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Morfología y sintaxis del paisaje urbano.

La lectura gráfica del


ambiente citadino.

La ciudad constituye un fenómeno multidimensional, una conjunción de


numerosos ambientes sensibles al amplio espectro de aprehensiones —
entiéndase también interpretaciones— del que participan sus moradores. Según
Lawrence Halprin la vida en las ciudades transcurre de dos modos básicos: uno es
público y social, extrovertido e interrelacionado. El segundo es privado e
introvertido, personal, individual y auto-orientado. 1 Los espacios urbanos
conforman indefectiblemente la matriz de ambos modos de habitar la ciudad y de
cierta forma también el soporte de su apreciación.

El espacio urbano, definido como el área libre entre masas o volúmenes edificados
que componen una urbanización, resulta la dimensión tangible sobre la que se
fundamenta la imagen citadina, es decir la materia prima esencial de los procesos
psicoperceptuales que tienen lugar en el cotidiano intercambio entre moradores y
paisaje urbano.

Los individuos que edifican, transforman, residen o visitan la ciudad tienen


definitivamente una imagen parcial, fragmentada y particular del contexto en el
que se desenvuelven. La suma de esta amplia diversidad de percepciones e
interpretaciones configura la imagen final de la ciudad. En todos los casos el
paisaje urbano representa no sólo la parte objetiva y concreta de este complejo
fenómeno sino que desempeña un papel preponderante en el proceso de
generación de sensaciones y asociaciones significativas.

Para los grupos sociales que ocupan la ciudad, resulta sumamente importante
realizar una cómoda lectura del paisaje urbano. Ésta atribuye un inefable
sentimiento de seguridad al tiempo que ayuda a orientar y conducir el transitar por
los recintos citadinos. Para poder concretar una efectiva lectura del ambiente
construido este debe contar con determinadas cualidades como la legibilidad, la
coherencia, la visibilidad o sencillamente el poder de imaginabilidad, es decir, esa
cualidad de un objeto físico que le da una gran probabilidad de suscitar una
1
Ver Halprin, Lawrence: Cities, Ed. Reinhold Publishing Corporation, New York, 1963, p.11.
imagen vigorosa en cualquier observador de que se trate 2. Estos atributos
confieren al mismo un carácter pregnante y memorable.

En este proceso de apropiación desempeña un papel incuestionable el diseño, no


solo como disciplina que fundamenta, desde su escala particular, la configuración
del ambiente físico, de sus componentes tectónicos específicos o de las formas
gráficas sucesivas. Sino además como ejercicio imprescindible para organizar el
universo visual del habitante en aras de hacerlo funcional y estéticamente bello.

Desde finales del siglo XIX los urbanistas más incipientes manifestaron una
sistemática preocupación por la claridad y calidad del ambiente construido. Camilo
Sitte en su antológica obra Construcción de ciudades según principios artísticos
aludió, desde entonces, a la necesidad de componer la escena urbana según
parámetros clásicos de belleza y para esto tomó como referencia los espacios
públicos de las ciudades medievales y renacentistas en busca de los motivos de
agrupación que produjeron armonía y encanto allí, en contraposición a la
confusión y pesadez de los bloques modernos. 3

El diseño, como concepto genérico, estaba vinculado entonces indisolublemente al


arte, manifestándose esencialmente en la arquitectura, especialmente en el
tratamiento de la envoltura del espacio construido, y en el mobiliario urbano
esencialmente escultórico.

Algunos de los aspectos que han contribuido, con el paso del tiempo, a dificultar la
lectura del paisaje urbano están asociados al crecimiento desmedido que han
experimentado las ciudades desde finales de la decimonovena centuria. Este
proceso de urbanización se agudizó durante el siglo XX generando territorios
edificados de dimensiones inabarcables donde los tradicionales mecanismos de
orientación y asimilación del entorno se volvieron inoperantes para sus habitantes.
A lo anterior se sumó el referido cambio de fisonomía que tuvo lugar en la ciudad
con el arribo de la modernidad y los nuevos modelos de urbanización que

2
Lynch, Kevin: La imagen de la ciudad, Ed. Ciencia y Técnica, La Habana, 1970, p. 18.
3
Sitte, Camilo: Construcción de ciudades según principios artísticos, Ed. Gustavo Gili, S.A.,
Barcelona, 1980.
implicaron cambios en la escala, dimensión, la morfología del espacio urbano y la
arquitectura de la ciudad.

