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UNMSM. EPMH.

ÉTICA 2017 II

LA ARGUMENTACIÓN EN ÉTICA EN SALUD. LAS FALACIAS

1. ¿Qué es argumentar? Y ¿Por qué argumentar?

Argumentar o razonar es una actividad que consiste en dar razones a favor o en contra de una determinada tesis
que se trata de sostener o de refutar. Esa actividad puede ser muy compleja y consistir en un número muy
elevado de argumentos (de razones parciales), conectadas entre sí de muy variadas formas.

El contexto de la argumentación la hallamos en las distintas épocas, para nuestro caso las épocas médicas, y en
las diferentes sociedades. Así el razonamiento paternalista es diferente del basado en respeto a la autonomía.
Vemos un ejemplo:

Silogismo médico tradicional Silogismo médico actual


La neumonía se trata con penicilina La neumonía se trata con penicilina
Pedro tiene neumonía Pedro tiene neumonía
Pedro quiere [o no] tratar su neumonía

Pedro debe ser tratado con penicilina Pedro se trata [o no] con penicilina

Y es que por el respeto a la autonomía es el paciente consciente de sus actos, dueño de voluntad y
adecuadamente informado, es quien decide.

EJEMPLO DE ARGUMENTACION SOBRE LA INFLUENCIA DE LA EPOCA. La escritora Munro, en Amistad de


Juventud, escribió sobre un personaje que argumenta sobre las inhibiciones y las libertades en la conducta
sexual según la época en que se vive. Dice: “Mi madre había crecido en un tiempo y en un lugar en los que el
sexo era una oscura empresa para las mujeres. Que se podía morir a causa de él. Así que honraba la decencia, la
gazmoñería, la frigidez que podían protegerla a una. Y yo crecí sintiendo horror por esa misma protección, por la
elegante tiranía que a mí me parecía que se extendía a todas las áreas de la vida… Yo era partidaria de las
palabrotas y de la ruptura; me atormentaba el pensamiento de la falta de consideración y de la dominación de
un hombre. Lo curioso es que las ideas de mi madre estaban en consonancia con algunos conceptos progresistas
de su época, y las mías se hacían eco de los conceptos preferidos en mis tiempos… Es como si las tendencias que
parecen más profundamente arraigadas en nuestra mente, las más personales y singulares, hubieran entrado
como esporas en el viento predominante, buscando un lugar apropiado donde aterrizar…”.

Así como la circunstancia de la época influye en las ideas y decisiones, existen otros aspectos externos a la razón
de una persona, que también pueden influirla. Al respecto el bioeticista Miguel Kotow plantea que los juicios de
valor no pueden aspirar a reconocimiento unánime. La “universalidad” de la ética es una aspiración incumplible.
Las éticas aplicadas no sólo emanan de determinadas perspectivas culturales, además deben ser aplicables a
situaciones contextuales variadas: deliberar sobre eutanasia, dice, es muy diferente en Alemania que en Bélgica.
El nivel educativo es muy influyente a favor de la autonomía de la persona. Una persona con poco nivel
educativo está en riesgo de no protegerse debidamente ante las influencias interpersonales y sociales.

2. Argumentación y falacias

Un objeto de especial interés en el estudio de las argumentaciones lo constituyen las falacias, esto es, aquellos
argumentos que parecen razones, pero que no lo son. Las falacias pueden clasificarse desde varias perspectivas.

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Una clasificación propone distinguirlas en falacias formales, materiales y pragmáticas, según infrinjan alguna de
las reglas de la buena argumentación características de cada una de esas concepciones. Veamos eso.

(Condición Suficiente y Condición Necesaria) Falacia Formal

Caso de una falacia de tipo formal: “Está permitido investigar con pre-embriones (PE) no viables; un óvulo no es
un PE no viable; por lo tanto, no está permitido investigar con óvulos”. El error consiste aquí en haber
interpretado que en la premisa se establece que algo es condición necesaria para otra cosa (que sólo se puede
investigar, en el contexto del uso de las técnicas de reproducción humana asistida, con PE no viables) y no una
simple condición suficiente. El ámbito de la investigación tiene un lugar, en algunos países, para dicha
investigación, pero cabe tener en cuenta que dicho ámbito tiene otras opciones. Hubiera sido diferente que la
premisa hubiera sido afirmada así: “Toda investigación biomédica consiste en investigar con pre-embriones”,
algo que podemos imaginar que a nadie en su momento sensato se le ocurriría sostener.

Otro ejemplo: “Marte es un planeta, la Tierra no es Marte por tanto la Tierra no es un planeta. Cuando se afirma
Marte es un planeta se está dando un ejemplo suficiente de planeta y no un caso necesario, como sí lo sería este
ejemplo: “Carlos es el menor de mis hermanos, Mario no es Carlos, luego Mario no es el menor de mis
hermanos”; Carlos es el caso necesario que tiene la propiedad que el predicado menciona.

