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Universidad Central del Ecuador

Ciencias Biológicas y Ambientales


Limnología
Nombre: Cristhian Adrian Cusicondor Loza Fecha: 03 / 05 / 2018
Paralelo: 7mo semestre
Tema: Cambio climático y sus afectaciones en el planeta
El clima es uno de los factores más importantes que condicionan la vida en la tierra, como recurso
natural es el más preciado pues mediante él se puede restablecer de “forma cíclica” otros factores
ambientales, tales como: el calor, la humedad, la radiación solar y vientos. Este fenómeno surge a
raíz de los adversos desequilibrios energéticos, sociales y ecológicos producidos por el avance
tecnológico actual, el exponencial y descontrolado crecimiento poblacional y el devastador
desarrollo industrial caracterizado por el uso de combustibles de origen fósil, que provoca un alza
en los índices de la temperatura global y la disponibilidad directa de los recursos hídricos como en el
caso de las precipitaciones (Soñora, 2014).
Este incremento en los niveles de CO2, se debe principalmente al uso y quema de petróleo, la tala
de árboles y los continuos cambios que se da al uso del suelo. El desprendimiento de otros gases
como el caso del metano y óxido nitroso son a consecuencia de la agricultura desmedida. Es por
ello, que de continuar el crecimiento y repotenciamiento de las preexistentes emisiones de
diferentes gases, a más tardar en medio siglo los niveles de calentamiento serán tan extremos que
los ecosistemas no podrán sostener más vida, esto dado que las principales reservas de agua se
verían muy afectadas. Este déficit usualmente suele estar dado para las regiones de latitudes
medias y del trópico seco, en donde bajo la realidad existente se puede demostrar que en los
estados de precipitación a nivel local, regional y mundial están sucediendo cambios que han
afectado tanto a su cantidad, intensidad como a la frecuencia con la que ocurría hace algunos años
atrás. Eventos naturales como del Niño y los recambios en los patrones de circulación atmosférica
como la oscilación del atlántico tienen mucha influencia sobre las pluviosidades normales (IPCC,
2007). Cuando fue detectado por primera vez, se pudo evidenciar que parte de las precipitaciones
en las latitudes medias del hemisferio norte aumentaron, pero contrariamente disminuyeron en las
regiones tropicales y subtropicales, esto significa que el calentamiento acelerado del globo,
“deseca” la superficie del suelo e incrementa de tal forma, la incidencia y severidad con la que se
producirán las sequias, es por ello que a lo largo del siglo XX la temperatura marina superficial ha
tenido una tendencia a incrementarse razón por la cual el vapor de agua resultante ha tenido un 5%
más de presencia en la atmosfera (Brown, 2015).
En cuanto a la criosfera se han documentado diversos efectos del cambio climático sobre casi todos
sus componentes; una firme evidencia sugiere que estas respuestas resultan en una reducción de
las masas glaciares (de nieve y hielo) a causa de este mayor calentamiento. Dado que la criosfera se
constituye como un importante sistema que protege a la tierra contra parte de la radiación solar
que intercepta, está, con los efectos potenciales del sobrecalentamiento planetario se está viendo
reducida, ya que cuando los rayos “golpean” contra la nieve y el hielo, aproximadamente el 90 % es
devuelta hacia el espacio, pero a medida que la elevación de temperatura hace efecto sobre su
estructura esta se derrite a un ritmo muy acelerado, haciendo que la tierra u océano que se
encontraban debajo de ella queden expuestos. Teniendo en cuenta que la coloración de estos al
disiparse el hielo es negra, tanto el océano como la tierra van a absorber mayor cantidad de
radiación solar entrante, para luego liberarla a manera de calor hacia la atmosfera repotenciando así
el efecto de derretimiento (retroalimentación) (López V., 2011). Muchas de las desventajas que trae
como consecuencia este fenómeno, es la descompactación y “escurrimiento” de las aguas
solidificadas las cuales en relación a las aguas oceánicas producen descenso en su salinidad, lo que
como consecuencia más notable trae consigo la perdida de diversidad marina adaptada a esas
condiciones. Otra de los problemas con mayor preocupación es la liberación de gases contenidos
por debajo del permafrost, muchos de los cuales pueden mezclarse con el agua oceánica.
Actualmente se empieza a sostener cierta evidencia de una posible elevación de la corteza terrestre
a consecuencia de la fusión de los glaciares localizados en Alaska (Mendoza, 2013).
