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Esta es una pregunta que ha sido respondida a través de los siglos, y que ha sido
respondida cada vez que se ha formulado. Pero no habéis escuchado la
respuesta, o no queréis creerla.
Responderé de nuevo, con palabras de hoy, en un lenguaje actual, de la siguiente
manera:
No tendréis lo que pedís, ni podéis tener nada de lo que queráis. Y ello porque
vuestra propia petición es una afirmación de vuestra carencia, y al decir que
queréis una cosa únicamente sirve para producir esa experiencia concreta – la
carencia – en vuestra realidad.”
Por lo tanto, la oración correcta no es nunca de súplica, sino de gratitud.
Cuando dais gracias a Dios por adelantado por aquello que habéis decidido
experimentar en vuestra realidad, estáis efectivamente reconociendo que eso
está ahí… en efecto. La gratitud es, pues, la más poderosa afirmación dirigida
a Dios; una afirmación a la que Yo habré contestado incluso antes de que me la
formuléis.
Así pues, no supliquéis nunca. Antes bien, agradeced.
–Pero ¿qué ocurre si yo agradezco algo a Dios por adelantado, y luego eso no
aparece nunca? Eso podría llevar al desencanto y a la amargura.
–Pero entonces ¿cómo puedo estar realmente agradecido por algo, si sé que
eso no está presente?