
cual nos libera de la condenación. No es solamente un perdón del pecado, sino que una recuperación
del pecado. Es el flujo del amor redentor que transforma el corazón”.184
Leemos en el párrafo inmediatamente a seguir la cita del Camino a Cristo que dice: “Más que esto,
Cristo cambia el corazón”, añadiendo así los efectos subjetivos de la justificación.
En su carta a Tito, Pablo nos dice que la justificación sigue a la regeneración, el nuevo nacimiento, el
cual es una “renovación en el Espíritu Santo”, y que significa un gran cambio en el pecador.
Nuestro Dios, escribe Pablo, “nos salva, no debido a los actos hechos por nosotros en justicia, sino que
en virtud de Su propia misericordia, por el lavamiento de la regeneración y renovación en el Espíritu
Santo, el cual Él derramó sobre nosotros ricamente a través de Jesucristo nuestro Salvador, para que
podamos ser justificados por Su gracia y seamos herederos en esperanza de vida eterna”.185

La justificación y el nuevo hombre.-

“Justificación”, según el CBA, es “la purificación y la creación del nuevo hombre ‘creado en …
santidad’186”.187 Así es que tenemos que entender que la experiencia de la justificación no nos deja
como éramos antes, meramente acreditada con el hecho de que hemos sido purificados, cuando hemos

181
Camino a Cristo:62.
182
The Cross of Christ, (Downers Grove, IL: Intervarsity Press, 1986), page 191.
183
6 CBA:1070. (paginación en inglés).
184
El Discurso Maestro de Jesucristo:114. (paginación en inglés).
185
Tito 3:5-7, RSV. Itálicos suplidos.
186
Efesios 4:24.
187
6 CBA:880. (paginación en inglés).
Pág. 51
permanecido no transformados. La justificación consta de dos partes. Al mismo tiempo en que somos
mirados por Dios como si nunca hubiésemos pecado, debido a que la vida impecable de Jesús es
contada como si fuese la nuestra; la justificación efectúa una renovación del corazón de tal manera que
ahora somos personas diferentes a lo que éramos antes.
Y por último, la justificación significa libertad. En pecado, el corazón, la mente, la voluntad, el cuerpo,
están amarrados.188 En perdón, las amarras son más serias.
John Stott menciona cuatro cosas de las cuales somos liberados en Cristo:189
1.- La tiranía de la ley. La persona conciente que, como Pablo190, consigue ver algo de la profundidad
y de la extensión de la obediencia que demanda la ley, y entonces trata de alcanzar esas demandas en su
propia condición pecaminosa, encuentra que mientras las demandas de la ley son obligatorias, también
son imposibles de cumplir. Él nunca puede satisfacerlas. La ley se vuelve un déspota para él, tal como
lo fue para Pablo y para Martín Lutero.
En el perdón de Cristo, o justificación, hay una liberación del legalismo. El legalismo es tratar de
obedecer a la ley de Dios sin entender que el poder para obedecer la ley solo puede venir de Dios. En el
legalismo no se experimenta ese poder.
Con el perdón que viene con el arrepentimiento y la entrega, también viene el poder para obedecer, así
como la armonía con la ley. Entonces, “me deleito en hacer Tu voluntad, oh Dios mío, y Tu ley está
dentro de mí corazón”.191 La ley entonces no es más un tirano, sino que un guía amigable que me
mantiene en el camino al cielo.
2.- La tiranía de la carne. Esto puede tal vez ser mejor entendido, si lo consideramos de la forma en
que Pablo usa el término carne. En su terminología puede verse la deteriorada naturaleza pecaminosa
humana operando a través de un cuerpo físico y de facultades de un cuerpo cuyos apetitos y pasiones,
impulsos y sensibilidades han salido mal, debilitadas y pervertidas como resultado del pecado. Estas
facultades consecuentemente le proporcionan al pecado una base desde la cual él puede trabajar para
usar mal y manipular al hombre. Estas facultades debilitadas y pervertidas hacen demandas
pecaminosas, son usadas por Satanás para incitar y atraer a pecar, y, a despecho de nosotros mismos,
sin Cristo para que las subyugue, ellas siempre consiguen lo que quieren. De esta manera la carne nos
tiraniza.192
3.- La tiranía del mundo. Podemos definir la palabra mundo como una sociedad humana alienada de
Dios y organizada bajo los poderes del mal. Estamos rodeados por la influencia de esta organización, la
cual está quietamente en las manos de Satanás. Esa influencia, ya sea explícita o implícitamente, tiende
a conformarnos a su manera de pensar, la cual es opuesta al pensamiento cristiano. Es esa influencia
poderosa, pero sutil, a nuestro alrededor, acerca de la cual somos advertidos en la versión de Phillips de
Romanos: “No permitáis que el mundo a vuestro alrededor os apriete con su propio molde”.193
4.- La tiranía de la muerte. La muerte es un enemigo temido por muchos. Un periodista listó como
una de sus reglas de vida, no pensar nunca en la muerte. El Dr. Samuel Johnson observó que el miedo a
la muerte está tan naturalmente arraigado en la humanidad, que la vida es un gran esfuerzo para
mantenerla alejada. Pero en palabras triunfantes que a través de los siglos han inculcado esperanza y
confianza, Pablo le habló a todos los cristianos : “La muerte ha sido tragada en victoria. Oh muerte,
¿dónde está tu aguijón? Oh tumba, ¿dónde está tu victoria?”.194

188
Ver Romanos 6:18,20,22; Gálatas 5:1.
189
Stott, Op. Cit., page 241f.
190
Romanos 7:7-11,24.
191
Salmo 40:8.
192
Ver Romanos 6:8-14.
193
Romanos 12:2, versión de Phillips.
194
1 Corintios 15:54-55, KJV.
Pág. 52

Capítulo 10: Nuestra Parte: Tomar a Dios en Su Palabra

Las personas que reciben la lluvia tardía habrán conocido el perdón, la purificación, la justificación y el
poder de Dios para obtener la victoria a través de la lluvia temprana. Habrán aprendido en sus
habilidades aquí y ahora para obtener la victoria sobre el yo y sobre el pecado. Sin esa creencia y
experiencia es imposible que Dios abra el canal para derramar el poder de Su lluvia tardía sobre
nosotros.
Nuestra fe, nuestra creencia, es la base sobre la cual Dios perfecciona Su obra transformadora en
nuestros corazones, y tal vez la fe sea el más duro rasgo para que cultiven y practiquen los seres
humanos.
Como pecadores tenemos que creer que sobre nuestra sumisión a Él, Dios nos perdona, nos acepta, nos
purifica, y nos transforma; y tenemos que actuar sobre esa creencia. Pero “aquí es donde miles caen”,
escribió Ellen White en relación a nuestra aceptación de ese perdón, y en el vivir victoriosamente por la
fe en la gracia de Dios. “Ellos no creen que Jesús los perdona personalmente, individualmente. No
toman a Dios en Su Palabra”.195
“Nuestro mayor pecado en no creer en Dios”.196
“El mayor pecado que podemos acariciar es el pecado de la incredulidad”.197
“Toda falla por parte de los hijos de Dios se debe a su falta de fe”.198
“Sin fe (creer) es imposible agradar a Dios”.199
“Todo lo que no es de la fe (creer) es pecado”.200
Pero antes que entremos en un análisis de las “malas nuevas”, la incredulidad, pensemos en las “buenas
nuevas”, en creer.

Creer, simple y poderoso.-

Entender el creer en el contexto cristiano, en el cual es otro término para fe, no requiere una profunda
definición teológica. Multiplicar palabras para tratar de ayudarnos a entender, puede tal vez no ser de
mucha ayuda. Normalmente, no son las definiciones las que más necesitamos para poder actuar
conforme a lo que ya entendemos.
Creer, o fe, es simplemente tomar a Dios en Su Palabra, y proceder de acuerdo con ella. Esta es la
médula, el resumen y la substancia de todo.
Esta es la razón por la cual al escribir sobre el perdón y la purificación, Ellen White escribió:
“La fe es simple en su operación y poderosa en sus resultados. Muchos profesos cristianos, que poseen
un conocimiento de la sagrada Palabra, y creen su verdad, fallan en confiar como un niño, lo cual es
esencial para la religión de Jesús. Ellos no alcanzan ese toque peculiar que trae la virtud de sanar el
alma”.201

195
Camino a Cristo:52. (paginación en inglés).
196
4 ML:395.
197
Signs of the Times, 4 de Octubre de 1899.
198
Patriarcas y Profetas:657. Itálicos suplidos. (paginación en inglés).
199
Hebreos 11:6.
200
Romanos 14:23.
201
6 CBA:1074. (paginación en inglés).
Pág. 53
Después de un momento de reflexión sobre esta declaración, se vuelve aparente que el creer en la
Biblia no puede ser separado de la decisión y de la acción. Tal como lo dice esta declaración: “Creer en
el nombre de Jesús es apropiarse de las provisiones de salvación en Cristo Jesús”.202
Las provisiones de la salvación no son meramente legales sino que vivas, vitales. Hay una
transformación y un perdón. Dios purifica, o limpia, y también perdona.203
El “toque peculiar” del cual habla Ellen White, tiene que ver con el hecho de que finalmente creer, o fe,
no depende de evidencias objetivas, que demanda la mente dura, empírica y moderna. Esa evidencia
está disponible, y en un grado, es importante. Pero la fe continúa donde el conocimiento y las pruebas
llegan a sus límites. Más efectivo que esto es la persuasión del Espíritu Santo. Su persuasión no
descansa en hechos intelectuales para convencer, sino que sobre una convicción que es más
comprensiva e incontestable, y eso va más hondo que el intelecto. El Espíritu no habla con palabras
sino que con “suspiros más profundos que las palabras”204, los cuales son mucho más persuasivos que
el lenguaje humano.

El conocimiento del alma.-

El hablar del Espíritu es al “corazón”, lo cual incluye toda la vida subjetiva interior, el centro moral de
la personalidad, toda la disposición, el hombre interior. Mildred Wynkoop dice que “Jesús dijo que es
lo que está fuera del corazón de donde procede el mal, y que era el corazón el que tenía que amar a
Dios totalmente. Pablo habla del corazón como estando oscurecido y tonto y lascivo y duro e
impenitente205, y es en el corazón que el Espíritu Santo vierte amor.206 Para él, es el corazón el que
obedece207 y es el corazón el que cree208 para justicia”.209
El Espíritu no sobrepasa la razón ni los hechos, y no le da poder sobrehumano a la voluntad. Él
sobreimpone sobre ellos algo que es superior a la razón humana y le ofrece a la razón un incentivo
atractivo para someter el alma a su Salvador.
Para el cristiano la evidencia es y tiene que ser más del corazón que de la mente.
“La fe resulta en conocimiento espiritual. Por la fe somos animados a aferrarnos aun más; porque
contemplamos a Dios en la promesa, y estamos armados con estabilidad. El verdadero cristiano sabe en
quien cree. Él posee la evidencia de las cosas que no se ven; y un conocimiento que está regenerado, al
cual se le ha dado poder, le sigue a todo esto. Esto puede no ser creído por los escépticos, pero para el
que lo recibe no es especulación ni mera teoría. El Evangelio le ofrece un remedio para los desórdenes
morales que el pecado le ha causado. Él no lee apenas la Biblia, sino que la experimenta. Él no ha
escuchado apenas sobre la justicia de Cristo; por la fe él ha abierto las ventanas de su alma al Sol de la
Justicia. Los escépticos pueden retroceder y argumentar a respecto de la imposibilidad del remedio que
él ha tomado, pero sus palabras no son nada para él contra su experiencia. Es un asunto de
conocimiento con él”.210

La anatomía de la incredulidad.-

Hemos definido la creencia como tomando a Dios en Su Palabra y actuando de acuerdo con ella. El
reverso es que la incredulidad no toma a Dios en Su Palabra.
202
5 CBA:900-901. (paginación en inglés).
203
1 Juan 1:9.
204
Romanos 8:26, RSV.
205
Romanos 1-2.
206
Romanos 5.
207
Romanos 6:17.
208
Romanos 10:9.
209
A Theology of Love, (Kansas City, MO: Beacon Hill Press of Kansas City, 1972), page 243. Itálicos en el original.
210
Signs of the Times, 4 de Octubre de 1899.
Pág. 54
La incredulidad no es y no puede ser vinculada con la ignorancia. No es correcto decir, “yo no se nada
acerca de ese asunto; por lo tanto no creo”. La incredulidad es un rechazo del algún aspecto del
conocimiento.
La incredulidad no es lo mismo que la duda. Estrictamente hablando, existe4n dos categorías de dudas.
Existe el tipo intelectual honesto que lleva a una suspensión de la opinión debido a una falta de
conocimiento. Esta duda puede comenzar con la búsqueda de la verdad.
Entonces existe el más común tipo de duda el cual es el escepticismo, que parece ser menos del
corazón que de la mente. Su fuente es la misma que el de la incredulidad. Comienza con el orgullo o
del cinismo, un poco de interés, o un anexo a opiniones o prácticas que parecen ser muy atractivas, o
muy adhesivas, como para poder escapar.
Esta duda no es incredulidad. Es una gran sombra que cae sobre la fe. Es una condición en la cual uno
vacila entre la creencia y la incredulidad, mientras se va inclinando hacia la incredulidad.
La incredulidad, por otro lado, es la duda que ha cruzado la línea. Ella ya no vacila más. Ella ha
esencialmente despedido la creencia y se ha convertido en escepticismo. Es incredulidad, se rehúsa a
creer. Es una condición del corazón211, un estado moral.
Bíblicamente, la incredulidad es una rehúsa a andar por la evidencia, por los mandamientos, o por las
promesas que Dios presenta. De tal manera que busca argumentos, no para rehusar su escepticismo,
sino que para hacerlo más plausible. Es escoger seguir su propio juicio, a menudo debido a que es más
placentero para el ego. Es escoger su propia posición, tal vez porque concuerda más con el estilo de
vida que uno ha escogido seguir.
La incredulidad en Dios es un asunto moral. Por moral queremos decir, simplemente, que tiene que ver
con la verdad y el error, lo correcto y lo errado, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto. Podemos
ilustrarlo como sigue: suponga que su esposo o su mejor amigo, ha probado una y otra vez, “por todos
los medios”, durante treinta años, que son dependientes y que no te dejará caer. Pero suponga que usted
aun no cree que ellos sean confiables, y usted echó hacia afuera esa incredulidad. ¿No demostraría esta
incredulidad un serio defecto moral en usted, en vez de una falla en ellos? ¿Usted sería justo para con
ellos? ¿Estaría usted haciendo lo justo?
“Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le
aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones”.212
“Grande es Su fidelidad”.213
“Aquel que prometió es fiel”.214
“Si no creemos, Él se mantiene fiel; Él no puede negarse a Sí mismo”.215
De tal manera que cuando demostramos una falta de fe en Dios, fuera de quien no hay nadie más
confiable, ni puede haberlo, estamos manifestando el más serio atentado moral.
“Nuestra incredulidad [en Dios] es un insulto a Aquel que ha hecho tanto por nosotros”.216
Fundamentalmente, entonces, en religión, la incredulidad es no creer en Dios, una Persona, el
infinitamente Confiable. Es más serio no creer en una persona que en una idea. Es infinitamente más
serio no creer en Dios que en nuestra propia oscura incredulidad.
Las dos palabras Griegas comunes en el Nuevo Testamento traducidas como incredulidad, y otros
términos que sugieren la misma idea, significan desobediencia; o una rehúsa a ser persuadido; o falta
de confianza. Es una ausencia de fe. Es la rehúsa del corazón para colocar confianza en Dios. Es el
rechazo de la voluntad en la evidencia que Él presenta.