Como resultado de este proceso es posible afirmar que la urbe actual ha anulado
progresivamente los valores de la ciudad histórica generando ámbitos
impersonales, carentes de identidad, donde la información visual al transeúnte
discurre entre un ecléctico exceso y una anodina coherencia. Estos aspectos,
unidos a la velocidad que ha implicado la transportación motorizada del
observador, ejercen notables cambios en la forma de percibir el contexto citadino,
dificultan la identificación y fijación de detalles significativos y consecuentemente
atentan contra su memorización. A lo anterior se adiciona el flujo publicitario
asociado a la sociedad de consumo que inundó las escenas citadinas en la
segunda mitad de siglo XX.

La identificación de la problemática en torno a la lectura del paisaje citadino no ha


generalizado una actitud responsable por parte de los diseñadores, aún cuando
cada vez se hace más evidente la preferencia de los habitantes por los probados
patrones de las ciudades históricas y un manifiesto rechazo a gran parte de los
modelos modernos.

En la década de los años 1960 la obra de Kevin Lynch contribuyó a la


comprensión de los factores psicoperceptivos que operaban en la conformación de
una imagen de la ciudad y por tanto garantizaban una efectiva configuración del
ambiente edificado. Los elementos básicos estructurantes de una imagen urbana
—nodos, hitos, sendas, bordes y barrios— revelaban recursos estimables con los
que se orientaban los transeúntes en metrópolis de considerables dimensiones
como Los Ángeles, Boston o Nueva Jersey. De tal modo Lynch recurre a los
recursos esenciales que ayudan al observador a codificar su medio circundante
partiendo de la tesis de que “el mundo puede ser organizado alrededor de un
conjunto de puntos focales, partido en regiones nominadas, o bien ligado mediante
rutas que se recuerdan”.4

4
Lynch, Kevin: Op. Cit., p. 80.
Estudios posteriores a los de Lynch, como los desarrollados por Gordon Cullen,
Paul Spreiregen y más recientes los de Rob Krier apuntan hacia una intención por
comprender los mecanismos y componentes que operan en la conformación del
paisaje urbano. La complejidad que implica la consideración de la amplia
multiplicidad de factores que integran el sistema del paisaje citadino condicionan
las propuestas de los autores nombrados. En cualquier caso se revela siempre
como aspecto fundamental la dimensión morfológica del paisaje urbano
atendiendo a que la misma constituye parte esencial de los fenómenos urbanos.
Continúa asimismo presentándose como acuciante situación el lograr una sintaxis
urbana apropiada que garantice una lectura y aprehensión efectivas del paisaje
edificado en los enclaves históricos y más aún en los espacios urbanos
contemporáneos.

El planteamiento sintáctico del paisaje urbano

La aproximación a una efectiva lectura del paisaje urbano debe partir de


considerar al mismo como un sistema gramatical donde morfemas y lexemas
correspondan a los componentes básicos de una estructura citadina
(componentes puntuales, longitudinales y extendidos). Así también el resultado
estaría sujeto a dos modos de lectura, uno atendería a la semántica del discurso
paisajístico —significados vinculados a las formas tangibles— y la otra a la
sintaxis, que supone la disposición e interrelación de las partes en el conjunto
edificado.