Falacia Material

Las falacias materiales son aquellas en las que las premisas son inapropiadas porque lo que se dice en ellas no es
pertinente respecto a la conclusión. Este tipo de discusión es muy frecuente en diversos ámbitos de la vida:
debates, argumentaciones, mítines y discusiones políticas.

Algunos ejemplos de este tipo de falacias son:

a. Argumento ad hominem
L.C. Silva en La Investigación Biomédica y sus Laberintos dice de esta falacia: Consiste en atacar las reflexiones de
otro mediante el intento de desacreditar a quien las expone y procurar por esta vía que los demás desestimen
sus puntos de vista. Afirmaciones o insinuaciones tales como que la persona es ignorante, inculta, charlatán,
analfabeto, orate, nihilista, etc., no agregan nada; solo abaratan los argumentos de quien los usa cuya
precariedad de argumentos se pone de manifiesto, en casos extremos, cuando alguien solo consigue
comunicarse con la agresión verbal. Es claro que la insuficiencia circulatoria cerebral puede afectar el nivel
cognitivo al nivel de deterioro clasificable como enfermedad; sin embargo una persona con tal problema clínico
puede expresar, en un singular momento, algo de mucha lucidez. Será una excepción, pero es una posibilidad.

b. Falacia de la causa falsa. Consiste en situar erróneamente la causa de un fenómeno en algo aparentemente
relacionado con él. Lo más habitual es confundirla sucesión temporal con la relación causa efecto. Las
supersticiones están fundamentadas en este tipo de falacia.

c. Círculo vicioso. Tiene lugar cuando las premisas presuponen la conclusión que se pretende demostrar.
Ejemplo: Luego de un accidente grave un conocido del accidentado dijo que éste siempre fue descuidado de su
propia seguridad y que el accidente demostraba que esta afirmación era cierta. Pueda ser que sea este el caso,
pero pudiera ser que la causa del accidente principalmente recaiga, por ejemplo, en una maniobra grave de un
chofer que no durmió bien y que ya lleva más cuatro horas al volante.

Falacia Pragmática

Es el caso de la pendiente resbaladiza. Por ejemplo “Hemos decidido que el espectáculo sea autorizado para
mayores de 14, pero para evitar que los jóvenes de 12 engañen a los controladores, sería mejor subir la edad
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necesaria de 14 a 18”. En realidad el problema es el mal control al ingreso del espectáculo y no la edad del
ciudadano.

3. El fenómeno de posverdad

El término “posverdad” pobló durante los últimos años las cadenas de radio y televisión, visitó todas las
rotativas y Google responde que en su seno se ha reproducido 516.000 veces (julio 2017). Tal vez muchos
hispanohablantes no lo han pronunciado aún, pero darían idea de que no viven en este mundo si asegurasen no
haberlo oído nunca. Por eso la Real Academia Española ha decidido incorporarlo al Diccionario. Posverdad,
según la Real Academia Española, refiere "a toda información o aseveración que no se basa en hechos objetivos,
sino que apela a las emociones, creencias o deseos del público". La palabra se incorporará el próximo diciembre
y lo hará como sustantivo. Por tanto, habrá de decirse, por ejemplo, “la era de la posverdad”, y no “la era
posverdad”.

Este uso del prefijo pos- no implica que vivamos un momento en el que la verdad ha desaparecido, del mismo
modo que “la era posindustrial” no define la época en la que ya dejaron de existir industrias. En ambos casos, se
denota que lo mencionado en la raíz ha dejado de ejercer un papel fundamental. El término “posverdad” ha
venido reflejando que aquello que las personas sienten ante un estímulo, sus emociones respecto de una idea o
de un líder, sus sensaciones subjetivas, priman en las decisiones que toman y son más importantes para ellos
que la verdad misma.

El prestigioso diccionario inglés de Oxford ha distinguido en 2016 con el título honorífico de palabra del año a la
palabra original en inglés, post-truth, y ha encontrado sin mayor problema una traducción impecable al español,
aunque sin guion. El nuevo término se suma al campo semántico que ya habitaban voces como “mentira”,
“chisme”, “falsedad” o “manipulación”.

En inglés se empleó por vez primera post-truth en 1992 (lo hizo el dramaturgo serbio-estadounidense Steve
Texich en un artículo publicado en la revista The Nation); y en español se atribuye la primera mención
documentada al escritor Luis Verdú, en su libro El prisionero de las 21.30, publicado en 2003. Desde entonces
hasta aquí, su uso no ha dejado de crecer en ambos idiomas. En opinión de los lingüistas El creciente uso de la
palabra es una señal de que en la actualidad "lo real no consiste en algo ontológicamente sólido y unívoco, sino,
por el contrario, en una construcción de conciencia, tanto individual como colectiva.