211
Hebreos 3:12.
212
Deuteronomio 7:9.
213
Lamentaciones 3:23, KJV.
214
Hebreos 10:23.
215
2 Timoteo 2:13, KJV.
216
Review and Herald, 19 de Noviembre de 1901.
Pág. 55
En las palabras del Diccionario de Teología, incredulidad “es la resistencia moral a y la falta de
confianza en los mandamientos y promesas de Dios, lo cual proviene de un corazón malo”.217

Una falsa santificación.-

Hubo un día en que los Adventistas eran fuertes en el desempeño (lo cual era llamado santificación) y
débiles en la justificación. Hemos dado una gran vuelta en las últimas décadas, de tal manera que ahora
somos fuertes en lo que se llama justificación, a expensas de la santificación.
Pero lo que muchos pensaban que era santificación, era una falsa santificación, que los engañó de una
forma tan cierta como sucedió con los Judíos que Pablo menciona en Romanos 10. Ellos tenían “celo
de Dios, pero no de acuerdo con el entendimiento. Porque siendo ignorantes de la justicia de Dios, y
buscando establecer su propia justicia, no se sometieron a la justicia de Dios”.218
Lo triste es que algunos de nosotros han sido más engañados que los Judíos, porque los Judíos creían
que podían hacerse justos guardando la ley. En teoría hemos mantenido que así no somos salvos, pero
en la práctica hemos seguido el mismo camino que ellos.
Este hecho es vívidamente traído a mi hogar, cuando me acuerdo de un joven matrimonio con el cual
estaba familiarizado en mis días de academia. Ellos eran líderes en las actividades de la iglesia, y eran
mirados como una pareja ejemplar, un modelo para otras personas jóvenes.
Entonces, abruptamente, anunciaron que estaban abandonando todo y que estaban dejando la iglesia.
Ellos se deshicieron de todos los escrúpulos del estilo de vida Adventista y se lanzaron a una vida
social mundana.
Fue informado que después de haber dado ese paso la mujer dijo: “Nuca he sido más libre en toda mi
vida”.
Esa declaración lo dice todo. Está diáfanamente claro que, por cualquier razón, hubo una falta de
entendimiento, una involuntariedad para hacer un compromiso total, que ellos no alcanzaron “con
aquel toque especial que trae la virtud del sanamiento al alma”.219
En vez de eso, “Aunque piensan que se están confiando a Dios, dependen mucho de sí mismos. Son
almas concienzudas que confían parcialmente en Dios y parcialmente en sí mismas. No miran a Dios,
para ser guardados por su poder, sino que dependen de la vigilancia contra la tentación y del
cumplimiento de ciertos deberes para ser aceptados por él. No hay victorias en esta clase de fe. Las
tales personas trabajan inútilmente; sus almas están en servidumbre continua, y no hallarán descanso
hasta que pongan sus cargas a los pies de Jesús”.220

Aceptando la seguridad sin la Victoria.-

Así, muchos de nosotros buscan otra solución, la seguridad sin el tipo de victoria comprometido que
aparece en nuestras Biblias y en los escritos del Espíritu de Profecía. No tomamos, por la fe, conciencia
de la dimensión de la victoria prometida. Muchos no creen que la gracia de Dios les pueda dar la
victoria sobre todos sus pecados; la única solución que ven para su problema del pecado es ser
justificados sin la victoria. Ellos no ven la posibilidad, o tal vez ni siquiera la importancia, de una vida
transformada. Ellos encuentran seguridad en la justicia imputada tal como ellos la entienden. Así

217
Hebreos 3:12 y Diccionario Beacon de Teología:534.
218
Romanos 10:2-3.
219
6 CBA:1074.
220
2 JT:94-95.
Pág. 56
encontramos a muchos miembros de iglesia cuyos estilos de vida no son significativamente diferentes
de muchos de los que viven “en el mundo”, como acostumbramos a decir.
La creencia religiosa es grandemente un asunto de la voluntad, de la elección. En el capítulo seis
relatamos la historia del ateo que, a pesar de toda la evidencia sobre la resurrección de Cristo, insistió
en no creer. Claramente, él escogió no creer a pesar que el peso de la evidencia estaba fuertemente del
lado de la creencia.
Hay otra área de incredulidad que es más seria que esta, porque dirige una reflexión sobre la habilidad
salvadora del Salvador. Aun cuando se lo predique y se lo crea como siendo un Salvador perdonador, a
menudo es presentado como un Redentor objetivo, no como alguien que habita interiormente y que
realmente purifica el corazón de toda injusticia.
La fe que se aferra solo al perdón pero que no consigue abarcar la purificación, el poder y la victoria, es
una fe inadecuada. Es posible aceptar el perdón intelectualmente y extrapolar este concepto mental
como si fuera un acto de fe, cuando puede que no sea nada más que, y limitado a, lo intelectual. Si no
tenemos aquel “toque especial”, encontraremos técnicas a través de las cuales nos convenceremos a
nosotros mismos de que todo está bien, y a racionalizar la evidencia de las fallas que podrían haber sido
convertidas en victorias, si las hubiéramos tomado con una fe completa.
Es fácil, superficialmente, decir que creemos que Dios objetivamente nos perdona de nuestros pecados.
Multitudes hacen la profesión, en quienes hay pocas señales subsecuentes de que sean diferentes a lo
que eran antes de hacer esa profesión. De hecho, mucho de lo que hoy se denomina cristianismo no
hace mucha diferencia de lo que uno supuestamente es cuando es cristiano. No somos muy cambiados
al hacer eso, es la creencia popular. (Yo leí en alguna parte algo de un estudiante Adventista que dijo:
“Tenemos que elegir pecar, es nuestra naturaleza … Nuestra libertad para escoger no pecar será ganada
con la Segunda Venida”). No hay un profundo compromiso personal, solamente una suscripción
nominal a un credo intelectual. ¿Y entonces de qué manera ellos son distintos a las demás personas? La
única diferencia real es que ahora ellos “creen”. Pero los verdaderos cristianos son “diferentes” en un
sentido muy real, tal como lo hemos visto.
Debido a que muchos no han aprendido la ciencia de experimentar la completa y continua victoria
sobre la tentación y el pecado, que el cristianismo puede darles (aquí está la “ciencia de la
salvación”221), ellos no creen que eso sea posible, y se vuelve imposible porque no creen. Así, como
resultado de no tener la fe como para tomar a Dios en Su Palabra, ellos se han atrapado a sí mismos en
una prisión circular, en una actitud que no puede hacer nada, sino confirmarles la imposibilidad de
vencer.

221
Fundamentos de la Educación Cristiana:187. (paginación en inglés).
Pág. 57

Capítulo 11: La Parte de Dios: Él Vivirá en Usted

Las personas que reciban la lluvia tardía estarán experimentando la vital unión espiritual con Cristo tan
vívidamente descrita en la parábola del vino y de los pámpanos.
El plan de Dios es dar a conocer Su secreto a Su pueblo, este rico y glorioso secreto que Él tiene para
todas las personas. Y el secreto es que Cristo está en usted …222
“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, … que os dé, conforme a
la riqueza de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu. Que habite
Cristo por la fe en vuestro corazón, para que, arraigados y fundados en amor”.223
“Pero no estáis en la carne sino que en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros”.224
“Examinaos a vosotros mismos para ver si estáis en la fe. Probaos a vosotros mismos. ¿No reconocéis
que Jesucristo está en vosotros? A menos que estéis reprobados”.225
“Somos lentos para creer … [que] la semejanza de Cristo [puede] ser exhibida en aquellos que son
hijos de Dios”.226 De hecho, en algunas partes hay una fuerte oposición a este concepto.
Pero, vez tras vez en Efesios, Pablo explícita o implícitamente usa la figura de Cristo habitando en el
cristiano. Arriba citamos una pequeña declaración de él.227
El hecho de que el vivo relacionamiento espiritual, misterioso, pero no obstante literal, entre Jesús y la
persona regenerada es gráficamente retratada en Juan 15. “La conexión de Cristo con Su pueblo
creyente es retratada a través de esta parábola como en ninguna otra”, escribe Ellen White. “A través de
la parábola de la viña verdadera, Cristo le explicó a sus seguidores la relación que tiene que existir
entre Él y Su pueblo”.228
A menos que haya una conexión genuina, literal y espiritual entre Cristo y Su pueblo, la ilustración de
Juan 15:1-8 es virtualmente sin significado. (Y esta experiencia no es apenas para los 144000. tal como
lo demuestra el texto anterior, era la voluntad de Dios para Su pueblo en los días de pablo. Ha sido Su
voluntad para Su pueblo todo el tiempo. Kenneth Strand está probablemente en lo correcto al sugerir
que la experiencia de los 144000 no será “única en su género sino que en intensidad”.229)

Una realidad subjetiva.-

El retrato de vivir, de existir una unión orgánica de los ramos con la vid, la savia que fluye y las fibras
que la interconectan, y el fruto que brota debido a que los ramos están unidos a la vid, solo puede
resumir la realidad subjetiva, y no apenas un relacionamiento figurado, que existe entre Jesús y Su
pueblo.

222
Colosenses 1:27, TEV.
223
Efesios 3:14, 16-17.
224
Romanos 8:9.
225
2 Corintios 13:5.
226
J. B. Phillips, Making Men Whole, (London,: Fontana Books, 1959), page 93.
227
Ver también Efesios 3:17, 19; 4:6.
228
Review and herald, 18 de Septiembre de 1900.
229
Observado por George R. Knight, The Pharisees Guide to Perfect Holiness, (Boise, ID: Pacific Press Publishing
Association, 1992), page 187.
Pág. 58
Examine literalmente la figura por un momento. Aquí hay una vid con sus muchos ramos
absolutamente dependientes de la vid para tener vida y poder dar fruto. Esa vida viene a través de la
savia, y solamente a través de la savia que fluye desde la vid hacia los ramos. Todo crece, todo brote
que florece, toda hoja que se pone verde, toda uva que se hincha, lo hace así porque la vida fluye hacia
ella debido a su constante y viva conexión con la vid. Una vez más enfatizo, la dependencia de los
ramos en la vid es real y absoluta.
Esto, le dijo Jesús a Sus discípulos, es una figura del relacionamiento entre usted y Yo, si es que usted
es realmente Mío. Es mucho más que una asociación de amigos íntimos, o de un Maestro con su
discípulo, de un Profesor con su estudiante, aun cuando es todo eso. Hay un relacionamiento entre
nosotros que es absolutamente único, que puede ser experimentado por nadie más que aquel que
consuma ese relacionamiento conmigo. Por Mi Espíritu, Jesús está diciendo, yo habitaré en vuestros
corazones. usted no puede entender esto, solo puede experimentarlo. Pero es una realidad tan
ciertamente como esta vid y sus ramos son reales.
Y porque yo voy a habitar en vuestros corazones, cuando ustedes crean y se sometan a mi amorosa
disciplina, entonces mostraréis en vuestras vidas y caracteres las mismas cualidades que veis en Mí.
“La unión del sarmiento con la vid, dijo, representa la relación que habéis de sostener conmigo. El
pámpano está injertado en la vid viviente, y fibra tras fibra, vena tras vena, va creciendo en el tronco.
La vida de la vid llega a ser la vida del pámpano. Así también el alma muerta en delitos y pecados
recibe vida por su unión con Cristo. Por la fe en él como Salvador personal, se forma esa unión. El
pecador une su debilidad a la fuerza de Cristo, su vacuidad a la plenitud de Cristo, su fragilidad a la
perdurable potencia de Cristo. Entonces tiene el sentir de Cristo. La humanidad de Cristo ha tocado
nuestra humanidad, y nuestra humanidad ha tocado la divinidad. Así, por la intervención del Espíritu
Santo, el hombre viene a ser participante de la naturaleza divina. Es acepto en el Amado”.230
Miremos nuevamente en las implicaciones de nuestra figura para fijar la idea en nuestras mentes. La
misma savia que fluye en la vid, fluye a través de los ramos. Así, las mismas cualidades encontradas en
la vid también lo están en los ramos. Cualquier vida que se vea en los ramos, es en virtud de la vid. El
crecimiento de los ramos, sus hojas, y el fruto sobre ellos, están ahí debido a la vida interna de la vid
que fluye hacia ellos.