Como toda unidad lingüística el paisaje urbano está sujeto a un idioma específico
dado los rasgos y significados de los elementos que lo componen, es decir el
conjunto de palabras que integran su léxico. La ciudad adquirirá de esta manera
una expresión particular que la identificará con un lenguaje propio —idioma
específico— en ocasiones irrepetible; algunas veces universal —conteniendo
formas y modelos reiterativos, tomados generalmente de otros sitios— y en
determinados casos puede asociarse a una lengua muerta —paisajes de ciudades
antiguas cuyas civilizaciones originarias han desaparecido pueden ilustrar este
último símil.
Las ciudades se componen básicamente a partir de la suma de un conjunto de
eventos edificatorios, capaces de estructurar a su vez porciones más abarcadoras
de la urbe. En este sentido su paisaje construido se manifiesta de forma análoga
al cuerpo de un texto, donde corresponde cada oración a un ámbito específico
capaz de ser abarcado y entendido íntegramente por el observador —una calle,
una plaza, un perfil urbano o un edificio específico entrarían en estas categorías—,
sin embargo estos elementos se agrupan en unidades mayores a modo de
párrafos definiendo zonas o barrios con características particulares. Las oraciones
que componen el texto urbano pueden, al igual que los párrafos, resultar breves y
de fácil lectura o en cambio extensas, complejas e ilegibles. Tales atributos ejercen
una incuestionable influencia en el conjunto paisajístico global. Resulta siempre
más cómodo memorizar una oración, que un párrafo o una cuartilla de texto
concreto y de similar modo se hace más fácil recordar el espacio citadino de una
calle o el entorno de un edificio que la multiplicidad de ámbitos de un barrio o de
una ciudad completa.

En un plano más específico se pude constatar en la estructura citadina fenómenos


sintácticos u ortográficos que inciden en la efectividad de la aprehensión de su
paisaje. La acentuación constituye uno de estos eventos, su operatividad a
cualquier escala establece una diferencia en la entonación de un vocablo o en el
sentido de una oración. Se facilita de este modo la orientación del observador
dentro de su contexto citadino. En contraposición a lo anterior un ámbito sin
acentuación o con una ortografía deficiente, es decir con componentes mal
dispuestos o con un bajo nivel de diseño o factura, condicionan la falta de
comunicación u orientación de los individuos —lectores.

A diferencia de la escritura literal el paisaje de la ciudad requiere un espacio de


tiempo más o menos prolongado para concretarse. Generalmente no es sólo el
producto de una planificación única e invariable, sino más bien la progresiva
acumulación de numerosos y disímiles ejercicios edificatorios que otorgan al
mismo un carácter diverso y heterogéneo. En este complejo proceso ejerce
particular influencia el contexto en su sentido más amplio, tanto el conjunto de
factores físico-ambientales —clima, topografía, hidrología, flora, fauna, entre otros
— como el sistema de factores socioculturales —política, ideología, cultura,
normativas, planificación, sociedad, historia, etcétera. La consideración de los
anteriores condicionantes es el punto de partida para enfrentar un análisis
profundo del medio construido en virtud de comprender su estructura sintáctica
para una mejor apropiación por parte de sus habitantes. Comprender en primera
instancia la morfotipología del paisaje de una urbe presupone asimilar la esencia
de los fenómenos tangibles que condicionan la formación de la imagen urbana, el
conglomerado de componentes que experimentan y manifiestan con mayor
celeridad y de forma más evidente las transformaciones que acontecen durante la
evolución citadina.

La semántica del paisaje urbano

Resulta usual el planteamiento de que la imagen de la ciudad es el mundo físico


que constata el transeúnte o el habitante de un enclave —generalmente hace
referencia al espacio urbano en el que se mueven las personas y desarrollan su
vida social. Sin embargo este concepto es mucho menos tangible y más vinculado
a la interpretación y procesamiento mental de los sucesos urbanos.

La palabra imagen (del lat. imago, -inis.) es portadora de múltiples acepciones,


puede hacer referencia a la idea o representación mental de lo que se percibe por
los sentidos, al tiempo que denomina la reproducción de la figura de un objeto, en
el ojo o en una superficie cualquiera, por la combinación de los rayos de luz. Del
mismo modo el vocablo puede nombrar la representación artística de un objeto o
de una figura.5 De ahí que en ocasiones sea contemplado el término como algo
equívoco, por cuanto indica tanto la apariencia externa de un objeto determinado,
como su representación a través de dibujos, modelos, etcétera, o simplemente la
imagen formada en la imaginación del hombre. Por tanto la imagen hace
referencia a tres conceptos bien distintos: la imagen como representación, la
imagen óptica y la imagen mental.6