Los defensores de la posverdad aseguran que esta es diferente a la clásica mentira del pasado, pues resulta
inmune a cualquier evidencia que demuestre su falsedad. En la década del noventa, la psicóloga social Ziva
Kunda habló de la existencia un “razonamiento motivado”, un proceso cognitivo basado más en nuestras
emociones que en nuestro propio raciocinio. Eso nos haría llegar no a conclusiones verdaderas sino solo a
aquellas que nos satisface escuchar. Por eso no importa cuántas mentiras diga un político si nosotros
simplemente queremos creerle. El filósofo y profesor Victor J. Krebs dice que “Es un hecho que está exacerbado
en nuestra época, pero que no es definitivamente nuevo”, dice. “Es más, cuando se masificó la imprenta, entre
los siglos XVI y XVII, también se comenzaron a difundir panfletos que tenían el mismo efecto que tienen hoy las
noticias en las redes, porque la gente comenzó a adquirir sus creencias de manera distinta a como lo había
hecho antes”. Agrega que nosotros hemos inventado un nuevo mundo, que es el virtual, y las neurociencias
están demostrando ya cómo el cerebro, debido a la plasticidad neuronal, se está adaptando a esta nueva
realidad. Los niños están aprendiendo a pensar con los nuevos medios, a procesar los datos de otra manera, a
adquirir sus creencias en condiciones distintas a las que teníamos nosotros. La diferencia entre verdad y
falsedad que para nosotros era tan evidente; ya no lo es para ellos. A mí me parece que desde la filosofía, en vez
de contar una tragedia, debemos ver qué está pasando y cómo estas nuevas generaciones se van a orientar en
un mundo en que las categorías que nosotros conocíamos ya no existen. “La posverdad es solo un síntoma de
una transformación generacional en la forma de ver, de pensar y de relacionarse en la era digital”. Como dice
Krebs, “cuando no hay educación, los demagogos reinan”. Texto basado en El País (Madrid) y El Comercio (Perú).
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Posverdad y falacia. Una falacia expresada en grupos sociales, en redes, aceptada por muchos sin interesarse en
que de veras no corresponde a los hechos ni a lo racional y, al mismo tiempo, da apoyo a multitudinarias y
efervescentes expresiones, es también una posverdad. Hay públicos ansiosos alguna posverdad y la reciben con
algarabía.

4, Decálogo de reglas, consejos y reflexiones para enfrentar a las falacias


(De Manuel Atienza)

1. Los argumentos falaces no son los que van en contra de nuestros intereses o los que, sencillamente, no
nos gustan. Puesto que no es difícil cometer falacias, hay que ser muy cauto a la hora de identificarlas.

2. Hay, naturalmente, ciertos indicios de que un argumento es falaz. El más importante es que "choque"
contra nuestro sentido común, mucho más fiable a la hora de detectar el error que de conducirnos a la
verdad.

3. Existen ocasiones en que todos, o casi todos, están equivocados y sólo uno, o muy pocos, están en lo
cierto. Pero ésta no es una situación muy frecuente, especialmente en los asuntos públicos. La guerra
contra las falacias no ha de librarse, pues, con el propósito de ser original sino de formular con precisión
lo que muchos han pensado -o podrían haber pensado- sobre un asunto.

4. Las falacias, los malos argumentos que parecen buenos, envuelven en ocasiones errores lógicos en
sentido estricto. Pero siempre -al menos, siempre que son peligrosas- presuponen alguna concepción
inaceptable en materia moral o política.
5. Para combatirlas con éxito (una consecuencia de lo anterior) no basta con revisar si los pasos de una
argumentación (las inferencias) son o no aceptables. Hay que preguntarse también por las premisas de
las que se parte.

6. Quien comete una falacia infringe alguna de las reglas que rigen el juego de la argumentación
racional, y ello legitima (si la infracción es de suficiente gravedad) que se le combata.

7. Como siempre ocurre en materia de argumentación, la victoria es para quien resulta más persuasivo.
Persuadir al oponente está, normalmente, más allá de lo humanamente alcanzable. Pero siempre habrá
gente en posición de imparcialidad -los lectores de un periódico, por ejemplo- a quien dirigir los
argumentos con esperanza de éxito.

8. Quien combate contra las falacias ha de hacerlo sin ninguna esperanza en una victoria final, pues lo
que las genera -los "intereses siniestros"- no pueden hacerse desaparecer, simplemente, a golpe de
argumento.

9. Sin embargo, también en esta guerra el combatiente necesita tener "moral de victoria": ha de pensar
que en condiciones normales los buenos argumentos derrotan a los malos (que a veces parecen buenos).

10. Refutar un argumento no suele equivaler a resolver el problema que lo generó. Pero no pocas veces
es el primer paso en el camino de la solución.

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