Claras implicaciones espirituales.-

¿No son las implicaciones espirituales de esta ilustración claras y evidentes? Para el cristiano genuino
“ya no soy yo que vivo, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne la vivo por la
fe en el Hijo de Dios, el cual me ama y se dio a Sí mismo por mí”.231 Así, si Cristo está viviendo en
nosotros, el mismo tipo de vida que Él vivió en la tierra, lo vivirá ahora en nosotros.
El cristianismo es vivido en el interior. Todo lo que se pueda ver en el exterior es mera radiación.
“La vida de Cristo en vosotros produce los mismos frutos que en él. Viviendo en Cristo, adhiriéndoos a
Cristo, sostenidos por Cristo, recibiendo alimento de Cristo, lleváis fruto según la semejanza de
Cristo”.232
A. W. Tozer hace un osado comentario sobre este concepto:
“Así como en la eternidad Dios actuó como Él mismo y cuando se encarnó en carne humana aun
continuó en toda Su conducta continuó siendo verdadero a Su santidad, así también lo hace cuando
entra en la naturaleza de un hombre creyente. Este es el método a través del cual Él hace santo al
redimido hombre. Él entra en la naturaleza humana en la regeneración tal como Él una vez entró en la

230
DTG:629-630.
231
Gálatas 2:20.
232
DTG:631.
Pág. 59
naturaleza huata en la encarnación y actúa tal como lo hizo Dios, usando esa naturaleza como un medio
de expresión para Su perfección moral”.233
Piense ahora en una declaración del Camino a Cristo, referida en otro capítulo: “Muchos tienen la idea
de que deben hacer alguna parte de la obra solos. Ya han confiado en Cristo para el perdón de sus
pecados, pero ahora procuran vivir rectamente por sus propios esfuerzos. Mas tales esfuerzos se
desvanecerán. Jesús dice: "Porque separados de mí nada podéis hacer". Nuestro crecimiento en la
gracia, nuestro gozo, nuestra utilidad, todo depende de nuestra unión con Cristo. Solamente estando en
comunión con él diariamente, a cada hora permaneciendo en él, es como hemos de crecer en la gracia.
Él no es solamente el autor sino también el consumador de nuestra fe. Cristo es el principio, el fin, la
totalidad”.234
La figura de la vid y de los ramos ilustra cuán imposible es una relación incorrecta para el cristiano.
Los ramos no pueden de sí mismos producir frutos. Es imposible. El fruto espiritual es el producto del
Espíritu235, nunca de nosotros mismos, ni aun parcialmente de nosotros mismos. La parte que podemos
tratar de hacer por nosotros mismos es totalmente inaceptable para Dios. Y debido a que nosotros le
traemos una ofrenda mixta, nada de eso es aceptable.
La metáfora de la vid y de los ramos ha sido comparada con otra metáfora: nosotros no podemos vivir
si no estamos rodeados por un medio ambiente de aire, y el aire tiene que estar en nosotros. Así sucede
con Cristo. A menos que estemos en Él, y también Él en nosotros, no podemos vivir Su vida, la vida
espiritual.
“‘A todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su
nombre’. Este poder no se halla en el agente humano. Es el poder de Dios. Cuando un alma recibe a
Cristo, recibe poder para vivir la vida de Cristo”.236

¿Qué significa ‘en Cristo’?

Como una ilustración de la intimidad cristiana, su unidad, con Cristo, Pablo, al escribirle a los
Corintios, se refiere al relacionamiento sexual entre un hombre y una mujer. “¿No sabéis que vuestro
cuerpo es miembro de Cristo? Entonces, ¿quitaré los miembros de Cristo, y los uniré a una ramera? ¡De
ninguna manera! ¿No sabéis que el que se junta con una ramera, llega a ser un cuerpo con ella? Porque
dice: "Los dos serán una sola carne". Pero el que se une con el Señor, es un solo espíritu con él”.237
Comentando las palabras “Para los santos … fieles en Cristo”238, el Comentario del Nuevo Testamento
de Tyndale observa: “Así como la raíz está en el suelo, el ramo está en la vid239, el pez en el mar, el
pájaro en el aire, así tiene que estar el lugar de la vida del cristiano en Cristo. Físicamente su vida está
en el mundo; espiritualmente es elevado sobre el mundo para estar en Cristo”.240

233
Tozer, A. W., A Treasury of A. W. Tozer, (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1980), pages 155-156.
234
Camino a Cristo:68-69.
235
Gálatas 5:22-23.
236
PVGM:255. Itálicos suplidos.
237
1 Corintios 6:15-17.
238
Efesios 1:1.
239
Ver Juan 15:1+.
240
R. V. G. Tasker, Editor, The Tyndale New Testament Commentaries, “The Epistle of Paul to the Ephesians” (Grand
Rapids; Wm. B. Eerdmans Pub. Co.), page 43.
Pág. 60

Capítulo 12: Nuestra Parte: Vivir por la Fe

Las personas que reciban la lluvia tardía habrían llegado a una unión con Cristo y, a través de Su fuerza
y por Su gracia, lo ejemplificarán a Él.
En el capítulo 10 lidiamos con la fe salvadora, como siendo un requisito para el cristiano. En este
capítulo entramos en el asunto de vivir por aquella fe que es posible en la medida que Cristo habite en
nosotros. Apartándonos un poquito de la perspectiva de Santiago, estamos viviendo este desafío:
muéstrame tu fe a través de tus obras. Santiago estaba hablando más particularmente en un sentido
objetivo, acerca de esas cosas de ayudar a los huérfanos y a las viudas, mientras que nosotros estamos
pensando algo un poco más subjetivo, acerca de tener el fruto del Espíritu en la vida: “amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio”.241 Desde luego, de esa
experiencia subjetiva aparecerán “obras” objetivas. A respecto de esto, refiriéndonos un poco al
capítulo anterior, leemos en el Deseado: “La vida de la vid se manifestará en el fragante fruto de los
sarmientos. ‘El que está en mí --dijo Jesús-- y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque sin mí nada
podéis hacer’. Cuando vivamos por la fe en el Hijo de Dios, los frutos del Espíritu se verán en nuestra
vida; no faltará uno solo”.242
En el título de este capítulo, tanto las palabras “vivir” y “fe” se le debieran prestar mucha atención. Hay
una tendencia en algunas partes a colocar casi todo el énfasis en la “fe”, dándole a la palabra “vivir”
solamente un significado rutinario. O, para usar términos que son más comunes en estos días, algunos
colocan el énfasis en la justificación (por la fe) y deprecian la santificación (que también viene por la
fe). Realmente, tal como lo vimos en el capítulo nueve, la gran división que a menudo se hace entre
ambas, no es bíblica. Tal como lo observa el CBA: “la purificación y el ponerse el nuevo hombre”243
vienen con la justificación.
Yo he declarado que al vivir y a la fe se le deben prestar mucha atención. Yo no quise decir con eso, que
el vivir, que en algunos aspectos puede ser igualado con las obras de Santiago, pudiera ser sustituido
por, o de alguna manera ser igualado o suplantado por la fe.
Puede ser tomado como un hecho que yo le dé la supremacía a la fe. No hay ningún sustituto para la fe.
Nada puede desplazarla. El cristianismo no tiene ningún significado si falta la fe. El futuro es una
horrible oscuridad sin la fe. La salvación es un sueño engañador si la fe está ausente. La profesión es
una concha hueca si es eso lo que se está queriendo. Y la vida cristiana es imposible si no se la posee.
Lo cual nos lleva de vuelta a nuestro título: “Vivir por la Fe”.

“El justo vivirá por la fe”.-

La gran declaración de la Reforma en el siglo XVI, fueron las palabras: “El justo vivirá por la fe”.244
Cuando el significado de estas palabras calaron hondo en Martín Lutero, él se sintió como un hombre
súbitamente liberado de las cadenas de la intolerancia. “Me siento como habiendo nacido de nuevo y de
haber pasado a través de puertas abiertas hacia el paraíso”, escribió él.

241
Gálatas 5:22-23.
242
DTG:630.
243
6 CBA:880. (paginación en inglés).
244
Romanos 1:17.
Pág. 61
Dios le dio a Lutero un destello de lo que él y el mundo necesitaban en aquel tiempo, lo cual era ver la
belleza y el significado de la justificación. El mundo cristiano estaba gimiendo bajo lo que para muchos
era una insoportable carga de un sistema en el cual uno podía esperar ser justo con Dios solamente
después de un largo proceso de obras meritorias hechas a través de la gracia “sacramental”. Y no podía
haber ninguna seguridad de cuándo ni cómo esas obras eran aceptadas por Dios. Lutero había sido un
esclavo de esas obras. Él había tenido un prodigioso sentido de su pecaminosidad, y una culpa
incesante. Y él pintó a Dios como un implacable tirano, siempre esperando para pillarlo en una falta,
Uno a quien tenía que apaciguarlo a través de penitencias, vigilias, indulgencias, ayunos, azotes, y
cosas semejantes. Pero en esto no encontró ningún alivio.
En esa situación Lutero no necesitó ver los requerimientos de la ley, aun cuando los hubiese, sino que
la gracia y el amor y el perdón de Dios. Él necesitaba entender que la salvación no es por las obras del
hombre, sino que por la gracia de Dios; que con respecto a la justificación, somos “justificados
libremente por Su gracia”245; que es “por la gracia que habéis sido salvos, a través de la fe, y eso no es
de vosotros mismos; es un don de Dios”.246 (La gracia puede ser definida como la respuesta divina a la
inhabilidad humana para hacer algo acerca del pecado en su propia naturaleza humana, en la cual la
respuesta es proveída para el hombre en todo lo que éste necesita para su perdón y salvación, y que éste
no merece. Esa gracia envuelve no solamente la justificación sino que también la santificación).
Pero fueron tan dominantes los aspectos judiciales sobre la justificación para los seguidores de Lutero,
que casi todos ellos perdieron de vista la santificación. Y muchos Protestantes aun hasta hoy, no han
podido tener sobre este asunto una perspectiva correcta.
“La doctrina de Lutero sobre solo la justificación (una doctrina fuertemente endosada por Calvino) y la
propia doctrina de Calvino sobre la predestinación, enfatizaron tanto el aspecto forense de la salvación,
a punto de excluir cualquier tipo de santificación del creyente”.247
Debido a la necesidad de disminuir el gran énfasis colocado sobre las obras meritorias por la iglesia de
sus días, no es del todo sorprendente que Lutero percibiese la justificación de la manera en que lo hizo,
viendo solo una parte del significado de Romanos 1:17. Él vio lo que era imperioso en ese momento en
particular. (Tenemos que observar que Pablo en algunos lugares también lidia con la justificación de
una manera un tanto parecida, debido a la controversia sobre la función de la ley en la salvación, y por
eso él coloca ese énfasis particular). Y como desde los días de Lutero, muchos otros, siguiendo sus
ideas teológicas o las de otros, también han perdido una parte importante de ese texto.
Tal como lo dije algunas páginas atrás, para subrayar mi convicción sobre la supremacía de la fe, ahora
acentúo mi categórica creencia y aceptación de la enseñanza bíblica de la justificación por la fe. Apoyo
de todo corazón las palabras de Ellen White de que “las más dulces melodías que provienen de Dios a
través de labios humanos [es] la justificación por la fe, y la justicia de Cristo”.248 A medida que pondero
las implicaciones de la gran gentileza por mí - un individuo caído, pecaminoso y naturalmente en
rebelión, con todos mis defectos, debilidades, puntos flacos y fallas – solo puedo sentir una inadecuada
gratitud por este inmerecido favor.
Es de valor y significativo que la cita anterior haga alguna distinción entre “justificación por la fe” y
“justicia de Cristo”.

Santificación, el objetivo del Evangelio.-

245
Romanos 3:24.
246
Efesios 2:8.
247
Taylor, Richard S., Exploring Christian Holiness, (Kansas City, MO: Beacon Hill Press of Kansas City, 1985), Volume 2,
pages 151-152.
248
6 T:426. (paginación en inglés).
Pág. 62
Tenemos que ser recordados que experimentalmente el objetivo, la consumación del Evangelio, es la
santificación. “Porque esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación”.249 Y Pablo también escribió:
“Desde el comienzo Dios os escogió para la salvación a través de la santificación por el Espíritu y el
creer en la verdad”.250
Hebreos define claramente lo que es la indispensable naturaleza de la santificación: “Seguid la paz con
todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”.251
La conexión de este texto con el anterior puede que no sea aparente para el lector Inglés, pero en el
Griego las palabras traducidas como santificación y santidad son idénticas; por lo tanto santificación y
santidad son sinónimos. De hecho, el Nuevo Testamento Interlinear Griego-Inglés de la RSV, traduce
Hebreos 12:14 como: “seguid la santificación, sin la cual nadie verá al Señor”.
Estos textos, que enfatizan el lugar de la santificación, no sirven para debilitar o desplazar la
justificación. En su función la justificación, así como la fe, permanece sola. No se le puede agregar
nada; nada puede tomar su lugar. Pero no es una cualidad pasiva, como algunos gases inertes que no
crean ningún cambio o interacción con aquello que entran en contacto.
El científico usa un medio particular, alguna substancia nutritiva, en su laboratorio con el deseo de que
crezca alguna cultura determinada. Esta substancia es absolutamente esencial para desarrollar ese
cultivo. Así la justificación, la cual está siempre precedida por la regeneración252, es el “medio” esencial
en el cual crece la santificación. Ella provee la atmósfera indispensable y siempre presente, el medio,
en el cual la santificación florece y prospera. Esta es la razón por la cual la justificación es la más dulce
melodía que pueda fluir de labios humanos. La santificación, entonces, es posible apenas después que
uno ha sido justificado. Continúa siempre bajo el poderoso dosel de la justificación, y es un resultado
de la misma. Pero nuestra continua justificación también depende, en un grado no pequeño, si
continuamos en el camino de la santificación. Ambas trabajan al unísono.
La santificación sin la justificación, entonces, y justificación sin santificación, son contrarias a las
Escrituras. (También podemos observar que la santificación sin la fe es imposible; y fe sin santificación
es muerte). Sin embargo, el hecho que, tal como lo implica el texto anterior, la justificación es el medio
en el cual se desarrolla la santificación, indica que el propósito final es realmente la santificación. En el
laboratorio científico el medio es siempre para el beneficio del cultivo, y no a la inversa. Alguien ha
dicho con mucha percepción que la santificación es “lo que crece” de la justificación.

¿La santificación es una obra del hombre o una obra de Dios?