5
Diccionario Larousse Planeta, S.A. Edición Electrónica, 1996, ISBN: 84 – 816 – 266 – X
6
Montes Serrano, Carlos: Representación y análisis formal, Secretariado de
Publicaciones, Universidad de Valladolid, España, 1992, p. 13.
Según Lynch la imagen urbana no es más que “la imagen ambiental, la
representación mental generalizada del mundo físico exterior que posee un
individuo. Esta imagen es producto al mismo tiempo de la sensación inmediata y
del recuerdo de experiencias anteriores, y se la utiliza para interpretar la
información y orientar la acción [...] esta imagen tiene una vasta importancia
práctica y emotiva para el individuo”.7

En conformidad con la anterior precisión Paul D. Spreiregen opina que la imagen


urbana está integrada por el conjunto de “impresiones de la gente acerca de una
construcción, un ambiente particular o toda una ciudad”, 8 y que tales impresiones
son algo más que visuales. En este proceso connotan la memoria, las
experiencias, olores, movimientos, gentíos, plazas, edificios, el drama de la vida y
la muerte afectando a cada persona de acuerdo con sus predilecciones
particulares. Desde su ambiente, cada individuo construye su propia imagen
mental de las partes de la ciudad. De esta forma puede reducirse la imagen
urbana al mapa de impresiones colectivas de un entorno: una pintura conjunta de
lo que la gente extrae de la realidad física.

La Imagen de la ciudad corresponde en este sentido al significado de lo edificado


por el hombre, al modo particular y colectivo de interpretar ese complejo texto que
se configura a partir de la suma y articulación de una amplia diversidad de
componentes donde el diseño desempeña un papel esencial. Cada individuo
entiende y aprehende su entorno citadino del modo en que lo ha vivido y lo ha
percibido, filtrado por eventos memorables, sentimientos asociados, tiempo
compartido, incluso por modos de uso del espacio. Asimismo resulta importante la
consideración del nivel cultural o el perfil ideológico de cada cual para entender y
comprender la escena urbana desde una postura particular.

Método para un análisis morfotipológico del paisaje urbano

7
Ibídem, p. 12.
8
Spreiregen, Paul: Ob. cit., p. 82.
La formulación de una propuesta metódica para el examen de los rasgos
morfotipológicos de un paisaje urbano determinado debe estar dirigida
esencialmente a desvelar los valores formales, compositivos y tipológicos de los
objetos que integran el medio físico construido. En tal caso se pretende asimilar
atributos objetivos del contexto citadino que posibiliten no sólo la caracterización
del mismo sino además la aprehensión de sus cualidades más relevantes en
función de fundamentar estrategias de intervención, preservación y
reinterpretación del patrimonio edificado.

La consideración de una amplio grupo de investigaciones que han tratado el tema


del paisaje urbano y su estructura, tanto a nivel internacional como local, permite
aseverar que la ausencia de un enunciado metodológico de carácter sistémico, así
como la insuficiente aplicación de instrumentos de naturaleza gráfica para la
indicación, demostración y análisis de los distintos eventos urbanos han dificultado
los procesos de configuración paisajística en las nuevas propuestas urbanas y han
incidido negativamente en la apariencia de las ciudades históricas en la
actualidad.

La experiencia adquirida en múltiples investigaciones entorno a la estructura y


morfotipología del paisaje edificado en el centro histórico de Santiago de Cuba,
ciudad fundada durante el periodo de colonización en 1515, permite enunciar una
propuesta metódica de carácter holístico dirigida a entender los valores tangibles
que componen la lingüística citadina e inducen la conformación de una imagen
urbana en los grupos sociales que habitan o tributan a los centros tradicionales.

