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Características técnicas
En un principio se trataba simplemente de yuxtaponer a una serie de personas en el
mismo cuadro. Los retratos individuales se colocan alineados uno junto al otro. En su
desarrollo posterior se manifiesta una gran capacidad de composición del espacio para
ubicar a los personajes retratados. Se alcanza así la independencia del género con el
holandés Frans Hals, que se preocupa de relacionar a unos personajes con otros, en
composiciones que reflejan el carácter de grupo, sea este un colectivo masculino y
militar (los Arqueros de San Jorge), sea femenino y de carácter más social (las Regentes
del Hospicio de Haarlem). Pero dentro del grupo, cada personaje conserva su
individualidad. Estos cuadros colectivos del Barroco holandés tenían como finalidad el
ser ubicados en salas de reunión de las corporaciones.
Historia
Como género pictórico alcanzó su independencia en los Países Bajos en el siglo XVII.
No obstante, tenía precedentes en la pintura narrativa de siglos anteriores. Así, en la
pintura religiosa en la que aparecía la familia del donante, o los propios donantes, en
oración frente a la Virgen o los santos correspondientes, estos pequeños grupos serían
en sí mismo retratos colectivos. Los cinco consejeros de la ciudad que encargaron la
Virgen dels Consellers (1445) aparecen retratados a ambos lados de la Virgen con Niño.
Un ejemplo del retrato colectivo de la familia del donante es la Virgen del burgomaestre
Meyer (h. 1526-1529).
La virgen y el niño:
Países Bajos
Los síndicos de los pañeros, 1662. Último gran retrato grupal de Rembrandt.
A mediados del siglo XVI, autores como Jan van Scorel empiezan a hacer
representaciones de grupos. El retrato colectivo se va convirtiendo progresivamente en
una imagen autónoma, una auténtica estampa social. Especialmente en la primera mitad
del siglo, los retratos eran muy formales y estrictos en su composición. Los grupos
solían sentarse en torno a una mesa, cada persona mirando al espectador. Se prestaba
mucha atención a los detalles refinados en las ropas, y cuando era posible, al mobiliario
y otros signos de la posición de una persona en la sociedad. Más tarde en el siglo los
grupos se hicieron más animados y los colores más claros. La cristalización del retrato
de grupo como un subgénero independiente se atribuye a Frans Hals. Realizó varios
retratos de corporaciones que se conservan en el Museo Frans Hals de Haarlem.
Ejemplo de su modo de hacer son el Banquete de los oficiales de San Jorge (1627) o La
flaca compañía (1633-1637), en los que no se limita a colocar a unas personas junto a
otras, sino que se esfuerza en que el personaje sea el grupo como comunidad. La
cumbre del retrato de grupo es Rembrandt, cuyas obras más ambiciosas son
precisamente de este tipo. En Rembrandt se busca una composición dramática y hasta
misteriosa. A lo largo de toda su vida pintó retratos colectivos, que van desde su obra de
juventud Lección de anatomía del doctor Tulp (1632) hasta la madura Síndicos de los
pañeros (1662), pasando por su obra maestra indiscutible, La ronda de noche (1642). En
particular, su obra de madurez Los síndicos de los pañeros de Ámsterdam se consideran
«un prodigio de naturalidad y verdad trascendida».[1] Otro pintor que retrataba lo
individual dentro de un grupo fue Thomas de Keyser.
Los científicos solían posar con instrumentos y objetos de su ciencia alrededor suyo.
Los médicos a veces posaban juntos alrededor de un cadáver, en lo que se llamaban
«Lecciones antómicas», la más famosa de las cuales es la del doctor Tulp de Rembrandt.
Los regentes de asilos o consejeros de corporaciones preferían una imagen de austeridad
y humildad, posando con ropas oscuras, aunque refinadas que testimoniaban su lugar
prominente en la sociedad, sentados a menudo alrededor de una mesa, con expresiones
solemnes en sus rostros. Las familias a menudo hacían que se las retratara dentro de sus
casas, con interiores lujosos.
Frans Hals, retrato colectivo de una milicia cívica (1633); 3,3 metros de ancho.
A menudo los retratos de grupo se pagaban a escote entre las distintas personas
individualmente retratadas. La cantidad pagada determinaba el lugar de cada persona en
el cuadro, bien de la cabeza a los pies con todos sus ornamentos en el primer plano, o
bien sólo la cara en la parte trasera del grupo. A veces todos los miembros del grupo
pagaban la misma suma, lo que probablemente llevaría a peleas cuando algunos
miembros ganaban un lugar más destacado en la pintura que otros.
La familia de Carlos IV, 1800. Retrato realista y a veces considerado ácido de la familia
real española.