Tal vez la mayor razón para el frecuente énfasis sobre la justificación, haciéndola en algunas partes el
todo y el fin de la salvación, con la resultante disminución en la santificación, es que la justificación es
vista como un acto de Dios mientras que la santificación es percibida como la obra del hombre, y por lo
tanto sin un valor particular o aceptación por parte de Dios. Esto es incorrecto. Tal como lo hemos
observado antes, así como la justificación es por la fe, la santificación también lo es.
Antes que continuemos, deberíamos tomar un momento para definir la santificación.
Existen dos fases de la santificación. Una es descrita por la bien conocida declaración de que la
“santificación es la separación para un uso santo”. Esta santificación, esta separación, o colocar a un
lado, que es hecha por Dios, se produce en el instante en que el individuo se compromete a sí mismo
con Dios. En ese instante el individuo es justificado y purificado. Todas las cosas se vuelven nuevas.253
El Griego en estos texto describe esto como “separando”.254

249
1 Tesalonicenses 4:3, RSV.
250
2 Tesalonicenses 2:13. Itálicos suplidos.
251
Hebreos 12:14. Itálicos suplidos.
252
Tito 3:5-7, RSV.
253
2 Corintios 5:17.
254
Ver 1 Corintios 6:11; Efesios 5:26 y 1 Tesalonicenses 5:23.
Pág. 63
Con esa experiencia comienza en la vida del individuo el segundo aspecto, un proceso de crecimiento
espiritual. Este proceso también es llamado santificación, y es aquello a que normalmente nos
referimos cuando usamos ese término. Este crecimiento, el crecimiento del ramo y la producción de
hojas y de frutos es debido a la savia de la vid, es uno en que el cristiano, trabajando con Dios, refleja
cada vez más en su vida las perfecciones de Jesucristo. Estos textos255 describen este proceso. Los
creyentes son llamados el templo de Dios, lo cual implica un trabajo continuo, el cual es la
santificación.256
Así, como por la fe nos aferramos a las promesas de Dios, Él escribe Sus leyes en nuestros corazones y
hace posible que nosotros las obedezcamos.257 El camino cristiano tiene que ser caminado (vivido día a
día) “de acuerdo al Espíritu”. En este camino “los justos requerimientos de la ley tienen que ser
cumplidos en nosotros”.258 Esto es santificación por la fe.
Las Escrituras están repletas con textos que nos dicen esto, a través de los cuales podemos demostrar
que la santificación es por la fe. La santificación, entonces, no es una obra que el hombre haga por sí
mismo. No es la obra imperfecta del hombre para Dios, sino que la obra perfeccionadora de Dios en el
hombre. Tal como lo concluimos en el capítulo anterior, es un resultado de Cristo, recibido en la vida,
viviendo Su vida en nosotros. De tal manera que el hombre realmente está envuelto en la santificación,
pero Dios lo está muchísimo más.
Una lectura concienzuda de Filipenses muestra a qué lado está el peso del énfasis en la santificación:
“Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor. Porque Dios es el que obra en vosotros, tanto el
querer como el hacer, por su buena voluntad”.259
J. B. Phillips tradujo el verso 13 de la siguiente manera: “Porque es Dios el que está trabajando dentro
de vosotros, dándoos la voluntad y el poder para que llevéis a cabo Su propósito”. Este concepto es
iluminado por dos citas del Espíritu de Profecía, usadas previamente en la Introducción, que contrastan
nuestra parte y la parte de Dios: “La obra del Espíritu es inconmensurablemente grande”.260 “La parte
que el hombre tiene que realizar es inmensurablemente pequeña, pero en el plan de Dios es justamente
esa parte la que se necesita para que la obra tenga éxito. Somos colaboradores juntamente con Dios.
Esto es la propia disposición de Dios. La cooperación de la voluntad humana y el esfuerzo con la
energía divina es el vínculo que une a los hombres unos con los otros y con Dios”.261
El vivir por la fe, entonces, usted y yo tenemos una parte que hacer, una parte absolutamente
indispensable y activa. Se nos pide que coloquemos el corazón y el alma y la mente para operar nuestra
salvación. Pero nuestro todo aun es insignificante cuando es comparado con la parte que Dios hace. Y
tal como lo muestra Filipenses262, aun la parte que nosotros tenemos que hacer solo es posible debido a
que Él provee todo lo que es necesario para que así sea.

¿Algo que Lutero no vio?

Volvamos a nuestra frase de Romanos: “El justo vivirá por la fe”263, y el significado que tal vez Lutero
se perdió.

255
Ver 1 Tesalonicenses 4:3; Hebreos 2:11 y 1 Pedro 1:2.
256
Ver Efesios 2:20; 1 Corintios 3:9; Colosenses 2:7.
257
Ezequiel 11:19-20.
258
Romanos 8:4.
259
Filipenses 2:12-13.
260
Review and Herald, 29 de Noviembre de 1892.
261
4 ML:113-114.
262
Filipenses 2:13.
263
Romanos 1:17.
Pág. 64
La palabra aquí traducida como justo es, de acuerdo a Girdlestone, “casi siempre es usada en el Nuevo
Testamento para representar aquel carácter recto y misericordioso [el cual está] en conformidad con la
ley”.264
En este verso de Romanos Pablo está citando Habacuc.265 Pero es interesante que hay muchas
traducciones que en Habacuc colocan la palabra fidelidad, o una variante, en vez de fe.266 Por lo tanto,
podemos leerlo así: “El justo vivirá por su fidelidad”.
Concordando con esto, el Nuevo Diccionario Internacional de Teología del Nuevo Testamento nos
informa que el término hebreo envuelto “significa tanto fidelidad como fe”, y “‘mostrar constancia en’
y ‘creer en’”.267
En su comentario de Gálatas, el cual es considerado como uno de los mejores que se hallan escrito
sobre esta epístola, J. B. Lightfoot tiene una observación sobre “las palabras que denotan fe”. En él
declara que la palabra Hebrea emunah, la palabra Griega pistis, la palabra latina fides, y la palabra
Inglesa faith, andan entre dos significados; confianza, la estructura de la mente que descansa en otro; y
digno de confianza, seguro, la estructura de la mente sobre la cual se puede descansar o confiar”. Él
afirma además que confianza e integridad, honradez “están … ligados gramaticalmente, … [y que]
existe una gran afinidad moral entre ellas”.
Él afirma que debemos tener algo de este doble sentido en Habacuc.268 El Nuevo Diccionario
Internacional de Teología del Nuevo Testamento observa que en el texto “fidelidad y fe están aquí muy
cerca al término Hebreo [emunah]”.269
Siendo esto así, podemos ver un significativo doble sentido en Romanos 1:17, uno que junta tanto la
justificación, en el contexto de la fe, como la santificación, en el contexto de la fidelidad. Y,
ciertamente, esto tiene que ser así. Tal como lo observó el orador y estadista romano Cícero, “donde
hay fe, también hay fidelidad”. Y, tal como nosotros lo hemos observado anteriormente, John R. W.
Stott mantiene en conexión con el relacionamiento cristiano personal con Cristo, que “es imposible
para nosotros pensar en la justificación apenas como una transacción externa”.270 Así, para aceptar la
explicación de Girdlestone citada anteriormente, tenemos que entender nuestro texto: “El justo vivirá
por la fe”, como queriendo significar no solo, (1) que el hombre justo no vive descansando solo en sus
propios méritos, sino que a través de su confianza en los méritos de Cristo, y también, (2) por la fe que
es capaz de vivir una vida leal para con Dios, debido a que confía en Él para que lo mantenga fiel.
Esta idea está implicada en la Biblia Amplificada: “El hombre que a través de la fe es justo y recto
vivirá y vivirá por la fe”.271
La misma idea es descrita en Colosenses: “Así como habéis recibido a Cristo Jesús el Señor [por la fe],
así caminad [vivid día a día] en Él [por la fe]”.272
El término fidelidad significa naturalmente, entre otras cosas, una continua observancia de los
requerimientos de Dios, obediencia. La santificación tiene una amorosa obediencia como su parte
central (corazón, médula).
Para ver el punto de vista de Ellen White en el relacionamiento entre justificación y santificación en lo
expuesto, será instructivo colocar dos de sus declaraciones lado a lado. “La justicia por la cual somos
264
Girdlestone, Robert Baker, Synonims of the Old Testament, (Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Publishing
Company, 1974), page 168.
265
Habacuc 2:4.
266
Smith y Goodspread, TEV, Moffatt, NEB, NASB, etc.
267
Brown, Colin, editor, The New Internacional Dictionary of New Testament Theology, (Grand Rapids, MI: Zondervan
Publishing House, 1978), Volume 3, page 368.
268
Habacuc 2:4; Lightfoot, J. B., St. Paul’s Epistle to the Galatians, (Lynn, MA: Hendrickson Publishers, Inc., 1982), pages
154-155.
269
Brown, Loc. Cit.
270
Stott, Op. Cit., page 191.
271
Itálicos en el original.
272
Colosenses 2:6.
Pág. 65
justificados es imputada; la justicia por la cual somos santificados es impartida. La primera es nuestro
título al cielo; la segunda, nuestra idoneidad para el cielo”.273 “Tanto nuestro título para el cielo
[justificación] como nuestra adaptación para el mismo [santificación] se encuentran en la justicia de
Cristo”.274 Estas palabras hacen indudablemente tanto de la santificación como de la justificación un
requisito para el cielo.
Y los términos “imputada” (inadecuadamente pero a menudo definida como creditada o atribuida) e
“impartida” (algo que se le da a alguien de tal manera que pasa a ser suyo) nos dicen que ambas no son
inherentemente nuestras, sino que son hechas nuestras a través de una fuente externa. Ambas son de
Dios y Él nos las da.
Veamos aun cómo tanto la santificación como la justificación están contenidas en Romanos 1:17.
podemos comenzar mirando los capítulos 7 y 8 de Romanos. En el capítulo 7 Pablo describe la
experiencia de un individuo cuyos deseos no satisfacen las demandas de la ley moral las cuales él sabe
que son justas y buenas. Él lucha para obedecer a esas demandas, pero se enfrenta a una continua
derrota, porque, aun cuando él está haciendo lo mejor que es capaz de hacer, él está tratando de
conseguirlo a través de sus propios débiles esfuerzos. Siendo continuamente derrotado por su
naturaleza pecaminosa y debido a las maquinaciones de Satanás, finalmente comprende que nunca
podrá ser victorioso por sí mismo, que nunca podrá esperar recibir el favor de Dios a través de sus
propios esfuerzos. Él ve que “por las obras de la ley [tratando de ser aceptado por Dios a través de los
esfuerzos humanos] ninguna carne será justificada delante de Su vista”.275 Él comienza a entender que,
para el irregenerado, la ley es un guardián que lo lleva al Único que puede reconciliarlo con Dios,
Cristo.276 Él entiende que “un hombre no es justificado por las obras de la ley sino que por la fe en
Jesucristo”.277 Así que finalmente, con la luz del evangelio iluminando su alma, y así entendiendo la
inutilidad de sus propios esfuerzos, él se arroja a sí mismo en fe sobre la misericordia de Dios, se aferra
a la promesa de que a través de Cristo él está perdonado, y es purificado y justificado. De tal manera
que exclama: “Le agradezco a Dios [ya que estoy liberado y justificado] por Jesucristo nuestro
Señor”.278
La fe es el ingrediente vital en esta experiencia. Es la fe en los méritos de Jesús lo que permite que Dios
lo libere del pecado y así aceptarlo como si nunca hubiese pecado. Esto tiene que ver con la
justificación.
A esta altura en Romanos 8, Pablo se mueve hacia la santificación como siendo una continuidad con la
experiencia de la justificación, con la cual lidiamos en el capítulo 9 de este libro. Liberado de la
condenación, caminando “de acuerdo con el Espíritu”, él declara que ahora “el justo requerimiento de
la ley” puede “ser cumplido en” el cristiano.279 Esto tiene que ver con la santificación.
Pero observe que mientras los requerimientos de la ley son ahora posibles en el creyente, no es en su
propia fuerza, sino que por la fe su mente y su corazón son “controlados por el Espíritu”.280 Esto es
fidelidad por la fe.

¿Somos salvos solo por la justificación?

273
Mensajes a los Jóvenes:32; Review and Herald, 4 de Junio de 1895. Nota del Traductor: Observe que ella usa la palabra
“título” y no “derecho” como aparece en Español. Esto es un grave error.
274
DTG:300. (paginación en inglés).
275
Romanos 3:20.
276
Gálatas 3:24.
277
Gálatas 2.16.
278
Romanos 7:25.
279
Romanos 8:4.
280
Romanos 8:6.
Pág. 66
Los papeles de la justificación y las obras en la salvación necesitan un examen mayor. En la Biblia la
inaceptabilidad de las obras está siempre en el contexto de la justificación o de la gracia. Las obras
nunca pueden ser aceptables para la justificación. Pero esto no elimina las obras de la salvación.
Enfaticémoslo nuevamente, no somos justificados por las obras. Sino que, tal como lo hemos dicho
antes, la justificación no es el único elemento relacionado con la salvación. La idea de que pueda serlo
se puede volver un poco como el arenque rojo281, el cual, arrastrado en nuestro camino, desvía nuestras
mentes de la importancia de las obras en la salvación, y nos da la idea de que la justificación es todo lo
que se nos requiere.
John Wesley escribió que él había estado incapacitado para probar de las Escrituras que las obras no
tienen nada que ver con la salvación.282 Las obras son inútiles para la justificación. Pero la Palabra de la
Inspiración dice: “Todos serán justificados por su fe y juzgados por sus obras”.283 Aquí tenemos la
justificación y las obras yuxtapuestas; ambas tienen una parte en nuestra salvación.
Existen numerosos textos bíblicos que demuestran que las obras realmente tienen que ver con la
salvación. Por ejemplo, Pablo, el gran apóstol de la justificación, escribiendo sobre las obras, dijo que
Dios “le dará a cada uno conforme a sus obras”, “gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno,
primero al Judío y también al Griego”.284 1 Corintios lo califica como un análisis de “obras”
necesarias.285 Pablo escribe de “fe operante”.286 Él nos dice que somos “creados en Cristo Jesús para
buenas obras”.287
De tal manera que el creyente entiende que, aun cuando ahora es un hijo de Dios justificado, son
requeridas ciertas “obras” como un aspecto de la santificación, y que él necesita de la ayuda divina para
hacerlas. Entonces aprende que la persona justificada encuentra tanto la santificación como la
justificación a través de Jesús. Tal como la Versión Inglesa de Hoy dice: “Dios os ha traído a una unión
con Cristo Jesús, y … por Él … nos volvemos el pueblo santo [santificados] de Dios”.288 “El justo
vivirá [será santificado] por la fe”.
La siguiente declaración aumenta la relevancia de las obras para el cristiano. “La Palabra de Dios nos
habla como si todo dependiera de nuestros esfuerzos. Tenemos que venir, tenemos que resistir el diablo;
tenemos que luchar para entrar por la puerta estrecha; tenemos que correr la carrera con paciencia;
tenemos que pelear la batalla de la fe; tenemos que luchar con los principados y los poderes; tenemos
que agonizar ante Dios en oración, si es que queremos permanecer sin mancha ante el trono de Dios.
Tenemos que tener fe que opere, o será sin poder. Las buenas obras no pagarán el precio de nuestra
redención; ellas son el fruto de nuestra fe en Jesucristo, el cual es nuestra justicia”.289