Atendiendo a los aspectos exógenos que influencian la evolución de cualquier


sistema urbano se plantea como paso inicial del proceso metódico para el análisis
morfotipológico del paisaje construido la determinación del problema de estudio,
contemplando esencialmente el objeto y su campo de análisis. 9 Esta etapa
corresponde al primero de los cuatro niveles básicos que estructuran el método,
enunciados como continúa:

9
Ver Segre, Roberto y Eliana Cárdenas: Crítica Arquitectónica, Empresa Nacional de
Producciones del MES, La Habana, 1980.
1. Factores determinantes: fase donde se define la escala del objeto de estudio y
se precisan los aspectos condicionantes que lo determinan. Aquí se tratan
factores contextuales de orden físico-natural, de orden sociocultural y de los
determinantes urbanos.

2. Estructura: donde se desarticula la unidad de paisaje urbano —derivada del


objeto de estudio— en sus componentes básicos, teniendo en cuenta los
resultados de encuestas y entrevistas, los criterios especializados, así como la
experiencia emanada de investigaciones previas y la observación de la realidad.

3. Morfotipología: que abarca la caracterización de los componentes esenciales


de la unidad de paisaje urbano en función de sus cualidades formales y
compositivas, a través de un examen monográfico, así como la revelación de
las distinciones tipológicas mediante sistemáticos análisis comparativos.

4. Articulación sistémica: nivel al que corresponde la exploración de las disímiles


interrelaciones que establecen los componentes del paisaje urbano. Para este
análisis se reconocen tres tipos de interrelaciones básicas: interrelación
hombre-componentes, interrelación de componentes e interrelación
componente-conjunto. En cada caso se examinan los vínculos posibles: físicos,
visuales y, de modo elemental, los simbólicos o de significación.

Cada uno de los niveles establece una relación dialéctica con el anterior y con el
sucesivo de modo que la estructura del método se compone finalmente por
subsistemas interrelacionados, dispuestos de forma que se discurre de lo general
a lo particular y otra vez a lo general.

La definición de los factores determinantes del paisaje urbano tiene por objetivo el
reconocimiento de sus principales agentes condicionantes, es decir los elementos
o procesos externos que han intervenido en su configuración. 10 Esta etapa cuenta
en primera instancia con el enunciado del problema de estudio, integrado a su vez
por la declaración del objeto de estudio —porción concreta de la realidad que se
10
“Los sistemas arquitectónicos y urbanos se estructuran en función de resolver sistemas de
problemas planteados por la sociedad en función de las necesidades del hombre, por lo que es
necesario el análisis de los factores que inciden en la conformación de esos sistemas.” Segre,
Roberto y Eliana Cárdenas: Ob. Cit., p. 152.

Esquema general del método para un análisis morfotipológico del paisaje urbano. Tomado de Tesis
Doctoral del autor.
investiga: el paisaje urbano— y por la sucesiva precisión del campo de análisis,
conformado por los aspectos o particularidades que caracterizan al objeto fijado:
rasgos morfotipológicos.

En una segunda etapa de este nivel se examinan los condicionantes


fundamentales del objeto de estudio, a partir del análisis de tres categorías
esenciales:

1. Determinantes físico-naturales: dirigidos a establecer las variables del


contexto natural de mayor influencia sobre el objeto de estudio atendiendo al
clima —soleamiento, precipitaciones, humedad relativa, viento, temperatura,
luminosidad—, a la geología del sitio —tipo y calidad del suelo, subsuelo,
actividad sísmica—, a la topografía e hidrografía del emplazamiento así como la
flora y fauna del entorno.

2. Determinantes socioculturales: encaminados a precisar las variables del


contexto social de mayor influencia sobre el objeto de estudio teniendo en
cuenta la historia, la política, la sociedad —composición étnica, costumbres o
tradiciones, cultura, religión, ideología— y la economía —base productiva y
recursos disponibles.

3. Determinantes urbanos: influenciados por los anteriores, están dirigidos a


evaluar las variables inherentes al fenómeno urbano en sí, contemplándose en
este caso la dimensión de la ciudad —extensión física y densidad poblacional
—, la trama —forma general del trazado— y el granulado —compacidad o
dispersión de los componentes citadinos. Lo anterior se concreta mediante el
análisis del plano urbano.

