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año 1999
El Teatro Medieval inglés
Evolución de las formas hasta el siglo XVII
ÍNDICE
I. Introducción
Hasta el siglo IV existían en Europa 270 teatros distribuidos entre las ciudades
más importantes del Imperio y los puntos fronterizos estratégicos con mayor
concentración de las guarniciones romanas. La vida del espectáculo continuaba (a pesar
de las presiones cada vez mayores de las poblaciones bárbaras en los confines del
Imperio) a tal punto que, en el año 354, el emperador Constancio II autorizó la
organización de festejos que se extendieron por 176 días; a lo largo de ese período se
ofrecieron al público espectáculos circenses, juegos de gladiadores y 102 obras teatrales
de distintos géneros.
Esa “industria estatal del espectáculo” –como la llama Doglio-, sostenida por el
Imperio para mantener también su cohesión cultural, tiene una brusca desaparición en el
400 d.C. Un eclipse que se inscribe por un lado en la invasión y conquista del territorio
imperial por parte de las tribus bárbaras y por el otro en la legitimación de la Iglesia
cristiana (380 d.C.) que, bajo Teodosio, pasa a ser “religión de Estado”, desplazando el
antiguo sistema de creencias romano. La progresiva influencia de la Iglesia cristiana en la
vida pública, a partir del siglo IV, tiene una fuerte y polémica incidencia con respecto a la
supervivencia de los espectáculos de tradición pagana, poniendo especial énfasis -a
través de prescripciones y prohibiciones- en la relación antitética entre la moral cristiana y
las formas vigentes de la representación teatral.
1
Schmitt, Jean-Claude. “Le croyance au Moyen Age” en Raison présente, nr. 113. Paris: Nouvelles
Éditions Rationalistes
II. SUPERVIVENCIA DE FORMAS DE REPRESENTACIÓN DE LA
ANTIGÜEDAD CLÁSICA Y LOS RITOS POPULARES EN LA EDAD
MEDIA. María Cristina Figueredo.
Notas
Bibliografía
-Chambers, E.K. The Mediaeval Stage. Mineola and New York: Dover
Publications, 1996.
-Emmerson, Richard (ed). Approaches to Teaching Medieval Drama. New York:
The Modern Language Association of America, 1990.
-Guglielmi, Nilda. “El status del loco y la locura en el siglo XII” en Marginalidad en
la Edad Media. Buenos Aires: Eudeba, 1986.
_____________ El Teatro Medieval. Buenos Aires: Eudeba, 1980.
-Swain, Barbara. Fools and Folly during the Middle Ages and the Reinaissance.
New York: Columbia University Press, 1932
-Le Goff, Jacques. Los Intelectuales en la Edad Media. Barcelona: Gedisa, 1986.
-Eco, Umberto, Arte y belleza en la estética medieval, Barcelona, Lumen, 1997.
Charivari o chevauchée. Detalle de una de las
miniaturas del Roman de Fauvel (Paris: Biblioteca
Nacional)
Muestra a juglares, ministriles, bufones que como los
que se agrupaban en las compagnie de fous o sociétés
joyeuses
Dibujo del
interior del teatro
The Swan hecho
por Johannes de
Witt en 1596
II. DEL DRAMA LITÚRGICO AL ESCENARIO ISABELINO. Elina Montes.
Los ciclos
Tomemos estas palabras que Witt le dirigiera a su amigo como una suerte
de convite. Invitación que nos impele -en el intento de revivir el asombro de aquel
hombre ante un fenómeno de características novedosas- a una lectura alerta y
sensible ante textos que, si etiquetados superficialmente como “clásicos”, podrían
ver ensombrecida la vitalidad de una emergencia que, si dialoga con lo heredado,
no deja de hacerlo con la palabra representada que nos es contemporánea.
ELINA R. MONTES
Notas
1
No podemos, sin embargo, dejar de mencionar los debates que ya se dieran en
el siglo XII en la escuela de París entre innovación y tradición. Y, en ese ámbito,
as palabras de Bernardo de Clairvaux, que nos parecen por demás significativas
en el momento de considerar la gestación y evolución del drama litúrgico: “.... la
cultura es una construcción humana y los antiguos son el punto de partida.
Nosotros somos enanos sobre las espaldas de los gigantes. [.....] como el hombre
es centro del mundo y la cultura una construcción que se eleva por sobre la
tradición, el centro del hombre es la ratio y el hombre puede construir sólo a través
de la ratio sobre las espaldas de los antiguos gigantes...” (citado por Doglio, pág.
143. La traducción de los fragmentos es nuestra).
2
Si bien el tema excede los alcances de la presente exposición, se hace necesario
subrayar la total vigencia de los rituales paganos en la primera etapa de expansión
del catolicismo que da lugar a fenómenos de sincretismo con distintas
características en cada región.
3
Chambers, E.K., The Medieval Stage,Vol II, London: Lowe & Brydone, 1954.