La justificación y la santificación son inseparables.-

Hemos mostrado en el capítulo 9 que la justificación tiene tanto sus consecuencias objetivas como
subjetivas. Objetivamente, el pecador arrepentido en fe vuelve sus ojos a Cristo y así es aceptado por
Dios con la justicia de Jesús creditada en él. Pero simultáneamente él nace de nuevo, lo cual es una
experiencia subjetiva. Y una parte es una sola pieza con la otra. Así como el hidrógeno no puede ser
separado del oxígeno para continuar teniendo agua, tampoco usted puede separar la experiencia
subjetiva de la justificación de la objetiva, y aun así continuar teniendo justificación.
281
Esta figura viene de la caza del zorro en Inglaterra. Los oponentes del pasado arrastraban un arenque rojo por el camino
donde esperaban que pasaran los perros, esperando que estos siguieran ese olor en vez del olor del zorro.
282
Wynkoop, Op. Cit., page 212.
283
4 T:386. (paginación en inglés).
284
Romanos 2:6, 10.
285
1 Corintios 9:24-27.
286
Gálatas 5:6.
287
Efesios 2:10; ver también Salmo 62:12; Proverbios 24:12; Apocalipsis 2:23; 20:12-13.
288
1 Corintios 1:30.
289
Address to Ministers:7.
Pág. 67
Observe la próxima cita que aclara la diferencia entre el esfuerzo religioso del irregenerado y el
regenerado: “El que está intentando alcanzar el cielo por sus propias obras al guardar la ley, está
intentando un imposible. El hombre no puede ser salvado sin la obediencia, pero sus obras no deben ser
propias. Cristo debe efectuar en él tanto el querer como el hacer la buena voluntad de Dios. Si el
hombre pudiera salvarse por sus propias obras, podría tener algo en sí mismo por lo cual regocijarse. El
esfuerzo que el hombre pueda hacer con su propia fuerza para obtener la salvación está representado
por la ofrenda de Caín. Todo lo que el hombre pueda hacer sin Cristo está contaminado con egoísmo y
pecado, pero lo que se efectúa mediante la fe es aceptable ante Dios”.290
“El oponer la fe a las obras”, escribió A. W. Tozer, “es hacer del fruto el enemigo del árbol; pero es
exactamente eso lo que hemos tratado de hacer”.291
Objetivamente, cuando el pecador, concientemente, en una abyecta pobreza de alma e incapacidad, se
vuelve a Cristo en penitencia, sumisión y fe, él es perdonado, y los méritos de Cristo, la perfecta
obediencia, y el sacrificio por el pecado, son colocados a su cuenta como si fuesen propios. El pecador
no tiene nada con que pagar esto. Tiene que venir como un regalo totalmente gratis, o sino nunca podrá
adquirirlo. Es un don generosamente ofrecido por Dios. La condición para recibirlo, repetimos, es la
penitencia, la sumisión y la fe. “El perdón incondicional del pecado nunca ha existido ni nunca
existirá”.292
Habiéndose obtenido la justificación, el énfasis se vuelve hacia el vivir. La persona que ha sido
justificada vivirá cierta calidad de vida. Esa es la vida que es posible vivir cuando uno recibe la vida de
Cristo como la suya propia. Esta es la vida a respecto de la cual Pablo estás escribiendo: “Ya no soy yo
que vivo”, escribe él, “sino que Cristo vive en mí, y la vida que ahora vivo en la carne la vivo por la fe
en el Hijo de Dios”.293
¡Ahí está! El justo vivirá por la fe en lo que Jesús puede hacer por y en él, si es que él coopera
fielmente con Jesús. Así vive.

La vida de fe.-

La vida de fe es una actitud de mirar constantemente solo a Jesús en todas las cosas, no dependiendo de
nuestros propios recursos, talentos, y fuerzas para vivir la vida de Cristo. Se vuelve un impulso
automático el volverse hacia Él en cada situación, no servilmente, sino que amorosamente,
confiadamente, así como un niño pequeño mira a su padre para obtener sabiduría y fuerza que él en sí
mismo no posee.
La vida de fe es confiar en Dios en las tinieblas así como en la luz, afirmando al igual que Job, “aun
cuando me mate, confiaré en Él”.294
La vida de fe es una vida de descanso, sabiendo que el presente y el futuro están en las manos de
infinita capacidad de Uno que sabe, y está al control de todas las cosas, y que está profundamente
interesado en nosotros, y que “hace todas las cosas bien”.
La vida de fe para la salvación es una en que tenemos que trabajar. En el contexto presente, el trabajo al
cual nos referimos no es aquel de laborar para o testimoniar para los demás, aun cuando eso pueda ser
muy importante. Es el trabajo que se nos requiere que hagamos, en cooperación con Dios, para
conformar nuestras propias vidas y caracteres para el cielo. Ha sido empleada en la búsqueda de la
santidad. “Buscad … la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”.295 La santidad, tal como lo hemos
dicho, es un sinónimo de santificación, el cual es un proceso a través del cual nosotros, día a día,

290
Fe y Obras:97.
291
Tozer, A. W., A Treasury of A. W. Tozer, page 156.
292
La Maravillosa Gracia:73. (paginación en inglés).
293
Gálatas 2:20.
294
Job 13:15.
295
Hebreos 12:14.
Pág. 68
luchamos en Su fuerza para reflejar Su carácter más y más. “Los seguidores de Cristo tienen que llegar
a ser como Él, por la gracia de Dios formarán caracteres en armonía con los principios de Su santa ley.
Esta es la santificación bíblica”.296
La vida de fe es una vida de victoria sobre el pecado. “Esta es la victoria que ha vencido al mundo,
nuestra fe”.297 Esta victoria viene, no debido a la persona victoriosa sino que al poder victorioso. El
cristiano está conectado al poder divino para que pueda tener una victoria inquebrantable.
“El Nuevo pacto provee la garantía, no solo para la fidelidad de Dios, sino que también para el
hombre”.298
Concluimos, entonces, que no puede insistirse que la justificación sea más importante que la
santificación, porque la justificación es por la fe y la santificación no lo es. Ambas son por la fe. Ni
tampoco podemos insistir en que la justificación permanece supremamente sola en la salvación, y que
la santificación es virtualmente opcional. Nos recordamos a nosotros mismos una vez más que la
justificación es nuestro título para el cielo, y que la santificación es nuestra adaptación para el mismo.
Ninguna de las dos es opcional.
Finalmente, nos recordamos a nosotros mismos que el objetivo del evangelio es la santificación299, y
ese es el inevitable fruto de la justificación.

296
Conflicto de los Siglos:523.
297
1 Juan 5:4.
298
The Treasury of Andrew Murray, (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1969), page 1658. Itálicos suplidos.
299
1 Tesalonicenses 4:3.
Pág. 69

Capítulo 13: La Parte de Dios: Proveer el Camino de Escape

Las personas que se están preparando para recibir la lluvia tardía, cuando son tentados, se les presenta
un camino de escape, el cual, si es entendido y seguido, simplificará grandemente sus batallas contra la
tentación.
Bajo las circunstancias existentes, Dios ha hecho la vida tan simple para nosotros como sea posible.
(Nosotros mismos somos a menudo responsables por los enredos en que nos metemos). Las frustrantes
complejidades de nuestro mundo son un resultado del pecado. Cuán simple sería la vida si por cada
problemas que nos confronta, necesitásemos apenas una respuesta, una especie de solvente universal
que pudiera disolver toda dificultad. Desde luego que la vida es muchísimo más complicada que eso. Y
sin embargo …
El texto de 1 Corintios 13 es algo familiar y animador para muchos cristianos cuando son agobiados
por fuertes y persistentes tentaciones. “No hay ninguna tentación que hayas enfrentado que no sea
humana. Dios es fiel, y Él no permitirá que seas tentado más allá de tus fuerzas, sino que con la
tentación también proveerá el camino de escape, para que seas capaz de enfrentarla”. RSV.
Leyendo eso, usted probablemente habrá captado la palabra el, el camino de escape, donde otras
traducciones colocan “un camino de escape”. Pero el está correcto, de acuerdo con el Griego.
Sin embargo, un camino es aceptable. Haciendo la exégesis de este texto el Comentario del Nuevo
Testamento de Tyndale observa que el lenguaje sugiere un estrecho desfiladero en el cual un ejército es
atrapado sin que al parecer exista algún camino de escape. Pero Dios nunca pierde; Él tiene Su camino
de escape para Sus hijos en cada situación. De hecho, “Nuestro Padre celestial tiene mil caminos de
escape para nosotros, de los cuales no conocemos nada”.300
Dios provee para usted y para mi el camino de escape principal, el cual, si lo tomamos, le hace mucho
más fácil a Él abrir otro que sea necesario en una situación en particular. Ese camino es como la única
puerta de un cuarto en el cual estamos encerrados. Pero cuando usamos la llave y pasamos por esa
puerta, entramos en otro cuarto que posee mil salidas. De tal manera que cuando elegimos la puerta que
Dios quiere que escojamos, eso hace posible que Él nos abra cualquiera de las mil puertas. Para
entender este punto, tenemos que cambiarnos a otro asunto temporariamente.

La matriz del pecado.-

El pecado central de la humanidad es el egoísmo. El mayor ídolo del hombre es el yo. En nuestro
estado natural estamos presos en aquel cuarto del egoísmo. Nacimos en ese cuarto. Nacimos egoístas.
Todos los demás pecados que cometemos de alguna manera están conectados y provienen de esa
matriz.
De tal manera que podemos decir que cada forma en que se manifiesta el pecado en nosotros, es en
egoísmo, aun cuando ese egoísmo sea disfrazado de mil maneras diferentes, algunas veces
aparentemente inocente o con alguna apariencia virtuosa. De hecho, muchas actividades religiosas
300
DTG:330. (paginación en inglés).
Pág. 70
están basadas en el egoísmo. Tal como escribió A. W. Tozer: “¿Cuánto trabajo religioso egoísta es
hecho proveniente de un deseo carnal de hacer el bien? ¿Cuántas horas de oración son perdidas
implorando para que Dios bendiga proyectos que han sido hechos para la glorificación de los pequeños
hombres? ¿Cuánto dinero sagrado es derramado sobre hombres que, a despecho de sus llorosos apelos,
buscan solamente hacer un buen show de la carne?”.301
Así es como nos volvemos irritables debido a que el yo se está “molestando”. Manifestamos un
temperamento rápido, porque de alguna manera el yo se ha cruzado en nuestro camino. Somos
envidiosos o celosos porque percibimos de mala gana que otra persona es algo, o posee algo, superior a
lo que nosotros somos o tenemos, de tal manera que el yo se resiente por eso.
A menudo somos críticos de alguien porque hay un celo secreto de egoísmo contra aquella persona.
Nos volvemos auto-defensivos porque el orgullo ha sido ofendido. El yo erige barreras de orgullo
alrededor de sí mismo para proteger su dignidad, porque así se aísla y entonces no reconoce su error,
impidiéndonos de un arrepentimiento.
Toda lujuria es egoísta. La lascivia algunas veces aun destruye a otros para gratificar el yo. El amor al
placer es egoísmo. Toda deshonestidad es egoísta. La envidia es el egoísmo que desea para sí mismo las
cosas que son de otros.
Manifestamos desprecio por otro porque el orgullo ha hecho con que nos sobreestimemos a nosotros
mismos. Denigramos a otro con la esperanza de que nos elevará a nosotros mismos. Somos arrogantes
porque nos vemos a nosotros mismos superiores a los demás. Mentimos porque queremos proteger el
yo. Nos volvemos irrazonables, y sabemos que lo somos, porque de alguna manera estamos queriendo
proteger el yo. La justicia propia, la auto-defensa, la auto-suficiencia, la auto-gratificación, la auto-
adoración, la auto-afirmación. ¿Dónde terminará esta lista?
Satanás, entonces, invariablemente nos tienta bajo la base de algún punto de egoísmo. Fue apelando a
Adán y Eva bajo esta base, que él guió las cosas para que vencerlos (debido a la desobediencia de Adán
“un elemento discordante, nacido del egoísmo, entró en la vida del hombre”302); y es apelando hacia
algún aspecto de este potencial y multifacético egoísmo que él nos derrota. Este es su canal universal
para el corazón humano.

La manera en que Dios cierra el canal.-

Si el egoísmo, el pecado central, es el canal universal de Satanás para tentarnos y vencernos, el sentido
común y la lógica nos dicen que para cerrar ese canal tenemos que envolvernos con el egoísmo
A esta altura, examinemos otro texto bíblico: “Por lo tanto someteos a Dios. Resistid al diablo y él
huirá de vosotros”.303 La KJV lo dice de una manera más enfática: “Someteos vosotros mismos por lo
tanto a Dios. Resistid al diablo y él huirá de vosotros”. (Itálicos suplidos). Yo propongo que en este
texto Dios nos ha dado una pista para aquella solución básica que provee la resolución para todos
nuestros problemas con el pecado; en él hay un “revolvedor” universal para el pecado. Esta solución
primaria es muy simple. Todos la conocemos en teoría. Es la sumisión, la entrega de nosotros mismos y
todo lo que el egoísmo abarca, a Dios.
Cuando nos cedemos nosotros mismos, nuestro yo, nuestro ego, a Dios, dejamos a un lado el
impedimento dominante para que Dios haga todo lo que Él quiera por nosotros. A menos que hagamos
esto, estamos reteniendo en nuestros propios corazones el trono de nuestras vidas, donde Dios debiera
estar sentado, al enemigo, el cual hace imposible que Él tome el lugar central de nuestras vidas. En ese
trono apenas cabe una persona. Además, Dios nunca nos compartirá con nadie ni con cualquier otra
cosa.