La fase que sucede al reconocimiento de las variables determinantes en la


configuración del paisaje urbano corresponde al segundo nivel del esquema
general del proceso metódico: Estructura. En este nivel se contemplan como
objetivos específicos: primero la precisión de la unidad de paisaje urbano y
segundo su desarticulación y consecuente determinación de componentes
básicos.
La precisión de la unidad de paisaje urbano implica la consideración de diversos
aspectos como: el propósito particular del análisis, la dimensión del área de
estudio, el reconocimiento de sus límites físicos, los rasgos identitarios de un
ámbito, los elementos de valor contenidos, los eventos socioculturales o históricos
asociados, la ubicación dentro del contexto, la disposición singular de sus partes y
la función ceñida a una zona o componente específico, entre otros. Esta unidad
puede establecerse a partir de los propios componentes de la estructura de la
ciudad o puede resultar un área definida por características históricas particulares.
En todo caso se tendrá siempre en cuenta para su determinación el objeto de
estudio planteado.

La desarticulación de la unidad de paisaje urbano tiene como propósito el


reconocimiento de sus componentes básicos atendiendo, en primer lugar, a la
escala de análisis precisada y en segundo lugar a su expresión formal. En función
de estos aspectos se definen tres tipos básicos de componentes paisajísticos:

1. Componentes puntuales: estructuras urbanas concentradas o de carácter


focalizado, cuya representación abstracta, en función de la escala de análisis,
comporta una notación geométrica puntual.

2. Componentes longitudinales: estructuras urbanas direccionales,


con una dimensión horizontal predominante, cuya representación
abstracta, en función de la escala de análisis, comporta una notación
geométrica lineal.

3. Componentes extendidos: estructuras urbanas horizontales que se


desarrollan bidimensionalmente y cuya representación abstracta, en función de
la escala de análisis, comporta una notación geométrica plana.

La determinación de los componentes básicos de la unidad de paisaje urbano


posibilita su posterior caracterización morfotipológica. El objetivo de este nivel está
fundamentado en el examen detallado de los rasgos físicos de cada componente
paisajístico, mediante el auxilio de un conjunto de variables de análisis.
El análisis morfológico de los componentes reconocidos se desarrolla atendiendo
a dos aspectos básicos de su naturaleza física: la forma y la composición. En
ambos casos la instrumentación considera el estudio planimétrico, altimétrico y
volumétrico del fenómeno y el modo en que operan las variables definidas para
cada uno de estos estratos. El estudio se dirige a revelar las propiedades
perceptibles de los componentes del paisaje urbano, las características inherentes
a su esencia y a su configuración estructural.

La categoría forma describe esencialmente la configuración externa de los


componentes tangibles del objeto de estudio. Su análisis consiste, en sentido
general, en la indicación de cualidades inmanentes a los elementos y sus
relaciones internas. Para el examen de la forma se especifican seis variables
consistentes en: figura, dimensión, masa, línea, textura y color.

El análisis compositivo examina la disposición y modos de relación de las partes


físicas del paisaje urbano con el objetivo de revelar su organización y
estructuración. Para resolver esta etapa se contemplan cuatro categorías básicas:
los límites espaciales —determinación espacial, perspectiva, características
compositivas, plano horizontal—, el orden —distribución, axialidad,
emplazamiento, articulación—, la métrica —proporción, escala— y la acentuación
—accesos, jerarquía—, cada una explicada a partir de los principios elementales
de la configuración formal.

El examen de los aspectos morfológicos que caracterizan a los diversos


componentes del paisaje urbano posibilita también el reconocimiento de tipos
formal-espaciales. Este proceso consiste en la identificación de regularidades
asociadas a modelos repetitivos discriminados a través de la comparación
sistemática. El paso inicial para definir los tipos, en la instrumentación de su
análisis, consiste en determinar la correspondencia de los elementos a examinar
con los tres tipos básicos de componentes urbanos planteados —puntuales,
longitudinales o extendidos. La etapa subsiguiente radica en la comparación
sistemática de los grupos de componentes, teniendo en cuenta sus cualidades
formal-compositivas similares o divergentes. La clasificación tipológica puede
efectuarse atendiendo a las siguientes variables:

- Componentes puntuales: emplazamiento (posición del componente, ocupación


del área en que se dispone), escala (dimensiones y proporciones del
componente respecto al entorno y al observador, forma (configuración
planimétrica, altimétrica y volumétrica).

