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ANTONIO BRAVO GARCÍA.BIZANCIO. PERFILES DE SU IMPERIO.

Los Comnenos y los Ángeles (1081-1204). Interregno en Nicea. (p. 33-35)


Fueron las crisis de finales de, siglo XI, ataques de normandos, turcos y
pechenegos entre otros factores negativos, las que hicieron reaccionar a la
aristocracia militar y llevaron al trono a Alejo I Comneno. Frente al avance turco,
las poblaciones de Asia Menor parecían no resistirse siquiera, lo que a inducido
a algunos historiadores, según se ha mencionado, a comparar esta actitud en
cierto modo paralela frente a los árabes de siglos antes. Los ejemplos de
colaboración entre unos y otros no son pocos y cabe ver aquí de nuevo la
oposición entre capital y provincias, situación que se postula también para lo
que se refiere a las restantes poblaciones del Imperio amenazadas por otros
enemigos; los resquemores, los movimientos separatistas (en los Balcanes, en
Armenia), la colaboración “activa” en alguna ocasión, parecen mostrar pues la
existencia en las provincias de un sentimiento étnico exasperado en ocasiones,
lo que tal vez podría interpretarse como obligada reacción ante la política
expansionista e imperialista mantenida en el siglo XI por los bizantino que,
acompañada por una fiscalidad de hierro, agobió a grandes masas de
campesinos sin que esos esfuerzos se tradujeran en nada positivo para ellos.
Los turcos, por poner un ejemplo, llegaban a resultar más tolerantes para
algunos bizantinos que sus propios compatriotas. El primer siglo de esta
dinastía (1081-1182), con tres emperadores, es el período de reorganización del
Imperio. Asistimos ahora una reconstrucción del ejército llevada a cabo
laboriosa y penosamente con la no desdeñable ayuda de los fondos
eclesiásticos, a una militarización del Imperio, de sus instituciones y de la
sociedad, y a una movilización, en fin, del esfuerzo nacional, que recuerda a la
dinastía Isáurica, aunque ahora los emperadores se apoyan sobre todo en la
aristocracia mientras que aquellos lo hicieron, como se ha visto, más bien en el
elemento popular. Para el bizantino medio, la agresión normanda se consideró,
por una parte, como una consecuencia directa del cisma de las iglesias y de la
perfidia del papa, y, por otro lado, como un preludio de las cruzadas, que,
inmediatamente fueron vistas como la formas más terribles de agresión
occidental (según Runciman, Setton, y Riley-Smith). La propia finalidad de las
cruzadas fue para los bizantinos algo difícil de comprender ya que veían en ellas
una usurpación de su título de defensores de la cristiandad, y al tiempo, un
pretexto de los occidentales para enmascarar sus verdaderas intenciones
expansionistas contra el Oriente. En resumidas cuentas, todo ayudaba a que los
bizantinos desconfiasen ante cualquier empresa llevada a cabo por los
cristianos occidentales fuese la que fuese; sin embargo, el desprecio al
extranjero no era cosa reciente, sino que es una xenofobia antigua /ya a
mediados del siglo XI/, incrustada en la conciencia bizantina, que con el tiempo
tomará cuerpo de modo casi exclusivo contra los latinos y dará origen en su
polarización a un sentimiento presente en múltiples niveles (social, económico,
religioso, militar…) y casi “paranoico” en opinión de Browning; afirma además
este investigador que ya no tiene que ver con este sentimiento con aquella
xenofobia que se apoderó de Bizancio en sus días de poder y gloria, sino que,
más bien, se trata en esta época de un auténtico odio enfermizo, producto de la
debilidad total, del colapso del Imperio, odio que explotará, por ejemplo, en las
matanzas de latinos realizadas en diversas ciudades -incluida la capital- en el
año 1182 (bajo Andrónico I). Pese a esa animadversión, se ha advertido que hay
pueblos, os húngaros por ej., que se salvan de las iras bizantinas ya que se les
consideraba acertadamente como no latinos, e igualmente, los ingleses parecer
estar fuera también de estos odios puesto que no pocos de ellos servían en la
guardia del emperador. Contra este “imperialismo” occidental, como a todas
luces se consideró desde un Bizancio amenazado en Oriente por los turcos el
conflicto latino inaugurado por las guerras normandas -no olvidando que luchas
en dos frente era una segunda naturaleza para los basileus-, el Imperio,
debilitado, se vio forzado a acudir a los venecianos, cuya ayuda, se ganó con
importantes concesiones comerciales cuyo verdadero alcance para la propia
supervivencia económica de Bizancio no ha dejado tampoco de discutirse.
Para Arhweiler (1975: 85), los privilegios concedidos por Alejo I a favor de
Venecia marcan el principio de las capitulaciones de Bizancio e inauguran, por la
misma razón “la agresión económica de Occidente contra el Imperio”. De este
mismo tema, Lemerle (1975:102-3) con una opinión tradicional, no dudó en
escribir que “Venecia ofrecerá en adelante el espectáculo de un estado que
pone su fuerza marítima al servicio exclusivo de sus intereses comerciales y
que, por su mezcla de cinismo y habilidad, y gracias a una política notable por
su continuidad, llevará a cabo en unos siglos las ambiciones de un imperialismo
económico sin escrúpulos. La cuarta cruzada está en germen en el documento
de 1082”. Bravo García se para desde otro lugar, preguntándose ¿Cuál fue en
definitiva la situación con la que el Imperio se dispuso a enfrentarse a su
destino en 1204? Kazhdan-Constable en propio niegan que la concesión fuera
tan grave como se ha venido creyendo, ya que Venecia no tenía tanto poderío
ahí como en 1204. El documento tampoco es tan distinto como otros, el tratado
ruso-bizantino de 911, o sea que lo que pudo ser bueno para los bizantinos, al
final, no pudieron, no supieron, no quisieron (eso también se discute) competir
con los comerciantes italianos. Hay quienes van allá, A.R. Gadolin, y considera
que no hubo una motivación política, y por ello, no buscaba atraerse la ayuda
de Venecia contra el poder normando cuanto conseguir el desarrollo comercial
de ciertas regiones del Imperio muy deprimidas.
Alejo I fue muy elogiado por historiadores modernos. Lo seguro es que,
por un lado, el crecimiento de las grandes fincas y la disminución del número de
campesinos condujo gran parte de la productividad social a manos privadas; el
estado, por tanto, cada vez más poderosos. Por lo que toca a aspectos militares,
cierto es que la militarización de la sociedad en la época Comnena ha sido
advertida por muchos autores, sin embargo, esto no bastó para para la
consecución de una victoria decisiva sobre los enemigos externos y menos para
el logro de esa solidaridad civil. En cuanto a la política aristocrática y familiar de
los Comnenos, la presencia de las grandes familias y de los allegados al
emperador es ahora casi constante en la escena, de manera que el historiados
Zonaras llegó a escribir que Alejo gobernaba su Imperio como si fuese su
hacienda; se ha dicho que este emperador, y luego sus sucesores, logran
construir un Imperio “familiar”, pero no exento de ciertos peligros: el principal,
que al principio faltaba una ley sucesoria que garantizase el relevo de la familia
en el poder sin traumatismos. Sin embargo, no obstante haber nacido elitista,
esta política aristocrática acabó tornándose política patriótica sin más y
ganándose a los elementos populares a partir del momento en que adoptó el
aire de una verdadera resistencia contra el creciente poder de Occidente contra
los odiados latinos.

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