You are on page 1of 3

A finales del siglo diecisiete Isaac Newton descubrió la mecánica clásica, las leyes

del movimiento de los objetos macroscópicos. A principios del siglo veinte, los
físicos encontraron que la mecánica clásica no describe correctamente el
comportamiento de partículas tan pequeñas como los electrones y los núcleos de
los átomos y las moléculas. El comportamiento de estas partículas está regido por
un conjunto de leyes denominado mecánica cuántica.

Antecedentes
A finales del siglo diecinueve, las investigaciones llevadas a cabo en tubos de
descarga y sobre la radioactividad natural pusieron de manifiesto que los átomos y
las moléculas están formados por partículas cargadas. Los electrones tienen carga
negativa. El protón tiene una carga positiva igual, en magnitud, a la del electrón,
pero de signo opuesto y es 1836 veces más pesado que el electrón. El tercer
constituyente de los átomos, el neutrón (descubierto en 1932) no tiene carga y es
ligeramente más pesado que el protón.

A principios de 1909, Rutherford, Geiger y Marsden hicieron pasar repetidamente


un haz de partículas alfa a través de láminas metálicas delgadas y observaron las
desviaciones que se producían al hacerlas incidir sobre una pantalla fluorescente.
Las partículas alfa son núcleos de helio, cargados positivamente, que se obtienen
en desintegraciones radioactivas naturales. La mayoría de las partículas alfa
atravesaban las láminas metálicas prácticamente sin desviarse pero,
sorprendentemente, unas pocas sufrían una desviación grande y algunas de ellas
rebotaban hacia atrás. Para que se produzcan desviaciones grandes es necesario
que las cargas se aproximen mucho, de forma que la fuerza repulsiva culombiana
sea grande. Si la carga positiva estuviese dispersa en el interior del átomo (como
J.J. Thomson había propuesto en 1904), al penetrar en el mismo una partícula alfa
de alta energía la fuerza repulsiva disminuiría hasta anularse en el centro del
átomo, de acuerdo con la teoría electrostática clásica. Por tanto, Rutherford
concluyó que las grandes desviaciones observadas sólo podían ocurrir si la carga
positiva estaba concentrada en un núcleo pesado y diminuto.

Las propiedades químicas de los átomos y moléculas están determinadas por sus
estructuras electrónicas, de manera que es necesario plantearse cuál es la
naturaleza del movimiento y la energía de los electrones.

En 1911, Rutherford propuso un modelo planetario del átomo, en el que los


electrones dan vueltas alrededor del núcleo en diferentes órbitas, del mismo modo
que los planetas dan vueltas alrededor del Sol. Sin embargo, este modelo
presenta una dificultad fundamental. De acuerdo con la teoría electromagnética
clásica, una partícula cargada acelerada irradia energía en forma de ondas
electromagnéticas (luz). Un electrón que gira alrededor del núcleo a una velocidad
constante sufre una aceleración, ya que su dirección de vector velocidad cambia
continuamente. Debido a ello, los electrones en el modelo de Rutherford deberían
perder continuamente energía en forma de radiación y caer, por tanto, en espiral
hacia el núcleo. Por tanto, de acuerdo con la física clásica (siglo XIX), el átomo de
Rutherford sería inestable y colapsaría.

Niels Bohr propuso en 1913 una forma de superar esta dificultad aplicando al
concepto de cuantización de la energía al átomo de hidrógeno. Bohr supuso que la
energía del electrón en el átomo de hidrógeno estaba cuantizada, de manera que
el electrón sólo podía moverse en alguna orbita de las comprendidas dentro de un
cierto número de órbitas permitidas. Cuando el electrón efectúa una transición
desde una órbita de Bohr a otra, se absorbe o se emite un fotón de luz cuya
frecuencia ν satisface la relación

Esuperior – Einferior = hν (1)

Donde Esuperior y Einferior son las energías de los estados superior e inferior
(conservación de la energía). Bohr utilizó la mecánica clásica para deducir una
fórmula de los niveles de energía del átomo de hidrógeno, suponiendo que el
electrón que efectúa una transición desde un estado libre (ionizado) a una de las
órbitas enlazantes, emite un fotón cuya frecuencia es un múltiplo entero de la
mitad de la frecuencia de la revolución clásica del electrón en la órbita enlazante.
Usando la relación (1) obtuvo valores concordantes con los observados para el
espectro de hidrógeno.

La teoría de Bohr discutida, justifica algunos datos experimentales de forma


convincente, pero tiene fuertes limitaciones. Mientras que la teoría de Bohr predice
correctamente las series espectrales del hidrógeno, isótopos del hidrógeno y
átomos hidrogenoideos, es incapaz de explicar el espectro de átomos complejos
que tengan dos o más electrones cada uno; no puede explicar porque algunas
líneas espectrales son más intensas que otras; y no puede justificar el hecho de
que muchas líneas espectrales se componen realmente de varías líneas
separadas cuya longitud de onda difiere ligeramente. Y tal vez lo más importante
sea que no nos permite obtener lo que una teoría realmente afortunada del átomo
haría posible; una comprensión de cómo los átomos individuales interaccionan
entre sí para crear conjuntos macroscópicos de materia con las propiedades
físicas y químicas que nosotros observamos.

You might also like