301
The best of A. W. Tozer, (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1978), pages 47-48.
302
Signs of the Times, 13 de Junio de 1900.
303
Santiago 4:7.
Pág. 71
Así es que, el camino de escape de Dios es hacer posible, a través de nuestra propia sumisión de
nosotros mismos, todos los aspectos del yo, a Él. Cuando hacemos eso, hacemos posible que Él nos
rescate del diablo, levanta una muralla entre nosotros y el enemigo, y nos da poder para derrotarlo.
Hasta que nos entreguemos. Las manos de Dios están más o menos atadas.
“Jesús venció por la sumisión a Dios y la fe en él, y mediante el apóstol nos dice: "Someteos pues a
Dios; resistid al diablo, y de vosotros huirá. Allegaos a Dios, y él se allegará a vosotros". No podemos
salvarnos a nosotros mismos del poder del tentador; él venció a la humanidad, y cuando nosotros
tratamos de resistirle con nuestra propia fuerza caemos víctimas de sus designios; pero "torre fuerte es
el nombre de Jehová: a él correrá el justo, y será levantado". Satanás tiembla y huye delante del alma
más débil que busca refugio en ese nombre poderoso”.304
Capítulo 14: Nuestra parte: Tomar Su camino

Las personas que reciban la lluvia tardía se habrán entregado totalmente, inequívocamente, a Jesús. Así
se habrán colocado ellas mismas sin reservas en Sus manos y habrán arrojado al yo fuera del camino, y
habrán hecho posible que Él les de una continua victoria sobre la tentación y el pecado.
Durante los años me he hecho una pregunta a respecto de muchas audiencias ASD, cuya respuesta ha
sido muy reveladora para mí.
He comenzado citando la segunda parte del texto que comenzamos a analizar en el capítulo anterior,
“resistid…” y la audiencia no ha tenido problemas en completar, “… al diablo y él huirá de vosotros”.
Entonces les he preguntado, “¿Qué dice la primera parte del texto?” Invariablemente uno o dos de la
audiencia tendrán la respuesta correcta. Pero, tal como hemos visto, la primera parte del texto es lejos
la parte más importante.
“Someteos vosotros mismos … a Dios”.305
Hay muy poco en resistirle al diablo, o en batallar contra el yo, si primero no nos entregamos el yo y la
voluntad a Dios. Si tratamos de vencer las lisonjas o las presiones de la carne, el diablo, o el mundo que
no ha cedido a Dios, estamos resistiendo en nuestra propia fuerza, no en la de Dios. Cuando hacemos
eso, somos derrotados antes que comencemos.
La humanidad irregenerada es rebelde por naturaleza, y generalmente no quiere y no puede corregirse a
sí misma. Y cuando hay un impulso momentáneo para vencer una falla en la vida, es un caso de auto-
oposición al yo, una casa dividida contra sí misma, la cual no puede permanecer.306 En esta instancia no
puede permanecer contra Satanás.
“Sin Cristo él [el cristiano] es incapaz de subyugar un único pecado o vencer la menor tentación”.307
“Jesús venció por la sumisión a Dios y la fe en él, y mediante el apóstol nos dice: "Someteos pues a
Dios; resistid al diablo, y de vosotros huirá. Allegaos a Dios, y él se allegará a vosotros". No podemos
salvarnos a nosotros mismos del poder del tentador; él venció a la humanidad, y cuando nosotros
tratamos de resistirle con nuestra propia fuerza caemos víctimas de sus designios”.308

Enfrentando tentaciones súbitas y sorpresivas.-

“En la vida diaria tropezará con sorpresas repentinas, chascos y tentaciones. ¿Qué dice la Palabra?
"Resistid al diablo", confiando firmemente en Dios, "y de vosotros huirá". "Echen mano ... de mi
fortaleza, y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan paz conmigo!" Mire a Jesús en todo momento y lugar,
elevando una oración silenciosa y con corazón sincero para que pueda saber cómo hacer su voluntad.

304
DTG:104-105.
305
Santiago 4:7, KJV.
306
Marcos 3:25.
307
Signs of the Times, 24 de Enero de 1878.
308
DTG:104.
Pág. 72
Entonces, cuando venga el enemigo como avenida de aguas el Espíritu del Señor levantará bandera en
favor de usted contra ese enemigo”.309
Cuando le he preguntado a mi audiencia para que repita la primera parte de Santiago 4:7, la respuesta, o
la falta de respuesta, podría llevar a la conclusión que, en nuestro cristianismo, muchos de nosotros
estamos peleando nuestras batallas contra Satanás y contra el pecado, en un gran grado, con nuestros
propios recursos, sin reconocer la inutilidad de ese ejercicio.
Antes que continuemos ponderando esto, hay algunas cosas que debiéramos observar.
Someter está, en el Griego, en un tiempo que significa “ninguna indecisión, ninguna vacilación. ¡Ceda
ahora mismo!”. Cuando comprendemos la tentación y su peligro, y reconocemos que en nuestra
debilidad estamos en peligro, una vacilación en volvernos hacia Dios y pedirle ayuda, puede ser muy
peligroso. Satanás ve nuestra vacilación y presiona para sacar ventaja.
Cristo nos enseñó una incalculable lección en relación a lidiar con la tentación. Describiendo la
tentación de Jesús por parte de Satanás, en el Monte de la Tentación, ofreciéndole entregarle el mundo
a Cristo si le prestaba homenaje a Satanás, leemos: “Los ojos de Jesús descansaron por un momento
sobre la escena que estaba delante de Él; y entonces se desvió resueltamente de ella, rehusándose a
perder tiempo con el tentador ni siquiera mirando la encantadora perspectiva que le había
presentado”.310
Así como Jesús se dio vuelta de la tentación en el momento en que entendió lo que era, así tenemos que
hacerlo nosotros.
El mismo énfasis se aplica a resistir y a someterse. Habiéndonos entregado a Dios, tenemos que
inmediatamente y resuelta y firmemente oponernos a Satanás, en la fuerza que Dios nos da, la cual no
es de nosotros mismos. “Yo no puedo hacer nada de Mí mismo”.311 Cuando resistimos así en la fuerza
de Cristo, Satanás reconoce que es una batalla perdida.

La victoria no se pospone hasta mañana.-

Cuando nos sometemos a nosotros mismos, nuestros egos, a Jesús, Él nos da la victoria sobre cada
pecado, ahora mismo. Pero la guerra no ha terminado. Tenemos que, hora tras hora, día tras día,
enfrentar en Su fuerza, vencer las tentaciones que caen sobre nosotros provenientes del mundo, de la
carne y del diablo. La batalla del cristiano, entonces, no es estar en pecado sino que sin tentaciones.
Nosotros tenemos un problema, que es cuando leemos acerca de vencer, entendemos vencer el pecado.
Lo entendemos así porque la terminología no es siempre precisa, de tal manera que el lenguaje algunas
veces nos lleva a entenderlo así.
Lo que el cristiano tiene que vencer es la tentación a pecar, lo cual está implicado en la frase, pero que
no es generalmente deducido. Si él vence la tentación de cometer un pecado en particular, él
obviamente no pecará.
“Las tentaciones nos asediarán, pues por ellas somos examinados durante nuestra prueba. Esta es la
prueba de Dios, la revelación de nuestros propios corazones. No hay pecado en sufrir la tentación; pero
el pecado resulta cuando se consiente en la tentación”.312
La epístola de santiago aclara este punto: “Sino que cada uno es tentado, cuando es atraído y seducido
por sus propios malos deseos. Y cuando su mal deseo ha concebido, produce el pecado. Y el pecado,
una vez cumplido, engendra la muerte”.313
Algunos aspectos de nuestras naturalezas caídas, algunos apetitos o pasiones, sensibilidades o
impulsos, son un canal para tentarnos a hacer algo malo.
309
El Hogar Cristiano:191.
310
2 Spirit of Prophecy:96.
311
Juan 5:30, KJV.
312
En los Lugares Celestiales:251; 4 T:358. (paginación en inglés).
313
Santiago 1:14-15.
Pág. 73
Lo podemos ilustrar pensando un poco en la pesca. Supongamos que el pecado es un pescador, la
carnada en su anzuelo es una tentación, y usted y yo somos el pez.
El pescador balancea la apetitosa carnada al frente nuestro en forma atractiva. Nuestra atención es
atraída, y así somos tentados. Pero eso no es pecado. Ahora tenemos que decidir qué es lo que vamos a
hacer con esa carnada, con esa tentación. Tenemos que tomar una decisión. Aquí es donde están
envueltos el juicio y la voluntad, y son ellos los que tienen que lidiar con el deseo que se ha creado con
la carnada.

Tipos de tentaciones.-

Las tentaciones son de dos tipos, aun cuando pueden sobreponerse. Primero, hay tentaciones
provenientes de fuentes externas que el corazón humano pueden encontrar atrayentes, placenteras,
deseables. Yo rotulo a esta amplia categoría de tentaciones del mundo.
El segundo tipo es interno, teniendo que ver con las actitudes. Estas encuentran su origen en el corazón.
En esta categoría están los incentivos a volverse irritable, enojado, resentido, celoso, vano, amargado,
encontrador de faltas, y otras más. Yo las llamo las tentaciones del espíritu.
El cristiano que mantiene un relacionamiento con Cristo probablemente se verá aborrecido solo
marginalmente por el primer tipo. Las mayores tentaciones a pecar que él enfrenta y que para él son las
más peligrosas, son las de la segunda categoría, las espirituales.
El cristiano no quiere estar enojado, o irritado, o amargado. Él sabe que estas emociones están erradas.
Pero él se enfrenta con situaciones que lo tientan a sentirse así, mucho más a menudo que a aquellas
que son llamadas mundanas. Y ellas pueden agitarlo de tal manera que pueden parecerle justificables, o
por lo menos excusables. Por ejemplo, un niño puede ser reacio, incitando así a la irritación o a la rabia.
Ahora, usted quiere enseñar bien a su hijo. Usted tiene una obligación de hacerlo así. Pero al ser reacio
él está desafiando su autoridad, lo cual tiende a levantar la irritación. De tal manera que usted está
dispuesto a proteger su autoridad, lo cual está bien, pero usted está tentado a hacerlo enojadamente, con
más fuerza física que la que debiera.
Pueden surgir escenas en el matrimonio, en el lugar de trabajo, en la iglesia, en cualquier área en la cual
las situaciones surgen y que impliquen la deseada y percatada necesidad de proteger los derechos, y en
la cual el cristiano es fuertemente tentado a tener resentimientos, impaciencia, irritación, celos y otras
cosas más. Cada uno de estos impulsos es, de una u de otra manera, un deseo de vindicar o de proteger
el yo.
Al darle curso a estos impulsos, a estas tentaciones, hemos tomado la carnada del pecado y hemos
pecado.
Todo el proceso, entonces, tal como lo hemos dicho, está, primariamente, en manejar las tentaciones.
Esta tentación apela a alguna debilidad nuestra, y un deseo es implantado en la mente y en las
emociones para responder. Pero no antes que respondamos al deseo y permitamos que la carnada nos
pesque, entonces hemos pecado. El pecado comienza cuando cedemos a la tentación, aun cuando sea
solo en nuestra mente.314 Tal vez nunca actuemos de acuerdo con ella debido a las repercusiones. Pero,
aun habiendo aceptado mentalmente la carnada, estamos envueltos con el pecado, porque es en ese
punto en que el pescador, el pecado, nos ha pescado.
De tal manera que la gran batalla que tenemos que ganar está en el nivel de la tentación. Cuando
reconocemos que un cierto curso de tentación nos llevará al pecado, ese reconocimiento debiera ser
todo lo que necesitamos para que inmediatamente nos alejemos de ese camino. Eso fue todo lo que
Jesús necesitó para alejarse de él.

314
Ver Mateos 5:27-30.
Pág. 74
¿Entonces por qué dudamos algunas veces? ¿Por qué nuestras voluntades no están, no están en ese
momento, no están realmente preparadas para enfrentar ese pecado? ¿Por qué jugamos, aun cuando sea
brevemente, con una perversidad en el corazón que quiere lo que la tentación nos ofrece?
La mayor razón por la cual los cristianos tienen tantos problemas con la tentación es porque ellos
equivocadamente, dudan, juegan con las dudas, consultan sus deseos carnales, sopesan las pérdidas y
las ganancias. Muy a menudo es la progresión descrita por Agustín: “Un pensamiento, un cuadro, una
fascinación, una caída”.
Yo he declarado que cuando nos sometemos a nosotros mismos a Jesús, Él inmediatamente gana la
victoria, una victoria continua sobre la tentación y el pecado, para nosotros. Tendremos muchas batallas
que pelear después de entregarnos. Pero si mantenemos nuestra sumisión, pelearemos contra la
tentación y no contra el pecado. Consecuentemente, no pecaremos si a través de Cristo continuamente
ganamos la victoria sobre la tentación.

¿Luchar contra el pecado o batallar contra la tentación?