Como se sabe día a día se evaporan grandes cantidades de agua (aproximadamente mil kilómetros
cúbicos de líquido terrestre y marino), este vapor se condensa en pequeñísimas gotas que pasarán a
formar parte de las nubes para finalmente caer sobre la tierra en forma de lluvia, granizo o nieve. Se
menciona que durante cada tres milenios este continuo “ciclo” recicla una cantidad semejante a la
de todos los océanos en el planeta. El ciclo hidrológico como tal es un mecanismo de suma
importancia, puesto que mediante él se vuelve a regenerar el agua dulce disponible y que puede ser
aprovechada, esto debido a que, en la parte de evaporación del agua salobre o “algún tipo de agua
en particular” todos los residuos quedan exentos de la parte que se dirigirá hacia la atmosfera. Para
nuestro planeta este ciclo además de representar la obtención de agua fresca y utilizable, también
es un proceso mediante el cual se propició el surgimiento de la vida en el planeta, precisamente
porque el clima de aquel entonces fue resultado de un equilibrio, que constantemente se fue
reajustando entre el propio medio acuoso, la atmosfera y la energía solar implicada en ella, esta
última considerada como el motor que mantiene continuamente en movimiento la masas de agua
entre un sistema y otro en diversos estados, por ello el aporte de evaporación aproximado es de un
86% en lugares oceánicos (Gonzales, 2012), una cifra que puede ayudar a entender su importancia
en la reducción y regulación de la temperatura ambiental por acción de refrigeración que sucede en
el instante; y que sin dicho efecto las consecuencias del calentamiento serían mucho peor, ya que la
temperatura global se incrementaría por mas allá de los 67°C afectando a los demás sistemas en el
planeta, ya que así como la afectación se da propiamente dentro del ciclo, los flujos de agua que se
generan por encima y por debajo de la tierra van a influir también sobre otros ciclos
biogeoquímicos. Esto dado que la escorrentía será la principal implicada en casi todo el transporte
de sedimentos erosionados y minerales desde el suelo hacia cuerpos de agua. Así por ejemplo la
salinidad en los océanos es muy dependiente de la erosión y transporte de sales disueltas en la
tierra; la eutrofización en lagos se da por transferencia de fertilizantes usados en zona agrícolas que
llegan hasta allí por medio de ríos o riachuelos (Magallanes, 2016).
EL suelo se constituye como un elemento sumamente importante – y de vez en cuando algo
descuidado – del sistema climático. Se lo considera como uno de los principales sumideros o
depósitos de carbono después de los océanos. Dependiendo de la región, el cambio del clima en el
planeta puede provocar un mayor o menor almacenaje o emanación de carbono hacia la atmosfera.
Se discute que la recuperación de los ecosistemas es esencial en el planeta y el uso sostenible del
suelo ya sea en zonas rurales o urbanas pueden ayudar a combatir el cambio climático. En varias
partes del mundo, un incremento de las temperaturas puede traer como resultado un mayor
crecimiento vegetal y por ende un mayor almacenamiento del carbono, sin embargo, a elevadas
temperaturas también se vería incrementado la descomposición y mineralización de la materia
orgánica del suelo reduciendo así el contenido de este elemento en el mismo. Existen varios indicios
de que el contenido de humedad edáfica está siendo afectada por el alza de las temperaturas y los
cambios en los regímenes de precipitación. La creciente concentración de CO2 atmosférico puede
llevar a que los microorganismos responsables de la degradación, descompongan de forma más
eficiente la materia, pudiendo incluso liberar más de este elemento hacia la atmosfera, lo que
repotenciara la concentración de gases, e incrementara “el calor” sobre la tierra, algo parecido se
estima con la liberación de gases desde el permafrost, el cual puede contener hasta un 72% de
metano encapsulado en pequeñas burbujas congeladas (Rendón, 2015).
EL efecto invernadero contrariamente a lo que se piensa, es un fenómeno que, en condiciones
normales, permite el desarrollo correcto de la vida en el planeta, esto dado a que si no se diese
probablemente estaríamos viviendo en un periodo congelado, pero la cuestión es ¿hasta qué punto
consideramos que este fenómeno sea bueno?, es allí donde entra la participación humana, la cual
durante mucho tiempo ha intervenido y modificado parte del estado “natural” del planeta. Se sabe
que desde el inicio de las diferentes revoluciones el ser humano siempre ha buscado saciar en cierta
manera sus necesidades, llevándolo hasta tal extremo de sobreexplotar los recursos que la
naturaleza le ha ofrecido (Silvestre, 2009). Este es el caso de los recursos forestales o combustibles
fósiles que no solo contaminan la tierra sino también afectan a otras esferas. Por las cuestiones
mencionadas el hombre ha sido responsable de transformar en cierta medida la composición de los
gases que ayudan a mantener este “equilibrio” climático. La principal desventaja de este evento es
que, al sobrecargarse su composición química de gases, estos pueden precipitar hacia cuerpos
hídricos afectándolos y contaminándolos, puede darse un incremento en la temperatura global en
alrededor de 4 o 5 °C más. Puede favorecer al colapso de varios ecosistemas, producir incrementos
en el nivel del mar, desaparecer especies de la tierra, etc.
Referencias bibliográficas
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Rendón. 2015. El suelo y el cambio climático. Agencia Europea de Medio Ambiente. (Disponible en:
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