- Componentes longitudinales: dirección (variabilidad del trayecto), plano


base diferenciación del ancho y la longitud), límites verticales
(proporciones, dilatación o contracción, paralelismo, fragmentación),
articulación (intersección o confluencia).

- Componentes extendidos: geometría (configuración geométrica y


composición espacial), determinación espacial (cierre o apertura), escala
(dimensiones y proporciones del componente respecto al entorno y al
observador).

El resultado de la comparación está integrado por la agrupación de componentes


de una misma familia según la frecuencia de sus rasgos identificativos y/o
diferenciadores. La expresión gráfica del examen se compone de matrices o series
tipológicas derivadas del referido proceso de decantación.

La observación de la realidad testimonia la asimilación del paisaje


urbano como un conjunto y no como meras partes aisladas. Es por eso
que al examen detallado de los componentes paisajísticos debe suceder
la exploración de las interrelaciones que establecen los mismos con otros
componentes, con los seres humanos y con el conjunto, es decir con la unidad de
paisaje urbano que integran.

Para su instrumentación, en correspondencia con las formulaciones de K. Lynch y


el principio de estructuración sistémica del paisaje urbano, se plantean tres
interrelaciones substanciales:

1. Interrelación hombre-componente: examina los vínculos entre el individuo y


el componente del paisaje urbano atendiendo a las formas de apropiación del
espacio citadino así como su intensidad en el uso. En esta categoría se
estudian también los vínculos visuales que establece el observador desde y
hacia el componente —intervisibilidad—, así como la relación de escala
respecto al ámbito en el que esté situado. Por último se consideran de modo
elemental los vínculos de orden significativo, dada la singular importancia que
revisten para la identificación o reconocimiento del componente.

2. Interrelación de componentes: contempla los vínculos físicos entre pares de


componentes —conectividad, contención, transición o fragmentación— así
como las relaciones visuales entre los mismos —lo percibido, lo anunciado lo
sorpresivo.

3. Interrelación componente-conjunto: aquí se estudian, de igual modo, los


vínculos físicos a escala de la unidad de paisaje urbano en forma de
subsistemas compuestos por más de dos componentes —fortaleza de los
vínculos, continuidad, variaciones o diferenciaciones espaciales (escala),
ritmos visuales, interconexiones seriadas, paralelas o combinadas. Asimismo
son contemplados los vínculos visuales —intervisibilidad y vista panorámica—
a través del análisis de la visión serial.

La determinación de los subsistemas que contribuyen a revelar las interrelaciones


de los componentes con la totalidad del paisaje edificado, responde a la
consideración de aspectos como: intensidad de flujos de circulación, frecuencia en
el uso del espacio público, concentración de acentos urbanos, continuidad del
trazado y organización planimétrica, entre otros. En cada caso la definición del
subsistema debe fundamentarse en una detallada observación de la realidad.

La implementación de la articulación sistémica de la unidad de paisaje urbano, a


partir de las tres interrelaciones establecidas, constituye un aporte que
complementa en sentido general los esquemas de análisis urbanos existentes y
contribuye a concretar una visión global del objeto de estudio. La orgánica
correspondencia de este último nivel con los factores determinantes, la definición
estructural y el examen gráfico-teórico de los rasgos físicos del entorno construido,
conduce a la caracterización y consecutiva definición de los valores
morfotipológicos del paisaje urbano.

A modo de conclusión se puede apuntar que un examen exhaustivo de los rasgos


morfológicos y tipológicos del paisaje citadino, apoyado en las herramientas
gráficas y teóricas aportadas por el diseño básico y la historia de la arquitectura y
el urbanismo, facilita no sólo el reconocimiento de sus valores substanciales sino
que además permite identificar los elementos fundamentales que rigen la sintaxis
de la escena urbana, es decir los aspectos que estructuran el espacio visible y
posibilitan una correcta y cómoda lectura por parte de los habitantes.

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