Otros rasgos que recuerdan a Las Meninas son la presencia de dos cuadros en la pared
del fondo y el hecho ya citado de que Goya se autorretrateo detrás del lienzo que pinta,
en su papel de creador al servicio de los reyes.[4] Él siempre reconoció a Velázquez,
junto a Rembrandt y la Naturaleza como sus tres únicos maestros. Pero Goya se
distancia de la obra maestra de Velázquez por la escasa profundidad y, como señaló
Camón Aznar, por la ausencia de un juego de luces comparable al que imaginó el
sevillano para Las Meninas.
La admiración que Goya sentía por Velázquez se dejó notar en algunos de sus retratos
de grupo más complejos. En enero de 1783 tuvo ocasión de retratar a un miembro
distinguido de la corte, don José Moñino, conde de Floridablanca (colección del Banco
de España) y ya entones eligió crear un cuadro de composición mejor que un retrato
aislado, aunque el retratado destacase en el centro de la composición por el tratamiento
de la luz, diferente de la que envuelve el conjunto de la obra. Floridablanca parece
interrumpir su trabajo para recibir al propio pintor, que llega hasta él mostrándole un
pequeño cuadro. A su espalda hay un bufete con los planos del canal de Aragón que
estudiaba en unión de otro personaje, alguna vez identificado con Juan de Villanueva, y
al fondo hace acto de presencia simbólica Carlos III, retratado en un óvalo. El mismo
año volvería a autorretratarse, esta vez sentado ante el lienzo en que trabajaba, en un
retrato colectivo más complejo, el de La familia del infante don Luis con la pequeña
corte que tenía en Arenas de San Pedro, (Parma, Fundación Magnani-Rocca), para el
que se han señalado influencias de William Hogarth además de la obvia alusión a Las
meninas, homenaje a Velázquez que culminará en La familia de Carlos IV (1800,
Museo del Prado). «Cuadro implacable», según Baur, que constituye al tiempo «una
lectura de formas y fórmulas vacías de dignidad». [3] Prodigio de técnica y de
penetración psicológica para Manuela Mena, con la que Goya acierta en la
representación de la «dignidad de la realeza y en la conexión de la dinastía de Borbón
con los antiguos monarcas de España, los Austrias, a través de los símiles visuales
tomados de Las meninas».[4]
Ya en el siglo XIX, destaca el retrato de grupo realizado por David con motivo de La
coronación de Napoleón (1805). Entre los autores del realismo y del impresionismo, en
ocasiones se cultiva el retrato de grupo en el que se aprecian a diversas personas
conocidas interactuando, generalmente parientes o amigos del pintor. En este sentido
pueden mencionarse El taller del pintor (1855) de Courbet o La música en las Tullerías
(1862) de Manet.
La coronación de Napoleón,
La familia de Luis XIVLa familia de Felipe V,1805. Obra propagandística de
como dioses del Olimpo,obra de Louis-Michel vangrandes dimensiones hecha por
1670 por Jean Nocret. Loo, 1743. David.
Notas
1. ↑ Pérez Sánchez, pág. 527.
2. ↑ Pérez Sánchez, Alfonso E., Pintura barroca en España, 1600-1750, Madrid,
1992, Cátedra, p. 314, ISBN 84-376-0994-1
3. ↑ Baur, pág. 339.
4. ↑ Mena Marqués, Manuela, El retrato español del Greco a Picasso, Madrid,
Museo nacional del Prado, 2005, ISBN 84-8480-066-0, p. 352.
Referencias
Bauer, Hermann: «El Barroco en los Países Bajos», pág. 273 ss y Baur, Eva-
Gesine: «El Rococó y el Neoclasicismo», pág. 335 ss, en Los maestros de la
pintura occidental, Volumen I, Madrid, © Taschen GmbH, 2005, ISBN 3-8228-
4744-5
Laneyrie-Dagen, Nadeije: «Del retrato de donante al retrato de grupo», en Leer
la pintura, págs. 40-42, colección Reconocer el arte, Larousse, Barcelona, ©
Spes Editorial, S.L., 2005, ISBN 84-8332-598-5
Pérez Sánchez, Alfonso Emilio: «La pintura holandesa», en Historia del arte,
págs. 524-528, Madrid, © Ed. Anaya, 1986, ISBN 84-207-1408-9
VV.AA.: «Géneros y maestros de la escuela holandesa» y «Rembrandt», en
Historia del arte, págs. 235-240, Editorial Vicens-Vives, Barcelona, © E.
Barnechea, A. Fernández y J. de R. Haro, 1984, ISBN 84-316-1780-2