4
Nos referimos aquí al seminario internacional “El concepto de representación y
de imagen en la Edad Media” que el prof. Schmitt dictara en Buenos Aires en junio
de 1996.
5
Narra la leyenda que el Rey Agabar de Edessa enviara a Jesús emisarios para
pedirle ser por visitado por él. Jesús, sabiendo que se acercaba el momento de su
crucifixión, se excusó por no aceptar la invitación. A modo de ofrenda, envió al
Rey un trozo de su túnica en la que, milagrosamente, se había impreso su rostro,
creando, de este modo, el primer icono, modelo de todos los ulteriores.
6
A tal respecto, el mismo Chambers señala que, hasta finales del siglo XV, los
términos trageodia y comoedia no se integran al corpus descriptivo de las
representaciones sagradas, las que comúnmente se denominan “dramáticas”.
Cabe asimismo recordar la Epístola XIII de Dante, dirigida a Can Grande della
Scala, en la que especifica que su obra se llamará Comedia por la clara y
evolutiva tripartición de lo narrado, que marca una trayectoria de lo desagradable a
lo próspero. Es interesante destacar cómo el mismo Dante, ante la necesidad de
defender su flexión genérica, rechaza de plano la posibilidad de considerar a la
tragedia en el marco de una narración que se pretende ejemplar en el seno del
dogma. Podríamos avanzar aún más e hipotizar que, aún teniendo en cuenta la
postura del libre albedrío, el sujeto cristiano ya no se encuentra ante la trágica
disyuntiva entre la ley de los dioses y la ley de los hombres, ya que, para la
subjetividad medieval, la ley del soberano no puede sino adecuarse a la ley de
Dios. (Sobre el tema sugerimos consultar: Eco, Umberto. “L’allegorismo
medievale, il simbolismo moderno” en Sugli specchi ed altri saggi. Milano:
Bompiani, 1987. Existe traducción al castellano)
7
Sobre este tema, y en su particular relación con el sistema de creencias en
vigencia hasta todo el siglo XVII inglés, nos remitimos a: Tillyard, E.M.W. La
Cosmovisión isabelina. México: Fondo de Cultura Económica, 1984.
8
Seguimos parcialmente aquí a Mitchel, W.J.T. Iconology. Image, texts, ideology.
Chicago: The University Chicago Press, 1986. Al referirse a la expresión imago dei
el autor se adentra en el debate entre iconofilia e iconoclastía. Remitiéndonos al
bíblico enunciado del Génesis “a imagen y semejanza de Dios”, enfatiza sobre la
diferencia entre “semejanza” e “igualdad”. La imago dei es definida siempre por
atributos abstractos, relacionados con una Verdad esencialmente espiritual, y que
por ende se diferencia del producto de su reflejo, plasmado en materia. Las
imágenes que la Iglesia “presentaba” a su feligresía intentaban transmitir una
inefabilidad que no podía sin embargo despojarse de la materialidad de su
producción estética. El culto de la imagen, que no tarda en convertirse en un
auténtico comercio de presuntas reliquias (especialmente después de las
Cruzadas) daría, cuenta en cierta medida, del fracaso en la directa articulación con
lo trascendente del que las imágenes eran depositarias. La pretensión de asegurar
una salvación de carácter eminentemente espiritual a través de lo materialmente
adquirido, es una medida de la frustrada apuesta en el carácter eminentemente
simbólico que se asignaba a la exhibición de las producciones estéticas. Por otra
parte creemos que este equívoco es altamente productivo en el terreno de
muchas de las representaciones dramáticas que exponen en cierto modo la
indecidibilidad del sentido entre un texto que apunta a lo irrepresentable y la
necesaria materialización del cuerpo del discurso.
9
Nos parece de sumo interés la nota que introduce Chambers para aclarar el
concepto de neumae (del lat. mediev.: “signo de nivel tonal”), puesto que la
temprana indicación al tipo de entonaciones requeridas pone ya de manifiesto el
carácter dramático del canto:
“Iubilus, id est neuma ... si autem tristitiae fuerit oratio, ululatus dicitur, si vero
gaudii, iubilus”.
Chambers. Op.Cit., tomo II, pág. 7, nota 8.
10
Chambers, E.K. Op. Cit., tomo II, pág. 9.
[¿A quién buscáis en el sepulcro, oh cristianas?
A Jesús Nazreno crucificado, oh celestiales.
No está aquí, resurgió según predijo.
Id y anunciad que resurgió del sepulcro.
Resurgí]
11
Escrito en el siglo XIV para la procesión del Cirio pascual. Cft. Chambers,
Op.Cit., “Appendix R”.
12
Mencionamos, a modo de ejemplo el final:
Bibliografía
Chambers, E.K., The Medieval Stage,Vol II, London: Lowe & Brydone, 1954.
Doglio, Federico Teatro in Europa, 1. Milano: Garzanti, 1982