Algunos pueden no ver claramente la diferencia entre luchas contra el pecado y batallar contra la
tentación. Hay una diferencia fundamental, aun cuando no siempre es bien entendida.
Es la diferencia entre un soldado, ansioso de batallar la batalla, pero sobrecargado con sus cadenas de
batallas (pecados) y tratando de pelear con una espada quebrada; y un soldado que es libre, libertado, y
totalmente equipado para la batalla.
Es la diferencia entre un niño pequeño confrontado con un matón (pecado) y sin estar capacitado para
tomar cuenta de sí mismo, y un gran hermano (Jesús) que está a su lado que es mucho mayor y mucho
más fuerte que el matón.
Es la diferencia entre el despojado e indefenso Sansón para vencer a su enemigos, y el Sansón
verdadero para con su voto y dotado de fuerza sobrenatural.
Es la diferencia entre un adversario superior a usted (pecado) que está dentro de su casa (corazón), que
lo domina, que lo hostiliza, que lo aguijonea, de tal manera que usted no es el dueño de su casa,
mientras que Aquel que puede ayudarlo (Jesús) está preso afuera, de tal manera que no puede ayudarlo;
y su Libertador estando dentro de usted, habiendo expulsado al enemigo, haciendo de usted el dueño de
su propia casa, mientras que entonces es el enemigo el que está afuera, persistentemente tratando de
entrar, si, pero sin embargo está afuera.
En el primer caso, el dueño de casa no puede ayudar estando dominado, manipulado. En el segundo
caso, aun cuando tiene que estar constantemente alerta, él es libre para hacer lo que quiera.
“Aquel que está en usted es mayor que aquel que está en el mundo”.315
Pero muchos cristianos usan sus voluntades solo para luchar contra el pecado o la tentación en vez de
entregarle la situación a Jesús y aceptar Su victoria, en vez de tratar de llevar a cabo las suyas. De tal
manera que pelean, y luchan, y se esfuerzan, pero nunca obtienen la victoria, aun cuando puedan hacer
algún progreso. Y la batalla continua día tras día, mes tras mes, año tras año, la mayor parte de las
veces terminado en derrota. Y ellos se asombran, “la Biblia me dice que solo los vencedores se sentarán
con Jesús en Su trono. ¿Cuándo tendré finalmente la victoria sobre mis pecados de tal manera que
pueda ser un vencedor?”. Es esencial que reconozcamos que el corazón carnal, la voluntad
irregenerada, no tiene la capacidad para lidiar con el pecado y su propia tentación.

¿Qué es la entrega?

Esta entrega es nuestra respuesta a la atracción de Dios, de tal manera que Él pueda hacer añicos toda
nuestra resistencia interior a Su voluntad, cambien nuestras mentes, redistribuya radicalmente nuestras

315
1 Juan 4:4.
Pág. 75
actitudes, motivos, deseos, todo el corazón, de tal manera que nuestros “derechos” egoístas sean
abandonados, y que Su voluntad sea continuamente buscada. En esta entrega reconocemos los reclamos
de Dios sobre cada faceta de nuestras vidas, y le damos a Él el derecho a esperar que nos conformemos
a Su padrón.
“Tener la religión de Cristo significa que usted se ha entregado totalmente a Dios, y ha consentido con
la guía del Espíritu Santo”.316
Piense en los resultados de una total sumisión como esa.
Cuando nos sometemos a Dios, desistimos de depender de nuestra propia fuerza, la cual es debilidad,
de nuestro propio orgullo, el cual nos inclina a pensar que vamos a salir bien a pesar de las torpezas,
sabiendo que estamos haciendo el mal. Deja a un lado los impedimentos de nuestra propia búsqueda, de
nuestra propia “sabiduría”, la cual no es nada más que tontería.
Cuando nos sometemos a Dios, removemos aquella auto-suficiencia, aquella independencia, que hace
imposible que Él haga lo que sabe que tiene que ser hecho.
Una mujer y yo estábamos parados al pie de la escalera y hablábamos mientras algunos invitados
decían buenas noches. Ella tenía como 35 años, y no habíamos conversado mucho, cuando comencé a
percibir que ella estaba experimentando un gran hambre espiritual. Ella no había estado dentro de una
Iglesia Adventista durante los últimos 4 años, me contó, desde que su esposo había tenido una amarga
experiencia con algunos líderes.
Hablamos acerca de barreras que a veces se erigen entre Jesús y nosotros. Hablamos de cómo, al
rendirnos a Él, deberíamos alejarnos de la amargura y vivir una vida victoriosa.
Sorpresivamente, ella exclamó, con lágrimas en los ojos, “¿quiero entregarme a Jesús ahora mismo!”
De tal manera que inclinamos nuestras cabezas y oramos. Y el compromiso fue hecho. Ella había
respondido a la atracción de Jesús. No hubo resistencia, solo una alegre entrega.

316
Mensajes a los Jóvenes:30. (paginación en inglés).
Pág. 76

Parte Tres

Capítulo 15: ¿Y Qué Pasa Si Fallo?

Algunos cristianos nuevos parecen estar siempre programados o condicionados pensando que pueden
dar por garantizados que van a fallar. Ellos colocan en su ecuación cristiana las fallas. Y ciertamente,
ellos fallan, ellos pecan. Y algunos cristianos más antiguos se han visto a sí mismos fallando, y fallando
tan frecuentemente, que consideran eso virtualmente normal.
Cuando entramos en un asunto como este, es fácil ser mal entendido. Especialmente en este punto no
quiero ser mal entendido. Por lo tanto síganme cuidadosamente.
“¿Así es que usted cree en la perfección sin pecado?” dirán algunos a esta altura. O, “¡Así es que usted
espera andar por ahí como pequeños Jesús!”. O, “¿Usted piensa que un cristiano no puede cometer
errores?”.
Estoy muy conciente de que los cristianos cometen errores, de que a veces pecan. Estoy conciente de
esto a través de una penosa experiencia personal. Y “los pecados … vencieron a Noé, Lot, Moisés,
Abraham, David y Salomón, y … aun el fuerte espíritu de Elías sucumbió a la tentación durante su
temerosa prueba. La desobediencia de Jonás y la idolatría de Israel están fielmente registradas. La
negación de Pedro hacia Cristo, la aguda contienda entre Pablo y Bernabé, las fallas y las enfermedades
de los profetas y de los apóstoles, son todas dejadas al descubierto por el Espíritu Santo, el cual levanta
el velo del corazón humano”.317
Ahora, debido a que esos ilustres hombres pecaron, es fácil para nosotros usar sus fallas como una
excusa para nuestros pecados. Pero no debemos hacer eso. “No hay excusa para el pecado”318, ni para
los de ellos ni para los de cualquier otro.
Aun así, Juan, reconociendo la posibilidad de pecar del cristiano, escribió, “si alguien peca, tenemos un
Abogado con el Padre, Jesucristo el justo”.319
Pero antes de escribir esas palabras él escribió, “hijitos, al escribirles así mi propósito es que no
cometáis pecado”.320 Hay un par de cosas que tenemos que observar el Griego de este texto. Primero, el
tiempo en Griego nos dice que el deseo de Juan es que en ninguna ocasión sus lectores cristianos
pequen. Dice J. Howard Marshall al hacer una exégesis de este texto, que el deseo de Juan “era que los
cristianos no pequen”, que ellos “reconocerían el carácter perverso del pecado, y por lo tanto no
pequéis”.321 Escribiendo sobre el mismo texto, Raymond E. Brown insiste “que aquí se está queriendo
decir algo más que una urgencia para no ser un pecador habitual (de tal manera que los pecados
317
4 T:12. (paginación en inglés).
318
Review and herald, 24 de Septiembre de 1901.
319
1 Juan 2:1.
320
1 Juan 2:1, NEB.
321
Marshall, J. Howard, The New Internacional Commentary on the New Testament, “The Epistles of John”, (Grand Rapids,
MI: William B. Eerdmans Publishing Company, 1990), page 116.
Pág. 77
ocasionales serían tolerables), el autor está colocando sobre los cristianos de Juan la misma …
demanda que Jesús colocó sobre el paralítico sanado, ‘no peques más’”322.323
Segundo, tal como lo hemos visto, “no pequéis” significa ningún acto de pecado. De tal manera que el
deseo de Juan para sus lectores es que ellos, en ninguna ocasión, cometan ni un solo pecado.

Juan enfatiza el no pecar.-

El énfasis de Juan, entonces, no está en el pecar del cristiano, sino que en su no pecar. Y esto es algo en
lo que él hace mucho hincapié en su epístola.324
En nuestros días nuestro pensamiento está inclinado a lo contrario: No podemos concebir a los débiles,
defectuosos, falibles seres humanos no cometiendo pecado. Todo aquel que suponga que eso es posible,
debe ser un fanático, o un entusiasta religioso que está fuera de la realidad; o alguien que no entiende la
profunda y negra pecaminosidad del corazón humano. En nuestra debilidad, y tal vez podamos decir,
en nuestra falta de fe, podemos considerar el concepto de no-peques-más como algo increíble.
Pero tenemos que dejar hablar a la Biblia por sí misma, y no tropezar en ella, porque tal vez no
corresponda con nuestra teología, o con nuestra experiencia. Y tenemos que recordar que tenemos que
mirar, no a las debilidades del hombre y al estado de pecaminosidad, porque ese no es el criterio, sino
que la fuerza de Dios.
Si no es posible que ni usted ni yo venzamos el pecado, entonces el propio Juan fue un entusiasta
religioso, o un fanático, o un fuera de la realidad. Él es acusado por sus propias palabras citadas
anteriormente. Ellen White también fue igual. Porque ella escribió, a modo de ilustración, “se requiere
una obediencia exacta, y aquellos que dicen que no es posible vivir una vida perfecta, lanzan sobre
Dios la imputación de injusticia y de falsedad”.325
“Aquel que no tiene fe suficiente en Cristo como para creer que Él puede mantenerlo sin pecar, no
posee la fe que le dará la entrada al reino de Dios”.326
La conclusión de todo esto es evidente.
Usted y yo, entonces, no tenemos que someternos a la confusa y negativa manera de pensar, de que
probablemente vamos a pecar un poco cada día. En vez de eso, tenemos que vivir constantemente en fe
con Él “que es capaz de mantenernos sin tropezar”.327 Porque Él está continuamente capacitado,
momento tras momento, para mantenernos sin que caigamos en pecado.
(En este punto, deberíamos tal vez recordar brevemente lo que concluimos acerca del pecado y de la
tentación en el capítulo anterior. Usted recordará que dijimos que el cristiano no ha sido llamado para
lidiar con el pecado, sino que con la tentación. Por la gracia y poder de Dios podemos vencer la
tentación, todo el tiempo.328 Pero si a través de Jesús vencemos la tentación todo el tiempo, estamos
evitando pecar todo el tiempo, porque el pecar es ceder a, ser vencido por la tentación.329 A mi me
parece que los más serios ASD concordarán con esto.

¿Pero qué pasa cuando caemos?


322
Juan 5:14.
323
Brown, Raymond E., “The Epistles of John”, The Anchor Bible, (New York, NY: Doubleday, 1982), Volume 30, page
215. Edited by William F. Albright and David Noel Freedman.
324
Vea, por ejemplo, 1 Juan 3:6, 9; 5:4, 18.
325
Review and Herald, 7 de Febrero de 1857.
326
Review and Herald, 10 de Marzo de 1904.
327
Judas 24.
328
Ver 1 Corintios 10:13; Efesios 6:13; 2 Pedro 2:9; Judas 24.
329
Santiago 1:14-15.
Pág. 78

¿Pero qué pasa cuando fallamos, tal como a veces reconocemos que lo hacemos? ¿Qué hacemos con un
“pecado sorpresivo”, cuando momentáneamente le damos cabida a una súbita y fuerte tentación? Esto,
pensamos, es lo que tenía en mente Juan cuando escribió 1 Juan 2:1.
¿O qué hacemos cuando el desánimo nos sobrecoge y fallamos? ¿Y cuando nos cansamos, y nuestros
brazos se agotan y nuestro escudo de fe se afloja?
Tenemos que analizar esta cuestión en el próximo capítulo. Mientras tanto, quiero ver algunas cosas
que no tenemos que hacer.

No hagamos estas cosas.-

Cualquiera que haya sido la razón para su caída:


 Cuando esté abrumado con un sentido de culpa porque ha fallado, no se diga a sí mismo que
Dios no lo perdonará ni lo purificará. Recuerde que Cristo es su Abogado y su Sumo Sacerdote,
y que si usted va a Él en verdadera contrición, Él tomará su caso.
 No diga, estoy sin esperanza. El cristianismo no es para mí algo sin valor. También puedo salir.
 No sea tentado a desesperar porque Satanás sugiere que sus pecados son demasiados grandes
paras ser perdonados. Recuerde, Cristo fue hecho pecado por usted, y ningún pecado es
demasiado grande para Él para perdonarlo, si lo confesamos sinceramente.
 No acepte las sugestiones de Satanás de que usted ha cometido el pecado imperdonable.
 No piense que, porque usted siente sus debilidades y vulnerabilidad, y piense en la sutileza y
fuerza del adversario, pueda ser tentado hasta la desesperación. Recuerde, Cristo es su “torre
fuerte”, sus “municiones de rocas”, su “puesto de escondrijo”.
 No permita que el desánimo o la depresión lo domine. Hay un texto que todo cristiano debiera
memorizar. Comienza así: “¿Quién de entre ustedes teme al Señor? ¿Quién obedece la voz de
Su siervo?”.330 De tal manera que esto es para cualquiera que genuinamente confíe y sirve a
Dios. Y aun así a veces él o ella “camina en tinieblas y no tiene luz”. El desánimo, la duda, el
abatimiento, pueden envolverlo. En esos casos, “que confíe en el nombre del Señor y descanse
en Dios”.
 No abrigue la idea de que Dios lo ha abandonado.
 No diga, “las personas saben que he fallado y estoy muy avergonzado como para volver a la
iglesia. Por lo tanto no voy a volver”.
 No se excuse ni se justifique a sí mismo, colocando la culpa en alguna otra persona, Dios, o las
circunstancias.
 No concluya que debido a que usted ha fallado, Dios es injusto, esperando algo que usted no
puede producir. El pecado en su engaño está siempre intentando persuadirnos de que los
requerimientos de la ley de Dios son injustos, o aun imposibles.
 No diga, “bien, lo he tratado de conseguir duramente, pero no he tenido éxito. Eso prueba que
nadie puede realmente obedecer los requerimientos de Dios, de tal manera que voy a parar de
intentarlo y voy a aceptar que Jesús me ama de todas maneras y que mi obediencia o
desobediencia no son tan importantes”. El hecho es que, no hay lugar en las Escrituras nada que
nos diga que pecamos porque no tenemos remedio, y que por lo tanto podemos excusarnos.
 No piense que, debido a que usted sabe que en usted, en su carne, no habita nada bueno, nunca
será liberado de “este cuerpo de muerte”. Esta frase, le sugiero, significa el cuerpo y sus
facultades que sus apetitos y pasiones, impulsos y sensibilidades, han salido malas, débiles y
pervertidas, y que consecuentemente son manipuladas y mal usadas por el pecado, para la
frustración y el desánimo de uno que aun no ha aprendido el secreto de vencer a través de Jesús.
330
Isaías 50:10.
Pág. 79
Pero usted puede vencer. “Podemos vencer. Si, totalmente, enteramente. Jesús murió para hacer
un camino de escape para nosotros, para que podamos vencer todo mal temperamento, todo
pecado, toda tentación, para finalmente sentarse con Él”.331
 No piense que su caso es sin esperanza, porque usted consiguió ver algo de la gran santidad de
Dios y su aborrecimiento del pecado, para después volverse sensible con su propia
pecaminosidad. Recuerde, Cristo es su justicia. Cuando usted está en Él, el Padre lo ve a usted
tal como ve a Su Hijo.
 No se intimide cuando las tentaciones lo presionen por todos lados. Cristo es el Buen Pastor, el
cual nunca se duerme cuidando de sus ovejas, y no permite que nada les llegue, sino aquello
que es para su propio bien.
Hay una muy importante pregunta que a menudo es hecha en relación con nuestra caída en pecado, la
cual tenemos que analizar. ¿Somos rechazados por Dios cuando pecamos?

¿Somos rechazados cuando pecamos?

Existe un mal entendido entre no pocos ASD, en relación con nuestro relacionamiento con Dios cuando
pecamos. Existe, por ejemplo, el entendimiento de que nuestra caída en pecado no hace nada con
nuestra justificación, de que aun estamos justificados. Para probar esto leen el Camino a Cristo: “Aun si
somos vencidos por el enemigo, no somos arrojados, ni abandonados ni rechazados por Dios. No;
Cristo está a la diestra de Dios, el cual también hace intercesión por nosotros”.332
De acuerdo con esta cita hemos sido “vencidos”, lo cual significa que hemos pecado. Pero el hecho de
que no seamos “arrojados, ni abandonados, ni rechazados”, se dice, demuestra de que aun estamos en
un estado de justificación.
Pero observe lo que está escrito a continuación en el mismo párrafo, refiriéndose a aquellos que han
sido vencidos. Dios “desea restaurarlo a Sí mismo … Y si usted apenas cede a Él, Aquel que ha
comenzado una buena obra en usted la llevará a cabo hasta el día de Jesucristo”.333
El ser restaurado significa ser devuelto a una condición o lugar anterior. Obviamente, entonces, al pecar
hemos caído de una posición que está envuelta en nuestra salvación.
Observe lo siguiente: “Todos somos falibles, todos cometemos errores y caemos en el pecado; pero si
el que obra mal está dispuesto a ver sus errores cuando el Espíritu de Dios lo convenza de ellos, y con
humildad de corazón los confiesa,... entonces puede ser restaurado”.334
Una cita más, que puede ayudarnos: “Si debido a múltiples tentaciones pecamos por ser sorprendidos o
engañados, él no se aleja de nosotros y nos deja para que perezcamos”.335 No, él trabaja para
restaurarnos, pero nosotros tenemos que dejarnos restaurar!
“Pero al paso que Dios puede ser justo y sin embargo justificar al pecador por los méritos de Cristo,
nadie puede cubrir su alma con el manto de la justicia de Cristo mientras practique pecados conocidos,
o descuide deberes conocidos. Dios requiere la entrega completa del corazón antes de que pueda
efectuarse la justificación. Y a fin de que el hombre retenga la justificación, debe haber una obediencia
continua mediante una fe activa y viviente que obre por el amor y purifique el alma”.336

331
Review and Herald, 10 de Marzo de 1904.
332
Camino a Cristo:64.
333
Camino a Cristo:64. Itálicos suplidos.
334
A Fin de Conocerle:240.
335
7 CBA:959.
336
1 MS:429.
Pág. 80

Capítulo 16: Nuestra Parte: Volver

El cristiano puede tener un sentido de seguridad y estabilidad, pero solamente en Cristo, nunca en sí
mismo. Se encuentra solamente en Cristo porque en Él la conexión es eterna, inquebrantable. Pero es
frágil y quebradiza por nuestra parte, porque nosotros somos frágiles, quebradizos y falibles. Así,
mientras no tenemos que tener “confianza en la carne”337, “porque los montes se moverán y los collados
temblarán, pero mi constante amor no se apartará de ti, ni mi pacto de paz se mudará”, dice el Eterno,
el que tiene compasión de ti”.338
De tal manera que, tal como lo analizamos en el capítulo anterior, en sus debilidades y falibilidad, un
verdadero cristiano puede caer en pecado. Pero al hacer eso no es rechazado. Sin embargo, necesita ser
restaurado.
Pero cuando pecamos, ¿qué necesitamos para ser restaurados?

No pierda tiempo.-

Cuando usted y yo comprendemos que hemos pecado, no perdamos ningún tiempo en hacer las cosas
rectas. “Que se apodere [inmediatamente] de Mi fuerza, para que pueda hacer paz conmigo; y él hará
paz conmigo”.339
Hay varias razones por las cuales, cuando hemos pecado, no debemos perder tiempo en volver
resueltamente al Salvador en penitencia, confesión y renuncia al pecado. Primero, la vida es siempre
frágil e incierta. Mientras Dios nos da una “amplia oportunidad de arrepentimiento”340, y “es muy
paciente con usted, porque no es Su voluntad que nadie se pierda, sino que todos se arrepientan”341,
nosotros nunca sabemos realmente ni siquiera lo que va a suceder en los próximos momentos.
Segundo, mientras más negligenciemos volver, más duro se hace volver. La urgencia y el sentimiento
de necesidad de confesar va desapareciendo, y el pecado parece no ser tan atroz. Aun podemos concluir
que, realmente, no era tan serio como para que necesitásemos molestarnos con eso.
Además, cuando dejamos a un lado la confesión, el orgullo y el yo comienzan a hacer que la
humillación parezca demasiado grande como para admitir que estábamos errados. La testarudez puede
endurecer el corazón, y puede aun haber un crecimiento del resentimiento al requerírsenos que nos
humillemos a través de la confesión. En ese punto, un pecado que persista en el corazón, afectará
eventualmente aun al más genuino cristiano.
Otra razón por la cual necesitamos confesar inmediatamente es que, si persistimos en retrasar la
confesión, o aun rehusarnos a confesar, se desarrolla un cambio de actitud para con Dios y Su voluntad.
Mientras antes, en el cristiano real, había un ardiente deseo de obedecer a Dios, ahora comienza a
desarrollarse una discordia entre Él y nosotros. No debemos dejar a un lado esta posibilidad como si
fuese una fantasía. El peligro que aumenta de una situación como esta, está expresado en las palabras:
“No es la magnitud del acto de desobediencia lo que constituye el pecado sino el desacuerdo con la
337
Filipenses 3:3.
338
Isaías 54:10.
339
Isaías 27:5, KJV.
340
Patriarcas y Profetas:123. (paginación en inglés).
341
2 Pedro 3:9, NEB.
Pág. 81
voluntad expresa de Dios en el detalle más mínimo, porque demuestra que todavía hay comunión entre
el alma y el pecado. El corazón está dividido en su servicio. Niega realmente a Dios, y se rebela contra
las leyes de su gobierno”.342
Hay aun otro peligro al cual queremos llamar la atención. Hemos analizado, en el capítulo 9, una
noción peligrosa aceptada por algunos, la cual tiende a mitigar la urgencia de hacer las cosas correctas
tan pronto como somos convencidos de nuestros pecados. Esta es la idea sutil de que un pecado (o por
lo menos ciertos tipos de pecados) no afectan nuestra justificación. Si esto es así, ¿para qué tanta prisa?
Uno podría racionalizar. Si es solo la justificación la que hace posible nuestra salvación, y podemos
retener esa justificación aun con el pecado en nuestras vidas, ¿por qué tendríamos que enderezar el
pecado? ¿Especialmente si eso significa tener que humillar el yo y confesar y tal vez hacerle alguna
restitución a alguien más? Bajo la lógica de este tipo de raciocinio uno puede posponer, o fallar
completamente, en confesar lo que sabemos que es un pecado.
El hecho es, desde luego, que un pecado conocido no confesado, o un quebrantamiento de la “ley
real”343, trae sobre nosotros el peso de la condenación y la culpa objetiva de toda la ley, tal como insiste
la última cita del capítulo anterior.
“Porque cualquiera que guarde toda la ley, pero la ofende en un solo punto, es culpable de todos”.344 El
Nuevo Diccionario Internacional de Teología del Nuevo Testamento lo coloca así: “Todo pecado, no
importa cuan insignificante pueda parecer, hace del que lo hizo ‘totalmente culpable’, y por lo tanto
sujeto a juicio”.345
“Los pequeños pecados que los hombres piensan que son de un carácter tan trivial, que no serán
condenados, son muy ofensivos a la vista de Dios”.346
Pero no necesitamos enredarnos en situaciones como las descritas anteriormente.

“Ven … tal como estás”.-

“No importa cuál haya sido la experiencia del pasado ni cuán desalentadoras sean las circunstancias del
presente, si acudimos a Cristo en nuestra condición actual -débiles, sin fuerza, desesperados- nuestro
compasivo Salvador saldrá a recibirnos mucho antes de que lleguemos, y nos rodeará con sus brazos
amantes y con la capa de su propia justicia. Nos presentará a su Padre en las blancas vestiduras de su
propio carácter”.347
En los capítulos 7 y 8 analizamos el arrepentimiento y la conversión. Hemos vuelto sobre estos asuntos
en este capítulo, pero para recordarnos que cuando tropezamos y pecamos, y deseamos hacer lo
correcto ante Dios, somos conducidos esencialmente a través de los mismos pasos que tomamos
cuando nacimos de nuevo. Porque, tal como lo hemos visto, necesitamos ser restaurados. El proceso
puede tomar apenas unos minutos, pero una pequeña reflexión nos mostrará que realmente tenemos que
volver a andar sobre aquellos pasos.
Ilustrémoslo suponiendo que algo me hizo decirle algo malo a mi esposa. Dios me convence de que yo
he pecado, y al mismo tiempo, con amor, trata de atraerme de vuelta a Sí mismo. Yo respondo a ese
constreñimiento y convicción; no opongo ninguna resistencia.
Él entonces me hace sentir triste por haberle fallado, y yo confieso que Lo he defraudado, y arreglo
todo con ,mi esposa.
Ahora que yo he verdadera y sinceramente confesado, Dios puede constantemente y sin vacilar
perdonarme y purificarme del pecado que, en cualquier grado, se haya interpuesto entre Él y yo. Yo

342
El Discurso Maestro de Jesucristo:48.
343
Santiago 2:8.
344
Santiago 2:10, KJV.
345
Nuevo Diccionario Internacional de Teología del Nuevo Testamento, Volumen 2, página 143.
346
Review and Herald, 1 de Agosto de 1893.
347
El Discurso Maestro de Jesucristo:13.
Pág. 82
debo entonces creer y aceptar el hecho de que Él me ha perdonado y me ha purificado de aquel pecado
repudiado y confesado. Él entonces me da poder de tal manera que no necesite caer nuevamente, y Él
vive en mí a través de Su Espíritu.
Con el Espíritu Santo dentro, puedo traer muchos frutos348, los frutos del Espíritu, “amor, alegría, paz,
resignación, bondad, benignidad, fidelidad, amabilidad, dominio propio”.349
“Para cada clase de tentación hay un remedio. No somos abandonados a nosotros mismos para pelear la
batalla contra el yo, y contra la naturaleza pecaminosa, mediante nuestra propia fuerza finita. Jesús es
un poderoso ayudador, un sostén que nunca falla ... Nadie necesita fracasar o desanimarse, cuando se
ha hecho una provisión tan amplia para nosotros”.350

Hemos llegado al fin de nuestro estudio. Hemos examinado todo el rango de experiencia desde el
primer movimiento de Dios sobre el corazón, a través del espectro de la convicción y del conocimiento,
la confesión y el perdón y la justificación, la experiencia de vivir con Cristo en el corazón, el secreto de
enfrentar y vencer toda tentación y así ser victoriosos sobre el pecado. Finalmente, hemos pensado en
cómo retraer nuestros pasos de vuelta hacia Dios, en el caso que cayéramos. Hemos explorado todo
esto, tal como lo dijimos al comienzo de este libro, porque todo ser humano tiene que atravesar cada
uno de estos pasos (los cuales están envueltos con la lluvia temprana), para estar a cuentas con Dios, y
así estar preparado para recibir la lluvia tardía. No podemos saltarnos nada en ningún paso. Rechazar
cualquier paso requerido en el proceso, hace imposible una total reconciliación y recuperación. Pero
digamos a respecto de nosotros lo que Pablo le escribió a los Hebreos: “Pero nosotros no somos
aquellos que retroceden para la perdición, sino de aquellos que creen en la salvación del alma”.351
Termino repitiendo algunas citas del Espíritu de Profecía y algunos textos bíblicos citados en el
capítulo dos:

“Si usted está a cuentas con Dios hoy, usted está listo si Cristo viniera hoy. Lo que necesitamos es
Cristo formado dentro de nosotros, la esperanza de gloria”.352

“Es nuestra obra hoy en día rendir nuestras almas a Cristo, para que estemos preparados para el tiempo
del refrigerio de la presencia del Señor: preparados para el bautismo del Espíritu Santo”.353

“Pedid al Señor lluvia en el tiempo de la lluvia tardía. Y él hará relámpagos, y os dará lluvia abundante,
y hierba en el campo a cada uno”.354

“Porque yo derramaré agua sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida. Mi Espíritu derramaré sobre
tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos”.355

Autor: Thomas A. Davis


1998

Phillips: Versión “El Nuevo Testamento en Inglés Moderno”, traducida por J. B. Phillips
NEB: Versión “New English Bible” (Nueva Biblia Inglesa).
TEV: Versión “Today’s English Version” (Versión en Inglés de hoy).
348
Juan 15:5.
349
Gálatas 5:22-23.
350
Review and Herald, 8 de Abril de 1884; Nuestra Elevada Vocación:90.
351
Hebreos 10:39.
352
En Los Lugares Celestiales:227. (paginación en inglés).
353
El Evangelismo:509.
354
Zacarías 10:1.
355
Isaías 44:3.
Pág. 83
TLB: Versión “The Living Bible” (La Biblia Viva).
RSV: Versión “Revised Standard Version” (Versión Standard Revisada).
NKJV: Versión “New King James Version” (Nueva Versión del Rey Santiago).
KJV: Versión “King James Version” (Versión del Rey Santiago).
www.eme1888.cl; eme1888@gmail.com

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